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LOS MOSQUITOS DE SANTA ROSA

Cruel enemigo es el mosquito cuando


revolotea haciendo imposible el
sueño. ¿Qué reposo para leer o
escribir si lo interrumpe el animalejo?
No hay más que coger el plumerillo
para ahuyentar al malcriado.
Acaban con la paciencia de un santo y
lo hacen renegar como poseído.
Por eso mi paisana Santa Rosa,
valiente para soportar dolores, llegó a
sufrir -sin refunfuño - las picadas y la
orquesta de los alados musiquines. Y ahí va la tradición.
En casa de Rosa hubo un espacioso huerto, donde edificó una ermita
para la penitencia. Los pantanales que las aguas formaban
eran criaderos de mosquitos, y como la santa no podía pedir a
su Divinoesposo que alterase las leyes naturales, optó
por dialogar con ellos: prometió no molestarlos, y ellos; ni picarle, ni
hacer ruido.
Los bullangueritos guardaban compostura, hasta que al levantarse la
santa, les decía:
“¡Id a alabar a Dios!”. Y empezaba un concierto hasta que Rosa
pedía:
“Ya está bien, ahora vayan a buscar alimento”.
Al anochecer los convocaba, diciéndoles:
“Alaben conmigo al Señor, que los ha sustentado hoy. Y a recogerse,
formalitos y sin hacer bulla”.
De visita, los mosquitos se cebaron en la beata Catalina. Y ella, Que
no aguantaba pulgas, aplastó al atrevido.
- ¿Qué hace? - dijo Rosa -. ¿Así mata a mis amiguitos?
- Enemigos mortales, dijera yo -replicó la beata.
Rosa suplicó y no hubo zancudo que picara a Catalina.
Frasquita Montoya, beata de la Orden, se resistía a acercarse a la
ermita, por temor a los jejenes.
- Pues tres te han de picar, -le dijo Rosa- uno en el nombre del Padre,
otro en nombre del Hijo y otro en nombre del Espíritu Santo.
Y sintió la Montoya el aguijón de tres mosquitos.
Fuente: Tradiciones De Ricardo Palma.

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