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Puede ser cualquiera en la niñez, no importa de qué sexo, color de piel, estatus

social, ni mucho menos cuán conocidos somos. En la adolescencia y juventud son la


familia que elegimos tener, su casa puede ser nuestra segunda casa, un refugio
para contar secretos, reservorio de andanzas, anécdotas y picardías. En la adultez,
los perdemos, las vicisitudes de la vida, las elecciones, los cambios en nuestros
gustos y preferencias hace que nos alejemos de aquellos que primariamente
fueron considerados con el nombre de amigos. Mientras que en la niñez lo somos
ante el llamado o la aceptación de la simple invitación de “quérés ser mi amigo”, en
la adultez son un bien que escasea.

Hoy para muchos es el día del amigo. Y lo cierto es que no puedo no tomarme unos
minutos para escribir algunas reflexiones sobre los amigos y la amistad.

Para iniciar mis reflexiones quiero hacerme acopio, como puede esperarse de un
filósofo, del pensador más elocuente, quien ha destilado conceptos centrales para
comprender este fenómeno que vincula a humanos. Los libros VIII y IX de la Etica a
Nicómaco, de Aristóteles, texto que muchos dicen fue para a su hijo, conserva esos
dos capitulos dedicados de manera exclusiva a la amistad. Esto quiere decir que al
tema de la amistad se le concede un espacio mucho má s amplio que a otros temas
é ticos fundamentales, como son, por ejemplo, la indagació n acerca de la felicidad, o
el tema del placer, o el problema de la incontinencia, o las cuestiones relativas a la
justicia.

No voy a hacer una exposición extensa sobre Arsitóteles simplemente quiero citar
un parrafo para que observemos cuánto nos toca, y como puede ayudarnos a
pensar la amistad para nosotros quienes ya hemos pasado hace un tiempo la niñez.

Primeramente la amistad, en efecto, no es un aliciente más, entre otros, para una vida
feliz: es, en palabras del propio Aristóteles, “lo más necesario para la vida”, lo más
necesario para una vida feliz. Por eso, dice Aristóteles, “nadie querría vivir sin amigos,
aun estando en posesión de todos los otros bienes”. Por otra parte, además de necesaria,
la amistad es algo noble, es algo hermoso (ib. 1155a28-9). “Constituye una virtud o, en
todo caso, no puede darse sin virtud” (ib. 1155a3-4). En definitiva, puesto que el ser
humano es un animal social, que naturalmente tiende a la convivencia con otros seres
humanos, la amistad constituye la realización más plena de la sociabilidad y la forma
más satisfactoria de convivencia.

Es desde esta base que el pensador griego dice lo siguiente, destilando por lo menos,
tres tipos de amistad:

“Ahora bien, puesto que la gente llama “amigos” también a los que se quieren por
utilidad... y a los que se quieren por placer, tal vez nosotros también debamos llamarlos
amigos y decir entonces que hay varias especies de amistad, y que primera y
principalmente lo es la de los buenos en tanto que buenos, mientras que las demás lo
son por semejanza con aquélla» (É tica a Nicómaco VIII 4, 1157a25-31).”

En resumen hay amigos que son por utilidad y conveniencia, amistad que se da mucho
en la adultez, en ámbitos empresariales y políticos, donde nos acercamos, estrechamos
manos y abrazamos a amigos que nos sirven y nos convienen. Hay un interés en esa
amistad, no es un querer sincero. Hemos bien en reflexionar sobre quienes nos rodean y
preguntarnos que hacen que quieran ser nuestros amigos, porqué se acercan a nosotros.
Si bien, no debemos tener una actitud desconfiada y suspicaz, es importante que
podamos ser discernidores del tipo de amistades de las cuales nos estamos rodeando.

Luego nos habla de los amigos que lo son por placer, una amistad común entre la
juventud y la adolescencia, donde nos vinculamos con personas que tienen nuestros
mismos gustos, frecuentando los mismos lugares, y apreciando las mismas cosas. Estas
amistades dejan de ser tales cuando vamos cambiando debido al devenir de los procesos
vitales. Fundamentar la amistad solo en el placer, es una amistad hedonista, que puede
tener cierto lugar pero no desprovista de otro tipo de amistad.

Por último habla de “la amistad de los buenos en tanto que buenos”. Aristóteles nos
habla de una amistad asociada a la virtud. En este sentido virtud se comprende en el
sentido griego como el propósito por el cual vivimos, o vivir de acuerdo a un propósito.
La amistad que se fundamenta en el compartir la virtud o el propósito de vida. También
debemos comprender la virtud en el sentido cómo la apreciación y la búsqueda del bien.
Para el filósofo el bien es el fin último, y por ende se asocia a la felicidad. Con lo cual
comprendemos que la amistad verdadera es la de aquellas personas con las cuales
compartimos virtudes y propósitos comunes, con quienes nos asociamos, porque en su
compañía potenciamos nuestras más profundas cualidades, que nos ayudan a ser
mejores, más buenos, bondadosos, quienes hacen de nosotros las personas que
deseamos ser, quienes con su presencia son una mirada amonestadora cuando
cometemos errores pero también son el aliento necesario para cumplir con nuestros más
nobles y sinceros propósitos.

¿Qué clases de amigos tengo? ¿Qué clase de amigo soy? ¿Soy un amigo de lo bueno, de
la virtud? ¿Mis amigos me alientan a cumplir y potenciar mis habilidades? ¿Yo potencio
a mis amigos y los engrandezco?

La amistad es un bien tan preciado que la extrañamos cuando nos falta, conservar a los
buenos amigos no es fácil, la amistad como cualquier otro tipo de relación es una planta
a ser sembrada y cultivada, su fortaleza dependerá con que la alimentamos.

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