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EL EXODO DEL ALMA

Abandoné ese recinto interior en el cual se albergaban mis recuerdos,


esperanzas e ilusiones. De ese recinto llegué a tomar varias cosas, pero de
entre aquéllas cosas sólo una preciaba de gran importancia para mi, el objeto
que me mantiene con vida, que me mantiene cuerdo y sujeto a un propósito,
inmutable a una marchites de luminosa esperanza, inextinguible luz que está
conmigo aunque las demás luces de la ilusión dentro de mí desvanezcan.
Objeto del cual aún no es menester nombrar en esta historia. Así comencé a
empacar, para abandonar ese hogar en el que me encontraba en el aislamiento
total; este hogar era de recuerdos, una casa vacía de vida que se marcaba en
sus paredes de madera el rápido pasar del tiempo, paredes acompañadas
íntimamente con un sinfín de retratos que siempre me transportaban a
remembrar el pasado. Tales adornos eran rostros de familiares, otros de
amigos y conocidos, pero ninguno ya tenían valor para mí. Incluí también otras
cosas rápidamente dentro de la mochila y me apresuré a salir de esa casa. Al
pasar por los pasillos vacios de aquella morada, mi olfato no dejaba de percibir
ese olor a gasolina, la cual había esparcido ya por toda la casa.

Así tomé una abrupta decisión debido a mi condición actual de existencia. Me


marcho para no volver, para no ser víctima de la oscura presión de la nostalgia;
qué sentimiento tan hipócrita, como muchos otros que afligen mi alma en estos
momentos. Una y otra vez los recuerdos abaten mi mente, presentándose
continuamente como espectros en pena. Llegan constantemente a mí una
serie de imágenes, rostros, lágrimas, sonrisas, como una enorme gama de
tormentos. Ya no las soporto, porque no llego a controlar esos recuerdos ni a
las emociones que las acompañan. Detesto todas estas sensaciones a causa
de que me he desentendido por completo de mi pasado. Pienso que no vale la
pena ser o existir como un hombre, que sólo se conforma con vivir lleno de
sentimientos vánales en su alma, que sólo vive remembrando los buenos y
malos momentos de su vida. Es así como este injurioso mal me aflige, por ello
pienso enterrar todo recuerdo subyugando cada sentimiento hasta hacerlo
desaparecer, porque no hay nada más que enferme el alma que el ser
sometido hasta el abatimiento por la absurda trivialidad de las emociones.
Al haber terminado de arreglar todo lo necesario para mi viaje, me dirigí a la
estancia para realizar una última cosa para mi ritual de partida. Al llegar a la
estancia me dirigí a una pequeña cajonera que estaba pegada a una de las
ventanas de la casa; ahí abrí el primer cajón y saqué una pequeña grabadora
que estaba en el interior. Miré fijamente aquella grabadora hasta apretar el
botón de encendido para reproducir la cinta que estaba en su interior. Una
canción comenzó a escucharse, y a resonar por cada rincón de la casa. La
magnífica tonada era la de un nostálgico réquiem que había sido tocado en un
piano; cada nota era siempre una resistencia forzada al evitar que escaparan
mis lágrimas en un desenfrenado desborde de melancolía, ya que en cada nota
era difícil el reprimir un recuerdo en acompañamiento de una lágrima; pero
admito que siempre ayuda el poner serio el semblante, apretar los dientes y
pasar un trago de saliva por la garganta.

No soporte mas, tomé mi mochila y me apresuré a salir con presteza de la


casa. Al llegar al pasillo que daba a la entrada principal de la casa me detuve y
mire la puerta. Sabía que al cruzar por ella ya no había marcha atrás. Detrás de
mí la sola existencia de algunas recamaras, pasillos y fríos muros, resonando
al unisonó con la nostálgica canción de piano que batalla por hacer presa a mis
sentidos. Ya había tomado una decisión…ahora o nunca, cualquier cosa es
mejor que esto, me dije. Lentamente fui dando pasos hacia la entrada principal,
percibiendo ese olor penetrante de gasolina junto con aquel resueno constante
del nostálgico réquiem. De mi bolsillo izquierdo de mi oscuro saco de invierno,
saqué un encendedor de pedernal, y como si mi dedo hubiese sincronizado con
las notas de piano de la armoniosa grabación, de inmediato activé el
encendedor y lo lancé a mis espaldas. El encendedor cayó al suelo haciendo
que de inmediato cobrara vida una llamarada la cual recorrió el pasillo principal
de la casa. El fuego no dejaba de acrecentarse en cada momento; las llamas
cobraron vida propia consumiendo con voracidad todo espacio, toda forma. La
voluntad de las llamas era la de consumir por completo todo cuanto esta
recorriese, ¿pues no es así acaso que el fuego es la representación de la vida
y el desbordante saciar del hambre humana por cubrir una necesidad del
alma?…es como este fuego no se detiene hasta devorar y consumir como el
tiempo a un cadáver. Purifica ya fuego, a este espacio inicuo donde moraba mi
alma, donde moraban mis recuerdos e ilusiones, donde la oscuridad era el
testigo de mis represiones, de mis deseos insanos, de mis añoranzas vacías
junto con el interminable mendigar de ilusiones.

Avancé hasta salir por la puerta principal para abandonar el umbral de la


decadencia humana. Salí sin la menor vacilación mientras las ardientes llamas
tomaban posesión de esos antiguos aposentos. Ya en el exterior pude percibir
algo completamente distinto a las sensaciones acostumbradas con las que
vivía mi alma cotidianamente. Un agradable día me recibió con los brazos
abiertos. Poco a poco me alejaba de esa morada con cada paso que daba al
exterior, pero aun escuchaba aquella tonada de piano que peleaba
bestialmente con mi sentir.

Ahora ya era parte del exterior. Una fresca y húmeda brisa movía
ligeramente mi cabello y susurraba en mis oídos, tal sensación logro llevar a mi
alma a la calma e incluso llevarse mi más pesado suspiro. El suelo que pisaba
verdeaba de frescos y fértiles pastos que se encontraban humedecidos por el
reciente clima del lugar. Ahora bien, de aquellas repentinas sensaciones, solo
una lograba provocarme cierta extrañeza, y era debido a que no existía espacio
alguno en el cielo, que no fuese ocupado por las inmensas nubes grises de tan
aislado sitio. No hay ni un ápice de rayo de luz solar en tan solitario panorama.
El cielo había perdido por completo su color.

Las llamas consumen la antigua morada en cada paso que doy a la


distancia, llegando a su vez a mis oídos la placentera pero nostálgica tonada
de piano. La estructura de mi antiguo hogar comienza a declinar; las vigas y
paredes inician su decaimiento a causa del voraz fuego. Así con estos últimos
aconteceres, me doy la vuelta y veo por última vez a aquel hogar. Adiós dice mi
alma al antiguo recinto de turbias emociones. No es fácil desprender al corazón
del sentimiento de la incertidumbre y de la duda, porque no se a donde me
llevaran mis pasos, no sé que pasara a partir de aquí, no lo se de verdad,
desconozco verdaderamente el efecto de estas acciones. Sin embargo voy así
al mundo, esperando que mis oraciones me auxilien en mis nuevos pasos. Eh
aquí entonces el inicio de mi camino.
¿Qué es más grande que mis miedos?, mas grande que mi incertidumbre y
nostalgia. Pues, es mi desesperación. Es vivir día a día en un mundo donde no
existes, donde no hay nada para ti, y no hay ni un miserable consuelo en el
olvido. Un lugar en el cual se detuvo el tiempo y se detuvo toda ilusión de vida.
Sé que tengo miedo, de salir al mundo desnudo, solo y sin nada, me abate la
duda. No soy un loco, solamente soy alguien que quiere un lugar en el mundo;
es por ello que busco este drástico escape del pasado, al igual que una
persona a punto de ahogarse lucha por su vida y afortunadamente esta logra
asirse de una roca o de algunas ramas, yo he logrado asirme a la roca,
aunque frágil, es mi última esperanza para sobrevivir.

Y así avanzo a la distancia alejándome de aquel sitio, llegando a mí el


asfixiante olor del oscuro humo proveniente de mi antigua morada. Al irme
alejando, pude percibir de repente, que la grabadora la cual había dejado
puesta en el interior de la casa, de pronto había silenciado su tonada; la
melodía de los recuerdos había cesado.

Al dejar atrás al decadente recinto de ruinas ardientes, mi corazón no


dejaba de agitarse debido a la presente incertidumbre. Constantemente vagaba
en mi mente una inquietante pregunta: ¿Qué será ahora de mí?

Y sucedió que de pronto, al ir avanzando a la distancia, un repentino suceso


hizo que se volcara mi corazón a causa de un sorprendente sobresalto; un gran
estallido estremeció mi corazón haciéndome voltear de inmediato la mirada
hacia la casa en llamas. Mi pensar en ese instante fue el de haber tenido la
precaución de sacar los cilindros de gas butano antes de prenderle fuego a la
casa, pero tal explosión no fue tan estruendosa como para haber sido un
estallido a causa de uno de los contendores de gas, sin embargo fue tan fuerte
como para haber lanzado parte del tejado por los cielos. De pronto,
comenzaron a caer restos ardientes pertenecientes al tejado de la casa. Mi
mirada reflejaba gran extrañeza en ese momento debido al estruendoso
acontecer. Un silencio vino después al lugar, no había nada más que la súbita
ausencia de sonido. Que suceso tan extraño, y que silencio tan inquietante.
Nuevamente algo captó mi atención en ese momento; en verdad, algo se había
transformado en el ambiente, señal de un cambio en el recorrer del viento. Y
fue de tal forma que mi temor salió a la luz, un repentino suceso ha
sobresaltado toda mi calma, es el temor que hay en mí ahora, no hay duda de
eso. Una repentina sombra que pasaba por el suelo a gran velocidad justificaba
en verdad mi temor. Dicha sombra pasaba una y otra vez por el suelo,
cobrando lentamente una familiar forma semejante a la de un ave. Quería
correr presa del pánico, pero lo que aconteció después me dejó completamente
paralizado de miedo. La sombra comenzó a elevarse por el ras del suelo y
luego despegó rápidamente por el aire hasta cobrar la forma de una enorme
ave; la efímera lobreguez animada volaba en derredor a mí, y conforme mi
vista la capturaba, pude apreciar la umbría forma de aquel ser. Parecía una
enorme ave, solo que en lugar de plumas, su forma se cubría de una espesa
capa de humo negruzco, y esta agitaba sus alas dejando una espesa y fugaz
estela que desaparecía en instantes con cierta delicadeza. Era notorio para mí
que esa estela no era de humo, sino de oscuridad. El oscuro ente batía sus
enormes alas con gran esplendor, pero a su vez dicha presencia amedrentaba
mi ser; tal sentir de temor se convirtió en un frenesí de terror. Mientras este ser
volaba a mí alrededor, una extraña voz captó mi atención diciendo:

― ¿A dónde crees que te diriges incauto? ―resonaron tales palabras con un


profundo eco ―.Dime que pasa por tu imprudente mente que diriges tus pasos
hacia un lecho de muerte.

―Sea quien seas…no es la imprudencia la que dirige mis pasos ―le respondí
a la misteriosa voz―. Si no la desesperación misma me ha impulsado a ejercer
mi voluntad y es así como mi voluntad guía mis pasos.

―Vaya, escucho una gran profundidad en tus palabras―respondió la voz de


desconocida emisión―. Veo que sabes usar tu lengua, pero… ¿Qué tal usas la
razón?

― ¡Quién eres o que eres, dime porqué pones a prueba mis palabras¡ ¿Eres
humano, o qué clase de ser especial eres?

―Déjame decirte que soy tan humano como cualquier otra persona, o incluso,
tal vez sea hasta más humano que tu―.
―Muéstrate y dime tu propósito de una vez, de lo contrario, me marcharé y
seguiré mi camino haciendo caso omiso a la extrañeza de tus palabras y
presencia.

―Está bien, como lo desees…pero déjame aclararte que no es mi intención el


perturbar tu mente con la imprudencia y la sequedad de mis palabras― dijo el
ser de extraña procedencia―. Yo no soy más que un simple y curioso
merodeador de estos inhóspitos paramos. Normalmente soy acompañante del
silencio, pero en esta ocasión se me ocurrió entrometerme un poco, solo con la
finalidad de comprender tus acciones.

― ¿Dígame porque le ha de interesar lo que yo haga o deje de hacer?―.


Cuestioné secamente al ser.

―Ya lo dije…solo por pura curiosidad―.

―Pues mal habito tienes, la curiosidad de cosas ajenas pueden traerle algún
día serios problemas―. Le dije al ser, pero justo después de responderle, la
gigantesca sombra del ave se poso frente a mí aleteando. No tardó mucho para
quedarse inmóvil y en silencio. Lentamente esta comenzó a transformar su
oscura apariencia: poco a poco un negro plumaje daba la forma de un ave de
común aspecto; negras plumas, oscuros ojos, un ennegrecido pico semejante
al de los cuervos, sin embargo este no era un cuervo, sino más bien una
golondrina de gran tamaño, casi alcanzando los dos metros y medio de altura.
Unas lóbregas alas de sorprendente envergadura, era sin duda una gran
golondrina, excepto que esta carecía de su característico color amarillo, a
causa de que esta era tan negruzca desde su plumaje hasta su carne.

―Yo soy aquel que te habla y te desconcierta al mismo tiempo―empezó a


resonar una voz más clara que parecía provenir del ave―.Yo soy el que
justifica su curiosidad con el prevenir de tu andar y de tus próximos andares.

― ¿Es que acaso puedes…hablar? ―dije con tono de sorpresa a la imponente


ave―. ¿Cómo es que puedes hablar?

―Te he dicho que soy más humano de lo que piensas, y he de


demostrártelo―.
Lo que ocurrió después sobresalto mi corazón y puso a prueba mi razón.
¿Qué clase de ser este? ¿Qué diablos está pasando aquí? Fueron las
preguntas que rondaban ahora en mi cabeza. Fue entonces como del pecho de
la imponente ave, empezó a emerger de entre el plumaje la figura de lo que
parecía ser un hombre. Con gran detenimiento pude observar como salían
primero las manos abriéndose paso por entre las oscuras plumas. Después
emergieron los brazos, los cuales pude entender que le sirvieron de impulso,
para así entonces ver con expectación, el surgimiento irreal de un ser humano.
Así del pecho de la golondrina, había salido la parte superior de un hombre,
únicamente de la cintura para arriba, al parecer, parte de su cintura y piernas
aun pertenecían al animal. Un hombre había emergido del pecho de la
golondrina de gran tamaño, dicho hombre carecía de indumentaria; podía
apreciarse la tez grisácea de su piel. Esta persona era además delgada y su
rostro no se podía apreciar con claridad, debido a que parte de su rostro era
cubierto por una larga y lacia cabellera negra. Un hombre de rostro oculto y
ensombrecido, este era él, el dueño de aquellas palabras mordaces y secas.

―Trata de que mi apariencia no te amedrente―dijo el hombre de sombría


apariencia―. Ya te he dicho que soy más humano de lo que mi apariencia da a
entender.

Mi mirada en ese momento era de una gran expectación, mi cuerpo estaba


completamente paralizado y mi corazón fuera de toda calma.

―Usted… ¿un humano…dice? ―. Pregunté al ser mientras mi rostro reflejaba


un asombro ante la irrealidad de lo que estaba delante de mis ojos.

―Trata de no darle tanta importancia a mi apariencia ¿quieres? Mi nombre es


Megeru, y soy el custodio de los páramos.

―Es…en verdad un gusto…conocerte, mi nombre es Básil, Básil Kurdveck.

―Es todo un placer señor Básil ―dijo Megeru inclinando su cabeza


cortésmente―. Sabe, mi razón para abordarlo de tal manera es solamente por
el hecho de que me parece una persona…como es la palabra….a si, intrigante.

― ¿intrigante?
―Así es, primeramente mis más sinceras disculpas por haberlo amedrentado
de esta forma. Sepa de antemano que no he venido en calidad de enemigo.

―Vaya…en realidad me alivia escuchar eso―dije sosteniendo mi pecho con


mi mano y exhalando un pesado suspiro de alivio.

―Pero tampoco he venido a ser amigos, ese tipo de trivialidades no van


conmigo. No suelo socializar y no es de mi agrado hacerlo.

―Entonces, decirme cual es la finalidad de su presencia…señor, Megeru.

―Quisiera saber solo una cosa―habló Megeru mirándome fijamente a los


ojos, pero en ese cruce de miradas solo podía apreciar uno solo de sus ojos
de su sombrío rostro, ya que este era cubierto por su largo cabello―.¿Que te
ha impulsado a tomar una acción tan suicida como la que acabas de hacer?

―En realidad, no creo que mis asuntos sean de su incumbencia. Discúlpeme


pero creo que no tengo que darle explicaciones y razones ni a usted ni a nadie,
y mucho menos a un desconocido.

―Vaya que eres directo muchacho, en realidad ese tipo de actitud siempre ha
sido de mi agrado. Pero por favor no me tomes como un entrometido, tan sólo
es el hecho de que no comprendo las cosas.

― ¿A qué cosas te refieres?

―No entiendo el hecho de que una persona pueda dejara atrás, así nada mas,
la seguridad de un hogar―Respondió de forma intrigada Megeru―. Dejar atrás
todo, sin importarle nada en absoluto.

―Creo que caes en un error, porque eso que vez haya, ese lugar que ahora es
consumido por las llamas, eso a lo que llamas hogar…no era en realidad un
hogar. Ahí pude haber tenido cierta seguridad como dice, pero ese sitio no
brindaba nada al confort de mi alma.

―Aún sigo sin entender, joven Básil.

En ese momento Básil perdió su mirada en el grisáceo cielo, enfocando su


vista hasta proyectar una ligera mirada de desdicha de sus apagados ojos.
Hubo también un relajamiento de hombros, y de su interior emergieron unas
sorprendentes palabras de pena

―En realidad…en ese hogar…yo no tenía nada, ahí no había nada para mi si
no eran recuerdos. Vivía completamente solo cada día. Nadie me esperaba o
aguardaba mi regreso. No había nadie a quien le importase, ni lo tengo ahora.
Los días pasaban, y los años pasaban, nada cambiaba. No era más que el
compañero de la soledad.

Aquel ser parecía intrigado en la forma de expresar de Básil, pero más aún
parecía no conmoverse o inmutarse ante las palabras nostálgicas del joven.
Una vez más, para llegar al fondo de las intenciones de Básil, Megeru
preguntó:

― ¿Y qué hay de malo en ello? ―preguntó Megeru―. Yo siempre he estado


solo, y no acostumbro a incendiar mi hogar.

―Dudo poder explicarle con detenimiento el significado de la soledad, como el


invadir de la amargura debido a una incompresible condición de existencia. Así
que déjeme partir, no es de mi agrado el hondar en este tipo de asuntos tan
personales―contestó Básil a Megeru.

Al contestar de esta manera, Básil se dio media vuelta y se dispuso a


continuar su camino, dejando a sus espaldas al curioso Megeru, el cual de
cierta forma aun no quería terminar su conversación. Megeru aun no estaba
satisfecho, de tal que este cruzó sus brazos y miró fijamente a Básil poniendo
en marcha sus pasos. Megeru sonríe, y antes de que Básil se aleje más, este
hace una pregunta de bastante intriga:

― ¿Sabes acaso…a donde te diriges muchacho? ― dijo Megeru con un


sombrío e intrigante tono.

―No…no lo sé― respondió Básil sin siquiera detener sus pasos―. Pero sea
cual sea el lugar a donde vaya, tendrá que ser mejor que el lugar en donde me
encontraba.

―No creo que la muerte sea un buen recinto para ti…puesto que a dónde te
diriges ten por seguro que la encontraras― Habló Megeru con tono de frialdad.
Al escuchar las palabras de Megeru, Básil detuvo sus pasos. El mensaje de
Megeru había captado su atención, frías palabras que llegaron a sus oídos
atentando contra la serenidad del corazón de Básil. Con tales argumentos,
Básil se dio media vuelta para hablarle directamente a Megeru y le contestó:

― ¿Hallar la muerte dices? ―preguntó Básil con cierto desinterés.

Un breve silencio acompaño después aquel recinto; Básil miraba fijamente


a Megeru el cual esperaba una respuesta a causa del semblante indiferente de
del joven; y les hacia compañía el viento que estaba colmado de frescura y de
vida, moviendo sus cabellos al igual que al pasto enverdecido. Básil continuó
diciendo:

―Hallar la muerte…pienso…que no había diferencia entre la muerte y el


estado en el que me encontraba―contestó Básil con cierta dificultad para
expresarse debido a cierta tristeza―. Permanecer en esa casa significaba lo
mismo que estar muerto. De tal forma prefiero arriesgarme a adentrarme
completamente a lo desconocido, ya sea tentando a mi suerte y arriesgando la
vida. No tengo nada que perder, y si muero, sólo será el resultado de que no
era mi destino el llegar lejos.

―Vaya que has perdido la razón muchacho. Alguien tan joven, ¿cómo puedes
expresarte así de la vida?

―No le he perdido el interés a la vida. Al contrario, mi deseo es el de vivir,


únicamente esa es mi necesidad. Y aunque perdiera la vida en mi próxima
empresa, nadie sabría si he muerto, a nadie le interesaría, pero mucho menos,
no hay nadie que derrame una sola lagrima por mí. De modo que seguiré mi
camino este esperándome la muerte o no.

―Bueno…veo que no es fácil el disuadirte muchacho―respondió Megeru con


ligero asombro―. Créeme que las intenciones de mis palabras solo eran con la
finalidad de prevenirte y de cierta forma, hacer que tus pasos se midieran con
sensatez.

― ¿Prevenirme dices?... ¿Y de que exactamente?


―A dónde vas con tanta voluntad, no es un lugar seguro para ti. Debéis pensar
en una mejor opción sino queréis ver a la muerte a la cara―señaló Megeru.

―Lo siento pero veo que solo hay un camino―contestó Básil ahora con una
gran firmeza en sus palabras―. Si me aguardan peligros o la muerte misma es
un riesgo que debo tomar.

Después de escuchar una gran firmeza y decisión en las palabras de Básil,


Megeru se sobresaltó repentinamente; la imponente golondrina la cual estaba
unida al cuerpo de Megeru comenzó a aletear con desesperación. Megeru el
cual siempre había estado en una posición despreocupada, encogió
ligeramente sus brazos cerrando sus puños y exclamó:

― ¡Es que no entiendes muchacho, a donde te diriges es al mismo recinto del


miedo y la locura!

― ¡Dime que es lo que aguarda en mi camino de una buena vez! ―Exclamó


Básil.

― ¡Mira con atención como este camino se adentra en aquellas colinas…Dime


lo puedes ver! ―. Exclamo nuevamente Megeru.

―Si, puedo verlo―Habló Básil con cierto recelo.

―Y puedes ver también que a lo lejos se ve un espeso bosque el cual tu


mirada no puede captar con plenitud.

―Si si veo el bosque y ¿Qué hay con ello? ―

Megeru se relajó nuevamente; este descansó sus brazos y se arrimó más


hacia Básil hasta casi cubrirlo con sus enormes alas negras. Cerca ya de Básil,
Megeru acercó su cabeza al hombro derecho de Básil para hablarle más
íntimamente al oído, y en el hombro izquierdo estaba la cabeza de la
golondrina la cual perdía su mirada hacia el horizonte boscoso. Nuevamente
Megeru comenzó a decir:

―Ese bosque lleva por nombre el “Terraseol”…También es llamado “el


bosque de los sepultureros nocturnos” ―. Expuso Megeru con un expectante
tono sombrío.
― ¿Terraseol dices?

―Ese bosque es de extremo peligro para ti…si te adentras ahí, puede que no
salgas jamás de él. Si te adentras en el corres el riesgo de morir o de volverte
completamente loco. Ni siquiera yo tengo la monumental osadía de entrar en
él.

―Que interesante en verdad―dijo Básil con una notable indiferencia ante las
sombrías palabras de Megeru―. De modo que el bosque de los sepultureros
nocturnos, veamos qué cosas aguarda en su interior.

― ¡Que dices! ―exclamó sorprendido Megeru mientas este se apartaba unos


pasos debido al asombro de las palabras de Básil―. ¡Pero qué juicio de
persona!

―Ya te dije que nada va a detener mis pasos a partir de ahora―habló Básil
mirando a los ojos con gran decisión a Megeru―. Sea cual sea el peligro u
obstáculo que me aguarde en mis próximos pasos, lo deberé de enfrentar sin el
menor vacilar.

Tales palabras causaron el asombro de Megeru, a causa de que jamás había


escuchado tanta decisión y firmeza en las palabras de un hombre. La
extrañeza aun rondaba la mente de Megeru, y la gran incertidumbre por saber
las intenciones de Básil se acrecentaba en cada momento.

Megeru se aproximó íntimamente hacia Básil, hasta casi envolverlo con sus
negras alas. Ahora estaban frente a frente muy cerca el uno del otro; por
encima de la cabeza de Básil estaba la cabeza de la imponente golondrina y
frente de si, el rostro del intrigado Megeru. Básil guardó su distancia, pero
Megeru se acercó más y comenzó a decirle a Básil:

―Dígame señor Básil, ¿Qué es más grande que sus propios miedos?... ¿Que
lo impulsa a arriesgar su vida de ese modo?

Básil asintió después de la pregunta de Megeru, sus ojos se perdieron en un


profundo pensamiento. Por la mirada perdida y el acompañar del silencio,
parecía que Megeru había tocado una parte sensible de las emociones del
muchacho, pero aún así la respuesta de Básil continuó siendo directa y firme.
―Te diré que es mi desesperación― respondió Básil―. La desesperación
misma es la que me ha impulsado a tomar una drástica decisión, pero es mi
voluntad la fuerza que impulsa mi corazón a no dar un paso atrás en mi
camino, y mientras mantenga esa fuerza viva en mí, tal vez ni la muerte misma
podrá detener mis pasos.

―Bueno…siendo de esa forma creo que ni yo mismo podre persuadir tus


pasos o mucho menos a tu razón―dijo Megeru―. Pero al menos te diré que es
lo que te aguardara en tu visita a tan lúgubre bosque.

― ¿Lo que me aguardara, que quieres decir?

En ese instante Megeru descansó sus alas y comenzó a decir: ―como ya


sabes, a dónde vas es el bosque de los sepultureros nocturnos, la frontera
entre la afamada nación de Melbeth Frontier. Es uno de los lugares más
peligrosos y siniestros de estos lares. Una vez que estés ahí, no habrá norte ni
sur, ni este ni oeste. Ni siquiera podrás guiarte por las estrellas, ya que la
penumbra de ese lugar devora toda luz viva en un espacio existente. Perderás
también la noción del tiempo, porqué al irrumpir en dicho bosque…dirás adiós
al día y a la noche.

―Vaya…que mal lo pintas.

―Pero eso no es todo. No es el ambiente del bosque lo que torna siniestro a


ese paramo, sino lo que habita en el. Ahí reside la muerte y con la muerte
moran todo un ejército de seres hostiles, son los antagonistas del mundo
viviente. En realidad, no sé si tengas el estomago para soportar el más
profundo terror, y el más sano juicio para no volverte victima de la inmisericorde
demencia.

―Eso yo tampoco lo sé― respondió Básil―. Solo tendré conocimiento de mis


capacidades hasta que las ponga a prueba, aunque para llevarlas a cabo tenga
que ser víctima de tales horrores.

―Básil, tengo que prevenirte de algo mas―. Hablo Megeru con gran seriedad.

― ¿De qué se trata?


―Tengo que prevenirte de aquel, aquel que gobierna en las sombras y en el
silencio.

― ¿De quién hablas exactamente?

Megeru se acercó lentamente hacia Básil hasta lograrle susurrarle al oído las
siguientes palabras de suspenso: ―Te estoy hablando…de la bestia…de la
bestia Maju―. Habló Megeru fríamente al oído de Básil.

Al escuchar las frías y sombrías palabras de Megeru, Básil sostuvo el aliento


mientras apretaba fuertemente las correas de su mochila. En realidad Básil no
sabía porque las palabras de Megeru, las cuales se acompañaban con cierto
tono de frialdad, siempre lograban causarle estremecimiento en su corazón,
todo debido a que en las emociones internas de Básil, ya había pasado tiempo
desde que su corazón no liberaba el sentimiento del miedo.

Después Megeru guardó su distancia sin perder la fijes de la mirada de Básil el


cual preguntó atentamente a Megeru:

―La bestia Maju… ¿y quién o qué es ese tal Maju?

― El dejó de ser un qué o un quien como tú dices. El dejó de ser una definición
de algo propio a este mundo― Contestó Megeru mientras desviaba la mirada
hacia el lóbrego bosque que aguardaba en la distancia.

―Hagas lo que hagas en ese bosque Básil, espero y no te encuentres con ese
ser, o mejor dicho, espero que seas lo bastante afortunado…porqué de no
serlo… sufrirás una de las muertes más horribles para un ser humano.

― ¿y que hay si no tengo dicha suerte? ―pregunto Básil de forma directa.

― Que lastima por ti―respondió fríamente Megeru de nuevo con un


despreciable tono de voz―. El único consejo sensato de que te puedo dar, es
el de que trates de no vacilar en ningún momento, no dudes jamás, ya que si
guardas la indecisión en un momento crítico, ten por seguro que te costara la
vida.

Una vez terminado de decir tales palabras, Megeru alzó sus alas y comenzó a
aletear hasta despegar sus patas del suelo. Aun me costaba creer lo que
estaba viendo, una gigantesca golondrina oscura, con la mitad de un hombre
saliendo del pecho de dicho animal.

―Bueno, Joven Básil, es momento de nuestra despedida, espero y logres salir


integro y a salvo del bosque―. Habló Megeru despidiéndose con cierto tono
como si este se estuviera despidiendo de un amigo.

―Ten por seguro que lo haré― respondió Básil.

―Admirable tu confianza muchacho, tal vez tu seguridad sea la que te saque


con vida de tal páramo.

―Voy hacia allá de inmediato, y gracias por tu consejo Megeru.

―Espero y no lo olvides…pero Básil…una cosa más ― dijo Megeru con cierto


tono seriedad.

―Que pasa, ahora que planeas decirme para disuadirme de mis pasos.

―Descuida, ya te he descrito una serie de horrores inimaginables los cuales no


han llegado a flagelar tu voluntad, pero solo quisiera saber una cosa.

―Anda dime, porque creo que ya me dilatado mucho en mi camino.

―Bien Básil, dime… ¿Sabes que es la oscuridad?

― ¿La oscuridad?...Bueno…es extraño…

―Descuida no me respondas. Pronto sabrás que la oscuridad no era lo que


habías pensado. Básil…la verdadera oscuridad tiene conciencia.

―Espero lograr entender lo que dices Megeru.

―Lo entenderás, ese conocimiento pocos lo entienden. Bueno pero no te quito


más tu tiempo, adiós joven Básil, y trata de mantenerte vivo y cuerdo―hablo
Megeru antes de proceder a partir. En ese momento Megeru volvió a introducir
lentamente su cuerpo dentro del oscuro plumaje de la imponente golondrina;
poco a poco este se introdujo en el pecho de la oscura ave. Al desaparecer,
Megeru, la gran golondrina se alejó con un repentino aleteo, este despegó y
procedió su rumbo hasta perderse en las alturas del grisáceo cielo.
Así inicia este viaje, Básil procedió a seguir su camino por aquellas colinas. Al ir
a la marcha trato de no volver la mirada hacia la ardiente y antigua morada de
recuerdos y emociones viscerales. Básil continúo avanzando hasta cada vez
hacer más grande la distancia entre su corazón voluntarioso y su pasado
formado por cúmulos de nostalgia. Y se fue alejando, para no volver más, para
renovarse en sus próximos andares. Fue este el inicio, del éxodo del alma.

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