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Ahora ya era parte del exterior. Una fresca y húmeda brisa movía
ligeramente mi cabello y susurraba en mis oídos, tal sensación logro llevar a mi
alma a la calma e incluso llevarse mi más pesado suspiro. El suelo que pisaba
verdeaba de frescos y fértiles pastos que se encontraban humedecidos por el
reciente clima del lugar. Ahora bien, de aquellas repentinas sensaciones, solo
una lograba provocarme cierta extrañeza, y era debido a que no existía espacio
alguno en el cielo, que no fuese ocupado por las inmensas nubes grises de tan
aislado sitio. No hay ni un ápice de rayo de luz solar en tan solitario panorama.
El cielo había perdido por completo su color.
―Sea quien seas…no es la imprudencia la que dirige mis pasos ―le respondí
a la misteriosa voz―. Si no la desesperación misma me ha impulsado a ejercer
mi voluntad y es así como mi voluntad guía mis pasos.
― ¡Quién eres o que eres, dime porqué pones a prueba mis palabras¡ ¿Eres
humano, o qué clase de ser especial eres?
―Déjame decirte que soy tan humano como cualquier otra persona, o incluso,
tal vez sea hasta más humano que tu―.
―Muéstrate y dime tu propósito de una vez, de lo contrario, me marcharé y
seguiré mi camino haciendo caso omiso a la extrañeza de tus palabras y
presencia.
―Pues mal habito tienes, la curiosidad de cosas ajenas pueden traerle algún
día serios problemas―. Le dije al ser, pero justo después de responderle, la
gigantesca sombra del ave se poso frente a mí aleteando. No tardó mucho para
quedarse inmóvil y en silencio. Lentamente esta comenzó a transformar su
oscura apariencia: poco a poco un negro plumaje daba la forma de un ave de
común aspecto; negras plumas, oscuros ojos, un ennegrecido pico semejante
al de los cuervos, sin embargo este no era un cuervo, sino más bien una
golondrina de gran tamaño, casi alcanzando los dos metros y medio de altura.
Unas lóbregas alas de sorprendente envergadura, era sin duda una gran
golondrina, excepto que esta carecía de su característico color amarillo, a
causa de que esta era tan negruzca desde su plumaje hasta su carne.
― ¿intrigante?
―Así es, primeramente mis más sinceras disculpas por haberlo amedrentado
de esta forma. Sepa de antemano que no he venido en calidad de enemigo.
―Vaya que eres directo muchacho, en realidad ese tipo de actitud siempre ha
sido de mi agrado. Pero por favor no me tomes como un entrometido, tan sólo
es el hecho de que no comprendo las cosas.
―No entiendo el hecho de que una persona pueda dejara atrás, así nada mas,
la seguridad de un hogar―Respondió de forma intrigada Megeru―. Dejar atrás
todo, sin importarle nada en absoluto.
―Creo que caes en un error, porque eso que vez haya, ese lugar que ahora es
consumido por las llamas, eso a lo que llamas hogar…no era en realidad un
hogar. Ahí pude haber tenido cierta seguridad como dice, pero ese sitio no
brindaba nada al confort de mi alma.
―En realidad…en ese hogar…yo no tenía nada, ahí no había nada para mi si
no eran recuerdos. Vivía completamente solo cada día. Nadie me esperaba o
aguardaba mi regreso. No había nadie a quien le importase, ni lo tengo ahora.
Los días pasaban, y los años pasaban, nada cambiaba. No era más que el
compañero de la soledad.
Aquel ser parecía intrigado en la forma de expresar de Básil, pero más aún
parecía no conmoverse o inmutarse ante las palabras nostálgicas del joven.
Una vez más, para llegar al fondo de las intenciones de Básil, Megeru
preguntó:
―No…no lo sé― respondió Básil sin siquiera detener sus pasos―. Pero sea
cual sea el lugar a donde vaya, tendrá que ser mejor que el lugar en donde me
encontraba.
―No creo que la muerte sea un buen recinto para ti…puesto que a dónde te
diriges ten por seguro que la encontraras― Habló Megeru con tono de frialdad.
Al escuchar las palabras de Megeru, Básil detuvo sus pasos. El mensaje de
Megeru había captado su atención, frías palabras que llegaron a sus oídos
atentando contra la serenidad del corazón de Básil. Con tales argumentos,
Básil se dio media vuelta para hablarle directamente a Megeru y le contestó:
―Vaya que has perdido la razón muchacho. Alguien tan joven, ¿cómo puedes
expresarte así de la vida?
―Lo siento pero veo que solo hay un camino―contestó Básil ahora con una
gran firmeza en sus palabras―. Si me aguardan peligros o la muerte misma es
un riesgo que debo tomar.
―Ese bosque es de extremo peligro para ti…si te adentras ahí, puede que no
salgas jamás de él. Si te adentras en el corres el riesgo de morir o de volverte
completamente loco. Ni siquiera yo tengo la monumental osadía de entrar en
él.
―Que interesante en verdad―dijo Básil con una notable indiferencia ante las
sombrías palabras de Megeru―. De modo que el bosque de los sepultureros
nocturnos, veamos qué cosas aguarda en su interior.
―Ya te dije que nada va a detener mis pasos a partir de ahora―habló Básil
mirando a los ojos con gran decisión a Megeru―. Sea cual sea el peligro u
obstáculo que me aguarde en mis próximos pasos, lo deberé de enfrentar sin el
menor vacilar.
Megeru se aproximó íntimamente hacia Básil, hasta casi envolverlo con sus
negras alas. Ahora estaban frente a frente muy cerca el uno del otro; por
encima de la cabeza de Básil estaba la cabeza de la imponente golondrina y
frente de si, el rostro del intrigado Megeru. Básil guardó su distancia, pero
Megeru se acercó más y comenzó a decirle a Básil:
―Dígame señor Básil, ¿Qué es más grande que sus propios miedos?... ¿Que
lo impulsa a arriesgar su vida de ese modo?
―Básil, tengo que prevenirte de algo mas―. Hablo Megeru con gran seriedad.
Megeru se acercó lentamente hacia Básil hasta lograrle susurrarle al oído las
siguientes palabras de suspenso: ―Te estoy hablando…de la bestia…de la
bestia Maju―. Habló Megeru fríamente al oído de Básil.
― El dejó de ser un qué o un quien como tú dices. El dejó de ser una definición
de algo propio a este mundo― Contestó Megeru mientras desviaba la mirada
hacia el lóbrego bosque que aguardaba en la distancia.
―Hagas lo que hagas en ese bosque Básil, espero y no te encuentres con ese
ser, o mejor dicho, espero que seas lo bastante afortunado…porqué de no
serlo… sufrirás una de las muertes más horribles para un ser humano.
Una vez terminado de decir tales palabras, Megeru alzó sus alas y comenzó a
aletear hasta despegar sus patas del suelo. Aun me costaba creer lo que
estaba viendo, una gigantesca golondrina oscura, con la mitad de un hombre
saliendo del pecho de dicho animal.
―Que pasa, ahora que planeas decirme para disuadirme de mis pasos.