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Savater:

Ética

Capacidad de elegir, de hacer ejercicio de la libertad

Libertad. Elegir entre lo posible

Codas. No se eligen las circuntancias de la acción, sino la manera de


afontarlas

Elegir un camino o curos de acción en forma libre no es garantía necesaria


de que se obtendrá el resultado deseado (eso sería omnipotencia)

Aún a pesar de la programación cultural, de la fuerza de las costumbres, de


la imposición de las ordenes y el encanto de los caprichos, una conducta
ética obliga a poner como fundamento de la conducta una reflexión sobre lo
que se hace, el por qué de la manera de actuar y no otra.

La ética es el arte de saber vivir, de saber distinguir entre lo deseable y


alejarse de lo dañino. Pero esto no es tán fácil.

El ser humano no es un instrumento, y por carecer de esta característica de


‘finalidad’, es dudoso definir lo que es bueno para cada individuo. Lo bueno y
lo malo, como consecuencias de nuestros actos (porque las condiciones de
las mismas no nos es dado siempre elegir o controlar) dependerá en gran
parte de la situación en la cual se tenga que decidir, y por qué se habrá
decidido de esa forma.la ética se propone pensar sobre esos motivos, que
hacern que cada individuo actúe conforme a una meta, a una idea de cómo
deberái ser el compofrtamiento benefico, bueno según necesidades y
condiciones, pero sin limitar ese ideal a ningún efecto práxtico inmediato,
porque se actuaría según interés situacional, y eso es demasiado estrecho.
Actuar por el valor de la misma actuación, porque la definición de esos
ideales , deseos valores ses guirada por una reflexión racional de lo
deseable poara todos en su forma más genérica formal, los derechos
humanos, universales. Esa refñlexión deberá sin embargo tener presentes
los nuevos retos de la sociedad actual, era de comunicación y de ruptura de
fronteras a través de los medios vistuales de comunicación, un mundo virtual
que paracde imponer lógicas de aislamiento físcio

Todo valor, como fundamento de una conducta huaman, parte de una


decisión de elección entre opciones posibles, dadas al que actúa enun
momento histórico dado. Pero ña decisión no puede ser impuesta o estar
condicionada sólo por el capricho o la búsqueda de beneficio inmediato
Ç(recuérdese: ser libre no significa ser omnipotente), debe proivenir de una
reflexión consciente por parte de cada individuo teniendo como criterio
aquello que nos hace comunes, kla búsqueda del bienestar, en todas sus
diferentes formas, un proyecto colectivo de identidad en las diferencias, de
respeto y alta estima de la persona humana como una integralidad de
necesidades pero también de potencialidades.

La libertad, base de toda conducta ética, implica una conducta y una


reflexión alrededor de la misma responsable, porque se be recordar que la
capaciad para elegir entre lo posible dentro de una situación dada nos puede
traer como resultdo el error. Allí es donde la responsabilidad particular se
pone en evidencia. Mas si se tien en cuenta que lo que hace al ser humano
serlo es su carácter social: toda definición de un individuo pasa y está hecha
por sus vínculos con los demás individuos que le rodean. Un individuo lo es y
vive siendo padre, hermano, hijo, esposo, ciudadano, policía, político, etc, y
somn esos roles dentro del grupo humano los que van a definir en gran parte
nuestras decisiones racionales acerca de lo que es nuestra conducta ética.
Claro, en gran parte, pero no fundamentalmente, pues no se puede
despreciar tampoco el carácter específico e irrepetible en que cada uno de
esos individuios vive su vida, es decir, el modo en que establece relaciones
de valor (morales) con su mundo físdico y sus semejantes. Ahí entra en
juego el asunto del ejercicio de la libertad, como actitud generada de un
punto de vista personal siempre teniendo presente las consecuencias de sus
actos tanto para él mismo como individuo como para aquelos con los que
comparte su espacio vital, y apoyando sus decisiones en el conjunto de
reglas, opciones, valores, tradiciones e ijnstitucines que configuran ese
espacio social que comparte con sus semejantes..

Porque, básicamente, ese ejercicio de libertad es la manera por la cual los


seres humanos buscan relñacionarse entre sí, y más que eso, se busca el
reconocimiento de mi propia valia, interés y capacidades por parte de los
demás seres humanos. Una conducta ética busca a definición de valores que
sean inclusivos, que subrayen los rasgos genéricos y a su vez las diferencias
que surgenm de nuestras expewriencias particulares en este mundo. Ese
reconocimiento me pone frente al otro como un igual a él y a la vez como
otro diferente a él, eso es también lo típicamente humano. Y en esa
búsqueda del otro buscar en conjunto la definición de lo que es ‘una buena
vida’ y los valores que la definen. (propuesta: derechos humanos,
consignados en los primeros capítulos de nuestra constitución, no sólo como
letra impresa sino como oportunidad de compromiso con nosotros mismos,
para reconocernos como ciudadanos, semejantes, patria y todo lo demás,
para no permitir que la vida y los que hacen de ella un juego peligroso o un
asunto de negocio logren tener la razón, para frenar la escalada violenta de
nuestros campos, ciudades y corazones, para cambiar nuestra percepción de
la violencia y poner nuestro empeño en construir algo diferente, para lograr
esa buena vida en el marco de una lgislkación producto de esa reflexión
racional según la guía de los derechos humanos y el respeto por las
diferencias que se reunan en ese mismo proyecto: libertad con
responsabilidad, responsabilidad guyiada por la libertad de pensamiento y
palabra y obra.

La conducta ética no sólo persigue la búsqueda de un vivir bien dentro de lo


posible, lo humano para uno mismo, sino que enruta todo esfuerzo individual
hacia la conquista de ese modo de vida para otros sers humanos, familia,
amigos, conocidos, para el ser humano como ser genérico. Capacidad de
poner se en el lugar de otrom, simpatía, para conceder razón y condernar.
Reconocedr la humanidad en el otro, reconocer los intereses mutuos y pactar
acuerdos minimos que permitan el trabano mancomunado para alcanzar ese
estado deseado de vida social, esto es , recvonocer los derechos del otro y
mis propios derechos, un derecho racional, reflexivo y consencusado, que se
materialice en una legislación y costumbre más humanas, más respetuosas
de la dignidad humana. (de nuevo el norte: derechos humanos).

Ese norte es algo irreal en el sentido de lapercepción sensorial, no tien


equivalente en el mundo de los fenómenos, es sólo como un fantasma de la
razón, una síntesis o compilación de ideas acerca de ideas o ‘deber ser’ ,de
muchas situaciones y conductas del ser humano en determinadas
situaciones. Tal vez nunca lleguen a realizarse plenamente. Parecerán lo que
el sueño parece a la vigilia. Pero su busquerda continua y perseverante nos
revela un camino que aspiramos a recorrer en compañía de otros, un camino
que hacemos en cín con otros semejantes, que nos darán ese
reconocimiento que sólo otro ser humano puede ofrecernos.

Importa querer recorrer ese camino, aceptar que puede cambiar las formas
habituales del pensamiento cotidiano, hacer que nuestras conciencias
consideren las presencias de otrs sers humanos no sólo como ‘irremediable’
sino c también como algo necesario, y valioso, un camino diseñado en sus
evoluciones a partir del reconocimiento de la integridad y dignidad de cada
persona, en sus necesidades y modos de relacionarse con el mundo, que
son expecíficas, como con los medios y las metas que cada persona
sedefine, que nos acercan unos a otros y hacen que las diferencias externas
se reduzcan a meras gradackones de una misma sustancia: humanidad. Hay
que comprender inclusoparqa poder juzgar.

No caer en una perpectiva reduccionista de kas complejidades de la vida

Dignidad lo común wntre loparticular

Asistencia
“(…) El énfasis individualista de nuestra sociedad crea una renuencia
frecuente a ver las implicaciones que nuestras propias acciones tienen para
los otros, o a comprender la validez de las necesidades que motivan las
acciones de los demás.”
Louise M. Rosenblatt
“La literatura como exploración”

Se puede afirmar, sin llegar a error o exageración, que el actual periodo


histórico se define por una búsqueda. Pero no es una búsqueda de la
erradicación del terrorismo, o la pobreza, o la corrupción en los cargos
públicos. No es sólo la búsqueda de paz o de estabilidad económica, o de
occidentalización de los procesos políticos de aperturas democráticas que se
persiguen en el llamado Mundo Islámico. Si se observa con más atención,
todos estos eventos históricos (y se denominan aquí históricos, porque
afectan a sociedad humanas enteras, porque relacionan modos de
pensamientos disímiles y diversos a nivel religioso, político y cultura)
obedecen a una sola motivación: la búsqueda de mejores modos de vivir la
vida. Todo discurso político, económico, religioso, policial o de cualquier
orden, especialmente en este mundo cuya civilización se denomina
‘Occidental’, busca desentrañar o recomendar (a veces, incluso imponer)
formas de vida que hagan de ésta ‘vivible’. En otros términos, esa búsqueda
apunta a alcanzar la definición de una ética mundial que, simplemente, nos
permita ‘vivir juntos’. Pero a veces la definición de lo qué es la ética parece
traspapelarse entre leyes, discursos políticos y religiosos, se vuelve una de
esas palabras que se usan a diario, abaratando o inclusive tergiversando su
definición fundamental. Eso ocurre con la palabra ‘ética’, y su compañera
‘valores’. En este ensayo se pretenderá devolver algo de concreción
conceptual a estas dos palabras, no más, entendiendo (y aceptando) de
antemano que escribir líneas definitivas acerca de este tema sería cosa de
tontos. Es sólo una reflexión, a guisa de servir de clarificación para el autor
de éste más que para tratar de convencer de la validez de alguna conclusión
a la cual se llegue.

La ética se presenta a primera vista como una colección de normas,


prescripciones y reglas que definen la conducta individual en determinados
espacios. Esos espacios son claramente conocidos para todos: familia,
recintos educativos, trabajo, iglesia, entre otros. Dentro de estas instituciones
sociales a cada individuo se le enseña que un determinado modo de actuar
es más deseable que otro, sencillamente porque el modelo elegido trae
‘felicidad’ a todos los miembros del grupo. Y el modelo de conducta que es
enseñado y así presentado establece una de las primeras y más
fundamentales distinciones: la distinción entre lo ‘bueno’, como algo
deseable, y lo ‘malo’, como algo dañino y por ende indeseable. Estas
distinciones aparecen apoyadas a los ojos de los individuos por una serie de
rótulos que designan una manera de alcanzar ese estado de felicidad:
honestidad, responsabilidad, solidaridad, etc. Aquí aparecen los valores. Los
valores se imponen a cada individuo dentro de la familia, la escuela, las
universidades, los centros de trabajo, como una segunda naturaleza, como
una batería de deberes por cumplir para obtener privilegios individuales en el
corto o mediano plazo. Además, aparecen consignados en textos o libros,
como letra impresa que se vale de su permanencia en el tiempo, casi
inalterable para pasar por cosas válidas por siempre, o como resultado del
trabajo de un especialista. La tradición y las instituciones arriba consignadas
son el vehículo por el cual estos valores se transmiten y se hacen internalizar
en cada individuo.

La clave para comprender por qué ciertos valores existen como


preeminentes y definitivos en las instituciones sociales radica en una palabra,
ya escrita más arriba: elegido, elección. En algún punto de la historia de esas
instituciones, hombres y mujeres (bueno, quizás más hombres que mujeres)
decidieron que su comportamiento iba a ajustarse a esos valores en
particular y no a otros. El respeto hacia los mayores, no tomar por la fuerza
los bienes de otros individuos, etc. Recuérdese que la capacidad de elegir
algo contrario a lo que se presenta como impuesto por la naturaleza es la
mayor habilidad del ser humano. Se diría mejor que es casi un privilegio. El
ser humano es la única especia animal capaz de recrear a niveles
dramáticos su entorno más allá del límite de sus necesidades orgánicas, es
decir, de producir cultura. La elección es consciente, obedece tanto a los
elementos determinantes del entorno físico como a las aspiraciones y deseos
del individuo humano. Eso es un valor, es una decisión humana que ha
tenido en consideración factores materiales, emocionales y de ideas y se
condensa en una fórmula lingüística concisa. Es una descripción del cómo
actuar, un adjetivo: se es honesto, respetuoso, solidario, etc. Los valores son
un resultado histórico, de seres humanos de carne y hueso, que en
determinadas situaciones muy específicas (guerras, tendencias políticas,
gustos y rechazos, etc.) hicieron apuestas por un ‘deber ser’ de la conducta
humana. Y tal vez esperaron actuar ellos mismos según esos modelos
sacados de sus cabezas, y que así lo hicieran las generaciones posteriores.
En la prescripción de acción que ofrece un valor, en la manera en que su
definición es presentada, no se especifican las condiciones óptimas para
realizarlo, de ahí su apariencia de intemporalidad, de eternidad. Se debe ser
honesto tanto en los tiempos malos como los buenos. Esto obedece a que el
valor, como resultado del ejercicio consciente de la libertad humana, es
independiente de las circunstancias en que debe ser tenido como ‘valioso’ y,
por ende, justificable como motivo de conducta humana. De aquí se
desprende también que el individuo no debe actuar acorde al criterio
prescrito por el valor buscando ventaja personal o beneficio inmediato, pues
escoger libre y conscientemente un curso de acción según un valor no exime
la posibilidad del fracaso, el error.
Pues bien, los valores aparecen ya anclados a la vida misma del ser
humano, y no como cosas que aparecen meramente consignadas en los
libros de textos, en los reglamentos o en los escritos religiosos. Su origen
obedece a la actitud humana de no conformarse con los límites que su medio
le impone, al ejercicio de la libertad consciente, enfocada hacia el logro de un
estado de cosas deseado por parecer como ‘benévolo’ para la vida de cada
individuo. El ser humano no escoge las condiciones dentro de las cuales
llega a vivir, pero a través de la definición consciente de valores si le es
permitido escoger qué caminos vitales escogerá como respuesta a esos
límites que lo han recibido en este mundo. El ser humano convierte el límite,
el obstáculo en posibilidad para probarse a sí mismo que es capaz de
imaginar mundos alternativos a los que se le aparecen ante sus sentidos. Así
que estos valores, estas elecciones de modos de conducta deseables entre
muchos otros concebibles, deban tener como brújula no sólo el cúmulo
específicos de condiciones dentro de las cuales la vida humana busca
formarse, sino también las ideas que su razón es capaz de producir a partir
de esa situación. Es allí donde a pesar de sólo existir la esclavitud surge
entre esos mismos esclavos la idea de libertad (o para tomar otro ejemplo, la
idea de los gobiernos democráticos surge precisamente de las entrañas de
las sociedades con regímenes políticos monárquicos). Esas ideas de la
razón buscan que las elecciones de valores sean responsables, es decir,
fundamentadas en algo más que caprichos o imposiciones, sean por la
fuerza del prestigio, de la tradición o de la tiranía. ¿Pero responsables ante
qué? Ante una certeza sencilla pero arrolladora: la existencia de un mundo
compartido de consecuencias, donde una conducta definida por valores
creados egoístamente, afecta irremediablemente la existencia de otros
individuos.

Hasta ahora parecía que cada individuo escoge lo que mejor le parece en el
mercado de los valores y así obra como mejor le parezca a él. La forma
universal de la definición de un valor supera las opiniones personales que
sobre la materia se pueda hacer un único individuo. Este carácter de
universalidad de los valores seleccionados supone, en el fondo, la existencia
de múltiples individuos, que también buscan ejercer su libertad dentro del
mismo espacio socio-cultural-orgánico. Ya también se ha escrito más arriba
que los valores son productos de las elecciones de hombres y mujeres de
carne y hueso, así que se puede afirmar que los valores son resultados de
consensos tácitos entre esos individuos, que buscan que las consecuencias
de sus actos recíprocos no devengan en consecuencias negativas para
otros. El límite de la libertad es la presencia efectiva de otra entidad psico-
orgánica, que consume, pero también existe. La relación que se establece
entre individuos parte del supuesto que esos individuos entre sí no sólo se
ven mutuamente como objetos destinados a satisfacer las necesidades
individuales, sino que supone algo de mucha mayor importancia: cada
individuo es semejante entre sí, y esa semejanza se pone en evidencia
gracias al uso de la razón. La razón es la facultad humana de generar
conocimientos nuevos no a partir de la experiencia que ofrecen los sentidos,
sino que su material son las ideas mismas. Los sentidos ponen de relevancia
los caracteres que diferencia a los distintos individuos: peso, altura, color de
cabello, complexión, etc. Pero gracias al uso de la razón esos individuos son
capaces de encontrar una idea que los incluya a todos, y esa es la idea de
‘Humanidad’.

La ‘Humanidad’, como idea, se vuelve un atributo de todo individuo, que a su


vez es reconocido como una suerte de patrimonio común. Es este
reconocimiento lo que sustenta la conducta libre pero responsable, porque
en últimas una conducta dañina hacia otros genera también daño para aquél
que la ejecuta. La capacidad de ‘ponerse en el lugar de otro’ se torna
indispensable para la definición y elección de valores que definan los modos
de conducta ‘humana’. Y es que es necesario incluso comprender al asesino
para poder juzgarlo. La ‘Humanidad’ es así sustancia vital común que se
vuelve un asunto de diferencia de grado en cada individuo humano concreto,
a raíz de su única e irrepetible experiencia vital-orgánica con su entorno
natural, social y cultural.

Ya no se habla de individuos sino de ‘personas’, seres humanos que se


juzgan entre ellos como seres humanos con necesidades particulares que no
son irreconciliables. La superación de esas diferencias de grado se halla en
los pactos que establecen entre sí no sólo para que cada uno satisfaga esas
necesidades propias (corporales, emocionales, etc.) sino que se reconozca
que cada uno de ellos se necesita entre sí de forma indispensable para vivir
una vida plena. Y esos pactos son los valores. Así, el ejercicio responsable
de múltiples libertades individuales encuentra un punto de encuentro en la
definición de valores, que al determinar cómo actuar ante ciertas
circunstancias no sólo se constituyen en una bitácora de la acción humana,
sino que definen a su vez lo que debe ser entendido como ‘Ser Humano’
por parte de esas múltiples individualidades. La ética, como ‘arte de saber
vivir’, no es otra cosa que la actitud humana de querer vivir en un mundo que
se quiere compartir, reconociendo la existencia de disímiles modos de vida,
de pensamiento, que en tanto tengan como objetivo la búsqueda de la
realización de un vida humana, deben ser considerados con dignidad. La
regla de oro es simple: “no hagas a los demás, lo que no quieres para ti”.

La ética no se puede entender desligada del problema de los valores, que a


su vez deben ser comprendidos como productos humanos, y así mismo
como sujetos a modificaciones, a replanteamientos. No son sólo letra
impresa, deben ser entendidos como actitudes de vida que ponen a cada
persona en comunicación constante con otras personas a su alrededor, con
las que comparte un universo de vínculos, de símbolos y de emociones. Son
la excusa perfecta para desarrollar la propia humanidad en la búsqueda
colectiva de un mejor vivir, más digno, más justo. Y para que esto funcione,
se cuenta ya con una bitácora de valores, herencia de siglos de reflexión de
hombres y mujeres ilustres: los Derechos Humanos, primera declaración
formal de valores que dio en su momento, y aún hoy da forma, a una
definición de ‘Ser Humano’. Esta declaración, herencia de la Revolución
Francesa de 1789, reconoce el derecho de los pueblos para desarrollar
modelos económicos, políticos, religiosos y culturales totalmente disímiles,
en tanto cada una de esas configuraciones sociales específicas respete y
observe esos ‘acuerdos mínimos’ que definen una vida humana digna:
libertad, respeto a la diferencia, igualdad ante la ley, justicia, etc. Los valores
son perspectivas, y la práctica de esa perspectiva es el ejercicio de la ética,
que va más allá de definiciones religiosas, morales o políticas acerca del
buen vivir, pues se constituyen en bitácoras de esta colectiva aventura de
vivir, destinos y a la vez senderos de una búsqueda y construcción
consciente y responsable de individuos más humanos.

Aquí en Colombia, la Constitución Política de 1991 fue el resultado de una


serie de presiones por parte de sectores de la población para que fueran
escuchados, y que sus ideas acerca de los rumbos de esta nación tuvieran
algún grado de injerencia en la vida política. El texto en sí es un esfuerzo por
plantear nuevos modos de hacer política, a partir del reconocimiento de la
persona como ciudadano, que no es sólo sujeto de derechos sino actor
partícipe de la construcción y mantenimiento de la cosa pública. En pocas
palabras, la nueva ética que esta constitución busca aún formar es la ética
del ciudadano participativo, activo y responsable que, junto con el Estado,
busca generar los espacios de negociación que permitan una convivencia
más digna, donde los conflictos hallen salidas pactadas por las partes en
tanto esas partes estén de acuerdo en lo común, en lo que permite
encontrarr un punto de referencia común: los valores del respeto a la vida, la
dignidad de las diferencias y el reconocimiento de la igualdad para el
ejercicio de la solidaridad. Ésa es la función social de los valores, como
sustentos de conductas éticas más humanas.
Dignidad, la capacidad para considerar y aceptar que las consecuencias de
los actos propios tienen implicaciones, previstas o no, queridas o no, sobre
otros, que comparten un mismo espacio social, cultural y orgánico. Así como
esas consecuencias me afectan como persona individual, a ellos también las
afecta, y reconozco que esos otros son también personas como yo, sujetos
que a la par que actúan, sienten, razonan y han vivido una historia biográfica
particular y única a la vez, como yo.

Existencia de otras personas, el mundo compartido de consecuencias, el


reconociemto de que existo como individiduo porque otros individuos me
reconocdr como tal y yo los reconozcopcomo semenjates a mí en algo, la
comunidad de valortes supone el reconociektop de la vida human como vida
con tros, universo compartido de valores, valores tabiem como la definición
de metas en común paraperseguir, poruductos de la razón humana

El valor como biutacora, ejecicio incluyent, la sustancia humabna semejante


y diferecniads de grado de la misma sustancia, eso es la ética, ahora co esa
bitascora, la busque da de la dignidad humanba compartida en estados
sociales de derecio eso fue la cosbtucuon del 18991 la apuesga pord nuevos
valores eno s´lo en la forma de hjace política sino en la forma de
relacionarsno s como ciudadanos, etc..

Y como esas condiciones dentro de las cuales se desenvuelve su existencia,


vital y psíquica, son siempre aleatorias y llenas de sorpresas, debe imaginar
esa existencia en condiciones ‘ideales’, algo diferentes de lo que de hecho
son. Esa ha sido la tarea de la filosofía occidental desde sus orígenes

De hecho, esas normas, prescripciones y reglas, que aparecen escritas en


libros y manuales, se imponen a cada individuo dentro de la

Por ‘espacio’ se refiere aquí a una situación que se define a sí misma para
un conjunto de individuos por lo que en ella se exige de cada individuo como
conducta. Si, parece una vuelta en círculo pero con la ética

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