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AMBIGÜEDADES SEXUALES

facebok.com/lacanempdf
GENEVIEVE MOREL

Ambigüedades sexuales
Sexuación y psicosis

MANANTIAL
Buenos Aires
facebok.com/lacanempdf
Título original: Ambigultés sexuelles. Sexuation et psychose.
© Ed. ANTHROPOS, 2000

Traducción: Horacio Pons

Diseño de tapa: Estudio R

155.3 More!, Genevieve


MOR Ambigüedades sexuales : sexuación y psicosis. -
l'. ed. - lra reimp. - Buenos Aires : Manantial, 2012.
280 p. : 24x15 cm. - (Estudios de psicoanálisis)

Traducción de : Horacio Pons


ISBN 987-500-070-1
A raíz de su constitución bisexual y su herencia cru­
l. Título. - 1. Psicoanálisis. 2. Psicología Sexual.
3. Psicosis zada, todos los individuos humanos poseen a la vez
rasgos masculinos y rasgos femeninos, de manera que
el contenido de las construcciones teóricas de la mas­
culinidad pura y la femineidad pura sigue siendo in­
cierto.
Hecho el depósito que marca la ley 11. 723
Impreso en la Argentina
s.FREUD,
© 2002, Ediciones Manantial SRL de la traducción "Algunas consecuencias psíquicas
y de la edición en castellno. de la diferencia anatómica entre los sexos"
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me despegue de algo que es una[...] suposición, la de
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que hay un sujeto masculino o femenino. Es una supo­
Impresos 1000 ejemplares en octubre de 2012 en
sición que, con toda evidencia, la experiencia hace in­
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Valentín Alsina, Buenos Aires, Argentina
J. LACAN,
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escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11. 723 y
25.446.
ÍNDICE

Introducción.................................................................................... 17

Primera parte
EL PSICOANALISIS Y LO REAL

l. El sexo para la ciencia y para el psicoanálisis.............................. 25

No hay relación sexual .................................................................... 26


¿Quién es el padre de quién? ........................................................... 28
La sexualidad de los lagartos........................................................... 31
El campo del goce............................................................................ 32
El real biológico .............................................. :............................... 35
Lo real como imposible ................................................................... 37
Un mito de la detumescencia y del nacimiento del lenguaje.............. 42
La causa y la máscara ............... '. ... :.................................................. 43

11. La reproducción y la muerte: el sujeto entre medicina


y psicoanálisis ............................................................................ 47

El hijo como objeto a...................................................................... 47


El hijo mártir y el hijo varón preferido ....................................... 50
Lo real, lo simbólico, lo imaginario y el "sínthoma" ............. 51
La invención de una nueva relación: ser el hijo varón
preferido de un padre............................................................ 55
La reproducción y el inconsciente.................................................... 56
Lo que nos atrae sexualmente hacia otro.................................... 58
10 ÍNDICE
ÍNDICE 11
El sujeto y la muerte ........................................................................ 60 El equívoco del significante "malo" ....................................... 107
El punto supremo del goce ........................................................ . 61 Jesús, el significante inclasificable ......................................... . 108
El entre-dós discursos de la medicina y el psicoanálisis ............... 65 La falta del falo ..................................................................... 109
Primer ejemplo: el hijo intercambiable .................................. . 66 Labilidad de las identidades sexuales ..................................... 110
Segundo ejemplo: una repetición inexorable .......................... 67 La función fálica.............................................................................. 110
Tercer ejemplo: "soy un pescado" ......................................... 68 Tener el falo ............................................................................... 111
Ser el falo ................................................................................... 112
·
Segunda parte 2 Por qué la "frase con agujeros" de Frege? ................................ .,
. 114
Valor positivo de la función fálica: gozar de la castraczon...... 115
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS
El falo como función proposicional ....................................... 117
Valor negativo de la función fálica: castración y renuncias .... 119
III. Sexuación: el pensamiento clasificador no agota la cuestión ....... 75 La función síntoma .......................................................................... 121
Crítica del género ............................................................................ El delirio de Schreber ................................................................. 125
76 "Pegan a un niño" ...................................................................... 126
Observaciones sobre una teoría antropológica de la diferencia
sexual .............................................................................................. El caso Maria: un destino, una frase .................................... ······· 128
78 La expoliación originaria ..................................................... . 128
Las oposiciones significantes y la diferencia de los sexos ............ 80
El semejante y el espejo ......................................................... Ferocidad .............................................................................. 129
80 Su matrimonio con el "señor" ............................................... 129
Lo diferente y el significante ................................................. . 81
La diferencia de los sexos y la alteridad ................................ . Comprar una casa ...........................................................··.... 130
83 Escritura de la función síntoma ........................................ ····· 131
Freud y el órgano genital femenino ........................................ 84
El nacimiento de la oposición significante, según Freud ......... Contingencia y determinismo ................................................····· 133
85
Las causas de la misoginia .......................................................... 86
¿Superar el complejo de castración?....................................... V. Anatomía analítica: los tres tiempos de la sexuación................... 135
86
El horror al Otro................................................................... 88
Profesor de deseo .................................................................. Los tres tiempos de la sexuación ...................................................... 136
89 La diferencia anatómica natural y el discurso sexual .................. 137
La diferencia anatómica y el saber ................................................... 92
Preguntas y respuestas ................................................................ El error común sobre el falo ..................................... ············· 138
93
Comparación de dos mitos .................................................... 2·"No" psicótico o "sí" aporético? ......................................... 140
94 La sexuación (o elección del sexo) ............................................. . 141
Percepción y verdad ................................................................... 95
Refutación del "todo fálico" infantil ..................................... ¿Por qué dos sexos? .............................................................. . 141
95 El lado hombre: "todo" y contradicción................................ 144
La persistencia del falo de la madre ....................................... 96
El caso Sandy: la niña, su madre y el perro ................................. El lado mujer: el "no-todo" contra la simetría ....................... 146
98 Una lectura contemporánea del tratado
Resumen de la observación.................................................... 98
Los momentos cruciales ....................................................... . Sobre la interpretación ..................................................... 147
. . ¡ 99 Dominios psicoanalíticos del no-todo: la interpretación
¿ Un caso parad.zgmatzc , o de la neurosis 1emenma . .2.................. 101 y la sexualidad femenina ..................................... ············· 149
El "tope último del pensamiento" es el fantasma ........................ 102
El desdoblamiento del goce femenino .............................................. 152
IV. Función fálica, función síntoma.................................................. 105
. . frente al vaczo
Mzrzam, , ............................................................. ·· 153
"Otro goce" y "goce del Otro" ..................... ;............................ 155
Una figura de discurso del no-todo, el discordancia!................... 158
La sexuación, más allá de las identificaciones .................................. 105 El príncipe disfrazado............................................................ 159
Una sexuación centrada en el "malo" ......................................... 106 Obieción masculina y discordancia femenina ........................ 161
Una clasificación sexual ...........................,............................. 107 Retorno a la anntomía analítica ....................................................... 162
12 ÍNDICE ÍNDICE 13

VI. Sexos contradichos .................................................................... 165 VIII. El empuje-a-la-mujer ...... � ........................................................ 211

El caso de lqallijuq: cuando el discurso contradice la naturaleza...... 166 ¿Cómo orientarse? ........................................................................... 211
Dos orientaciones del goce ......................................................... 213
¿ Un tercer sexo? ......................................................................... 167
Un caso de Fairbairn: las razones de un empuje-al-hombre.............. 169 Dos objeciones ........................................................................... 215
Despertar sexual en el análisis .................................................. .. 170 El concepto del "empuje-a-la-mujer" ............................................... 217
No tener vagina y desear un pene ............................................... 172 El seminario sobre "La carta robada": Lacan, Poe y
Un razonamiento anatómico ................................................. 173 Lévi-Strauss........... ........................................................... ; ......... 218
un set de t.dentz·¡· ...................................................... 174 La reina, fuera de la ley ......................................................... 218
1zcaczones
.
Un caso "neutro" de Stoller............................................................. 176 La "cuestión preliminar": las palabras de Schreber..................... 219
De la necesidad de diferenciar tres momentos de la sexuacíón ....... .. 178 Entmannung y Verweiblichung ............................................. . 219
"El atolondradicho": la "lógica" del empuje-a-la-mujer ............. 222
La inexistencia ...................................................................... 223
Tercera parte Un efecto sardónico............................................................... 228
SEXUACION Y PSICOSIS La irrupción de Un-padre...................................................... 230

VII. El transexualismo y la clasificación sexual............................... . 183 IX. Empuje-a-la-mujer y clínica de la sexuación .............................. 235

Razones de un rechazo del órgano................................................... 183 El empuje-a-la-mujer contra el núcleo de identidad ·de género.......... 235
Un caso de transexualismo femenino: una sexuación imaginaria...... 188 El derecho y el revés del empuje-a-la-mujer ..................................... 238
Un encuentro, una imagen, una decisión .................................... 188 El caso de Eisa: Atenea y Aracne o el empuje-a-la-mujer
Matriz de la sexuación y trauma............................................ 189 y la pulsión de muerte ................................................................ 239
El padre, la ley, la anatomía ..................................................... .. 191 Melancolía y paranoia ........................................................... 240
Miradas de mujeres ...................................................................·. 192 La abolición del nombre propio ............................................ 241
El amor, no el goce................................................................... .. 194 La pulsión de muerte............................................................. 242
La prueba de amor por el pene ........................................ : .......... 195 Un empuje-a-la-mujer muy localizado en un caso de esquizofrenia .. 243
Travestismo, verdad, transferencia ........................................... .. 196 243
¡Fuego! .......................................................................................
Una realización imaginaria de la verdad .............................. .. 197 Pasajes al acto en serie........................................................... 244
"Parecer es ser"......................................................................... . 197 "Me hice un pelotudo de aire" .................. :................................ 246
El travestismo como síntoma................................................. 199 Invertir el calor en frío .......................................................... 246
Un caso de transexualismo masculino "contrariado": Tres enunciaciones ................................................................ 247
dos tipos de identificación sexuada.................................................. 200 Las mujeres y el sexo............................................................. 248
Desencadenamiento................................................................... . 202 Una feminización local que permite ser un hombre................ 249
Espejo femenino y aspiración viril .............................................. 202 Hacer sínthoma del empuje-a-la-mujer ............................................ 250
La decisión de Sophie ................................................................. 203 Cartas de amor ........................................................................... 251
El sueño del muro de Berlín ..................................................... .. 204 El hombre ............................................................................. 252
Sueño de la mujer monstruosa ............................................... 205 "Soy la de las cartas" ............................................................ 252
Sueño del volquete de basura................................................. 205 Divorciar la destinación y el goce .......................................... 254
Sueño del muro de Berlín ..................................................... . 205 Los basamentos de un desdoblamiento de la vida amorosa......... 257
suenos de c lasz·¡· . , ........................................................ .. 206 ¿ Una niña pequeña? ............................................................ .. 257
- 1zcaczon
Un tirano doméstico .............................................................. 258
La tºdentz·¡·
1zcaczon
., " c lasz 1zcadora " .............................................. ..
·¡· 207
Tres modos de construcción de la sexuación en la psicosis.............. . 209 Lazos sociales ....................................................................... . 258
El empuje-a-la mujer y la identificación sexuada ............................. 260
14 ÍNDICE

Conclusión ...................................................................................... 263


AGRADECIMIENTOS
índ.ice anar1t1co
· y de nomb res .......................................................... 269

Índice de casos clínicos ···································································· 275

En primer lugar, debo mencionar mi agradecimiento a los colegas con


quienes discutí, en estos últimos tiempos, los temas abordados en este li­
bro: Franz Kaltenbeck, Diana Kamienny-Boczkowski, Brigitte Lemonnier,
Lilia Mahjoub, Herbert Wachsberger y Fran<;;ois More!, así como a mis
compañeros del seminario de investigación de Lille y de un cartel de París
sobre la psicosis. Las observaciones de Mercedes Blanco, Marie-Christine
Hamon y Darían Leader me incitaron a plantearme nuevas cuestiones y
precisar ciertos puntos. La ayuda de Jean-Michel More!, que leyó el ma­
nuscrito con una atención crítica, ha sido invalorable. Beatrice Khiara y
Lucile Charliac se ocuparon de manera sostenida de dar forma al texto.
Michel Gardaz tuvo la amabilidad de incluir mi libro en su colección. La
doctora Frani;oise Gorog me ayudó a enfrentarme a la psicosis en su servi­
cio del hospital Sainte-Anne. Por último, mi gratitud a los profesores Phi­
lippe-Jean Parquet y Michel Goudemand, así como al doctor Emmanuel
Fleury por el trabajo clínico efectuado en el Centro Hospitalario Regional
Universitario de Lille.
INTRODUCCIÓN

"No sé cómo ser una mujer, porque nadie me dio el modelo" (una mu­
jer de treinta años).
"Siempre sentí la nostalgia de no ser una mujer. Pero eso es lo que me
permite ver, en contraste, que existe la elección de ser un hombre" (señor
T., cincuenta años).
"No me hago el hombre, lo soy porque sostengo todo en casa. Sin mí,
el todo no existiría. Lo único que me falta para ser un hombre es un pito"
(señora H ., cincuenta años).
"Después, voy a ser un varón, así nunca voy a tener hijos" (Léa, cinco
años, luego del nacimiento de su hermano).
"Fui impotente durante diez años. Eso me ayudó a entablar comunica­
ción con las mujeres, porque estaba verdaderamente cerca de ellas" (señor
B., treinta y cinco años).
"Quiero dejar a las mujeres" (una joven homosexual).
"Ser hombre era ser nada. Para mí, ser algo implicaba convertirme en
mujer [ ...] Antes, yo era hombre o mujer, podía cruzar la frontera entre
los sexos. Cuando fui padre, ya no me resultó posible pasar de hombre a
mujer y de mujer a hombre" (señor H., cuarenta años).
Un psicoanalista se ve en la necesidad de escuchar esas palabras en el
diván, pero también fuera de él. Así, las de una actriz que afirmaba que su
papel preferido había sido el de "Orlando", de Virginia Woolf: le había
encantado cambiar de sexo en escena. Otra, que encarnaba en la pantalla
a un recluta femenino, explicaba sus sensaciones durante un rodaje que
había puesto a prueba su cuerpo: estaban los hombres por un lado, las
mujeres por el otro y además ella, sin clasificación. Un escritor transexual,
autor de numerosas biografías de hombres célebres, decía, durante una en­
trevista, que quería "reconciliar los opuestos". "Él" había estado casado y
18 INTRODUCCIÓN INTRODUCCIÓN 19

era padre de familia antes de operarse y "transformarse" en muj er. "Así dad provoca l a indecisión, siembra la duda. Es tentador deslizarse entre
-decía-, hombres y mujeres se sienten como en su casa conmigo; pertenez­ dos: no ser ni lo uno ni lo otro, ni hombre ni mujer. O bien creerse ambos,
co a los dos grupos. " una combinación de hombre y mujer. Volvernos a encontrar esas posicio­
Estas afirma ciones son diversas. Algunas se refieren a la identidad se­ nes en las dos grandes neurosis freudianas, la histeria y la obsesión.
xual. Incertidumbre: "¿Soy hombre o muj er? ", que puede deslizarse hacia También se puede querer pasar del otro lado, por un "cli c" , como di­
la perplej idad. Definición qué se su strae indefinidamente: "¿ Qué es una cen alg unos transexuales, o bien continuamente, si uno cree haberse empa­
_
muj er? ", apertura a un desconcierto ante la ausencia de instrucciones que pado siempre en el contrasentido desde su nacimiento. Es posible, asimis­
indiquen cómo serlo. Incapacidad: "No puedo ser un hombre", que causa mo, sentirse obligado por una fuerza, subyugado por una voluntad
a veces impotencia pero en la que se advierte el beneficio de una identifica­ experimentada como exterior, ajena, pese a una resistencia íntima y encar­
ción con el otro sexo, a falta de una relación e incluso de un acto sexual nizada que se debilitará con el tiempo. Fue el caso del presidente S chre­
posible. Negativa: "No quiero ser una muj er", entre los polos de la nega­ ber, 6 transformado por el delirio, a su pesar, en muj er de Dios.
ción y el rechazo más radical: "Soy un hombre en el cuerpo de una mu­ La ambigüedad sexual puede ser imaginaria, como la femineidad acre­
jer". Deseo de pertenecer a una categoría aparte, excepcional, con humor centada del marimacho o el j uego unisex de la moda andró gina. Puede ser
o sin él: "Soy un ser sexualmente inclasificable". simbólica, cuando se convierte en la metá fora del síntoma histérico. 7 Pue­
Algunos suj etos apuntan a un saber sobre lo que el otro sexo experi­ de ser real cuando es la sustancia de una convicción que quiere decidir di­
menta como inimaginable: el caso de Tiresias, 1 quien, tras ser sucesiva­ rectamente sobre el cuerpo, especialmente por medio de la cirugía, o que
mente hombre, muj er y luego otra vez hombre, podía jactarse de ser quien atormenta el espíritu con un delirio invasor.
más gozaba en el acto sexual. La cosa se extiende desde la actuación, el rol Frente a la complej idad de la ambigüedad sexual, ¿es pertinente res­
en el teatro,2 hasta los trastornos sexuales más graves. ponder en términos de género, esa noció n gramatical de la oposición mas­
Otros aspiran a deshacer lo que Zeus, según dice Aristó fanes en el Ban­ culino/femenino en la lengua? ¿Existe realmente una identidad definible
quete,3 había realizado: cortar a los hombres en dos. "Reconciliar los como la "identidad de género", que se refiera al "ser mismo de la perso­
opuestos", reunir los dos en uno, ¿ no es acaso lo mismo? No sin ironía, na" 8 y sea, en cierto modo, su sexo psíquico? "Uno representa un papel,
pero eventualmente con la ayuda del escalpelo. Algunos, en efecto, sin de­ uno es su identidad", dice en efecto Robert Stoller, al que debemos varios
j ar de confundir ser y parecer, exigen la metamorfosis en su propia carne. estudios sobre el transexualismo. ¿De qué "ser" se trata en la identidad de
La técnica médica les hace la oferta4 y, si darnos crédito a las estadístic;as, género? ¿Basta con creerse hombre o muj er para funcionar efectivamente
cada vez son más quienes la aceptan. como tal, frente al partenaire del otro sexo o del mismo? ¿ Es razonable
Ésta es la varied�d que quise estudiar con el título de " ambigüedades pensar la feminizació n forzada, en el caso S chreber, como el recubrimien­
sexuales". En la lengua, la ambigüedad es el doble sentido del que deriva to de un "núcleo de identidad de género" masculino por un delirio que es
la incertidumbre y depende el enigma. Es el equívoco que, según Freud, 5 presuntamente una defensa contra el "conocimiento inalterable" de ser un
siempre alimenta el síntoma con dos significaciones opuestas. La ambigüe-

psychanalyse (1916 ), París, Payot, 1 995, col. "Petite Bibliotheque Payot", pág. 339
l. Ovidio, Les Métamorphoses, m, 300-330, París, Gallimard, 1992, col. "Fo­ [traducción castellana: "Los caminos de la formación de síntoma " , Conferencias
lio", págs. 1 1 6-1 1 7 [traducción castellana: -Metamorfosis, Madrid, Consejo Supe­ de introducción al psicoanálisis, en Obras completas (en lo sucesivo OC), 24 volú­
rior de Investigaciones Científicas, 1988]. Cf también N. Loraux, Les Expériences menes, Buenos Aires, Amorrortu, 1 978- 1 985, vol. 1 6, 1978].
de Ti1'ésias. Le fémini11 et l'homme grec, París, Gallimard, 1 9 89. 6. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, traducción de P. Duquenne y N.
2. F. Regnault, "Pourquoi les hommes jouent-ils une femme sur le théiitre?", en Seis, París, Seuil, 1 97 5 [traducción castellana: Memorias de un enfermo nervioso '
Barca nº 4, Les Énigmes du masculin, Toulouse, Les parchemins du midi, mayo de Buenos Aires, Perfil, 1 999].
1 975, págs. 1 9-4 1 . 7. La identificación con la virilidad impotente de la enuresis infantil de la Dora
3 . Platón, Le Banquet, 1 8 9e-1 90b, París, Les Belles Lettres, 1976, pág. 3 1 [tra­ de Freud, por ejemplo. Cf. S. Freud, "Fragment d'une analyse d'hystérie (Dora)"
ducción castellana: Banquete, en Diálogos, Madrid, Gredos, 2000]. ( 1 905 ), en Cinq psychanalyses, París, PUF, 1 954, pág. 5 3 [traducción castellana:
4. C. Chiland, Changer de sexe, París, Odile Jacob, 1997, pág. 36 [traducció.n Fragmento de análisis de un caso de histeria, en OC, vol. 7, 1978].
castellana: Cambiar de sexo, Madrid, Biblioteca Nueva, 1 999]. 8. R. J. Stoller, Masculi11 ou féminin?, traducción de Y. Noizet y C. Chiland,
5. S. Freud, "Les modes de formation de symptomes", en Introduction a la París, PUF, 1 989, ¡:,4¡. 2 1 ,
INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN 21
20
Y el complejo de castración en el centro de la vida sexual, tanto de los va­
varón? 9 ¿Qué motivaría entonces una defensa tan. . . exitosa? Las teorías
rones como de las niñas.
del género, cualquiera sea el interés de las investigaciones clínicas que pro­
dujeron, son conceptualmente insuficientes y están "al costado" de lo que Lacan formula ese vacío, esa ausencia, mediante afori smos: "No hay
se deduce de la práctica del psicoanáli sis. He tratado de decir por qué y de relación sexual" , " La mujer no existe". Subraya la misma disimetría que
proponer una alternativa. Freud, al plantear que el falo es la única referencia para los dos sexos en el
Hay demasiada ambigüedad sexual, y en demasiadas personas, para inconsciente. El falo sería debido a ello el pivote mismo de la ambigüedad
que sea defendible postular un " núcleo de identidad de género", aun cuan­ sexual.
do se afirme que está recubierto por esas ambi güedades, por tal razón se­ Dos sexos anatómicos, pero un solo principio del sexo en el inconsci en­
cundarias. Yo preferí plantear que la ambigüedad sexual es fundamental. te, el fa lo, que � ¡ sujeto, por otra parte, puede rechazar; una pulsión ciega,
,
Al hacerlo, habría podido aproximarme a la famosa bisexualidad freudia­ acefala, que exige constantemente una satisfacción. En efecto, al contrario
na. Pero esta teoría, cuya paternidad reivindicaba Fliess, está calcada sobre de la absti nencia sexual, la abstinencia pulsional no existe. Tenemos así
un modelo anatómico por el que Freud no se dejaba engañar. Ya en sentadas las bases de la ambigüedad sexual.
190510 decía no saber en qué consistía esa "predisposición bisexual" , Si el sujeto no tiene un " núcleo de identi dad de género", ¿cómo sale de
" más allá de la conformación anatómica" , y remitía al lector al desarrollo esa ambigüedad? Por lo demás, ¿ sale siempre? ¿Cuál es el papel, en su se­
de la pulsión sexual. Lo confirmó en 1 929: 1 1 "La teoría de la bisexualidad xuación de hombre o mujer, de las determinaciones que pesan sobre él:
es aún muy oscura, y en psicoanálisis debemos considerar como una grave anatomía, biología, fisiología, pero también discurso circundante, familiar
laguna la imposibilidad de asociarla a la teoría de las pulsiones" . 12 Allí social, educativo? ¿Hay también lugar para una o más elecciones incons�
donde la gender theory (teoría de la i dentidad de gé nero) nos dirige hoy cientes? Si es así, ¿ a qué se referirá n: al yo, a las identi ficaci ones del suje­
hacia las identificaciones, Freud nos guiaba, entonces, hacia la pulsión y to, a sus objetos sexuales, a sus modos de satisfacción pulsíonal? Sí dichas
sus vicisitudes, más que hacia la bisexualidad. elecciones existen, ¿ pueden modificarse? ¿Cómo?
Si a los �eres humanos les cuesta tanto orientarse en lo que se refiere a La primera parte de este libro deli mita el campo psicoanalítico de la se­
la sexuación, sí les es tan difícil alinearse del lado hombre o del lado mu­ xualidad. En ella mostramos cómo el lenguaje opone un obstáculo a la re­
jer, ¿ no hay que suponer en el í níciol 3 un vacío real y no un núcleo de laci ón sexual, al confrontar a los seres humanos con un real específico, el
identi dad? goce. Desde allí deben repensarse la muerte, la reproducción, el cuerpo,
Un vacío que Freud postula cuando afirma que no existe pulsión feme­ que cobran un valor muy distinto del que tienen en la biología. Una " psí­
nina sino una sola libido, de naturaleza masculina, 14 o cuando sitúa el falo copatología" de la actualidad y una clínica en los límites del psicoaná lisis
y la medicina sostienen ese recorri do.
La segunda parte se consagra a la diferencia de los sexos. Creerse hom­
bre o mujer, aunque sea inconscientemente, ¿ equi�ale a serlo? ¿Bastan las
9. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, París, Gallimard, 1 978, pág. identificaciones para determinar la sexuaci ón? La clínica responde estas
68.
preguntas oponiéndoles el desmenti do de lo real. El estudio de teorías con­
10. S. Freud, Trois essais sur la théorie sexuelle (1905), París, Gallimard, 1987,
pág. 49 [traducción castellana: Tres ensayos de teoría sexual, en OC, vol. 7, temporá neas ( la gender theory y una teoría antropológica derivada del es­
1978]. tructurali smo) m uestra el punto de tope de todas las clasificaciones sexua­
11. S. Freud, Malaise dans la civilisation ( 1929), París, PUF, 1971 [traducción les: éstas dejan escapar la otredad al reducirla a un sistema de oposiciones
castellana: El malestar en la cultura, en oc; vol. 21, 1979]. significantes. Freud ya lo había comprobado al descubri r la incapacidad de
12. El término alemán es Trieblehre, que debe traducirse como "teoría de las las teorías sexuales infantiles para aprehender la feminei dad; pero, ¿ no so­
pulsiones" y no de los instintos. Cf. S. Freud, "Das Unbehagen in der Kultur", en brestimaba la importancia de )a diferencia anatómica y el valor del falo
Gesammelte Werke, Werke aus den Jahren 1 925-1 93 1 , Francfort, S. Fischer Ver­ para el niño de ambos sexos? Un estudio de la misoginia y una relativiza­
lag, 1 976, pág. 466. ción de la importancia de la observación de la diferencia anatómica para el
1 3. Esta expresión debe tomarse en un sentido mítico o lógico, más que crono­ niño especifican esta problemá tica. Como tengo má s confianza en los
lógico.
ejemplos que en las d efiniciones para introducir los conceptos necesarios,
14. S. Freud, Trois essais. . . , op. cit., pág. 161. Cf. también "Sur la sexualité fé­
minine" ( 1 931 ), en La Vie sexuelle, París, PUF, 1969, págs. 150-152 [traducción multipliqué los primeros sin omi tir, empero, las segundas y sus fuentes. La
castellana: "Sobre la sexualidad femenina ", en OC, vol. 21, 1 979]. di scusión de estos puntos lleva a plantear diferentes " funciones de goce",
22 INTRODUCCIÓN

en especial la función fálica y la función síntoma. Tras los pasos de Lacan,


propongo para ellas una formalización simple y clínicamente útil para la
neurosis y la psicosis. Construyo luego una teoría de la sexuación en tres
momentos lógicos articulados alrededor de la función fálica, que tiene en
cuenta la anatomía y el medio ambiente simbólico y social, a la vez que
preserva la parte de elección del sujeto. La decisión de ser hombre o mujer
se arraiga entonces en sus modos de goce. Esta teoría es, a mi juicio, más
Primera parte
coherente y más cercana a la experiencia clínica que la oposición de lo in­
nato y lo adquirido, denunciada ya en 1 905 por Freud, y que volvemos a
encontrar apenas disfrazada en el debate contemporáneo entre los partida­
EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL
rios de la "social construction" y los del "todo biológico". La teoría es
puesta a prueba por los casos de personas a quienes su entorno declaró de
un sexo y más tarde del otro.
La tercera parte, titulada " Sexuación y psicosis " , somete esta teoría a
la prueba de la práctica analítica en el campo de las psicosis, previamente
delimitado. Contiene lo que me incitó a iniciar esta investigación: seis cu­
ras a nalíticas que fueron una mina de preguntas con algunas respuestas.
¿Qué sucede si un sujeto no dispone de la función fálica para orientarse en
el campo de la sexualidad? ¿En qué puede apoyarse, cuando Nombre-del­
Padre y función fálica están forcluidos para él? Los transexuales quieren
ser del otro sexo y no retroceden frente a modificaciones corporales a ve­
ces irreversibles. Pero, ¿ no es más bien la función fálica lo que rechazan,
como lo sugiere Lacan en un debate con Stoller? El análisis de casos de
ambos sexos muestra la importancia de ciertas identificaciones precoces,
ancladas en el deseo materno. Sin embargo, un sujeto transexual puede en­
contrar en el análisis otras soluciones que una operación mutiladora al
problema de su sexuación (travestismo, identificación "clasificadora " ) . La
comprobación de que el amor por una mujer es aquí determinante nos in­
duce a estudiar el concepto lacaniano del "empuje-a-la-mujer " . A veces
fuente de ambigüedad sexual, a menudo mortífera, sus múltiples facetas se
ponen en perspectiva en la dinámica transferencia! de la cura analítica del
suj eto psicótico: se deduce de ello la solución singular inventada por cada
uno al problema de su sexuación, así como nuevas perspectivas para el
tratamiento de la ambigüedad sexual por la palabra.
I

EL SEXO PARA LA CIENCIA


Y PARA EL PSICOANÁLISIS

El psicoanálisis afirma la existencia de un real que no es el de la cien­


cia, y que le es específico. Mientras que Freud planteaba, en una de sus
conferencias de 19 32, 1 que " [ el psicoanálisis] es una parte de la ciencia y
puede asociarse a la Weltanschauung [ concepción del mundo] científica " ,
Lacan nos invitaría más bien a considerar como irreductible l a hiancia en­
tre lo real de la ciencia y el o los reales (porque es preferible hablar en plu­
ral) del psicoanálisis.
Describamos brevemente esta oposición. La ciencia descubre un saber
en lo real, del que deduce leyes con alcance universal. Éstas permiten al
científico predecir lo que ocurre en lo real, con la condición de efectuar las
experiencias adecuadas. Así, Newton escribe la ley de la gravitación y lo
real la obedece, hasta cierto punto. Gracias a ella, por otra parte, podemos
fabricar nuevos objetos: satélites, por ejemplo. Ciertas "experiencias de
pensamiento" descriptas por Einstein, que no podían realizarse técnica­
mente en su época, confirman hoy por sus resultados las previsiones más
asombrosas de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. 2

1 . S. Freud, "Sur une Weltanschauung", en Nouvelles conférences d'introduc­


tion a la psychanalyse, París, Gailimard, 1984, pág. 243 [traducción castellana:
"En torno de una cosmovisión", Nuevas conferencias de introducción al psicoaná­
lisis, en OC, vol. 22, 1979].
2. Por ejemplo, la paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen, imaginada por el pri­
mero en 1930. La acción de un individuo A, que determina la identidad de una
partícula, determina también la identidad de otra partícula en B, a cierta distancia.
En 19 82, el físico Alain A1pect intentó la experiencia con éxito, y recientemente se
1·epiti6 con una di1t1111ci1 de diez kilómetros entre A y B; cf. Le Monde, 15 de di·
26 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 27

¿ Cómo definir lo real para la ciencia ? No ignoramos que el tema es ob­ ra. En cambio, u n saber acumulado por la tradición psicoanalítica descri­
jeto de debates que están fuera del campo de nuestro estudio. Si bien exis­ be las estructuras clínicas y sus rasgos diferenciales, el desarrollo tipo de
te, desde luego, el real en el cual funcionan las leyes científicas, señalemos un análisis, la sexualidad infantil, etc. También hay un saber singular, el
únicamente que es el mismo en que algunas. de ellas encuentran su límite: del caso clínico, pero no precede la experiencia de la cura psicoanalítica.
observaciones finas de los astros contradijeron en un momento dado la ley Por eso Freud aconsejaba al profesional que olvidara todo lo que sabía an­
de la gravitación. La ley funciona en lo real, pero puede chocar en ese tes de escuchar a un nuevo paciente. El aforismo de Lacan: "No hay rela­
marco con obstáculos desencadenantes de crisis científicas cuya resolución ción sexual", s debe entenderse así: no hay equivalente psicoanalítico de la
coincide con el avance de la teoría o su cambio. Por lo tanto, podríamos ley de Newton; no se puede escribir la ley psicoanalítica de la atracción de
definir lo real en la ciencia como lo que se resiste al estado actual del sa­ los seres humanos. Es cierto, hombres y mujeres tienen " relaciones" se­
ber, lo que obliga a buscar nuevas leyes. Lo real sería entonces lo imposi­ xuales, en el sentido habitual de la expresión, pero el psicoanálisis no pue­
ble de saber. Habría que diferenciar en él lo que incumbe a lo todavía im­ de escribir la ley universal de esa relación ni dar sus reglas, porque no exis­
posible de saber (los futuros descubrimientos en el marco de una teoría ten. En su lugar, cada uno inventa una especie de bricolaje que funciona
existente) y lo que compete a un imposible definitivo para una teoría dada. más o menos bien. Es verdad que del fracaso o el éxito contingente -gra­
Así, desde el punto de vista de la mecánica clásica, cabría esperar que fue­ cias al amor, 6 por ejemplo- del lazo con el partenaire sexual se deduce un
ra posible determinar simultáneamente la posición y la velocidad de una vasto saber psicoanalítico. Pero éste no reemplaza lo que sería la escritura
partícula. Ahora bien, diversas experiencias muestran que no es así.3 Pero universal de una ley que brindara una especie de "instrucciones de uso" de
este imposible es relativo a la mecánica clásica, que no permite una con­ la relación con ese partenaire. La etología describe esas reglas para el aco­
cepción correcta de las partículas elementales. El problema se resuelve en plamiento de los animales, cuyo instinto no está desnaturalizado por el
la mecánica cuántica, en la que las partículas no poseen al mismo tiempo lenguaje. Si así fuera en el caso de los seres humanos, ¡apostamos que el
esos dos atributos: una posición y una velocidad. "La excepción somete a psicoanálisis sería inútil! Lo real, en el psicoanálisis, es ante todo la ausen­
prueba la regla" , 4 dice el físico Richard Feynman. Una experiencia que in­ cia de esa escritura de la relación sexual y las consecuencias de esa falta
valida una regla y pone de manifiesto un imposible de saber incita al cien­ para cada uno. Lo imposible de saber, por ende, no tiene en absoluto el
tífico a inventar una nueva teoría que lo integre. La diferencia entre estas mismo sentido que en la ciencia, en la que se trata de encontrar leyes que
dos subcategorías (lo todavía imposible de saber y lo imposible definitivo), funcionen universalmente.
en consecuencia, no es fácil de establecer y constituye el objeto de contro­ El desfasaje entre real de la ciencia y real del psicoanálisis es muy sen­
versias científicas. sible en lo que se refiere al sexo. La biología se consagra a describir justa­
mente las células sexuales masculinas y femeninas y su estructura genética,
y establece las condiciones de la fecundación. En su caso, lo real, si lo de­
NO HAY RELACIÓN SEXUAL finimos sumariamente como lo imposible de saber, la induce a afinar cada
vez más una escritura genética: para descubrir nuevos genes, para reducir
Para el psicoanálisis, la situación es diferente e incluso opuesta. En él todos los casos de ambigüedad sexual gracias al examen del genotipo, etc.
no existen leyes universales, deducidas de la experiencia, que permitan pre­ La etología y la biología, una por la observación de las señales sexuales del
decir con certeza qué le sucederá a un sujeto puesto en tal o cual coyuntu- acoplamiento, la otra por el establecimiento de escrituras genéticas, subor­
dinan el sexo a la reproducción y realizan, cada una en su dominio, una
especie de escritura de la relación sexual. Pero ésta es letra muerta para el
inconsciente.
ciembre de 1 9 82 y 1 8 de diciembre de 1 997 (referencias comunicadas por Helmut
Kirchner, d urante una conferencia en Lille sobre la identidad en física).
En el campo del psicoanálisis, comprobamos que el inconsciente tiene
3. E. Klein, "Le príncipe de Heisenberg" , en La Physique quantique, París, Do­
minos-Flammarion, 1 9 86, págs. 34-3 8 .
4. "The exception tests the rule ". R . P. Feynman, The Meaning of I t Al/. S. J. Lacan, "L'Étourdit", en Scilicet n º 4, París, Seuil, 1 973, pág. 1 1 [traducción
Thoughts of a Citizen-Scientist ( 1 963), Reading, Massachusetts, Addison-Wesley, castellana: "El atolondradicho" , en Escansión nº 1 , Buenos Aires, Paidós, 1 9 84].
1 998, pág. 1 5 [trad ucción castellana: Qué significa todo eso: r1fl11xic111es de un cien­ 6 . Cf. D. Leader, A quoi penses-tu?, París, Odile Jacob, 1 996, y Les Promesses
tífico-ciudadano, Barcelona, Crítica, 1 999]. des amants. Soxe, amm1r < 'I fid"ité, París, Odile Jacob, 1 999.
28 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 29

una dificultad estructural para responder a la excitación y las sensaciones nocimiento" biológico legal y el reconocimiento-adopción que exige la pa­
corporales que desbordan al sujeto desde la infancia. Sabemos también labra del padre: la diferencia puede apreciarse en sus efectos sobre la des­
que el sexo llega al niño en la forma de preguntas acuciantes, en principio cendencia. Le corresponde, a continuación, recordar que ninguna certeza
conscientes y luego inconscientes, para las que tendrá que encontrar res­ biológica impedirá a un hijo seguir dudando inconscientemente de la iden­
puestas. Ése es el núcleo de la neurosis infantil: ¿cómo se hacen los niños ? tidad de su padre, ni frenará la invención de una novela familiar y hasta la
¿ Cómo vine al mundo? ¿ Cuál es la diferencia entre las chicas y los varo­ construcción de un delirio de filiación.
nes ? Las im passes del sexo en el ser hablante provienen del hecho de que Encontramos la misma oposición entre certeza y duda, esta vez certeza
en el inconsciente el sexo sólo se aborda por medio del lenguaje, y no de la de la percepción y duda del inconsciente, en lo que se refiere a la diferen­
unión de los gametos sexuales. De tal modo, se pueden oponer muy sim­ cia sexual: un niño puede ver perfectamente que las mujeres no tienen pe­
plemente la escritura de la relación sexual en el campo de la ciencia (biolo­ ne y seguir suponiendo la existencia de un falo en su madre.
gía y etología ) y su no escritura en el campo del psicoanálisis como dos O bien uno puede estar convencido de que "todos los hombres son
reales distintos; sólo el segundo tiene que tener en cuenta al primero, mortales" y, no obstante, creerse inconscientemente inmortal, etc. La cer­
mientras que, por el momento, la recíproca no es verdadera. 7 teza en el campo de la ciencia, de la experiencia o de la percepción no
siempre puede oponerse al inconsciente, para el cual la verdad se apoya
sobre otra especie de prueba: la que afecta lo más íntimo de las razones de
¿ QUIÉN ES EL PADRE DE QUIÉN? . un sujeto.
Para volver al problema del padre, ¿ un psicoanalista responderá lo mis­
El desfasaje entre esos dos reales se aprehende como límite en la prácti­ mo a un integrante de una pareja estéril, según exista o no la técnica de la
ca del psicoanalista. Pero también puede estimularlo, al enfrentarlo a des­ inseminación que pueda sacarlos del apuro? ¿ Contestará, como me conta­
cubrimientos científicos que no debe ignorar: desde hace años se puede sa­ ron una vez: "No tiene ninguna importancia que usted tenga un hijo con
ber, de manera científicamente segura, quién es el padre de quién. Así, la su marido o con otro hombre anónimo, porque el padre no es el progeni­
máxima latina pater semper incertus (el padre es siempre incierto), citada tor y el que cuenta no es éste sino el padre simbólico" ? 8 La analizante po­
por Freud, se bate en retirada por obra de la ciencia. El caso Montand, a dría reírse en la cara de quien se situara de manera tan intemporal frente a
fines de 19 97, lo demostró: se puede hacer " ha blar" al genotipo de un la ciencia. Los descubrimientos científicos tienen una incidencia real sobre
muerto y "obligar" eventualmente a éste a un "reconocimiento" j urídico el sujeto en análisis, y no habrá sino un diálogo de sordos entre quien di­
de paternidad póstuma. La antigua noción del reconocimiento por el pa­ ga: "lo que cuenta es el padre simbólico" , y la mujer que responda, con su
dre, que era una especie de adopción e implicaba por lo tanto su palabra,
es sustituida por un procedimiento en que ya no hace falta palabra alguna,
cosa mucho más notoria cuando se trata de un muerto. Advertimos de tal 8 . " Padre simbólico" es una expresión de Lacan que designa al padre que sería
modo la distancia con respecto a Freud, para quien el padre muerto era el representante de la ley en el inconsciente, en oposición al progenitor o padre bio­
promovido a padre de la ley. Es cierto que, gracias a Lacan, desde enton­ lógico. Como tal, el padre simbólico nunca se encarna y el concepto remite al mito
ces los psicoanalistas relativizaron e incluso criticaron esta concepción del padre muerto en Tótem y tabú ( 1 ) (2). "Padre simbólico" se utiliza a veces co­
freudiana del padre, en beneficio de una noción más utilitarista (¿para qué mo equivalente de "Nombre-del-Padre" o de "significante del Nombre-del-Padre"
sirve un padre ? ) . El caso Montand no deja de ser por ello un signo de la ( 3 ) (4 ).
pérdida de valor del "padre muerto" freudiano. Corresponde al psicoaná­ (1) S. Freud, Tótem et tabou (1912), París, Payot, 1 995 [traducción castellana:
Tótem y tabú, en OC, vol. 13, 19 80]; (2) Cf J. Lacan, Le Séminaire. Livre IV. La
lisis, sin embargo, afirmar en primer lugar la no equivalencia de un "reco-
relation d'objet ( 1 956-1957), París, Seuil, 1994, pág. 210 sq. [traducción castellana:
El Seminario de Jacques Lacan. Libro 4. La relación de objeto. 1 956- 1 957, Buenos
Aires, Paidós, 1998]; (3) Cf J. Lacan, " D'une question préliminaire a tour traite­
7. Sobre la ambición del psicoanálisis en cuanto a la consideración científica, mcnt possible de la psychose" (1958), en Écrits, op. cit., págs. 556-557 [traducción
cf J. Lacan, "La science et la vérité" ( 1 966), en Écrits, París, Seuil, 1966, pág. 874 Cil,Stcllana: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis",
[traducción castellana: "La ciencia y la verdad", en Escritos 2, 1 0" edición, Méxi­ t'll Escritos 2]; (4) J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du désir dans l'in­
co, Siglo xxr, 1984], y "Note aux Italiens" ( 1 973), en Omicarf nº 25, París, Na­ wnscient freudien" ( 1 960), en ibid., págs. 8 1 2-8 13 [traducción ca�tellana: " Subver­
varin, 19 82. •ión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", en Escritos 2].
30 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 31

deseo de un hijo sostenido por la ciencia: "Hoy se pueden inyectar directa­ mismo al infinito, más allá de l a propia muerte, a l precio eventual d e la
mente espermatozoides en un óvulo, sin ningún padre" o tal vez, muy · destrucción de la especie) . Es Thanatos contra Eros, para retornar los tér­
pronto: " Me pueden clonar idéntica ". minos freudianos.
En algunos países, se autorizan en nuestros días experiencias con los
embriones de menos de catorce días. Se trata de estudiar la partenogéne­
sis, vale decir, el desarrollo como huevos de óvulos no fecundados por un LA SEXUALIDAD DE LOS LAGARTOS
espermatozoide. Hay interés también en la sexualización [sexage], esto es,
la elección .del sexo del embrión e incluso su cambio eventual, por lo tanto Pero el desfasaje entre el real de la ciencia y el del psicoanálisis en
en la selección inicial de varones y mujeres. El pretexto de estas investiga­ cuanto al sexo se aprecia también en ciertas vacilaciones del discurso cien­
ciones es terapéutico. Existen enfermedades genéticas ligadas al sexo que tífico. Lo muestra una anécdota comentada en una obra sobre las contro­
de ese modo podrían prevenirse mediante la elección del sexo de los hijos. versias científica s.1 1 Para la ciencia, la definición del sexo está ligada a la
Pero si esta práctica es posible con un objetivo terapéutico, también lo es de la reproducción y a la idea de una relación sexual programada por el
sin éL ¿ Los psicoanalistas deben indignarse? ¿Deben decir, como la Igle­ instinto, especie de saber innato, automático, pero que, no obstante, sigue
sia, que esas investigaciones son inmorales? ¿ O bien, a la inversa, tienen dependiendo de cierto imaginario descripto por la etología. En efecto, el
que aplaudir ciegamente el progreso científico, aun cuando se perfila la saber instintivo, corno lo mostraron las experiencias de Konrad Lorenz,
posibilidad de una nueva segregación enmascarada por metas terapéuti­ puede contrarrestarse en determinados períodos del desarrollo animal, lla­
cas? Nada impide, por cierto, que un psicoanalista participe en un comité mados períodos críticos. Lorenz demostró que si se relacionaba, en un pe­
de ética o milite a favor o en contra de tal o cual ley de adopción. 9 Pero ríodo crítico, con gansos grises jóvenes, podía hacerse pasar por su madre.
parece más interesante, más "fecundo", que los psicoanalistas elaboren Su imagen, una vez inscripta corno la de la madre de los gansos, cambiaba
respuestas específicas de su campo, y transmitan su saber fuera de él, a los el comportamiento sexual ulterior de éstos: su visión desencadenaba en
científicos, los médicos, los j uristas, los trabajadores de la salud mental, a ellos una ostentación sexual normalmente reservada a los congéneres, du­
todos . . . En 1 967, Lacan10 escribía que el psicoanalista no tiene " que va­ rante los períodos reproductivos. 12 Esta experiencia muestra que el saber
gar del humanismo al terror" y, por lo tanto, no debe atenerse a un dis­ instintivo animal sigue ligado al medio ambiente y lo imaginario, aquí a
curso ideológico, humanista o profético. El humanismo consistiría aquí en una imagen propiamente dicha, la "impronta" . (No se trata, en efecto, del
denunciar la ciencia sin conciencia o el terrorismo científico. El psicoanáli­ mismo imaginario que en el ser hablante, que está estructurado, marcado
sis debe, más bien, responder a la ciencia con sus propios conceptos: por por lo simbólico y el lenguaje.) Pero lo que es importante recordar a quí es
ejemplo el del sujeto, esencial. En otras palabras, debe elaborar una res­ que el instinto y la influencia de lo imaginario se consideran, desde el pun­
puesta que implique la clínica del sujeto, que no es ni la de la generalidad, to de vista de la ciencia, en la perspectiva de la reproducción, y quedan su­
ni la de la analogía. El psicoanálisis parte de la verdad que determina a bordinados a un fin que es la propagación de la especie.
ese sujeto. Éste es un ser hablante y ya no únicamente un ser animal que Vayamos a nuestra controversia científica sobre la vida sexual de los la­
se reproduce. gartos de cola de látigo, así llamados porque en ciertas circunstancias agi­
A partir de lo que sabe del sujeto como ser hablante, el psicoanálisis tan la cola corno un látigo. Los lagartos se reproducen por partenogénesis,
puede dar su opinión sobre la clonación humana. El deseo de ser clonado
manifiesta la conjunción del narcisismo y la pulsión de muerte, concebidos
respectivamente corno amor a sí mismo y rechazo del otro (el clon es lo
mismo) y deseo o, mejor, fantasma de inmortalidad (reproducción de uno 1 1 . H. Collins y T. Pinch, " La vie sexuelle du lézard a queue en fouet" , en Tout
ce que vous devriez savoir sur la science, París, Seuil, 1992, pág. 148 (traducción
castellana: El gólem: todo lo que deberíamos saber acerca de la ciencia, Barcelona,
Crítica, 1996].
9. Cf. G. Delaisi y P. Verdier, Enfant de personne, París, Odile Jacob, 1994. 12. Cf. K. Lorenz, Évolution et modification du comportement ( 1 966), París,
10. J. Lacan, "Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l'École", Payot, 1990, págs. 76-77 [traducción castellana: Evolución y modificación de la
en Scilicet nº 1 , París, Seuil, 1968, pág. 29 [traducción castellana: "Proposición del conducta, Madrid, Siglo XXI, 1979), y "L'empreinte", en Les Oies cendrées ( 1 9 8 8 ),
9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela ", en Mnm,mtns cruciales 1'11rí1, Albin Michel, 1989, págs. 108-109 [traducción castellana: Estoy aquí, ¿dón­
de la exp eriencia anaUtica, Buenos Aires, Manantial, 19 R7, ,J,, 11tás túf: etoiogla del ga11so gris, Barcelona, Círculo de Lectores, 1990).

32 EL PSICOANÁLISIS Y L O REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 33

lo cual constituye una excepción entre los reptiles: la hembra pone huevos y Corneille que en la lengua de nuestros días, con excepción del vocabula­
sin que ningún macho la haya fecundado y no hay, por lo tanto, ninguna rio del derecho y de ciertas expresiones muy "privadas " . En referencia a la
herencia masculina. Un estudioso, David Crews, comprobó un comporta­ libido o las pulsiones, Freud utilizaba el término "satisfacción" (Befriedi­
miento curioso: una lagarta que se montaba sobre otra y "remedaba" un gung), tanto en su uso corriente como en el contexto del síntoma, en el
acoplamiento, con los órganos sexuales en contacto. Ahora bien, pese a que se la experimenta como un padecimiento a causa de la represión. " La
que los biólogos estaban de acuerdo sobre los hechos, estalló una discusión satisfacción que nace del síntoma es de naturaleza curiosa ", escribe. 1 5
en cuanto a la significación que había que darles. En efecto, ese comporta­ " Gozar" significa obtener provecho, agrado, placer de algo. Pero una
miento, que coincidían en considerar como sexual, era aberrante desde el observación de E. Littré devela su ambigüedad: "Puesto que implica una
punto de vista de la reproducción de los lagartos y tampoco tenía una fun­ satisfacción, no se habla de gozar con respecto a las cosas malas. [ . . . ] Sin
ción desencadenante de la reproducción partenogenética en ninguna de las embargo, cuando la cosa mala en cuestión: desdicha, pena, sufrimiento,
dos hembras. De allí una disputa científica para determinar si los actos puede considerarse, por una osadía del escritor, como algo con que el al­
aberrantes no eran provocados por el cautiverio de los animales: ese com­ ma se satisface, entonces gozar está muy bien empleado" . De tal modo, se­
portamiento no se habría producido si hubiesen estado en libertad, decían gún Littré, se puede utilizar la expresión "gozar de su dolor" .
unos. Por desdicha, respondían los otros, esa actitud de las lagartas es im­ Esta riqueza semántica hizo que Lacan l a eligiera para designar los fe­
posible de observar en libertad, ¡porque se escapan! El problema, en conse­ nómenos descriptos por Freud como "más allá del principio de placer ",
cuencia, era insoluble, y no se resolvió. Pero lo que nos interesa aquí es que porque implican una destrucción de la homeostasis exigida por ese princi­
el espíritu científico se haya sentido desconcertado por un comportamiento pio: ni tanto ni tan poco. "Goce" designa entonces tanto el exceso de pla­
que él mismo calificaba de sexual, pero que no tenía vínculo alguno con la cer, la satisfacción demasiado intensa para el sujeto, como el sufrimiento
reproducción ni, por lo tanto, con el sexo en la perspectiva científica. que puede resultar de una excitación interna prolongada que trastorna el
¿Por qué llamarlo sexual, entonces ? Desde el punto de vista de la cien­ equilibrio requerido por el principio de placer. Freud daba diversos ejem­
cia, no hay ninguna razón para calificar así el hecho de que dos lagartas se plos de ello: 1 6 el juego del niño que evoca la separación dolorosa con res­
monten si no les sirve para reproducirse. En cambio, para los observadores pecto a su madre, la pesadilla de la neurosis traumática, la compulsión de
humanos esa actitud es un acoplamiento que evoca automáticamente el repetición del neurótico que le hace reproducir acontecimientos penosos,
campo de la sexualidad. Sugiere una satisfacción desconectada de la repro­ la resistencia terapéutica negativa, etc. Llamó "pulsión de muerte" la ten­
ducción, una satisfacción que no serviría aquí para nada desde la perspec­ dencia, más fuerte que el principio homeostático de placer, responsable de
tiva de la propagación de la especie, pero que estaría abierta a la dimensión esos fenómenos. Si toda pulsión apunta a la satisfacción, lo hace apoyada
que Freud llamaba de las "aberraciones sexuales" . 1 3 Un comportamiento por la pulsión de muerte: no hay Eros sin Thanatos. Lacan, luego de Me­
que evoca de ese modo lo humano en el animal suscita de inmediato, en- . lanie Klein, tomó en serio la pulsión de muerte y quiso precisar su metap­
tonces, una disputa científica. Esta vacilación del espíritu científico se ma­ sicología mediante la introducción del "campo del goce ". 1 7 El polimorfis-
nifiesta en el límite del discurso de la ciencia, donde aflora un real que le es
heterogéneo, el del campo del goce de los cuerpos, desconectado de las fi­
nalidades de la reproducción en el ser hablante. 1 9 70), París, Seuil, 1991, pág. 93 [traducción castellana: El Seminario de Jacques
Lacan. Libro 1 7. El reverso del psicoanálisis. 1 969-1970, Buenos Aires; Paidós,
1 992].
EL CAMPO DEL GOCE 15. S. Freud, Introduction a la psychanalyse, op. cit., pág. 344.
1 6. S. Freud, "Au-dela du príncipe de plaisir" ( 1 920), en Essais de psychanaly­
se, París, Payot, 1 9 8 1 , capítulos 2 y 3, pág. 49 [traducción castellana: "Más allá
Aclaremos qué entendemos por "campo del goce" . 1 4 "]ouir" ["gozar" ] del principio de placer" , en OC, vol. 1 8, 1979].
es uná vieja palabra de la lengua francesa, que se encuentra más en Racine 1 7. El seminario de La ética del psicoanálisis circunscribe ese campo como el
de "la cosa" (das Ding). Para Freud, la cosa se define a partir del primer partenaire
del sujeto, la madre o un sustituto materno, "el prójimo" (das Nebenmensch ). Ese
13. Título de la primera parte de los Trois essais sur la théorie sexuelle, op. primer otro es la "primera potencia" que lleva al sujeto su primera satisfacción y
cit., pág. 35. rn primer displacer. A partir de sus experiencias anteriores, el stjeto separa a ese
14. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVII. L'Envers de la psycha11aly11 ( 1 969- otro en dos partes. Unn incluye el conjunto de los atributos de la cosa, que él pue-
34 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 35

mo del goce, notorio en el carácter heteróclito de la lista fr eudi ana de psíquicos concebi dos con tanta rigidez como los criterios anatómicos ( l a
"Más allá del princi pio de placer", se debe a los desvíos de la pulsión que convicción de ser una mujer en un cue.rpo de hombre, por ejemplo). U n su­
" jueg a ardides" con la represión para alcanzar su meta: l a satisfacción. De j eto, reconocido a su pedido como perteneci ente a esa tercera clase -en l a
allí, a veces, su índole extravagante, extraña e irreconocibl e. Así, " el hom­ cual el género no corresponde al sexo anatómico-, tiene entonces funda­
bre de las ratas" , un neurótico obsesivo analizado por Freud, es presa de das razones para reclamar una operaci ón quirúrgica. El problema es que el
un " goce que él mismo ignora" al rel atar un fantasma a su analista. 1 8 De clínico que se apoya en esta teoría, calcada a fi n de cuentas sobre el mode-·
allí, t ambién, la variedad de mod alidades del goce sexual de un suj eto al lo biológico, se ve inducido a adherir al delirio del sujeto hasta en sus
otro, y la " perversión pol imorfa" del niño, cuyos modos de gozar no se re­ eventuales consecuenci as mutiladoras. Por eso es importante deli mitar con
ducen a l a genitali dad. Las primeras sensaciones genitales del niño son rigor l os modos de intervención sobre la sexualidad de un sujeto h abl ante.
trastornadoras, a punto t al que no puede identificarlas ni localizarlas. El La sexualidad humana no compete únicamente a la biología; la rel ación
órgano genital, que escapa a todo control, puede i ncl uso parecerle fuera del sujeto con el lenguaje la subvierte.
del cuerpo. Se convoca entonces al lenguaj e a interpretar esas primeras ex­ Esa relación implica ya un corte entre el animal, al margen del lengua­
perienci as: de ello resultan esas curiosas elaboracio nes de saber,° l as "teo­ je, y el ser humano, al que Lacan rebauti zó " habl anteser", lo que significa
rías sexuales i nfantil es" . 1 9 " ser hablante" que sólo tiene ser por la pal abra, y cuyo organismo no se
Stoller20 nos transmitió las valiosas observaciones de un psiquiatra clí­ convierte en cuerpo sino por efecto del lenguaj e. Este corte acompaña el
nico sobre el transexualismo. Pero su teoría del género sigue dependiendo, que divide los dos reales del sexo que tratamos de distinguir, el real cientí­
de manera velada, de una concepción bi ológica del sexo. Actitud paradóji­ fico y el real del campo del goce, al cual da acceso el discurso analítico.
ca, porque en l os sujetos transexuales de quienes se ocupa, se trata de fe­
nómenos que incumben al campo del goce y no están subordinados a la re­
producción. Pensar el sexo como subordinado a l a reproducción es creer EL REAL BIOLÓGICO
que existe una rel aci ón sexual " natural" entre dos cl ases, los machos y las
hembras, reconocibles en sus atributos. La noci ón de género sirve entonces El real científico, aquí bi ológico, es el que la cienci a elabora desde Dar­
para fundar una tercera cl ase, cuya identi dad se defi ne mediante atributos win y Weismann, que fueron referenci as de Freud. Fran�ois Jacob nos in­
dica el real en juego en este caso: 21 "Para l a biología moderna, todo ser vi­
viente se forma graci as a la ejecuci ón de un programa inscripto en sus
cromosomas".
de reconocer e identificar. La otra es lo imposible de identificar: la cosa. A conti­
nuación, Lacan reemplaza el concepto de la cosa por el del "Otro del goce" (cf. i11-
Cada niño concebido por una pareja determinada es el resultado de
fra, capítulo v, pág. 1 55 sq. ) . Intenta elaborar una topología ( " el espacio del go­ una " l otería genética". Mediante i nnumerables c9mbinaciones a partir de
ce" ) y una lógica del goce. Cuando, al referirse a la sustancia en Aristóteles, habla un número finito de genes, el azar produce l a diversi dad genética de los se­
de "sustancia gozante", quiere insistir en el valor real de ese campo del goce. Cf. J. res vivos: " Si hay que ser dos para reproducirse, es para hacer otro". 22 No
Lacan, Le Séminaire. Livre VI/. L'éthique de la psycha11alyse ( 1 9 5 9-1960), París, conocemos ni el algoritmo ni la lógica i nterna de ese programa, pero l os
Seuil, 1 9 8 6 [traducción castellana: El Seminario de Jacques Lacan. Libro 7. La éti­ científicos postulan que en él se incluyen l a información genética de un or­
ca del psicoanálisis. 1 959-1 960, Buenos Aires, Paidós, 198 8); S. Freud, "Esquisse ganismo viviente, la inscripción de los planes de su futuro desarrollo, etc.
d'une psychologie scientifique" ( 1 895), en La Naissance de la psychanalyse, París,
PUF, 1 979, capítulo 1 7, "Mémoire et jugement", págs. 347-349 [traducción caste­
llana: Proyecto de psicología, en OC, vol. 1, 1982); J.-A. Miller, L'Orientation la­
caniemze ( 1 9 8 1-1 997), inédito. 2 1 . F. Jacob, Le Jeu des possibles, París, Fayard, 1 9 8 1 , col. " Biblio essai s",
1 8 . S. Freud, "Remarques sur un cas de névrose obsessionnelle (l'homme aux pág. 22 [traducción castellana: El juego de lo posible, Barcelona, Grijalbo Monda­
rats ) " ( 1 9 09), en Cinq psychanalyses, op. cit. , pág. 207 [traducción castellana: A dori, 1 997). Cf. también, del mismo autor, La Logique du vivant, une histoire de
propósito de un caso de neurosis obsesiva, en OC, vol. 1 0, 19 80). /'hérédité, París, Gallimard, 1 970 [traducción castellana: La lógica de lo viviente:
19. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles" ( 1 908), en La Vie sexuelle, op. una historia de la herencia, Barcelona, Tusquets, 1999], y La Souris, la mouche et
cit. [traducción castellana: "Sobre las teorías sexuales infantiles", en O C, vol. 9, l'homme, París, Odile Jacob, 19 97 [traducción castellana: El ratón, la mosca y el
1979). hom bre, Barcelona, Crítica, 1 998).
20. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit. 22. F. Jacob, J,, ]1!11 des pouibles, op. cit., pág. 23.
36 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 37
La teoría de la evolución implica la restricción de la reproducción sexua­ LO REAL COMO IMPOSIBLE
da, _que hace funcionar esta "lotería" por las distintas combinaciones de
genes posibles. De tal modo, la ciencia puede escribir una "relación se­ El real implicado por el discurso analítico tiene por marco el dispositi­
xual" definida por esa combinación de las células sexuales masculinas y fe­ vo analítico inventado por Freud, que es un dispositivo de habla. El len­
meninas y la combinatoria de los genes que la acompaña. Sabemos que re­ guaje, por lo tanto, es el primer marco del método psicoanalítico, que im­
cientemente se produjeron avances muy importantes en el conocimiento de plica la asociación libre, esto es, el hecho de decir " todo" lo que se nos
esos genes, y en particular de los sexuales, como el descubrimiento en ocurre. El dispositivo analítico requiere también la interpretación del ana­
1994 del gen de la femineidad DSS, responsable, entre otras cosas, de cier­ lista. Los sujetos en análisis, los analizantes, tienen la impresión de que
tas anomalías sexuales. El real biológico así delimitado se ajusta a la expe­ son ellos quÍ"enes hacen toda la cura. Pero el analista, sin embargo, es ope­
riencia, que, como lo recuerda F. Jacob, no está ligada a la idea de la ver­ rador, actor, agente. Es el que menos habla, pero debe saber intervenir en
dad -no existe verdad absoluta, total, ni siquiera en la ciencia- sino a la el momento preciso y callarse en otros. Su deseo, en consecuencia, es cru­
teoría que permite construir esa experiencia. 23 cial en el asunto y forma parte del dispositivo analítico. Así, el real en
No obstante, esta escritura refinada de las combinaciones genéticas de cuestión, su producción, su deducción, están intrínsecamente ligados a lo
la biología moderna induce siempre a efectuar clasificaciones de especies, que Lacan llamó el deseo del psicoanalista.2 6 Ese real, pues, no incumbe al
por ejemplo la existente entre hombres y mujeres. Esta clasificación obede­ campo de la ciencia, cuyo real, por su parte, no depende del deseo del ex­
ce a una lógica del atributo: los hombres son quienes tienen el pene, las perimentador.
mujeres son quienes no lo tienen; por un lado, aquellos que tienen el rasgo Decir que el real implicado por el discurso psicoanalítico no es el real
positivo, por el otro, aquellas que tienen el rasgo negativo. Desde luego, de la ciencia no quiere decir que no sea definible. Lacan, por otra parte,
gracias a los progresos biológicos y genéticos estos criterios anatómicos se definió lo real como imposible tanto para la ciencia como para el psicoa­
pormenorizaron, y esto lleva a delimitar dos clases más precisas, pero con nálisis. Empero, como ya lo aclaramos, la imposibilidad en cuestión no es
una zona de incertidumbre entre ambas . Esta zona concierne a las. perso­ la misma. En el caso de la ciencia, se trata del límite que la experiencia y la
nas con un sexo ambiguo. La biología no logra eliminarla por completo, práctica científica pueden oponer a la escritura de leyes universales. Para el
aunque sus progresos la reducen día a día. Esta lógica de la clasificación psicoanálisis, se trata ante todo de la inexistencia de una ley universal que
sigue siendo la de Aristóteles, quien construye un ensamblaje de géneros y aparee al hombre y la mujer: no hay escritura de la relación sexual. Esta
especies que contienen individuos: "Por ejemplo, el hombre individual en­ imposibilidad tiene consecuencias sobre el goce de ambos. Antes de abor­
tra en una especie, que es el hombre, y el género de esta especie es el ani­ dar este punto, examinemos dos referencias de la definición lacaniana de
mal" . 24 Establece así un árbol de géneros y especies. Dos géneros. son dife­ lo real como imposible: la lógica y la relación primordial del niño con el
rentes y no subordi,iados entre sí si es posible distinguirlos por una pecho.
"diferencia específica " . Por ejemplo, "animal bípedo y terrestre" se opone La lógica moderna implica la escritura de fór.mulas que se encadenan.
a "animal alado y acuático" , dentro del género "animal" . 25 Veremos que Esta escritura choca con im passes que, si se intenta reducirlas, circunscri­
si bien esta lógica de la clase y el atributo conviene a la identificación apo­ ben finalmente un imposible. Este imposible es para Lacan el paradigma
yada sobre rasgos diferenciales, no es suficiente para explicar la sexuación de un real captado a partir de una demostración. La lógica demuestra ser
de un sujeto. así, más que cualquier otra, "ciencia de lo real":27 para Lacan, el teorema

26. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XI. Les quatre concepts fondamentaux de
23. !bid. , pág. 1 1 3. " ¡Como si en el diálogo entre la teoría y la experiencia, los la psychanalyse (1964 ), París, Seuil, 1973, pág. 14 [traducción castellana: El Semi­
hechos tuvieran la palabra primero! Una creencia semejante es simplemente falsa., nario de Jacques Lacan. Libro 1 1 . Los cuatro conceptos fundamentales del psicoa­
En la marcha científica, quien tiene la primera palabra es siempre la teoría. " nálisis. 1 964, Buenos Aires, Paidós, 1986]. Cf. también S. Cottet, Freud et le désir
24. Aristóteles, Organon, Catégories, 5: "La substance", traducción de Tricot, du psychana lyste, París, Navarin, 1982 [traducción castellana: Freud y el deseo del
París, Vrin, 1969, pág. 7 [traducción castellana: Categorías, en Tratados de lógica psicoanalista, Buenos Aires, Manantial, 1984 J .
(Organ on), vol. 1, Madrid, Gredos, 1982J. 27. J. Lacan, Le S6mi11aire. Livre XXI. Les non-dupes errent (1 973-1974), iné­
25. !bid., Catégories, 3, 4, pág. 5. .
dito, clase del 1 2 de febrero de 1974.
-
38 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 39

de incompletitud de Godel, al que a veces ahide,2 8 es el ejemplo princeps significantes,3 2 encerrado por su red articulada, concentrado e n algunas
de este abordaje lógico de lo real. palabras o locuciones de la lengua, que a veces fueron incluso inventadas
¿ Cómo puede la práctica del psicoanálisis, basada en la asociación li­ por el sujeto niño, cuando empezaba a hablar. De hecho, en el inconscien­
bre, esto es, en el hecho de decir todo lo que viene a la mente, llevar a un te se inscribe muy poco del goce. Lo que encontramos en él es, sobre todo,
real definido de manera tan exigente? No puede sino tratarse de una ana­ la castración como marca de la pérdida de goce, cicatriz de la interdicción
logía, pues la palabra no es una escritura lógica. La idea es que en un aná­ del goce registrado por el sujeto con la forma de ley. El inconsciente, por
lisis se produce cierta decantación de la palabra, que podemos esquemati­ lo tanto, está constituido por esos significantes, huellas del goce, pero en
zar mediante una construcción de tres niveles. En el primero están el cuanto éste fue precozmente negado, expulsado, prohibido, reprimido.33 A
dispositivo analítico y la asociación libre resultante de él. En el segundo, la partir de esos tenues indicios, el sujeto hace una reconstrucción de su his­
producción por parte del analizante de un " decir verdadero" , de un saber toria infantil. Pero el goce o, mejor, lo que le queda de goce tras su inter­
salido del inconsciente. Ese saber, que el analizante supone ya existente, en dicción por la castración, se mantiene en ella circunscripto precisamente
realidad se inventa sobre la marcha en el análisis, gracias al encuentro de por huellas significantes y por ende localizado, pero no está representado
su deseo y el deseo del analista. El goce del sujeto polariza ese " decir ver­ en el inconsciente. Eso es lo que llevaba a Freud a hablar de "construccio­
dadero", lo imanta hacia determinados puntos. En efecto, el criterio de la nes en el análisis" ,.3 4 porque no todo se rememora.
verdad es para un sujeto lo que lo hace gozar.2 9 ¡Nos encontramos aquí Esta estructura se verifica al pie de la letra en algunos casos de histeria.
muy lejos de las ideas platónicas! El ejemplo más sorprendente es la creen­ Así, una joven, Valérie, no dejaba de vivir rupturas amorosas. Se quejaba
cia infantil de que todas las mujeres tienen un pene. Esa creencia se apoya, de esta repetición dolorosa que veía como su síntoma esencial. En efecto,
en efecto, sobre el goce masturbatorio que el niño obtiene de su propio ór­ era incapaz de construir nada con un hombre. El análisis mostró que pade-
gano considerado como fálico: pene o clítoris. Dejar de estimar verdadero
este "todos los seres vivientes tienen pene" pondría en peligro su goce, a
causa de la castración que a la sazón amenazaría su órgano. De manera 32. Estos " significantes" son fonemas, palabras e incluso fragmentos de pala­
más general, como Freud lo puso de manifiesto, 3 ° las teorías sexuales in­ bras o frases, los Wahrnehmungszeichen (signos de percepción) de la "Carta 52"
fantiles son teorías del goce del sujeto, consideradas por ello como verda­ de Freud a Fliess ( 1 ), comentada por Lacan en L'Éthique . . . , op. cit. Son los ele­
deras. Son el basamento sobre el cual se elaboran los fantasmas. Por lo mentos discretos de la lengua, portadores de la significación y que, yuxtapuestos,
tanto, en el segundo nivel, el decir verdadero producido por el analizante forman "la cadena significante". Lacan utiliza los términos "significante" y "signi­
se imanta alrededor de ciertos puntos que localizan su goce, en los cuales ficado" en referencia a F. de Saussure (2). Pero los convierte en disimétricos al
plantear "la incidencia del significante sobre el significado" (3). Por otra parte, su­
el saber y éste se anudan desde la infancia y determinan fantasmas y sínto­
prime el recorte vertical saussuriano de uno y otro, para hacerlos relativamente in­
mas que llevan al individuo al análisis. dependientes. Los puntos de la cadena significante en que significante y significado
En el tercer nivel situamos lo real. ¿ Cómo pasar de ese " decir verdade­ están anudados se llaman entonces "puntos de almohadillado" (4 ).
ro" ligado a la palabra y que no cesa de decirse, a un real concebido como ( 1 ) S. Freud, La Naissance de la psychanalyse, op. cit., pág. 153 sq. [traducción
la "escritura" de un imposible? La apuesta del fin del análisis reside en esa castellana: " Carta 52", Fragmentos de la correspondencia con Fliess, en O C, vol.
"reducción a lo imposible", para hablar como Zenón de Elea, que sería el 1 , 1982]; (2) F. de Saussure, Cours de linguistique générale, París, Payot, 1 9 72
inventor de este tipo de prueba lógica. 3 1 El goce está enganchado a ciertos !traducción castellana: Curso de lingüística general, Buenos Aires, Losada, 1 9 78];
(3) cf. J. Lacan, "L'instance de la lettre dans l'inconscient ou la raison depuis
Freud" (1957), en Écrits, op. cit. , pág. 5 1 5 (traducción castellana: "La instancia de
28. J. Lacan, "Radiophonie", en Scilicet nº 2/3, París, Seuil, 1 970, págs. 79-80 In letra en el inconsciente o la razón desde Freud", en Escritos 1 , 1 0" edición, Mé­
[traducción castellana: "Radiofonía", en Psicoanálisis: radiofonía y televisión.., Bar­ ,dco, Siglo XXI, 1 9 84]; (4) cf. Le Séminaire. Livre III. Les psychoses ( 1 955-1956),
celona, Anagrama, 1 980]. l'nrís, Seuil, 1981, pág. 293 [traducción castellana: El Seminario de Jacques Lacan.
29. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xvn. . . , op. cit., "Vérité sceur de jouissan­ I.ibro 3. Las psicosis. 1 955-1 956, Buenos Aires, Paidós, 1 984].
ce", pág. 61, y J.-A. Miller, "Le vrai, le faux et le reste", en La Cause freudiemie, 33. Cf. S. Freud, "Die Verneinung" (1925), " La négation", en Résultats, idées,
revue de psychanalyse nº 28, París, Publications de L'ECF-ACF/Seuil, 1 994. 11roblames, 1 1 ( 1 921-1 9 3 8 ) , París, PUF, 1 985, pág. 1 3 5 [traducción castellana: " La
30. Cf. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. ci.t., capítulo 2, pág. 1 9. 1w�11ción", en OC, vol. 1 9, 1 979].
3 1 . R. Blanché, La Logique et son histoire, d'Aristote a Russe/1, París, Armand �4. S. Freud, "Constructions dans l'analyse" ( 1937), en RésulXJts . . . , op. cit., pág.
Colín, 1970, pág. 1 8. 1, • 1 1 traducción castellano: "Construcciones en el análisis", en OC, vol. 23, 1980].
1
40 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL E L SEXO PARA L A CIENCIA Y PARA E L PSICOANÁLISIS 41

cía una amnesia infantil selectiva. Su padre se marchaba regularmente de yen el "proceso secundario " , también subordinado a l principio d e placer.
viaje y la dej aba sola con su madre. Ahora bien, ella recordaba muy b ien En el Proyecto de psicología, 36 Freud describe muy bien los tanteos y mo­
los intervalos de ausencia y los regresos del padre, pero en absoluto esos vimientos de cabeza del bebé, que conserva en la memoria el pecho visto
momentos de "ruptura " que eran sus partidas. Estaban en blanco en su in­ de frente, y al que se presenta el pecho visto de costado. La criatura procu­
consciente, hasta el día en que una serie de sueños permitió reconstruir ra colocarse de manera tal que pueda hacer coincidir la percepción y la re­
que durante esas ausencias ella se acostaba en la cama de la madre. Así, la presentación mnemónica: ¡ trabajo de titanes!
ruptura tan temida tenía la significación de un goce incestuoso con la ma­ Hay por lo tanto dos imposibles, dos encuentros del sujeto con lo real.
dre. El interdicto de ese goce se traducía por la borradura del recuerdo, un El primero es el fracaso del proceso primario que tropieza con el escollo de
blanco en la cadena significante. Pero el goce se conmemoraba en cada la necesidad. El segundo es el hallazgo imposible en la realidad del objeto
ruptura con un amante: " ¡ Desde el momento en que tengo una relación pecho perdido, a partir de su matriz fantasmática. Ese real concierne al
-decía Valerie-, espero la ruptura! Tengo la impresión de que es lo único proceso secundario, pero en cuanto se articula con el proceso primario. 3 7
que importa " . Ese momento, en sí mismo no sexual, tenía sin embargo un Es interesante señalar que si Lacan se inspira en la lógica moderna pa­
valor de goce. Había tomado el lugar de un "plus de gozar ", 35 es decir, un ra abordar lo real como imposible, lo hace para mantenerse muy cerca de
valor de goce superior al del acto sexual, en la relación con sus parejas. Es Freud: " El proceso primario no encuentra de real nada más que lo imposi­
un ejemplo de lo que Lacan llama objeto a. ble, lo cual, en la perspectiva freudiana, sigue siendo la mejor definición
Así, el "decir verdadero" deja en blanco en el inconsciente algo imposi­ que pueda darse de él" . 38 El concepto de real echa sus raíces en la clínica
ble de imaginar, nombrar o representar, que Lacan conceptualizó como freudiana desde los comienzos del psicoanálisis.
objeto a. Al fin del análisis, el sujeto no tiene más que deshacerse de él, Precisemos ahora la manera en que el discurso analítico circunscribe el
tras haberlo recorrido una y otra vez en detalle, de huella en huella, y ex­ real del sexo. La formulación de Lacan en la década de 1 9 70 es radical,
perimenta do la fuerza de ese resto como "empuje-al-gozar" en la repeti­ como lo hemos visto. Para el ser hablante, la relación sexual que la biolo-·
ción que atormenta su vida. En el campo del psicoanálisis, lo real definido gía inscribe en el animal -o en el hombre concebido como animal- no
como imposible implica siempre el goce del sujeto. existe. Esto no significa, por supuesto, que entre los humanos no exista el
Éste nos lleva a una segunda referencia de Lacan para lo real como im­ acoplamiento, sino que éste no les basta para reconocerse mutuamente ni
posible: el proceso primario freudiano. Cuando el recién nacido empieza a para definirse como sexuados. La relación con el lenguaje subvierte la na­
despertarse, vemos que hace movimientos de succión. Logra así volver a turaleza y el instinto animal programados. Puede suceder que uno piense
dormirse, a veces con una apariencia de beatitud, sin que se le haya dado en convertirse en hombre o mujer a través del acto sexual, pero esto es pu­
nada de comer. Freud reconoce una alucinación del pecho materno que ramente imaginario: no demuestra nada al sujeto con respecto a su ser se­
produce una satisfacción y permite una prórroga del sueño. Al cabo de un xuado. El acto sexual no permite la subjetivación del sexo, cosa que la
momento, el recién nacido, no obstante, va a llorar y reclamar el "verda­ neurosis pone de manifiesto.
dero" pecho. La alucinación de éste ya no basta para satisfacerlo, el "pro­
ceso primario" que genera esa alucinación no logra mantener la homeosta­
sis del principio de placer. El sujeto se topa allí con un primer real, algo 36. S. Freud, " Esquisse d'une psychologie scientifique", en La Naissance . . . , op.
imposible de evitar, el hambre que termina por despertarlo. cit. , ( 1 5 ) " Les processus primaire et secondaire en 'I'", pág. 344, y ( 1 6) "La pensée
cognitive et reproductrice ", pág. 346: "Supongamos, por ejemplo, tomando el caso
Pero entonces entra en juego un segundo real: el pecho buscado y even­
del bebé, que la imagen mnemónica deseada sea la del pecho materno y sus pezones
tualmente encontrado en la realidad, el de la madre, la nodriza o la tetina vistos de frente. Supongamos además que esa criatura comienza a percibir el mismo
del biberón, no es igual al pecho cuya imagen, alucinada por el proceso objeto, pero de costado, sin el pezón. Conserva en su memoria el recuerdo de una
primario a partir del objeto pecho ya perdido, dej ó huellas inscriptas en el 1 xperiencia vivida fortuitamente mientras mamaba, la de un movimiento de cabeza
inconsciente. Esos intentos de recuperar el objeto en la realidad constitu- pal'ticular que transformó el aspecto de frente en aspecto de costado. La imagen de
1:1Jstado que mira ahora lo incita a mover la cabeza porque, por experiencia, ha
11prendido que debe hacer el movimiento inverso para obtener una vista de frente ".
35. J. Lacan, " Radiophonie", op. cit., págs. 67 y 99. Para el concepto de "plus 37. Cf. también "La négation", op. cit., pág. 1 3 8 .
de gozar", cf. G. Miller, Les Pousse-au-jouir du maréchal Pétain, París, Seuil, 38. J. Lacan, "De nos antécédents" ( 1 966), e n Écrits, op. cit., pág. 6 8 (traduc­
1975, col. "Connexions du Champ freudien". dón castellana: "De nuestros antecedentes", en Escritos 1 ] .
43
42 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS

Ése es el símbolo que asedia la sexualid ad del neurótic o y reina en su in­


40
UN MITO DE LA DETUMESCENCIA Y
DEL NACIMIENTO DEL LENGUAJE conscien te. Donde es la conmemoración de la pérdida de goce que Freud,
como ya vimos, sitúa al comienz o de la vida, con los procesos primario y
Lacan tuvo la oportunidad de meditar sobre los orígenes míticos del la­ secundario.
zo entre la aparición del lenguaje y la sexualidad.39 ¿Fue la aparición del
lenguaje la que proscribió la relación sexual? ¿Fue el hecho de que la rela­
ción sexual no pudiera escribirse lo que hizo hablar al hombre? Lacan sos­ LA CAUSA Y LA MÁSCARA
tiene que "la detumescencia en el varón engendró esa apelación de un tipo
especial que es el lenguaje articulado, gracias a lo cual se introdujo en sus Resumamos lo precedente enunciando la equivalencia entre la inexis­
dimensiones la necesidad de hablar " . Imaginamos así la decepción causa­ tencia, la imposibilidad de la relación sexual, por una parte, y la existencia
da por la detumescencia -¿en quién primero, el hombre o la mujer?-, que del falo, por la otra, en el inconsciente. De ello resulta que, entre los goces,
no provoca el grito bestial del aplacamiento de la satisfacción sino el lla­ el sexual sólo se representa como fálico y, por lo tanto, ligado a la castra­
mado, la aspiración articulada a otro goce, menos breve, sostenido por la ción. Por eso, puede llamarse al falo " la causa y la máscara " 41 de la no re­
palabra que, por su parte, puede durar, apoyada en una conversación infi­ lación sexual.
nita entre los sexos; ¿por qué no? ¿ No era eso lo que el cine norteamerica­ Es su causa, en el sentido antes mencionado. Si no fuera el único signi­
no de antes de la guerra, que prefería los semblantes hollywoodenses a los ficante que localiza el goce, si hubiera dos, la relación sexual podría escri­
mitos de los orígenes, ponía en escena en sus comedias de costumbres? En birse, formalizarse de una vez por todas: entre el falo y el agujero, por
The Awful Truth [La pícara puritanar (1 937), de Leo McCarey, vemos ejemplo -agujero y no vagina, porque lo que nos interesa aquí no es el ór­
que en el ánimo de Cary Grant surge y se instala un malentendido con res­ gano sino el símbolo-. De tal modo, las representaciones imaginarias de la
pecto a su bonita esposa. ¿ Es ella fiel o infiel? ¿Y él, ya que estamos? De relación sexual se basan en una polaridad, una dualidad imaginaria: el hilo
hecho, tienen que divorciarse para intentar aclarar el malentendido surgi­ y la aguja, el varón y la niña, el pene y la vagina, el más y el menos, el yin
do entre ellos y poder, por fin, hablar. Pero la verdad se sustrae a ambos. y el yang, etc. Esas dualidades hacen creer en la relación sexual, alimentan
¡Al final, se impone la conclusión de que hay que ser diferentes para ser su ficción. Pero estos pares imaginarios no hacen más que encubrir, velán­
los mismos! Pero The Awful Truth (La horrible verdad) bien podría ser dola, la imposibilidad de un " do s " representable como relación en el in­
que, al margen de esta conversación, de esta disputa amorosa infinita, no consciente. No olvidemos lo que nos enseña el mito precedente: el goce se­
cabe esperar relación sexual alguna. xual se simboliza como fálico por los dos lados. Debido a ello, el falo es el
Más simplemente, el mito de la detumescencia que crea el significante obstáculo a la relación sexual. La clínica nos lo muestra, sobre todo por el
nos introduce en la significación del falo, que nace donde el órgano está lado de los hombres: en lugar de gozar de una mujer, el hombre goza del
más distante de la imagen fálica erigida. El pene no es el falo. La imagen si�ificante fáli�o. 42 En lugar de ser un medio, un instrumento de comuni­
fálica con que nos topamos más habitualmente representa un pene corta­ cación entre los sexos, se convierte en el obstáculo a su encuentro: cada
do en la base y con una erección eterna; lo inverso de la detumescencia, uno, aunque según modalidades distintas, goza del falo y no del otro.
por lo tanto. Y sólo el significante puede suscitar la idea de la eternidad, El falo como máscara nos remite a dos referencias. Una, clínica, está se­
contrariamente al órgano o al ser viviente amenazados por la desapari­ ñalada en la historia del psicoanálisis por el artículo " La femineidad como
ción. Pero el corte en la imagen fálica muestra que el falo está íntimamen­
te asociado a lo que parecía, sin embargo, destinado a conjurar: el peligro
de la castración. Más aún, es su símbolo y se convierte en su significante.
40. Esto no vale para los sujetos calificados de psicóticos, en quienes la signifi­
cación fálica no funciona . Cf. infra, capítulo 11, pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota
73; también capítulo IV, pág. 105 sq.
39. J. Lacan, Le Savoir du psychanalyste ( 1 9 71-1972), inédito, clase del 3 de 4 1 . J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXI . . . , op. cit., clase del 12 de febrero de
marzo de 1972, o Le Séminaire. Livre XIX • . • ou pire (1971-1972), clase del 19 de 1 974.
enero de 1972, o "L'Étourdit", op. cit., pág. 1 1 . 42. J. Lacan1 Le Séminaire. Livre XX. Encare ( 1 9 72-1973 ), París, Seuil, 1975,
'' Cuando se mencionan filmes, ponemos entre corchetes el título con que s e pág. 1 3 [traducción castellana: El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Aun.
los conoció en la Argentina (n. del t.). 1 972-1 973, Buenos Aires, Paidós, 1 9 8 9].
44 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL EL SEXO PARA LA CIENCIA Y PARA EL PSICOANÁLISIS 45

máscara" de Joan Riviere ( 1 92 9 ) . 43 Se trata de una mujer que tiene éxito que Lacan a veces escribe "pareser" 48 para mostrar el parentesco del ser y
en todos los aspectos de su vida personal y profesional, pero que, cada vez el parecer. El falo cumple en el imaginario el mismo papel de máscara que
que concreta una tarea pública brillante, experimenta la necesidad de ha­ la cópula que se hace tomar por el " ser" en la frase: hace "pareser" que
cer que un hombre de edad la confirme en su femineidad. El análisis nrnes­ hay una relación sexual entre hombre y mujer representados por sus atri­
tra que esta j oven mujer cree tener el falo. La mascarada consiste aquí en butos, y enmascara la ausencia, la inexistencia, lo imposible de esa rela­
hacer creer al otro que uno no tiene, porque cree tener, cuando en realidad ción sexual .
no tiene. ¿La femineidad se reduce a esa mascara da ? No, sin duda. Pero lo E n los d o s campos que hemos opuesto, e l d e l a ciencia y e l d e l psicoa­
i nteresante es l a idea del lazo -que proviene del lenguaje- entre ser ( una nálisis, distinguimos dos reales. Por un lado, la biología se sostiene por la
mujer) y no tener (el falo) . En 1 95 8 , Lacan desarrolló esta dialéctica entre escritura de una relación sexual entre células reproductivas; por el otro, el
el ser y el tener en tres textos. 44 En ellos hizo un aporte esencial a la teoría psicoanálisis parte de la no relación sexual que centra la relación del sujeto
freudiana de la sexualidad femenina, al introducir, junto a l Penisneid o con el sexo. ¿ Qué son entonces en el discurso analítico la reproducción, la
nostalgia de no tener el pene, la cuestión de ser el falo como una modali­ muerte, la sexuación?
dad de la femineidad. 45 Donde Freud se limitaba a la cuestión del tener,
Lacan postuló la del ser como ligada al falo.
Por otra parte, la teoría lacaniana del falo implica una crítica de la ló­
gica aristotélica, basada en la gramática de la frase: sujeto -cópula- atribu­
to. En esta lógica ,4 6 "ser" no es más que una cópula, una unión entre el
sujeto y el atributo, y no señala existencia alguna. Ahora bien, puesto que
somos esto o aquello, creemos ser, pero ésta no es más que una il usión de­
bida a la estructura gramatical de la frase. Por ejemplo, por el hecho de
decir "soy una muj er" o "soy un hombre" , uno se cree sexuado, pero esos
atributos sólo fundan identificaciones imaginarias bajo las cuales el sujeto
oculta un vacío fundamental. Fina lmente, el sujeto sucumbe ante esos atri­
butos, esas identificaciones que son del orden del semblante, del parecer,4 7

43. J. Riviere, Féminité mascarad e. Études psychanalytiques réunies par M.-C.


Hamon, París, Seuil, 1�94, pág. 1 97 [traducción castellana: La femineidad como
máscara, Barcelona, Tusquets, 1 979].
44. J. Lacan, Écrits, op . cit.: "La signification du phallus" ( 1 95 8 ) , pág. 685
[traducción castellana: "La significación del falo", en Escritos 2], "Propos direc­
tifs pour un Congres sur la sexualité féminine" ( 1 9 5 8 ) , pág. 725 [traducción cas­
tellana: "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina " , en Es­
critos 2], y "La direction de la cure et les príncipes de son pouvoir" ( 1 95 8 ) , pág.
5 8 5 [traducción castellana: "La dirección de la cura y los principios de su poder" ,
e n Escritos 2 ] .
4 5 . Antes d e l a introducción, e n l a década d e 1 970, del "no�todo" como esen­
cial para la sexualidad femenina; cf infra, capítulo v, pág. 146 sq.
46. Cf. C. W. A. Whitaker, Aristotle's De Interpretatione: Contradiction and
Dialectic, Oxford, Oxford University Press, 1996. Referencía comunicada por
nuestra colega Darían Leader.
47. J. Lacan, Écrits, op. cit.: "La signification du phallus", pág. 692, y " R�­ 1•1 111formc de Daniel Lagache: «Psicoanálisis y estructura de la personalidad» ",
marque sur le rapport de Daniel Lagache: «Psychanalyse et structure de la per­ 1 11 B,critos 2 ] .
sonnalité » " ( 1 95 8 ) , págs. 652 y 666 [traducción castellana: "O bservación so bre 4 8 . J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 4 8 .
II

LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE:
EL SUJETO ENTRE MEDICINA Y PSICOANÁLISIS

La reproducción está en el principio de la definición científica del sexo, y


se vincula al concepto de la vida en biología. Si parece intervenir mucho en
el psicoanálisis, lo hace con un gran desfasaje. En su libro Masculin/Fémi­
nin, 1 Franc;oise Héritier señala que la filiación siempre se distinguió del en­
gendramiento, aunque siga "ligada a la idea de la reproducción bisexuada".
Pero, observa, "la idea de la cosa prevalece sobre la realidad" .2 También
comprueba que todas las sociedades humanas conocidas "consagran la pri­
macía de lo social -de la convención j urídica que funda lo social- sobre lo
biológico puro. La filiación, por lo tanto, nunca es un simple derivado del
engendramiento" . 3 Esta observación coincide con la clínica psicoanalítica: el
real biológico de la reproducción o la diferencia anatómica es un dato con el
que el sujeto tiene que vérselas y contra el cual tropieza, llegado el caso. Así
se introduce la dimensión de un deseo que puede· chocar con el real biológi­
co, pero también con otro, de orden psíquico, el del síntoma o el fantasma.

EL HIJO COMO OBJETO a

Si la reproducción interviene en el psicoanálisis, lo hace ante todo por


el deseo femenino de hijo, el que no creemos que sea posible reducirse, co-

l. F. Héritier, Masculin/Féminin. La pensée de la différence, París, Odile Jacob,


1996 [traducción castellana: Masculi110/femeni110: el pensamiento de la diferencia,
Barcelona, Ariel, 1 9 96].
2. Ibid., pág. 280.
3. Ibid., pég. 285.
48 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 49

mo lo postula F. Héritier, a un "deseo eminentemente social de realiza­ Es de la sangre de Héctor, pero su resto;
ción, proyectado a través de una descendencia que guardará la memoria de Y por ese resto, yo misma, por fin, en un día
los muertos y les rendirá el culto necesario" .4 Si bien no hay que desdeñar Sacrifiqué mi sangre, mi odio y mi amor.
el peso de una instancia social superyoica, ésta sería letra muerta sin el de­
seo femenino de tener un hijo o el deseo de los hombres de tener un des­ Apuesta de la obra, en el entrecruzamiento de esos amores, odios y ce­
cendiente a quien transmitir su apellido y su sucesión. Ahora bien, la teo­ los, el lugar de Astianacte como objeto a es puesto en evidencia por Ores­
ría psicoanalítica interpretó esos deseos como fálicos y los incorporó a los tes, que muestra su valor precioso comparándolo con el objeto, amado e
complejos de Edipo y de castración, para explicar su génesis. Volvemos a inaccesible, que es para él Hermíone:
encontrar, entonces, la particularidad del campo del psicoanálisis que su­
bordinó esos deseos al falo. Otros elementos, como el fantasma y el obje­ ¡Dichoso, si pudiera, en el ardor que me apremia,
to, son de todas maneras cruciales en ellos y fueron ela borados por los En lugar de Astianacte, arrebatarle a mi princesa!
posfreudianos (Karl Abraham, Melanie Klein) y por Lacan (objeto a ) .
El hijo e s u n objeto a como objeto de goce para l a madre. 5 Pero e s tam­ Astianacte es a la vez el resto de la sangre de un padre ilustre y el equi­
bién objeto a como apuesta de una raza, de un linaje, lo que valdría más valente del objeto idealizado del amor: equivalencia que signa su valor
bien, entonces, para la paternidad y el deseo de una descendencia en el inestimable.
hombre. En Fedra, ese mismo lugar de objeto a es ocupado por Aricia, "resto de
Así, en varias tragedias de Racine el último descendiente de un linaje una sangre fatal conjurada contra nosotros" , 9 última descendiente de un
diezmado -en otras palabras, su resto - es el objeto de las pasiones de los linaje derrotado, amada por Hipólito y objeto de la furia celosa de Fedra,
otros. Gobierna todo, pero desde un lugar pasivo de objeto que causa el que también ama a este joven, hijo de su esposo.
deseo de todos. En Bayaceto, Roxana y Atalida se disputan a Bayaceto, también él últi­
Andrómaca presenta a Astianacte, el hijo de Héctor y Andrómaca. mo descendiente, resto de la sangre turca. 10 El lugar capital, el que domi­
Héctor fue muerto por Aquiles durante el sitio de Troya y Pirro, hijo de na la acción, es ocupado en consecuencia por un objeto pasivo, a veces
Aquiles, tomó como esclavos a Andrómaca y su hijo. Pero, enamorado de hasta mudo, como Astianacte, pero apuesta y causa de los deseos de to­
ella, quiere desposarla. Hermíone, griega e hija de Helena, ama a Pirro. dos, porque es el último de un linaje.
Éste había prometido casarse con ella y debía entregar a Astianacte a los En su Medea, Eurípides atribuye un valor equivalente a los hijos de Ja­
griegos. En la obra se califica varias veces de "resto" al niño Astianacte. Es són. Medea los sacrifica porque son objeto a para su padre, porque son su
el resto 6 de la guerra de Troya, el resto que los griegos deben eliminar. Es sucesión, su estirpe, su sangre y, por lo tanto, el bien más precioso para él:
el único bien que le queda a su madre. 7 Ésta, desgarrada entre la repulsión "Ése fue el principal motivo que desgarró el corazón de mi esposo" ,11 dice
que siente por Pirro, su fidelidad al difunto Héctor y, por otra parte, la pa­ ella para explicar la atrocidad de su gesto. Medea ha reconocido clara­
sión maternal que la impulsa a rescatar, mediante su casamiento con mente en Jasón el nudo entre una dimensión puramente simbólica, la de la
aquél, la vida de su hijo, exclama: 8 transmisión del nombre y la herencia a su descendencia -eventualmente
adoptiva-, y una dimensión afectiva, la del cuidado y el amor paternos. El
hijo como objeto a del padre es el resultado de esta intrincación entre la

4. Ibid., pág. 261 .


5. S . Freud, "Contributions a l a psychologie de l a vie amoureuse" ( 1 9 1 2), en
La Vie sexuelle, op. cit. , pág. 57: "El niño es un juguete erótico" para la madre y 9. J. Racine, Phedre, acto I, escena 1, en Théátre comfJlet, t. 2, París, Galli­
los familiares [traducción castellana: " Contribuciones a la psicología del amor", en mard, 1983, col. "Folio classique", pág. 283, y acto n, escena 1, pág. 297 [traduc­
OC, vol. 1 1 , 1979]. d6n castellana: Fedra, en Teatro completo, op. cit.] .
6. J. Racine, Andromaque, acto 1 , escena 2, en Théátre complet, t. 1, París, Ga­ 1 O. J. Racine, Bajazet, acto n, escena 3, en Théátre complet, op. cit. , t. 2, pág.
llimard, 1982, col. "Folio classique", pág. 1 8 1 [traducción castellana: Andrómaca, H 1 ! traducción castellana: Bayaceto, en Teatro completo, op. cit.] .
en Teatro completo, Madrid, Editora Nacional, 1 9 82]. 1 1 . Eurípides, Médée, en Théátre complet, t. 4, París, Garnier-Flammarion,
7. Ibid., acto !11, escena 4, pág. 206. 1 966, pág. 142 [traducción castellana: Medea, en Las diecinueve tragedias, Méxi­
8. Ibid. , acto IV, escena 1, pág. 216. ' o, Porrúa, 1 978).
50 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 51

dimensión del Nombre-del-Padre 1 2 y la de la investidura libidinal del pa­ Durante el único encuentro con s u padre, que l o había abandonado a
dre en el hijo. En ese entrecruzamiento radica el misterio de la relación del la edad de dieciocho meses -el señor A. tenía entonces cinco años-, se ma­
padre con el hijo, misterio exacerbado porque la operación simbólica de la terializó su identificación real con el "hijo mártir" . Por haber sido "dejado
castración se efectúa en su núcleo. en el fondo de una pocilga " , se pescó un impétigo cuya aparición describe
a la manera de un fenómeno elemental característico de la psicosis. Al vol­
El hijo mártir y el hijo varón preferido ver aterrorizado a su casa, contó en efecto a su madre y su abuela: "Tenía
mie . . . mie . . . miedo . . , chito . . . chito" , con lo que quería decir: "tenía mie­
El caso del señor A. dibuja en hueco el lugar del hijo como objeto pre­ do de los chanchos" . Inmediatamente, la enfermedad le cubrió la cara co­
cioso del padre, tanto más real cuanto que, para él, estaba correlacionado mo una máscara de horror, ante la mirada de las mujeres presentes: el ros­
con un defecto simbólico, en la que se leía la forclusión del Nombre-del-Pa­ tro devorado, desfigurado instantáneamente, sin cejas ni pestañas. Habría
dre:13 la dimensión simbólica de la sucesión, anudada a la de la castra­ de pasar entonces tres años de mudez en cuarentena, sin que le hablaran y
ción, 1 4 no existía entre su padre y él. Cosa que tuvo dos efectos en el señor sin otro tratamiento que una rociadura diaria de alcohol de noventa gra­
A. Por un lado, se había identificado realmente con un objeto de sufrimien­ dos (era durante la guerra, antes de los antibióticos). La cristalización de­
to, el "hijo mártir", en la relación con su padre y todos los otros miembros bida a este episodio dramático dio tal vez su forma específica a la tríada 1 5
de su familia (madre, abuela, esposa ). Esto nos indica, por otra parte, el va­ de lo real, lo simbólico y lo imaginario a lo largo de su vida, al menos has­
lor de goce mortífero que encarna el objeto a, cuando no es dialectizado ta el momento en que nos conocimos.
por el síntoma, a través del Nombre-del-Padre. Por otro lado, el señor A.
había intentado suplir la forclusión del Nombre-del-Padre reconstituyendo Lo real, lo simbólico, lo imaginario y el "sínthoma"
idealmente un lazo con "padres" sucesivos. En efecto, había elevado la re­
lación de un padre con un "hijo amado" al rango de un ideal que procuró Lo real, para él, era su identificación con el " hijo mártir" como objeto
realizar durante toda su vida, lo que nos indica, por defecto, la importancia de exacción y de goce de un Otro 1 6 maléfico.
real del lugar del hijo como objeto precioso, objeto a del padre. Lo simbólico se ordenaba en torno de la convicción de ser " un j usto"
En tres generaciones sucesivas de su historia encontramos la presencia en un mundo en que reinaba la injusticia y existían los hijos mártires: el
de dos hijos, uno "mártir " , el otro "preferido" : en la generación de su "justo" era un ideal del yo rígido, característico de la paranoia, que lo em­
abuela materna, su madre era la mártir y su tía la preferida; en la de su pujaba a distintos pasajes al acto (denuncias, intentos de suicidio, agresio­
madre, él mismo era el mártir, mientras que un hermano muerto de peque­ nes, etc.).
ño era el preferido y fue para él el modelo del " hijo amado" ; por último, Lo imaginario consistía en la aprehensión delirante de un cuerpo su­
en su generación, en que él eligió a un varón como su hijo, adoptivo y friente que él habitaba con pesar. En el momento de nuestra entrevista te­
amado ' 'al casarse con la madre, en tanto que el nacimiento de su hijo legí- nía sesenta años y vivía de una pensión de invalidez por hipocondría. Ésta
timo le provocó un delirio (no podía creer que era su hijo) y le resultaba
insoportable.
15. Definamos brevemente lo que entendemos por real, simbólico e imaginario.
Lo real es el campo del goce (cf. capítulo 1, págs. 32-33). Lo simbólico es el de la
12. Cf supra, capítulo I, pág. 29, nota 8, sobre el "padre simbólico". palabra, el lenguaje y los significantes, por lo tanto de los ideales y el inconsciente.
13. El Nombre-del-Padre es el significante del padre de la ley, el padre simbóli­ Lo imaginario es el dominio de las imágenes. La aprehensión de su cuerpo por par­
co, en el inconsciente de un sujeto. La presencia del significante del Nombre-del­ te del sujeto incumbe a lo imaginario; es lo que Lacan mostró con " Le stade du
Padre está acompañada por la de la significación fálica. Su forclusión es su recha­ miroir comme formateur de la fonction du Je telle qu'elle nous est révélée dans
zo radical y definitivo, que según Lacan determina la estructura psicótica. Hay l'expérience psychanalytique" ( 1 936), en Écrits, op. cit., pág. 93 [traducción caste­
entonces, asimismo, rechazo de la significación fálica. Esta definición estructural llana: "El estadio del espejo como formador de la función del yo [je], tal como se
de la psicosis no abarca exactamente el campo psiquiátrico de las psicosis, defini­ ll<>S revela en la experiencia psicoanalítica" , en Escritos 1 ] .
do a partir de una clasificación de los fenómenos (síndromes, síntomas, comporta­ 1 6. "Otro" significa aquí una instancia partenaire del sujeto, encamada por di­
miento). Cf J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . ", op. cit. , págs. 556-557 y Ycrsc,s personajes a lo largo de su existencia y que tiene para él una dimensión y un
575-579. YQ)or absolutos. Para el sujeto, el Otro es siempre lo que encama una alteridad
14. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVII. . . , op. cit., pág. 1 4 1 . Irreductible. Con respecto al "Otro del goce", véase capítulo 1, pág. 33, nota 1 7.
52 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 53

existía desde siempre: "Siempre tuve algo anormal en el cuerpo", decía, y to, limitando los estragos del goce. Puede ser incluso la fuente de lazos so­
aclaraba que se trataba de migrañas, arterias que se tapaban si se movía ciales o sublimaciones. Esto explica por qué los sujetos tienen tanto inte­
demasiado, un sexo demasiado pequeño, dolores ubicuos e insistentes, etc. rés en sus síntomas, cosa que Freud descubrió gracias a la reacción tera­
El problema era que esta tríada de lo real, lo simbólico y lo imaginario péutica negativa: 23 si en algunos casos se intenta " quitar" el síntoma sin
no se sostenía; no lo hacía, al menos, sin grandes .trastornos ni dolores. tomar precauciones, : s�a actj tud puede desatar la p ulsión de muerte y
Nos referimos aquí a la teoría de Lacan según la cual esos tres regis­ ca usar efectos catastrof1cos. Esa es una de las dificultades de la cura psi­
tros, para mantenerse unidos, deben estar anudados por un cuarto, que él coanalítica.
llama " sínthoma" ["sinthome"].17 "Sinthome " es una escritura antigua de En la neurosis, los registros de lo real, lo simbólico y lo imaginario es­
"symptome" que Lacan adoptó para designar la función del síntoma que tán anudados por un síntoma articulado con el padre. Ese síntoma es, por
consiste en mantener unidos real, simbólico e imaginario. 18 El síntoma se lo tanto, un sínthoma. El síntoma neurótico se construye a partir del padre
considera habitualmente como el "signo de lo que no funciona en lo como agente de la castración, lo cual supone la presencia del significante
real " . 19 Cuando causa un sufrimiento insoporta ble, lleva al sujeto a de­ del Nombre-del-Padre en el inconsciente del sujeto. Por eso Lacan afirma
mandar un análisis para librarse de él. Pero Freud puso de relieve su fun­ en 1975, a propósito de la neurosis, que "el padre no es, en suma, más que
ción de satisfacción. 20 El síntoma es un compromiso entre la exigencia de un sínthoma o síntoma " .24 Según el mito freudiano de Tótem y tabú,15 ese
satisfacción de la pulsión y la defensa del sujeto contra el goce. Esta de­ agente de la castración es el padre que posee a todas las mujeres, entre
fensa puede ser la represión causada por la angustia de castración en la ellas a la madre, y castra a los hijos impidiéndoles gozar también de ellas.
neurosis, pero tiene otras modalidades, entre ellas el rechazo definitivo al La castración es esa falla en el goce o interdicción del goce, instaurados
margen de lo simbólico, 2 1 o forclusión de la castración en la psicosis. Co­ �om � ley. en el inconsciente del sujeto. Aquélla instala el falo como objeto
mo ya lo señalamos, esta última es correlativa de la forclusión del Nom­ 1mag_1 � ano del deseo. Las mujeres prohibidas cobran un valor fálico para
bre-del-Padre. Esta función de compromiso entre goce y defensa explica el los hqos varones. El agente de la castración es también quien "castra " a la
carácter "extravagante" , 22 " equívoco", de la satisfacción que oculta: ésta ,nadre, impidiéndole poseer al hijo. El falo se asociará, por lo tanto, al pa­
se siente como sufrimiento. Por otra parte, la función de compromiso le dre Y ya no a la madre. Esta operación es la que Lacan llamó " metáfora
da el poder terapéutico de mantener unidas las cosas y estabilizar al suje- 1 �n terna " . Su éxito implica que la significación fálica esté asociada al signi­
l 1cante del Nombre-del-Padre.2 6 ¡En la realidad, el padre dista de estar a la
nlt ura de ese mito que encontramos a veces en los fantasmas de los neuró-
11� os! El síntoma viene a colmar esa brecha , como se ve en el caso de las
1 7. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXIIT. Le sinthome, en Omicar? B ulletin pé­ l obias infantiles de animales. El pequeño Hans, 2 7 de cinco aífos tiene mie­
riodique du Champ f.reudien nº 8, París, Navarin, invierno de 1976-1977, clase del
17 de febrero de 1 976, pág. 15. Hablamos de "nudo" o de "anudamiento" porque do de salir a la calle porque teme que lo muerda un caballo. El �aballo que
Lacan, a partir de 1973, representaba esos tres registros mediante "nudos de cor­ 111t1erde es un sustituto del padre que castra, y la angustia de la fobia es la
del" anudados de manera borromea. El nudo borromeo se caracteriza por el hecho
de que el corte de uno de los anillos libera todos los demás anillos del nudo.
1 8 . "Sinthome" data de 1495 y así lo escribe Rabelais, que era médico. Cf. J. 23. S. Freud, "Le moi et le �a" (1 923), en Essais de psychanalyse, op. cit. , pág.
Lacan, Le Séminaire. Livre xxm . . . , op. cit., en Omicar? n º 6 a 1 1. '1, 1 !traducción castellana: El yo y el ello, en OC, vol. 1 9, 1 9 79]. Antes, muy tem­
19. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX/l. R. S. l., en Omicar? Bulletin périodique p1 1111nmente, Freud había descubierto, en sus carcas a Fliess, que los sujetos psicó-
du Champ freudien nº 2, París, Navarin, marzo de 1 975, clase del 10 de diciembre 1 11 os "aman su delirio como se aman a sí mismos " . Ahora bien, el delirio es un sín-
de 1 974, pág. 96. 1011111 de la psicosis. "Manuscrit H", en La Naissance de la psychanalyse, op. cit. ,
20. S. Freud, lnhibition, symp tome et angoisse (1 926), París, PUF, 1973, pág. 111 1 11 del 24 de enero de 1 895, pág. 1 01.
7: "El síntoma sería el signo y el sustituto de una satisfacción pulsional que no se l4 . J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXlll . . . , op. cit., en Ornicar? nº 6, marzo-
,
1li1'1I de 1 976, clase del 1 8 de noviembre de 1 975, pág. 9.
produjo; sería el resultado del proceso de represión" [traducción castellana: Inhi­
bición, síntoma y angustia, en OC, vol. 20, 1 979]. ' 5 , S. Freud, Totem et tabou, op. cit. , págs. 1 9 9 y 210 sq.
21. El término freudiano es Venuerfung. ' f , , Cf. supra, pág. 50, nota 13, y capítulo r, pág. 29, nota 8.

22. S. Freud, "Les modes de formation de symptomes", en lnhibition, sympt6• '7. S. Freud, "Analyse d'une phobie chez un petit gar�on de 5 ans ( Le petit
me. . . , op. cit. , págs. 339 y 344: " La satisfacción que nace del síntoma es de natu• l ln11s)" (1 909), en Cinq psychanalyses, op. cit., pág. 93 [traducción castellana:
raleza extravagante". \"tlli,is de la fobia de un niño de cinco años, en O C, vol. 1 0, 1 980].
54 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 55
angustia ante el peligro de la castración, nos dice Freud.28 El padre de atravesar momentos psicóticos agudos por intermitencia, cuando éste ya
Hans es carente, porque no logra separarlo lo suficiente de su madre. En no funciona.
consecuencia, no funciona bien como agente de la castración, aunque sí en
la medida necesaria para desencadenar la angustia y la represión que cau­ La invención de una nueva relación: ser el hijo varón preferido
sarán la fobia. Ésta es el síntoma que suple el defecto paterno y refuerza la de un padre
función del padre como agente de la castración. Pero el. caso de Hans no
tiene nada de excepcional, pues el padre en la realidad siempre claudica Para el señor A., la tríada antes mencionada sólo se sostenía mediante
con respecto a su función de agente de la castración. Todo neurótico, por una gran persecución a cargo de un Otro del que él era el "hijo mártir" , y
lo tanto, tiene al menos un síntoma que asume la función de anudamiento una defensa paranoica que lo llevaba a comportarse como "justo" en un
del sínthoma. mundo abyecto y sin ley: vale decir, a hacerse j usticia por sí mismo. Por
En la psicos'is, el sujeto está radicalmente privado del Nombre-del-Pa­ esa razón, la invención de una relación no persecutoria con un partenaire,
dre, que ha forcluido. Por ende, el sínthoma, que mantiene unidos lo real, que había mantenido unidas las cosas durante veintidós años, es notable y
lo simbólico y lo imaginario, si existe, no �stá articulado con el significan­ puede calificarse de "sínthoma". Esta relación podría escribirse " un hijo
te del Nombre-del-Padre. Antes bien, suple su forclusión. Esta suplencia (x) es preferido por un padre ( y ) ". En ella, el señor A. ocupa ora el lugar
debe diferenciarse de la suplencia del síntoma neurótico con respecto a la del hijo en (x), ora el lugar del padre en (y). Cada vez. que se establecía en
carencia del padre real.29 En la psicosis, la carencia de la forclusión es la la realidad, en uno u otro sentido, el sujeto funcionaba relativamente bien.
falta, en lo simbólico, del significante de la paternidad, el Nombre-del-Pa­ De todos modos, su tendencia espontánea era, al parecer, tratar de ocupar
dre, En la neurosis, ese significante existe en el inconsciente, pero el padre el lugar del "hijo preferido" .
como agente de la castración es claudicante en la realidad. Si siempre hay Esta relación, d e amor, consistía por tanto e n ser "el hijo varón prefe­
síntomas en la psicosis (voces, alucinaciones, un delirio, una hipocondría, rido " de un hombre, de un sustituto paterno. Hemos visto que el " hijo
etc. ), no siempre hay sínthoma. Falto del apoyo significante del Nombre­ preferido" existía desde hacía tres generaciones, pero la matriz esencial pa­
del-Padre, el sujeto debe inventar otro soporte de su sínthoma. Lacan mos­ ra el señor A. fue sin duda alguna la figura, idealizada por la madre, de su
tró que el arte de Joyce constituía su sínthoma y le servía de ego. 30 Gracias hermanito muerto. Sin embargo, el " hijo preferido" en cuestión siempre
a él, el escritor atravesó grandes crisis, pero no desencadenó su psicosis. había sido el de una madre. Por consiguiente, A. tuvo que inventar algo
Cuando no hay sínthoma, lo real, lo simbólico y lo imaginario no se man­ nuevo y que no conocía, "ser el hijo preferido de un padre " . Los mejores
tienen bien unidos. A veces, ciertas identificaciones bastan para mantener nti.os de su vida, cuando la hipocondría y la paranoia intensa quedaban en
un equilibrio lábil. Aunque el sujeto haya construido un sínthoma, puede 1111 segundo plano, estuvieron habitados por una relación semejante, que
� entraba su existencia. En el ejército con el teniente coronel, en el trabajo
1 <>mo secretario del director. "Yo era como su hijo, me quería" , dice. Lo
28. S. Freud, lnhibition, symptome. . . , op. cit., pág. 27. 1 11nl evoca una erotomanía discreta, pero que nunca asumió una tonalidad
29. Podríamos utilizar aquí el matiz que existe en francés entre "supléer" y 1 orporal, sexual o abusiva. Esa relación se mantuvo por lo tanto a distan-
"supléer a". El segundo indica un defecto, una falta cuyo lugar toma la cosa que 1'llt de la del "hijo mártir" con un Otro perseguidor; estaba hecha de amor
suple: el sínthoma psicótico suple [sup lée aJ la forclusión del Nombre-del-Padre. 1114· ,1, lizado, mientras que la segunda estaba tejida de goce y sufrimiento. ¡A
"Suplir algo" [ "supléer que/que chose"J significa completarlo mediante algo de la lrn, sesenta años, el señor A., tras años de agravamiento de su psicosis, li-
misma naturaleza. El síntoma neurótico suple [completa] al padre como agente de
1,&n da a la pérdida de toda posibilidad de ser " el hijo preferido" de un pa­
la castración. Pero también puede decirse, como lo hemos hecho, que suple [suplée
d1 r cualquiera, esperaba restablecer una relación de "hijo preferido" a
a] la carencia de ese agente. Cf Larousse, dictionnaire des dificultés de la langue
frani;aise, París, Larousse, 1 971. [En español "suplir" tiene ambos significados, pn dre" con un posadero del "Allier", nombre evocador! *
reemplazar y completar, pero "suplir a" no tiene que ver con ellos sino con la pre• Pero la relación inversa, e n la que e l señor A. ocupaba (en y) e l lugar
sencia o ausencia del acusativo personal: decimos "suplir al padre", pero "suplir la ,tri po dre de un hijo preferido, era igualmente estabilizadora. El señor A.
falta" (n. del t. ).]
30. ]. Lacan, Le Séminaire. Livre XXIII. •. , op. cit., en Ornicar? nº 6, clase del 9
de diciembre de 1 975, pág. 12; nº 8, clase del 1 7 de febrero de 1 9 76, pág. 14, y nª 11
" Allier", que significa aliar, unir, alear, es el nombre de un departamento de
1 1 , septiembre de 1977, clase del 1 1 de mayo de 1 976, pág. 3. l I rnd11 y del río que lo atraviesa (n. del t. ) .
56 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 57

encontró esa figura del " hijo preferido" una segunda vez, luego de su her­ do saber instintivo innato que empuje a los seres a reproducirse, como su­
manito, en la persona de R., el hijo de su mujer. "El niño había per�ido cede en el animal. Lo asombroso es que ese saber, que se elabora sin cesar
trágicamente a su padre a los tres años. Me llamó papá de entrada. Era­ porqúe no hay respuesta universal satisfactoria para el sujeto a la pregunta
mos como un bloque . . . hubo un enganche con él. " El niño ha bría provo­ " ¿ cómo se reproduce el hombre ? " , tenga un efecto sobre el cuerpo y su
cado la unión entre el señor A. y su madre. Al separarse, el señor A. no lo­ goce. Ese efecto de goce se alcanza por intermedio del fantasma, conjunto
graría apartarse de él: "Un vacío en mí . . . ya no se escucha la palabra de representaciones imaginarias que siempre entraña elementos de teorías
'papá ' a su lado . . . ". Vacío suficientemente intenso para que sufriera en­ sexuales infantiles. " Ser devorado", "ser golpeado", valen así por " ser pe­
tonces su primera internación. netrado". Hay por lo tanto una dialéctica entre el saber y el goce: las teo­
A.sí, el señor A. hizo de la relación "ser el hijo preferido de un padre" o rías sexuales infantiles, ancestros o matrices del fantasma, tienen s iempre
de la relación simétrica, en espej o, "ser el padre de un hijo preferido", un algo de verdad, porque se elaboran a partir de las pulsiones que dominan
"sínthoma" que le permitía vivir. Creó de tal modo una pareja ideal (pa­ al sujeto, y por ende a partir del goce.3 4 A la inversa, el sujeto las utiliza
dre, hij o) en el lugar en que le había faltado, a causa del abandono de su para masturbarse o, en términos más generales, para su goce sexual.
padre y de su propio rechazo forclusivo, esa relación fuerte, simbólica y li­ ¿ Es el goce sexual lo que impulsa a los humanos a reproducirse? Ésta
bidinal, que concentra en sí la sucesión, la transmisión, la operación de la es una idea transmitida por el sentido común. Sin embargo, una gran obje­
castración y el amor paterno. Verdaderamente tuvo que inventar por sí so­ ción se opone a la consideración de las cosas de una manera tan radical: a
lo al hij o como objeto precioso, obj eto a del padre. saber, que en el caso de una parte de los seres humanos, los homosexuales,
Esta problemática existe también en el caso de la hija, como nos lo el goce sexual no los empuja en absoluto hacia el otro sexo. Por consi­
muestra El rey Lear. Pero el hecho de haber sido el objeto a del padre tie­ guiente, en ese caso dicho goce no está programado ni previsto con fines
ne para una hija implicaciones sensiblemente diferentes, tanto en el plano reproductivos.
del amor como en el del goce sexual. Pero quienes son heterosexuales tampoco irían hacia el otro sexo sin
fantasmas que condicionaran su goce y sin una relación con la castración,
esencial para que se reconocieran como seres sexuados. La castración está
LA REPRODUCCIÓN Y EL INCONSCIENTE en primer plano en el mito sobre el amor que Aristófanes cuenta en el
Banquete de Platón.3 5 Fue necesario que Dios cortara a los hombres en
La reproducción surge del inconsciente como una pregunta, formulada dos para que después pudieran acoplarse, cada uno con su mitad. El mito
desde la infancia y fuente de una búsqueda epistémica intensa que condu­ implica el corte (castración), a Dios (el agente de la castración) y la noción
ce a la construcción de teorías sexuales infantiles.3 1 Para Lacan, el real en de una pérdida originaria de goce: la edad de oro en que se confundían en
entredicho en "no hay relación sexual" hace emerger esta pregunta: "¿ Có­ 11110 con sus mitades respectivas, no eran sexuados y no tení:¡m entonces
mo se reproduce el hombre ? " 3 2 otra preocupación que rivalizar con los dioses. La castración está inscripta
"Para hacerte hablar" , sería la respuesta misma allí donde el incons­ t'n el mito como castigo por su pretensión, pero es sobre todo lo que los
ciente existe como discurso. Volvemos a encontrar la tesis lacaniana del la­ determina como sexuados: tienen un sexo desde que los cortaron en dos.
zo causaJ33 entre la no relación sexual en cuanto real y la palabra (aquí el Ln teoría psicoanalítica lacaniana traduce ese mito lógicamente, escribien­
diálogo), en cuanto simbólico. La construcción de las teorías sexuales in­ do los dos sexos únicamente con la función fálica, que es la función de la
fantiles es un híbrido de simbólico (de inconsciente) e imaginario referido 1 astración. 3 6 Sin ese corte, sin esa función fálica, no hay forma de orien-
a ese real. La importancia de las escenas primitivas en el psicoanálisis pro­ 1 n rse en la sexuación. O bien la hay, pero al precio de una invención per­
viene de la necesidad de dar un contenido imaginario a ese real que es la ¡wtun, como en la psicosis. El mito de Aristófanes nos indica que el signi-
ausencia de relación sexual de los padres. El inconsciente es saber, un sa­
ber articulado por significantes, cuyo concepto se opone radicalmente a to-
J4. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 19: "Aunque se
, 1 1 11víen de manera grotesca, cada una de ellas contiene, sin embargo, un frag­
3 1 . S. Freud, Trois essais . . . , op. cit., pág. 123. t l l ! ' IH O de pura verdad".
32. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit. , pág. 12. H. Platón, Le Banqu,t, op. cit., 190d, pág. 3 1.
33. Cf. supra, capítulo 1, pág. 42. lh, C/. infra, cnp!tulc, IV, pÁ¡;. 1 1 O.
58 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 59

fícante universal del goce sexual, para el ser humano, es el signíficante del mente notorio en el hombre, cuyo fantasma encubre la relación con el otro
corte, el falo. Sin él, la rdación sexual existe (los. partenaires se confunden sexo . En el caso de las mujeres, si bien el fantasma desempeña un papel
.
en uno, están anudados con su mitad, cada cual arrobado/a con su pareja); esencrnl en su deseo, no determina íntegramente su relación con el otro, que
con el falo (consi;derado como equivalente del corte), ya no hay relación conserva una parte de alteridad y enigma irreductibles.
sexual, sino la nostalgia de una satisfacción y la búsqueda del objeto per­ Una película, Denise au téléphone [Denise al teléfono ] ,41 presenta pare­
.
dido. El mito, por consiguiente, articula castración, sexuación y goce se­ ¡as que se forman por teléfono, sin verse jamás. No se encuentran nunca
xual. Según él, sin ese artificio fundamental que es la castracrón -artificio salvo una, la excepción, compuesta por una mujer inseminada artificial­
por oposrcrón a la naturaleza, pero con un efecto real- ni siquiera habría mente, que logra encontrar a "su" donante anónimo de semen y desea ha­
cópula. cer que pase de progenitor a padre, una vez nacido el niño. Ése es el aspec­
En la psicosis, en la que la castración no ha funcionado, la cópula y la to "cuento de Navidad " de la película: esta mujer que había querido tener
relación con el otro sexo son a menudo objeto de una elaboración deliran­ un hij o sola desea a continuación que tenga un padre, a quien antes cono­
te, cuando no se las evita. Así, la erotomanía, en que una figura del Otro ció por teléfono ( dejando a un lado el semen). Pero en el film asistimos a
goza d �l sujeto, muestra una elaboración delirante del deseo y el amor. un idilio amoroso que se anuda en el teléfono y prosigue en él. El hombre
y la mujer hacen el amor "con" el teléfono y experimentan orgasmos y go­
Lo que nos atrae sexualmente hacia otro ce al escuchar la voz del otro en el aparato, " conectados" uno con otro.
No es indiferente señalar que es la mujer la primera en sentirse molesta
En la neurosis o la perversión, el goce sexual se articula con la castra­ por esta situación y quien se cansa de ella. Esta ficción cercana a la reali­
ción, 37 pero también se apoya sobre un rasgo de perversión inscripto en el dad moderna sustituye la relación corporal con el partenaire por la rela­
fantasma, que causa el deseo y preside la elección de la parej a. El origen de ción con un objeto parcial, un objeto a, la voz. En ella, el goce sexual se
ese rasgo se encuentra en una fijación libidinal precoz, inductora de la repe­ sostiene del fantasma de cada uno, en ausencia de la cópula: es una rela­
tición. Se trata de algo singular que denominamos objeto a, cierta mirada, c �ón heterosexual sin eteros, sin Otro, reemplazado por un objeto singula­
una tonalidad de la voz, una sonrisa enigmática, etc., lo que Nabokov lla­ rizado, la voz, separada del cuerpo del Otro gracias a un ·aparato, el telé­
maba "los divinos detalles" . 38 El sujeto busca ese detalle en sus compañeros fono.
sexuales. Freud da un ejemplo célebre de ello en su artículo " Fetichismo" , Es difícil confundir la pulsión del ser hablante vestida por el fantasma
con e l caso del "joven que había erigido como condición d e fetiche cierto �·on un instinto animal cualquiera ajustado a la reproducción. ¿Qué empu­
brillo en la nariz". Agrega que ese sujeto "podía otorgar a voluntad ese bri­ ¡a entonces a los humanos a reproducirse? Por el lado de la mujer, el deseo
llo que los demás no podían percibir" . 3 9 Por lo tanto, sin la castración por de u_n hijo arraigado en el deseo de pene (como lo mostró Freud), y el pre-
una parte y el objeto a por la otra, ambos inscriptos en un argumento fan­ 1ent1miento del goce al disponer del niño como de un objeto a ( como lo
tasmático propio del sujeto, no habría atracción de un sexo por el otro (o el destacó Lacan).42 Por el lado del varón, el complej� de castración que or­
mismo), y ni siquiera relación libidinal con ningún otro. 40 Esto es especial,., dena la idea de sucesión y empuja a los hombres a transmitir su apellido y
rinr hijos (lo que por otra parte es compatible con la a dopción, corriente

3 7. De una manera diferente. Freud caracterizó la perversión por un desmen•


tido ( Verleugnung) de la castración en su artículo "Le fétichisme" ( 1 927), en La
Vie sexuelle, op . cit. [traducci6n castellana: "Fetichismo", en O C, vol. 2 1 , 1 9 79] 1 40. Lacan escribió el fantasma como una relación del sujeto con el objeto a:
El neurótico teme la castración, lo que lo obliga a la represión, Por lo tanto, cree � O n, El rombo o punzón, O, significa una relación compleja: exclusión (uno o el
en ella. 11tr1 � ), conjunción (uno y el otro}, desvanecimiento, fading del sujeto ante el objeto
3 8 . Cf. V. Nabokov, Littératures 1 , traducción de H. Pasquier, París, Fayard, 1 1 1 ignorancia del objeto por el sujeto. La castraóón puede situarse del lado del su­
1983 [traducción castellana: Curso de literatura europea, Barcelona, Ediciones B, ¡1 1 0 o del lado del objeto, de manera reversible. Cf. J. Lacan, " Subversion du sujet
1997), al que se refiere J.-A. Miller en su curso del 1 º de marzo de 1989 de L'O• 1 t 1fü1lectique du désir. .. ", op. cit., págs. 8 1 5-8 1 6 y 825.
rientation lacanienne, inédito, que lleva ese título. Cf. "Bons lecteurs et bons écri• 4 1 , A la que J.-A.. Miller se refirió en su curso del 2 1 de febrero de 1996 ' "La
vains ", en Littératures 1, op. cit., pág. 39, donde Nabokov valoriza, en efecto, la 1 1 1 1 1 1 du scns" , Département de Psychanalyse, Université de París vu1.
función del detalle. 12, J. Laca11, "Deux notes sur l'enfant" (1 969), en Ornicar? n º 37, París, Na-
39. S. Freud, "Le fétichisme", op. cit., pág. 13 3. 11 111, vcrnno de 1 9 86, p,gs. 1 3- 1 4.
60 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 61

en la antigüedad romana ) . Sin esas razones muy poco naturales, el domi­ cuerpo, l a vida, l a muerte y l a reproducción. Busca en e l biólogo Weis­
nio actual de los medios de contracepción dejaría a la naturaleza muy po­ mann, que luego de Grette teorizó la diferencia soma-germen, la idea de
cas posibilidades de propagación de la especie humana. El deseo de un hij o que la vida entraña en sí misma la muerte. El cuerpo, soma, es lo que mue­
es "desnaturalizado" por la función fá lica. Y el goce sexual, aun cuando re, mientras que sus células reproductivas, el germen, inmortales, están
empuje hacia otro cuerpo, sólo lo hace por medio de un fantasma. destinadas a sobrevivirle. En realidad, Weismann no dice lo que Freud
busca: hace de la muerte una adquisición tardía de la vida y no una nece­
sidad fundada en la esencia misma de ésta. Según Weismann ' en efecto ' la
EL SUJETO Y LA MUERTE vida sería un lujo inútil, una vez asegurada la supervivencia de la especie.
Por consiguiente, Freud se ve obligado a renunciar al apoyo científico de la
Que el sujeto se sepa mortal no tiene nada de evidente. Para Freud, el biología y a fabricar una especie de mito, la pulsión de muerte. Y para ex­
deseo incorisciente es indestructi ble43 y no conoce la muerte. En cuanto a plicarla apela a Aristófanes y el mito. 49 De modo que la pulsión de muerte
la angustia de muerte, la reduce a la angustia de castración. 44 ya no tiene para él ningún carácter natural. No es posible interpretarla co­
Pero el punto esencial para la historia del psicoanálisis y la clínica fue mo una tendencia a retornar a la muerte orgánica.
la introducción de la pulsión de muerte en "Más allá del principio de pla­
cer", de 1 920. Freud partía de un problema clínico y una crisis del psicoa­ El punto supremo del goce
nálisis: los síntomas se resistían a la interpretación analítica y los análisis
se alargaban. Freud advertía que ciertos fenómenos .clínicos no obedecían Lacan no dejó de releer ese texto enigmático. Muchos posfreudianos se
al principio de placer, que es un principio de homeostasis: el fort-da45 del negaron a admitir la pulsión de muerte. Melanie Klein, al contrario, mos-
niño de dieciocho meses, triste por la partida de su madre y que juega a re­ 1 ró su incidencia precoz, particularmente en la clínica del niño.
novar el dolor de la separación; la neurosis traumática del accidentado o el El Seminario 2 de Lacan es una relectura de "Más allá del principio de
soldado, en la que el trauma se repite en un sueño y objeta la teoría de éste ¡,lacer " . En él, Lacan identifica el principio de pla cer,5 0 el yo y la libido
como una realización de deseo; por último, la Wiederholungszwang, la 1:011 lo imaginario, mientras que hace del más allá del principio de placer
compulsión de repetición en la neurosis de fracaso. Freud también había 1111 más allá de lo imaginario que sería el orden simbólico. La Wiederho­
comprobado que, en la cura analítica, el sujeto repite en la transferencia lo lungszwang, retraducida como "insistencia repetitiva" o "insistencia signi­
que no logra rememorar. Ahora bien, lo que el sujeto repite de tal modo l icativa",5 1 manifiesta la insistencia de lo simbólico y de la cadena signifi-
no son acontecimientos agradables sino "experiencias del pasado que no 1 nnte, que es también la insistencia del deseo como falta pura, deseo de
entrañan posibilidad alguna de placer " . 46 El sujeto conmemora el fracaso 1iada, que nunca es deseo de un objeto.52 La pulsión de muerte es la mani­
doloroso de sus 2rspiraciones sexuales infantiles. lcstación del orden simbólico que gobierna al sujeto. Así, Lacan puede de-
Freud procura dar cuenta de esos fenómenos clínicos introduciendo al­ 1 1 r que la muerte está debajo de la vida, 53 110 como naturaleza O programa
go radicalmente distinto de la libido y el principio de placer: la pulsión de 1 •1•nético eventual, sino como símbolo insistente en el deseo. La pulsión de
muerte. Con ella plantea que "la meta de toda vida sería la muerte" 47 o
que "el principio de placer está al servicio de las pulsiones de muerte " .4 ª
Ahora bien, su ambición es ante todo justificar biológicamente la pulsió� 49. [bid. , pág. 106.
de muerte. Se refiere a los debates de los biólogos contemporáneos sobre el SO. J. Lacan, Le Séminaire. Livre 1 1 . Le rnoi dans la théorie de Freud et dans la
, , ,J'"ique de la psychanalyse (1 954-1955), París, Seuil, 1 978, pág. 375: "Aquí de­
' 111bcicamos en el orden simbólico, que no es el orden libidinal en que se inscriben
1 1 111 0 c:l yo como todas las pulsiones. Aquel orden tiende más allá del principio de
43. S. Freud, L'Interprétation des reves ( 1900), París, PUF, 1971 , pág. 527 ftra• 1 1111":r, fuera de los límites de la vida, y por eso Freud lo identifica con el instinto
ducción castellana: La interpretación de los sueíios, en OC, vols. 4 y 5, 1979]. ,le muerte" [traducción castellana: El Seminario de Jacques Lacan. Libro 2. E/ yo
44. S. Freud, Jnhibition, syrnptóme . . . , op. cit., pág. 53. " /11 t,mr{a de Freud y en la técnica psicoanalítica. 1954-1 955, Buenos Aires, Pai­
4 5 . S. Freud, "Au-dela du príncipe de plaisir", op. cit., págs. 51-57. lt , , 1 9 8 3 1 ,
46. Ibid. , pág. 60. , 1 /bid., pág. 24 1 .
4 7. Ibid. , pág. 82. 1 /bid., pág. 263 .

48. [bid., pág. 1 14. /bid., pág. 271 .


62 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 63

muerte se revela en su esencia como deseo del sujeto, su verdad última. Es to fallido,5 9 esto es, la expresión de un deseo reprimido, el suicidio sería
lo que ilustra la lectura de Edipo en Colono: 54 el mé phynai, "mejor no un acto fallido. . . exitoso, pues en él la muerte se asumiría como un acto.
nacer", sería una palabra plena que enuncia la verdad asumida por el suje­ Lo cual no le impediría ser sintomático, porque la verdadera apuesta de su
to, de la muerte que lo habita, efecto del lenguaje. relación con la muerte y el amo en general se le escapa. Así, Lacan pudo
En La ética del psicoanálisis 55 se retoma ese comentario, con una refe­ decir, curiosamente, que la muerte del hombre de las ratas en la guerra era
rencia a Heidegger: al final del análisis, el sujeto debe asumir su "ser para una conclusión sintomática de su análisis con Freud,,60 en la medida en que
la muerte". Se aprehende entonces como un ser ya muerto, por ser sujeto su ,elación con la muerte y la mujer no se había diiucidado por completo.
del lenguaj e. Esta lectura es contemporánea de la de un sueño freudiano, Pero, por otra parte, como lo enuncia en 1 964 "la dialéctica de la alie­
" él no sabía que él estaba muerto", 5 6 como verdad que sostiene al sujeto nación y la separación" ,6 1 el suieto puede proponerse a sí mismo como
de la enunciación. ofrenda, como un objeto, frente al vacío del deseo del Otro, a fin de poner
En ese momento de la enseñanza de Lacan (1960) aparece algo hetero­ a prueba su valor en este Otro en un " ¿ puede perderme?". Si ese objeto
géneo en el registro de lo simbólico: la cosa, das Ding. Ésta es real: lo que puede ser su propia vida -y muchos pasajes al acto son respuestas a esta
el sujeto vela mediante el fantasma, como insoportable. El cadáver de Edi­ pregunta-, el sujeto también puede sustituir este lugar por otros obj etos a,
po en Colono, que es la apuesta de la obra de Sófocles, porque su posesión apuestas de su existencia misma.6 2 Así, la muerte se presenta mediante su
garantizará la paz al reino que le dé refugio, es a la vez precioso e insoste­ cara de significante de lenguaje, "insistencia significativa", muerte en la vi­
nible para la mirada del rey; por otra parte, un Dios se lo lleva en una es­ da, pero también por un medio más opaco, real anudado a lo simbólico
pecie de nube. Ese cadáver es una de las encarnaciones de la cosa que, en pero imposible de subsumir exclusivamente en el significante. La pulsión
los seminarios siguientes, será precisada mediante la invención lacaniana de muerte ya no puede, entonces, identificarse con la instancia de lo sim­
del objeto a. bólico en el sujeto: hay que introducir el concepto del goce como real y el
Por una parte, el sujeto puede hacer de la muerte un significante amo57 objeto a como parte de ese goce convertido en objeto en el fantasma y en
de su vida, como lo vemos en la neurosis obsesiva. Tal como dice Freud de lo que está en j uego en la vida del sujeto. Lacan ilustró este aspecto del ob­
su " hombre de las ratas", 5 8 éste recurre a la muerte (del otro) para resol­ jeto a con la puesta, la postura de la vida terrestre y libertina que se arroja
ver cualquier situación en que la duda lo oprime, es decir, constantemente. sobre la mesa de juego en el célebre " os habéis embarcado" de la Apuesta
El obsesivo vive en la espera de la muerte de los otros, por ejemplo la del de Pascal.63 En ella, Pascal propone j ugar esa "nada" que es la vida redu­
padre, o la del amo que, por otra parte, puede ser su Dama, sin darse cida a no ser más que un " bien finito", un objeto a que podríamos aventu­
cuenta de que en esa misma espera está embals amado, petrificado, ya rar contra "una infinidad de vida infinitamente dichosa por ganar". Se ad­
muerto. Si para el obsesivo la muerte puede aparecer entonces como un ac- vierte la finitud del objeto a, parte preciosa de goce pero " nada" con
respecto a lo que sería el goce ilimitado, infinito, eterno.
En su elaboración ulterior del concepto de goce, en la década de 1970,
54. Ibid., capítulo xvm, "Le désir, la vie et la mort", pág. 259.
55. J. Lacan, Le Séminaire. Livre VII • • • , op. cit., págs. 357 y 368.
56. J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du désir...", op. cit., pág. 802. 59. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII . • • , op. cit., Ornicar? nº 4 , clase del 1 8 de
57. El significante amo es un significante dominante. Los eslóganes de la moda, febrero de 1 975, pág. 106.
de la publicidad, de la política, son significantes amo. "Libertad, igualdad, frater­ 60. J. Lacan, "La direction de la cure . . . ", op. cit., pág. 598.
nidad" son significantes amo de la democracia en Francia. Hay distintos usos posi­ 61. Cf. J. Lacan, "Position de l'inconscient" ( 1 964 ), en Écrits, op. cit., págs.
bles del significante amo. Si el sujeto se identifica con él, éste coincide con el "ras­ H40 y 842 [traducción castellana: "Posición del inconsciente", en Escritos 2], y Le
go unario" de la identificación freudiana (cf. infra, capítulo m, pág. 8 1 ). Inscribirse S6minaire. Livre XI. . . , op. cit., pág. 1 8 5 sq.
bajo un significante amo significa someterse a él, aceptar que nos representa. Se 62. Cf. el hijo como apuesta de la existencia de la madre, J. Lacan, "Deux no-
trata, en general, de una operación inconsciente. La constitución de las multitudes 1• sur l'enfant", op. cit.
se apoya en la introducción en común de significantes amo en el lugar de ideal. El 63. Cf. B. Pascal, CEuvres completes, París, Gallimard, 1 954, pág. 1212 [traduc­
sujeto histérico tiene dificultades para soportar el sometimiento a los significantel ' 1011 castellana: Pensamientos, Buenos Aires, Orbis, 1 984, pensamiento n 451]. Cf.
º

amo. Los rechaza, se opone a ellos. 1 m1bién J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVI. D'un Autre a l'autre ( 1 968-1969), inédi-
5 8. S. Freud, "Remarques sur un cas de névrose obsessionnelle ... ", op. cit., 1 111 dases del 8 y 15 de enero de 1 969, y G. More!, "Le parí et les partís", en La
pág. 253. t ,ttrc mansuelle nº 70, París, École de fa Cause freudienne, junio de 1988.
64 EL PSICOANÁLISIS Y L O REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 65
Lacan vuelve a insistir en la lectura de la pulsión de muerte freudiana co­ supremo del goce, plus de gozar incomparable con respecto al acto sexual.
mo un punto "supremo del goce de la vida" , 64 que hay que correlacionar Podemos señalar que el ascenso de ese erotismo perverso y mórbido es co­
con el obj e to a. La pulsión de muerte no debe considerarse como una ten­ rrela 6vo, en esta magnífica novela, de la caída de los ideales antiguos y
dencia a retornar a la inuerte como si fuera algo natural. No hay que con­ tradic10nales en beneficio de un orden caricaturesco y obsceno: el fantas­
fundir la no vida de lo inanimado y la muerte en cuestión en la pulsión de ma realizado mitiga la inconsistencia del Estado.69
muerte, que es un complemento puesto en juego en un fantasma, 65 un plus Ese lazo trastornado con lo que sería un goce natural , esa perturbación
de goce con respecto al goce fá lico. Lacan lo bautizó "plus de gozar", de fundamental, son interrogados por e l psicoanálisis. En ellos, la muerte es
acuerdo con e l modelo de la plusvalía de Marx 66 y siguió escribiéndolo co­ una apuesta de goce.
mo objeto a en el fantasma. Podemos ejemplificarlo con un apólogo kan­
tiano. 6 7 Kant pregunta si alguien renunciaría o no a satisfacer su pasión El entre-dos discursos de la medicina y el psicoanálisis
por el objeto amado, sabiendo que, si la satisface, a la salida se le promete
la horca. Si para él la respuesta afirmativa es indudable, Lacan considera, La relación del sujeto con la pulsión d e muerte está en primer plano
en
al contrario, que algunos irían a unirse con el obj eto de su pasión, sobre el campo psicoa nalítico de la sexual idad. Se trata, en cambio ,
de una di­
todo por ese "plus" definitivo. mensión radicalmente ignorada por la ciencia, porque está al marg
e n de su
Se puede evocar igualmente una novela de Taeko Kono, Conte cruel campo . Ese desfasaj e entre los dos discurs os se aprehende cotidia
namente
d'un chasseur devenu proie. 68 La autora, una japonesa que vivió la guerra en la práctica del psicoa nalista , enfrentado a los efectos del discurs
o de la
y la colaboración del Japón con el nazismo, presenta a una pareja. Los dos med (�ina considerada como una técnica científi ca . Para la medici
na, cuya
j óvenes esposos ven cómo s e hunden todos los ideales de su infancia y se func10n es curar, la pulsión de muerte está al margen del discurs
o. Sin em­
instauran las grotescas prescripciones de denuncia y colaboracionismo del bargo, esa pulsión puede representar un obstác ulo al deseo de
sanar del
nazismo. Mal que bien, procuran sostener los valores familiares del Japón sujeto, del que el psicoa nálisis nos ens eña a dudar. Es posible , incluso
, que
tradicional ( el sistema de transmisión de los bienes mediante la adopción la me¿ici na se erij a en cómplice ciego de la pulsión de muerte que
habita a
del yerno por parte de la familia de la esposa , por ej emplo ) , así como la 11 n su¡ eto. Este desfasaj e entre el discurso de la ciencia y el del psicoan
áli-
.
ética profesional de la medicina. Al mismo tiempo se introduce un curioso 11s , qu� es de estructura, plantea cierta cantida d de proble mas éticos
al psi­
argumento. El fantasma del hombre es que una mujer amada le dé muerte. coanal ista. En efecto, lo que aparece en el campo d e la s exualid ad
asedia­
Es lo que veremos acercarse poco a poco y luego realizarse, sin que nunca do Pº! la pulsi�n de muerte es la importancia de las eleccio nes de
goce de
se diga nada entre ellos, como no sea por alusiones. La esposa consentirá 1111 su¡eto, elecc10 nes que el psicoan álisis no siempre puede modifi
car. En
en erigirse en agente de las prácticas masoquistas con que sueña el hombre este punto, el sujeto mismo es r eal, "respu esta de lo real" .7º Me
gustaría
y, de tal modo, se instalará como verdugo en el lugar del objeto a del fan­ llus�rar este aspecto con dos breves ejemplos en lo.s cuales vemos
al sujeto
tasma de su marido. La muerte que ella le concederá es en verdad el punto ,!eshzars e en el entre-d os de los discurs os d e la ciencia y el psicoa nálisis,
hruscamente atrapa do por algo opaco en que se reconoce la pulsión
de
lllUerte, y preferir un goce ciego y mortífero al trabajo del inconsc
iente. En
64. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVIII. D 'un discours qui ne serait pas du sem­ 1 1nbos casos, la posibil idad de la cura analític a fracasó a causa de
las elec-
blant ( 1970-1971), inédito, clase del 13 de enero de 1971. 1 rones de goce del suj e to que el psicoa
, nálisis debe respetar. En ambos , se
65. Para una definición del fantasma, véase pág. 5 8 sq. y en especial la nota l r ntn de mujeres jóvenes que desean un hij o a cualquier precio, y
40, pág. 59. aparente­
lll<'nte dóciles a un discurso médico que les propone suplir las fallas
66. Cf. J. Lacan, "Radiophonie " , op. cit., págs. 67 y 99. Cf. supra, capítulo I, de la
11111 uraleza.
pág. 40 y nota 35.
67. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXI. .. , op. cit., clase del 1 9 de marzo de
1974 , y Le Séminaire. Livre Vil. .. , op. cit., pág. 1 3 1 . Se trata del comentario de E,
Kant, Critique de la raison pure pratique (1788) , París, PUF, 1943, libro 1, capítulo
1, pág. 30 [traducción castellana: Crítica de la razón práctica, Buenos Aires, Losa• "''• Slavoj Zizek estudió extensamente este punto en sus obras. Cf Tarryin
g
da , 1977] . • 1lfh the Negative: Kant, Hegel and the Critique of Ideology, Durham , Duke Uni­
68. T. Kóno, Cante cruel d'un chasseur devenu proie, traducción de R.-M. ' 1 •11 y Press, 1993, y Subversions du sujet, Rennes, PUR, 1 9 99.
Makino-Fayolle, París, Seuil, 1997. 70, J. L11c11n , "L'�tourdit", op. cit., pág. 1 5.
66 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 67
Primer ejemplo: el hijo intercambiable El sujeto toma solo su decisión, aquí "trazar una raya " sin querer saber
nada más.
Esta joven mujer se dirigió a mí impulsada por el azar de las páginas
amarillas del anuario Bottin, sección "psicoanálisis". La vi una sola vez. Segundo ejemplo: una repetición inexorable
Un año y medio antes, había perdido a su primer bebé, de cuatro meses,
por muerte súbita. En estado de conmoción cuando en el hospital le anun­ Con el fin de tener hijos, la medicina era indispensable para esta segun­
ciaron la muerte del niño, se dijo de inmediato: " tendremos otro" . Esa no­ da joven muj�r. Pero ella la utilizó sin saberlo para satisfacer salvajemente
che misma volvió a menstruar, como si lo real respondiera a su deseo. una pulsión. Esta se ajustaba a una repetición que, sin embargo, se dejaba
Ahora bien, sucedió lo contrario: a partir de ese momento dejó de ovular ver desde siempre en su vida. Su análisis quedó interrumpido a causa de
y un tiempo después los médicos dictaminaron que era estéril. Éstos inten­ ese acting-out.
taron distintas terapéuticas y estimulaciones y luego, tras comprobar que La repetición es la del encuentro mórbido con un "pedazo de carne"
todo era biológicamente normal, dijeron que no podían hacer nada más con el cual el sujeto se identificó de manera alienante a causa de las cir-
por ella y le aconsejaron que hablara con un analista; de allí su llamado. cunstancias mórbidas de su propio nacimiento.
En esa única entrevista, surgió que ella había querido "trazar una ra­ Cierta cantidad de recuerdos puestos en serie muestran q ue está ator­
ya" , según su expresión. Decidió de inmediato reemplazar al niño muerto. mentada por su propia equivalencia con ese "pedazo de carne" y que ya
Vuelta a su casa, tiró las cosas del bebé, borró todas las huellas de su exis­ ha hecho unos cuantos actos que presentifican esa equivalencia alienante.
tencia y se comprometió a no hablar de él para, dijo, "reprimir su pena ". Empieza un análisis a causa de inhibiciones profesionales que se han
Sin embargo, en relación con un lapsus, se reveló una problemática edípi­ transformado en un estorbo y porque a menudo se siente angustiaoa. Muy
ca. " Era el hij o [filsJ -me dijo (en vez del nieto [petit-fils] )- que le había pronto, el análisis, bastante productivo, alivia una serie de síntomas. Al
dado a mi padre." Me explicó que éste sólo había tenido dos hijas y que sentirse mejor, decide tener un hijo, aunque se le advierte que será un em­
habría querido un varón. Ella era la menor, mostraba una serie de identi­ barazo de alto riesgo. En ese comienzo de cura reconstruye, con la ayuda
ficaciones viriles en la manera en que hablaba del marido y consideraba de fantasmas infantiles, su posición edípica, que la muestra identificada
que el bebé muerto era el hijo que había ofrecido a su padre. Lo que se con el padre en contra de la madre. Ésta es el blanco de un reproche vio­
desprendió de esta entrevista fue por lo tanto el valor extraordinariamente lento; la paciente siente que fue un objeto no deseable para ella, siempre
significante y fálico de ese niño; podría decirse que era el falo ofrecido por 11 como una niña que se hubiera hecho caca en la bombacha". Con fre­
ella a su padre, con una inversión con respecto a la norma freudiana, se­ rnencia tiene una pesadilla en la que se cae un frasco de perfume, caída
gún la cual es la hija la que espera el falo del padre. Reducido a un signifi­ nngustiante que ella no puede impedir.
cante ' el niño era debido a ello intercambiable: un falo vale lo mismo que En esa coyuntura, queda embarazada. Establ.ece una relación muy es­
otro. t recha con su ginecóloga, que la operó para que su embarazo fuese posi­
Lo puesto fuera de juego, y que por eso resurgió con mayor fuerza, pe­ hle. Por desdicha, tras algunos meses se produce un aborto natural, en un
ro como si el sujeto lo rechazara, era el valor de objeto a del niño. La jo­ 111nrco catastrófico. La paciente olvidó tomar los medicamentos que le ha­
ven negó a ese ser cualquier valor singular, negó su pérdida y, por consi­ h 1 n n recetado y se agotó en lugar de descansar acostada como estaba pre­
guiente, no pudo hacer el duelo, por cierto difícil. Puede plantearse la vl1to. Rompe la bolsa sin notarlo y espera mucho antes de ir al hospital.
hipótesis, que por desdicha no tuvimos la oportunidad de verificar, de que Allí, su ginecóloga le anuncia el aborto natural y le dice que debe expulsar
ese rechazo del trabajo de duelo de un hijo particularizado en su deseo tu­ 1 1 feto. La paciente, entonces, exige impulsivamente verlo en la pantalla
vo un efecto somático. drl ecógrafo. Aunque reticente, la ginecóloga cede ante la insistencia de la
Pero la negativa a asumir la pérdida es también lo que puede impedirle tovcn. En la pantalla, la paciente ve moverse al feto y, con un grito desga-
entrar en el discurso analítico. Cuando la invito a volver a hablar conmi­ 1 1 11dor, dice que es ella quien lo va a matar al expulsarlo. Tras esos acon-
go, me pregunta: " ¿ Cuánto tiempo cree que voy a tardar en quedar emba­ 1 •1 1 1 11ientos, decide no retomar su análisis. " Se rompió el encanto", me di-
razada ? ". Lógica de la rentabilidad fálica inmediata, que rechaza el traba­ , "Vi en la pantalla lo que yo era y lo que está en juego en mi misma
jo del inconsciente. 1 t encia, mi nacimiento. Ya no tengo nada que aprender en un análisis."
En un caso semejante, vemos que el hecho de que el médico la derive al 1 11 este caso, el sujeto no sólo utilizó la técnica médica para curarse, si-
analista no implica, sin embargo, que el inconsciente se ponga a trabajar. 1 1 1 1 r n mbién para satisfacer una pulsión escópica acoplada a la pulsión de
EL PSICOANÁLISIS Y L O REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 69
68
nte d el deseo d e su temía l a mue rte -co sa que se co nfirm aría a posteriori-, per o s ufría , di re ­
mue rte. En u n n uevo acto de u na re petición pr ocede mo s , a ngus tias de " s egun da muerte" ,71 es decir, la id ea de que iba a desa ­
, neces itaba "ver" otra
ma d re y que se remont a ba a a ntes de s u na c imiento parec er si n de j a r huellas , a me nos que tuvier a hij os o dem ostrara su gen io .
eda zo de ca rn e, e n lu­
vez e l obj et o que ella era en e l deseo del Otro , ese p El tem a del traba j o re sultó es tar li gado a l de la muerte po r una pe q ue ña
s a la e l a b o ra ci ón d el
ga r de despe ga rs e de él y sa ber s er ,otra cosa gra c ia fr ase anodi na : "Tra baj a r es perder la vi da " . Y o le co ntesté: " ¡ Qué di fícil
in co n s cient e en e l a nális i s .
di scurso de la me- es ganarse la vi da s i se pien sa así ! " . En rea l idad, l a pe que ña fra se pod rí a
Estos dos casos ponen de ma nifiesto el hia to entre el s e� ha ber s i do la metáfo ra d e s u s íntoma: a dheri r a e lla pod í a expli ca r q ue la
a d ime n si ón trági ca d e ese e ntr e - do
d i ci n a y e l d el ps i coa nál i s i s , co n l
r el des e el ps i- bús queda de tra baj o es tuviera aco mpa ñada po r esos s entim ientos de m or­
que pued e d es encadena rse l a puls ión de muerte y fracasa
o d
ti fica ci ón. Pero , ¿ er a tomad a d em as i ado a l pie de la letra , apris iona n do su
coa n a li s t a por la pa s i ón de lo real.
e nt o ínt i mo o se r m is m o , par a ser una metáfo r a ?
Hay o tros casos , en cambio , en que gracias a l con sentimi Los s entimientos de muerte se miti garon co n nu es tr as entr ev is ta s , mien­
inco ns ci e nte de l sujeto , la cur a a n a lí
ti ca tiene cierta efi caci a frente a la pul­
íntoma s his tér icos i nva l idantes ; ayuda tr as e lla me conta ba su hist oria. Era u n a sucesión de accidentes: a lo s tre s
s ión de m ue rte y puede desa nuda r s
la s a ñ os una pe lo t a la go lpe ó en la ma n díbula , a lo c ua l v o lvere mos ; a los
aceptar c ura rs e; po ne o bs tácu l os . a
a s uj et os o rgáni ca m ente enfe rmos a
d e tr a n s exua l is � o o ps i � o s i p r obr � cua tro, se rompió e l bra zo e n la cama matrimonia l mientr as jugaba co n e l
o pe r acio nes m u ti la do r a s e n casos
s o
a re es te ca pi ­ pad re; a los ci n co , s e q ue mó co n el ho rno , etc . Ade má s, s e ha bía c ort a do
,'
tr b jo n lít q p rmit . T rmm
d e la tr a n s fe re nci a y el a a a a ico ue e e e
o perac ión de ci r u gía el ten d ón de un a man o a brien do os tra s, había s ufrido dos o peracio n es fa­
tulo co n un t ercer fra gmento de caso en el q ue u na lli das y decía no tener ningún mie do a la cirugía . Es a i n d iferen ci a, que n o
se o a l menos d ife­
estética, que era visi blemente un acting-out, pudo evitar pa recí a una d enegac ión, contra s ta ba co n sus mo mentos de m u erte· s ubj eti­
rirs e graci a s a entrevis ta s con la ana l is ta . v a, alarmante s po rq ue -a unqu e más es casos de sde el i nicio de las s esion es­
se ma nt ení a n, erráti cos , co m o mome ntos d e a use nc i a de lo s que des pués
Tercer ejemplo: "Soy un pescado " ell a no pod ía decir nada , s alvo que existía n. Ahor a bien, la pérd i da d el
dice e l s ujet o d e s enti miento de la vida , 72 a un momentáne a , y so bre todo cu a n do ti ene ese
El ps i coanál i sis nos o bl i ga a prest ar aten ción a lo que A carácter disconti n uo y a par ente mente si n motiv o, es s iempre i nqui eta nt e ,
os ha bl a d e su re laci ón co n el goce .
su c u erpo , porq u e a tr a vés d e ello n
i n dicio p p o rq ue puede ser e l si gno d e una forc lusi ón73 de la s i gnificación fálic a y
veces , al escucha r frases furtiva s , s e puede e ntreve r un
de sicosi s

a l". Es ci ert o que s erán n ce ri � tr por lo ta nto de una ps icosis n o dese ncad ena da .
en un sujeto a pa re ntemente "norm
e s a a o a s
queda br vi . En s u hist oria s e des taca ba un da to : a lo s seis añ o s, el pedia tra h a bría
pruebas . Pero de ese mo d o la pruden cia d el a n a l ista .
so
.
s o e a

Una j o ven m e d ij o a br u ptam e nt e a l e ntr a r po r pnme ra ve z a mi cons ul­


tiliza d a por l os ado ­
torio : "Soy un pescado " . Se trata de u na expres ión u
" escuerzo " , que es
lescentes para desi gna r a a lgui en m uy feo , s imila r a 71. J. Lacan, Le Séminaire. Livre VII . . . , op. cit., capítulo XVI, pág. 243.
i st a pud e sa be r qu e y a ha bía pedido 72. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit. , pág. 558.
o tr a expr esión· Al fi n a l de la e ntr ev
. No venía a v e rme 73. Cf. supra, nota 13 de este mismo capítulo. La forclusión es la traducción
hora co n un ciruj a no par a rehacers e la n a ri z y la boc a
No de be .excl uir�e que q LJc hace Lacan del término freudiano de Verwerfung, que designa un rechazo más
por eso , sino a ca us a de su relac ión co n l a m u erte . 1 11c.:lical que la represión, ya que es irreversible. La forclusión de la significación fá­
ps icoa nalis ta en
mi apell ido haya orienta do su e lección cuando busca ba un lku es correlativa de la forclusión o el rechazo del Nombre-del-Padre que define la
el a n uari o :· ¡11icosis en el sentido lacaniano del término. La significación fálica, :n efecto es la
s t ítu l os no eran
Acudía a u n a na lis ta porqu e n o con se guía tra b aj a r. Su Nt1411ificación producida por el Nombre-del-Padre en el inconsciente del neurótico'
cado la bo r a l y e lla no q u�r ía re.ba jar"
a preciado s e n su j us t o v a lor e n e l mer • 01110 consecuencia de la "metáfora paterna", que es una reescritura que Lacan ha-
de su ca l ificac ión. La entrevi s ta, s m e

s e a acepta r un empleo po r deba j o ' del Edipo en 1958. La metáfora paterna sustituye el deseo-de-la-madre por el
ue la a s a ltab n: no
ba rgo , derivó rápida mente hacia l a s ideas m ortífera s q t fotnbre-del-Padre. El primero se caracteriza por el capricho materno que da y reti­
a

t 11 nrbitrariamente su amor y los obj etos que lo simbolizan. Su sustitución por el


t foinbre-del-Padre impide que el niño sea el objeto pasivo de ese capricho. La pro­
* Los términos originales son, respectivamente, thon, atún, y boudin, morcilla h 1l11dón del incesto y la existencia de la ley paterna reemplazan la arbitrariedad
l l l1H t' l'll ll , El Nombre-del-Padre y la significación fálica dominan el inconsciente del
(n. del t.).
"* El sonido de More/ presenta cierta semejanza con mortelj mortal (n, del t,), 11it11rútico.
70 EL PSICOANÁLISIS Y LO REAL LA REPRODUCCIÓN Y LA MUERTE 71
dicho a la madre, que la mimaba demasiado, que la dejara un poco en paz. Es sabido que la psicosis puede sustentarse en tales soluciones asintóti­
La madre, entonces, la habría "soltado" definitivamente y había encontra­ cas, y ésta puede consider arse como el esbozo de una modalid ad de "em­
do un trabajo. Desde entonces, su padre se ocupaba de ella. El trabajo, por puje-a-la -mujer" . 75 Esta feminiza ción, a veces forzada en la psicosis , nos
consiguiente, estaba asociado a la pérdida, no de la vida, sino de la madre; lleva ahora a examinar en qué puede consistir la sexuació n para el psicoa­
en todo caso, se articulaba como un abandono definitivo. nálisis.
A partir de ese momento, la madre siempre le había repetido que era
fea, lo contrario de ella. La niña "sabía" por su madre que se había vuelto
fea de la noche a la mañana, a los tres años, cuando un chico del jardín de
infantes le dio una " patada" en la cara. Una lógica irrefutable la empuja­
ba a rehacerse el rostro como " habría debido ser" sin ese puntapié. Con
esa operación, que no le daba más miedo que las otras, no sólo sería linda
sino que, sobre todo, sería amada por un varón. Esa puesta en continuidad
del discurso de su madre y una intervención real sobre el cuerpo, sin gran
desplazamiento y con meras inversiones significantes: (varón-golpe en la
cara-fea) transformada en (operación en la Cara-bella-varón), unida a la
convicción del sujeto sobre la eficacia del remedio, podía indicar una au­
sencia de represión. Por otra parte, la castración, lejos de estar inscripta
simbólicamente en el inconsciente, sólo aparecía aquí representada imagi­
nariamente por el punta·p ié. Lo notable era que ella nunca había puesto en
duda que ese accidente fuera la causa de su supuesta fealdad. Por lo tanto,
adhería sin mediación al discurso materno. Yo había tenido la misma im­
presión con su manera de tomar al pie de la letra la frase "trabajar es per­
der la vida". Del mismo modo, decía sobre la marcha: "Mi madre no me
puede ver" y " quiero cambiar de cara porque no puedo verme en el espe­
jo". Prisionera del discurso materno, era literalmente hablada por su ma­
dre, en cuyos ojos se miraba, y esto, con la lógica que antes mencionamos,
la llevaba directamente a operarse.
Corno había concertado una consulta con el cirujano, le pedí que le ha­
blara de ese puntapié fatal. Radiografías en mano, el cirujano le dij o que
las particularidades de su perfil eran congénitas y que ese accidente a los
tres años no había tenido ninguna influencia.
Esto no hizo mella en absoluto en su convicción de que un "cambio de
cara" resolvería su problema con el otro sexo al volverla femenina, convic­
ción 74 que, unida a los otros rasgos que señalamos, nos parece psicótica.
Sin embargo, con sus palabras el cirujano hacía caer en falta el discurso de
la madre, lo cual hizo que ella encontrara una solución diferida: sólo se
operaría después de resolver su problema de trabajo y sanar de sus senti­ 75. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 22, e infra, capítulos vm y IX. Se trata
nqu� de la aspiración a una femineidad perfecta e ideal, que exige sin embargo una
mientos de muerte mediante el análisis, cosa que, con seguridad, llevaría
11\Utilación o "castración real" del cuerpo. Esta exigencia ilimitada de una "libra
tiempo ... de carne" es una consecuencia de la forclusión de la significación fálica. Lacan to-
11111 la expresió n "libra de carne" de El mercader de Venecia
de Shakespeare para
•¡ es1gnar
. l a puesta en acto, en la realidad, de la castración o 'de una operación'
sim-
74. Se advierte el mismo fenómeno en los transexuales, el mismo tipo de con­ holica forcluida . Cf. J. Lacen, Le Séminaire. Livre x. La angoisse ( 1962-196 3) iné-
vicción de un "error de la naturaleza". dito, clase del 23 de encrn de 1 963.
Segunda parte
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS
III

SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR


NO AGOTA LA CUESTIÓN

Para algunos psiquiatras, aunque sean psicoanalistas, el concepto del se­


xo sigue ligado al de la reproducción. En su libro Sex and Gender, 1 Stoller
describe una serie de casos de transexualisrno o intersexuación crornosórni­
ca, con sus referencias familiares, siempre preciosas para el psicoanalista.
Aunque sensible a la dimensión del lenguaje, define así la sexualidad: "Su
función es directamente el prototipo de un com portamiento procreador (o
de un sustituto de ese comportamiento), cuando culmina en él o lo acompa­
ña". Y agrega: "Sabernos que la reproducción es la meta esencial subyacen­
te del comportamiento sexual" .2 Stoller se sitúa, por lo tanto, en la perspec­
tiva de un modelo biológico. Lo confirma su enfoque de la diferencia
sexual: "Así, al margen de algunas excepciones, existen dos sexos: uno ma­
cho y el otro hembra". Éstos están determinados por una serie de caracte­
rísticas: órganos genitales externos e internos, gónadas, hormonas y carac­
teres sexuales secundarios, así como los cromosomas y. el genotipo. Las
"excepciones" de las que habla Stoller son los individuos "mezclados" des­
de el punto de vista crornosórnico u hormonal, a quienes se denomina inter­
sexuados. Para este autor, el sexo biológico se divide en dos clases identifi-
c;1 bles por atributos opuestos o rasgos distintivos. Entre las dos clases
queda, sin embargo, una zona de incertidumbre que se reduce sin cesar gra­
cias a los progresos de la ciencia y las definiciones genéticas del sexo. Con
rada nuevo descubrimiento, esta zona intermedia que engloba los casos de
int ersexualidad se reduce, y es de suponer que terminará por desaparecer.

1 . R. J. Stoller, Recherches sur l'ide11tité sexuelle (traducción francesa de Sex


n11d Gender), op. cit.
2. Ibid., pág. 22.
76 LA DIFERENCIA DE LO S SEXOS
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 77

CRÍTICA DEL GÉNERO Stoller escuchó a muchos sujetos transexuales que tienen, e n efecto, la
convicción de pertenecer a un sexo que no es su sexo anatómico. Denun­
La lógica subyacente a la clasificación científica del sexo es la de la cla­ cian por lo tanto un "error de la naturaleza " y recurren a la cirugía para
se y el atributo, que se remonta a Aristóteles: si un individuo tiene tal atri­ corregirlo en su cuerpo.
buto, por ejemplo un pene, estará en la clase de los machos; si no lo tiene, Ahora bien, en la clínica psicoanalítica de los neuróticos es extremada­
estará en la clase de las hembras. Pero si pertenece a esta última clase, cabe mente raro ver a un sujeto proclamar una certeza semejante en cuanto a su
esperar que tenga una vagina o un útero; si .no es así, se hará una investi­ sexo. El sujeto se pregunta: " ¿ Soy una verdadera mujer?", " ¿ no soy dema­
gación anatómica y genética más profunda para decidir dónde ubicarlo siado masculina? " o " ¿ soy realmente viril ? " , " ¿ no soy demasiado impoten­
(casos de intersexualidad). te para ser un hombre ? " , etc. Duda, sospecha la presencia de rasgos nota­
Pero, ¿cómo puede Stoller, un clínico que leyó a Freud, insistir en una bles del otro sexo en él. A veces es preciso todo un análisis para resolver ese
definición biológica del sexo, ajustada a la reproducción e impropia aquí, problema. Por otra parte; Lacan caracterizó la neurosis como una pregunta
puesto que estudia casos de transexua les, enigmáticos desde el punto de y la histeria por la pregunta referida al sexo:5 " ¿ Soy hombre o mujer ? " . En
vista científico ? Se ve obligado a introducir una noción que proviene del cambio, un sujeto que proclama, con respecto a su sexo, una convicción
lenguaje, la de género (gender). El género se distingue del sexo biológico y tan grande que está dispuesto a operarse, puede ser sospechoso de psicosis,
puede oponerse a él; introduce una bipolaridad masculino/femenino que aunque por lo demás parezca perfectamente normal. 6 Así, el concepto sto­
nos es familiar en la lengua, porque nos permite clasificar las palabras, por lleriano de "identidad de género" está calcado sobre el discurso transexual.
su artículo, su terminación, etc. Volvemos a caer en la lógica aristotélica En cierto modo, es un concepto psicótico, que toma como "verdad" del se­
de la clase y el atributo. La dualidad masculino/femenino evoca una com­ xo lo que es un fenómeno elemental del transexualismo: la convicción deli­
plementariedad, un " dos en uno" que es una metáfora de la relación se­ rante de un error de la naturaleza en la determinación del sexo del sujeto.
xual: cada uno con su parej a, el pene con la vagina, el activo (hombre) con Stoller indica otras características de esos casos que confirman que la ma­
el pasivo (mujer), etc. Desde el momento en que nos situamos en la pers­ yoría de los sujetos transexuales corresponden a un diagnóstico de psicosis.
pectiva de una teoría de las clases, una teoría del tipo sí/no, que implica Así, destaca la importancia del deseo materno para el establecimiento de
buscar un rasgo que el sujeto tiene o no, estamos en la lógica de una iden­ una identidad de género que contradice el sexo anatómico. Por otra parte,
tificación imaginaria con un sexo y de una relación sexual imaginaria. Ve­ utiliza la expresión "falo feminizado de la madre" 7 para el varón pequeño
remos que esta identificación no basta para determinar la sexuación. que más adelante querrá convertirse en una niña. Ahora bien, si el deseo­
Aunque independiente del sexo biológico, el género, sin embargo, se ar­ de-la-madre siempre es esencial para un sujeto, en la neurosis está tachado
ticula para Stoller con la noción de una cantidad: "El género es la cantidad por el Nombre-del-Padre.8 En la psicosis, al contrario, el Nombre-del-Padre
de masculinidad o femineidad que se encuentra en una persona" . 3 Cosa
que es, por lo menos, difícil de evaluar.
Finalmente, llegamos a lo que era de esperar por el hecho de mantener­ 5. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre lll, op. cit. , págs. 1 8 1 y 195.
se en la lógica de la clase, el atributo y las identificaciones, a saber, la no­ 6. Es lo que veremos en el caso de Ven, en el capítulo V I I , " El transexualismo y
ción de identidad: "La identidad de género comienza con el conocimiento la clasificación sexual ", pág. 1 8 3. Como ya dijimos, el término "psicosis" debe to­
marse en un sentido estructural, definido por la forclusión del Nombre-del-Padre y
y la percepción, conscientes o inconscientes, de la pertenencia a un sexo y
la significación fálica. La psicosis es entonces compatible con manifestaciones po­
no al otro ". De modo que el criterio del género y la "identidad sexual" se­ C<> ruidosas, que a primera vista se asemejan a las de la neurosis, como nos lo en­
rá, en definitiva, la conviccjón íntima del sujeto en cuanto a su sexo. Esa acñaba el tercer caso del capítulo 11 (" Soy un pescado" ) . Cf. supra, capítulo u, pág.
identidad se constituirá ant¿s de los tres años y presuntamente es asignada SO, nota 1 3, y pág. 69, nota 73. -
al sujeto por sus padres e incluso por el médico que anuncia el sexo en el 7. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit. , pág. 147.
momento de nacer, luego confirmado por la educación: "Cualesquiera 8. Al sustituir el deseo-de-la-madre, el Nombre-del-Padre no lo borra, sino que
sean los determinantes biológicos del sexo, nos convertiremos en miem­ In marca fálica que estampa en él queda ligada al padre (para decirlo rápidamente,
bros del sexo que se nos asignó" . 4 IR madre es despojada del falo, que se sitúa entonces del lado del padre). Por otro
l11<l<>, desbanca al hijo del lugar en que sería la "cosa" de la madre, donde encarna-
1 ín l' ll su ser el objeto a de ésta; me parece que es esto lo que evoca la expresión
3. !bid. , pág. 28.
4. !bid., pág. 34. " falo fcminizado de la madre" que emplea Stoller.
78 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 79

e s tá forcluido y el s uj e to que d a librado, de m a nera no m edia tiz a d a �or l a dente que no s e veía" 15 y que ell a denomina "va lenci a diferenci a l de los s e­
ley p a ter na , a l capricho ma ter no. No es sorp rendente, entonces , qu: ciertos xos" . És ta expre s a " l a domina ción soci a l d el principio de lo masculino" , 16
tra nsexua l es hay a n s ido un obj et o privilegi a do por s u ma dre, un ob¡ eto a, Y que la a utora considera universa l, a difer enci a de lo s tres prime ros pil a re s
que se hay a n feminiz a do, o ra por una ident ifica ción m a si�a y precoz con que l a biología no genera di recta me nte, sino que son constr ucciones cult u­
ell a , o ra po r que fueron e l obj e to d e un e mpuj e -a -l a muj e r. S e tra t a, d e. un
� r a les l eva nta da s con distint a s lógic a s s egún la s socied a des. 1 7 Esta "va l enci a
pr oces o p s icótico de feminiz a ción for za da de un su¡ eto, y a s ea a n a tom1�a ­ diferenci a l de los sexos", " artefa cto y �o hecho nat ur a l " , 1 8 dice Hériti er ,
,
mente hombre o muj er. El e mpuj e- a-l a -muj er se d ebe a una mt:rpret�c10n s ería la tr a ducción única d el d ato biológico. Al busc ar el orige n de l a pre­
d elira nte que el suj eto ha ce del goce que lo inv a de y que no e� ta loca liza do s e nci a univer s a l de est a "va l enci a " , l a a uto ra pl a ntea l a hipótesis de que
po r el s ignifica nte del fa lo, forcluid? . D e re sulta s, � l .goce se mterpret a
.
�?­ no ser ía l a expresión de una " des venta j a [ha ndica p J d el la do femenino " ,
mo femenino. D es d e el punto de vista fenomenolog1co, es ta femm1za c1on sino más bi en de una "volunta d d e cont rol d e l a rep roducción" 19 po r p ar­
forza da pue de vivir s e como una tra n sforma ción corporal o exigi.r una c a s­ te de hombr es que no disponen " de e s e poder ta n p articul a r". Inspir a da en
tración rea l. También puede suce der que l a femine id a d s e lo� a hce e n un� Aris t óte les, Héritier a cl ara que " ta mbién l a m atr iz d e l a valencia dife re n­
muj er idea liz a da y a ma d a , como en ci ertos ca sos de tra nsexua hsmo femem­ ci a l d e los sexos [ ... ], por lo ta nt o, es taría inscript a en el cuerpo, en e l fun­
no. O tro asp ecto nota ble en Stoller es la exp res ión "mie mbros del s exo .�ue ciona mi ento fisiológico, o [... ] proc ed ería , más exacta men te , de l a observa ­
se no s a signó", 10 como si e l s uj e to no tuviera ningún p a pe l en l a se xu a c1on. ción de es e funcion a mi ento fisiológico" . 20 Esta " ma triz de l a va lenci a
Ahora bien, es cierto que en la psicos is el suj et o, que no puede apoyarse en diferencia l de los s exos" tra ducir ía l a d esigua lda d entre el dominio ma scu­
la ley p a terna , tien e un ma rgen mucho má s débil fre,nte al d eseo ma�:r1:1� Y lino de la pé r did a de se men y lo indomin a ble fe me nino de l a pérdida d e
_ .
luego frente a l des eo de lo s otr os . D ebido a ello, e sta sometido a l a � mCi a ­ s a ngre. El libro d e F. Hé ri tier propon e una tra ducción cult ur a l, a tr a vé s d e
tiva del Otro " , 11 a la que no s iemp re puede replic ar. No es se guro, sm em­ los mitos, l as cos t umb res y l a s representa ciones col ectiva s, d e e sta "va l e n­
bargo, que el deseo mater no sea e l único en cues tión en el d eseo del tra nse­ ci a diferenci a l d e los sexos", que sie mpre s e h ace por se ri es de oposiciones
.
xua l d e d�cir "no" a l sexo a na t ómico. 1 2 Pode mos de ci r que Stoller es un signific a ntes (el hombre ca liente , l a muje r fría ) e n que un polo se v a loriza
clínico dema sia do bueno. Sin duda es fiel a l a clínica del tra nse xualismo p e­ a expensa s d el otro: "Si empre y en t odas las socieda de s, l a difer enci a entre
ro, a l mismo t iempo, su teor ía de l a iden tida d de género está d.ema s_ia do los sexos se tra duc e ideológic a mente en un lenguaj e binar io y jer a rquiza ­
cerca de los dichos d e los suj etos e sci¡cha do s , a quiene s toma c a si a l pie de do" . 2 1 Su ide a es que es a diferencia, seña l a da en el cue rpo, es un " tope úl­
l a letra . Esos dichos, más bi en, deber ía n el a bor ar se e interpret ars e en una timo del p e ns a miento". 22 Obj et o d e es cánda lo, l a diferenci a entre los
teor ía coher ente de l a sexua ción. sexos sugi ere una oposición concept ua l básic a : l a d e lo idéntico y lo dife ­
rente. A p arti r de a llí s e constr uyen gr ill a s d e cl a sific a ción de lo masculino

OBSERVACIONES SOBRE UNA TEORÍA ANTROPOLÓGICA


DE LA DIFERENCIA SEXUAL 1 5. [bid.
1 6 . [bid., pág. 25.
Fra nc;:ois e Hér itierl3 pos t uló, " j unt o a lo s tre s pil a res que era n p ara 1 7. Cf. ibid. , pág. 23: "Me considero, por lo tanto, materialista: parto efecti­
Cl a ude Lévi-Stra uss l a p rohibición de l inc e sto, el rep arto sexua l de l as ta­ vamente d e lo biológico para explicar cómo se introdujeron tanto las institucione s
rea s y un a fo r ma re conocid a d e unión s e xua l " , 1 4 un cuart o pil a r "ta n evi- ,>ciales como los sistemas d e repres entaciones y pensamiento, pero postulo como
¡)etición de principio q u e ese dato biológico universal, r educido a sus componen­
te� esenciales, irr eductibl es, no puede tener una única y excl u siva trad ucción, y
11ue todas las combinaciones lógicamente posibles, en los dos sentidos del término
9. J. Lacan, "L'Étourdit" , op. cit. , pág. 44. matemáticas, pensables-, fu eron exploradas y realizadas por los hombres en so-
. ,
10. R. J. $toller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit., pag. 34. ' lt'dad ".
11. J. Lacan, Le Séminaire. Livre lll, op. cit., pág. 218. 1 8. [bid. , pág. 24.
12. En el caso de Ive s, en el capítulo vn, pág. 200, vemos e l pap el q ue desem• 1 9. [bid.
peña la decisión del s ujeto en el proceso complejo de su sexuación. 20 lbid., pág. 26.
13. F. Héritier, Masculin/Fémi11in. . . , op. cit. 2 1 . [bid. , pág. 206.
14. [bid., pág. 27. 22. Jbid., pág. 20.
80 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASlFlCADOR 81

y lo femenino, fundadas en oposiciones significantes (caliente/frío, seco/hú­ fundadora de la relación del sujeto con lo imaginario, el cuerpo y el seme­
medo, alto/bajo, animado/inerte, soplo/materia, etc.) que siempre se orien­ jante. Además de esta relación de reconocimiento simbólico (el " sí, así es,
tan, a causa de la " valencia diferencial de los sexos", de acuerdo con un eres tú" ), también hay en el estadio del espejo una condición real: que el ni­
vector (más/menos) que "funda la desigualdad ideológica y social entre los ño sea verdaderamente investido por la mirada de ese O tro, que sea el ob­
sexos" . 23 jeto real de cierto deseo singularizado. Ese momento del estadio del espejo
Sin discutir filosóficamente el origen de la desigualdad de los sexos, estructura el cuerpo como forma imaginaria y funda las categorías de lo se­
plantea.remos, a partir de las observaciones e hipótesis de F. Héritier, tres mejante, lo parecido, lo mismo y la forma idéntica.
interrogantes que interesan al psicoanálisis: ¿ "traduce" el lenguaje binario
de las oposiciones significantes la diferencia de los sexos? ¿ Cuáles son las Lo di{erente y el significante
causas de la misoginia? ¿ Qué efecto produce en el sujeto la observación
corporal de la diferencia de los sexos? La categoría de lo diferente tiene sus raíces, en cambio, en la experien­
cia del lenguaje y el significante. La estructura binaria descubierta por F.
Las oposiciones significantes y la diferencia de los sexos de Saussure se basa en oposiciones fonemáticas. 27 El fonema mismo se
descompone en un haz de elementos diferenciales o " rasgos distintivos " ,
La estructura misma del lenguaje proporciona los sistemas de oposicio­ que son entidades " estrictamente opositivas " . 28 Esto implica que esos ras­
nes significantes. Sobre el origen del lenguaj e sólo existen mitos, y compa­ gos distintivos nunca están aislados, sino que funcionan siempre por pares
raremos el que propone Lacan24 con el que sugiere F. Héritier. Partamos, de opuestos. La definición que da Lacan del sujeto del inconsciente se ba­
entonces, de la oposición semejante/diferente. sa en la estructura binaria del significante: "Un significante representa al
sujeto para otro significante" . 29 Un enunciado de ese tipo implica que "el
El semejante y el espejo inconsciente está estructurado como un lenguaje " . 30
Pero en el psicoanálisis también hay una estructura "unaria" del signi­
El psicoanálisis nos enseña que el fundamento de lo idéntico procede del ficante, en que éste está aislado de los otros y ya sólo se refiere a sí mismo.
imaginario y, en concreto, de la imagen del cuerpo, con la cual el sujeto se La segunda clase de identificación descripta por Freud proporciona su mo­
identifica durante el " estadio del espejo".25 En efecto, el ser hablante apre­ delo.31 Dora, la muchacha histérica analizada por él en 1905, imita la tos
hende su cuerpo como imaginario: una envoltura, como una bolsa, análoga de su padre. "No debe escapársenos -dice Freud- que la identificación es
a un traje. También es una imagen, la del cuerpo, la que figura una unidad; ¡ ... ] parcial, extremadamente limitada, y sólo toma un rasgo [nur einen
el cuerpo parece "uno" al ser hablante cuando se mira en el espejo. La tesis einzigen Zug] de la persona objeto. " Ese " rasgo único" mediante el cual el
de Lacan es que esta unidad del cuerpo data del momento electivo en que el sujeto se identifica con el Otro al diferenciarse de él fue llamado "rasgo [ o
sujeto, que aún no se mantiene de pie, se identifica de manera jubilosa, pero
con cierta altivez, con su imagen, como si fuera la de otro, un semejante, er­
guido frente a él. El estadio del espejo es una relectura lacaniana del narci­ 2 7. Cf. F. de Saussure, Cours de linguistique générale, op. cit., capítulo 4, pág.
sismo freudiano. En realidad, esta operación de identificación imaginaria es 1 64: "Ahora bien, lo que los caracteriza [a los fonemas] no es, como podría creer­
compleja : requiere la intervención de un adulto, que confirme "sí, así es, le, su cualidad propia y positiva, sino simplemente el hecho de que no se confun­
eres tú". De tal modo, el sujeto, por medio del reconocimiento de ese Otro, dan entre sí. Los fonemas son ante todo entidades opositivas, relativas y nega­
se identifica con la imagen que, desde luego, no es él. De ello resulta un des­ livas".
conocimiento fundamental, "una evidencia engañosa " , 26 una alienación 28. R. Jakobson, Six lefons sur le son et le sens, París, Éditions de Minuit,
1 976, págs. 91 y 1 2 1 .
2 9 . J. Lacan, "Radiophonie", op. cit., pág. 65.
30. J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du désir . . . ", op. cit., pág. 800.
23. !bid., pág. 220. 3 1 . S. Freud, "Psychologie des foules et analyse du moi" ( 1 921 ), en Essais de
24. Cf. supra, capítulo 1, pág. 42. p1ychanalyse, op. cit. , capítulo 7, "L'identification", pág. 169 [traducción castella-
25. J. Lacan, "Le stade du miroir comme formateur de la fonction du Je . . . ", 1111: Psicología de las masas y análisis del yo, en OC, vol. 1 8 , 1 979]. La primera
op. cit., pág. 93. 1dc:ntificación es la identificación primordial con el padre; la tercera es la identifi-
26. J. Lacan, "De nos antécédents", op. cit., pág. 69. nción histérica, en que dos sujetos ponen en común una falta de objeto.
82 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 83

trazo] unario" por Lacan. 32 Una vez adoptados, algunos de estos rasgos ya nificante y de sus oposiciones binarias por un lado, y el orden de la gramá­
no son sustituibles por otros significantes ni pueden encadenarse con ellos. t�c� de la frase (sujeto-cópula-atributo) por el otro, fundan la lógica aristo­
Aislados en el inconsciente, se convierten a veces en significantes que se re­ tel1ca de las clases: géneros , especies , etc. Retomemos un ejemplo a menu­
.
piten de manera traumática en la vida del sujeto. 33 Al mismo tiempo que do citado por F. H éritier: las mujeres son identificadas por el rasgo
siguen cargados de significación, pierden en el inconsciente la propiedad " sangre menstru al" y los hombres por el rasgo " semen", y luego se
los
binaria del significante, que supone la posibilidad de la sustitución metafó­ opone en dos clases. A continuación, se razona al respecto y el pensamien­
rica y del encadenamiento con otros significantes. Debido a ello, esos "ras­ to construye ?tras oposiciones, secundarias o complementarias: sangre
,
gos unarios" asumen, según Lacan, el status de letras. 34 Él los compara fna/semen caliente, sangre derramada/semen guardado, sangre indomina­
con los bastones o muescas hechos por un cazador del magdaleniense so­ ble/semen dominado, etc. El pensamiento funciona según esta lógica de las
bre la costilla de un mamífero, que vio en el museo arqueológico de Saint­ clases, como lo mostró Lévi-Strauss en El pensamiento salvaje.37
Germain-en-Laye. 3 5 Esos trazos aislados, acaso dibujados para señalar ca­
da una de las presas abatidas, introducen la diferencia en lo real y La di(erencia de los sexos y la alteridad
preceden el conteo. Tendrían una relación con el número · "Uno". 36
El significante, entonces, es la diferencia y también lo que funda la ca­ Pero, ¿se trata en verdad de lo que se menciona con la expresión " dife­
_
tegoría del " Uno " . En consecuencia, ya no hablamos aquí del "Uno" de la rencia de los sexos" ? J? e hec�o, en lo precedente no hacemos más que es­
totalidad imaginaria, la de la imagen del cuerpo o de lo semejante, sino del pecular sobre rasgos diferenciales y lo que es verdaderamente diferente se
"Uno" del rasgo que se traza antes de contar, para marcar las "veces " escapa, porque el pensamiento de la diferencia siempre nos retrotrae al
idénticas pero diferentes: los días que pasan y se repiten, los puntos obte­ Uno Y la identificación. ¿No es ésa, por otra parte, una de las dificultades
nidos en un juego, las presas obtenidas en la caza, etc. Mediante una mar­ del feminismo? Cada vez que éste reivindica el derecho a la diferencia rei­
ca, un trazo indicativo, una letra mínima, ese "Uno" nos permite marcar v ! ndica el derecho a la igualdad y, en definitiva, a la identidad. Lo q�e se
_
una sucesión y luego contar las marcas sucesivas, orientarnos, saber dónde p1erde es la d1ferenc� a no identificable, vale decir, la alteridad, la especifi­
_
estamos. Puede parecer paradójico asociar la diferencia y el "Uno ". Sin cidad, que eran precisamente la apuesta inicial. Para evitarlo, Lacan intro­
embargo, así es como se opera. Para diferenciar dos cosas, para comparar­ duce el concepto de Otro, en lo tocante a la diferencia sexual. El Otro, "el
las u oponerlas, se identifica cada una de ellas con uno de sus rasgos, una O tro sexo " , es lo que se resiste justamente a la identificación lo que es
de sus características -un atributo, por lo tanto-, que luego se diferencian: otro que �l u?o. 38 Por lo tanto, no se puede identificar al Otro. 'El concep­
en primer lugar identificación con un atributo, a continuación diferencia­ to de femme1dad en psicoanálisis, con sus bien conocidas evocaciones de
ción y eventualmente clasificación. Ésa es la forma en que el orden del sig- desconocido, �nigma, inaccesibilidad, encuentra así un apoyo, no tanto en
el uno de la diferencia como en la alteridad real, lo que es absolutamente
otro Y se sustrae fundamentalmente a la fijación identificatoria a la clasi-
'
32. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IX. L'identification (1961-1 962), inédito, cla­ ficación.
se del 6 de diciembre de 1 961 . El "no hay relación sexual" de Lacan significa esto: por un lado, se
33. Es el caso del significante " ¡ fuego!" en el caso de Tom (capítulo IX, pág. puede hablar del hombre como universal, identificándolo con el uno el fa­
243), que escande sus pasajes al acto. Lacan también los llama "significantes lo. Pe�o por el otro hay una ausencia, una alteridad que no es identificable
amo " . Cf. supra, capítulo u, pág. 62, nota 57. rnlect1vamente con un significante: lo cual expresa el aforismo lacaniano
34. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII, Ornicar? nº 3, op. cit., clase del 21 de " La mujer no existe" . 39 Esta ausencia no puede señalarse con un segundo
enero de 1 9 75, pág. 1 07. "Aquello que, del inconsciente, puede traducirse por
una letra, en cuanto sólo en la letra la identidad de sí consigo está aislada de toda
cualidad. "
35. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IX, op. cit. 37, C. Lé�i -Strauss, La Pensée Sauvage ( 1 962), París, Agora Pocket, 1962, pág.
,
1 59 !tra ducc1on
36. Para una áiscusión sobre este punto, podrá consultarse M. David-Ménard, . castellana: El pensamiento salvaje, México, Fondo de Cultura
"Le nombre chez Frege et le trait unaire chez Freud", en Les Constructions de l'u­ 1 ;:on6m1ca, 1 964].
niversel. Psychanalyse, ph ilosophie, París, PUF, 1997, col. "Pratiques théoriques", 3 8 . Como ya se puede leer en el Parménides de Platón.
pág. 99 sq. [traducción castellana: Las construcciones de l o universal. Psicoanáli­ 39, J. Lacan, Télé11ision 1 París, Seuil, 1 973, pág. 60 [traducción castellana: "Te­
sis, filosofía, Buenos Aires, Nueva Visión, 1999]. l1vi1i6n", en Psicoanáli,is: radiofon{a y televisión, Barcelona, Anagrama, 1 9 80].
84 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 85

s i gnifica nte , c om o s i dijér a mo s el s ignificante " un o " es p a r a el ho mb re Y el d ud a un 7:11 asculino, p er o n o fe men i n o . Aquí, l a o po s ici ón s e en uncia: ór­
_
" do s " p a ra l a m uj er. Por lo ta n to, a unque s ea rea l d ecir q ue ha y d os s e­ ga n o gemt al m� s c�lino o ca stra do " .42 Así, el pensa mi ento infa nti l n o logra
_
xos, no p ued e d ecirs e , s in em ba rg o , q ue el "s egundo s e xo " 4º ex i st a � f_i n e n co ntrar u n sigm fi ca n te que i dent i fi q ue l o fem en i n o . Más a d e l a n te e sta
de e ntra r en r e la ción co n e l pr ime ro . La rel ación s exu al n o p ue de es cr i bir­ a l te rid a d i nt e n :a rá ca p ta rs e me di�n te u n a co ns t r ucc ión fa n ta smá ti c� q ue
_
s e entre el un o y un O tr o car acterizado por el hecho de que ningún signifi­ utd1z a l a s t e n a s s e xua l e s mfantil e s , p e ro s e gu irá e nm a s ca rada po r l a s

_ _
ca nte l o i d e n ti fica , y e n co ns ec ue nc ia p o r una a u se n cia y un v ac í o . En el op os ic10n es signi fica ntes precedentes.
pl an o d e l o s s u j eto s , lo s ho mb re s y l a s muj ere s co m o s er es s exua d o s, n o
po demo s co nforma rno s con id enti fica c ion es y cl a s ificacion es como l o hace El nacimiento de la oposición significante, según Freud
e l a ntr o pól o go ; d ebe mos toma r e n cuen ta un a d i mens i ón q ue n o es r e d u� ­
t ib l e a la s opos icion es s ignificantes ni a la lógica d el a tri buto , s ino que exi­ Est� s op osi ci ones s i gnifica ntes s on proporc ionadas p or la estructura de l
ge u na co nstr ucci ón sing ul a r en ca da uno de l os mom en tos, la del goce Y lengua ¡ e , q ue pr eexi st e al s uj eto. La cl ínica mue str a q ue el sistema de la s
s u s mo da l ida d es en l a r elación con el otr o s exo . op osi ci on e s s i gnifi ca nt e s mo d e l a e l ha b la y po r l o ta nt o e l pens a m ie nt o d el
_
D e a llí l a clínica psicoa na lítica de l ca s o p o r c as o q ue a dhiere a es a lógi- su¡eto , m uch o a ntes d e que s e lo p ued a ach aca r a l a ob s ervaci ón de la di­
ca s i ng u lar, a par ti r d e l a cua l s e p ue d e n p o n e r de r e l ie v e e s tr uc t ur a s q ue fer encia a natómi c a Freud d � ta la o p osic ión s uj eto/ob j eto en l a e ta p a , m uy
:,
n o s on única mente c l as i ficaciones identificatorias. preco z, d e la el � cc 1on d e ob 1 et o . En "Más a l lá del princ ipio de p lace r" 43
pres e nta a s u m et o d e d iec iocho mes es que, c uando l a ma dre s e ma rch a
Freud y el órgano genital femenino t � ata d e simbo li za r es a au senci a media nte un j uego : la nza y r ec oge al terna�
_
tiv a ment e una bobi �a ata d� a un .hilo , mientra s es ca nde O - fort - l ej os -
Q ue l o s sis te ma s d e o p os icio n es s i gnifica ntes s on imp ot en tes p ar a r e­ se �u e; A - d� - a qm. Es te ¡ uego es el es bozo del fa n tasma . En él , e l s uj eto
_
pr esenta r la s exuación para el s uj eto lo l eemo s ya en el te xto de Freud ''. La esta en r el� c 1o n co n u n ob j eto perdi do , l a pre sencia materna , repres entada
o rg a niz aci ón ge ni ta l i n fa n ti l" .
41 En e s ta o ganizaci ón, " el � rg��o gemtal por la bob ma . Ta nto el j ue go co mo el fanta sma s e s i tú a n en el lu gar de u n

fem enino n o p a r ece d e s cubr irs e n unca " , dice Freu d. Esto sigmfica q ue l a � ca l i ns op o rtable que tr ata n d e tra nsforma r en placer. La es cansión O - A
femi ne ida d, la "d ifer e ncia " , s i gue s ie ndo una a l ter i da d a b s o l ut a , u na de s­ tnter� reta p or u na opo si ción signi fica nte , en es te c as o fon emática , l a alter-
co n oc id a . L o cua l n o imp i de q ue la s niña s explo ren s u cuerp o : t oca
r no es 11anc 1 a d e la pr e s encia y la au senc ia de la ma dre . Es ta op o si c ión p ue de
g c s s p de _
reco nocer en el s entido de l pensamient o ni e n e l d e u n o e u ce tible ·cms1d er� rs e co mo una s i mbol ización primord ial p ar a e l s ujet o . Es previa
inscri birs e, co rrel a t o d e un s i gni fic a n c m l s l g álic o . S i bie n 11 l rn etafo r pa t e rn a ,44 y Lacan la ba u tizó " des eo -de - la -ma dre " . Pe ro y a
. � �
te o o o e e oce f

hay explo ración y ha s ta goce del órga n o fe m e n i n o , s e m a n tie n e n � o ms- 11h1, co m o m a s a dela nte e n la di fer enci a s exual , la op osi ción O - A n o tra­
crip to s, ún ica m en te e xp e r i m e n ta d o s s i n q ue e l s u j eto l o recue rd e
, sm que d uce el r e� l en cuestión, a s aber, la pérdi da de la madre ; representa al s uj e­
p ue da decir o s abe r algo de el lo . ., t o en el mv e l de la p alabra , de la c ad ena signi fi ca nte articul ada 45 mien tras
Co n resp ecto a es te fact or descon oci do funda menta l, l a el ucub r � cioó. que lo q �e e s tá en j uego de goce e s tá en o tr a parte , en el j ue¡o-fantasma
ue sig ue n
infa n ti l s e o rg a n i z a s e gún Fr eu d e n o po si cio n e s co n ce p tua l e s q de la bob ma q ue des igna.
min nt ma d en el p e ns a ­
l os e s ta d io s de l des a rro l lo s e xua l: e l goce d o a e n a
s: n prim r l g r, s j eto/ob j e •
mie n to . Se cuentan tre s op osic i one s s ucesiva e e u a u
g t v /p siv n l " es ta dio 42. !bid.
to e n la e ta p a d e l a e l ecc ión d e o b j eto , l ue o ac i o a o e e
st d sig ient , el d e l a
43. S. Freud, "Au-dela du principe de plaisir ", op. cit., pág.
de la orga nizac ión pr egenita l sádico a na l " . En el e a io u e 52.
a y sin
44. Cf. supra, capítulo u, pág. 50, nota 1 3 , y pág. 69, nota 73.
prima cía del fa l o u " org an i zaci ón genit al i nfa n til", di ce Fr e ud, " h
45. En efecto la definición que Lacan da del sujeto ($) es: "Un
significante re-
1 ,1 1:� cnta � u'.1 su1eto para otro significante" . Aquí, el sujeto es representado
'.
.
1 1 1 los..51gm!1e ntes "O" y "A". La bobina
"en-
� figura el objeto a del fantasma. Cf. J.
40. Título de la obra de Simone de Beauvoir citado por J. Latan en "L'Étour­ 1 11 1 1\, Le semma ire sur «La lettre volée » " ( 1955), en Écrits, op.
. cit. , págs. 46-47
dit", op. cit., pág. 23. 1 1 1 11lucc16n castell ana: "El semina rio sobre «La carta robada » " , en Escrito
. s 1], y
41. S. Freud, "L'organisation génitale infantile" ( 1 923), en La Vie sexuelle, op. l ,1m llon et champ de la parole et du langage en psychanalyse" ( 1953),
en Écrits
cit., pág. 1 1 6 [traducción castellana: "La organización genital infantil (una interpo• /' 1 lt • , págs. 3 1 8-31 9 1 raducc ión castella na:
. . . � "Función y campo de la palabra y el
ladón en la teoría de la sexualidad)", en OC, vol. 19, 1979]. 1 IIMllnJC en ps1coan áhm" en Escritos
1 l ] . Cf. tambié n J. Lacan, Le Séminaire.
L A DIFERENCIA D E LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 87
86
o sicion e s sig­ E l v arón identifica s u órgano co n el fa lo e inviste n a rci s ista m e n te e sa
D el mismo modo , e n e l c a so d e la diferenci a sexua l, l a s op
l a re l a c i ór:i h o m­ p arte de su cue rp o d e una m a nera que s ignificará un o bs táculo al re cono­
nifica ntes n o l o gran tra ducir l a a lterida d e n c ue stión en
o qu e lo r e a l es t á e n cimiento de l a priv ación fem enina . En un pr ime r mome nto l a p erc e pc i ón
br e-m ujer; no s on más que su s igno , su índice , en ta nt
d e l s uj e to en s u re l a ción c on e l otro de la fa lta femenina se ne ga rá. És a e s l a ra zón por la que la o bservación d e
o tr a parte : en las mo da lid a des de go ce
la diferenci a ya n o basta, ci ert ame n te , p ara e sta bl ec er un c onc epto c o nve ­
se xo.
nie nte d e la dife rencia s e xua l. Ha brá que c o njugar la p a l a b ra ma te rna
( a me naza d e c a stra ción) y l a p erce pc i ón (vista d e l órga n o feme nino ) p ara
Las causas de la misoginia
que s e instaure e l c ompl e jo de castración.so Emp e ro , s e ñala Fre ud, 5 1 d u­
lo ma sculino rante mucho ti empo e l va rón " no ve nada o b ien a te núa su p erc epción me ­
Como bien l o seña la F. Héritie r, las op os iciones binari a s de
nes col ectivas, se di a nte una ne gac i ón y busca i nform a cione s que p e rmi tan amo ld a rl a a l o
y lo fe meni no , en el p e nsa miento mítico o l a s rep resentacio
o univ ers a l q u� la que esper a".
p ol ariza n en una cl a sificación j erá rquica, s egún e l principi _ _
o al ps1co a nahs1s , La niña , en camb io , c omp ar a su órga n o con el d e un varón y "reco no­
autora ll ama "val encia diferencial de los sexos " . En c ua nt
del fal o . ce d e inme di a to [ e ste último] c omo la réplica sup erior de s u propi o p e que­
ha ce mucho que id entificó ese principio c omo l a primacía
rganiz ación g n tal inf ntil " gi da p or e s a p ri­ ño órga no o culto . A p a rti r d e a llí, la e mbarga la e nvi dia de l pene " , 52 for­
Si nos referimos a l a " o e i a re
ue existe un mo ­ ma fe me n i na d e l' compl ej o de cas tr a c i ón, a la q ue se guirá un d e sa rro ll o
macía 46 e n e l caso d e l a s niña s y l os varo nes, signific a q
ma ne r a espontá- difíci l. N os gus t aría subraya r a quí q ue , p a ra los d os se xos, la pol a rida d
mento e n que l a activid ad masturbatoria, que come nzó de1 · · d os,47
os m a nuna m a sculino o fálico/fe me n i no o c a stra do está ac o mp a ñ a d a p or un juici o
ne a, se v i nc ula a l a cre encia en que to d os l os se re s, a un
ta nto la conde nsa� desfavorable s o bre e l se xo feme n in o , i de ntificado d e mane ra d uradera c o n
tie nen un órgan o ma scu lino . La fa se fálica rea liza p or l o
e s e re l aci o n a ba la c a straci ón. " Horror p or e sa s cr iat ura s mutil a das o d e sprecio tri unfa nte
ción de un goce y un significante, e l fa lo, del que vi mos qu
ree ncia, � o �teni­ haci a ell a s " , 53 d ice Fre ud co n re specto al varón; "sentimiento d e infer i o ri-
con el órga n o ma sculino pero sin confundirs e con él. Es a c
l reco noc1m1e �to d a d,, 54 en 1 a nma· - y 1 uego , " una vez q ue sup era su prime r i ntento d e expl i-
d a p or l a satisfacción ma sturbatori a, p on e un obstácul o a
l órg a no gemta l car s u fa lta de pene p or un ca stigo p e rs on a l y comprende l a ge neralidad d e
de l o feme ni no en l a fa se fálica. No sólo no se re co noce e
muj e r no coinci­ ese carácter s exual, c omie nza a compart ir el d e sprecio del hombre frente a
femenino (va gina ), sino que , dice Freud, " pa ra el niño s er
4 8 ue se rec o no zc a a 1 1 11 s e xo acort a d o d e man e ra ta n importante y, en e se j uicio al meno s in­
de to davía con l a falta de pene" . A continua ción, aunq
co nservarl o a ún liste e n s u p ari dad co n e l varón". 55 P o r lo tanto , e l c o mpl e j o de ca;tr a­
alguna s muj eres como priva das d e órgano , l a madre pue de
sin p a d re pe­ • ión, l igado a la pr imacía d e l fal o , or ientará d e sfavo rable me nte to d a s la s
dura nte mucho tiemp o . F reud me nciona e l ca so de una joven,
o la rgo ti empo el pe ne a su madre Y o¡,osici one s s ignificante s que tra tan d e ide ntific a r l a difere ncia se xual.
ro c on much a s tía s, q ue h a bía a tr i b uid
e s e consider ab a a sí mism a , al igua l ¿ Es sup er able e se prej uicio misógino , d e orige n i_nfa ntil p e ro durader o ,
a ci er t a s tías respet a d a s, mientra s qu
º 4 • omp arti do por h ombre s y muje res a unq ue l o n iegue n? En la mi sma me d i-
que a un a n'a " de' b 1 I me nta l" , como " cas tra d as " . 9
1fo en que lo s on el compl ej o d e c a stración y la ide ntific a ción fals a e ntre lo
11 inenino y l o "castrado " . ¡D espués d e t odo, esa ide ntifi cación no e s más
¿Superar el complejo de castración?
e c a str ació�
En l a fa s e fálica, a mb o s s exo s se ven fre nte a l co mpl e j o d 50. Cf. S. Freud, "La disparition du complexe de CEdipe" ( 1 923 ), en La Vie se­
n es fálico está cast ad . P o l o s d o s s exos
e s de c i r, l a i d e a de q ue l o qn e o r o er
t11lla, op. cit. , pág. 1 1 9 (traducción castellana: "El sepultamiento del complejo de
a natóm icos no ti ene n el mi sm o d e stin o .
1 illpo", en OC, vol. 19, 1 9 79].
� 1 , Cf. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques de la différence anatomi-
1111' entre les sexes" ( 1 925), en La Vie sexuelle, op. cit., pág. 127 (traducción cas-
Livre XI, op. cit., págs. 60-61, y J.-A. Miller, "Du symptome
au fantasme" ( 1 9 82,,i 1 1 111111a: "Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los se-
1 , ", en OC, vol. 19, 1 979].
1983), inédito, clase del 17 de noviembre de 1 982.
,2. /bid., pág. 126.
46. S. Freud, "L'organisation génitale infarttile " , op. cit. , pág. 1 14.
� 4 /bid., pág. 127.
47. S. Freud, "Analyse d'une phobie chez un petit gan;:on ... " , op. cit.,
pág. 96,
cit., pág. 1 1 6 , M, !bid.
48. S. Freud, "L'organisation génitale infantile" , op.
, , /bid., póg. 128.
49. [bid., nota 2.
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 89
88

que una ficción! Sin embargo, aun un sujeto que haya hecho un análisis y relación ignorada del sujeto con el objeto a, causa del deseo.60 Una parte
reconstruido las etapas de su sexualidad infantil superará con dificultades de la inquietante extrañeza puede referirse al surgimiento del objeto a en
ese prejuicio. Es cierto, logrará simbolizar la "ausencia" del órgano feme­ lo imaginario. El objeto a, normalmente enmascarado, se convierte enton­
nino como una privación, 5 6 es decir, un hecho real. La anatomía sexual ces en el objeto de la angustia 6 1 suscitada cuando hay cierta efracción del
femenina, en efecto, sólo puede calificarse de carente en referencia a un fantasma como marco de la realidad. Lo inesperado, lo "de más " , se per­
significante que organiza el mundo universalmente, como lo hace el signifi� cibe en un lugar que debía permanecer vacío. Ése es el mecanismo de la li­
cante fálico. Aun cuando la "ausencia" del órgano femenino ya no se con­ teratura fantástica: la aparición de un doble en otra parte fuera del espejo,
sidere como el resultado de una castración primitiva, 5 7 queda una cicatriz como en El Horla de Maupassant. Y lo que provoca la inquietante extra­
de las creencias infantiles. Éstas son superadas por el sujeto, pero después ñeza en la ciencia ficción: viajes repetidos, en el tiempo, en los que un adul­
de haber contribuido con vigor a la construcción de su relación con el otro to se encuentra consigo mismo de niño, en el instante posible de su propia
sexo, por lo que permanecen ligadas fantasmáticamente a sus modos de muerte pero algunos años antes. Esta historia es la que se presenta en la
goce de una manera casi indeleble. Hay que ir más allá de su fantasma, película L'Armée des douze singes [Doce monos], realizada por Terry Gi­
"atravesarlo" según la expresión de Lacan, para trascender el prejuicio mi­ lliam en 1 995, con Bruce Willis en el papel protagónico. El doble encarna­
sógino ligado a la angustia de castración y a la ficción, infantil pero estruc­ do, el niño que éramos antaño y que encontramos súbitamente frente a
tural, de la mujer castrada. nosotros, son objetos unheimlich, angustiantes.62
La segunda objeción es que el inconsciente y el fantasma tampoco bas­
El horror al Otro tan para interpretarlo todo, Hay algo ininterpretable, innombrable, real
que no se deja identificar ni circunscribir como un objeto, aunque sea el
Otro factor, tan real como el complejo de castración, explica también objeto a. Ahora bien, el goce de los otros se nos escapa, no es localizable,
la misoginia. Es el horror al Otro, en cuanto extranjero, inidentificable, no tenemos paradigma alguno para aplicarle, ningún sistema de interpre­
que reencontramos en el racismo. Freud abordó esos sentimientos con el tación. En un principio puede parecer enigmático, monstruoso y hasta ho­
concepto de das Unheimliche, 5 8 traducido como " inquietante extrañeza" : rrible, y suscitar a veces el odio, el insulto y las ganas de destruir. Un hom­
algo que es a l a vez familiar, cercano, y ajeno y por lo tanto inquietante1 bre, al hablar de su mujer luego de varios años de matrimonio, decía que
Pero Freud reduce finalmente la inquietante extrañeza a la angustia de cas­ todavía no conseguía acostumbrarse a ella. Pero no podía mencionar el
tración. 59 Hay en ello una razón clínica: en principio, el inconsciente inter­ elemento que le resultaba tan ajeno: índice de lo real que ella encarnaba
preta todo lo que lo inquieta con la castración, porque sólo dispone de la pnra él, pese a sus tentativas de reducirla a no ser más que el objeto de su
función fálica como herramienta de interpretación universal. En conse• l untasma.
cuencia, una vez filtrados por el inconsciente, la inquietud excesiva, el tor­
mento y la angustia se miden en primer lugar de manera uniforme con la 'Profesor de deseo
vara de la castración. Pero es posible plantear dos objeciones a ese traslat11
do de la castración a la inquietante extrañeza. En la novela de Philip Roth, Professeur de désir,63 el héroe es un joven
La primera es que el sujeto no es el inconsciente, y también se vale del Judío norteamericano en busca de una identidad. En un principio es imita­
fantasma para interpretar. Ahora bien, el fantasma está constituido por la dor, luego actor, profesor de literatura y por último escritor. Pero también
husca una mujer. La novela relata su encuentro con una serie de mujeres
• on quienes siempre hay un problema insoluble; pero en cada ocasión la

56. J. Lacan, Le Séminaire. Livre I V, op. cit. , pág. 25.


57. Cf. S . Freud, "La tete de Méduse" (1922), en Résultats, idées, problemes l/1
op. cit. , pág. 49 [traducción castellan a: "La cabeza de Medusa " , en O C, vol. 1 8 1 60. Cf. supra, capítulo n, pág. 59, nota 40.
1, 1 . Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre X. L'angoisse (1 962-1 963), inédito, clase
1979].
5 8 . Cf. S. Freud, "L'inquiétante étrangeté" (1 919), en L'Inquiétante étrangs� dd 28 de noviembre de 1962.
et autres essais, París, Gallimar d, 1 9 8 5 [traducción castellana : "Lo ominoso' ', en 62. Como las prostitutas con quienes se topa Freud en el barrio de mala fama
OC, vol. 17, 1979]. . 1, l ,¡uc procura escapar en vano, en "L'inquiétante étrangeté", op. cit., pág. 239.
59. Ibid. , pág. 233. r , 1 Ph. Roth, Prof111r1ur de désir, París, Gallimard, 1993, col. "Folio" .
90 L A DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 91

repetición exige la novedad. 64 La falla, entonces, está diversificada. Las re­ pieza y respetabilidad que [ ... ] fueron establecidos por generaciones de
flexiones del héroe y narrador ocultan una misoginia que compete más a mujeres con vistas a desarmar y domesticar a los hombres " , Los "avisia­
la relación inquietante con lo que es absolutamente otro que a las meras dos" son quienes están sometidos a un superyó femenino severo: la " su­
vicisitudes del complejo de castración. permitad " , decía Lacan,72 que exige en especial el servicio sexual del mari­
Una tras otra, las mujeres se niegan a dejarse incorporar al marco en do y lo somete a su satisfacción. Esta mujer es además una figura del goce
que el héroe cree poder situarlas. En principio, Birgitta y Elizabeth, dos eu­ no sujeto a la ley paterna, que exaspera a David y lo empuja a lo peor,
ropeas exóticamente rebautizadas como Gittan y Bettan, serían objetos se­ pues ya no se controla frente a ella.
xuales satisfactorios para todos los fantasmas de David, que en esa época Tras la muerte de su madre y un análisis, conoce a Claire: conforme a
se toma por un conquistador que no retrocede ante nada. Pero la primera, su nombre, es calma, mesurada, seria y discreta; encarna la sabiduría y la
Bettan, va a " desligarse" ,6 5 siendo así que "está animada por una especie simplicidad, pero también es bella y sensual. Parece, esta vez, perfectamen­
de frenesí -un frenesí de ahogada, una agitación convulsa para mantener­ te calculable; la imagen misma de la felicidad fálica posible. ¿Esa perfec­
se a flote- y a menudo parece, por lo tanto, en el colmo del placer " . Si ción misma es lo angustiante? David siente pánico, teme la impotencia, la
procura matarse tirándose debajo de un camión, es porque más allá del se­ pérdida del deseo, y convoca a los "espectros" del pasado, a saber, otras
xo aspira al amor. imágenes femeninas: por ejemplo la de Birgitta, como un "plus" 73 suscep­
El héroe cree que la segunda, " de una lascivia desenfrenada", 66 es " de tible de resucitar su deseo desfalleciente. Piensa: " Basta ya con Claire" , 74 y
la misma especie que él" 67, y ella es cómplice de su ilusión. Sin embargo, que una mujer semejante no puede ser sino algo provisorio. Pero un pasaje
termina por atemorizarlo y él ya no piensa en otra cosa que en escapar. nos muestra lo que es realmente inquietante en el encanto de Claire: " ¿ No
Cuando la mujer lo abandona fríamente, David está tan aterrorizado por hay nada dudoso, ilusorio en toda esta tierna y dulce adoración? ¿Qué pa­
ese ser a quien creía semejante a él, que se le ocurre levantarse a la noche sará cuando se interponga el resto de Claire? ¿Qué puede suceder si no
para cerrar la puerta ante el temor de un eventual regreso. hay traza de ese resto ? " 75 La mujer más límpida esconde algo opaco, un
La tercera, Helen, es algo fuera de lo común, tan exc<:!pcionalmente be­ " resto " tanto más pavoroso cuanto que carece de huella visible.
lla e inclasificable que David la considera de entrada como Otro: "Su he­ La novela termina con esta angustia del héroe, cuya serie de mujeres
roísmo es de una naturaleza muy diferente del que supongo mío; en reali­ muestra remitir a lo inclasificable femenino: la falsa perversa que se suici­
dad, me parece su antítesis" . 6 8 Nuestro héroe se casa, fascinado, pero no da por amor, la lasciva de su misma especie que le da miedo, la fascinante
puede soportarla tal como es. Dice haberse casado con ella "sólo para ha­ fuera de la ley, la "avisiosa" de su jefe, la límpida que oculta un resto opa­
cerla menos fatal, recortarle las zarpas" .6 9 El matrimonio termina : ella está co. Se trata en cada caso de figuras del goce que se muestra donde no se lo
en prisión, él empieza un psicoanálisis. espera; o bien de figuras cuyo exceso, cuyo carácter extraño, las hacen in­
Luego, David se enreda con la mujer de su j efe, también enigmática: ¿es soporta b1es para un sujeto varón plenamente aferrado al goce fálico " nor­
tonta o malvada ? ¿ Cómo puede gustar a su marido? ¿ Cómo puede:! éste mal " ,76 como sucede con David. Aquí, el carácter del goce femenino, ser
considerarla magnífica, cuando no tiene seso y es de un candor "desver­ 1iempre otro, más allá de las identificaciones significantes, genera la defen­
gonzado y escandaloso " ? 70 David incluye a su jefe en la categoría de los sa e incluso la misoginia.
"avisiados" , palabra que procede de "avisados" 71 y "enviciados" y com­
prende a los maridos "que se amoldan servilmente a los principios de lim•

64. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre Xf, op. cit. , pág. 59. 72. J. Lacan, "L'Étourdit" , op. cit., pág. 25. [Se trata de un j uego de palabras
65. P. Roth, Professeur de désir, op. cit., pág. 43. entre surmoi (superyó) y surmoitié, término que, desarrollado, sería algo así como
66. !bid., pág. 65. " In superyoidad de la media naranja " (n. del t.).]
67. !bid., pág. 56. 73. P. Roth, Professeur de désir, op. cit., pág. 1 99 .
68. !bid. , pág. 67. 74. [bid., pág. 200.
69. !bid., pág. 120. 75. Ibid.
70. !bid., pág. 148. 76. Lacan jugaba con el equívoco entre "norme�male " ["norma-varón " ] y
7 1 . Ibid., pág. 1 5 1 . norma/o" f"nor1nal"].
92 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 93
LA DIFERENCIA ANATÓMICA Y EL SABER P:r una vez adquirido ese concepto de la diferencia -a partir de l a
?,
opos 1�10n pn. �ordial de la presencia y l a ausencia-, ¿ cómo hace la per­
"Si pudiéramos renunciar a nuestra condición corporal y, puros seres .
cepc1on de la diferencia anatómica evolucionar la rel a ción del niño con el
pensantes llegados de otro planeta, por ejemplo, captáramos las cosas de saber?
esta tierra con una mirada nueva, acaso nada nos llamaría más la atención
que la existencia de dos sexos entre los seres humanos que, por lo demás Preguntas y respuestas
tan semejantes, acentúan no obstante su diferencia mediante los signos
más exteriores." 77 A esta frase de Freud, de 1908, hace eco otra, más mo­ Para Freud, el impulso al s a ber no llega espontáneamente al niño como
derna, de F. Héritier: "Me parece que en el fundamento de todo pensa­ "una necesidad inna ta d : causalid ad " , sino "aguijoneado por l a s pulsiones
miento, tanto tradicional como científico, está la observación de la diferen­ _ . a n . 80 Los dos ejemplos que cita son, por un lado, la
�go1st �� que lo domm
cia de los sexos" . 78 Pero Freud prosigue: "Ahora bien, al parecer los niños mtrus10n de otro niño en l a fratria y, por el otro, el despertar de sensacio­
no eligen ese hecho fundamental como punto de partida de sus investiga­ nes corporales de órgano, en especial alrededor del pene en el caso del va­
ciones sobre los problemas sexuales" . ¿ Quién tiene razón? El mismo Freud rón. 81
cambió de opinión, porque en 1 925, ca si veinte años después, rectifica su La llega da trastornadora de un niño va a plantear la cuestión de su ori­
afirmación en lo concerniente a las niñas: en ellas, bien podría ser esa dife­ gen, que exigirá grandes esfuerzos epistémicos y la creación de las teorías
rencia la que despierta su interés (sexual) por el saber, más que· el probler sexu ales infantiles. En cambio, las sensaciones causadas por la satisfacción
ma del origen de los niños. Freud concluye luego que para los dos sexos la puls1o. �al � la excitación sexual no parecen plantear preguntas sino impo­
cosa dependerá de las oportunidades, del azar. 79 ner, mas bien, una construcción del orden del mundo en torno del falo re­
En lo tocante a las tesis de F. Héritier, ya vimos que lo que crea en el gida por la certidumbre de la satisfacción pulsional y alimentada po; ese
sujeto el uso de las categorías conceptuales de oposiciones significantes no mismo goce.82 Esa construcción, falsa porque atribuye el falo a todos los
es la observación anatómica. Freud las señaló en el niño desde los diecio· seres animados, debería servir para responder la pregunta anterior susci­
cho meses con el j uego del fort-da, que genera la oposición primordial pre· tada por el nacimiento de un hermano o una hermana. Pero es just;mente
sencia-ausencia. Esta oposición precoz basta para introducir el conceptq ella la q �e va a impedir al niño contestarla. Así, los dos ejemplos freudi a ­
de la diferencia y la repetición en el sujeto. Así, una niña de dos años que .
n s, dec1d1dam ente, no son homogéneos. La llegada de un niño es una pér­
?
visitaba con sus padres una retrospectiva de Francis Bacon en París se de­ .
dida para el su¡eto y ahonda una pregunta que será para los dos sexos 83 l a
dicaba al siguiente juego: "No papá ", decía frente a cada retrato, luego de cuestión por excelencia de la neurosis: ¿de dónde vienen los niños? · De
haberlo mirado atentamente. Su padre estaba entonces fuera del alcance de dónde v:ngo? La ap a rición espontánea de la actividad de órgano ante�ior
su vista pero presente en la exposición, no muy lejos, un poco más adela nt íl cualqmer fantasma impone, en cambio, una interpretación inmediata de
te. La diferencia y la repetición se instauraban así contra el fondo de un ese goce por el significante fálico, que se atribuy� a todos. De resultas la
juego significante que simbolizaba la presencia-ausencia de su padre, al asi gnación del falo a las mujeres constituye un obstáculo a un progreso 'del
margen de cualquier contexto de diferencia sexual. (En los cuadros de Ba•
con no hay muchas mujeres, a las que la niña, de todos modos, aplicaba el
mismo tratamiento uniforme.) 80. S. Freud, "Les théories sexue lles infantiles " , op. cit.
, pág. 1 6.
8 1 . S. Freud , " Les xplications sexue lles données aux
. . : enfan ts" ( 1 907), en La
V1e sexuelle, op. cit., pags. 9-1 0 [traducción castell
ana: "El esclarecimiento sexual
77. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit. , pág. 1 6 . . del niño", en OC, vol. 9, 1979] .
78. F. Héritier, Masculin/Féminin . . . , op. cit. , pág. 19. 82. S. Freud , " Quelq ues conséquences psychiques ...
", op. cit. , pág. 115: "La
79 . S: Freud, "Quelques conséquences psychiques ... " , op. cit., pág. 1 27, nota· 1 : l ucrza motn z que esa parte viril desplegará más adelan
te en la pubertad se mani­
" He aquí l a oportunidad de verificar una afirmación que enuncié hace años. Cret1 l tcsta en esta época, en esencia, como necesi dad aprem
iante de investigación y cu-
entonces que el interés sexual de los niños no se despierta, como en el caso de quilj 1 u,sidad sexual ".

nes se aproximan a la madurez, por la diferencia entre los sexos, sino que es excit& 83. S. Freud, ibid., pág. 1 25; "Les �xplications sexuelles
données aux enfant s"
do, antes bien, por el problema del origen de los niños. Esto no es pertinente, al me rJ/J, cit., pág. 9, Y " Sur la sexualité fémin ine" ( 1 93 1 ),
. en La Vie sexuelle, op. cit. :
nos en lo que se refiere a la niña pequeña; en el varón sucederá a veces así y ll vccct /lllN, 1 45 [traducción castellana: " Sobre la sexual idad femen
ina " , en OC , vol . 21 '
de otra manera; o bien, en uno y otro sexo, decidirán las ocasíe>nes debidos al azar•, l ' 1 79].
94 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 95
saber sobre el órgano genital femenino y la concepción de los niños. La entonces, puesto que vimos que el concepto de la diferencia, asociado al
pregunta inicial, " ¿ de dónde vienen los niños ? " , queda por tanto sin res­ rasgo unario diferencial, malograba la alteridad del " dos".
puesta. "La búsqueda se interrumpe, desconcertada", dice Freud, que con­
sidera que ese "primer fracaso" epistémico es "paralizante [ . . . ] [y] se per- Percepción y verdad
petúa en el tiempo" . 84
El hecho de que el goce del órgano exija por sí solo una interpretación No hay que subestimar la importancia del momento, frecuentemente
se confirma en la psicosis. Cuando el sujeto rechaza el significante fálico, conservado en la memoria como recuerdo encubridor, de la observación
está obligado a interpretar su goce mediante construcciones delirantes, de la diferencia anatómica. En un caso de psicosis, ese recuerdo puede ser
pues sus identificaciones no bastan para ello. Por eso a menudo se co � sta­ la matriz de un futuro delirio de cambio de s.e xo. En la neurosis es un mo­
.
ta la irrupción de delirios durante el primer acceso sexual de la mfanc1a, la mento de verdad. La percepción, la vista del órgano genital del otro sexo,
pubertad o las primeras relaciones sexuales. signa para Freud la entrada en el complej'o de castración.
En consecuencia, podemos oponer la pregunta de la neurosis y la o las En el varón, la vista del sexo femenino se reducirá en un primer mo­
respuestas impuestas por el goce. Y vemos que la neurosis se caracteriza mento a la de un pequeño pene, conforme a la creencia, dominante en la
por una respuesta fálica universal. Ésta no es suficiente, sin embargo, para fase fálica, que sostiene que todos los seres son fálicos. 8 6 Empero, tras una
interpretar todo el goce, porque también es necesario el fantasma. Y a cau­ fase de renegación, la percepción terminará por imponer la posibilidad de
sa de su misma universalidad, la respuesta fálica tropieza con el enigma fe­ la castración.
menino. El falo es un obstáculo al saber. En el caso de la niña habrá una adhesión inmediata a la verdad de la
percepción, pero puede haber una renegación posterior con la negativa a
Comparación de dos mitos aceptar la castración. 8 7 Sea como fuere, ese momento de verdad es el ori­
gen de numerosas dificultades subjetivas ulteriores.
Podemos apreciar ahora la distancia entre los dos mitos propuestos por
Lacan y F. Héritier. Él primero hace nacer la palabra articulada de la detu­ Refutación del "todo fálico " infantil
mescencia. El segundo hace surgir el pensamiento conceptual de la obser­
vación de la diferencia anatómica. El primero muestra que el órgano mas­ El momento en que el sujeto acepta su percepción es una experiencia de
culino ' con sus cualidades visibles de erectibilidad y detumescencia, únicas
, verdad crucial, porque aquélla refuta su teoría dominante anterior: somos
en el cuerpo, es el soporte corporal imaginario del significante fálico. Este,1 todos iguales, y por lo tanto fálicos. El varón pensará: existe al menos una
elegido disimétrica y unilateralmente, da la significación fálica al goce. (Se que está castrada, por lo tanto la castración existe. La niña pensará: yo es­
trata del lazo palabra-detumescencia.) toy castrada pero no todos lo están, porque éste conservó el pene. Ese mo­
El segundo no privilegia un sexo con respecto a l otro y por eso sería mento de verdad induce al sujeto a inventar una nueva teorfa88 y produce,
más simpático. Desdichadamente, impone al antropólogo explicar lo que rn consecuencia, un nuevo saber igualmente falso, como lo veremos. Sin
el psicoanálisis llama la primacía del fa lo, con el concepto de la " valenci� embargo, la verdad no está en la percepción misma, que puede negarse.
diferencial de los sexos" . Ahora bien, ésta se reduce en definitiva al domi� Como ya dijimos, ésta recién tiene efecto en el momento en que el goce fá-
nio orgánico supuesto del órgano masculino. 85 El beneficio no es grande,

86. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 19; " L'organisa-
84. S. Freud, " Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 21. 1 1011 génitale infantile", op. cit., pág. 115; " La disparition du complexe d'CEdipe",
85. F. Héritier, Masculin/Féminin ... , op. cit., pág. 26: " La pérdida de sustancia l)p, cit., pág. 119.
espermática también es contrnlable, y muchos sistemas sociales e ideológicos pro• 87. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques . . . ", op. cit., pág. 12 7: "Ella
pician y organizan ese control . En síntesis, podría ser que en esta desigualdad: do• j ll7.g6 y decidió de entrada. Vio eso, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo".
minable versus no dominable, querido versus sufrido, se encontrara la matriz de la 8 8 , Un poco a la manera de las caídas de paradigmas en las revoluciones cien-
valencia diferencial de los sexos, que también estaría, por lo tanto, inscripta en el 1 1 l u.:11s; cf. T. S. Kuhn, La Structure des révolutions scientifiques, París, Flamma-
cuerpo, en el funcionamiento fisiológico, o que procedería, más exactamente, de la 1 iun, 1 983 [traducción castellana: La estructura de las revoluciones científicas,
observación de ese funcionamiento". 1\111.'nos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1992].
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 97
96
asume esta diferencia sin poner en entredicho, pese a ello, el falo de la
lico dominante da importancia a la amenaza verbal de castración y la per­
madre.90
cepción que la sostiene: triple conjunción de una satisfacción masturbato­
Sara, una niña de seis años en análisis, sabía perfectamente, y se apoya­
ria correlacionada con una creencia en lo universal del falo, de una pala­
bra que impresiona y de una percepción. La percepción, por lo tanto, sólo ba en pruebas, que los varones tienen "un pitito" y las nenas no. Pero sólo
hablaba de ello con reticencia, para dibujar, inmediatamente después, tres
surte efecto cuando está estructurada por ese conjunto goce-significante­
clases de seres humanos: los varones, las niñas y las brujas. Éstas, tocadas
palabra; de lo contrario, es inoperante. Esto vale para los dos sexos.
Pero ese momento de verdad consagra una disimetría entre los sexos: con un sombrero muy largo . . . Y su cuestión, no resuelta, era saber en cuál
de las tres categorías convenía ubicar a su madre. Para Sara, por lo tanto,
para el varón y para la niña, el enigma se situará del lado femenino. En
efecto, lo masculino estuvo asociado a lo fálico y el resto, aunque se some­ la madre no estaba todavía en la clase de las niñas, mientras que ella mis­
ma se sabía tal. Junto al saber "científico" sobre la diferencia anatómica
tiera entonces a la amenaza de la castración, y los dos sexos experimenta­
ron la satisfacción de órgano conectada con el falo (hablamos aquí de la subsistía, sin cambios, la creencia inconsciente en una potencia fálica de la
neurosis). La novedad en este momento es la pósibilidad de la castración, madre.
Ésta, en efecto, era presentada como la 'que "tenía " en la familia: era
que plaptea la cuestión de lo que es distinto de lo masculino fálico. Es cier­
to que esta cuestión va a ser tachada por la respuesta "femenino = castra­ r! c : Y había ec ��do de la casa al padre, pobre y alcohólico. Su potencia re­
do" . Pero se habrá abierto y subsistirá como enigma. Se habrá encontrado s1dia, para la h!J a, en un detalle anterior a la separación de la pareja que
había estructurado su síntoma: la madre despertaba al padre, que 'solía
algo distinto, que trastorna la primera teoría sexual infantil. _
Hemos visto que Freud, en un momento tardío de su obra, pone en en­ dormir durante el día, mientras ella trabajaba. Tras la partida del padre
tredicho sus afirmaciones anteriores y considera que, en el caso de la niña, Sara se nega b� a levantarse y obedecer a su madre, con lo que mostrab;
. _
"el interés sexual" debería su despertar al problema de la diferencia de los que se 1dent1f1Caba con su padre "malo" . D e tal modo, se situaba como
sexos más que al del origen de los niños. La clínica muestra, en efecto, que castrada, lo mismo que su padre, en tanto su madre seguía siendo fálica.
la histeria, la neurosis femenina más frecuente, gira en torno de la pregunta La creencia en el falo materno, por consiguiente, no tiene gran cosa
" ¿ qué es una mujer?" El sujeto tuvo inconvenientes para responderla, lo que que ver con la percepción de los órganos genitales de la madre. En efecto
implica dificultades para ser una mujer, particularmente en la relación con si bien el falo adop tó �� el imaginario la forma del pene erecto, no dej;
_
los hombres. En cada análisis se devela la singularidad de la construcción por ello de ser un s1gmf1cante, que evoca en el inconsciente del neurótico
efectuada, lo cual confirma la ausencia de una respuesta universal a esa pre­ aigni ficaciones diferentes y es susceptible de numerosos desplaz�mientos.
_
gunta. En ese sentido, no hay teoría sexual infantil de la femineidad. Las teo­ S1 la relaci ón del niño con el falo materno tiene tanta importancia, es
_
rías sexuales descubiertas por Freud son universales y se constatan en mayor porque es el e¡ e del complejo de castración, como lo mostró el caso del pe-
o menor medida en todos los análisis. La construcción de la femineidad por q ueno - H ans. 9l E n e 1 momento en que deja de creer en el falo materno
el sujeto histérico, en cambio, está ligada a su fantasma fundamental, y siem­ 1 fons no erige a su padre, sin embargo, en agente de la privación materna!'.
pre singular. No se reduce a la teoría "femenino = castrado", que impera 'w enfrenta a un problema lógico: "quitaron" algo que existía en el incons-
lente del niño, el falo de la madre, y no hay agente responsable de ese ac­
durante el complejo de castración y sobrevive a él como residuo a causa de
to. La razón es la carencia del padre. El suj eto convoca entonces a ese Ju-
la preponderancia, en nuestro mundo parlante, de la función fálica. Los su­
jetos, hombres o mujeres, saben muy bien que la mujer no se reduce a la cas­ 1\ i r, como refuerzo del padre, a otro agente castrador artificial, el caballo.
tración, 89 y que más allá de esta ficción se enfrentan a un enigma. 1 le es así un sustituto, una metáfora del padre.92 Esta observación indujo
Lacan 93 a escribir el complejo de Edipo como una metáfora, la metáfora
La persistencia del fa/o de la madre

Otra razón empuja a los analistas a relativizar más que F. Héritier ese �O. S. Freud, "L'organisation génitale infantile", op. cit. , pág. 1 1 6 y nota 2.
momento de encuentro con la diferencia anatómica. A veces, el sujetq 9 1 , S. Freud, "Analyse d'une phobie chez un petit gan;on . . . ", op. cit. Cf. supra,
ll'fl 11lcl 11, pág. 53 sq.
'I ' Para �reud, sólo la sustitución del padre por el caballo justifica que se ha­
l il de neurosis en el caso de Hans. Cf. Inhibition, symptome . . . , op. cit. , pág. 2 1 .
89. Cf. S. Freud, "L'organisation génitale infantile", op. cit., pág. 1 1 6, y J. La 11 1 J. Lacan, Le s,mi11aire. T.ivre 1v, op. cit. , pág. 1 0 1 sq.
can, Le Séminaire. Livre XIX, op. cit., clase del 1 2 de enero de 1 972.
98 L A DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 99

paterna. Las fobias desempeñan a menudo el papel de "pivote" de la neu­ ta y ella lo ve orinar parado. Poco después, Sandy trata en vano de hacer
rosis infantil, a partir de la cual se edifican neurosis o perversión. La posi­ lo mismo y, decepcionada, exige a Schnurmann que le dé un pene. Lo ha­
ción sexuada del sujeto se decide entonces. Así, en el caso del pequeño ce mostrándole su sexo y utilizando la palabra "bickie", que significa pa­
Hans, Lacan muestra que no llega a una posición viril normal a la salida ra ella algo rico para comer. Con la educadora, que le explica la diferencia
de su fobia, 94 es decir, a una identificación con el padre poseedor del falo. entre las niñas y los varones, clasifica imágenes y se ejercita en repartir los
El pequeño Hans seguirá prisionero del ideal materno, que se convertirá sexos. No se advierte ningún trastorno. Poco después, se la ve masturbarse
en su ideal del yo. Permanecerá identificado con el falo materno, mostran­ cuando le sacan los pañales.
do el estilo particular de un heterosexual pasivizado: se erigirá en caballe­ Varios meses más tarde se producen dos acontecimientos desagrada­
ro de las damas, con la esperanza de que éstas le "bajen los pantalones" . bles. En marzo de 1 945, cuando tiene dos años y cuatro meses, su madre
sufre una operación y se ausenta durante tres semanas, lo que interrumpe
E l caso Sandy: la niña, su madre y el perro sus visitas casi diarias. Sandy parece tranquila y la recibe bien a su regre­
so. La madre está cansada, débil y camina ayudándose con un bastón.
El caso de Sandy, afectada a los dos años y cinco meses por una fobia Luego, vuelve a marcharse para una convalecencia que durará hasta el pri­
transitori a de un mes de duración, nos permitirá aclarar la distinción entre mero de mayo. A principios de abril, Sandy se lastima levemente-el sexo
dos momentos cruciales, aquí identificables cronológicamente gracias a la con un pedazo de jabón. Parece espantada, pero luego se tranquiliza.
precisión , día por día, de la observación.95 Quince días después, en la noche del 1 3 al 14 de abril, tiene una pesa­
El primero es el del reconocimiento de la diferencia anatómica, en sí dilla: "Hay un perro en su cama" . Aparece un nuevo significante, " guau­
mismo no traumático. guau". Está muy angustiada, busca al perro debajo del colchón al' acostar­
El segundo es el del encuentro de la privación materna; éste es traumá­ se, se inspecciona con cuidado los órganos genitales. Ladra como un
tico y exige la fobia. Este momento está acompañado por una elaboración perro, pero se asusta si un varón hace lo mismo. Una observación de Sch­
de saber importante en el niño, y no es causado en modo alguno por la ob­ nurmann, " todas las nenas son así" , no la calma en absoluto.
servación de la anatomía de la madre. Cinco días más tarde, los niños tropiezan con un perro en la calle. Se
les dice que no lo toquen, porque podría morderlos. Sandy produce enton­
Resumen de la observación ces la frase más larga de su vida: "bite, boy, bobby, mummy, ballie"
( "guauguau, morder, nene, bobby, mamá, malvado " ), seguida de "doggie
A las siete semanas de edad y en el difícil contexto de la guerra, Sandy, bite naughty boy leg" ("guauguau morder la pierna del nene malo" ) .
huérfana de padre desde antes de nacer, es entregada por su madre a la Al día siguiente estalla la fobia: teme a los perros e n la calle. Produce
guardería de Hamf)stead, donde Anneliese Schnurmann, educadora y dis­ entonces un nuevo significante, " bombacha ", y vuelve a empezar con sus
cípula de Anna Freud, se ocupará de ella. Sandy tiene un hermano dos intentos anteriores e infructuosos de orinar como un varón. Está agresiva
años mayor que ella, pero su madre, que perderá otra hija cuando la niña e inspecciona sin cesar sus órganos genitales con desconfianza.
tenga dos años, le demuestra un marcado afecto. En un primer momento Un momento crucial es el de la enunciación de una frase, de la que pue­
se nos describe un período de visitas maternas regulares, con juegos de es­ de deducirse cuál fue la causa desencadenante de la fobia: "Mi mamá en­
condidas, en espejo con ella. Se trata de hacer desaparecer un objeto y lue­ ferma, mi mamá vuelve, mi mamá se va de nuevo ", con la mención del
go reencontrarlo. Sandy también lo juega cuando está sola. "guauguau" y la queja de que le mordieron el sexo.
En diciembre de 1944, cuando la niña tiene dos años y un mes, Schnur­ El primero de mayo, entonces, la madre vuelve de la convalecencia y
mann advierte que reconoce conscientemente la diferencia anatómica se­ Sandy, que la recibe con alborozo, le hace preguntas sobre su bombacha,
xual. Un varón de su edad ha sido llevado a su cuarto para dormir la sies- mientras trata de mirar debajo de su falda. Quince días después la fobia
�·esa: la niña puede volver a acercarse sin temor a un perro en la calle.

94. Ibid., págs. 414-415. / ,os momentos cruciales


95. A. Schnurmann, "Observation of a phobia" (1946), en The Psychoanalytit
Study of the Child n º 3-4, 1 949, págs. 253-270, comentado por J. Lacan, Le Sémi­ Para mayor claridad, hemos distinguido once momentos sucesivos en
naire. Uvre IV . . . , op. cit., págs. 71 sq., 82 y 101. 1 1uestro comentario.
100 L A DIFERENCIA D E LOS SEXOS SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 101

Momento 1 . El sujeto tiene acceso a las oposiciones significantes de la Momento 8. El d e u n "pas-de-savoir,, [" p,tso-de-saber " , " no-sabér"],99
presencia y la ausencia, correlativas delfinal del estadio .del espejo. La ma­ caracterizado por la producción de las dos.. frases que enuncian que el
dre la visita casi todos los días, se va y vuelve. Esta alternancia la constitu­ "guauguau", objeto de la fobia, es el agente mordedor, también para los
ye como madre simbólica. Por lo tanto, el significante del deseo-de-la-ma­ varones, y en las piernas (ahora bien, la madre cojea ) . Por lo tanto, el
dre existe en el inconsciente de la niña, .como lo confirman sus j uegos, al guaugua u es el agente de la castración: " Agente que retira lo que en un
estilo del de la bobina,96 cuando la madre se ausenta. principio se admitió en mayor o menor medida como ausente" ; dice La­
Momento 2. El de la percepción de la diferencia anatómica. La niña can. 1 00 Es un agente de la castración universal: para la madre, los varones,
acusa recepción. Está embargada por la envidia del . pene,9 7 entra en la fa­ ella misma.
se fálica, se masturba, entabla una rivalidad agresiva con los varones e in­ Momento 9. Estalla la fobia. Como vemos, el síntoma está retrasado
tenta negar la diferencia anatómica orinando de pie. Reclama un pene a su con respecto a la evolución de las cosas. Todo está ya casi en su lugar, sal-
educadora, la persona a quien se dirigen sus demandas. El pene es "bic­ vo . . .
kie', como los bombones. Hay un progreso en el plano del saber: clasifica, Momento 1 0 . . . . la interpretación del trauma. El sujeto vincula median­
ordena. Los varones de un lado, las nenas del otro. No se advierte por en­ te una frase decisiva la merma maternal, el agente " guauguau" y la morde­
tonces ninguna cns1s. dura en los órganos genitales {los suyo s ) . Enuncia también su te�ría in­
Momento 3. Prolongada ausencia de la madre: Junto con el siguiente, consciente de la castración: un agente mordedor les sacó el pene a la ·
es el momento traumático, cosa que confirm;;irá d "momento 1 0 " . La ma­ madre y a ella misma.
dre de las idas y venidas regulares, la madre simbólica, se convierte real0 Momento 1 1 . ¿ Mamá tiene bombacha ? Es la pregunta que puntúa, que
mente en todopoderosa por su ausencia imprevisible. La niña estaba acos­ hace el punto de almohadillado de la observaci6n. Ahora, Sandy tiene una
tumbrada a sus regresos previsibles y regulados, pero ahora ella no respuesta: " mamá está castrada, como yo, y lo oculta con una bombacha,
responde. Esta falta de respue.sta la hace todopóderosa y real en el plano como todas las niñas" .
del amor. Para la niña, se vtielve imposible de recuperar, incalculable. 98 Tras la curación rápida de l a fobia, l a madre vuelve a tasarse, pese a lo
Momento 4. La madre operada, lastimada; vuelve a ver a Sandy. Sólo cual Sandy sigue siendo su preferida: es una "girl-phallus ''. Puede señalar­
puede caminar con la ayuda de un bastan. Es el momento esencial, el que se que la madre que sucede a la madre simbólica (momento 1 ) y luego a la
desencadena la crisis, como se comprenderá más adelante (momento 1 0 ) , madre real (momento 3 ) es una madre privada del falo (momentos 1 O y
Sandy hace u n acting-out: s e lastima en e l sexo. Esto marca el estableci­ 1 1 ) . Esta madre debilitada y privada del falo también es, con seguridad,
miento de una conexión, todavía no simbolizada, entre la herida de la ma- una mujer deseante: luego de su enfermedad, encuentra a un hombre. ¿No
dre y su propia falta de pene. es esa relación del deseo con la falta la que captó inconscientemente la ni­
Momento 5. Se trata de una crisis invisible que dura quince días. D tis ña? Ésta indica el deseo de la madre mediante el falo, a la vez que, corre­
rante ese período se plantea para el sujeto la cuestión del agente: tiene que lativamente, la priva de él.
encontrar una causa que explique la pérdida sufrida por la madre y la su 0

ya propia. Aunque había parecido aceptar esta última (momento 1 ) , vuel­ ¿ Un caso paradigmático de la neurosis femenina?
ve a cuestionarla. No olvidemos que Sandy no tiene padre.
Momento 6. Se encuentra el agente, el "guauguau"; este significante se Antes nos planteamos la cuestión1 0 1 de las relaciones entre la observa­
produce al mismo tiempo que la pesadilla del perro. ción de la diferencia de los sexos y los progresos del saber. El caso de
Momento 7. Surge la angustia. Como siempre, precede a la fobia pero Sandy, si lo consideramos como paradigmático de la neurosis en una niña
acompaña la producción del objeto fóbico, el perro. El enunciado de la ley pequeña, nos permite responderla. La observación de la diferencia anató­
"todas las nenas son así" no sirve para nada. mica sólo suscita un progreso en el plano de la clasificación, si sabemos

96. Cf. supra, capítulo 11, pág. 60, y capítulo III, pág. 85. 99. Expresión equívoca que designa la elaboración debida al encuentro de la
97. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques ... ", op. cit. , pág. 126. privación materna. J. Lacan, "La science et la vérité", op. cit. , pág. 8 77.
98. Cf. supra, capítulo I, págs. 36-7, donde describimos, a partir de Freud, dos 1 00. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IV, op. cit., pág. 72.
imposibles, uno de los cuales es el reencuentro del objeto perdido. 1 01 . Cf. supra, págs, 79-80 y 92-3.
SEXUACIÓN: EL PENSAMIENTO CLASIFICADOR 103
102 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS
no d e de s ta cars e , dic e Fr eud: "Aunque se extr a víen de mane r a grote sc a , c a ­
q ue la s oposici ones sign ific ante s ya e sta ba n en su lug a r (mo mento 1 ) . Co? da una d e e llas c onti ene no obs tante un fr a gmento d e pura verda d; en e s e
s e gurida d, la ma dre que d a en es e momento a l ma rge? d_e l a cl ase, no a li­ asp ecto, s on a náloga s a l a s sol uci one s c a lific a da s d e «geni a l e s» que l os
ne ad a con l a s niñ as , co mo en e l ca so de l a niña en ana hs1s, _ S a ra , d e la que a dul to s i nt entan d ar a l os pr o bl e ma s pl an t ea d o s por e l mu n do y que sup e­
ha bl a mos antes. ran el entendimi ento humano " . 103 Geni al e s, su verda d pro vi ene d e s u r e l a­
.
El progre s o decisivo se pr oduc e c on la el a bora ció n genera d a p or l a cn- ción c on el goc e : esa s teorí as, dice Freud, son "producida s espontá nea men­
sis. Se tr a t a d e un enigma provoca do p or e l h echo de q ue la ma? � e r ea l Y te en l os prime r o s a ñ o s, b ajo l a excl u siv a i nflu enci a d e l o s c o mpo nente s
to do p o d e ro s a (ll a m a da fálic a ) h a s ufrid o u na p� rd id a . P... u nqu e fis1c a Y vi­ pulsi ona l es s exua l es" . 104 D e t al mo do, son l a transcripción d el goc e que d o­
_
sibl e en l a imagen de la ma dre (c oj e r a ), es ta p e rdid a , s 1� e m�argo, n? s e mina al niño cuando l as pro d uce : goce fálic o masturb atori o p a r a l a te oría
. _
pe rcibe c omo genita l. El fa l o r ecién ll ega a n ombra r l a p nv ac10? a n�to m1- de la muj er fálica , pre dominio de l a s a tisfacción pulsi ona l ana l q ue pro v ee
_
ca mat e rna y e l d e s eo de l a ma dre p or un hombre c uand o l a m na v mc ul a e l m o de lo d el niñ o excr e mento , viol enci a de l a excit ació n s ex ua l q ue no de­
su propi a fa lta de p ene , la pérdida s ufrid� p or l a ma dr e rea l y el a gente mand a si no s a tisfacer se s a lvaj e mente , en el ca so d e l a c onc epció n sádica d e l
_ _
mo rd e dor, e l g uau gu au . Es e pr o ceso re quier e to d a l a fo bi a . És e e s e l ve r­ coit o . Por o tr a p a rt e , su e la b oración excit a s e xualment e a l n iño . 105 Es a s
, _ _
da dero p a so simbólico da do po r e l s uj e t o, e l q ue lo ll eva a l a teon a mfantil teoría s, fa l sas en cuanto a la rea lida d p ero ve rda de r as con r es pecto a l goc e
"fe me nin o = c a s tr a d o " . d e l niño , son p or lo tanto l a ca us a d e una sati sfacción s exua l . El p ens a­
L a obs e rva ción de l a dife rencia anat ómic a e s insufici: nte p a ra � e sp o¡ ar mi ento s e erotiza . El s uj eto ti e ne buenos motivos p ara cr ee r en e ll a s, co ntr a
a l a ma dre del fa l o . E n e fect o , és te no e s e l órga no. El s u¡ e t o de b er� d� sp o ­ cualquier evidencia "científica ". Son para él una mezcl a de goc e y verd a d 1 06
j a r de l fa l o a a que ll a q ue no ti ene e l pene, p e � o sig�e siendo d ep os1tana d e que se expre s a en o tra s teoría s más ma rgina le s, co mo la d el niño " atrap a ­
la potenci a q ue l e otorgó s u l uga r de Otr o p nmo rdi al. d o " p or me dio de un beso, teoría -fe men ina , s egún Fre ud- q ue "del ata si n
l uga r a duda s e l pre d omi ni o de la boc a c omo zona e rógena " . 1 º7
El "top e último del pensamiento" es el fantasma ¡El goc e de c a da c ua l es d el ata do por s u teoría ! Es ta r e l ación ínti ma d e l
goc e , e l s a b er y la ve rda d v uelve a enco ntr ars e e n la s c onstrucci ones , si n­
La obse rvació n de la dife r enci a anatómica n o pue de , p or co nsigui ente, g ul a res y ya no típica s, q ue e l s uj e to ne urótic o el a b or a p ar a r e solver e l
considera rs e como un "top e últim o d el pens a mi ento " . 102 Por o tra_ p arte , l as pro bl ema pl ant ea d o p or la inexis tencia de l significante d e l a muj er y l o im­
el ab o raci o nes q ue suscita rí a en dis tintas s o ci e da d es se re d uce n a siste mas de posibl e d e la r e l a ción s ex ua l. Es a s co nstrucci o nes consti tuyen su fanta sma
_
op osiciones sign ificantes y u na cl asifica ción bina ri_ a ¡_ e ra rq u� za d�; un p ensa­ fu n d a menta l, e nma rc an su visión d e l m undo y e struct uran sus r e l acio ne s
miento por tanto , q ue n o hace muchos a va nce s en l a dil uc1 dac10 n de l a s e­ sinto má tic a s co n lo s otros. El hecho d e que l a verd a d e sté, p ara e l suj e to ,
xuació�. Esta dificulta d pa r a pens ar la se xuación c o nfirma, no o bs tante, la liga d a a s u goce , implica que en p s ico análisis no se p ue da ha ce r e q uiva l er
existenci a de un " t'op e último de l pe ns a mi e nto ". L a hipó te s_i s d e L ac n , que
expl o ram os de sd e e l co mi en zo , e
� <I,u e �e tr ata ?� _

un impos1b !; refend,o a la
verd a d y a de cuación a l a r ea lida d. El goc e gobie rna l a r el ación con l a ve r­
dad y la cr ee nci a , c ontr a l a p erc epción y l a re a lida d ci e ntífic a . S egún
muj er y la re lación sexua l. Es ta h1potes1s s e ve n�ica s1 s e l een l,as teon as se­ 1:reud, l a oposició n mism a entre e s e goce -ve rda d inv e nta d o por e l suj eto
xua l es i n fant ile s". Freud descu brió tres e s encial e s en e l va ran, p � ro q ue desde l a i n fa ncia y l a s te oría s q ue l e impone n l o s a dul to s -ya s ean cient ífi-
.
ta mbién s e encue ntr an en la s niña s. Ti enen, e n con secuenci a, un car acter es­
_
tructura l. La primera es la teoría d e la muj er fálic a, la se gund a es la e quiva­
lencia d el nacimiento d el niño y l a ev ac uación de l os e xcre mento s, Y la ter­
cera e s l a conc epción sádica de l co ito com o repr ese ntación de l a esce na 103. S. Freud, " Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 19, y "Les expli­
.
primitiv a . Es no ta ble q ue la s tr e s pr es upongan 1� ign oranci_ a d e la va gma Y ' 11tions sexuelles données aux enfants", op. cit., pág. 12.
de l p a p e l fe meni no en e l a cto sex ua l, como l o sena l a Freud. El s�¡ eto choca 1 04. S. Freud, " Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 25.
_ 1 05. [bid., pág. 21: "Por otro lado, el pene también tiene, sin duda alguna, su
entonces co n l a i nexist enci a de lo q ue p o dría repr es ent ar a l a m u¡ er e � e l m­
pnrtc en estos procesos misteriosos, y lo testimonia mediante su excitación que
consciente , como signific ante, y por ende p e rmi tir e scribir una rel ac1ón � e­
, 11, <>mpaña todo ese trabajo de pensamien to" (las bastardillas son nuestras).
xua l. D e bido a ello, es ta s te oría s sexua le s exhiben s i e mpr e un ca racter d 1g- 1 06. Idea desarrollada por J. Lacan en Le Séminaire. Livre X VII, op. cit., capí-
1 1110 1v, "Vérité, sreur de jouissance", pág. 61 .
1 07. S. Freud, " Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 25.
102. F. Héritier, Masculin/Féminin . . . , op. cit., pág. 20.
1 04 LA DIFERENCIA DE LOS SEXÓ:5

cas o absurdas (teoría de la cigüeña)- crea "el complejo nuclear de la neu-


IV
rosis" , con un verdadero "clivaje psíquico" . 108
El carácter por el que la verdad está ligada a la satisfacción pulsional
da entonces su fuerza a las teorías sexuales infantiles del falo, pero tam­ FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA
bién a las invenciones más singulares del fantasma fundamental. El sujeto
sigue creyendo en ellas durante mucho tiempo, como se advierte en la cu­
ra analítica. Esta creencia inhibe su investigación ulterior sobre el sexo.
Por ejemplo, la teoría de la madre fálica, establecida narcisistamente a par­
tir del goce masturbatorio, impide el descubrimiento de la vagina e inte­
rrumpe la exploración sexual. Para Freud, ese fracaso del pensamiento que
tropieza con la mujer y la relación sexual es el prototipo de las dificultades
del trabajo intelectual ulterior para resolver otros problemas: "El primer
fracaso tiene un efecto paralizante que se perpetúa en el tiempo" . 109 Así se
aclara el " tope último del pensamiento": el goce inspira al sujeto teorías
fantasmáticas en las que él cree y que inhiben su deseo de saber ulterior. El
goce es el "valor de verdad" del fantasma. De tal modo, este último es una
pantalla libidinal entre el sujeto y lo real. En el capítulo anterior mostramos la insuficiencia- del concepto de gé­
Si la expresión "tope último del pensamiento" denota un real, es lo im­ nero para definir la sexuación. También dejamos entrever que ésta no era
posible de la relación sexual y de la existencia de un significante de la mu­ únicamente un asunto de anatomía. No subestimamos la importancia de
jer. Ese lugar no es ocupado ni por la observación corporal ni por la visión las identificaciones en esa materia. Sin embargo, vamos a mostrar con dos
o percepción de la diferencia sexual, sino por el fantasma, esa mezcla de ejemplos que la identificación no resuelve el problema de'Ia sexuación pa­
goce y saber de valor supremo de verdad para el sujeto. Ése es el verdade­ ra un sujeto.
ro obstáculo a un progreso en el saber. 1 1 0
En los dos próximos capítulos, examinaremos cómo definir la sexua­
ción, teniendo en cuenta los modos de goce del sujeto y no sólo en térmi­ LA SEXUACIÓN, MÁS ALLÁ DE LAS IDENTIFICACIONES
nos de i dentificaciones y clasificaciones.
Entre las tres identificaciones catalogadas por Freud, la que nos intere­
108. Ibid. , pág. l S. sa aquí es la segunda, la identificación con el rasgo unario. 1 Del otro se ex­
1 09. Ibid., pág. 21. trae un rasgo, un significante, con el cual el sujeto se identifica. Ese rasgo
11 O. Esto encuentra su confirmación histórica en el libro de Thomas Laqueur, puede ser un detalle corporal o un elemento de discurso escuchado de la­
La Fabrique du sexe. Essai sur le corps et le genre en Occident, París, Gallimard, bios del otro. Esta identificación tiene un mecanismo simple y se encuentra
1992 [traducción castellana: La construcción del sexo: cuerpo y género desde los
en todas las estructuras.
griegos hasta Freud, Madrid, Cátedra, 1994]. El autor muestra que el modelo del
sexo único (los dos sexos concebidos como moldeados anatómicamente según el Tomemos en primer lugar un ejemplo clásico, el de Dora. Ésta exhibe
modelo del sexo masculino) es perfectamente compatible con la existencia de pa­ cierta cantidad de síntomas corporales, conversiones histéricas, entre ellas
res de opuestos significantes (pág. 86: "En rigor de verdad, la paradoja del modelo una tos y una afonía intermitentes. Freud hace de la tos el objeto de una
unisexual es que pares de contrarios ordenados revelaban una sola carne a la que interpretación.2 La palabra que suprimirá el síntoma es "unvermogend",
ellos mismos no pertenecían. Paternidad/maternidad, macho/hembra, hombre/mu­ impotente, que juega con el equívoco con "vermogend", afortunado. El
jer, cultura/naturaleza, masculino/femenino, honorable/deshonroso, legítimo/ilegí­
timo, caliente/frío, derecha/izquierda y muchos otros pares se leían en un cuerpo
que, por sí mismo, no marcaba claramente esas distinciones" . ) En consecuencia, 1. "Der einziger Zug" en alemán. Cf. S. Freud, "Psychologie des foules et
estas oposiciones significantes no provienen de la observación de la diferencia ana­ rinalyse du moi", op. cit. , pág. 169. La primera es la identificación primordial con
tómica y no representan ningún reconocimiento real de la diferencia sexual, sino t-1 padre; la tercera, la identificación histérica. Cf. supra, capítulo m, pág. 8 1 sq.
que enmascaran, al contrario, una identidad y una confusión conceptuales. 2. S. Freud, " Frogment d'une analyse d'hystérie . . . " op. cit., pág. 33.
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 107
106 L A DIFERENCIA D E LOS SEXOS

toda referencia fálica, las identificaciones ocupan un lugar muy importan­


?adre es, ciertamente, rico e impotente, factores que desempeñan un papel te. Cuando se desencadena la psicosis, algunas de ellas se hunden con el
importante en la observación. Dora, en efecto, se ve en la situación de in­
derrumbe de la vida del sujeto. Se advierte entonces su labilidad y la escasa
tercambiarse con la señora K., amante de su padre, en un circuito de rega­ estabilidad de una sexuación construida únicamente sobre identificaciones.
los entre éste y el señor K., que está enamorado de ella. Tanto la tos como
la afonía de Dora pueden interpretarse3 como rasgos de identificación con
Una clasificación sexual
su padre impotente. La afonía representa precisamente una identificación
sexual: la relación sexual entre el padre y la señora K. mediante cunnilin­ Josiane, estudiante, ingresó al hospital tres días antes de nuestra entre­
gus, en la que Dora sustituye a su padre impotente. Pero esta identifica­ vista, durante una noche de "certezas religiosas " . Se le habría hecho saber,
ción, que tiene una significación sexual fálica (impotencia), no nos dice en de manera alusiva e indirecta, a través del diario o la televisión, que es
absoluto de qué sexo es Dora: no es por lo tanto una identificación sexua­
"Un" enviado, Jesús. "Josiane no es Jesús", repite. "El hombre es el sexo
da que determina su sexo, mujer o varón. En cambio, signa su histeria, si débil, porque «eso » lo dirige. " Desde esa noche, tiene la impresión de que
_ _ de ésta es la identificación con el goce del padre cas­
se considera que el eie "todo está dado vuelta " . Por ejemplo, ¿ la locura implica la grandeza, o la
trado.4 grandeza nos vuelve locos? Esta inversión afecta también el hecho de ser
La identificación con un rasgo tomado de un hombre impotente, que hombre o mujer, como vamos a verlo. La entrevista permite poner de ma­
_
senala por ello la castración, no significa que el sujeto se haya sexuado co­ nifiesto una especie de ecuación entre el hombre, el padre y el "malo" en
mo hombre. La identificación de la histérica con el padre castrado no re­ varios sentidos de la palabra, porque ella está prisionera del equívoco con
suelve su posición sexuada. Al contrario, respalda su pregunta neurótica respecto a " malo". Por otra parte, puede descifrarse otra ecuación, mucho
sobre la femineidad y el sexo. Es pregunta a descifrar y no respuesta. Las más enigmática, entre los términos de la serie "mujer, madre, buena, chivo
llam� 1 as ident �ficaciones viriles encubren y complican el abordaje de la se­ emisario" . Aclaremos.
xuac1on, pero esta no se reduce a ellas. A veces, a la inversa, algunas niñas
tom� n ?� su �adre un rasgo femenino, el maquillaje, por ejemplo, lo cual
Las cosas empezaron a andar mal cuando aprobó el bachillerato, muy
esperado por su padre. Hasta entonces, su hermana mayor era mala como
no s1gmf1ea, sm embargo, "soy una chica ". el padre; ella, buena y sometida como la madre, femenina. El padre es ma­
La sexuación, en consecuencia, debe distinguirse de la mescolanza de lo, en el sentido moral del término. Sin embargo, no es culpa de él. Lo "hi­
las identificaciones. Cada suj eto está repleto de ellas, algunas muy anti­ cieror( malo desde la infancia, debido a una injusticia fundamental. El
guas, otras recientes. Están las identificaciones simbólicas procedentes de "malo" inicial es el abuelo paterno. Tras " haber gritado a una mujer em­
los padr� s, de los abuelos, etc., que son identificaciones con significante� barazada ", habría suscitado la venganza del marido de ésta. Esa venganza
_
tra nsmitidos. La cuestión es: ¿cómo se diferencia la sexuación de todas ,•onsistió en represalias contra el hijo del abuelo paterno: el padre de Josia-
esas identificaciones que, no obstante, también cuentan? 11e, por tanto. Así, éste, enviado inj ustamente a un correccional, se habría
vuelto " malo " .
Una sexuación centrada en el "malo"
E l equívoco del significante "malo "
El segundo ejemplo muestra a la vez la importancia de las identificado"'
nes Y su límite, y en ocasiones su debilidad. Se trata de un caso de psicosis. El significante "malo" aparece con un doble valor. Por un lado, signifi-
En la neurosis, el fa lo está en el centro de la sexuación. No se reduce a una
4 11 la voluntad mala de un Otro abusivo: cólera indebida del abuelo pater-
identificación sino que debe concebirse, más bien, como una función lá 110 1 correccional para el padre, una pareja que persigue actualmente a Jo-
función fálica. En la psicosis, la forclusión del Nombre-del-Padre es co:re­ 1,1 11e. Por el otro, es una marca de familia, visiblemente ligada a la
lativa de la forclusión de la significación fálica.5 Debido a la ausencia de p11 t ernidad desde la anécdota original, y transmitida por filiación del abue­
lo n i padre y luego a la hermana mayor de Josiane. Es un significante que
fe1igna el goce, reparte los sexos (hombre-malo, mujer-buena) y se trans-
3. Cf J. Laca n, "Intervention sur le transfert" (1951), en Écrits, op. cit., págs, 1 1 1 1 1 •· de generación en generación. Establece una especie de genealogía de­
_
209-221 [traducción cast�ll�na : "Intervención sobre la transferencia", en Escritos 7 ] , l11 11 11tc y, hasta el desencadenamiento, asegura en mayor o menor medida
4. Cf J. Lacan, Le Semma1re. Lzvre XVll, op. cit., ·pág. 1 1 O. 1
1 pnpcl correspcmdic-nte ni pnr del Nombre-del-Padre y la significación fá-
5. Cf. supra, capítulo n, pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota 73.
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 1 09
108 LA DIFERENCIA D E LOS SEXOS

La falta del falo


lica en la neurosis. La diferencia consiste en que es j ustamente lo que hace
las veces de tales, pero sin las mismas garantías de estabilidad. El Nombre� El primer aspecto es que el falo no es sólo un significante; si así fuera,
del-Padre es, en efecto, el significante de la ley en el inconsciente del neu­ sería intercambiable. Aquí, el significante "malo" desempeñaba, hasta el
rótico. Barra el acceso del sujeto al goce, lo que constituye la castración. El desencadenamiento, un papel aparentemente similar al del par del Nom­
r��to �e goce con que cuenta el sujeto asume correlativamente la signifiqi,_: bre-del-Padre y la significacióofálica en la neurosis. Caracterizaba el sexo
.
c1on fahca. La prueba de esta diferencia entre "malo" y el Nombre-del-Pa­ masculino, se transmitía de padrea hijo, ordenaba el mundo. Su relación
dre es q ue el primero es precisamente el significante que va a designar la con el goce era más problemática: si bien señalaba el sexo masculino, no
invasión del sujeto por el goce, en la forma de un "oler mal". En efecto era, empero, el significante del goce ligado al órgano peniano denotado
h� sta Ja crisis � ue la envió al hospital tras el éxito en el examen, la convic: alusivamente por un "eso" ( " los varones son el sexo débil porque eso les
, ,
c1on de que oha mal se habia apoderado gradualmente de Josiane. Se lo molesta", dice Josiane). Pero, desde antes del desencadenamiento, el signi­
había dicho una pareja en el aula, y luego todo el mundo se lo señaló. Ella ficante "malo" se mostraba ligado a un goce adherido al cuerpo, no verda­
se había convertido en el mal olor del mundo. deramente localizado (el mal olor, los líquidos sospechosos) y asociado a
· . Pero el significante "malo" no perdió ni su sentido moral anterior ni su
la mala voluntad del Otro ( " todo el mundo lo sabe y pone cara de asco " ,
sentido sexual. En efecto, la invasión por la convicción de oler mal va a la "soy l a señorita que.huele mal"). Una diferencia con el Nombre-del-Padre
par con la idea de que se volvió mala y se transforma en varón. La idea de es que éste es inconsciente y se hace ver en sus efectos, en especial la signi­
que . se volvió mala y debe aspirar al bien procede de una escena con su ficación fálica. Aquí no sucede lo mismo: " malo" es un significante noto­
madre, quien, presuntamente desmejorada, le habría dicho: " Me vas a rio, a cielo abierto. Por otra parte, en la neurosis, la significación fálica li­
mandar al cementerio". La idea del cambio de sexo es lo que ella rechaza gada al Nombre-del-Padre aparece doblemente. El Nombre-del-Padre
en "Josiane no es Jesús" , denuncia en "todo está dado vuelta" y afirma fi­ Separa al niño de la madre revistiendo el deseo materno con la significa­
nalmente en "olía a varón". La actitud llega hasta la interpretación deli� ción fálica, y ésta localiza una parte del goce en una dialéctica de la falta
rante :n el cuerpo: había un líquido sospechoso en su bombacha, y no se [faute] y la culpa, reunidas en el complejo de castración freudiano. Ésa es
.
atrev10 a . preguntar a la madre si era el signo de su transformación en una de las razones que da su importancia a la masturbación en la teoría
hombre,}? r otra parte, le atribuye haber querido que ella, segundo hijo freudiana: localización fálica del goce, amenaza sobre el órgano, complejo
de la familia, fuera un varón. de castración y complejo de Edipo se anudan en torno de esa única signifi­
cación. La significación fálica tiene, por consiguiente, un poder de focali­
Jesús, el síg11ificante inclasificable zación y limitación del goce: éste se concentra en el significante del falo y
· en el órgano; está casi perdido para el resto del cuerpo. Ahora bien, para
En esa invasión, progresiva e insoportable del "malo" con su triple con­ Josiane el significante "malo" no cumple el papel de Nombre-del-Padre
notación (olor, moralidad, sexo masculino), se le ocurre un nuevo signifi� porque deja al sujeto "malo" en un cara a cara angustiante con su madre,
cante procedente del padre o, mejor, una imagen, la de Jesús, a la ·cual que se le aparece desmejorada, cadavérica, y no introduce ninguna media­
aquél Pª:e� estar c�riosamente consagrado. Curiosamente, porque renegó ción tranquilizadora entre los dos: no tiene efecto alguno de separación. El
7
de su rehg1on de ongen por Jesús, a quien pinta una y otra vez. No se ex­ significante "malo" no logra, por otro lado, localizar el goce que, al con­
cluye que él mismo sea psicótico. El llamado o, más bien, la conminación trario, invade al sujeto por el sesgo mismo de ese significante, oler "mal".
a que ella se convirtiera en Jesús, provendría de un cuadro del padre, un " Malo" se convierte en el vector del goce: es un significante en lo real. 6
,
gran _I,es �� negr� Llama �o que ella rechaza y al � ue replica pese a la sigui..
_ ;
f�cac10n buena de Jesus, porque de lo contrario signaría su metamorf0\4
sis en varón. Así, el significante "Jesús" no encuentra su lugar en el marco
del orden del mundo anterior, ya que si lo hiciera resultaría equivalente a 6. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre III, op. cit., pág. 157. Por "significante en
" bueno" y " hombre", una contradicción en sí misma, pues el hombre es lo real" entendemos aquí un significante que perdió la propiedad de éstos de abar­
l nr una extensa gama de significaciones según el context.o. Ya no es más que el
malo. El sujeto, Josiane, deberá por lo tanto reconstruir de otra manera el
portador del goce. Deja de encadenarse con otros significantes en el discurso del
mundo, cosa que comienza a hacer con su delirio.
11jeto; queda aislado, un poco a la manera de un neologismo. En el caso de Tom
La entrevista con esta joven pone de relieve dos aspectos importa11te• (1 apítulo IX, pág. 243 1q. ) 1 el significante " ¡ fuego! " tiene esta misma característica.
para una teoría de la sexuación.
110 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 111
Labilidad de las identidades sexuales
percepción de su ausencia en la niña dará su � eso de r:� l, a la amenaza de
El segundo aspecto que pone en evidencia el caso de Josiane es la fragi­ castración del adulto. Para aquella que no lo tiene, la v1s10n del pene la ha-
lidad de una sexuación que sólo se apoya en la oposición significante ma­ rá sucumbir al Penisneid.
lo/bueno, en la que " malo" es el término clave. De hecho, Josiane tiene Desde que con Lacan se aborda el sexo por medio del goce y el lengu�­
una teoría de la sexuación por identidad de género: " malo" identifica al je, y ya no únicamente en términos de desarrollo, hay un ret_roceso notono
género masculino, "bueno", al género femenino. Se advierte, entonces, el de la importancia de la anatomía: ésta forma parte del desuno, pero no_ es
límite de la concepción teórica del género. En la neurosis, se atrinchera en todo el destino. El caso de Josiane nos mostró la manera en que el goce m­
las representaciones imaginarias del sexo salidas del lenguaje. En la psico­ vadía al sujeto y su mundo por intermedio del signific � nte " malo". Esto
sis, tiene cierto peso de real, porque falta lo que permitiría articular una nos indica la necesidad de subordinar el goce, en especial el del cuerp� Y
posición sexuada más sólida, la función fálica. Esa falta, muy notoria particularmente lo que Freud llamaba la "actividad de órgano" , 8 a un s,_g-
aquí, provoca la labilidad de la identidad sexual, que llega hasta una sen- . nificante. El sujeto debe interpretar su goce sexual. En el se� hablante exis­
sación de metamorfosis. te, al parecer, una necesidad de unificacese goce, de localizarlo en torno
Este caso, entre otros, demuestra el reduccionismo de concebir la se­ de un significante único. Cuando no ·lo logra, el goce se fragmenta en el
xuación exclusivamente como una clasificación de los sexos, en la cual el cuerpo y los órganos " hablan". Es lo que Freud llamaba : en la esquizo�re­
_
sujeto se identifique por un rasgo, un significante o un atributo con una u nia el lenguaje de órgano. En algunos casos de ps1cos1s, se ve al su1eto
otra clase. Si el sujeto funciona así, ya podemos pensar que estamos frente pr;curar unificar el goce por medio del significante " la mujer" . Lacan de-
a una psicosis. nommo . ' ese proceso " empu1· e-a-1 a-m u1· er" .9
. .,
El significante al que se recurre universalmente para esa lo�ah z�c1on,
_
esa centralización del goce, es el falo, El falo es, sin duda, un s1gn_1f1_cante
LA FUNCIÓN FÁLICA asociado al órgano masculino, elegido por sus cuali � ades de erect1b1hdad
visible que evocan la caducidad de las otras faneras del cuerpo. �� detu­
¿Cómo explicar esa " otra cosa" distinta de las identificaciones, que mescencia del órgano, al evocar esa caducidad, se opone a la erecc1on et�� ­
anuda la relación del sujeto con el goce con el hecho de que aquél se alinee na del significante, representada en los dibujos infantiles y a menudo estili­
de un lado o del otro, hombre o mujer? Para Freud, la diferenciación del zada mediante un trazo rectilíneo separado del cuerpo. 10
hombre y la mujer es un proceso extremadamente complejo, articulado
con el desarrollo de la pulsión sexual y relativamente tardío, porque am­ Tener el falo
bos sexos son sólo uno hasta la fase fálica. De todas maneras, el resultado
nunca es puro: " En el ser humano [ ... ], no se encuentran pura masculini­ La relación del sujeto con el falo no es su relación con cualqu�e: signi­
dad o pura femineidad ni en el sentido psicológico ni en el sentido biológi­ ficante. Para Freud, el falo entra en juego por medio de la fase fahca Y � !
,
co" ,7 escribe en los Tres ensayos de 1 9 1 5 . La diferenciación entre hombre complejo de castración: durante la fase fálica, el sujeto eleva su goce mtt­
y mujer descansa sobre la articulación relativa y temporal entre el comple­ mo a la dimensión de un significante universal, el "pipí" de Hans. En el
jo de Edipo y el complejo de castración. El varón sale del primero median­ varón, el complejo de castración interviene como una amenaz a al órgano Y
_
te el segundo, y la niña sale de éste .al : entrar en aquél, en el que tiende a la satisfacción que extrae de él. Esta satisfacción masturbatona :stuv,o � r�­
permanecer. viamente ligada a fantasmas edípicos. En ese conflicto entre el mteres h ? 1-
El complejo de castración gira alrededor del falo y del órgano peniano dinal narcisista por el pene y la investidura libidinal de los padres, dice
del qife es el significante. Es por eso que, en el recorrido que va del com­
plejo de Edipo al complejo d� castr �ct6n en el caso del varón, y el recorri­
do inverso en el de la niña, la,anatomía sigue siendo esencial. La del punto 8. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques. . . ", op. cit., pág. 1 25 .
de partida primero, la del otro sexo, ¡::Íespués: para quien tiene un pene, la 9 . J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 22. · .
* El Diccionario Enciclopédico Abreviado Espasa-Calpe las defme como " pro- ·
ducción anexa de la piel como las uñas, el pelo, etc.; se opone a cripta" ·
7. S. Freud, Trois essais sur la théorie sexuelle, op. cit., pltgs. l t, 1 1 62, nota 1 . 10. Cf. el dibujo de la jirafa del pequeño Hans, en S. Freud, " Analyse d , une
phobic chcz un pccic ¡1m;cm ... ", op. cit., pág. 100.
112 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 113

Freud, 11 se impone el primero. Por lo tanto, aquella satisfacción se vincula a Es indudable que la posición femenina no se reduce a aceptar no tener
la vez a un universal y a una parte del cuerpo. También se articula con una el órgano, a asumir el Penisneid, sino a una relación sutil con "ser el falo".
pérdida. Goce, universal, pérdida: tales son las características del goce fálico. Relación compleja que confronta la femineidad con la histeria, pero tam­
A juicio de Freud, la problemática de la castración se inscribe para am­ bién con la psicosis.
bos sexos bajo la rúbrica "tener el falo". Para el varón, es la amenaza de Así, en un primer sentido, ser el falo significa la mascarada fálica, el
pérdida que pende sobre el órgano. Para la niña, la esperanza de tenerlo parecer que es también un "pareser", l 6 objeto de la comedia entre los se­
algún día (Penisneid, envidia del pene, o Pen'iswunsch, 12 deseo del pene) o xos. La mujer expulsaría todos sus atributos en la mascarada, 17 querría ser
la nostalgia de creer haberlo tenido y perdido. Esta nostalgia puede trans­ amada y deseada por lo que no es. Detrás de la máscara asoma ya un va­
formarse en depresión o ser el origen de una tristeza indefinible. Registro cío que La can designará más adelante1 8 como "la mujer no existe".
del tener en los dos casos: en pasado, " lo tuve y lo perdí"; en presente, Pero " ser el falo" puede también pagarse con la frigidez sexual, en lo
"corro el riesgo de perderlo " ; en futuro, " ¿ lo tendré algún día ? ". Estas cual se ve que esta identificación confina con el goce. Habría una "identifi­
cuestiones, estas formulaciones de Freud, marcan el desarrollo del niño y ca!'.=ión, imaginaria de la mujer (en su estatura de objeto propuesto al deseo)
el desenvolvimiento de la cura freudiana. La relación con "tener el falo" es con el patrón fálico que sostiene el fantasma" . 1 9 Para ser amada y deseada
también lo que determina el fin de la cura. En el último capítulo de "Aná­ por un hombre, para adueñarse del fantasma del hombre, una mujer se
lisis terminable e interminable", 1 3 Freúd ·dispone el tope de la cura en tor­ erigiría fálicamente, lo cual la haría impermeable a todo goce sexual. El
no de la roca de la castración en términos de tener: "Predicamos en el de­ beneficio para ella sería narcisista: colmar su propia demanda de amor.
sierto", dice, si queremos convencer a una mujer de que abandone su Encarnar el falo con la totalidad del cuerpo, con su estatura, pondría un
deseo del pene como irrealizable, o a un hombre de que no toda posición obstáculo al goce de una parte del cuerpo, la insensibilizaría.
pasiva con respecto a otro es una castración... En un tercer sentido, "ser el falo" caracterizaría la histeria femenina,
mediante una identificación más inconsciente, menos imaginaria. No se tra­
Ser el falo taría de la mujer-falo frígida, sino de una mujer satisfecha sexualmente, que
no cesa de identificarse con el hombre para saber qué puede desear éste al
A partir de 1958, Lacan 1 4 agregó a la concepción freudiana una nueva margen de ella, además de ella. Y más allá de esta identificación con la falta
problemática, la de "ser el falo", con lo cual hizo que toda la filosofía del del otro, llamada histérica por Freud,20 habría una "identificación última
ser resonara con el complejo de castración, y comparó el falo con el logos con el significante del deseo", el significante del falo. El ejemplo es el del
griego. En lo concerniente a las relaciones entre los sexos, Lacan propone sueño de " la bella carnicera" en la Traumdeutung, comentado por Lacan.21
atenerse a la función del falo -fidelidad a Freud-, pero sostiene que esas Más allá de la identificación viril con su pareja ( ¿ cómo puede mi marido, a
relaciones giran alrededor de ser y tener el falo e insiste en la función sig­ quien colmo sexualmente, desear a otra que no va a satisfacerlo ?), el sujeto
nificante de éste, distinguido del órgano. Las posiciones sexuadas juegan se identifica con la esencia misma del deseo como un absoluto, el significan­
entonces con frases que incluyen " ser", "tener" , "falo" y una negación: te del falo. En el sueño lo representa " un poco de salmón ahumado", eleva­
"la mujer no es sin tenerlo" ; " hay que renunciar a serlo para tenerlo ", "y do, dice Lacan, al rango del falo velado de los misterios antiguos.
es preciso que el hombre, varón o mujer, acepte tenerlo y no tenerlo a par­
tir del descubrimiento de que no lo es" . 1 s
16. Cf. J. Lacan, " L'Étourdit", op. cit. , pág. 48. Lo comentamos al final del ca­
pítulo r, págs. 43-5. Se trata del parecer que quiere hacerse ser.
17. Cf. supra, capítulo 1, págs. 42-3.
1 1 . Cf. S. Freud, " La disparition du complexe d'CEdipe" , op. cit. , pág. 1 20. 1 8 . Cf. J. Lacan, "L'Éveil du printemps" ( 1974), en Ornicar? nº 39, París, Na­
1 2. Cf.' iS. Aparicio, " Le désir au féminin", en La Cause freudienne nº 24, varin, 1986, pág. 7: "Sólo la máscara ex-sistiría en el lugar del vacío en que pongo
1993, págs. 24-29. n La mujer".
13. S. Freud, "L'analyse avec fin et l'analyse sans fin" (1937), en Résultats, 19. J. Lacan, "Propos directifs pour un Congres . . . ", op. cit. , pág. 733.
idées, problemes II, op. cit. , pág. 267 [traducción castellana: "Análisis terminable 20. S. Freud, "Psychologie des foules ... ", op. cit., pág. 1 70.
e interminable", en OC, vol. 23, 1980]. 21. Cf. S. Freud, l. !Interprétation des reves, op. cit., pág. 133; J. Lacan, "La di­
14. J. Lacan, " La signification du phallus", op. cit., pág. 694. rcction de la cure ... ", op. cit., pág. 627; y J.-A. Miller, "Trio de Mélo", en La
15. J. Lacan, "La direction de la cure . . . ", op. cit., pág. 642. 1 :au11 freudi,,m, 11 º 1 1 , 1 99.�, p4gs, 9-1 9.
114 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCI ÓN SÍNTOMA 115

De la comicidad de la puesta en escena entre los sexos a la identifica­ En principio, seguramente, a ca usa de la multiplicidad de los valores
ción secreta con un significante absoluto, pasando por la tragedia del nar­ asumidos por la locución " ser el falo" . Ese complemento de la teoría
cisismo que mortifica la sensibilidad sexual, aparece una polisemia dema­ freudiana no permite, sin embargo, diferenciar las identificaciones narci­
siado grande de la expresión "ser el falo" . sistas del yo, las identificaciones inconscientes del sujeto y sus posiciones
Ésta se refuerza aún más por el uso que se le da en la relación del hijo de goce.
con la madre. ¿ Qué lugar puede ocupar él en el deseo materno, si éste está
marcado por el complejo de castración? La madre es una mujer freudiana, Valor positivo de la función fálica: gozar de la castración
bajo el influjo del Penisneid. De modo que de entrada hay un triángulo: el
hijo, el falo y ella. La psicosis, en la cual el falo está forcluido, implica in­ Así pues, si procuramos saber por qué Lacan apeló en la década de
ventar una respuesta sustitutiva, llamada "metáfora delirante" en el caso 1 9 70 a la función proposicional para redefinir el falo y la sexuación, nos
de Schreber: "Como no puede ser el falo que falta a la madre, le queda la encontramos con tres razones principales:
solución de ser la mujer que falta a los hombres " . 22 La expresión "ser el La primera, ya lo dijimos, es que el falo no es un significante cualquie­
falo" designa aquí la posición tomada por el sujeto en el deseo materno, ra, Y " ser fálico" no podría considerarse como una identificación más. El
antes de la intervención separadora del padre, que no siempre se produce. falo, por lo tanto, no es un atributo, no compete a la lógica aristotélica de
El concepto "ser el falo" permite, por lo tanto, resolver cierta cantidad la clase, definida, por la frase, sujeto, cópula, atributo. La biología puede
de problemas que Freud dejó en suspenso, pero tiene el inconveniente de permanecer en el plano de esa lógica con los atributos corporales y genéti­
una pluralidad demasiado grande de sus significaciones y referencias. cos más sofisticados; el psicoanálisis, si toma en cuenta lo real de la no re­
lación sexual, debe ir más allá de la identificación mediante el atributo .
¿Por qué la "frase con agujeros"2 3 de Frege? .,
La s � gunda razón es que la especificidad del falo está ligada a su rela­
c10n umversal con el goce; universal, es decir reconocida por todos, todos
En 1 9 72, en "El atolondradicho" , antes de introducir la función fálica los pertenecientes a un vasto conjunto. Podríamos definirlos, rápidamente,
y sus fórmulas de la sexuación, Lacan sitúa ésta, una vez más, en el marco como aquellos que, a semejanza del pequeño Hans, creyeron en un mo­
de 1958, "ser o tener el falo": "No cometemos ningún exceso con respecto mento que todos lo tenían; todos aquellos y aquellas que adhirieron a esta
a lo que nos muestra la experiencia si ponemos en el acápite de ser o tener c�eencia normativa, la "norma varón" [ "norme mále"], que aceptaron el
el falo (cf. mi Bedeutung de los Escritos) la función que suple la relación discurso sexual de la comunidad. Volveremos a ello cuando abordemos los
sexual ". 24 ¿Por qué entonces introducir el falo como una función, formali­ tres tiempos de la sexuación. El interés de hablar de una función fálica
zada con la función proposicional, en lugar de continuar con fórmulas re­ c?nsiste en introducir una función de goce ligada al complejo de castra­
,
tóricas fabricadas con negaciones referidas a "ser o tener el falo" ? c1on. En efecto, éste se considera habitualmente como una negatividad
una limitación. Pero al mismo tiempo, el sujeto goza de su castración ;
con ella. Es lo característico de la neurosis, y el obstáculo mismo al fin del
22. J. Lacan, "D'une question preliminaire ... " , op. cit., pág. 566. En Lacan, la análisis, según Freud. En consecuencia, se trata de asociar al falo a la vez
metáfora es la sustitución de un significante por otro. una función positiva de goc:e y una función negativa de ley e int:rdicto, 1�
23. Cf. G. Frege, Begriffschrift (1879), capítulo 1, § 9, "La fonction", en Logi­ que tenía el complej o de castración freudiano ligado al padre. La función
que et fondements des mathématiques. Antho logie (1 850- 1 9 1 4), compilada por F. �álica �ie �: entonces una cara real, el goce, y una cara simbólica, la ley y la
Rivenc y P. de Rouilhan, París, Payot, 1992 [traducción castellana: Concep togra­ 111terd1cc10n de la castración.
fía: los fundamentos de la aritmética. Otros escritos filosóficos, México, UNAM, La tercera razón obedece a la definición del sujeto en el psicoanálisis.
1972], y B. Russell, Introduction a la philosophie mathématique (1919), París, Pa­ El sujeto no es quien es, quien tiene, quien cree ser o tener. Por eso, creerse
yot, 1991 [traducción castellana: Introducción a la filosofía matemática, Barcelo­ hombre o mujer, decir "soy un hombre" o " soy una mujer" , sigue siendo
n.a,, Paidós, 1988]. Expresión en imágenes para designar la "función" de Frege o rnsa del "yo" o del género, y no dice mucho sobre la sexuación. La ense-
"función proposicional" de Russell, utilizada por J.-A. Miller para exponer la teo­
1ianza que Freud dedujo de las histéricas, en los al bores del psicoanálisis
ría del sujeto como variable en su curso "Du symptome au fantasme et retour",
inédito, clase del 8 de diciembre de 1982, en la que se refiere a una presentación de
,., que es posible afirmarse mujer e identificarse hasta la pantomima vio�
la función proposicional hecha por el lógico Van Heijenoort. lenta con un hombre: "así, en un caso que observé, la enferma sostiene
24. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 14. rnn una mano el vestido ceñido contra su cuerpo (en cuanto mujer), mien-
1 16 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 117
tras q ue c on la otra se e sfuerza po r ar ranc ar lo ( e n cuanto hombre ) " . 25 El me nto. También s e lo denomina variable . S e e scribi rá e ntonce s la fras e
su j eto no e s el s uj e to d e l e nu nciado, sino que e stá más bien vinculado a la <I>(A), dond e <I> e s la func ión y A el a rgume nto, o bi e n <I>(A, B ) , si hay dos
enunc ia ción, fuer a de la fras e gr amati cal, y d e b e ap r ehe nd e rs e en los ag u­ a rgume ntos A y B, e tc . Con u na misma frase inic ial s e pue d e n fabri ca r ,
j e ros de l dis curso: "ne" e xpl e tivo e n "Je crains qu'il ne vienne " ["t�mo desd e l uego, va rias fu ncione s difere nte s se gún el l u gar e n q ue s e ubique n
que v e nga " ] , 2 6 va cila c ión, d uda e nt re te mor, e sp e ranza y d ese o. El_ s � J �� o los aguj eros: la lógica se de spe ga así de l a gramáti ca .
es falta, falta-de -t en er , falta-d e-s er , conj uga ción d e las dos. S u d efm1 c 10n L a func ión p roposicional, q ue e s u na fras e c on aguj er os d e stinada a
lacaniana: u n signifi cant e repres enta a un s uj eto para otr o significante, im­ as umir u n valor de ve rdad (verdad ero o falso), vi e ne c omo anillo al d edo
plic a que el sujeto sólo se capta por me dio d e un significante q ue lo repr e­ para localizar e l l uga r de un s uj eto va cío, c on respecto al falo q ue conde n­
s enta, con e l c u al se ide ntifi ca, p e ro d el q ue n un c a e s otra c osa q ue la de­ sa la 'positividad de u n goce y la ne gatividad de la castrac ión fr eudiana.
sapar ic ión. El s uj e to se es cribe c omo u n significante ta c hado, 27 e s u n vac ío Lac an la u tiliza e n el mome nto e n q ue b usca e n la lógica las he rramie ntas
q ue s e r ecubr e de atrib utos, era ya un "polo de atr ib utos" 28 muc ho ante s · de u na e scritura q ue permita abordar lo re al c omo imposible : e s cribir lo
.
d e nace r. Por e so no e s s ex uado en sí mismo. No e s homb re o mu1 er e n re al d e ''no hay rela c ión s e x ual" po r me dio de una función, la función fáli­
cuanto suj e to, salvo por u n ab uso de l l e ng uaj e . 29 Sólo s e s exúa a tr avés d e l ca, e n q ue e l goc e s e an uda al l eng uaj e . Para F re ge , e n s u Begriffschrift d e
significante me diante e l cual se hac e represe nta r : es e s uj e to vac ío sólo tie­ 1 879,33 la lógica de la función proposicional rompía con la lógi ca aristoté­
n e re la ción con e l s exo po r me dio del significante y el leng uaj e . P e ro, ¿ c on li ca de la clase d epe ndie nte d e la gramáti ca y las l e nguas naturale s. Como
q ué instrume nto pue de hablars e de l goce de est e s uj eto? vimos, la fras e ya no se analizaría e n té rminos d e suj eto y predicado o atri­
Lac an p ensó e n la "frase c on aguj eros", e s decir, la func ión proposicio� b uto sino de a cuerdo con u n n ue vo par: fu nc ión, argume nto. Fr ege pr ocu­
·,
na!. Ésta fue inventada por F re ge en 1 8 7 9 c on e1 nom bre de "fu nc 1on " ,3 0 r aba e stabl ecer una l e ng ua form ularia apta pa r a fo rmalizar y de scribir los
y r eba utizada a c ontin ua ción "fu nc ión proposicional" por B e rtrand R us­ razonami e ntos d e la a ritmética, e s de ci r, pa ra construi r lo re al d e l número.
selJ. 3 1 Fr ege inventó una nueva manera de analizar la fras e, dife re nte de la Pode mos inte ntar u n paral elo c on e l proce d e r d e La can: captar lo real de
de scomposic ión aristotélica e n suj e to y atributo o pre dic ado. Introd uj o u n " no hay relación se xual" , me diante una lógic a que no s ea la d el atrib uto y
n uevo pa r , "fu nc ión, arg ume nto " , q ue s e d e du ce d e la frase cu ando se la las id e ntifica c ione s, sino que e scriba direc tame nte la re la ción de l s uj e to
de sc ompone de c ierta manera. En la frase " el hidr ógeno e s más liviano q ue con e l go ce fál ic o. El int erés de ha ce r d el falo una función proposicional es
e l gas ca r bóni c o " , pod emos va r ia r e l s e ntido (y también e l valo r d e ve r­ también pod er inspirars e e n la lógic a d e la cu antific ac ión, inve ntada por
dad) si sustit uimos hidróge no por oxíg eno, nit róge no u otro gas. Es posi­ Fre ge al mismo ti empo q ue la de la función. La can inventó una formaliza­
ble c onsiderar, po r tanto, q ue e n e sta frase hay " un e le me nto c onstante . ción a la q ue dio la forma de una n ue va " cu antifi c ación", dife re nte de la
que repr es enta e l conj u nto de las re la cione s"; será la func ión q ue puede e�­ de Fr eg e , para distinguir los s e xos a la ve z q ue utilizaba para ambos la
cribirs e como una fras e c on ag uj er os: "- e s más liviano que e l gas carbo­ misma fu nc ión d e goce, la función fáli ca . Esta "c uantificación" lacaniana
nico " . Esta última sólo ti en e un aguj e ro, pe ro podría tene r dos: "_ e s más conti e n e cu atro " cu antore s" -e s el nombr e q ue da· a s u s cuantificadore s­
liviano q ue _" _ 32 El e l e me nto su stit uibl e en u n l uga r va cío s e llama argu- que son e l todo, la e xist e nc ia, la- no- e xiste ncia y e l no-todo. Al aso ciarlos a
la fu nción fáli ca o a s u ne ga c ión; La c an obti e ne cu atro "fórm ulas d e la s e­
xua c ión" ,34 dos para el lado hombre y dos para e l lado muj er.
25. S. Freud, "Les fantasmes hystériques et leur relation a la bisexualité" (1908),
en Névrose, psychose et perversion, París, PUF, 1973, pág. 155 (traducción castella• El falo como función proposicional
na: "Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad", en OC, vol. 9, 1979],
26. J. Lacan, "Subversion du su jet . . . ", op. cit., pág. 800.
27. i. La can, e ntonces, toma d e Frege la formul ac ión d e s u función fálica. Es­
28. J. Lacan, "Remarque sur le rapport de Daniel Lagache . . . ", op. cit., pág. 652, crib e e l goce fálico c omo una fu nc ión proposicional <I>(x), c on un sólo a r­
29. ¡Un abuso que cometemos sin cesar! gume nto o variabl e x, q ue se lee " x s e ins crib e en la función fáli ca " . El s u-
30. G. Frege, Logique et fondements des mathématiques ... , op. cit., pág. 1 19.
31. B. Russell, Introduction a la philosophie mathématique, op. cit., pág. 295.
En la actualidad, los lógicos hablan de "cálculo de lo � predicados". . 33. G. Frege, Logique et fondements des mathématiques... , op. cit., pág. 93.
32. Cf. el caso Maria, infra, pág. 128, que se escnbe con una frase que cont1e• 34. J. Lacen, " L'ttourdit", op. cit., pág. 22, y Le Séminaire. Livre xx ... , op.
ne tres agujeros. ,·it., pág. 73.
118 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS
FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 119
jeto se manifiesta como agujero, vacío en la frase, y como tal no puede ser
te que representa e l conjunto de las relaciones" , ¿qué sentido podría tener
argumento de la función <l>(_). La variable "x" representa al su1eto _ e � su
para la función fálica? La constancia de ésta puede entenderse, ante todo,
relación con el sexo. Es un significante por med10 _ del cual el su1eto se ms­
como su universalidad. Se trata de la misma función para todos, indepen­
cribe en la función como su argumento. Puede haber varios, pero su núme­
dientemente del sujeto. El sujeto se inscribe en ella gracias al deseo de la
ro es limitado. Son significantes del goce para el sujeto, que lo representan,
madre. Ésta desea el falo y el sujeto se ve en la necesidad de situarse en
como "malo" o "bueno" en el caso de Josiane. Pero ni "malo" ni "bueno"
función de ese deseo. La universalidad del falo es asumida por el sujeto en
le permiten inscribirse en la función fálica, forcluida para ella. Para Josia­
la forma de un "todos fálicos" que representa la primera teoría sexual in­
ne, <l>(x) es siempre "falso", cualquiera sea el significante que se inscriba
fantil freudiana.
en "x". Es preferible decir que ella no se inscribe en la función fálica, o
En un segundo sentido, la constancia de la función fálica es temporal,
que no inscribe su goce en esa función. Se trata de maneras equivalentes de
diacrónica para un sujeto dado: toca a éste elegir, de una vez y para siem­
decir lo mismo. Para Dora, en cambio, el significante equívoco "unvermo­
pre, la inscripción o la no inscripción. No puede rectificarse. Ésa es la hi­
gend " (infortunado, impotente), palabra de su síntoma, signa la identifica­
pótesis estructuralista de Lacan, que le hace llamar forclusión3 8 el rechazo
ción con su padre castrado. Le permite, por ende, inscribir su goce en la
por parte del sujeto de su inscripción en la función fálica, correlato de la
función fálica. Podrá escribirse, entonces: "unvermogend es un significante
elección de la psicosis. Esta hipótesis estructuralista es también una lectu­
que representa a Dora". Es su inconsciente el que le proporciona ese signi­
_ ra de la importancia central del complejo de castración para Freud. Cuan­
ficante del goce, como sucedía con "malo" en el caso de Josiane. Luego,
do éste, como lo señalamos antes, dice con respecto al varón que en el
"unvermogend se inscribe en l a función fálica" y, por lo tanto, <l> (unver­
conflicto entre el interés narcisista por el pene y la investidura libidinal de
mog�md) es "verdadero" para Dora. 3 5 En el caso de ella, se advierte que la
los padres se impone el primero, esto implica una reserva de libido defini­
función fálica se articula con el síntoma de conversión. Éste, una afonía, es
tivamente ubicada en el órgano3 9 y correlativa de una pérdida o una re­
suprimido por la palabra unvermogend, que lo interpreta. El síntoma y la
nuncia a otro goce que podríamos calificar de incestuoso. Entre el pene y
función fálica se articulan por intermedio de ese significante. Esto es siem­
la madre, lo normal es elegir el pene. Esta constancia es la de esa elección
pre verdadero en la neurosis. En efecto, el síntoma conserva la marca, a
definitiva, que concentra el doble valor de la función fálica. Tiene ante to­
menudo irreconocible a causa de la represión, de la castración. No resulta
do, por consiguiente, un valor positivo, el del goce fálico, del ejercicio de
muy sorprendente, si seguimos a Freud en lo concerniente a la formación
una potencia.
del síntoma. Dicha formación es, en efecto, una consecuencia de la repre­
sión, provocada por la angustia de castración, que obliga a la pulsión a
Valor negativo de la función fálica: castración y renuncias
procurarse una satisfacción sustitutiva, el síntoma. La castración se impri�
me entonces en el .�ontenido de éste, pero disfrazada: "Ser mordido _ por el
El valor negativo es el de la elección correlativa de la castración, que es
caballo" contenido de la fobia del pequeño Hans, es el sustituto deforma­
una castración o privación de goce, operación real4º que va mucho más
do de " s�r castrado por el padre" . 36 La diferencia entre los casos de Josia·
ne y Dora nos indica que aquí se plantea al sujeto una elección, una alter·
nativa la de inscribirse o no en esa función por medio de los significante!!
3 8 . Además del sentido jurídico del término, Lacan se remite a los gramáticos
de su �oce. Esta alternativa encubre la diferencia estructural entre neurosis J. Damourette y É. Pichon, Des mots a la pensée, París, d'Artrey, 191 1-1940, vol.
y psicosis. 3 7 6, capítulo " La forclusion" , pág. 1 72: "Esos instrumentos forclusivos (no, basta,
Si retomamos la definición fregeana de la función, "elemento constan- nunca, jamás) tienen la función de expulsar lo que expresan fuera del campo de lo
que se percibe como real o realizable". Cf S. Aparicio, "La forclusion, préhistoire
d'un concept" , en Ornicar? nº 28, París, Navarin, 1984, pág. 83, y supra, capítulo
11, pág. 50, nota 13, y pág. 69, nota 73.
35. En la práctica uno no es tan f¿rmalista, pero nos parece útil aclarar, me­
39. Cf J. Lacan, "Subversion du sujet . . . ", op. cit. , pág. 22, donde dice que esta
diante ejemplos, qué quiere decir <l>(x). Sobre Dora, cf supra, págs. 1 05-6 .
. parte del cuerpo "concentra en sí lo más íntimo del autoerotismo" .
36. Cf S. Freud, Inhibition, symptóme ... , op. cit., pág. 27. Véase también su­
40. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVII. • • , op. cit., pág. 149. No hemos comen­
pra, capítulo 1, pág. 38 sq., y capítulo III, pág. 86.
todo aquí en detalle los antecedentes del falo en la enseñanza de Lacan, antes de
37. En esa partición, la perversión debe ponerse del mismo lado que la neuro­
que hiciera con él la función fálica en la década de 1 970. J.-A. Miller estudió y re­
sis, el de la inscripción en la función fálica, pero con modalidades diferentes.
constituyó elo traye4toria en su curso inédito L'Orientation lacanienne, dictado en
120 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 121

allá de su figuración imaginaria por la amenaza o la envidia, en el recuer­ �o ��perimente otros goces, pero en el momento en que quiere decirlos,
do del sujeto. Este valor negativo se debe ante todo a que elegir inscribirse s �g?1f1carlos, pasarlos por el lenguaje, ya no queda más que la significación
en la función fálica equivale, como vimos en el capítulo I, al reconocimien­ falic� 9ue es reductora. _ Todo lo que puede decirse del goce pasa por el fil­
to inconsciente del "no hay relación sexual". Así, el falo es el único signifi­ tro fahco, que lo negativa con respecto a otro goce que no existe: el de la
cado4 1 del goce en el lenguaje. Lo cual quiere decir que, cuando se trata de relación sexual.
goce, su significación se evoca inconscientemente. Ahora bien, lo que sur­ _ Sobre el valor negativo de la función fálica ,también puede decirse que
ge es en lo fundamental un "no es eso", 42 que distingue el goce obtenido;, es mterno a la función misma. La función fálica !l>(_) es idéntica a la fun­
fálico, decepcionante, del esperado, que sería el de la relación sexual, de la ción castración. Por lo tanto, !l>(x) puede leerse tanto " x es fálico" como
que el ser hablante, exiliado, conserva algo así como cierta nostalgia, ha­ "x está castrado" , porque "estar castrado" no es lo contrario de " ser fáli­
cia la que siente una vaga aspiración y que recibe como un llamado venido co" . Falo y castración están estrechamente ligados. Pero el falo no es el ór­
de otra parte. Tal vez sea la huella de la renuncia al incesto materno. En gano. I ?scribir�e en la f�nción fálica implica un anudamiento entre goce y
,
otras palabras, la elección de la función fálica implica que el goce sólo se cas �rac10n, legible, descifrable en el síntoma del sujeto, como lo vemos en
signifique fálicamente. Es una renuncia. Esto no quiere decir que el sujeto el e¡en_iplo de Dora, pero también en cualquier neurosis. El neurótico goza
a partir de, con y de su castración. En ello radica la neurosis, apoyada en
el padre al que la castración se refiere como agente. ¿ Cómo goza un sujeto
el Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII, al que asistimos. �e su castración? ¿Puede modificarse ese goce? Eso es lo que se pone en
¡ uego en un análisis, que implica partir del síntoma del sujeto.
Lo que puede mencionarse aquí es, en efecto, lo que hay de nuevo. El "antiguo''.
falo simbólico que encontramos, por ejemplo, en "Subversion du sujet et dialecéi-'
que du désir dans l'inconscient freudien" (Écrits, págs. 822-823), se conserva im­
plícitamente. Ese falo simbólico, cuya notación es <l> y calificado de "significante LA FUNCIÓN SÍNTOMA
del goce", era el símbolo del sacrificio de goce del que hablamos aquí, en el mo­
mento del complejo de castración (sacrificio del incesto y el autoerotismo). Al mis­ �!amaremos fu�ciones de goce las localizaciones del goce que son
43

mo tiempo, era el soporte de un punto de falta en el sujeto, falta-de-ser, falra-de-te'­ posibles para un su¡eto. Como el goce es real, esas localizaciones se esta­
ner, en el principio universal del deseo. Presentaba por lo tanto el lazo entre goce ?lecen n_iedi � nte determinaciones simbólicas, imaginarias o más comple­
prohibido, o sacrificio del goce por el sujeto, y deseo, falta resultante de ello. Pero, J � s, q ue implican la tríada de lo real, lo simbólico y lo imaginario. La mul­
aun si tenía un valor positivo de símbolo, se mantenía en el registro simbólico y no . _
t1phc1dad de las combinaciones posibles indujo a Lacan a hablar de esas
representaba el ejercicio efectivo y real de un goce articulado con el síntoma, como deterr�·únaciones en términos de anudamiento entre aquellos tres registros,
lo hace la función fffelica de la década de 1 9 70. Así, la significación de la fórmul.:¡,
Y a utilizar los nudos borromeos, con cambiante éxito. Ciertas funciones
de la sexuación, (V x <l> (x ) ) del lado hombre es: "Todo el goce sexual de un hom­
bre se inscribe en la función fálica" y puede, por ejemplo, asumir el valor sintom�" de goce son universales, como la fálica o las teorías sexuales infantiles tí­
rico de un obstáculo a la relación con una mujer. picas, reseñadas por Freud. Otras son singulares, como el fantasma, aun
El falo simbólico, por su parte, puede ejemplificarse con el valor absoluto atri­ cuando su variedad no sea tan grande, o como los síntomas e incluso el
buido al deseo por el sujeto en ciertos actos, como el de la joven homosexual de sínthoma.44
Freud que se arroja desde un puente frente a su padre, para mostrarle qué es el de­ A í, el fantasma es una función de goce, articulada con lo real y lo ima­
. �
seo verdadero por una mujer, algo del orden del amor cortés por la Dama (cf. Le gmano. Su carácter imaginario es fácil de captar, porque tiene un extremo
Séminaire. Livre IV, op. cit. , pág. 128). En cuanto al falo imaginario -ya hemos ha" consciente, la fantasía, que se presenta en la forma de representaciones o
blado de ello-, es la representación imaginada del falo, marcada por el significan1 escenas, en especial en el momento de la masturbación o el acto sexual.
te, por lo tanto, completamente diferente de la del órgano caracterizado por la de·
tumescencia. Imagen eternamente erecta y cortada del cuerpo, como se ve en los
graffiti, sólo es posible gracias al lenguaje y la estructura diferencial del significan•
te. Esta imagen funciona también como significante del deseo, presente en el in• 43. Aunque utilicemos el mismo término "función", muy polisémico no lo
consciente del varón con el aspecto, a menudo, de la girl-phallus. 4 ,mfundimos, en "función de goce" , con la función proposicional o la funci6n ma­
4 1 . Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XIX, op. cit. , clase del 8 de diciembre de temática. Pero pue � e suceder, como se da en la función fálica, que una función de
.
1 971. �oce se formalice s1mplemente con la función proposicional de Frege.
42. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 101. 44. Cf. la definición dd sfnthoma en el capítulo u, pág. 51 sq.
122 L A DIFERENCIA D E L O S SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 123

Una mujer se imagina que su pareja hace el amor con otra, un ho � bre ?e­ del sujeto con sus allegados, su pareja sexual, sus colegas, su jefe. La fun­
terosexual se ve golpeado y humillado, una mujer homosexual 1magma ción de goce del síntoma abarca el vasto campo de las conductas humanas,
que el padre de su amiga las espía, etc. El carácter real del fantasma reside solitarias o sociales. De allí su importancia y la complejidad de su estruc­
en el hecho de que causa el goce, sexual pero también "mental" , dado que tura.
puede erotizar el pensamiento, especialmente en la neurosis obsesiva. �au­ Hemos visto que también se podía hablar de síntoma en la psicosis. En
sa también el goce en su forma de sufrimiento, al proponer la matnz de primer lugar por su vertiente patológica: lo rechazado, forcluido de lo sim­
ciertos comportamientos repetitivos y de síntomas. Freud expuso su natu­ bólico, vuelve como goce en lo real,5 2 en modalidades diversas, voces, alu­
raleza de "anillo intermedio " 45 entre la fijación libidinal infantil y el sínto­ cinaciones, delirio, etc. Pero también definimos el sínthoma como un tipo
ma. En el caso de Dora, la afonía tiene una matriz fantasmática que es la particular de síntoma que anuda lo real, lo simbólico y lo imaginario en
relación sexual oral con una mujer, la señora K. Freud encuentra su huella todas las estructuras clínicas: neurosis, psicosis o perversión.
infantil en un recuerdo en que ella se chupa el pulgar mientras le tira de la En la neurosis, el sínthoma, como todo síntoma, se articula con el
oreja a su hermano mayor, lo cual podría corresponder a un fantasma oral Nombre-del-Padre y refuerza, suple al padre como agente de la castración.
precoz. 4 6 Ante cada función de goce, debemos preguntarnos cuál es su es­ En consecuencia, está siempre articulado con la función fálica pero, con­
tructura. Para Freud, la del fantasma es una frase fija, como "pegan a un trariamente a ella, que es universal, es una función de goce singular. Su
niño" _ 4 7 Para Lacan, es la de una relación del sujeto con el obj eto a. 48 El . matriz es el fantasma fundamental del sujeto, y sostiene las relaciones más
elemento constante, ineliminable del fantasma, es ese objeto que condensa importantes de éste con los otros. Lacan afirmó incluso que para un hom­
el goce y causa el deseo:49 la otra mujer por la cual la histérica se priva, la bre, una mujer es un síntoma. 5 3 El sínthoma se percibe con la mayor clari-
mirada que flota sobre la escena de los golpes, el objeto oral en la escena dad al final del análisis, cuando, desenmarañado, el cifrado inconsciente
infantil de Dora, etc. deja ver su esqueleto fijo. En ese momento se ve que es inamovible, porque
El síntoma neurótico es también una función de goce. Como hemos vis­ se trata del anudamiento mínimo que mantiene unidas las cosas. El sujeto
to 50 es un compromiso entre la exigencia de satisfacción de la pulsión y la ya no lo padece, se " identifica con su síntoma" . 54
re�resión. Una definición elegante de Lacan es la siguiente: "Defino el sín­ En la psicosis, el sínthoma tiene mucho más importancia porque la cas­
toma por la manera en que cada uno goza del inconsciente en tanto éste lo tración no pone una barrera al goce. El sujeto no puede apoyarse ni sobre
_
determina" . 51 El síntoma, por lo tanto, es una función de goce articulada el Nombre-del-Padre ni sobre la función fálica para construirlo . . La locali­
con el inconsciente, es decir, con la lengua y sus equívocos, y por consi, zación del goce exige, entonces, una intervención completamente singular.
guiente con lo simbólico. En el caso de Dora, el significante eq � ívoco un­ A menudo, el sínthoma tiene raíces inconscientes, como en la neurosis, y
vermogend es la determinación inconsciente del síntoma, traducido en go­ determinaciones simbólicas familiares. Pero también podría prescindir del
ce corporal. Pero el síntoma no es forzosamente una conve�sión corpor�\ inconsciente. Ésa es la tesis que sostiene Lacan con.respecto a Joyce, quien
Puede ser infiltración de goce en el pensamiento, en el obsesivo, o angustia se habría "desabonado del inconsciente" 55 y cuyo sínthoma sería una pu­
localizada en un objeto en la fobia. Puede ser la repetición que asedia la ra construcción progresiva sobre la lengua, culminada en Finnegans Wake.
neurosis de fracaso o el acto fallido que sorprende. Engloba las relacione$ El sínthoma de Joyce sería el efecto traumático del encuentro del goce y el

45 . S. Freud, Introduction a la psychanalyse, op. cit., pág. 35 1 . 52. Cf. J. Lacan, "Réponse au commentaire de Jean Hyppolite sur la « Vemei-
46. S . Freud, "Fragment d'une analyse d'hystérie . . . ", op. cit., pág. 37. 1zung» de Freud" (1 954), en Écrits, op. cit., pág. 388: "Lo que no salió a la luz de
47. S. Freud, "Un enfant est battu" ( 1919), en Névrose, psychose et perversio� lo simbólico, aparece en lo real" [traducción castellana: "Respuesta al comentario
op. cit., pág. 219 [traducción castellana: " «Pegan a un niño». Contribución al co­ de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud", en Escritos 1 ] .
nocimiento de la génesis de las perversiones sexuales", en OC, vol. 1 7, 1979]. 53. J. Lacan, L e Séminaire. Livre XXII, op. cit., Omicar? nº 3, mayo d e 1975,
48. La escribe S O a. Cf. supra, capítulo 11, pág. 159, nota 40. clase del 21 de enero de 1975, pág. 108.
49. Lacan lo llamó objeto causa del deseo y luego objeto plus de gozar. Cf. ca• 54. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXIV. L'insu que sait de !'une bévue s'aile a
pítulo 11, pág. 58 sq. , y capítulo 1, pág. 36 sq. mourre, Ornicar? nº 1 2.-13, diciembre de 1977, clase del 1 8 de noviembre de
50. Cf. supra, capítulo 11, pág. 52 sq. 1 976, pág. 6.
51. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXII, op. cit., Ornicar? n º 4, octubre de 1 975, 55. J. Lacan, "Joy,., le symptome 1", en J. Aubert (comp.) , ]ayee avec Lacan,
clase del 1 8 de febrero de 1975, pág. 106. París, Navnrin, l 9H7, I ' 11¡ 24.
124 L A DIFERENCIA D E L O S SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 125

lenguaje -lo cual vale para cualquier sujeto-, pero elevado a la dimensión proposicional. Su ventaja reside en l a simplicidad. N o creemos, s i n embar­
del arte. Se trata, sin duda, de un caso tan extremo como excepcional. Pa­ go, que sea generalizable a todos los casos.
ra Lacan, encarnaba la estructura misma del sínthoma, 56 en cuanto suple
la forclusión del Nombre-del-Padre en la psicosis. Joyce demostraba que se El delirio de Schreber
puede prescindir del Nombre-del-Padre sin ser loco, aunque de estructura
psicótica, con la condición de construir un sínthoma que se sostenga. A la El presidente Schreber es el autor de las Memorias de un enfermo ner­
inversa, el Nombre-del-Padre, con lo que lo condiciona, el padre como vioso, que publicó en 1 903 porque las suponía útiles, para la ciencia y la
agente de la castración, no sería sino una forma de sínthoma, por cierto religión. En ellas expone su "transformación en mujer", que ofrece al exa­
muy expandido porque engloba los campos de la neurosis y la perversión. men de las "a utoridades competentes" . 6 º Freud comentó esta obra en
La clínica lacaniana del sínthoma -o del síntoma tomado en este sentido­ 1 9 1 1 . 61 Lacan hizo de ella el tema de un seminario en· 1 9 55, que conden­
abre por lo tanto perspectivas de futuro prometedoras en una época en só en sµs Escritos en 1 95 8 . 62 En referencia a Schreber, Lacan creó el con­
que el papel del padre en la familia está muy menguado. cepto del "empuje-a-la-mujer" , cuyo contenido es el de una feminización
Lacan procuraba formalizar la estructura del sínthoma con el nudo bo­ forzada. Este concepto es esencial para la sexuación en la psicosis. El deli­
rromeo. Pero en un comienzo apeló a éste para descomponer una frase rio de Schreber se presta a una escritura mediante la frase con agujeros.
complej a. 5 7 Esto, unido al hecho de que la función fálica se escribe con la Partamos de la idea de que lo que especifica la paranoia es el hecho de
función proposicional, nos dio la idea de que esta última función (o frase identificar el goce en el lugar del Otro. 63 "Identificar el goce" significa co­
con agujeros) podría permitir escribir otras funciones de goce: síntomas, rrelacionarlo con un significante, aquí " la" mujer; "en el lugar del Otro " .
delirios o ciertas formas del sínthoma psicótico o neurótico. Si nos inspi­ quiere decir que es el Otro quien goza del sujeto, a iniciativa de éste. Pode­
ramos en la definición de la función dada por Frege, ¿por qué no conside,. mos escribir entonces una función de goce de dos variables, "x" e "y" :
rar el sínthoma, en efecto, como el "elemento constante" que debe dedu­ "ser el (x) que falta al goce del Otro, (y) "; la idea básica, el elemento inva­
cirse del "conj unto de las relaciones" 5 8 existentes en la vida de un sujetp? riante, es en efecto que el Otro del goce carece de algo. El sujeto se inscri­
Relaciones con los otros, con las cosas, con las ideas. Relaciones sosteni­ be como el objeto de ese goce por medio de la variable " x" , que asume va­
das por el sujeto, vale decir, lazos sociales creados por él o tejidos a su al­ lores diferentes. El Otro del goce, en "y", es sustituido, en orden
rededor. cronológico, por la madre, los hombres, Dios. El objeto " x " de esa falta
Así, hemos estudiado el caso del señor A. 5 9 y mostrado que el sínthoma del Otro gozador es sustituido correlativamente por el falo, la mujer y lue­
psicótico que lo había estabilizado durante más de veinte años podía escri­ go una vez más la mujer. Así, tendremos sucesivamente varias escrituras
birse con la frase con agujeros "un hijo (x) es amado por un padre (y) " . de " ser el ( x ) que falta al goce del Otro, (y) " : "Ser el falo que falta a la
En el mismo sé'ntido, estudiamos otros tres ejemplos: el delirio de Schre�
1

ber, el síntoma neurótico construido a partir del fantasma freudiano "pe;


gan a un niño" y el caso de Maria. Damos aquí el nombre de "función sín­ 60. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit. , pág. 9.
toma" a esta formalización del síntoma o el sínthoma por una función 61. S. Freud, "Remarques psychanalytiques sur l'autobiographie d'un cas de
paranoia (Dementia paranoides) (Le Président Schreber)" ( 1 9 1 1 ), en Cinq psycha­
nalyses, op. cit. [traducción castellana: "Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un
caso de paranoia (Demen tia paranoides) descrito autobiográficamente" , en OC,
56. Ibid., pág. 28. vol. 1 2 , 1 9 80].
57. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 1 14: " ¿ Por qué recurrí otro· 62. J. Lacan, Le Séminaire. Livre III, op. cit., y "D'une question préliminai­
ra al nudo borromeo? Para traducir la fórmula te demando -¿qué? -rechazaitl. re . . . " , op. cit. En J.-CI. Maleval, Logique du délire, París, Masson, 1996 [traduc­
-¿qué? -lo que te ofrezco -¿por qué? -porque no es eso; ya saben qué es eso, es el ción castellana: Lógica del delirio , Barcelona, Ediciones del Serbal, 1 998], se en­
objeto a. El objeto a no es ningún ser. El obj eto a es lo que supone de vacío una contrará un comentario pormenorizado sobre el concepto de delirio, especialmente
demanda, en la que sólo al situarla mediante la metonimia, vale decir, mediante la en Schreber.
pura continuidad asegurada desde el comienzo hasta el final de la frase, podemo$ 63. Cf. J. Lacan, "Présentation des Mémoires du président Schreber en traduc­
imaginar qué pasa con un deseo que ningún ser sostiene". tion franc,aise" ( 1 966), en Ornica,:? nº 3 8, París, Navarin, 19 86, pág. 7. Para "el
58. G. Frege, Logique et fondements des mathématiques . . . , op. cit., pág. 1 19. Otro del goce" en la p1k,,sis, cf. supra, capítulo 1 , págs. 32-3, capítulo n, pág. 5 1 ,
59. Cf. supra, capítulo 11, pág. 50 sq. nota 16, e infra, �·11¡,lt ulo v, ¡,l'lgs. 1 54-5.
126 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 127

madre" ; "ser la mujer que falta a los hombres" ; " ser la mujer que falta a ril, corriente e n l a histeria, que e s sostenida por l a identificación con el va­
Dios". En efecto, como los hombres y el falo están marcados por una im­ rón golpeado.
posibilidad a causa de la forclusión de la significación fálica, sólo la última Freud reconstruye este fantasma, que tiene una larga historia, en tres
escritura corresponde a cierta estabilización del estado de Schreber, a una fases. Éstas se formulan en tres frases, asociadas a tres escenas. La prime­
consumación del proceso delirante.64 Las dos primeras escrituras corres­ ra es sádica, y se presenta como un recuerdo muy antiguo. " El padre gol­
ponden a estados transitorios del delirio. pea al niño" o "el padre golpea al niño que yo odio" (en general, un her­
mano o una hermana menores). Hay una secuela sobreentendida, "sólo
"Pegan a un niño" me ama a mí". La segunda nunca se rememora: está reprimida y se recons­
truye en el análisis. Es la más importante, porque estructura el síntoma :
El fantasma "pegan a un niño" se presenta como una fantasía excitan- "El padre me pega". Tiene un carácter masoquista. La tercera es la formu­
. te o masturbatoria a veces compulsiva, cuya génesis se remonta a la pri­ lada por el sujeto: " Pegan a un niño" o "un niño es golpeado" . La perso­
mera infancia (cinco o seis años, dice Freud). Freud lo estudia sobre todo na que pega es un adulto indeterminado, el niño golpeado es casi siempre
en la mujer neurótica, en su artículo de 1 9 1 9. 6 5 Existe incluso la posibili­ un varón anónimo. Está acompañada por una intensa excitación sexual,
dad de que su hija Anna haya sido una de las pacientes de las que habla. de naturaleza masoquista, aunque su formulación sea sádica.
Ahora bien, ese fantasma puede convertirse para algunos sujetos -no para No haremos aquí un comentario detallado de ese fantasma y los enig­
todos- en el fantasma fundamental y entrar en la lógica de su vida. Es­ mas que suscita. Nos interesa el hecho de que su segunda fase pueda es­
tructura entonces su conducta de una manera masoquista. En efecto, una tructurar un síntoma esencial, e incluso el sínthoma de cierta cantidad de
fase anterior masoquista y reprimida de ese fantasma, " ser ella misma gol­ mujeres. Comprobamos, a continuación, que puede escribirse con una fra­
peada por el padre", se convierte en un verdadero síntoma. Para esas mu­ se con agujeros: " (x) es golpeado por (y) " . El lugar de la variable "x" es el
jeres, "ser golpeada por el padre" es la matriz de un síntoma difícil de del sujeto. Lo ocupan sucesivamente "el niño que yo odio", el sujeto como
modificar por el análisis. " Algunos seres humanos que llevan en sí ese fan­ " niña" y un varón anónimo. El lugar de la variable "y" es el del padre y
tasma dan muestras de una sensibilidad y una susceptibilidad particulare& luego el de un sustituto anónimo de éste, un "pegan".
con respecto a personas que pueden incorporar a la serie paterna; se dejan En esta función síntoma, " (x) es golpeado por (y) " , se verifica que en la
ofender fácilmente· por ellas y de ese modo procuran la realización de la neurosis el síntoma se articula con el padre. Según Freud, este fantasma es
situación fantasmizada, a saber, que el padre les pega, para su gran desdi­ una " cicatriz" del complejo de Edipo, y se deduce de la ligazón incestuosa
cha", dice Freud.66 La inercia de ese síntoma tiene por lo menos tres razo­ con el padre: "Ser golpeado" vale de hecho por " ser amado" genitalmen­
nes. La primera es la satisfacción ligada al fantasma que es su matriz. La te, al comienzo de la segunda fase de la construcción del fantasma. La con­
segunda radica en que funda una posición muy sólida, la de un objeto ciencia de culpa, ligada a la instancia que a posteriori Freud denominará
maltratado por sustitutos paternos. Esta posición prolonga indefinida­ superyó, causa la represión y el desplazamiento de "amar" a "pegar/gol­
mente el Edipo y puede acoplarse a ciertos fantasmas masculinos sádicos. pear". Lacan insistió en la puesta en escena de la castración: la ley del
De ese modo·, puede fundar una posición sexuada "femenina" con un par­ Nombre-del-Padre "afecta" al sujeto. 6 7 En ese fantasma, el padre es a la
tenaire adecuado. Para una mujer resulta a veces más fácil localizar así la vez gozador y castrador. Eso lo caracteriza como agente de la castración.
femineidad que afrontar el vacío incómodo de la alteridad que ella impli­ Esta articulación faltaba en la función síntoma del señor A., " un hijo (x)
ca. Además, ese síntoma sustituye la ausencia de la relación sexual. Pese al es amado por un padre (y) " , aunque el padre apareciera en ella. Tampoco
sufrimiento que oculta, permite creer en ella. A menos que sea justamente encontrábamos allí los meandros del discurso y las inversiones de términos
a causa de ese sufrimiento, del que sabemos que es una forma de goce. La producidas por la represión. En el inconsciente del sujeto para quien fun­
tercera razón es que ese síntoma es compatible con una identificación vi- ciona "x es golpeado por y", "golpear" tiene las significaciones de "amar
genitalmente" y "castrar". La función fálica <t>(_), entonces, puede articu­
larse con esta función síntoma y signar la neurosis. " Golpear" , en efecto,
64. Llamado por Lacan "metáfora delirante"; cf. "D'une question préliminai­
re . .. ", op. cit., pág. 577, e infra, capítulo VIII, pág. 220 .
65. S. Freud, "Un enfant est battu", op. cit., pág . 219. 67. Cf, J,·A, Millcr, "Du symptome au fantasme et retour", op. cit., que lo co­
66. Ibid. , pág. 235. Las bastardillas son nuestras. menta c:n la cl11e drl 1 \ de diciembre de 1 982.
128 LA DIFERENCIA D E LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 1 29

es un significante que representa a ese sujeto, y podemos escribir <l>(gol­ Ferocidad


pear). Volvemos a encontrar el doble valor, positivo, de goce, y negativo,
de castración, de la función <l>(_). A los trece años, Maria deja la escuela porque la mandan a trabajar co­
mo criada con la parte rica de la familia: "Soy de una familia pobre pero
El caso Maria: un destino, una frase68 honrada. Papá nos crió para que fuéramos útiles a todo el mundo", dice.
En este caso, por un efecto de redoblamiento, la entregan como sirvienta a
Si permite escribir el destino del sujeto a través de distintas vicisitudes quienes ya habían despojado a sus padres y toma así el lugar de un bien,
de su vida, la frase con agujeros es entonces una escritura del sínthoma y un objeto sustraído por segunda vez a ellos. Se convierte entonces en la
una función síntoma en el sentido en que lo definimos anteriormente. Da­ deuda viviente del Otro expoliador con respecto a sus progenitores. Pero
mos aquí un ejemplo particularmente sobrecogedor, tomado de una pre­ así como sus padres afectados no se quejan del abuso, ese Otro expoliador
sentación clínica en el hospital. En esas presentaciones, la vida del sujetb tampoco quiere saber nada de él: negativa recíproca de saber, del orden de
se describe de cabo a rabo, en un tiempo bastante breve y un único en­ la forclusión. Maria es a la vez su·memoria y su prueba encarnadas. En ese
cuentro con el psicoanalista. De ello se deduce un efecto de precipitado, de momento, se vuelve "feroz" . Es la pubertad y empiezan a circular chismes
condensación, de relieve muy peculiar de este ejercicio, que favorece una sobre ella, cuando en realidad sólo piensa en el trabajo. Maria interpreta
formalización espontánea del discurso del paciente. Maria, una mujer jo# las miradas, los silencios, entiende las alusiones, sospecha de los gestos
ven de alrededor de treinta y cinco años, estaba internada desde hacía una equívocos de los varones, los hombres. Los basurea, trata de matar a uno
semana, con alucinaciones verbales y una angustia aguda, sin que se enten­ con una horca, se pelea con otro. La invade entonces esa "ferocidad" que
diera bien la razón de esa crisis. Era su segunda internación; la primera se no va a abandonarla.
remontaba a diez años antes. Reconstruimos así el hilo de los aconteci­
mientos y de su historia. Su matrimonio con el "señor"

La expoliación originaria De joven, conoce a su futuro marido, que la seduce con una aparien­
cia de holgura, incluso financiera. La pasea en taxi, se jacta del lugar
La entrevista con Maria puso muy pronto en evidencia que "tener una donde vive. Se casan y ella lo sigue. Termina como una inmigrante, en un
casa" era algo esencial para ella. La historia comienza antes de su nacimien· inquilinato obrero [courée] en que se amontonan sin disponer de una ver­
to. Sus abuelos, tanto los paternos como los maternos, eran ricos propieta• dadera intimidad. Las cosas no le van muy bien y sólo tiene una idea: tra­
rios de tierras. Sus padres, que eran hijos menores, fueron privados, por ra­ bajar y ahorrar para comprar una casa. Decide lograrlo a cualquier pre­
zones diferentes, d@ la herencia que les correspondía, en beneficio de sus cio pero ser a la vez "irreprochable " , como su padre. Tiene dos hijos, una
hermanos y hermanas mayores. De tal modo, tanto uno como la otra que­ mujer y un varón. La entristece tener una hija. En efecto, para ella "varón
daron despojados de su herencia legítima y fueron, por lo tanto, pobres. Por = felicidad = tener" , mientras que " niña = desdicha = privación " . Tal co­
otra parte, sometidos a su destino, no protestaron nunca contra esa expolia., mo dice, " no hay que mezclar el agua y el aceite " . · En efecto, vive en un
ción; al contrario, vivieron en armonía con la parte rica de su familia. La mundo clasificado por oposiciones binarias significantes no dialectizadas:
madrina de Maria fue la hermana mayor de su madre, que había heredado el agua y el aceite; los señores y las señoras; los ricos y los pobres; los des­
la propiedad familiar. Desde su más tierna infancia, Maria fue consciente de honestos y los irreprochables; los dichosos y los desdichados, etc. Para
esa injusticia fundamental de la que sus padres eran víctimas pasivas y con­ dialectizar estas oposiciones, sería necesario que por ellas circulara una
sintientes. Dedujo de ello que en la vida no había nada más importante que falta que las hiciera ambiguas, una falta que hiciese que una niña pudiera
tener casa propia y bienes. Sus padres, desde luego, trabajaban como agri­ ser en parte un varón, que un pobre se transformara en deshonesto a cau­
cultores en las tierras de los otros. Eran "pobres y honrados" . sa de su misma pobreza, que un mantel sirviera de repasador en caso de
necesidad . . . Una falta semejante sólo puede funcionar en el sujeto si cir-

68. Tomado d e una ponencia presentada e n las "Journées d'Automne de


l'ECF" , en noviembre de 1 99 7. Cf. G. More!, "Le symptome en une phrase" , en La " En el original, nappes y torchons, manteles y paños de cocina -repasadores,
Cause freudienne n º 39, París, Seuil, 1998, págs. 1 02-1 07. rnmo se dice en la ArKrnt in11· respectivamente (n. del t.).
130 L A DIFERENCIA DE L O S SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 131

cula gracias a un significante especial, cuya ausencia significa la presencia cundo " .69 Dijimos que s u causa era misteriosa. Se reveló, sin embargo, a l
y cuya presencia evoca la ausencia. El falo es un significante de esas ca­ final d e nuestra entrevista, e n l a lógica d e ésta. "La vida e s u n sacrificio" ,
racterísticas, por ejemplo en su evocación a través de la anatomía: tener el me decía Maria. " Compramos una casa, que con todo e s un sacrificio."
pene implica temer dejar de tenerlo; no tenerlo genera la nostalgia de ha­ Cuando empezó a contarme las privaciones que sufrían ella y su familia, le
berlo tenido antaño. Ése es también el valor a la vez positivo y negativo pregunté si tenía un problema financiero. En ese momento, con una reti­
de la función fálica: función castración, negativa, pero también función cencia que podría habernos parecido tan desproporcionada como arbitra­
de goce extraída de la castración misma y por lo tanto positiva. En el ca­ ria si no hubiéramos captado la lógica de su caso, me confesó que la ha­
so de Maria, la carencia de dialéctica debida a la forclusión de la función bían llamado del banco por un descubierto: el "señor" había dejado en
fálica es patente en la rigidez de las clasificaciones binarias pero también, cero la cuenta de la que se debitaba el crédito de la casa. Inmediatamente,
como vamos a ver, en el derrumbe que se produce cuando sus " haberes" reaparecieron el eco del pensamiento y las voces que le hacían reproches
son amenazados. Maria empezó a "ir de un lado para el otro" y fue internada. El agujero e�
la cuenta bancaria, que ponía en riesgo el reembolso del crédito de la casa,
Comprar una casa tenía para ella un valor real, no dialectizable, como el accidente sufrido
diez años antes por el único bien que tenía en esos momentos, su h;jo.
La primera crisis sobreviene cuando ella está a punto ele tener los aho­
rros necesarios para comprar una casa. En ese momento tiene la sensación Escritura de la función síntoma
de tender sola hacia su ideal. Su marido, a quien sólo puede llamar el "se­
ñor", es para ella un perseguidor. Al parecer, esta situación tomó forma al ¿No hay en el desarrollo de este relato, desde luego reordenado a par­
nacer el hijo, cuando el marido expresó dudas, insoportables para ella, so­ tir de la entrevista, algo así como una fórmula que se desprende y presenta
bre su paternidad. La catástrofe se produce durante las vacaciones: el hij o, la ley de las estabilizaciones sucesivas del sujeto, así como la razón de los
que está a su cuidado, es atropellado por un auto. Bien atendido, no ten­ momentos fecundos de su psicosis? La escribiríamos así, con una frase con
drá secuelas de las fracturas que sufre en ese momento. Pero el golpe reci­ tres agujeros y por lo tanto tres variables: "Ser el (x) que presta servicio a
bido por quien por entonces es su único bien desestabiliza gravemente a (y) para recuperar un bien (z)" .
Maria, que se siente culpable y atacada en su sentimiento de ser irrepro­ S u historia puede leerse entonces según los valores sucesivos dados a x,
chable. De nuevo, como cuando tenía catorce años, advierte que la tratan y, z.
de loca, irresponsable. Sigue trabajando, sin embargo, y un día en que las Ante todo, ella es la hija (x) que presta servicio a sus padres (y), para
cosas no marchan en• lo de su empleador, un médico, escucha a la hija de recuperar un bien, idéntico a sí misma como irreprochable (z). Este equili­
éste decir: " ¡Déjal:f, papá, está loca ! " Maria vuelve a su casa, toma el re­ brio se rompe cuando se toca su bien, a saber, ell ¡i misma, y la "dan " a la
vólver de su marido y se pega un tiro en el corazón. Afortunadamente, fa­ parte rica de la familia.
lla por poco y es internada por primera vez. Tenemos entonces un segundo período, más difícil, pero en el que se
Se repone y vuelve al trabajo, siempre con el objetivo de comprar la ca­ mantiene varios años: ella es la sirvienta (x) que presta servicio a la pa�te
sa. Cuando termina de reunir el dinero, muere su padre. Para ella es un rica de la familia (y) para recuperar un bien, dinero para sus padres (z).
verdadero héroe: pobre y honrado, crió once hij os. Maria quiere reparar la
injusticia que cometieron con él: nunca tuvo casa propia. Decide pagarle.
una tumba y exige a sus hermanos y hermanas que también hagan su 69. Expresión utilizada por J. Lacan para denominar las reactivaciones de los
aporte. Esto demorará la compra de la casa, pero restablecerá su senti­ procesos psicóticos en una psicosis ya desatada. Los "puntos fecundos" de la psi­
miento de ser irreprochable, perjudicado por el accidente del hijo. La ex­ cosis se definen como "los momentos de l a evolución en que se genera el delirio"
en la tesis de doctorado de medicina de J. Lacan, De la psychose paranoiaque dans
poliación de la que su padre fue víctima está reparada: él ya tiene su casa.
ses rapports avec la personnalité (1932), París, Seuil, 1975, pág. 107 [traducción
Algunos años después, ella compra una casa en la que vive a crédito, castellana: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, seguido
dispuesta a matarse trabajando para pagar las cuotas mensuales. Está al de Primeros escritos sobre la paranoia, México, Siglo XXI, 1976]; la expresión
servicio de seis familias, tiene " seis casas" más la suya: "siete casas", por " m �mcnto fecundo" aparece en "Propos sur la causalité psychique" (1946), en
lo tanto. Se desencadena entonces, diez años después del accidente del hi­ Ecr1ts, op. cit., p4g. 1 80 !traducción castellana: "Acerca de la causalidad psíqui­
jo, el momento actual de eclosión de su psicosis, segundo "momento fe- r n " , en Escrito, I J.
132 L A DIFERENCIA D E LOS SEXOS FUNCIÓN FÁLICA, FUNCIÓN SÍNTOMA 133

Su matrimonio, tal como Maria lo describe, puede escribirse así: ella es simbolizar para e l sujeto (los momentos fecundos d e l a psicosis). Surge
la esposa (x), que presta servicio al "señor" (y) para recuperar un bien, un precisamente cuando la frase se vuelve falsa o -cosa que viene a ser lo mis­
hi¡o (z). Esta posición se desestabilizará cuando se produzca el accidente mo- cesa de poder escribirse. Entonces, el síntoma ya no funciona. Esta
del hijo, seguido de la primera internación de Maria. función de compromiso del síntoma fue puesta de manifiesto por Freud en
Paralelamente, su posición en la existencia puede escribirse: ella es la la neurosis, entre el inconsciente y el goce, y Lacan la reafirmó7 1 y exten­
sirvienta (x), al servicio de siete familias (y), para recuperar una casa para dió a la psicosis con el nombre de sínthoma para mostrar, en particular en
sí e incluso una tumba para su padre (z). La segunda crisis se explica por lo concerniente a Joyce,72 su función de suplencia de la locura.
el hecho de que la casa esté en peligro debido al agujero en la cuenta ban­
caria causado por el marido. Contingencia y determinismo
Comprobamos que en "x" se suceden los valores tomados por Maria
como objeto del goce del Otro; que en "y" se alinean diferentes figuras En la neurosis, a veces es preciso un largo análisis para que el nudo sin­
ambiguas, protectoras pero perseguidoras y expoliadoras; que en "z" se si­ tomático del sujeto, una vez desembarazado de los síntomas e identifica­
túan sus haberes (ella como hija, el hijo, la casa, el dinero . . . ). Lo que de­ ciones más secundarias, aparezca en su lazo con el fantasma fundamental.
sestabiliza al sujeto y hace surgir con vigor los fenómenos psicóticos es cla­ En la única entrevista de una presentación de enfermo, el efecto de preci­
ramente el golpe dado, ya sea por otro, ya por el destino, a lo que se ubica pitación en una fórmula clara se debe al efecto de buen decir del paciente
como su haber, como su bien, en "z" . Ese punto, como lo hemos visto, es­ que sabe que ese encuentro será único, y también, como sucede a menudo
tá fuera del alcance de cualquier dialéctica posible para el sujeto, a causa en los casos de psicosis, al rigor y la lógica característica de esta estructu-
de la forclusión de la castración y la función fálica. ra, sobre todo en la paranoia.
Esta función síntoma, que se puede deducir de la única entrevista con No habría que leer la "función síntoma" a la manera de un "estaba es­
Maria, demuestra entonces carecer de superposiciones, de cruces posibles crito desde siempre" , como si fuera un destino inamovible y originario pa­
con la función universal de la castración, la función fálica. En los casos de ra el sujeto. El determinismo psicoanalítico no podría llegar hasta ese pun­
neurosis, en cambio, se encuentra ese cruce por medio de la relación con el to sin caer en una escatología religiosa. Esta expresión sintomática refleja,
padre, inscripta en el síntoma. Lo vimos con "pegan a un niño". Es muy antes bien, una respuesta del sujeto frente a los datos de su existencia, en
visible en la histeria, en la cual el síntoma, de una manera siempre peculiar especial los de su filiación, e implica por lo tanto una especie de "elección"
del sujeto, denuncia sin embargo de un modo general y característico de inconsciente. En cierto momento que no pudimos señalar aquí, Maria in­
ese tipo clínico la impotencia y la castración paternas. (Cf. el caso Dora. )7º terpretó esos datos como señales de la expoliación de sus padres, y " eli­
En el caso de Maria, aparece la doble función del síntoma: por una gió" ocupar el lugar de un bien complementario, de nuevo "robado" a
parte, éste marca su sometimiento a un partenaire siempre ambiguo, pro­ ellos. Mediante esa interpretación, se constituyó como el objeto equivalen­
tector pero abusivo, marido pero perseguidor, etc. Desde ese punto de vis­ te a ese bien originariamente robado, que después ya no dejaría' de querer
ta, es legítimo quejarse de ello. Por otra parte, como lo muestra de mane­ recuperar para sus padres y para sí misma, en un sacrificio permanente y
ra elocuente su historia, si un acontecimiento contingente de su vida con el apoyo de un ideal paranoico. Ella es, entre sus muchos hermanos, la
suprime el funcionamiento del síntoma -vale decir, que la frase del sínto• única que decidió ocupar ese lugar. Hay en ello una contingencia funda­
ma deja de ser verdadera, porque en "x", "y" o "z" ya no se escribe na­ mental que consiste en un encuentro original entre lo que los otros quisie­
da-, se produce la llamarada de la psicosis, la eclosión de trastornos gra­ ron e hicieron desde antes de su nacimiento, y la respuesta inconsciente de
ves del lenguaje. El interés de la función proposicional para escribir el Maria. Con frecuencia, encontramos en el análisis huellas memorizadas o
síntoma consiste especialmente en ese punto, que concierne a las relaciones
antagónicas del síntoma con el sentido y lo real. Cuando las variables tie·
nen un valor conveniente, la función proposicional se convierte en una fra­
71. J. Lacan, "Conférel'lces et entretiens dans des universités nord-américai­
se verdadera que tiene un sentido (Sinn), el sentido del síntoma. Podemos
nes", Yale University, Kanzer Seminar (24 de noviembre de 1 975), en Scilicet n º 6-
oponer aquí el sentido y lo real definido como lo imposible de soportar, de 7, París, Seuil, 1 976, pág. 15: "Lo que se llama síntoma neurótico es simplemente
algo que les permite vivir".
72. J. Lacan, I r s,mi11aire. Livre XXIII. . . , op. cit. Cf. supra, capítulo Il, pág. 51
70. Cf. el comienzo de este capítulo, págs. 105-6. sq., y capítulo 1v1 (>IIM� 1 ' I .'i.
1 34 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS

reconstituibles de esa contingencia, en ocasiones un recuerdo de infancia V


en el cual se sella una orientación sexual, se fija un fantasma decisivo, se
. constituye una elección sintomática esencial. Aquí no podemos más que
ANATOMÍA ANALÍTICA:
suponer algo de ese orden que se habría producido antes de los trece años.
En efecto, en el momento en que la mandan a trabajar en la casa de " los LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN
ricos" de la familia, ella parece tener ya una interpretación de lo que le pa­
sa: se ha convertido en el bien expoliado de sus padres. Consideramos esa
interpretación, que determina su destino, como una elección inconsciente
del sujeto en cuanto a su posición. 73 La suerte, entonces, está echada. El
síntoma, ese "no cesa de escribirse" 74 en la vida del sujeto, se debe a la ne­
cesidad de anudar lo simbólico (lo que le viene de los otros, lo que ella sa­
be de sus padres, de sus ant�pasados) y el goce (pulsión, vida sexual) para
soportar lo real de la vida. Pero esta necesidad es en sí misma el producto
de una contingencia, de un instante de elección del que el sujeto es respon­
sable. Se suscita la cuestión de su irreversibilidad, sus transformaciones:
¿ son posibles o no? Hay en este aspecto un margen de libertad restringida
o relativa que Maria enuncia con cierta brutalidad: "A los trece años -di­ Hay un más allá de las identificaciones, que tal vez sea también un más
ce-, me volví feroz" . Y más adelante, luego del relato del disparo y una acá, algo más primordial, únicamente captable por el discurso analítico.
pregunta de nuestra parte, seguida de un silencio: "Sigo siendo feroz" . Esto no significa, sin embargo, que se pueda prescindir de aquéllas, sino
Tras haber aclarado qué entendíamos por función de goce, función fáli­ que el género, que consideramos como equivalente a un sistema de identi­
ca y función síntoma, tratemos de comprender cómo puede el sujeto tener ficaciones imaginarias y significantes, no agota la relación del sujeto con
cierta libertad en la elección de su sexuación. En efecto, tanto su anatomía su sexo y el de los otros. Puesto que esa relación también es real. El con­
como el " discurso sexual" que lo rodea desde antes de nacer se le impo­ cepto del " no-todo" , forjado por Lacan en la década de 1970, es en este
nen. Quizá no debamos asombrarnos demasiado, en definitiva, de que ha­ aspecto el apogeo de una caracterización del sexo que no se reduce a una
ya tantos casos de ambigüedad sexual. identificación.
Si se considera esencial la segunda identificación freudiana, establecida
"con el rasgo unario", 1 la identificación, a la que a menudo se cree cosa de
imágenes, es extracción de un rasgo del otro. Puede estructurar parcial­
mente un síntoma (de tal modo, en la histeria es posible "pescarse" la en­
fermedad de otro), sostener un ideal (podemos tener éxito donde nuestro
padre fracasó), motivar un comportamiento e incluso creer en un parecido
mimético (son bien conocidos los casos de esas parejas casadas que termi­
nan por parecerse como hermano y hermana) . Compete a una lógica de la
clase y el atributo (la clase de los objetos semejantes que tienen el rasgo en
común) 2 que es insuficiente para dar cuenta de lo real del goce: por ejem­
plo, una identificación no basta en general para explicar que una mujer
sea frígida o un hombre impotente.

73. Cf. J. Lacan, "La science et la vérité", op. cit., pág. 858: " Siempre somos l. Cf. supra, capítulo m, págs. 8 1 -3.
responsables de nuestra posición de sujeto". 2. Cf. supra, c1tpítulc, IV, el caso Josiane, págs. 106-1 1 . Para Josiane, la clase de
74. J. Lacan, por ejemplo en Le Séminaire. Livre XX, op. cit. , pllg, 1 32. los hombre• se definr por el rasgo "malo".
136 LA DIFERENCIA D E LOS SEXOS ANATOMÍA ANALfTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 137

LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN de la ciencia. Lacan también caracteriza l a sexuación como una " opción
de identificación sexuada": 7 " opción" quiere decir que hay una elección
Para dar razón de lo real del goce en el campo de la sexualidad Y. respe­ del sujeto, " identificación" implica la intervención del lenguaje y el signifi­
tar al mismo tiempo las sutilezas del complejo freudiano de castración, se cante, "identificación sexuada" muestra que no se trata de la segunda
requiere entonces una lógica que no es la de la identificación. Lacan tuvo identificación freudiana con el rasgo unario, sino de otro funcionamiento.
la idea de utilizar la de la función fá lica, 3 que autoriza los recursos de la Así, la anatomía analítica no es la anatomía natural ni el género. Es la
cuantificación ( ser " todo" fá lico en el caso del hombre, " no-toda" fálica sexuación. Y radicaliza la tensión entre la llamada diferencia natural de
en el de una mujer). los sexos y sus consecuencias para el suj eto, debidas en especial al discur­
Para el psicoanálisis, la diferencia de los sexos no es la diferencia ana­ so que lo rodea. Esa sexuación depende de una lógica en tres tiempos: pri­
tómica.4 Sin embargo, ésta vale, aunque sólo sea, como lo señalaba Freud, mero, el de la diferencia natural de los sexos; segundo, el del discurso se­
por sus " consecuencias psíquicas". Como se recordará, Freud articula esta xual; tercero, el tiempo de la elección del sexo por parte del sujeto, o de la
diferencia gracias a una permutación, en el desarrollo, del complejo de sexuación propiamente dicha. 8
Edipo y el complejo de castración. La anatomía está presente a la vez co­
mo dato inicial y en cuanto se tropieza con ella en el otro sexo. En el caso La diferencia anatómica natural y el discurso sexual
del varón, la anatomía femenina es esencial para l a dinámica del proceso
de desarrollo, en la medida en que da consistencia a la amenaza de castra­ El primer tiempo de la sexuación es el de la diferencia anatómica natu­
ción. En el caso de la niña, la vista del miembro del varón desencadena la ral. Señalada antaño en el momento del nacimiento, es hoy ampliamente
envidia del pene. En ambos sexos, es difícil admitir que la madre no tiene anticipada por la técnica médica: ecografía, genotipo y tal vez, muy pron­
pene. En la fase fálica, el goce encuentra una expresión privilegiada en la to, la elección real del sexo anatómico. Pero este primer tiempo es un real
masturbación. La instancia a la cual se hace responsable de la privación mítico, en la medida en que sólo cobra su valor por obra del segundo
fálica de la madre es el padre, como en el caso del pequeño Hans.s Una fo­ tiempo.
bia puede ll egar a suplir la carencia o la ausencia del padre, como lo vimos Ese segundo tiempo es el del discurso sexual. En efecto, la naturaleza
en el caso de Sandy. 6 La importancia de la anatomía puede parecer menor sólo vale aquí en cuanto está interpretada, y ninguna diferencia es pensa­
cuando se aborda el sexo menos en términos de desarrollo que de goce y ble sin el significante. La percepción misma es estructurada por éste, como
lenguaje, pero no por eso deja de existir. lo vemos en la alucinación verbal. El discurso sexual es el " se" [ "on"] de
En l a práctica analítica, se verifica en todas l as oportunidades la difi­ la comunidad de la que forma parte el futuro sujeto: el entorno, los pa­
cultad que tiene el sujeto, ya sea psicótico, perverso o neurótico, para asu­ dres, el médico, etc. La importancia de ese discurso pasa a veces inadverti­
mir su sexo. Pero, ¿ a qué llamamos exactamente " su" sexo, si no es ni el da porque se supone que no hace más que reflejar la naturaleza. Pero hay
género ni el sexo anatómico? Lacan responde esta pregunta con su concep­ casos en que se ve con claridad el impacto de· ese discurso circundante:
to de la sexuación, término que no deja de ev ocar la biología: guiño para cuando cambia de opinión acerca de la sexuación de un sujeto, por ejem­
decir que el real en cuestión en la sexuación analítica es tan real como el plo debido a una malformación genital. A casos de ese tipo se refiere Sto­
ller,9 y Lacan toma uno del psicoanalista escocés Fairbairn. 1 0

3. Cf. supra, capítulo IV, pág. 1 1 0 sq. Pese al uso de los términos de lógica y
"cuantificación", no hay que tomar la "lógica de la sexuación" de Lacan como un 7. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XXI, op. cit., clase del 14 de mayo de 1974.
cálculo lógico. Se trata de un intento de formalizar la clínica con herramientas di­ 8. En consecuencia, llamaremos "sexuación" en sentido amplio al conjunto del
versas, algunas de ellas tomadas de la lógica. Es una especie de bricolaje en el sen­ proceso en tres tiempos, o bien, de manera más restringida, únicamente la elección
tido noble que Lévi-Strauss dio a este término en El pensamiento salvaje; cf. infra, del sexo por parte del sujeto, sin dar otras precisiones, salvo que el contexto lo
capítulo vrn, pág. 221 sq. exija.
4. Cf. supra, capítulo m, págs. 83-4 y 93 sq. Cf. también capítulo IV, págs. 9. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit., capítulo 20, sobre el
1 10-15. "tratamiento de los pacientes que presentan anomalías sexuales biológicas", pág.
5. Cf. supra, capítulo n, pág. 53-4, y sobre todo el capítulo III, pág. 96 sq. 267.
6. Cf. supra, capítulo m, págs. 97-8. 1 0. Cf. inf,a, � 11,,ftulo VI, pág. 168 sq.
138 L A DIFERENCIA D E LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 139
.

El error común sobre el falo Ahora bien, un suj eto puede tener una especie de aprehensión total­
mente imaginaria del falo, sin inscribirse pese a ello bajo el significante fa­
No debe pensarse que el discurso circundante no es sino el espejo de lo lo como significante amo, ni aceptar la castración implicada por la función
real. No hay nada de eso, pues ese discurso interpreta los datos según sus fálica. Puede sumergirse en el baño del significado fálico, evocado por cier­
p �opios criterios, que son los criterios fálicos. La naturaleza sugiere una tas figuras eréctiles vitales como la postura de pie que provoca el júbilo del
.
d1ferenc1a, pero cuando alguien declara "es un varón", "es una niña", lo niño ante el espejo entre los seis y los dieciocho meses, o sugerido por las
hace, sin saberlo, de conformidad con esos criterios fálicos. "Varón" ya no convenciones sociales de su tiempo, sin asumirlo subj etivamente. ¿De dón­
quiere decir únicamente portador de un pene, sino capaz de virilidad, de de surge la posibilidad de que el sujeto esté habitado por el significado fá­
ser un �ombre, como " se" dice. "Niña" pierde su sentido anatómico, para lico, pero pasivamente, sin la aquiescencia subjetiva a la significación fáli­
convertirse a la vez en sinónimo de privación, de falta, pero también de fe­ ca que implica la inscripción en la función fálica? De la manera en que
mineidad, belleza, enigma perpetuo, etc. La naturaleza se convierte en "aprende" su lengua materna. Al mismo tiempo que las palabras, los sig­
semblante. Sucumbe de ese modo bajo el peso de un significante único que nificantes transmitidos por su madre, el niño "atrapa" sin saberlo ese sig­
categoriza la diferencia natural en términos de falo y castración. El falo se nificado fálico que circula en el discurso materno, a causa del deseo de
transforma en un significante amo del sexo. El "se" es, debido a ello, la aquélla por el falo. ¿Por qué no considerar desde esta perspectiva la "pro­
fuente de un error que Lacan llama " error común" l l porque es el de todo testa viril", expresión inventada por Alfred Adler, el contemporáneo de
el mundo e incluso porque genera comunidad, de la misma manera que el Freud? Adler disoció esa protesta de toda relación precisa con la sexuali­
_
discurso genera lazo social, a partir de la puesta en común del falo, al que dad y el complejo de castración, razón por la cual Freud se negó a admitir
se atribuye mediatizar las relaciones entre los seres humanos. El término una noción tan vaga y generaJ. 1 2 Pero en la psicosis, en la cual el suj eto no
"error" es aquí, ante todo, una referencia con carácter de guiño a los tran­ acepta la función fálica, un sujeto hombre, aunque esté sometido a la femi­
sexuales y su discurso que denuncia "el error de la naturaleza" del que son nización forzada del "empuje-a-la-mujer", puede persistir en la afirmación
víctimas: no nacieron con el " buen" sexo. Mediante el discurso sexual y de su sexo masculino. Aquí tal vez tenga cierto sentido hablar de "protesta
sus criterios fálicos, el órgano natural (pene o vagina) se convierte en orga­ viril" . Así, en el caso de Schreber, antes del momento que éste describe co-
" . " , l'� en e1
non, instrumento significante (de una ausencia en el caso de la niña). mo su muerte, caracteriza do por Lacan como muerte de1 suieto
¿En qué sentido puede hablarse de error en lo que se refiere al discurso que se aniquila para él toda significación fálica y tras el cual se inscribirá
sexual ? Ese error consiste en modificar el status del falo, que pasa de sig­ bajo el significante de la mujer, puede decirse que hay cierto significado fá­
nificado del goce a significante amo del discurso sobre el sexo. Ahora bien, lico asociado a una "protesta viril" . Ésta, compatible por lo tan.to con la
esto no tiene ni el mismo valor ni las mismas consecuencias. forclusión del falo como significante y la negativa a inscribirse en la fun­
Del goce, sólo captamos en lo que se dice la significación fálica, que es ción fálica, se apoya en identificaciones que sostuvieron al sujeto como
la referencia común del goce sexual: el falo es, por tanto, el significado del hombre sin el soporte del Nombre-del-Padre y de esa función, pero no sin
goce. Debido a ello, los otros goces están prohibidos, es decir que se expe­ que en él cumpliera su papel cierto significado fálico del goce, transmitido
rimentan silenciosamente, al margen de la significación, y son difíciles de por la madre.14 El problema de esas identificaciones no articuladas con la
localizar en el discurso: así el plus de gozar en el fantasma o el goce feme­ castración y la función fálica es, por desdicha, su fragilidad, su labilidad.
nino más allá del falo. O bien son francamente locos, al margen del discur­ Como lo vimos en el caso de Josiane, 15 pueden derrumbarse bruscamente
s? , y requieren la invención de nuevos significantes para localizarlos, signi­ en el momento de un desencadenamiento psicótico.
ficantes que serán propios del sujeto que los inventa, incomunicables y
alojados en un discurso delirante, a priori sin destinatario, salvo si un psi­
coanalista se interesa lo suficiente en él para ocupar ese lugar.
12. S. Freud, Ma vie et la psychanalyse ( 1 925), París, Gallimard, 1988, col.
"ldées ", pág. 66 [traducción castellana: Presentación autobiográfica, en O C, vol.
1 1 . Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XIX, op. cit., clase del 8 de diciembre de 20, 1 979] .
1 971, que me inspiró mucho para este capítulo y este libro. La expresión "error de 13. J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . ", op. cit. , pág. 567.
la naturaleza" proviene de la tesis inédita de J.-M. Alby, Contribution a /'étude du 14. Cf. i,ifra, capítulo Vil, pág. 200. Lo mismo se produce en el caso de Ives.
trans-sexualisme, París, 19 56, pág. 3 1 1 . 1 5. Cf. supra, 1:apítulo IV, págs. 1 09-1 10.
ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 141
140 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS

¿ "No " psicótico o "sí" aporético? r a todos; l a prueba d e ello e s la conexión d e l a navaja y las piernas que
evoca metonímicamente, de manera velada, la herida femenina en el nivel
El sujeto puede rechazar o aceptar el error común del discurso sexual del sexo, la castración materna. Pero esto no le impide tener un instrumen­
consistente en transformar el significado fálico del goce, en el que el niñ� to fálico, como un hombre, la navaja, y ser por lo tanto castradora y, por
ello, más fálica de lo que parecía. El recuerdo, por tanto, atestigua en este
se empapa pasivamente, en un significante amo bajo el cual debe decidir
inconscientemente inscribirse. joven cierto desmentido, una Verleugnung de la castración de la madre,
Si lo rechaza, se da la psicosis como estructura, que puede ser patente o para retomar un término freudiano.
no, desatada o no. El sujeto está entonces fuera del discurso (lo que equi­
vale a decir que no acepta el discurso sexual común y su significante amo
fálico). Deberá, en ese caso, inventarse una sexuación inédita, sin la ayuda La sexuación (o elección del sexo)
de la función fálica. Clínicamente se comprueba que el empuje-a-la-mujer
ese concepto inventado por Lacan 1 6 para describir el proceso del deliri� En el primer tiempo, mítico, la anatomía se impone al sujeto. De he­
schreberiano, ocupa en ella un lugar eminente. Pero, como veremos, hay cho, es en el segundo tiempo, el del discurso sexual, cuando el discurso de
otras posibilidades. los otros le transmite la interpretación de su sexo. Este segundo tiempo ya
Si el sujeto, en cambio, acepta el error común del discurso se�ual en­ implica entonces una elección: inscribirse o no bajo el significante amo del
tra en la sociedad humana fálica e inscribe su goce en la función fálic� la discurso sexual, el falo. Consideramos como de estructura psicótica a
única, entonces, que puede significar la diferencia sexual. De allí una a�o­ quienes rechazan esa inscripción, y su sexuación no es de la órbita de la
función fálica y su término correlativo, el Nombre-del-Padre, que hace po­
ríª : descubierta por Freud: ¿ cómo especificar dos sexos con un solo sig­
.
mf,cante, el falo? ¿ Cómo escribir "varón" , " niña " , "diferencia de los sible la inscripción del sujeto en esa función. 1 8 Su elección sexual, esté o
sexos" con una sola función, la función fálica ? He aquí un ejemplo con­ no de acuerdo con el sexo que se les asigna, se realiza en el contexto de esa
creto de esta aporía, en los términos en que la comunica el recuerdo encu­ forcl usión en el segundo tiempo.
bridor de un homosexual joven, André. Éste recuerda que en la repisa del
baño de su infancia había dos navajas: por un lado la de su padre, para la ¿Por qué dos sexos?
barb � , por el otro la de su madre, para las piernas. " ¡ Y las dos navajas
eran iguales ! " , comenta, no sin perplejidad. Un sólo significante, aquí la El tercer tiempo es el de la sexuación, la elección del sexo. En el resto
_ de este capítulo hablaremos de sujetos neuróticos que aceptaron previa­
nava¡a, evoca desde luego la castración, y en consecuencia se lo puede
considerar como una escritura inconsciente de la función fálica. 1 7 La ma­ mente la inscripción en la función fálica. Si bien ésta es la única función de
dre y el padre se inscriben en ella: navaja (madre) y navaja (padre) valen goce universal, existen dos maneras de inscribirse en ella, correspondientes
como "mi madre se inscribe en la función castración" y "mi padre se ins­ a dos modos diferentes del goce fálico, y por consiguiente dos sexos. Si te­
cribe en la función castración". El recuerdo encubridor pone en escena la nemos en cuenta que nos disociamos de la anatomía, podríamos pregun­
cuestión del sujeto que se refiere a la diferencia sexual entre su padre y su tarnos por qué dos y no tres, cuatro o más. Ya hace tiempo que algunos
madre y, reubicada en su contexto, más particularmente al sexo de esta -antropólogos, psiquiatras, teóricos de los estudios sobre el gender, escri-
última.
Pero el recuerdo da también una respuesta, en la medida en que se ad­ 1 8 . Cf. capítulo n, pág. 50, nota 1 3, y pág. 69, nota 73. Véase también el capí­
mita que no existe un significante específico de la mujer. Esa respuesta tulo IV, pág. 1 1 7 sq. Neurosis y psicosis, por ende, se reparten de la siguiente ma­
puede leerse así. Mi padre es un hombre, ya que todo hombre está marca­ nera. Por el lado de la primera, el Nombre-del-Padre sustituye al deseo-de-la-ma­
do por la castración, y la barba es en efecto un símbolo de virilidad. Mi dre (metáfora paterna) y produce la significación fálica en el inconsciente. El sujeto
madre también está sometida a la misma ley de la castración que vale pa- inscribe correlativamente su goce en la función fálica, acepta el falo como signifi­
cante amo. Por el lado de la psicosis, hay forclusión del Nombre-del-Padre y de la
significación fálica. No obstante, puede subsistir cierto significado fálico, en el sen­
tido en que lo comentamos anteriormente (por ejemplo la protesta viril, págs. 1 3 8-
1 6. J. Lacan, "L'Étourdit" , op. cit., pág. 22. Cf. infra, capítulos vm y IX.
1 7. Como vimos en el capítulo m, la función fálica tiene a la vez un valor posi­ 9). El sujeto psicótico rechaza la función fálica y no inscribe su goce en ella; no se
. inscribe bajo el 1i¡nifü1111tc del falo como significante amo del sexo.
tivo, de goce, y un valor negativo, de castración.
142 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 143

tores u otros- postularon la existencia de un tercer sexo. Se fundan en las caso ' relaciones estructurales entre sexuación, elección de objeto y prácti-
afirmaciones de muchos sujetos, por ejemplo los transexuales que invocan cas concretas de goce.
un error de la naturaleza y tienen la sensación de ser hombres en un cuer­ También La can postula la existencia de dos sexos, correspondientes a
po de mujer o mujeres en un cuerpo de hombre. Pero también hay neuró­ dos "opciones de identificación sexuada", hombre o mujer. La experiencia
ticos que no se sienten ni hombre ni mujer o se sienten ambos a la vez y clínica muestra que esas dos inscripciones diferentes en la función fálica
que, en consecuencia, dudan intensamente de su sexo. corresponden a dos posiciones diferentes con respecto al goce. En efecto,
Esa reivindicación de un tercer sexo existía ya en época de Freud, fuera el real en juego, si bien se demuestra a partir de los sentimientos, las creen­
como "variedad sexual distinta desde el principio", o "como [existencia] cias y los enunciados, en síntesis, de los dichos de un suj eto, no coincide
de grados sexuales intermedios" . 19 Por entonces, 1 910, Freud señalaba a con éstos. Debe encararse todo un trabajo de decantación, deducción y de­
los portavoces de esta teoría que había que someter esas afirmaciones a la mostración antes de afirmar cuál es la posición sexual de un sujeto. Es casi
prueba del psicoanálisis. En nombre de éste, él refutó "el tercer sexo" y la imposible hacer ese desciframiento, que demanda tiempo y la participa­
categorización de la homosexualidad como una estructura aparte mediante ción del sujeto, al margen de la práctica psicoanalítica. No es sorprenden­
dos argumentos esenciales: por un lado, la bisexualidad psíquica2º presen­ te entonces que los resultados del psicoanálisis en materia de sexuación
te en cada sujeto y que hace que la homosexualidad sea tan normal o choquen a ;eces con cierto escepticismo. El hecho de que esas dos inscrip­
anormal como la heterosexualidad (Freud llega a decir que "el interés se­ ciones correspondan a un real del modo de goce en su referencia al falo,
xual excluyente del hombre por la mujer es también un problema que no contradice por ende el hecho de que un sujeto dé pábulo a la vaguedad
requiere una explicación, y no algo que va de suyo");2 1 por el otro, el des­ sobre su posición sexual, no quiera saber nada de ella o la niegue en el ca­
cubrimiento de la fijación infantil a la madre como causa de la homose- so de la neurosis, o que otro, situado fuera de la referencia fálica común,
. xualidad masculina. Más adelante Freud agregará otros factores determi­ se invente una sexuación al margen de la norma, inédita y psicótica. Nues­
nantes, pero de ese modo remite la homosexualidad, la heterosexualidad y tro objetivo es precisamente estudiar cómo logran los individuos alinearse,
el problema de la elección de objeto al estudio del desarrollo de la pulsión no sin ambigüedad, del lado hombre o del lado mujer, con la función fáli­
sexual, y en particular a sus vicisitudes edípicas. En este aspecto es ejem­ ca o sin ella, o, al contrario, por qué no consiguen hacerlo (cf. el caso de
plar el caso de la "joven homosexual" , analizada en 1 920: su "perversión" Josiane, que en el momento del desencadenamiento que describimos, ya no
homosexual se vincula a un accidente del Edipo y de su relación con el pa­ puede alinearse ni de un lado ni del otro) .
dre. Al comentar el caso,22 Freud propone separar nítidamente de la posi­ Lacan resuelve l a aporía d e una sola función para escribir dos sexos,
ción sexual (la identidad sexual masculina o femenina), el "modo de elec­ cuantificando la función fálica ( " todo" y "existencia" del lado hombre Y
ción de objeto" (homosexual, heterosexual), y señala que, hasta cierto "no-todo" y "no-existencia" del lado mujer) . La herramienta lógica de la
punto, esos "caracteres" varían independientemente unos de otros. Esto da cuantificación, tomada de la lógica moderna, le sirve para transcribir ese
a entender de la dianera más clara que la elección de ser hombre o mujer segundo grado del modo de goce con respecto a la función fálica. Para se­
no prejuzga de la elección de objeto (homosexual o heterosexual) y recí­ xuarse, un suj eto no se inscribe directamente en esa función, como si fue­
procamente, y que en todo caso ser homosexual no implica ninguna deter­ se cuestión de decir " soy fálico" o "no soy fálico", lo cual valdría para
minación a priori de la sexuación.23 Pero eso no impide buscar, en cada ambos sexos, porque esas afirmaciones contradictorias caracterizan justa­
mente la propia función fálica, como ya vimos: en consecuencia, no habría
discriminación. El sujeto se inscribe como modo de gozar del falo: " en la
19. S. Freud, Un souvenir d'enfance de Léonard de Vinci (1910), París, Galli­ relación con el otro sexo, estoy metido por entero en la función fálica, por
mard, 1987, págs. 116-118 (traducción castellana: Un recuerdo infantil de Leonar­ lo tanto soy un hombre", o bien " en la relación con el otro sexo, yo estoy
do da Vinci, en OC, vol. 11, 1979]. no-toda inscripta en la función fálica, por lo tanto soy una mujer" . Desde
20. S. Freud, Trois essais ... , op. cit., págs. 48-49. luego, estas últimas afirmaciones son aproximadas y por ende inexactas,
21. Ibid., pág. 51, nota de 1915. pero dan una idea de la manera o el modo de gozar con respecto a esa fun­
22: S. Freud, "Psychogénese d'un cas d'homosexualité féminine" (1920), en Né­ ción única, manera o modo que, por su parte, no son únicos.
vrose, psychose et perversion, op. cit.; págs. 268-269 [traducción castellana: "Sobre Freud resolvía esta aporía mediante la inversión temporal, en el desa­
la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina", en OC, vol. 18, 1979]. rrollo, de los complejos de castración y de Edipo. ¿ Por qué Lacan recurre
23. Cf. infra para la psicosis, capítulo IX (caso de Serge, págs. 256-7).
a una escritura l(w11 . , ? Porque, como hemos visto, su definición de lo real
144 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATO MÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 145

del sexo es la imposibilidad de escribir la relación sexual.24 Supone enton­ el principio mismo de su castración, esa excepción a la ley fálica que es el
ces que las lógicas existentes testimonian formalizaciones de la imposibili­ padre: "No hay virilidad que la castración no consagre"30 vale para el hi­
dad (que es tradicionalmente una categoría de la lógica modal), que po­ jo, no para el padre. Éste, por lo tanto, no es como " todo hombre" . La
drían dar ideas para escrituras de la no relación sexual25 en concordancia contradicción entre la excepción paterna a la ley de la castración y la esen­
con la clínica analítica. Esto explica que describa los dos sexos mediante cia del "todo hombre" , de la virilidad, es entonces el principio mismo de
fórmulas26 que usan símbolos de la lógica moderna, pero que no pueden la sexuación masculina, según Freud releído por Lacan.
leerse, empero, sin volver al inventor de la primera lógica formal, Aristóte­ El hecho de que la contradicción sea el principio fundador del cuadra­
les. Freud con Aristóteles,27 reescrito con la lógica moderna: ésa es la ten­ do lógico de Aristóteles, ley última a su juicio, indemostrable tanto en el
tativa de Lacan para definir los dos sexos como dos modos distintos de plano de la lógica como en el de la metafísica,3 1 permite considerar que la
uso del falo en un lazo con el otro sexo (o con el mismo), lazo que fracasa sexuación masculina está habitada por la lógica de ese principio. Esto tie­
de diversas formas en establecer una relación. Lacan acerca doblemente a ne una versión clínica. El modo de gozar del hombre todo fálico es el si­
Aristóteles y Freud, por el lado del hombre y por el lado de la mujer. guiente: su goce fálico es el obstáculo que le impide gozar del cuerpo de la
mujer. O bien su goce fálico objeta la relación sexual. Como ejemplo ba­
El lado hombre: "todo " y contradicción nal, piénsese en la "amante", la "girl-phallus", que sostiene y perturba a la
vez a la pareja casada: el desdoblamie.nto de la vida amorosa. Para un
Por una parte, Lacan hace un paralelo entre lo que supieron escribir hombre de esas características, amar y desear a la misma mujer demuestra
uno y otro: para Freud, el complejo de Edipo como lazo necesario con el ser imposible. En efecto, él desea el falo y sólo ama a una mujer faltante,
padre, para Aristóteles, la lógica de lo universal, del "todo" fundada en el castrada. Ahora bien, sin el goce que extrae del falo encarnado en su
principio de contradicción. Ese paralelo es la clave de la escritura lacania­ amante, no podría soportar la castración de la mujer amada y elegida co­
na del lado hombre de sus fórmulas de la sexuación:2 8 contradicción for­ mo pareja. Pero el goce que obtiene de esa otra mujer, la amante, necesa­
mal entre, por una parte, la existencia necesaria de un punto de excepción rio para sostener su deseo, pone al mismo tiempo un obstáculo a su rela­
a la función fálica, el padre, y por la otra, la regla del universal fálico que ción con la primera. Para Freud,32 lo que produce ese clivaje es la relación
hace el hombre. Esta contradicción (la excepción hace la regla ) reescribe incestuosa con lá madre, no superada. Las dos mujeres en cuestión son dos
en términos lógicos el mito freudiano de Tótem y tabú: por un lado, exis­ versiones diferentes de la madre ( "puta" o demasiado venerada) . El cine se
te al menos uno, el padre primitivo de la horda, que no está sometido a la apoderó de este tema. Así, Woody Allen, en su película Mighty Aphrodite
ley de la castración sino que, al contrario, goza de todas las mujeres al (Poderosa Afrodita], puso en escena su versión del esquema freudiano (la
mismo tiempo que está muerto para siempre; cosas imposibles. Por eso La­ madre de ambos lados). El héroe, encarnado por el mismo cineasta, se de­
can denominó a ese padre mítico como padre real, signo de lo imposible bate entre dos mujeres que son, ambas, madres de su hijo: una, su mujer
mismo, a saber, lo imposible de "que el padre muerto sea el goce".29 Aho­ legítima, es la madre adoptiva; la otra, una prostituta, es la madre biológi­
ra bien, este "operador estructural" del padre real es, por otra parte, la ca. Al comienzo del film, el protagonista no logra tener relación ni con
condición necesaria para que el sujeto varón se inscriba en el universal fá­ una ni con la otra. Para Lacan,33 lo que está en cuestión es más bien una
lico. Sólo formará parte de la masa de los hombres siempre que acepte, en identificación del hijo con la madre, residual del Edipo. El deseo de la ma-

30. J. Lacan, "Propos directifs pour un Congres . . . ", op. cit., pág. 733.
24. Cf. capítulo I, pág. 26. 31. Podrá leerse a J. Lukasiewicz, "Sur le principe de contradiction chez Aris­
25. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xvm, op. cit., clase del 1 8 de mayo de 1 971 . tote" ( 1 91 0), traducción de B. Cassin y M. Narcy, en Rue Descartes n º 1 , "Des
26. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 73, y "L'Étourdit", op. cit., grecs", París, Albin Michel, 1991, pág. 9.
págs. 14-15. Las reproducimos en el capítulo vm, pág. 222, nota 45. 32. S. Freud, "Sur le plus général des rabaissements de la vie amoureuse"
27. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 57. ( 1 912), en La Vie sexuel!e, op. cit., pág. 55 sq. [traducción castellana: "Sobre la
28. Ibid., pág. 73, o "L'Étourdit", op. cit., pág. 14: más generalizada degradación de la vida amorosa (Contribuciones a la psicología
3x<iix, o sea: existe un x tal que no <l>(x). del amor, 11)", en OC, vol. 1 1 , 1979].
Vx<l>x , o sea: para todo x, <l>(x). 33. J. Lacan, "l.'1 signification du phallus", op. cit., pág. 695, y "Propos direc-
29. J. Lacan, Le Séminaire. Livre X VII• • • , op. cit., pág. 1 43. 1 ih sur un Congr�1 . . . " 1 op. cit., pág. 733.
146 L A DIFERENCIA D E L O S SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 147

dre por el falo, encontrado por el hijo en la infancia, deja una cicatriz in­ una escritura que implique a la vez los modos de goce del sujeto y su re­
deleble en el inconsciente de éste. De ella resultan el deseo por la girl-pha­ lación con la función fálica.
llus y el clivaje del deseo y el amor. El desdoblamiento de la vida amorosa En consecuencia, la sexuación masculina estará, de manera muy freu­
es, por lo tanto, un síntoma del falocentrismo del goce del hombre. Pero diana, ligada a la articulación del todo fálico y de la existencia en sentido
existen otras formas de ese esquema de obstáculo: 34 así, un sujeto que pa­ lógico. 3 9
dece eyaculación precoz debe, para tener una erección con su mujer, evo­ En cuanto a la sexuación femenina, se orientará por una lógica inédita,
car la imagen mental de un falo, la cual suscita de inmediato la eyacula­ la de cierto tipo de negación referida al todo. Esta negación implica que la
ción. Él lo llama homosexualidad, pero ese círculo infernal no es más que referencia al falo, por central que sea, no es la única para una mujer. Pero
una modalidad de expresión del obstáculo fálico. El falo imaginado sostie­ no podrá decirse, no obstante, que para ella exista otra cosa susceptible de
ne el deseo frente a la mujer amada, cuya castración inhibe al sujeto. Pero indicarse mediante un significante amo "femenino" equivalente al falo.
la detumescencia del pene impide a éste gozar de su pareja. El falo, por en­ De ello se desprende que esta lógica del no-todo es más una invención
de, es a la vez medio del deseo y obstáculo a la relación sexual. Retenga­ de Lacan que un paralelo que se imponga por sí mismo entre una dificul­
mos entonces la objeción y el obstáculo como características de la sexua­ tad de Freud y un significante perdido de Aristóteles.
ción masculina, con la condición de articularlos con la función fálica.
Una lectura contemporánea del tratado Sobre la interpretación
El lado mujer: el "no-todo" contra la simetría Sin embargo, no hay que descuidar la pista aristotélica del no-todo. El
tratado Sobre la interpretación4º es la obra en la cual aparece la prohibi­
Para escribir la sexuación femenina, Lacan establece un paralelo entre ción planteada por Aristóteles con respecto a esa negación de lo universal
una in'J passe de la teoría freudiana y una evitación de la lógica de Aristó­ que es el no-todo. ¿ Por qué fue Lacan a buscar un término rechazado por
teles. En el caso de Freud, se trata del enigma de la femineidad; en el de Aristóteles en esa parte del Organon? 4 1 Una lectura reciente del tratado,
Aristóteles, de un desecho de su formalización, el concepto del " no­ hecha por Whitaker,42 aporta perspectivas sobre el contexto en el que se
todo " , abandonado durante la elaboración de su silogismo en beneficio produce el rechazo del no-todo, y tal vez nos haga entrever las razones del
de una lógica de lo universal y lo particular. ¡ Claro que rebautizar un interés de Lacan. Whitaker considera, en efecto, que ese tratado es un con­
enigma con un concepto no elaborado no es resolverlo, y afirmar que la junto coherente con una meta precisa: estudiar la contradicción a fin de
definición o la esencia de la femineidad3 5 es el " no-todo" cuya lógica prepararse para la dialéctica, ciencia de la refutación. Sobre la interpreta­
nunca se estableció puede parecer de escasa ayuda para el clínico! Salvo si ción debería incluirse entonces en una serie con otras partes del Organon
. se escucha a Lacan decirnos que eso es lo que le sugiere la experiencia. 3 6 dedicadas a la dialéctica y la retórica, y no con los Analíticos primeros, cu­
Su experiencia anaHtica de la sexualidad femenina le inspira la idea de yo objeto es el silogismo. La dialéctica presenta dos personajes: uno pre­
que la sexuación femenina no se moldea según el mismo modelo que la gunta, el otro responde. La pregunta inicial exige tina respuesta, que debe
masculina. Por otra parte, en varias ocasiones reprocha a Freud haber ser una de las dos proposiciones que componen un par contradictorio. Esa
medido ambos lados con el mismo "rasero " . 3 7 Sin embargo, Lacan con­ pregunta no se da como verdadera. En cada etapa del debate, el interroga­
serva la referencia al falo para ambos sexos. La solución para que la dife­ dor propone a quien le responde la elección entre dos afirmaciones opues-
rencia de sexuación tenga un alcance real de alteridad 3 8 es hacer de ella

39. Es decir, la lógica de lo universal y lo particular (aquí interpretada de ma­


34. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., pág. 1 3. nera moderna como existencial) enunciada por Aristóteles en el principio de con­
35 . Ibid., pág. 68. tradicción, como lo señalamos precedentemente.
36. J. Lacan, Télévision, op. cit., pág. 63: "Y esto es lo que sugiere la experien­ 40. Aristóteles, Organon, De l'interprétation, traducción de Tricot, París, Vrin,
cia. En primer lugar, que para las mujeres se impone la negación descartada por 1 959, capítulo 1 0, págs. 1 09-1 1 0 [traducción castellana: Tratados de lógica (Or­
Aristóteles de referir a lo universal, o sea de no ser todas, me pantes". ganon), vol. 2, Sobre la interpretación, Madrid, Gredos, 1 9 8 8 ] .
3 7. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 19. [La palabra que traducimos por 4 1 . Ya l o hacía e n s u seminario L'Identification, inédito, clase del 1 7 d e enero
"rasero" es en el original "toise", toesa, medida antigua de longitud (n. del t.).] de 1962.
38. Cf. sup1·a, capítulo m, pág. 83. 42. C. W. A. Whitakcr, Ari1totle's De Interpretatione ... , op. cit.
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 149
148
p ros i gue de ese m odo .
ta s e ntre sí. Quien resp o nde el ige una y el deb a te
Dominios psicoanalíticos del no-todo: la interpretación y
sepa decidir c uál de l a s
De a llí l a nec esi d a d de que quien da l a s respuest a s
la sexualidad femenina
a ne c esid a d de seña la r Aristóteles toma com o r efere ncia s princeps l a lógica de l o univers a l y la
do s a firmac iones es ver da dera. De a llí, tambi é n, l
cuáles s on los cas o s en l o s que es
imp os i ble reso lver entre dos a firmacio nes regl a "RCP " , p or l o c u a l c l a sifica j u nta s l a s p rop o si ciones univers a les ( que

que amb a s s o n fa lsas, empiezan po r "to do " ) y l a s p a rtic ula res o p a rciales (que empi eza n po r " a l­
opuesta s: sea porque amb a s son verda dera s, sea p or
s. guno " ) , pues s on univer s a les negada s. Desde el punto de vista del tra ta d o
sea, por último , p o rque no se puede elegir e ntre ell a . .
ón estud i , e t es, l o s p ar es de a f1rma c 1o nes en cuestión, la s excepci ones. a la "RCP" s on impasses. Pero Lacan define l o
Sobre la interpretaci a n onc
enumera l o s p ar es p ro­ rea l c omo l o i mpo s i ble de forma l iza r a partir de l o s imbó l ico. De ac uerd o
contradi ctoria s, l a s cl a sifica de d i stinto s m o do s y
ll am a da "RCP" (rule �f co n su punto de vi sta , es a s impasses, que s on p recis amente el límite de la
blemático s p ara l a d ialéctica , l os que viol an l a regl a
Est a r egla enuncia l ógica del "to do " y el p rincip io de contra d icci ón ari stotélicos, son p or l o
contradictory pairs) [r egl a de p ares contra d ictorios].
ro s es ver d a de ro Y el tanto su a spec to más rea l. S i bie n no sabemo s có mo ley ó ese tra ta do , p o­
que " e n to do p ar contra dictori o , uno de sus m i emb
e n lo s deta lles, desde luego , p orque p ara demos sup oner que dicha s impasses le p rop orciona ron l a m a teria p ri ma
ot ro fa ls o ". No e ntr ar emo s a quí
e ntre l a negación en l ógi ca de su concepto del no-to do : p or l o meno s p ara lo s do minio s laca­
ello sería neces ar i a u na expl icac ión de la diferencia
sujet o y el p redicado , n i ano s del no -t o d o que so n l a in te rp retac ió n ana lít ica y l a sexual i d a d fe­
Aristóteles, que es una especie de sep aración entre el
a , e n la c u a l l a p rop o s ición se to m
a en menina .
y l a negación en l a lógica mo dern . . . nes a 1 a " RCP" .43 Así, la interp r eta ción ana lítica l aca niana juega co n el equívoco y el do ­
bloqu e. El trata do p one de ma m f1esto tres excepc10
universales, va le ble se nti do; ta mb ié n p rete nde ser " or acul ar " . 5 Es el sujeto qui en el ige su
La primera es l a inconsistenci a de las propo siciones no
4

co m o " el h o mb r e", se ntid o , de conform i dad con su fanta sma, y qui en d a va lor de "or áculo " a
decir , las que ti enen por sujeto un térm ino u nivers a l
" el h o�bre es hermo­ l a i nterp retació n, p or las con secuencias que ésta desenca de na en él. El no­
pero s in pro sd iorismo (to do o a lguno ), ta les com o
44

Ahora bien , a mba s son to do de la interp r etació n analít ica compete entonces a l equívoco y l o s fu­
s o " , c uya negación es " el h ombre no es hermo s o ".
s. turo s s ingulares, es a s pr ediccio nes destacadas p or Ari stóteles co mo exc ep­
ver da deras, p o..rque h ay h ombr es hermo s o s y otro s feo . .
La segunda excepci ón conci e rn e a l c éleb r e p ro blem a de l a contm?enc1a¡¡, c i on es a l a r egla "RCP".

ie nto s futuro s smgula\'I En el ca mp o de l a sexua l i da d feme nina como no-to d a fál ica , Lacan in­
la indec idib i l i da d de l a p redicción de los acontecim
producirá". Se puede afi rma r, s in du­ sistió en l a conti ngencia del fa l o . Una mujer no-to d a fálic a está in s cripta
res. Se a la fra se "l a b a ta ll a na va l se
pro duzca ; p or ta n­ en l a funció n fál ica. Pero se tra ta de una s i tuación contingente y no nece­
da , que es nec esar i o que se pro duzc a o b ien que no se
a , pero no se puede¡ s a ria. Esto significa que puede haber interrupcio nes y que a veces puede no
to u na de las afirm aciones es verda dera y l a otra fa ls
l a d istr i bución de lo est ar i ns cripta . Por ejempl o , el acto de Medea no obedece a u na l ógica
d;ci dir cuál. En consecuenc ia, hay i ndecidi b i l i d a d de
46

c ontradictorio. fálica . Para la m a dre, lo s h ijos ti enen u n val or fálico y s on o bjetos a. Por
verda dero y lo fa lso entre l a s do s pro po s i ciones del p ar
es si ntáctic� l o tanto , s on do blemente p recio sos. Al ve ngar se ·a sí de Jasó n y p orque
La tercera excepción a la "RCP" proviene de l a s a firmacion
, a quell a s en l a s cua­ qui ere -com o l o a firm a- romper le el coraz ón destr uyend o l o más va lio s o
mente simple s pero semá nticamente do bles, va le decir
, co mo en_ " Ca ! ias � para él, sus h ij o s, Medea actúa como mujer traicionada y no como m a dr e.
les el sujeto tiene doble senti do o b i en está compue sto
teles, " m Ca ha s m En ella se divorci an la mujer y la madre, y quien se impone es l a mujer no­
Coris co s o n ciego s", c uya negación sería , segú n Arist ó
o y el o tro no p ara toda fál ica. Su acto rompe con la lóg ica fál ica m a terna. Lac an evocó el ac­
Corisco so n c iego s". Así, b a star ía que u no fuera cieg
fa lsa s . to de Medea e n r el aci ó n con u n gesto apar entemente mucho meno s tr ági ­
que l a s dos p rop osici ones del p a r c ontrad ictorio fueran
c:o, que c al ificó de a cto " de u na verda dera mujer" . 7 Se trata de u n
4

episodi o de la vida de André Gide. Éste tenía numerosa s relac iones con

rétation, op. cit. 45. J. Lacan, " L'Étourdit" , op. cit. , pág. 3 7.
4 3 . Puntos que s e tratan e n los capítulos 7 , 8 y 9 d e D e l'interp 46. Eurípides, Médée, op. cit. , pág. 1 19.
significa "espec ificació n", y design a las expres iones como "to•
44. Este término 47. J. Lacan, "Jeunesse de Gide ou la lettre et le désir" ( 1 958), en Écrits, op.
estos términos como
do" "alguno" " ninguno", etc. La lógica moderna denomina e lt., pág. 76 1 [tradu1:1:i6n 1:11tellana: "Juventud de Gide o la letra y el deseo" ' en
amplio , porque tambié n abarca la
"cu�ntificador�s", pero "prosdiorismo" es más Huritos 2].
negación del cuantificador.
150 L A DIFERENCIA D E L O S SEXOS ANATO MÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 151
hombres jóven es, pero hasta entonc es sólo amaba a s u esposa Madel eine, falicismo sólo s ubsiste por s u re lación co n e l padre c om o age nte
de l a cas­
con la c ual no se aco staba. P ero un día dejó ver un n uevo amor. Madele i­ tración. Para Lacan, e l universal es "fútil" 52 al extrem o de q
ue es pre cis o
ne quemó entonces todas las cartas q ue Gide l e había enviado, y de las que so stenerlo con una existencia q ue l o niega. Así, el universal del
hombre to­
no existían copias. Se trataba, no o bstante, d e " lo más valio s o para ella" , do fálico, y por lo tanto enterame nte s ometid o a la ley de la castra
ción, se
dij o la m u j er, que no aduj o otra razón q ue el hecho de q ue " tenía que ha­ apoya en la existencia d e l padre que e s una e xcepción a e sa
ley ( e l padre
cer algo " , palabras triviale s e n las c uales Lacan lee " el signo del des enca, mítico d e Tótem y tabú). Lac:an arranca a las m uj ere s de l o u
niversal al
de namie nto provocado por la única traición intolerable ". Ahora bien, Gi­ considerarlas una por una c o mo singulares, re ales. Ahora bien,
e n Sobre la
de asignaba un valor suprem o a esas cartas, a las q ue llamaba s us hijos y interpretación, los términ o s universal es exigen la inco nsist
e ncia: s o bre
de stinaba a la posteridad. Lacan insiste en la hiancia que ahondó en Gide e ll o s p ue d e d e cirs e tanto u na c o sa c o m o
s u c o ntraria; es, como l o hem o s
e l acto de s u m uj er, " e xtirpación d e e se d e sdoblami e nto d e sí mismo q ue visto , la primera excepción a la regla "RCP" . Es com o si Lacan
hubiera t e­
e ran s u s cartas". En ambos casos, la muj er golp e a al hombr e amado q ue la nido en c uenta s u escasa seri e dad, la "futilidad " del u nive rsal
aristotélico
ha traici o nado d estruyendo lo más valios o para él, p ero sacrificando al y separado de él a las m uj ere s, más próxim as a l o real p orq ue
n o e stán to�
mismo tiempo, y con conocimie nto de ca usa, lo más valios o también para talmente inscriptas e n la fu nción fálica.
e lla. Este acto no s e inscrib e , p o r lo tant o , en la lógica fálica d e l te ne r y e l Vayamos ahora a la negación del tod o, rechazada p or Aristóte
le s. Whi­
ser que, sin embargo , vale para esas muj eres. Es preciso suponer ento nces taker explica una vez más es e rechazo p or la preoc upación d
e aq uél por
que, a unque inscriptas en la función fálica, algo distinto las arranca de ella co nso lidar s u lógica de l o u niversal haci endo a un lad o to do l
o q ue p ue da
e n un mome nto dad o . Pue d e o pon ers e e s e tip o d e act o al as esinat o d e D e s-. amenazarla d e incoherencia, c om o el no-to do. Aristóte les re s ue
lve el pro­
démona por parte de Ote lo .4 8 En primer l ugar, p or la ceguera que m uestr� ble ma, por lo tanto, dici endo q ue si tropezamo s c o n " no-to do
" , n o siem­
Ote lo con resp ecto al obj eto amado , q ue contrasta co n la fría l ucid ez ven­ pre saldrem os d e lo q ue podría deno minar se e l p unto de vista
u niversal.
gativa d e Med ea o Madeleine. Además, el crimen de aqu él obe dec e a una "Todo " es un prosdi orismo (cuantificador) q ue no significa u
na "c o sa"
ley d e la pose sión toda fálica. Otelo q ui ere a su m uj er to da para él, y p or universal, sin o q ue tiene po r fu nción u niversalizar la afirmación
q ue sigue.
es o n o p ue de sin o ce lar d e la más mínima mirada, d e la más mínima pa la ­ "To do" sigue sie ndo externo a la afirmación; simplemente la
hace univer­
bra, siempre demasiado eq uívocas. Esos mom entos imprevisibl es e n q ue sal.53 En co nsec uencia, si s e q u iere negar, s e niega e l verb o
o la cóp u la y
una m uj e r s e a u s e nta d e la l ey fálica, como lo e j e mplifica e l act o d e Me• n o s e t ocan los prosdi orismo s; o bi en ésto s s e m odifican en la
c ontradic­
dea,49 criminal, insensato, excesivo , p ero acto de m uj er, atañen a la lógic� ción, p ero p ermanecemo s e n la misma categoría, la del p unto
de vista uni­
aristotélica de l acontecimiento futu ro sing ular. versal: en este aspecto, lo partic ular es aún algo q ue se dice de
l o universal.
Por otra parte, "La m uj er no e xiste " , el m uy conocido aforismo de Lai. Val e decir q ue si se trad uce "no-todo hombre se p orta bi en"
c omo "algún
can, prohíb e c onsiderar a la muj er c omo u n término universal, a diferendll hombre no se porta bi en", se o btie ne una particular, que Aristó
tel es sigue
de l ho mbr e. La muj er es u na entidad vacía, una no identidad, de las qu� 1it uando en la lógica de lo universal.
Aristóteles dice que sólo pue de decirs e algo por medio de la negación.50 Bt1 En definitiva, el s eñalam ie nto de las tre s excepci ones a la regla
"RCP" y
hombre, por su parte , es un término universal que corresponde , po r extertit la reducción del " no -todo " al "algun o " se encaminan en e l mism
o s e ntid o :
sión, al conj unto de los hombres, definido por una propiedad c ol ectiviza• edificar una lógica co nsiste nte d e lo universal y del principi o d
e co ntradic­
te po seída po r cada mi embro de la clas e de éstos. Esa propi e dad n o es la ' ión. Al pon er en p erspectiva, al c o ntrari o, l os restos, las impasses,
l o s d e-
po sesión del pen e sino el lazo de la virilidad con la castración ( " no hay vi• 1echos de esa forma lización, o btenem os un panorama general d
e Jo q ue s e -
rilidad q ue la castración n o consagre " ) . 5 1 El hombre es to do fálico, y ese 1•fn una l ?g_i� a d el "no-to � o " : n o u n sistema sino una s uc esión d
. e p unto s
de 1mpos1b1lid ad y parad o¡ as, que hay que recoger c om o o bjet
o s preci o s o s.
48. G. More!, "Jalousies féminines" , en La Cause freudienne n º 34, 1 9961
págs. 78-84 ..
49. Cf. J.-A. Miller, " Des semblants dans la relation entre les sexes" , en La 52. J. Lacan, Télévision, op. cit., pág. 63.
º
·Cause freudienne n 36, 1997, págs. 7-16. Cf. supra, capítulo 11, págs. 49-50. 53. "Lo que hay que decir no es, en efecto, no-todo hombr e: la
partícula nega­
50. Aristóteles, Organon, Catégories, op. cit., 1 3b, 20-35: "De un sujeto ne, l lVI\ 110 deb agregarse a hombr e, pues el término
� todo no significa que el sujeto es
existente ninguna afirmación puede ser verdadera, sino toda negación " . universal, smo que está tomado universalmente", Aristóteles, Organon,
51. J. Lacan, "Propos directifs pour un Congres ... ", op. cit. , pág. 733. ,.,,,, op. cit., capítulo JO ( 20a 5 ), pág. 109.
Catégo­
LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATO MÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 153
152
goce experimentado, p ero ignorado por el suj e to. El síntoma, compromiso
El e stu dio del tratado Sobre la interpretación p ermite por lo tanto com-
los de l goce y e l inconsci e nte, p u ede fundar la femine idad de un s uj e to allí
prend er cómo intentó Lacan constr uir una " lógica d el no-todo " con
Aristót l s. Lacan no s conform ó con sta lógica d e lo donde la ide ntificación fracasa. Aludimos aq uí a cie rtas " epidemias" d e
p untos de top e de e e e e
e rpr etación analític a e n la síntomas como la anorexia o la b u limia, que afectan sobre todo a las mu­
univ e rsal q ue ll e vó a Fre ud a c e ntrar toda la int
, como s adviert n l caso de Dora o del "hombre j e res. Lacan conside ró incluso q ue la frigide z59 podría de berse a la parte
relación con el padre e e e e
4 ir la s x alidad f m nina s egún un modelo ínte- no fálica del goce fem enino: el " goce compl ementario" borraría o haría no
de las ratas" ,s y a constr u e u e e
e s e ncial e l goce fálico d e l orgasmo. No hay q ue olvidar, tampoco, e l te sti­
gramente masculino.
monio de suj etos dotados, capaces de describir s u goce. Si seguimos a La­
can, eso es lo que suc edería con algu nos místicos, hombres o m uj ere s, cu­
EL DESDOBLAMIENTO DEL GOCE FEMENINO yo goce extático s ería una modalidad de la parte no fálica de l goce
femenino. Estos místicos nos e nse ñan que e s e " goce compleme ntario" no
De cir q ue el hombre e s todo fálico significa indicar q ue su goce e stá carece de partenaire: éste p uede s er Dios. Por último, vamos a ver e n este
centrado por e l significante de l falo. A e s e falocentrismo d el goce en el capítu lo u na figura de discurso del no-todo, ide ntificable e n el plano de la
hombre s e opone e l desdoblamie nto del goce femenino. Una parte d e éste enu nciación: e l discordancia!.
s e inscribe en la función fálica, de acuerdo con modalidad es específicas del Hemos m encionado el acto de Medea q ue subvie rte la lógica fálica. Di­
complejo de castración fem enino. Pero hay otra parte, que es " un goce cho acto pue de considerarse como una expresión de la otra parte, no fáli­
complementario" 5 5 al goce fálico. Se trataría, s egún el mito, 56 del goce fe. ca, del goce femenino. Esta trage dia no está tan al ejada de la clínica coti­
menino en e l acto s exual, que s ería muy s up erior al del hombre, si damos diana como p ue de s uponers e. En las m uj ere s traicionadas hay a me nudo
crédito al testimonio de Tiresias, qu e fue tanto hombre como muj er y q ue, un " lado M edea". Un fragmento de l inicio de una cura nos p ermitirá apre­
por lo tanto, podía comparar ambos goc es. Hay desdoblami ento, enton· ciarlo.
ces. Pero -y en este asp ecto el no-todo no ob ed ece a la lógica, sea aristotélf
lica o moderna- el no-todo no implica ninguna existencia de algo que pos­ Miriam, frente al vacío
tule una obj eción al goce fálico. Por lo tanto, es e desdoblamiento no p ued\fl
considerarse, sin cometer u n e rror, como una división en dos partes ins• Miriam vie ne a v erme , devastada por una ruptura recie nte con s u ma­
criptas e identificabl es en el inconsciente d el s uj eto. La parte no fálica del rido, q ue la dejó por otra. D e entrada, me sorpre nde e l papel activo que
goce no está ligada a ningún significante amo que p ueda oponerse al falo. e lla ju e ga e n e s e abandono. El término " complicidad" no e s de masiado

Esta a us encia de inscripción inconsciente no impid e que se p ueda circuns\ fuerte para calificar la forma en que sostuvo a su rival. Miriam tenía una
cribir clínicamente e sa parte. Pero ésta s erá, desde luego, más difícil de relación de "comunión", de "connive ncia" con su. marido: "Él e mpe zaba
describir q ue e l goce fálico, para el cual el inconsci ente dispone de un sig• una frase y yo la terminaba " . El día mismo e n que la e ngañó, e lla lo adivi­
nificante. Aun e l goce del obj eto a (pl us de gozar) s e capta gracias a ci ertas nó y p u do confirmarlo. Convertida en confide nte de su e sposo, tenía la
hue llas inconsciente s que delimitan e s e obj eto. 57 Para abordar esa part• impresión d e que la otra m uj er era una esp ecie de dobl e que terminaría,
no-fálica de l goc e femenino, nos q ue da lo q ue la clínica nos ofre ce y que
no es inconsciente. ss El s ue ño escenifica a v ece s alguna emanación de ese
nino y de sus relaciones complejas con el goce fálico. El desdoblamiento de los go­
ces propio del "no-todo" implica, en efecto, su conjunción en el sujeto femenino
54. S. Freud, "Remarques sur un cas de névrose obsessionnelle . . . ", op. cit.¡ neurótico. Presentamos aquí un breve panorama general, a fin de que el lector cap­
pág. 228. Freud interpretó la dificultad de su paciente para casarse con la "Dama" te, por contraste, la diferenciíl entre la femineidad "no-toda" y la feminización for­
como el efecto de una prohibición que su padre, a la sazón muerto, habría impue91 zada (el empuje-a-la-mujer) en la psicosis, cuyo estudio abarca los capítulos vn, vm
to a ese amor. y IX. La primera implica una referencia a la función fálica: en ella, efectivamente, la
55. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XX, op. cit., pág. 68. porte no fálica del goce femenino es complementaria de la parte fálica del goce. La
56. Ovidio, Les Métamorphoses, op. cit. , m, 3 00-330, págs. 1 1 6-117. M'gunda forcluye In función fálica y la sustituye por otra referencia, el significante
57. Como lo explicamos en el caso de Valérie en el capítulo 1, págs. 39-40. de "In" mujer.
58. No estudiamos aquí en detalle la clínica de la parte no fálica del goce feme 59. J. Lacan, l , s,mil"tirct. l.i1m xx, op. cit., pág. 70.
1 54 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 155

como en las historias fantásticas, por eliminarla. Un día, Miriam se cruzó "Otro goce" y "goce del Otro"
con.ella en una tienda. Supo de inmediato que era "ella" y vivió una im­
presión "casi sobrenatural " que le provocó una leve despersonalización.­ Lacan dio a esta parte el nombre de " Otro goce" . 6º En primer lugar,
Freud habría hablado de inquietante extrañeza. La clave de esa complici� designa de ese modo su alteridad con respecto al goce fálico, que es el mis­
dad estaba en la relación de Miriam con su padre. Éste era un ferviente ad­ mo para todos, centrado en el mismo significante universal. El Otro goce,
mirador de Rusia. Desde su infancia, Miriam había sido la cómplice exclu­ al contrario, no se reduce a ningún rasgo identificable que pueda universa­
siva de la pasión paterna. Más adelante, redactó una tesis sobre los países lizarse como el falo. Sólo puede describirse caso por caso: es singular.
del este, porque necesitaba " un pequeño desplazamiento" con respecto a A continuación, por "Otro goce" hay que entender también que ese go­
los gustos de su padre. Ahora bien, ¡la mujer que había conocido su mari­ ce se refiere al Otro: una mujer tiene, por ese goce, un partenaire que es el
do era rusa! Miriam tenía la impresión de saberlo todo sobre ella; identifi­ Otro. ¿De qué Otro se trata en este caso?
cada con la pasión de su marido por esa mujer joven, se olvidó de sí mis­ El Otro es siempre61 el lugar de una alteridad absoluta para el sujeto. Pe­
ma. Llegó a organizar la vida en común de la pareja y a dejarles sus hijos ro, según los contextos y las épocas, el Otro designa distintas instancias en
más tiempo del solicitado, cuando en realidad le costaba mucho separarse la enseñanza de Lacan. Tenemos el Otro como lugar de lo simbólico, el len­
de ellos. ¡ Lo hacía para no privarlos demasiado del padre! Llegó el día en guaje y la palabra, opuesto al otro imaginario, el semejante, el amigo o el
que se vio sola. Se sintió entonces brutalmente enfrentada a un vacío inso­ enemigo. 62 Su alteridad obedece al hecho de que lo simbólico y el lenguaje
portable y tuvo la idea de lo que llamaba un "suicidio altruista" (matarse preexisten al sujeto que, como ser hablante, debe someterse a ellos. "El in­
j unto con sus hijos), que estuvo muy cerca de concretar. El surgimiento, en consciente es el discurso del Otro" se refiere al inconsciente freudiano, es­
el vacío entonces experimentado, de esa dimensión mortífera que le era tan tructurado como un lenguaje según Lacan. El inconsciente freudiano es la
ajena la horrorizó al extremo de hacerla acudir precipitadamente al análi­ "otra escena" en que un saber ajeno al sujeto irrumpe en su vida a través de
sis. De todas maneras, tardó bastante antes de poder decirme qué le había las formaciones del inconsciente: sueños, lapsus, actos fallidos. El Otro tam­
pasado entonces. bién puede ser el cuerpo. En .efecto, éste es "recortado" por el lenguaje, que
Miriam había rozado el pasaje al acto. Hasta allí, su rumbo se inscribía aísla en él zonas de goce, las zonas erógenas, por medio de los cuidados ma­
en una lógica fálica. En efecto, se había identificado con su marido al pun· ternos brindados al niño, siempre erotizados. El síntoma histérico de conver­
to de erigirlo en su verdadero "yo", así como se había identificado con su sión, cuya sede es una parte del cuerpo, puede de tal modo desanudarse me­
padre gracias a compartir el objeto de una pasión: Rusia con este último) diante una palabra, una interpretación, como vimos en el caso de Dora. 63 El
la joven mujer rusa con aquél. En este segundo caso, la pasión se redobla,. Otro se encarna también en personajes elevados al rango de instancias: el
ba por tratarse de otra mujer. No costará reconocer en ello la identifica� Otro materno para el niño, que es la madre simbólica, caracterizada por la
ción histérica con d hombre, que permite adorar el objeto femenino a par.. alternancia de la presencia y la ausencia, o la madre real todopoderosa, e in­
tir de una posición viril: su ejemplo prínceps es Dora, identificada con el cluso la madre deseante, lugar de un enigma en cuanto a lo que quiere. 64
señor K. para adorar a la señora K., lugar de su pregunta sobre la feminei� En la psicosis, el " Otro del goce" 65 designa en primer lugar a un parte­
dad. Con una determinación sin tacha, Miriam había ido al extremo de naire del sujeto que asumió una importancia crucial en el campo del goce.
esa lógica que conjuga el goce fálico con un plus de gozar, su fascinaciói1! El Dios del presidente Schreber goza de él, con su consentimiento o sin él.
por la otra mujer como objeto a. El goce fálico se revelaba en ella, ante to· Ese Dios es conocido por Schreber, que lo describe con precisión. Su goce
do, como goce de la castración, más precisamente de la privación de sus es uno en cuanto está exclusivamente correlacionado con el significante
bienes (marido, hijos) en beneficio de otra. Se le puede añadir un valor "la mujer" cuyo soporte es Schreber. Dios, en efecto, goza de Schreber en
más positivo, que era la identificación con el marido, que le procuraba un la medida en que éste está feminizado. En ese sentido, es un Otro unifica-
"yo" viril. En ese momento de consumación, había surgido otra dimen•
sión, la de un acto atroz, sin ningún valor fálico, pero que habría ahonda,
do un abismo en el corazón del nuevo partenaire que ahora tenía frente a 60. Ibid., págs. 71-77.
sí: una pareja soldada y separada de ella. Imputamos a la parte no fálica 6 1 . Cf. supra, capítulo n, pág. 51, nota 16.
del goce femenino el surgimiento de esa dimensión ajena a lo que preced� 62. Cf. supra, capítulo 111, págs. 80-3.
tan discordante como excesiva. 63. Cf. supra, capítulo rv, págs. 1 05-6.
64. Cf. supra c:l t:ll�<> S,mdy, capítulo 111, pág. 98.
1 56 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANAlÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 157

do. Pero conserva el carácter insondable de la alteridad absoluta, por su íncubo, con el cual ella tiene un goce incomparable con el de las relaciones
poder de "dejar caer" al sujeto como un desecho. Schreber, por lo tanto, conyugales con su marido vivo. Este amante muerto, espectral, es la metá­
localiza el goce en dos lados: por una parte, en el Otro que goza de él co­ fora de una ausencia. Esta figura imaginaria y fantástica es el partenaire de
mo de una mujer; por la otra, en su cuerpo feminizado. El Otro del goce Doña Flor para el Otro goce. Vadinho enuncia la posición de ese sujeto fe­
también puede ser, en la paranoia, un perseguidor que acosa al sujeto en menino: "Por eso, como los dos somos tus maridos y tenemos iguales de­
su delirio, y que se ha vuelto central en su vida. En la erotomanía, el sujeto rechos, ¿quién engaña a quién ? Tú sola, mi Flor, nos engañas a ambos,
se cree amado por otro, a veces un personaje eminente, el "Objeto" de De porque no te engañas a ti misma " . Esta frase articula la duplicidad sin di­
Clérambault. 66 De él recibe alucinatoriamente palabras halagüeñas o, al visión subjetiva que acompaña el desdoblamiento del goce femenino como
contrario, groseros insultos. A veces, el " O bjeto" goza sexualmente y a goce fálico y Otro goce. El Otro designa por lo tanto un más allá del par­
distancia del sujeto. En el caso de Maria, encontramos en el lugar ambi­ tenaire en la realidad -a menudo el partenaire sexual, partenaire para el
guo, protector y persecutorio del Otro del goce, la parte rica de la familia, goce fálico- que sería el "verdadero" partenaire de una mujer en lo que se
el marido, los jefes, etc. En el caso del señor A., 6 7 el Otro del goce, del que refiere a la parte no fálica de su goce.
aquél es el "hij o mártir ", es puesto a distancia por la relación idealizada ¿En qué se diferencia este Otro del Otro del goce en la psicosis? Este
"ser el hijo varón preferido de un padre". último -pensemos en el Dios de Schreber- tiene una consistencia muy dis­
En la esquizofrenia, el Otro del goce es con frecuencia la madre que tinta. Es ruidoso, origen de mensajes alucinados que signan la profunda al­
forma una pareja con el sujeto, a la vez que es invasora y, por ejemplo, im­ teración de la relación del sujeto con el lenguaje. El sujeto identifica al
parte órdenes contradictorias. 68 Pero también el cuerpo es el Otro del go­ Otro como el lugar de un goce abusivo y perfectamente definible: goza del
ce, cuando los órganos funcionan mal y se convierten en la sede de excita­ sujeto feminizado. Como decíamos anteriormente, el goce de ese Otro es
ciones o dolores incontrolables, que a veces conducen al sujeto a infligirse "uno " , está fijado al significante " la mujer" . En muchos otros casos vuel­
mutilaciones. ve a encontrarse ese aspecto unificado del Otro del psicótico, cuya alteri­
La polisemia del término " O tro" y la importancia del Otro del goce en dad se reduce más bien a ser inaccesible y susceptible de abandonar arbi­
la psicosis nos llevan a distinguir de él al Otro como partenaire de una trariamente al sujeto. El partenaire de una mujer no-toda, al contrario, no
mujer " no-toda ", al menos para la parte no fálica de su goce. Ésta supone, se deja ni identificar ni unificar. No existe, en la medida en que la existen­
recordémoslo, que existe correlativa01ente una parte fálica del goce, al cia implica al menos un rasgo de referencia que fija y sujeta a ese Otro.
contrario de lo que sucede en la psicosis. Aun en los casos en que es imaginado por el novelista, el poeta o el fantas­
Tomemos un ejemplo literario. En la novela brasileña Doña Flor y sus ma femenino, sigue siendo evanescente, tiene un aspecto fantasmagórico.
dos maridos,69 la heroína pierde a su marido Vadinho, un sinvergüenza a Lo que importa es la relación de goce que una mujer tiene con ese Otro. A
quien ama, poco d�pués de casarse. Sigue a ello un nuevo matrimonio, es­ veces, ella experimenta ese goce sin poder atestigu�rlo, porque no tiene ni
ta vez de conveniencia, en el que ella encuentra una dicha fálica tranquila, las pala bras ni el saber inconsciente para decirlo. Ese Otro puede evocarse
sin pasión: "Lo mismo todos los días termina por cansar aunque todo sea simplemente como vacío o soledad. Como ya dijimos, 70 el goce es irreduc­
para bien " , dice. Pero Vadinho reaparece en la forma de un espectro, un tible al placer, y el Otro goce puede ser angustiante para una mujer. En el
caso de Miriam, señalábamos la emergencia del Otro goce cuando ella ro­
zaba el suicidio "altruista ". Hasta entonces su partenaire era el marido,
65. Cf. supra, capítulo I, pág. 52, nota 1 7, y sobre Schreber, capítulo 1v, pág. con quien tenía una fuerte identificación imaginaria. Su objeto común,
1 24 sq. "ella " , le era en cierto modo familiar: cuando le habla ban de ella la reco­
66. Cf. G. de Clérambault, L'Érotomanie, París, Les empecheurs de penser en nocía, aunque en el límite de la extrañeza. En el momento de la separación
rond, 1993, y C. Soler y colaboradores, " Structure et fonction des phénomenes
definitiva, surgió otro tipo de partenaire: una pareja soldada, silenciosa y
érotomaniaques de la psychose", en Clinique différentielle des psychoses, París,
Navarin, 1988 [traducción castellana: Clínica diferencial de las psicosis, Buenos por ello enigmática. Ella experimentó entonces ese vacío que precede d
Aires, Manantial, 1988]. impulso al acto. Un vacío que es el signo del Otro.71
67. Cf. supra, capítulo u, pág. 50, y capítulo IV, pág. 128, para el caso de Maria.
68. Cf. L. Wolfson, Ma mere, musicienne, est morte . .. , París, Navarin, 1984.
69. J. Amado, Dona Flor et ses deux maris (1966), París, Le livre de Poche, 1984 70. Cf. supra, i:apítulo I, págs. 32-3.
[traducción castellana: Doíia Flor y sus dos maridos, Buenos Aires, Losada, 1969]. 71 . Por eNo l .1H'1111 caracteriza a este Otro mediante "el significante de la falta
158 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALfTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 159

Según Lacan, en el caso del hombre el fantasma suple la ausencia de la oponían, e n l a negación gramatical francesa, e l discordancial (ne) al for­
relación sexual. El hombre no alcanza a la mujer como Otro, porque la re­ clusivo (pas, point, ;amais, etc.). Pero el discordancial, a menudo acoplado
duce siempre a la medida del objeto de su fantasma.72 Para una mujer, la con un forclusivo, puede aparecer solo en ciertos giros. Así, en "ils craig­
verdadera suplencia de la relación sexual que no existe sería su relación naient que plus tard je ne fusse béte" ( "temían que más adelante yo fuese
con el Otro. Lacan establece un vínculo entre el hecho de que una mujer tonto" ] (Marcel Proust). Cuando se utiliza solo, el discordancial modifica
encarne al Otro para su partenaire y el de que ella misma tenga esa rela­ el sentido. El matiz se da aquí entre la probabilidad, el temor ( que fuera
ción prevaleciente con el Otro: 73 por ser Otro para alguien, se experimenta tonto) y el miedo de que no lo fuese lo suficiente, e incluso el deseo de que
como tal y tiene una relación privilegiada con el Otro. lo fuera un poco. Lacan ya había empleado el discordancia! para comentar
Finamente, hay dos maneras de ver el desdoblamiento del goce femeni­ la frase "je crains qu'il ne vienne" ("temo que venga"].77 El "ne" era el so­
no. La primera es considerar que el Otro goce es un complemento del goce porte del sujeto de la enunciación, distinguido del "je", sujeto del enuncia­
fálico, que debe permanecer secreto. Así lo quería Hera, furiosa contra Ti­ do. La vacilación entre esperanza y temor, introducida por el "ne", sopor­
resias a tal extremo que lo cegó después de que éste hubiera revelado lo que taba el deseo inconsciente del sujeto. "Temo que venga", podría decir una
ella se negaba a decir. El goce de Doña Flor con Vadinho también debe se­ enamorada, que sin embargo espera.
guir siendo clandestino. Esto explica la discreción y hasta la ignorancia de El principio de contradicción está en el fundamento de la lógica de la
ese punto en la literatura analítica anterior a Lacan.74 La alternativa consis� sexuación masculina y encuentra una traducción retórica en la figura de la
te en adoptar el punto de vista inverso: las mujeres tienen ante todo rela­ objeción. Su expresión sintomática se apoya en la idea de que por más que
ción con ese Otro caracterizado por cierto vacío. Con ese telón de fondo, sea un medio, el falo es no obstante un obstáculo en la relación con el otro
pueden -y no deben- tener relación con el goce fálico. Por lo tanto, la rela� sexo. Hemos ilustrado el obstáculo por la dicotomía de la vida amorosa y
ción con el falo es para ellas contingente y no necesaria como en el caso del la objeción por el síntoma de la eyaculación precoz. ¿ Existen también ex­
hombre. Sin embargo, les resulta difícil prescindir de ella, precisamente a presiones retóricas, figuras de discurso del no-todo? El problema, natural­
causa de la vacuidad incómoda de ese Otro. Y la presencia del goce fálico mente, es más complejo, porque cabría esperar que a la lógica apenas es­
puede ser subvertida en ellas por el Otro goce, contra el fondo del cual se bozada del no-todo correspondiera una retórica todavía no formulada.
perfila aquél, como en el caso de Miriam. La vacuidad del Otro da a veces Pero la lengua y la gramática son siempre más ricas, más sutiles que la ló­
un estilo particular a su relación con el falo, sensible en la enunciación. gica que se afana en vano por formalizarlas completamente.
La negación discordancia! oculta para Lacan dos cualidades esenciales:
Una figura de discurso del no-todo, el discordancia[ en primer lugar, significar al sujeto de la enunciación de una manera dis­
cordante con el sujeto del enunciado; en segundo lugar, introducir una va­
Lacan denomim¡°¡ " discordancial"75 la negación referida a lo universa� cilación, una doble posición que se mantiene equívoca, suspendida. Proba­
el término fue acuñado por los gramáticos Damourette y Pichon,76 que blemente haya sido por eso que le pareció susceptible de ser una figura del
no-todo en el discurso, "enunciación que se denuncia", años antes de va­
lerse de ella para representar la división del sujeto del inconsciente.
en el Otro", S(//.. ), o "significante que le falta al Otro", y a veces dice que "el Otro
no existe". Ese significante no es un rasgo de referencia fija ni un significante amo, El príncipe disfrazado
sino que designa el vacío o la inexistencia del Otro.
72. Cf supra, capítulo m, págs. 89-90. Encontramos esta posición femenina en Le Prince travesti, de Mari­
73. ]. Lacan, ''.Propos directifs pour un Congres... ", op. cit., pág. 728: "Imáge� vaux.78 Opongamos aquí el "je ne sais pas" ("no sé"] del rechazo de saber o
nes y símbolos en la mujer no podrían aislarse de las imágenes y símbolos de la negación neuróticas y el "je ne sais", que es una confesión apenas velada.
mujer"; pág. 732: "El hombre sirve aquí de relevo para que la mujer se convierta
"Señor, la conversación comienza de una manera que me turba, no sé [je ne
en ese Otro para sí misma, como lo es para él".
74. Tal vez con una excepción, Hélene Deutsch. Cf S. Aparicio, "De la satisfac­
tion, du bonheur et de l'extase", en La Cause freudienne nº 36, 1997, págs. 54-58.
75. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVlll, op. cit., clase del 1 8 de mayo de 1971, 77. J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du désir... ", op. cit., pág. 800 sq.
y Le Séminaire. Livre XIX, op. cit., clase del 8 de diciembre de 1 971. 78. Ya en 1 962 ( 1 7 de enero), en su seminario L'Identification, Lacan señalaba
76. J. Damourette y É. Pichon, Des mots a la pensée, op. cit., vol. 6, pág. 1 72. el uso del ne expletivo en Mnrivaux.
160 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALfTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 161

sais] qué responderos, no podría deciros que me gustáis", 79 dice Hortense a Objeción masculina y discordancia femenina
Lélio: "Decir a medias" 8 º del no-todo que se devela en una frase, pero se
guarda de hacer una confesión directa que eche a perder la parte de sombra La negación discordancia! no es sino un ejemplo de la manera en que el
que hay siempre en el amor. Se trata de una intriga que podría parecer de la no-todo se sostiene en la enunciación, pero tiene la ventaja de reflejar con­
órbita exclusiva de la mascarada, como lo indica su título. Pero en ella sólo cretamente en el discurso la duplicidad lógica de ese no-todo: dos en uno,
el hombre está enmascarado. Hortense es una joven viuda. En su época de una afirmación inscripta en la lógica fálica y, al lado, una ausencia que da
esposa de un vejete a quien no amaba, había sido salvada por Lélio, cuya señales de otro goce. Por una parte, la discordancia y hasta la discordia
identidad principesca ignoraba. Ahora está al servicio de una princesa que se que entraña e imprime en la enunciación es un elemento esencial de la re­
enamora de Lélio, aún príncipe y siempre de incógnito y disfrazado. Horten­ lación entre los sexos. Se la puede oponer aquí a la objeción masculina.
se se convierte en la confidente de ese amor sin saber que su objeto es el Ésta, atrapada en la lógica de lo universal y la contradicción, se muestra
hombre a quien el azar le había hecho conocer antaño. Cuando lo advierte y en el momento en que hay que pagar "cash". Por eso su modalidad sinto­
en el momento en que Lélio, al que el mismo azar de ese antiguo encuentro mática más frecuente es la impotencia del hombre. 83
había hecho enamorar locamente de Hortense, se declara, ella no puede sino · Por el lado mujer, la discordancia del no-todo introduce una vacilación
aceptar ese amor. No hay aquí ninguna evasión histérica, sino el consenti­ que no· es objeción fálica a la relación sexual. Se observa, en cambio, en
miento inmediato al azar del amor, la contingencia de la presencia fálica en­ ciertas mujeres histéricas, cuando la presencia del pene en el partenaire
carnada por Lélio. Lo único que obliga a Hortense a embarcarse en una es­ reaviva el dolor del Penisneid y las lleva a sustraerse al acto sexual. De una
trategia prudente es la consideración racional del peligro que puede correr si manera diferente, la vacilación del no-todo provoca en una mujer ausen­
la princesa celosa se entera de esa pasión. Ella sabe qué quiere y actúa con el cias de la función fálica y el arrebato de otro goce. Frente a esa ausencia,
fin de obtenerlo: lógica fálica femenina descripta con claridad por Freud.8 1 el partenaire sentirá que ella no es toda de él y experimentará algunos ce­
No hay en ella trazas de una división subjetiva. Nada de culpa por traicio­ los. A la discordancia no se puede responder, contrariamente a . la obje­
nar a su ama: ningún elemento trágico. En cambio, el texto está lleno de esa ción, que se refuta o contradice. ¿ Qué retórica eficaz oponer a esa discor­
oscilación permanente frente al hombre, de esa parte de ausencia que se des­ dancia? De allí la turbación masculina frente a ella, y el desasosiego
liza en el discurso, debida al hecho de que, estructuralmente, Hortense está femenino causado por la aprehensión de esa misma discordancia.
desdoblada, no es toda de él. Y lo die�, acaso sin saberlo: "No me atreve­ Aristóteles con Freud: Lacan nos arrastró a ello para esclarecer dos ló­
ría, . . " , "no lo decidiría ... " , "no podría . . . " El vacío del Otro que, como mu­ gicas de la sexuación muy diferentes, así como las retóricas asociadas a
jer, Hortense encarna para el hombre que la ama y que ella también experi­ ellas. Lo inédito está del lado de la sexualidad femenina: la "roca de la
menta, se infiltra en el corazón mismo de la lógica fálica femenina. castración", según la expresión de Freud, está sumergida en una relación
Marivaux nos lo transmite gracias a esas negaciones discordanciales, pero con el Otro que, aunque menos visible, no deja d� ejercer sus efectos. És­
también por otros medios. Por ejemplo, mediante juegos de identificacioneS\ tos no son legibles en el nivel del inconsciente, sino en el de un goce que, si
en los que Hortense habla desde el lugar de la otra mujer, la princesa, lo cual bien imposible de inscribir en aquél, se infiltra no obstante en la enuncia­
le permite decir a Lélio lo que no había querido confesarle, otra forma de ción del sujeto. El psicoanálisis, que recoge esas enunciaciones, tiene por
decir a medias: "¡Verse arrebatar a un hombre como vos! No sabéis qué es; tanto mucho que decir al respecto.
me hace temblar, no hablemos más" 2 .ª

79. ·Marivaux, Le Prince travesti, París, Flammarion, 1989, col. "GF", acto 1,
escena 5, pág. 59. [Para introducir el matiz de vacilación y discordancia del que
habla la autora, el "je ne sais" podría traducirse como "no sé si sé" (n. del t.).]
80. "Decir a medias" [ f'mi-dire"] es una expresión de Lacan, utilizada especial­
mente para la verdad. Cf. "L'Étourdit" , op. cit., págs. 25 y 50. Significa "decir por 83. Hay otras: la abstinencia sexual, el rechazo del acto, la homosexualidad ex­
la mitad" . cluyente, etc. En cuanto al obstáculo fálico a la relación sexual, por el lado hom­
8 1 . S. Freud, "Quelques conséquences psychiques . . . " , op. cit., pág. 127. bre, hemos menc:ionndo el desdoblamiento de la vida amorosa. Freud lo vincula,
82. Marivaux, Le Prince travestí, op. cit., acto n, escena 13, pág. 129. por lo demá1, al p1 oblemia de la impotencia.
1 62 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS ANATOMÍA ANALÍTICA: LOS TRES TIEMPOS DE LA SEXUACIÓN 163

RETORNO A LA ANATOMÍA ANALÍTICA ¿Dónde se lo inscribe, entonces ? Estudiamos este problema en el capítulo
VIII.En él analizamos en detalle el concepto lacaniano del "empuje-a-la­
Recapitulemos. La anatomía analítica no es sólo la anatomía. Nuestra mujer" , que explica una tendencia feminizante de la sexuación en la psico­
relación con el cuerpo se complica debido a que somos sujetos del lengua­ sis, al margen del falo, ligada al hecho de que la sexuación no es sólo un
je. Nuestro cuerpo está marcado por significantes y sólo tiene forma por­ problema de identificaciones sino también de goce. Esa tendencia femini­
que somos capaces de reconocernos en un espejo; goza mucho más allá de zante, que concierne a hombres y mujeres, es portadora de ambigüedad se­
sus necesidades. El lenguaje subvierte el cuerpo natural. Por eso nos pro­ xual. En el capítulo IX, examinamos la clínica analítica para saber cómo
ponemos pensar la sexuación, que no es reductible a una teoría del género, logran los sujetos de ambos sexos elegir ser hombres o mujeres, con el em­
en tres tiempos, que deben tomarse en el sentido lógico y no cronológico. puje-a-la-mujer o pese a él.
Esos tres tiempos corresponden a etapas conceptuales del proceso de la se­
xuación, y no a una evolución temporal. El primer tiempo es el de la ana­
tomía natural, que es un real. El segundo tiempo, del discurso sexual, es
aquel en que el primero es interpretado por el discurso circundante. Éste lo
hace en sus categorías fálicas, y el sujeto toma entonces posición con res­
pecto a la función fálica (inscripción o rechazo forclusivo). Cuando recha­
za la función fálica, el sujeto es psicótico; su elección del sexo, en el tercer
tiempo, puede estar de acuerdo o no con el sexo que le asigna el discurso
circundante en el segundo tiempo. Para un sujeto que se inscribió en la
función fálica en ese segundo tiempo, el tercero es el momento de la elec­
ción del sexo, hombre todo fálico o mujer no-toda fálica. Dicha elección
implica sus modos de goce y su relación con el otro sexo. No coincide ne­
cesariamente ni con la anatomía (tiempo uno) ni con el sexo asignado por
el discurso circundante (tiempo dos).
Ahora se trata de estudiar más precisamente los tiempos dos y tres y su
articulación, gracias a una serie de observaciones clínicas. En el tiempo dos
se plantean preguntas muy interesantes: ¿qué pasa si el discurso circundan­
te afirma un sexo diferente del sexo natural ? ¿ Qué pasa si ese mismo dis­
curso cambia en un momento dado su " diagnóstico" sobre el sexo del su­
jeto? ¿ Cómo influye esa actitud en la elección del sexo en el tercer tiempo?
Discutimos estas preguntas en el capítulo VI y, de tal modo, sometemos a
la prueba de casos singulares la pertinencia de los tres tiempos de la sexua­
ción. Luego nos dedicamos a la psicosis, dejando para una obra ulterior el
estudio detallado de la ambigüedad sexual en el tiempo tres en la neurosis
y la perversión.
En el segundo tiempo, puede suceder que el sujeto impugne el discurso
circundante: se le dice de un sexo, y él se piensa y se quiere de otro. Se lo
califica, entonces, de transexual. ¿ Qué es lo que esos sujetos rechazan real­
mente: su sexo natural o la categorización fálica de éste? ¿Su convicción es
definitiva ? El capítulo VII da ejemplos de transexualismo y pone en eviden­
cia la crecida importancia de identificaciones imaginarias y simbólicas de
un tipo particular.
Pero ¿cómo se puede construir una sexuación sin referirse a la función
fálica en el tiempo dos? ¿Se puede localizar de otra manera el goce propio?
VI

SEXOS CONTRADICHOS

Algunas sociedades imponen, contra la naturaleza, su determinación


del sexo del individuo. Así sucede entre los inuits o esquimales del Ártico
canadiense. Éstos creen que un feto puede cambiar de sexo en el momen­
to de nacer. Lo cual se daría en el dos por ciento de los individuos, llama­
dos entonces "sipiniit", que quiere decir que tienen el sexo hendido. En
las dos terceras partes de esos casos, se trata de niñas que se "transfor­
man" de tal modo en varones, porque los inuits suponen que son fetos
masculinos que eligieron nacer como mujeres. De acuerdo con una prime­
ra hipótesis, esta creencia inuit se apoyaría en bases biológicas: acaso
exista en ese lugar del planeta, sin que esté demostrada, una intersexuali­
dad genética más frecuente que en otras partes, que se traduciría a partir
del nacimiento en un pseudo hermafroditismo femenino. Según otra hipó­
tesis, el modo de alumbramiento practicado favorecería, en los casos de
presentación de nalgas, un edema genital en el recién nacido, lo cual ha­
ría ambigua la anatomía sexual. Los chamanes presentes en el parto inter­
pretarían entonces al instante estos datos anatómicos perinatales como
cambios de sexo, de conformidad con los mitos inuits. Pero habría tam­
bién otras causas. Por ejemplo, razones ligadas a la sex ratio en una fami­
lia determinada: si le faltan hombres, el niño por nacer deberá ser, de una
u otra forma, un varón. El fenómeno quizás esté también vinculado a la
estructura del parentesco inuit, que funcionaría " como si fuera al revés
del orden sucesivo de las generaciones". Para comprenderlo, hay que par­
tir de un concepto inuit, el de alma-nombre (atiq), que anuda nomina­
ción, identidad y transmisión. Los nombres dados a un recién nacido, que
no tienen gfoero, vehiculizan la identidad social, familiar y sexual de
quien los transmire, ya esté muerto o vivo. Si es un muerto, se reencarna
en el reci6n 111.u ido. Por lo tanto, éste tiene varios nombres y distintas
166 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 167

identidades, una de ellas principal, a menudo la de un ancestro epónimo, sexo del sujeto contradiciendo su sexo anatómico. Sin embargo, en la pu­
que fijará su sexo de nacimiento. bertad, ese mismo discurso vuelve a tomar en cuenta el sexo anatómico,
que nunca fue olvidado y que incluso se ha reconocido en el plano del mi­
EL CASO DE IQALLIJUQ: to individual (Savviuqtalik quería reencarnarse en un cuerpo de mujer) y
CUANDO EL DISCURSO CONTRADICE LA NATURALEZA en el plano simbólico (Iqallijuq es el nombre de una muier que confiere
una identidad femenina a quien lo lleva) .
Iqallijuq, nacida en 1905, fue interrogada por B. Saladin d'Anglure en En el momento de la pubertad, los ritos de entrada en el mundo de los
_ _
19 73. 1 Ella también lleva el nombre de su abuelo materno Savvmqtaltk, adultos consagran a Iqallijuq corno mujer, apta para la reproducción y el
muerto antes de su concepción, que le dio su identidad: en consecuencia, matrimonio, pese a lo cual conservará durante toda su vida la identidad
la criaron como un varón y la consideraron como tal hasta la pubertad, Y masculina de su alma-nombre. Al parecer, ese momento provoca una cri­
era en cierto modo el padre de su madre. El nombre Iqallijuq, que lleva en sis subjetiva muy importante. Iqaltij uq cuenta que su madre lloró al ver a
la adultez, ya reconvertida en mujer, se lo dio una vieja amiga de la fami­ su propio "padre " , Savviuqtalik, tener menstruaciones, lo cual era una
lia que, dicen, le habría insuflado la vida cuando ella era todavía una lac­ verdadera muerte simbólica o segunda muerte para él. En cuanto a ella, ex
tante. Iqailijuq se "acuerda" de su concepción y su vida prenatal: el alma varón, le resultaba tan difícil ponerse un abrigo femenino que su madre le
de su abuelo materno difunto, Savviuqtalik (ella dice entonces "yo " ) , en­ había cosido para la ceremonia, que le cortó un faldón para retomar su
contró desnuda a su hija, la madre de Iqallij uq, y volvió a instalarse en su anterior apariencia viril. Algunos de esos sujetos sip iniit serán chamanes,
útero para reencarnarse allí como feto masculino. Pero él quería renacer porque están predispuestos a atravesar las fronteras entre diferentes órde­
como niña a causa de la dureza de la vida de los hombres y, en el momen­ nes cósmicos a causa de su "cambio" de sexo. La sociedad les procura
to del parto, el pene se le retrajo y la piel del perineo se hendió, por lo que también un apoyo identificatorio en su primera pareja, que se elegirá en la
nació niña. Por lo tanto, Iqallijuq vistió de varón hasta la pubertad. Ese posic::ión simétrica de travestismo inverso, antes de proponerles un segun­
"travestismo" incumbe no sólo a la ropa, sino también a la utilización de do matrimonio con un(a) esposo(a) que no haya sufrido esa disociación
los términos de parentesco, los comportamientos, las herramientas y las entre sexo natural e identidad social y sexual.
técnicas reservadas normalmente a los varones.
Diferentes mitos cosmológicos se invocan para apoyar esos "cambios" ¿ Un tercer sexo?
de sexo; uno de ellos, esencial, es el de Arnakpaktuq, 2 que cuenta las �i­
graciones, a través de seis especies animales, de un alma-nombre de muier B. Saladin d' Anglure deduce de estos fenómenos la necesidad de postu­
que termina por reencarnarse en su sobrino, quien llegará a ser un gran ca­ lar un tercer sexo, que sería el de esos sujetos.
zador. Este mito es rpuy importante para los inuits porque establece las re­ Para F. Héritier,4 esos datos de sociedad confüman la primacía del or­
laciones entre cazador y presa, pero también porque funda los mitos per­ den simbólico sobre el orden natural, al extremo de imponer la naturaleza
sonales de cada individuo "cambiado" de sexo, como Iqallij uq. Es un de manera artificial, porque aquí el sujeto adulto se ve obligado, en defini­
elemento significativo del " discurso sexual" que crea el lazo social en su tiva, a comportarse de acuerdo con su sexo anatómico, aunque quede
comunidad. Cada familia se integra así a la cultura universal de esta socie­ marcado por su historia. En efecto, la influencia de lo simbólico es induda­
dad. Ese mito nos enseña que una fuerte armazón simbólica sostiene el de­ ble. Por ejemplo, en el caso de Iqallij uq, nos enteramos de que casi todos
seo particular de los padres de esos sujetos, que no puede, en consecuen­ los hijos de su hija, completamente " masculinizada" y casada con un hom­
cia considerarse como un simple capricho. Se trata de casos en que el bre "feminizado" , "cambiaron" de sexo: probablemente, ella transmite de
"discurso sexual", el "se" [ "on"] del entorno (padres, chamanes, socie­ ese modo la marca simbólica que recibió antes de nacer.
dad), lo que definimos como el "tiempo dos" de la sexuación, 3 decide el

4. F. Héritier, Masculin!Féminin . . . , op. cit. , pág. 203: " Susceptibles de cons­


l. B. Saladin d' Anglure, "Iqallijuq ou les rérniniscences d'une arne-norn inuit", truirse y recreados, ellos [el género, el sexo, su determinación, la adaptación del in­
en Études inuit 1 ( 1 ), 1978. clividuo] competen al orden simbólico, a la ideología, siendo así que el enunciado de
2. Ibid., pág. 57. c�c orden simb6lico a¡,untn n establecerlos a continuación corno hechos naturales
3. En el capítulo anterior. para todos los miembro de la aociednd", El agregado entre corchetes es nuestro.
168 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 169

Pero podrían plantearse dos objeciones a esa primacía de lo simbólico: dad sobre el sexo de un sujeto se modifica, no por motivos culturales o re­
por un lado, que el sexo anatómico, recuperado luego de ese rodeo por el ligiosos como entre los inuits, sino por razones individuales y singulares.
otro lado, se transforma de hecho en aún más real para el sujeto, más car­ Se trata de casos de intersexualidad, vale decir, de sujetos que exhiben una
gado de imposibilidad, desnaturalizado, digamos. Por lo tanto, lo simbóli­ anomalía genética con consecuencias sobre su anatomía sexual, recién
co destaca mucho más claramente que existe un sexo real que escapa al or­ identificable en la pubertad. Ese diagnóstico, por lo tanto, se les anuncia
den que él quiere imponer. Sujetos como lqallijuq no tienen, sin duda, la tardíamente.
ilusión de una conformidad autoevidente con su sexo, como en nuestras
sociedades, en las que el "tiempo dos" parece el espejo del "tiempo uno". UN CASO DE FAIRBAIRN: LAS RAZONES
Para ellos, la crisis puberal es inevitable y se desencadena desde afuera. En DE UN EMPUJE-AL-HOMBRE
nuestras sociedades, en cambio, el adolescente debe provocarla por sí mis­
mo. La clandestinidad en que vive las más de las veces sus problemas de W. R. D. Fairbairn puso por escrito un caso de intersexualidad en
identidad sexual redobla, en efecto, su angustia. 1931, 5 luego de cuatro años de análisis, presentándolo como "acaso único
Nuestra segunda objeción nos servirá al mismo tiempo para refutar el en la práctica analítica", lo cual era probablemente cierto, al menos en esa
postulado del tercer sexo, por tranquilizante que sea. ¿No se debe su éxito época. La paciente tenía cuarenta y un años al comenzar su análisis en
a que nos hace creer que hay dos categorías, la de los verdaderos hombres 1 927. Éste duró por lo menos nueve años y no conocemos su resultado,
y la de las verdaderas mujeres sin problemas de sexuación, a diferencia de aunque en 1936 ella parecía estar mejor.
los otros, el resto del mundo, que constituiría de tal modo una tercera ca­ La mujer había consultado a Fairbairn a causa de depresiones periódi­
tegoría muy amplia? ¿Qué resuelve en nuestro ejemplo la hipótesis del ter­ cas que la habían inducido a renunciar a la enseñanza, pero también debi­
cer sexo, habida cuenta de que esas costumbres inuits no nos dicen nada do a la incertidumbre sobre su "verdadero" sexo. Incertidumbre que la
del sexo "escogido" finalmente por el sujeto? ¿Adhiere éste siempre, como medicina de la época, o al menos los médicos y genetistas que la atendie­
la Iqallijuq madura, al mito que se le transmitió sobre su nacimiento, al ron, tenían dificultades para eliminar, y que persistía durante el análisis.
punto de identificarse realmente con él pese a una orientación sexual feme­ De hecho, el último examen citado por Fairbairn mencionaba la probable
nina en definitiva y aparentemente "normal" ? Esta identificación con el presencia de gónadas femeninas. Otro ginecólogo había afirmado lo con­
mito podría hacernos pensar que lqallijuq se situó del lado hombre de la trario. En la pubertad se le había descubierto una anomalía genital, a cau­
sexuación. Pero ésa sería una conclusión apresurada, porque no sabemos sa de la falta de menstruaciones y un crecimiento anormal. A los veinte
nada ni de su inconsciente, ni de sus modos de goce. ¿No hay sujetos que, años, exámenes clínicos señalaron órganos genitales externos femeninos,
sabedores de que el travestismo impuesto estará limitado en el tiempo, se pero con una abertura de la vagina en forma de cabeza de alfiler que no
sitúan muy tempranamente del lado de la sexuación conforme a su sexo conducía a ninguna parte. La paciente tenía un cuerpo un poco masculino,
natural, y viven su infancia como mascarada ligada al orden social? ¿Y no pero pechos de mujer. A continuación, los exámenes confirmaron que ca­
hay otros (quizás algunos chamanes) que no eligen verdaderamente y "su­ recía de útero. Lo cierto es que su familia, el médico y ella misma habían
bliman" al depositar su libido en un poder social y religioso que pone en considerado que era una mujer, dictamen que ulteriormente no se puso en
un lejano segundo plano su vida sexual? ¿Por qué entonces agrupar a to­
dos de idéntica manera como "tercer sexo", cuando de hecho no tienen
otro rasgo en común que ese "switch " social y educativo del sexo? En esos
5. W. R. D. Fairbairn, "Features in the analysis of a patient with a physical ge­
sujetos, los sipiniit, el tiempo tres de la sexuación se impone con un carác­ nital abnormality" (1931 ), en Psych oanalytic Studies of the Personality, Londres,
ter tanto más real cuanto que sigue siendo más enigmático. ¿Cómo hacen Routledge and Kegan Paul, 1 981, págs. 197-222 [traducción castellana: Estudio
para conciliar las determinaciones sociales con sus pulsiones, su goce? De psicoanalítico de la personalidad, Buenos Aires, Paidós, 1975]. En Les Carnets de
este ejemplo antropológico se desprende que no hay primacía de lo simbó­ Lille nº 2,· Section clinique de Lille, 1996, aparece una traducción francesa de Isa­
lico sobre lo real del goce, aunque aquél marque y modifique este último. belle Baldet. Lacan utiliza este artículo y la técnica analítica que ilustra para co­
Lo simbólico tampoco tiene el poder de borrar el sexo natural con el cual mentar el esquema L en Le Séminaire. Livre u, op. Cit., págs. 313-315. Fairbairn
el sujeto debe a veces enfrentarse violentamente. vuelve a referirse a ese paciente en un artículo de 1936, "The effect of a King's
Vamos a ocuparnos ahora de otro tipo de configuración de los tiempos death upon p1.1tlents undergoing analysis", en Psychoanalytic Studies of the Perso-
uno y dos de la sexuación. Hay casos en los cuales el discurso de la socie· 11ality, op. cit., ¡,IIM, 22 3.
1 70 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 171

tela de juicio. Era la mayor de la fratria y varias de sus hermanas menor es taban según el analista una excitación del clíto r is, que el sujeto as! milaba
tenían la misma malformación, sin padecer de trasto r nos nerviosos. Tenía a un pequeño pene. Se produjo entonces ci erto despertar sexu� l, ligado �
un solo hermano, que mur ió trágicamente mi entras ella estaba en análisis. la transfe rencia. La mujer iba en tren a sus sesione s y en el cammo se de di­
D ur ante su infancia había sido un marimacho [garron manqué] , pero caba a seducir homb re s, en un coquet e o muy breve y limitado a algunos
siempre se había sentido atr aída po r los homb res, sin haber tenido nunca besos. Llamaba "av e nturas" esos encuentros y decía que "afectaba " a los
una relación duradera ni re laciones sexual e s. Cuando se le comunicó su hombr es. A ese comienzo de análisis un poco exaltado siguió un la rgo p e­
disminución física (no podría tener r elaciones sexuales "completas" ni hi­ r íodo de dep r esión en qu e esas mismas " aventur as" la angustiaba , para
?
jos), se sintió curiosamente aliviada. Se vería así libe rada de las " cargas de luego resultar le insopo rtables. Huía entonce s d e los hombres, ter�na cual­
la femine idad" (matr imonio, maternidad). Por entonces estaba ter minando quie r seducción, incluso dent ro de su familia y de pa rte del analista. Éste
sus estudios para ser ma e st ra, y el hecho hizo que se entusiasma ra mucho parece haberse p reocupado bastante po r lo que llam � ba � us estados para­
más con su futuro trabajo. noides o pa ranoicos que, sin embargo, fuer on t r ansitonos. De h:c?º• la
Las dificultad es comenza ron con su ingreso en la vida activa. Demasia­ tensión agresiva con el ot ro sexo había alcanzado su punto maximo Y
do perfeccionista, se agotaba en procura de realiza r un id eal inaccesible. Se­ r eemplazado la at r acción.
vera en exceso con los niños, los castigaba con dureza y lue go se angustia­ . . .
El diagnóstico de Fairbai rn era cla ro: neurosis centr� da ; n la envidia d�!
ba. P repa r aba con de masiado detalle sus clases y s e derrumbaba con , , _
pene. Su tesis e ra que ésta tenía sus raíces en tendencias sadicas o rales
r egula r idad. A pa r tir de los veinticinco años padeció la alt er nancia de pe­ p recoces que gener aban una culpa inconscie nte. El sujeto se " de f: ndía" de
r íodos .de excitación en los que tr abajaba e xcesivamente y momentos d ep r e­ ellas mediante proyecciones pa ranoicas en los falófo� os, qu: d e ? 1do a ello
sivos en los cual es abandonaba todo y se consideraba un pa rásito y una la perseguían. De confo rmidad con esas teo rías, e l ps1coanahsta mterpreta·
ca rga pa ra los suyos. ba sin c esar su supuesto sadismo. Fair bair n concebía de man�ra muy con­
D e su familia sabemos que la mad re, temiblemente eficaz, se ocupaba creta la envidia del pene : ¡en su inconsciente, decía, ella cammaba con un
de todo, mientras que el pad re era insignificant e y estaba de sdibujado. D e cintur ón de penes, como un indio con un cinturón ? e cuer os cabelludos
hecho, la verdadera auto ridad e ra e ncarnada po r e l abue lo mater no, ante arrancados al enemigo! Declinada en los modos gemtal, anal y or al, est a
el cual la madre y la hija mayor se oponían como gr andes rivales. Este envidia del pene no se teo rizaba como una falta simbólica, sino coro� la en­
abuelo mur ió un año antes del comienzo del análisis. ¿ Fue ésa una de las vidia muy concreta de un objeto, un chocolate que ella hubiese �uendo ro­
r azones qu e la indujo a deja r de t r abaja r ? Lo cier to es que acudió al con­ bar de la helader a. La técnica de Fairbair n, por lo tanto, cons1st1a en culpa·
sulto rio de Fai r bai rn. Para ella, su abuelo era una " deidad benévola". Al biliza r a su paciente a causa de sus deseos inmorales. Esta actitud culminó
ser su p rimera nieta, era también su p referida. Él le hacía r egalos extrao r­ con una inte rpretación, un poco c rue l, en el momento de la muerte de su
dinarios y ella lo llamaba "the fairy godfather", "el que produce encanta­ hermano e n un accidente automovilístico: a saber, que de e se modo ella ha­
mientos". Como él se de dicaba a la administración de una finca r ica y vas­ bía satisfecho su sadismo inconsciente. Algunos años después, Fairbairn
ta, su nieta pasaba allí las jor nadas, niña aterrorizada, sin emba rgo, po r la volvió a deci rl e lo mismo con r especto a un sue ño sobre el padre muerto a
mujer del p r opietario, a la que consid eraba "el ogro e n un ja r dín mágico". raíz de la muerte del rey. La relación dolorosa de esta joven muj er con l a
castración no justificaba la b rutalidad de una interpretación repetida de s�
Despertar sexual en el análisis presunto sadismo. No es so rp rende nte que la anal! zante, bastant � recalc1·
,
trante a ese discurso se volvie ra cada vez mas agresiva con su analista. Pero
No detallaremos el desarr ollo de esta cura psicoanalítica, que Fairbairn también la ato rmen�aban de manera c reciente los remordimientos, Y huía
informa con el lenguaje kleiniano de la relación de objeto. Nos limita r e­
mos a lo que nos interesa aquí: la sexuación de este suj eto.
más y más de los hombres. Lacan, en referencia a la evoluc!ón ?:
la cura, se
.
p reguntó incluso si no había en ésta una especie de parano1zacion de la h1s·
El análisis ingr esó de manera notable en su vida. Siendo así que ella ha­ ter ia inducida po r la técnica analítica de Fairbair n.6
bía puesto su sexualidad entr e parénte sis desde hacía años, la cura, al sus­
cita r los recu erdos felices de su infancia con el abuelo, hizo surgi r sensa­
ciones sexuales qu e en un p rincipio le pa recier on novedosas, pero que � 6. J. Lacan, Le Séniinaire. Livre JI, op. cit., pág. 315: "To�ar l ? ím� gin�rio por
finalmente l e evoca ron antiguas excitaciones experimentadas mientr as se real es la c11rracter!atic11 de la paranoia, y al desconocer el registro 1magmar10 lleva•
columpiaba. Algunos sueños, que contenían aleteos de mariposa, represen- mos al sujeto a rC'i•mmcr sus pulsiones parciales en lo real" .
SEXOS CONTRADICHOS 1 73
1 72 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS
un objeto simbólico, el falo). La depresión ligada al Penisneid puede enton­
�in emba� go, el analista, buen clínico, transcribía fielmente lo q ue le ces desaparecer. Pero Fairbairn, al atacar el deseo del pene como deseo de
� ec1a esa paciente que le daba mucha guerra. Desarrollaremos tres puntos un objeto real, no le permitía ir más allá. El complejo de castración del s u­
ligados al problema de la sex uación: el refuerzo de la identificación viril jeto se imaginarizaba por completo, y el análisis no tocaba su relación mis­
un s �eño que nos revela la respuesta a la c uestión de la femineidad
· ' y la di� teriosa con el padre. Borrado en la vida, éste era lisa y llanamente p uesto
vers1dad de sus identificaciones. entre paréntesis en el análisis. Ahora bien, la histeria es una neurosis q ue se
consagra a denunciar la impotencia paterna.9 El hecho de dejar de lado ese
No tener vagina y desear un pene síntoma y red ucir todo a la relación con la madre y a la p ulsión oral no po­
día sino reforzarlo, "alimentarlo".
Comence °:os por el _refuerzo de las i dentificaciones viriles de la paciente
ante :1 a_nunc10 de su disminución física. Lejos de estar triste, reacción q ue
Un razonamiento anatómico
ha�na s_1d � de esperar y q ue Stoll�r considera normal en un caso semejan­
,
te, se smt10 arrebatada, ya qu e siempre había tenido horror a la feminei­ Por otra parte, Fairbairn tenía un prejuicio: tomaba literalmente a las
dad y la maternidad. En efecto, conservaba un rec uerdo abominable de los mujeres por devoradoras de penes, y esto lo llevaba a una concepción teó­
partos de su madre �� la casa y las sábanas manchadas de sangre. Tampo­ rica errónea. En ese artículo, en efecto, señalaba con m ucha j usteza q ue,
co le gust� ban los � mos y detestaba a la hija de s u hermano, q ue represen­ tras haberse enterado de q ue no tenía vagina, la paciente debería haberla
.
taba, segun Fa1rba1rn, el falo q ue ella no tenía. Ese horror a la castración deseado con tanto mayor intensidad. Ahora l>ien, no hacía sino desear con
mat��na estaba acompañado por una identificación infantil con el "pillo más fu erza u n pene y, correlativamente, se identificaba con un hombre
mal1C1oso" que había sido en su infancia, autor de toda clase de traves uras gracias a s u identificación infantil con el "pillo malicioso". Puede advertir­
�n el j�rdí� de s_u_ abuelo. De ese modo negaba su castración mediante una se q ue Fairbairn, a semejanza de la mayoría de los analistas de la época,
, vml. Se �tía una gran indulgencia retrospectiva por sus bro­
1den�1f1cac'. on no captaba el valor simbólico del Penisneid y segu ía embarcado en un ra­
mas mfantiles, contrariamente a Fairbairn, j q ue se las hacía notar con gran zonamiento p uramente anatómico: si no tener vagina favorece la envidia
d_ureza! Seguía � dhirien � o a esa identificación yoica viril, lo c ual explica del pene, decía, entonces, en el caso de una mujer normalmente provista
,
sm �uda la tens10n agresiva con los hombres q ue se interesaban en ella. En de una, hay que s uponer una represión de la posición femenina como pre­
espe¡o con ell ?s Y en un pie de igualdad, no podía aceptar ser su objeto, via a esa envidia. (Vale decir q ue la posición femenina primera consistiría
a unq u� se exotara sexualmente. Se pensaba imaginariamente hombre y su en el hecho de q ue una niña supiera q ue tiene u na vagina; luego lo olvida­
,
depres10n durante las ''. aventuras " se explica debido a q ue, frente a un ría y se encontraría entonces en un estado comparable a la paciente de
h_�mbre, qu edaba despo¡ada de su imagen narcisista y su yo viril. Esa rela­ Fairbairn, q u e nunca la tuvo; sólo en ese tercer tiempo, en consecuencia,
c�on en espejo, la as uru:ión de su identificación viril por rodeos su blimato­ desearía el pene. ) Esta teoría, por lo tanto, permitiría contradecir la tesis
nos (1 � enseñanza �um� l ía e s� papel para ella), reforzada también por el freu diana q ue funda el destino de la femineidad en la fase fálica y la envi­
anunc�� de su ? 1smmuc1on , f1s1ca,
, provocaban una alternancia de e uforia, dia del pene. Para Fre u d no hay posición femenina previa a la fase fálica.
s:nsac1on de tr� unfo y depresión. Frente a su ideal de perfección fálica, vol­ En ese razonamiento hay tres errores: asimilar la percepción event ual
v1an a � resentarsele_ : monees con d ureza s us dificultades de docente y s u que de su vagina tenga una niña a la inscripción inconsciente de u n signi­
comple¡o de castr��10n. En efecto, creerse imaginariamente hombre y faló­ ficante como el falo es elevar toda percepción corporal al rango de lo sim-
foro es para �na mna un factor permanente de tristeza, q ue se reaviva cada . bólico, lo cu al es contrario a la experiencia analítica. Como en el incons­
vez que el su¡eto se ve ante algu na debilidad: por eso el análisis debe hacer­ ciente de las mujeres no se encuentra una inscripción del significante
le elaborar su complejo de castración y as umir s u privación8 (falta real de "vagina" correlacionada con un goce que le sea propio, hay que suponer,
o bien q ue esa inscripción no se produjo, y que la femineidad no es s uscep­
tible de inscribirse como tal en el inconsciente y que por lo tanto es Otra
7. R. J._ Stoller, �echerches sur l'ídentité sexuelle, op. cit., pág. 72, nota 1: "Si (posición de Lacan); o bien q ue se produj o y fue totalmente reprimida, lo
Freud l�ub1ese estudiado a mujeres sin vagina, supongo que habría comprobado
_
que lo �mco que una mu1er desea m,ás que un pene es una vagina. Sólo puede dar­
se el lu10 de desear un pene cuando tiene órganos genitales normales". 9. Cf. S. Prc:ud, "Fragment d'une analyse d'hystérie . . . ", op. cit., pág. 33.
8. J. Lacan, Le Séminaire. Livre :¡v, op. cit., pág. 59.
1 74 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 1 75

cual es un sinsentido desde el punto de vista de la teoría de la represión. El análisis había puesto de manifiesto una serie de figuras identificato­
Una represión siempre deja huellas; de lo contrario, se habla de rechazo o rias cruciales para la paciente, que Fairbairn consideraba como fenómenos
forclusión 1 como en la psicosis. Aun la represión originaria deja la marca lindantes con la personalidad múltiple: el "pillo malicioso " que era su yo
de un punto de atracción para represiones secundarias. viril del período de latencia; "la crítica" , que era una figura superyoica (la
El segundo error consiste en pensar que no tener vagina y "reprimir" propietaria del j ardín mágico, la madre, ella misma como profesora ); la
un goce vaginal son equivalentes. En ese caso hay además una confusión " mártir" del sueño, que era una mujer fálica; y por último "la niñita" de
de lo simbólico y lo real. cinco años, que representaba el yo ideal de la paciente. La " niñita " era lo
El tercer error es el de simplificar al extremo la posición femenina, que le habría gustado ser de pequeña pero que jamás había sido, pues ha­
identificándola con el reconocimiento de la vagina. Estos errores datan de bía elegido ser el " varón malicioso" .
la querella del falo, que dividió a los analistas en la década de 1 930. 1 º ¿ A qué conclusión podemos llegar, entonces, con respecto a la sexua­
ción de este sujeto ? Muy pronto, mucho antes de que surgiera el tema de
Un set de identificaciones su malformación, ella había cubierto la vía femenina, entrevista pero re­
chazada ( " la niñita" ) , mediante una identificación viril muy sólida, el "pi­
Un sueño, el último del período "paranoide" de la cura, en el que ella llo malicioso " . De conformidad con esa elección precoz, el anuncio de su
ya no toleraba los encuentros con los hombres, muestra que la analizante disminución física, en la adultez, había reforzado la identificación viril. La
de Fairbairn no había enterrado la cuestión de la femineidad, tan caracte­ analizante esperaba así quedar liberada de la "carga de la femineidad", pe­
rística de la histeria. En ese sueño, ella visitaba a una amiga del colegio, ro se vio enfrentada a su complejo de castración no resuelto, señalado por
encarcelada por un crimen no especificado en el que la propia paciente es­ numerosos síntomas de depresión e impotencia. El trabajo analítico la lle­
taba implicada como cómplice de su hermano. La amiga estaba sobre un vó entonces a elaborar una nueva respuesta fantasmática a la cuestión de
pedestal, heroica y majestuosa, aureolada como una mártir sacrificada por la femineidad. Su solución tenía en cuenta que ella era una muchacha, pe­
una sociedad chapada a la antigua y puritana. En el sueño sobrevolaba la ro con un raro defecto: " Ser una santa y una mártir". Dicha solución tuvo
idea "mesiánica" de que ese calvario tendría efectos sobre la humanidad. un efecto estabilizador evidente, pero consolidó una identificación fálica
Dejaremos a un lado la interpretación habitual del analista referida a la masiva que la dejó en un frágil estado y suscitó recaídas depresivas ulterio­
culpa y el sadismo, sin excluir que la tonalidad irónica del sueño {la socie­ res. Al parecer, la prosecución del análisis no la condujo luego a otra posi­
dad mezquina y puritana) estuviera ligada a ese contexto interpretativo ción ni a asumir verdaderamente la castración.
oprimente. En los términos de la teoría de la sexuación, ese sujeto, declarado niña
En él nos parece advertir una respuesta fantasmática del sujeto a la sin ambigüedad al comienzo de su vida (tiempos uno y dos concordantes ),
cuestión de la femineidad, resultante de una elaboración inconsciente de su inscribió su sexualidad en la función fálica y se sostuvo inconscientemente
propia disminución fí�ica. Si ser una mujer representaba para ella una es­ como varón rechazando desde muy temprano la vía femenina (tiempo
pecie de martirio, y la propia paciente, excepción entre las mujeres dado tres). El anuncio tardío de su anomalía física ( tiempo dos " bis " ) no hizo
que no podía ser esposa ni madre, se consideraba como "una de las conta­ sino confirmar y reforzar la elección del tiempo tres, pero los síntomas de­
das mujeres del mundo que no deben cargar con el peso de la condición fe­ bidos a esa elección contraria al discurso sexual (tiempo tres en desacuer­
menina", ¿ no sería ella una criatura elegida? Ese sueño, que marcó el final do con el tiempo dos) se intensificaron. El análisis le hizo elaborar una
de su período "paranoide", la mostraba como una mujer fálica, con la nueva solución que tenía en cuenta que era una mujer, y anormal, lo cual
apariencia de la virgen mártir objeto de adoración: asumía en él su defec­ se encauzaba en el sentido sacrificial que puede asumir la histeria con el
to y lo reconocía 'simbólicamente para convertirlo en una corona. La alu­ beneficio, aquí muy claro, de mantenerse como fálica. Esta cura, por lo
sión a la identificación viril (la complicidad con el hermano) subsistía en el tanto, confirmó una inscripción toda fálica, una sexuación más bien situa­
sueño. da del lado hombre, determinada precozmente y al margen del anuncio
contingente de un defecto anatómico. Podemos preguntarnos si no existía
una posibilidad tenue de inscripción del sujeto como no-toda fálica, si­
10. Sobre ·e se debate, véase la obra de Marie-Christine Hamon, Pourquoi les gu iendo la pista de esa " niñita" enterrada tan pronto. La orientación teó­
femmes aiment-elles les hommes?, París, Seuil, 1 992 [traducción castellana: ¿Por rica y clínica del análisis excluyó este camino.
qué las mujeres aman a los hombres?, Barcelona, Paidós, 1995].
1 76 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 1 77

UN CASO "NEUTRO " DE STOLLER no había hecho más que acentuarse luego del anuncio de su disminución
física .
Otro caso de intersexualidad, más reciente, descripto por R. Stoller en Para Stoller, este caso enseña que la "atribución" del género femenino
1 9 6 8 , 1 1 muestra una evolución opuesta al de Fairbairn y confirma en la por el entorno es determinante, mientras que, desde el punto de vista bio­
misma medida la importancia del tiempo tres. La paciente, una joven, fue lógico, esta j oven no tenía justamente ninguna femineidad. Esto confirma
objeto de exámenes médicos a los dieciocho años, porque no tenía pechos . entonces su tesis ya mencionada, que omite por completo nuestro tiempo
ni menstruación. Se reveló entonces que era "biológicamente neutra" (xo tres y según la cual "cualesquiera sean los determinantes biológicos del seº
en el plano cromosómico) . " En su conducta, su ropa, sus deseos sociales y xo, llegamos a ser integrantes del sexo que se nos ha asignado " . 1 3 La se­
sexuales, sus fantasmas, nada podía diferenciarla de las otras muchachas xuación, en consecuencia, es obra de los otros; el sujeto casi no tiene parte
del sur de California", dice Stoller. 12 Una laparotomía mostró que no te­ en ella ni es responsable de nada: ya acepte el sexo asignado por el tiempo
nía ni vagina ni útero, pero sí órganos genitales externos de apariencia fe­ dos o lo rechace, si es transexual, habrá que buscar la causalidad de esa si­
menina normal. Se le anunció entonces que era estéril, pero que la vagina tuación de hecho en la madre y su deseo, donde con seguridad se la encon­
podría corregírsele quirúrgicamente cuando quisiera casarse. Su sufrimien­ trará. La teoría de la identidad de género se convierte así en una especie de
to fue tan intenso que tuvo que empezar un tratamiento psiquiátrico con ontología, la búsqueda de un núcleo de ser, más fuerte que cualquier otra
Stoller, quien descubrió en ella tres orientaciones ligadas a identificaciones cosa, que el sujeto recibió del Otro. Es divertido que Stoller pretenda que
femeninas. un caso como el de Fairbairn no puede existir. 14 Dicho caso presenta j us­
La primera era el deseo de casarse y ser madre, que databa de su infan­ tamente una contradicción entre la identidad de género de la paciente, que
cia: tenía entonces una muñeca que había decidido conservar para entre­ es bien femenina, y su sexuación real, deducida de los datos de su análisis
garla más adelante a su propia hija. Se ocupaba con pasión de sus sobrinos y de la reconstrucción de su neurosis infantil. Esa sexuación muestra una
y sobrinas cuando eran bebés. Desde hacía dos o tres años, la ausencia de elección más bien viril, toda fálica.
menstruación la angustiaba y soñaba reiteradamente que estaba embaraza­ Como el caso de R. Stoller no se analiza, no tenemos de él tantos deta­
da y debía casarse. lles como del caso de Fairbairn. Los relacionamos porque presentan datos
La segunda orientación era la inquietud por su cuerpo y sus órganos análogos en el comienzo: niñas anatómicas (tiempo uno) son consideradas
genitales, que la llevaba a compararse con otras jóvenes. Creía que las como tales por el entorno (tiempo dos ). En la pubertad, se advierte que
otras "estaban obligadas por su cuerpo [ . . . ] a buscar una satisfacción se­ hay un problema físico grave (carecen de vagina y de útero). La paciente
xua l " . Localizaba esta causalidad corporal que atribuía a la satisfacción de Stoller parece haber elegido el lado femenino desde la infancia: narcisis­
exclusivamente en lo que ella no tenía. En efecto, si bien podía tener or­ mo corporal muy pronunciado, puesta en primer plano de la satisfacción
gasmos por masturbación clitoridiana, no se conformaba con ellos, no tan­ pulsional, gusto por la mascarada femenina, ganas de entrar en relación
to en el plano del goce como desde un punto de vista narcisista: "No po­ con los hombres, intenso deseo de ser madre, etc. A falta de datos menos
seía esa insignia esencial de la mujer, una vagina normal", dice Stoller. En superficiales sobre su inconsciente y su goce, consideremos entonces que
consecuencia, se le permitió conseguir por medios quirúrgicos la vagina son índices de femineidad. El anuncio de su disminución física la hunde ló­
que no había obtenido naturalmente, y tomó hormonas femeninas que le gicamente en el dolor, pero refuerza su posición y sus antiguos deseos. Así
desarrollaron los pechos. Todo ello la hizo muy feliz: pudo tener relacio­ pues, por una parte este caso es el inverso del precedente: en condiciones
nes sexuales normales con hombres y formar un matrimonio sólido. análogas, una se ve empujada hacia el hombre (la de Fairbairn), la otra ha­
La tercera orientación femenina de la paciente concernía a su antiguo cia la femineidad ( la de Stoller). Pero, por la otra, tratándose de dos casos
interés por las "cosas" de mujeres: ropa, maquillaje y todo lo que se valo­ en l os cuales los sujetos se inscriben en la función fálica (tiempo dos), el
ra socialmente como femenino. Gastaba todo su dinero en vestidos elegan­ anuncio tardío de la anomalía genital acentúa la elección infantil del sujeto
tes y sólo trabajaba con ese objetivo, y no por necesidad. Esta tendencia (tiempo tres).

1 1 . R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit. , capítulo 2, "Le pa­
tient intersexué dont l'identité de genre est normale" , págs. 37-44. 13. Ibid., pág. 34. Cf. supra, capítulo m, págs. 77-8.
12. Ibid., pág. 37. 14. Cf. suprtt, pd¡¡, 1 72, IHltn 7.
1 78 LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS SEXOS CONTRADICHOS 1 79

DE LA NECESIDAD DE DIFERENCIAR En el próximo capítulo, con el caso de lves, veremos que en un sujeto
TRES MOMENTOS DE LA SEXUACIÓN que no inscribe su goce en la función fálica es posible un cambio de sexua­
ción, que puede vincularse a contingencias mucho más tardías que cuando
Resumamos el aporte de estos tres ejemplos de "sexos contradichos" a se trata de sujetos neuróticos.
la lógica de la sexuación. El caso de lqallijuq demuestra que si el tiempo
dos (discurso sexual) contradice el tiempo uno (anatomía ), reconocido
empero socialmente, éste se vuelve tanto más real, marcado como difícil o
imposible de alcanzar, mientras que el tiempo tres (elección inconsciente
del sex·o por el sujeto) queda abierto, a veces incognoscible sin el análisis.
No está completamente determinado ni por el tiempo uno ni por el tiem­
po dos.
Los casos de intersexualidad de Fairbairn y Stoller demuestran la esta­
bilidad de la elección hecha en el tiempo tres, en la infancia, esté o no de
acuerdo con el tiempo dos del discurso sexual, en sujetos neuróticos ins­
criptos en la función fálica. La "anormalidad" biológica no parece haber
tenido una influencia decisiva sobre la sexuación -no hablamos de la se­
xualidad- y el anuncio hecho a los sujetos con respecto a su anomalía no
hace sino reforzar las direcciones tomadas anteriormente.
Estos casos 1 5 nos dan certeza, por ende, de la necesidad de distinguir
con un carácter de muy reales los tiempos uno, dos y tres de la sexuación,
que definimos en el capítulo anterior.

15. El lector tal vez se sorprenda de que no hayamos estudiado una variedad
más grande de casos en este capítulo, por ejemplo casos masculinos en el tiempo
uno. Pero, estos tres casos bastan por una parte para porier de relieve las diferen­
cias reales entre nuestros tiempos uno, dos y tres. Por la otra, el método psicoanalí­
tico no es estadístico, sino más bien paradigmático o inductivo. Un caso bien esco­
gido puede enseñar más sobre la estructura que un muestreo de casos "observados"
sin que se haya escuchado adecuadamente a los sujetos interrogados. Elegimos, en
consecuencia, dejándonos guiar por nuestro interés y nuestro gusto, sin tener pre•
tensiones de exhaustividad. Por último, tuvimos la oportunidad de escuchar a nues­
tra colega Anicette Sangnier referirse a un caso masculino de síndrome de Klinefel­
ter en análisis. Dicho caso mostraba que la elección precoz del lado masculino de la
sexuación no era impugnada por el anuncio de su defecto genético y anatómico,
hecho en la pubertad. Sin embargo, al igual que en el caso de Fairbairn, esto había
acentuado un síntoma (una obesidad) que significaba una identificación con el se­
xo opuesto, a la sazón el femenino. El sujeto en cuestión había tenido durante mu­
cho tiempo una sexualidad satisfactoria con una mujer, sostenida por un rasgo de
perversión; nada, por lo tanto, que no fuera habitual en un hombre. En ese caso se
advertía con claridad que ser hombre no depende tanto del hecho de tener un pene
como de la comodidad del sujeto con los semblantes fálicos. Cf. A. Sangnier,
"L'impossible castration de Monsieur C. L'analyse d'un patient atteint d'un syn•
drome de Klinefelter", en Figures du pousse-a-la-femme, seminario 1 994-1996, Pa­
rís, Édition du Cercle franco-hellene de Paris de l'E.E.P., 1 996 (octubre).
Tercera parte
SEXUACIÓN Y PSICOSIS
VII

EL TRANSEXUALISMO
Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL

Para comprender lo que está realmente en j uego en el transexualismo,


tenemos que referirnos al segundo tiempo de la sexuación, el del discurso
sexual y el "error común" . 1 Éste consiste en aplicar falsamente lo univer­
sal a lo particular.

RAZONES DE UN RECHAZO DEL ÓRGANO

El universal es el falo como significante amo que categoriza el goce se­


xual y la diferencia entre el hombre y la mujer. En nuestra civilización no
existe otro significante que signifique para todos el goce sexual en el in­
rnnsciente y articule también su límite (castración). Ésa es la razón por la
que el falo tiene una importancia tan grande para la comunidad y los lazos
1ociales.
El particular en cuestión aquí es un sujeto que experimenta goces y
1¡ue, debido a que es un ser hablante, deberá interpretarlos y localizarlos
rnn el lenguaje, teniendo en cuenta los significantes que en un inicio reci­
hc.- de los otros: su madre, su familia, la sociedad en la cual vive. Entre
tilos el falo ocupa un lugar esencial. Si la madre del sujeto es neurótica,
presa del Penisneid como sucedía con la madre del pequeño Hans, el valor
drl falo se transmite al sujeto por el discurso materno. El problema de la
• 11 tcgorización de su goce con ese significante s urge cuando su "pipí", co-

I , J. Lacan, Le Séminaire. Livre XIX, op. cit. , clase del 8 de diciembre de 1971 .
1 1 1111entamos el "error común", expresión de Lacan, y la lógica de la sexuación en
t 1 rN t iempo• que hemo1 con1truido, en el capítulo v, pág. 135 sq.
1 84 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 185

mo dice Hans, se mueve solo. Antes de llegar a ello, Hans, que tiene una la eclosión delirante de manera contingente a partir de un suceso de la vi­
fobia a los caballos atribuible a la carencia paterna, interpreta el goce del da real. De allí el interés de saber reconocer y diagnosticar estas psicosis.
órgano con los significantes dominantes que lo rodean. Por eso dice que La forclusión del falo puede asumir figuras sumamente diversas, que se
su pipí salta y muerde como un caballo.2 El ejemplo de Hans nos muestra, observan en el campo de la sexiialidad. A veces son muy visibles, por su
por otra parte, la dificultad que tiene el sujeto para inscribir su goce bajo carácter delirante: cuando Schreber pone en este lugar el "asesinato de al­
el significante fálico; no sólo se trata de un asentimiento subj etivo, una mas ", 6 especie de crimen de contenido enigmático que alude a un incesto
aceptación, sino también de un trabajo de elaboración cuya amplitud nos fraterno cometido varias generaciones atrás a instancias de un ancestro de
muestra la fobia. Esa ela boración es comparable a una verdadera mitolo-, su médico Flechsig, nadie duda de la psicosis. Pero en un caso como el de
gía privada. El precio a pagar para que el falo signifique el goce es la neu­ la j oven que decía "soy un pescado'',7 la forclusión sólo es perceptible si se
rosis. Aceptar inscribir el goce en la función fálica es en primer lugar acep� señala en sus enunciados la puesta en continuidad entre el discurso mater­
tar el camino a través del cual se transmitió el falo, es decir, el goce y el no sobre su fealdad (puntapié de un varón) y la idea de una operación cor­
deseo de la madre, y luego darles la significación fálica haciendo del Nom; poral que le devuelva su belleza y el amor de los hombres. En ocasiones,
bre�del-Padre un síntoma. 3 El neurótico almohadilla su goce con el Nom-1. los indicios de psicosis son muy tenues. Es lo que sucede en algunos tran­
bre-del-Padre. sexuales. Estos sujetos se presentan como normales, no ponen en entredi­
Pero nuestro particular, el sujeto, también puede rechazar la correlat cho el orden del mundo y a menudo abrigan los ideales más convenciona­
ción propuesta por el discurso sexual entre goce y falo, en cuyo caso ese les. Simplemente afirman que no nacieron con el sexo adecuado, que son
discurso común caerá en el "error común" en lo que le concierne: el de el objeto de un error de la naturaleza y que siempre lo supieron. Hay clíni­
aplicarle criterios fálicos que él forcluye. La libertad del psicótico es ese re• cos que no los consideran locos y aceptan operarlos para "cambiarles el
chazo que prescinde radicalmente del Nombre-del-Padre y del falo. Para sexo " . Cuanto más fuerte y antigua es la convicción de los sujetos, más
categorizar la sexuación y el goce, debe inventar otra manera de alrnohál j ustifica la operación. Probablemente se deba a que su idea fija parece cen­
dillar4 el goce. Hemos visto un ejemplo de ello con Maria, y otro con el trada en una apuesta concreta y material que no tiene una apariencia psí­
caso del señor A. 5 Esas maneras de anudar los elementos de la vida, de ha� quica. ¿ Los clínicos neuróticos que los escuchan han olvidado sus propias
cer soportable el goce mediante un síntoma (el sínthorna) en la psicosis, no dudas sobre la cuestión del sexo?
se centran forzosamente en la sexuación ni son necesariamente delirante• Esos casos "normales" se denominan de " transexualismo prirnario"8 o
Cuanto más éxito tengan esos modos de anudar real, simbólico e irnaginaa¡ "transexualisrno de la infancia " . 9 Por intermedio de los clínicos que torna­
río, más "normal" será el aspecto del sujeto y menos evidente su psicosi'9 ron al pie de la letra los dichos de estos pacientes, esos casos contribu­
Esto no impide que exista la estructura psicótica ni que pueda producif4 yeron a esta blecer el concepto de género (gender). Este concepto es una
verdadera ficción si no se lo reduce a lo que es, un sistema de identifica­
ciones 10 imaginarias y significantes que debe difere�ciarse de la sexuación.
2. S. Freud, "Analyse d'une phobie chez un petit gan;:on . . . ", op. cit., pág. 1 1 1 , En efecto, si bien la teoría del género contiene sin duda un núcleo de ver- .
nota 2 , y J . Lacan, L e Séminaire. Livre I V• . . , op. cit., pág. 340. dad, a saber, que en la sexuación no todo es anatómico, reactualiza la vie­
3. Cf supra, capítulo 11, págs. 51-5, capítulo m, págs. 96-8, y capítulo IV, pág, ja idea de una dualidad entre cuerpo y espíritu, que se asemeja a la del al-
1 1 9 sq., donde desarrollamos el lazo del síntoma con el Nombre-del-Padre en la
neurosis. En los lugares citados estudiamos el síntoma en la neurosis y también en
la psicosis, en la cual el Nombre-del-Padre está forcluido. El sínthoma es un sínto,
ma que mantiene unidos lo real, lo simbólico y lo imaginario. 6 . D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., capítulo 11, pág. 35.
4. Cf. La Conversation d'Arcachon, cas rares: les inclassables de la cliniqu4t 7. Cf. supra, capítulo u, págs. 68-9.
París, Agalma, 19 97, col. " Le Paon", dirigida por J.-A. Miller. Miller propon(t 8. Cf R. J. Stoller, Masculin ou féminin?, op. cit., pág. 39 sq., que toma este
considerar la existencia de una homología entre el campo de la neurosis y el de 111 concepto de Person y Oversey, " The transsexual syndrome in males l. Primary
psicosis, a partir del concepto del "punto de capitón", originado en el Seminario tmnssexualism", en Am erican ]ournal of Psychotherapy nº 2 8 , Nueva York, ene­
III de Lacan, capítulo XXI, pág. 293. En la neurosis, el punto de capitón es el ro de 1974, págs. 4-20. Cf. C. Chiland, Changer de sexe, op. cit., pág. 3 1 .
Nombre-del-Padre; en la psicosis será otra cosa, que Lacan denominó "sínthoma" 9 . Cf. R. J. Stoller, Recherches sur l'identité sexuelle, op. cit., pág. 1 1 7, y sobre
a partir del caso de Joyce en 1 975. Cf. supra, capítulo I, pág. 39, nota 32. su ausencia de psico1i1 1 pág. 127.
5. Cf. supra, respectivamente capítulo IV, pág. 128, y capítulo 11, pág. 50. 10. Cf. sup1'a, � pítulo 1111 pág. 80 sq., y capítulo IV, pág. 1 05 sq.
186 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 187

ma y el cuerpo. El gender es algo así como una especie de alma sexual ver­ berarse del error que trasladó a l o real, a través del lenguaje, l a pequeña
dadera del: &lilljeto. De hecho, la realidad es mucho más compleja, pues eI diferencia anatómica. Quiere, por ende, cambiar de órgano para desha­
criterio subjietivo de lo verdadero es ef goce: "trahit sua quemque volup­ cerse de ese error, porque a partir de ese órgano se lo señaló varón o niña
ta·s."'} ll Si¡ al <i:S<.::uchar a alguien tenemos esto presente, la convicción que en las categorías fálicas forcluidas para él. En realidad, es una locura,
muestra el, suj;e.t;o influirá menos en nosotros y busca.remos sus coordena­ porque lo que rechaza no es el órgano sino el significante, como signifi­
das reaJ:es, y su i'ó gica. Así ocurre en el: caso de Ven, extremadamente con­ cante del goce sexual que para él es demasiado real, por no haberse corre­
vincente y ccmseeuente. cons:igo mismo:. no obstante, demostraremos su lacionado con el falo.
psi�osis Y' ree©l'l:Stitufremos l'a construcci:&.n de su sexuación de hombre en Por otra parte, a menudo el sujeto sólo invoca el órgano para eliminar­
un cuerpo de mNjer. lo, en una especie de contrasentido, porque el objetivo es el significante
En real'id\3.·d, el transe:xu:al' es quien denunóa eI error común y rechaza universal del goce, el falo. Pero también podemos suponer que estos suje­
de la, m.a:nera más. aguda d discurs. o sexua:F, en fa unión de Io.s tiempos tos psicóticos, que no construyeron un delirio de transformación en mujer
uno y dos d'e la• sexuacibn, precisamente e111 e.¡. punto en que ese discurso -contrariamente a Schreber, que no necesita para ello de la cirugía- y que,
interpreta eli órgano de mocl'o exdusirv a:nrrente fálico. El transexual mascu­ además, no suelen ser paranoicos, no logran inventar una construcción pa­
lino hace· implícitamente d sig1üente razonamiento: "Si tengo un pene, us.­ ra interpretar el goce del órgano. Por esa razón, quieren suprimir de raíz la
tedes deducen que tengo· un falo. Ahora bien., no experimen�o ese· goce fá­ propia zona erógena, fuente pulsional angustiante. Esto se confirma por el
lico. Por lo, tanto, córtenm:e el pene. y a,sf ya no cometerán el mi·smo hecho de que, a menudo, la operación no se exige en absoluto con la espe­
eJJror" .. La muchacha tnaasexual razona de manera simifar: "Con el pre� ranza de experimentar el goce sexual del otro sexo, sino por razones de
texto de que tengo órganos genitales femellliÍn os, ustedc;:s nacen de mí af­ " ser" ( apariencia, identidad social, cambio de estado civil, etc. ). En el ca­
guien sujeto a una falta fálica. Pero, yo no asumo esa falta fálica . Por lo· so de Ven, veremos que reclama el órgano del otro sexo en nombre de la
tanto, denme un órgano y ya, no cometerán el mismo erro:r. Yo estoy al verdad y el amor. La eliminación real del órgano es, por lo tanto, la conse­
margen de vuestras normas". Estos sujetos dicen a menudo de manera es'­ cuencia del rechazo forclusivo del significante de la norma sexual, el falo.
tereotipada que tienern un alma femenina dentro d'e un cuerpo de hombre La locura consiste en equivocarse de meta: apuntar al órgano y no al
o a la inversa, y que son víctimas de un error de la naturaleza. Hasta significante, a causa del goce. Por eso es tan importante establecer el
aquí, se trata. de una idea delirante que denuncia el orden del mundo. ( de diagnóstico estructural de psicosis. Responder a esos sujetos aceptando su
la Naturaleza) como no conforme a la verdad del ser de excepción a, la ley demanda quirúrgica plantea un problema ético, ya que el discurso médi­
que ellos encarnan. Pero la locura del transexual consiste en q;ue quieré co se erige entonces, en cierto modo, en instrumento de la psicosis. Lo
forzar lo real del tiempo uno mediante la cirugía: corregi·r la anatomía, que exige el transexual es sin duda una variante de la automutilación
siendo así que el p.t'bblema está en la unión de lo real y lo simbólico, don­ -frecuente en la psicosis- pero disfrazada de normalidad, en nombre de
de se articulan goce y lenguaje. Para el transexual, varón, mujer, pene, va,. una supuesta libertad de cada uno para disponer de su cuerpo y de su de­
gina, etc., no son, como lo supone el, discurso común, signifrcaclb-s del sig­ recho a beneficiarse con una reparación del "error de la naturaleza" por
nificante fálico. Ése es el " error común" : sólo sería, cierto si el niño que parte de la sociedad. Pero la sociedad no reconoce ese derecho del indivi­
fue hubiese sentido el carácter fálico del goce, hubiera extraído las canse• duo sobre su cuerpo cuando linda con la muerte (suicidio) o la violencia
cuencias correspondientes en su relación con el hombre y la mujer y las (automutilación). Por lo tanto, no tiene ningún motivo para echar una
hubiese aceptado. Pero no ha inscripto en la función fálica los goces expe· mano a la locura del tr.ansexual. ¿ No hay también locura, inconsciencia o
rimentados. Rechazó el goce fálico; por lo tanto, los dichos de los adultos mala fe en el médico que acepta la operación y admite de ese mo.do que
quedan invalidados. A juicio de Lacan, 12 el transexual es quien quiere ¡¡. cambiar la forma externa de los órganos genitales equivale a cambiar de
sexo, cuando no habla -y es el colmo- de "cuestión de comodidad" ? En
todo caso, se ignora la estructura cuando se cree que un sujeto se liberará
1 1. "Cada uno sufre la atracción de su propio placer" , Virgilio, Bucoliques, 2, del azote de su goce eli�inando el lugar del cuerpo en que éste se localiza
65, en F. Gaffiot, Dictionnaire latin-franfais, París, Hachette, 193'4, pág. 1 5 89 de manera electiva. Ese goce es inevitable y real, y surgirá de otro modo y
[traducción castellana: Bucólicas, en Bucólicas/Geórgicas, Barcelon.a, Planeta• para peor: en todo el cuerpo, por ejemplo (hipocondría), o localizado en
Agostini, 1996]. otras zonas erógenas incontrolables (esquizofrenia ), e incluso a través de
12. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xrx, op. cit., clase del 8 de diciembre de 1 971. la eclosión de un del iriu tras la operación (paranoia), siempre que la pér-
188 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 189

dida de un ideal o una persona amada no precipite un episodio melancóli­ pañero de juegos, dice Freud, 1 3 "ella [la niña] j uzgó y decidió. Vio eso, sa­
co. Los ejemplos de Ven e Ives, dos casos de transexualismo de los dos se­ be que no lo tiene y quiere tenerlo" . ¿ Qué se ocultaba detrás de ese recuer­
xos, nos muestran qué es una sexuación construida sin el apoyo de la fun­ do, de esa imagen tan trivial? ¿Una cadena significante reprimida y articu­
ción fálica. lada con un recuerdo encubridor, que nos llevaría al complejo de
castración femenino? ¿O más bien la forclusión de la significación fálica?
La historia de Ven se anuda de manera traumática con la de su país,
UN CASO DE TRANSEXUALISMO FEMENINO: que es el telón de fondo de ese recuerdo. Su padre era un alto funcionario,
UNA SEXUACIÓN IMAGINARIA que tras un cambio de régimen político fue encerrado en un campo cuan­
do Ven tenía tres años. Su madre tuvo que tomar entonces una especie de
Ven es una joven que quería que le pusieran una prótesis peniana y con "decisión de Sophie": 14 así es, en todo caso, como la muestra Ven. Se que­
l a que tuve varias entrevistas algunos meses antes de su partida al extran­ dó con su hijo, de dos años, y envió a su hija , Ven, a vivir con sus propios
j ero, prevista desde mucho tiempo atrás . Desarrollaremos tres puntos: la padres, con quienes ésta permaneció hasta los seis años, sin verla. Su padre
importancia de una imagen primordial para la construcción de una sexua­ se fugó entonces del campo, volvió enfermo j unto a su mujer y llamó de
ción transexual de varón, el diagnóstico de psicosis y las razones de la exi­ inmediato a su hija, a quien adoraba. El sujeto no tiene ningún recuerdo
gencia de un pene. de este período; recién aparecen a partir del regreso del padre; cuando te­
nía seis años y volvió a reunirse con su familia. En ese momento reencon­
Un encuentro, una imagen, una decisión tró a la pareja formada por su madre y aquel a quien'ella había elegido, su
hermano.
En primer lugar la imagen. Cuando conocí a Ven, hace algunos años, La familia decidió huir a Francia, donde había estudiado el padre. Per­
tenía el aspecto de un hombre joven y grácil de rasgos delicados. Había manecieron un año en un campo de "refugiados;' en el que las condiciones
concertado el encuentro con ese nombre de pila asexuado, pero me anun­ eran muy duras. El recuerdo del chico que orinaba de pie, aéompañá.do de
ció de entrada que era una mujer, anatómicamente y según sus documen­ la convicción de Ven de que "quería ser " o "era" eso, según las variacio-
tos, y que se sentía como un varón. Le habían aconsejado que consultara. . nes de sus enunciados, data de ese año transcurrido en el campo, en un
a un "psi " antes de la operación que le daría su "verdadero" cuerpo de . contexto dramático. Ven comenta esta imagen describie'n.do su doble sen­
hombre, y estaba a punto de empezar a tomar hormonas masculinas, timiento de molestia y reproche hacia su madre, que fo' arreglaba coqueta­
Contaba con mi intervención en su favor ante los tribunales y los ciruj�"' meme como una niña, y su envidia violenta hacia ; ese hermano, el preferi-
nos, pero le advertí que yo no tenía influencia alguna ni sobre unos ni so­ do de ella.
bre los otros: dudaba a priori que una operación semejante pudiese resol­
ver su problema. ¿Para qué le serviría entonces hablar conmigo, me Matriz de la sexuación y trauma
replicó desilusionado, si no podía ayudarlo a encontrar, gracias a la ope­
ración, "la prueba de su ser " , el pene que armonizara su cuerpo con su Por eso hacemos de esta escena la matriz de su sexuación transexual.
convicción íntima de pertenecer al sexo masculino ? Para hallar otra solu­ Señalamos en primer lugar que el regreso del padre, inicio literal de su his­
ción a "la prueba de su ser" que no fuera una operación tan cruel, simpJo.. toria pese a su carácter tardío, es una verdadera intrusión significante pa­
mente le contesté. Aceptando su travestismo, seguí hablándole en mascu­ ra · el sujeto: éste no tiene un antes inscripto en su· memoria, consciente o
lino, cosa que, por otra parte, había hecho espontáneamente desde el inconsciente. Es como una creación ex nihilo, un nacimiento, una especie
primer momento. de nominación, de reconocimiento por parte del padre a los seis años. Ve­
Su convicción no había sido en principio más que una impresión de ex­ remos que otros aspectos confirman este lugar casi divino del padre. Ése es
trañeza desde siempre, un curioso malestar por ser mujer. Pero una imagen también el momento en que el sujeto, nombrado, existe y puede elegir.
que se había fijado en su memoria, uno de sus escasos recuerdos infantiles,
era para él la matriz de la decisión de cambiar de sexo. A los seis años,
Ven había visto a un chico orinar de pie. Pensó entonces que eso era lo 1 3 . S. Freud, "Quelques conséquences psychiques . . . ", op. cit., pág. 1 27.
que quería ser: un varón. 14. Título de una novela de W. Styron [La decisión de Sophie, Barcelona, Gri­
Recuerdo muy freudiano: a la vista del pene de un herma no o un com· jalbo-Mondadorl, 2000],
190 SEXUACIÓN Y PSICOSIS E L TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 191

Creemos además que el verdadero "trauma" en el sentido psicoanalíti­ pone e n s u slip de hombre para "teneF ta p.rrotub€Ji;a;acia " , s e corta e l pel'o
co y freudiano del término no fue, para esa criatura abandonada a los tres y usa los viejos traj;es de estudiante de su padre,. los. únicos que le q,ued'an:
años, el horror del campo, sino el encuentro de la pareja madre-hijo que lo bien, dice. Se atreve entonces a mostrarse así en fa, casa,. Io cual: geriera un
había rechazado. La imagen del chico orinando de pie se interpreta enton­ conflicto duradero con los padres.
ces como el yo ideal del sujeto, a saber, su "yo " , completado por la ima­
gen del pene que es la insignia del deseo de la madre, la razón, adivinada El padre, la ley, la anatomía
por la hija niña, de su elección. Esta imagen, marcada para siempre en su
memoria como su propio acto de nacimiento, data del regreso del padre. Vacilé en cuanto a1' diagnósti<.:o de estructura .. .A priori, d pi;oyecto, de
Es ella la que fija su sexuación y decide la convicción con respecto a su ser: un cambio de sexo, articulado con una, certeza qru.e se sabe claudicante en
él "es" esa imagen o está a punto de serlo, va a serlo. Vacilación, sensible la neurosis, era de mal agüero., Y sin embargo yo dad'aba: ¡fa soltura de es­
en la enunciación de Ven, entre su yo y su yo ideal (el hermano). En ese te sujeto en el mundo, su facilidad para- pasar del masculino al fomenino al
"momento [ . . . ] de insight configurante" que Lacan designó como estadio hablar eran tan impresionantes! La formulación de su convicción, con las
del espejo, 1 5 el yo de Ven se identificó de manera alienante con ese otro, su pequeñas variaciones de enunciacióff que acabamos de mencionar, me pa­
hermano, en un cara a cara mortal: "O él o yo" . El otro, la imagen de en­ recía en definitiva· menos segura de k> que la había creído al principio.
frente, está siempre en posición de dominio: más segura, más derecha, po­ Consideraba muy metafórica su pr0ducci<f>n onírica y no podía desechar la
seedora de aquello que el sujeto no tiene. De allí la envidia, terrible por es­ hipótesis de un gran acting-out, apoyado en un fantasma construido a par­
tar clavada a la imagen, no mediatizable por ninguna palabra, de Ven tir de las escenas traumática&, violentas de su infancia en el campo. En con­
frente a ese hermano. Aunque la madre no figure en la imagen, es s u ver­ secuencia, me tomé tiempo para cerciorarme de que no se trataba de una·
dadero sostén y forma parte de la escena: ante todo, es la que sabe cuál es histeria, sino de una psicosis.
el hijo que más importa de los dos que están frente a frente. Portadora de Comprendí con más claridad, de resultas, por qué los transexuales lo­
un amor cruel, será para Ven el modelo de la mujer que exige que tenga graban persuadir a médicos y psiquiatras de que no eran psicóticos y que
un pene y que se presentará sin cesar en su vida. Esta exigencia, como ve• su única desdicha consistía en haber nacido con el sexo equivocado. De
remos, pasa j ustamente por el intercambio de miradas con las mujeres, que allí el recrudecimiento, particularmente en Estados Unidos, de las opera­
repite el intercambio de miradas 16 con la madre (o un sustituto) necesario ciones de transexuales mujeres, aún poco frecuentes en la década de 1 9 60,
para el reconocimiento de la imagen en el momento del estadio del espejo, cuando Stoller publicó Sex and Gender. La diferencia stolleriana entre se­
A partir de ese instante decisivo, Ven no variará. Menstrúa por prime­ xo anatómico e "identidad de género" psíquica referida a la conciencia ín­
ra vez a los catorce años, los pechos le duelen. Tiene representaciones de tima de pertenecer a un sexo y no al otro no es de gran ayuda conueptual.
pechos cortados, mutilados. En el coro los varones cambian de voz; él no, No obstante, los clínicos norteamericanos 17 y la jurisprudencia, en especial
desde luego. Desde entonces se viste de hombre y exige que sus compañelj en Francia, siguen apoyándose masivamente en ella.
ros le hablen en masculino, aprovechando el hecho de que su nombre de Pero volvamos a Ven. Un primer punto, en el que se constata cierta al­
pila es asexuado. Comienza a la sazón una doble vida, pues en la casa si• teración1 8 de lo simbólico, concierne al padre y la ley. A su llegada a Fran­
gue siendo Ven, "ella" , y sus padres no sospechan nada. A los dieciséis cia, Ven tenía siete años. Como carecían de documentos, el padre tuvo que
años se venda los pechos con elásticos que lo hacen sufrir hasta perder el certificar por su honor la edad y el estado civil de sus hijos. Muchos pa­
conocimiento. A los veinte, enrolla un pañuelo como un cilindro y se lo dres en esas circunstancias, me reveló Ven, ocultaban la edad de los hijos
disminuyéndola, a fin de que no sufrieran un retraso escolar. Su. padre era
demasiado honesto para cometer un fraude. Pero, me dijo Ven fugazmen­
te, habría bastado con que me inscribiera como de sexo masculino, como
15. Cf. J. L.acan, "De nos antécédents", op. cit., pág. 69, y "Le stade du miroi.t'
a mi hermano, para que "todo" hubiese cambiado.
comme formateur. .. ", op. cit., págs. 93-1 00. Cf. supra, capítulo 111, págs. 80-1.
1 6. J. Lacan, "De nos antécédents" , op. cit. , pág. 70: " Lo que se manipula en
el triunfo de la asunción de la imagen del cuerpo en el espejo, es el objeto más cva•
nescente por no aparecer sino al margen: el intercambio de las miradas, manifiesto 1 7. R. Blanchet, "Le transsexualisme apres Stoller", en Figures du pousse-a-la­
en el hecho de que el niño se da vue1ta hacia quien de alguna manera lo asiste, femme, op. cit., pág. 25.
aunqNe sólo sea porque asiste a su juego". 1 8. Cf. G. Troba1, "l 1 • 1ymbolique altéré" , en Ornicar? n º 47, 1 9 8 8 , pág. 8 0.
192 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL

Esta observación es extraña y resulta difícil no tomarla como un Wun­ mularse simbólicamente con la herramienta de la función fálica, vía el in­
sch, un deseo absurdo como aparece en los sueños. Se trata, más bien, del consciente y los síntomas, como sucede en la histeria, y por estar en conse­
signo de una idea delirante. Ya hemos señalado que todo comenzó con el cuencia forcluida, retorna en la realidad, donde se vuelve omnipresente y
regreso del padre, cuyo deseo devolvía a Ven a su familia y lo despertaba angustiante. Parpadea por doquier, deslocalizada, expresada por cualquier
a la memoria; despertar insoportable, sin ninguna duda, en el que se topó otro. 1 9 Algunos sujetos la escuchan entonces en una forma alucinatoria,
con lo real, como si saliera de la nada. El retorno del padre desencadenó la otros la interpretan. Es la inclinación de Ven. Brillante, está revestido de.
psicosis, que adoptó la forma del transexualismo a causa de la preferenci� un prestigio social reconocido por todos. "Soy una especie de líder, animo
de la madre por el hermano, concretada por el recuerdo fijador del varón las veladas" , me dice. Sin embargo, la mirada de las muchachas lo ator­
que orinaba de pie. Al padre se asoció la idea delirante de un poder de de­ menta cada vez más, mientras que las de los varones lo deja indiferente.
terminación del sexo, perceptible en esa frase. Es posible que esa idea da­ ¿Adivinaron o no aquéllas que es una mujer? Ven pasa el tiempo bosque­
tara de la llegada a Francia. Quizá se alimentó en la afirmación, que le jando argumentos con apariencia de galanteo. Se imagina, por ejemplo,
transmitieron varias veces, de que el padre quería decididamente una niña que un día en que faltó al trabajo, el jefe se acerca a una empleada, la ve­
como primer hijo. Pero existe la impresión de un deslizamiento, una pues­ cina habitual de Ven, llevando en la mano las planillas en que figuran los
ta en continuidad por el discurso entre lo simbólico de la ley y lo imagina� números de seguridad social j unto a los nombres, lo que implica por lo
rio del cuerpo al que se reduciría la anatomía. De un deseo del padre, tanto la mención del sexo. El jefe interroga entonces a esta joven que " no
cumplido al nacer (que fuera niña) , se deduciría que el deseo o la palabra está al tanto" ( de que Ven es una mujer): " ¿Ella no está ? " , pregunta.
tienen fuerza de ley sobre la anatomía. Al llegar a Francia, la palabra del " Querrá decir él no está" , replica la joven. Y en ese momento, Ven, que
padre habría podido modificar no sólo el estado civil, inscribirla como va­ me cuenta esta situación imaginaria, me dice que "transpira mental.mente"
rón, sino tal vez incluso, quién sabe, metamorfosear la anatomía de con­ ante la idea de su supuesto develamiento frente a la autoridad.
formidad con la ley del ser de Ven. El padre, cual un dios, habría podido Este tipo de anécdota, casi evocativa de las epifanías joyceanas2º por su
reparar así el "error de la naturaleza" , cuya responsabilidad le atribuye la índole banal, convencional, puede confundir, porque en ella podríamos
idea delirante. Él ve el reflejo de este error espantoso en sus ojos de bebé leer la pregunta histérica: " ¿ Soy hombre o mujer ? " De hecho, Ven se sien­
con las orejas perforadas -marca del sexo femenino- que contempla en te atormentado e incluso perseguido hasta la angustia. La pregunta "¿él o
una fotografía. En ella advierte, en efe,c to, un "sufrimiento enorme" . La ella ? " o, mejor, la respuesta "siempre demasiado ella, pese al disfraz" , le
construcción que hace indica que su madre lo abandonó cuando el padr, llega, no subjetivada, del otro femenino con quien se codea sin cesar, i nter­
fue enviado al campo, y que éste regresó demasiado tarde. Después de ha­ pretada especialmente en sus ojos. Esa mirada invasora que ninguna ropa
berme dicho esto, tuvo el siguiente sueño: "Un caballo al galope choca de puede detener, que atraviesa la imagen apuntando a lo real, ¿ no sigue sien­
frente con mi ventana. Tardo mucho en abrir. Es demasiado tarde, el ca­ do la mirada materna, que asegura el reconocimiento o el rechazo del ser,
ballo está aplastado abajo. Me inclino entonces sobre el abismo. En el fon­ al margen de la escena primordial en la que Ven se enfrentaba a su yo
do. hay un bebé de menos de tres años, de físico todavía indeterminado " , ideal, el varón-hermano que orinaba de pie? La persecución de ese ojo que
Este sueño escenifica y aclara s u construcción infantil. Él tiene l a curiosa lo mira lo llevaría a aislarse progresivamente para evitar ese tormento, co-
idea de que el sexo es indeterminado hasta los tres años, edad de su exilio,
Ven perdió irremediablemente y de manera traumática ese estado de inde­
terminación dichosa. A los seis años la suerte estaba echada, como lo indi­
ca su recuerdo esencial. "Es demasiado tarde" : ¿encuentro fallido con el 19. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre III, op. cit., pág. 1 83.
padre, forclusión del Nombre-del-Padre y abandono del sujeto? "Tardo 20. J. Joyce, "Épiphanies", en <Euvres, t. 1 , traducción de J. Aubert, Pads, NRF/.
Gallimard, 1981, col. "Bibliotheque de la Pléiade", pág. 87 sq. [traducción castella­
mucho en abrir": ¿ huella de una responsabilidad del sujeto en lo que le pa­
na: Epifanías, Barcelona, Montesinos, 1996]. Jacques Aubert las caracteriza así:
só, que fue sin embargo a su pesar? "Joyce, precisamente sin tener conciencia de ello, describe una especie de fantasma:
un argumento imaginario en que el deseo del sujeto se presenta de manera disfraza­
Miradas de mujeres da [. . . ], en el que el diálogo, la sintaxis y el mismo significante quedan desarticula­
dos por los silencios y, de resultas, comienzan a abrirse a la significancia, al mismo
El segundo punto, en el cual la psicosis nos hace signo, es lo que podría ti11npo que la ali6nac:ión d,I 1u;eto en esos objetos sigue siendo, en lo esencial; des-
tener apariencia de histeria. La cuestión sobre el sexo, por no poder for• 1·011ocida" ( " Introdu� 1 1 011 16n6rale ", pág. LV; las bastardillas son nuestras).
194 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 195

mo si el sujeto ya no tuviera barreras suficientes para separarse de esa mi­ Hay incluso sueños en los cuales Ven habría sufrido una violación en
rada invasora. Señalemos también que la presencia de un tercero como fi­ nombre de un ideal elevado, salvar a los suyos. ¿Será ésa la matriz de un
gura de la autoridad, además de una mujer, intensifica el malestar de Ven futuro delirio ? Sabe muy bien, sin embargo, que esa situación no tuvo lu­
al extremo, como si la intervención de la ley amenazara el frágil orden es­ gar. Esa vertiente de horror reaparece cuando menstrúa: un "cataclismo
tablecido por él.21 Ese malestar puede llegar hasta la tentación suicida. És­ de abundancia" que surge de manera errática, no reglada, j ustamente,
.
ta surgió un día en que el jefe de Ven había telefoneado a su casa en su au­ que lo de1a estupefacto y luego lo aterroriza, pues eso podría denunciar­
sencia. ¿ Qué quería ? ¿Verificar su sexo, a pesar de que ya lo conocía por lo, lo mismo que los pechos que, aunque comprimidos, " sobresalen de­
los documentos de identidad, leídos cuando lo emplearon? Sin esperar res­ masiado" .
puesta, Ven estuvo a punto de lanzar su auto contra un árbol. �or otra parte, Ven no siente deseo sexual n i por los hombres ni por las
Ven establece una relación muy particular entre la ley y la anatomía, muJ �res Y no se m� sturba. Aspira en la mujer a un amor absoluto pero
.
que pusimos de manifiesto gracias al lugar otorgado al padre en la deter­ platomco, una amistad perfecta y sin goce sexual. ¿ Para qué, entonces,
minación de su sexo. A nuestro j uicio, la continuidad que se deduce de ello querer tener un pene? Es extraño pero lógico, como veremos. Su ideal fe­
entre simbólico (ley), imaginario (anatomía) y real (sexuación), 22 así como menino también data de la época del campo. Recuerda a las hermanitas de
la omnipresencia de una mirada materna persecutoria y que sabe adivinar la Cruz Roja que atendían a los niños. Allí tiene su origen cierta vr>cación
el sexo pese a todas las máscaras, establecen de manera suficientemente terapéutica a la que no ha renunciado.
clara la estructura psicótica del caso.
Refirámonos por último a las razones que aduce Ven para exigir un pe­ La prueba de amor por el pene
ne. Ellas confirmarán la importancia de la escena inaugural de sus seis
años. S u pasión por la mujer es, por lo tanto, la aspiración a un amor total
� que deseo y goce están excluidos. Sin embargo, el pene es necesario en
el
El amor, no el goce el. En efecto, razona Ven, no hay amor sin ir hasta el final con el otro
amado Y decirle toda la verdad. Ahora bien, yo soy realmente de sexo
El aspecto que examinaremos ahora concierne a su relación con la mu­ masculino, pero ¿cómo demostrarlo? El pene es la única prueba posible de
jer. Ven se atormenta al leer en los ojos de las jóvenes una pregunta sobre la convicción que siento. Mientras no lo tenga, esa relación de amor es im­
su sexo. Con los varones, el enigma no se suscita. posible y estoy condenado a la mentira: un cuerpo de mujer en un traje de
Para Ven, la mujer como objeto sexual del hombre es un imposible. El hombre. Así se explica la angustia de ser descubierto por las mujeres.
"rol femenino" , como dice, está excluido para él. Y no se trata aquí del es­ Esa relación "total " en el plano de la verdad y el amor, sólo posible
cape histérico ante el deseo del hombre. El acto sexual, para Ven, es la vio­ tras la operación, esboza un empuje-a-la-mujer amoroso, separado del go­
lación. Esto se hizo explícito en la cura a través de sueños y resurgimientos ce sexual, en el cual la mujer hacia la que se siente "empujado" de tal mo­
de recuerdos del campo de refugiados, que él llamaba "sus visiones": mu­ do, que es algo así como la idea ( en el sentido platónico del término) de la
. ,
chachas que se prostituían con los custodios para mejorar la situación de mu1er, sena encarnada por su futura pareja. Ven toma al pie de la letra el
su familia. Una imagen lo muestra j unto a su madre en el fondo de una aserto "las mujeres quieren el pene" , pero no lo articula con la castración
gruta. Los hombres de la familia, el hermano y el padre, están en otra par­ ni la � uya ni la_ del otro. Ése es el sentido del recuerdo del campo en el qu;
te; los custodios se acercan. ¿ Qué hicieron? Silencio, blanco, olvido. ve ormar al_ ch1eo. Esta imagen, verdadera impronta (Pragung),23 es el vec­
tor de una identificación imaginaria con el semejante, el hermano, que es
la huell � d�! estadio de espejo en el inconsciente del sujeto y el soporte de
su conv1ec1on transexual. Esta imagen, representación del deseo de la ma­
21. Pensamos aquí en las coyunturas clásicas de desencadenamiento delirante o dre, es la del objeto que ella decidió conservar, el varón, y que Ven recupe-
de momentos fecundos de la psicosis, aquellas en que se hace "referencia a la posi•
ción de tercero a la que se convoca al significante de la paternidad", descriptas por
J. Lacan en "D'une question préliminaire . . . ", op. cit., págs. 577-578 y 58 1 .
22. En el capítulo II, e n referencia al caso "Soy un pescado", pág. 70, teníamos 23. "Impregnación imaginaria" o " impronta"; e{. respectivamente J. Lacan
una puesta en continuidad análoga, que no incumbía al sexo del 1ujeto, sino a su " Le séminaire sur « Lo lcttre volée » " , op. cit., pág. 1 1 , y "La chose freudienne 0�
.
belleza y el amor de los hombres. Sens du rctour a Fre ud i:n p1ychanalyse" ( 1955), en Écrit$, op. cit., pág. 431 [tra-
196 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 197

ra durante la reunión traumática de la familia en el campo de refugiados, Una realización imaginaria de la verdad
encuentro que precipitó esa identificación con el otro sexo. " Las mujeres
quieren el pene" es un aserto que se aplica al pie de la letra en el caso de En esta prueba psicótica mediánte el pene, en esa aprehensión literal de
Ven, que reclama un pene de carne y no el falo imaginario del complejo de la proposición " las mujeres quieren el pene" contra un fondo de castra­
castración freudiano. Es una interpretación literal del deseo materno: en ción real, ¿ no hay una realización imaginaria de algo que tiene un alto va­
definitiva, cuando Ven reclama un pene, quien habla a través de él es el lor simbólico, a saber, la verdad? Podríamos distinguir este tipo c;le reali­
Otro materno con su exigencia del pene como condición absoluta del zación y el fetiche de la perversión. Éste presentifica en un objeto de la
amor. Lo confirma un sueño durante la cura: " Mi madre, mi hermano y realidad el desmentido de la castración materna. Ese desmentido ( Verleug­
yo hacemos la compra de saldos de la Redoute. • Mi madre nos aconseja nung) presupone una especie de reconocimiento de dicha castración, cuya
comprar un lote de slips de hombre: así terminaremos con el asunto", dice aceptación se encarna en el objeto fetiche. El pene de carne ambicionado
ella. La idea de una metamorfosis definitiva y consumada en el sueño se por Ven se diferencia también del falo del neurótico, erigido en lugar de la
asocia en él a la demanda de una autenticación de su ser, confundido con privación materna (falta real de un objeto simbólico).25 Para el neurótico,
su yo ideal, por la madre "temible". Esa exigencia materna se proyecta en en efecto, la verdad es un decir a medias, aletheia asociada al falo siempre
la mujer futura que, para amarlo, exigirá también el pene, como una prue­ velado. El velo es el de la mascarada fálica. Joan Riviere2 6 nos describe a
ba científica de su ser sexual verdadero de varón. Ésa es la lógica implaca­ una mujer histérica que se hace desear po.r hombres de edad. Al hacerlo,
ble que lo lleva a querer la operación: en ella, el sujeto se erige en juguete exhibe lo que no tiene, porque quiere ocultar lo que cree tener, cuando en
del goce de un Otro cruel que lo ha rechazado. Estamos lejos de la idea realidad no lo tiene. Esta dialéctica compleja entre el tener, el ser, el falo y
tranquilizante que sostiene que, mediante la cirugía y la ciencia moderna, la verdad mezclada al engaño evoca los desvíos como ara bescos de la ver­
se trataría de asegurar una vida confortable a ese sujeto cuyo género, mas­ dad mentirosa, característica de la relación del sujeto con la palabra en la
culino, es contrario a su sexo anatómico. neurosis: " ¿Por qué me dices que vas a Lemberg para hacerme creer que
vas a Cracovia, cuando vas realmente a Lemberg? " 27 Para Ven, en lugar
Travestismo, verdad, transferencia de ese decir a medias, está la verdad que se confiesa toda; en lugar del falo
velado se exige una libra de carne, el pene como prueba absoluta; en lugar
Acabamos de establecer que Ven sueña con una relación de amor con de la sutil mascarada y los juegos de escondite del deseo, se cubre con ro­
la mujer que excluya todo goce sexual, y que el partenaire de este amor pa masculina, el traje que usaba su padre de joven, que lo protege en la
absoluto, situado al margen de cualquier dialéctica fálica, tendrá entonces realidad del develamiento por parte de una mujer, trágico porque él no
el derecho a exigir toda la verdad sobre el ser masculino del sujeto. Esta podría aducir la prueba-pene. Esto es imputable a la forclusión de la fun­
verdad, por ser toda; debe demostrarse científicamente. Recordamos aquí ción fálica, cuya dialéctica entre valor positivo y valor negativo hemos
a Schreber, que al comienzo de su obra convoca a la Ciencia a comprob� descripto.28
sobre su cuerpo las marcas de la femineidad, 24 pero luego de un largo pro­
ceso paranoico. El pene sería para Ven la prueba requerida. Perspecti� "Parecer es ser"
que conduce lógicamente al s ujeto a la operación mutiladora.
Debido a ello, el travestismo, inquietante primer paso hacia una opera­
ción, puede aparecer a la inversa como una barrera que permita evitarla.
ducción castellana: "La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanáij•
sis", en Escritos 1 ]. Freud la utiliza especialmente en "Extrait de l'histoire d'une
névrose infantile (l'homme aux loups}" ( 1 9 14), en Cinq psychanalyses, op. cit., 25. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IV, op. cit. , págs. 59 y 215, entre otras.
pág. 407 [.traducción castellana: De la historia de una neurosis infantil, en OC, 26. J. Riviere, "La féminité en tant que mascarade" , op. cit. Cf. supra, capítulo
vol. 17, 1979], donde la palabra se traduce como "vestiges " ["vestigios"]. I, pág. 43 sq.
" Gran tienda francesa de venta por catálogo. Redoute significa "reducto", pe 27.' S. Freud, Le Mot d'esprit et ses rapports avec l'inconscient (1 905), París,
ro se asocia con redouter, temer. De allí la alusión, unas líneas más abajo, a la ma Gallimard, 1 9 8 1 , pág. 189 [traducción castellana: El chiste y su relación con lo in­
dre "temible" ( "redoutable") (n. del t.). ' onciente, en OC, vol. 8, 1 979].
24. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., piig. 9. 28. En el caphulo 1v, ¡,ag. 1 1 4 sq.
198 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 199
"Parecer es ser", me dijo Ven un día: cosa que también hay que tomar al
pie de la letra. Mientras pudiera parecer suficientemente masculino, lo se­ tas que lo cuidaban en el campo con la imagen de la pareja ideal de la ma­
ría. El problema era esa tendencia persecutoria de las mujeres a atravesar dre atenta a su hermano elegido, pareja de la que fue excluido. De tal mo­
su ropa con la mirada y tal vez, algún día, adivinar sus pensamientos: do se convierte, de cierta manera, en un " buen hermano" .
amenaza de un automatismo mental por venir. 29 Ése era el punto en que la
transferencia a una mujer analista tenía, tal vez, un papel que cumplir. E l travestismo como síntoma
Ven me dijo muy pronto que me había convertido en su interlocutora pri­
vilegiada. Un día, mientras trabajaba con una compañera, ésta habría he­ En este caso de psicosis, en consecuencia, el travestismo no es una per­
cho discretos avances. Presa del pánico, Ven la había eludido: "Tengo que versión sino un síntoma que permite al sujeto identificarse con el yo ideal
encontrarme con una amiga" ; en realidad, era la hora de su sesión de aná­ que constituyó durante la escena primordial del campo, a los seis años.
lisis. También me contó que había llevado a su madre a comprar ropa in­ Vestido, vale por un varón, siempre que, en el mundo, una mujer elevada
terior de hombre, para desafiarla, j usto antes de encontrarse conmigo. a una posición tan eminente como la de su madre le testimonie creer en
Esas "intrigas" mostraban que la presión de la problemática transexual se ello y rechazar toda libra de carne. 30 Gracias a la transferencia discreta­
concentraba en el análisis, pero acaso indicaban también una solución, al mente erotomaníaca de la psicosis, el análisis sustituye al "chico que orina
menos temporaria; en la cura analítica, el goce sexual queda excluido, pe­ de pie" de la imagen primordial por la ficción de la imagen ideal del varón
ro el amor está permitido por la transferencia. En los casos de psicosis, es vestido. Nuevo atuendo ya inventado por el sujeto, pero que era transpa­
conveniente que el psicoanalista desexualice al máximo ese amor, lo separe rente y estaba a merced de las miradas femeninas. Se trata, por supuesto,'
de cualquier goce o deseo equívoco, no interpretando nunca la p ulsión y de una protección frágil, pero no encontré en Ven, durante esa cura desdi­
manifestando un interés y una atención "amistosos" hacia el sujeto. En lo chadamente muy corta, el menor indicio de que pudiera renunciar a la
que se refería a Ven, esta postura podía inspirar una estrategia: una vez re­ convicción de pertenecer al otro sexo.
conocida como una mujer susceptible de exigir, también yo, el pene, podía Hemos mencionado en detalle el caso de Ven porque es paradigmático
testimoniarle por distintos signos que lo consideraba como un varón, sin ?e u�a sexuación completamente imaginaria, en un sujeto psicótico que no
demandarle pese a ello "la prueba peniana" de la verdad de su ser. Así se mscnbe su goce en la función fálica. La identificación imaginaria que con­
disociaba la exigencia materna del pene y la idea de la mujer como parte­ centra toda su libido se produjo durante un encuentro traumático con la
naire del amor. La transferencia, por consiguiente, circunscribió durante pareja madre-hijo que lo había excluido, en el momento del regreso de su
un tiempo -Ven se marchó al extranjero relativamente apaciguado- la pro­ padre. Éste no sólo es el autor de sus días, sino también el creador de la
blemática singular de su "empuje-a-la-mujer" amoroso. cadena significante de la que Ven es el sujeto. Esta imagen única, matriz de
En la vida corrieq.te, gracias a su travestismo que durante la cura se ha­ la constitución de su yo ideal, enajena toda posibilidad de que el sujeto
bía convertido en una protección suficiente, se acentuó el ideal terapéutico asuma tanto su sexo anatómico (tiempo uno) como el discurso sexual
que se remontaba al campo. Ven trabaja de buen grado con niños en difi­ (tiempo dos), y sostiene su convicción transexual (tiempo tres). Pero la ló-
cultades, particularmente con los menores de tres años, edad en la cual, se­
gún él, se decide el sexo. Su posición condensa entonces la de las hermani-
30. Esquirol ya señaló en el siglo XIX el valor terapéutico del travestismo para
el tr �nsexual: "Madame era de talla pequeña, muy delgada, muy nerviosa, y habla­
ba sm cesar, asegurando y repitiendo con arrebato que no era una mujer sino un
29. El automatismo mental era para G. de Clérambault el núcleo y el "proceso hombre. Si al dirigirse a ella alguien la llamaba señora, al punto, M . . . se ponía más
primitivo" de la psicosis, mientras que el delirio era secundario. Clérambault defi­ nerviosa, profería insultos o se entregaba a actos de violencia. El señor Pussin, por
nía ese automatismo como "fenómenos automáticos de tres órdenes: motor, sensi­ ento�ces supervisor de la dirección de mujeres alienadas del hospicio, convino con
tivo e ideo verbal" . En él se engloban, por lo tanto, todos los trastornos del len­ el senor Pmel procurar ropas de hombre a esta mujer; M . . . vistió esa ropa con
guaje y el habla, así como las alucinaciones, el eco del pensamiento, etc. El transportes de alegría y se paseó en medio de todas sus compañeras con una suer­
automatismo mental implica una coacción y un control del pensamiento del suje· te de os�entación; se volvió más c'alma, más tranquila y hablaba mucho menos, pe­
to, sentidos como impuestos por una fuerza ajena. Cf. G. de Clérambault ( 1 925), ro se agitaba hasta el furor si no la llamaban señor o le decían señora" . J. E. D. Es­
"Psychoses a base d'automatisme", en J. Poste!, La Psychiatrie, París, Larousse, q u!r� l, "De la d6monomanie" , en Des maladies mentales ( 1 8 3 8 ) , París, Frénésie
1 994, pág. 5 1 1 sq. l:.d1t1ons, 1 989, col, " lns,mia", págs. 257-258 [traducción castellana: Memorias so­
bre la locura )' ,u, 11,u'l1d11do1, Madrid, Dorsa, 1991].
200 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 201

gica del caso nos enseñó que esa imagen extrae su consistencia y su peso Por otro lado, el psicoanálisis de las psicosis muestra, en el estudio de
de real de la existencia de un Otro del goce, 3 1 que exige un pene y por ciertos desencadenamientos como el de Josiane,3 2 un vuelco de la sexua­
consiguiente la mutilación del sujeto como precio del amor. Se trata, por ción del sujeto, con un derrumbe de las identificaciones en el que se com­
tanto, de una sexuación en que lo imaginario, tanto la imagen inicial como prueba que, hasta allí, éstas habían definido efectivamente una sexuación,
la vestimenta, tiene �n valor real, cosa que es esencial para la dirección de aunque lábil. Esas identificaciones enmarcaban la vida, daban sentido a
la cura, la maniobra de la transferencia y la manera en que ese sujeto con­ ciertos órganos o funciones del cuerpo, incluidas los sexuales, y represen­
cibe el síntoma. Su travestismo, en efecto, anuda lo imaginario {la ropa es taban la diferencia de los sexos mediante un sistema de pares de opuestos
como una segunda piel), lo real ( "parecer es ser " ) y lo simbólico (el valor significantes. Pero cuando caen, el sujeto debe inventar otra cosa, sin des­
de verdad). Por lo tanto, el travestismo es un síntoma que tiene aquí la canso. A veces se asiste a un empuje-a-la-mujer, pero puede suceder a la
función de un sínthoma. inversa, como en el caso de Josiane, que se siente transformada en hombre
En otro caso, la convicción transexual inicial, quebrantada por un en­ en el momento del desencadenamiento. Así se demuestra la insuficiencia
cuentro tardío, dio lugar a un viraje del sujeto, consolidado en un análisis. de esas identificaciones, previas al desencadenamiento, para establecer só­
lidamente la sexuación de un sujeto, pese a que su " género" era a veces
bien definido por ellas.
UN CASO DE TRANSEXUALISMO MASCULINO "CONTRARIADO": No obstante, existen otras clases de identificaciones que, por la lógica
DOS TIPOS DE IDENTIFICACIÓN SEXUADA clasificatoria que implican, estabilizan la sexuación del sujeto. De tal mo­
do, el caso de Ives, que calificaremos de transexualismo "contrariado" ,
¿Las identificaciones bastan para establecer la sexuación de un sujeto? nos hizo avanzar en esta problemática de las identificaciones y l a sexua­
Eso es lo que propician de hecho los partidarios de las teorías del género. ción en la psicosis, que situamos en la articulación de los tiempos dos y
El caso de Ven se encauzaba en esa dirección, porque se apoyaba en una tres de la sexuación.
identificación imaginaria. Sin embargo, el psicoanálisis objeta clínicamen­ Hablarnos de transexualismo porque se trata de un hombre que, desde
te esa afirmación, sin desconocer, no obstante, la importancia de las iden­ la primera infancia, se sostenía en una identificación femenina imaginaria,
tificaciones. He aquí al menos dos objeciones. creía ser varón por error y se sentía destinado a convertirse más adelante
Por un lado, el psicoanálisis de los neuróticos, cuando se lleva suficien­ en una mujer. Incluso había considerado la posibilidad de una operación.
temente lejos, muestra que el sujeto toma de manera muy precoz opciones En la clasificación de Stoller, se trataría de un caso de "transexualisrno
de goce, que denotan una elección del sexo. Por ejemplo, en el caso de la primario" , 33 cosa que también puede decirse de Ven.
niña, la adopción de una posición de objeto del padre, a veces cercana al Pero decimos transexualismo "contrariado" porque un encuentro mo­
incesto, ya sea en el fantasma o en la realidad como respuesta a un trau­ dificó decisivamente su destino. Ya adulto joven, y tras haber tenido expe­
ma, puede ser mucho más potente y determinante para la femineidad del riencias homosexuales y sentirse atraído por el travestismo, conoció a una
sujeto que identificaciones viriles histerizantes que contradigan esa posi­ mujer que lo subyugó. Luego de algunos años difíciles de vida en común,
ción. En este espíritu, la enseñanza de Lacan de la década de 1 970 nos en los que la mujer le tendía una especie de "espejo femenino" que mal
propone una lógica de la sexuación fundada sobre la función fálica y no que bien le permitía sostenerse frente a ella, la paternidad desencadenó de
sobre identificaciones. El "no-todo" es el apogeo de esa lógica: es, en sí manera muy violenta la psicosis. Pero ese desencadenamiento lo decidió a
mismo, la antiidentificación por excelencia. En efecto, no entraña la exis­ alinearse del lado hombre: "Soy padre, por lo tanto hombre ", decía, y co­
tencia, el "al menos uno" necesario para fundar una identificación me­ menzó entonces un análisis. Esa deducción, empero, equivalía para él a
diante un rasgo significante. Por eso resulta tan incómodo para el sujeto una condena a muerte. El problema del análisis era, en consecuencia, sos­
femenino y lo impulsa, paradójicamente, a revestirse de numerosas identi­ tener la elección " hombre" de ese sujeto, sin recurso posible ni al padre
ficaciones, imaginarias y significantes, a fin de protegerse de la incomodi­ corno agente de la castración, ni a la función fálica para localizar su goce.
dad de su elección real de un goce no-todo fálico. De allí la frecuencia de En referencia a este caso, querríamos subrayar ante todo la contingen-
la histeria en las mujeres.

32. Cf. su p ra, capítulo 1v, pág. 106.


3 1 . Cf. supra, capítulo v, pág. 154 sq. 33. Cf. p4g. 1 HS, not:i 8.
202 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 203
cia de la elección del sexo.34 Aquí veremos hasta qué punto la elección de
ser un hombre está condicionada por un encuentro tardío en la vida del de un segundo matrimonio, luego de tres hijas con su primer marido.
sujeto y finalmente por el deseo de una mujer. Esto confirma la labilidad Mujer fuerte, despreciaba a los hombres y en especial al padre de !ves, a
de la elección del sexo en el tiempo tres, al menos cuando el sujeto ha re­ la vez que prefería de manera ostensible a éste, valorado por ella como su
chazado la función fálica en el tiempo dos. A continuación, me gustaría único varón. "Double bind" del discurso materno entre el padre y él,
poner de manifiesto un momento de inflexión del análisis, que permitió a donde !ves se había perdido. Criado en un ambiente femenino, era la mu­
lves estabilizarse como hombre, y la lógica que inventó para incluirse en el ñeca de sus medias hermanas mayores, disfrazado de niña y con su nom­
conjunto de los' hombres sin el apoyo del Nombre-del-Padre. bre de pila feminizado. En el j ardín de infantes, se angustiaba mucho si a
su llegada no lo recibía una niña pequeña. Así, a lo largo de todo el día
Desencadenamiento había que presentarle sin cesar un " espejo femenino " , sin el cual la vida
era imposible. Desde edad muy temprana, se sentía constantemente inva­
Conocí a lves poco después del nacimiento de su hija. Él acababa de dido por una ensoñación diurna permanente, especie de pantalla entre él
vivir una " experiencia indecible y de liberación permanente de algo " . y el mundo . En ella, estaba destinado a convertirse en mujer y casarse
Cuando su compañera Lara estaba embarazada d e seis meses, s e habían con un hombre. Por otra parte, esa ensoñación había sobrevivido a la pa­
desatado unos trastornos violentos, que llegaron a su apogeo un mes an­ ternidad y a su casamiento con Lara, y aún lo perseguía al comienzo de
tes � el nacimient� de la niña, Sandra . !ves vivía en un estado de " pesadi­ la cura. Sólo podía hablar de ella con gran reticencia. De niño y adoles­
_ cente, creía que su naturaleza era ser una mujer y que había nacido varón
lla sm contemdo . Su cuerpo se le escapaba: profería aullidos descontro­
lados y debía encerrarse para gritar. Sus esfínteres ya no le obedecían y por error. Al comentar esa idea, sin embargo, me confesaba que ahora se
tenía la impresión de ser un animal acorralado. Había necesitado una daba cuenta de que era un asunto de discurso más que de naturaleza .
fuerza moral poco común para no poner fin a sus días y acudir en cambio " Me tragué entero el discurso de mi madre y tiré a mi padre a la basu­
a una analista. Todas las noches, este intelectual volvía a tener la misma ra " , me decía. Para él, el padre se presentaba como una figura doble. Por
pesadilla que lo despertaba presa del pánico: debía dar por segunda vez el un lado, aparecía la equivalencia "padre = hombre = desecho ", sobrede­
examen de bachillerato que había aprobado antaño. Pero había algo nue­ terminada metonímicamente por un rasgo de aquél. Por el otro, en algu­
vo en juego: si fracasaba, todo lo conseguido desde su primer bachillerato nos recuerdos, el padre tenía una figura sádica y cruel, en la que tortura­
quedaría retroactivamente invalidado . Él mismo daba a su sueño la si­ ba a animales débiles. Esta figura era ta l vez la matriz de fantasías
guiente significación: aprobar el bachillerato a los dieciocho años había homosexuales en las cuales, "travestido, con los tacones rotos y el pelo
significado convertirse en adulto y dejar a los padres. El " segundo" bachi­ en desorden", !ves se entregaba sexualmente a hombres que lo maltrata­
llerato lo haría incorporarse al bando de los hombres, gracias a la asun­ ban. Esas fantasías, embriones de delirio, lo dejaban atónito, en un ho­
ción exitosa de la paternidad. rror estupefacto.
Le quedaba, empero, una menguada aspiración viril, como suele verse
Espejo femenino y aspiración viril en la psicosis, antes de que el sujeto se decida, como sucedió con el presi­
dente Schreber, a sacrificar su virilidad a fin de transformarse en mujer. En
Hasta ese momento, en efecto, la cuestión de ser un hombre no se le !ves, esa aspiración viril no se apoyaba en una idealización del padre o el
había planteado verdaderamente. Su madre lo había tenido tardíamente' hombre y tampoco se inscribía en la función fálica. Parecía inspirada, más
bien, por un fragmento del discurso materno, superyoico, compuesto por
las palabras que la madre pudo dirigir al padre rebajado: " ¡Hazte meter la
virilidad a patadas en el culo ! " , decía la voz insidiosa.
34. El caso de !ves nos permite moderar el pesimismo de un clínico tan bri­
llante como Stoller cuando afirma: "Persiste una cuestión empírica: · por qué no La decisión de Sophie
hay informes de psicoanálisis satisfactorio de un paciente deseoso ¿/•un cambio
de sexo'? ¿Por qué ni siquiera hay informes que revelen, con la ayuda de los datos
Contra ese telón de fondo de empuje-a-la-mujer dominante, se produjo
procedentes de un análisis, la dinámica -para no hablar de las causas- del deseo
del 'cambio de sexo'?"; cf R. J. Stoller, Mascu/in ou féminin?, op. cit., págs. 282- el encuentro decisivo con Lara. Ives dice que ese encuentro lo afectó en
283. "ese uno por ciento de pensamientos viriles que tenía en medio de un
océano de femineidad". Consideraba lo que le había pasado en ese mo-
EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 205
204 SEXUACIÓN Y PSICOSIS

mento como una especie de "decisión de Sophie". 3 5 En la novela de Styron Sueño de la mujer monstruosa
del mismo título, la madre elige entre su hija y su hijo en una decisión en
la que está en j uego la muerte, y sacrifica a la primera. Así lo entiende En uno de ellos, su mujer se hace injertar un vientre de hombre,' hin­
chado y enorme, e Ives se pregunta si ella tiene un pene o no. Pero la veri­
Ives: el encuentro con Lara lo habría obligado a sacrificar su ser femenino
ficación se revela imposible a causa de la prominencia del vientre. Este
la niña en él. De hecho, la relación entre ellos era otra vez un cara a car�
sueño, que representaba la monstruosidad de la mujer embarazada, ponía
imaginario, siempre el "espejo femenino" de la infancia. Mientras que La­
en evidencia la ausencia del significante del falo como algoritmo de medi­
ra se hacía activamente la pregunta " ¿ qué es ser una mujer ? ", Ives se pre­
da para una situación semejante: el falo, en efecto, es lo que simboliza al
guntaba, como reflejo, " ¿ qué es ser un hombre? " Ese statu quo se vio inte­
hijo en el inconsciente del neurótico. Esta simbolización era imposible pa­
rrumpido por el embarazo de Lara, deseado por ambos.
ra Ives, lo mismo, por lo demás, que la de la privación materna.
Ives considera que la muy violenta eclosión de su psicosis fue el mo­
mento en que tuvo que elegir su sexo: " Antes -decía-, era hombre o mu­
jer. Podía cruzar 1� fro�tera entre los sexos. Cuando me convertí en padre, Sueño del volquete de basura
ya �o me fue posible pasar de manera reversible de hombre a mujer y de
En el otro sueño se comprobaban los esfuerzos del sujeto por incluirse
mu1er a hombre" . El desencadenamiento de la psicosis, que obedece al es­
en el conjunto de los hombres, y el hecho de que la función paterna no lo­
quema clásico que nos propone Lacan en "Sobre una cuestión prelimi­
grara inscribirlo en él.
nar. . . ", 36 fue la oportunidad de una elección forzada de su sexuación
Ives·pertenece en ese sueño a un equipo de hombres que debe ordenar la
enu�ciada como una especie de cogito: "Soy padre, luego hombre" o, má;
, basura para depositarla en un volquete. Él es el único que no puede empu­
trag1carnente, pues Ives tuvo entonces la tentación del suicidio: "Moriré en
el clan de los hombres". Se enunciaba, por consiguiente, una nueva ecua­ jar el volquete. El padre, que forma parte del equipo, sabe hacerlo, pero se
conforma con mirar a Ives sin ayudarlo. Éste, por su parte, no sabe si quie­
ción: "padre = hombre = condenado a muerte" , que signaba, por ese vere­
_ re o no que su padre lo ayude. El sueño termina con la imagen del basural.
dicto letal, la forclusión de la función fálica.
Puede advertirse que Ives se sitúa en un lugar de excepción con respec­
El sueño del muro de Berlín
to a los demás hombres, mientras que en la neurosis ese papel de excep­
ción a la función fálica corresponde habitualmente al padre. 37 Aquí, sin
embargo, el sujeto es una excepción negativa, por decirlo de algún modo.
En el análisis, el objeto del discurso de Ives fue durante· mucho tiempo
No está sostenido por un ideal del yo, por ejemplo la idea de una misión
su debate con la cuestión angustiante del sexo. Tenía muchos sueños sobre
como en la paranoia. La imagen final vuelve a evocarnos la equivalencia
el tema. Uno de eUos, que esbozaba una solución, me pareció crucial para
"padre = hombre = desecho" . Por último, el sueño muestra cierta respon­
la estabiliz�ción de su sexuación. Pertenece a una secuencia que resumo, y
sabilidad del soñador en cuanto a su posición psicótica: no sabe si necesi­
fue prece � 1do por otros dos que condensaban las dificultades del sujeto,
ta al padre.
puestas reiteradamente de manifiesto por su discurso en la cura.
Sueño del muro de Berlín

Luego de esos dos sueños de impasse, se produjo el que, en mi opinión,


fue un momento de inflexión en la cura.
� 5. Esta n�vela de W. Styron, en la cual la madre elige entre el varón y la niña Ives está en Berlín. Más precisamente, en " la isla de Berlín occidental",
e� c1rc�nstancias atr�ces Y mortales, parece a algunos sujetos transexuales para­
, _
d1gmat1ca de su experiencia: tal vez porque el Penisneid materno está en ella encar­
nado en lo real, sin ninguna dialéctica y anudado a la pulsión de muerte.
3 7. El padre como excepción a la función fálica, fuera d e la ley d e l a castra­
36. J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . " , op. cit. , págs. 577-578. El es­
ción, es la traducción lógica que hace Lacan del mito freudiano del padre gozador
quema clásico de coyuntura desencadenante es el del llamado del Nombre-del-Pa­
de Tótem y tabú. Ese padre se exceptúa de la ley para que todos los hombres se so­
dre forcluido, por la aparición de algo que necesita ese significante, aquí el naci­
_ metan a ella. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVII, op. cit. , pág. 1 3 7. Cf. supra,
miento de Sandra, como tercero en la pareja que !ves formaba con Lara, sometida
capítulo v, pág1, 1 54-5.
a un cara a cara imaginario.
206 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 207

completamente rodeada por el muro. En el exterior está Berlín oriental, La identificación "clasificadora"
poblado de mujeres, hombres afeminados u homosexuales disolutos. Entre
ambos sectores están cortadas todas las comunicaciones, y la " isla" de Concluyamos con la relación de las identificaciones y la sexuación en es­
Berlín occidental constituye el lugar de los hombres no afeminados. te caso de transexualismo "contrariado" . Hombre por la anatomía, Ives
Para evaluar este sueño, hay que tener en mente cuatro elementos: que quiso ser una niña desde la primera infancia, y se feminizó imaginariamente
en francés "íle" [ " isla"] se confunde con "il" ["él"] , que lves sabe que su en un "espejo femenino". El encuentro con Lara en la adultez, y luego la
analista va a menudo a Lille, que la mujer de Ives, Lara, es una rusa que paternidad, lo precipitaron en lo insoportable y lo obligaron a inscribirse en
antes de conocerlo vivió en Berlín oriental, en un ambiente que, según él, una ecuación imposible: "padre = hombre = muerto" . Por último, el análi­
era afeminado y "gay" y, por último, que el muro de Berlín ya no existía sis le permitió inventarse una posición sexuada de hombre sin la castración.
en el momento del sueño, pero lves me había hablado mucho de él en la Su solución, tal como la materializa el sueño del muro de Berlín, es a la vez
cura. De hecho, "el muro de Berlín" es un significante que procede de La­ imaginaria por su lado topológico, y simbólica porque descansa sobre un
ra y su vida. En ese sueño se delimitan dos zonas. Gracias al muro, el suje­ significante (el muro de Berlín). No obstante, nos muestra que el trabajo del
to se separa de la zona en que hace estragos el empuje-a-la-mujer que él re­ inconsciente que se realiza en él -aunque no esté muy cifrado en la psicosis,
chaza (Berlín oriental) y se reserva un ámbito en el cual puede ser "él" en la que el inconsciente se topa con una dificultad estructural para metafo­
[ "il"] (Berlín occidental}. rizar- toca a lo real. En efecto, esta solución significante separó al sujeto
del goce peligroso implicado por el empuje-a-la-mujer (pasajes al acto ho-
Sueños de clasificación mosexuales y tortura mental con respecto a su sexo). ..
· Dado que el sujeto se caracteriza como hombre a partir de un signifi­
Tras ese sueño, lves tuvo otros dos sueños de clasificación. En uno de cante que "tomó prestado" de su mujer (el muro de Berlín), podríamos ha­
ellos está con unas mujeres que quieren que las acompañe. Ordena enton­ blar de su solución significante del problema de la sexuación en términos
ces sus equipajes en el baúl del auto de las mujeres (esta vez sabe hacerlo) de identificación. (El sujeto incorpora un rasgo saca_d o del partenaire, un
y decide "no hacer el viaje con ellas". En el otro, llega al contrario a un lu­ rasgo unario.) Pero se trata de una identificación que podríamos calificar
gar "exclusivamente masculino" . Por lo tanto, entra solo y sin temor en él, entonces de "clasificadora", es decir, que genera una clasificación, en opo­
sin Lara ni su hija. Pero no se siente obligado a quedarse ahí y le parece sición al sistema de identificaciones constituidas que le daba, en su infan­
que, pese a todo, puede volver a casa con su mujer y su hija, para estar en cia y su j uventud, una identidad sexual femenina. Retomemos brevemente
familia, cuando tenga ganas de hacerlo. Interpreta este sueño como el he­ la complicada trayectoria de Ives.
cho de que se puede ser hombre y heterosexual. Su transexualismo primario se fundaba, desde siempre, en un fragmen­
Luego de esta secuencia, Ives prácticamente dejó de hablar del proble­ to del discurso de su madre, contradictorio, en double bind, que hacía del
ma de estar feminizado que tanto lo torturaba antes. Hace poco fue capaz hombre, del padre, un desecho que lves había opuesto a la mujer, que por
de decirme: "Ser hombre era no ser nadie. Para mí, ser algo implicaba con­ su parte valía algo. Pero subsistía otro fragmento del discurso materno que
vertirme en mujer. Ahora es diferente, parto de «soy un hombre» y me lo valoraba como varón, se expresaba en la forma de conminaciones super­
pregunto «cómo actuar con eso » . Pero es difícil " . Hay que subrayar, sin yoicas y había sostenido su protesta viril. Este segundo fragmento había
embargo, la muy fuerte dependencia con respecto a su mujer, y el riesgo de sucumbido en principio a la feminización del sujeto. El encuentro tardío
sentirse abandonado por ella. Por otra parte, esta dependencia se advierte con su mujer3 8 despertó en él esa dirección viril descartada en un primer
en el sueño del muro de Berlín, en el cual él crea en definitiva su posición momento. La eclosión de la psicosis, debida a la paternidad, puso a Ives
de hombre a partir de un significante tomado de ella, como si estuviera, en entre la espada y la pared en cuanto a la necesidad de asumir su posición
cierto modo, encerrado entre paredes en una fortaleza. Posición real, a tal de hombre, lo cual es difícil cuando el Nombre-del-Padre y la función fáli-
punto que un día en que con seguridad estaba replegado en su fuero ínti­
mo Lara le dijo que parecía estar " emparedado en sí mismo" . Su solución
viril, en efecto, no deja de evocar el superyó materno que, en la infancia, 38. Este encuentro contingente muestra la importancia del azar en la orienta­
lo conminaba a ser hombre. Pero hay un abismo entre una voz que dicta y ción sexual de un sujeto, sobre todo cuando su sexuación no está estructurada por
el trabajo del inconsciente, apoyado en la elección del sujeto, que produjo la función fálica. Ives me dijo muchas veces que si no hubiera conocido a Lara,
esta solución estabilizadora. probablemente h1brf11 per1everado en su transexualismo.
208 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL TRANSEXUALISMO Y LA CLASIFICACIÓN SEXUAL 209

ca están forcluidos. El psicoanálisis le permitió sostener cierta virilidad, Por eso llamamos "clasificadora " la identificación sexuada originada
gracias a la producción del significante "el muro de Berlín" , a partir de un en ese significante amo, que en el sujeto sustituye la función fálica forclui­
sueño tenido en el marco de la transferencia. Esta identificación tomada de da, aunque no tenga propiedades tan fuertes como ella. Se trata, en efecto,
la partenaire que actualmente cuenta para él, su objeto de amor, es "clasifi­ de un significante "privado" : cualquiera sea su valor de insignia universal,
cadora" porque permite al sujeto distribuir a los hombres y las mujeres en no cumple para los otros el mismo papel que para lves; no puede preten­
dos campos y situarse con firmeza, esta vez, del lado hombre. der la universalidad del falo como significante del goce. Además, el falo
Antes también había dos campos para Ives, el de los hombres-desechos debe su privilegio al hecho de estar íntimamente ligado al goce del órgano
y el de las mujeres, en el cual se alineaba. ¿Cuál es, entonces, la diferencia masculino, goce al que da un significante. El muro de Berlín no tiene en
entre la antigua distribución y la nueva? absoluto esta función en el caso de lves, para quien el goce del órgano no
La antigua distribución también se apoyaba en un significante amo, tiene mucha importancia. En efecto, considera el acto sexual como un
" desecho", que caracterizaba al padre y por inducción al hombre. Al re­ acercamiento "cálido" de todo su cuerpo al de su mujer. Pero el "muro de
chazar al padre de un modo forclusivo, lves rechazaba entonces en bloque Berlín" permite que cada uno permanezca en sí mismo y que lves no sea
la clase definida por el significante " desecho" , la de los hombres, y se ubi­ "contaminado" por el goce femenino de su partenaire. En ese sentido, es
caba en la otra, la de las mujeres, definida por exclusión. Más que una también el síntoma de su pareja, lo que para ellos sustituye el "no hay re­
elección del lado mujer, lo que lo precipitaba lógicamente en él, en un em­ lación sexual".
puje-a-la-mujer compulsivo, era el rechazo del padre. Esta situación es
igual a la que nos mostraba el caso Josiane39 antes del desencadenamiento
de su psicosis. Comparemos. El eje del orden del mundo era para ella el TRES MODOS DE CONSTRUCCIÓN DE
significante "malo" , un predicado que caracterizaba al padre y por exten­ LA SEXUACIÓN EN LA PSICOSIS
sión a los hombres. Josiane se situaba entonces como " buena" entre las
mujeres, del otro lado. Habíamos señalado la fragilidad de ese sistema de lves y Ven son dos casos de transexualismo primario que escogieron su
oposiciones significantes y su insuficiencia para definir la sexuación de una sexo contra el discurso sexual, negándose a inscribirse en la función fálica
manera perdurable. Esto nos había permitido criticar la noción de género, en el tiempo dos de la sexuación40 e invocando un error de la naturaleza
apoyada en oposiciones significantes binarias, que considerábamos insufi­ con respecto a su deseo de "cambiar de sexo".
ciente para definir la sexuación, cosa confirmada por el caso de Ives. El caso de Ven, mujer anatómica, nos muestra la fuerza inquebrantable
En ambos casos, el significante director de la clasificación se origina en y la inercia de una elección fundada en una imagen prevaleciente, matriz
el padre. Es el atributo común que funda la clase de los hombres, lo cual imaginaria de su yo ideal de varón. Por eso, aunque su elección fuera real,
muestra, por otra pai;te, que el padre no desempeña el papel de excepción hablamos de una sexuación fundada en lo imaginario, porque está cons­
que tiene en la neurosis. Es como los otros y es rechazado por el sujeto a truida a partir de la identificación con una imagen.
causa de la forclusión, lo que hace insostenible a largo plazo el orden de El caso de lves, con sus virajes, nos enseña que la elección del sexo en
clasificación resultante. Por ende, ese modo de construcción de la sexua­ el tiempo tres, que comienza muy tempranamente en la infancia, no siem­
ción es esencialmente frágil en la psicosis. pre es definitiva y está sometida a la contingencia de los encuentros de la
Muy distinta es la nueva distribución inventada por lves. El significante vida. Lo que posibilita esta movilidad es la falta de inscripción en la fun­
"el muro de Berlín" no procede del padre rechazado, sino de una mujer ción fálica en el tiempo dos.
amada. Además, no predica ni a los hombres ni a las mujeres y no se asocia Ambos casos ponen de manifiesto tres posibles modos de construcción
preferentemente a ninguna de las dos clases que ordena. En el contexto en de la sexuación al margen de la función fálica forcluida en el tiempo dos.
que se produce, es el símbolo de una barrera contra el goce feminizante, y El primero es la identificación imaginara que debe relacionarse con el esta­
por otra parte era para todos la insignia política de una separación y una dio del espejo (Ven) . Los otros dos son identificaciones sexuadas fundadas
división. El hecho de que el sujeto haya vuelto a levantarlo de ese modo, en la elección de un significante amo.
luego de su caída real, hace de él un símbolo tanto más fuerte. Si éste, originado en el padre, contamina la clase de los hombres, a la

39. Cf. capítulo 1v, pág. 1 06. 40. Cf. capítulo v, P'i· 1 36 sq.
210 SEXUACIÓN Y PSICOSIS

que por otra parte define, el rechazo del padre condenará toda la construc­ VIII
ción a derrumbarse en algún momento. Razón por la cual ese modo de se­
xuación es lábil, como lo comprobamos en la clínica (lves con " desecho",
Josiane con "malo" ) . EL EMPUJE-A-LA-MUJER
S i el significante amo elegido p o r e l inconsciente del sujeto permite, al
contrario, lo que hemos denominado una identificación "clasificadora" , es
decir, distribuir a hombres y mujeres sin recurrir al padre, la elección se­
xuada del sujeto será más sólida (caso de lves, con el muro de Berlín).
En los dos casos estudiados en este capítulo, el "empuje-a-la-mujer" te­
nía un lugar eminente. Empuje-a-la-mujer amoroso, idealizado, absolutiza­
do en su partenaire futura para Ven, o empuje-a-la-mujer de goce infa­
mante, invasor y rechazado con todo su ser por Ives. Estas diferencias nos
incitan a precisar en el próximo capítulo este concepto de Lacan, muy útil
en la clínica de la sexuación de las psicosis.

La cuestión de la sexuación se planteó desde los comienzos del psicoa­


nálisis, cuando Freud dio con la histérica y su bisexualidad.
La histeria se caracteriza, en efecto, por una pregunta inconsciente re­
ferida al sexo propio: " ¿ Soy hombre o mujer ? " 1 Muy tempranamente,
también, Freud se interesó en la causalidad sexual en la psicosis. En 1 9 1 1 ,
y a propósito d e Schreber, expone su teoría d e l a homosexualidad como
causa de la paranoia, causalidad pulsional de la psicosis que Lacan critica­
rá en 1958, para sustituirla por una causalidad articulada con el signifi­
cante, la forclusión del Nombre-del-Padre. 2 Desde fines qe la década de
1 920, el enigma de la femineidad, de la histeria a la psicosis, domina el de­
bate analítico y se materializa en la " querella del falo", cristalizada alrede­
dor de las tesis de Jones: 3 ¿la femineidad data de antes o después de la fase
fálica? ¿Debe situarse antes o después del Penisneid en el desarrollo? ¿Se
articula o no con la castración?

¿CÓMO ORIENTARSE?

Estas preguntas, e incluso posiciones explícitamente antifreudianas que


responden a ellas, se reencuentran en clínicos contemporáneos como Sto-

1. J. Lacan, Le Séminaire. Livre m, op. cit., págs. 1 81 -205.


2. J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . ", op. 'cit., pág. 567.
3. E. Jones, "Le développement précoce de la sexualité féminine" ( 1 927), "Le
stade phallique" ( 1 933), "Sexualité féminine précoce" ( 1 935), en Théorie et prati­
que de la psycha,s1l,y111 Par!M, Payot, 1 997, col. "Désir" .
212 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 213

ller, para quien la femineidad se adquiere por el contacto directo con la Dos orientaciones del goce
madre ( "pulsiones protofemeninas "); de tal modo, ésta puede contaminar
a su hijo varón. La masculinidad se daría por añadidura.4 La femineidad El empuje-a-la-mujer es una expresión inventada por Lacan en 1 972,
sería natural, la masculinidad no. No puede dejar de pensarse que esta cuando comenta las fórmulas de la sexuación en " El atolondra dicho" ,9 y
concepción, por lo demás clásica (identificar a la mujer con la naturaleza, está referida al caso del presidente Schreber. La cuestión consiste en saber
el estado salvaje), tiene dos fuentes. Por un lado, proviene del estudio de en qué medida ese caso es paradigmático para la psicosis. En primer lugar,
los transexuales masculinos, en los cuales la femineidad no se articula con intentaremos esbozar el problema clínic;o que indujo a inventar el concep­
el complejo de castración, justamente porque son psicóticos. Por el otro, to, y luego describiremos las grandes líneas de su construcción en Lacan.
resulta del error consistente en considerar a la pareja madre-hijo como una De entrada, se impone al ser hablante un goce que él debe interpretar
dualidad, mientras que el complejo de castración y la problemática fálica para evitar que siga siendo real, insoportable. Así, Freud señalaba que la
son introducidos desde el principio por el inconsciente materno, 5 mucho "actividad de órgano" existe en sí misma antes de asociarse a los comple­
antes de que el sujeto lo sepa. jos de Edipo y de castración 10 o a la representación de la escena primitiva.
En la clínica psiquiátrica más reciente, la borradura de la consideración Las teorías sexuales_ infantiles 1 1 son por un lado interpretaciones que el ni­
de la estructura en beneficio de una clasificación ciega por el síntoma (DSM ño hace de su goce de órgano (el falicismo de la primera teoría). Por el
m y IV)6 indujo una confusión que extravía al profesional. otro, se elaboran a partir de preguntas sobre sus padres: ¿qué quiere él? ,
En efecto, ¿cómo orientarse entre esas distintas femineida des ? Una fe­ ¿ qué soy para él?, ¿cómo goza ? (Respondidas por l a segunda y l a tercera
mineidad natural o calcada sobre la madre, como lo postula Stoller en el teorías infantiles: el niño excremento, la teoría sádica del coito. ) El sujeto,
transexualismo masculino, ¿no tiene algo en común con la construcción por lo tanto, debe interpretar no sólo su goce, que puede situar en su cuer­
compleja del presidente Schreber? Una femineidad fálica como la de la po, su pensamiento o en el habla y las palabras, sino también el goce del
mascarada 7 femenina en la histeria, ¿incumbe a la misma posición con res­ Otro.
pecto a la castración que la del travestido perverso que goza de su órgano, A partir de la teoría de la metáfora paterna 12 elaborada en principio
velado por ropa interior de mujer? Si la femineidad compete a "un goce para la neurosis, Lacan introduce una oposición binaria que diferencia
más allá del falo" como el que Lacan atribuye a los místicos en Aun, 8 ¿qué neurosis y psicosis. La primera se caracteriza por la aceptación del Nom­
tiene que ver con las cuatro precedentes ? Ésos son los datos clínicos que bre-del-Padre y la significación fálica contigua, mientras que la segunda se
deben impulsar al profesional, so pena de confusión, hacia una construc­ opone a ellos mediante su forclusión. 1 3 En esta dicotomía es difícil situar
ción fina y precisa de los casos por un lado, y el estudio del concepto por la perversión; estaría del lado de la neurosis, pero con un uso particular
el otro. del falo. 14 El caso del presidente Schreber permite especificar la forclusión
de la significación fálica mediante una significación femenina dominante.

9. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 22.


10. S. Freud, "Quelques conséquences psychiques . . . " , op. cit., pág. 1 25 para el
4. R. J. Stoller, Masculin ou féminin?; op. cit., pág. 309. varón y pág. 126 para la niña.
5. J. Lacan, Le Séminaire. Livre IV, op. cit. , pág. 224. La concepción de Stoller 1 1 . Cf. supra, capítulo 111, pág. 92 sq.
se inspira, al contrario, en la idea de una "simbiosis" primitiva madre-hijo, desa­ 12. Cf. capítulo 11, pág. 50, nota 1 3 , y pág. 69, nota 73.
rrollada por la psicoanalista norteamericana Margaret Mahler. Cf. M. Mahler, 13. Escritas respectivamente Po y <I>o en el esquema "terminal" de la psicosis de
"Autism and symbiosis. Two extreme disturbances of identity", en International Schreber, llamado esquema I; cf. J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . ", op.
Journal of Psycho-Analysis, 1958, pág. 39. cit., pág. 571 .
6. American Psychiatric Association, DSM-IV. Manuel diagnostique et statistique 14. Aun cuando en "O'une question préliminaire ... ", pág. 568, Lacan señale la
des troubles mentaux, París, Masson, 1996 [traducción castellana: DSM-IV: Manual proximidad clínica entre práctica transexual y perversión, afinidad con el fetichis­
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, Barcelona, Masson, 2001]. mo que reafirma durante una presentación de enfermo con un transexual candida­
7. Cf. capítulo I, pág. 42 sq. to a una operación, el 21 de febrero de 1 9 76. Cf. J. Lacan, " Entretien avec Michel
8 . J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx, op. cit., págs. 69-70. Cf. supra, capítulo v, H." (1 976), en la obr11 colectiva Sur l'identité sexuelle, París, Édition de l' Associa­
"El desdoblamiento del goce femenino", pág. 152. tion Freudienne lntcrnntlonale, 1 996, págs. 3 1 1 -353.
EL EMPUJE-A-LA-MUJER 215
214 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
"cambio de sexo" . Si en general el sujeto se preocupa muy poco por su ór­
Así se oponen dos orientaciones principales para la interpretación del go­ gano y el goce de éste, y se interesa exclusivamente en su mutilación o su
ce en especial el del cuerpo. eliminación, 1 9 su "goce femenino", al contrario, es asociado a menudo por
' Según la primera orientación -neurótica-, el goce cobra una significa­ él al uso o la manipulación de la ropa femenina y a su autocontemplación
ción fálica o, como lo formula Lacan en la década de 1 970, funciona fáli­ en el espejo, vestido de mujer. Encontramos en este aspecto una continui­
camente. El sujeto se inscribe en la función fálica: es el caso de Hans, que dad entre el delirio terminal de· Schreber con su goce como mujer en el es­
inventa una función universal fálica (tener un pipí} que, como dice Freud, pejo y la psicosis a veces no desencadenada de esos sujetos, en general esta­
es el "reflejo lógico" 15 del goce experimentado, elevado a la dimensión bilizada gracias a una identificación precoz y masiva con la madre.2 º
universal de una lectura del mundo. En ambos casos hay articulación de la significación femenina atribuida
Según la segunda orientación -psicótica-, el goce cobra una significa­ al goce y de la preponderancia del registro especular. Suponemos aquí que
ción femenina prevaleciente, alojada en un delirio que el sujeto debe soste­ la relación con la ropa femenina y a veces con la piel de la mujer tiene una
ner con una construcción perpetua. Así, un paciente de Krafft-Ebbing1 6 vinculación con la imagen del cuerpo. Durante el estadio del espejo, la ma­
afirma que, aun al hacer el amor con una mujer y utilizar el órgano � as­ triz de un yo ideal femenino se constituiría precozmente por medio de una
culino, goza como una mujer. Da así testimonio de una disyunción radical identificación imaginaria con la madre.
entre la anatomía y el goce, en la que este último gana, imponiéndose co­
mo femenino: "Soy mujer en un cuerpo de hombre; aunque a veces me Dos objeciones
sienta todavía hombre, el órgano correspondiente me parece, sin embargo,
femenino". Podrían plantearse dos objeciones a la concepción binaria que acaba­
"Empuje-a-la-mujer" es el nombre dado por Lacan a esta orientación fe­ mos de desarrollar (significación fálica o femenina para el goce).
menina del goce en la psicosis. Es indudable que abarca un amplio abanico La primera concierne a la equivalencia funcional aparente que podría­
clínico: el mismo Lacan propone, en 1958, estudiar el transexualismo a mos sentir la tentación de inferir entre la significación fálica en la neurosis
partir del caso Schreber. 1 7 Dentro de ese concepto pueden reagruparse, en­ y la significación femenina en la psicosis. Ahora bien, éstas no desempeñan
tonces, no sólo los grandes delirios paranoicos de transformación en mujer, el mismo papel. La primera es universal y crea un lazo social entre los se­
como los de Schreber o el paciente de Krafft-Ebbing, que no exigen una res humanos porque está asociada a la ley común de la castración, enten­
operación porque ya experimentan en sí mismos su transformación corpo- dida como prohibición del incesto materno y simbolizada por el Nombre­
ral sino también los casos de los llamados transexua1es pnmanos
· · 18 que tie-
del-Padre.2 1 La segunda, que correlaciona el goce del sujeto y "la mujer",
ne� la convicción de ser una mujer sin tener otro punto delirante que esa hace del sujeto, al contrario, una excepción a la regla a la que están some­
misma convicción y la exigencia, a veces, de una operación calificada de tidos los otros: resulta difícil entonces crear un lazo social con ellos. Esta
significación femenina del goce se apoya ora en una simple identificación,
y está acompañada entonces por un proyecto de castración en lo real, ora
15. S. Freud, "Les théories sexuelles infantiles", op. cit., pág. 19. en un delirio que sólo provoca una estabilización de la psicosis y un apaci­
16. Cf. R. von Krafft-Ebbing, Psychopathia sexualis, traducción de R. Lobs­ guamiento a menudo precario al cabo de una larga construcción. El califi­
tein, París, Édition Climats, 1990, observación 354, págs. 651-671 [traducción cativo de "asintótico" , que Lacan retoma de Freud,22 debe leerse por lo
castellana: Psychopathia sexualis: 69 historias de casos, Valencia, La Máscara,
2000], y N. Linardou-Blanchet, "Homme se sentant femme" , en Figures du pous­
se-a-la-femme, op. cit., págs. 73-80.
17. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... " , op. cit., pág. 568 y nota 1 : 19. Cf. supra, capítulo VII, pág. 211 sq.
"Más aún, debemos señalar l o que l a estructura que ponemos de relieve aquí [la de 20. Cf. el caso Rock de Stoller, en Masculin ou féminin?, op. cit. , págs. 144-
Schreber] puede tener de il ustrativo sobre la insistencia tan singular, que muestran 1 63, que el propio autor opone al caso Mac, págs. 167-233, de un varón fetichista
los sujetos de esas observaciones [de transexualismo], en obtener para sus exigencias de la ropa femenina en quien el goce sigue asociado a la masturbación del órgano.
más radicalmente rectificadoras la autorización e incluso, por decirlo de algún modo, 21. Cf. supra, capítulo v, pág. 136 sq., y la nota 18 de la pág. 141.
las manos en la masa de su padre". (Las palabras entre corchetes son nuestras.) 22. Cf. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit., pág. 572, y S.
18. Cf. R. J. Stoller, Masculin ou féminin?, op. cit., pág. 39. También se puede Freud, "Remarques psychanalytiques sur · l'autobiographie d'un cas de para­
discernir el empuje-a-la-mujer en ciertos casos de transexualismo femenino; cf. su­ noia . . . ", op. cit, 1 pdg. 296 y nota 1 .
pra, capítulo VII, el caso de Ven, pág. 1 87 sq.
216 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 217

tanto en el "empuje-a " de la expresión "empuje-a-la-mujer " . En este as­ por un tiempo real, simbólico e imaginario y constituir un sínthorna, susti­
pecto, el empuje-a-la-mujer no es el descubrimiento de "la mujer", en la tuto eficaz del Nombre-del-Padre. Parece ser entonces que, si bien la cues­
misma medida en que el cambio de sexo reclamado por el transexual no tión de la sexuación sin la función fálica es un problema difícil de resolver
supera la mutilación de su apariencia corporal. Es peligroso e inadecuado, y requiere cierta dosis de inventiva de parte del sujeto psicótico, el ernpuje­
por ende, autorizar la operación en nombre de una supuesta libertad del a-la-rnujer no siempre brinda la solución. El sujeto puede, ya sea mantener
sujeto. Empero, aunque la solución sea menos mutiladora, también parece cierto grado de vaguedad con respecto a su identidad sexual (corno sucede
bastante vano empujar al sujeto, durante la cura analítica, a una metáfora con Adalbert Stifter), 27 o funcionar durante mucho tiempo, e incluso toda
delirante en el estilo de Schreber. Otras localizaciones del goce, suscepti­ la vida, gracias a identificaciones, corno Schreber antes de su desencadena­
bles de inscribirse en la vida del sujeto corno prácticas, o un estilo de vida miento. También puede simplemente abstenerse. Puede construir un
que le permita establecer lazos sociales, serán menos rnortificantes. Lacan sínthorna con algo distinto de la sexuación (corno el señor A. con la rela­
dio el nombre de "sínthorna" 23 a esa localización del goce cuando éste ló­ ción padre-hijo o Maria con la compra de una propiedad). 28 Puede tener
gra anudar real, simbólico e imaginario. además prácticas calificadas de perversas sin que sea posible asimilarlas a
La segunda objeción a una oposición binaria entre significación fálica y un empuje-a-la-mujer, el cual exige, s i no el asentimiento, sí al menos cier­
femenina para el goce se refiere a la falsa simetría que aquélla induce entre to reconocimiento de su feminización por el sujeto: Schreber sabe que
los campos de la neurosis y la psicosis. En ellos, la neurosis está centrada "quieren" transformarlo en mujer, el transexual cree que lo es de verdad.
en el Edipo y la castración, reescritos por la metáfora paterna; mientras El empuje-a-la-mujer, por consiguiente, no es el concepto que permite
que la psicosis encuentra "su condición esencial, con la estructura que la subsumir todos los casos de psicosis y hacer de ésta un todo. No es posible
separa de la neurosis ", en la forclusión del Nombre-del-Padre y de la sig­ hacer que equivalga a la estructura de la psicosis y, por tanto, no respon­
nificación fálica. 2 4 de a la exigencia lacaniana de una definición"segura y transmisible" de és­
Pero una ausencia semejante, la forclusión del Padre y el falo, rasgo ta. Su pertinencia, sin embargo, es innegable, porque el concepto expresa
común a todos los casos de psicosis, ¿ significa que estarnos frente a un una tendencia frecuente de la interpretación del goce en la psicosis, la fe­
conj unto suficientemente bien definido ? Así corno no hay "Todo" de las minización. Un estudio detallado de su construcción va a permitirnos cir­
rnujeres, 2 5 acaso tampoco haya "Todo" de la psicosis. Lo cual no impide cunscribir el uso de este concepto.
que las mujeres y los ps icóticos existan. La reunión de los " fuera de la ley
fálica" no basta para definir un conjunto: no hay ley común ni principió
de agrupación de los fuera de la ley. Tal vez sería j uicioso interpretar así EL CONCEPTO DEL "EMPUJE-A-LA-MUJER"
la observación de Lacan: "Que los tipos clínicos competen a la estructu­
ra, es lo que puede -escribirse ya, aunque no sin vacilación. Sólo es seguro Expresión tardía en su enseñanza ( 19 72), introducida en referencia a
y transmisible en lo que se refiere al discurso histérico " . 26 Queda plantea� Schreber, caso paradigmático para la paranoia, el empuje-a-la-mujer es lo
da entonces la cuestión de una definición "segura y transmisible" de la que Lacan extrajo en definitiva de ese caso. Pero el concepto tiene una lar­
psicosis. ga historia, cuyas huellas conserva. Los conceptos analíticos se mantienen
Los sujetos psicóticos, en efecto, exhiben modos muy variados de locali•
zación de su goce, ya sea mediante prácticas o gracias a significaciones de­
lirantes. El alcohol o la droga, pero también la escritura, la matemática, la 27. Escritor austríaco para quien la Naturaleza sustituía la significación fálica.
danza e incluso el psicoanálisis y muchas otras cosas más, pueden anudar En su Bildungsroman, L'Homme sans posterité, un hombre joven llega al matri­
monio gracias al dominio de la naturaleza, " como un águila". Cf. F. Kaltenbeck,
"La nature de la mélancolie chez Stifter" , en La Cause freudienne nº 36, Des fem­
mes et des semblants, 1997, págs. 28 -33.
23. Cf. supra, capítulo 11, pág. 51, y capítulo IV, pág. 121. 28. La sexuación y la relación con el otro sexo se subordinan entonces al
24. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit. , pág. 575. sínthoma. Para el señor A., la relación con su mujer importa menos que el lazo li­
25. "La mujer no existe ", enunciado célebre de Lacan; cf. Le Séminaire. Livre bidinal establecido con el hijo de ella. Para Maria, el marido es un perseguidor, pe­
xx, op. cit., pág. 68, y Télévision, op. cit., pág. 60. Cf. supra, capítulo v, pág. 152 sq. ro la relación esencial con él se ubica en el plano de los bienes y el dinero, mientras
· 26. J. Lacan, "Introduction a l'édition allemande des Écrits" ( ] 973), en Sci/ic,t que la sexualidad queda en un segundo plano: Cf. supra, capítulo u, pág. 50, y ca­
nº 5, París, Seuil, 1975, pág. 15. pítulo 1v, pág. 12. 1 .
EL EMPUJE-A-LA-MUJER 219
21 8 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
Desde el momento en que lo hace -y poco importa su contenido-, aquélla
asociados a los estratos de su construcción y su historia. Vamos a evocar se convierte en el signo de una alteridad de la reina con respecto al orden
algunos de los hitos de éstas. simbólico y fálico representado por el n;y. Por ello, la carta representa el
significante de la mujer que es entonces la reina, pero fuera de la ley. Y ese
El seminario sobre "La carta robada".29 Lacan, Poe y Lévi-Strauss signo feminiza uno tras otro a los sujetos, pues, al poseer la carta, pasan a
estar a su turno fuera de la ley. La feminización sufrida sucesivamente por
En este seminario, en el que comenta el cuento de Edgar A. Poe, Lacan ellos en "La carta robada", por ende, no está tan ligada a la identificación
opone el ser de la mujer y la ley. El pasaje crucial que citamos30 será reto­ narcisista con una mujer, la reina, como al hecho de ponerse fuera de la
mado por Lacan en su seminario inédito "D'un discours qui ne serait pas ley al tener la carta. Así, ésta pone en equivalencia el fuera de la ley y a
du semblant",3 1 quince años más tarde: "Aquí, el signo y el ser, maravillo­ "la" mujer.33
samente disyuntos, nos muestran cuál se impone cuando se oponen [ ... ]. El comentario que Lacan hace de "La carta robada" despega la femini­
Pues ese signo es en verdad el de la mujer, en cuanto que ésta hace valer su zación de lo imaginario (la identificación en espejo con alguien del sexo fe­
ser en él, fundándolo fuera de la ley, que la contiene siempre, a causa del menino, la reina) y la liga al ser de la mujer, o a " la " mujer como fuera de
efecto de los orígenes, en posición de significante e incluso de fetiche". La la ley. Ésa será la tesis ulterior de Lacan cuando enuncie que la mujer no
tesis se inspira en Lévi-Strauss.32 El orden simbólico es el lugar de los in­ existe salvo, j ustamente, fuera de la ley.3 4 Esta articulación de la feminiza­
tercambios exogárnicos entre los linajes, que se rigen mediante leyes articu­ ción, no únicamente imaginaria, con el fuera de la ley fálica, se mantiene
ladas con la prohibición del incesto. En consecuencia, el orden simbólico en el concepto de empuje-a-la-mujer. Bastará superponerla a la oposición
es aquí el lugar de la ley. Ahora bien, una mujer sólo entra en ese orden neurosis-significación fálica por un lado, y psicosis-forclusión por el otro,
como objeto de intercambio. Es lo que Lacan llama en el pasaje citado para deducir de ello que en la psicosis la feminización es una expresión del
"posición de significante e incluso de fetiche", es decir, valor fálico y se­ fuera de la ley fálica entendido como forclusión.
xual del objeto de intercambio. Pero su ser de mujer no es idéntico a su va·
lor de objeto de intercambio, ni de objeto de goce de un hombre (objeto a La "cuestión preliminar": las palabras de Schreber
de Lacan}, y ni siquiera a su existencia de sujeto del significante que habría
asumido todos estos aspectos. El ser trasciende aquí los valores del objeto Lo esencial del concepto del empuje-a-la-mujer procede del artículo "De
y el sujeto que pueden articularse en el orden simbólico. Y a sea como ob­ una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis". En él,
jeto o como sujeto, para una mujer es imposible encontrar en el orden s�m­ Lacan lee las Memorias de Schreber con el texto de Freud,35 y de ese modo
bólico su ser de mujer. " La" mujer, o sea en este caso el ser de la mu1er, muchas expresiones schreberianas se elevan a un rango conceptual, como
sólo puede fundarse al margen de ese orden, esto es, fuera de la ley. Si Entmannung (emasculación), Verweiblichung (feminización) o la " muerte
existe un signo o un significante de " la" mujer, no puede circular, enton­ del sujeto", que el mismo Schreber describe como Un largo proceso.
ces, más que al margen del orden simbólico, en el que sólo se producen los
intercambios conformes a la ley. Entmannung y Verweiblichung
La reina, fuera de la ley El marco teórico es el de la metáfora paterna en la neurosis, y el de la
forclusión del Nombre-del-Padre y de la significación fálica en la psicosis.
Eso es lo que representa la carta en el cuento de Poe. La reina, como es­
posa y súbdita del rey, no tiene derecho a ocultar la carta que ha recibido,

33. Lo cual inscribirá más adelante la escritura S(J,._) de la letra como significan­
te del Otro que no existe, o sea significante de que el Otro es siempre otro, jamás
29. J. Lacan, "Le séminaire sur «La lettre volée» " , op. cit., pág. 1 1 . reductible a un principio, en este caso el del orden y la ley fálicos.
30. !bid. , pág. 3 1 . 34. J. Lacan, Le Séminaire. Livre xvm, op. cit., clase del 1 7 de marzo de 1971 .
31 . J. Lacan, L e Séminaire. Livre xvm, op. cit., clase del 1 8 d e mayo d e 1971. 35. D. P. Schrcber, Mémoires d'un névropathe, op. cit. , y S. Freud, " Remar­
32. C. Lévi-Strauss, " Les principes de la parenté", en Les Structures élémentai• ques psychanalytiques sur l'autobiographie d'un cas de paranoia . . . ", op. cit., págs.
res de la parenté ( 1 947), París, Mouton, 1 967, capítulo 24, pág. 549 [traducción 263-324.
castellana: Las estru,cturas elementales del parentesco, Barcelona, Paidós, 1 993).
220 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 221

En el primer caso, la sexuación de un sujeto se inscribe como ser o tener el del Universo, y que puede abandonarlo a su antojo. Así, la formalización
falo. 36 La cuestión, entonces, es saber cuáles son las consecuencias de la de la Entmannung como "muerte del sujeto" por la cadaverización imagi­
forclusión sobre ese "ser o tener el falo". naria encubre la mortificación real del sujeto, como objeto del goce de
Schreber confunde la Entmannung y la Verweiblichung, pero es conve­ Dios. Por lo tanto, la Entmannung tiene tres coordenadas: simbólica, la
niente distinguirlas para darles su justo lugar. 37 La primera es el efecto de forclusión del falo; imaginaria, la cadaverización en el espejo; real , el so­
la forclusión sobre "tener el falo", mientras que la segunda sustituye a metimiento al goce divino.
"ser el falo ". Con el nombre de "metáfora delirante", esta sustitución se A partir de allí, ya no hay obstáculo viril a la aceptación de la Verwei­
corresponde con la metáfora paterna en la neurosis. Si la metáfora paterna blichung, que se convierte por lo tanto en una solución del ser aceptable
sustituye el deseo de la madre por el Nombre-del-Padre, la metáfora deli­ por el sujeto, una respuesta posible a la aporía inicial: ¿ qué ser en el deseo
rante sustituye el deseo de la madre o su avatar del deseo de Dios por " la materno, si no se asume el valor fálico?
mujer ". Pero la Verweiblichung, como solución del ser para el sujeto, cho­ Lacan anticipa de tal modo su utilización de la frase con agujeros. Co­
ca con su rechazo de la Entmannung. Es necesario, por lo tanto, pasar pre­ mo hemos visto, el punto de partida es que al Otro (del goce) le falta algo.
viamente por la aceptación de esta última para realizar aquélla. Lacan En el lugar de ese Otro se ubican, con el paso del tiempo, la madre, los
plantea la aceptación de la Entmannung como equivalente de la "muerte hombres, Dios, mientras que el falo, la mujer y luego una vez más la mu­
del sujeto" . Éste es el momento del proceso delirante en que Schreber cree jer son identificaciones del sujeto que colman sucesivamente la falta del
estar muerto: el anuncio aparece entonces en e1 diario. 3 8 La equivalenci\ partenaire gozador.4 1
entre la Entmannung y la "muerte del sujeto" se justifica por el hecho de Dejaremos a un lado aquí la naturaleza maternal del Dios schreberia­
que el falo, en ese texto, es a la vez el significante de la virilidad y de la vi­ no, para concluir con la feminización. En 1 95 8 , Lacan la enuncia como
da, el significante del sujeto como ser viviente. Por lo tanto, la Entman� imaginaria,42 pero también como " goce transexual", lo cual hace que po­
nung, o negación forclusiva que recae sobre el "tener el falo" , es al mismo damos considerarla como una combinación de real (goce experimentado
tiempo la aniquilación de la virilidad y el signo de la "muerte del sujeto ". en el cuerpo) e imaginario (contemplación como mujer en el espej o ) . Tiene
Esta última, por otra parte, tiene su modelo en el estadio del espejo (cara a también una referencia simbólica, 43 que es un punto de ideal del yo, en
cara mortal del yo y el otro, su imagen en el espejo) y se materializa más que el suj eto se mantiene como la excepción que garantiza el orden del
precisamente en la "regresión tópica al estadio del espejo". 3 9 La "muerte universo contra un Dios ignorante que lo ha puesto en peligro. El sujeto se
del sujeto" aparece así como un punto mínimo de la curva descripta por el asume como fuera de la ley para crear un nuevo orden del mundo, un uni­
sujeto, en el que se anudan Entmannung y Verweiblichung: en ese punto verso organizado alrededor de él y de la ley de su ser, lo cual es propio de
cae toda "protesta viril", para retomar la expresión de Adler, y el sujeto se la paranoia. El significante "la mujer" sería el nombre de ese punto de ex­
identifica imaginariíiWllente40 con su cadáver en una mortificación que, por cepción a la ley, sostén de un nuevo orden y correlativo del goce transe­
su parte, es máxima. En efecto, no se la puede reducir en modo alguno al xual. Como en " La carta robada ", un punto único casa entonces el ser
imaginario que le da su forma gracias al estadio del espejo. Si hay Ent• "fuera de la ley" y el significante "la mujer " . Pero ese punto sólo se alcan­
mannung, es también porque el sujeto ya es el objeto del goce divino. Los za de manera asintótica, en el infinito del futuro.
rayos divinos son atraídos, captados por la voluptuosidad y la beatitud.
que tienen su asiento en Schreber, lo cual es correlativo de su decadencia,
viril. Él está entonces a merced de ese Dios ignorante, infractor del orden
4 1 . Cf. supra, capítulo IV, "El delirio de Schreber " , pág. 125. La frase con agu-
jeros se escribe: ser la (x) que falta al Otro (y), o sea, sucesivamente:
1 ) ser el falo que fa lta a la madre;
36. Cf. J. Lacan, " La signification du phallus " , op. cit., pág. 694. 2) ser la mujer que falta a los. hombres;
37. J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . ", op. cit., págs. 564-565. 3) ser la mujer que falta a Dios,
38. En marzo de 1 894; cf. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., donde (x) es el lugar del sujeto como complemento de la falta del Otro, e (y) el ,lu­
capítulo 7, § 81, pág. 79. gar del Otro del goce.
39. J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . ", op. cit., pág. 558. 42. Está representada por el punto i del esquema I; cf. J. Lacan, "D'une ques­
40. "Soy el primer cadáver leproso y conduzco un cadáver leproso", D. P. tion préliminaire . . . ", 1>p, cit., pág. 575.
Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., capítulo 7, § 92, pág. 87. 43. En "I" Je! 11qu1n1a l.
222 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 223
En efecto, el interés de la metáfora delirante consiste en significar y lo­ res", agrega otros dos: el "no-todo", r/ , y la "inexistencia", 3. La barra
calizar, mediante el significante " la mujer", el goce que invade al sujeto, significa una negación. Según él, esos cuantores negados no se reducen a
ya se sitúe en su cuerpo o se atribuya a Dios. Por eso el goce de Schreber los precedentes, como sucedería si se los interpretara en la lógica clásica.48
se le manifiesta como femenino luego de un prolongado trabajo delirante. Hay que leerlos literalmente. Del mismo modo, la negación recaída en la
Pero ese goce, por no estar limitado por la castración, se vuelve infinito función <1> tiene un valor llamado "forclusivo":49 <I>(x) debe leerse "no se
como el trabajo de su simbolización. Por esa razón, la estabilización del puede inscribir«x» en la función <1>", o " «x» es un valor de excepción para
goce por el significante "la mujer" se posterga sin cesar. La metáfora deli­ la función <1>, en el cual ésta no tiene valor de verdad". En lógica, esto que­
rante es a menudo insuficiente para anudar por sí sola real, simbólico e rría decir que "x" no es un valor perteneciente al dominio de definición de
imaginario: no logra ser un sínthoma. <I>, y que <I>(x) no tiene sentido. No se trataría entonces de buscar el valor
Los diversos elementos que hemos extraído del caso Schreber vuelven a de verdad de las fórmulas que contuvieran esa "x", y ni siquiera de escri­
encontrarse en muchos casos en formas fragmentarias; de allí su excepcio� birlas ... Es por eso que dichas fórmulas, a nuestro juicio, no deben consi­
na! interés. derarse como los el�mentos de un cálculo lógico. Condensan cierta canti­
dad de hechos clínicos y sólo valen por las lecturas -múltiples, sin duda­
"El atolondradicho": la "lógica" del empuje-a-la-mujer que pueden hacerse de ellos a partir de la experiencia clínica. ¿ Acaso el
propio Lacan no dice, en referencia al no-todo, que se lo s ugirió la expe­
En su artículo "El atolondradicho", Lacan introduce cuatro " fórmulas riencia ? s o "Lógica de la sexuación", por lo tanto, debe tomarse en el sen­
de la sexuación" que distribuyen a hombres y mujeres de acuerdo con su tido de un intento de formalización con herramientas lógicas, algunas clá­
"relación con el sexo" .44 Lacan las inscribe en un cuadro de dos líneas y sicas o modernas y otras inventadas, de relaciones que describen la
dos columnas que designamos aquí "lado hombre" y "lado mujer" .45 De­ relación del sujeto con el sexo.
mos a cada fórmula un nombre al cual nos referiremos a continuación: en
el lado hombre, en la primera línea, la fórmula del "padre", y en la segun­ La inexistencia
da, la del "todo hombre"; en el lado mujer, en la primera línea, la de la
"inexistencia", y en la segunda, la del "no-todo". Estas fórmulas intentan Ya hemos comentado el lado hombre de esas fórmulas.5 1 Un sujeto se
escribir una "lógica de la sexuación" que se apoye en la relación del suje­ llamará hombre si las dos fórmulas del " lado hombre" son verdaderas,
to con el lenguaje, por una parte, y en su relación con el goce, por la otra. con los valores de "x" tomados entre los significantes de su goce. Esto vale
Utilizan para ello la función fálica, <1> (_), que definimos anteriormente.46 en el tiempo tres de la sexuación,52 para un sujeto neurótico o perverso
La variable es "x" y representa un significante del goce para el sujeto. La que ha inscripto en el tiempo dos su goce en la función fálica. La existen­
función fálica es una función proposicional, susceptible, por lo tanto, de cia del padre como excepción a la función fálica sostiene el universal del
cuantificarse. Los dos cuantificadores de la lógica moderna son el cuantifi• hombre cuyo goce es todo fálico. Las dos fórmulas del "lado hombre",
cador universal "r/ " y el existencial "3 ".47 Lacan, que los llama "cuanto•

rismos "todo", "alguno" y "ninguno" , que encontramos en el cuadrado lógico de


44. J. Lacan, "L'Étourdit", op. cit., pág. 21. Y agrega: " No dije: que los distri­ Aristóteles que nos transmitió Apuleyo. El cuantificador universal se lee "para to­
buya por distribuir en ellas el órgano " . do": "V x <l> x " se lee " para todo x, x se inscribe en la función fálica". El cuantifi­
45. Véase el cuadro en J. Lacan, Le Séminaire. Livre xx.� .• op. cit. , pág. 73: cador existencial se lee: "Existe x tal que ... ".
48. En ella, la negación del cuantificador existencial remite al cuantificador
lado hombre lado mujer universal; y la de éste a aquél. En el capítulo v, pág. 158 sq., vimos que Lacan ilus­
traba el "no-todo" mediante la negación discordancia!.
el "padre" 3 x°qix 3x°qix la "inexistencia" 49. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre XVIII, op. cit., clases del 1 7 de marzo y 1 8
de mayo de 1971 , y L e Séminaire. Livre XIX, op. cit., clase del 8 de diciembre de
el "todo hombre" 'lt x <l>x V x <l> x el "no-todo" 1971.
SO. J. Lacan, Télévision, op. cit., pág. 63.
46. Cf. supra, capítulo rv, pág. 1 1 0 sq. 5 1 . Cf. supra, capítulo v, págs. 144-5.
47. Los cuantificadores son la reescritura, en la lógica moderna, de los prosdio• 52. Cf. supra, �•pírulo v, pág. 141 sq.
EL EMPUJE-A-LA-MUJER 225
224 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
mujer" . 54 La referencia a Schreber indica que esta lectura sólo puede con­
contradictorias según la lógica clásica, resumen el mito freudiano de Tó­ cebirse para un sujeto psicótico, que no inscribe su-goce en la función fáli­
tem y tabú: Freud con Aristóteles, decíamos. ca en el tiempo dos. Conviene entonces leer esta fórmula sola, disociada de
El lado mujer expresa la elección de la femineidad en el tiempo tres por la del "no-todo" que implica, al contrario, la inscripción de la función fáli­
parte de un sujeto no psicótico. En efecto, el " no-todo" , como ya vimos, 53 ca. Inscribir el empuje-a-la-mujer en las fórmulas de la sexuación. es una
implica una parte de goce fálico. Debido a ello, es indispensable que la fór­ novedad, como lo es la expresión misma de empuje-a-la-mujer, creada en
mula del "no-todo" se lea con la del "padre " : la función fálica no puede esa oportunidad. En efecto, en "De una cuestión preliminar. . . " , la femini­
existir sin el Nombre-del-Padre. Por lo tanto, el lado mujer, puesto que es zación (o transformación en mujer) se consideraba como un proceso deli­
correlativo de la fórmula del "padre", no puede concebirse sin el lado rante y no se estudiaba desde la perspectiva de la sexuación. Lacan subra­
hombre. No comentaremos esta relación; estudiaremos, más bien, la fór­ yaba incluso la conservación, en el campo de la realidad, del amor de
mula de la "inexistencia" , que se traduce en el aforismo " La mujer no Schreber por su mujer. 55 Planteaba, sin profundizar en el comentario, la
existe" . cuestión de la coexistencia de ese antiguo amor con el delirio feminizante
Para leer esta fórmula, comparémosla con su simétrica del "lado hom­ del sujeto. Podemos preguntarnos si, en " El atolondradicho" , Lacan no
bre" la fórmula del "padre " . Según ésta, leída a partir de los comentarios quiere responder a los teóricos del género, 5 6 que proponen una teoría de la
de L;can en "El atolondradicho" , existe una excepción a la función fálica sexuación exclusivamente basada en la identificación y apoyada en gran
que funda el conjunto de los hombres como un todo, y "El hombre" como medida en el estudio del transexualismo. Si el empuje-a-la-mujer es un ele­
un universal. La fórmula de la "inexistencia" se lee entonces así: no existe mento de la teoría de la sexuación, se convierte en una alternativa teórica
excepción a la función fálica que funde el conjunto de las mujeres como al género en el dominio de la psicosis; las fórmulas de la sexuación ya son
un todo y "La mujer" como un universal. No se puede poner en este lugar una alternativa semejante en el campo de la neurosis y la perversión.
a la madre, que "transmitiría" la femineidad a su hija, como el padre la vi­ Traducimos la fórmula de la "inexistencia", del lado mujer, mediante
rilidad a su hijo, por medio de la castración. La femineidad de la hija su­ el aforismo "la mujer no existe " . ¿De qué manera es esto compatible con
pone, si seguimos a Freud en lo que se refiere al complejo de castración fe­ una nueva lectura de esta fórmula como inscripción del empuje-a-la­
menino, un desvío necesario por el padre. Tampoco puede pensarse que mujer? En efecto, en lo que se refiere a Schreber, el empuje-a-la-mujer pa­
exista un significante de la mujer en el inconsciente, ni que haya un " in­ rece suponer, al contrario, la existencia del significante "la" mujer: la
consciente femenino" antifálico. Esto es coherente con el postulado de que "metáfora delirante" se lee como la sustitución del " deseo-de-la-madre" o
el " Otro goce" , la parte no fálica del goce femenino, no tiene inscripción su equivalente, el deseo de Dios, por "la mujer" . 5 7 "Ser la mujer que falta
inconsciente: en ese sentido, pero sólo en ese sentido, no existe. a Dios" sería la escritura que describe el estado terminal del delirio.
"La mujer no existe" es, para Lacan, un real que hay que vincular a
"no hay relación sexual" . La neurosis transforma ese real en pregunta.
Así, la histérica se interroga sobre la esencia de la mujer: " ¿ Qué es una
54. Cf. J. Lacan, " L'Étourdit", op. cit. , pág. 22: "Podría aquí, con desarrollar
mujer ? " . Lo hace por medio de una identificación viril imaginaria, como la inscripción, que hice mediante una función hiperbólica, de la psicosis de Schre­
Dora con el señor K., y a menudo a partir de otra mujer (la señora K. para ber, demostrar en ella lo que tiene de sardónico el efecto empuje-a-la-mujer que se
Dora) . Pero, en oposición a lo que sucede en la psicosis, no construye la especifica en el primer cuantor: habiendo pensado que es por la irrupción de Un­
ficción de la mujer en torno del goce del que ella es objeto. Su pregunta se padre como sin razón, que se precipita aquí el efecto experimentado como forza­
origina, al contrario, en el vacío provocado por su negativa a servir de ob­ miento, en el campo de un Otro que ha de pensarse como lo más ajeno a todo sen­
jeto de goce para un hombre (huida histérica) . tido" .
Hemos dicho que las fórmulas de la sexuación sólo valen para un suje­ 55. J. Lacan, "D'une question préliminaire . . . " , op. cit., págs. 573-574.
to que inscribe su goce en la función fálica, en el tiempo dos. Eso es lo que 56. El libro de Stoller, Sex and Gender, traducido en francés como Recherches
sucede, al menos, en el caso de las fórmulas del "padre", del "todo hom­ sur l'identité sexuelle, op. cit., apareció en 1 96 8 , y Lacan menciona a este autor en
bre" y del " no-todo" . Pero Lacan propone, en "El atolondradicho" , otra D'un discours qui ne serait pas du semblant, en referencia al transexualismo, el 20
de enero de 1971. Elogia la transmisión de los casos que hace Stoller, pero le "re­
lectura de la fórmula de la "inexistencia" , mediante el "empuje-a-la�
procha " elidir el aspecto psicótico de los casos de transexualismo, por ignorancia
de la forclusión del Nombre-del-Padre.
57. Cf. supra, P"R· 22 1 .
53. Cf. supra, capítulo v, pág. 146 sq.
226 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 227

Hay dos maneras de resolver esta contradicción aparente. La primera función hiperbólica" . Alude aquí al esquema de " la estructura del sujeto al
compete a la lectura de las fórmulas de la sexuación. "La mujer no existe" cabo del proceso psicótico ", que había establecido en "De una cuestión
debe compararse, por una parte, con el "no-todo" del lado mujer: implica preliminar . . . ". 62 El esquema se inspiraba en la forma de una hipérbole, y la
entonces la existencia de la función fálica y del padre. Por lo tanto, "la feminización del sujeto estaba inscripta en ella a lo largo de una de las ra­
mujer no existe" va en ese caso con "el padre existe" . Pero si leemos la mas asintóticas de esta curva, como si apuntara al infinito. Lacan tomó el
fórmula de la " inexistencia" como el empuje-a-la-mujer, lo hacemos en el término "asintótico" de Freud, quien comentaba así el aplazamiento remo­
contexto de la psicosis, en el cual depende de la forclusión del Nombre­ to de la realización de la transformación en mujer. 63 Esta ambigüedad de la
del-Padre y del falo. Es preciso leerla entonces como "el padre no existe" feminización, ya sucedida en la forma de esbozo y proyectada, sin embar­
y "la mujer existe" . Volvemos a encontrar con ello lo que habíamos dedu­ go, en un futuro indefinido, está presente en el texto mismo de Schreber,
cido de "La carta robada": "la" mujer sólo puede existir fuera de la ley fá­ quien escribe: "Sólo a título de una posibilidad que haya que tener en cuen­
lica. Hay en consecuencia una "rivalidad" exclusiva, en la estructura, del ta le digo: mi emascufación, sin embargo, aún podría producirse, al efecto
Nombre-del-Padre y el significante "la'' mujer. La disposición frente a de que una nueva generación salga de mi seno por obra de una fecundación
frente de las fórmulas del "padre" y la "inexistencia" puede interpretarse divina" . 64 No obstante, en la introducción de las Memorias afirmaba lo si­
en ese sentido. Sin embargo, esta explicación tropieza con una objeción: guiente: " Por dos veces ya [ ... J tuve órganos genitales femeninos, aunque
¿por qué representar la existencia de "la" mujer en la psicosis, precisamen-­ imperfectamente desarroUados, y experimenté en el cuerpo movimientos de
te mediante una fórmula de inexistencia? Esto nos lleva a nuestra segunda saltos, parecidos a las primeras agitaciones de un embrión humano. Ner­
respuesta, clínica, a la contradicción precedente. Hay que matizar la exis­ vios de Dios, correspondientes a un semen masculino, habían sido proyec­
tencia de "la" mujer en la psicosis. Ya lo hicimos implícitamente al desta­ tados hacia mi cuerpo po.r un milagro divino, y de ese modo se había pro­
car la diferencia y la disimetría entre la orientación del goce por el falo y ducido una fecundación" .65 Esas contradicciones del delirio confirman que
por "la" mujer.5 8 En la neurosis, el falo, significante universal, es una refe­ la existencia de " la" mujer no es más que la de una construcción levantada
rencia del discurso materno, antes de que el Nombre-del-Padre llegue a sobre el vacío, imputable a la forclusión del Nombre-del-Padre y el falo. La
darle su status de punto de referencia para el goce del sujeto. No es el ca­ forma de la expresión "empuje-a-la-mujer" evoca ese aspecto no consuma­
so de " la" mujer, que el sujeto debe construir como una ficción. De allí el do, inconcluso, de work in pr,ogress del trabajo delirante.
carácter asintótico de la construcción schreberiana y la complej idad del de­ Las dos negaciones contenidas en la fórmula de la "inexistencia" que,
lirio que requiere. La clínica muestra sus numerosas facetas, de las que la según Lacan, no se anulan, evocan la misma tendencia infinita. "No exis­
construcción de Schreber no es más que un ejemplo. te ningún punto x que constituya una excepción a la función fálica" -ese
En una joven en análisis, la ficción de " la mujer" surge en los poemas punto sería "la" mujer- induce la idea de una búsqueda infinita. Se pue­
que escribe con los rasgos de la diosa Atenea que castiga a la pobre Aracne den verificar, someter a prueba hasta el infinito todos los puntos, uno por
(ella misma). 5 9 En otro caso, el sujeto deberá hacer una larga tesis universi­ uno: "la mujer" no se encontrará en ninguno. En el" caso de Schreber, es el
taria sobre la condición femenina. En otro, años de escritura de relatos y
novelas de amor en las que ella es la única heroína. En Ven, 60 hemos visto
que la ficción de la mujer, futura partenaire, se acompañaba de una teoría 62. J. Lacan, " D'une question préliminaire . . . " , op. cit. , pág. 571. El esquema
ya elaborada sobre el amor absoluto y la verdad que exige. "La" mujer sólo es el "esquema l.
existe en la psicosis como un punto de fuga de la perspectiva delirante, co­ 63. S. Freud, "Remarques psychanalytiques sur l'autobiographie d'un cas de
mo un punto en el infinito. Lacan lo subraya en "El atolondradicho " , 61 paranoia ... ", op. cit. , pág. 296: "No obstante, el sentido de la realidad, que en el
cuando evoca "la inscripción [ ...] de la psicosis de Schreber mediante una ínterin se había fortalecido en el paciente, lo obliga en el presente a postergar para
un futuro remoto la solución hallada, a contentarse, por así decirlo, con una elabo­
ración asintótica de su deseo. Prevé que su transformación en mujer se producirá
algún día; hasta ese momento, la persona del presidente Schreber se mantendrá in­
58. Cf. supra, pág. 214. destructible ". Cf. también pág. 296, nota 1.
59. Cf. infra el relato del caso Eisa, capítulo IX, págs. 239-40. 64. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit. (293), pág. 237. Citado
60. Cf. supra, capítulo VII, pág. 187sq. por Freud, " Remarques psychanalytiques . . . ", op. cit., pág. 296.
61. Cf. supra, pág. 224, nota 54. La hipérbole es una curva plana, cada una de 65. D. P. Schreber, Mémoires d'un névr0pathe, op. cit. (4), pág. 21. Citado por
cuyas ramas se acerca en el infinito a una línea recta, sin coincidir jamás con ella. Freud, "Remarquea p1y�hanalytiques . . . ", op. cit., pág. 282.
228
229
SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EL EMPUJE-A-LA-MUJER

suj eto mismo quien realiza ese recorrido, forzado por el goce. Ése es el
rencia, dada por el Larousse 70 como legendaria, atribuye la risa � ardónica
sentido del empuje-a-la-mujer.
a la máscara convulsa de los torturados que los invasores cartagmeses sa­
En una frase de sus Memorias, 66 Schreber utiliza también una doble ne­
crificaron a Baal en 5 1 2 a.c. en Cerdeña. El sacrificio consistía en quemar
gación. Acaba de comprobar en su cuerpo las marcas indudables de la fe­
vivos a sus prisioneros, los sardos, dentro de colosos de bronce. "Sardón! ­
mineidad. Reafirma entonces su voluptuosidad, un nombre del goce. Su
co" pone en primer plano el carácter mortificante del goce. Freud es sens '. ­
cuerpo, dice, está "penetrado por nervios de la voluptuosidad" al punto de
ble a él, 71 cuando señala la equivalencia schreberiana entre la voluptuosi­
"no poder ser superado por ninguna criatura femenina" . El sentido de esta
dad sexual -sobre todo femenina- y la beatitud de las almas muertas.
afirmación es que él es la mujer de las mujeres, del mismo modo que se ha­
La can asocia la mortificación a la " deca ciencia" de "la criatura ", "correla­
bla del sa nto de los santos, y goza femeninamente más que cualquiera de
tiva de la captación de los rayos divinos por la voluptuosidad que los clava
ellas. Si uno quisiera verificarlo, tendría que comparar su goce con el de
a Schreber'" . 72 Pone en entredicho, por lo tanto, el sometimiento a un Dios
cada mujer, una por una, en el presente y el futuro, intemporalmente; una
intruso e invasor. La mortificación se debe al hecho de ser el objeto del go­
tarea infinita . . .
ce del Otro, sin límite alguno. Hemos presentado el empuje-a-la-mujer co-·
Podríamos reescribir así la frase de Schreber: "No existe ninguna cria­
mo una interpretación del goce gracias al significante "la" mujer. 73 "El
tura que, en cuanto al goce, sea más mujer que yo". De tal modo, el suje­
atolondradicho" insiste más bien en el forzamiento del sujeto: esta inter­
to mismo cuenta, en el infinito y al cabo de esa verificación asintótica, con
pretación también tiene efectos devastadores. No es una simple simboliza­
encarnar a la mujer. Pero la formulación que da de ello no es la de una
ción del goce: interactúa con éste. No tenemos de un lado el goce Y del
afirmación simple, sino la de una doble negación que condensa: 1 ) soy
otro el lenguaje que permite nombrarlo, sino un entrelazamiento de am­
único; 2 ) esta certeza se apoya en lo real de mi voluptuosidad que no se
bos. La idea de "la" mujer se impone a un sujeto que debe interpretar su
inscribe en la función fálica (forcluida); 3 ) la prueba de ello es infinita,
goce. Esta interpretación induce el efecto de empuje-a-la-mujer, senti ? o
pues exigiría una verificación en cada mujer, una por una: la que pondrí�
como un forzamiento que Schreber imputa a un Otro gozador. Entre sig­
fin a la verificación no existe.
nificante y goce se instaura una especie de dia léctica, como la que Freud
describe en " Sobre las teorías sexuales infantiles ". 74 El niño elabora esas
Un efecto sardónico
teorías a partir de su goce, y estas construcciones, a su vez, influyen luego
sobre su goce.
En su frase de "El atolondradicho" ,67 Lacan emplea el adjetivo "sardót
nico" para calificar el "efecto de empuje-a-la-mujer " . Esta palabra suscit91
a j usto título, la atención de Carmen Gallano. 68 El origen etimológico del
adjetivo es la palabra griega sardonios, que es el nombre de una hierba ve·
nenosa de Cerdeña. Según Ambroise Paré, citado por E. Littré, esta plant�,
la sardonia, volvía insensatos a los hombres, "de modo que parece que el
enfermo ríe, de donde procede como proverbio la risa sardónica, para alu­
70. Larousse, Grand Dictionnaire universel du XIXe siecle, París, 1 8 75, tomo
dir a una risa desdichada y mortal". Paré, además, califica de "forzada"
14.
esa risa, lo cual hace eco, a nuestro juicio, al "forzamiento" experimentq 71. S. Freud, " Remarques psychanalytiques sur l'autobiographie d'un cas de
do, según Lacan, 6 9 por el sujeto sometido al empuj e-a-la-mujer. Otra refe• paranoia ... ", op. cit., págs. 279-280.
72. J. Lacan, "D'une question préliminaire ... ", op. cit. , págs. 569-570.
73. Cf. supra, págs. 217-8.
74. S. Freud, " Les théories sexuelles infantiles", op. cit., págs. 21 Y 25. Cf. su­
66. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit. (279), pág. 228. La fra•
pra, capítulo rn, págs. 92-3. Esta misma idea de una dialéctica vu �lve a encontrarse
se también utiliza una doble negación en alemán.
en "D'une question préliminaire . . . ", op. cit. , págs. 572 y 577, s1 record � mos que
67. Citada supra, pág. 224, nota 54.
en esa época Lacan sitúa el goce en lo imaginario: "Se destacan las r� lac1 ones por
68. C. Gallano, "Horroris causa", en Lettre mensuelle nº 11 O, París, ECF• _ _
las cuales los efectos de inducción del significante, referidos a lo unagmano, deter­
ACF, junio de 1992, págs. 22-25.
minan esa conmoción del sujeto que la clínica designa con las apariencias del cre­
69. "El efecto sentido como un forzamiento"; J. Lacan, "L'Étourdit" , op. cit.,
púsculo del mundo, requiriendo para responder a él nuevos efectos de significan­
pág. 22. Cf. supra pág. 224, nota 54.
te", Cf. infra, capítulo IX, plig. 238 sq.
230 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 231

La irrupción de Un-padre mo. Ahora bien, e l ideal materno que domina esa imagen e s justamente el
vector de su futuro empuje-a-la-mujer amoroso; Josiane rechaza muy
En "El atolondradicho" , Lacan establece un vínculo de causa a efecto tempranamente el significante "malo" con el Nombre-del-Padre al que es­
entre el padre ( " la irrupción de Un-padre coino sin razón" )75 y el efecto tá asociado, para situarse del lado de las mujeres en donde puede reinar
de empuje-a-la-mujer. Por otra parte, la fórmula de la "inexistencia" ( in­ el "bueno", sin que pese a ello su definición sea muy clara. Por último, en
terpretada como la del empuje-a-la-mujer) enfrentada a la fórmula del los casos de psicosis declarada, a menudo puede observarse una coinci­
"padre" nos invita a estudiar las relaciones entre rechazo forclusivo del dencia entre los momentos en que el sujeto se enfrenta al vacío de la for­
padre y empuje-a-la-mujer. Para Schreber, la idea de ser una mujer es uno clusión del Nombre-del-Padre o el falo y los accesos de feminización deli­
de los signos precursores del proceso delirante del que él es objeto: " Qué rante o de recurso a una localización del goce mediante alguna figura de
hermoso sería ser una mujer en trance de sufrir el acoplamiento" . Ese "la" mujer.
fantasma, que en sí mismo no es específico de la psicosis, se presenta j us­ Una joven mujer en análisis, Chloé, da testimonio así del siguiente fe­
to antes del desencadenamiento: 76 entre su designación, en junio de 1 893, nómeno, que considera sobrenatural. Cada vez que sale a la calle luego de
como presidente de cámara en la corte de apelaciones del Land de Dres­ haber tenido relaciones sexuales satisfactorias con su pareja, los rostros de
de, que constituye un llamado al Nombre0 del-Padre, y la eclosión de su los transeúntes a quienes mira se pegan al suyo y lo sustituyen, sustrayén­
segunda enfermedad, en octubre del mismo año. En consecuencia, el lla­ dole su identidad. El resultado es una angustia intensa, y después "malos
mado al Nombre-del-Padre forcluido es seguido de inmediato por el efec­ pensamientos" sobre su analista. Mientras que Chloé se siente no mujer,
to de empuje-a-la-mujer, anunciado por ese fantasma. En la psicosis, la andrógino monstruoso, la analista se convierte en un personaje femenino
evocación del Nombre-del-Padre o del falo suscita a veces el efecto de ambiguo y maléfico, que ella compara con Catherine Deneuve en Le Cou­
empuje-a-la-mujer. Consideremos, efectivamente, los casos de Ives, Ven y vent [El convento].78 En esa película inspirada en Fausto, que ella me
Josiane que ya hemos comentado.77 Desde que puede recordarlo, Ives re­ cuenta, Deneuve hace el papel de una mujer enigmática, Hélene. Al princi­
chazó a su padre, asimilado a un desecho, y con él toda la clase de los pio, Hélene se compara a una estatua de la Virgen que desapareció de la
hombres. Se ve empujado entonces hacia el otro lado, el de las mujeres, capilla de un extraño convento mantenido por una pareja que se dedica a
en el cual tiene una posibilidad de valer algo. Al regreso de su padre, Ven hacer misas negras. Un seductor tenebroso, Baltar -de hecho un emisario
se precipita hacia la imagen alienante que es la matriz de su transexualis- del diablo-, recibe en él a los visitantes. El profesor Padovic, marido de
Hélene, busca la verdadera identidad de Shakespeare en los archivos del
convento. Se enamora de Piedade, una joven inocente que se ocupa de la
75. J . Lacan, " L'Étourdit", op. cit. , pág. 22. "Un-padre" designa, en "D'une biblioteca. Hélene, celosa, exige a Baltar que trate de seducirla y hacer que
question préliminaire . . . "; op. cit., págs. 577-578, lo que desencadena la psicosis, al muera. Puesto en peligro por la pureza de la relación de Piedade con Dios,
obligar al sujeto a recurrir al Nombre-del-Padre forcluido: " Es preciso, además, Baltar sucumbe a su propia trampa y muere con la joven. De tal modo,
que este Un-padre llegue al lugar en que el sujeto no pudo llamarlo antes. Basta Hélene obtiene lo que quería sin pagar el precio prometido a Baltar, y en
para ello con que el Un-padre se sitúe en él en posición de tercero en alguna rela­ lo sucesivo se consagra, junto con su marido, a investigaciones sobre las
ción que tenga como base el par imaginario a-a', es decir, yo-objeto o ideal-reali­ ciencias ocultas. ¡Es una mujer tan diabólica que se burla incluso de Bal­
dad, interesando al sujeto en el campo erotizado de agresión que induce" . Lacan tar-Mefistófeles !
da tres ejemplos de esta "coyuntura dramática " : " Para la mujer que acaba de dar La secuencia ilustra en principio la severa perturbación de la relación
a luz en la figura de su esposo, para la penitente que confiesa su falta en la perso­
de Chloé con su cuerpo, aquí concebido como una superficie, cuando el
na de su confesor, para la muchacha enamorada en el encuentro con el padre del
joven". En el caso de Schreber, el llamado al significante del Nombre-del-Padre es­
goce sexual experimentado no puede vincularse a la significación fálica
taría ligado a su candidatura al Reichstag (primera crisis) y a su designación en la forcluida. El sujeto está por lo tanto en el vacío para interpretar ese goce.
Corte Suprema como Seniitspriisident (segunda crisis), contra el telón de fondo de La máscara que se pega sobre su rostro está literalmente cortada de la
su decepción por no ser padre (pág. 581 ). imagen del otro, con la cual el sujeto se identifica en espejo. Se trata de un
76. D. P. Schreber, Mémoires d'un névropathe, op. cit., capítulo 4, § 36, págs.
45-46.
77. Respectivamente en los capítulos VII (Ven, págs. 1 8 7-8, e lves, págs. 200-1) 78. Película filmada en 1995 por Manoel de Oliveira, con C. D eneuve, J. Mal­
y IV (Josiane, pág. 106). kovich, L. Silvcira y l .. M. Cintra.
232 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EL EMPUJE-A-LA-MUJER 233

fenómeno ligado a la identificación imaginaria del estadio del espejo. La mujer supone, en el caso Schreber, la confrontación con las exigencias sin
operación es gobernada por la mirada. Sin embargo, las funciones del fin de un Dios inepto y tiránico.
cuerpo y sus órganos no se alteran, como ocurre a menudo en la esquizo­ Así, el empuje-a-la-mujer no es sólo una interpretación del goce; por su
frenia. (Chloé, por ejemplo, no se siente asfixiada por esa máscara volan­ carácter de exigencia perpetua de una satisfacción, aunque se impute al
te. ) En el momento en que se presenta el goce, el sujeto sufre una doble Otro, se manifiesta también como una tendencia de la pulsión80 específica
pérdida de identidad: ya no sabe quién es y debe repetirse su propio nom­ de la psicosis.
bre. A continuación, pierde la sensación de su identidad sexual femenina.
En consecuencia, nombre propio y sexuación se ponen en entredicho en
ese fenómeno de despersonalización que se manifiesta como una regresión
instantánea al estadio del espej o. Chloé recurre entonces a una figura fe­
menina amenazante, asociada a la analista a quien acaba de contar lo que
le sucede. Al fijar así a "la" mujer, puede recuperar su identidad nominal
y sexual. Chloé atribuye una significación delirante y un poco maléfica al
acto sexual y sus secuelas: está "embrujada ". Este ejemplo, como el de
Ven, nos muestra que el empuje-a-la-mujer no siempre implica que el suje­
to mismo quiera o crea encarnar a la mujer, como es el caso de Schreber.
Esta ficción que viste un no-ser, el significante "la" mujer, sólo debe loca­
lizarse en alguna parte.
Antes de estudiar el empuje-a-la-mujer a partir de casos analizados, re­
tomemos algunos aspectos de este concepto lacaniano. "La mujer" consti­
tuye una alternativa, en la estructura, al Nombre-del-Padre y la significa�
ción fálica. De allí la frecuencia, en la psicosis, de una polarización del
goce por " la mujer". Esta orientación femenina es suscitada, en particular1
por lo que evoca el Nombre-del-Padre forcluido -lo que Lacan llamó "Un-­
padre"-, así como por lo que necesitaría la significación fálica: la sexuali­
dad infantil, las emociones pulsionales de la adolescencia, el acto sexual.
Sin embargo, " la mujer" no tiene en la psicosis la misma función que el fa­
lo en la neurosis. Olfoicamente, se presenta ora como la fijación en una
imagen, ora como una aspiración delirante, más que como un dato signifi.i.
cante. La tendencia a interpretar el goce como "femenino" no carece de
efecto de retroceso: sobre el goce y sobre el sujeto. En el caso Schreber, la
necesidad de una "emasculación" ligada a la forclusión fálica impone la
"muerte del sujeto". Tentación suicida, cadaverización del cuerpo, pérdida
del sentimiento íntimo de la vida, 79 caducidad de la identidad viril, beatifi­
cación letal del goce son otras modalidades de esa forclusión. Hay que
agregar a esta lista, en otros casos, las tentativas de automutilación, de au­
tocastración y ciertas demandas de operación quirúrgica. A los efectos de
80. En referencia a la pulsión, Freud distingue el representante pulsional y la
la forclusión del falo se suma la mortificación provocada por el forzamien• moción pulsional, o sea, en otras palabras, la vertiente del significante y la del go­
to que obliga a ser el objeto del goce del Otro. En efecto, el empuje-a-11� ce. A causa de la represión, sus destinos se separan durante la formación del sínto­
ma neurótico. Pero estas dos dimensiones siguen estando estrechamente imbricadas
en el empuje•a•la•mujer, no sometidas a la represión porque en la psicosis no existe
79. Hemos encontrado este fenómeno en el caso de la muchacha que decía la barrera de la c1utrnción. Cf. S. Freud, Inhibition, symptome ... , op. cit., capítulo
"soy un pescado " y exigía una cirugía estética; cf. capítulo 11 1 p,g,. 6 8-9. 2, pág. 7 sq.
IX

EMPUJE-A-LA-MUJER Y
CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN

Nuestro estudio clínico y teórico nos ha demostrado que el empuje-a­


la-mujer no es únicamente un elemento esencial del caso Schreber, por pa­
radigmático que éste sea, sino un concepto de aplicación amplia y precisa.
Se trata de un proceso psicótico específico que articula el goce (real), el
problema de la ley (simbólico) y la imagen (imaginario). En los casos de
psicosis en que se lo observa, 1 tiene consecuencias sobre la sexuación del
sujeto que nos gustaría examinar a continuación.

EL EMPUJE-A-LA-MUJER
CONTRA EL NÚCLEO DE IDENTIDAD DE GÉNERO

No podemos sino aprobar a R. Stoller2 cuando afirma que el hecho de


encontrar fantasmas y comportamientos de tipo femenino en un hombre
no constituye la prueba de que no sea un hombre. Casi podríamos agregar
que, al contrario, son completamente compatibles con la sexuación mascu­
lina, porque los rasgos de perversión son en ésta más acentuados que en
las mujeres. Por otra parte, la ostentación viril, a causa de su lazo con la
mascarada fálica, parece a menudo un poco femenina. 3

1 . Dijimos que no se daba en todas las psicosis (cf. capítulo vm, pág. 214) y
que no era la única manera de resolver el problema del sexo para un sujeto que, en
el tiempo dos de la sexuación, rechaza la función fálica. ( Cf. la solución de Ives
mediante la " identificación clasificadora" , capítulo vu, pág. 200.)
2. R. J. Stoller, R,cherches sur l'identité sexuelle, op. cit., pág. 68.
3. Cf. J. Lacan, " I .11 1ignification du phallus", op. cit., pág. 695.
236 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLíNICA DE LA SEXUACIÓN 237

Pero cuando sostiene que Schreber tiene un "núcleo de identidad de gé­ de identidad de género" masculino, del que tiene un conocimiento inalte­
nero" masculino, nos preguntamos si esto caracteriza verdaderamente su rable, no impide que Schreber acepte el sacrificio de su virilidad con vistas
sexuación. Es cierto que Schreber tiene un delirio que es sólo parcial. Sa­ a su transformación en mujer. El "núcleo de identidad", por lo tanto, no
be que en la vida es un hombre y nunca deja de afirmar el amor y el respe­ es lo m� s importante para él en ese caso. La relación del sujeto con el go­
to que siente por su esposa, lo cual es efectivamente muy importante. Por ce domma su yo. Su caso, como el del j oven antes mencionado, nos confir­
lo tanto, en el plano del yo [moi] y con la condición de no estar en un mo­ ma la necesidad de considerar que su sexuación es esencialmente diferente
mento muy delirante, pertenece al género masculino. Pero si consideramos de la de un neurótico, porque él no ha inscripto su goce, en el tiempo dos
ese plano del yo como lo esencial, ¿no nos condenamos a dejar de lado la en la función fálica. Debido a ello, no se puede hablar de su sexuación e�
evolución delirante, en especial los registros de la Entmannung y la Ver­ los términos del tiempo tres articulado con la función fálica, vale decir, co­
weiblichung ? ¿No pasamos también por alto su relación con el goce y la mo toda fálica (hombre) o no-toda fálica (mujer). Su sexuación se caracte­
feminización, que le parece tan real que escribe un libro sobre ello y con­ riza por el empuje-a-la-mujer ( distinguido por lo tanto de una sexuación
voca a la Ciencia a verificar en su cuerpo la transformación en mujer que femenina " no-toda " ) con una aceptación correlativa por p arte del suj eto
ha sufrido? 4 de la asignación del " discurso sexual" del tiempo dos, según la cual es un
Atendimos durante un tiempo a un hombre joven, Louis, que luchaba hombre. Esa asignación le da una especie de identidad viril social, familiar
con todas sus fuerzas, desde la pubertad, contra la idea insistente, insopor­ yoica, s �ficiente para sostener durante un tiempo una "protesta viril"; pe�
table e invasora de que era "como una mujer" e iba a "volverse homose­ ro termma por sucumbir al proceso psicótico. Por consiguiente, no consi­
xual". Su vida, decía, se había convertido en un calvario: apreciaba, como deramos al p residente Schreber como un transexual, pues éstos no acep­
Schreber, su identidad viril. Ahora bien, cada vez que tenía que intervenir tan, en el tiempo dos, el sexo que les asigna el discurso sexual. Pero el
la significación fálica debido a la puesta en j uego de la sexualidad mascu­ e �puje-a_-la-mujer orienta su sexuación, imponiéndose como interpreta­
lina, lo que surgía con fuerza era, al contrario, la significación femenina, a c_1on �as1v� del goce, en lugar de la significación fálica forcluida. La signi­
-
causa de la forclusión de aquélla. 5 Si se masturbaba, se acordaba de rela­ ftcac10n as1 dada al goce, tanto el suyo como el de su partenaire, ese Dios
tos pornográficos recitados por una voz de mujer en primera persona. Si que goza exclusivamente de él, es "toda" femenina, como diríamos por
hacía el amor con una mujer, experimentaba en su propio cuerpo la sensa­ nuestra parte. En el caso de esos sujetos, cuando acuden al análisis, casi no
ción que suponía en ella. En el momento de la penetración, el pensamien­ puede esperarse nada mejor que una reducción progresiva de la metáfora
to de que podrían sodomizarlo le provocaba impotencia. Si sus compañe­ delirante, por su delimitación en el marco analítico. O bien, gracias al aná­
ros bromeaban sobre una actriz y " sus grandes pechos", se sentía aludido lisis, el sujeto inventará un nuevo apoyo para una identificación viril sus­
e interpretaba que se referían a una cirugía estética que también él debía tentable (cf. el caso de Ives, en el capítulo VII), 6 o se constituirá un síntho­
hacerse para tener busto. Si veía a un deportista musculoso en la televi­ ma (el caso de Serge, más adelante).?
sión, se le ocurría la idea compulsiva de que la admiración que experimen­ Pero si bien el empuje-a-la-mujer no choca con'la identidad femenina
taba por ese hombre no podía ser más que un deseo sexual, que sin embar­ de una mujer psicótica no transexual, también en este caso es conveniente
go no sentía, etc. distinguir clínicamente ese empuje-a-la-mujer con respecto a la sexuación
Frente a la gravedad de semejantes problemas, al margen de que la psi­ femenina no-toda. Veremos, j ustamente, que el primero puede tener efec­
cosis se haya desencadenado e instaurado o no, parece irrisorio invocar el tos deletéreos.
"núcleo de identidad de género". En la P: áctica s � plantean dos cuestiones: en los casos en que el empu­
.
Estos casos nos obligan a diferenciar entre una teoría del género y una ¡e-a-la-mu¡er no obJ eta la identidad sexual escogida -explícitamente, en el
teoría de la sexuación que no se reduzca a las identificaciones, sino que plano del yo- por el sujeto, ¿debe alentarse esta solución al problema de la
considere como primordial la relación del sujeto con el goce. Su "núcleo sexuación? Por otra parte, ¿ puede el empuje-a-la-mujer ser una solución a
la búsqueda de la identidad sexual ?
Hemos visto que se trataba de una orientación estructuralmente "pre-
4. D. P. Schreber, "Avant-propos", en Mémoires d'un névropathe, op. cit. ( 3 ),
pá . 9 .
g
6. Cf. supra, pág. 200.
5. Como vimos anteriormente en el caso del paciente de Krafft•Ebbing. Cf. su­
pra, capítulo vm, pág. 214. 7. Cf. infra, p4ga. 256- 7.
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 239
238 SEXUACIÓN Y PSICOSIS

parada" , que se explica por la equivalencia "girl = falo" señalada por O. en el lugar de ese Otro del goce y multiplicar los efectos negativos del "re­
Fenichel.8 Esta equivalencia está latente en el discurso corriente y por lo vés" , como lo veremos en el caso de Eisa. Esto debe incitar al analista a
tanto a disposición del inconsciente: si "falo" está forcluido, "girl" se ubi­ utilizar con prudencia el empuje-a-la-mujer en la cura.
ca en el primer plano. Además, como ya lo comentamos,9 el rechazo del Así, en el caso de lves, la solución previa al análisis era el empuje-a-la­
padre y sus significantes en la psicosis arroja al sujeto del lado mujer. mujer, con una tendencia a poner su cuerpo a disposición de cualquiera en
Nuestra expeFiencia del psicoanálisis de las psicosis nos induciría más bien la calle, tendencia que lo horrorizaba y provocaba deseos suicidas. La solu­
a responder por la negativa Las preguntas antes mencionadas. Pero el pro­ ción hallada en el análisis, que calificamos de identificación clasificadora, se
fesionaf no siempre tiene este margen de maniobra y debe contar entonces oponía a esa tendencia deteniendo el desencadenamiento "homosexual " y
con el empuj:e-a:-la-mujer, como en el caso de Ven. Tarnb�én hay situacio­ feminizante. La idealización de la mujer persistía, aunque muy a:tenl!l'ada, y
nes en que el sujeto logra hacer de su empuje-a-la-mujer un sínthoma, co­ se incorporaba a una relación de amor elegida, con su pareja, mientras que
mo, lo ilustran más adelante los casos de Hélene y Serge. el doble discurso de su madre, desinf1'a do, perdía gran parte de su alcance.
Y a causa de ese amor, el sujeto podía aceptar entonces pedir prestado un
significante "clasificador" a esa mufer amada, lo cual no habfa sido posible
EL DERECHO Y EL REVÉS DEL EMPUJE-A-LA-MUJER con su padEe, para fundar una identificación de hómbre tolerable. Una so­
lución semejante sólo es posible si el' anahsta sostiene la "protesta viril" del
Nuestra reserva irem:te al' empuje-a-la-mujer proviene de que siempre sujeto oponiéndose vigorosamente al empuje-a-la-mujer.
exhibe un doble aspecto que el caso Schreber ilustra con especial claridad. En el caso de Ven., no era posi,b le, en el momento de la cura, tratar de
La metáfora delirante tiene un derecho y un revés. crearle una identidad femenina de la que ni siquiera quería oír habhr. Poi;­
El derecho es la promoción del significante "la mujer" , su idealización eso torné la decisión de aceptar el travestismo y entrar en la lógica que lo
y su construcción, porque hemos visto que sólo existía como mira, hori­ conducía a la operación para intervenir, en un momento dado, contra esa
zonte infinito. lógica original pero de conformidad con ella. En su caso, justamente, el
El revés es el goce que ese significante está destinado a estabilizar, al empuje-a-la-mujer amoroso e idealizante tenía también su reverso atroz.
darle una significación. Ahora bien, si el derecho --el ideal femenino- plan­ La exigencia mutilante procedía de un Otro ideal que, en nombre de la
tea menos problemas cuando el sujeto es femenino o cuando es masculino verdad en el amor, demandaba presuntamente la prueba de que él era un
y sitúa a "la mujer" en otra parte, por ejemplo del lado de su partenaire, el varón y tenía un pene. Ese Otro era una réplica de la madre, que exigía el
revés tiene a menudo su corolario de caída y mortificación. Ésta es parti� pene como condición absoluta de su amor. La estrategia, por lo tanto, era
cularmente fuerte si el sujeto afectado por la feminización tiene una pro­ doble para el analista. Por una parte, encarnar el "al menos una " en el
testa viril, como Schi:eber. Además, ese goce se acompaña con frecuencia mundo que aceptara reconocerlo como varón sin exigirle la prueba de ello
de la existencia de un Otro, partenaire encarnado o mítico, que envilece al la libra de carne. Por la otra, intentar separar muje:r, amor y verdad por u�
sujeto, lo ataca con insultos enigmáticos pero· indecentes y lo acosa sexual lado, y la madre y su exigencia del pene por el otro. El caso de Eisa, al
y mentalmente.
cual vamos a referirnos ahora, es también un caso en que la analista tuvo
Estos dos aspectos de la metáfora delirante, el derecho y el revés, son que oponerse a los efectos deletéreos del empuje-a-la-mujer.
muchas veces inseparables y no es posible apoyarse forzosamente sobre el
derecho, por ejemplo, para desencadenar el revés: el ideal puede así refor­ El caso de Eisa: Atenea y Aracne,
o el empuje-a-la-mujer y la pulsión de muerte
zar lo peor. La erección del significante "La mujer" creará o reforzará el
goce feminizado. Tanto más cuanto que el psicoanálisis mismo, en el cual
la transferencia se tiñe a menudo de erotomanía, puede poner al analista Eisa había nacido entre dos continentes. Sus padres dejaban entonces el
viejo mundo por el nuevo, con la esperanza de enriquecerse. Ya tenían hi­
jas. Elsa T en consecuencia, había crecido entre dos lenguas, la del nuevo
continente y su lengua materna, en un mundo exclusiv�mente femenino:
8. O. Fenichel, "The symbolic equation: girl = phallus " , en Psychoaiialyti�
de creerle, el padre no tenía derecho a la palabra. Hija de su madre, se ha­
Quarterly 20, vol. 3, 1949, págs. 303-324. Cf. también J. Lacan, "D'une question
préliminaire . . . ", op. cit., pág. 565.
bía alimentado con la amarga decepción de ésta: no se habían enriquecido.
9. Cf. capítulo VIII, pág. 229 sq. Esta trip,le fractu rn entre dos países, dos lenguas, pero también entre el
240 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 241

ideal perdido de la riqueza y la pobreza encontrada, proporciona el marco, A la muerte de su madre, ya nada la retenía en el Nuevo Mundo, y Eisa
más bien triste, de su existencia. Su resultado había sido la búsqueda de un sintió el llamado de la Europa de la que habían emigrado sus padres, para
único ideal: ser rica (pero honrada) y casarse. mal, según creía.
La psicosis se había desencadenado con una modalidad erotomaníaca, Por razones contingentes, eligió Francia, que no era en absoluto su país
cuando un profesor de literatura, un "Don Juan" del que Eisa creía, a cau­ de origen, y empezó un análisis durante un segundo episodio melancólico
sa de sus cumplidos, que estaba interesado en ella, la relegó en beneficio provocado por una ruptura amorosa.
de un varón presuntamente más talentoso. Una voz había surgido entonces Tras algunos años de una cura marcada por una alternancia de tipo
para recordarle, escandiéndolo, el ideal materno de un modo ferozmente maníaco depresivo, logró apaciguar relativamente su tristeza. Se refugió en
superyoico. una empresa de su país de nacimiento, recuperando así de otro modo el
entre-dos de su infancia. Trabajaba allí a la sombra de una mujer, su supe­
Melancolía y paranoia riora, cuya autoridad toleraba porque la idealizaba. Eisa se construyó una
especie de misión compatible con su trabajo real: se sentía la garante de la
La muerte de la única persona que realmente le importaba y que soste­ distribución adecuada de los bienes y salarios. Ricos y pobres dependían
nía su ideal, la madre, provocó un episodio melancólico prolongado y 'se­ de ella para obtener su paga, y Eisa condenaba las infracciones a la hones­
rio. Eisa deliraba, suponía haber asesinado a su madre, se sentía indigna tidad, en nombre de la j usticia social y el bien común. Volvía a estar bien
de sobrevivirle y creía que la familia estaba definitivamente arruinada. ubicada con respecto al ideal materno (rica, pero honrada), único estado,
Tras un período difícil en el que se vio asediada por ideas suicidas y procu­ en definitiva, en que la vida había sido alguna vez soportable para ella des­
ró en vano recuperar una imagen ideal mediante operaciones de cirugía es­ de la infancia. Seguía buscando casarse, y logró comprometerse sin los
tética, encontró una posición estable al consagrarse a la vigilancia de la he­ efectos dramáticos que habían marcado sus relaciones anteriores.
rencia de su madre.
En un mundo en desorden, en donde la voz paterna jamás se hacía oír La abolición del nombre propio
y las hermanas mayores parecían arpías encarnizadas en la liquidación de
los pocos bienes que quedaban de su madre, y también en la disolución de En la transferencia, oscilaba entre señales de amor -me daba regular­
su herencia moral a causa de sus costumbres depravadas, Eisa se erigió en mente flores y pequeños regalos- y la tristeza. Mis respuestas la decepcio­
custodia de ese legado idealizado, adoptando una posición más bien para­ naban. Mi estrategia, por otra parte, consistía en seguir ligeramente la co­
noica. rriente de esa decepción, para no llegar a encarnar un ideal rígido y
En el momento del desencadenamiento, se había puesto a escribir. Siem­ superyoico, moldeado en el modelo materno, que la hubiese precipitado en
pre había tenido cierta afición por la literatura. Escribía entonces poemas, una depresión persistente. Su superiora jerárquica en el trabajo me parecía
por uno de los cuales la habían premiado, cosa que la enorgullecía mucho. suficiente como encarnación en el mundo de ese ideal, que por lo demás le
En ellos trasladaba al mundo moderno el mito griego de Aracne. Ésta, sim­ era necesario.
ple mortal, había pretendido ser tan hábil tejedora como los dioses. Aque.. En definitiva, esas precauciones se revelaron inútiles. Un día me trajo
lla que tenía a su cargo la divina función, Atenea, se enteró de su audacia y un poema dedicado a mí, cosa que no solía hacer. Lo había firmado con
le propuso una competencia. ¡Ay! , la tela de Aracne resultó más fina, más un apellido complicado y noble, del que pretendía hacer, me dijo con exal­
impalpable, más celestial que la de la diosa. Enfurecida, ésta desgarró la te­ tación, "su seudónimo literario" . Mediante una traducción entre sus dos
la y golpeó a Aracne con su lanzadera. La mujer, mortificada, se colgó. Lle� lenguas, el apellido significaba literalmente "ella vive por la gracia de Ate­
na de remordimientos, Atenea la resucitó como araña condenada a no ter­ nea", y era parcialmente homófono con el verdadero. El poema comenza­
minar nunca de tejer su tela . . . La elección de ese mito podría haber sido ba con una pregunta: "Y «Dios creó al hombre a su imagen» pero, ¿cuál
inspirada a Eisa por la rivalidad, en el amor de la madre, con su hermana es el rostro del Dios todopoderoso, cuál su mirada, cuáles sus rasgos ? "
mayor. Ésta, casada y rica, había realizado plenamente los ideales mater­ Esto probaba que, paralelamente a la estabilización de tipo paranoico
nos, cosa que no dejaba de recordar aviesamente a su hermana menor. En que había introducido en su empresa y en la que había recuperado el res­
la realidad, Eisa, cuyo triunfo efímero en un concurso de poesía había que­ peto por sí misma, el empuje-a-la-mujer, en una versión más bien maléfi­
dado anulado por la derrota amorosa con el profesor de literatura, dejó de ca, seguía en actividad. Se alimentaba ahora de la transferencia, que el
escribir, a la vez que conservaba su afición por la poesía. poema interpretaba. La analista había ocupado el lugar de Atenea, la dio-
242 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 243
sa sabia y poderosa, pero celosa e implacable. Eisa seguía siendo Aracne, a
quien la mortificación podía llevar a ahorcarse. Su poema interrogaba el sión de muerte. Para retomar nuestros términos, el revés estaba pegado al
enigmático e insondable rostro de Dios, aquí más bien una Diosa, bajo cu­ derecho: la infamia y la aniquilación eran inseparables de la idealización
ya mirada cargada de amenazas ella vivía, como lo indicaba con notoria divina de la mujer. Acaso se debía a la estructura básicamente melancólica
claridad su nueva firma. del sujeto, que desnudaba así la pulsión de muerte. En cambio, todo lo que
La invención de ésta manifestaba una tendencia a la abolición de su podía humanizar a Eisa seguía aferrado al recuerdo inolvidable de la ma­
nombre propio en beneficio de un apellido delirante, demasiado lleno de dre amada y perdida, ya fuera en el plano del trabajo o en el de los lazos
sentido. Había pasado, por así decirlo, del nombre propio como " designa­ sociales o sexuales. Si la dimensión de un sínthoma podía existir y mante­
dor rígido " de Kripke, 1 º al nombre propio como descripción definida de nerse, era gracias a una asunción más bien paranoica, en forma de misión,
Russell, 11 preñado de un sentido delirante. En la psicosis, esta transforma­ del ideal materno: ser rica pero honrada, y casarse.
ción del nombre propio, que se desliza hacia el nombre común, es bastante El empuje-a-la-mujer era entonces una excrecencia delirante y mortifi­
frecuente en los momentos de descomposición de lo simbólico. Hay que cante, que más valía no alentar para no desencadenar la pulsión de muer­
señalar que, contrariamente a otros casos de los que tuve la oportunidad te. Ésa fue mi táctica: no interesarme en él, a la vez que garantizaba a Eisa
de ocuparme, no se trataba aquí de un caso en el que la escritura se con­ mi mirada benévola mediante observaciones de apariencia amable. Esto le
virtiera en una práctica pública, generadora de un verdadero lazo social e permitió irse menos triste y un poco más confiada, para regresar al país de
incluso un sínthoma, 1 2 por medio de una profesión ( periodismo, edición., su infancia y continuar velando por el ideal materno.
enseñanza, etc.). Para Eisa, la escritura se reducía a la producción muy epi­ En el caso de Eisa, que hemos considerado como melancólico, el empu­
sódica y aislada de un poema que cobraba en las circunstancias del análi­ je-a-la-mujer sitúa a "la mujer" como Diosa, y al sujeto como un objeto
sis el valor de una palabra plena, un dicho que interpretaba la transferen­ caído frente a ella. La encarnación de la D iosa en una criatura humana
cia delirante, evocador de una "especie de erotomanía mortificante" . 1 3 ( aquí la analista) no puede sino tener efectos mortificantes, e incluso em­
pujar al sujeto al suicidio a causa de un desencadenamiento de la pulsión
La pulsión de muerte de muerte, que como se sabe es frecuente en la melancolía. La sexuación
femenina del sujeto no pasa por el empuje-a-la-mujer; la identificación con
En ese caso, el empuje-a-la-mujer, aunque anudado a la escritura y la Aracne es simplemente mortífera, con un apogeo maniático inicial. La
idealización divina de la mujer, iba a la par con la aniquilación programa­ identificación femenina de nuestra paciente se apoya mucho más en los
da del sujeto, sostenida por el mito griego que lo envolvía. Completamen.lfl ideales convencionales sostenidos antaño por la madre amada, y también
desexualizado y al margen de cualquier apertura posible hacia una dimen­ en la existencia de una mirada benévola y viva sobre ella, evocadora de la
sión sinthomática, era una manifestación apenas imaginarizada de la pul- mirada de su madre perdida. Eisa había logrado reconquistar y fijar esa
mirada en la transferencia, en respuesta a la pregunta que su poema había
sabido dirigir a la analista.
10. S. Kripke, La Logique des noms propres (1972), traducción de P. Jacob y
F. Recanati, París, Éditions de Minuit, 1 982, pág. 3 6 [traducción castellana: El
nombrar y la necesidad, México, UNAM, 1 996]. El designador rígido es el que fija UN EMPUJE-A-LA-MUJER MUY LOCALIZADO
la referencia, el objeto que él designa en todos los mundos posibles, sin que impoi:• EN UN CASO DE ESQUIZOFRENIA
te el poco sentido que tenga.
1 1 . B. Russell ( 1956), citado por P. Engel, Identité et référence, París, PENS Un caso, el de Tom, nos servirá de transición hacia aquellos en que el
philosophie, 1985, pág. 72: " Cuando utilizamos el nombre 'Sócrates', utilizamo,a sujeto pudo utilizar positivamente el empuje-a-la-mujer, ya fuera para su
en realidad una descripción. Nuestro pensamiento puede traducirse por una expre• vida sexual, ya para hacer de él un verdadero síntoma que le permitía vi­
sión del tipo de 'el maestro de Platón' o 'el filósofo que bebió la cicuta"'. vir.
12. Con respecto a la clínica del síntoma como lazo social en la psicosis, cf. E.
Laurent, " Pour la varité", en Actes de L'ECF n º 13, París, ECF, junio de 1987, pág.
169, y supra, capítulo 11, pág. 51, capítulo IV, pág. 121, y capítulo IX, págs. 250·1 . ¡Fuego!
1 3 . Cf. J. Lacan, "Présentation des Mémoires du président Schreber en traduc
tion frarn;:aise", op. cit., pág. 9. La historia de Tom comenzó mucho antes de su nacimiento, con el en­
cuentro de sus dos abuelos. Estos dos veteranos de la guerra habían man-
244 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLfNICA DE LA SEXUACIÓN 245

tenido la afición por las armas de fuego. Cazaban j untos, y tuvieron la mera vez, Yo observaré su resurgimiento fugaz en ciertos momentos difíci­
idea de hacer que sus hijos se conocieran. Uno tenía un hijo que trabajaba les de la cura. Habría "sido fecundado por una enfermera" y tendría aho­
en el campo del calor. La hija del otro trabajaba, digamos, en el ámbito de ra hijos desperdigados por el mundo, a quienes buscará durante años a la
lo que arde. Su encuentro fue un flechazo y el casamiento se decidió en salida de los colegios primarios, no sin suscitar la inquietud de padres y au­
tres semanas. toridades escolares. Contrariamente a los otros pasajes al acto, acepta ha­
De esta constelación familiar particular surge a nuestro j uicio el signifi­ blar de este " accidente", que titula "la bomba" . En efecto, el sujeto había
cante del fuego, palabra equívoca. El fuego es el emblema del amor y el se­ " borrado" los episodios del incendio a los ocho años y la carabina a los
xo, pero puede anunciar la violencia y la muerte. Aquí, en términos más doce. Tom deja de hacer silencio sobre su pasado y rememora los inciden­
singulares, es el fuego de las armas de guerra de los abuelos, y volvemos a tes precedentes de manera retroactiva, a partir de " la bomba" como nuevo
encontrarlo en la generación de los padres de Tom: calor del padre, com­ origen de la cadena significante y una especie de comienzo de la historia.
bustión materna. Podríamos decir que " fuego" es el significante de su Parece que ese acto, que marcó su cuerpo con una mutilación definitiva e
unión, ya que no puede hablarse de relación sexual. En todo caso, de esa implicó la intervención de cirujanos, imprimó también un rasgo referencial
increíble concentración significante el sujeto extrajo ese " ¡fuego ! " , conver­ en su inconsciente, a partir del cual io precedente análogo cuenta en el
tido, en su inconsciente, en un mandamiento del que él se erigió, en cierto apres coup y puede datarse. La característica común de esos pasajes al ac­
modo, en agente de ejecución. Lo reencontramos en las coyunturas de sus to consiste en sobrevenir en un agujero temporal en el cual el sujeto no está
principales pasajes al acto. representado y no puede decir "yo" [ "je"]. En cierto modo, Tom los olvi­
da o, al menos, no puede decir nada de ellos. El accidente hace de punto de
Pasajes al acto en serie capitón 14 en el inconsciente del sujeto, asociando al significante ''la bom­
ba", conectado desde luego a ese " ¡ fuego ! " primordial que extrajimos de
A los ocho años, Toro j uega en compañía de un par de gemelos, sus los datos del caso, una significación delirante, la de una fecundación. Más
compañeros de costumbre. Encuentra un encendedor y p1'ende un fuego adelante, Tom hablará de un parto, de una "paternida d " imaginaria, que
que se extiende rápidamente, casi ante la mirada de sus padres. Tom re­ debe situarse en el lugar de la forclusión de la significación fálica.
cuerda que su padre le dio una bofotada, la única de su vida. A continuas Los años que siguen son difíciles para Tom, que se niega a hacer lo que
ción lo dejan solo, para vigilar "por si el fuego vuelve a encenderse". su padre espera de él: estudios brillantes, para · 1os cuales, sin embargo,
A los doce años tiene sus primeras relaciones sexuales con una niña un cuenta con los instrumentos intelectuales. Se afianza, más bien, en lo que
poco mayor. "Después me olvidé lo que había. pasado -dice-, eso me sacó recibió de aquél: el significante único del "calor" . En consecuencia, quiere
la idea." Sin embargo, volvemos a encontrarlo con los mismos gemelos, obtener un título profesional con el apoyo de su madre y contra la voluntad
frente a una casa cerrq,¡;la. La puerta cerrada le parece una barrera insopor• del padre. Éste cederá cuando, un día conflictivo, Tom le robe el revólver y
table, por lo que, exasperado, la fuerza. En la casa encuentra una carabina se lo ponga en su propia boca, preguntándole: " ¿Quieres que me mate ? " .
y tira, desde adentro, por todas las ventanas de la fachada, cuyos vidrios Obsesionado por l a idea d e u n injerto que l e devuelva los músculos,
vuelan en pedazos. Los niños se escapan. " ¡Buena pelotudez hiciste!", le cuando está mal acude a un servicio de cirugía. Pero las coyunturas desen­
dice el padre. Tom colecciona libros de armas y se interesa en la química. cadenantes se reiteran de manera implacable. Basta con que evoquen el
El padre cree descubrir en él una vocación científica. mandamiento " ¡ fuego ! " . Así, cuando un hombre le dice que es " artificie­
º
A los catorce años, se dedica a hacer experimentos químicos con los ro" de oficio, se le ocurre la idea de encender con él fuegos artificiales . . .
materiales que le dan los padres. Se interesa en las mezclas detonantes. Otra vez, en camino para visitar a los gemelos de su infancia, se detiene en
Una tarde en que su madre, al parecer, le niega el traje de judoka con el una ciudad. En la plaza, tres muchachas preparan y venden " cócteles" . Sin
que aspira a convertirse en un "muchacho de combate", presuntamente le entender qué le pasa, Tom se descubre en la comisaría firmando una de­
responde: "Voy a hacer una bomba", sin que ella le preste atención. Se claración. Se lo acusa de "ultraje al pudor " , por haberse masturbado en
calza entonces el cóctel explosivo entre las piernas y lo aprieta, con la in­ público y perseguido a una joven.
tención de ponerle la mecha más tarde. Por desdicha, todo explota y lo
mutila gravemente. Los músculos internos de los muslos están destruidos,
pero los órganos genitales quedan intactos. 14. Cf. capítulo Vil, p�g. 1 84, nota 4.
Tras el coma y la reanimación, Tom despierta con un delirio, por pri • Artillero cM¡,cd11l111r11t,• encargado del manejo de las municiones (n. del t.).
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLíNICA DE LA SEXUACIÓN 247
246 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
cluido, y al aproximarse cada examen se desencadenaba una crisis grave
"Me hice un pelotudo de aire" que precedía al fracaso. El " frío" , especialidad del hijo, debido a su oposi­
ción al "calor", dominio del padre, introducía un desfasa je tolerable para
Tom aceptaría ver a una analista luego de una internación, y esperaría el sujeto, a la vez que seguía estando cerca de su ideal original. De resultas,
de ella una "orientación científica y moral" para sus estudios. La apuesta Tom pudo obtener el título que le permitió convertirse en un especialista
de la cura era intentar una rectificación de la posición del sujeto con res­ del frío.
pecto al significante " ¡fuego ! " que seguía siendo demasiado ardiente, de­
masiado real para él, y provocaba esa repetición de pasajes al acto salvajes Tres enunciaciones
y casi sin huellas. La cura se orientó en tres direcciones:
La segunda dirección en la cura tuvo que ver con la relación del sujeto
En primer lugar, sostener el ideal del yo del sujeto, a fin de que el mun­ con el significante " ¡ fuego ! " . Éste tenía para él el status de un significante
do pudiera ordenarse simbólicamente en torno de un nuevo significante. aislado, al margen de la cadena, insensato. 16 No se lo podía calificar de in­
En segundo lugar, circunscribir la significación delirante de feminiza­ consciente en el sentido de lo reprimido neurótico y tampoco tenía el esta­
ción consecutiva al accidente de la bomba, y obtener una metáfora mí­ tus de una alucinación, y ni siquiera de una enunciación procedente de
nima del sujeto con respecto al significante superyoico " ¡fuego! " . otro. Ese " ¡fuego! " era en cada oportunidad el significante amo de una pe­
- En tercer lugar, moderar su relación con el Otro y en especial humani­ queña anécdota, de la coyuntura de eclosión de los pasajes al acto. Eso �ra
zar su acercamiento al otro sexo. evidente para quien escuchara el relato de éstos. Pero, cargado de una sig­
nificación mortífera para Tom, ese significante estaba forcluido para él, re­
Invertir el calor en frío chazado de lo simbólico, y volvía en lo real. El relato de sus actos no susci­
taba en él el efecto de sentido que creaba en sus oyentes. Tom podía
La primera dirección consistió, por lo tanto, en un sostén del ideal del firmar el atestado de esos actos, pero no sentía ninguna culpa por ellos ni
yo: seguir al padre, pero transformando el calor en frío, lo cual daría al su­ les atribuía significación alguna. La dificultad, entonces, radicaba en no
jeto un lugar diferente del que ocupaba aquél. Tom vino un día con la idea apoyarse en el detonador " fuego! " , y a la vez familiarizar, por decirlo así,
de que más adelante iría a Phoenix, Arizona, para " enfriar" la ciudad, al sujeto con él. Otro problema era su dificultad para hablar en la sesión:
porque allí hace demasiado calor. . . A partir de ahí, el análisis pudo conju• pocas asociaciones libres, un discurso lacónico. Escasas emergencias deli­
gar su lado inventivo, que databa de la infancia y estaba fijado hasta en­ rantes -siempre la evocación enigmática de los "hijos de la bomba" cuan­
tonces en las armas y los explosivos, con el significante, bienvenido, del do había un problema con el padre- pero que volvían a caer enseguida. La
frío. Tom obtuvo entonces sin dificultad un título de física con una investí• cura, por lo tanto, no produjo una verdadera metáfora delirante, sino tres
gación sobre el frío. G.racias a ese nuevo significante, ubicado en una opo­ enunciaciones, notables por su carácter equívoco e incluso chistoso.
sición binaria con el mandamiento " ¡fuego ! " , encontró una profesión co­ La primera concierne al delirio de paternidad y la relación de Tom con
mo especialista en frío. Así fue posible un lazo social menos explosivo con su padre: " Soy un hijo-padre" , me dijo, condensando el hecho de ser el hi­
el padre, que le permitió a continuación despegarse de su familia. El ha­ _
jo de su padre, arraigado en su padre sin la dialéctica del compleio de cas­
llazgo de una profesión del frío fue bien recibido para resolver el conflicto tración, y la situación de la madre soltera, la que da a luz sin marido. ·
entre él y su padre. Tom habría querido hacer lo mismo que éste, respaldai, La segunda enunciación es en realidad una frase escrita: un día me tra­
do por su madre, que imaginaba que pocos años después se haría cargo de jo una hoja con membrete de su laboratorio. En ella había ideado una
la empresa paterna. El padre, por su parte, soñaba un camino muy distinto nueva diagramación, con un presupuesto a mi nombre: " Señora More!, ar­
para su hijo, quizá porque presentía lo difícil que sería para éste sucederlo, quitecta; trabajos de análisis a ejecutar por cuenta de Tom " . Triunfante,
La sucesión del padre por el hijo pone en juego el significante del Nombre•
del-Padre, 15 y no es sorprendente que Tom, aunque dotado, haya fracasa•
do en los exámenes que le habrían procurado el mismo diploma del padre:
asumir ese título evocaba para él el significante del Nombre-del-Padre for, 16. Cf. supra, capítulo m, pág. 8 1 sq.
" En francés, madre soltera es filie-mere, literalmente hija (o niña) madre; de
allí la formación paralela de fils-pere, hijo-padre (o padre soltero en otros contex­
tos) (n. del t, ) ,
15. Cf. supra, capítulo n, pág. 47 sq.
248 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EMPUJE-A0LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 249
me hizo descifrar el encabezamiento de esos trabajos: "cond. d'air", que
era una abreviatura de "conditionnement d'air" ["acondicionamiento de �os disparan. A su j uicio, sus dos abuelos cazadores eran monstruos, por
tirar sobre bestias inocentes. Él mismo se comparaba con Lennie, el héroe
aire"], alusión a los circuitos de enfriamiento del aire sobre los que versa­
de la novela de Steinbeck, De ratones y hombres. Lennie, amable y tonto,
ban sus investigaciones. Y agregó riendo: "La bomba era eso, me hice un
adora a los ratones, pero los mata por descuido, ya que los acaricia con
pelotudo de aire".* Después, dejó de hablarme de la bomba y el accidente,
demasiada vehemencia; luego hace lo mismo con una mujer, siempre con­
que habían sido, empero, los únicos temas sobre los cuales había mostra­
tra su voluntad. Tom no era susceptible de realizar cosas semejantes, pero
do un poco de locuacidad, a causa del enigma que representaban para él.
había reconocido en Lennie el mismo "olvido" del acto que en él, y el as­
La inscripción de esta frase podría interpretarse entonces como una solu­
pecto c?mpulsivo y ciego de los pasajes al acto. ¡ No es sorprendente que
ción del enigma de la marca mutilante próxima a los órganos genitales,
atemonzara a las mujeres que conocía! Sin embargo, logró encontrar una '
por la fijación de la significación femenina de un acto en el cual reconocía . , con conejos. Un fenómeno elemental mostró que también a ella
que vivia
haber tenido participación: "Me hice un pelotudo de aire".
la asociaba con un animal: una noche la escuchó ladrar a su lado, creyó
"Soy un hijo-padre" y "me hice un pelotudo de aire" circunscribían la
que h� bía un perro y la tiró de la cama. Sin embargo, se sintió culpable y
feminización corporal y la paternidad delirante del sujeto. Estas frases lo­
a partir de ese momento pareció capaz de establecer un lazo más humani­
calizaron y fijaron el empuje-a-la-mujer de Tom en una fugaz metáfora de­
zado con ella: "Ahora tengo una mujer con quien puedo hablar, ¡y pronto
lirante.
ya no voy a necesitarla a usted! ". Se fue poco tiempo después, sintiéndose
La tercera enunciación se refiere directamente al significante " ¡fuego! " .
mucho mejor.
Se dio después d e u n sueño -eran escasísimos- en el cual el sol quemaba a
Tom en las piernas, en el lugar de su herida. Me dijo: "Soy un cabeza lo­
Una feminización local que permite ser un hombre
ca ", consciente del equívoco que producía." Me pareció ver también en
esa expresión cierta asunción de sus actos y de su posición en la existencia
El caso de Tom nos muestra un nuevo aspecto de las relaciones del
no sin ironía. " ¡Fuego! " había perdido tal vez su fuerza de mandamient�
empuje-a-la-mujer y la sexuación. Desde la infancia, una tendencia ciega
ciego. Como si el mito de un fénix inmortal siempre renaciente de sus ce­
lo empujaba a quitarse la vida y automutilarse. No podía reconocer esa
nizas, evocado por el caso, dejara lugar a la cicatriz de una herida en un
tendencia a causa de la forclusión. Puede pensarse que en el caso de un su­
sujeto mortal.
jeto neurótico nacido en la misma constelación familiar, la asociación de
"fuego" y su contexto con valores fálicos habría desembocado en un resul­
Las mujeres y el sexo
tado muy distinto, más metafórico (ser cazador y mujeriego, por ejemplo).
Pero el sujeto no podía decir nada de lo que lo empujaba de ese modo, y
La tercera dirección de trabajo en la cura era más problemática, porque
por eso esta tendencia se desencadenaba con mucho más violencia en lo
en ella Tom no podía contar con su padre para que lo sostuviera. Se trata­
real. El único contenido que Tom había podido asociarle era el delirio so­
ba de su relación con las mujeres y el goce sexual. Ambos aspectos estaban
bre los " hijos de la bomba", que lo empujaba a nuevos pasajes al acto . ..
conectados -cosa nada sorprendente y que aparecía en los pasajes al acto­
Ahora bien, Tom recién reconoció esa tendencia cuando pudo asociarla
con el significante " ¡fuego! " (por ejemplo, disparar con una carabina lue­
a una significación feminizante, mediante la frase "me hice un pelotudo de
go de sus primeras relaciones sexuales). El sexo no representaba ningún
aire". Esto constituyo un progreso en la cura, ya que fijó un sentido en un
problema para Tom: "Cuando la cosa se caldeaba demasiado", me decía 1
acto enigmático no asumido por el sujeto. Además, el "soy un hijo-padre"
hablando de sí mismo como de una máquina que hubiera que enfriar con
decretó la caída del delirio de paternidad.
urgencia, salía a buscar prostitutas. Pero aspiraba a una relación con una
Esta significación feminizante dada al cuerpo, e incluso a una parte
mujer. Para él, las mujeres eran animales inocentes sobre los cuales algu•
contigua a los órganos genitales, no afectó empero la identidad sexuada de
Tom haciendo que se tomara por una mujer. Al contrario, a partir de la
delimitación así alcanzada pudo tener una relación estable con una mujer'
* "Je me suis fait un con d'air" en el original. Con (boludo o pelotudo en el posicionándose -es verdad que a su manera- como un hombre.
argot argentino, gilipollas en el español), es homófono de la abreviatura cond. (n, Se trata, por tanto, de un caso en que el empuje-a-la-mujer como de­
del t.).
sencadenamiento de goce (lo que antes llamamos el "revés" ) existía desde
"" Tete brúlée en el original, literalmente "cabeza quemada" (n. del t.).
mucho tiempo n t rá1 sin su " derecho" , el significante que, al nombrarlo,
250 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 251

pudiera limitarlo. La eclosión se producía con la mera enunciac10n de Cartas de amor


" ¡ fuego ! " , verdadero detonador de un arma que se volvía contra el sujeto.
Esa existencia del "revés" sin el "derecho" puede explicarse por el hecho En el caso de Hélene, del que ahora nos ocuparemos, un largo análisis
de que Tom fuera esquizofrénico y no paranoico. El " derecho" no cobró produjo una resolución del empuje-a-la-mujer, por su transformación en
nunca la consistencia de un gran delirio en torno de la mujer como ideal. un sínthoma que se escribiría en una frase: " Ser una mujer de letras" .
En cambio, el significante " ¡ fuego! " tenía un valor real, y el cuerpo estaba Nuestro encuentro se realizó bajo los auspicios de la letra [lettre]. Yo
en primer plano. comentaba el seminario de Lacan sobre "La carta [lettre] robada" en la
Gracias al nuevo significante del "frío", ideal del yo inspirado por el universidad en la que Hélene cursaba sus estudios. Tras una de las clases
hecho de ser lo contrario del "calor" del padre, y que había sustituido a me siguió hasta el metro y me abordó un poco airada: " ¿ Cómo se atreve a
" ¡fuego ! " , pudo expresarse la significación femenina del empuje-a-la­ hablar frente a mí de psicoanálisis, cuando sufrí tanto a causa de un tera­
mujer, que producía sus estragos en lo real. Esa enunciación era una espe­ peuta ? " . La invité con calma a que viniera a hablar conmigo, y así empe­
cie de " derecho" y limitó los efectos nocivos del "revés" al crear una zona zaron nuestras entrevistas. Antes de revelarme el que fue el encuentro de
femenina circunscripta y bien delimitada en el cuerpo. A partir de allí, el su vida, me describió un itinerario psiquiátrico iniciado en la adolescencia.
sujeto, por no sufrir ya la invasión del goce feminizante, podía ser un Hélene tiene una hermana siete años mayor, que era su apoyo y"su mo­
hombre, acaso un poco hermafrodita . . . delo, el Pigmalión de su femineidad de adolescente. Cuando esta hermana
Como hemos visto, l a idealización de l a mujer puede tener por efecto el se marchó de la casa familiar para casarse, Hélene, incapaz de separarse de
desencadenamiento de un goce mortífero (el caso de Eisa). Pero en el caso ella, la siguió. Convocado el marido al servicio militar, su joven mujer em­
de Tom, el "derecho" no era una verdadera idealización de la mujer, sino pezó a ser cortejada por otro, Bob. Hélene se prestó complaciente a reu­
la simple admisión de la significación femenina, en el punto en que el falo niones de a tres en que su hermana, preocupada por el "qué dirán", le ha­
estaba forcluido. Eso marca toda la diferencia. En efecto, un sujeto no cía desempeñar el papel de dama de compañía. Pero pronto se le impuso
puede vivir sin una interpretación mínima del goce genital. De lo contra­ una certidumbre: Bob no podía querer a su hermana, casada, sino más
rio, éste puede explotar como una bomba. bien a ella que, a los quince años, estaba "en la flor de su belleza" . Héle­
ne, que tenía afición por la escritura, redactaba a pedido de la hermana
cartas de amor para Bob, firmadas con el nombre de aquélla. Pero tam­
HACER SÍNTHOMA DEL EMPUJE-A-LA-MUJER bién escribía para sí misma, describiendo sus propios sentimientos. Sin em­
bargo, un día, en el cine, tuvo que rendirse a la evidencia: Bob y su herma­
Hay casos en que el empuje-a-la-mujer es nefasto para la identificación na se tomaban tiernamente de la mano. Confundida por lo que calificó de
sexuada del sujeto (Schreber, lves, Ven), y casos en que es devastador en sí traición, sintió que el mundo se derrumbaba y pronto se encontró interna­
mismo, independientemente de las cuestiones de la sexuación (Eisa). da, presa de alucinaciones eróticas. Se trataba del desencadenamiento de
Pero también hay casos en que, siempre que se delimite con claridad en una psicosis erotomaníaca, l 8 por irrupción de Un-padre1 9 (Bob) como ter-
la cura o se circunscriba en el cuerpo (Tom), el empuje-a-la-mujer permite
al sujeto sostener incluso una identificación sexuada de hombre.
Existen, por último, pacientes en cuya vida el empuje-a-la-mujer puede 1 8 . Cf. supra, capítulo v, págs. 1 55-6. La erotomanía es un delirio amoroso
integrarse de una manera relativamente armoniosa y benéfica. Es lo que apoyado en un " postulado fundamental" : "El objeto es el que ha comenzado, el
sucede cuando el sujeto puede hacer de él un sínthoma 1 7 en la forma de un que más ama o el que ama solo" (De Clérambault, citado por P. Bercherie, Les
Fondements de la clinique, París, Navarin, 1 98 5 , pág. 253 [traducción castellana:
modo de vida compatible con la sociedad a la cual pertenece o una prácti­
Los fundamentos de la clínica. Historia y estru ctura del saber psiquiátrico, Buenos
ca que le sirva para tejer lazos sociales. Aires, Manantial, 1 986]). El delirio se desarrolla en tres etapas: esperanza que en­
gendra ideas persecutorias, despecho, rencor en el cual el sujeto se erige en reivin­
dicador (así, Hélene envió una bayoneta a su psiquiatra, J.). Con frecuencia, la ero­
tomanía está ligada al empuje-a-la-mujer: el sujeto femenino siente que su
femineidad se exalta a causa del amor del "Objeto", mientras que el sujeto mascu­
lino puede idealizar a la mujer en el "Objeto" femenino.
1 7. Cf. supra, capítulo II, pág. 5 1 , y capítulo IV, pág. 1 2 1 . 19. Cf. ,upra, capítulo vm, pág. 230, nota 75.
252 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 253

cero en la pareja que Hélene formaba con su hermana, con la cual se había hombre que se aprovechó de mí sin escrúpulos, pese a que sabía, por ha­
identificado imaginariamente. berlo escuchado de mis propios labios, que lo amaba" , escribió en un tex­
Luego de varios años difíciles, Hélene conoció a un hombre que la amó to autobiográfico ulterior. Hélene me describió el proceso de escritura de
y se convirtió en su marido: "Para él, yo era la mujer, la muchacha que esas cartas a J. En un principio, pensaba en él sin descanso y tenía miedo
veíamos en las tapas de todas las revistas". Hélene comenzó una psicotera­ de que se preocupara por no recibir sus noticias. (De hecho, siguió creyen­
pia con una mujer que ocupó el lugar de su hermana y fue para ella un do que él la amaba durante todos esos años. ) En consecuencia, una vez
sostén imaginario. Empero, al hablar de su padre, Hélene se angustió y la que le enviaba una carta, "en un gesto desesperado" que le evocaba su
terapeuta le indicó que fuera a ver a un psiquiatra, J., para "relajarse" . lanzamiento por la ventana, era necesario que, sin solución de continui­
dad, se pusiera a escribir la siguiente. De lo contrario, "caía en un abismo
El hombre vacío sin nombre" . "En mi pluma, la escritura es -decía- un ser que me li­
ga a J., un ser perdido definitivamente en cada ocasión."
Lacan dice que " una mujer sólo encuentra a «El hombre» en la psico­ Con la cura sus cartas empezaron a espaciarse, y sólo enviaba una en
sis" : 2º la historia de Hélene verifica esta extraña afirmación. La "relaja­ momentos precisos, en los que habría sido necesario el significante del
ción" consistía en una práctica de sugestión centrada en el cuerpo, acompa­ Nombre-del-Padre, tales como el bautismo de un hijo y su postülación
ñada de masajes leves. (Durante diez años, Hélene escuchó periódicamente para un título universitario. La índole " sin descanso" de la escritura de
la voz alucinada de J. nombrar una por una las partes de su cuerpo, y sen­ las cartas establecía por lo tanto un lazo con J., que demostraba ser un la­
tía el goce que le producía. ) Luego de algunas sesiones de relajación, Héle­ zo de goce. Del sujeto, en principio: la carta era una ofrenda de amor, la
ne "comprendió" por medias palabras y la mirada de J. que éste la amaba. del ser de su autora. Escribir la carta resonaba en el cuerpo de 'Hélene,
"Yo buscaba al hombre detrás del médico -dijo-, y lo encontré. Quería re­ que gozaba de ello. Goce del Otro, sobre todo: lo destacable es que J. no
ducirlo, seducirlo." J., subyugado por su belleza, tuvo relaciones sexuales respondió jamás una sola de esas cartas, dirigidas al "silencioso amante" ,
con ella y luego, espantado por el estado de Hélene, interrumpió brutal­ al " hombre de l a mirada azul ausente". El enigma abierto por ese silencio
mente "las sesiones" . Siguió a ello un nuevo acceso erotomaníaco, más gra­ y esa ausencia era recubierto por la significación unívoca del goce atribui­
ve que el primero. La voz de J. la perseguía, susurrándole "cosas dulces y do al destinatario: "Lo miro leerme. Se masturba sobre mis cartas", que a
halagadoras ", y después la conminaba a no "denunciarlo a las autoridades menudo eran eróticas. " Goza de mí por intermedio de mis cartas." La re­
por su falta" . Hélene, a quien J. había abandonado, se tiró por una venta­ lación entre el goce del Otro y su falta. de respuesta era el tema de una
na y padeció una larga internación, primero médica y luego psiquiátrica. novela que Hélene me contó durante su análisis: todavía niña, la heroína,
Jeanne, es seducida por un médico donjuanesco. El idilio prosigue en la
"Soy la de las cartas" adultez y, al desvanecerse, ella le envía una carta que él no contesta. La
continuación, escrita como un monólogo interior ·del hombre, es una enu­
Fijada a J., Hélene lo persiguió durante siete años, a lo largo de los cua­ meración de las razones por las cuales no le ha respondido. El médico lle­
les le envió diariamente tres o cuatro cartas. Todavía seguía haciéndolo en va consigo la carta de Jeanne y la lee, como una especie de ceremonial,
los inicios de su análisis. En esas cartas de amor celebraba ( " en plena erec­ cada vez que hace el amor con otra. La heroína anota todo en un cua­
ción / joder-coger azul / hacia tus pupilas paralizadas de orgullo" ) su "mi­ derno secreto, que rompe antes de cortarse el pelo y suicidarse. Hélene
rada azul" apuntada sin cesar hacia ella.2 1 reescribió varias veces el final de esta novela, que juzgaba demasiado ho­
Ese envío insistente de las cartas a J. tenía para Hélene una doble fun• rrible.
ción. Despachar una carta conjuraba el hecho de que el Otro del goce en Esta "correspondencia" unilateral sostenía por lo tanto la existencia
que se había convertido J. la hubiera' dejado plantada: "Su cambio brutal del Otro ausente, mediante el goce del que el sujeto, identificado en su ser
de comportamiento me hizo pensar que yo había sido el j uguete de ese con la carta, era el objeto. Ese goce se convirtió también en el vector del
empuje-a-la-mujer que invadió a Hélene luego de conocer a J. En efecto,
antes de ese "momento fecundo " su femineidad era una mezcla de identi­
20. J. Lacan, Télévision, op. cit., pág. 63. ficación imaginaria con su hermana mayor y adecuación a los estereoti­
21. Y que puede calificarse de objeto a causante de su pasión, junto con la voz pos ( " la impronta de la moda " ). El maquillaje era esencial para Hélene,
de J. En la imagen de éste resaltaban esos dos objetos a. que le dedic11ba 11lllchn energía. No podía salir sin una especie de másca-
254 SEXUACIÓN Y PSICOSIS EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 255

ra: de lo contrario, la embargaba la angustia. El encuentro catastrófico "carta abierta al señor profesor Flechsig" ,22 notable por su doble destina­
con J. tuvo por efecto un empuje-a-la-mujer cuyos estragos perduraron a tario. Por una parte Flechsig, su médico convertido en perseguidor, "el ins­
lo largo de varios años e hicieron imposible sus relaciones con los hom­ tigador de esos estragos" que Schreber subsume en el concepto del " asesi­
bres, incluidas las profesionales. Esas relaciones se teñían automáticamen­ nato de almas" ; en consecuencia, Flechsig es aquí el Otro del goce. El
te de erotomanía mortificante. Hélene se sentía siempre acosada de una segundo destinatario es el lector, lo cual se justifica por el " interés univer­
manera " infamante" como mujer y la fijación con J. resurgía entonces sal en el que se funda la autoridad de esta carta" , interés señalado en el
con deseos de suicidio. El sujeto debía interpretar ese "revés" del empuje­ prólogo de las Memorias. 13 En él encontramos la expresión "alcance uni­
a-la-mujer que la significación del amor, dada la quiebra de éste, no po­ versal " : se invita a la Ciencia a verificar en el cuerpo de Schreber " las vici­
día idealizar. Firmadas por " La Eva eterna" , las cartas a J. construían a situdes [ . . . ] atravesadas" , esto es, su transformación en mujer. Mediante
" La mujer" como aquello a lo cual aspiraba su destinatario, en el sentido esa destinación al lector, por lo tanto, Schreber pretende elevar al rango de
de un punto que localizara y saturara su apetito de goce infinito. Hélene una ley científica los fenómenos que ha sufrido, y constituir un saber uni­
intentaba escribir una relación sexual poética entre El hombre ( "el silen­ versal a partir del punto de excepción en el que se ha ubicado como garan­
cioso amante" ) y La mujer ( "La Eva eterna " ) . Para mostrar cómo difería te del orden del Universo, contra el mismo Dios. Ese punto de excepción
de " una mujer" ese significante de " la mujer" construido por ella, me es también el punto de feminización del sujeto. Así, se trata de obtener del
gustaría mencionar una idea delirante: en su loca búsqueda de la mujer, J. Otro del goce una respuesta y un reconocimiento de responsabilidad ( "le
la habría encontrado, a lo sumo, en la forma de un travestido transexual ruego encarecidamente" que tenga " la valentía de la verdad", dice Schre­
que posaba para fotografías de moda. Embarazada de una niña, Hélene ber a Flechsig) . Del lector se espera que sea el testigo de la existencia de
seguía escribiéndole: "Sueño que en alguna parte existe un hombre que una ley científica de la feminización del sujeto. La invitación a Hélene para
también espera . . . " . Completemos: que también espera a la mujer. Junto a que me escribiera apuntaba a constituir a la analista como el lugar de des­
ese lirismo, algunos poemas ( " Soy el habitáculo / el recinto cerrado / del tinación en la transferencia, sin que ocupara pese a ello el lugar del Otro
deseo" ) construían un cuerpo de la mujer, un cuerpo glorioso, un cuerpo del goce, donde permanecería J. Hélene me preguntó de inmediato si yo
de deseo. iba a contestar sus cartas, a lo que repliqué que ella misma encontraría las
En la cura, observé una alternancia entre los períodos en que Hélene respuestas en la sesión. De tal modo, la palabra se convertía en respuesta,
escribía sobre la mujer -,-a la sazón se maquillaba mucho- y las fases en allí donde el silencio de J. había significado el goce. En las cartas que me
que su interés por la femineidad se desvanecía. Aparecían entonces sínto­ dirigió desde entonces, Hélene se dedicó a "reconstruir a J. " Contaba mi­
mas somáticos, en especial una sensación de estrangulamiento que le impe­ nuciosamente sus relaciones, describía los más mínimos detalles de la ha­
día alimentarse y que una vez se presentó junto con un delirio de envene­ bitación en la que estaban, escenificaba los diálogos entre ambos, volvía
namiento. En esos momentos solía abandonar toda su coquetería. La sin descanso a los mismos acontecimientos.
invención perpetua del significante "la mujer" tenía, por consiguiente, la Progresivamente, dejó de escribirle de mane�a compulsiva. Ahora se
función de asegurarle un cuerpo que se sostuviera gracias al lenguaje, un trataba de "producir un saber sobre J. ", y luego "comer a J." Más adelan­
cuerpo de amor. A falta de esa armazón significante, su cuerpo revelaba te tuvo la idea de transformar en ficción ese encuentro demasiado real. Es­
ser una suma de órganos problemáticos y se convertía en el lugar de sínto­ cribió relatos y después novelas, que me enviaba pliego por pliego, una se­
mas hipocondríacos. sión tras otra. Esos textos se centraban en un encuentro entre " Ella" y
" Él " , al que había que inventarle un desenlace que no fuera trágico. Al
Divorciar la destinación y el goce principio, los relatos quedaban inconclusos, porque Hélene no podía resig­
narse a que terminaran mal. Cada novela interrumpida correspondía a un
Al empezar el análisis, Hélene se autodefinía como " una estudiante de momento crítico de la cura: la voz de J. volvía entonces a asediarla. El es­
letras [lettres] " y " una enamorada que escribe cartas [lettres] " . Yo le pro­ tudio paralelo, en la universidad, de la obra de Marguerite Duras, le pro­
ponía lo siguiente: cada vez que sintiera nostalgia y se pusiera a escribir a porcionó una preciosa herramienta para inventar nuevas "fórmulas" del
J., en vez de hacerlo tenía que enviarme una carta en la que me contara
qué le pasaba. Esta estrategia apuntaba a separar al Otro del goce del des­
tinatario. Consideremos el caso Schreber para precisar la diferencia entre 22. D. P. Schrcbcr, Mdmoires d'un névropathe, op. cit., pág. 1 1.
estas dos instancias. Al comienzo de sus Memorias, Schreber presenta su 23. Ibid., pig. 9,
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 257
256 SEXUACIÓN Y PSICOSIS

Los basamentos de un desdoblamiento de la vida amorosa


fracaso de la relación amorosa, mediante suspensos que dejaban las cosas
en la indefinición: un happy end habría sido discordante una separación
De las dos mujeres que fueron importantes para Serge en las dos gene­
demasiado desgarradora. Hélene pudo de tal modo term'¡nar sus novelas'.
raciones anteriores, su abuela paterna que lo crió y su madre, muerta
Al mismo tiempo aprobó sus estudios y obtuvo un diploma de tercer ciclo
cuando él tenía diez años, él hizo los dos prototipos que orientan ya desde
con �n t�abajo sobre Marguerite Duras. Así se desdibujó la relación con J.,
hace mucho su vida sexual, desdoblada entre una relación amorosa fija
no sm cierto desasosiego: "Pierde su significación" ,. "el análisis me hizo
perder � J.", m� decía. Su tendencia ero to maníaca menguaba y su manera
con un hombre de más edad y numerosas relaciones " de ligue o levante"
con partenaires masculinos ocasionales.
de escnb1r hab1a cambiado: "Antes -decía-, me sentía obligada a escribir
A primera vista podría pensarse que se trata de una versión homose­
todos mis pensamientos, sin cesar; era insoportable; ahora es ficción" . Hé­
xual del desdoblamiento, frecuente en el hombre neurótico, entre el amor
lene había pasado de la anotación automática del pensamiento a una for­
por una pareja que oculta de manera velada la castración, y el deseo de
malización ficcional del goce del Otro, de la relación sexual imposible y de
partenaires que encarnen en serie el falo. (Esta divergencia de la vida se­
un retrato aceptable de la mujer. Era el signo de que se fabricaba un sín­
xual es clásica en el heterosexual masculino, dividido entre la mujer ama­
thoma. Se definía entonces como " una mujer que escribe sobre el amor " . da pero no necesariamente deseada y "girls-phallus" deseadas en serie. ) 24
q uería publicar y ser escritora. Al mismo tiempo, era "la mujer que estu­ En realidad, como vamos a verlo, la configuración exhibida por Serge es
dia a las escritoras" en la universidad. Pero renunció a sus novelas de una versión establecida de un empuje-a-la-mujer apoyado, por una parte,
amor, como si, una vez hallada una "fórmula" escrita de la relación sexual
en la relación con un Otro idealizado pero potencialmente persecutorio y
suspendida y una figura suficientemente idealizada de la mujer, la escritura gozador, la abuela, y por la otra en la identificación con una imagen feme­
se convirtiera en un lujo inútil. Nombrada profesora de literatura, realizó nina también ideal, su madre: ello al margen de toda referencia fálica.
en esta forma su anhelo de "ser una mujer de letras " . Los alumnos pasa­
ban a ser un nuevo lugar de destinación. Me trajo un sueño titulado " el
1:uevo trabajo", en el que "ahora formaba parte del equipo" que yo cons­ ¿ Una niña pequeña?
tituía con otros, psicoanalistas o docentes. El lazo analítico se había con­ Serge se describe como si hubiese sido una niña; pero no tiene la más
vertido, por lo tanto, en la fuente de nuevos lazos sociales. mínima idea transexual y acepta bien su peney su cuerpo de varón, que
As� pues, la cura analítica transformó las dos vertientes del empuje-a­
gustan tanto a " sus" hombres.
la-mu¡er en un sínthoma. Al principio, el efecto devastador del "revés" pri­ Tiene, sin embargo, una apariencia infantil y maneras afeminadas. No
maba sobre el "derecho" . Pero la tendencia a construir por idealización el acudió a mí por dificultades ligadas a la sexuación, sino a causa de una
sig�ific��:� "la mujer" se cond �nsó con 1� afición por la escritura y redujo fuerte tendencia suicida y otros problemas muy graves, que revelan una
e! reves _i �.famante del. empu¡e-a-la-mu¡er. El "revés", la tendencia pul­ psicosis en evolución constante desde la infancia.
s10nal a eng1rse en el ob¡eto feminizado del goce del Otro ' encontró su lí- Criado por su abuela viuda en un ambiente exclusiva mente femenino,
. y s� marco en la escritura sobre el amor y la mujer; y luego en la
m1te
. , se acuerda de una "muñeca desfigurada" que sostenía entre los brazos. Un
transm1s10n a otros del saber así formalizado. Lo cual no habría podido sueño hace que se le aparezca la imagen " de una niñita de cabellos dora­
lograrse sin el "derecho" , la construcción minuciosa del significante "la dos" que evoca a Ricitos de Oro. Podría tratarse de dos imágenes narcisis­
mujer" mediante las cartas, las novelas y la palabra en la cura. La estabili­ tas invertidas de sí mismo en la infancia, una ideal y la otra más deprimen­
zación, correlativa de la inscripción del empuje-a-la-mujer en el sínthoma te. Serge se compara con Ricitos de Oro, porque también él vivía en la
"ser una mujer de letras" , permitió a Hélene alcanzar una posición sexua­ linde de un bosque donde muy pronto empezó a buscar "aventuras" . Su
da más moderada. La erotomanía desapareció por completo y los hombres madre era rubia, una especie de "Marylin", cuyos retratos colecciona. A
ya no son Otros gozadores en potencia. su muerte, tuvo una "visión", una suerte de alucinación: en el cruce de dos
Vamos a describir ahora un caso masculino, el de Serge, en el que el caminos, volvía a verla viva, rubia y luminosa; ella le ordenaba seguirla.
sínthoma se constituyó a partir del empuje-a-la-mujer, pero en la vida se­ Aún hoy está convencido de que esa "cosa sobrenatural " se produjo efec-
xual del sujeto.

24, S. Freud, " Sur le plus ¡6n6ral des rabaissements . . . ", op. cit., pág. 55.
25 8 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLÍNICA DE LA SEXUACIÓN 259
tivamente. Es posible, por lo tanto, establecer una secuencia entre Ricitos más o menos compatible con la sociedad en que vive: con el empuje-a-la­
de Oro, Marylin, la imagen ideal de la mujer madre (que por otra parte no mujer probablemente muy precoz (Ricitos de Oro y la "muñeca desfigura:.
funcionó en absoluto como madre para él) y su práctica sexual actual de da" ) , Serge supo hacerse un sínthoma del que se queja, pero que lo sostie­
ligue intensivo: seduce hombres -"es mi lado Marylin " , dice- y se presta a ne. Su matriz es bastante simple: conjugar en el tiempo y separar en el
ser su objeto sexual . No tiene ninguna erección, ninguna excitación, pero espacio, como antaño en su infancia, la armazón simbólica y r�al de una re­
acepta completamente pasivo todos los fantasmas de sus partenaires. El lación por apuntalamiento 26 con un Otro gozador que lo fem1mza, y otras
acento se pone en la feminización de Serge y el goce del hombre ocasional. relaciones narcisistas que establecen la coincidencia de su imagen con la de
una femineidad de revista. De hecho, ésta enmascara mal la "muñeca desfi­
Un tirano doméstico
gurada " que resurge cada vez que él se siente pers_eguido P?r su i
�::1 ??, ?,
agredido y explotado por un amante de paso. (El pnmero, qmen lo m1C10
Como su padre no dejó en él otra huella que el recuerdo de no haberlo en la homosexualidad, es un allegado que lo violó al comienzo de la adoles­
impulsado a ir al trabajo, cuando lo emplearon a los diecisiete años -lo cencia.) Pero un sínthoma nunca funciona perfectamente, es un síntoma, un
cual es poco-, resulta que el único apoyo simbólico y real que tuvo en la compromiso siempre malogrado con el goce, un signo de que la cosa anda
vida fue su abuela paterna, a quien presenta como un "tirano doméstico" mal en lo real.
y de la que él era "la sirvienta" e incluso " la esclava" . La abuela no quería Agreguemos que esa pasivización del sujeto se confirma en sus condi-
a los hombres, despreciaba tanto a su hijo como a su difunto marido y ha­ ciones de goce masturbatorio y solitario, el único goce, por otra parte, que
bría hecho todo lo posible para halagar los gustos feminizantes de Serge. reconoce como suyo pero que apenas le interesa: tiene entonces la fantasía
Su capricho tenía fuerza de ley para él, que experimenta un "terror sagra­ de " ser golpeado por hombres " . Íntegramente al servicio del partenaire,
do" retrospectivo al pensar en ella. De darle crédito, parece que el hombre con los otros hombres no goza. Pero la pasivización del sujeto también se
con quien comparte su vida tomó el relevo de ese personaje autoritario, confirma por el lugar que da a la analista en la transferencia, el de ser una
pero también protector. Su pareja actúa!, en efecto, se muestra como muy "manipuladora" como la abuela; en un sueño, se imagina en el pellejo " de
ambiguo con Serge, al que cuida casi maternalmente cuando sufre, pero una gata joven" que se niega a dejarse domesticar por ella y la araña. No
con un beneficio sexual unilateral: nuestro paciente estaría a su disposi­ obstante, se siente bastante cómodo en esa relación transferencia! abrupta­
ción, a su servicio tanto doméstico como sexual, pero tendría prohibido mente establecida luego del fallecimiento de su abuela, como si le fuera ne­
cualquier goce propio con pretextos falaces. Serge padece la falta de reco­ cesario este lazo familiar con alguien tan importante para él como aquélla.
nocimiento social de esta relación que querría oficializar, cosa que el otro Serge nos brinda entonces el ejemplo de una elección de sexuación, en
rechaza. Pero es "su mujercita" y se " sacrifica " por él, a la espera eventual el tiempo tres, al margen de la función fálica, por identificación imag!nari_a
de un casamiento homosexual que nuevas leyes harán pronto posible. ideal con una especie de quimera, de imagen híbrida podríamos declf; R1-
Lazos sociales citos de Oro o Marylin con un cuerpo de varón, en el que el órgano mas­
culino sólo cuenta en la medida en que su presencia es necesaria para el
goce de otro hombre. Pero, como en el caso de Ven, no todo es i�agina
Por lo tanto, con dos modalidades por cierto muy diferentes, vemos sur­ río, y en el segundo plano de la identificación imaginaria ha! una 111st�11
gir una misma relación: un sujeto pasivizado y feminizado que, con su con­ cia simbólica y real, un Otro que goza supuestamente del su1eto red1 � ¡;1do
sentimiento, es el objeto del goce de un otro. Cada una de las modalidades a no ser más que su objeto. En otras palabras, en el revés de la vcrt 1c111 1
corresponde a imágenes ideales convencionales de la mujer: la buena esposa
de un lado, Marylin como objeto sexual del otro, y a raíces histórkas para
Serge, respectivamente la abuela y la madre. La relativa estabilización de la
psicosis de Serge puede atribuirse al hecho de que esa relación con otro que 26. Freud distingue del tipo de elección de objeto narcisista (la "p ropia pr1 ,1 1
encarna el goce se haya mold€ado en lazos socialmente reconocidos y acepta­ na" como modelo) e l tipo por apuntalamiento (la madre o un sustituto qut• s e m 11
bles (pareja y ligue homosexual) y tenga por ende una " envoltura formal"25 pa de la alimentación, los cuidados y la protección del niño): "Las pulsioncs SCXIIL\
les se apoyan en principio en la satisfacción de las pulsiones del yo, de las que s6lo
se indepe11diznn más adelante " . Cf S. Freud, "Pour introduire le narcissisme"
25. Expresión de J. Lacan para el síntoma, en "De nos antécédents" , op. cit. , (1914), en La V/11 11xuelle, op. cit., pág. 93 [traducción castellana: "Innoducción
pág. 66, que puso de relieve J.-A. Miller. del narcisismo " , en r )C, vol. 14, 1 9 79].
ACIÓN 261
EMPUJE-A-LA-MUJER Y CLíNICA DE LA SEXU
260 SEXUACIÓN Y PSICOSIS
re g unt a: ¿ ha y que ale nt ar e l
una resp ue sta m atizad a a nue stra pr imera p la vigil ancia
id ea l d e l e mp uj e-a-l a -m uj er, e stá el g oce fe minizante. Si a q u í no co nduce a a na lítica ? En fe cto, s e imp o ne
emp uje-a-la-m uj er en un a cura
e
!º p eo r, pese a a lgunos tr�pi ezos en _la s rel aci ones de ligue, es p orqu e el s u­ de es e revés, cuya pulsi ón d e muerte de b e co
nt r a rr est ar s e m e di a nt e l a in­
Jeto , a l mo ldea r ese e mpu1 e -a-la -mu1 er en l os la z os so cia les conv encio na l es (com l " id ntific a ción cl a ­
vención de nueva s sol uci o ne s a l a s exua ción
o a e
_
Y comp a tibles con una identid a d d e hombre, hizo de él un sínthom a socia l­ To m n s m st ó qu e l a sim­
sifica do ra " d e Ive s). Sin e mb ar go , e l ca so de
o o r
m ente a cept a ble. por ci t difíc il d o bte n e r,
ple enuncia ción d e la significac ión fe menina ,
er o e

acto s c st ófic s. En los ca ­


p odía a pacig uar a un suj e to ya a rrastra do a
ata r o

a -muj pu d d iv se o d e s­
so s en que l a fue rza pulsio na l d el e mpuj e-a -l
er e e er ar
EL EMPUJE-A-LA-MUJER Y LA IDENTIFICACIÓN SEXUADA er és p la muj y n don
pl a zars e ha cia una p ráctica que co nde nse e l int
or er u

th om q l s abili c e y le
p revi o de l s uj eto , éste pue d e pro ducir un sín
a ue o e t
Al co mienzo_ d e e ste ca pít ul o no s hacía mo s do s p regunt a s: ¿ ha y que o s (Hél ene ).
a s egu re l a zo s s o cia les re no vad
ª ! :ntar e l empu1 e- a -l a-mu1 er e n un a cur a a n a lítica ? ¿P ue de ser una so lu­
A nuestr a s e gund a p re gunt a -¿ e l empuj e-a -la-muj er pue d e ser una sol u-
c10n a lo s e ve ntu a les probl e m a s de ide ntida d sexua l d e l suj et o? l suj eto ?-, c o nte staremo s en
ción a las dific ulta d e s de ide ntida d sexua l d e
Comp �� ba1:1�s q ue e st� te ndenci a de la pulsión e n l a psico sis ( recha zo re e s muy difíc il d e s o p ortar
gener al q ue no. La feminiza ción e n e l hom b
d e l a func1 on fahca e n el tiemp o dos de la se xu a ción) pu e d e d arse ta nto en e s). En l a mujer , l a te nden cia
c uando e xiste un a prot e sta vir il ( Schreber , Iv
l o s h ombr es como e n l a s mujere s, e ntre q ui e ne s a cepta n e l " disc urso se­ a r a l suj e to haci a la p rost itu­
mor tífera y " tod a " fe mini za nte pue de arra str
xua l" so bre su se xo como e ntre q ui e nes l o recha zan (tra nse xua l e s), y que e rsión m a sculi na o un a femi­
. ción, una c ompl ace ncia p e ligro sa con l a p erv
a �ra v1es a tod el c amp o d e l a s psic o sis (pa ra n o ia, e rotomaní a , e squiz o fre­ e nte. Pero p ue d e suce de r
� ne idad man ierista excesiva y mal to l era d a socialm
ma, m e lanc olia , tra ns exua lismo , etc.). o ma que a te núe lo s p er j uici o s
que una muj er qu e ha ya constr uido un sínth
A p a rtir d e la me táfora de li ra nte d e l pre·s idente Schreb er ' distinguimos pta ble c on un partenaire q ue
de l revés e ncue ntre a sí un lugar fe me nino a ce
un derecho y un revés de l proc e so. o tra , d em a siad o histé r ica, vi­
l a a p reci e. Así, a veces le será más fácil que a
El d ere�ho es l a invención de l significant e "l a m uj e r". Ést a tie ne diver­ un empuj e- a -l a -m uj er m o d e­
vi r en parej a. Ta mbié n es po sible p ensar que nte una
s a s moda � 1d a d e s: d e l a construcción e lab orada c omo sistema d e li ra nte e n o n es s e xu a l e s cl a u dicante s d ura
r ad o pu e de c o ns o lid ar id e ntifi caci
l a p a_ra noi a y la ero toma nía ( ?chre b e r, Hélen e ) o de l a idea que e merge re­ bl ec la s xuac ión d l s uj e t o
gr a n crisi s, e insuficie nte s por e ll o p ara e sta
er e e
p e nt1 � a rr_i�nte e n l a m: l � nco lia (Eis a ), a l a e n unci a ción alusiva re ducida a
_, ( el c a so d e Josiane , e n el ca pít ul o IV) .
u� a s1gmf1Ca � 10n femm1z a nt e l o c a liza da s o b re e l cuerpo e n l a e squizo fre­ uj e- a -la-m uj er pue da cons-
En l o s c a sos masc ulino s, e s r aro que e l emp
m a , q:1e susutu�e puntualme nte la signific a ción fálica forcluida (Tom). El Puede ll evar incl uso a un
tituir una s olució n a l pro blema d e l a s ex uación.
e mp �J e- a la-1:1 u¡ er s e a d apt a entonc e s a l a e st r uctu r a d e l ca s o , más O me­ (Iv s). El ca s o d e Serge , sin
� tra ns e xual ismo reivind icado (Ve n) o sufrido
e
no s 1magm a nz a d o e n fop.ción d e e ll a.
emb ar go, m ue st ra q ue u na s o l u
ción s eme j a nte e s po sible , por q ue s u "ser "
El revés es el � i�nifica do de l a me táfora de li ra nte, que hicimo s co incidir a d o , s e m o lde ó e n r elaci on e s
d e niña pe q ueñ a , te mpra na m e nte de ter min
con un go�� femmizant e � a difere nci a r cu a lit a tiva me nte d e l g oce fem enin o o n e s a c ept a d a s p or l a socie ­
homo s exua le s conformes a e sq uemas de relaci
no-to d o fali �� - El emp �Je- a -la-m uj er , en e fe cto, se ca racteriza a me nu d o ó una ide ntida d se x ua l y cons-
, dad. Esta sol ución d e compro miso le p rocur
p_o r un a p os1 �i ? n d el su¡ eto c om o o bj eto feminiza do d e l g oce de u no O va­
tituyó una espec ie d e síntho ma.
n�s o tro s, v1v1d a como a by e cta e nvil e c e dora , infama nte , etc. (Schreb er,
, '.
He lene, Eis a , Ive s). Est a te ndencia de l a p ulsión específic a de la psicosis se
re ve l a _a ve ce s como pulsión d e muert e , ide ntifica ble e n la te nt a ción suici­
d a , el mt ento de a ut�m utilación o l a de manda de op eración qui rúrgic a se ­
xu a l, e vent ualme nt e imputabl e a l a exige nci a de un perso na j e rea l O im a gi­
_
na n o, e l e vado a l a dimensión de Ot ro absol u to y ocu lto en e l cu a dro
(Ve n).
Si bien si e� pr� se articul � n en ci erto s p untos (punto s de capitón), e l de­
r��ho Y � ¡ re ve s tienen de stmos qu e var ía n se gún lo s casos. To da exalta·
c10n _de l ide�l pue d e conducir a consecuencias nefa stas, al reforzar la ten­
de nci a mort1fera cara cterística de l revés (Eisa ). Esto implica, por Jo tanto,
CONCLUSIÓN

El falo es el pivote de la ambigüedad sexual. La meditación de un niño


ante dos navajas idénticas, una de las cuales pertenecía a su padre y la otra
a su madre, ilus tró a nuestro j uicio la ambigüedad de un significante único
para discernir dos sexos. 1
"¿Por qué caracterizar el falo como una función y no únicamente como
un significante? ¿No es una complicación inútil? ", me preguntaba un lec­
tor, analizado y matemático.
Desde el momento en que hacemos del falo un significante, advertimos
que no funciona como los demás: si está forcluido, no hay otro que logre
reemplazarlo. Eso es lo que muestra el significante "malo" en el caso de Jo­
siane: 2 parecía ordenar el mundo como un Nombre-del-Padre, pero en de­
finitiva se reveló como el vector de la invasión del sujeto por el delirio, en el
momento del desencadenamiento de la psicosis. Tres particularida des del
falo requieren la utilización de un concepto distinto del significante saussu­
riano. En primer lugar, su relación, hecha de especificación y localización,
con el goce. A continuación, la relación del sujeto con el falo: aceptar o for­
cluir la primacía de és te. Por último, el poder que tiene el falo de distribuir
los sexos: goce todo fálico para el hombre, no todo fálico para una muj er.
El significante saussuriano es conveniente para la teoría de la identificación
y la lógica aristotélica de la clase y el atributo, de las que a fin de cuentas
deriva la gender theory. En la década de 1970 y en referencia al falo, Lacan
introduj o en el ps icoanálisis la función propos icional, inventada por Frege
en 1 879. Esta función permite formalizar simplemente la triple exigencia

l . Cf. supra, capítulo V, el caso de André, pág. 140 sq.


2. Cf. supra, c11p!tulo IV, p,g. 106 sq.
264 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN 265

que acabamos de mencionar: refiere el goce al significante del falo, de don­ Menos ambigüedad, a continuación, en la medida en que queda aboli­
de el nombre de "función fálica" ; autoriza la inscripción del sujeto en esta do el factor mismo de ésta, el falo como portador de la dialéctica de lo
función mediante una variable que lo representa; admite el uso de cuantifi­ masculino y lo femenino. La estructura en que la ambigüedad sexual es
cadores. Por otra parte, esta herramienta muestra su valor para escribir más manifiesta es aquella en que el desmentido ( Verleugnung) del falo lo
otras funciones de goce. Freud había hecho de la frase "pegan a un niño" el hace tanto más presente: la perversión. Se advierte particularmente en los
nombre propio de un fantasma, a veces fundamental en la vida del sujeto; casos de travestismo masculino, en los cuales el sujeto se identifica con el
había destacado la importancia de la gramática para el delirio y la pulsión. falo materno. 8 Costaría encontrar a un neurótico que no hiciese un sínto­
La función proposicional transforma una frase en "frase con agujeros" en ma con el sexo: lo testimonia la histeria, en la que es la cuestión esencial,
la que se contienen variables, y aísla las relaciones sintácticas que forman el pero también la neurosis obsesiva que habla, según Freud, un dialecto de
esqueleto de la frase. Debido a ello, puede escribir la repetición que hace de la histeria. En la psicosis, la desaparición de toda ambigüedad es más no­
una vida un destino (cf. el caso de Maria),3 así como las versiones sucesivas table en los casos en que el sujeto hace un síntoma con otra cosa que el se­
de un delirio (cf. Schreber). La función proposicional puede condensar las xo. Lo comprobamos en el señor A., que se sustenta en una paternidad
relaciones constantes que constituyen la armazón de un síntoma apoyado idealizada, o en Maria, que se consagra a recuperar el objeto perdido por
en un fantasma (neurosis) o resumir el nudo del sínthoma psicótico (cf. los sus padres.
casos del señor A.4 y de Maria). Es, por lo tanto, un instrumento eficaz pa­ Una convicción sin falla barre a veces cualquier interrogación del suje­
ra captar el real en cuestión en el campo del psicoanálisis. 5 to. La elección de la sexuación,9 correlacionada con la forclusión del falo
en el "tiempo dos", se afirma entonces más abiertamente que una elección
En la psicosis, la ausencia del pivote de la ambigüedad sexual, el falo, que se apoye en la función fálica. En este último caso, la neurosis encubre
produce un doble efecto contradictorio: más ambigüedad de un lado, me­ la elección mediante identificaciones que la velan y la contrarían: identifi­
nos del otro. caciones viriles de la mujer histérica, identificaciones con la madre del
Más ambigüedad, en primer lugar. En el neurótico o el perverso, el go­ neurótico obsesivo. Pese a esa confusión, la elección suele parecer definiti­
ce sexual se colorea muy tempranamente de significación fálica. El psicóti­ va, o al menos sólidamente establecida: 1º la inscripción en la función fáli­
co, que rechaza -en el sentido de la forclusión- esa primacía del falo, debe ca da cierta inercia a la elección infantil de la sexuación. En cambio, el
interpretar de otra manera el goce sexual. Antes de inventar una significa­ transexualismo es el paradigma de una elección sin la función fálica, que
ción distinta de la fálica, el sujeto experimenta como enigmática la ausen­ se proclama y se supone a veces inquebrantable ( e/. Ven). 1 1 El caso de
cia de significación del goce sexual. Ese lapso caracterizado por la perple­ Ives,1 2 que en un principio quiso ser mujer y luego hombre, nos demostró,
jidad es propicio para una ambigüedad que puede referirse al sexo propio sin embargo, que esa elección podía cambiar de acuerdo con las contin­
o al del partenaire (cf. el caso de Louis) . 6 De allí la frecuencia de trastor­ gencias de la vida, a la vez que se mantenía igualmente firme en cada
nos de la identidad sexual en los casos de psicosis no desencadenada. Pero oportunidad.
la ambigüedad llega al colmo en ciertas eclosiones psicóticas, cuando la Por último, falta aquí la articulación de la pulsión con la castración,
confusión de las clasificaciones sexuales infantiles y la caída de identifica­ que se imprime en el fantasma neurótico. A menudo es sustituida por otra
ciones precoces dejan al sujeto "fuera-de-sexo" [" hor sexe"], 7 ni hombre dialéctica, la de la interpretación femenina del goce y la tendencia femini­
ni mujer, u hombre y mujer por un tiempo (cf. Josiane). zante de la pulsión. Es cierto, el empuje a la mujer genera en principio un
efecto ambiguo cuando tropieza con la protesta viril del sujeto masculino.
Pero él mismo acaba con esa ambigüedad, porque se impone con un vigor
3. Cf. supra, capítulo IV, pág. 128 sq.
4. Cf. supra, capítulo u, pág. 50 sq.
5. Cf. supra, capítulo I.
6. Cf. supra, capítulo IX, pág. 236. 8. Cf. O. Fenichel, "The psychology of transvestism", en International Journal
-7. Neologísmo de J. Lacan en Le Séminaire. Livre XX, op. cit., pág. 79, reitera­ of Psycho-Analysis nº 1 1 , 1 930, págs. 2 1 1-227.
do en el título de una obra de C. Millot, Horsexe. Essai sur le transsexualisme, Pa­ 9. Cf. supra, capítulo v, pág. 141 sq.
rís, Point hors ligne, 1983 [traduc_ción castellana: Exsexo: ensayo sobre el transe­ 10. Cf. supra, capítulo VI, págs. 168-9, la paciente de Fairbairn.
xualismo, Barcelona, Paradiso, 1 9 84]. [En la traducción castellana del seminario 1 1 . Cf. supra, capítulo v11 1 págs. 1 8 8-9.
citado se habla de " fuerasexo", pág. 1 03 (n. del t.).] 12. Cf. supra, c11p{tulc, VII, pligs. 200-1.
266 CONCLUSION CONCLUSION 267

inequívoco. Y termina en general por triunfar sobre las defensas más ague­ tomada de su compañera, que le permitió prescindir del padre para ser un
rridas, salvo si la transferencia·permite al sujeto inventa� otra solución. hombre. Para Hélene, la analista fue la lectora de sus cartas de amor, an­
tes de que ella pudiese enseñar a otros. Para Eisa, la mirada benevolente de
Para el tratamiento por la palabra de la ambigüedad sexual, la impor­ la analista contrarrestó la mirada malévola de la Diosa mujer que quería
tancia del diagnóstico estructural (neurosis, psicosis o perversión) se des­ destruirla. Existe una condición necesaria de la transferencia, cuyo secreto
prende de lo precedente. No se trata de una clasificación arbitraria, sino me reveló hace poco una analizante mientras reflexionaba sobre lo que la
de la necesidad de señalar los principios con los cuales puede contarse o había "enganchado" al análisis, lo que le había dado una confianza sufi­
no para la cura: la presencia o la ausencia del Nombre-del-Padre y la sig­ ciente en la palabra para aceptar un real particularmente insoportable. Se
nificación fálica contigua. Ningún profesional enterado abordaría de la trataba, según su parecer, de un momento muy preciso en que la analista
misma manera la anorexia en un caso de melancolía y en uno de histeria. se había "tirado al agua" por ella: su testimonio muestra que sin la dimen­
También espero haber puesto de manifiesto la diferencia de discurso entre sión de un compromiso del profesional, el acto analítico no sería más que
transexualismo e histeria (cf. el caso de Ven). El diagnóstico de estructura semblante.
es a menudo difícil de establecer, porque no descansa sobre la presencia o
la ausencia de un rasgo diferencial, sino que requiere un estudio detallado
del conjunto del caso.
En el proceso complejo de la sexuación, hay cabida para decisiones in­
conscientes en los tiempos dos y tres.1 3 Sin esta cuota de responsabilidad,
por tenue que sea en comparación con las restricciones reales y simbólicas
que pesan sobre el sujeto, el psicoanálisis no sería sino adaptación a lo peor.
El caso de lves nos enseñó que la elección inicial del sexo, por no estar las­
trada por la función fálica, era reversible, incluso tardíamente. No obstante,
no siempre constaté dicha posibilidad, en cuyo caso fue preciso actuar con
astucia frente a la convicción inquebrantable del sujeto (cf. la "joven pesca­
do" 14 y Ven). Pero casos como el de lves incitan a no dejarse sugestionar por
la convicción inmediata de un paciente transexual, y a confiar en el psicoa­
nálisis para cambiar al sujeto y brindarle nuevas perspectivas.
En cada nuevo encuentro con un paciente, el instrumento al que apos­
tamos es la transferencia analítica. "Puesta en acto de la realidad" sexual
del inconsciente, 1 5 la transferencia propone un marco a la pulsión y el
tiempo necesario al sujeto para que constituya un nuevo síntoma. Sólo ella
da al sujeto la posibilidad de crear lo nuevo a partir de lo viejo. Para
Tom,16 la analista fue la arquitecta a la que sometió los planos de cons­
trucción de un nuevo cuerpo en el que el empuje a la mujer se inscribió li­
teralmente como una cicatriz del pasado. Para lves, la transferencia fue el
vector que orientó su inconsciente hacia la identificación clasificadora 17

1 3 . "Decisión" y "elección" deben tomarse de acuerdo con las posiciones que


desarrollamos en los capítulos v y VI.
14. Cf. supra, capítulo n, págs. 68-9.
15. Cf. J. Lacan, Le Séminaire. Livre Xl, op. cit., págs. 1 3 3 y 1 3 8 .
1 6 . Cf. supra, capítulo IX, págs. 243-4.
1 7. Cf. supra, capítulo VII, págs. 206-7.
ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES

Las referencias de las obras citadas de S. Freud y J. Lacan figuran en la biblio­


grafía mencionada en las notas a pie de página.

Abraham, K.: 48 carta (letra): 82, 2 1 7-20, 241 -2, 250-7


acting-out: 66-71, 100-1 , 1 90-1 castración: 57-8, 265
Adler, A.: 1 39, 220 complejo de: 38, 42-3, 48-9, 59-60, 86-
Alby, J.-M.: 1 3 8 9, 94-7, 1 1 0-2
alienación: 62-3 agente de la: 49-50, 52-4, 57-8, 97,
Amado, J.: 156, 158 1 00-1 , 127-8
amor: 27, 159-61, 1 94-7, 238-9, 250-7 Chiland, C.: 1 8
angustia: 66-9, 88-9, 91, 1 00-1 ciencia: 25-6, 32-3, 42-3, 65-6, 196-7,
Aparicio, S.: 1 12, 1 19, 158 254-5
Apuleyo: 223 clases, clasificación: 34-7, 76, 79-80,
Aracne: 226, 240 82-4, 102, 1 09-1 1 , 1 15-6, 1 35-6,
Aristóteles: 33, 36, 44, 76, 79, 83, 1 1 5, 205-1 0
1 1 7, 143-4, 146-52, 1 6 1 , 224 clivaje: 103-4
Atenea: 226, 240-2 cogito: 204-5
Aubert, J.: 1 93 Collins, H. y Pinch, T.: 31
automatismo mental: 1 9 8 (n. 29) contradicción (principio de): véase lógica
convicción: 70, 76-7, 107-8, 1 88-9,
Bacon, F. : 92 227-8, 265-6
Beauvoir, S.: 84 cosa (das Ding): 33 (n. 1 7), 61-2, 77
Bercherie, P.: 251 (n. 1 8 ) (n. 8 )
biología: 27, 34-7, 44-5, 60- 1 , 75, 78- Cottet, S . : 3 7
9, 1 76 creencia: 85-6, 94-7, 1 03-4
bisexualidad: 7, 20- 1 , 2 1 1 -2 Crews, D.: 32
Blanché, R.: 3 8 cuantor, cuantificador: véase lógica
Blanchet, R.: 1 9 1 cuerpo: 27-8, 33-5, 38, 56-7, 60- 1 , 80-
270 ÍNDICE ANALITICO Y DE NOMBRES ÍNDICE ANALITICO Y DE NOMBRES 271

2, 92-3, 1 1 1 -2, 154-7, 161 -2, 1 76, estadio del espejo: 80-2, 1 38 -9, 190-1, Gallano, C.: 228 6, 1 72-6, 1 85, 209-1 0, 21 5-6, 242-
186-7, 230-2, 243-50, 254, 266-7 201-4, 214-5, 220-1, 230-2 gender theory: 20-1, 34-5, 76-9, 141, 3, 264-5
estructura: 1 1 8-9, 1 23-4, 1 39-40, 1 87- 167 (n. 4), 1 85-6, 235-8, 263-4 imaginario: 30-2, 43-4, 51 (n. 1 5 ), 80-
Damourette, J. y Pichon, E.: 11 9, 158 8, 265-6 Gide, A. : 149-50 2, 1 8 7-90, 193-6, 209-1 0
Darwin, Ch.: 35 etología: 27-37 Gilliam, T.: 89 incesto: 69 (n. 73), 1 1 9 (n. 40), 120-1,
David-Ménard, M.: 36 Eurípides: goce: 32-3, 63-4, 1 02-3 127-8, 21 8-9
De Clérambault, G.: 1 56, 198 M:edea, de: 49, 149, 1 53 Otro: 154-8 inconsciente: 27, 56-61 , 8 1 -2, 8 8 -9,
defensa: 20-1 , 265-6 campo del: 32, 33 (n. 17), 35-6, 3 8- 1 54-5, 266-7
Delaisi, G. y Verdier, P.: 30 Fairbairn: 1 3 7, 1 68-78 42, 1 68-9, 221 -33 interpretación: 36-7, 133-4, 148-52,
delirio: 28-9, 34-5, 1 07-9, 1 24-6, 1 3 1 falo: 41 -3, 52-4, 66, 84-7, 93-4, 97- del Otro: 125-6, 1 3 1-2, 154-8, 220- 1 71, 228-9, 249-50, 265
(n. 69), 192, 226, 247, 251-2 1 03, 1 1 9-21 (n. 40), 140-1 , 1 8 3-8, 2, 227-33, 238-9, 253-4, 257-8 ° intersexualidad: 36-7, 75, 165-6, 168-
Deneuve, C.: 231 196-201, 204-5, 2 1 1 -12 modos, modalidades del: 33-4; 83- 78
desencadenamiento de la psicosis: 54-5, función fálica: 106, 1 1 7-2, 127-8, 4, 142-4, 1 62-3, 16 8-9
106-1 1 , 1 94 (n. 21), 201-3, 204 (n. 141 (n. 1 8), 142-4 no todo o complementario: 91, Jacob: 35-6
36) 224 (n. 54)-233, 230 (n. 75), significación fálica: 50 (n. 1 3 ), 69 1 3 8-9, 146-62, 221-33 Jakobson, R.: 81
251-2 (n. 73), 77 (n. 8), 106-1 1, 120-1, fálico: 3 8 -45, 63-4, 95-6, 1 14-22, Jones, E.: 211
deseo del psicoanalista: 37-8 213-4, 264-5, 265-6 145-7, 150-1, 175-6 Joyce, J.: 54, 123-4, 133, 193
deseo: 60, 1 1 9 (n. 40), 1 22 fantasma: 38-40, 56-7, 59 (n. 40), 63- sexual: 33-4, 56-60, 121-2, 1 38-9,
deseo-de-la-madre: 69 (n. 73), 77 (n. 4, 84-5, 8 8-9, 1 12-3, 1 2 1 -2, 125-8, 1 70-2, 1 86-7, 257-8, 264-5 Kaltenbeck, F.: 2 1 7
8), 84-6, 97, 99, 145-6, 1 84-5, 195- 1 57-8, 263-4 Godel: 3 8 Kant, I . : 63-5
7, 202-3, 21 1-2 fundamental: 103-4, 1 22-3, 125-8, Goette: 61 Kirchner, H.: 25
Diccionario Larousse: 229 1 33-4 Klein, E.: 26
diferencia anatómica: 78-1 04, 1 1 0-1 1 , Fausto: 231 Hamon, M.-C.: 44, 174 Klein, M.: 33, 48, 61
136, 1 72-4, 1 93-4 femineidad: 43-5, 59-60, 76, 79-80, Heidegger, M.: 62 Kono, T.: 64
discordancia!: 153, 15 8-62 8 3-7, 91-4, 96-7, 106, 1 26-8, 146- Héritier, F. : 47, 78-103 , 167 Kripke, S.: 242
discurso sexual: 1 36-41, 1 66-7, 1 8 3-9, 62, 1 72-4, 1 8 8-9, 200-1, 21 1-23 heterosexualidad: 57-8, 97-8, 121-2, Kuhn, T.: 95
237 Fenichel, O.: 238, 265 142-3, 206-7, 256-7
disfraz: 166-8, 1 88-9, 202-3 Feynman, R.: 26 hipocondría: 52-5, 1 87-8, 254 Laqueur, T.: 1 04
Duras, M.: 255 Fliess: 20-1, 39-40, 52-3 histeria: 39-40, 62 (n. 57), 76-7, 96-7, Laurent, E.: 242
fobia: 53-4, 97-1 02, 136, 1 83-5 1 05-6, 1 1 3-8, 1 54, 1 59-60, 171-3, Leader, D.: 27, 44
Edipo: forclusión: 50 (n. 1 3), 52, 69 (n. 73), 1 93-4, 200-1 , 2 1 1 -2, 224-5, 265-6 lenguaje: 34-7, 41-3, 81 -6, 1 1 6-7, 1 3 8-
complejo de: 48-9, 66-7, 1 1 0- 1 1 , 1 07-8, 1 1 3-4, 1 1 9 (n. 3 8 ), 1 29-32, hombre: 34-5, 41-5, 58-9, 1 1 9 (n. 40), 9, 1 54-5, 1 9 8 (n. 29)
1 26-8, 215-6 1 85, 1 8 8-9, 192, 204-5, 219-33, 1 27-8 , 144-7, 1 5 7-8, 160-2, 1 75-6, Lévi-Strauss, C.: 78, 83, 21 7-20
ego: 54-5 253 206-1 0, 2 1 1 -2, 223-8, 237, 247-57 ley: 25-6, 28-9, 69 (n. 73), 100-1 , 107-
Einstein, A.: 25 fort-da: véase simbolización primordial homosexualidad: 57-8, 140-3, 146-7, 8, 191 -3, 217-21
empuje-a-la-mujer: 71 (n. 75), 1 1 1 , Frege, G.: 1 14, 1 16, 124 1 60-1, 202-3, 236, 23 8-9, 256-9, Linardou-Blanchet, N. : 214
139-40, 162-3, 1 95-6, 203-4, 207- Freud, A.: 98 Littré, E.: 33, 228
33, 235-61 función: ideal: 50-7, 62 (n. 57), 1 72-3, 1 89-90, lógica: 37-8, 40-1 , 76, 1 1 4-9, 121-2,
Engel, P.: 242 (n. 1 1 ) de goce: 121 (n. 43), 1 22-4 1 98-9, 230-2, 238-43, 246-7, 255-7 1 3 1 -4, 1 36 (n. 3), 142-3, 147 (n.
enunciación: véase palabra fálica: 1 1 0-22, 1 77-8, 1 86-8, 214, identidad: 39), 147-52, 22 1-33
erotomanía: 55-6, 58-9, 155-6, 239-42, 265 de género: 76-7, 109-11 Loraux, N. : 1 8
25 1 (n. 1 8), 259-60 proposicional: 54-5, 123-8, 264-5 sexual: 76-9, 105-6, 109-11, 166-9, Lorenz, K.: 31
Esquirol, J. E. D.: 1 99 (n. 30) síntoma: 50-7, 121-34 2 13-4, 235-8, 259-61, 264-5 Lukasiewicz, J.: 145
esquizofrenia: 1 55-6, 1 8 7-8, 230-2, identificación: 36·7, 76, 8 1 (n, 3 1 ) 1 82-
243-50 Gaffiot, F.: 1 8 6 3 1 1 05-6, 1 1 2-3, l 1 5d,, 1 22 1, 1 35 Mahler, M.: 212
272 ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES ÍNDICE ANALÍTICO Y DE NOMBRES 273

Maleval, J.-C.: 125 Nombre-del-Padre: 29 (n. 8), 49, 50 (n. plus de gozar: 40, 63-4, 1 3 8-9 Saladin d'Anglure, B.: 166
Marivaux: 159-61 13), 52-5, 69 (n. 73), 107-8, 123-4, Poe: 21 7-20 Sangnier, A.: 1 79
Marx: 63-4 139-40, 1 84-5, 21 6-7, 229-33, 246- principio de placer: 40, 60-1, 84-5 satisfacción: 31-3, 41-2, 52, 1 76
mascarada, máscara: 42-5, 159-60, 7, 265-6 privación: 87-8, 97-1 02, 1 54, 1 72-3, Saussure de, F.: 39, 8 1
168-9, 197-8, 253-4 nudo borromeo: 52 (n. 1 7), 1 24 (n. 57) 204-5 Schnurmann, A.: 98-102
masculinidad: 76 proceso primario y secundario: 41 (n. sentido: 1 1 6, 1 32-3
masturbación: 85-6, 95-6, 99, 1 1 1-2, objeto a: 39-40, 47-66, 77 (n. 8), 85 (n. 36), 42-3 separación: 60, 62-3
121-2, 176, 194-5, 236, 259 45), 88-9, 122, 124 (n. 57), 149-50, prosdiorismo: véase lógica sexuación: 57-8, 108-1 1 , 1 3 7 (n. 8),
materna: 59 (n. 40), 1 1 6 (n. 27), 1 1 7-8, 1 52, 21 8-9, 252-4, 258 Proust, M.: 159 1 89-90, 206-10, 259
. 221-2 Oliveira: 230-1 psicosis: 42-3, 50 (n. 13), 53-5, 69 (n. tiempos de la: 1 35-52, 1 6 1 -3, 1 66-
Maupassant, G.: 89 Otro: 51 (n. 16), 62-3, 77-8, 80-92, 102, 73), 77 (n. 6), 93-4, 106-1 1, 1 1 8-9, 7, 1 75-9, 1 83-8, 199-200, 209-1 0,
Me Carey, L.: 42 154-5, 157 (n. 71 ), 1 76-7, 219 (n. 1 22-3, 139-40, 141 (n. 1 8 ), 1 84-8, 237, 261, 265-6
medicina: 65-72 33) 214-20 fórmulas de la: 1 1 9-21 (n. 40), 142,
melancolía: 1 8 7-8, 239-40, 259-60, del goce: 33 (n. 1 7), 125-6, 1 95-7, pulsión: 56-7, 233 (n. 80), 265 144 (n. 28), 212-3, 222 (n. 45)-233
265-6 199-200, 219-22, 22 7-33, 250-7 de muerte: 30-1, 33-4, 60-71, 220- Shakespeare, W.:
metáfora: 68-9, 82, 1 1 3-4 sexo: 82-3, 89-92, 1 57-159, 1 73-4, 1, 239-43 El rey Lear, de: 56
delirante: 1 1 3-4, 124-6, 221, 225- 246-7 oral: 122, 171-3 El mercader de Venecia, de: 71
6, 238-40, 259-60 otro: 80-2, 230 (n. 75) escópica: 67-8, 122, 1 90-5, 230-2, Otelo, de: 149-51
paterna: 52-3, 69 (n. 73 ), 77 (n. 8), Ovidio: véase Tiresias 266-7 significado: 39 (n. 32), 120-1 , 1 38-41
140-1, 21 3-4, 219-20, 221 punto de capitón: 39 (n. 32), 184 (n. significante: 39 (n. 32), 8 1 -6, 157 (n.
Miller, G.: 40 padre: 27-30, 52-4, 214, 223-33 4), 245-6, 260-1 71), 21 7-20
Miller, J.-A.: 33-4, 38, 58-60, 8 1-6, imaginario: 50-5, 97, 171, 1 83-4, amo: 62 (n. 57), 82 (n. 33), 107-8,
1 1 3-5, 1 19, 127-8, 1 50-1, 1 84-5 202-5 Rabelais: 52 1 09 (n. 6), 1 35-6, 247
Millot, C.: 264 real: 5 1 , 53-4, 123-4, 1 30-1 , 1 36, Racine, J.: simbólico: 51 (n. 15), 62-4, 122-3 (n.
mirada: véase pulsión escópica 144-5, 19 1-3, 205 (n. 37), 229-33 Andrómaca, de: 48 52), 167-8, 1 93-4
momento fecundo: 131 (n. 69), 1 3 1 -2, simbólico: 29 (n. 8 ) . 47-57, 85-6, Fedra, de: 49 simbolización primordial: 60, 84-6, 99-
253-4 1 26-7, 246-7 Bayaceto, de: 49 101
Montand: 28 palabra: 56-7, 85-6, 159, 247-8 rasgo [trazo] unario: 8 1 -3, 1 35-6 sínthoma: 52 (n. 1 8 ), 52-6, 121-5, 1 8 3-
More!, G.: 128, 1 50 paranoia: 54-6, 125-6, 155-6, 1 71, real: 25-45, 51 (n. 15), 62-6, 89-90, 5, 198-201 , 215-6, 237, 241-2,
muerte: 60-71 1 87-8, 239-41, 259-60 123 (n. 52), 1 3 6-7, 227 (n. 63), 250-61
mujer (la): 20-1, 83-4, 102-4, 1 1 1-3, Paré: 228-9 266-7 síntoma: 32-3, 52-5, 1 1 7-9, 121-34,
125-6, 150-1, 1 52 (n. 58), 1 57-8, particular: véase lógica Regnault, F.: 1 8 1 3 3 (n. 71 ), 1 8 3-5, 198-201 , 258,
194-7, 214-33, 235-61 pasajes al acto: 82, 154, 243-6, 248-9 relación sexual: 20-1, 27-28 , 37-8, 4 1 - 266-7
Pascal: 63 5, 56-60, 76, 83-4, 1 02-4, 106, social construction: 21-2
Nabokov, V.: 58 pene: 34-5, 38, 42-4, 76, 94-5, 99, 1 1 6-7, 120-22, 209, 221-33, 243-4, Sófocles:
narcisismo: 80-2, 86-7, 1 1 2-3, 1 1 9, 127-8, 1 86, 1 8 8-9, 1 94-7 247-9, 255-6 Edipo en Colono, de: 62
21 8-9, 259 Penisneid: 43-4, 87-8, 1 1 0-4, 1 71-3, repetición: 33-4, 60-7, 122-3 Soler, C.: 156
neurosis: 52-4, 76-7, 93-4, 1 1 5-6, 1 1 8- 1 83-4, 211-2 represión: 33-4, 52, 1 1 8-9 Steinbeck, J.: 249
9, 1 21 -2, 125-8, 141 (n. 1 8), 1 71, percepción: 86-7, 103-4 reproducción: 27, 29-33-5, 47-8, 60, Stifter, A.: 217
1 83-5, 21 5-6, 219-20 perversión: 58 (n. 37), 1 1 8 (n. 37), 65-71, 75 Stoller, R. J.: 19, 22, 34, 75-9, 1 37-8,
infantil: 27-8, 83-4 140-142, 196-9, 213 (n. 14), 216-7, Riviere, J.: 44, 197 1 75-8, 185, 1 89-90, 201 -2, 2 1 1 -2,
obsesiva: 61-3, 122 265 Roth, P.: 89-92 214, 225-6, 235-8
Newton, I.: 25, 27 Platón: Russell, B.: 1 14, 1 1 6 Styron, W.: 1 89
no todo: 43-4, 1 1 7-8, 1 35-6, 142-3, Banqua� de: 18, 57 sujeto: 29-30, 34-5, 58-66, 84, 85 (n.
.146-62, 200-1, 221-8 Parménides, de: 83 saber: 25-6, 38-40, $6 7, 92· 1 04 45), 1 1 5-6, 1 34, 161-2, 219-22
274 ÍNDICE ANALITICO Y DE NOMBRES

superyó: 9 1 , 127-8, 203-4, 239-40 universal: véase lógica ÍNDICE DE CASOS CLINICOS
· suplencia: 52-5 (n. 29), 97 uno: 8 1-3, 200-1 , 229-233

teorías sexuales infantiles: 34-5, 38, 56- vagina: 42-4, 76, 86-7, 127-8, 1 72-9
7, 83-5, 95-7, 1 02, 213-4, 229-30 valencia diferencial de los sexos: 78-
Tiresias: 18, 152 86
transexualismo: 34-5, 70, 75-9, 1 62-3, variable (o argumento): véase lógica
1 85-209, 2 14-5, 225-6, 237, 257- verdad: 38, 42-3, 93-4, 102-3, 1 60 (n.
60, 265-6 80), 196-201
transferencia: 60, 196-201, 241 -3, 255- Virgilio: 1 84-5
6, 265-7
trauma: 39-40, 68-71, 82, 101-2, 1 89- Weismann, D.: 35, 61
90 Whitaker, C. W. A.: 44, 147, 1 5 1
travestismo: 1 87-99 Willis, B . : 8 9
tríada ( de lo real, lo simbólico y lo Wolfson, L.: 1 5 6
imaginario) : 5 1 (n. 15), 52, 56-7, Woody Allen: 145
1 93-4, 221, 235-6 Woolf, V.: 17
Trobas: 27-8 André: 140-1 "la joven pescado": 68-71, 1 85, 1 93-4,
Zenón de Elea: 38 caso de Fairbairn: 1 68-76, 265 233, 265-6
unario: véase rasgo [trazo] unario caso de Krafft-Ebbing: 2 14, 236 Louis: 236, 264-5
unheimlich: véase angustia Zizek: 65 caso de Stoller: 175-8 Maria: 124-5, 128-34, 155-6, 1 84-5,
Chloé: 230-2 2 16-7, 264-5
Dora (Freud): 19-20, 8 1 -2, 105-6, 1 17- Miriam: 153-5
9, 122, 151-2, 154-6, 172-3 Sandy (A. Schnurmann): 97-102
"el hijo intercambiable" : 65-7 Sara: 96-7, 101-2
"el hombre de las ratas" (Freud): 33-4, Schreber: 19-20, 124-6, 139-40, 155-7,
62-3, 151-2 1 85, 1 96-7, 2 12-3, 2 1 5-33, 235-9,
Eisa: 226, 238-44, 250-1, 260-1, 266-7 250-1, 259-61, 264-5
Hans (Freud): 53-4, 86-7, 97-8, 1 1 1 , señor A.: 50-7, 127-8, 155-6, 1 84-5,
1 1 8-9, 136, 183-4, 214 217 (n. 28), 264-5
Hélene: 238, 250-8, 260-1, 266-7 Serge: 237-8, 256-9, 261
Ives: 1 79, 1 8 7-8, 200-10, 230- 1, 235- Tom: 109 (n. 6), 243-5 1, 260-1, 266-7
9, 250-1, 260-1, 265-7 " una niña de dos años": 92-3
Josiane: 106-1 1, 1 1 7-9, 135-6, 139-40, " una repetición inexorable" : 66-8
142-3, 208-10, 230-1, 264-5 Valérie: 39-40
"la joven homosexual" (Freud): 1 19 (n. Ven: 1 86-20 1, 209-10, 214, 226, 230-
40), 142 1, 23 8-9, 250-1, 259-61, 265-6

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