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JULIO EUGUI
AGRADECIMIENTO
ALEGRÍA
AMOR A DIOS
ÁNGELES CUSTODIOS
APOSTOLADO
CARIDAD
CASTIDAD
CIELO
CONCIENCIA
CONFESIÓN SACRAMENTAL
CONTRICIÓN
CONVERSIÓN
COSAS PEQUEÑAS
CRUZ
DEMONIO
DIRECCIÓN ESPIRITUAL
EJEMPLARIDAD
ENVIDIA
ESPERANZA
ESPÍRITU SANTO
EUCARISTÍA
EXAMEN
FE
FELICIDAD
FILIACIÓN DIVINA
FORMACIÓN
FORTALEZA
GENEROSIDAD
GRACIA
HUMILDAD
IGLESIA
INFIERNO
JESUCRISTO
JUICIO
LIBERTAD
LUCHA ASCÉTICA
MATRIMONIO Y FAMILIA
MISERICORDIA
MORTIFICACIÓN
MUERTE
OBEDIENCIA
ORACIÓN
PECADO
PIEDAD
POBREZA
RECTITUD DE INTENCIÓN
ROMANO PONTÍFICE
SAN JOSÉ
SANTIDAD
SINCERIDAD
TIBIEZA
TRABAJO
VIRGEN MARÍA
VOCACIÓN
VOLUNTAD DE DIOS
AGRADECIMIENTO
Marcel Marceau, el gran artista del mimo, había concluido su espectáculo entre
interminables ovaciones de un público entusiasmado. Ya instalado en el camerino,
sudoroso y fatigado, se dedicaba a ir eliminando hasta el último resto del maquillaje
que le cubría el rostro. Fuera, ante la puerta, guardaban cola un serie de admiradores y
varios periodistas, a la espera de poder conversar un poco con el famoso personaje. Y
de pronto, vieron a una viejecita, que salía de no se sabe dónde, avanzando lentamente
con la ayuda de un bastón. Abrió la puerta del camerino sin preocuparse de llamar y
sin pensar un instante en todos los que aguardaban su oportunidad de pasar, y penetró
en el interior. Refiere uno de los periodistas, que lo que presenció desde fuera, que la
anciana llegó hasta el artista y se limitó a decir:
Y declarado eso, dio media vuelta y abandonó el camerino con la misma parsimonia
con la que había aparecido.
Es curioso, pero las palabras de la abuela coincidían con la conocida definición de amor
del filósofo Joseph Pieper: "Amar es exclamar continuamente ante el ser amado: ¡Qué
bueno que existas!"
Tecca, la leprosa
En la Siena del siglo XIV hay un hospital de San Lázaro, que acoge en su interior a
varios enfermos de la terrible lepra. Allí yace una pobre mujer, muy enferma; se llama
Tecca. Nadie la cuida; más bien la evitan. Pero acude en su ayuda Santa Catalina, la
acaricia, la lava, le da de comer, y la mujeruca, que no sale de su asombro, se deshace
en agradecimiento.
Catalina vuelve un día y otro, siempre con los mismos cuidados, con la misma
delicadeza, pero Tecca se va acostumbrando, y le nace una especie de hábito por el cual
le parece natural que la joven la sirva; y del hábito pasa al derecho, como si la joven
estuviera obligada a hacer lo que hace: por ello le empieza a exigir fidelidad en el
horario y entrega plena. Y luego avanza un grado más, y comienzan los celos. Si
Catalina se retrasa un día por estar un poquito más de tiempo en la iglesia, Tecca se
enfada y se lo afea. Pero Catalina responde con mansedumbre:
-¡Oh, madre buena, no te inquietes, por amor de Dios; haré ahora enseguidita lo que
necesitas...!
ALEGRÍA
De la alegría a la fe
Del escritor Bruce Marshall recordamos con gusto novelas de su primera época -luego
decae bastante-, como: El mundo, la carne y el Padre Smith, A cada uno su denario y El
milagro del Padre Malaquías. Curiosa fue su conversión al catolicismo.
Buen humor
Santo Tomás Moro, el que fuera gran humanista, Lord Canciller de Inglaterra con
Enrique VIII y mártir por defender su conciencia cristiana, gozó siempre de un buen
humor envidiable, e hizo gala de él hasta en el momento de su muerte, el 6 de julio de
1535, como demuestran sus palabras al mismo verdugo. Él había escrito esta plegaria:
"Dame, Señor, una buena digestión y también algo que digerir", que suena algo
parecido a aquello de "Señor, da pan a los que tienen hambre y hambre a los que tienen
pan", que algunos dicen en broma. Y continúa: "Dame salud del cuerpo y, con ella, el
sentido común necesario para conservarla lo mejor posible. (...) Dame, Señor, sentido
del humor. Dame la gracia de comprender una broma, para lograr un poco de felicidad
en esta vida y saber regalarla a los demás. Así sea".
En el telesilla
La afición de Juan Pablo II al esquí era bien conocida. Sin embargo, menuda sorpresa
para el niño de ocho años que descubrió que el señor con anorak rojo que tenía a su
lado era el mismísimo Romano Pontífice. Ocurrió en la estación de esquí de la
Montagnola.
Se acabó el estar de incógnito, porque a los pocos minutos lo sabía todo el mundo,
aunque el Papa ya había abandonado la estación de esquí.
Esta anécdota la tomo del libro Juan Pablo, amigo. La vida cotidiana en el Vaticano, de
Paloma Gómez Borrero. Siendo Juan Pablo II Cardenal, fue invitado a dar una charla
sobre teología moral en la Universidad Católica de Milán. Los estudiantes se
sorprendieron al saber que el Cardenal Wojtyla tenía una vieja afición por el esquí. Al
ver su extrañeza, reaccionó con humor y les desafió a que le dijeran cuántos cardenales
italianos esquiaban:
-Ninguno.
El aula estalló en una carcajada. Bien sabían que en Polonia sólo había dos cardenales;
el otro era el anciano Stefan Wyszynski.
-La situación es desastrosa. Todo va de mal en peor. La economía está por los suelos, la
inflación acabará con todos nuestros ahorros, no hay futuro...
-¿¡Qué me va a decir usted a mí!? Fíjese: estoy de viaje de novios, y he venido solo.
Hundimiento
Uno de los más famosos payasos de todos los tiempos fue Tony Grice. De él se cuenta
que marchó a ver a un médico porque andaba tristón, y el galeno le recomendó:
-Mire, hoy, en vez de ir a trabajar, haga una excepción y vaya a ver a Tony Grice.
La anécdota la ha referido Miguel Mihura, que dirigió durante cierto tiempo la popular
revista de humor "La Codorniz". También él se encontraba triste y decidió consultar a
un médico su problema. Al acordarse de lo que le había sucedido a Tony Grice,
comenzó a alegrarse. Igual me dice -pensaba- que lo que tengo que hacer es leer "La
Codorniz". Tendría su gracia. Pero no fue así. El médico le aconsejó:
AMOR A DIOS
Cinco carteles
Palabra divina
Cuando Albino Luciani era Patriarca de Venecia, antes de llegar a ser el Papa Juan
Pablo I, algunos sacerdotes ancianos, acostumbrados a predicadores notables como sus
predecesores en el cargo patriarcal, le criticaban un poco por la sencillez e ingenuidad
de los ejemplos que espolvoreaba en su predicación. Pero él contestaba a esto diciendo:
"La palabra de Dios no es más que una carta. Mi madre, cuando el cartero le traía una
carta de mi padre, que trabajaba en Alemania, la abría con ansia, la leía y releía; luego,
corría a contestarla y enseguida la echaba al buzón. Esto es la palabra de Dios, la carta
de una persona que se ama, que se espera; la leemos para hacerla nuestra y
contestamos enseguida".
Víctima de holocausto
Santa Teresa de Lisieux tuvo una revelación sobre su pronta muerte. El día 9 de junio
de 1895 se ofreció como víctima de amor al Señor. Era el día de la Santísima Trinidad y
no contaba más que con veintidós años. La fórmula de su ofrecimiento, hecho con el
consentimiento de la superiora y el conocimiento de un teólogo, la llevaba siempre
sobre el pecho, junto a los Evangelios. En ella decía entre otras cosas: "Yo deseo ser
santa. Pero siento mi impotencia, y os pido, ¡oh Dios mío!, que seáis Vos mismo mi
santidad". Y también: "A fin de vivir en un acto de perfecto amor, yo me ofrezco como
víctima de holocausto a Vuestro Amor misericordioso, suplicándoos me consumáis sin
cesar, dejando desbordar en mi alma las olas de ternura infinita que se hallan
encerradas en Vos, y que así llegue a ser, ¡oh Dios mío!, mártir de vuestro amor".
En la capilla del Hospital del Rey, sor Engracia, una religiosa hija de la caridad, de
origen navarro, reza ante el Sagrario. Entra el capellán, José María Somoano, y,
creyéndose solo, reza en voz alta:
El sacerdote insiste:
ÁNGELES CUSTODIOS
Salió el tema durante una tertulia nocturna, ya hace bastantes años, en una cabaña
situada en la collada de Amuesa; todos iban de camino hacia la cumbre más alta de
Picos, que es el Torrecerredo. El protagonista -el narrador- era un hombre que tiene su
nombre escrito con letras de oro en el montañismo asturiano: el formidable, como
montañero y como persona, José Ramón Lueje.
Lueje estaba convencido de que un día le había echado una mano su Ángel, y lo
contaba así. Venía en travesía de Cabezo Llerosos hacia Covadonga con su amigo Pío
Canga, y se les echó una niebla densa; una de ésas que en un paisaje como el de Picos
puede extraviar hasta al más experto conocedor del terreno; y, en efecto, llegó un
momento en que no sabían por dónde andaban. Pero, gracias a Dios, contra todo
pronóstico, surgieron de la niebla dos pastores, amables y educados, que se brindaron
a ponerles en camino seguro.
Al cabo de un rato, se despidieron de ellos, tras haberles dado las gracias como
correspondía. Lo curioso del asunto es que oyeron, ya a cierta distancia, cómo se daban
también el adiós los dos pastores mutuamente antes de desaparecer de su vista:
-Adiós Pío.
José Ramón Lueje pensaba que era mucha coincidencia. Tenía la mosca detrás de la
oreja: ¿no sería cosa de los Custodios? Seguro que sí.
Le leían a Alexia (v. Anécdotas nn. 16, 322), cuando era muy pequeña, un libro sobre
las obras de misericordia, y cada una de ellas estaba relatada a modo de cuento. A
propósito de una, el libro contaba cómo un Ángel Custodio hablaba con otro diciendo:
-¡Estoy agotado! La niña que cuidaba antes era muy buena, pero la que tengo ahora es
tan inquieta que me tiene todo el día en vilo.
-Espera, espera... ¿qué pasa?, ¿mi Ángel es mío sólo o es un Ángel "usado", que antes
fue de otra niña?
Y D. Manuel añadió:
-Pues seguro que eso es lo que ocurre, que tu Ángel Custodio es tuyo sólo.
Nombre de Ángel
La anterior anécdota se continúa con otra. Alexia había quedado bastante satisfecha de
la respuesta del sacerdote con quien se confesaba. Al salir de la iglesia, anunció a su
madre que pensaba poner nombre a su Custodio.
-Hugo.
-¡Es evidente!
Pero la madre no veía la evidencia por ninguna parte. Tampoco insistió más en el
asunto. Lo que es sabido es que Alexia siempre llamó Hugo a su Ángel Custodio.
Después de su muerte, sus padres buscaron una biografía de San Hugo, obispo francés,
por si allí había alguna pista. Supieron entonces que San Hugo había sido pastor y que
toda su vida había tenido que luchar contra el Demonio. ¡Realmente era un buen
nombre para un Custodio!
Pero una de las niñas, un poco mayor, con más conocimientos, aportó su sabiduría y
explicó que los ángeles son seres espirituales, no tienen cuerpo como nosotros y, por
tanto, no ocupan lugar.
Lo curioso es que al resto de los hermanos no les convenció mucho este "magisterio".
¿Cómo no van a ocupar lugar? ¿En qué cabeza cabe?
APOSTOLADO
Encarnar el Evangelio
En mayo de 1992, el Papa Juan Pablo II beatificaba al Fundador del Opus Dei, y el 26 de
junio se cumplía el dies natalis del nuevo Beato. Con motivo de la celebración por vez
primera de su memoria litúrgica, se oficiaron misas en su honor en lo más variados
lugares del mundo, bastantes de ellas presididas por eminentes miembros de la
jerarquía de la Iglesia. La celebrada por el Arzobispo de Colonia, el Cardenal Joachim
Meisner tuvo lugar en la iglesia de San Pantaleón de aquella ciudad alemana.
Te espera
Me lo refiere un conocido. Iba dando una vuelta con un amigo y tuvo el arranque de
manifestarle con toda sencillez que él siempre, es decir, todos los días, hacía una visita
al Santísimo en alguna iglesia, y, puesto que se encontraban delante de una abierta,
pues que aprovechaba; que a ver qué le parecía acompañarle en tan buena acción. El
amigo se mosqueó un poco y contestó que él, mejor se quedaba fuera; cosa que hizo:
-Tú haz lo que te apetezca, pero yo no entro.
Es curioso. Del tema no se volvió a hablar, pero el rejón, como se dice en ambientes
taurinos, había quedado dentro, bien clavado. Este hombre ya no se pudo ese día, ni en
los sucesivos, quitarse de la cabeza lo de "me ha dicho que te espera". Y acabó por
concertar una cita con un sacerdote para tratar sobre la marcha de su vida hasta ese
momento. Qué sé yo: son cosas de la gracia divina...
A propósito de cifras
El mismo testimonio que Carlo Cremona -anécdota anterior- nos lo ofrece Paloma
Gómez Borrero en su libro Juan Pablo, amigo. La vida cotidiana en el Vaticano. "Los
viajes papales resultan caros y físicamente agotadores. A la vuelta del viaje a Australia
le pregunté a Juan Pablo II si merecía la pena tanta fatiga y gasto por un viaje y él me
explicó: Sí, claro que merece la pena, porque soy portador para el mundo de un
mensaje de salvación. Un mensaje que ha costado nada menos que la sangre de Cristo.
No hay cansancio ni dinero suficiente para pagarla".
Un sueño
Cuando era todavía un niño de unos nueve años, San Juan Bosco tuvo un sueño que le
impresionó para el resto de su vida, aunque pasaron muchos años antes de que pusiera
por escrito esta experiencia. En el sueño él veía a muchos chicos que se divertían en un
patio grande. Entre gritos y risas, muchos blasfemaban. El pequeño Juan se metía en
medio para intentar acallarlos a puñetazos, pero en ese instante se le apareció el Señor
y le dijo:
-No con golpes, sino con mansedumbre y con caridad deberás ganarte a estos amigos.
Seguidamente le invitó a catequizarlos. El niño protestó: aquello era imposible para él,
pero Cristo le habló de la protección de Santa María. En ese instante vio a la Virgen, y
la Señora le dio ánimos para emprender esa tarea.
La abuela vino a decir que no había que hacer caso de los sueños. La madre, en cambio,
exclamó:
La anterior anécdota puede completarse con esta otra. Recién ordenado sacerdote, Juan
Bosco se encontró con San José Cottolengo, que ya hacía años que se dedicaba a la tarea
caritativa que le ha hecho tan famoso. Cottolengo le miró fijamente y le dijo:
-Tienes cara de bueno. Ven a la Piccola Casa (el gran hospital que había levantado:
Piccola Casa della Divina Provvidenza), que no te faltará trabajo.
Efectivamente, aquél fue uno de sus campos de apostolado en ese momento de su vida.
Pero ahora es más interesante reseñar algo que le pronosticó, medio en serio medio en
broma, San José Cottolengo:
Incluso le recomendó que se hiciera la sotana de una tela muy fuerte. El pronóstico,
como el sueño famoso de los nueve años, fue acertado.
Juan Pablo II preguntó a un grupo de Obispos de Perú cuál era para ellos el principal
problema, el más grave de la Iglesia en Perú. La respuesta fue: "Santidad, las sectas".
Pero el Papa puso en primer lugar otro: la ausencia de sacerdotes en muchas
localidades, por falta de vocaciones sacerdotales, y, por ello, la falta de la Sagrada
Eucaristía. Vino a decir que si en Perú, y en general en toda Latinoamérica, hubiera
suficientes sacerdotes y una profunda vida eucarística, nada o muy poco podrían hacer
las sectas. La información procede del Obispo de Huancavelica, Mons. Demetrio
Molloy, y la recoge M. Guerra en Los nuevos movimientos religiosos (Las sectas).
CARIDAD
Una dama algo despistada
Hay quien piensa que la caridad cristiana -sobrenatural por el fin y por el origen-
equivale a amar al prójmo por razones meramente extrínsecas, como si el prójimo no
fuera en sí mismo amable. Cuentan que una dama de la alta sociedad -lo refiere J.
Hervada en El hombre y su dignidad en palabras de Mons. Escrivá de Balaguer,
artículo publicado en "Fidelium Iura", nº 2, 1992- atendía en cierta ocasión a un
enfermo pobre. Agradecido éste por las atenciones recibidas, mostró su gratitud a la
señora con palabras emocionadas. Ella le cortó en seco:
-No tiene que agradecérmelo; lo hago sólo por amor a Dios; usted no me importa nada.
Evidentemente, que amemos a los demás por Dios incluye ya amar al hombre por él
mismo: por su dignidad de ser creado a imagen y semejanza de Dios y por haber sido
redimido por Jesucristo.
A algunos Santos parece que los vemos siempre unidos a algún hecho concreto, con
una imagen difícil de variar; por ejemplo, contemplamos a San Martín en el instante de
dividir la capa con el pordiosero, o a San Francisco de Asís con un lobo a su lado,
manso como un corderillo; en el caso de San Juan de Dios, la imagen es la de un
individuo que acaba de cargarse al hombro a un pobre enfermo.
-Juan, todo lo que haces a los pobres a Mí me lo haces. Sus llagas son mis llagas, y a Mí
me lavas los pies cuando a ellos se los lavas.
Eso cuentan.
Mártir de la caridad
El franciscano P. Maximiliano Kolbe, canonizado por el Papa Juan Pablo II, nació en
Polonia en el año 1894. Estudió teología en Roma y ejerció el magisterio en la ciencia
eclesiástica. En 1930, sus superiores lo trasladaron a Japón, donde trabajó como
misionero con gran generosidad. Años después, vuelto primero a Alemania y luego a
su Polonia natal, fue encarcelado por la Gestapo y recluido en el tristemente famoso
campo de concentración de Auschwitz (el Oswiecin polaco). Corría el mes de mayo de
1941 cuando llegó a este terrible lugar. A finales de julio se produjo una fuga -un
panadero de Varsovia apellidado Klos-, y los jefes, como represalia, eligieron a una
serie de prisioneros -diez- que morirían de hambre a causa del escapado y para evitar
otros intentos.
Entre los condenados a morir se encontraba un sargento polaco, Francisco
Gajownieczek, padre de familia, que suplicaba que tuvieran compasión de él por su
mujer e hijos y le perdonaran. Entonces Maximiliano Kolbe se ofreció a morir
ocupando su lugar. Aceptaron los jefes del campo la sustitución sin el menor
inconveniente. El Lagerführer se limitó a preguntar cuál era su profesión y
Maximiliano respondió que era sacerdote católico. Estuvo durante varios días en un
local de tres metros, junto con sus compañeros de suplicio, sufriendo el terrible
tormento del hambre y de la sed. Conforme iban muriendo retiraban los cadáveres,
hasta que al final, la víspera de la Asunción, llegó la orden de rematar a los
moribundos, cuatro en total. Les inyectaron ácido fénico y así concluyeron sus
sufrimientos.
Fue beatificado por Pablo VI, en octubre de 1971. Este Papa le llamó "mártir de la
caridad". La canonización tuvo lugar en octubre de 1982, con Juan Pablo II, como antes
se ha dicho. El hombre al que salvó la vida falleció en el sudoeste de Polonia a los 94
años de edad, en 1995.
Tabernas salvadoras
Aislamiento
Aparece en las páginas de un periódico francés. Una mujer relativamente joven fue
hallada cadáver en el piso que ocupaba. Según los primeros elementos de la
investigación, la muerte se había producido hacía tres meses... Fue el propietario, al ir a
saldar el trimestre, quien forzó la puerta y encontró a la señora muerta en la cama.
Cuenta el recién citado Gustave Thibon (El equilibrio y la armonía) un viaje por tierras
españolas hace muchos años, cuando en este país apenas se sabía qué era eso del
turismo. Andaba a la sazón por un rincón perdido de Asturias, viajaba en coche con
dos familiares suyos y tuvieron una grave avería en medio de una especie de pedregal
y bajo el sol. La carretera estaba desierta y comenzaron a inquietarse, pero apareció por
fin un camión que se detuvo al instante. El camionero examinó la avería y, viendo que
no era capaz de solucionar el problema, remolcó el coche hasta el pueblo vecino, les
llevó a un garaje donde participó en la reparación, les encontró alojamiento por medio
del alcalde, etc. Luego rehusó aceptar una indemnización por todo el tiempo que había
empleado. Al tiempo que rechazaba el billete que le tendían, dijo:
-No, señor; aquí tenemos un refrán que dice que "vale más un amigo que un duro".
Conquistar la amistad
Yendo ya a lo que nos interesa relatar, se cuenta que tenía un general a quien valoraba
mucho como militar, pero con quien no tenía especial confianza para asuntos
personales, y un día le dijo con tono de reproche:
-Señor: Vuestra Majestad tiene en mí al más fiel servidor. Antes moriría que faltar a la
menor de vuestras órdenes. Pero, en cuanto a la amistad, vos sabéis que sólo se
conquista con amistad.
Visión negativa
El escritor florentino Giovanni Papini (1881-1956) escribió con cierta amargura algo que
no compartimos: "Los amigos no son más que enemigos con los cuales hemos pactado
un armisticio no siempre estrictamente observado". Quizá lo afirmó algún día en que
andaba algo "depre", como suele decirse. De todos modos no es raro encontrar bromas
y chistes que dan una versión un tanto pesimista de la amistad; así sucede con tantas
historietas donde el amigo sólo aparece para pedir dinero prestado y, por tanto, hay
que estar atento para dar el esquinazo al inoportuno.
O también existe esta otra del mismo estilo, en que el amigo intenta sablear al amigo:
-¿Y en casa...?
El secreto de la viejita
con unos perfiles relativamente precisos. En algún lugar de Estados Unidos -podría ser
una población concreta o un barrio de alguna gran ciudad- se había detectado que el
índice de criminalidad era muy inferior al que se daba en ambientes parecidos de la
misma nación. Hubo el lógico interés por investigar el caso. Fueron entrevistados
muchos hombres, y lo que más llamó la atención, cuando se intentaba saber qué
circunstancias consideraban que habían influido positivamente en llevar una vida
honrada, bastantes mencionaban a una maestra. Los investigadores localizaron a la
maestra, una anciana ya jubilada, y conversaron largo y tendido con ella. La frase más
significativa, la que arrojó mayor luz sobre aquel hecho sorprendente, fue ésta tan
sencilla:
Tengo corazón
Me lo contaron de una señora muy anciana, que había estado casada con un hombre
muy conocido en su país -Canadá- por los cargos que había desempeñado. Cuando
enviudó, teniendo a sus cinco hijos situados en la vida, abandonó su buena mansión y
sus comodidades y dedicó su vida a atender a niños retrasados mentales recogidos en
instituciones benéficas. ¿Qué funciones cumplía? Fundamentalmente aportaba su
presencia cordial, y no era poco esto. Ella decía riendo:
Milagro de amor
Así calificó la prensa italiana en mayo de 1995 -"milagro de amor"- la vuelta a la "vida"
de un muchacho que estuvo en coma durante cuatro años, tras sufrir un accidente de
tráfico, gracias al continuo apoyo de su novia.
Aprendió a sonreír
En contraste con el anterior hecho, puede narrarse lo siguiente. Había un viejo que
nunca había sido joven. Jamás había sonreído. Todo le era indiferente. Y estaba a punto
de morir. Por aquello de que era viejo, siempre la gente le consultaba las cosas, dando
por supuesto que acumulaba una gran sabiduría, una ciencia sin límites.
Cuando le preguntaban los padres por los hijos, el viejo contestaba que no valía la pena
poner ilusión en ellos, porque luego se volvían desagradecidos y se portaban con sus
progenitores como víboras. No merecía la pena alegrarse con nada, porque las
desilusiones hacían la vida cada vez más amarga. No compensaba lanzarse a nuevas
empresas, porque los fracasos no harían sino empobrecer las haciendas. En fin, por
todas partes destilaba amargura y desesperanza. Pero como era tan anciano, como
había vivido tanto, a la fuerza tenía que ser el más sabio de todos.
Se quería a sí mismo
Un día se entera Henry Sugar -así se llama- que los yoguis de la India son capaces de
llevar a cabo cosas tan extraordinarias como ver con los ojos tapados e, incluso,
atravesar con la mirada la materia de los naipes y descubrir el contenido de las cartas
de los rivales en las partidas. El modo de lograrlo consiste en acostumbrarse a
concentrar la mirada en la llama de una vela y, a continuación, fijar la imaginación en
el rostro de un ser muy querido (hay que practicar el método durante unos años).
El problema de Henry Sugar es que, tras mirar la llama de la vela, cae en la cuenta de
que su único ser querido es... l mismo. Pero no le parece esto ningún inconveniente.
Piensa: "Tanto mejor; además es el rostro que mejor conozco" . Y es que Henry gasta
horas enteras en contemplar en el espejo ese rostro suyo; una cara que, curiosamente,
encuentra francamente interesante.
No sabían discutir
Manolo se encontró con Ramonín, al que hacía siglos que no veía, y se sorprendió no
poco al descubrir cómo su amigo había engordado últimamente, y es que Ramonín
parecía antes un manojo de huesos con piel; era de ésos que suele decirse que tienen
que pasar dos veces para lograr verlos. El caso es que ahora mostraba unos mofletes
más bien llenitos y una cara hasta redondeada.
Parecida a esta historia es la que nos cuentan, con un candor e ingenuidad que
desarman, de unos anacoretas del desierto allá por el siglo IV. Aquí los protagonistas
son dos hombres, representantes de la época más dorada del anacoretismo, gente que
parece sin pecado original de puro buena. Ellos nunca habían tenido una discusión.
Pero un día quiso uno de los dos experimentar qué sería aquello de disputar, y le
propuso al otro:
-Hombre, yo creo que alguna vez deberíamos disputar como todo el mundo, aunque
sólo fuera una vez. Así nos enteramos de qué es reñir.
-Es muy fácil. Mira, yo voy a poner un ladrillo aquí, y seguidamente diré: este ladrillo
es mío. Y tú contestarás: no, señor, es mío, me pertenece. Y comenzaremos a disputar.
¿Qué te parece?
Respondió el otro:
-No, es mío.
-Te aseguro que te equivocas, porque estoy totalmente seguro de que es mío.
Aquellos dos buenos anacoretas eran incapaces de reñir; ni con la mejor voluntad lo
conseguían. Sin embargo, en ocasiones, por qué cosas tan tontas discutimos los
humanos. Si al menos lo hiciéramos por cuestiones de cierta importancia... Tendríamos
hasta mejor salud.
Tres corazones
Bien traída está la cita de fray Luis de Granada. Lo hace Martín Descalzo en Razones
para vivir. Resulta que los hombres deberíamos tener "para con Dios un corazón de
hijos, para con los hombres un corazón de madre, y para con nosotros mismos un
corazón de juez". Buen consejo, que muchas veces no seguimos. Porque el corazón
anda un poco alejado de Dios, desconfiadillo; con nosotros mismos somos de un
maternal y blando que espanta: contemplamos nuestros defectos como menudencias;
pero para los demás, para sus defectos, en cuanto nos descuidamos somos jueces
implacables, que condenan casi, y sin casi, sin escuchar al "reo".
Soluciones auténticas
-Mi madre decía: "Si tienes diez personas y sólo cinco pares de zapatos, lo que tienes
que hacer es más zapatos, no empezar a cortar pies a la gente".
Es verdad que el prójimo "real", ése con el que nos tratamos casi a diario, o incluso a
diario, no tiene todas las perfecciones del mundo, ni siquiera las que nosotros
consideramos que debe tener; pero no le neguemos que posee algunas cualidades,
algún resto de virtud, si se nos apura un poco. A mí a veces me viene a la memoria la
historieta del perro de los cuatro idiomas.
-¡Dios mío! ¿Cómo va a haber un perro que haga eso? Mire: sólo castellano... ¡y con
acento gallego!
Y digo yo: esa persona tan despreciable, tan odiosa, tan miserable, a la que es imposible
querer, ¿no sabrá quizás hablar castellano con acento gallego?
Bien conocida es el aula de audiencias del Vaticano llamada "aula Nervi", construida
durante el pontificado de Pablo VI. Familiar resulta a cualquiera la escultura de Cristo
resucitado, obra del artista italiano Pericle Fazzini, situada detrás del estrado en el que
se ubica el sillón del Romano Pontífice.
Perdón auténtico
El 8 de diciembre de 1953 hizo "un pacto definitivo" con la Virgen María de dedicarse
por su conducto "como esclavo" a Jesucristo, según la enseñanza de San Luis Grignion
de Monfort. El Cardenal atribuirá a esta consagración el que "nunca hubiera guardado
ni la más mínima sombra de rencor a nadie". Mucho antes de su liberación confiará a
alguien que consigue verle:
-Bien es cierto que estos señores del gobierno han cometido una gran injusticia
conmigo, al privarme de mis derechos de ciudadano libre. Sin embargo, yo no les
deseo a ellos otro tanto. En verdad que no sabría causarles el menor disgusto. No creo
mentir si digo que nunca he faltado al amor, no sólo respecto a mis amigos sino
también respecto de mis enemigos, a quienes transformo en mi corazón en hermanos.
CASTIDAD
Un curioso espectáculo
Alguna vez habremos oído decir: "es que la Iglesia considera que el sexo es algo
vergonzoso". No hay tal; tampoco ha enseñado nunca que el dinero sea algo
vergonzoso, y, sin embargo es evidente que de él se puede hacer un uso digno, incluso
merecedor de aplauso, y que también cabe emplearlo con móviles miserables y
abyectos.
Que no siempre funciona bien el instinto sexual, parece claro. C.S. Lewis pone un
curioso ejemplo en su libro Mero cristianismo. Un número considerable de gente acude
a un local para presenciar un espectáculo de streap-tease. Puede pensarse que es algo
normal, sin mayor importancia. Supongamos que en un país la gente -seres
suficientemente alimentados- suele acudir a los teatros para contemplar el siguiente
espectáculo: en el escenario hay una fuente (no de agua, claro, sino de las que
contienen alimentos). Se levanta lentamente la tapa y el público logra contemplar una
chuleta de cordero o una loncha de tocino. Seguramente pensaríamos que el público
babeante que se extasía ante la chuleta de cordero no "funciona" del todo bien, que algo
le falla.
Sin comentarios.
Es interesante ver el porqué de esa decisión de guardarse para algo: "La castidad antes
del matrimonio es una cuestión de integridad. Para mí, el verdadero sentido del acto
sexual consiste en ser el supremo don de amor que pueden darse mutuamente un
hombre y una mujer. Cuando más a la ligera entregue uno su propio cuerpo, tanto
menos valor tendrá el sexo".
No le falta el sentido común al afirmar más adelante: "Quien de verdad ama a una
persona, quiere casarse con ella. Cuando dos personas tienen relaciones sexuales fuera
del matrimonio no se tratan una a otra con total respeto. Una relación física sin
matrimonio es necesariamente provisional: induce a pensar que aún está por llegar
alguien mejor".
Uno de los documentos más bellos que nos han llegado del tiempo de las
persecuciones en los comienzos del cristianismo -y de los más hermosos entre toda la
literatura cristiana primitiva- es la Passio de las mártires Perpetua y Felicidad. (El lector
interesado puede encontrar una edición bilingüe en la BAC, a cargo de Daniel Ruiz
Bueno, que es la obra titulada Actas de los mártires.) En ella se nos narra el martirio de
tres catecúmenos, Revocato, Saturnino y Secúndolo, del diácono Sáturo, y de dos
jóvenes mujeres: Vibia Perpetua, de veintidós años, de noble familia, que estaba
criando hijo pequeño, y su esclava Felicidad, que se encontraba encinta y dará a luz a
su niño en la cárcel poco antes de morir. El documento que nos informa de los hechos
está redactado en parte por Perpetua -es su diario-, por el diácono Sáturo y, se cree que
también por Tertuliano, que, contemporáneo de los hechos, debió ser el editor de la
Passio.
El martirio ocurre bajo Septimio Severo, en el año 203, en la ciudad de Turba, cercana a
Cartago. En medio de un acontecimiento tan trágico y desgarrador, como es la muerte
de estas mujeres por medio de las fieras que las destrozan, brilla de repente un detalle
emocionante de pudor: Perpetua, al caer herida, tiene el rasgo de cubrirse la pierna
sangrante con la túnica para que no quede expuesta a la mirada de los curiosos.
Relato de un náufrago
Luis Alejandro Velasco, cuando ya estaba a punto de pisar tierra, tenía entre los dientes
una medalla de la Virgen del Carmen. Ya faltaba poco para llegar a la orilla, pero los
zapatos y la ropa le pesaban enormemente. Y cuenta: "Pero aun en esas tremendas
circunstancias se tiene pudor. Pensaba que dentro de breves momentos podría
encontrarme con alguien. Así que seguí luchando contra las olas de resaca, sin
quitarme la ropa, que me impedía avanzar, a pesar de que sentía que estaba
desmayándome a causa del agotamiento".
Cuando es muy joven Santa Catalina de Siena, muy en los comienzos del camino de
gran exigencia que se había trazado, Dios permitió que la asaltaran abundantes y
fuertes tentaciones contra la castidad. Ella reforzaba su oración y sus mortificaciones.
Para que dejase su propósito de virginidad, una voz interior le hablaba con palabras
suaves y benevolentes:
-¿Por qué, pobrecita, te afliges tanto por nada? ¿De qué te sirve padecer así? ¿Crees
acaso poder continuarlo? Es imposible, a menos que quieras matarte a ti misma y
arruinar tu cuerpo. Antes de llegar a tanto, termina con las tontadas. Estás a tiempo de
gozar del mundo.
Luego le hablaba de la bondad de tomar marido y engendrar hijos para
acrecentamiento del género humano... Todo era disfraz de cordura realista y de
beneficios espirituales. Buena astucia. Pero Catalina se daba cuenta de que no debía
descender a la controversia: "Como una mujer honrada no debe responder a un
hombre disoluto". Y jamás entró en diálogo con el enemigo. Lo que hizo fue unirse más
a Cristo. "Confío en el Señor y no en mí".
CIELO
Eso importa
Ya sabía el doctor Ortiz de Landázuri que le quedaba poco tiempo de vida cuando una
periodista del Diario de Navarra, Isabel Artajo, le solicitó una entrevista. A Don
Eduardo le interesaba que su familia quedara a cubierto de necesidades en el momento
en que él les faltara. Lo que menos le importaba era el modo en que le enterrarían:
-Me da lo mismo una sepultura, un nicho o una fosa común. Ni tengo dinero ni
vanidad para ocupar un panteón.
-Eso es lo único que me preocupa: ir al Cielo. Sí, creo en el Cielo. El lugar donde gozaré
de la presencia de Dios.
Estar ya cerca
Un sacerdote chileno, con sus buenos ochenta años ya a cuestas -aunque no los
representa- y en activo, y muy activo, refiere a un escritor español detalles de su vida
de servicio a Dios. Don Sergio, entre otras cosas, ha creado una fundación que lleva
diecinueve hogares en los que se atiende a dos mil ancianos abandonados, más un
comedor que da de comer a unos trescientos pobres cada día. ¿Que por qué es tan
feliz? Motivos tiene diversos para estar contento, comenzando por su misma vida
sacerdotal. Pero sobre todo:
-Me encuentro en la mejor edad de mi vida, porque pienso que estoy cerca de conocer a
Dios cara a cara.
Algo parecido y no de menor emoción debió sentir el israelita que, viniendo de lejos,
veía por fin la ciudad de Jerusalén y el Templo: ¡la casa del Señor! El peregrino se
emocionaba y cantaba: "¡qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del
Señor...!" (salmo 121).
Recordaremos siempre con cariño a los famosos hermanos Grimm (Jacob Ludwig,
fallecido en 1863, y Wilhelm, en 1859) por cuentos tan universales como "Caperucita",
"El sastrecillo valiente" o "Cenicienta". Tienen uno delicioso, que trata de cómo un
pobre aldeano coincidió en la puerta misma del Cielo con un individuo que había sido
muy rico en este mundo.
Abrió San Pedro la entrada del Paraíso y dejó pasar al segundo, sin darse cuenta de la
presencia del primero. Curioso: el aldeanito oyó muy bien con cuánto regocijo y con
cuánta música era recibido el rico en las moradas celestiales. Cuando se hizo un poco
de silencio aprovechó para llamar a la puerta, abrió San Pedro y le franqueó la entrada
sin mayor dificultad. Él esperaba también una acogida entusiasta y festiva, a base de
canciones, bailes y demás jarana, pero los ángeles y los bienaventurados, aunque
afectuosos, no se lanzaban a la cosa musical. Así las cosas, optó por interrogar a San
Pedro por qué había esa diferencia de trato entre uno y otro (no estaba de acuerdo, por
lo que se ve, con esa parcialidad), y el guardián del Cielo respondió:
-¿Parcialidad? No, qué va. A ti te queremos como a los demás. Gozarás plenamente de
la felicidad de Dios, igual que ese rico. Lo mismo. Pero date cuenta de que campesinos
pobres como tú vienen aquí a diario. Y, en cambio, un señor como ése, tan rico, sólo
llega cada cien años, más o menos.
Llama la atención que el Beato Enrique de Ossó vislumbrara en qué lugar iba a ser
enterrado, sin tener datos precisos sobre este particular. El caso es que un día sus hijas
teresianas le habían preguntado acerca de esta cuestión y él había hablado de un lugar
tan querido como Nuestra Señora de Montserrat, para añadir acto seguido que también
podría acogerse a los Padres Franciscanos (desconcertante alusión a unos religiosos con
los que no tenía trato especial; todavía los Carmelitas...).
Pero muy poquito después se encontraba predicando unos Ejercicios Espirituales a los
Franciscanos del Monasterio de Sancti Spiritus, en Gilet (Valencia), y allí le sobrevino
inesperadamente la muerte y allí recibió su primera sepultura. El 27 de enero de 1896
conversaba con un hermano lego en el jardín, ya atardecido el día, cuando se veían
brillar las estrellas, y en el momento de despedirse para ir a la habitación, se quedó
mirando al firmamento y dijo:
-¡Qué hermosa la luna...! ¡Qué cielo tan bello, hermano...! Si por fuera es tan hermoso,
¡qué será por dentro!
Unas horas después volaba al Cielo ese hombre tan santo y ya lo pudo contemplar "por
dentro", a sus anchas y para siempre.
Luego pasó a explicar que llevaba bastantes años dedicándose al idioma inglés, y
todavía sólo había logrado medio hablarlo; así que en el Cielo quería tener el disfrute
de conversar fluidamente en ese idioma y nada menos que con el señor Shakespeare;
¡ahí es nada.!
-¡Ay, hijo, qué corto eres! ¡Yo no voy al Cielo para eso!
Muerte mística
Un día Catalina de Siena se siente morir, agoniza. Yace sobre una tarima y la rodean
varias compañeras suyas Hermanas de la Penitencia (la orden tercera a la que
pertenece). El biógrafo Papàsogli dice muy bellamente que "la escena está armonizada
como en una pintura de Giotto, por las líneas onduladas y amplias de los grandes
hábitos blancos y negros, huecos y solemnes, reclinados en torno a la Santa". El
semblante está sereno, radiante; los ojos cerrados, casi sin respiración. Las mujeres
lloran, y acaba por llorar el confesor y alguno más que anda por allí.
No se la siente respirar. Pasa cuatro horas de muerte mística. Luego vuelve a la vida,
abre los ojos, mira alrededor y, en medio de la alegría de los circunstantes, ella rompe a
llorar al advertir que se han terminado tantas maravillas como el Señor le ha hecho
conocer en esas horas, o siglos, que han transcurrido; siente nostalgia del Paraíso, le
resulta dura la tierra a la que ha vuelto.
Pero el Señor le ha recordado la gran labor que hay pendiente en la tierra: la salvación
de todos. Ahora la voluntad divina es que cambie el encerramiento que mantiene en su
casa, y se lance por el mundo en eficaz actividad apostólica. Y, en efecto, desde ese
instante la vida de la Santa cobra un nuevo rumbo. Se mueve de ciudad en ciudad,
habla a la gente, escribe, remueve, convierte...
Sitúo este hecho de la vida misma -según el relato oral que ha llegado hasta mí- en la
población castellana de Venta de Baños, donde se celebraba un cross de cierto
renombre; tanto es así que habían venido a competir atletas extranjeros de buen nivel.
-Tú no corres para ti; tú corres para el equipo. Si te hubieras levantado, el equipo
habría ganado la prueba.
CONCIENCIA
Valores permanentes
Cuenta Peter Kreeft que un día, en una de sus clases de ética, un alumno dijo que la
moral era algo relativo y que como profesor no tenía derecho a imponer valores
propios. Kreeft quiso entrar al debate y lo hizo así:
-De acuerdo. Voy a aplicar tus valores a la clase, no los míos. Como dices que no hay
absolutos, y que los valores morales son subjetivos y relativos, y como resulta que mi
conjunto particular de ideas personales incluye algunas particularidades muy
especiales, ahora mismo voy a aplicar ésta: todas las alumnas quedan suspendidas.
-¿Qué significa para ti ser justo? Porque si la justicia es sólo un valor o tu valor,
entonces no hay ninguna autoridad común a ti y a mí. Yo no tengo derecho a
imponerte mi sentido de la justicia, pero tú tampoco a mí el tuyo...
CONFESIÓN SACRAMENTAL
Se sentía ligero
Se pone la madre:
-Está contentísimo. Dice a todo el mundo que ha hecho su primera Confesión y que va
muy ligero.
Confesión de niña
Debía de tener sólo seis años y fue a hacer su primera Confesión. Se llamaba Thérèse
Martin; con el tiempo la conoceremos como Santa Teresa del Niño Jesús. En la catedral
de Lisieux, ciudad a donde ya había ido a vivir la familia Martin, estaba sentado en un
confesonario el sacerdote apellidado Ducellier, el cual abrió la ventanilla al notar que
alguien se había acercado a recibir el sacramento, pero no vio a nadie. No vio a nadie,
porque la niña era tan pequeña que no llegaba a esa altura. Tuvo que confesarse de pie.
Empezar de cero
Una de la mejores películas del año 1995, dirigida por Robert de Niro -su primera
aventura como director cinematográfico- fue "Una historia del Bronx". De Niro, que se
conoce bien el ambiente de ese barrio neoyorkino, porque él mismo se crió en los
escenarios del film, presenta los recuerdos de un chico en la infancia y en la primera
juventud. A la edad de nueve años, el pequeño Calógero -excelentemente interpretado
por el niño Francis Capra- es testigo presencial de un asesinato cometido por un
gángster de origen italiano, Sonny, amo y señor del barrio, pero no le delatará a la
policía, cuando le piden que lo identifique, porque piensa que no debe convertirse en
un soplón. Sin embargo le remuerde la conciencia, porque, miradas las cosas desde
otro punto de vista, le resulta claro que no ha obrado bien.
La amaba más
Tiene Santa Catalina de Siena una cuñada llamada Lisa, casada con su hermano
Bartolomé. Una mañana Lisa sin decir nada a nadie va a un templo apartado y hace
confesión general. Cuando regresa a casa Catalina le dice:
-Te amo de todo corazón y te amaré siempre, por lo que has hecho esta mañana.
Sin comentarios...
Sobre la marcha
San Juan Bosco sabía como nadie ganarse a los muchachos y tenía a cientos de ellos a
lado. Se divertían de lo lindo con él, pero no descuidaba el que los sábados por la tarde
y los domingos se acercaran al sacramento de la Penitencia. Sabía muy bien que
algunos se hacían los remolones y en estos casos tomaba la iniciativa y les lanzaba un
cable. Por ejemplo, llamó un domingo a uno de los chicos, que no hacía más que jugar,
a la sacristía, y le invitó a arrodillarse en el reclinatorio (la narración se debe a Don
Bosco, en Memorias del Oratorio).
-Lo sé.
-¿Entonces?
Don Bosco tenía confianza de sobra para actuar así y sabía que no violentaba la
voluntad de su amigo.
El chaval exclamó:
-Bien, muy bien; lo necesitaba, me hacía falta; ha hecho bien en cogerme así; de lo
contrario, aún no habría venido a confesarme por miedo a los compañeros.
A partir de ese día fue uno de los más asiduos penitentes de Don Bosco y solía contar a
sus amigos la estratagema que el buen sacerdote había empleado para "cazarle".
El Papa Juan Pablo II recuerda en su libro Don y Misterio, aparecido con ocasión del
quincuagésimo aniversario de su sacerdocio, muchos momentos de su dilatada vida.
Cuando era joven sacerdote e iba haciendo estudios en Roma, pasó en un viaje por la
aldea de Ars; era a finales de octubre de 1947.
Se emocionó al visitar la iglesia donde confesó tanto el Santo Cura, Juan María
Vianney. Ya le había impresionado su figura en la época de seminarista, sobre todo con
la lectura de la biografía de Trochu. Escribe el Papa: "San Juan María Vianney
sorprende en especial porque en él se manifiesta el poder de la gracia que actúa en la
pobreza de medios humanos. Me impresionaba profundamente, en particular, su
heroico servicio de confesonario. Este humilde sacerdote que confesaba más de diez
horas al día comiendo poco y dedicando al descanso apenas unas horas, había logrado,
en un difícil periodo histórico, provocar una especie de revolución espiritual en Francia
y fuera de ella. Millares de personas pasaban por Ars y se arrodillaban en su
confesonario".
Y un poquito más adelante añade: "Del encuentro con su figura llegué a la convicción
de que el sacerdote realiza una parte esencial de su misión en el confesonario, por
medio de aquel voluntario hacerse prisionero del confesonario".
CONTRICIÓN
Entre la flor de milagros jacobeos está el de un gran pecador venido de la lejana Italia,
allá por la Edad Media y en tiempos del santo Obispo Teodomiro, para obtener la
remisión de sus culpas, que no eran pocas ni leves. Lo narró con maestría Torrente
Ballester; aquí se hará breve resumen.
Era un pecador como pocos habrá habido. Tan grande, que ni el cura de su parroquia,
ni aun su Obispo propio, se atrevieron a absolverle, sino que dispusieron que marchara
a Santiago en peregrinación como penitencia extraordinaria y allí buscara el perdón de
tanto delito. Podían haberlo enviado al Romano Pontífice, que autoridad tiene de
sobra, pero se ve que prefirieron que la absolución no estuviera tan al alcance de la
mano.
Y para Compostela salió, llevando una carta de puño y letra de su prelado donde se
especificaban los muchos y tremendos pecados del penitente. Llegó bien dolido de sus
fechorías y bien mortificado por las prolongadas caminatas e incomodidades del largo
viaje. Nada más llegar, acongojado por los sollozos, el pecador depositó el documento
bajo el mantel del altar principal del templo compostelano, y se quedó orando en
silencio.
Llegó la hora en que el beato Teodomiro celebraba la Santa Misa, y su mano descubrió
el pergamino oculto bajo el mantel. Lo tomó, vio los sellos y, antes de rasgarlos,
preguntó a los presentes sobre la carta. Nadie contestaba, antes bien, se miraban unos a
otros, sorprendidos, hasta que el italiano se adelantó con lágrimas y, arrodillado,
humillado, confesó ser él quien había depositado aquella carta y que bien le concernía
el asunto. Sólo pedía que el santo Obispo mirara el contenido, lo leyera públicamente
para escarnio de tan gran pecador, y después le otorgara la absolución.
Los asistentes estaban conmovidos. Cuando el Obispo rompió sellos y desató lazos, vio
con sorpresa que la carta no contenía absolutamente nada. Entonces comprendió que el
Apóstol acababa de obrar un milagro: el penitente quedaba libre de su vergüenza, al
mismo tiempo que resultaba evidente que Dios ya le había perdonado. Por ello, la
absolución episcopal sobre su cabeza no haría más que corroborar aquel perdón. Y
Teodomiro, ante la emoción general, alzó la mano y pronunció las palabras del rito
sacramental: Ego te absolvo a peccatis tuis....
Se siente infame
-...Ella había preparado una sopa de ajos y acababa de servirme un plato. Yo estaba de
muy mal humor. Dios sabrá por qué, y empecé a rezongar: "¡Déjame en paz de una vez
por todas con tu eterna sopa de ajos. Ni siquiera puedo soportar el olor..." ¡Y pensar
que realmente he dicho eso!...
La verdad es que la familia Soubirous había vivido en unas condiciones materiales de
extrema pobreza, y la buena Louise, la madre de la vidente, se las veía y se las deseaba
para poder dar algo de comer a los hijos.
-No, no. Nada existe que pueda haber pasado hace mucho tiempo. Todo está presente -
exclama entre lágrimas -¡Mi pobre madre ha pasado una vida muy triste, y yo me porté
siempre tan mal con ella!
Surcos de lágrimas
Es imposible que las lágrimas abran hendiduras en un rostro: hasta aquí la leyenda.
Pero es bien verosímil que para San Pedro el canto del gallo tuviera una resonancia
muy especial. Y en aquellos tiempos debía ser muy difícil no tener cerca del propio
domicilio, incluso en una urbe como Roma, un corralito con algún gallo dispuesto a
avisar a los vecinos de la llegada del nuevo día. Cuántos actos de contrición debió
hacer aquel gran hombre.
Abrazado a Cristo
Resulta que una noche entró a robar en el templo un ladrón. Se acercó al gran Crucifijo
y vio que sobre la cabeza del Señor había una valiosa corona cuajada de piedras
preciosas. No dudó ni un instante en hacerse con ella para venderla y obtener dinero
contante y sonante. Subió a la Cruz. Trató de coger la corona, pero, ante su gran
estupor, las manos de Cristo se ciñeron en torno a su cuerpo. Sintió escalofríos de
terror. Sus ojos, casi fuera de las órbitas, contemplaban los ojos de Jesús a escasos
centímetros de distancia. No podía soltarse del abrazo. Y así estuvieron largo tiempo
mirándose los dos cara a cara. Las lágrimas comenzaron a correr a raudales por las
mejillas del malhechor, que no cesaba de pedir perdón a Dios por sus múltiples
pecados, hasta que al final fue el mismo ladrón quien se abrazó fuerte al cuerpo herido
del Crucificado. Cuando amaneció seguían unidos en estrecho abrazo.
¡La mirada de Jesús! San Lucas nos cuenta que el Señor se volvió y miró a Pedro, tras
las repetidas negaciones, y que éste salió fuera y lloró amargamente su pecado (cfr.
22,61-62).
Cfr. A. Filchner, Venid niños y escuchad
En Uganda
Años 1993, febrero. Juan Pablo II llega a Uganda, un país terriblemente flagelado por la
enfermedad del sida. Alguien dice que en Uganda la industria más floreciente es la
fabricación de ataúdes. Basta señalar que el 20 por ciento de la población es
sieropositiva.
En el encuentro con los jóvenes, una chiquilla de unos catorce años, Verónica Chansa,
en estado terminal, delgada, cuenta al Papa con un hilo de voz su propia historia: fue
violada por unos hombres al bajar del autobús que la llevaba al colegio y contrajo el
sida. Los que la oyeron se quedaron con el corazón en un puño, porque dijo como en
un susurro:
-Santo Padre, dígales a los hombres que no sigan siendo malos, que no hagan más lo
que a mí me han hecho...
Sí se arrepiente...
Era durante la guerra del Vietnam, por los años 60. Se encontraba con su mujer -el
matrimonio no ha tenido descendencia- y les ofrecieron adoptar a una niña que había
perdido a sus padres en un bombardeo. La pequeña, de un año de edad, en su cunita
blanca, inmóvil, con sus ojos oblicuos, no tenía a nadie en este mundo. La esposa del
escritor no lo dudó un instante:
-Nos la llevamos.
Pasados los años refiere cuánto se ha arrepentido de aquella, que califica, torpe
decisión. Ahora esa niña sería su hija, habría estudiado en la universidad; quizás
medicina...
CONVERSIÓN
Plan pastoral
Jean -Marie Lustiger, judío converso, Cardenal Arzobispo de París desde febrero de
1981, es preguntado sobre cuál es el punto más importante de su plan pastoral sobre la
diócesis que el Papa Juan Pablo II le ha confiado. La respuesta es sencilla y, para
alguno, quizá sorprendente:
La necesidad de vivir una continua conversión se acentúa, sin duda, en aquéllos que se
ven rodeados de mayores responsabilidades.
Condenado a muerte
-Estoy persuadido de que nos volveremos a ver. ¿Sabes?, cuando nos encontremos allá
arriba, creo que te reconoceré por tu voz. Así que te digo simplemente: hasta la vista. Y,
mientras tanto, si te encuentras algún día con mi hija, dile cuánto me arrepiento,
cuánto la quiero...
La fe no le libró de la muerte, pero le dio ánimos. Ofreció ese trance especialmente por
su familia y por su víctima: "No existe un Dios policía. El castigo que me espera no es
una deuda que debo reembolsar, sino un don que Dios me hace".
No es fácil describir el itinerario que lleva a una persona a la fe. La gracia se sirve de
circunstancias y sucesos, a veces aparentemente insignificantes, para conducir
suavemente hacia la verdad y la entrega a un determinado ser humano. Pero es seguro
que un hecho fue decisivo en la conversión de Edith. Corría el año 1921 y fue a pasar
unos días de vacaciones de verano a casa de una familia amiga -los Martius,
protestantes-, en Bergzabern. Allí, en un momento de aburrimiento, husmeando en la
biblioteca, encontró el libro de la Vida de Santa Teresa (la autobiografía de la Santa,
que no estaba allí por casualidad, sino que se trataba de un regalo que a Edith habían
hecho tiempo antes unas amigas católicas: Pauline y Ana Reinach; ella había dejado el
libro en aquella casa sin prestarle atención). Comenzó a leerlo y ya no pudo parar hasta
el final. Cuando lo hubo cerrado, exclamó: "¡esta es la verdad!"
Curioso es ver cómo una monja española del siglo XVI -pero gran santa- revoluciona la
vida de una intelectual del siglo XX. Edith se bautiza en 1922 y toma el hábito de la
Orden del Carmelo, en Colonia, doce años después.
Descubre el Padrenuestro
Un día se encontró que uno de los manuales de yoga proponía hacer un ejercicio con
el Padrenuestro. Se puso a leer esta oración de una manera meramente automática,
como lo exigían los ejercicios de yoga, pero después de leerla varias veces, de repente,
se sintió transformada: "Todo mi ser -escribe- comprendió que Él existía, Él, el Ser vivo,
personal que me ama y que ama a toda la creación, el único que ha creado este mundo
y que se ha hecho hombre por amor, el Dios crucificado y resucitado". En ese instante
creía, veía claro el cristianismo y se encontraba salvada.
Narciso Yepes, según cuenta él mismo, fue bautizado y nada más. No había recibido ni
la más mínima instrucción religiosa, ni había hecho la primera comunión, ni practicaba,
ni creía en nada; carecía de cualquier inquietud de orden religioso. A la edad de
veinticinco años, cuando todavía no era el músico de fama mundial que llegaría a ser
con el tiempo, encontrándose en París, acodado en puente del Sena, miraba fluir el
agua... Era por la mañana, exactamente el día 18 de mayo de 1951. Y narra:
-De pronto, le escuché dentro de mí... Quizás me había llamado ya en otras ocasiones,
pero yo no le había oído. Aquel día yo tenía "la puerta abierta"... Y Dios pudo entrar.
No sólo se hizo oír, sino que entró de lleno y para siempre en mi vida.
-Y ya desde aquel momento nunca he dejado de saber que soy una criatura de Dios,
hijo de Dios... Un hombre con una cita de eternidad que se va tejiendo y recorriendo ya
aquí en compañía de Dios. Así como hasta entonces Dios no contaba nada en mi vida,
desde aquel instante no hay nada en mi vida, ni lo más trivial, ni lo más serio, en lo que
yo no cuente con Dios. Y eso en lo que es doloroso, en el éxito, en el trabajo, en la vida
familiar...
No engañaba
Algunos dijeron con ironía: "Después de engañar a todo el mundo, ha querido terminar
engañando a Dios". Hablaban de Talleyrand y su muerte.
A los ochenta y cinco años le llega la muerte y quiere ponerse en paz con Dios; por ello
se retracta de las ofensas causadas a la Iglesia. Le sucede, como a tantos, que en ese
momento supremo ven la vida de otra manera y la valoran con arreglo a criterios que
ya no pueden ser de mundana ambición, sino con realismo. Por ello, no parece
aceptable la ironía de los que hablaban de que había querido engañar también a Dios.
A esas alturas, ya no.
COSAS PEQUEÑAS
El valor de un hijo
Relata una madre madrileña el nacimiento de su hijo Jaime, afectado por el síndrome
de Down, y más disminuido todavía a causa de una severa epilepsia, un síndrome de
West, que le deteriora el cerebro y le convierte en un deficiente profundo. El paso de
los años le ha demostrado que Jaime no es una "tragedia" para la familia; más aún: le
deben muchas cosas.
Confiesa, por ejemplo, que para ella ha supuesto una lección de humildad. A las
madres les gusta presumir muchísimo de hijos muy listos y muy guapos, y éste no es el
caso de Jaime; pero le quiere como querría a la más guapa y a la más inteligente de las
criaturas. También le ha enseñado a valorar las cosas pequeñas, "aquellas que por ser
cotidianas y corrientes -señala- van perdiendo su valor. Todo el mundo busca en las
personas grandes gestos, grandes acciones... Él no las tiene ni nunca las tendrá. Ni
siquiera habla, pero he aprendido a disfrutar y a descifrar con él diminutos, gestos que
nos han unido y nos han permitido comunicarnos". Ocurre que menudencias -una
simple tos- llega a significar una petición de afecto, porque ha experimentado que
cuando tose siempre tiene a su madre al lado para investigar qué le pasa, y, así, cosas
insignificantes acaban por alcanzar un valor muy especial para los que aman al chico,
un niño al que se le quiere por ser quien es y tal como es.
En los detalles
El arquitecto Mies Van Der Rohe, nacido en Aquisgrán (1886) y fallecido en Chicago
(1969), es considerado, junto a Le Corbusier y Gropius, uno de los mejores arquitectos
del siglo XX. Un gran ideal suyo, desde muy joven, será "liberar a la construcción de las
especulaciones estéticas y volver a hacer del acto de construir lo que debería ser
esencialmente: construir". Es un hombre que ama la claridad, el orden, la exactitud en
la proporción. Y sobre todo podemos recordar de él esta enseñanza, algo que repetirá
muchas veces a lo largo de su vida: "Dios está en los detalles".
CRUZ
Se sube bajando
-No se moleste, no hace falta. Dios es tan bueno que hace que de vez en cuando vea un
pájaro.
-Un día leí unos versos, no me acuerdo del autor. Explican muy bien lo que hay que
hacer: "Baja, y subirás volando / al cielo de tu consuelo, / porque para subir al cielo /
se sube siempre bajando".
Falleció precisamente cuando llevaba sobre sus espaldas, como cada año por Semana
Santa, al Santo Cristo de su devoción. Murió fulminado por un infarto en pleno
esfuerzo. Casi diríamos que fue una muerte "en acto de servicio". Y en el lugar donde
cayó el costalero -en la sevillana plaza de La Alfalfa- dejaron sus conciudadanos unos
versos en cerámica:
yo fui tu costalero.
En la pérdida de un hijo
De la conversión del gran guitarrista Narciso Yepes se ha hablado un poco más arriba
(nº 76). También algo de su visión sobrenatural a partir de ese momento.
Una noche la Guardia Civil le comunica un tremenda noticia: su hijo, Juan de la Cruz,
ha fallecido en accidente, destrozado por una máquina quitanieves. Y cuando la
periodista le pregunta si llegó a encararse con Dios y a pedirle explicaciones, si aguantó
a pie firme, contesta:
-¿Pedirle explicaciones? ¿Por qué iba a hacerlo? Sentí y sigo sintiendo todo el dolor que
usted se puede imaginar... y más. Pero sé que la vida de mi hijo Juan de la Cruz estaba
y está amorosamente en las manos de Dios... Y ahora lo está aún con más plenitud y
felicidad. Por otra parte, Pilar, cuando se vive con fe y de fe, se entiende mejor el
misterio del dolor humano. El dolor acerca a la intimidad con Dios. Es... una
predilección, una confianza de Dios hacia el hombre.
Vive en una casita humilde, pequeña, pero limpia y acogedora. Tiene delante de la
cama un altarcito donde de vez en cuando algún buen sacerdote le celebra la Santa
Misa; incluso los primeros viernes de mes le exponen el Santísimo durante ocho horas.
Ama a la Eucaristía. Sufre, duerme poco, casi no puede cambiar de postura, pero
siempre está alegre.
No le pide nunca a Dios que le quite los dolores. Su norma es "al gusto de Dios, no al
propio".
Visitaba Juan Pablo II una leprosería por tierras brasileñas. Procuró dar ánimos a
aquellos enfermos y moverlos a la esperanza: "Vuestra enfermedad es una cruz, pero
no una ciega fatalidad. El sufrimiento puede convertirse en un principio de gracia y
salvación".
En la capilla del hospital había una rosa pintada llena de espinas que representaba el
sufrimiento que crece en el amor y una imagen de Cristo mutilado de brazos y de
piernas, ante el que los leprosos rezan una bella oración que data del siglo XIV: "Cristo
no tiene manos porque tiene las nuestras, no tiene pies, porque tiene los nuestros, para
guiar y conducir a los hombres a su camino".
Bernadette soporta con alegría y sin aspavientos una dura cruz, que se presenta en
forma de tuberculosis de huesos, que mina todo su organismo. Muchas veces los
dolores son atroces, y ella no lleva esa cruz una semana, sino siete años, y siete años
son dos mil quinientos cincuenta y un días de sufrir. No le falta la penitencia.
Sus superioras han pensado llevarla a Lourdes por ver si la Virgen quiere hacer con
ella un milagro, como lo ha hecho con tantas otras personas. Les perece lógico que la
vidente tenga más "derecho" que ningún otro a recibir una caricia de la Madre del
Cielo. Bernadette responde a la propuesta:
No lo entienden las religiosas. ¿Por qué no iba a ser para ella? Pero Bernadette insiste
en que el manantial no es para ella. No es que la Virgen se lo haya comunicado
expresamente, pero ella lo sabe, está segura. No cesa de repetir:
¿Miedo al sufrimiento?
Hay momentos en que se siente morir: a veces, por la noche se ahoga y nota que
apenas le late el corazón. Cuando despierta al día siguiente, se reanima y piensa:
"María no me ha llamado aún". Y vuelve al trabajo con auténtico espíritu de conquista.
DEMONIO
Visita nocturna
Charló largo y tendido con el experto. Grabó dos cintas y tomó abundantes apuntes de
aquella conversación. Balducci comentó que el Demonio no quiere que se hable de él y
procura pasar inadvertido. Le contó cómo él descubre las cartas del Maligno, y que
Satanás procura crearle problemas. Hay que combatirlo con la oración.
Dejamos hablar ahora a la narradora. "Acabado el trabajo y la charla, recogí mis cintas
y el bloc, volví a casa -serían las nueve o nueve y media de la noche- y dejé todo,
incluida la grabadora, sobre la mesa de mi despacho. Entonces entró por el ventanal un
pájaro negro y enloquecido, que comenzó a golpearse contra las paredes, muebles,
libros y lámparas, poniéndolo todo perdido de sangre. Desapareció tras una librería
enorme que cubre toda una pared, algo que aún me resulta inexplicable al no haber
más espacio para introducirse que el zócalo.
A la mañana siguiente, cuando quiso ponerse a trabajar, faltaban el bloc y las cintas. El
magnetófono se había roto y las fotos que había tomado salieron veladas.
Malos tratos
En la vida de San Juan Bosco se dan ataques del Demonio que recuerdan bastante lo
que se sabe de San Juan Mª Vianney en el mismo terreno. Hay testigos de que sufría
vejaciones diabólicas y que coincidían con el momento en que se disponía a emprender
alguna obra importante. Muchas veces lo maltrató brutalmente. Un discípulo le
preguntó un día si había descansado bien, y el Santo contestó:
-No mucho, no mucho, porque toda la noche fui molestado por un animalazo en forma
de oso que se me echaba encima tratando de ahogarme.
La noche en que acabó de redactar las primitivas Reglas de la Sociedad Salesiana, fruto
de muchos trabajos y de muchas oraciones, el enemigo compareció y le destrozó el
manuscrito, entre voces y gritos extraños, que despertaron a los que dormían cerca. Al
día siguiente, Don Bosco emprendió la tarea de redactar de nuevo las Reglas.
"Malatasca"
También a Santa Catalina de Siena procuró molestar el Demonio con sus insidias.
Parece ser que usaba el fuego para intentar quemarla, y ella llamaba al enemigo
"Malatasca", porque "tasca" significa bolsa, y así se refería al intento del Maligno de
llevarse a las almas en la bolsa infernal. Cuando se producían los ataques, la Santa no
se descomponía, y solamente decía irónica:
-Malatasca, Malatasca.
El P. Benito Salinieri lo oyó contar a un sacerdote, D. José Musquez, que había conocido
muy bien a San José de Calasanz, del que era paisano y de semejante edad. Cuando
Calasanz era un niño, allá en su pueblo natal de Peralta de la Sal, salió de casa armado
de un cuchillo. Le preguntó adónde iba con aquella arma, y le contestó:
DIRECCIÓN ESPIRITUAL
De rodillas
Un día fue sorprendida por su hijo Celso -todavía un niño- en esa postura.
-¿Siempre se leen así las cartas? -volvió a preguntar el hijo, que seguía sin entender
nada.
-Un hombre santo, que trata de ayudar a los demás cumpliendo la voluntad de Dios.
En sucesivas fases
Puede servir para ilustrar cómo una persona avanza por el camino de una mayor
sinceridad hasta aparecer tal cual es, condición indispensable si quiere de verdad
recibir una orientación eficaz.
Refieren de la vida del que fue ilustre médico, Eduardo Ortiz de Landázuri, que un día
llegó a su consulta -acudían a él muchas personas de condición social humilde y de
esto hace mucho tiempo, datos que servirán para entender lo que viene a continuación-
una mujer a la que le aquejaban unos dolores en el pie derecho. Don Eduardo invitó a
la mujer a que se quitara la media para examinarle ese pie. Notó que ella se quedaba
un poco cortada, al tiempo que musitaba:
El médico captó enseguida que el problema era de agua y jabón y, con delicadeza, la
citó para el día siguiente. Volvió la paciente y ya pudo hacer una exploración del
miembro enfermo, pero vio conveniente compararlo con el pie izquierdo, e invitó a la
mujer a que se quitara la otra media. De nuevo el rubor y la excusa:
Don Eduardo tampoco se inmutó y le dio otra cita para el día siguiente, y por fin, "a la
tercera va la vencida", pudo concluir la exploración satisfactoriamente. La vida misma.
Feliz descubrimiento
Un hombre, que jamás había practicado la higiene "de tobillos para abajo", acudió al
médico aquejado de dolor en los pies. El galeno, con una breve inspección ocular de la
zona, aconsejó al paciente unos baños de pies con agua caliente y frote enérgico con
estropajo metálico bien enjabonado:
El hombre volvió a su casa e hizo que la mujer le prepara los medios curativos que el
doctor había dictaminado. Mientras él se dedicaba de lleno a la tarea, ella andaba
trajinando por la cocina, hasta que de pronto se oyeron unos gritos jubilosos:
EJEMPLARIDAD
Una mujer de la campiña francesa tenía escondido durante la Segunda Guerra Mundial
a un comunista chino que trataba de hacerla perder la fe. Ella se limitaba a contestar a
los ataques contra sus creencias:
-Usted es un hombre sabio, usted ha estudiado. Yo no sé otra cosa sino que Jesús nos
ha dicho que amemos a los demás como Él nos amó.
Cierto día unos fugitivos, comunistas también, perseguidos por el avance hitleriano,
pidieron asilo a esa mujer. Ella les dio su propio cuarto y se fue a dormir al pasillo.
Había sacado para ellos toda la ropa de cama que tenía; de madrugada, se fueron
sigilosamente llevándosela toda. El chino estaba indignado y observaba a la campesina.
No salía de su asombro al comprobar que la mujer no había tenido ni un solo
movimiento de cólera. El Cardenal Journet testifica que aquel hombre no solamente se
convirtió al catolicismo, sino que llegó a recibir la ordenación sacerdotal años después.
En primera fila
Cuando era coronel, en coincidencia con una época de política antirreligiosa en el país
galo, recibió una comunicación de la superioridad en la que se le instaba a facilitar los
nombres de los oficiales que, contraviniendo las disposiciones reglamentarias, asistían
a Misa de uniforme. La respuesta del coronel Pétain fue la siguiente:
-Si bien es cierto que algunos oficiales acuden a Misa con uniforme, su coronel no
puede facilitar los nombres, puesto que él se sitúa en primera fila e ignora la identidad
de los que se agrupan a su espalda.
Le "espiaba"
Hubo un santo obispo allá por el siglo XIX, Mons. Mermillod, suizo, que convirtió a no
pocos a la fe católica con su predicación sobre la Eucaristía. Contagiaba amor por este
Sacramento adorable. Una noche, a las tantas de la madrugada, estaba rezando en su
iglesia ante el Santísimo, con la frente pegada al pavimento, cuando notó una sombra
cerca de él. Era la de una mujer.
-Monseñor, no se maraville. Soy una mujer protestante que ha seguido sus conferencias
sobre la Eucaristía. Sus argumentos sobre la presencia real me han convencido. Pero
me quedaba un residuo de duda y temor, y era, sin rebozo lo declaro, el temor de que
usted no estuviera convencido de sus propias enseñanzas.
-Estas son las orejas de aquellos que en la tierra oyeron la palabra de Dios pero no
purificaron su corazón; y allá están las lenguas de aquellos que hablaron llenos de
piedad y de fe, pero no vivieron de acuerdo con lo que decían. Las orejas y las lenguas
de estos hombres están en el Cielo, pero ellos han ido a parar al Infierno.
ENVIDIA
Cosas de pescadores
Entre los pescadores de las islas polinesias hay un curioso rito denominado te piu o te
kaimen (bloqueo de la envidia), consistente en la obligación de arrojar al mar el
producto de la pesca siempre que sea uno sólo de los que van en la embarcación el que
ha pescado ese día. De esta manera sus compañeros de pesca no sufrirán el zarpazo de
la envidia. Si, por el contrario, el pescador agraciado salió solo, no hay inconveniente
en que retenga lo que pescó, sin miedo a ser la envidia de los demás.
Así se "excusaba" ante los inevitables envidiosos que no perdonan con facilidad que te
vaya bien.
Fernando Díaz Plaja refiere (El español y los siete pecados capitales) que Agustín de
Foxá, rico, aristócrata, diplomático y casado con mujer guapa, había tenido, por si fuera
poco, un importante éxito con una de sus obras de teatro. Al felicitarle, le oyó decir:
-Yo ya he empezado a hacer correr el rumor de que tengo una úlcera de estómago...
Conocía bien a su mundo. De esa manera, el que lo elogiara siempre podría añadir: "el
pobre, de todos modos, está bastante mal de salud". Siempre sería un alivio.
ESPERANZA
Las voces surgían del interior de una tumba; más aún, se podía ver una mano que salía
al exterior por debajo de la losa medio removida.
El visitante dio una patada a aquella mano para que volviera a entrar en la tumba,
colocó bien la losa en su sitio y dictaminó:
De acuerdo; humor negro, broma macabra. Pero tiene su miga. Decimos que "mientras
hay vida, hay esperanza". En el terreno sobrenatural es claro. No debemos dar a nadie
definitivamente por muerto aunque no respire; ni siquiera si observamos durante
varios minutos que su encefalograma es plano. Siempre hay esperanza. Mucho más
cuando Cristo tiene como misión recomponer la caña cascada y reavivar la mecha que
todavía humea (cfr. Mt 12,20).
Falta de ideales
A veces te encuentras en la vida con gente joven que por dentro son auténticos viejos:
carecen de ideales, no encuentran nada a lo que entregarse, ninguna causa que valga la
pena, y parecen ya estar de vuelta de todo... sin que tampoco hayan ido previamente a
ninguna parte. Se podría ejemplificar con una pequeña anécdota. Un chavalín había
ido por primera vez en su vida a Granada y había tenido la oportunidad de conocer la
famosa Alhambra. Al regresar, su madre le preguntó:
Y el crío, quizá por darse cierto aire de haber ya visto mucho mundo, contestó:
-¡Bah! ¿Qué quieres que te diga? Una Alhambra como todas las Alhambras...
Se ahogaba
Acerca de su hija
El filósofo personalista Emmanuel Mounier sufre un duro golpe al saber que su hija
primogénita, que no cuenta más que con siete meses de edad, padece una encefalitis y
quedará para siempre como subnormal profunda. Pero la fe de este converso no
disminuye sino que madura y se refuerza. Al año siguiente, en 1939, movilizado,
escribe a su mujer Paulette: "Hace un rato, mientras caminaba por la carretera, he
intentado hacer cantar a mi corazón. No me costó mucho. Me bastó pensar que todo
sufrimiento, unido al de Cristo, pierde su desesperación... ¿Qué sentido tendría todo
esto si nuestra criatura no fuera más que un pedazo de carne deteriorada, un poco de
vida accidentada, y no esa pequeña blanca hostia que nos supera a todos, un infinito de
misterio y de amor que nos deslumbraría si lo viéramos cara a cara?" Y continúa: "Si no
hacemos más que sufrir (penar, resistir, aguantar) no podríamos soportarlo... No
pensemos en la enfermedad como algo que se nos sustrae, sino como algo que damos,
para no disminuir el mérito de ese pequeño Cristo que está en medio de nosotros".
También confiesa un día a un amigo que siente "una aguda y profunda tristeza, aunque
ligera y transfigurada; y, a su alrededor, una adoración, no encuentro otra palabra. (...)
Es una hostia viva entre nosotros, muda como la hostia y, como ella, resplandeciente...
Si el delicado extremo del alma del niño bautizado se pone en contacto directo con la
vida divina en el momento del bautismo, ¿cuál será el esplendor oculto en este
pequeño ser que no puede expresar nada a los hombres...? Françoise, hijita mía, eres
para mí la imagen de la fe".
Pasó por múltiples penalidades y cosechó no pocos fracasos, que a cualquier otro
habrían desanimado. Queda por encima de todo el mérito de sus libros, donde expone
las ideas que fue madurando a lo largo de los años. La obra más famosa tiene un título
bastante original: Cómo Gertrudis enseña a sus hijos (1801), y curioso, porque consiste
en quince cartas al librero Gessner, en las que para nada trata de Gertrudis ni de sus
hijos (!), pero ahí están los principios que guían su visión de la educación.
Muere el 17 de febrero de 1827 en Brugg. Pocos días antes ha escrito estas líneas que
suenan amargas, pero que la historia ha desmentido: "No me importa morir; muero a
gusto porque estoy cansado y desearía por fin encontrar reposo; pero haber vivido,
haberlo sacrificado todo y no haber alcanzado nada, ver mi obra arruinada y bajar con
ella al sepulcro es horrible".
ESPÍRITU SANTO
Eso dicen de Santa Juana de Chantal, y debía ser, además de experiencia de la vida y
sentido común, un don del Espíritu Santo. Veía hasta lo más profundo de las almas y le
bastaban pocos minutos de conversación para lograrlo.
-¡Qué va! Lo único que hace es ponerle amor y calor a lo que dice.
-A mi suegra le aconsejó que se reconciliara con su hijo para que volviera por el buen
camino.
-Bueno -terminó por aceptar el otro-. Pero lo que no hiciste fue ir a curar las llagas de
mi suegra, como hizo ella, cuando estuvo enferma.
EUCARISTÍA
Descubrió el firmamento
Se disfruta con una breve anécdota contenida en un artículo de J.L. Martín Descalzo:
"Hay estrellas". Nos habla de una niña de unos tres años -una sobrinilla- que llevaron
al pueblo de los abuelos por vez primera. La cría se asombraba con todo lo que jamás
había visto en la ciudad: el corral, con sus gallinas y conejos, los animales de la
cuadra... Pero lo más extraordinario vino por la noche. Tomó a su madre por la manga
y no cesaba de insistir: "¡Ven, ven, ven!". La mujer se dejó guiar por la criatura hasta el
patio. Allí la pequeña levantó su manecita hacia el cielo, y "desde la cima de la oratoria,
decía una sola palabra: ¡Mira!"
La niña había visto por primera vez en su vida el maravilloso espectáculo de las
estrellas. Con ese "¡mira!" estaba dicho todo. La pluma de Martín Descalzo se recrea:
"Arriba ardía la pedrería de un cielo milagroso y estrellado que sólo puede verse
algunos días de verano en los pueblos de Castilla".
Para algunas cosas no deberíamos nunca perder esta capacidad de admiración propia
de los niños. A lo mejor, miramos extasiados durante una hora a una máquina que
transforma un montón informe de carne en salchichas, pero no nos asombramos, por
la rutina que nos invade, ante la maravilla de una Eucaristía que nos "trae" a Cristo,
todos los días y en cualquier parte del mundo.
Bolsena
El gran pintor italiano Rafael recibió el encargo del Papa Julio II de pintar una estancia
del Vaticano bien famosa: la Stanza de Heliodoro. Hay entre los frescos uno dedicado a
un milagro eucarístico muy conocido: "La Misa de Bolsena".
¿Cuál es la historia que inspira la pintura del artista de Urbino? Corría el año 1263,
cuando un sacerdote de Bohemia que estaba de paso por aquella localidad, al celebrar
la Santa Misa en la iglesia de Santa Cristina, sintió muchas dudas sobre la presencia
real de Cristo en la Eucaristía; no acababa de aceptar que las palabras de la
consagración pudieran obrar el milagro de la transustanciación, es decir, la admirable
conversión de la sustancia del pan en el Cuerpo del Señor y de la sustancia del vino en
su Sangre, como cree y enseña la Iglesia. En ese momento vio, atónito, cómo los
corporales sobre los que celebraba la Eucaristía se empapaban de la Sangre de Cristo.
Los presentes también quedaron estupefactos. Enseguida llevaron los corporales hasta
la cercana Orvieto, porque allí se encontraba el Papa Urbano IV (su pontificado tuvo
lugar entre el 1261 y el 1264). Este hecho animó al Pontífice a instituir la fiesta del
Corpus Christi, que ya había comenzado a celebrarse por aquellos años en Flandes.
Luz en el alma
-Porque Jesús es Dios y Dios creó la luz. Entonces cuando comulgas, el alma se pone
amarilla de luz...
Doy fe de que el relato es tal como lo narro: la madre de Javi, Lourdes Rivero, sale
garante de la exactitud de la anécdota.
El Rey de reyes en carroza
La carroza real se detiene y, con ella, toda la comitiva. Los soberanos descienden e
invitan al sacerdote a que ocupe el medio de transporte: le corresponde al Rey de reyes.
Un lacayo cierra la puerta y el carruaje reinicia la marcha. Detrás, a pie, van los
monarcas y todo el séquito en respetuoso silencio. Y así llegan al número 2 de la calle
Costanilla de los Ángeles. Suben los monarcas hasta la misma habitación de la
enferma, Carmen Enrile, en cama por las complicaciones de un reciente parto, y asisten
a la ceremonia ante la conmoción de la buena mujer y de toda la familia, que no acaban
de creerse que está en su casa la misma reina María Cristina acompañando al Señor.
Portador de Dios
Un gran servicio
Su única Misa
Lo cuenta un obispo polaco que conoció los horrores de los campos de concentración
nazis durante la segunda guerra mundial. Mons. Majdanski era todavía seminarista,
primero en el lager de Sachsenhausen, después en uno de los más tristemente famosos,
el de Dachau.
Karl Leisner, diácono alemán, enfermo de tuberculosis -ya lo estaba cuando fue
arrestado-, se encontraba en fase crítica a finales de 1944. El Obispo de la diócesis
francesa de Clermont-Ferrand, Gabriel Piguet, también prisionero en el campo, tras
haber obtenido secretamente los permisos oportunos, administró el presbiterado a
aquel hombre que se moría irremisiblemente. El nuevo sacerdote celebró su primera y
última Misa el día de San Esteban, el 26 de diciembre de 1944. Mons. Majdanski lo
recuerda "atlético, tenaz y devoto"; también dice de él: "Era la viva imagen de las
palabras de San Pablo: Trabaja conmigo como un buen soldado de Cristo Jesús (2 Tim
2,3)". Con cuánta emoción se preparó y celebró aquella única Misa de su vida, que
venía a ser como la síntesis de todo su amor al sacerdocio y a Cristo-Sacerdote; qué
mejor preparación para ir al encuentro del Señor; no necesitó escuchar aquello de San
Juan de Avila: "de mucho tendrá que dar cuenta", porque ya lo sabía y muy bien (cfr. J.
Eugui, Nuevas anécdotas y virtudes, nº 98).
El hijo sacerdote, con cariño, hizo todo lo posible por disuadirla de esa idea:
-Madre, estamos en pleno invierno, hace un frío tremendo, los caminos están helados,
puedes caerte, tu salud no anda nada bien; no estás en absoluto obligada por el
precepto dominical...
-Hijo mío, tú eres sacerdote y parece que no soy yo quién para darte lecciones sobre
esta materia, pero si supieras de verdad qué es la Misa, no me dirías nada.
Sin prisas
Un sacerdote recién ordenado, allá por el año 1927 fue destinado a África como
capellán auxiliar del Hospital Militar de Alcazarquivir. Cuando celebraba la Santa Misa
algunos militares se quejaban de que era demasiado larga:
-Páter: ¡nuestro deber es dedicarle a esto todo el tiempo que sea preciso!
-Ya comprendo... ¿Y ustedes quieren que yo, que tengo el de celebrar bien la Santa
Misa, no cumpla con el mío?
A diario
El bar tiene para mí su historia. En más de una ocasión oí contar al Beato Josemaría
Escrivá un recuerdo de su época de recién llegado a Zaragoza, allá por el año 1920,
para hacer los estudios sacerdotales. Un día en que pasaba por delante del local, vio
que dentro estaba un famoso torero. Algunos niños se acercaban a aquel personaje
popular, y uno de ellos exclamó exultante:
Como un imán
Santa Micaela del Santísimo Sacramento (1809-1865) ha hecho honor al nombre que
adoptó para su vida de mujer consagrada Dios. La fundadora de las Adoratrices yace
enterrada entre dos sagrarios: el de la iglesia de sus monjas en Valencia y del camarín
de la Santa, que está detrás. Falleció en la ciudad del Turia asistiendo a los apestados.
Escribe en su Autobiografía: "El día de Pentecostés (23 de mayo de 1847) sentí una luz
interior y comprendí que era Dios tan grande, tan poderoso, tan bueno, tan amante, tan
misericordioso, que resolví no servir más que a un Señor que todo lo reúne para llenar
mi corazón...
No deseo nada, ni me siento apegada más que a Jesús Sacramentado. Pensar que el
Señor se quedó con nosotros me infunde un deseo de no separarme de Él en la vida, si
ser pudiera, y que todos le sirviesen y amen. Seamos locos de amor divino y no hay
que temer".
Y también escribe estas bellas palabras: "Siempre entro en el Sagrario para hacer la
oración más cerca del Señor, y aunque esté lejos y de camino, parece que tiran de mi
corazón al ver una torre de iglesia".
Mártir de la Eucaristía
Al triunfar en China la revolución comunista, allá por el año 1949, fueron no pocos los
cristianos que conocieron la persecución e, incluso, el martirio por la fe que se les
quería arrebatar brutalmente. En una escuela parroquial regentada por el P. Fransén,
los soldados mandaron a los niños que tirasen al suelo cualquier estampa religiosa que
poseyeran.
Recién convertido
EXAMEN
Búsqueda inútil
Se cuenta la historieta de un borracho que andaba buscando con mucho empeño un
objeto bajo una farola. Lo vio un policía y, atento y solícito, se interesó por lo que había
perdido. El individuo contestó:
El buen guardia se puso a buscar también, pero al cabo de un rato ya estaba algo
extrañado:
-Verá, no fue exactamente aquí; fue más atrás; pero es que allí está demasiado oscuro.
Estar en la inopia
El caballero viudo era más raro que un esquimal en las islas Hawai. Que si hacía frío;
que si lo querían matar de calor; que a ver qué desconsideración provocar corrientes de
aire todo el día: que lo iban a matar a resfriados, pero claro, a los demás qué les
importaba de él, todos a lo suyo en aquella casa; que si la comida estaba fría, o salada,
o sosa, o excesivamente caliente: ¿es que querían abrasarle el esófago? La hermana se
acabó hartando y convocó al consejo familiar para comunicarles al resto que ya no
aguantaba más, que les "traspasaba" el viudo ya mismo. Todos le hicieron saber que
había que tener paciencia y visión cristiana de la vida, que siguiera un poco más, con
mucha comprensión, porque, en efecto, era persona algo dificililla. Y siguió el viudo en
su casa.
Pasaron los años. Cuando el hombre estaba ya en el lecho de muerte, quiso hacer una
declaración que le tranquilizara la conciencia antes de presentarse ante el tribunal
divino, y manifestó a todos los presentes, que se quedaron verdaderamente
estupefactos, lo que sigue:
-No quiero morir sin antes haberos perdonado el que durante estos años hayáis hecho
todo lo posible por amargarme la existencia...
La "contabilidad" en Salem
En otoño de 1951, cuando contaba con trece años de edad, Sofía, la futura Reina de
España, es enviada por sus padres a un colegio de Salem, junto al lago de Costanza, en
el estado alemán de Baden-Wurtenberg. El colegio -recuerda Doña Sofía a la periodista
Pilar Urbano- era exigente en lo que a disciplina se refiere.
Minas a la deriva
Escuchaba yo con interés el relato del oficial que había participado en misiones de
control de una zona del mar durante la llamada Guerra del Golfo. Contaba que el
mayor peligro para su fragata no estaba en un posible encuentro con buques enemigos,
sino en las pequeñas minas que andaban a la deriva por aquella zona; eran tan
pequeñas que los aparatos normales para detectarlas no eran del todo seguros; así que
no había más remedio que situar a un marinero en la proa, provisto de prismáticos,
para que barriera con su vista el agua. El marinero, por la cuenta que le traía -sería el
primero en saltar por los aires si chocaban con una mina-, se esforzaba por escrutar
cada metro cuadrado de agua...
-Era agotador. Por eso, había que relevarlos cada diez minutos...
FE
Lo único importante
Por aquel entonces declaraba al periodista Miguel Álvarez, para la revista "Telva", año
1983, respondiendo a la pregunta "¿a qué es fiel, don Claudio, a estas alturas de la
vida?" (y quede claro que esas "alturas" eran nada menos que noventa años):
-Yo, a lo que soy fiel, por encima de todas las cosas, es a lo que me enseñó mi madre.
Soy católico, apostólico y romano. En esa fe he vivido y en ella quiero morir. Mi única
preocupación en estos momentos es salvarme.
Sin sol
Si el lector tiene la suerte de poder darse un buen paseo por la Ciudad Eterna, ahí tiene
para recorrerla el viale della Regina Margherita, amplísima avenida que, arrancando de
piazza Buenos Aires, le acercará al Campo de Verano, a la basílica de San Lorenzo, etc.
La cruzan vías tan importantes e históricas como la Salaria y la Nomentana. Pues allí,
en una villa, te asomas un poco a la reja de la entrada y observas la fachada; ves un
reloj de sol y una inscripción: "Tú sin fe eres como yo sin sol". O sea, una inutilidad de
persona.
Mártires de la fe
-Una perra puede amamantar a sus cachorros, y una madre no puede tener a su hijo en
casa. Sois más feroces que los tigres".
Descristianizar a conciencia
Suprimen el domingo, por ser día de contenido cristiano, y quieren acabar con todas
las festividades religiosas que han marcado la vida del país hasta entonces durante
siglos. El día de Todos los Santos se convierte en el día de la escorzonera (un tipo de
hierba); Navidad, el día del perro; Epifanía, el del bacalao; la Candelaria, el del nogal; y
para qué seguir...
Al mismo tiempo surgen las fiestas revolucionarias con un talante que produce rubor.
Después de celebrar la Fiesta de la Razón en Notre-Dame, vienen una serie de
inauguraciones de templos de la Razón con sus correspondientes festividades. Hay
hasta procesiones. En muchos lugares se organizan cortejos cívico-militares. La gente
sale de la ciudad, con acompañamiento de la guardia nacional, que porta armas y
tambores, luego viene el carro de la diosa arrastrado por chicos y chicas jóvenes. La
procesión llega hasta el árbol de la Libertad, al que rodea tres veces, volviendo a
continuación al punto de partida, que suele ser el local de la sociedad popular.
El que fuera presidente de los Estados Unidos, el republicano George Bush, sucesor de
Ronald Reagan, refirió en cierta ocasión un viejo recuerdo de sus viajes a Moscú.
"Quiero contarles una anécdota de la que fui testigo hace muchos años, cuando asistía
a los funerales por el líder soviético Breznev. La ceremonia se estaba desarrollando con
tal precisión militar que se tenía una sensación de vacío y de frialdad. Soldados
marchando, cascos metálicos y la habitual retórica marxista; ninguna oración o himno
de consuelo, ninguna referencia al nombre de Dios.
Los dirigentes soviéticos habían ocupado sus lugares en las murallas del Kremlin,
mientras la familia del difunto escoltaba silenciosamente el féretro hasta su última
morada. Desde mi sitio, pude ver a la señora Breznev acercarse al ataúd para darle su
última despedida y, allí, en el corazón frío y gris de ese estado totalitario, ella depositó,
entonces, un crucifijo sobre el pecho de su marido. Me quedé impresionado. Ese
sencillo gesto me hizo comprender que decenios o siglos de leyes antirreligiosas no
pueden destruir jamás la fe y la fuerza interior en el corazón de todos los hombres".
El Beato gitano
Gran novedad. El día 4 de mayo de 1997 es beatificado en Roma el primer caló de la
historia que sube a los altares: Ceferino Giménez, apodado "el Pelé", asesinado en
Barbastro en agosto de 1936.
El hombre no sabía leer ni escribir. Pero era honrado como nadie y buen cristiano.
Asistía a Misa a diario. En su hogar se rezaba todos los días el rosario.
Fue suficiente para que lo detuvieran y, al encontrar en sus bolsillos un rosario, para
que lo encarcelaran. Un miembro del comité que lo juzgaba, conocedor personal de "el
Pelé" y admirador de su honradez, le recomendó, para salvarle la vida, que disimulara
sus convicciones. Pero Ceferino no aceptó el consejo. En la madrugada del dos o tres de
agosto fue fusilado en compañía de varios sacerdotes, religiosos y laicos. Murió
gritando: "¡Viva Cristo Rey!".
J. A. Sayés (Razones para creer) expone una anécdota imaginaria bastante ilustrativa.
Habla de unos amigos que han escalado un montaña que hasta entonces se creía
inexpugnable, aunque la verdad es que los deportistas hallaron en la cumbre un
buzón, el nombre del club que lo colocó allí e, incluso, la fecha de su establecimiento, y
dentro una tarjeta. Una vez sufrido el chasco de no ser los primeros, deciden ocultar la
verdad y regresan para dar la noticia de la nueva conquista. Son entrevistados por la
televisión, tras un recibimiento triunfal, y dan todo tipo de detalles sobre las
dificultades de la escalada, la clase de alimentación que han empleado, medios
técnicos, etc., hasta que un entrevistador, con un poquito de ironía en la voz, pregunta:
-Sí, claro que lo había, pero hay que tener en cuenta que por encima pasan varias rutas
aéreas. Esto explica que a algún avión se le cayó una puerta metálica que, poco a poco,
por evolución, se convirtió en un buzón montañero. Sí, eso creemos que pasó.
-Pues la casualidad...
Henri Bergson
Fueron los místicos los que llevaron al ilustre filósofo judío Henri Bergson (1859-1941)
a una activa preocupación religiosa, como él mismo reconoció, llegando incluso a una
virtual aceptación del cristianismo. Dirá en una ocasión: "No es profundizando las
pruebas clásicas de la existencia de Dios como he llegado a Dios. Comprendo ahora
que esas pruebas pueden confirmar, precisar, una convicción una vez obtenida. Pero la
convicción no se obtiene así. Santa Teresa, San Juan de la Cruz me hicieron comprender
ese estado indefinible, estado de alegría: el sentimiento, que no puede ser ilusorio, de
una comunión o contacto con la divinidad..."
Hablando de sumandos
Con buen humor y no menos sentido sobrenatural, solía repetir Santa Teresa: "Teresa
sola no puede nada; Teresa y un maravedí, menos que nada; Teresa, un maravedí y
Dios, lo puede todo" (cfr. A. Ruiz, Anécdotas teresianas). Algo parecido viene a leerse
en Camino: "En las empresas de apostolado está bien -es un deber- que consideres tus
medios terrenos (2 + 2 = 4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna, con
otro sumando: Dios + 2 + 2..."
Estaba San Juan Bosco ilusionado con la idea de levantar un gran santuario en honor
de María bajo el título de Auxiliadora de los cristianos. Tuvo una noche un sueño y en
él la Virgen Santísima le animaba a seguir su labor con los muchachos, le invitaba a
poner en Ella su confianza a pesar de las dificultades y, finalmente, le señalaba dónde
quería que se hiciera el gran santuario (en la ciudad de Turín).
El problema era que no había una moneda en caja, cosa nada rara. Don Bosco se lanzó
con audacia a pedir dinero a todo el mundo, empezando por las autoridades. Hizo
llegar a miles de personas circulares solicitando apoyo económico. No faltó quien le
criticó diciendo que estaba loco, o quien pensó que iba a fracasar estrepitosamente; por
ejemplo, un sacerdote compañero suyo hizo esta afirmación:
-El día en que levantes un templo como el que dices, yo me comeré un perro crudo.
A los tres años el templo se abrió al culto y el amigo pidió al Santo que le dispensara
del compromiso, pero este último, con su habitual buen humor, decidió no dispensarlo
y lo llevó a una confitería para que tomara un dulce en forma de perrito.
Todos se lanzan a romper el ladrillo con la ilusión de que contenga algo dentro... pero
es que el buen cura había tomado al pie de la letra lo del ladrillo y, efectivamente,
enviaba ¡un ladrillo!
Francos suizos
Existía en el barrio del Parioli un edificio muy adecuado, ocupado por la Legación de
Hungría ante la Santa Sede, aunque a partir del 1947 ya no había relaciones
diplomáticas entre Hungría y el Vaticano. Tenía un buen jardín que se podría
aprovechar para levantar nuevas edificaciones. Era lo que hacía falta. El problema,
como de costumbre, era el dinero para adquirir el inmueble y después pasar a las obras
pertinentes. Pero si Dios le pedía algo, el Fundador no se iba a detener ante los
obstáculos.
-¡No nos importa nada! Nosotros no tenemos ni liras, ni francos... Y al Señor le es igual
una moneda que otra.
Había que confiar en el Señor y mucho. Después, al pedir a sus hijas del Opus Dei en
Roma que recen por el asunto, les dirá, con un guiño de pillería:
FELICIDAD
Refrán japonés
He leído que los japoneses tienen el siguiente dicho: "Si quieres ser feliz unas horas,
emborráchate; si quieres ser feliz unos días, mata un cerdo; si quieres ser feliz un año,
cásate; si quieres ser feliz toda la vida, hazte jardinero".
Se entiende que los nipones, tan sensibles para la naturaleza y tan amantes de cuidar
pequeños y primorosos jardincillos, destaquen las muchas satisfacciones que puede
reportar el cuidado de las plantas. Pero en un terreno superior, es claro que la auténtica
felicidad la da Dios, y ya en esta vida. El Beato Josemaría Escrivá parafraseaba alguna
vez a San José de Calasanz (aquello de "si quieres ser santo, sé humilde...") y decía: "Si
quieres ser feliz, sé santo; si quieres ser más feliz, sé más santo; si quieres ser muy feliz
-¡ya en la tierra!-, sé muy santo".
Luis Ángel es un niño formidable. Nace en 1980 y al poco tiempo se enterarán sus
padres de que tendrá que vivir toda su vida en una silla de ruedas, porque es
hipotónico, es decir, carece de fuerza muscular (en un primer momento los médicos
creen que morirá rapidísimamente, y, contra pronóstico, alcanza la edad de quince
años, que es cuando fallece en su Palencia natal). La lectura de lo que fue la existencia
de Luis Ángel, con todo el conjunto de penalidades que son fáciles de imaginar, y el
ejemplo de sus padres y familiares, produce admiración y conmueve.
-¡Qué maravilloso es vivir! ¡Es lo mejor que nos puede haber dado Dios! La vida es el
mejor regalo que nos pueden hacer. Mi vida, a pesar de estar en una silla de ruedas, es
también el mejor regalo. A pesar de que algunas personas digan: ¡pobrecillo! ¿Qué
saben ellas lo feliz que soy?
-Para quienes tuvimos la suerte de conocerlo o tenerlo cerca, sus huellas nunca se
borrarán en nuestras vidas y su vida no habrá pasado en vano. Como él diría, ni fue
minusválido; como podemos decir nosotros, fue super-válido. Fue un tesoro que no
cambiaríamos por toda la ciencia ni por todo el oro del mundo.
El reflejo de la luna
Uno de los grandes de la música ligera italiana -Domenico Modugno-, ganador de más
de un festival de San Remo, autor de temas inolvidables como "Volare", "Piove", "Tu sí
na cosa grande pe me"..., relata en una de sus más famosas canciones la siguiente
historia. Un muchacho va recorriendo la orilla del río Tíber -il Tevere- en Roma. Es de
noche. Va por el popular barrio del Trastevere, herido de amores, con el corazón en
carne viva. De repente, ve sobre la superficie del agua un disco de plata brillantísima,
y, cegado por su fulgor y perfecta redondez, acaba por lanzarse sin pensárselo dos
veces al río. En el instante mismo de alcanzar el objeto que le ha subyugado el ánimo,
el disco se rompe en mil pedazos: se trata tan sólo del reflejo de la luna en el Tíber.
Allora, allora ho capito tante cose... ("Entonces, entonces he comprendido tantas
cosas"...)
FILIACIÓN DIVINA
La gran tragedia
Esta es la gran tragedia: perder de vista la condición de persona, de ser hecho a imagen
y semejanza de un Dios personal, y el haber sido llamado a ser hijo de Dios, imagen del
Hijo, imagen de quien es "imagen del Dios invisible" (Col 1,15); es olvidar la propia
dignidad.
Construir bien
Una ciudad perdida, a unos 2.300 metros de altitud, desconocida para los
conquistadores españoles, ésa es Machu Pichu, ciudad sagrada de los incas. La
descubre el 24 de julio de 1911 el doctor Hiram Bingham, que va al frente de un grupo
de especialistas en topografía y biología.
Sorprenden los grandes bloques de piedra, unidos unos con otros... No son lisos, sino
con superficies curvas, helicoidales, que se juntan con otros exactamente iguales. Los
incas emplearon la misma técnica antisísmica que los modernos arquitectos. Y ahí está,
con el pasar de los siglos, en aquel territorio tan propicio para el terremoto, la ciudad
incaica.
Para el cristiano, el fundamento sólido, lo que le mantiene en pie aunque le sacuda la
vida espiritual algún terremoto, es el saberse hijo de Dios. Un fundamento a prueba de
vaivenes y movimientos sísmicos. Y es bien antiguo: como el mismo Evangelio.
Dead man walking, en castellano, "Pena de muerte", es una excelente película que
plantea la lucha de un hombre por evitar la muerte a la que ha sido condenado y su
aceptación final. Mathew Poncelet -encarnado por el actor Sean Penn, premio Oso de
Plata en el festival de Berlín de 1996- ha sido condenado a la pena capital por doble
asesinato y violación. Poco antes de que se cumpla la sentencia, acude a una religiosa,
la hermana Helen -Susan Sarandon, Óscar a la mejor actriz en 1996- para que le ayude
a conseguir una conmutación de la pena capital por cadena perpetua. La religiosa
batalla cuanto puede por salvarle de la inyección letal, pero no logra impedir la
ejecución; en cambio, sí obtiene de Mathew el arrepentimiento y el acercamiento a
Dios. Uno de los momentos más impresionantes de la película es cuando la monja le
recuerda que es hijo de Dios. Se ve cómo el rostro de Mathew se ilumina. Comenta con
emoción:
-Es la primera vez en mi vida que me llaman hijo de Dios. Hasta ahora me habían
llamado hijo de muchas cosas..., pero ¡hijo de Dios!
A la hora de la muerte
El día 6 de agosto de l978 fallecía el Papa Pablo VI. Había asistido en su habitación de
Castelgandolfo, desde la cama, a la Santa Misa oficiada por su secretario Mons.
Pasquale Macchi. Se sintió muy mal, Recibió consciente y sereno la Unción de los
enfermos. Los que acompañaban al Pontífice rezaban sin cesar y él contestaba a las
plegarias. Cuando su voz empezó a no ser clara, el Cardenal Secretario de Estado pidió
a Mons. Macchi que escuchara al Papa por si éste tenía algo especial que decir. Arrimó
dos veces su oído a su boca y siempre escuchó lo mismo: Pater noster qui es in coelis.
No quiso Pablo VI en ese instante pronunciar frases transcendentales. Todo su espíritu
era diálogo con Dios, ya nada más le interesaba. Sólo decía: "Padre, Padre nuestro que
estás en los cielos"... La oración de un hijo, la oración de un cristiano.
El célebre Dr. Nathanson, médico americano que ha pasado de ser uno de los más
destacados abortistas de su país a convertirse en un gran defensor de la vida, se
adhiere a la fe católica y recibe el bautismo. El proceso de su conversión lo relata en un
libro autobiográfico titulado La mano de Dios. Procede de una familia judía sin fe
religiosa. ¿Qué idea tenía de Dios? "Mi imagen de Dios era -concluyo al reflexionar
sobre ella al cabo de seis decenios- la figura amenazadora, majestuosa y barbuda del
Moisés de Miguel Ángel. Sentado en lo que parecía ser su trono, considerando mi
destino y a punto de lanzar su juicio inexorablemente condenatorio. Así era mi Dios
judío: terriblemente despótico e implacable".
Cuando cumplía el servicio militar en la Aviación, leyó para matar el tiempo un libro
sobre la Biblia. Allí descubrió que la imagen del Dios justiciero que se había formado al
leer parcialmente el Antiguo Testamento era falsa y comprendió que "el Dios del
Nuevo Testamento era una figura amable, clemente e incomparablemente cariñosa. En
ella iría después a buscar, y al fin encontraría, el perdón que por tanto tiempo y tan
desesperadamente he deseado".
Todavía no había llegado ni mucho menos a la conversión, pero ese paso iba a resultar
un gran avance.
Preguntas al Nobel
Narciso Yepes refiere con sencillez a una periodista que él disfruta, goza de verdad,
con la música, compartiendo con el público emociones estéticas; pero no busca el
aplauso; es más, cuando llega la ovación, se sorprende siempre. Y añade una
confidencia muy especial:
-Y le confesaré algo más, casi siempre, para quien realmente toco es para Dios.
Dice "casi siempre" porque alguna vez puede distraerse. La entrevistadora hace una
pregunta curiosa:
-¡Le encanta! Más que mi música, lo que le gusta es que yo le dedique mi atención, mi
sensibilidad, mi esfuerzo, mi arte... mi trabajo. Y, además, ciertamente, tocar un
instrumento lo mejor que uno sabe, y consciente de la presencia de Dios, es una forma
maravillosa de rezar, de orar. Lo tengo bien experimentado.
En la lápida hay, por voluntad del ilustre músico, una inscripción, que es esta simple
frase: "Sólo a Dios el honor y la gloria".
FORMACIÓN
Se trata de un dicho de sabiduría oriental muy citado, y es razonable que así sea por la
enseñanza que encierra: "Si das un pez a un hombre, lo habrás alimentado un día. Si le
enseñas a pescar, se alimentará toda la vida". En efecto, hay remedios que remedian
poco, e invertir en formación es invertir con eficacia. El personaje a quien se atribuye
esta máxima -Kuant Tsu- también la expone algo más desarrollada: "Si tus proyectos
son para un año, siembra grano. Si son para diez años, planta un árbol. Si son para cien
años, instruye al pueblo. Plantando un árbol, recogerás diez veces. Instruyendo al
pueblo, recogerás cien veces".
La mayor fortuna
Un día está dando una clase sobre las Confesiones de San Agustín a universitarios de
primer curso, y nota en ellos una cara de perplejidad cada vez que nombra la palabra
"Encarnación", que le deja no menos perplejo. El supone que conocen el significado del
término, porque el college es católico y la mayoría de los muchachos provienen de
escuelas católicas, pero ante la duda decide pedirles que escriban en un papel qué
significa "Encarnación". Resultado: de un total de 64 estudiantes, sólo hay cuatro
respuestas que se acercan al significado de "el Verbo se hizo carne". De los 64, 54
provienen de escuelas católicas, y, para más asombro, 2 de los que han respondido bien
vienen de la enseñanza pública.
Hay un alumno que escribe lo siguiente: "Era el nombre de mi escuela, pero nunca me
dijeron qué significaba". Todos habían recibido enseñanza de religión en sus centros de
origen. Pero, ¿de qué les hablaban? La respuesta es la siguiente: de las diversas
religiones, de cuestiones de justicia social en Latinoamérica, de la pobreza, del racismo
-cosas importantes, sin duda-, pero nadie recordaba haber recibido un curso de
doctrina cristiana básica.
Aquí mismo
Tampoco hace falta ir tan lejos -a Nueva York, como en la anterior anécdota- para
descubrir situaciones de escasa enseñanza religiosa en clases de religión. A un
sacerdote de parroquia de ciudad española le llamaba la atención la ignorancia supina
de los chavales; en general no habían pisado una catequesis, ni la iglesia, desde la
época de la primera comunión. Intentó hacer una cierta labor formativa, pero encontró
en los muchachos una actitud más bien contraria; lo curioso del caso es que
argumentaban, para no acudir a la catequesis que se les ofrecía, que ya tenían clases de
religión en el colegio. ¿Pero cómo eran tan ignorantes? La respuesta a este interrogante
se la ofreció uno de los chicos, cuando le preguntó por qué estaba tan contento el día en
que había clase de religión. No es que fuera una asignatura amena:
-No. Lo que pasa es que le armamos tanto jaleo a la profesora de religión, que
enseguida se pone histérica y se va llorando. Y de esta forma tenemos una hora más de
recreo.
FORTALEZA
Se olió la tostada
Cuando se trata de organismos vivos, hay que saber esperar a que se desarrollen de
acuerdo con las leyes que rigen su vida; o sea, ejercitarse en la virtud de la paciencia.
Pretender acelerar su ritmo con violencias y brusquedades no suele conducir a
resultados positivos. Y lo mismo pasa con la mejoría de las personas: conviene dar
tiempo al tiempo; quien está inmerso en actividades apostólicas o elabora planes
pastorales, bien pronto adquirirá esta elemental experiencia.
Volviendo al ejemplo de los organismos vivos: los vegetales no crecen más rápidos por
el mero intento, poco afortunado, de que se nos ocurra tirar de sus ramas o de sus
brotes. Hay un viejo cuento chino (de Meng Ko, cuatro siglos antes de Cristo) en que se
refiere que un campesino andaba poco satisfecho con el crecimiento de sus plantas en
los campos que había sembrado, y, en vista de ello, se dedicó a dar a cada una un tirón,
y se volvió para su casa agotado del trabajo.
El hijo mayor, que se "olió la tostada", partió como un rayo hacia los sembrados y
encontró todas las plantas muertas.
Otra cosa es desbrozar el terreno, regar en los momentos oportunos y abonar. Por
cierto, que la eficacia del abono de estiércol (el "cucho", del latino cultum, como se le
llama en algunas regiones: Asturias, sin ir más lejos) bien la predica el dicho popular:
"con cuatro cosas logra el labrador coger mucho: cucho, cucho, cucho y cucho". No es
difícil encontrarle al refrán una aplicación ascética. Desbrozar, abonar y sembrar;
apoyar el crecimiento... y paciencia.
Anuncio de gestoría
Sin lugar a dudas, uno de los aspectos que definen en qué consiste la virtud de la
fortaleza es la capacidad de lanzarse con audacia a empresas que merecen la pena. El
que se "arruga" ante los obstáculos es débil y no llega a ninguna parte. Cierta gestoría
se anunciaba en su publicidad de la siguiente manera: "Las cosas difíciles las resuelve
nuestra secretaria en el acto. Para lo muy difícil nos basta con cinco minutos. Con los
milagros tardamos un poco más".
Entre los hombres más ilustres de Inglaterra, tanto en el terreno militar como en el de
la política, hay que destacar al famoso Duque de Wellington, a quien también podemos
considerar noble español por haber alcanzado el título de Duque de Ciudad Rodrigo,
con grandeza de España -¡ahí es nada!-, por la liberación de esa ciudad, ocupada por
las tropas francesas, en la guerra de la Independencia. Nacido en Dublín en 1769,
alcanzará su mayor éxito militar como jefe de los ejércitos (Prusia, Rusia, Austria e
Inglaterra) que derrotaron a Napoleón en Waterloo el 18 de junio de 1815.
Fue en esta batalla, ocupando un lugar bastante expuesto al fuego enemigo, cuando su
ayudante de campo, a modo de advertencia, le dijo:
-General, ¿cuáles son sus órdenes para el caso en que caigáis muerto?
Y Wellington repuso:
El hombre intenta conmoverla de todas las maneras posibles, y para lograr derribarla
le dice que tenga compasión de él, que piense en sus hermanos, en su madre y en su tía
materna, y también, cómo no, en el niñito que está criando. Narra la propia Perpetua:
"me besaba las manos y se arrojaba a mis pies y me llamaba, entre lágrimas, no ya su
hija, sino su señora". Perpetua trata de animar a su padre con palabras muy
sobrenaturales, pero no consigue consolarlo. El hombre vuelve a la carga al día
siguiente, que es el del juicio, llevando en los brazos al hijito de Perpetua:
Y el procurador Hilariano, que tiene autoridad para condenarla, se une al consejo del
padre para que así salve la vida.
Albino Luciani, el futuro Papa Juan Pablo I, el Papa de la sonrisa, siempre tuvo una
salud muy delicada. Juan XXIII pidió al Obispo de Padua, Mons. Bortignon, el nombre
de un sacerdote idóneo para ponerlo al frente de la diócesis de Vittoro Veneto. La
respuesta fue que en Belluno había un sacerdote joven, un tal Luciani, que parecía que
de un momento a otro se iba a partir en dos...
Ya hemos visto a la Reina Sofía en su época de colegiala en Salem dentro del apartado
dedicado al "Examen". Fue una época en la que recuerda haber aprendido mucho en lo
referente al sentido de responsabilidad. Pero también es interesante ver cómo
considera la diferencia entre vivir en el colegio y estar en la corte de Grecia.
En Salem cabía alguna rebeldía, alguna protesta, alguna queja, alguna crítica. Pero en
Grecia -asegura- no había vía de escape posible, sino hacer en cada momento lo que
debía hacerse, y nada más:
-No cabían protestas. Yo era bien consciente de mis deberes como princesa, como
basilópes. Incluso, de los aburridísimos deberes de protocolo. A donde se me decía que
tenía que ir, iba. A donde me decían que no, no iba. Sabía que era la hija del rey. Y a
ello me debía, con ganas y sin ganas.
Cuento japonés
Hay un cuento que habla de tenacidad. De trabajo duro y constante. Es La historia del
pintor japonés.
El artista solicitó una suma cuantiosa. El comerciante, por su parte, estaba perplejo y
muy indignado.
Como única respuesta aquel pintor le pasó al gabinete y le mostró docenas de bocetos
de tigres en todas las posturas, tamaños y colores imaginables. Con una sonrisa le
explicó:
-Durante largos meses he trabajado día y noche en estos diseños para identificarme con
la naturaleza del tigre y alcanzar así la destreza necesaria para pintarlo en cualquier
actitud en pocos minutos. Ahora, pues, he de recibir el precio de mis largos ensayos.
El famoso general Prim, nacido en Reus (1814) y muerto en el atentado de la calle del
Turco (1870), como recuerda la vieja canción infantil, ha pasado a la historia, entre
otros motivos, por el valor y la serenidad que demostró en el campo de batalla. M.
Fernández Almagro, en su Historia política de España contemporánea, emite este
juicio: "héroe de temerario valor en los Castillejos, espíritu sagaz y hábil en la retirada
de México; conspirador sutil y tenaz; tribuno de personal estilo; voluntad flexible,
talento claro; previsor en el cálculo, resuelto en la acción". También podría haber
añadido algo el ilustre historiador sobre la decisión de llegar alto en la milicia, porque
la divisa de D. Juan Prim y Prats decía: "O faja o caja". Es decir, o llego a general (fajín)
o muero en el empeño (el ataúd).
El caso es que Lincoln padecía serios conflictos sentimentales. Con las mujeres era
tímido y tenía algo así como horror del matrimonio. Le costó comprometerse con Mary,
y en el último momento le dio miedo la boda y no acudió a la ceremonia; o sea, que
como suele decirse, la dejó compuesta. Pero Mary no era de las que se arredran.
Reprimió su indignación, se tragó el amor propio y esperó a que pasara la crisis.
Lincoln estaba con los nervios muy alterados y tuvo que retirarse a descansar. Pasó la
crisis, y Lincoln, todavía melancólico y desilusionado, regresó junto a Mary para
contraer matrimonio con ella.
Ciega y sordomuda
Uno de los ejemplos más formidables que se pueden poner de tesón lo ofrece, con su
conducta, la célebre Helen Keller (1880-1968), una mujer que, enseguida de nacer, a
causa de una enfermedad, queda ciega y sordomuda de por vida. Ayudada por una
gran maestra, la también famosa Anne Sullivan, consigue aprender a leer y escribir por
el método Braille. Pero con su voluntad férrea, la meta que se traza es lograr hablar. A
base de años de esfuerzos agotadores llega a hacerse entender.
GENEROSIDAD
El sultán sale una mañana rodeado de su fastuosa corte. A poco de salir encuentran un
campesino, que planta afanoso una palmera. El sultán se detiene al verlo y le pregunta
asombrado:
-¡Oh, cheikk (anciano)!, plantas esta palmera y no sabes quiénes comerán su fruto...
muchos años necesita para que madure, y tu vida se acerca a su término.
El sultán se admira de tan grande generosidad y le entrega cien monedas de plata, que
el anciano toma haciendo una zalema, y luego dice:
Una mañana iba yo por la pedregosa carretera cuando, espada en mano, llegó el rey en
su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento,
y me dijo:
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció
delante de mí, y me dijo:
Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la
sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba
sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó la cabeza y, como si me
conociera, me dijo:
Sabor a avaricia
Lo cuenta Amin Maalouf en su conocida novela León el africano. Entre Fez y Mequinez
hay una aldea que llaman La Vergüenza. ¿Por qué ese nombre tan poco honroso? Los
habitantes han sido siempre muy avaros, hasta el punto de que las caravanas de
mercaderes procuran pasar de largo.
Una vez el rey de Fez pasó por allí, cuando andaba a la caza de leones, y lo invitaron
con toda su corte. En su honor mataron algunos corderos. Además querían dar prueba
de generosidad y decidieron poner ante su puerta un odre lleno de leche para el
desayuno real. Los habitantes tenían que ordeñar sus cabras y aportar una porción de
leche para el famoso odre, pero cada campesino pensó que si rebajaba su aportación a
base de una buena dosis de agua, tampoco se iba a notar mucho. Al día siguiente, el
rey y su séquito tomaron un líquido transparente que no sabía más que a... avaricia.
Dimisión
La madre de San Juan Bosco, Margarita Occhiena, conocida como "Mamá Margarita",
fue una mujer extraordinaria, que se entregó en cuerpo y alma a ayudar a su hijo en sus
tareas apostólicas y caritativas. Durante años y años fue una verdadera madre para los
cientos de chicos que Don Bosco iba recogiendo y formando. Ante tan grandes trabajos
sólo tuvo un momento de desfallecimiento.
Un día se presentó en la habitación de su hijo para decirle que no podía continuar, que
se volvía a su aldea natal, Becchis, donde quería vivir y morir en paz. Los muchachos
no paraban de hacerle de las suyas; le tiraban por el suelo la ropa recién lavada y
tendida al sol; le había destrozado en sus luchas el huertecillo; rompían la ropa que
llevaban puesta; le quitaban cacerolas y peroles de la cocina para sus juegos... Ya no
podía más. Se iba.
Don Bosco (cfr. Memorias del Oratorio) no apartaba sus ojos de los suyos. La dejó
desahogarse. Luego le tomó las manos, se las juntó y, en silencio, le mostró el crucifijo
pendiente en la pared...
Deshizo el hatillo y continuó en su puesto de madre de la casa hasta el final de sus días.
El Beato Josemaría Escrivá, muy en los comienzos del Opus Dei, allá por los primeros
años 30, trabajaba como capellán de las religiosas agustinas recoletas del Patronato de
Santa Isabel. Él acostumbraba a pedir oraciones a muchas personas -sacerdotes,
enfermos...- por una intención suya, que no era otra cosa que la Obra que Dios le había
inspirado el 2 de octubre de 1928.
Cerca de la iglesia del Patronato solía situarse una mendiga para pedir limosna y Don
Josemaría se la encontraba habitualmente. Un día se acercó a ella y, como refirió
muchos años después, le dijo:
-Hija mía, yo no puedo darte oro ni plata; yo, pobre sacerdote de Dios, te doy lo que
tengo: la bendición de Dios Padre Omnipotente. Y te pido que encomiendes mucho
una intención mía, que será para mucha gloria de Dios y bien de las almas. ¡Dale al
Señor todo lo que puedas!
Al poco tiempo dejó de verla. Pero se la acabó encontrando en uno de los hospitales
donde acostumbraba por esa época a prestar servicios materiales y espirituales a los
enfermos.
-Hija mía, ¿qué haces tú aquí, qué te pasa?
Ella le miró sonriente. Estaba gravemente enferma. El sacerdote le indicó que al día
siguiente la encomendaría especialmente en la Misa para que se curara. La mendiga
respondió:
-Padre, ¿cómo no entiende? Usted me dijo que encomendase una cosa que era para
mucha gloria de Dios y que le diera todo lo que pudiera al Señor: le he ofrecido lo que
tengo, mi vida.
GRACIA
Catequesis en la vidriera
Después, bajando, tres cuadros inclinados como rombos, uno debajo de otro. En el
primero, un hombre ha sido derribado por unos ladrones que le dan estacazos: "Bajaba
un hombre de Jerusalén (ciudad de paz) a Jericó (pueblo de placeres, de corrupción)".
Los ladrones le atacan, le roban el oro que lleva (la gracia), su plata (los dones
preternaturales) y le dejan herido.
A la Madre Teresa de Calcuta siempre la recordaremos tan menudita, tan frágil, tan
arrugadita... Pero uno se pregunta de dónde sacó aquella mujer tanta fuerza para
acometer empresas como las que ella sacó adelante. Se lo preguntó de hecho una
periodista, y su explicación fue así de sencilla:
HUMILDAD
"Tú no eres"
Santa Catalina de Siena fue favorecida por Dios con muchos dones sobrenaturales,
como es de sobra sabido. Pero hay una enseñanza que Dios le da desde muy temprano
y que será como sólido cimiento de su vida cristiana y base sobre la que situar
cualquier don extraordinario, y es lo que Cristo le hace saber un día:
-Tú eres la que no es; y Yo, el que soy. Si tuvieres en el alma tal conocimiento, el
enemigo no podrá engañarte y escaparás de todas sus insidias y adquirirás sin
dificultad toda gracia, verdad y luz.
-A mí me parece que con un solo agujero grande habría bastante, porque por él
podrían pasar el grande y el pequeño.
Un filósofo modesto
Algo se ha hablado ya de Henri Bergson (v. "Fe", anécdota nº 133). El gran filósofo
francés gozó de un prestigio mítico entre los ambientes cultos; no sólo los estrictamente
filosóficos o científicos. Formaba parte de le tout Paris, y sus conferencias constituían
un verdadero acontecimiento social. Pero a Bergson no le hacía feliz ese éxito. Le
molestaba ser considerado como escritor u orador brillante. Se cuenta que un día, a la
salida de una conferencia, una dama le felicitó con estas palabras:
-¡Maestro! ¡Cuánto me ha hecho usted pensar!
A lo que él contesto:
Flexibilidad
Cuentan, como historia graciosa, que en un monasterio moría monje tras monje a causa
de una epidemia inexplicable. El médico había investigado la dieta alimenticia de la
comunidad y realmente era de un sobrio que espantaba: albondigón y berzas por toda
comida. Bueno, como alguna dieta había que imponer para atajar el mal, el médico
aconsejó que se suprimiera el albondigón, y eso es lo que propuso al abad: en adelante
y por una temporadita, sólo las modestas y poco nutritivas berzas.
El caso es que el buen abad consultó a la comunidad qué les parecía el plan del doctor.
Después de unas pacíficas deliberaciones, los monjes respondieron a su superior de
esta manera: "Que siga el albondigón y... ¡que caiga el que caiga!"
El lema "antes romperme que doblarme" (frangar, non flectar) es válido para cuestiones
referentes a la fe y a los principios morales, y para algunas -pocas- cosas más. En casi
todo podemos ser flexibles, y muchas veces es lo mejor que podemos hacer. El "caiga
quien caiga" y "de aquí no me muevo", no suele ser la solución ideal.
Proviene de una monja que poseyó mucho sentido común y no menos sentido
sobrenatural. Redactó una oración en la que solicitaba del Señor lo siguiente: "Señor, tú
sabes mejor que yo que me estoy haciendo vieja y que un día, pronto, yo estaré
incluida entre los ancianos. Guárdame del fatal hábito de creer que yo tengo algo que
decir a propósito de todo y en toda ocasión. Líbrame del obsesivo deseo de poner en
orden los asuntos de los demás".
Continuaba expresando otros deseos todos muy encomiables, y luego decía: "No me
atrevo a reclamar que me des mejor memoria, pero sí que me des una creciente
humildad y menos presunción cuando mi memoria se enfrente con la de los demás".
Caridad discreta
Se encuentra enferma, toda hinchada, incapaz de salir de casa, pero sabe que hay una
mujer viuda pobrísima, que tienen niñas y niños que saciar. Santa Catalina de Siena
hace un gran esfuerzo, se levanta y, cuando aún no ha amanecido y en su casa
duermen todos, sale con comida para aquella familia. De repente se siente ligera, pero
según avanza cada vez se le hace más pesada la carga de las provisiones y de la
enfermedad, hasta el punto de parecerle que ya no va a poder seguir adelante. Logra
llegar al tugurio arrastrándose como puede, descarga los víveres e intenta marcharse
sin que se enteren, pero hace ruido sin querer y despierta a la mísera ama de casa.
Catalina quiere huir y no tiene fuerzas. Entonces, se queja filialmente al Señor:
Fino olfato
La santidad auténtica arma poca bulla, es silenciosa, es discreta. Quién iba a pensar en
el "huracán de gloria" que aguardaba a Teresa de Lisieux en la Iglesia... Dos monjas de
su convento habían dicho, cuando ella vivía y pudo incluso oírlas, lo siguiente: "Es
muy buena, pero la madre priora se verá en un apuro para escribir algo cuando muera,
porque nada ha hecho digno de ser contado". ¡Que Dios os conserve el olfato!
F. Díaz Plaja (El español y los siete pecados capitales) cuenta dos chascarrillos para
ejemplificar lo dados que somos los hispanos a picarnos por asuntos de amor propio.
-¿Cobarde yo? -se mosqueó el soldado-. Pues ahora verás. Me tiro sin paracaídas.
Hubo uno que interrumpió al pelotón que lo iba a ejecutar, cuando ya apuntaban,
dando muestras de querer decir algo. El oficial preguntó qué quería, y el condenado
ironizó:
-No, sólo advertirle que el tercer fusil empezando por la derecha, tiene un taco en el
cañón y puede ocurrir una desgracia.
Un poco de objetividad
El rey Jorge V de Inglaterra (1865-1936) se daba un paseo por un lugar donde en otra
época -en el siglo XVII- el famoso Oliver Cromwell había combatido una importante
batalla. Y, andando por allí, se encontró con el herrero del pueblo. El monarca le
preguntó muy amigablemente:
-Oígame, buen hombre, me han dicho que por estos lugares ha habido una gran
batalla...
El herrero contestó a esa curiosidad real con una acento algo entrecortado por el apuro
que sentía:
-Es verdad, Majestad, el carpintero y yo nos hemos dado algunos puñetazos hace unos
días. Pero no podía imaginar que esta pelea hubiera llegado a los oídos del rey.
El escritor Oscar Wilde era hombre de gran ingenio y además le encantaba ejercer de
ingenioso; así se explica que solía tener frases originales para "dar y tomar". Por ese
motivo también le han adjudicado la autoría de bastantes que realmente no fueron
suyas.
-Sólo mi talento.
Dar coba
Parece ser que Juan Pablo II, con ocasión de visitar una parroquia romana, participó
con unos ancianos en una partida de bolos. Éste no es juego conocido en Polonia, así
que el Romano Pontífice no andaba muy ducho en la materia. Cuando le invitaron a
hacer una tirada, el Papa aceptó, aun a sabiendas de que iba a fracasar, pero la cosa era
dar gusto a aquellos buenos hombres. En efecto, lo hizo fatal. La bola iba por todos los
sitios menos por donde debía discurrir. Los presentes, a pesar de todo, aplaudieron con
entusiasmo. El Papa, burlón, se dio media vuelta diciendo:
-¡No den coba al Papa! Espero y deseo que ustedes jueguen mejor.
Reinar y servir
Pregunta Pilar Urbano a la Reina de España sobre la dignidad regia: ¿es más digno un
rey que cualquier hombre?
San Felipe Neri padeció en su casa de San Girolamo, en Roma, treinta años de malos
tratos por parte de algunos, pero no quería abandonarla ni ir al nuevo oratorio de la
Chiesa Nuova, por él fundado, donde vivían sus queridos hijos, que, lógicamente, le
invitaban a retirarse allí con ellos. Todo esto según el relato de San Alfonso Mª de
Ligorio, en Práctica de amor a Jesucristo.
¿Por qué se resistía al cambio de alojamiento? Porque no quería ser llamado Fundador
ni quería apartarse de un lugar donde podía alcanzar muchos méritos ante Dios. Y los
alcanzó sin duda.
Martirio en la sombra
Santa Rafaela María Porras, una de las fundadoras del Instituto de las Esclavas del
Sagrado Corazón de Jesús, fue desposeía de sus cargos por algunas religiosas de su
Congregación, tras haber estado al frente del Instituto, como Fundadora y Superiora
General, por espacio de dieciséis años. Para echarla, alegaron que se había vuelto loca.
Santa Rafaela vivió en esta situación dolorosa hasta el día de su muerte, sin
rehabilitación de ningún género. Según palabras de Pío XII en el día de su
Beatificación, fueron treinta y dos años de "aniquilación progresiva y de martirio en la
sombra".
Según su director espiritual, que ignoraba que la Madre Rafaela fuera la Fundadora,
conservó siempre ante estas contradicciones, una "serenidad de espíritu, manifestada
en su mirada límpida y en la característica sonrisa en sus labios".
No hubo en ella movimiento alguno de crítica. Es más; escribe a una religiosa esta
palabras: "Yo bendigo cada día más mi inutilidad; ojalá que acabe de lograr que nadie
se acuerde de mí".
Allá donde iba, San Juan de Ávila hacía que las iglesias acabaran por llenarse con el
deseo de las gentes de oír su predicación. A veces sus sermones tenían que celebrarse
en las plazas públicas.
En Écija se fue todo el mundo a escucharle a una iglesia de las afueras cuando
predicaba en la iglesia mayor otro clérigo. Por la tarde, éste último, que estaba
francamente dolido en su amor propio, se encontró con el P. Maestro Juan de Ávila en
una plaza y se fue hacia él como un león profiriendo todo tipo de improperios; le
llamaba ante todo el mundo "hipócrita, fingido, engañador y alborotador del pueblo",
según narra la Historia de Córdoba de Alonso García de Morales. El Santo se arrojó a
sus pies, pidiéndole perdón con lágrimas y disculpándose, mientras que el otro, a la
vista de todos, se aprovechó de esa situación de verlo humillado a sus pies y le dio una
bofetada. De nada se quejó Juan de Ávila.
No era vanidoso
¿Quién no habrá leído alguno de sus cuentos? Los hay tan universales como Pulgarcito
o El Patito feo... Hans Christian Andersen, el escritor danés, triunfó en la literatura
cuando se decidió a escribir cuentos para niños, y conquistó el mundo. Conoció a los
más grandes artistas, compositores y poetas. Los reyes y los duques le recibían en sus
cortes y residencias. Pero no se le subió la fama a la cabeza. Un día escribió: "Cierto es,
en efecto, que he llegado a ser el danés más famoso de estos tiempos... pero puedo
decir que hay momentos en que me humillo y lloro. Al ser ensalzado, me doy cuenta
que cuán indigno soy de las gracias que Nuestro Señor me ha concedido".
Se sentía indigno
El futuro Clemente XI, Giovanni Francesco Albani, fue promovido Cardenal por
Alejandro VIII el 13 de febrero de 1690. El nombramiento fue curioso. Tres días antes
del consistorio, el Papa le llamó para que le pusiese por escrito el discurso que debía
leer a los cardenales; al pie del texto el Romano Pontífice le dictó los nombres de los
cardenales que iban a ser promovidos, y, después del undécimo, el Papa dijo:
-Escribe el duodécimo.
-¿Quién es?
El bueno de Albani se postró de rodillas y suplicó, para bien de la Iglesia, que fuese
nombrado otro más digno que él, cosa que Alejandro VIII no aceptó, sencillamente
porque le parecía el mejor.
Pasados los años (el año 1700) fue elegido Albani por unanimidad Papa a la muerte de
Inocencio XII. Tanto le impresionó la elección que se puso enfermo. Se retiró a su celda
y estuvo durante tres días insistiendo en la negativa de aceptar el nombramiento.
Todavía pidió a cuatro excelentes religiosos que dictaminasen si él estaba obligado en
conciencia a aceptar la tiara pontificia, porque estaba convencido de su indignidad, y
los cuatro se inclinaron porque debía echar sobre sus espaldas la carga que se le
confiaba.
Una frase famosa suya, que indica su gran caridad para con todos: "Vengarse del
enemigo haciéndole el bien, es vengarse de una manera divina".
IGLESIA
No es tan fácil
No cabe duda de que el "elemento humano" de la Iglesia deja, a veces, algo que desear;
o dejamos algo que desear, para ser más precisos. Pero los errores y pecados de los
hombres no ensombrecen su carácter sobrenatural. Quizás sucede lo contrario: ponen
más de relieve que, a pesar de los pesares, la barca de Pedro supera tempestades y
vence temporales que parecían hundirla.
Se cuenta que una vez llamó Napoleón en su época de mayor esplendor a palacio al
Nuncio del Papa en Francia. Durante la entrevista el Emperador dejó caer de modo
muy fino, con una suave sonrisa en los labios:
-Monseñor, si el Papa no cede en este negocio que tanto me interesa, creo que va a
tener que pensar en un nueva Iglesia.
El otro tenía a sus espaldas varios siglos de diplomacia vaticana, así que no se
descompuso, y con la misma suavidad e ironía, respondió:
-Señor, puede ser una empresa ardua destruir la Iglesia. Incluso para nosotros, los
Obispos, sería difícil conseguirlo...
El Beato Josemaría Escrivá llegó a Roma por vez primera en 1946, y ya prácticamente
residió allí hasta el final de su vida. Le gustaba acercarse a la plaza de San Pedro -vivía
al principio a dos pasos de ella- y rezar un Credo de cara a la basílica, para reafirmar su
fe inquebrantable. Cuando llegaba a la frase "Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia
Católica", intercalaba y repetía tres veces: "Creo en mi Madre, la Iglesia Romana",
continuaba con "una, santa, católica, apostólica", y finalizaba con algo más "de su
cosecha": "a pesar de los pesares".
Un día de 1948 habló a Monseñor Tardini -futuro Secretario de Estado- de esa devoción
suya. Y Tardini preguntó, algo sorprendido, qué significaba ese malgrado tutto, que es
la traducción al italiano del castizo "a pesar de los pesares".
Quería decir con esto que tantas flaquezas y miserias humanas no le inclinaban a amar
menos a la Iglesia y a creer tampoco menos en su carácter sobrenatural. Seguramente
su estancia en Roma ya le había dado oportunidad de palpar errores y limitaciones en
los mismos hombres que tenían que regir los destinos eclesiales desde el centro mismo
de la cristiandad.
INFIERNO
Menos mal
Una mujer devota preguntaba a cierto sacerdote si el Infierno sería tal como las
descripciones de tipo popular han gustado pintarlo: llamaradas, diablos que pinchan a
los condenados con largos tenedores, calderas de aceite hirviendo...
La Regenta tiene la iniciativa de recordarle las penas del Infierno, aunque ve que no es
ése el sistema ideal de hacer progresar al marido, y Quintanar "se defiende"
sosteniendo que lo del fuego hay que entenderlo en un sentido no material sino
simbólico:
Y el autor comenta con un poco de ironía que algo le tranquilizaba al buen hombre, en
el caso de no salvarse, eso de que a uno le tuesten sólo con símbolos...
JESUCRISTO
La mejor elección
Cuenta una joven madre de familia numerosa (cfr. Escritos "Arvo", junio de 1995) la
pregunta de uno de sus hijos, Javi, de cinco años:
-Ya lo sé yo: entró Dios en el seno de la Virgen y dijo: ¡Ahora me convierto en Niño!
-Mire, ni siquiera ha visto usted el pez. Tómese un buen rato y siga observándolo.
Luego hablaremos de nuevo.
Era el modo que tenía de conseguir que sus alumnos tuvieran un bien desarrollado
espíritu de observación, cosa importante para un investigador de la naturaleza. La
práctica saca maestros.
Para imitar a Cristo, e incluso identificarse con Él, lo primero es conocerlo bien, a
fondo. Mirar y más mirar el Santo Evangelio. ¡Si tuviéramos mejores dotes de
observación!
Nochebuena
¿Adónde quería llegar el buen sacerdote? Pues a que existe una noche, la más
maravillosa de la historia humana, una noche santa y silenciosa, en que bajó del Cielo
algo así como una gotita de amor misericordioso desde el corazón del Padre celestial, y
cayó sobre la miseria de la tierra y la fecundó de un modo prodigioso, transformando
muchos yermos en lugares muy floridos. Esto ocurrió en Belén de Judá, en la primera
noche de Navidad, y quien había descendido de los alto era nuestro buen Jesús.
En una visión
JUICIO
El 29 de marzo de 1621, a la edad de tan sólo 43 años, entrega su alma el rey Felipe III,
el monarca más poderoso de su tiempo, cuando en el imperio español todavía "no se
ponía el sol".
Una horas antes de morir hizo llamar a su hijo primogénito para que el penoso
espectáculo le sirviese de lección inolvidable. Advirtió a los servidores que le
alumbrasen con candelabros e indicó que el futuro Felipe IV se acercase al lecho:
En sus últimos momentos la obsesión del rey eran sus posibles pecados de omisión, y
repetía una y otra vez:
No le preocupaba tanto la muerte cuanto la cuenta que daría después, y, sin embargo,
no fue hombre que tuviera mucho de que arrepentirse, pues llevó una vida recta y en
lo religioso su conducta también fue ejemplar.
LIBERTAD
-Cuando Cristo llama a la puerta de un corazón, ésta sólo puede abrirse desde dentro.
Lo dice bien claro el Apocalipsis: "Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi
voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo" (4,20).
Saber "apechugar"
Ser libres equivale a poder responder de nuestros actos, supone ser responsables.
Cierto es que somos más dados a reclamar libertades que a dar la cara ante las
consecuencias negativas de la propia conducta.
Contaba un antiguo profesor de colegio de enseñanza que un día tenía la tutoría con
un chaval. Éste había suspendido todo y no se mostraba dispuesto a enseñar las notas a
su padre.
El crío miraba fijo el boletín de notas, reconcentrado en los suspensos, como si tratara
de resolver un difícil enigma allí mismo oculto. Por fin levantó la cabeza y habló:
Un tipo peligroso
LUCHA ASCÉTICA
Buena señal
El conocido escritor José Luis Olaizola, premio Nadal en 1982 con La guerra del general
Escobar, y autor de numerosas novelas y de cuentos para niños, relata con el buen
humor que le caracteriza cómo le fue con la primera novela que llegó a publicarse: A
nivel de presidencia. La había enviado a varias editoriales -es de suponer que con la
ilusión del primerizo- y todas se la devolvieron. Entonces -relata- se acordó de haber
leído que a los grandes escritores les había ocurrido lo mismo, así que decidió que
aquello era buena señal. Fácil es deducir -de lo contrario, quizás, habría terminado allí
su carrera literaria- que siguió peleando hasta que logró que alguien la quisiera
publicar.
Cuentan que un joven paseaba una vez por una ciudad desconocida, cuando, de
pronto, se encontró con un comercio sobre cuya marquesina se leía un extraño rótulo:
"La Felicidad". Al entrar descubrió que, tras los mostradores, quienes despachaban
eran ángeles. Y, medio asustado, se acercó a uno de ellos y le preguntó:
-¡Ah! -Dijo asombrado el joven -. Sírvanme entonces el fin de todas las guerras del
mundo; muchas toneladas de amor entre los hombres; una gran bidón de comprensión
entre las familias; más tiempo de los padres para jugar con los hijos...
Y así prosiguió hasta que el ángel, muy respetuoso, le cortó la palabra y le dijo:
-Perdone usted, señor. Creo que no me he explicado bien. Aquí no vendemos frutos,
sino semillas.
Todo es corregible
Existe en la lengua castellana un curioso dicho que reza así: "Hijo, Andrés,
embúdamelo otra vez". Si hacemos caso de los expertos, en el origen de la frase hay
una historia bien concreta. Había un marido que tenía una mujer muy aficionada a la
bebida. Cansado ya de contemplar tal vicio, un día la amenazó con aplicarle un
correctivo eficaz.. Y como la esposa volviera a las andadas, pasó de los dichos a los
hechos. Tomó una media arroba de vino, puso un embudo en la boca de la consorte, y
se lo trasvasó entero. Al despertar la mujer de la "melopea", ante la sorpresa del
marido, exclamó muy complacida:
Esta historia pretende defender que no hay nada que hacer si nos encontramos ante
vicios arraigados. Pero la verdad es muy distinta y bastante esperanzadora. Con
ilusión y esfuerzo, y contando con la gracia de Dios, hasta el vicio más profundo se va
poco a poco rectificando
Me hizo gracia. Luego he pensado que a eso se llama saber superar la dificultad -no
rendirse ante ella, tener cintura- y pasar por encima de cualquier respeto humano, sin
plantearse mayores problemas.
Imaginaciones
A veces ocurre que las dificultades que encontramos en nuestro camino son más fruto
de la imaginación que obstáculos reales.
La mujer, que había visto por el rabillo del ojo algo del contenido de su historial clínico,
decía:
-Ah, no, doctor, yo estoy muy enferma. Además he podido ver el diagnóstico de mi
enfermedad: un "corpulmo".
Frankl dio un respingo, comprendiendo al instante de dónde había surgido esa nueva
"enfermedad", desconocida para la ciencia hasta ese mismo momento.
-¡Sí, sí!
-Pues eso quiere decir que la exploración corazón-pulmones (¡el famoso "corpulmo"!)
ha dado normal: "sin hallazgo" (s. h.).
Ojo, querido lector, que todos estamos expuestos a preocuparnos por unos "corpulmos"
que son tan "fieros" como los molinos de viento de Don Quijote.
Allá por la Edad Media se afanaron algunos alquimistas por dar con algo que nunca ha
existido y se ha dado en llamar la "piedra filosofal"; se trataría de una materia capaz de
producir el efecto maravilloso de convertir en oro cualquier metal por simple contacto,
o sea, una ganga.
Se habla de cierto sabio que andaba a la búsqueda de esa maravilla. El buen hombre
había decidido recorrer el mundo entero con una cadena que tocaría constantemente el
suelo; toda sería cuestión de tener los ojos bien abiertos para comprobar en qué lugar la
cadena se habría transformado en oro puro, porque malo sería que no acertase alguna
vez con la dichosa piedra.
Pero, mira por dónde, que el alquimista acabó por cansarse y ya rara vez comprobaba
el estado de la cadena; le faltaba constancia y, con el planteamiento que se había hecho,
no cabe duda de que la necesitaba en grandes dosis. Una noche se dio cuenta de que la
cadena estaba convertida en el preciado y ambicionado metal, pero él no era capaz de
saber dónde ni cuándo se había topado con el objeto de su interés; lo había encontrado,
pero lo había perdido...
Muy famosa es la frase del rey franco Clodoveo, convertido al cristianismo por influjo
de su esposa Santa Clotilde allá por el año 596 de nuestra era, cuando le leían la Pasión
del Señor y se le saltaban las lágrimas:
MATRIMONIO Y FAMILIA
Ojillos de terciopelo
Son muchos -innumerables- los que han cantado al amor, en prosa, o con versos de
notable belleza y sentimiento, a veces sin recatarse de decir las cosas más encendidas,
e, incluso las cursilerías más sonrojantes, como aquél que llamaba a los zapatos de la
amada: "diminutos estuches de tus lindos pedestales". Pero no son muchos, por
desgracia, los que han cantado al amor conyugal. Merece la pena citar esta bonita copla
que nos habla de una mujer enamorada de su marido recién fallecido:
Ya se murió mi marido.
Ya se murió mi consuelo.
Ojillos de terciopelo.
Es formidable saber que el esposo, con el pasar de los años, tan enamorado como al
principio, continuaba piropeando a la mujer y la llamaba: "ojillos de terciopelo".
Para quererse
Resulta aleccionadora la anécdota que cuentan del que fue embajador en San
Petersburgo, canciller Bismarck. Parece que, en uno de sus viajes, no pudo
acompañarle su esposa y ésta dubitativa de la fidelidad del marido por su intensa vida
social y diplomática, le escribió en estos términos: "temo que entre tus princesas y
embajadoras me olvidarás a mí, que soy una provincianita insignificante". Y Bismarck
contestó con estas palabras: "¿Olvidas que te he desposado para amarte?". Ahí, en ese
para amarte, que mira al futuro, está el secreto de una matrimonio "logrado", si se
mantiene como un norte firme del compromiso matrimonial. Como acertadamente
señala G. Thibon, refiriéndose a la respuesta de Bismarck: "Esta frase me parece
definitiva. No se casa simplemente porque te amaba, sino para amarte. Refleja una
profunda capacidad y voluntad de compromiso".
-No. Había que escoger. O casarme o venir a la guerra. Y yo soy hombre pacífico...
Curiosa reacción
Entre todas las reacciones que produjo la noticia de la muerte de Napoleón, ninguna
habría sorprendido tanto al propio emperador -si lo hubiera sabido- como la del rey de
Inglaterra Jorge IV, que le mantenía alejado en Santa Elena.
-Majestad, un mensajero.
Del estilo de lo anterior, pero contemplado desde el punto de vista de la mujer. Dos
solteronas pasaban la tarde de cháchara y haciendo labor de punto.
-La semana pasada -dice una de ellas- puse un anuncio en los periódicos solicitando
marido.
-Cientos, pero todas iguales. Decían: "Puede usted quedarse con el mío".
Una rectificación
En 1990 Irak invadía Kuwait y, poco después, comenzaba un breve pero dura guerra -
sobre todo para el perdedor, como de costumbre- entre los Estados Unidos y el país
invasor. Hubo un último intento de impedir la contienda, cuando el entonces secretario
general de las Naciones Unidas, Pérez de Cuéllar (en 1995 derrotado en las elecciones
para la presidencia de Perú por Fujimori), habló con Bush y luego con Saddam
Husseim, pero el conflicto estalló al final. Pérez de Cuéllar, abatido y desesperanzado,
comentó en el aeropuerto a los periodistas este aforismo inglés: "Para bailar el tango
hacen falta dos". Es decir, que en las crisis, y esto es bien aplicable a la vida conyugal,
hace falta que haya dos personas dispuestas a no tomarse las divergencias demasiado
en serio, y aceptarlas como parte de la vida misma. Los conflictos se enquistan si no se
busca pronto una salida fácil, a base de buena voluntad.
Importancia de la esposa
-Mi mujer.
Se ha dicho con bastante razón que la televisión es un curioso "intruso" en el hogar, que
sabe de todo, pontifica sobre todo, es el único que habla, impone silencio general,
trastoca los horarios, tiraniza... y un largo etcétera de inconvenientes. Supongo que
Martín Descalzo (Razones para vivir) ha elaborado una anécdota con estos ingredientes
cuando narra lo siguiente: "La profesora ha puesto a los niños un ejercicio en el que
pide que expliquen qué animal o qué cosa les gustaría ser y por qué. Un chavalillo de
ocho años ha respondido que a él le gustaría ser un televisor. ¿Por qué? Porque así sus
padres le mirarían más, le cuidarían mejor, le escucharían con mayor atención,
mandarían que los demás callasen cuando él estuviera hablando y no le enviarían a la
cama a medio juego, lo mismo que ellos nunca se acuestan a media película".
La madre de familia no entendía qué gracia había en pasarse horas y horas delante de
un rectángulo luminoso, y acostumbraba a decir:
-Verán, aquí contemplar la vida misma es mucho más interesante que la televisión.
La mejor herencia
-La mejor herencia que pueden dejarles es, sencillamente, la madurez y la libertad
necesarias para saber actuar y defenderse por sí mismos.
Un consejo educativo
Entre los cantantes de música ligera de mayor éxito en Estados Unidos hay que situar a
Bing Crosby. Lo recordarán preferentemente las personas de cierta edad. No habrán
olvidado algunas de sus actuaciones en películas muy populares.
Dicen que Crosby andaba bastante preocupado por el comportamiento de un hijo suyo,
y que un amigo le aconsejó:
-Pero si es muy fácil. Sólo tienes que proceder como si se tratara del hijo de otra
persona.
-¿..?
-Claro. Todo el mundo sabe cómo educar a los hijos de los demás.
Capacidad de querer
Se llama Steven Lewis y enseña literatura en un college de Nueva York. Y tiene siete
hijos, cosa poco frecuente en la sociedad que le rodea. En un artículo publicado en el
New York Times Magazine, habla de los prejuicios que algunos sienten ante las
familias numerosas. Muchos le preguntan, con sonrisa burlona, cómo es capaz de
acordarse de los nombres de los hijos y de sus respectivos cumpleaños, y otras cosas
por el estilo. Él suele sonreír y hace una broma. Por ejemplo: "Digo que a veces llamo a
alguno de los chicos por tres o cuatro nombres hasta que doy con el bueno: Eh, Cael-
Nancy-Addie-Clover (¿cómo te llamas?)... ¡Danny!, acércame el pan, por favor".
Resulta que los contrarios a la familia numerosa quieren oír cosas como que a veces
pierde un hijo y otros desastres, porque lo que en el fondo desean es una confirmación
de que ellos hicieron muy bien teniendo sólo uno o dos. Sobre todo les intriga si se
puede querer y cuidar a siete hijos, es decir, si poseen los padres suficientes reservas de
cariño para todos (también consideran que los padres son unos irresponsables,
incapaces de disfrutar de la vida y, encima, consumidores arrogantes de los recursos
del planeta). Ciñéndonos a la cuestión de la capacidad de cariño, Steven Lewis asegura
que el amor no se limita al extenderse a más personas. Él quiere a sus hijos, a cada uno,
con todo el corazón. Cada uno recibe idéntica cantidad de cariño: el corazón entero.
En una familia concreta, numerosa, nunca se había hablado a los pequeños de cigüeñas
-en lo que se refiere al nacimiento de los niños, se entiende-, sino del Niño Jesús. Cada
hermano nacía de mamá y lo traía el Niño Jesús. Era tal el convencimiento que cuando
nació Javier, alguien les dijo:
-Mis hermanos son muy importantes; no los trae la cigüeña, nos los manda el Niño
Jesús.
Autoridad
Parece que lo habitual es que la esposa mande en casa, aunque muchas veces no lo
parezca, y que lo haga mejor que el marido. Había un caballero que decía a un amigo:
-En mi casa las grandes decisiones las tomo yo. Y si se trata de algo sin importancia,
entonces dejo que decida mi mujer.
-Muy fácil. Yo digo si declaramos la guerra a Rusia y si conviene viajar a Júpiter. Y ella
determina dónde iremos de vacaciones, qué se compra cada día, qué programa se ve
de televisión, etc.
MISERICORDIA
Que sea misericordioso
Cuenta Paul Claudel, en su inmortal obra teatral L'annonce faite a Marie, un bello
ejemplo de misericordia con el prójimo para poder uno mismo esperar de Dios el
mismo trato.
Jacques Hury desea castigar con dureza a un ladrón de leña al que ha sorprendido en
pleno robo en tierras de su futuro suegro, para quien trabaja. Habla incluso de sacar la
navaja y cortarle las orejas. Jacques es ante todo un hombre justo, duro a la hora de
exigir el cumplimiento de la justicia, que se concreta en dar a cada uno lo suyo. El
padre de su amada Violaine, el dueño de los árboles, se lo impide e, incluso, le ordena
que le regale otro fardo, y explica:
-Seamos injustos en pequeñas cosas, para que Dios sea muy injusto conmigo.
"Yo sí lo sé"
Los otros callados, casi con temor de que dijera alguna tontería, de que saliera por
algún registro absurdo.
-¿Es posible que no lo sepáis, estudiantes? Venga, vamos a rezar una Salve.
-¡Alto ahí! ¿Os dais cuenta? Los ojos de la Virgen son ojos "misericordiosos"...
MORTIFICACIÓN
Cambio de planteamiento
Juana se levantaba muy temprano, en la mansión en que vivía, para hacer un rato de
oración mental antes de asistir a la Santa Misa. Una doncella acudía para ayudarla a
vestirse -según las costumbres de la época y el rango de la señora- y se encargaba de
encender el fuego en la chimenea para caldear un poco la estancia en los crudos días
del invierno. Juana había quedado impresionada por las palabras de la doncella, quien
le había confesado que algunas noches apenas dormía por temor de no despertarse
cuando su ama la necesitase.
-Yo soy vegetariana porque, cuando murió mi padre (...), pensé: "¿Qué puedo darle?
¿Qué puedo hacer por él? ¿Qué puedo ofrecer?" Y en ese momento decidí ofrecer por él
algo que pudiera costarme: no comer carne en el resto de mi vida. Y ése es el motivo, el
único motivo, por el que soy vegetariana.
La cruz oculta
Son cosas que no pasan todos los días, pero a veces pasan y son noticia. A mediados
del siglo XIX, en concreto por el año 1834, un modesto pintor asistía a una subasta de
objetos de arte en la que se ponía a la venta un viejo Crucifijo, sucio y polvoriento, por
el que un individuo ofrecía una cantidad bastante baja. Al pintor le dolieron las bromas
que hicieron algunos de los presentes a costa del Señor y se animó a ofrecer un poco
más de dinero para quedarse con la talla, cosa que le resultó muy fácil pues nadie pujó
ni un franco más. Al día siguiente se puso a limpiarlo con un cepillo y encontró
grabado a sus pies el nombre de Benvenuto Cellini, el gran artista florentino. La Cruz,
según se supo después, procedía del saqueo popular del palacio de Versalles durante
la revolución francesa. Y, también hay que reseñar, que el rey pagó por ella una
cantidad elevadísima de dinero al modesto pintor.
MUERTE
Los jueces que condenaron al payés ocultaron a la reina su decisión para que impedir
que ésta lo perdonase.
Balduino II de Jerusalén
Miedo
Está Bernadette Soubirous, la que había visto años antes a la Señora en la gruta de
Massabielle, a las puertas de la muerte. Es el Miércoles Santo, la víspera del
fallecimiento. La Virgen se la llevará al Cielo en día tan señalado como es el de la
Eucaristía y el del mandamiento del amor. Respirando con extrema dificultad,
exclama:
"Tengo miedo, tengo miedo, hermana". Se dirige a la buena de Natalie, a quien tanto
quiere, una joven religiosa que la cuida con esmero. La soeur trata de darle consuelo
con el recuerdo de los muchos dolores que a la fuerza han debido purificar y santificar
a la vidente de Lourdes. Pero insiste en que tiene miedo. Hay algo que logra consolarla,
y es la seguridad de que no la van a abandonar, porque le dice Natalie:
-Todas nosotras haremos lo imposible por ayudarte. Rezaremos mucho, mucho, por ti.
Siempre, siempre... Ahora y después...
Unos consejos
El ilustre historiador del arte, Juan Contreras, Marqués de Lozoya, hablaba con el no
menos ilustre médico y amigo, Eduardo Ortiz de Landázuri, y le confiaba por qué
principios trataba de regir toda su actividad, ya octogenario:
Mantener la figura
-Aquí, a mi alrededor, está toda mi familia, mis hermanos y mis amigos, que están muy
tristes y muy desazonados... Y, rodeado de ese dolor del cariño, no es raro que yo
también pierda la compostura... Y no quisiera perderla en la última hora.
Murió con una paz absoluta. Su visión cristiana le ayudó no poco a conseguirlo.
-Mire, doctor, yo lo que necesito son, por lo menos, cinco días para "limpiar fondos"...
El doctor González-Barón comenta que él, llegado a ese trance, también procuraría
"limpiar fondos" y ayudar a otros amigos a hacer lo mismo.
Sabiduría
En los últimos años de vida de Galileo (falleció en Arcetri, en 1642), cuando estaba
ciego, un visitante le preguntó:
Y el respondió así:
-Seis o siete: los que me pueden quedar de vida, pues no tengo los pasados, como no
tengo el dinero que he gastado.
Se llamaba Joaquina y era tía, o tía-abuela, no lo recuerdo con precisión, de una amigo
mío. Desde luego, el nombre le iba a la perfección -casi tan bien como le podría ir,
pongamos por caso, el de Enriqueta- para cumplir la tarea propia de una tía, o tía-
abuela, que tanto da lo uno como lo otro.Tal como me la describía, doña Joaquina, que
andaba ya por los cien años cumplidos, era una señora amable, simpática, sonriente,
optimista, lista, piadosa y casi en plenitud de facultades mentales; las físicas,
naturalmente, algo disminuidas, pero no tan deterioradas que no fuera capaz de
valerse ella sola para casi todo. En su domicilio de la calle Argensola en Madrid, solía
comentar que ella ya no pintaba nada en este mundo, y se atrevía a insinuar:
Doña Joaquina, por lo que supe, tuvo un final muy acorde con el estilo de su vida. Se
levantó de la cama una mañana y dio un traspiés con la alfombrilla que debía acoger
sus piececitos mullidamente al posarlos en el suelo. Ya en el aire se hizo cargo de la
gravedad del percance para sus centenarios huesos, de manera que en cuanto
acudieron de la habitación de al lado para auxiliarla, le oyeron exclamar con una
inmensa paz y convencimiento de que no podía ser de otro modo:
En el testamento
Trágico final
Muchos habrán escuchado en este país algo que hace ya años era ejemplo muy traído y
llevado por los predicadores. Es interesante reseñar los datos precisos del hecho
histórico, cosa que seguramente será menos sabida.
El famoso jesuita P. Rubio, beatificado por Juan Pablo II, fue objeto de una
desagradable, y trágica, asechanza por parte de un muchacho que acusaba al religioso
de haber influido en la decisión de su novia de romper con él. Fue el martes de
carnaval, 4 de marzo de 1924. Se presentó un desconocido preguntando por el jesuita
para pedirle que acudiera a atender a un moribundo. Sabedor de que el lugar al que
debía acudir era una casa de mala nota, fue acompañado por un amigo llamado Carlos
Villameriel. Con objeto de difamarle, el joven se había metido en una cama para fingir
que estaba muriéndose. Detrás de un biombo estaba apostado un amigo con una
cámara fotográfica, y en el momento preciso deberían hacer acto de presencia unas
prostitutas.
Al llegar preguntó:
-¿Dónde está?
Lo llevaron hasta la habitación, mientras procuraban ahogar la risa, y le advertían:
Y, en efecto, allí estaba el cadáver, que, según cuentan, mostraba una expresión de
terror en el rostro.
La mejor herencia
Julio Verne
Como en el caso recién reseñado, otro notable escritor, el popular Julio Verne,
trabajador hasta el final de su vida, siente que su fin está cerca. Advierte algo muy
importante a su esposa:
El autor de tantos libros inmortales moría en la paz del Señor, atendido por un
sacerdote, el 24 de marzo de 1905.
OBEDIENCIA
No se puede decir que Santa Catalina de Siena fue una monja, sino que más bien
ingresó en lo que ahora llamaríamos una orden tercera; en concreto se afilió a las
llamadas Hermanas de la Penitencia, popularmente conocidas como "Mantellate", que
vivían la espiritualidad de los dominicos. Llevaban el hábito de Santo Domingo, pero
habitaban en sus casas y no hacían votos. Sin embargo, ella quiso hacer por su cuenta,
en el momento en que tomó el hábito, los tres votos clásicos. En lo que a obediencia se
refiere, se comprometió a obedecer al religioso director de las Hermanas, a la priora y
al confesor, y lo cumplió en el curso de su vida de tal modo que, estando a punto de
morir, pronunciará estas palabras históricas:
-Pues te la doy hecha. Porque la vida oculta de Jesús la resume el evangelista en tres
palabras: erat subditus illis (les estaba sujeto), y si los Hechos de los Apóstoles la
resumen en dos: pertransiit benefaciendo (pasó haciendo el bien), la mía cabe en una
sola palabra: "pecador". Y, de añadir algo: "un pecador que ama con locura a
Jesucristo".
Ya se ve que la "biografía" de Jesucristo cabe también en una sola palabra: erat subditus
illis (Lc 2,51) es lo mismo que "obedeció". San Pablo, por su parte, resume la vida y
tarea del Señor en obediencia "hasta la muerte" (cfr. Flp 2,8). ¿Por qué, entonces, podría
alguien considerar que no es virtud cristiana, y bien cristiana, la obediencia a la
legítima autoridad?
ORACIÓN
Ahora nos hace sonreír, pero en aquellos tiempos era una aventura sin precedentes y
una noticia de primera página en cualquier periódico. Resulta que un aristócrata
italiano, el príncipe Borghese, se lanzó en el año 1907 a viajar en automóvil -qué
cacharros se fabricaban por aquel entonces- desde Pekín hasta París. En dos meses
cubrió la distancia de 16.000 quilómetros.
La anécdota que nos puede interesar ahora, de las muchas que le ocurrieron, se sitúa en
el paso del desierto de Gobi en el interior de Asia. Lo normal en aquel paraje era no
encontrar a ningún ser humano, ni cualquier otro tipo de viviente, pero mira por
dónde que apareció un punto lejano que, conforme se fue haciendo mayor por la
proximidad, resultó ser una oficina de telégrafos. Se trataba de la estación telegráfica
de Pang-kiang. El empleado de la oficina tenía que viajar durante ocho días si quería
ver a un semejante. Un acompañante de Borghese quiso poner un telegrama a Londres.
El empleado chino anduvo un poco inexperto en resolver los trámites -se le notaba
poca práctica- y, al fin, le extendió un formulario para el texto en el que aparecía arriba
el número uno. El viajero preguntó si era el primer telegrama del día, pero el chino
respondió:
Era evidente que por allí pasaban caravanas, pero a nadie se le había ocurrido poner un
telegrama a alguien desde el desierto, aunque la posibilidad de estar en contacto con el
mundo circundante estaba al alcance de cualquiera. Algo así le ocurre a más de uno
con relación a Dios. Pasan la vida como por un desierto, con capacidad de enviar un
mensaje a Alguien que no está lejos, sino muy cerca, pero nunca una palabra, nunca
una súplica, nunca un afecto: nada de oración...
Milagros de Lourdes
También nos cuenta Martín Descalzo una anécdota que le ocurrió a él mismo, por el
año 1961, en el santuario de Lourdes, coincidiendo con una peregrinación internacional
de gitanos. Había uno muy anciano en una camilla, que se le veía ya a las puertas de la
muerte a causa de un cáncer de intestino. Este tampoco había pedido su curación. "Al
ver en la explanada -confesó- a un grupo de chiquillos con parálisis, pensé que su
milagro era más urgente que el mío. Ellos no habían vivido aún; yo, sí, demasiado. Y
los milagros han de guardar turno, han de ser justos. Por eso he pedido que pusieran
mi milagro en la cola y resolvieran primero lo de los chavales".
Recuerdo haber leído una historia de este estilo en el libro de J. Urteaga, Cartas a los
hombres. Ahí se trataba de un niño increíblemente egoísta, llevado por sus padres a
Lourdes para implorar la curación de alguna enfermedad seria. Al final, el crío, que
había descubierto cerca a otro con una cabeza inmensa, acabaría por apiadarse.
Cuando su madre, finalizada la procesión con el Santísimo, le pregunta si ha pedido
por lo suyo, el chaval responde:
-No, he pedido que cure a ése. "Cura, mejor, al cabezón", le he suplicado.
Se excusaba
El abuelo había salido con mucha ilusión a dar un paseo por el parque con su nieta
predilecta. Esta no pasaba de los cuatro o cinco años; era lo que se dice una criatura. Al
regreso de aquel rato delicioso, entre charlas y juegos, la pequeña sugirió al anciano,
según pasaban por delante de una iglesia:
Nosotros pensamos por lo general sólo en pedir, y es razonable, después de todo. Dios
es la riqueza infinita y es Padre, y nosotros somos hijos y muy necesitados; además nos
anima a pedir, a llamar, a buscar... Pero también espera -Él, que no necesita nada- que
le ofrezcamos algo, porque el amor es dar.
A veces sucede que le pedimos algo a Dios en nuestras oraciones con poca convicción,
"por si sirve de algo", y Él nos sorprende con un don mayor; que es como si dijera:
"Hombre, fíate de mí". Me lo recuerda un hecho de la vida del gran inventor Thomas
Edison.
Edison fue a ofrecer el invento al presidente de una gran compañía de Wall Street, pero
dudaba entre pedir 3.000 dólares o arriesgarse a subir hasta los 5.000 (cifras nada
despreciables en torno al 1870). Cuando llegó el momento, perdió los nervios y dijo:
Puede esperar
Sucedió durante uno de los viajes apostólicos de Juan Pablo II. Iba rezando la Liturgia
de la Horas y quisieron pasarle un mensaje urgente recién llegado a la cabina del
aparato.
-Santidad...
Juan Pablo II levantó la mirada y, con el gesto indicó que estaba rezando, para que le
dejaran terminar.
Aprendizaje
El gran actor de teatro y cine genovés Vittorio Gasmann, anunciaba a sus 68 años -le
entrevistaban para la revista "Oggi", marzo de 1990- que había superado una fuerte
depresión que le había inutilizado durante un periodo de dos años.
-La prueba ha sido verdaderamente dura. Pero he descubierto también tantas cosas. He
hecho un viaje cognoscitivo del mundo y de mí mismo.
-A rezar. ¿Le parece poco? Yo en asunto de religión he estado siempre inseguro, muy
tibio. Ni carne, ni pez. Ni ateo ni verdadero creyente. Ahora, en cambio, me estoy
planteando los problemas de la fe en toda su amplitud. Leo a Dante y estudio la
teología de su tiempo. Noto una gran necesidad de aportaciones espirituales.
Encuentro luz en la oración. Piense en un hombre como yo acostumbrado a los grandes
éxitos, que se reencuentra en el recitar esa obra maestra de simplicidad que es el
"Padrenuestro".
Desde los comienzos del cristianismo los fieles han acudido a los santos poniéndolos
como intercesores ante el Señor. La piedad popular ha relacionado, con el pasar del
tiempo, determinados santos con necesidades específicas. Cualquiera sabe, por
ejemplo, que para asuntos difíciles o imposibles, Santa Rita y San Judas Tadeo; a San
Pancracio se le pide salud y trabajo; para la vista conviene rezar a Santa Lucía, mientras
que en las tormentas es aconsejable acudir a Santa Bárbara. Menos conocido es que
Santa Apolonia es la patrona de los dentistas y sus pacientes.
Una curiosidad. El Papa San Cornelio, mártir en el año 253, al que se cita en el Canon
Romano, ha sido tradicionalmente patrono protector de ganados en Bretaña. Según
narra J. Mathieu-Rosay (Los Papas), en los principios del cristianismo en esa región los
ganaderos tenían la costumbre de adorar a el dios Corneno, un horrible ídolo con
cuernos. Los misioneros de la región de Carnac no lograban alejarlos de esa
superchería y atraerlos al cristianismo, así que siguieron el sabio principio de no
suprimir sino reemplazar, y eligieron un Santo con un nombre que pudiera sustituir al
del tal Corneno. El escogido fue San Cornelio, que sonaba parecido. El problema era
qué hacer con los cuernos, que, evidentemente, no se podían asociar a la figura de un
Romano Pontífice. La solución fue colocarlos, no en la cabeza, sino en las manos. A
partir de ahí, los buenos bretones acostumbraron a confiar la protección de sus
ganados al buen Papa Cornelio.
PECADO
Odio al pecado
Seguramente se puede decir que ha odiado el pecado cualquier alma santa, pero en el
caso de San Juan Bosco hay buenos testimonios de que en él efectivamente estaba bien
arraigado ese sentimiento de repulsa. Alguna vez dijo que prefería que ardiera mil
veces el Oratorio que él había fundado con tantos desvelos, a que en él se cometiera un
pecado. El Oratorio, en el barrio de Valdocco de la ciudad de Turín, había llegado a
albergar a cuatrocientos chicos. Con el paso de los años nacerían centros de formación
de esa índole por todas partes y con gran éxito.
En el terreno personal hay que reseñar que desde joven fue muy penitente, hasta el
punto de que su director espiritual tuvo que moderarle algo sus mortificaciones. Y
también desde muy joven practicó la Confesión semanal, aunque a veces le supusiera
grandes sacrificios.
Mejor morir
La vida de Santo Domingo Savio, fallecido a los quince años (1842-1857), la conocemos
bien por la biografía que redactó su gran maestro San Juan Bosco. Domingo hizo la
primera comunión a los siete años, en una época en nadie la hacía a tan corta edad (el
decreto que la indicaba para la edad de la discreción, en torno a los siete años, dado
por San Pío X en el año 1910, estaba aún por llegar...). Domingo lo consiguió por la
ilusión que puso en ello, hasta el punto de que su párroco fue incapaz de negarle un
deseo tan vehemente.
Siempre recordó ese día como el más feliz de su vida. Unos años después escribió los
propósitos que se había hecho al comulgar por vez primera: "1º Me confesaré muy a
menudo y recibiré la sagrada comunión siempre que el confesor me lo permita. 2º
Quiero santificar los días de fiesta. 3º Mis amigos serán Jesús y María. 4º Antes morir
que pecar". Estas últimas palabras ya han quedado como una frase para historia.
PIEDAD
Buenas condiciones
Es conocido que Juan María Vianney no fue alumno brillante en el seminario. Había
quien se planteaba si se le podrían conferir las sagradas órdenes: ¿sería realmente
idóneo? El vicario general de la diócesis, Courbon, fue benévolo y -el tiempo bien lo ha
demostrado- muy acertado en sus exigencias. Se limitó a preguntar si Juan María
Vianney era piadoso, y se le dijo que sí; si era devoto de la Virgen María, y también la
respuesta fue positiva; si sabía rezar el rosario: por supuesto que sí.
-¿Un modelo de piedad? Pues bien, yo lo admito. La gracia de Dios hará lo que falte.
Él es suficiente
Santa Margarita María de Alacoque pasó por diversas pruebas porque nadie
comprendía bien la situación de su alma. Hasta que llegó a su convento, como
confesor, el Beato Claudio de la Colombière, que logró entenderla muy bien y dio
serenidad a su espíritu. Al poco tiempo este sacerdote fue trasladado por sus
superiores a otro lugar. La Santa acudió al Sagrario para quejarse humildemente, pero
oyó bien claro que el Señor le decía. "¿No soy Yo suficiente para ti?"
Impresionan unas palabras que escribe San Antonio María Claret en su Autobiografía,
pues recogen una experiencia de vida espiritual muy profunda: "Delante del Santísimo
siento una fe tan viva que no lo puedo explicar. Casi se me hace sensible... Y estoy
besando continuamente Sus Llagas y quedo finalmente abrazado con Él... Siempre
tengo que separarme y arrancarme con violencia".
El Papa se encontraba en Zaire. Se había reunido con los obispos del país y con otros de
los territorios limítrofes y había cenado con todos ellos. Terminadas las despedidas, se
retiró a su habitación en la nunciatura. El periodista italiano Angelo Riguetti y la
española Paloma Gómez Borrero trabajaban en otra habitación y ya se preparaban para
marchar al hotel, cuando vieron que Juan Pablo II se dirigía a la capilla. Se le notaba en
su caminar y en su aspecto que iba cansado después de una jornada agotadora. Al
verlos, les miró con afecto y les dijo:
-Para algunos una cosa era el catolicismo dentro del templo, y otra cosa su conducta
moral en la calle, en el trabajo, con su familia. Eso me desconcertó, y me decepcionó.
El mismo día de la boda, al quedarse solos, pidieron al Señor que la vida que
empezaban en común se viera coronada por el éxito. También rezaron por los hijos que
tendrían que venir. Y además añadieron esta oración tan bonita: "Señor, te pedimos
que no nos dejes nunca de tu mano, que tu amor esté siempre entre nosotros. Haz,
Señor, que nuestra casa sea tu templo favorito y nuestros corazones tu sagrario
preferido".
Ocurrió que Don Diego de Contreras, un clérigo sevillano muy conocido, que
destacaba por su desprendimiento, vida penitente y profunda religiosidad, oyó un día
una plática del Maestro Juan de Ávila y se quedó impresionado. Todavía le causó
mayor impacto verle celebrar la Santa Misa. Según el relato de fray Luis de Granada
(Vida del P. Maestro Juan de Ávila) "decíala con tanta devoción y reverencia y con
tantas lágrimas" que (Contreras) decidió presionar ante el Arzobispo hispalense,
Alonso Manrique, para que no le permitiera marchar, porque, decía, "harto hay que
hacer en el Andalucía sin pasar la mar"
Detalle de un niño
Fue testigo del hecho Jaime de Ossó, padre de D. Enrique, futuro Fundador de la
Compañía de Santa Teresa de Jesús, y se lo contó emocionado a su mujer, la buena de
Doña Micaela, aquel mismo día.
"Ele" y "lerele"
-¡Digo!
-Pues en el bar tengo un cuadro de la Macarena y, cuando me piden una cerveza, paso
por delante de la Virgen, la miro, y le digo: ¡Ele!
POBREZA
Cuestión de necesidades
-Sí, el gana lo que necesita para vivir y yo lo mismo; así que los dos ganamos igual.
De libros y regaderas
No hace falta decir que la virtud cristiana de la pobreza tiene más que ver con el
desprendimiento de los bienes de este mundo que con el hecho, mondo y lirondo, de
tener o no tener. Pues a propósito de desprendidos, se cuenta que una vez uno envió a
su criado a casa de un amigo para ver si le podía prestar cierto libro por el que estaba
muy interesado. El propietario contestó que no acostumbraba a prestar nada de su
biblioteca y que, por lo tanto, prefería que se diera una vuelta por su casa y consultara
in situ el deseado volumen. Mira por dónde que, pasado el tiempo, este último
necesitaba una regadera para echar agua a las macetas de su jardín, y se pasó por casa
del primero.
-No, mira, mejor te traes las plantas y las riegas aquí mismo.
Muy avariento
Podría contar unas cuantas cosas de un conocido que era de lo más avaro que se ha
visto por estos mundos de Dios. Los bienes terrenos se le pegaban como lapas, o, más
bien, era él quien se adhería a ellos con una argamasa que, al raguar, hacía imposible
el despegue. Por ejemplo, le pedía un hijo unas pesetillas para poder ir a ver un
ofidiario, o sea, un zoo donde se exhibían preciosos reptiles de las más variadas
procedencias del planeta; ejemplares únicos, bellísimos algunos, otros muy raros... Pero
este caballero no soltaba moneda:
-¡Así que quieres ver serpientes! Pues mira, mejor te voy a prestar una lupa, vas al
jardín y observas las lombrices.
Dicen que había obreros trabajando en la misma habitación del Papa Juan XXIII. Al
llegar el Pontífice y encontrarse con ese panorama, tranquilizó a los operarios y les
pidió que continuaran con sus tareas como si tal cosa, mientras él se disponía a sentarse
en una silla y rezar su breviario. Al ver que la tal silla estaba llena de polvo, el Pontífice
tomó un trapo y se puso diligentemente a limpiarla, sin dar tiempo a los obreros a
echarle una mano. Y comentó con su habitual simpatía y llaneza:
-Hay que cuidar la ropa. Siempre me acuerdo de lo que costó a mi padre la primera
sotana que tuve. Desde entonces procuro cuidarlas bien para que duren.
Lo esencial
Esta historia se cuenta de uno de los grandes sabios de la antigüedad, Bías. Trataba de
asediar su ciudad natal el rey de los persas, Ciro, y cada ciudadano salía a escape con
lo que podía de sus pertenencias, procurando salvarse antes de que el cerco se cerrase
definitivamente. Bías, en cambio, marchaba tan tranquilo sin nada en las manos. Los
fugitivos le preguntaban con asombro:
El sabio consideraba que con su sabiduría ya llevaba suficiente tesoro, y respondía con
total tranquilidad:
Carroza de plata
Pasado cierto tiempo, mandaron recado al Maestro Juan de Ávila de que deseaban
verle. Parece ser que a la condesa le había llegado casi el momento de dar a luz a su
primer hijo y quería confesarse con hombre tan santo. El que le llevó el aviso comentó
con pena el escándalo que había supuesto tanto lujo de ambos esposos, y San Juan de
Ávila comentó como toda respuesta:
-Rogad a Dios que ella se hinque de rodillas a mis pies, que yo le quitaré la carroza y
más.
Se cumplieron los deseos del confesor. Logró tal arrepentimiento y deseos de santidad
en aquella alma, que se acabó la carroza y también los adornos que gastaba en su
persona, llevando a partir de entonces vida muy austera. Años después, al enviudar,
Ana Ponce de León entrará monja en el monasterio de Santa Clara de Montilla.
Es precioso el sermón que San Juan de Ávila pronuncia en Montilla el día en que la
condesa toma el velo, que es el 22 de julio de 1554. Comenta el Santo que algunos no
entienden esa decisión de entrar en convento, y se preguntan para qué. "Sabéis a qué
entra en el monasterio? A fregar, si se lo mandaren; a barrer, si le pareciese a su
prelada; a cocinar, si fuere menester; a bajarse, a ser esclava de las otras y besar la tierra
que las otras huellan". El resumen que hace es éste: el reino de los cielos, según el
Evangelio, es un tesoro por el que se entrega todo; por Dios uno se da por completo.
Nepotismo
Mala costumbre la del nepotismo. Bien poco ejemplar fue en este terreno el Papa
Alejandro VIII, aparte del mal ejemplo que dio por sus muchos gastos en banquetes y
espectáculos teatrales, al favorecer descaradamente a sus familiares. Llegó a nombrar a
uno de sus sobrinos jefe de las galeras pontificias, a pesar de ser cojo y giboso, ¡que ya
son ganas! Decía a sus familiares, en alusión a su avanzada edad:
-¡Démonos prisa todo lo posible, porque en el reloj ya van dando las veintitrés!
Pero aún vivió lo suficiente para comprobar la ingratitud de aquéllos a los que había
favorecido. Falleció el año 1691.
El contraste lo ofrece poco después el Papa Clemente XI. Nada más ser elegido
Romano Pontífice, advierte a su familia:
Les prohibió incluso que aceptaran donativos con motivo del parentesco con el Papa. Y
él, personalmente, distribuyó casi todos sus bienes entre los pobres.
RECTITUD DE INTENCIÓN
En los años siguientes a Lepanto floreció la piratería por la zona del Canal de la
Mancha. Los franceses tenían su base en Dieppe y abordaban a las naves inglesas,
mientras que en la Isla, los ingleses hacían lo propio con las francesas, siendo su cuna
Devon y Cornwall. Los moradores de esas regiones vivían del mar, ya fuera del
bandidaje o del saqueo de los naufragios. En las aldeas ribereñas todas las noches se
rezaba una vieja plegaria que decía: "Señor, haz que no haya ningún naufragio, pero si
tiene que haber alguno, que sea en las costas de Cornwall".
ROMANO PONTÍFICE
Sor Auxilia, en el mundo Mercedes Cortevis, fue una religiosa que cuidó
maravillosamente del Papa Juan Pablo II desde la primera vez que éste llegó a la clínica
Gemelli. Era una de las veinticuatro monjas de la congregación de María Niña que
prestaban servicio en el hospital. Alegre y simpática, al mismo tiempo que enérgica e
inflexible para imponer las órdenes de los médicos. Murió en agosto de 1995.
Desde hacía dos años sufría un cáncer. Por una de sus compañeras, sor Leticia, se ha
sabido algo sobre el origen de su enfermedad. El día que el Papa ingresó para la
operación del tumor, todas las religiosas fueron a la capilla a rezar para que fuera
benigno. De repente, ha revelado la hermana, "oímos musitar a sor Auxilia un Gracias,
Dios mío. Supimos meses después, cuando le diagnosticaron un cáncer maligno, que
en el oratorio ella había ofrecido al Señor su vida a cambio de la del Papa".
Dentro y fuera
El Papa Juan Pablo II estuvo en San Francisco durante un viaje por los Estados Unidos,
allá por el año 1987. En esa ciudad los homosexuales prepararon una bochornosa
manifestación para exteriorizar su rechazo al Romano Pontífice.
Fuera un vocerío -también recogido por las cámaras- de lesbianas que protestaban e
insultaban:
-Pope, go home.
SAN JOSÉ
"¡Piénsatelo!"
Las religiosas rezan, pero las deudas no hacen sino incrementarse de día en día.
Cuando la situación se vuelve más delicada, Comboni se dirige a la imagen de San José
que tiene sobre la mesa. Con sencillez le habla de su apuro y después le da un
"ultimátum":
Todavía tiene confianza de sobra como para decirle a San José sin faltarle, como es
lógico, al respeto:
-¡Piénsatelo!
Pasa una hora más o menos y suena una campanilla en la portería. Un señor
desconocido pregunta por Comboni y asegura tener bastante prisa. Naturalmente,
Mons. Comboni supone que se trata de un nuevo acreedor, pero no, el recién llegado
no quiere dinero. Pide que no le pregunte ni quién es ni quién le envía, y le pone en las
manos un sobre cerrado, luego besa con respeto el anillo pastoral de Comboni y se
marcha sin más. Al abrir el sobre, aparecen los miles de liras que necesita para afrontar
los problemas económicos más acuciantes. Es la respuesta de San José.
"Id a José"
La siguiente anécdota, como la arriba referida, es una muestra más de cómo San José
no abandona a los que le invocan con confianza.
Otro fundador, en este caso el del Opus Dei, se encontraba en el año 1935 metido en la
difícil tarea de sacar adelante una residencia de estudiantes, en la madrileña calle de
Ferraz, dentro de una escasez de medios materiales más que notable. De entrada ya
venía encomendando a San José, y recomendaba hacer lo mismo a sus entonces
jovencísimos seguidores, contar con el oportuno permiso eclesiástico para instalar
oratorio en aquel inmueble. Acordándose de José, el hijo de Jacob, aquel hombre de
confianza del faraón en época de carestía, y de cómo el monarca egipcio enviaba a
quien acudía a él en demanda de auxilio a ese buen ministro -"id a José"-, pensó que
San José tenía que obtenerle el Pan eucarístico: ¿no había aportado el Santo Patriarca
con su trabajo el pan de cada día al hogar de Nazareth?
Una vez logrado el preceptivo permiso eclesiástico, había que obtener los elementos
que constituyen un oratorio. Poco a poco, con una gran modestia de medios materiales,
fue llevándose a cabo la instalación. Por ejemplo, el Sagrario -de madera dorada- lo
recibió en préstamo de manos de la Madre Muratori, Priora de las RR. Reparadoras de
Torija, pero faltaban al final varias cosas: candeleros, vinajeras, atril, bandeja... Unos
días antes de la fecha prevista para reservar al Señor -estamos en marzo de 1935- el
portero de la casa subió a la residencia con un gran paquete que había dejado un señor
en la portería, sin acompañarlo de tarjeta que diera razón de quién era el donante. En
aquel paquete estaba todo lo que hacía falta para completar la instalación del oratorio.
Algún residente comentó, medio en serio medio en broma, que seguramente sería San
José, y así quedó el asunto sin que nunca se tuviera conocimiento de la identidad de
aquel buen hombre.
SANTIDAD
Debió ser por el mes de marzo o el de abril de 1855, cuando Domingo Savio tenía trece
años. San Juan Bosco habló a los muchachos de santidad con una fuerza que conmovió
a más de uno. En el caso de Domingo fue como una chispita que le hizo arder por
dentro en amor de Dios, con un fuego que no se apagó nunca a lo largo de su breve
vida en la tierra.
A los pocos días fue a ver a su maestro y le expuso con claridad su pensamiento:
Un día San Juan Bosco le habló de que pensaba obsequiarle con un regalo que fuese de
su agrado, y que le manifestara su preferencia por si podía acertar, pero el muchacho
volvió a la carga con lo que realmente ocupaba su mente y su corazón:
-El regalo que le pido es que me ayude a ser santo. Quiero darme todo al Señor, para
siempre; siento verdadera necesidad de hacerme santo; y si no me hago santo, no hago
nada.
El relato de la vida de Santo Domingo Savio que nos ha dejado Don Bosco añade más.
Un día se estaba explicando en clase la etimología de algunas palabras, y el chico
preguntó:
Le contestaron:
-Vea usted si tengo razón al decirle que me haga santo; hasta el nombre dice que yo soy
del Señor; luego yo debo y quiero ser santo, y no seré feliz mientras no lo sea.
Algo más que buenas personas
-No recuerdo si los ha llevado a cabo o no, pero sí respondo a su Majestad de que no ha
hecho mal a nadie, y esto no se puede decir de todo el mundo. Premiémosle, pues, por
su bondad.
Sí, es curioso. Habría que escuchar el tono de voz y contemplar la sonrisa para
entender el sentido que estas palabras tenían en el buen Sagasta, frente a la seriedad de
la reina que se tomaba muy a pecho tales asuntos. Pero, mira por dónde, que hay
bastante gente que se siente muy tranquila al considerar que, no habiendo hecho mal a
nadie -y eso habría que demostrarlo-, ya ha cumplido y más que de sobra, como si
administrar los talentos recibidos no diera para más.
Sancho no ve los ejércitos por ninguna parte sino ovejas y carneros que levantan
mucho polvo en el campo; oye sus balidos y nos los "clarines ni ruidos de atambores"
que asombran a su señor.
Después del desaguisado -porque Don Quijote no da su brazo a torcer-, sin muelas,
habla el caballero:
-Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro.
La moraleja es que hay seres humanos -sobre todo, los santos- que se distinguieron
porque han realizado muchas más cosas que nosotros. "Que no es un hombre más que
otro si no hace más que otro".
Un consejo no atendido
Escribe sobre Juan Pablo II el Prelado del Opus Dei, Mons. Echevarría, en un artículo
publicado en noviembre de 1996, con motivo de las Bodas de oro sacerdotales del
Romano Pontífice: "Un conocido intelectual le sugirió: Santidad, procure cuidarse más;
tanto trabajo le consume. Y el Papa, con el mismo afecto, pero con no menor firmeza,
respondió: Por favor, no me dé este tipo de consejos. Yo estoy aquí para servir, y lo que
necesita la Iglesia es un Papa que luche todos los días para ser santo. Además, después
de un Papa viene otro".
SINCERIDAD
El Cardenal de Retz (1641-1679) escribió en sus famosas Mémoires una serie de críticas
en torno a los defectos del Príncipe de Condé, Luis II, también conocido como el Gran
Condé (1621-1686). Este célebre noble francés pidió el libro y lo leyó -según dicen- con
gran interés. Un amigo le preguntó entonces por qué le interesaba tanto, y Condé
contestó:
-Porque está escrito por un enemigo que me hace conocer los defectos, cosa que
ninguno de mis amigos ha hecho nunca.
Este se conocía
Entre los grandes pioneros de la aviación -tiene su nombre escrito con letras de oro en
la historia de ese arte de navegar por el aire- está el norteamericano Wright Wilbor
(1867-1912). En un banquete celebrado en su honor le pidieron que improvisase un
discurso. El hombre sabía bien cuáles eran sus limitaciones, porque era humilde, y dijo:
-En la naturaleza lo normal es que los pájaros vuelen. Sólo algunas excepciones, como
los papagayos, logran hablar. A mí me sucede como a los pájaros normales: sé volar,
pero no soy capaz de hablar.
Don Pedro Téllez Girón y Guzmán, Duque de Osuna (1574-1624), fue nombrado por
Felipe III virrey y capitán general de Sicilia y, después, de Nápoles. En su época
napolitana visitó la cárcel en la fiesta en que tenía el derecho de liberar a algún preso.
Como es natural, todos los presidiarios a los que interrogó le informaron de que eran
inocentes y que estaban allí a causa de un lamentable error judicial; bueno, no todos:
hubo uno que confesó francamente su delito. Entonces el virrey, con una pizca de sana
ironía, dio esta orden:
-Echad fuera a este delincuente para que no corrompa a todas las personas de bien que
aquí están encerradas.
Cuentan que se encontraron dos señoras después de varios años sin verse. Y se produjo
el siguiente diálogo:
-Muchas gracias, pero lamento no poder decir lo mismo de ti. Estás que das pena.
Para sincerarse
TIBIEZA
Rutinas
Debe de tratarse de un simple historieta puesto que existen de este asunto al menos
dos versiones: la del jardín y la del cuartel. Bueno, si optamos por la primera -poca
diferencia hay-, resulta que durante cinco años estuvo un guardia vigilando a diario un
determinado jardín, y no por cuestiones de moralidad pública ni por la posible
presencia de drogadictos o navajeros, sino porque sí, porque así estaba previsto. Una
investigación, cuando hubo cambio de alcalde, puso al descubierto que esa costumbre
había nacido el día en que pintaron los bancos del jardín, para evitar que alguien se
sentara en ellos y se viera perjudicado por la broma de mancharse. Al cabo de cinco
años, los bancos estaban pidiendo ya a gritos una nueva mano de pintura, pero el
guardia de siempre seguía vigilando: nadie le había dado nuevas órdenes.
En la vida espiritual cabría que sucediera algo muy parecido a lo anterior. Uno lleva a
cabo determinada práctica religiosa, por ejemplo, porque así lo hizo desde pequeño,
sin plantearse su sentido y razón de ser, como impulsado por la inercia: "yo siempre lo
hice así, pero tampoco sé muy bien por qué, y a estas alturas de la vida me da pereza
introducir cambios en mis hábitos". Exagerando un poco, naturalmente.
Bastante diferencia
-En un plato de huevos con tocino, la gallina "colabora", mientras que el cerdo "se
compromete".
TRABAJO
Sabiduría popular
Suele decirse que la mejor lotería es trabajo y ahorro. En una línea parecida de
convicciones se mueve la sabiduría popular cuando afirma que "con diez nobles
abuelos no se pone el puchero", indicando que de poco sirve presumir de antepasados,
linajes y abolengos..., si estos "méritos" no van acompañados de un patrimonio. Y
también: "Con hermosura sola no se pone olla". El contenido de una popular seguidilla
va también en esa dirección: "Dices que por el pelo tienes amores; / echa el pelo en la
olla, / verás qué comes".
Kazuo Ishiguro, el buen escritor británico de origen japonés, narra en Los restos del día
una historia curiosa. Se trata del comportamiento, en situación comprometida, de un
mayordomo que había gozado de fama entre los mejores mayordomos ingleses,
ejemplo a seguir y espejo en el que mirarse por su discreción y eficacia.
Había viajado con su señor a la India, donde le sirvió siempre de modo admirable. Una
tarde, como acostumbraba, el mayordomo dio un repaso al comedor para asegurarse
que todo estaba en perfecto orden para la cena, y descubrió que debajo de la mesa
había nada menos que un tigre moribundo. Inmediatamente abandonó en silencio el
comedor, se aseguró de cerrar bien la puerta y se dirigió sin prisas al salón donde su
señor tomaba el té con los invitados. Tosiendo educadamente -un ligero carraspeo-,
llamó la tención de su patrón y, acto seguido, acercándosele al oído, susurró:
-Discúlpeme, señor, pero creo que hay un tigre en el comedor. ¿Me permite que utilice
el rifle?
Obtenido el permiso, salió con discreción. Pocos minutos después estaba de nuevo en
el salón dispuesto para rellenar las teteras. El dueño de la casa le preguntó si todo
estaba en orden.
-Perfectamente, señor.
-Gracias.
-La cena será servida a la hora habitual, y me complace decirle que no quedará huella
alguna de lo ocurrido.
Puro fingimiento
El sistema comunista ha sembrado sal allá por donde ha pasado, también en los
aspectos materiales y económicos. Ha sofocado la iniciativa privada y ha creado, con su
estatalismo, un mundo de gentes sin estímulo ni sentido de la responsabilidad
personal. Los obreros de la antigua Unión Soviética decían con sorna a propósito de
sus relaciones con los jefes: "Ellos hacen como que nos pagan, y nosotros hacemos
como que trabajamos".
Una de perezosos
-¿Desea algo?
-Sí. He oído que es aquí donde dan un premio al más perezoso, y yo venía...
Otra de lo mismo
En este país se ha ironizado mucho con la poca laboriosidad de los empleados públicos
y hay que decir que "de todo hay en la viña del Señor", y que "en todas partes cuecen
habas, y en la mía, calderadas", aunque también es cierto que tanta insistencia en las
chanzas debe obedecer a alguna realidad. Por otro lado, este género de críticas puede
observarse en otras naciones cuando se trata del gremio funcionarial.
"-Mañana tengo que estudiar doce horas seguidas -aseguraba con mirada doliente.
Después de tan solemne aserción, lo disponía todo para la batalla: se levantaba tarde
para estar descansado y con la mente lúcida. Tras un desayuno energético, daba un
paseo para tonificar los músculos. El aperitivo, por supuesto, era sagrado. Después de
comer, tres o cuatro cafés para mantenerse despierto. Un par de horas más tarde ya
había preparado el escenario: los libros bien a mano; la luz, por la izquierda; un termo
con más café; cuatro cajetillas de tabaco; zapatillas para sus cansados pinreles; un flexo
de luz intensa para evitar fatigas; bolígrafos de tres colores; lápiz para subrayar; folios
en abundancia; aspirina para previsibles cefaleas, y música ambiental.
Después de la cena, una copita... Y entonces sí; con paso firme y mirada bizarra,
entraba decidido en su habitación. Al cabo de diez minutos de estudio comprendía
que, en realidad, donde mejor se trabaja es en la cama. Con tres almohadas de respaldo
y un cuarto de hora perdido en trasladar el equipaje, se embutía el pijama, entraba en
la piltra y abría el libro.
Me lo contaba un amigo. Había ido él a visitar una finca con el dueño. Cuando llegaron
al lugar en que unos campesinos estaban trabajando -ya desde lejos los habían visto-,
dos o tres de ellos descansaban tan tranquilos fumándose un cigarrito a la sombra de
un árbol. Se sorprendió el visitante de la actitud de aquellos hombres y pensaba en su
interior si no serían un poco cínicos, con aquel comportamiento que parecía denotar
cierta frescura. A la vuelta preguntó al propietario por aquellos empleados. Este aclaró:
-Son los mejores. ¡Son de una pieza! Es curioso, cuando un hombre trabaja bien, no
necesita hacer exhibición de su trabajo.
Un tipo dinámico
Parece ser que durante el rodaje de la célebre película Rebeca, basada en la novela de
Daphne du Maurier y dirigida por el rey del "suspense" Alfred Hitchcock, éste no
estaba muy contento de una escena en la que Joan Fontaine debía llorar con crudo
realismo. La escena se repetía una y otra vez, hasta que la diva, un tanto harta, aseguró
que no estaba dispuesta a derramar ya ni media lágrima. Y comentó con una pizca de
sarcasmo:
De otra manera Machado dice lo mismo, pero en positivo: "Despacito y buena letra./ El
hacer las cosas bien/ importa más que el hacerlas".
Cansancio
Un día, Mons. Álvaro del Portillo contó, pocos años antes de su fallecimiento, que fue
recibido en audiencia por el Papa a última hora de la tarde. "Cuando llegó a la sala
donde le esperaba, advertí que caminaba con fatiga, y que el rostro sereno dejaba
traslucir la huella del cansancio. Al hacérselo notar con respeto, su respuesta fue:
-Si a estas horas no estuviera cansado, significaría que no habría cumplido con mi
deber.
Estas palabras traen a mi memoria lo que San Pablo escribía a los cristianos de Corinto:
muy gustosamente me gastaré y me desgastaré por vuestras almas".
Cfr. "Mundo Cristiano", nº 399
El célebre doctor Marañón (1887-1960) brilló con luz propia como estudiante -no dejó
matrícula "viva"- y como profesional, prestigioso en el mundo de la medicina y
cultivador de diversas facetas de la cultura humana. Para Don Gregorio "eso" de la
suerte no existía; lo que había era trabajo y sacrificio de muchos años: "La suerte -
aseguraba- la debo yo a levantarme cada día a las cinco de la mañana para comenzar
mi trabajo. Entonces estudio el caso del enfermo que he de ver en el hospital y me
prestigio como médico; preparo la clase que tengo en la Facultad y quedo bien con mis
alumnos; trabajo en el libro que debo dar a la editorial y me prestigio como escritor...
Pero nada de eso es suerte, sino el resultado de mi esfuerzo".
Jane Eyre
Sin ética
-No, nunca miré las cosas bajo este aspecto; para mí sólo contaba una cosa: el trabajo
bien hecho.
VIRGEN MARÍA
Tener madre
Chepkoetch es una muchacha africana perteneciente a la tribu kalenjin. Un día cuenta a
una amiga europea -recordando el paganismo de sus antepasados- cómo entre su gente
siempre se había adorado a un solo Dios, que para ellos estaba en el sol. Le ofrecían, en
el día más largo del año, el cordero más blanco de los rebaños. En tiempos de su abuela
llegaron misioneros católicos y protestantes, y su abuela iba una semana a escuchar las
explicaciones de una misión y a la siguiente las de la otra. Y fue la Madre de Dios la
que hizo que se convirtiera a la fe católica, después de algún tiempo. Pensó -entre otras
muchas razones- que la religión que tenía una Madre como la Virgen María debía ser la
mejor de todas.
En una catequesis
¡Qué confianza tienen en el recurso a María las gentes más sencillas, y, entre ellas, los
niños! Daba catequesis un sacerdote mejicano a unos niñitos. Les hablaba del gran
apoyo que tuvo la Virgen y el Niño en el Santo Patriarca. Decía:
-Os imagináis... ¿Qué habría sido de Ella cuando Herodes quiso matar a Jesús y hubo
que huir a Egipto? ¿Qué podía hacer sin San José a su lado para protegerla?
Tabla de salvación
Era un hombre grandullón, alto como una torre, fornido, y lloraba desconsolado como
un niño pequeño. ¡A veces la vida es dura, casi cruel! Estaba el hombre tan
desesperado que pensaba que ya no le quedaba ningún asidero en su vida. Le
escuchaba un sacerdote, que trataba de encontrar algo bueno en que apoyarse -ya era
bastante haber conseguido que charlara con él-, pero la existencia de aquel hombre era
un cúmulo de tonterías, de desastres, de hechos lamentables, nada parecía
"aprovechable" a primera vista. De pronto, al hombrachón le brillaron los ojos:
-Bueno, sí, algo valioso puede ser que haya hecho en la vida: jamás dejé de rezar a la
Virgen María, tal como me enseñó mi madre. Creo que en medio de tanta basura
siempre la he querido.
Ya había encontrado el sacerdote la tabla que andaba buscando, para que el otro
pudiera asirse y salir a flote en medio de aquel oleaje que amenazaba con hundirlo y
aniquilarlo. Seguramente era el amor a María el que había propiciado aquella
conversación. Y salió adelante el atribulado. Se cumplió una vez más aquello de San
Efrén: "Ella es la esperanza de los desesperados"
Como un milagro
Refiere un sacerdote que, recién ordenado, con su veintiséis años a cuestas, recibió una
llamada telefónica. Se trataba de una voz masculina, un tanto nerviosa, que le hablaba
de acudir a atender en el lecho de muerte a un moribundo. Le explicaba que el asunto
era difícil, porque los amigos y familiares del moribundo no querrían ver a un
sacerdote ni en pintura en la casa. Y allá fue, no sin antes encomendarse a la Virgen
para que todo saliera a pedir de boca.
-He visto caras de susto y gestos feos; pero ha podido más la Virgen nuestra Señora.
El hombre era persona muy conocida. Llevaba sin confesarse muchísimos años. Al final
la absolución.
-He estado cuarenta años ausente de la Iglesia. Y usted se preguntará por qué he
llamado a un sacerdote. Mi madre, al morir, nos reunió a los hermanos... Mirad. No os
dejo nada. Pero cumplid este testamento que os doy: Rezad todas las noches tres
avemarías. Y yo, ¿sabe?, lo he cumplido.
Termina el autor del relato: "Se moría mientras cantaba. A mí me pareció todo aquello
un cántico: Yo lo he cumplido, yo lo he cumplido".
La tarde del 13 de mayo de 1981 -fiesta de la Virgen de Fátima- estaba Ali Agca en la
plaza de San Pedro preparado para asesinar al Pontífice. Este ciudadano turco había
sido condenado en su país por el asesinato de un famoso periodista pero había logrado
escapar de la cárcel de extrema seguridad de Kartel. A las 17,17 dispara sobre Juan
Pablo II, pero el Papa salva la vida milagrosamente.
-¿Quién es esa Fátima que dicen que ha salvado al Papa?, porque yo sé disparar y tiré
a matar.
-Voy al lecho de un moribundo, medio ateo, y me saca una estampita, sobada, con una
explicación: Me la dio mi madre, o alguna persona que se preocupaba por él. Siempre
me encuentro con que María me ha preparado el camino. No un arcángel o San
Cayetano. Siempre María.
Devoción cristocéntrica
Con sencillez responde Juan Pablo II al periodista que le interroga. Le pregunta por la
devoción a la Virgen María, y el Papa trae a la memoria recuerdos muy queridos de su
juventud. Durante la Segunda Guerra Mundial él trabajaba como obrero en una
fábrica. Entonces le pasó por la cabeza la idea de que quizá debería alejarse algo de la
devoción mariana que tenía muy arraigada desde la infancia, en pro de un cristianismo
-así pensaba- más cristocéntrico. Pero gracias a la lectura de las obras de San Luis
Grignon de Monfort comprendió que la verdadera devoción a la Madre de Dios es
cristocéntrica, "más aún, que está profundamente radicada en el Misterio trinitario de
Dios, y en los misterios de la Encarnación y de la Redención". Lo que sí logró a partir
de entonces fue una devoción a la Señora más madura. Considera el Papa que la
encíclica Redemptoris Mater y la carta apostólica Mulieris dignitatem son en buena
medida fruto de esa profundización.
-Yo siempre había pensado que la Virgen María era un obstáculo para acercarse a
Cristo; ahora veo que es todo lo contrario: María lleva a Jesucristo. Creo que tengo que
revisar mis planteamientos teológicos...
Estaban preparando en un local contiguo al templo, allá por tierras de Sevilla, lo que se
conoce por una Virgen "armada". Unas horas después tendría lugar la solemne
procesión. Sobre un cojín descansaba una cabeza de talla maravillosa; sobre otro cojín,
reposaban unas manos también de factura delicadísima. Y el sacerdote, venido de fuera
para la predicación en aquellas fiestas religiosas, observaba la escena sorprendido.
Preguntó al "capataz":
El capataz le dirigió una mirada que quería expresar algo así como "se nota que usted
es forastero y no entiende de esto", al mismo tiempo que aseguraba:
Durante unas horas varias personas, a las órdenes del "capataz" fueron armando lo que
hacía de cuerpo de la imagen, lo cubrieron con un bellísimo vestido y manto, la
coronaron, la rodearon de flores y velas, todo con un gusto exquisito. Pero fue en el
momento en que la imagen salió a la calle, y el sacerdote admiró el fervor y la fe de la
muchedumbre, escuchó lo piropos de que todas partes llegaban a la Madre de Dios y
comprobó cuánto la amaban, cuando comprendió de verdad el sentido de las palabras
del "capataz": "¡El resto corre de nuestra cuenta!"
Corazón de madre
Y con esas frases en la boca, que se salían de los más hondo del corazón, iba la pobre
detrás del hijo querido. Los presentes estaban conmovidos. Y finalizaba el sacerdote su
recuerdo de aquel lance:
-¡Hay que ver cómo son las madres! ¡Las madres son así!...
VOCACIÓN
Desde niño
-Yo tenía ocho años. Mi padre había decidido volver a Italia cuando murió mi madre.
Un día, próximo el embarque, caminábamos (mi padre y sus cinco hijos) cuando se
acercó un hombre. Recuerdo que se pusieron a hablar y que discutían (...). Así, papá
suspendió el viaje. Pero lo curioso es que el hombre se volvió a mí y me preguntó:
"Decime", ¿no te gustaría ser sacerdote? Menuda pregunta a un chico de ocho años...
El pequeño respondió que sí. Aquel hombre -el que había sembrado en el niño- era
hermano del Cardenal Arzobispo de Buenos Aires, Mons. Santiago Copello. Desde ese
día, Carmelo Juan nunca dudó de su vocación:
Futuro Papa
El padre del que llegaría a ser Papa con el nombre de Juan Pablo I, Albino Luciani, se
llamaba Giovanni y era un hombre de ideas socialistas, anticlerical y no pisaba el
templo, aunque murió tras recibir los últimos sacramentos y en perfecta sintonía con la
Iglesia. Su hijo, Albino, seguramente impresionado por un predicador capuchino, se
planteó a los diez años el ser sacerdote. Pero había que conseguir el beneplácito del
padre, que por aquel entonces andaba trabajando en Francia; y algo más que el
permiso, porque había que pensar en comprar libros, desplazamientos, pensión -
aunque muy modesta- del seminario..., y la familia era bastante pobre.
Curioso. El padre, a pesar de la sorpresa que le supuso la decisión del hijo, le respondió
a vuelta de correo: "Haz lo que quieras". El Papa Juan Pablo I conservó celosamente
aquella carta entre sus recuerdos más queridos.
Horas de oración
Estaban en los comienzos. Las recién nacidas Siervas de María, religiosas bien
conocidas por su tarea de cuidar enfermos en sus mismos domicilios, eran poquitas y
pasaban momentos de extrema pobreza. La Madre Soledad Torres Acosta, la
Fundadora, las ponía a rezar en la casita madrileña donde vivían. Comenzaban a las
cuatro de la mañana y así estaban hasta las ocho, y luego a Misa.
Y ella respondió:
VOLUNTAD DE DIOS
El 18 de mayo de 1967 fallecía uno de los hombres que más han brillado en la medicina
española, ilustre maestro de otros grandes doctores. Don Carlos Jiménez Díaz había
nacido en Madrid, en el año 1898. Antes de morir había escrito una oración para un
pariente suyo. El texto se lo confió la viuda al matrimonio Eduardo y Laurita Ortiz de
Landázuri: "José Mari: Cuando sientas la mano de Dios que te acaricia, aunque sea a
contrapelo y dolorosamente, recuerda lo que hace un perrito cuando siente la mano de
su amo; le lame la mano. Yo te lo puedo decir, por experiencia; llevo mucho tiempo
lamiendo la mano de Dios".
-Le dices a San José que le estoy muy agradecida por el favor que me hizo.
Y una, que consideraba que lo que Dios da o permite sólo puede ser para bien:
-Dale gracias al Señor, de mi parte, por las calenturas que me envió el año pasado.
La vida es un gran don de Dios: nunca le agradeceremos lo suficiente este regalo. Pero
luego, quizá, nos portamos -transcribo lo que contaba un amigo- como el que ha
recibido como regalo un formidable automóvil y no quiere saber nada del benefactor
generoso; eso se llama montarse en el vehículo y dejar a Dios en la cuneta. También
cabe una segunda posibilidad: aceptar llevar a Dios en el asiento de al lado, pero sin
dirigirle la palabra en todo el trayecto de la existencia (es menos malo que lo anterior,
pero puede calificarse también de mal comportamiento, para qué engañarnos). Algo
mejor estaría preguntarle al Señor: "¿adónde quieres que vayamos?". Pero hay un
modo superior de tratar al Señor, y consiste en decirle simplemente: "¡conduce Tú, por
favor!"
Oración de niña
Estaba un día escuchando una emisora de radio -la Cope, para más señas- y
comenzaron un programa dedicado a tres niñas a las que se les había incoado el
proceso de Beatificación y Canonización. Yo ya conocía a una de ellas: Alexia, a quien
tenía y tengo por muy santa. La madre, Moncha, relató al final del programa, como
anécdota muy representativa de cómo era su hija, algo que he encontrado en una de la
biografías (cfr. M.A. Monge, Alexia) y refiero seguidamente.
-¿Sabes, Alexia? Yo no sé si te he dicho alguna vez que es bonito decirle algo cariñoso
al Señor, cuando hacemos la genuflexión ante el Sagrario.
Ella se quedó mirándola con sus grandes ojos muy abiertos y una expresión entre
asombrada y divertida, mientras decía con gran convencimiento:
La madre sólo pudo aprobar aquello. Y se quedó muy impresionada, porque esa frase
nunca se la había enseñado. ¿Sería una moción del Espíritu Santo? Parece que esta frase
contiene el programa de lo que fue siempre la vida de aquella pequeña.
San Antonio María Claret, beatificado en 1926 y canonizado en 1950, padeció, como
tantos santos, las calumnias más miserables. Escribe un día del año 1864 a su director
espiritual: "Este año he sido muy calumniado y perseguido por toda clase de personas,
por los periódicos, por folletos, libros remedados, por fotografías y por muchas otras
cosas, y hasta por los mismos demonios. Algún poquito a veces se resentía la
naturaleza; pero me tranquilizaba luego y me resignaba y me conformaba con la
Voluntad de Dios. Contemplaba a Jesucristo y veía cuán lejos estaba de sufrir lo que
Jesucristo sufrió por mí, y así me tranquilizaba".
Madera de cedro
Hay una vieja leyenda alemana que nos habla de un monje llamado Bertram. Había
vivido durante muchos años en un monasterio, donde ejecutaba muy buenas obras de
escultura porque era un artista. Un día el abad le mandó que hiciera un Santo Cristo
para el altar mayor: pronto les iba a visitar un Cardenal y sería gran cosa poder
mostrarle esa imagen ya realizada y en su sitio.
Mientras dormía, narra la leyenda, ocurrió algo extraordinario. Un ángel bajó del Cielo,
cogió las herramientas de Bertram y empezó a trabajar. Para ello se hizo con la vieja
madera de roble que andaba medio tirada en un rincón. Al final quedó terminada la
imagen. Bertram, según despertó y la vio, quedó maravillado. Luego refirió al abad el
prodigio, y éste le hizo el siguiente comentario:
-Mira, Bertram, el Señor quiere que hagamos lo posible y con los medios de que
disponemos. Y que no soñemos con lo que haríamos si tuviéramos otros o si nos
encontráramos en mejor situación. ¿Entendido?