Está en la página 1de 24

CARLOS MARX: BREVE INTRODUCCIÓN A SU PENSAMIENTO

Eduardo Weisz

I) ASPECTOS BIOGRÁFICOS Y CONTEXTO HISTÓRICO

Carlos Marx nació en Tréveris el 5 de mayo de 1818. Esta ciudad pertenec-


ía a la provincia alemana de Renania, de gran desarrollo industrial. Su
padre era un abogado de origen judío, aunque no practicante. Federico
Engels, con quien Marx compartiría su vida intelectual y política, nacía
dos años más tarde en Bremen, en la misma provincia, hijo de una impor-
tante familia tradicional alemana, con fábricas textiles en ese país y en
Manchester, Inglaterra.
Su país de origen, Alemania, que en rigor sólo se constituiría como na-
ción unificada recién cinco décadas después de sus nacimientos, no era
ajena a los dos grandes acontecimientos que transformaban radicalmente el
escenario económico, político y social europeo: la revolución francesa y
la revolución industrial. La primera, bajo las consignas de Libertad,
Igualdad, Fraternidad había acabado en 1789 con el dominio político de la
nobleza y el clero –ejercido a través de la monarquía-, para iniciar el
dominio de la burguesía en Francia y, consecuentemente, impulsar las re-
voluciones burguesas que a lo largo de más de un siglo atravesarían a
Europa dando al mundo moderno su forma política.
La revolución industrial, que podemos situar entre fines del siglo XVIII
y principios del XIX, significó la utilización de innovaciones permanen-
tes que modificaron completamente las bases técnicas de la producción y
las formas de organización del trabajo. Los nuevos tipos de telares y la
máquina de vapor, junto con otras invenciones, dieron lugar al surgimien-
to de la gran industria, que progresivamente haría obsoletos los talleres
y las formas artesanales de producción. En el marco de este proceso tiene
lugar la extensión masiva de las relaciones asalariadas en la producción,
es decir, el surgimiento de un nuevo actor social, el proletariado moder-
no, que realiza su trabajo a cambio de un salario, en espacios en los que
muy frecuentemente se concentran centenares de trabajadores en condicio-
nes semejantes. 1

1
Es necesario recalcar que tanto el proceso de industrialización como el de las
transformaciones políticas se producen tardíamente en los territorios alemanes,
si se los compara con otras partes del continente europeo. La debilidad de una
clase social dispuesta a reformas políticas, la burguesía, frente a la clase
terrateniente, los Junkers, asociada a la concepción autoritaria del Estado,
retrasan en décadas la modernización alemana y la propia conformación de ésta en
Marx termina sus estudios universitarios en jurisprudencia, pero en sus
últimos años de estudio en Berlín dedica mayor atención a estudios fi-
losóficos. Se vincula a los llamados jóvenes hegelianos, quienes se abo-
caban a profundizar en la obra del filósofo alemán Georg Wilhelm Hegel
(1770-1831), sacando de ésta las conclusiones más radicales para la
crítica política y social al régimen dominante. A su vuelta a Bonn, donde
había iniciado sus estudios, Marx se sumará a la redacción de la Gaceta
Renana, de la que participaban varios escritores radicales. Luego de que
la censura prohibió esta publicación, Marx debió mudarse a Francia donde
las posibilidades de expresión eran mucho mayores. Allí entró en contacto
con revolucionarios alemanes y trabajó en la publicación de los Anales
franco-alemanes.
Al poco tiempo de llegar a París, Marx conoció a Engels, quien había
hecho un importante estudio sobre la clase obrera inglesa en el que Marx
encontró grandes coincidencias con sus ideas. Comienza así una relación
intelectual y política que se prolongará por varias décadas, hasta la
muerte de Marx.
En 1844, Marx escribía los que hoy se conocen como Manuscritos económico-
filosóficos, en donde ya se planteaba la importancia del proletariado en
la transformación social, producto de sus condiciones materiales de exis-
tencia en la sociedad moderna.
En los años siguientes, Marx y Engels profundizarían su comprensión del
funcionamiento de la sociedad capitalista y de la explotación del prole-
tariado por parte de la burguesía, combinando sus estudios con la activi-
dad política en diferentes círculos. 2
En 1847 se funda la Liga Comunista, con grupos de trabajadores e intelec-
tuales franceses, belgas, ingleses y alemanes. En el marco de una crisis
económica, con crecientes disturbios sociales en la mayoría de los países

una Nación. Es recién a partir de 1862, cuando el emperador prusiano Guillermo I


nombra como Primer Ministro a Otto von Bismarck, que Prusia desarrollaría fuer-
temente la industria. La unificación de Alemania, bajo hegemonía prusiana, se
logra en 1871 luego del triunfo militar de Prusia sobre Francia, proclamándose
el II Reich con Guillermo I como Emperador de Alemania. En este desarrollo in-
dustrial, sobre todo después de la unificación, surgirá en Alemania una indus-
tria poderosa que dará lugar, también, a una clase obrera fuertemente organiza-
da.
2
Si bien nos detendremos en los conceptos de burguesía, proletariado y explota-
ción capitalista más adelante, digamos aquí que la burguesía es la clase social
de los propietarios de los medios de producción, es decir, de las fábricas, los
bancos, los grandes comercios, mientras que el proletariado es la clase de los
que sólo poseen su capacidad de trabajo como forma de obtener un ingreso para su
subsistencia. Entre ellos, como veremos, se establece una relación de explota-
ción por medio del cual la burguesía obtiene sus ingresos a partir del trabajo
realizado por el proletariado.
europeos, esta organización le encarga a Marx y a Engels que escriban un
folleto de divulgación para propagandizar las conclusiones de sus estu-
dios, naciendo así el Manifiesto Comunista. Si bien estos estudios esta-
ban aún en sus comienzos, los lineamientos nodales de la concepción
marxista pueden ya encontrarse en esta obra, cuya cantidad de traduccio-
nes y ediciones desde su primera publicación –febrero de 1848- la con-
vierten en una de las de mayor circulación de la historia.
En esta obra se destaca el proceso por el cual la burguesía se formó en
el seno del antiguo sistema feudal, cuál fue su papel revolucionario en
la lucha contra ese sistema y el grado sorprendente en que la burguesía
puede desarrollar las fuerzas productivas, las técnicas de producción.
Gracias a este desarrollo, sostenían, se crean las condiciones para que
por primera vez en la historia exista la posibilidad material de emanci-
par a la humanidad. Por eso, señalaban, en una nueva sociedad, comunista,
las nuevas técnicas permitirían la producción necesaria para la satisfac-
ción de las necesidades materiales de toda la humanidad. De ahí que esa
sociedad podría permitir acabar con la lucha entre los seres humanos.
También describían en este folleto el surgimiento del sector social capaz
de llevar a cabo esa emancipación: la clase proletaria, los trabajadores
asalariados empleados fundamentalmente en la industria. El Manifiesto
Comunista explica el papel de los comunistas en ese proceso emancipatorio
de la humanidad.
Días después de su primer edición, el comienzo de una nueva revolución en
Francia producía la chispa que rápidamente expandió el fuego revoluciona-
rio por la casi totalidad de los países europeos. Prefigurando las ten-
dencias del capitalismo a hacerse internacional, tal como fuera dicho en
la obra recién aparecida de Marx y Engels, por primera vez un proceso
toma inmediatamente un carácter continental, con la única excepción de
Inglaterra. Es ésta la única oportunidad en que Marx y Engels participa-
ron directamente en una revolución a través de sus escritos y de sus ac-
tividades en la Liga Comunista.
Al final de este proceso, derrotada la revolución, Marx escribió dos tra-
bajos de análisis de lo acaecido, La Lucha de Clases en Francia de 1848 a
1850 y El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Es sobre todo en este
último donde aparece con total claridad la riqueza y la profundidad de
los análisis históricos basados en las categorías que Marx y Engels se
encontraban desarrollando. 3
Ante el triunfo completo de la reacción conservadora en Europa –1852-,
Marx debió exiliarse en Londres, donde continuó intensamente el estudio
sobre el funcionamiento del modo de producción capitalista, embarcándose
en vastos estudios económicos para lo que sería su obra más importante,
El Capital. Engels, mientras tanto, se instalaba en Manchester donde du-
rante varios años se encargará de la fábrica del padre para solventar
tanto su actividad teórica y política como la de Marx.
En 1857-58, comenzarían a desarrollarse conflictos sindicales y sociales
en los países centrales del continente y, a diferencia del ’48, también
en Estados Unidos –en este caso ligado a la abolición de la esclavitud-.
Estos desembocarían en las condiciones para que en 1864, por primera vez
se forme una organización agrupando a una importante cantidad de trabaja-
dores y sociedades obreras de diferentes países: la Asociación Interna-
cional de Trabajadores, conocida también como Primera Internacional, cuyo
Manifiesto Inaugural fue redactado por el propio Marx.
Durante los años de existencia de la Internacional, entre 1864 y 1871,
Marx combinaría su actividad teórica de preparación de su obra sobre el
capitalismo con una intensísima actividad política en dicha organización,
dirigiendo una de las alas de la misma enfrentada a la liderada por Mi-
jaíl Bakunin, de tendencia anarquista.
En 1871, luego de la derrota francesa en la guerra con Prusia, los obre-
ros de París conquistaban el poder, constituyendo el primer Estado en la
historia dirigido por los trabajadores, La Comuna, hasta ser salvajemente
reprimidos luego de dos meses y unos días. Marx, sin participación dire-
cta en ese proceso, realizó un análisis del mismo en La Guerra Civil en
Francia.
Unos años antes, en 1867, Marx había logrado terminar el primer tomo de
su obra más decisiva, cuyo título completo es El Capital. Crítica de la
economía política. Mientras tanto, continuaba sus estudios para el segun-
do y tercer tomo. Las condiciones precarias de su existencia, sin embar-
go, debilitarían mucho sus últimos años, sin permitirle acabar con su
proyecto. En marzo de 1883, Marx muere dejando una enorme cantidad de
manuscritos desordenados que, sólo luego de 11 arduos años, Engels lo-
graría terminar de publicar. Es decir que la forma final del segundo y

3
Desarrollaremos más abajo los distintos niveles de análisis que utiliza Marx,
con lo que quedará claro la complejidad de sus análisis sobre procesos concretos
y específicos.
tercer tomo de El Capital fue dada en realidad por quien fuese su más
estrecho compañero. Engels, un año después de publicar el tercer tomo,
muere en 1895 luego de varios años de muy prolífica actividad teórica y
política, ésta última al calor del surgimiento del primer partido obrero
de masas basado en las doctrinas elaboradas por Marx y por él mismo, la
socialdemocracia alemana.

II) ANÁLISIS DE LA METODOLOGÍA MARXISTA

El método de análisis marxista


Plantearemos en este apartado algunos elementos básicos sobre la meto-
dológía utilizada por Marx para analizar la sociedad.
Comencemos diciendo que el pensamiento de Marx sólo puede situarse en el
mundo moderno, en el que la filosofía había absorbido definitivamente los
principios de la burguesía en ascenso. La razón era su consigna crítica y
con ella combatía todo los resabios conservadores con los que se obstacu-
lizaba el desarrollo político y económico burgués. La racionalidad, como
se expresaba en el pensamiento ilustrado, lleva implícita la no acepta-
ción de límites dados por un orden preestablecido, arbitrario, pues el
hombre se sabe ahora capaz de emplear sus capacidades para satisfacer sus
deseos. Esto significa el intento de controlar más eficientemente la na-
turaleza para sus propias necesidades, pero también el de organizar la
sociedad de modo que permita el libre desarrollo de los individuos.
A su vez, la razón realza lo que tienen en común los seres humanos, en
tanto que sujetos pensantes, poniendo en cuestión los privilegios acepta-
dos en las formas sociales y en los sistemas filosóficos anteriores.
Partiendo, entonces, de los avances del pensamiento que lo precedieron,
Marx tomará especialmente la concepción dialéctica de la filosofía de
Hegel. Señalaremos muy brevemente algunos elementos que conforman el
método dialéctico.
La dialéctica ve a la realidad social como algo en movimiento, es decir
que los análisis de la misma deben reflejar la dinámica de los fenómenos:
de dónde proceden y cuáles son sus tendencias de desarrollo. De ahí que
para analizar una sociedad determinada, ésta debe ubicarse históricamen-
te, debe entendérsela como parte de un proceso.
Para la dialéctica, los fenómenos económicos y sociales deben comprender-
se como partes de una totalidad integrada, no en forma aislada. Estas
partes se conectan entre sí de un modo muchas veces contradictorio, es
decir que en su desarrollo chocan entre sí. Esos choques motorizan el
desarrollo de la totalidad, es decir, de la sociedad, cuyas tendencias
aparecen así explicadas a partir de sus contradicciones internas.
Los cambios permanentes transforman más o menos profundamente aspectos de
la sociedad. Estos cambios producen nuevas tensiones y contradicciones,
las que ante ciertas condiciones, mediante un proceso revolucionario,
llevan a cambios radicales que dan lugar a una nueva forma social, la que
será sujeta a nuevas contradicciones y nuevos movimientos.
Un aspecto central del método de Marx es el carácter de las contradiccio-
nes que actúan como motor del movimiento de la historia. En la dialéctica
de Hegel, las contradicciones actúan en el mundo de las ideas, siendo la
realidad material y externa, sólo manifestaciones de lo pensado. Por eso,
la filosofía hegeliana se enmarca en las corrientes idealistas. Para
Marx, las ideas son producto de la realidad material. Esta realidad, en
parte producida por la actividad humana, se representa en la mente humana
a través de múltiples mediaciones. Esta concepción, materialista, parte
entonces de evaluar las tendencias presentes en una sociedad dada enfati-
zando en las condiciones materiales presentes en ella. Un análisis idea-
lista, en cambio, tiende a entender la realidad a partir de las ideas
desarrolladas por tal o cual pensador; esas ideas dan, en esa concepción
opuesta al marxismo, forma al proceso histórico.
Como lo expresara Marx en el célebre Prólogo a la Contribución a la
Crítica de la Economía Política (1859):

El modo de producción de la vida material condiciona el proceso


de la vida social, política e intelectual en general. No es la
conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el con-
trario, es su ser social el que determina su conciencia.

En Marx, la comprensión de una realidad no se puede limitar al plano teó-


rico. El investigador social no es ajeno a su objeto de estudio, y su
misma conciencia está determinada también por sus condiciones materiales
de existencia. El análisis de los mecanismos que dan vida a la sociedad
es inseparable de la práctica política. No se puede interpretar al mundo
en su movimiento sin comprometerse en su transformación. Tal como hemos
visto, la vida de Marx ha estado signada por esta posición metodológica,
combinando permanentemente la actividad teórica con la actividad política
y la intervención en favor de la emancipación de los trabajadores.
Otro aspecto característico del método marxista es la distinción, hereda-
da también de Hegel, entre apariencia y esencia. El sentido mismo de la
ciencia es para Marx, el trascender la forma en la que se manifiestan los
fenómenos sociales o de otro tipo, para dilucidar sus relaciones inter-
nas. Es decir, no ceñir un análisis a la apariencia de lo que se quiere
comprender, sino que indagar en su profundidad, buscando las leyes que
gobiernan sus movimientos. Sin embargo, esta distinción debe interpretar-
se no como si la apariencia fuera una mera cáscara, intrascendente para
comprender un fenómeno, pues es parte de su esencia el que se manifieste
en una determinada apariencia y no en otra.
Marx critica al pensamiento vulgar por tomar la apariencia de las cosas
por el fenómeno mismo, por no trascender su forma inmediatamente visible
para rastrear lo que le subyace, pero sin pensar por ello que esa forma
visible es puramente contingente. El análisis debe intentar explicar por
qué sus tendencias internas encontraron específicamente esa, y no otra,
forma de manifestarse. Ambos, apariencia y esencia, deben poder explicar-
se como producto de una investigación.

Modo de producción, formación económico-social y análisis histórico-


concreto
La relación entre lo concreto y lo abstracto es fundamental para la com-
prensión del método de Marx. El análisis de cualquier realidad social,
concreta, que busque comprenderse debe atravesar una etapa de abstrac-
ción. 4 Esto puede verse en el planteo que Marx hace en la Introducción a
la Crítica de la Economía Política:

Parece que el buen método consiste en comenzar por lo real y lo


concreto, que constituyen la condición previa efectiva, y por
consiguiente, en economía política, por ejemplo, por la pobla-
ción, que es la base y el sujeto de todo el acto social de pro-
ducción. Sin embargo, si se mira más de cerca, se advierte que
ese es un error. La población es una abstracción si se omiten,
por ejemplo, las clases de que está compuesta. Estas clases son,
a su vez, una frase hueca si se hace caso omiso de los elementos
sobre los cuales se basan: por ejemplo el trabajo asalariado, el
capital, etc. Estos suponen el intercambio, la división del tra-
bajo, los precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin
el valor, sin el dinero, los precios, etc. Por lo tanto, si se

4
Señalemos que, según el Diccionario de la Real Academia, abstraer es “separar
por medio de una operación intelectual las cualidades de un objeto para conside-
rarlas aisladamente…”.
comenzara de esa manera por la población, se tendría una repre-
sentación caótica del todo y, mediante una determinación más
precisa, mediante el análisis, se llegaría a conceptos cada vez
más simples; de lo concreto figurado se pasaría a abstracciones
cada vez más tenues, hasta llegar a las determinaciones más sim-
ples. A partir de ahí sería preciso rehacer el camino hacia
atrás, hasta llegar finalmente, de nuevo, a la población, pero
ahora ésta ya no sería la representación caótica de un todo, si-
no una rica totalidad de determinaciones y de numerosas relacio-
nes. (…) Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múlti-
ples determinaciones, y por lo tanto unidad de la diversidad.
(…) El primer proceso ha reducido la plenitud de la representa-
ción a una determinación abstracta; con el segundo, las determi-
naciones abstractas conducen a la representación de lo concreto
por el camino del pensamiento. 5

En otras palabras, Marx nos indica que los fenómenos concretos que obser-
vamos están determinados por múltiples variables. Así, nuestro objeto de
estudio es en realidad la resultante de un caótico cúmulo de tendencias.
Es necesario separar cada una de ellas y analizarlas en forma indepen-
diente, como abstracciones, para después poder retornar al fenómeno estu-
diado pero entendido ahora como la síntesis de todas esas determinaciones
abstractas. Sobre este nuevo concreto, el producto de nuestra elaboración
intelectual, sí sabemos ahora las fuerzas internas que le dan existencia,
sus contradicciones y por lo tanto sus tendencias.
Lo observable, aquello que para Comte constituía lo positivo y a partir
de lo cual se construía el conocimiento, debe ser visto, según Marx, como
algo intrínsecamente contradictorio, como algo en lo que confluyen múlti-
ples determinaciones. El proceso de abstracción, entonces, permite enten-
der esas determinaciones, pero en sí no basta para conocer un hecho con-
creto: es necesario volver a lo concreto pero conociendo ya las tenden-
cias que ese hecho a conocer lleva en su interior. Así se lo puede apre-
hender, entonces, como el producto de esas tendencias –cada una con su
importancia específica-, y comprender así su dinámica histórica, su movi-
miento. Por eso, sintetizando, el método de análisis social de Marx parte
de lo concreto, atraviesa un momento abstracto y retorna a lo concreto
pero ya como producto de múltiples determinaciones.

5
Marx, Carlos: Introducción a la crítica de la economía política. Anteo, Buenos
Aires, 1974. p. 41 y ss.
La relación entre lo concreto y lo abstracto puede observarse al analizar
los diferentes tipos de análisis que el marxismo hace de las sociedades.
El Capital, la obra fundamental de Marx, es, como señalamos, un análisis
de la sociedad capitalista. Su objeto de estudio, el modo de producción
capitalista, es en realidad una abstracción, pues en ninguna sociedad
real, concreta, y menos aún cuando esta obra fue escrita, la producción
de bienes materiales se efectúa en una forma social única. Siempre co-
existen distintos tipos de relaciones de producción. Sin embargo, no es
posible comprender, por ejemplo, la dinámica de una sociedad del mundo
moderno si no se analizan las implicancias para su desarrollo de las ten-
dencias específicas que se derivan de su componente capitalista, aún
cuando éste no exista en forma pura, pues imprime sus características
sobre los restantes tipos de relaciones de producción existentes.
Al referirse a sociedades específicas, Marx utilizará el concepto de for-
mación económico-social. Al hablar de ésta se consideran no solamente las
tendencias propias del modo de producción dominante, sino que también las
características que le imprimen a la sociedad otros modos de producción
existentes, en muchos casos, resabios de sociedades anteriores o gérmenes
de futuras. El estudio de una formación económico-social, entonces, se
aproxima más a la estructura real de la sociedad, concreta, pues sinteti-
za diferentes tendencias con sus especificidades, dando lugar así a un
análisis más rico y profundo de ella.
Así, por ejemplo, una investigación actual sobre la formación económico-
social de una provincia argentina debería estudiar las relaciones produc-
tivas capitalistas, pero también otras no caracterizadas por el pago de
un salario al productor directo, por ejemplo, el arriendo de tierras a
campesinos que pagan dicho arriendo con lo que producen en la tierra. En
otros sectores de la economía habrá formas artesanales que también deben
integrarse al análisis. Una descripción de esa formación económico-social
debe dar cuenta de esa diversidad, de ese entramado complejo que conforma
la estructura social. Sin embargo, la importancia del análisis del modo
de producción es que sólo partiendo del carácter capitalista del país, es
decir, de la relación social de producción dominante, pueden entenderse
las tendencias a las que están sujetas esas relaciones sociales no capi-
talistas. A través del mercado, de la competencia, de la compra de insu-
mos, las relaciones capitalistas tiñen, condicionan y restringen otras
relaciones de producción simultáneas.
En los análisis de procesos histórico-concretos, como el que realizó Marx
sobre las revolución de 1848 en Francia, la investigación toma las ten-
dencias fundamentales dadas por el modo de producción, contempla otros
modos de producción con implicancias en la dinámica social y política
francesa, pero se centra también en los múltiples aspectos que hacen a la
situación social y política concreta: las tradiciones de las distintas
clases, la historia política reciente, los estados de ánimo de los dis-
tintos estratos, e incluso las características personales de algunos di-
rigentes. Esto da lugar a un análisis que combina cada una de estas de-
terminaciones, abstractas en sí mismas, lo que le permite presentar una
sociedad concreta en su complejidad, como síntesis de múltiples determi-
naciones. Este nivel de análisis, el histórico-concreto, recupera y arti-
cula los momentos abstractos del análisis para poder comprender un proce-
so concreto en sus especificidades.

Infraestructura, estructura y superestructura de la sociedad


Los aspectos que forman parte de una sociedad concreta pueden, en el aná-
lisis marxista, clasificarse en tres partes relacionadas entre sí.
Todas las sociedades de todos los tiempos han debido proveerse de insumos
para su subsistencia y reproducción. La provisión de alimentos, vestimen-
ta o vivienda, por señalar los más básicos e indispensables, ha sido un
requisito ineludible de cualquier forma social.
El aspecto decisivo en toda sociedad, para el marxismo, es la forma so-
cial bajo la cual se han producido esos y otros insumos. Las relaciones
sociales de producción conforman la estructura de la sociedad, su carac-
terística más determinante. Esto es lo que hace del marxismo una filosof-
ía materialista.
Por eso, cualquier análisis de una sociedad debe comenzar por entender
bajo qué relaciones sociales se produce, si la principal relación social
de producción es, por ejemplo, entre propietarios de las empresas y pro-
ductores directos que reciben un salario de los primeros. O, como en la
esclavitud, entre productores directos cuya vida, de conjunto, pertenece
a otros, y esos otros: sus dueños. En toda sociedad suelen coexistir di-
ferentes relacione sociales de producción, aunque una de ellas sea domi-
nante y tienda a imponerse.
La estructura de la sociedad, no obstante, debe ser compatible con el
grado de desarrollo de las fuerzas productivas, lo que Marx denomina la
infraestructura de la sociedad. Ésta está asociada directamente a la evo-
lución de las técnicas de producción, de los instrumentos con los que el
ser humano cuenta para producir, de los conocimientos que ha alcanzado y
puede volcar a la producción. La relación social capitalista, por ejem-
plo, se corresponde con el desarrollo de la industria, y sólo con ésta
puede constituirse en la relación social dominante. El mayor o menor
avance en la forma de producir fija límites a las relaciones sociales
posibles. Así, señala Marx, la esclavitud era compatible con un tipo de
arado, pero al desarrollarse nuevas técnicas de arar la tierra, esa rela-
ción social no permitía aprovecharlas, convirtiéndose en una presión para
que la sociedad tome otra forma social, en este caso la del feudalismo.
Por otro lado, las relaciones sociales de producción, la estructura, debe
también corresponderse con las instituciones y las ideas de una época. El
Estado, y las instituciones políticas en general, junto a la justicia
constituyen la superestructura jurídico-política de una sociedad. Las
ideas, creencias, valores, su superestructura ideológica. Una sociedad en
cuya estructura priman las relacione sociales capitalistas, necesita de
un Estado al servicio de esas relaciones, una justicia que las valide y
les de legitimidad, e ideas, valores y creencias religiosas que les den
sustento.
Estos tres aspectos de la sociedad constituyen una totalidad integrada.
Un cambio en alguna de estas partes produce una tensión que debe resol-
verse o bien en un cambio social, un cambio en la estructura, o bien en
la destrucción de los factores que vulneraron esa estabilidad. Si en una
sociedad capitalista se desarrolla una ideología que cuestiona el capita-
lismo, ésta debe ser atacada y reprimida, o, si el resto de las partes
que componen la sociedad está maduro, dar lugar a una nueva estructura
social y a los cambios revolucionarios que ésta implica.
Cabe destacar que el análisis de la relación entre estos tres aspectos de
la sociedad no debe de ningún modo entenderse en forma mecánica. Pese a
la preeminencia de la estructura en el análisis marxista, la base mate-
rial de la sociedad, ésta de ningún modo implica una perspectiva lineal
según la cual todo en la sociedad deba ser explicado a partir de la es-
tructura. La superestructura tiene su lógica propia, condicionada por la
estructura pero de ningún modo reducible a ésta. Las ideas de una socie-
dad, por ejemplo, no son un mero epifenómeno de las relacione sociales.
Del mismo modo, si la infraestructura es la base sobre la que se asienta
la estructura de la sociedad, los cambios en la estructura modifican con
frecuencia fuertemente esa infraestructura. Las relacione sociales comu-
nistas, por caso, permitirían para Marx un desarrollo descomunal de las
fuerzas productivas.
Partiendo de la preeminencia de la base material de la sociedad, infraes-
tructura, estructura y superestructura tienen entre si una relación de
mutua interdependencia y la forma en la que se entrelazan entre sí debe
ser estudiado en cada caso histórico-concreto.

El devenir histórico de la sociedad


Como señalamos, el concepto de modo de producción describe de modo abs-
tracto una sociedad. La historia de las sociedades es analizada desde el
marxismo como una sucesión de distintos modos de producción, en los que
las contradicciones internas de cada uno dieron lugar a cambios cualita-
tivos que modificaron completamente la estructura de la sociedad y la
sociedad en su conjunto.
Los inventos, los desarrollos técnicos, los cambios en la forma de traba-
jar, las luchas entre sectores sociales con intereses contrapuestos, ori-
ginan las contradicciones que llevan a la transición entre modos de pro-
ducción.
En la historia europea, el comunismo primitivo fue el modo de producción
dominante en los orígenes de la civilización. Se caracterizó por la pro-
piedad colectiva de los medios de producción –la tierra y las rudimenta-
rias herramientas que s eutilizaban-, y la distribución igualitaria del
producto. A éste le siguió el modo de producción esclavista, es decir,
masas de esclavos que pertenecían a sus dueños, a los que debían obedien-
cia y para los que trabajaban. Las civilizaciones griega o romana son
ejemplos de sociedades en las que el modo de producción esclavista fue
dominante. A éste le siguió el feudalismo, en el cual el señor disponía
de siervos quienes, a cambio del usufructo de una parcela de tierra para
alimentar a su familia, trabajaban la tierra del señor entregándole sus
productos para su consumo e intercambio. Este es el modo hegemónico du-
rante la Edad Media.
La generalización del comercio, el surgimiento de las ciudades modernas,
y la imposibilidad de aumentar la productividad bajo estas relaciones
sociales llevaron a la crisis del modo feudal, dando lugar al capitalis-
mo. Este proceso es analizado por Marx en El Capital, mostrando los si-
glos de transformaciones técnicas, económicas, sociales, políticas, jurí-
dicas, militares y culturales que implicó.
El sistema capitalista, luego de siglos de transformaciones en las socie-
dades tradicionales, se consolida recién a mediados del s. XIX. Desde
entonces ha sufrido enormes cambios, pero manteniendo su característica
específica, la propiedad de los medios de producción en manos de los bur-
gueses, por un lado, y por el otro los proletarios, asalariados libres
que venden a los capitalistas su capacidad de trabajo durante una deter-
minada cantidad de horas diarias.
Sin embargo, es necesario advertir que de ningún modo Marx tenía en mente
una concepción histórica de etapas sucesivas por las que necesariamente
debían pasar todas las sociedades. Esto lo diferencia claramente de la
concepción positivista, para la cual todas las sociedades atraviesan los
tres estadios planteados por Saint-Simon o Comte. Un ejemplo de la con-
cepción marxiana al respecto es la posición que desarrolla Marx pocos
años antes de su muerte en discusión con revolucionarios rusos que acuden
a su ayuda para pensar su intervención en la Rusia de los zares con el
objetivo de impulsar el socialismo. En base a la estructura agraria rusa
–parcialmente basada en la producción comunal-, Marx consideraba que en
dicho país podría pasarse directamente de la forma feudal dominante a una
sociedad comunista, es decir, sin atravesar una etapa capitalista. Nueva-
mente, el momento abstracto de pensar la historia no sustituye el análi-
sis concreto de cada sociedad y de las condiciones realmente existentes
en ella. Si históricamente la crisis de las sociedades feudales dio lugar
al surgimiento de sociedades capitalistas, cada realidad debe ser estu-
diada en sus múltiples determinaciones y sólo el análisis histórico-
concreto permite aprehender una sociedad en su singularidad.

Las clases sociales


Para Marx, en el análisis de una sociedad resulta esencial partir de las
clases sociales que la conforman. Para comprender los movimientos de las
sociedades a lo largo de la historia es fundamental, entonces, entender
las distintas clases sociales que intervienen.
El concepto de clase social, estando permanentemente presente en toda su
obra, no fue sin embargo sistematizado por Marx en ninguna de sus obras.
Engels, quien como vimos dio forma a los tomos II y III de El Capital,
puso al final del último tomo unos fragmentos inconclusos en los que Marx
se proponía contestar explícitamente qué es una clase social. En éstos,
Marx sólo señala que una clase no debe identificarse con aquellos cuyos
niveles de ingreso son similares, ni con los individuos que realizan una
determinada actividad, por ejemplo los médicos, o los trabajadores me-
talúrgicos.
Hemos visto como para este autor lo fundamental para comprender una so-
ciedad es el modo en el que en ella se produce. La producción de los me-
dios de subsistencia responde a una necesidad biológica del ser humano en
cualquier época. Los economistas clásicos habían planteado ya la impor-
tancia del trabajo en la vida humana, en tanto que permite satisfacer las
necesidades básicas. Marx destacará, a diferencia de dichos economistas,
el carácter social del proceso por el cual los hombres satisfacen esas
necesidades. Toda sociedad se basa en determinadas relaciones que se es-
tablecen en dicha producción, sin asociarse de algún modo los individuos
no pueden producir lo que necesitan.
Lo que dividirá a todas las sociedades en clases será para Marx la pro-
piedad de los medios de producción, sean éstos tierras, maquinarias o –
como durante la esclavitud- hombres. Para analizar las diferentes socie-
dades será central entonces determinar quienes son los propietarios de
los elementos que se requieren para la producción.
Así tendremos en la sociedad moderna, industrial, por un lado la clase
burguesa, propietaria de los medios de producción, y por otro lado el
proletariado, quien sólo posee su propia capacidad de trabajo para vender
al burgués. En la sociedad feudal, predominantemente campesina, tendremos
por un lado a los señores feudales, dueños de la tierra, y por otro a los
siervos, los que sin posesiones, debían trabajar las tierras del señor
feudal para obtener de este modo un ingreso para sí mismos y sus fami-
lias.
Como podemos ver, este análisis de la sociedad nos da un modelo básica-
mente dicotómico. En el Manifiesto Comunista, por ejemplo, folleto desti-
nado a difundir las ideas más generales de los comunistas, la sociedad se
explica con este modelo dicotómico.
Sin embargo, este concepto de clase social en Marx tiene un alto grado de
abstracción. Debemos recordar aquí lo planteado sobre el método de este
autor en cuanto a la relación entre lo abstracto y lo concreto. Así como
un análisis más abstracto permite ver las grandes tendencias de la socie-
dad, en las que las dos clases fundamentales son las que intervienen –
modelo dicotómico-, un análisis más concreto deberá analizar otras clases
o sectores de clases cuyos intereses pueden ser diferentes. Al hacer un
análisis de una sociedad específica, se deberán identificar los diferen-
tes sectores de la burguesía que intervienen, analizando diferenciadamen-
te los intereses de, por ejemplo, la burguesía agraria –dueña de las tie-
rras-, la burguesía industrial –dueña de las fábricas-, o la burguesía
financiera –dueña de los bancos-. Sus intereses, y las políticas por las
que pugnan pueden ser efectivamente diferentes pues lo que beneficia a un
sector, probablemente sea en desmedro de la situación de la otra. Así, en
análisis histórico-concretos, Marx analizará cada clase y cada sector de
clase entendiendo sus características específicas. 6
Entre los analistas y continuadores de la obra marxiana es frecuente des-
tacar otra distinción, la que ha dado lugar a importantes discusiones
teóricas entre los marxistas del siglo XX. Como se ha hecho notar en di-
chas discusiones, Marx se ha referido al concepto de clase de dos formas
diferentes. Si centralmente, como hemos visto, la clase se define por la
relación con los medios de producción, hay pasajes de su obra en el que
la pertenencia a una clase tiene también otra connotación. Se suele lla-
mar clase en sí al concepto de clase que sólo denota la propiedad o no de
los medios de producción. 7 Cuando se habla de clase para sí, en cambio,
se quiere referir a una clase en la que sus miembros reconocen una posi-
ción social compartida, así como un interés común y contrario al de otras
clases. Es decir que este concepto aparece determinado por la conciencia
que tiene una clase del lugar que ocupa en la sociedad. Así, se puede ser
miembro de una clase en sí sin ser consciente de ello, aún cuando esta
pertenencia influya indudablemente en la situación social, en las ideas y
en las acciones de dichos miembros. Esta distinción resultará esencial,
obviamente, en el análisis concreto de las actitudes políticas de una
clase, pues de su consciencia de su situación de clase dependerá el tipo
de acciones concretas que encararán en un determinado momento. 8
Podemos observar esta última concepción de clase social en el análisis
pormenorizado que Marx realizó en 1852 sobre el proceso revolucionario
que se había abierto en Francia en 1848 y que culminaría con la procla-
mación de Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón, como emperador. Allí, Marx
enfatizará los distintos aspectos –económicos, culturales, religiosos,

6
No obstante, cabe señalar aquí lo que desarrollamos al referirnos a lo concre-
to y abstracto en el análisis marxiano. El análisis concreto de las clases so-
ciales en una sociedad dada no anula el modelo dicotómico: éste presenta las
clases fundamentales de la sociedad y por lo tanto su contradicción principal,
la que tiñe todas las otras relaciones entre clases en dicha sociedad. El análi-
sis concreto, también aquí, incorpora el momento abstracto del proceso de análi-
sis.
7
Así, por ejemplo, en la sociedad capitalista lo que define a la burguesía y al
proletariado en tanto que clases en sí, es la propiedad de los medios de produc-
ción y su carencia respectivamente. En el feudalismo, la propiedad de la tierra
separará a los señores feudales de la servidumbre; en el modo de producción es-
clavista la propiedad del principal medio de producción –los esclavos-, define
la pertenencia a la clase de los esclavos o a la de sus dueños. En cada caso,
entonces, el concepto de clase en sí está determinado por las relaciones socia-
les que se constituyen a través de la propiedad de los instrumentos centrales
que se utilizan en la producción.
8
Para analizar por lo tanto una situación política concreta, en un lugar y mo-
mento determinado, resultará decisiva esta concepción de clase pues de un sector
social que desconoce, por ejemplo, que es explotado por otro no cabe esperar
acciones revolucionarias que cuestionen su explotación.
entre otros- de los principales sectores sociales que intervinieron en
ese proceso. Desde esa perspectiva, central para entender el comporta-
miento político de esos sectores, Marx analizará en El dieciocho Brumario
de Luis Bonaparte a los campesinos del siguiente modo:

Los campesinos parcelarios forman una masa inmensa cuyos indivi-


duos viven en idéntica situación, pero sin que entre ellos exis-
tan muchas relaciones. Su modo de producción los aísla a unos de
otros, en vez de establecer relaciones mutuas entre ellos. Este
aislamiento es fomentado por los malos medios de comunicación de
Francia y por la pobreza de los campesinos. Su campo de produc-
ción, la parcela, no admite en su cultivo división alguna del
trabajo ni aplicación ninguna de ciencia; no admite, por tanto,
multiplicidad de desarrollo, ni diversidad de talentos, ni ri-
queza de relaciones sociales. Cada familia campesina se basta,
sobre poco más o menos, a sí misma, produce directamente ella
misma la mayor parte de lo que consume y obtiene así sus mate-
riales de existencia más bien en intercambio con la naturaleza
que en contacto con la sociedad. La parcela, el campesino, y su
familia; y al lado otra parcela, otro campesino y otra familia.
Unas cuantas unidades de éstas forman una aldea, y unas cuantas
aldeas un departamento. Así se forma la gran masa de la nación
francesa, por la simple suma de unidades del mismo nombre, al
modo como, por ejemplo, las patatas de un saco forman un saco de
patatas. En la medida en que millones de familias viven bajo
condiciones económicas de existencia que las distinguen por su
modo de vivir, sus intereses y su cultura de otras clases y las
oponen a éstas de un modo hostil, aquéllas forman una clase. Por
cuanto existe entre los campesinos parcelarios una articulación
puramente local y la identidad de sus intereses no engendra en-
tre ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna
organización política, no forman una clase. Son por tanto, inca-
paces de hacer valer su interés de clase en su propio nombre
... 9

Como se puede observar en esta cita, en el análisis histórico concreto


que Marx realiza sobre el campesinado en esta etapa, la idéntica situa-

9
Marx, Carlos: El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Pekín, 1978. p. 129 y ss.
ción objetiva en relación a los medios de producción no alcanza para ca-
racterizarlo como una clase, pues carece de la conciencia de sus inter-
eses comunes y por lo tanto no actúa en consecuencia. Es decir que esta
utilización por Marx del concepto de clase –enfatizando el aspecto subje-
tivo- alude a otras características de una clase que las vistas en, por
ejemplo, el Manifiesto Comunista, en donde lo decisivo era el lugar obje-
tivo frente a los medios de producción.
Señalemos, por último, que, como destaca Marx, en la sociedad industrial
moderna centenares de obreros trabajan en iguales condiciones dentro de
una fábrica, o transitan entre diferentes empresas en las que experimen-
tan situaciones similares, y viven en barrios urbanos que agrupan a mi-
llones de trabajadores que viven en condiciones muy parecidas. Estas
iguales condiciones de existencia de los trabajadores generan costumbres
afines, valores similares, una cultura en común. Para el marxismo, esto
favorece enormemente las posibilidades de que los obreros sean conscien-
tes de su situación de clase y extraigan de las mismas conclusiones polí-
ticas. Es decir que el proletariado moderno está en inmejorables condi-
ciones de devenir una clase para sí. Esta perspectiva permitió a Marx
plantear que, a medida que se desarrollaba el sistema capitalista, se
desarrollaba también quien sería el encargado de enterrarlo, el proleta-
riado. Debemos detenernos ahora, para comprender esta apuesta de Marx, en
la lógico de funcionamiento del sistema capitalista.

III) EL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA

En los modos de producción anteriores al capitalismo, la apropiación del


trabajo de los esclavos o de los siervos por parte de los sectores socia-
les dominantes se justificaba por medio de atributos religiosos o tradi-
cionales, apoyados en el control militar de la sociedad por parte de los
dueños de las tierras.
La dominación de la burguesía, en cambio, se caracteriza por la contrata-
ción formalmente libre de los trabajadores por parte de los dueños de los
medios de producción, es decir, de las fábricas o de las tierras. En el
capitalismo desarrollado nadie está jurídicamente obligado a trabajar. A
su vez, el individuo que trabaja es formalmente libre como para optar
entre las posibilidades existentes en el mercado para hacerlo. Las rela-
ciones que se establecen en la producción difieren fuertemente, entonces,
de la de las sociedades anteriores, pues la coacción que obliga al indi-
viduo a trabajar es puramente económica.
Marx va a desarrollar, especialmente en El Capital, los mecanismos por
los cuales también a los trabajadores en el capitalismo se les quita una
parte de su trabajo, que es la que va a constituir la ganancia de los
dueños de las empresas, aun cuando no medie una coacción física, jurídica
o religiosa. Desarrollaremos brevemente, entonces, los mecanismos a
través de los cuales esto sucede.
Históricamente, la posibilidad que una parte del trabajo humano sea apro-
piada por un sector de la sociedad implica la existencia de un excedente.
En las primeras etapas de la vida social la infraestructura, las técnicas
y la organización productiva, tenía un grado de desarrollo tan bajo que
el trabajo de todos los integrantes de la comunidad era necesario para
que el producto alcance a cubrir su propia manutención, por lo que todos
los miembros debían ser productores. Sólo a partir de la experiencia acu-
mulada por generaciones de productores, a través de descubrimientos e
inventos, pudo mejorar la productividad del trabajo. Es decir que sólo a
partir del desarrollo de las fuerzas productivas esa comunidad pudo co-
menzar a producir más de lo estrictamente necesario para su mantenimien-
to, lo que abrió a su vez la posibilidad de que un sector pueda quedar
liberado de la necesidad de trabajar. A partir de ese momento, el total
del trabajo de quienes producen puede descomponerse analíticamente en dos
partes: el trabajo necesario –para la subsistencia de los productores- y
el trabajo excedente –para el mantenimiento del sector que no produce, el
que gracias a ese excedente puede constituirse en clase dominante-.
Si tomamos como ejemplo la estructura social en la Baja Edad Media, en-
contramos que el siervo y su familia trabajan en las tierras del señor
feudal. En una parte de esas tierras los siervos trabajan para su propia
manutención; éste es, por lo tanto, el trabajo necesario. En el resto de
las tierras, en cambio, el trabajo de los siervos es excedente: el pro-
ducto del mismo –producto social excedente-, es entregado a la clase do-
minante, los señores feudales, para su propio usufructo.
Ese producto social excedente toma diferentes formas a lo largo de la
historia, pero sea bajo la forma de productos naturales, de mercancías
destinadas a la venta, o directamente de dinero, es siempre la parte de
la producción que, producida por la clase de los productores, puede ser
apropiada por la clase dominante.
En la sociedad capitalista, ese producto social excedente toma la forma
de plusvalía, concepto sobre el que deberemos detenernos.
El ciclo económico característico del capitalismo es aquel por el cual el
capitalista adelanta una cierta cantidad de dinero D, para con éste com-
prar una mercancía M a la que venderá por un dinero D’, diferenciándose D
y D’ solamente en su cantidad. Este movimiento es el que transforma a D
en capital, es decir, en dinero que por medio de un proceso se transfor-
mará en una cantidad mayor de dinero por medio de la adición de un plus-
valor. Es éste la razón de ser del ciclo capitalista, o, en otros térmi-
nos, la razón de que exista un inversor que adelanta su dinero: incremen-
tar su cantidad, la valorización del mismo. Si ese inversor gastara ese
mismo dinero en bienes para su consumo, o lo ahorrara, estaríamos en pre-
sencia de mero dinero. Al ponerlo en un ciclo para su valorización, ese
dinero ya es capital. El dinero incrementado, D’, es a su vez el comienzo
de un nuevo ciclo de valorización, y en su condición de vehículo cons-
ciente de ese movimiento, el poseedor de dinero se transforma en capita-
lista, punto de partida y de retorno de ese dinero.
Como señala Marx, el capitalista se caracteriza por la repetición racio-
nal infatigable de ese ciclo de obtención de ganancias: una repetición
basada en el cálculo de los costos y de las ganancias a obtener. Lo que
el mero atesorador persigue sacando del ciclo de circulación dinero para
su ahorro, el capitalista lo alcanza lanzando ese dinero nuevamente a
este ciclo. 10 Por eso dice Marx en El Capital que el fin directo del ca-
pitalista, no es

... la ganancia aislada, sino que el movimiento sin pausa de la


obtención de ganancias. Este impulso absoluto de enriquecimien-
to, esta apasionada persecución de valores es común al capita-
lista y al atesorador, pero mientras que el atesorador es el ca-
pitalista insensato, el capitalista es el atesorador racional.
El incremento sin pausa de valores, que el atesorador persigue
por medio de sacar de la circulación al dinero, lo logra el ca-
pitalista, más inteligente, al desprenderse de éste lanzándolo
una y otra vez a la circulación. 11

El capital es, por lo tanto, dinero en proceso, y D-M-D’ es, por lo tanto
su fórmula general, pues aunque estrictamente representa la fórmula del

10
En esto, Marx coincide con la mirada del capitalismo de otro de los clásicos
de la sociología, Max Weber, para quien: “Ciertamente, el capitalismo es estric-
tamente el afán de ganancia, en una empresa capitalista, racional y continua:
ganancia siempre renovada, rentabilidad.”. Weber, Max: Gesammelte Aufsätze zur
Religionssoziologie I. J.C.B. Mohr Verlag, Tübingen, 1988. p. 4. [traducción
propia]
11
Marx, Karl: Das Capital. Kritik des politischen Ökonomie. Verlag Marxistische
Blätter, Frankfurt, 1976. p. 168 [traducción propia].
capital comercial –que compra una mercancía para venderla más cara-, en
nada varía cuando entre la compra y la venta de esa mercancía se efectúa
un proceso de producción –como en el capital industrial-, o cuando se
trata de un capital que rinde interés –en este caso D-D’-, como en el
caso del capital financiero.
Es evidente que, salvo en operaciones aisladas, la diferencia entre D’ y
D –la ganancia del capitalista- no puede deberse a que el comprador pague
más, D’, por una mercancía cuyo valor es D. Por otro lado, esto sólo har-
ía cambiar de manos el dinero –del comprador al vendedor- sin que haya
creación de más valores. No puede ser, por lo tanto, en el intercambio de
mercancías donde se creen nuevos valores. Marx procurará demostrar de
dónde proviene el nuevo valor que surge de la fórmula general del capi-
tal.
Como ya había planteado parcialmente Adam Smith (1723-1790), y sobre todo
David Ricardo (1772-1823), el valor de una mercancía está dado por el
tiempo de trabajo necesario para producirlo, dado el desarrollo de las
fuerzas productivas en una determinada sociedad. Es decir que el precio
de toda mercancía responde, si bien con fluctuaciones debidas a múltiples
factores, al trabajo humano que tiene incorporado. 12 El incremento de va-
lor que surge en el ciclo del capital tiene por lo tanto lugar solamente
en el proceso de producción. Allí, el poseedor de dinero compra, pagando
a su valor, diferentes mercancías –insumos-, las que atravesado el proce-
so productivo darán lugar a una mercancía cuyo valor es mayor que el di-
nero inicialmente invertido. El secreto de este incremento es que entre
las mercancías adquiridas hay una, sólo una, que es capaz de crear valor:
la capacidad de trabajo o fuerza de trabajo.

Bajo fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos al con-


junto de facultades físicas y mentales que existen en la corpo-
reidad, en la personalidad de una persona y que ésta pone en mo-
vimiento cada vez que produce valores de uso de cualquier tipo. 13

El poseedor de dinero necesita encontrar en el mercado a quien posea esta


mercancía y esté en condiciones de venderla libremente por un tiempo de-
terminado, poniéndola a disposición del comprador. Para ello deberá el

12
Las fluctuaciones se deben a que si bien el valor de una mercancía está dado
por el trabajo socialmente necesario que tiene incorporado, su precio efectivo
en el mercado, basado en el valor, está sujeto a variaciones propias de las
fluctuaciones mercantiles.
13
Marx, Karl: Idem. p. 181.
vendedor naturalmente carecer de medios de producción que le permitan
utilizar su propia capacidad de trabajo para sí mismo, es decir, de dine-
ro para adquirir los otros insumos y medios de producción y producir por
su cuenta; esa carencia depende obviamente de procesos históricos prece-
dentes a la constitución de la relación entre vendedor y comprador.
El valor de esta mercancía tan particular, la fuerza de trabajo, está
determinado del mismo modo que el de cualquier otra, es decir, por el
tiempo de trabajo necesario para su producción. En este caso, se corres-
ponde con el tiempo de trabajo para producir lo que el trabajador necesi-
ta para vivir: sus gastos de vivienda, comida, educación de sus hijos,
etc. Estos dependen tanto de condiciones históricas como de la coyuntura
política, pues de la relación de fuerzas entre empleadores y empleados
dependerá que esos gastos se hagan mínimos o, por el contrario, tiendan a
incluir mayor cantidad de bienes.
Más allá de estas fluctuaciones, lo percibido por el trabajador es enton-
ces lo necesario para reproducir su posibilidad de trabajar, recuperar
las energías perdidas en el trabajo para poder entregar su capacidad de
trabajo al día siguiente. Esto incluye también, como dijimos, la forma-
ción de una nueva generación –sus hijos- para ser reemplazado cuando la
edad no le permita más hacerlo.
Por lo tanto, en el mercado el capitalista compra diferentes mercancías
que incluyen la fuerza de trabajo, comprando ésta también a su valor. En
la producción los insumos serán consumidos; en el caso de esta mercancía
particular –la fuerza de trabajo-, su uso será el trabajo que realizará
el obrero en el tiempo por el cual se le paga, y por lo tanto la creación
de nuevos valores, los que se incorporarán al producto terminado. 14 El
incremento de valor, entonces, está dado por el nuevo trabajo con que la
mercancía saldrá del proceso productivo y es solamente allí donde podemos
encontrar la explicación a la diferencia entre D’ y D, la plusvalía. 15
Pero así como el uso de la fuerza de trabajo pertenece al capitalista que

14
La diferencia entre lo percibido por el trabajador, el valor de su fuerza de
trabajo, y lo por él entregado, el trabajo que dará valor a la mercancía, es el
aspecto de la teoría del valor que Ricardo no llega a percibir. Marx, quien ten-
ía un enorme respeto intelectual por este economista, consideraba que la limita-
ción de su análisis era producto de ser Ricardo un economista de la burguesía y,
por lo tanto, condicionado a no ver los mecanismos de explotación del modo de
producción burgués.
15
Aunque no lo podamos desarrollar aquí, señalemos que Marx demuestra que la
ganancia de la burguesía comercial y de la burguesía financiera provienen ambas
de fracciones del valor creado en la producción, y que la burguesía industrial
debe resignar en el mercado a favor de las otras fracciones de su clase.
pagó por ella, el producto de su uso, el nuevo valor, pertenecerá a él
también.

Desde su punto de vista, el proceso de trabajo es sólo el consu-


mo de la mercancía fuerza de trabajo por él comprada, pero que
sin embargo sólo puede consumir al aportar además los medios de
producción. El proceso de trabajo es un proceso entre cosas que
el capitalista ha comprado, entre cosas que le pertenecen. De
ahí que el producto de este proceso le pertenezca… 16

En la producción, el trabajador no solamente crea valores nuevos mediante


su trabajo, sino que también mediante el mismo traslada los valores de
los otros insumos, comprados por el capitalista, al nuevo producto. Esto
implica tanto el valor pagado por las materias primas que desaparecerán
al transformarse en el nuevo producto –el hilado en la tela, por ejemplo-
, como la parte correspondiente a la amortización de la maquinaria nece-
saria para la producción, incluyendo el lugar físico en el que tiene lu-
gar la producción. Es decir que el valor del nuevo producto estará dado
por la suma de i) el valor de los insumos consumidos, ii) el valor pro-
porcional por la maquinaria e instalaciones utilizadas, y iii) el nuevo
valor dado por las horas de trabajo incorporadas al producto, el que po-
demos descomponer en una parte correspondiente a la fuerza de trabajo
adquirida por el empresario –el salario pagado al obrero- y, otra parte,
la plusvalía, el valor producido no remunerado al trabajador.

A través de la puesta en acción de la fuerza de trabajo se re-


produce no solamente su propio valor, sino que también se produ-
ce un valor excedente. Este plusvalor constituye el excedente
del valor del producto por sobre los valores de los medios de
producción consumidos, es decir, el de los medios de producción
y el de la fuerza de trabajo. 17

El valor de los medios de producción y de la fuerza de trabajo son, en-


tonces, las formas que toma el dinero D adelantado por el capitalista al
entrar al proceso productivo. A la parte del capital que se transforma en
medios de producción, y que sólo trasladará su valor al producto termina-
do mediante el trabajo del obrero, es decir que mantiene su valor cons-

16
Marx, Karl: Idem. P. 200.
17
Idem: p. 223.
tante, Marx la denomina capital constante (c). Por el contrario, al capi-
tal convertido en fuerza de trabajo, capital variable (v). Esta parte del
capital invertido incrementa su valor en la producción: reproduce su va-
lor y crea además un excedente, al que este autor denomina plusvalor (p).
Por lo tanto, en nuestra fórmula general del ciclo capitalista, D-M-D’,
el dinero inicial, convertido en capital (C) al entrar a dicho ciclo, se
descompondrá en medios de producción y fuerza de trabajo:

C = c + v

Luego del proceso de producción, una vez efectuada la venta del producto,
el capitalista tendrá D’, que, entendido como parte del proceso de pro-
ducción es capital, pero ya no el capital originario C sino C’:

C’ = c + v + p

En su explicación, entonces, Marx pone en evidencia cómo si el trabajador


produce durante la jornada laboral un determinado valor, el pago que re-
cibirá –su salario- no será lo por él producido sino sólo una parte de
esto, la que resulta de la venta de su fuerza de trabajo. Dada esta dife-
rencia entre el valor del trabajo que produce el obrero y lo que se le
paga, diferencia de la que se apropia el propietario de los medios de
producción -la plusvalía-, Marx dirá que bajo el capitalismo los trabaja-
dores son explotados por la burguesía.
Como señala este autor, para el capitalismo la explotación de todos los
trabajadores disponibles representa un peligro pues da a estos últimos
una fuerza de negociación que puede hacer subir los salarios y, por lo
tanto, reducir las ganancias. Por ello el funcionamiento del sistema re-
quiere de un ejército industrial de reserva, es decir, de un porcentaje
de trabajadores desempleados que manteniendo la demanda de trabajadores
por debajo de la oferta, presione hacia abajo el valor del salario y dis-
cipline a los trabajadores ocupados a través de la amenaza de su reempla-
zo por los trabajadores disponibles.
A su vez el propietario de los medios de producción, a través de la plus-
valía, tiene la posibilidad de ampliar el volumen de su producción: más
trabajadores y más máquinas. Así se incrementan sus ganancias y su poder.
En esto el capitalista se ve presionado por la competencia con otros ca-
pitalistas, pues el que está en mejores condiciones y logra producir con
menores costos obligará a la competencia, por medio del mercado, a redu-
cir sus costos o quedar afuera. Es así, explica Marx, como las empresas
más débiles van cerrando y la riqueza se concentra cada vez en menos ma-
nos.
Como desarrolla Marx, especialmente en La Cuestión Judía (1844), la demo-
cracia en el sistema capitalista se basa en la ficción de que todos los
ciudadanos son iguales frente a la ley y pueden, en igualdad de condicio-
nes, elegir a sus representantes. Esta igualdad es para este autor falsa,
pues en el funcionamiento cotidiano de la sociedad la pertenencia a la
burguesía o al proletariado da condiciones y posibilidades totalmente
diferentes y hace que la igualdad jurídica se base, en realidad, en una
enorme desigualdad real. De este modo, la burguesía se asegura el dominio
político de la sociedad, siendo entonces el Estado, lejos de ser neutral,
el que garantiza la continuidad del sistema de explotación. Una estructu-
ra social de clases requiere de un Estado al servicio de la clase domi-
nante.
Digamos, para terminar esta aproximación general a la mirada de Marx so-
bre la sociedad capitalista que este sistema, empujado por la competencia
entre capitalistas y la búsqueda por aumentar sus ganancias, desarrolla
enormemente la capacidad productiva del ser humano, idea que como señala-
mos ya estaba presente en el Manifiesto Comunista. Gracias a este desa-
rrollo, la humanidad tiene por primera vez la posibilidad de producir
para satisfacer las necesidades de todos los hombres y mujeres, mientras
que en todas las épocas anteriores la escasez de alimentos signaba las
posibilidades de vida. Para Marx, las relaciones sociales capitalistas
generan enormes desigualdades y sumerge a millones en la miseria, pero la
humanidad ha desarrollado los instrumentos para evitar esto. Es por eso
que, luego de cambios revolucionarios en la estructura, una sociedad or-
ganizada en forma comunista puede organizar la producción no al servicio
de la ganancia de una minoría –único motor en el capitalismo-, sino para
el desarrollo integral de todos los seres humanos.

También podría gustarte