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La situación del agua en Chile y la posición del Trabajo Social

El agua representa el 70% del planeta tierra, donde sólo el 2,5% es clasificado como ‘dulce’.
Dentro de ese porcentaje, el 0,62% es apta para uso humano, ya sea para su consumo directo, de
tipo agrícola y/o industrial (Fundación Chile, 2018). Es decir, un componente básico para el
mantenimiento y desarrollo de la vida humana en el planeta es un bien escaso. Desde esta
perspectiva, las proyecciones indican que, para el año 2030, el déficit mundial de agua alcanzará
un 40% (Fundación Chile, 2018).

En el caso de Chile, la disponibilidad y calidad del agua se ha constituido como un asunto crítico
hasta el punto de ser catalogado como una situación de megasequía que data desde el año 2010 y
presenta hasta la actualidad. Este diagnóstico se presenta por el constante déficit de
precipitaciones anuales en magnitudes donde no existía registro desde los últimos mil años (CR2,
2015). El fenómeno ha afectado reservas naturales de agua dulce destinada potencialmente al
consumo humano como los ríos- por medio de la reducción de sus caudales- y glaciares, a través
de la elevación de la altura de la línea en la que se genera nieve (OCDE,2016; CR2,2015). Además,
las evaluaciones nacionales e internacionales indican que existe un deterioro no sólo en la
cantidad, sino también en calidad del agua en Chile (Banco Mundial, 2011; MMA, 2017; OCDE,
2016). La influencia de la acción humana- a través del cambio climático- en este escenario es cerca
del 25% (CR2, 2015).

Frente a esta situación , el Estado chileno ha impulsado iniciativas como la Política Nacional para
los Recursos Hídricos, el Plan de Adaptación para los Recursos Hídricos y diversos lineamientos
para la ejecución de programas de medición de control y calidad ambiental del agua (MMA,2017).

Sin embargo, debido al escenario de crisis y la influencia del comportamiento humano en ella,
considero necesario explorar otras iniciativas más allá de las derivadas del Estado, donde las
estrategias provenientes desde la ciudadanía sean prioritarias. Pero, algunas experiencias
anteriores de trabajo de campo en los que he participado (cf. Tironi et al, 2015), develan que las
personas, si bien manifiestan interés por problemas ambientales que afectan su territorio, este no
se materializa en formas de participación formales.

En este escenario de crisis hídrica, por un lado, y un interés existente, pero con baja capacidad de
participación, el rol del Trabajo Social como disciplina es fundamental para revitalizar espacios de
involucramiento y participación en este tipo de problemáticas, específicamente por los cimientos
que la constituyen como disciplina como es la justicia social, la defensa de los derechos humanos y
el trabajo con diversas poblaciones marginadas.

No obstante, el involucramiento disciplinario en este tipo de problemas, requiere de un ejercicio


especulativo adicional de carácter ontológico. En efecto, los fenómenos ambientales incitan a
comprender la composición de las relaciones humanas como interdependientes de la naturaleza y
su devenir. En otras palabras, las trayectorias de ambas se encuentran entrelazadas e
influenciadas una de otras. En el caso de la situación del agua en Chile, este proceso se identifica
en la medida que el déficit influye en nuestra existencia como especia y nuestras acciones influyen
el devenir del agua.

Por lo tanto, el posicionamiento del Trabajo Social en problemáticas de este tipo, resulta
necesaria, pero también cuidadosa. El desafío disciplinario- más que práctico- es teórico, ya que
un análisis desde esa dimensión, permitirá un abordaje que contemple la existencia entrelazada
entre nuestra especie y el agua.

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