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EL IMPACTO DE LA TEOLOGÍA DE LA MISIÓN INTEGRAL EN LA IGLESIA

EVANGÉLICA LATINOAMERICANA

Mauricio Solís Paz1

Con este trabajo pretendemos analizar el impacto producido, durante las tres últimas décadas, por
la reflexión sobre la Palabra de Dios, desde un sector de la Iglesia protestante en el contexto
latinoamericano y enmarcada dentro de la denominada teología de la Misión Integral.
Pretendemos observar los alcances de esta teología en la vida de la Iglesia latinoamericana así
como los retos que aún se erigen en el proceso de formación, difusión e incorporación de dicha
teología.

Esta forma de teologizar se originó en la inconformidad con las fórmulas teológicas repetitivas,
espiritualizadas e individualistas que se habían venido utilizando por décadas en el continente y
que frecuentemente hacían caso omiso a las situaciones de miseria, empobrecimiento, corrupción,
indignidad, exclusión e injusticia de nuestras sociedades. El movimiento de la Misión Integral
surgió como un camino de reflexión y práctica comprometidas con Dios y con el mundo, con la
esperanza de crear nuevos espacios de fe por donde las generaciones actuales y las venideras
pudiesen transitar promoviendo el Reino de Dios. Hoy se debe reconocer que sin lugar a dudas su
presencia en el continente ha marcado indeleblemente la historia de la Iglesia.

LA TEOLOGÍA DE LA MISIÓN INTEGRAL

La teología de la Misión Integral con identidad latinoamericana ha surgido del esfuerzo de muchos
teólogos, pastores y lideres eclesiales que, viendo la necesidad de una expresión teológica
autóctona y consecuente con el contexto de las necesidades del pueblo latinoamericano, se han
volcado a la tarea de reflexionar sobre el texto bíblico y la aplicación de su verdad a la vida
cotidiana contemporánea en todos sus aspectos. Partió del hecho de observar a un pueblo de
Dios espiritualizado, culto-céntrico y escapista que, con interpretaciones dualistas sobre su
responsabilidad ante el mundo, postergó el accionar del cambio y la apertura de expresiones de
esperanza para miles de personas en necesidad. Encontró frecuentemente un mundo
latinoamericano ávido de preguntas pero vacío de respuestas, y tomó conciencia de la necesidad
de un cambio de percepción acerca de la identidad de la Iglesia. Como diría René Padilla, «el
cambio que se requiere para que la idea de la Misión Integral se encarne en la vida de la iglesia
tiene que ver con la manera de concebir la relación de la Iglesia con el mundo».

Con una nueva conciencia eclesial, surge entonces la urgencia de responder bíblicamente a un
mundo que gime «esperando la manifestación [libertadora] de los hijos de Dios» (Ro 8:18-24). Nos
damos cuenta de que somos «la esperanza del mundo» sólo cuando nos preguntamos,
conocemos y respondemos adecuadamente acerca de lo que real y concretamente el mundo
espera de nosotros. Dicho en lenguaje popular, «la Iglesia necesita rascar donde pica».

Los tiempos y contextos han ido cambiando y también las actitudes. Nos lo comenta el mismo
Padilla cuando dice que

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Revista Iglesia y Misión, 78
poco a poco se va superando la idea de que la misión cristiana puede definirse
exclusivamente en términos del mandato a evangelizar con el propósito de "salvar almas"
y plantar iglesias. Ya no sorprende que, por lo menos de labios para afuera, en dichos
círculos se admita que la misión apunta a la restauración de la Creación de Dios en todas
sus dimensiones y que consecuentemente incluye lo espiritual y lo material, lo personal y
lo social, lo privado y lo público.

Igualmente, Samuel Escobar afirma que

para cumplir con la responsabilidad social de la iglesia no es necesario ni el abandono de


la evangelización, ni la adopción de una teología liberal o no evangélica. Se trata
simplemente de llevar nuestras creencias hasta las últimas consecuencias.... es hablar de
estar en el mundo sin ser del mundo; de ser luz del mundo y sal de la tierra.

Estas ideas son aceptadas ampliamente en este tiempo, pero no fue así unas décadas atrás.

Estos cambios de actitud y comportamiento también tienen que llevarnos a reconocer que esta es
todavía una teología latinoamericana en proceso de conformación. Es una teología joven que poco
a poco se ha ido enriqueciendo y transformando. Se inició más como una tarea propia de
teólogos, pero ha ido incorporando un carácter cada vez más interdisciplinario con los aportes de
las nuevas generaciones profesionales del continente. No hay duda de que sirve de referencia
para el camino, aunque también es cierto que aún necesita ser más sistematizada, enriquecida y
esparcida en estratos sociales que tienen menos formación intelectual.

LA MISIÓN INTEGRAL

La reflexión teológica con tinte latinoamericano nos ha llevado definitivamente a una nueva
manera de concebir la misión de la Iglesia. La Misión Integral obedece al llamado de Dios a la
Iglesia en cumplimiento de su propósito de restaurar a toda la Creación en Cristo y para Cristo en
cada contexto sociocultural e histórico de manera que todas las áreas de la vida sean afectadas
positivamente por medio de la proclamación del evangelio de Cristo, el discipulado, el servicio, la
adoración, la pastoral y la unidad. Es a su vez el intento de cumplir el llamado «mandato cultural»
(Gn 1:28), según el cual Dios bendijo al hombre y la mujer delegándoles el «fructificar y señorear
la tierra».

El cumplimiento de esa misión hoy es planteado como un estilo normal de vida para todo aquel
que «ha nacido de nuevo» en América Latina, lo cual le permite crecer y ser transformados en
todo, con la dirección y el orden de Dios, hasta alcanzar la vida plena. La obediencia a este
mandato implica ser crítico, reflexivo y practicante en el uso de todos los dones y talentos que
Dios ha dado a su Iglesia. La teología de la Misión Integral reconoce que la Iglesia es el agente del
Reino y contiene en si misma las capacidades e instrumentos necesarios para cumplir la tarea por
el poder del Espíritu Santo. Sin embargo, también reconoce que no es el único medio que Dios
usa para traer su gracia a la Creación caída.

René Padilla también aquí nos aclara:


Desde la perspectiva de la Misión Integral, con su insistencia en la unidad del ser, el hacer
y el decir de la Iglesia, el mensaje se dirige a la totalidad de la persona en comunidad. Lo
que se busca es la transformación de la persona en todas las dimensiones de su vida,
según el propósito de Dios, ahora y para siempre.

MISIÓN INTEGRAL, CREACIÓN Y SALVACIÓN

La teología de la Misión Integral engrana la teología de la Creación, que define el propósito eterno
de Dios para con sus criaturas, con la teología de la historia de la Salvación, que muestra el
propósito redentor de Dios con dicha Creación. Es una suerte de puente entre ambas teologías y
presenta al Creador, que escoge a un pueblo y le delega una vivencia y un estilo de vida que
sirven de instrumento de redención. Nos ayuda a entender el balance existente entre el propósito
soteriológico y el propósito político de establecer el señorío de Jesucristo sobre todas las cosas en
este tiempo. Nuestra misión es, entonces, la promoción de la salvación en Cristo, pero también la
de su señorío con sus implicaciones. La Misión Integral presenta a Cristo como el Señor de la
totalidad de la vida, y a la Iglesia como la expresión práctica y concreta de la experiencia de esa
vida. La Iglesia lo expresa en su experiencia social y comunitaria cuando encarna en su vivencia
valores del Reino tales como la justicia, paz, el amor, la transformación y la verdad.

La teología de la Misión Integral ha ayudado al entendimiento de la realidad presente del Reino de


Dios en América Latina, ya que el Reino tiene una dimensión histórica específica: se manifiesta
parcialmente en el presente y culminará con la segunda venida de Cristo. El Reino es concebido
en esencia como una realidad que se expresa históricamente por medio de una comunidad de fe,
esperanza y amor; una comunidad de servicio; una comunidad que celebra los actos
transformadores de Dios en medio y por medio nuestro en un contexto histórico y sociocultural
específico. Un logro de esta teología, por lo tanto, es mostrar cómo se construye hoy «una
realidad histórica y cultural diferente».

EL PROCESO HISTÓRICO

Con el desarrollo de la teología de la Misión Integral se ha abierto una nueva forma de ver al
continente latinoamericano. Ya no se lo ve solamente como un «campo blanco» para la siega y la
cosecha de «almas» sino también como el espacio geográfico y cultural donde nos corresponde
promover expresiones de vida plena para todos, aquí y ahora. La cultura latinoamericana es el
«caos» donde el Espíritu de Dios se mueve y donde primero tenemos que observar lo que él está
haciendo para luego co-participar con su fuerza liberadora y transformadora. Aquí y ahora se
cumple el efecto de una Iglesia que contempla la gloria de Dios como en un espejo, para luego
reflejarla con su actuar en la medida que va siendo transformada por la acción del Espíritu. (2Co
3:18).

Ver con nuevos ojos a América Latina nos ha llevado a reconocer, como lo hizo el Pacto de
Lausana, que « si la salvación que decimos tener no transforma la totalidad de nuestras
responsabilidades individuales y sociales, no es la salvación de Dios». Como lo expresara más
específicamente el Congreso sobre la Misión Mundial de la Iglesia en junio de 1998:
La realidad presente en América Latina incluye: a) un creciente pluralismo religioso y
cultural, con sus consecuentes tensiones, conflictos y oportunidades, b) la radical
profundización de la pobreza y la exclusión social por razón de un mercado global y
fuerzas económicas sin control, c) prácticas discriminatorias profundas y difundidas
ampliamente en contra de comunidades indígenas y poblaciones de descendencia
africana, de mujeres, de niños y poblaciones empobrecidas. En este contexto, anunciar
que Dios en Cristo venció por nosotros la muerte, requiere de un compromiso inflexible
para con las personas necesitadas, esfuerzos en pro de la unidad del pueblo de Dios y un
acercamiento misionero con espíritu de acompañamiento y participación.

También nos ayuda a reconocer que el compromiso cristiano frente a estas realidades demanda,
más que palabras, análisis y razonamientos ordenados sobre las causas de los problemas
latinoamericanos o lo que debe hacerse para resolverlos. Nos invita a una acción impostergable.

Esta visión del continente y de la Palabra en nuestra teología nos muestra que Dios ha estado en
América Latina desde siempre; que ninguna de nuestras expresiones eclesiales lo «trae», como si
todavía no estuviera presente. La teología de la Misión Integral invita a la Iglesia a redescubrir a
Dios en su actuar dentro de nuestras culturas latinoamericanas. El es quien nos «trae» a nosotros
a un contexto de necesidad de redención y de influencia para poner en evidencia el poder de su
Evangelio. La Misión Integral es planteada como un acto de obediencia.

En este descubrimiento de América Latina con ojos más «integrales» han jugado un papel
importante los diferentes eventos promovidos por distintas organizaciones teológicas, pastorales y
de servicio entre las cuales se destaca la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL). Originada
en el Primer Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE I), que se realizó en Bogotá,
Colombia, en noviembre de 1969, adoptó como uno de sus objetivos la reflexión teológica
contextual. Los tres CLADEs posteriores (el II en 1979, el III en 1992 y el IV en 2000) han marcado
definitivamente la ruta de la reflexión sobre la Misión Integral. Y decenas de encuentros locales,
regionales y continentales organizados por la FTL durante las tres últimas décadas han servido
para forjar mentes renovadas, compromisos ampliados e interacciones transformadoras.

Nuevas entidades y promotores han ido uniéndose a esta tarea de tejer vínculos de acción y
reflexión. Mucha literatura, material educativo, videos, programas y proyectos han ido emergiendo
para fortalecer a este movimiento. Y muchos procesos de desafío, investigación, intercambio,
coordinación y movilización están en desarrollo.

LA MISIÓN INTEGRAL DESDE LA IGLESIA

Esta teología también ha generado una nueva misionología y ha ayudado a redimensionar el


llamado a la Iglesia. La misión tiene su origen en Dios. Es la iniciativa de Dios en respuesta al
caos en el mundo. Se inicia con el envío del Hijo de Dios encarnado y con el ministerio del Espíritu
Santo. Se inicia con Dios, que escoge a un pueblo y es la razón de ser de ese pueblo, su meta y
su motor. La Iglesia es la comunidad constituida en función de la práctica del amor, la
reconciliación, el perdón, el servicio, la restauración de la Creación y la exaltación de Dios
inherentes a su naturaleza.
Desde esta perspectiva, todos los ministerios de la Iglesia tienen una dimensión misionera y
afectan todas la dimensiones de la vida. La Misión Integral no es una actividad; es el estilo normal
de vida de todos aquellos que han nacido de nuevo, lo que les permite crecer y ser transformados
en todo, según la dirección y el orden de Dios, hasta alcanzar la vida plena. Los medios incluyen
la proclamación verbal, la acción compasiva, la oración, la vida comunitaria, la adoración, la
denuncia responsable, la cooperación justa, el cambio social, la liberación sobrenatural y la
solidaridad.

VISION DE UNA IGLESIA TRANSFORMADA PARA TRANSFORMAR

En el documento final de la Consulta sobre Misión Integral del CLADE IV, realizado en Quito en el
año 2000, encontramos evidencia de que la teología de la Misión Integral definitivamente ha
contribuido a traer una nueva visión acerca de lo que es la Iglesia y de lo que ésta necesita para
ser fiel a su llamado. Dice, entre muchas otras cosas:

Visualizamos la posibilidad de que nuestras comunidades sean transformadas en una


Iglesia que tenga una vivencia del Evangelio según los valores del Reino, que ejerza
intencionalmente la tarea de reconciliar al ser humano con Dios y con la totalidad de la
Creación. Anhelamos una Iglesia insertada, encarnada y comprometida con la comunidad,
que sea un centro de consolación, transformación y restauración: una comunidad de la
esperanza y para la esperanza.

La Iglesia transforma al mundo cumpliendo con el propósito de Dios a través de todo lo que es, lo
que hace y lo que dice en su interacción con la sociedad. La teología de la Misión Integral nos ha
dado nuevas formas de entender lo que es la Iglesia.

Lo que la Iglesia es : Es una comunidad de personas unidas y apartadas por Cristo y para Cristo,
que han sido redimidas por medio de la gracia y el sacrificio de Cristo y restauradas por la obra
transformadora del Espíritu Santo, convirtiéndose así en el cuerpo visible de Cristo y en pueblo de
Dios, para traer salvación, sanidad y restauración al mundo por medio de la vivencia del mensaje
del Evangelio. La Iglesia es esperanza en Dios para el mundo. Es un grupo de personas
comprometidas en obediencia con los principios, los valores y la enseñanza de Cristo para la
extensión de su reino, de manera que su estilo de vida refleje el amor y la justicia de Dios. Es una
comunidad que promueve, acepta y genera unidad en la diversidad.

La Iglesia practica el «sacerdocio de todos los creyentes». Todos y cada uno de los que somos
parte de ella somos convocados para colaborar en la misión con los carismas que Dios reparte a
cada uno conforme a su gracia. La Iglesia es el agente promotor del Reino. Es una comunidad
cristocéntrica que responde al llamado de Dios en el contexto de la sociedad, pero responde con
más que palabras. Como dice Padilla:

El evangelio no es una fórmula doctrinal para la salvación del individuo, sino las Buenas
Nuevas de la acción de Dios por medio de Jesucristo con miras al cumplimiento de su
propósito para toda la raza humana. Y estas buenas nuevas se comunican, no sólo en
palabras, sino en acciones; no sólo por lo que se dice y se hace, sino por lo que se es.
Lo que la Iglesia dice : La Iglesia es portadora de un mensaje, el mensaje de la reconciliación
que encontramos en la Palabra de Dios, donde se expresa que el Padre quiere restaurar toda la
Creación en Cristo. El quiere devolver la armonía a las relaciones del ser humano y Dios, consigo
mismo, con su prójimo y con la Creación.

La Iglesia es llamada a ser la voz de denuncia del pecado y anuncio de la esperanza. La voz de
Dios en la Iglesia se hace carne en la vivencia cotidiana de su pueblo, pues la Iglesia tiene un
mensaje pero es a la vez el Mensaje.

Lo que la Iglesia hace : La Iglesia es llamada a cumplir su misión en una forma integral de
manera que se transformen positivamente todas las áreas de la vida. «La misión se orienta a la
satisfacción de las necesidades básicas del ser humano incluyendo la necesidad de Dios, pero
también la necesidad de techo, alimento, abrigo, salud física y mental y el sentido de dignidad
humana» (Padilla).

Para llevar a cabo la misión integralmente debe cumplir su rol de predicar las Buenas Nuevas de
salvación en Jesucristo. Promover un discipulado que permita la transformación del carácter de
Cristo en cada creyente. Crear una comunidad de adoración y alabanza a Dios, así como de
solidaridad y de compartimiento; que sirva plenamente a las necesidades integrales de hombres y
mujeres; que denuncie el pecado, liberte a los cautivos, que anuncie el perdón y que señale el
camino de la verdad.

Obedecer a este mandato misionero implica ser críticos y reflexivos, utilizar todos los
dones y talentos que Dios ha dado a su Cuerpo.

UNA NUEVA ECLESIOLOGÍA

La teología de la Misión Integral ha generado una nueva eclesiología latinoamericana. Ha


desafiado los modelos de creer, de ser, de hacer y decir acerca de lo que somos como Iglesia. Ha
permitido ampliar el horizonte de la acción transformadora del cristiano en la sociedad. Según
Colosenses 1:20, la voluntad del Padre es la reconciliación de todo lo creado en Jesucristo. No
hay, por lo tanto, ninguna área de la esfera humana y del resto de la Creación que se quede por
fuera de la influencia del poder transformador del Evangelio de Jesucristo y, por ende, del estilo de
vida de todos los cristianos.

En palabras de John Stott,

tanto la perspectiva de la misión de la iglesia, como la misión de ésta en su totalidad, la


vemos en la vida y acción de nuestro Señor Jesucristo, en forma histórica y concreta. La
perspectiva de esa misión tiene como punto determinante y determinado la vida de
nuestro Señor Jesucristo. Anticipó esa perspectiva de la misión de la Iglesia en su oración
sacerdotal e intercesora: «Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al
mundo».
Esta teología trajo nueva luz a la agenda del quehacer redentor cotidiano del cristiano en ese
mundo. Definió mas ampliamente las tareas que pueden servir como marco de referencia para la
acción.

LAS TAREAS INCLUIDAS EN LA MISIÓN INTEGRAL

La teología de la Misión Integral mostró el espectro de tareas que la Iglesia como expresión local
del Cuerpo de Cristo debe ejecutar para manifestar la realidad del Reino de Dios.

Para algunos la Misión Integral resulta simplemente de agregar la acción social al proceso de
anunciar la llegada del Reino de Dios y sus implicaciones. Sin embargo, la Misión Integral va más
allá de la presentación del mensaje de salvación y de las obras misericordiosas de Dios a través
de su Pueblo. La Misión Integral incluye un conjunto de tareas que certifican, centrípeta y
centrífugamente desde la comunidad de fe, la identidad de pueblo de Dios, una sociedad
alternativa, una comunidad transformada y preparada para transformar. Tales tareas incluyen los
siguientes elementos:

La tarea evangelizadora

La Iglesia ha sido llamada a servir a Jesucristo en la proclamación del Evangelio al mundo. Somos
el Pueblo de la Palabra. Embajadores de la palabra de reconciliación. Heraldos de la Palabra que
trae la luz, la esperanza y la verdad al mundo.

Nos empuja el anhelo de Cristo que cada persona alejada de Dios sea vista como portadora en
esencia de la Imago Dei, aunque distorsionada por el pecado y en necesidad del poder
restaurador de Cristo. Evangelizamos no por estar empeñados en la carrera «numerológica» del
crecimiento, sino impulsados por la acción compasiva de un Dios que se duele por aquellos que
perdieron su dignidad y viven carentes de plenitud.

Ccmo dice John Stott:

La palabra «Misión» denota el sacrificado servicio que Dios ha mandado a su pueblo a


cumplir en el mundo, e incluye tanto la evangelización como la acción sociopolítica. Sin
embargo, en el contexto de la misión concebida en estos términos amplios corresponde a
la evangelización una cierta urgencia, y por lo tanto, ha de dársele prioridad; y la
evangelización significa anunciar o proclamar las buenas nuevas de Jesús.

La teología de la Misión Integral ha redefinido en el contexto latinoamericano la proclamación de


las buenas nuevas como el anuncio no sólo de la esperanza escatológica de la vida eterna sino de
la oportunidad de vivir en el «aquí y ahora» con el gozo de saber que la vida plena es posible ya,
aunque también, paradójicamente, con el llanto de quien reconoce que todavía no hemos llegado
a la paz eterna ni a la consumación de los tiempos. La tarea discipuladora

La teología de la Misión Integral nos ha provisto de un nuevo escenario para la interpretación de la


tarea educativa de la Iglesia. Si la Misión Integral es un estilo de vida, la Iglesia debe asumir una
función pedagógica mas agresiva, creativa y pertinente que permita la transformación del carácter
del discípulo.

El discipulado es un proceso formativo que guía a la persona a aprender y vivir bajo la instrucción
y disciplina del Señor, de manera que alcance la estatura de Cristo. Se basa en el soporte y
alimento que provee la Palabra puesta en el contexto de las relaciones de amistad y confianza.
Afirma a la persona en una base sólida en el conocimiento de Dios y su voluntad para con el
mundo. Es un proceso que confronta a los cristianos con las demandas de Dios y los motiva a
comprometerse con él, con el prójimo y con la Creación. Es también un mandamiento del Señor
como método para vivir el Reino, que capacita para cumplir los ministerios personales y para
replicar el proceso en otros asegurando la sustentabilidad del trabajo del Espíritu en el mundo. Sin
discipulado la iglesia fácilmente se acomoda, se desvía o se muere.La tarea litúrgica

Como afirma Newbigin, «el anhelo de la misión surge a partir de una comunidad de adoración».
En el reconocimiento de lo que Dios es, ha hecho, hace y hará por nosotros y por el mundo
tomamos la fuerza que se convierte en el fermento dinámico para la acción agradecida. Hemos
sido creados para celebrar, honrar y adorar a nuestro Creador.

Quizás esta sea una de las tareas donde la teología de la Misión Integral ha sido menos prolija.
Existen vacíos serios que nos impelen a anhelar una música, una liturgia, un arte y una simbología
que reflejen los valores de esa transformación integral que esta teología promueve. Aún tenemos
que crecer en nuestra capacidad de celebrar con el rescate de nuestro «sabor latino» y con la
búsqueda de expresiones que reconcilien nuestra cultura religiosa para el Señor. Celebrar cultural
e integralmente es un descubrimiento que nos toca asumir y practicar con más urgencia.La tarea
comunitaria

Creemos en un Dios que es la comunión eterna y esencial de tres personas que se desborda en la
comunidad y fraternidad de los creyentes. Hemos sido creados para la vida comunitaria.

En la comunidad se puede expresar la solidaridad, se pueden identificar los dones y que se puede
practicar el sacerdocio de todos los creyentes. Allí se da el espacio para la edificación mutua, el
pastoreo, la exhortación, la restauración y la enseñanza. La Misión Integral se cumple y se
dinamiza en la intimidad de la vida en comunidad. La Iglesia debe generar proactivamente el
sentido de la comunión que crea espacios de solidaridad para trascender las carencias y
necesidades sociales que vivimos en la mayoría de nuestros países; para proveer el sentido de
pertenencia, protección, afirmación y respaldo; para compartir «la Palabra, la mesa y las
oraciones».La tarea de servicio

La teología de la Misión Integral trajo una nueva conciencia de que «cada necesidad humana es
una oportunidad de servicio y por lo tanto un punto de contacto con el Reino de Dios, que abarca
la totalidad de la vida» (Padilla).

Quizás esta sea la tarea que más ha sido reforzada a partir de la vivencia de la fe y la reflexión
teológica, en respuesta al desafío de las crecientes necesidades de la población latinoamericana.
Como le escuche decir a un amigo en una ocasión: «La acción social cristiana no es más que la fe
en ropa de trabajo».
John Perkins también dice:

Indudablemente, el gobierno nacional tiene una seria responsabilidad hacia los pobres.
Sin embargo, dada la ineficacia de los resultados alcanzados sería necio pretender que el
gobierno tome la delantera en la marcha hacia una acción social creativa, constructiva y
formativa. Nosotros los cristianos debemos asumir un grado de responsabilidad mucho
mayor en la creación de respuestas a las necesidades de los pobres, que sean
compasivas, efectivas y tengan una base comunitaria. Debemos ofrecer el liderazgo.
Debemos comprometernos personalmente en la tarea de promocionar servicios a los
pobres de maneras que reafirmen su dignidad y reflejen el amor y el cuidado de Dios.

Si creemos que «¡una iglesia que no sirve, no sirve para nada!", la Iglesia en América Latina debe
buscar opciones comunitarias de respuesta a cada necesidad humana en el contexto en que se
inserta. La creatividad, la flexibilidad de las estructuras y la calidad de los servicios es una clave
que hay que promover en áreas tales como la salud, la educación, el asesoramiento legal, el
crédito, la consultoría técnica, la vivienda, la protección de derechos, la consejería, las becas, la
generación de ingresos y de empleo, la atención a emergencias, la rehabilitación, etc. Para ello es
necesario que colaboremos continentalmente entre iglesias locales y ONGs cristianas para
estimularnos a responder efectivamente.

La Misión Integral ha despertado un interés muy importante en organismos de servicio e iglesias


locales en desarrollar acciones concretas de respuesta a las necesidades humanas. Esto ha
generado excelentes oportunidades de cambio así como muchos desafíos. Hoy es imperante la
búsqueda de modelos que trasciendan al asistencialismo y la dependencia, y que generen
procesos más profundos y de largo plazo en la transformación social.

Las organizaciones de servicio más que organizaciones «paraeclesiásticas» deben ser


organizaciones «pro-eclesiásticas», como ha propuesto recientemente la Red del Camino para la
Misión Integral, que surgió a partir del CLADE IV. La Iglesia no necesita «competir» ni dividir sus
esfuerzos para transformar. Muchos recursos y oportunidades se han perdido por causa de la
lucha de territorios y «reinados» en la práctica de la misión entre iglesias locales y organizaciones
de servicio. Complementariedad, servicio mutuo, respeto y coordinación son necesidades
urgentes entre ellas. Sobre esto Padilla ha afirmado:

El agente más adecuado para llevar a cabo la Misión Integral es la iglesia local, no las entidades
«paraeclesiásticas». Para ello hay tantas razones teológicas como razones prácticas. Por un lado,
la iglesia como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Comunidad del Espíritu ha sido constituida por
Dios para encarnar en sí misma el propósito de Dios de reconstruir la raza humana. (Stgo. 1:18).
Por otro lado, toda la Iglesia está insertada en un contexto social especifico y, por lo tanto, tiene
condiciones de conocer, mejor que cualquier otra entidad, las necesidades concretas de la gente
que vive en ese contexto. Además cuenta con los recursos humanos (y a veces materiales) para
responder a esas necesidades y manifestar el amor de Dios en palabra y acción.
Consecuentemente, supera a cualquier otra entidad en su capacidad de aprovechar toda esa red
de relaciones humanas en el servicio de la Misión Integral. Bíblicamente el agente de la misión no
es una organización «paraeclesiástica», sino una comunidad en el poder del Espíritu.
La tarea diaconal es la metodología para la transformación social. En esta nadie que participe
estará de sobra. Todos hemos sido dotados para contribuir y para movilizar nuestros recursos de
conocimiento, habilidades y posesiones.

La tarea profética

La iglesia es llamada a

cuestionar las pretensiones absolutistas de los poderes de este mundo, a desenmascarar


el egoísmo y la injusticia que caracteriza a este presente orden y a inquietar la conciencia
de aquellos que viven presos de la ignorancia y la miseria. Positivamente tiene el
imperativo de anunciar el nuevo orden de Dios en Cristo, señalar el camino del
arrepentimiento y la fe como vía transformadora y creadora, interpretar las señales de
justicia, liberación y plenitud de vida que laten en el mundo.

Valdir Steuernagel dice que

La tarea de la iglesia es, precisamente, ser la iglesia, vivir el evangelio y, al hacerlo, traer
las marcas de las señales del Reino de Dios. Es tarea de la iglesia compartir el evangelio
y también ministrar proféticamente en términos de denuncia, de búsqueda de la verdad,
de servicio a las viudas, a los huérfanos, a los niños de la calle...

La Misión Integral plantea el reto de recuperar el sentido de la «indignación» ante el mal imperante
en muchos de nuestros contextos. Hoy, en tiempos del capitalismo globalizante, la Iglesia necesita
sacar a la luz los conceptos de compasión y justicia como ejes conductores de comportamiento en
una sociedad ambiciosa y egoísta.

La tarea liberadora

La dimensión de la Misión Integral también toca la esfera de lo espiritual y lo sobrenatural, donde


nuestra lucha «no es contra carne y sangre», donde se plantea la necesidad de que la Iglesia
afirme la soberanía del Reino de Dios para sujetar todo «principado y potestad». Como Jesucristo,
sus discípulos somos llamados a traer libertad a los cautivos de las opresiones espirituales de
maldad. Esta es una tarea ineludible de todo discípulo. Luchar contra el «espíritu de este siglo»
tiene dimensiones sociales, políticas, económicas y sobrenaturales para las que la Iglesia debe
prepararse también teológicamente.

El pueblo de Dios investido del poder del Espíritu Santo es llamado a promover la libertad. Sólo en
la libertad hay plenitud de Vida. Somos portadores de la Verdad que nos hace verdaderamente
libres. Quizás esta sea otra tarea donde la teología de la Misión Integral aún necesita profundizar y
traer su luz. Desconocer este tema sería dejar postergada (con sus consecuencias) una dimensión
que el Reino de Dios ya debe someter bajo su autoridad en este continente.

La tarea pastoral
Una misión que es integral precisa de una pastoral que conciba a la persona como un ser con
necesidades que deben ser abordadas integralmente. La teología de la Misión Integral ha traído
cambios en la pastoral tratando de promover una pastoral menos eclesiocéntrica, más
comunitaria, menos individualista. Ha promovido el velar por la salud del pueblo de Dios en sus
dimensiones más amplias. Ha fomentado el cambio del rol del liderazgo pastoral y de sus
estructuras, y el ejercicio del sacerdocio de todos los creyentes.

La Iglesia tiene una responsabilidad pastoral para con el ser humano como criatura de Dios a
quien Dios se ha propuesto reconciliar consigo por medio de Cristo y liberarlo del pecado y la
muerte. La actividad pastoral es complemento de lo que Dios está haciendo en la historia, dentro y
fuera de la Iglesia. Sin pastoral la teología se trunca.

La Misión Integral plantea que la dimensión pastoral trasciende al ambiente eclesial para trastocar
las esferas de la comunidad secular. Parafraseando a Emilio Castro diremos que el cuidado
pastoral debe enfocarse en las siguientes áreas dentro de la congregación: comprender e
interpretar el contexto, clarificar las motivaciones y actitudes, explicar la obra liberadora de Dios,
desafiar a los discípulos a participar y luego guardar silencio en espera de la respuesta. Pero
Castro plantea también que la pastoral en la esfera secular implica accionar sobre la solidaridad,
la interpretación del mejor camino para la sociedad, la reconciliación, la presencia pastoral en
grupos de avanzada y la intercesión.

Ante los desafíos del posmodernismo, la Iglesia debe velar por la integridad de la doctrina y de la
hermenéutica bíblica. La tarea aquí es todavía incipiente y hay mucho camino por recorrer.

CONCLUSIONES

Con una nueva manera de ver el contexto, los actores, los métodos y las tareas, la contribución de
la teología de la Misión Integral al desarrollo de la Iglesia y a la extensión del Reino de Dios ha
sido remarcable. Hoy, cientos de comunidades cristianas se enfilan y movilizan para atender las
necesidades de mujeres, hombres, ancianos y niños presentando un evangelio integral en formas
que permitan la transformación del ser integral y la Creación.

Aportes

A manera de resumen queremos resaltar los siguientes aportes de la teología de la Misión


Integral:

1. Ha provisto una nueva manera de ver y construir la historia latinoamericana con la influencia de
la iglesia local en el entorno social. Construyendo una nueva historia construimos una nueva
cultura latinoamericana permeada con los valores del Reino de Dios.

2. Nos ha dado herramientas para ver a Latinoamérica con ojos y motivaciones diferentes. Nos ha
ayudado a ver su geografía y su cultura como territorio para la expresión de la vida plena aquí y
ahora.
3. Nos ha hecho encontrar una nueva misionología que promueve el ministerio cristiano
restaurador y generador de vida a todas las dimensiones de la Creación.

4. Nos ha dado la oportunidad de hacer una nueva eclesiología. Tenemos la opción, basada en la
lectura de la Palabra con ojos latinoamericanos, para repensar la Iglesia. Nos ha definido tareas
como ejes de acción: proclamación, discipulado, pastoral, liturgia, diaconía, rol profético, liberación
y vida comunitaria.

5. Ha generado una forma de cumplir con el sacerdocio de todos los creyentes. La Iglesia a sido
dotada de los dones necesarios para que, de manera «interdisciplinaria», influyamos en todas las
dimensiones de la vida. Esto, por ende, ha generado nuevos modelos de liderazgo basados en el
servicio y nuevos modelos de estructuras organizativas.

6. Ha traído nuevas dinámicas de intercambio, cooperación y unidad dentro de los diferentes


miembros del Cuerpo de Cristo.

7.Ha generado nuevas iniciativas de inserción social y de servicio en respuesta a las necesidades
humanas y ha generado la creación de nuevas organizaciones y programas sociales.

8. Ha ayudado a complementar, escudriñar o balancear a otras teologías (creación, liberación,


salvación, prosperidad, etc.)

9. Ha generado un sentido de desapropiación, de solidaridad, de sencillez en el estilo de vida y de


sensibilidad ante los necesitados.

10. En medio de un entorno de transición en que la globalización, la posmodernidad y el


capitalismo voraz, dicha teología ha servido como escudo, como brújula y como estandarte para
guiar y proponer una ruta alternativa donde el Reino de Dios pueda prevalecer en integridad por
medio de la promoción del balance de la compasión con la justicia. Por ser teología en proceso
aun necesita refinar elementos de su praxis que respondan más concretamente a modelos de
intervención menos asistencialistas y más transformadores.

11. Ha levantado a la iglesia local en muchísimos casos como referente ante otros sujetos sociales
como el Estado, la empresa privada, las organizaciones no gubernamentales para proponer
alternativas de solución a los problemas sociales.

Retos

La teología de la Misión Integral enfrenta, entre otros, los siguientes desafíos:

1. El de ser asumida como estilo de vida y no como una abstracción o ejercicio reflexivo. Se hace
imperativo el desarrollo de una espiritualidad que enriquezca ese estilo de vida especialmente en
el ámbito comunitario eclesial.

2. El de convertir la teología de la Misión Integral en un concepto accesible a la mayoría de la


población evangélica del continente. El nivel de escolaridad y la escasez de una teología en
«versión popular» son barreras reales que enfrenta nuestro pueblo entre los desposeídos no solo
materialmente sino de conocimiento e información.

3. El de generar espacios creativos de distribución de los conceptos de la Misión Integral.


Estimular el trabajo en una Misión Integral implica preparación para la tarea, para lo cual hay
necesidad de capacitación sobre el tema.:

¨ Identificar el recurso humano disponible para el programa de capacitación.

¨ Elaborar material educativo con perspectivas integrales sobre temáticas tales como:
familia, discipulado, evangelización, acción social, liturgia, organización política, justicia y
derechos humanos, atención a niños en riesgo, personas con discapacidades, economía,
protección del medio ambiente, ética cristiana, comunión cristiana, etc.

Desarrollar eventos de capacitación local, regional, nacional y continental.

¨ Permear a las instituciones de formación teológica de América Latina con el tema de la


Misión Integral. Habrá Misión Integral cuando cada uno de nosotros sea un "misionero
integral".

4. El de trascender la inclusión de la responsabilidad social de la iglesia como complemento de la


tarea evangelizadora. Necesitamos que nuestras comunidades eclesiales sean comunidades vivas
e influyentes que atraigan, atiendan y acojan a quienes buscan una respuesta en Dios.
Necesitamos coherencia entre lo que la Iglesia anuncia y lo que la Iglesia vive.

5. El de promover la unidad de la Iglesia. Ningún esfuerzo transformador de la sociedad será


suficientemente impactante si no se caracteriza por la unidad de la Iglesia «para que el mundo
crea». Nuestra teología de la Misión Integral debe promover la unidad en la diversidad y no servir
de excusa intelectual para generar nuevos guetos.

6. El de difundir modelos de trabajo. Ante la búsqueda de maneras efectivas de hacer la misión se


hace necesario documentar y difundir modelos de Misión Integral que inspiren y testifiquen de la
transformación comunitaria y el involucramiento constante de más congregaciones a este
movimiento.

7. El de establecer puentes efectivos, masivos y funcionales que permitan el fortalecimiento de


relaciones y el intercambio de recursos.

8. El de estimular el intercambio de recursos. Uno de los principios de la Misión Integral es el


compartir para fortalecer y para crecer. Por ello es necesario identificar las necesidades de
recursos para el desarrollo, implementación y fortalecimiento de la Misión.

9. El de crear redes de trabajo. Las diferentes necesidades y oportunidades que plantea la


realidad latinoamericana abren las posibilidades a mecanismos organizativos flexibles como las
redes de trabajo que permitan la interacción, coordinación, intercambio y el trabajo conjunto en la
promoción de la unidad y el surgimiento de voces proféticas de denuncia y de anuncio de
propuestas desde la perspectiva de nuestra fe.

10. El de desarrollar una pastoral liberadora y una liturgia latinoamericana que expresen la
vocación integral de la Misión Integral y que enriquezcan la vida comunitaria.

En resumen, el reto permanente es que todo nuestro «verbo» se encarne.

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