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Las facultades superiores.

«Según algunos antropólogos el tamaño de la cabeza va en proporción directa con el grado


de inteligencia de cada persona. Podemos, si fuera verdadera esta curiosa hipótesis,
imaginarnos los problemas que tuvieron las mayores luminarias deja historia como San
Agustín, Leonardo da Vinci, Newton o Einstein para comprar un sombrero de la justa
medida.

Gracias al progreso de la psicología moderna, sabemos que la inteligencia constituye la


suma de varios factores y que, en rigor, todo mundo es inteligente en su propio campo
aunque no todo mundo explote la capacidad compleja de la propia inteligencia... ¿Por qué?
Frecuentemente por indolencia y pereza.

Convénzase usted firmemente de que tiene dentro de sí un gran genio en potencia. Piense
seriamente que hay en usted pasta de grandeza. No es halago sin fundamento. Su
inteligencia es como una planta que, bien regada, puede crecer todo lo alto que usted
quiera. No hace falta que tome la cinta métrica para medirla circunferencia de su cerebro y
calcular su peso. Hágase mejor amigo dejos buenos libros. Y, sobretodo, siga la máxima
china:”El hombre se mide por la grandeza de su mente y de su corazón, no de su bolsa”.

No es igual de importante el motor que la carrocería o la radio de un carro. Todo tiene su


valor. En medio de la tormenta o al sufrir un choque, la carrocería puede resultar vital. Pero
de nada nos sirve una carrocería sin motora sin ruedas. Decimos, entonces, que el motor es
esencial o prioritario. Y que la carrocería es accidental o secundaria. Lo mismo sucede en la
formación del ser humano. Tenemos muchas facultades: memoria, voluntad, imaginación,
sentimiento, etc. Pero no todas son esenciales. Hay facultades humarlas Secundarias.
¿Tiene importancia esta diferencia? Mucha. Lo veremos en el capítulo IV de este libro. Por
ahora, subrayemos la importancia de educar todas las facultades, tanto Las esenciales
como las secundarias. Pero debemos cuidar especialmente las primeras. De hacer lo
contrario, sería como gastar nuestro dinero para cuidar la carrocería de un carro... que tiene
descompuesto el motor.

.
Hay tres facultades esenciales o superiores:

· La voluntad.

· La inteligencia.

· La conciencia.

Hay varias facultades subordinadas:

· Sentimientos.

· Memoria.

· Temperamento.

· Apertura de atención.

· Sensibilidad.

· Pasiones.

· Imaginación.

Puede parecer un poco teórico, pero es una bomba de tiempo no resolverlo: necesitamos
definir lo que es una facultad. ¿Por qué? Porque muchas personas confunden las facultades
humanas con las actitudes, ¡os principios, las virtudes. las habilidades... ¿Qué sucede
entonces? Se dedican a formar las actitudes, los principios.., y avanzan con muy pocos
resultados. Porque el alma humana se compone de facultades, como un motor se compone
de piezas. Si las piezas están mal fabricadas ose deterioran, no funciona el motor. Y si las
piezas sonde alta calidad, tendremos motor para mucho tiempo y con buen funcionamiento.

Analizaremos inmediatamente las tres facultades esenciales del ser humano Explicaremos
una por una. Y por qué son las más importantes.
a) La voluntad o el centro de mando.
"No creía que un jovencito de apenas catorce años diera un concierto de violín en la opera
de la Scala de Milán. Y, además, que lo hiciera dejando boquiabiertos a los exigentes
críticos de la prensa artística italiana. Luego pensé que el jovencito era sin duda un bicho
medio raro, que estaba todo el día moviendo su instrumento en un Angulo del salón y que.
claro está, así cualquiera. Además, seguro que era un adolescente que, cuando le sacasen
del tema de la música, seria descubrir su pobreza mental y de personalidad

Todo lo contrario. Fui saludarle después del concierto y me impresioné su franca sonrisa, su
apretón de manos y su felicidad porque habla superado los exámenes de fin decurso... El
boquiabierto fui yo, cuando me invitó al partido de básquet balI que debía jugar el sábado y
a contemplar su colección de aviones para aeromodelismo que habla guardado de sus
competiciones internacionales...

Ante tan raro ejemplar de la hermosa etapa juvenil de nuestra vida humana, me hice un
propósito: visitar a sus papás y escribir la fórmula que producía estos maravillosos
resultados. Cuando su padre paseaba junto a mí por el jardín de la casa, la respuesta fue
muy simple: "La disciplinan me dijo el buen hombre de pelo grisáceo "La disciplina a la
horade levantarse; la disciplina a la hora de hacerlas tareas; la disciplina para hacer los
ensayos; la disciplina para acabar un modelo nuevo de avión. aunque ya se acabaron las
ganas determinarlo. La educación de nuestro hijo ha sido la disciplina llena de amor y de
paciencia".

La voluntad es la capacidad para tomar decisiones. La voluntad es el centro de mando de la


persona. Es donde se determinan los planes a realizar; donde se rechaza lo desagradable:
y donde se admiten sufrimientos o esperas pacientes. No decidimos con La inteligencia ni
con los sentimientos. La inteligencia da ideas y aclara las ventajas o inconvenientes de
tomar una decisión. Los sentimientos nos inclinan hacia un lado u otro. Pero, al final, es la
voluntad quien decide en base a todas estas sugerencias que ha recibido, porque es la
pieza clave del edificio de la personalidad. Se podría decir que se es mas hombre o se es
hombre de verdad, por el dominio de la facultad superior de la voluntad, sobre los instintos.

Hay catequistas que hoy deciden una cosa y mañana otra. Su voluntad es una veleta que
cambia según el viento. Hay catequistas indecisos que no tienen fuerza para dar el paso...
aunque vean claramente el camino ante su mirada. Hay catequistas muy animosos y
entregados. pero que no resisten el desgaste del tiempo y tiran la toalla pasados unos
meses. La voluntad es, pues, importante porque de ella depende el trabajo y la entrega
práctica del catequista. Un catequista con voluntad fuerte es el brazo firme que mantiene el
timón en medio de la tormenta.

La voluntad se fortalece con el tiempo. No se educa con grandes actos heroicos. Se cultiva
con el esfuerzo de cada día, de cada hora. Es la gota de agua que taladra la roca más dura
con Su golpeteo constante. Por eso, el primer medio para formar La voluntad es el trabajo
constante. ¿Cuáles aplicaciones puede sacar el catequista para formar su voluntad o la de
sus catecúmenos? Sugerimos las siguientes:

§ Realizar todos los deberes diarios: preparar bien la clase, llegar puntualmente,
revisar todas las tareas en su momento, dedicar el tiempo necesario a la oración, etc. Este
trabajo diario logra mantener firme la voluntad ante los imprevistos de a vida.

§ Sabor sacrificarse: saber calar ante las molestias que da el demasiado calor o el
demasiado frío; sonreír cuando alguien nos altera el trabajo ocupando nuestro salón de
clases o tomando nuestros materiales didácticos; responder con buenas palabras cuando
se nos critica; aguantar una silla incómoda,.. Estos sacrificios permiten avanzar al ser
humano ante cualquier barrera.

§ Dominar los impulsos y callar una crítica que se nos escapa de la boca; evitar la
mirada que puede herir a alguien; silenciar las propias hazañas; guardarnos los propios
problemas para no mendigar compasión y apapacho de los demás: cuidarse de las
preferencias por algunos alumnos... EL autodominio permite al catequista evitar resbalones
quizá fatales.

§ Obedecer con serenidad: contener los arrebatos de rebelión cuando cambian el


programa, cuando nos proponen algo difícil cuando nos ordenan con aspereza... La
obediencia ayuda a superar los momentos difíciles y resolver los problemas cuando pasa la
tormenta.

§ Decir siempre la verdad: y, si la situación es conflictiva callar al menos. Porque la


mentira aumenta los miedos y la inseguridad. Porque la mentira se descubre tarde o
temprano. Quien habla siempre con la verdad tiene más aplomo y fuerza.

§ Cumplir la palabra dada: Si dudarnos de cumplirla, es mejor advertir que vamos a


pensarlo. Porque cumplir enseña a superar todas las, pruebas.

§ Trabajar: Ofrecerse a ayudar, a pesar de la dificultad; medir el tiempo y programarse,


para cumplir todos los compromisos; colaborar en tareas molestas, para superar los
bloqueos de nuestra sensibilidad... El trabajo hace sólidas y luchadoras a las personas.

§ Aprovechar el tiempo: Abandonar conversaciones inacabables; moderar el tiempo


que dedicamos a ver televisión; superar la curiosidad de mirar todo o que nos atrae o de
meter la nariz en todos los accidentes... Porque el aprovechamiento del tiempo hace al
catequista capaz de llevar cualquier carga o responsabilidad,

Pero hay más. La voluntad tiene mucho influjo en a vida moral del cristiano. ¿Por qué
pecamos o por qué hacemos buenas obras? Porque nuestra voluntad rechaza o se une a la
gracia de Dios. Es decir, nuestras obras morales dependen principalmente de la voluntad
para ser malas o buenas. No dependen prioritariamente de nuestra inteligencia, de la
memoria, de un sentimiento o de a imaginación. Es la voluntad fuerte la que nos facilita ser
fieles a la gracia de Dios. Y es la voluntad débil la que rechaza a ayuda de Dios. Formar la
voluntad, pues, es ayudarnos a ser mejores cristianos,

El gran problema para tener una voluntad firme son las circunstancias contrarias a nuestro
deber. Es decir, hay presiones del ambiente. de otras personas. de nuestras pasiones, de
los sentimiento, que nos inclinan a seguir estos estímulos en contra de nuestro deber. La
voluntad debería seguir siempre su debo,. Pero, a veces, la tentación vence. Y la voluntad
cede ante lo que es menos importante. Por eso. Necesitamos fortalecer la voluntad para
que supere cualquier estado de ánimo o cualquier situación contraria a nuestra vocación de
evangelizadores. Necesitamos una voluntad firme.

b) La inteligencia a las informaciones necesarias


El cincuenta por ciento de los jovencitos que inician la secundaria en nuestro país, la
abandona antes de terminarla. EI cuarenta por ciento de los jóvenes que inician la carrera
universitaria, tampoco la concluye. Y no faltan quienes dejan sus estudios, no sólo por
necesidades económicas o familiares. sino porque creen que lo suyo es trabajar.

Es muy normal que el trabajo aporte algunos atractivos aparentes: proporciona unos
centavos inmediatos, quita la responsabilidad de presentar unos exámenes que arriesgan
una repetición de año muy desagradable... Pero, y ¿después? La diferencia entre quien
estudia y quien trabaja es a diferencia que hay entre un albañil y un arquitecto. Los dos
pueden construir bien una casa. Pero el arquitecto conoce las leyes que regulan La
construcción y puede crear nuevos modelos y superar inesperados imprevistos en la
construcción. Mientras, el albañil sólo puede repetir la casa que ha aprendido a levantar con
sus manos. Dicho de otro modo, el albañil es sólo un ejecutor y el arquitecto es un sabio y
un creador.

Es por esto que las personas que estudian tienen la posibilidad de mejorar. tanto en lo
económico, en la posición social y en la propia autosatisfacción de realizar una personalidad
más de acuerdo con sus talentos y sus aspiraciones. El estudio es una clave que hace al
hombre más hombre.

Solemos dividir a las personas en muy inteligentes y poco inteligentes. Es válido. Pero
conviene observar cómo la inteligencia tiene varias funciones útiles para el ser humano. Las
necesitamos todas. Pero cada uno tiene normalmente más facilidad para algunas funciones
que para otras. Por eso, hay personas con buena inteligencia que pueden darla impresión
contraria. ¿Por qué? Por no aprovechar su buenas capacidades y estancarse por la
limitación de aIguna función. Veámoslo en concreto.

Las funciones de la inteligencia son:

§ Analizar: Es la capacidad de descomponer o de ver un todo por partes. Por el


análisis, la inteligencia observa, por ejemplo, un árbol y lo Subdivide en raíces, tronco,
ramas, hojas, etc.

§ Relacionar: Es la acción mental para ver cuál parecido, cuál diferencia cuál lazo o
cuál dependencia tiene una cosa respecto a otra. La inteligencia relaciona un árbol con el
alimento, recordando sus frutos; o relaciona el árbol con la lluvia, teniendo en cuenta cómo
necesita agua para vivir...
§ Sintetizar: Es la capacidad de resumir varios elementos en otro más simple. Por la
síntesis, la inteligencia puede ver el fondo de los problemas, concentrar su atención en el
punto principal, etc. Por ejemplo, la mente necesita buscar una medicina para calmar el
dolor y, fijándose en todos los síntomas de la enfermedad, descubre cuál es el mal que
debe atacar.

Las personas, pues, ejercitamos todas estas funciones. Pero algunos tenemos mas facilidad
para analizar, otros para relacionar y otros para sintetizar. ¿Cuál es la más útil para un
catequista? Todas. Porque el análisis le ayuda a explicar mejor los misterios de la fe; la
relación le permite mostrar las consecuencias del mensaje evangélico; y la síntesis le facilita
resumir en fórmulas claras la fe católica o responder con precisión a las preguntas de sus
alumnos.

La inteligencia funciona con datos, con informaciones. No podemos analizar las partes del
Credo si lo desconocemos. No podemos relacionar la parábola del tesoro escondido con
nuestra vida si no hemos leído el Evangelio. Y no podemos buscar la solución a un
problema de justicia si ignorarnos cuál es la definición de esta virtud. Por eso, la inteligencia
se cultiva con el estudio, con la lectura, con la claridad de ideas. Porque las ideas son como
el material utilizado por la inteligencia para construir todo su pensamiento. Más ideas y más
claras permiten una catequesis más interesante y eficaz.

Más aún. La inteligencia debe funcionar bien. Es necesario analizar, relacionar y sintetizar
bien. De lo contrario, llegaremos a soluciones equivocadas, como un protestante que
negaba la virginidad de María recordando ¡a frase de "los hermanos de Jesús", sin aceptar
la relación que había en aquella época entre la palabra hermano y los demás parientes. O
no seremos capaces de sacar las conclusiones necesarias, como quien no podía hacer una
frase con las palabras niño-bautizo-agua o no era capaz de contestar, cuando le preguntó
un alumno si estaba permitido comer carne de pollo un Viernes Santo, aunque conocía la
norma de no comer carne en ese día tan especial. Una inteligencia bien ordenada ayuda a
una catequesis más clara y más fácil de asimilar para los alumnos.

El catequista necesita cuidar su inteligencia para cumplir su misión más que Otros
evangelizadores. Su labores transmitir el mensaje católico. Y puede transmi tirio bien o con
errores. Sólo con una buena comprensión de la doctrina católica, con la ayuda de una
mente clara y precisa podrá presentar la enseñanza de la Iglesia con garantías de
seguridad y fidelidad. Recordemos: la catequesis es educar la fe. Y la fe tiene dos
componentes: entender el mensaje evangélico y aceptarlo con la voluntad. El primer paso,
pues, en el trabajo catequístico, es explicar bien y claramente la doctrina de la fe. Y el
catequista lo conseguirá si forma bien su inteligencia.

Los medios para tener una inteligencia mejor son:

· Recibir cursos:.Todo catequista debe recibir un curso básico. El contenido de este curso
debe comprender los temas fundamentales de la doctrina cristiana y de la metodología en la
catequesis:

- Los puntos básicos del Credo.

- Las bases de la moral.

- El núcleo de los sacramentos.

- La oración cristiana.

- Los principios básicos de catequesis.

- Los consejos prácticos para la catequesis.

- Conocimiento de la edad de los alumnos a quienes educa.

· Estudio personal: Todo catequista debe estudiar una o dos horas semanales al menos.
Sobre todo, el Catecismo de la Iglesia Católica, que le ofrece un resumen completo y firme
de la doctrina evangélica.

· Lectura: Un buen catequista debe leer alguna publicación sobre la vida cristiana. Lo más
conveniente es una buena revista de catequesis, de misiones, etc. También debe leer algún
libro sobre las materias básicas enumeradas antes o sobre otros temas como Jesucristo, la
Iglesia y su historia, María, etc.
· Autoexigirse la búsqueda constante de la verdad. Pedir ayuda a Dios, incluso, para no
cerrarse en el propio modo de ver las cosas, sino aceptar la verdad de Dios por.encima de
las dudas o dificultades personales.

e) La conciencia o una buena alarma

Mi ahijado me preguntó si había algún impedimento para que se fumara un cigarro cuando
terminamos de comer. Con paternal acogida, le di una palmada en el hombro y acepté de
buen grado su confianza y sinceridad. Con ágil bocanada de humo azul lo encendió y yo no
le puse más atención. Sólo cuando se despidió, con su amplia sonrisa de trece años, me
quedé pensando si había hecho bien en aceptar su cigarrito.

Me llamó la atención que una situación tan sencilla me creara una cruda moral tan intensa.
Traté de olvidarlo. Pero mis preocupaciones aumentaron cuando mi compadre me preguntó
si yo había dicho a su hijo que fumar no tenía ninguna mala consecuencia para un jovencito.
Habría sido fácil escudarme en que yo no había dicho cosa semejante. Pero mi reflexión
voló más allá de la autodefensa y me quedé pensativo.

Mi compadre quedó algo desconcertado al no recibir ninguna respuesta. Me miró, entre


preocupado e intrigado, y volvió a repetirme la cuestión. Sacudí la cabeza, al mismo tiempo
que le sonrei y le dije: «Si No con esas mismas palabras, pero favorecí abiertamente que tu
hijo se echara el cigarro a la boca. Pero, antes que me digas nada, quiero interpretar tu
pensamiento: No debí hacerlo. La educación de tu hijo es cosa tuya y se debe respetar. Ya
me lo había dicho mi buena alarma». Y, como la cara de mi compadre adquiría gestos cada
vez más desconcertados, concluí amistosamente: «No te preocupes. Este error me ha
despertado la conciencia».

Cuando un virus entra en la sangre, el cuerpo humano reacciona produciendo sustancias


para defenderse. ¿Qué pasa con los enfermos de SIDA? Se mueren porque su cuerpo no
produce defensas contra los virus. Del mismo modo, si nuestro espíritu no reaccionara
contra sus enemigos, nos llegaría la enfermedad o la muerte espiritual, sea en el plano
psíquico en forma de algún desequilibrio o de locura total, o sea en la forma espiritual por la
pérdida de Dios durante un tiempo o por la eternidad. La conciencia es la guardiana de
nuestra integridad, de nuestro equilibrio interior y de nuestra salvación espiritual.
La conciencia es una facultad humana. No es una actitud religiosa. La tenemos todos los
seres humanos. Algunos la descuidan y se les atrofia. Otros la mal forman y tienen
conciencias enfermas, muy exageradas o muy estrechas. Otros la cultivan bien y les ayuda
a ser personas humanas maduras e íntegras. Todos la tenemos. Pero sola no mejora.
Necesitamos educarla.

No vamos a explicar aquí todo lo referente a la formación de la conciencia, pues se amplía


en el curso de Ética (Ética Católica, Escuela de la Fe, 1995). Pero conviene, ahora, ir más
allá del plano moral y percibir su papel en la formación humana. El paso del tiempo muestra
que el éxito o el fracaso de cada historia tiene su raíz en la rectitud o doblez de la
conciencia. Porque la vida de un ser humano se mide, a fin de cuentas, por su integridad o
por su hipocresía.

La conciencia distingue el bien que debemos hacer del mal que debemos evitar. Tiene esa
doble función: nos avisa si algo es bueno o malo. Pero, al mismo tiempo, nos exige hacer lo
correcto y dejar de lado lo incorrecto. Como buena alarma nos avisa qué es perjudicial y
qué es beneficioso para nuestra vida. Hay personas con dificultad para comprender porqué
la conciencia nos presenta como negativo emborracharnos o decir una mentira para
librarnos de un problema. No entienden cómo la conciencia puede calificar de malo algo
intensamente atractivo. Estas personas tienen SIDA espiritual: su conciencia ya no detecta
el mal. ¿Es posible curar a estos enfermos?

Es posible, pero con mucha dificultad. Porque necesitan valorar que una diversión malsana
o un egoísmo pasional aportan una satisfacción... parcial. Es decir, un mal provocado por un
capricho produce un gusto a una parte de la persona (el paladar, olvidarse de un problema,
librarse de un mal momento). Pero perjudica al ser humano en su conjunto. Porque todo mal
moral rebaja al ser humano al nivel del animal o del vegetal. ¿Qué diríamos al ver a una
persona en un templo, caminando a cuatro patas, con un hueso en la boca y diciendo
«Guau, guau»? Diríamos que está loca. ¿Por qué? Porque una persona debe comportarse
como persona, no como perro. Aceptar el mal en la propia vida por darse un gusto indebido
o por evitar un mal rato rebaja a la persona al nivel del estímulo, del instinto. La lleva a un
mundo inferior, infrahumano. La conciencia, pues, cuando nos pide ser coherentes con
nuestra condición de personas humanas, nos ayuda a ser más humanos, a no bajar al
escalón inferior de la vida animal o vegetal.

Hay quienes justifican estas escapadas al mundo inferior como desahogos, como
debilidades inevitables. Aceptemos que los humanos caemos en desahogos y debilidades.
Pero no aceptemos el mal como un bien. Cada cosa merece su nombre correcto. Y la
conciencia está para avisarnos de cuanto nos rebaja o de cuanto deteriora nuestra madurez
humana. Conviene tener una conciencia recta y clara. Que nos diga siempre lo correcto y lo
incorrecto. Porque, si la alarma no actúa, los virus nos invadirán. Y moriremos rápida y
dolorosamente.

Medios para formar la recta conciencia:

· Tener claros los principios y las normas que debemos cumplir. Se logra con cursos y
con estudio.

· Fortalecer la voluntad para poder cumplir nuestro deber.

· Cumplir nuestras responsabilidades al detalle, no sólo por encima.

· Tener y buscar un ideal valioso. El ideal más valioso y grande es Jesucristo, tanto en lo
espiritual como en lo humano.

· Amar el bien por encima del mal. Es decir, no envidiar a quienes se rebajan a un nivel
inferior. Aunque nos atraiga.

Tener un confesor o director espiritual prudente y derecho.

Fuente

Libro Formación humana

Pontificio Instituto Catequetico

Rafael Llanes tovar

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Acción Católica Mexicana Diócesis de Querétaro

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