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El divorcio fue introducido a la legislación civil Guatemalteca, por decreto ley número

106 del 14 de Septiembre de mil novecientos sesenta y tres, y como tal se define: El
divorcio es la acción y efecto de disolver un matrimonio por vía legal, es decir, separar
o apartar personas o cosas que estaban juntas, que vivían en una estrecha relación.
En Guatemala, jurídicamente, la separación es indisoluble al divorcio, por ello el divorcio
es la separación de las personas, sea ésta de mutuo acuerdo después de un año, por
voluntad de una parte cuando exista causa justificada. Con el paso del tiempo, el tema
del divorcio se ha quitado de la lista de tabú y ahora es algo se ve muy a menudo,
hemos llegado a algo que se le llama el abuso del divorcio.
Los antecedentes del divorcio en el mundo han existido durante toda la historia de la
humanidad, al inicio era un derecho o prerrogativa del hombre que podía repudiar
fácilmente a la mujer, con el paso del tiempo el derecho de repudio también pasó a ser
de la mujer. Antes de la época homérica, el divorcio no era conocido, pero después se
volvió cosa de diario, repudiando a la mujer por cosas totalmente insignificantes y hasta
cierto punto inverosímil.
En Roma, el divorcio ha existido desde su origen, pero los romanos antiguos no usaban
esta libertad. Ya que la mujer estaba sometida a la mano del marido, era más bien una
hija del hombre, por lo tanto el hombre sólo podía repudiar a la mujer por causas graves.
Ahora bien, al término del imperio, se relajaron todas las costumbres y el divorcio se dio
con mayor frecuencia por la mujer, lo cual fue muy criticado por la facilidad en que se
podían realizar los divorcios.
El divorcio se menciona según algunas ideologías en la biblia en Mateo 19,3: “en la era
de Moisés muchos judíos trataban con crueldad a sus esposas, y teniendo en cuenta
su crueldad y su corazón, Dios permitió el divorcio. Se divorciaban por cualquier causa”
El único requisito para que un judío se divorciara de su esposa era otorgar un acta de
divorcio en presencia de dos testigos. Esa era toda la causa.
En cuanto al momento del cristianismo, simple y sencillamente no podía realizarse ya
que se consideraba un sacramento indisoluble. Con el paso de los siglos se dio paso a
la separación de cuerpos, que sólo dejaban de vivir juntos, sin posibilidad de casarse.
En algunos países del viejo continente, específicamente Francia, el divorcio era más
bien, como un castigo al cónyuge infractor, aunque también existía el divorcio de mutuo
consentimiento que existió de 1804 a 1816.
En cuanto a lo que respecta a Latinoamérica, en tiempos de “La Colonia”, sólo existía
el “Matrimonio Eclesiástico”, el cual, de acuerdo con La Iglesia Católica Romana es una
institución divina, perpetua e indisoluble. Es decir, sólo con la muerte de los cónyuges
daba paso a la disolución del vínculo matrimonial. De manera tal, que el dominio y la
influencia de la religión tenía carácter de instrucción de Estado como era una costumbre
en aquellos tiempos. La única excepción, si podemos clasificarla así, se daba en
situaciones donde la convivencia matrimonial era imposible, pudiéndose dar una
separación física de los esposos, pero no el divorcio. Por tanto, los esposos, no eran
libres de contraer una nueva unión.
Queda claro que el fenómeno de divorcio por las vicisitudes colaterales, involucra más
que solo el marco jurídico. Es una acción importante de la cual se desprenden
repercusiones en áreas que deben ser tratadas con mayor énfasis y profundidad, tales
como lo social, económico, religioso y psicológico. De esa cuenta tenemos que en
Guatemala, las causas más comunes para obtener la separación o el divorcio, son:
infidelidad de cualquiera de los cónyuges, los malos tratos de obra, riñas y disputas
continuas, las injurias graves y ofensas al honor y, en general, la conducta que haga
insoportable la vida en común; así como el atentado de uno de los cónyuges contra la
vida del otro de los hijos, sin olvidar la separación o abandono voluntario de la casa
conyugal o la ausencia motivada, por más de un año; también la negativa infundada de
uno de los cónyuges a cumplir con el otro o con los hijos comunes, los deberes de
asistencia y alimentación a que está legalmente obligado; y los hábitos de juego o
embriaguez, o el uso indebido y constante de estupefacientes, cuando amenazaren
causar la ruina de la familia; la denuncia de delito o acusación calumniosa hecha por
un cónyuge contra el otro, o bien por orden de juez competente.
Hay muchos matrimonios en el mundo en los que el hombre, suele ser agresivo,
machista, cosa que está mal y no debería de suceder por ninguna circunstancia, sin
embargo, existen, al igual que existen muchas mujeres que por “amor” siguen con sus
parejas, aunque éste la maltrate, la ofenda, le pegue y menoscabe toda su integridad
física, psicológica, económica y sexual. Muchas mujeres aguantan esto durante años e
incluso lo soportan de por vida, pero hay otras que no. Sin embargo, hay parejas que
para no perjudicar a sus hijos detienen los trámites de divorcio pero también hay
quienes no le dan la atención que merece al daño que les pueden causar a sus hijos si
continúan con dichos trámites.
Pero actualmente las mujeres que reaccionan a tiempo y se divorcian de ellos, saben
que, aunque estén casados no les da el derecho de apoderarse de la otra persona y
éste es uno de los muchos motivos por los cuales se dan los divorcios. En un divorcio
siempre hay consecuencias que dependiendo de la gravedad puede llegar a afectar
psicológica y hasta físicamente, porque en la mayoría de los divorcios, los padres
terminan disgustados, y hasta se pelean por sus hijos, destruyendo clara y
evidentemente todo lo que en una vez pudo llamarse institución social, escatimando
todo esfuerzo por crear instituciones, entidades y entes capaces de formar y desarrollar
sociedad y por ende Nación. La justificación más usada en casos como estos es que
es mejor la separación de unos padres que siempre se pelean, se ofenden, se agreden,
a que los niños vivan ese ambiente de hostilidad y se contaminan de ello. Lo cierto es
que un ambiente lleno de gritos no es la mejor escuela familiar para los hijos, pero
afirmar que la separación es mejor es como afirmar que para resolver problemas
familiares no existe otra solución más que el divorcio.
Cuando los padres se divorcian, tomando en cuenta la individualidad de las personas,
se puede decir que cuando los hijos tienen de tres a cinco años, el daño es menor que
cuando tienen de seis a diez años y sería mayor el impacto si tienen de diez a diecisiete
años y tal vez sea menor cuando tienen más de 18 años porque pueden comprender y
aceptar mejor la separación de sus padres.

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