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Familia y envejecimiento en Brasil: sobre

las relaciones intergeneracionales1


CLARICE EHLERS PEIXOTO
Profesora
Universidad del Estado de Río de Janeiro

Cuando nos dedicamos al estudio de la vida privada, notamos cuan difícil es


acompañar la naturaleza de los cambios en curso, dado que las transformaciones
muchas veces atraviesan las permanencias y toman caminos inesperados. Pode-
mos constatar que a lo largo del siglo XX y principalmente durante su segunda
mitad, las familias cambiaron mucho, como dan testimonio todos los indicadores
demográficos. El funcionamiento interno de las familias se modificó, abriendo un
espacio mayor para la expresión personal y para la autonomía de cada uno de sus
miembros. Un nuevo cuadro de la vida familiar se fue elaborando progresivamente
y tomando diferentes modalidades en cada país. Sin embargo, queda todavía
una base común que aún les permite a las relaciones intrafamiliares sustentar
la construcción identitaria de los niños, niñas y adultos. La individualización
creciente de las sociedades occidentales se inscribe en la familia como una bús-
queda de sustentación identitaria, asegurada por los demás. De todos modos,
contrariamente a las apariencias de desorden, señaladas en la variación de los
indicadores demográficos, las familias continúan contribuyendo a la reproduc-
ción biológica y social de la sociedad, función que podemos considerar desde el
punto de de vista socio-antropológico como universal. La movilidad social entre
las generaciones aumentó poco; señal de que hoy como ayer el estatuto social

1
Traducción del original del portugués, realizada por Mauro Brigeiro, profesor, Departamento
de Antropología, Universidad Nacional de Colombia.
de la familia se transmite de padre y madre hacia hijo e hija. De una generación
a otra, la continuidad prevalece sobre la discontinuidad.2
Las investigaciones sobre las prácticas y comportamientos familiares no siem-
pre fueron objeto de interés para los antropólogos, a excepción de los estudios de
parentesco. A pesar de que los fundadores del pensamiento sociológico se hayan
dedicado al estudio de la familia y la convirtieran en uno de los objetos a ser ob-
servados en las diversas variaciones que se derivaron de las revoluciones política
e industrial, fue necesario esperar hasta los años sesenta para que los pensadores
contemporáneos comenzaran a interesarse por las relaciones familiares.3 Además,
las teorías y los métodos evolucionaron considerablemente a lo largo de las últimas
décadas, lo que cambia mucho nuestra percepción de los hechos familiares y se
torna difícil detectar, por un lado, cual es la real magnitud del cambio, pues no
se sabe si es el objeto o la mirada lo que se modificó y, por el otro, el cúmulo de
resultados en comparación con las adquisiciones.
En las últimas décadas se ha discutido mucho sobre lo que se llamó crisis de la
familia, la cual se dio como resultado del descenso de la fecundidad, la creciente
proporción de la población de más de 60 años el aumento de la esperanza de vida,
el declinamiento de la institución del matrimonio y la frecuencia del divorcio. De
hecho, lo que observamos no fue exactamente un debilitamiento de la institución
de la familia, mas bien el surgimiento de nuevos modelos familiares, construidos a
partir de estos fenómenos sociales pero, principalmente, de las transformaciones
en las relaciones entre los sexos, a través de un mayor control de la natalidad, de
la inserción intensiva de la mujer al mercado laboral, etc. Estos fenómenos no
son típicamente europeos, ellos también están presentes en Brasil.4
Las investigaciones sobre familia realizadas en Brasil, por lo general, han
sido marcadas por estudios con énfasis en historia de la familia y por la variedad
de modelos familiares, desde la formulación clásica de la familia patriarcal y los
estudios más específicos sobre familia y organización sociopolítica de la sociedad
brasilera, hasta las investigaciones más recientes sobre tradición y moral. A partir
de 1970, las investigaciones sobre la “familia moderna” brasilera optaron por
diversas perspectivas teóricas, y se dividieron entre los estudios de comunidad,
de dinámica social y fuerza de trabajo, y aquellos sobre cambio social. Al realizar
un análisis de las familias a partir de la teoría de la modernización, estos trabajos
elaboraron distintos tipos de “familia”, con base en la tesis de la modernización

2
Peixoto, Clarice Eles e Cicchelli, Vincenzo. “Sociologia e antropologia da vida privada na Europa
e no Brasil. Os paradoxos da mudanza”, en Peixoto, Clarice E., De Singly, François e Cicchelli,
Vincenzo. Família e Individualização. Río de Janeiro: ed. FGV, 2000.
3
Sobre este punto, véase Cicchelli-Pugeault y Cicchelli, 1998.
4
Peixoto, 2000, op. cit.

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de la unidad familiar. Para unos la familia nuclear y las relaciones de parentesco
constituyen el centro de estudio; para otros, la familia es considerada como un
grupo doméstico, englobando parentesco y relaciones de afinidad. Gran parte
de estas investigaciones buscan dialogar con otras esferas sociales como trabajo,
educación, consumo, movilidad social, etc. Lo que se percibe en dichos estudios
es, por un lado, la caracterización de aspectos de la vida familiar en las diferentes
clases sociales brasileras o en los sectores productivos (familia de favela,5 familia
de capas medias, familia campesina, familia obrera...) y, por el otro, una fuerte
tendencia a abordar la “familia” como una institución social, muchas veces in-
dividualizada y muchas como un valor.6
Desde el punto de vista metodológico, en Brasil la sociología y la antropo-
logía de la familia se han apoyado principalmente en estudios monográficos, en
la construcción de tipologías y en el análisis de las representaciones, pero poco
se ha investigado sobre las relaciones familiares y generacionales, a partir de sus
prácticas y comportamientos cotidianos: las relaciones entre hermanos, entre
padres e hijos adolescentes, entre nueras y suegras, abuelos y nietos, las repercu-
siones del desempleo en las relaciones conyugales y familiares, la influencia del
medio socio-habitacional en las relaciones familiares, etc.
Lo que propongo presentar aquí son los resultados de investigaciones cualitati-
vas, y cuantitativas, que realicé sobre relaciones entre generaciones y solidaridad
familiar. Sin embargo, antes es importante explicitar que entiendo la solidaridad
familiar como un conjunto de derechos, deberes, composiciones y recomposicio-
nes que se expresan a través de sentimientos y diversos apoyos. La solidaridad
tiene una dimensión material y otra afectiva que juntas constituyen la base de
las relaciones familiares. Es en función de la situación social de los dadores y
receptores que se forma el circuito de las solidaridades y de las transmisiones
entre las generaciones; elementos centrales en la reproducción familiar. En este
sentido, para F. de Singly,7 la reciprocidad y el respeto a la independencia son
los principios fundamentales en los cuales se apoya la solidaridad familiar. Sin
embargo para J. T. Godbout,8 más que la reciprocidad, es el principio del “don”,
la base de la solidaridad familiar, pues “el sistema de circulación no reposa en el
equilibrio, sino en una situación de deudas mutuas sistemáticamente manteni-
das”. Esto sucede porque los individuos siempre se consideran en deuda unos

5
“Favela” es un término en portugués para denominar espacios urbanos formados por viviendas
populares, sin planeación, generalmente con infraestructura irregular o insuficiente. N. del T.
6
Peixoto, 2000, op. cit.
7
De Singly, François. Sociologie de la famille contemporaine. Paris: Nathan, col. 128, 1993.
8
Godbout, Jacques T. “L’affectif, l’obligation et le don”, en Informations Sociales. No. 35/36, 1994.
pp. 41-48.

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con otros; y, al contrario, en los momentos de crisis, la solidaridad siempre se le
atribuye al otro, como parte de la deuda de alguna cosa; relación que se cons-
truye a lo largo del tiempo, según este autor. No obstante esto no significa que
los intercambios intergeneracionales hayan aumentado o disminuido sino que
las relaciones familiares adquirieron otra dinámica.
Tomaré entonces como base la investigación cuantitativa Solidaridad familiar
intergeneracional,9 siempre relacionándola con los resultados de las investigaciones
cualitativas.10 A pesar de que esta investigación, no haya planteado interrogan-
tes sobre las transferencias materiales (tampoco las afectivas) dentro del grupo
familiar, fue posible analizar los apoyos y servicios prestados para algunas tareas
domésticas y, especialmente, las informaciones sobre el cuidado de los niños y
las niñas con quién permanecen, los llevan a la escuela, los acompañan en las
actividades escolares y los llevan al médico. Estas son prácticas frecuentemente
ejercidas por los abuelos cuando la madre trabaja fuera de su hogar y no tiene
empleada doméstica, pues como indicaron las investigaciones cualitativas “los
abuelos siempre van a socorrer a sus hijos y nietos, retomando así una segunda
carrera de padres. Cuidar o educar a los nietos es una tarea de las abuelas. Raros
son los abuelos que cuidan a los nietos cotidianamente, aunque sean solicitados
ocasionalmente”.11 Otro punto a resaltar es que los intercambios familiares son
bilaterales, ya que siempre se retribuye el apoyo recibido, aunque difícilmente se
compense un servicio por otro del mismo tipo.
Las investigaciones cualitativas sobre el retorno al trabajo tras la jubilación y
sobre las transmisiones afectivas y materiales entre abuelos y nietos en Francia
y en Brasil, mostraron que la gran mayoría de las personas de más de 60 años
ayuda a sus hijos adultos en lo financiero y principalmente, en la prestación de

9
Se trata de la encuesta Género, Trabajo y Familia que integra el International Social Survey Progra-
mme (ISSP), coordinada en Brasil por Clara Araujo y Celi Scalon (2005), que encuestó a 2000
personas mayores de 18 años, en todo el territorio nacional. El cuestionario estaba compuesto por
dos grandes bloques: uno sobre percepciones y otro sobre actitudes y prácticas en la organización
de la vida cotidiana. De aquí en adelante, me voy a referir a Solidaridad Familiar Intergeneracional,
o apenas survey, puesto que los datos aquí referidos constituyen parte específica del análisis sobre
solidaridad familiar. Para un análisis más completo ver Peixoto, Clarice Ehlers. “Solidariedade
familiar intergeracional”, en Araujo, Clara e Scalon, Celi. Gênero, Famíla e trabalho no Brasil.
Río de Janeiro: ed. FGV, 2005a.
10
Peixoto, 2005, op. cit. Véase: Peixoto. Envelhecimento, políticas sociais e novas tecnologias. Río de
Janeiro: FGV, 2005b. Peixoto. “Aposentadoria: retorno ao trabalho e solidariedade familiar”, en
Peixoto, Clarice E. Família & Envelhecimento, Río de Janeiro: ed. FGV, 2004. Peixoto. “Avós e
netos na França e no Brasil: a individualização das transmissões afetivas e materiais”, en Peixoto.
De Singly, François e Cicchelli, Vincenzo Família e Individualização. Río de Janeiro: ed. FGV,
2000a. Peixoto. Envelhecimento e Imagem. As fronteiras entre Paris e Rio de Janeiro. São Paulo:
Annablume, 2000b.
11
Peixoto, 2000a, op. cit.

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pequeños servicios. Considerando que el Estado brasilero interviene muy poco
para minimizar las desigualdades sociales, sus políticas son todavía precarias y los
pocos programas sociales existentes12 no son de gran cobertura, puesto que son
destinados a una reducida parte de la población brasilera; la familia es el único
apoyo que queda. Además, debemos considerar que la relación entre la familia y
el Estado es mediada, sobre todo, por las leyes constitucionales: la patria potestad
de los hijos y la cuota alimentaria, la herencia y la división del patrimonio familiar,
son algunos ejemplos de la legislación que garantiza a algunos miembros de la
familia no ser perjudicados por iniciativas individuales.
Estas son sin duda, circunstancias que fraccionan o, muchas veces, inten-
sifican los intercambios entre las generaciones. Indudablemente los apoyos no
son los mismos a lo largo de la vida familiar y varían conforme a las necesidades
de unos y otros, adquiriendo significados y demandas diferentes en cada capa
social. Como señaló A. Pitrou,13 los efectos de la solidaridad familiar pueden
actuar en el sentido de la “promoción social” o contribuir a la “subsistencia” de
sus miembros. El primero de ellos caracterizaría a las capas superiores y medias,
el segundo, a las capas populares. Si como señala la autora el modelo propuesto
es más pertinente para los contextos de desigualdad social más acentuados,
una vez que en las capas favorecidas “las donaciones, prestamos, servicios, re-
laciones y herencia contribuyen a la ascensión rápida y destacada de los hijos”
(efecto promoción social), en las capas menos favorecidas la solidaridad familiar
implicaría apoyos de emergencia, sobre todo, en los casos de enfermedad y de
desempleo o, incluso, en los innumerables servicios prestados que no deman-
dan una ayuda financiera de gran monto, pero que permiten dar cuenta de las
necesidades cotidianas de supervivencia. Todo esto no significa que esos apoyos
del cotidiano doméstico estén ausentes en las familias más favorecidas, como
afirmó C. Martín en su investigación sobre la solidaridad entre tres generaciones
sucesivas. En esta publicación el autor argumenta que aquellos que poseen más
bienes materiales se movilizan más que los que tienen menos. Todo indica que
esto no es solamente una cuestión de tener o no patrimonio material, sino una
diferencia de representación social: las capas más modestas no consideran algunas
de las pequeñas ayudas como un apoyo recibido de los familiares.14

12
El programa “Bolsa-familia” fue recientemente reestructurada para el Programa Nacional Cero
Hambre (2003), englobando el salario familiar y la “Bolsa-escuela” y “Bolsa-alimentación”. Hasta
entonces el salario familiar solo era concedido a las familias cuyo salario-contribución era inferior
a 2,3 salarios mínimos, siendo atribuido a cada hijo menor de 15 años o con alguna discapacidad,
que tenga el carné de vacunación actualizado y esté vinculado al sistema escolar. El término
“Bolsa” en portugués equivale a un subsidio. N. del T.
13
Pitrou, Agnès. Les solidarités familiales. Vivre sans famille?. Toulouse: Privat, 1992.
14
Martín, Claude. “À l’épreuve de la désunion”, en Informations Sociales. No. 35/36, 1994, p. 30.

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Las ayudas de subsistencia que encontramos en las familias de origen humilde,
constituyen apoyos de todos aquellos servicios que posibilitan la preservación
de una autonomía mínima en el modo de vida y en las iniciativas individuales
como hacer compras, cuidar a los niños y a los enfermos, servicios bancarios y
burocráticos, pequeños préstamos de dinero, entre otras formas de apoyo.
El universo social de nuestras investigaciones sobre relaciones intergeneracio-
nales es constituido fundamentalmente por personas jubiladas, pertenecientes a
las capas medias y populares. Así, si consideramos que en Brasil la evolución de las
jubilaciones no está más condicionada al valor de los salarios de los trabajadores
activos, sino a una tasa de reposición por debajo de la inflación, tenemos que
estas personas difícilmente reciben el valor correspondiente a lo que cotizaron
durante su vida de trabajo. La transición hacia la jubilación representa, entonces,
una disminución en el rendimiento para aquellos que no se benefician de un
régimen complementario o de un sistema de fondo de pensión, resultando en un
deterioro drástico de las condiciones de vida de una gran parte de la población
jubilada o pensionada. Las estadísticas de IBGE15 informan que el 43% de la
población brasilera de más de 60 años tenía en el 2002, rendimiento familiar per
capita inferior a un salario mínimo. Esto significa, en otros términos, que casi la
mitad de los brasileros de esta franja etárea es pobre.16
Otra característica importante es la recurrencia de la cohabitación entre
generaciones: si procuramos comparar nuestros datos y nos remitimos a las
estadísticas de IBGE en el 2003 el 12,1% de la población brasilera mayor de 60
años vivía sola; el 24,8% vivía con hijos o parientes, el 24,9% con sus cónyuges
y sin hijos, y el 37,9% con sus cónyuges, hijos u otros parientes.17
En la investigación cualitativa sobre los jubilados que retornan al trabajo,
observamos que más de la mitad de las personas entrevistadas cohabitaba con
un(a) hijo(a) adulto(a) y hasta con los nietos. Asimismo es importante señalar
que existen dos modalidades diferentes de co-residencia: la cohabitación perma-
nente y la re-cohabitación.18 El hecho de ser propietario del lugar de residencia
es lo que va a determinar quien acogerá al otro. Observamos también que la co-
residencia es más frecuente en los grupos femeninos, pues una mayor cantidad
de mujeres recurren más al soporte moral de los hijos una vez enviudan. Así,
ellas bien se van a vivir con uno de sus hijos (si no son propietarias) o uno de sus
hijos (generalmente aquel que no es propietario) retorna al hogar materno tanto

15
Instituto Brasilero de Geografía y Estatística (IBGE).
16
Indicadores Sociais 2003, IBGE, Peixoto. 2004, op. cit.
17
Indicadores Sociais 2003, IBGE.
18
Attias-Donfut, Claudine e Renaut, Sylvie. “Vieillir avec ses enfants”, en Corésidence de toujours
et recohabitation. Communications. No. 59, 1994, pp. 29-52.

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para hacer compañía como para ayudar con las labores cotidianas domésticas. A
excepción de los hijos que nunca salieron del hogar de los padres (casados o no),
constatamos otras dos situaciones que los llevan a volver a la casa de los padres:
el desempleo y el divorcio. Entonces, la cohabitación puede ser entendida como
un factor que estimula la solidaridad familiar en los períodos más difíciles de la
vida de los hijos o en la viudez de los padres, particularmente, de la madre.
Hay que resaltar que las relaciones familiares no son regidas solamente por
la armonía de las relaciones de intercambio. Los conflictos entre las generacio-
nes, consecuencia de las relaciones de autoridad y de poder entre padres, hijos
y nietos, son inherentes a la realidad familiar, en tanto esta es atravesada por
sentimientos contradictorios como amor y odio, generosidad y avaricia, solicitud y
desconsideración. Como afirma Lins de Barros,19 los conflictos existen en todas las
relaciones sociales y más cuando estas tienen carácter afectivo. Al respecto, dice
esta autora: “la responsabilidad de los padres en el proceso de educación de los
hijos”... “parece abarcar una preocupación más amplia, en cuanto a los cambios
sociales visualizados en las transformaciones del ámbito familiar y denunciados
en las interrogaciones sobre el futuro de los nietos. Surgen así los temas de la
disciplina, el respeto a los padres o de las normas educativas claras”.
Pasemos ahora al análisis de las solidaridades familiares que involucran los
cuidados de los niños y las niñas.

¿Quién permanece, cuida y cría?


Son muchos los cambios cotidianos para cumplir la agenda de las tareas do-
mésticas y sabemos que son las mujeres quienes generalmente se organizan en
redes de ayuda. Son también ellas las que se responsabilizan por el cuidado de
los miembros dependientes: los niños y las niñas, los ancianos y los enfermos. Los
hombres, como lo señalan C. Attias-Donfut.20 “son solidarios, esencialmente, para
los trabajos manuales, pequeños arreglos y reparaciones... forman una red técnica
de ayuda”. Esto también fue lo que observamos en el survey solidaridad familiar
intergeneracional: las madres permanecen con los hijos y los cuidan mucho más
que los padres (30,2% y 7%, respectivamente). Es bastante cierto que la mayoría
de ellas no trabaja fuera del hogar (40,7%), dedicándose por completo a la familia,
a los niños y a las niñas. La verdad, son pocas las mujeres de ese grupo etáreo que
tienen una ocupación profesional (15,6%, en todas las categorías profesionales).

19
Lins de Barros, Myriam. Autoridade e Afeto: avós, filhos e netos na família brasileira. Río de Janeiro:
Jorge Zahar ed. 1987, p. 46.
Attias-Donfut, Claudine; Segalen, Martine e Lapierre, Nicole. Le nouvel esprit de famille. Ed.
20

Odile Jacob, Paris, 2002, p. 104.

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Es bueno recordar que el 35, 2% de las mujeres de más de 50 años entrevistadas
en esta investigación son jubiladas.
Lo que observamos en la investigación cualitativa sobre relaciones entre
abuelos y nietos, es que cuando las madres trabajan fuera de casa, “permane-
cer”, “cuidar” y “criar” a los niños y a las niñas es una tarea de las abuelas.21
“Permanecer” o “cuidar” puede ser por un período indeterminado o largo, pero
no siempre es continuo. En general, son algunas horas del día cuando los nietos
son pequeños o en edad escolar, incluso, los fines de semana. Inversamente, “la
crianza” posibilita la construcción de una relación más permanente, pues se trata
de mantener, educar y vivir con los nietos. En pocas palabras, uno o ambos padres
si las circunstancias así lo obligan y durante el tiempo que sea necesario.
Este fenómeno es común en las capas populares brasileras principalmente
cuando las hijas divorciadas retornan a la casa de los padres porque sus salarios
son bajos, los arriendos altos y las cuotas alimentarias proporcionadas por los
ex-maridos son también, bajas o inexistentes.22 En estas condiciones es imposible
para las madres que trabajan, pagarle a alguien para cuidar a los hijos durante
las horas de trabajo. Son entonces, las abuelas quienes ayudan a sus hijos/as,
asumiendo la tarea de atender y educar a los nietos.
Por lo tanto, no es casualidad que en la investigación la proporción de las
personas de más de 50 años que tienen empleada doméstica sea muy pequeña:
6,6%. Todo indica que estas no son responsables por el cuidado de los niños y las
niñas: no los cuidan, ni los llevan a la escuela ni al médico, tal vez jueguen con
ellos tan pronto se desocupan de los quehaceres domésticos. Es importante tener
en cuenta que entre los abuelos que permanecen con los nietos (25%), ninguno
tiene empleada doméstica, lo que lleva a concluir que son las abuelas quienes dan
más soporte a las mujeres sin cónyuge y con hijos menores de 10 años: en el total
de la población investigada, el 11,5% de las abuelas cuidan a sus nietos puesto
que la mayor parte de estos niños y niñas no asiste a guarderías. De este modo,
en el grupo de personas de más de 50 años analizado en esta investigación, los
principales apoyos ofrecidos por las abuelas y los abuelos son “llevar a la escuela”,
“acompañar en las actividades escolares” y “llevar al médico”. Mientras “Bañar
y dar comida”, “acostar a dormir” y “jugar” son tareas de los padres. Vamos así a
detenernos solamente en las ayudas que hijos y nietos reciben de los abuelos.

21
Raros fueron los abuelos que cuidaban o criaban a los nietos. Sin embargo, sí eran solidarios
con ayudas esporádicas como llevarlos y recogerlos en la escuela, pasearlos, etc.
22
Los procesos jurídicos son largos y su costo no siempre es accesible a los más pobres. Además,
hay un alto índice de trabajo informal, lo que dificulta comprobar el recibimiento de alguna
remuneración.

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Llevar a la escuela y acompañar en las actividades escolares
La educación y la formación profesional de los nietos, constituye una gran
preocupación de los abuelos brasileros. Algunos de ellos, como describimos en
la investigación sobre relaciones entre abuelos y nietos, llagan incluso a vender
su pequeño apartamento u objetos de valor para poder pagar los estudios de sus
nietos en escuelas particulares, consideradas de mejor calidad y que les permitirán
ejercer en el futuro una actividad mejor valorada. Es lo que P. Bourdieu llamó
“estrategias de reconversión”, o sea, un “ajustamiento permanente de las prácticas
familiares a las condiciones externas independientemente del medio social”.23
En general, aquellos que cuidan diariamente a los nietos los llevan, los traen
de la escuela y permanecen con ellos hasta que los padres lleguen del trabajo,
tienen a su cargo supervisar los deberes escolares. Pero, en general, ellos sola-
mente controlan el tiempo que los niños dedican a la realización de sus trabajos
escolares, pues no podemos olvidar que el 90,4% de las personas entrevistadas en
la investigación tiene niveles escolares muy bajos (la proporción de analfabetas
sumada a la de aquellos que no terminaron su educación básica) lo que lleva a un
gran desfase entre su nivel de estudios y el de sus nietos. Así, durante el tiempo
que se quedan con los niños y niñas, el principal asunto de conversación entre
estas dos generaciones gira en torno a la vida escolar: profesores, compañeros,
recreo, tareas y exámenes. Además, ellos también aprovechan para transmitir a
sus nietos ciertos valores morales y sociales como el respeto a los demás, sobre
todo a los mayores; la honestidad; la importancia de los lazos familiares, el valor
del trabajo, las historias de familia, entre otros, pues varios de ellos creen que los
padres de hoy son muy negligentes en estos asuntos.24.
Los abuelos comparten con los padres la responsabilidad de llevar y recoger
a los niños de la escuela. Es interesante observar que el 30,8% de las madres
desempeñan solas esta tarea, siendo la participación de los padres sustancial-
mente menor (12,5%). En cuanto a las abuelas, todo indica que ellas dividen
esta responsabilidad con las madres, no obstante, lo hacen en menor proporción
(23,3%). Es cierto que ellas son más participativas hasta los 69 años, pues con
el transcurso del tiempo no todas se sienten capaces de afrontar con los niños
el tránsito de las calles de Río de Janeiro. Así, todo indica, que padres y madres
demandarían este apoyo de las abuelas un poco menos de lo que sugeríamos. Con
todo esto, es importante resaltar que varias de estas abuelas cohabitan con sus
hijas e hijos casados y que, conforme aumenta el tamaño de la familia, aumenta
también la ayuda de las abuelas en el cuidado de los niños y las niñas.

23
Citado en: Ferrand, Michèle. “Famílias e educação dos filhos na França”, en Revista de estudos
interdisciplinares. Río de Janeiro: UERJ, año 3, No. 2, 2001, p. 191.
24
Peixoto, 2000a, op. cit.

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Al acompañar o ayudar en los deberes y actividades escolares, las madres
también están mucho más atentas y presentes que los padres, en la trayectoria
escolar de los hijos que tienen menos de 10 años (23,1% y 9,4% respectivamente).
Si bien los abuelos brasileros no ayudan en las tareas escolares, sí tienden a ser
considerablemente más participativos en los gastos escolares (42%), lo que no
es ninguna sorpresa puesto que “permanecen” y “cuidan” y, a veces, “viven” con
los nietos. Así, lo que hemos observado en las investigaciones sobre relaciones
familiares intergeneracionales es que mientras que unos pagan las matriculas
y pensiones escolares, cursos de lenguas, música, informática y deportes, otros
compran los útiles escolares, libros y hasta computador. Son estas transferencias
materiales que, aliadas a las transferencias afectivas y a los diversos apoyos, forman
el circuito de las solidaridades intergeneracionales.25
Estas ayudas de “llevar y recoger” y “acompañar en los deberes escolares”
parecen ser mucho más recurrentes en las clases trabajadoras y populares que
en las clases medias y, aún más, entre las personas jubiladas que en la población
laboralmente activa. Aún así, como afirma M. Ferrand: “prácticas educativas
semejantes no significan necesariamente una misma visión de los padres en
relación al éxito escolar de los hijos. Para las clases privilegiadas, tanto en la
actualidad como en el pasado, el éxito hace parte de una continuidad, mientras
que para las otras clases sociales, el éxito escolar representa una ruptura frente
a las generaciones precedentes, que no vislumbraban esa posibilidad y tampoco
tenían como objetivo la continuidad de los estudios”.26
La edad es un factor preponderante en este grupo de más de 50 años, dado que
las responsabilidades vinculadas a la vida escolar de los niños y niñas comienzan
a disminuir cuando las personas alcanzan los 60 años y desaparecen de los 70 en
adelante, sin importar el vínculo familiar.

Llevar al médico
A lo largo de los años, se observó una transformación del papel de los abuelos,
en consecuencia del aumento de la esperanza de vida y del desafío al modelo
patriarcal, hasta entonces asimilado a una imposición de la autoridad de la ge-
neración más antigua en la transmisión de los valores morales y familiares. Las
relaciones afectivas entre abuelos y nietos emergen solamente en 1930, cuando
los primeros se tornan auxiliares de los padres en la socialización de los niños y
las niñas.27 Innumerables investigaciones sobre solidaridad familiar, cualitativas
y cuantitativas, realizadas en Europa a lo largo de estos años, muestran que el

25
Ibíd.
26
Ferrand, 2001, op. cit., p. 192.
27
Donfut e Segalen, 1998, op. cit.

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proceso de nuclearización de la familia no promovió una ruptura absoluta ni un
distanciamiento afectivo de los ascendentes, esto se debe a que con la transfor-
mación de los papeles conyugales y la inserción de las mujeres al mercado laboral,
los padres (particularmente las madres) continuaron desempeñando un papel
fundamental en la organización familiar de los hijos casados.
En este caso la participación de los abuelos en el cuidado de los nietos se ex-
tiende a las consultas médicas y, principalmente, a los momentos de enfermedad,
tal como lo evidencian las investigaciones cualitativas. En la investigación, la
mayor responsabilidad de llevar a los niños y las niñas al médico es, sin duda, de
las madres: 46,2% de ellas lo hacen solas. Los padres rara vez llevan a sus hijos al
médico sin la compañía de su cónyuge (12,3%), situación que se modifica cuando
va al consultorio la pareja (18,8%). En esta situación queda claro que el padre
tiene un papel secundario y se limita a proporcionar apoyo moral, acompañando
a la mujer y a los hijos.
Las abuelas, por su parte, parecen responsabilizarse más por la salud de sus
nietos, que los propios padres de los niños: aproximadamente el 28% de ellas
acompañan a sus nietos a las citas médicas. Es importante resaltar que esa ayu-
da varía de acuerdo a la edad de las abuelas: entre más edad tengan, menos se
responsabilizan por el cuidado de los niños. P. Vasconcelos señala que los apoyos
de los progenitores (abuelos) en la organización doméstica y en la gestión del
cotidiano en las familias portuguesas, “no se refieren a su situación de cuidado,
más bien a la tarea de llevar al médico, a la escuela, bien como al acompaña-
miento ocasional durante la noche o el día”.28 En dicha investigación el autor
encuentra una disminución de las solidaridades familiares en Portugal, hoy en
día: 51% de la población portuguesa respondió que no recibe ninguna ayuda
cotidiana. A. Torres ya había observado esa tendencia, en 1997 cuando realizó
una investigación para el Ministerio Portugués de la Solidaridad y de la Seguridad
Social, “Políticas sociales, soluciones socioeducativas y del cuidado de los niños,
en el que encontró: la baja adhesión de los abuelos como solución ideal para el
cuidado es simultáneamente la traducción de una voluntad y la expresión de
una imposibilidad. Solo una minoría, que rara vez llega a 20%, encuentra en sus
ascendentes una solución socio-educativa para sus hijos y, de este subconjunto,
muchos son los que no la consideran como solución ideal, sino apenas como so-
lución de recurso”.29 Hay que resaltar de esta investigación realizada en la Gran
Lisboa, que son las familias de más bajos ingresos las que recurren a estrategias

Vasconcelos, Pedro. “Redes de apoyo familiar e desigualdade social: estratégias de classe”, en


28

Análise Social (Famílias). ISCTE. No. 163, vol. XXXVII, Lisboa, 2002, p. 539.
29
Ministerio Portugués de la Solidaridad y Seguridad Social. Lisboa, 1997, p. 181.

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de supervivencia en que predominan las soluciones familiares para el cuidado de
los hijos menores de cinco años.
Este también fue el resultado de una investigación realizada en Suiza por J.
Kellerhals et al. (1994), sobre las redes de solidaridad existentes en las familias
de este país. Dichos investigadores encontraron que los apoyos entre las gene-
raciones son mucho más ocasionales que sistemáticos, pero ¿cómo se expresan
en Brasil estas solidaridades?
Todo indica que las solidaridades familiares intergeneracionales son mucho
más sistemáticas en los trópicos, puesto que la cohabitación entre generaciones
es un fenómeno más recurrente en Brasil que en Europa. Pero no solo esto, las
proximidades espaciales favorecen los intercambios y los contactos entre las ge-
neraciones, y la sociabilidad familiar ocupa un lugar importante en la frecuencia
de las visitas a la casa de los padres; el hecho de tener padres mucho mayores es
preponderante en la probabilidad de vivir en el mismo barrio o en la misma ciu-
dad. Sin embargo, esta cohesión espacial de las familias varía según las categorías
sociales y los proyectos profesionales de cada uno. Además, estar próximo a la
casa materna, siempre es una garantía para obtener ayuda y apoyo, de manera
sistemática o esporádica, aunque sea solamente para acompañar a los nietos a
las citas médicas.

Consideraciones finales
Los estudios sobre la familia contemporánea han apuntado hacia el creciente
proceso de individualización, manifiesto en la realización de un ego autónomo y en
la satisfacción de las necesidades de cada uno de sus miembros. La centralización
de la familia conyugal que F. de Singly llama “familia individualista y relacional”,
aún así, no elimina los lazos con los parientes. De este modo afirma el autor: “la
lógica de la elección, de la libertad, de carácter gratuito que rige oficialmente
las relaciones afectivas entre los hombres y las mujeres en el seno de las parejas,
se extiende, sobre modalidades específicas, a las otras relaciones de familia y se
conjugan, en los dos casos, con las obligaciones, los hábitos, el sentido de ‘deber’
(o al menos del ‘deber ser’)”.30
En Brasil todavía no han sido realizadas investigaciones cuantitativas con-
sistentes sobre las solidaridades y las relaciones entre las tres y/o cuatro gene-
raciones y este survey no estaba dirigido hacia la investigación específica de los
intercambios y ayudas familiares intergeneracionales. Lo que podemos percibir en
la información disponible es que los apoyos familiares parecen ser constitutivos
de la identidad femenina y son practicados, buscando garantizar la proximidad

30
Singly, 1993, op. cit., p. 51.

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entre las generaciones, lo que indica una tendencia sociologicamente ya analizada
sobre el vínculo privilegiado entre madres-abuelas e hijas-madres.
Sin embargo, no son solamente las generaciones más viejas las que ayudan a
las más jóvenes. Es importante resaltar que los apoyos familiares se hacen igual-
mente en el sentido inverso: cuando los padres-abuelos tienen un nivel de vida
modesto, son los hijos adultos y, sobre todo las hijas, quienes van a socorrerlos.
Solidaridad, sí, pero sobre todo un sentimiento de deber para con los padres que,
al final de cuentas, contribuyeron para que ellos tuvieran mejores condiciones
de vida a través de educación, de ayuda financiera y apoyo moral.31 Este es el
caso de un inmigrante portugués, propietario de un bar, quien fue entrevistado
en la investigación sobre jubilados que retornan al trabajo: a lo largo de su vida
invirtió duramente en el trabajo para financiar los estudios de sus hijos. Hoy,
habiendo fracasado y con su mujer muy enferma, son sus hijos quienes lo ayudan
financieramente.32
Vimos que aún la solidaridad se expresa fundamentalmente a través de ayuda
en las tareas domésticas cotidianas pero, también por medio de la contribución
material y de soporte moral-afectivo; elementos que constituyen la base de la
redistribución intrafamiliar de los apoyos brindados por unos y otros, viviendo o no
juntos. Esta solidaridad se da, principalmente, en un circuito de reciprocidad y la
vida cotidiana, lo que solo es posible a través de los intercambios entre los miem-
bros de la familia. Esas relaciones afectivas pueden, igualmente, ser percibidas
como deudas y, de ese modo, ellas vuelven complejos los vínculos de solidaridad.
En este sentido, como afirma E. Djaoui: “la solidaridad no es un don, aún en el
ámbito de la intimidad familiar. Ella presupone una obligación de retribución,
real o simbólica, consciente o inconsciente”.33 Es decir, considerada una deuda,
ella se transforma en una contabilidad perpetua y es lo que, finalmente, da una
dinámica y un significado a los vínculos familiares.

31
Attias-Donfut, 1994, op. cit. Lins de Barros. “Redes sociais e cotidiano de velhos num subúrbio
carioca”, en Interseções: revista de estudos interdisciplinares. UERJ, año 3, No. 2. Río de Janeiro,
2001, pp. 233-245.
32
Peixoto, 2004, op. cit.
33
Djaoui, Elia. “La dynamique de la dette”, en Informations Sociales. No. 35/36. 1994, p. 149.

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