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Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Facultad de filosofía “Dr. Samuel Ramos Magaña”.


Filosofía mexicana II.
Profesor Marco Arturo Toscano.
Josué Amauri Flores Castro.

El SER DEL MEXICANO: SOBRE LA INFERIORIDAD Y LA SOLEDAD

Introducción.
Se puede decir que tratar de hablar sobre el ser mexicano es igual de complejo que hablar
sobre el Ser en general. Vimos a lo largo del curso distintos autores y filósofos que trataron
de hablar de lo que es el ser mexicano, pero con el error de no explicar antes lo que
entendían por Ser. El cual es un punto crucial para la comprensión de una filosofía que trata
de inmiscuir al ser del mexicano en el Ser en general. Pues al menos se debe dar una pista
de qué rumbo están siguiendo y a qué fin se quiere llegar. Menciono la complejidad del
asunto del ser del mexicano dado que es el planteamiento de un problema muy general,
claro que no tan amplio como el Ser, pero sí de situaciones que nos pueden llevar a
presuposiciones falsas. Muchos o la mayoría de los de los autores vistos hablan del ser
mexicano, pero hablan de características superficiales dándole mayor importancia a uno
solo de los campos del sentido del ser, así como también nos hablan de características
meramente accidentales; como es el caso de la supuesta inferioridad del mexicano en el
caso de Samuel Ramos o el del sentimiento de soledad con Octavio Paz. Estos dos autores
serán el eje central del presente ensayo mostrando cómo estos dos estados de ánimo o
complejos del ser del mexicano son meras suposiciones y accidentes que no podemos decir
que son exclusivas del mexicano ni que representan la mexicanidad, haciendo mostrar, a su
vez, que hay una pluralidad de sentidos del ser mexicano los cuales se denominan campos
de sentido en la filosofía de Markus Gabriel.
Muchos de estos sentimientos que tratan de explicar en distintas ocasiones parecen
que son innatas al alma mexicana y que a lo largo de la vida las vamos desarrollando cada
vez más. Pero la verdad es que es más aceptable captarlas como meros sentimientos

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contingentes a los cuales está sometido cualquier persona sin importar país, cultura y
religión, pues podemos notar que cualquier persona puede ser capaz de experimentarlos;
de dejar de sentirlos y volver a sentirlos. Esto lo podemos corroborar de distintas maneras,
basta con encender la televisión o conectarse a internet para notar cómo las personas de
otras culturas tienden a hacer y a sentir estos mismos sentimientos o acciones que nuestros
filósofos describen como propios del mexicano.

La diversidad ontológica de los mexicanos.


Hablar del Ser es sumamente complicado y confuso y muy fácil de caer en contradicciones
que nos llevan a falsos problemas sin sentido. Tal es el caso de Samuel Ramos tanto como
el del poeta Octavio Paz quienes en sus ensayos muestran rasgos de las actitudes del
mexicano que nos hacen parecer como propias y exclusivas de nosotros en las cuales
pareciera que están constantemente o siempre en nuestro ser. Posiblemente sea una mala
interpretación de sus textos al creer que son sólo del mexicano, sobretodo digo esto en el
caso de la obra el perfil del hombre y la cultura en México del filósofo mexicano Samuel
Ramos. Sin darle mucha importancia a tal asunto, lo que sí podemos asegurar es que este
par de intelectuales muestran estas actitudes o rasgos del mexicano como sentimientos
condicionales inamovibles. Es decir, a groso modo, el mexicano está padeciendo por esta
soledad y supuesto complejo de inferioridad debido por la historia que ha vivido y que ha
sido encarnada en su propio cuerpo, lo cual han hecho que sea llevado a resguardarse y
sentirse así frente al otro, el cual, por mera apariencia, se le considera “mejor” por el hecho
de tener distintas culturas e ideas, con progresos o diferencias en ciertas ciencias, y dado
que no los podemos imitar adecuadamente nos sentimos así. Nos explican que para poder
“superar” estos rasgos tan peculiarmente generales es necesario o volver a las raíces o
desprenderse de ellas, depende de quién sea el caso que se plantea la resolución de dicho
problema. En otras palabras, para que el mexicano como tal deje de padecer tanto el
complejo de inferioridad como el sentimiento de inferioridad es necesario que resuelva su
presente caótico en que se encuentra con respecto a las demás culturas para encontrar un
equilibrio social y cultural de identidad.

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En primer lugar a criticar es el hecho de que ven a estas características del ser del
mexicano como malas en sí mismas, como sentimientos que hay que superar. La pregunta
aquí es ¿por qué motivo son malas en sí mismas si más parece que son naturales al hombre,
y de ser así por qué debemos de suponer que debemos de superarlas de una vez por todas
si muchas veces nos son necesarias su aparición constante para nuestra maduración? En
segundo término nos encontramos con una especie de condicionamiento de la estatización
de estos rasgos mexicanos; pues si no se cumple con estas soluciones que plantean
estaríamos condenados a seguir padeciendo estos estados de ánimo tan “antinaturales”
para el ser del mexicano.
Empecemos con esta estatización condicionada a la cual estamos sometidos para
cambiar y abrirnos al mundo para mostrar nuestra verdadera esencia de la mexicanidad
histórica, el cual todos llevamos dentro. A simple vista parece una idea totalmente lógica
usando los ejemplos que nos muestran estos dos pensadores, pero son ejemplos que sólo
son válidos lógicamente, por decirlo así, en ciertas circunstancias. Pues llevada a otros
planos de sentido son poco realizables. Es verdad que las personas en ciertas circunstancias
nos sentimos inferiores con respecto a otras culturas, países o inclusive ciertas personas
por distintas razones, pero muy distinto es que todos los mexicanos seamos continuamente
inferiores y nos sintamos así constantemente por no ser lo que otros países “mejores” son.
Dicho así es un absurdo. Tratar de catalogar al mexicano con ciertas actitudes, rasgos físicos
y sentimientos es como tratar de identificar a un gemelo de sus otros gemelos por su mera
apariencia física. Claro que se pueden diferenciar cada uno, pero no basándonos en sus
apariencias físicas solamente, sino en sus gustos y en todo aquello que lo compone. Lo
mismo sucedería con los mexicanos, no los podemos diferenciar del resto del mundo por
sus meros sentimientos, puesto que estos se suponen cuasi universales para todos los seres
humanos. En dado caso se tendría que buscar algo más que le podamos catalogar como lo
nuestro. Es verdad que en el ejemplo de los gemelos podemos encontrar en sus rasgos
físicos diferencias notables para identificarlos, pero en el caso de la raza humana son sólo
hechos meramente accidentales. Pues efectivamente hay rasgos sobresalientes en el caso
de la mayoría de los mexicanos como la piel o el cabello, o simplemente la estatura, pero

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de igual forma en la India se ven que tienen rasgos predominantes parecidos a nosotros. Lo
que trato de explicar es que los rasgos físicos, sentimientos o acciones son hechos
meramente accidentales con los cuales cualquier persona del mundo puede nacer sin ser
necesariamente de algún lugar en específico o de alguna cultura. Por lo cual todos estos
rasgos son descartados como argumento a favor de una identidad.
La postura de ambos intelectuales me parece muy válidas en tanto que describen
fielmente uno de los rasgos más sobresalientes del mexicano con respecto a sus distintas
realidades a los cuales se enfrenta diariamente. No obstante, tanto Samuel Ramos como
Paz se olvidan de mencionar, o tal vez no lo vean, que hay distintas realidades en que el ser
del mexicano aparece y que ninguna de ellas tiene valor alguno mayor con respecto a las
otras. Pues se contentan simplemente con rasgos significativos de los mexicanos que
medianamente llegan a explicar su ser, dado que al final no son más que rasgos que
compartimos con las demás personas del mundo. Con estas distintas realidades me refiero
a los dominios o los campos de sentido en el cual está subsumido el Ser, de acuerdo con la
filosofía de Markus Gabriel. Claro es que estos dos pensadores mexicanos en sus obras
hablan de una clase o varias clases en particular al hablar del mexicano, pese a la
advertencia de Samuel Ramos, como si al hablar solamente de ellos encerraran toda la
existencia de la mexicanidad, dotando a estas clases de un valor mayor del que podrían
tener las demás porque son ellas quienes reflejan más osadamente nuestra identidad.
Veamos, México, siguiendo esta filosofía del nuevo realismo, es un campo de
sentido en donde se desenvuelve la pluralidad de la existencia de la mexicanidad; a saber
el ser de la cultura, después esta cultura aparece como multiplicidad de culturas que se
diferencian de cada estado y pueblo los cuales podemos decir que son otros más campos
de sentido. Es así que podemos ir sucesivamente hasta llegar al campo de sentido de lo que
es el ser del mexicano de cada uno de estos dominios, suponiendo que solo hay uno en cada
cultura. Como vemos en el caso de México nos encontramos bajo un sinfín de campos de
sentido que caracterizarían a todo lo que puede ser llamado la mexicanidad. No obstante,
para dar con esta posible identidad única o el ser del mexicano se tendría que encontrar y
explicar cada uno de estos campos de sentido para explicar la existencia del mexicanismo.

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Se nos haría fácil encontrar la idea o el dominio de todos los campos de sentidos para
explicar dicho problema, pero siguiendo con esta misma línea de pensamiento no lo habría.
No existe algo como tal como el todo del mexicano, sino una pluralidad de la mexicanidad.
Porque así como M. Gabriel rechaza la idea de totalidad donde se encuentra todo objeto o
hechos, afirmando que el mundo no existe porque no puede haber un algo que englobe
todo menos a ella misma, no puede haber algo que englobe el todo de la mexicanidad. Basta
con ver alguno de sus argumentos en contra de esta postura. Por ejemplo el argumento de
la imposibilidad de la auto-inclusión. De esta misma forma podemos hablar de la existencia
de muchos dominios o campos de sentido del ser del mexicano, pues al ser el nuevo
realismo una pluralidad ontológica, como lo cataloga Markus Gabriel, se le concede al
mexicano esta misma pluralidad óntica característica del ser. Es así que podemos notar que
la mexicanidad tiene muchos niveles ónticos de igual valor significativo que muchas veces
pueden ser relacionados entre sí, aunque carezcan de una necesidad relacional entre estos.
Vemos que encontrar una identidad en el mexicano es una labor mucho más compleja y
extensa de lo que se puede pensar.
Otra característica del nuevo realismo es la contingencia a la cual está sometido todo
ser. Es decir, que cada existencia puede ser, así como también puede dejar de ser sin que
haya algún tipo de contradicción de por medio. En otras palabras, no hay nada en la
existencia que podamos llamar eterno ni necesario, pues toda existencia está sometida a
dejar de ser en algún momento dado, así como la posibilidad de poder ser. Ya vimos que
Paz y Ramos nos dan ideas distintas para resolver el problema del estado de ánimo en el
cual estamos sumergidos los mexicanos; a saber, el complejo de inferioridad y el
sentimiento de soledad. Pero el problema aquí es que se necesitan de distintos factores
para realizarlo, ya sea el desapegarnos de las ideas de otras culturas, el de dejar nuestro
pasado afirmando nuestro presente mestizo o el de buscar eventualidades comunales
donde podamos expresarnos libremente, dicho todo esto a groso modo. Es decir, que si no
llegan a cumplirse estas condicionantes el carácter o el ser de los mexicanos estarían
condenado a seguir siendo lo mismo hasta que suceda lo contrario. Y viéndolo del lado
contrario sucedería lo mismo; si se llegan a cumplir estas propuestas el mexicano se

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transformaría en otro o mejor dicho sería, supuestamente, el mexicano “verdadero”. Pero
este mexicano “verdadero” presupone a un ser eterno, estático o necesario el cual todo
mexicano mundo quiere llegar a él, ya que este mexicano es el ser verdadero de México
que de algún modo se encuentra escondido en nosotros y en nuestra historia. Al llegar a
este mexicano real y fiel se presupone y se quiere que nos quedemos en él, que nos
transformemos a su vez en conservadores, ya que al llegar a él no vamos a aspirar a
superarlo, ni mucho menos a regresarnos a lo que éramos. Es así que vemos esta
mexicanidad como errónea o un falso problema. En primera instancia cabría preguntar aquí
si estas posibles soluciones que nos plantean ambos filósofos bastarían con dar con esta
supuesta identidad del mexicano o si realmente es que existe una. La respuesta más
acertada de acuerdo con nuestra postura es que hay más de una y que esta multiplicidad
tiene el mismo valor que cualquier otro; la mexicanidad es múltiple.
Sin embargo, antes bien de siquiera plantearnos este problema convenga
preguntarnos el porqué de estos rasgos no le son propios a los mexicanos o el por qué se
nos presenten como negativos. Se nos habla que a raíz de la conquista y el empleo de la
cultura vieja con el nuevo mundo provocó un caos sociocultural que a la larga desencadeno
una serie de eventos infortunios en la identidad del mexicano, tanto en su persona como
en su cultura. Estos eventos hicieron que las personas, sin quererlos hacerlos propias,
adoptaron estados de ánimo y un carácter particular, que de ser el caso cualquier población
habría adoptado si hubiese sucedido lo mismo en su historia –lo cual estamos seguros que
hay estos casos-. Pero no podemos decir que al adoptar, ya sea voluntaria u obligadamente
estas actitudes ante la vida, no sor parte de nosotros, al contrario esta serie de
características nuevas ya son parte del ser del mexicano y como tal no los podemos
tacharlos de buenos o de malos, sobre todo al carecer de puntos de comparación. Estas
nuevas apariciones o adaptaciones no son malas en sí misas, sino en la medida en que
presuponemos puntos referenciales de comparación que a la larga no son más que falsos
problemas con los cuales lidiamos. Es verdad que podemos notar en cualquier circunstancia
que nuestra cultura o la cultura de otra región las podemos tachar de buenas, de malas o
inclusive de extrañas al no captarles sentido alguno, y este prejuicio siempre sucede cuando

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se encuentra y presupone un punto de comparación, pero no significa que sea verdad. Por
ejemplo el caso de México y Estados Unidos, podemos ver que ellos puede adjudicárseles
el perjuicio de ser personalidades vanidosas o ególatras comparado y diferenciándolos con
nosotros, pero que pese a que nosotros digamos que sean así no significa que sean malos
en sí mismos por ser de tal forma distinto a nosotros, sino que simplemente son. Sin
embargo, al no tener un punto referencial universal al cual todos tenemos que seguir, la
idea de bueno o de malo queda descartada. Como bien dicta Luis Villoro los argumentos de
Fray Bernandino de Sahagún en contra de todo modelo universal en su obra Los grandes
momentos del indigenismo en México. Que como vemos, todo modelo universalista carece
de sentido al no tener argumentos favorables para su autoridad universal, dando lugar a la
igualdad cultural. Es decir, dado que cada cultura contiene todo un contexto que ayuda a
ser lo que es, ya sea un lenguaje, una zona geográfica, un desarrollo en cierta especialidad
para la adaptación de su entorno, y este contexto es distinto para cada cultura de cada
continente, por lo cual no podemos pedir que un país ajeno sea igual que nosotros dado su
diferencia contextual. Por lo cual podemos llamarle relativo; todas las culturas valen por sí
mismas y no hay alguna que deba sobresalir y se tomada como la predominante la cual deba
ser seguido por los demás.
Teniendo todos estos puntos a la vista aún podemos seguir afirmando que el ser del
mexicano se encuentra bajo una máscara la cual no le pertenece y de la cual no se identifica
de manera alguna. La respuesta más acertada es no. El ser en general tiene estas cualidades
de estar cambiando constantemente a pesar que parezca que hay rasgos que predominan
por mucho más tiempo, pero que, sin embargo, en algún momento tendrán que cambiar o
dejar de ser; ya sea la persona o la cultura propia. Cambios que podemos notar fácilmente
en ejemplos claros de nuestra propia cultura como es el caso del cine mexicano, más
específicamente en el cine clásico en blanco y negro. Notamos en muchas de estas películas,
por ejemplo, el carácter machista tanto de las personas como de la misma sociedad como
algo totalmente normal y común a la cual no se le ponía en tela de juicio por tenerlo como
una verdad incuestionable. Si se diera el caso que plantean Ramos y Paz se diría que estas
costumbres, tradiciones o formas de vivir de las personas mexicanas aún prevalecerían en

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nuestros días ya que no se han cumplido satisfactoriamente sus posibles soluciones a
nuestro problema anímico. Puesto que se supone que hay soluciones a un problema
imaginario. Como ya había mencionado, para que exista una especie de cambio en la vida
del mexicano hay o había la condición de hacer ciertas cosas como el independizarnos de
otras culturas y seguir la nuestra solamente basados en nuestros contextos para arreglar
nuestros problemas. Pero dado que el cambio constante al cual está sometido todo ser, el
mexicano no es la excepción ha dicho cambio y no necesita de condicionamientos
específicos para hacerlo; el cambio se va a dar en cualquier momento. Ramos nos menciona
que puede haber otras maneras de solución a este problema, lo cual en cierta forma tiene
razón, menos en el hecho de que hay un problema. Pues así como la conquista contribuyo
para la revolución de la identidad mexicana, en la actualidad hay miles de factores que
contribuyen tanto al cambio nacional, como al cambio mundial. Sin olvidar, claro está, que
muchas culturas tienden al conservadurismo, pero que, sin embargo, no se exentan del
cambio. Tal es el caso del empleo de las nuevas tecnologías, el incremento del campo de la
economía o el de las nuevas políticas por ejemplo. En otras palabras, hay un sinfín de hechos
que contribuyen al desarrollo o cambios en las sociedades y culturas que no
necesariamente nos hagan algún bien o mal, sino simplemente sucede porque nos
adaptamos a nuestro ser y entorno constantemente cambiantes. Hechos que a menos en
el caso de México ayudó a cambiar las posturas del mexicano con respecto a la equidad de
género, cosa que hace más de 80 años no se lo habrían planteado por carecer de
importancia.
Por otra parte vemos, en lo que concierne a todo México, que hay toda una vida
multicultural rica en multitud de distintas bellezas; la arquitectura, de lenguaje, de arte
popular, de danzas, de cantos, de una vestimenta maravillosa difícil de encontrar en otras
regiones. Pero lo más importante son las distintas personalidades que podemos encontrar
en cada región de este amplio país. Los que viven al norte del país podemos catalogarlos de
más fiesteros e inclusive de violentos, los de la región media son más amistosos, etc. En
cualquier región vemos distintas personalidades y actitudes al mundo. Podemos notar hasta
rasgos físicos muy notables de la influencia española en el mestizaje, así como en otras

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regiones podemos notar más los rasgos no tan alterados de la raza, malamente dicha,
indígena. Pues aquí no podemos hablar de razas puras porque no podemos siquiera intuir
lo que es o sería una raza pura, pues todo ser humano es mezcla de sangre que por lo cual
también podemos objetar diciendo que no existe una raza como tal que pueda ser llamada
la mexicanidad pura. Al ser México una pluralidad de cultura, inclusive antes de la conquista,
no cabe la menor duda que pudo haber sucedido mezclas entre los antiguos pueblos que
hace válida tal refutación del sentido puro. Siguiendo con este punto de la multiculturalidad
de México podemos preguntarnos ahora si existe una cultura predominante en todo este
amplio espacio que llamamos México la cual podamos decir que es el ejemplo perfecto de
lo que es el mexicano. Pues ciertamente podríamos decir que sí, si se diera el hecho de que
México tenga una sola cultura nada más; sin lugar a dudas ella sería la que llamaríamos con
honor, tanto a la cultura como a las personas, la auténtica mexicanidad. Pero al ser todo
un campo multicultural resulta sumamente difícil decir cuál es, inclusive si se tratara de
hacer una especie de síntesis de los rasgos distintivos de cada pueblo ya que el resultado
sería toda una quimera ficticia. Aunque de cierta forma sí podría ser, pero no nos es muy
agradable pensar la mexicanidad como un quimera nacida de todas las culturas. Por lo
tanto, como ya se había insistido, no hay un ser del mexicano como tal, hay una
multiplicidad de la mexicanidad y todas ellas son válidas. Pues todas ellas reflejan fielmente
no otra cosa que lo que es el ser en su campo de sentido, que en este caso sería la cultura
de cada pueblo.
Pasando más llanamente a los conceptos de inferioridad y soledad que utilizan
Samuel Ramos y Octavio Paz nos podemos preguntar de antemano si es que estos
sentimientos o estados de ánimo -como diría Heidegger y si es que los podemos nombrar
así- son exclusivos de los mexicanos. Dicho de otra forma ¿estos sentimientos no se han
hecho notar en otras regiones o en otras culturas por otros seres humanos? Efectivamente,
y no cabe la menor duda de ello, pues son sentimientos naturales en el ser humano. Claro
que como los describen suena perfectamente lógico, pero de la misma forma también
suena perfectamente lógico que Brasil se sienta inferior a Alemania después de perder siete
goles a uno. Así como también lo es que las personas tengan vergüenza a la hora de hablar

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o de expresar sus ideas en público. Si no me equivoco en mis aseveraciones, en este punto
me parece que caen en un error grave al catalogar al mexicano con estados de ánimo que
podemos llamar universales o muy posibles en cualquier ser humano. Aunque en realidad
es muy extraño porque uno al acercarse por primera vez a sus textos le parecen a primera
vista muy acertados y lógicos, dando lugar al pensamiento de que describen muy
perfectamente al mexicano. Pero esto sucede porque nos describen a nosotros mismos;
porque no es imposible afirmar que cada uno de nosotros nos hayamos encontrado en una
situación tal que nos haya hecho sentir lo que nos describen. Pero de ninguna forma
podemos decir que sean sentimientos exclusivos del mexicano o de alguien más, porque de
ser así podemos decir que los norteamericanos su identidad o ser es ser ególatras, lo cual
es un total absurdo, porque casos de egocentrismo los encontramos en cualquier parte.
Es así que llegamos a otro punto importante a tratar sobre la identidad del mexicano
y su multiplicidad de ser. Ya vimos que de manera alguna podemos decir que los
sentimientos puedan dar una respuesta efectiva al problema que se está planteando sobre
el ser. Estos estados de ánimo que se plantean nuestros filósofos no pueden ser más que
una mínima parte de lo que es el Ser-humano en general y otra parte cuasi representativa
de lo que es el mexicano. Aquí se podría preguntar el por qué de estos estados de ánimo
predominaron para ser seleccionados como representaciones fieles de lo que es la
mexicanidad. Pues también se pudieron dar a elegir entre las acciones frecuentes de los
mexicanos, como en el caso que plantea Jorge Portilla en su fenomenología del relajo por
ejemplo, o el hecho de que somos personas más cariñosas o más valientes para pelear.
Muchos ejemplos podemos encontrar de las acciones del mexicano. En tal caso, entonces
por qué contentarnos simplemente con los estados de ánimos predominantes,
aparentemente, del mexicano. Cabe mencionar que aquí no se está defendiendo que ciertas
acciones del mexicano constituyan su ser, pero que sí serían más fiables como candidatos a
ser retratos fieles de la mexicanidad. Pues si nos dieran a escoger entre sentimientos y
acciones para representar cualquier identidad cultural, me parece que las acciones logran
reflejar mejor lo que sería esta identificación cultural. Aunque cabe recordar que ninguno
de estas maneras de expresarse del ser humano explican totalmente al ser del mexicano o

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de cualquier otro, así como tampoco le podemos dar más importancia a ciertas
características que a otras, dado que todas tienen la misma validez.
Ahora bien, cómo podemos demostrar que lo que dice Samuel Ramos y Octavio Paz
del ser del mexicano son meros hechos accidentales que pueden ocurrir a toda persona en
ciertas ocasiones dependiendo del estado de ánimo o de la circunstancia en la cual se
encuentra. La mejor manera de demostrarlo es con un ejemplo claro, como lo es el caso del
noviazgo. Pues, a mi parecer, en él se muestra visiblemente cómo es que las personas
podemos sentir estas dos distintas etapas del estado de ánimo en las diversas circunstancias
que son muy común en las relaciones en pareja, mostrando así que este complejo de
inferioridad y esta soledad no son sentimientos cuasi permanentes en el estado de ánimo
del mexicano, sino solamente circunstanciales. Como sabemos en nuestra cultura el
propósito del noviazgo consiste en una especie de examen de conocimiento de tu pareja
para saber si es él o ella con quien uno se quiere emparentar, donde se pone a prueba todo:
el amor, el respeto, la fidelidad, etc. El noviazgo es un paso previo al matrimonio. Pero en
lugar de ser libres y felices, más nos empeñamos en hacer de nuestra pareja un prisionero,
la cual no puede ver otra luz que la de su amante. Y sucede esto porque tal parece que
vivimos en una época de celos donde nuestro principal objetivo es el salvaguardar a nuestra
pareja ¿por qué nos empeñamos en sobreproteger? Porque nos sentimos inferiores ante el
otro, porque no creemos que valemos más que aquel y que es posible que nuestra pareja
nos abandone para preferir al otro. Y esto es totalmente natural a las personas y lo podemos
ver en casos de infantes, por ejemplo, donde creen enfrentar una pelea imaginaria con su
padre por el cariño de la mamá. Esto también sucede en las relaciones en pareja; vemos al
otro como alguien superior a nosotros mismos, así como también vemos a un pretendiente
para nuestra pareja cuando en realidad no es nada.
Así, pues, las relaciones se convierten en un esclavismo moderno donde juega
constantemente una amplia gama de vigilancia por el desgraciado temor al otro. He aquí
que entra lo que llamaría una soledad esclavizada que no es otra cosa que el intentar que
el mundo no exista para tu pareja. Es decir, no nos basta sobrecogernos en nosotros mismos
y tratar de ocultar nuestros sentimientos; de quedarnos en nuestra soledad, sino que

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queremos que nuestra pareja asuma su soledad haciéndola que la ejerza constantemente
cuidándola o mejor dicho vigilándola. Pues muchas veces en la relaciones se evita que tenga
constante comunicación de su círculo de amistad del sexo preferente; por ejemplo, evitar
que los hombres heterosexuales se comuniquen con sus amigas. Pues el amante quiere que
su pareja desaparezca del mundo de los amigos y sobre todo de los que vienen o son en
potencia amistades. Así vemos que la soledad no sólo la afirmamos nosotros mismo, sino
también el de los demás, pero desaparece tanto la soledad y la inferioridad cuando
logramos desaparecer del mundo a nuestra pareja y sin embargo reaparecen cuando menos
los esperamos. Y reaparecen porque nos ayudan a crecer como personas, aquí por ejemplo
para respetar a tu pareja.
Entonces podemos ver que estos tipos de estados de ánimo pueden surgir
momentáneamente en circunstancias tales que nos hagan sentir así, pero sin tener que
recurrir a la necesidad de explicarlas como el fundamente del ser o identidad de alguna
nación, cuando en realidad son contingentes dependientes del contexto, y muchas veces
del sujeto.

Conclusión.
El problema de la identidad o del ser del mexicano se nos ha venido planteando de tal modo
que parece un falso problema en apariencia. Pues hablar de la identidad del mexicano en
nuestro tiempo ya no tiene tanta importancia como anteriormente se le tenía. Ahora nos
interesa más rescatar y salvaguardar nuestra cultura indígena sobreviviente de la conquista
por el hecho de ser ellas ejemplos más fieles del mexicano antiguo. Sin embargo, a pesar de
seguir perseverando en esta tarea y aunque sepamos “todo” lo que ya olvidamos de todas
nuestras culturas antiguas, no habrá algo que digamos que eso representa toda la
mexicanidad, porque es un hecho que ya las personamos asimilamos el cambio, el devenir,
la contingencia de nuestro ser. Aunque ahora podamos decir qué es la mexicanidad, el día
de mañana será otra, porque a eso está sometido cualquier tipo de existencia; nada
perdura, nada es eterno, todo tiene que cambiar. Es hora de asumir al mexicano como una
pluralidad óntica.

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Hablar del Ser es sumamente complicado, hablar del ser del mexicano es totalmente
lo mismo. Pues podemos decir mil y una cosas del mexicanismo y todas pueden estar en lo
correcto, aunque muchas veces unas sean más acertadas que otras o que inclusive se caigan
en racismos. Ya que el Ser se puede decir de muchas maneras, el mexicano también se
describe de la misma manera. Podemos incluso incluir los estereotipos de los que no se
salva ningún país o raza; pues aunque nos tachen de flojos, borrachos, morenos, que
comemos nopales y frijoles, que tenemos medio bigote y todo lo demás, lo cierto es que
tienen algo de verdad. Pese que este estereotipo absurdo nos ofenda, es una realidad del
mexicano. Esto porque así es como nos ven los otros, y no es que se lo inventen a este
mexicano, sino que lo han visto o experimentado. En otras palabras, también somos, de
cierta forma, lo que ven los otros en nosotros mismos. Y eso también es parte de nuestro
ser, porque no somos seres aislados los cuales nosotros somos libres de elegir lo que somos
sin tomar en consideración al otro.

Bibliografía
Gabriel, M. (2015). por qué el mundo no existe. En: Congreso internacional de filosofía( XVII,
2014, Morelia, Michoacán, México). Morelia, Michoacán. 2015. pp. 1-16.

Paz, O. (2010). El laberinto de la soledad. México: Fondo de cultura económica.

Ramos, S. (2014). El perfil del hombre y la cultura en México. México: Editorial Planeta Mexicana.

Villoro, L. (2014). Los grandes momentos del indigenismos en México. México: Fondo de cultura
económica.

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