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Bahía Blanca
Noviembre 2009
Después de un tiempo Graciela decide dejar de venir porque está bastante satisfecha
con su vida, y sola se las arregla lo más bien. ¿Debería yo impedirlo o al menos
desaconsejarlo? Decido que no. Después de casi 10 años de análisis, me parece que esta
posición, lejos de horadarse, se ha consolidado, y me pregunto si es posible - o aun
aconsejable – intentar conmoverla; que cada tanto diga las cosas más terribles con una
asombrosa falta de pudor, no le hace pregunta, a pesar de mis esfuerzos.
Está claro que el análisis no ha conseguido aplacar el odio derivado de la
especularidad narcisista -a matar o morir-, y que el pánico a la contaminación la obliga a
expulsar todo aquello que se le hace peligrosamente familiar y mantenerlo a distancia.
Podría argumentarse también que el superyó que cargaba contra ella misma, se
dedica ahora prioritariamente a todo lo sucio/feo/malo que encuentra a su alrededor. Me
ha aliviado encontrar que Lacan dice que hay pacientes a los que hay que dejarles una
dosis de canallada para que se las arreglen convenientemente en la vida. 1 También he
pensado que en algún momento algo la podrá afectar como para demandar un análisis
desde otro lugar.
Ahora bien, la pregunta a la que me confrontó esta paciente y que me inquieta desde
hace un tiempo – más allá de las lecturas e intervenciones singulares que fueran
pertinentes para este caso – es qué estatuto darle en un análisis, a que un paciente vote a
tal o cual candidato, que prefiera que sus hijos tengan amiguitos blanquitos, o que exprese
una franca adhesión a las versiones más fascistoides del escenario político local o
internacional.
Extrememos la pregunta: ¿qué sucedería si esta paciente fuera analista? ¿De qué
manera incidiría esta posición en nuestra consideración acerca de su fin de análisis, por
ejemplo? ¿Habría algún motivo para pensar que la posición política, ideológica del
analista, influiría en su manera de conducir una cura?
Obviamente, no estoy hablando de políticas partidarias, sino de ética, de toma de
posición en relación a los derechos humanos, a lo indeclinable del rol del estado en la
protección del interés común, al escándalo de la desnutrición infantil, de la desigualdad,
de la discriminación, de la explotación, de la injusticia, de la impunidad. A la posibilidad
de interrogar lo que siniestramente se ha dado en llamar “pensamiento único” y que ha
decretado el fin de la historia, de las ideologías, de la izquierda y de la derecha.2 3
La pregunta que les propongo es si, en tanto analistas, no sólo en tanto ciudadanos,
estas cuestiones nos conciernen, en la medida en que afectan la subjetividad, o bien, si es
indistinto lo que un analista piense, lea, opine, respecto de ellas.
En los últimos tiempos, son varios los filósofos y psicoanalistas, locales y
extranjeros, los que han procurado leer diversos aspectos de lo político y de la realidad
nacional e internacional, con los recursos que brinda la lógica aportada por J. Lacan: A.
Badiou, S. Zizek, E. Gruner, J. Alemán, N. Ferreyra, por sólo nombrar algunos.
Mi pregunta no es ésa, aunque tampoco es sin ella. Como se verá, mi mirada está
puesta en la intensión. Me pregunto si en el marco de la enseñanza de Lacan, habría al
respecto algo teorizable, esperable, de un analizante que ha devenido analista en el fin de
su análisis. Es decir: ¿cuáles serían los alcances de la ética del analista?
Por lo pronto, en términos más generales, creo que no nos costará coincidir en que
el fin del análisis encontraría al sujeto más allá de la especularidad narcisista, de la
rivalidad por la pequeña diferencia, del tú o yo, que por estructural y estructurante no
termina de sortear el riesgo de desembocar en un egoísmo xenófobo.
Haydée Heinrich The american way - 4
Más allá también de la infatuación yoica, de creerse que sabe, que conoce cuál es el
bien de su analizante. También coincidiremos en que está advertido de privarse de
conducir la cura hacia la identificación del analizante con el Yo del analista en el lugar del
Ideal.
Sabemos también que el acto psicoanalítico, es contrario a una lógica adaptativa,
conformista y consumista: “No hay otro bien más que el que puede servir para pagar el
precio del acceso al deseo, nos dice Lacan.4
Y toma partido: “La perspectiva de un acceso a los bienes terrenales ordena cierta
manera de abordar el psicoanálisis – la que llamé la vía americana”.5
La ética no es individualista. (…) (El psicoanálisis) en la esfera norteamericana se
ha reducido a un medio para obtener success y a un modo de exigencia de happiness, que
conviene precisar que es la denegación del psicoanálisis.6
Lacan realizó su relectura de Freud preocupado por que el psicoanálisis siguiera
siendo una peste, volviendo a poner en su lugar la castración y la falta, engullidas por el
posfreudismo. Estas propuestas de Lacan, derivadas del retorno a la subversiva lógica
freudiana, son las que le han valido la excomunión.
Lacan opone a las metas morales suturantes y banalizantes, de la Ego Psychology
una ética sostenida en el deseo del analista, deseo de máxima diferencia entre el Ideal y el
objeto, donde de lo que se trata es de la dignidad del sujeto en su representación por el
significante y donde la palabra tiene un valor inalienable.
“¿Es acaso sostenible reducir el éxito del análisis – dice Lacan - a una posición de
confort individual, vinculada a esa función (…) que podemos llamar el servicio de los
bienes?”7
“No hay ninguna razón para que nos hagamos garantes del ensueño burgués, nos
dice. Un poco más de rigor y de firmeza es exigible en nuestro enfrentamiento con la
condición humana”.8
La lógica del narcisismo unificante individualista hace de la acumulación de bienes
su credo, a la vez que sostiene la armonización psicológica con la ilusión de que la
decadencia del cuerpo es evitable, y posible lo imposible. Para ello cuenta con la ciencia,
que, como sabemos se lleva bien con el capitalismo.9
Lógica de la esfera, perfecta, espejada, con un adentro y un afuera. ¿Por qué
suponer que estamos a salvo de estas tentaciones? Pertenecer tiene sus privilegios.
Primum vivere, resume en su brutalidad utilitarista, la disyunción radical respecto de la
máxima hanseática freudiana, navigare necesse, vivere non necesse.
American way, Yo autónomo e identificación al analista constituyen entonces un
trípode indisoluble sobre el que se asienta la Psicología del Yo para consumar la
renegación de la falta introducida por Freud. Tal vez estemos más acostumbrados a
posicionarnos respecto de las dos últimas patas, cuando el cuestionamiento del “american
way” no es optativo en el planteo lacaniano.
Ser libre sin cuestionamientos; libertad, liberalismo, mercados soberanos, no
restringidos por políticas de estado. En este contexto no hay espacio para la lógica del No
Todo, del No hay, de la castración, de la imposibilidad, de la incompletud. La grieta
insalvable es renegada por el discurso capitalista.
Un Yo autónomo que no acepta retenciones, ley del corazón, infatuación,
misantropía10, no son características que comulguen con la ética del psicoanálisis ni con la
posición a la que arriba un analista en el fin de su análisis, en la medida en que allí está el
desser, del que nace el deseo y la ética.
Sin embargo, la lógica narcisista propuesta por la Ego Psychology hace más de
medio siglo, es estructural y acorde a las ilusiones neuróticas, a las cuales somos
inevitablemente llevados también hoy por nuestra debilidad mental. Cada uno de nosotros
Haydée Heinrich The american way - 5
-aunque oficie de psicoanalista- es seducido por las distintas variantes que prometen
happiness a bajo costo. Riesgo doble: por la mencionada tendencia natural de nuestra
senti-mentalidad totalizante, sumada al bombardeo mediático que nos alecciona acerca de
nuestro bien, a la vez que nos convence de que éste es el único mundo posible.
Fast food, time is money, just do it: la temporalidad del inconsciente no se lleva
bien con esta lógica desubjetivante, sin embargo, sería ingenuo pensar que no se filtra
entre nosotros. El riesgo de concluir demasiado pronto, interdictar el goce en 10 minutos,
ampararnos en una anestesia teorizada como abstinencia, también amenaza al analista
lacaniano.
La traducción inmediata del sufrimiento y de la mortificación del sujeto en términos
de goce neurótico, del cual debería simplemente privarse, la lectura de los abusos de
poder como simple goce fantasmático en relación a un Otro que no existe, nos coloca ante
el peligro de degradar el testimonio de los diversos excesos a que nuestros pacientes se
ven confrontados en lo real.
Me ha llamado la atención el dolor con que algunos jóvenes analistas que trabajan
en hospitales, relatan en supervisión situaciones de claro abuso de las que son
confidentes, sintiéndose obligados en nombre del psicoanálisis a lo que se ha dado en
llamar “implicar al sujeto”, versión cercana al tristemente célebre “por algo será”.
Sabemos que no se trata de eso sino de albergar en transferencia lo verdadero de esos
testimonios.
Cuando este asentimiento11 se produce, su efecto es el levantamiento de la
mortificación –tanto la del paciente como la del analista- surgiendo la posibilidad de decir
NO a la resignación y a la naturalización del padecimiento 12, y de abrir camino al acto
analítico.
Para someterse al amo, hacer una lectura conformista, tener miedo y decir que nada
es posible, nuestros pacientes no nos necesitan, les alcanza con el superyó.