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¿Pueden los pequeños agricultores conservar bosques en la Amazonía?

Pequeños agricultores manejan y conservan bosques de diferentes etapas en la Amazonía peruana,


aunque la ley no los reconoce.

Durante mucho tiempo, la actividad agrícola y la conservación de los bosques han sostenido una relación
incompatible y, por lo general, se discute acerca de cómo la primera tiene impactos negativos en la
segunda. Las políticas forestales y de desarrollo, y de hecho la propia sociedad, a menudo distinguen
entre el área prístina de bosque ‘primario’ y las comunidades indígenas que allí viven, y las áreas
agrícolas ‘degradadas’ habitadas por agricultores.

Sin embargo, definir a los paisajes amazónicos no es tan simple. De hecho, las zonas agrícolas a menudo
albergan una gran cantidad de bosques en diferentes etapas de madurez.

Recientemente, en una conferencia en Ucayali, Perú, presentamos parte de los resultados de un estudio de
dos años que analizó los derechos sobre la tierra de pequeños agricultores no indígenas.

Nuestro estudio mostró que las chacras de los pequeños agricultores tienen una gran cantidad de bosque,
aunque ellos cuenten con poco o ningún derecho formal a los bosques.

Estos pequeños propietarios no indígenas son un grupo poco entendido y se encuentran excluidos de la
política forestal. Ellos son conscientes de cómo son vistos por la política forestal y de la situación
desventajosa en la que se encuentran:

“El Estado sólo quiere titular bosques a los nativos porque ellos no destruyen bosque; o sea, no hacen
chacra. Ellos conservan, solo trabajan pequeñas áreas… pero nosotros también podemos hacerlo”.

¿BOSQUES PARA UNA MAYORÍA OLVIDADA?

Al igual que muchos países con bosques en América Latina, la manera de demostrar y defender los
reclamos de propiedad y alcanzar los derechos formales en el Perú es tumbando el bosque. Los pequeños
propietarios deben demostrar ‘la explotación económica del predio’ (Decreto Legislativo 1089) y esto
podría ‘incluir labores de preparación de suelo’; es decir, el tumbado del bosque.

Las perversidades de las leyes de tenencia de tierras, que obligan a los pequeños agricultores a deforestar
para poder acceder a los derechos territoriales, no pasan desapercibidas. Los pequeños productores no
pueden titular los bosques en sus parcelas como parte de la solicitud estándar de tierras, y el sistema que
les permite utilizarlos o titularlos supera a menudo sus capacidades administrativas y financieras.

Según evidencia un estudio reciente, los pueblos no indígenas son, de lejos, el grupo más numeroso en la
Amazonía rural del Perú. Para ejemplificar, en nuestro sitio de estudio en Ucayali representan el 60% de
la población rural. Sin embargo, son poco entendidos y muy rara vez figuran en las agendas de
investigación y, particularmente, de la política forestal, constituyendo así lo que los autores han bautizado
como la mayoría olvidada.

Sin embargo, los pequeños agricultores no son los únicos con casi nula representación en la política
forestal. Los bosques secundarios y de regeneración conforman la mayor parte de cualquier paisaje
tropical poblado, pero su valor es a menudo pasado por alto.

Una creciente comunidad de académicos, organizaciones no gubernamentales, organizaciones


intergubernamentales y grupos de base están llamando la atención sobre la necesidad de pensar más allá
de las grandes extensiones de bosques primarios, ampliando las competencias de los bosques de
conservación a paisajes ‘degradados’, como las áreas de frontera forestal/agrícola, donde existen
numerosos bosques fragmentados y utilizados selectivamente.
PERCEPCIONES DE LOS PEQUEÑOS AGRICULTORES SOBRE LA PROPIEDAD
FORESTAL

Nuestra investigación involucró la aplicación de una encuesta a 252 hogares y dos años de trabajo
etnográfico participativo. Más del 90% de los entrevistados sabía que no podía obtener el título para su
bosque; sin embargo, el 32% de las tierras reclamadas por los informantes era bosque primario. Un 25%
adicional fue bosque en barbecho (bosque en regeneración).

Sorprendentemente, sólo el 42% de las tierras reclamadas estaban ocupadas por cultivos y pastos, lo que
demuestra que los bosques son una parte importante del inventario de tierras para estas personas, incluso
si no pueden obtener derechos formales sobre las mismas.

Algunos agricultores querían mantener los bosques para convertirlos en cultivos más adelante, pero
también fue evidente la preferencia por mantener los bosques por sus beneficios intrínsecos (recreación),
el ecosistema (microclima y mantenimiento del agua en cochas), madera para viviendas y productos
forestales no maderables (carne de monte):

“Conservo mi monte alto para mantener allí los animales silvestres porque la empresa de plantaciones
hizo correr a todos los animales, y todos se van a mi monte”, me dijo uno de los pequeños agricultores
que había reclamado 15 hectáreas de bosque maduro como parte de su inventario de tierras.

Además, muchos de los pequeños agricultores con los que interactuamos en el campo tenían
conocimiento acerca de proyectos relacionados con pagos por servicios ecosistémicos (PSE). Con
frecuencia nos preguntaban si efectivamente era posible recibir dinero por conservar los bosques.

¿PUEDEN LOS DERECHOS DE TENENCIA AYUDAR A LOS BOSQUES Y A LOS


PEQUEÑOS AGRICULTORES?

La clarificación de derechos sobre la tierra se presenta como un elemento clave para lograr mejoras en la
gobernanza de los bosques. Generalmente se presume que si las personas cuentan con derechos sobre los
bosques, probablemente tienen más incentivos para cuidarlo. Los derechos formales sobre la tierra
también son fundamentales para acceder a proyectos de pagos por servicios ecosistémicos.

Sin embargo, sólo los grupos tradicionales definidos por el Estado, así como las comunidades, tienen
derechos reales a tierras forestales, y la ley en el Perú es clara acerca de qué es y qué no es una
‘comunidad‘, según un estudio reciente de CIFOR.

La designación de derechos sobre la tierra se basa en definiciones y, por ello, los caseríos de los pequeños
agricultores no son considerados comunidades, por lo que no tienen los mismos derechos sobre las tierras
forestales.

Definiciones como estas pasan por alto la diversidad socio-cultural e histórica de un grupo, y colaboran
con el fracaso de muchas iniciativas de desarrollo y conservación.

Esta situación queda ilustrada en los puntos de vista de dos pequeños agricultores provenientes de
diferentes partes de la Amazonía peruana acerca de los proyectos de palma aceitera que aquí recojo:

“A mí me ofrecieron plantones de palma sí, y los acepté. Pero luego me puse a pensar ‘¿Qué van a comer
mis hijos hoy? ‘… ¿Y si tengo que salir de acá? ¿Qué pasará con esa deuda inmensa que ahora tenía? No
estoy de acuerdo; así que esos plantones, los vendí. Mejor comer hoy y tener mi libertad”.

Pero al mismo tiempo, no todos los pequeños agricultores están preocupados por alimentar a sus familias
en el presente y en realidad ven estas oportunidades como una cuenta de ahorros que podrán utilizar en el
futuro:
“Mira mi palma, ahora tengo 10 hectáreas y pronto tendré 15. Yo las miro y veo mi jubilación, mi futuro;
sé que con eso podré estar tranquilo en mi vejez”.

RETOS Y OPORTUNIDADES

El 57% de cobertura forestal (bosque de diferentes edades) encontrada en 252 pequeños agricultores es
algo alentador. Sin embargo, la falta de una política que permita a los pequeños agricultores poseer y
beneficiarse de estos bosques y, de hecho, la falta de entendimiento de cómo estas personas operan en
realidad día a día, crea obstáculos en los objetivos orientados a la conservación de los bosques.

Además evidencias de un estudio en curso muestra que los derechos territoriales por sí solos no son
suficientes para proteger los bosques, y que para ser exitosos, requieren de mecanismos sólidos de
gobernanza que apoyen los nuevos mandatos.

A la luz de esto, el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre del Perú (SERFOR), con el apoyo del
Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático (PNCBCC) y
el Ministerio de Medio Ambiente, está proponiendo una cláusula de ‘cesión de uso‘, mediante la cual los
pequeños agricultores tendrían derechos de usufructo sobre los bosques en sus chacras, aunque dentro de
parámetros de gestión específicos.

Después de varios años, esta es una propuesta bienvenida. Sin embargo, persiste la siguiente interrogante:
¿cómo podemos evitar el desarrollo de procesos altamente burocráticos que podrían dificultar los
esfuerzos del Estado para asignar todos estos derechos, o supervisar la gestión de los bosques recién
titulados?

Una sugerencia ha sido aumentar el uso de herramientas geográficas y de sensoramiento remoto básicas,
estableciendo un pequeño equipo de expertos en cambio de cobertura del suelo en la oficina SERFOR que
tendría a su cargo la revisión sistemática del uso de las tierras forestales en los caseríos. Por ejemplo, la
oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNDOC) está facilitando un esfuerzo similar
con la Fiscalía de la Nación, que podría también ser utilizado al nivel de los pequeños agricultores,
proporcionando imágenes de alta resolución para SERFOR.

El debate recién empieza y probablemente continúe por un tiempo. Pero lo que es alentador en este caso
es la existencia de un proceso dinámico, en el que la investigación informa a las políticas para que puedan
considerar realidades poco conocidas como las de estos productores.
¿Pueden las plantaciones forestales promover la conservación de los bosques?

Las plantaciones forestales monocultivo a gran escala y han sido criticadas por varias razones entre las
que se consideran el acaparamiento de tierras, la deficiente provisión de servicios ambientales, una
distribución desigual de beneficios, entre otras.

Así, podría parecer ilógico, e incluso provocador, sugerir que las plantaciones forestales son una solución
clave para promover la conservación de los bosques.

Sin embargo, esto constituye la base de una teoría originada a principios del siglo XX, a la cual nos
referiremos como la teoría del “beneficio de conservación de las plantaciones”. Esta teoría estipula que el
valor generado de la producción maderera es en realidad una forma efectiva de proteger una porción
concreta del bosque.

Para examinar esta teoría hace falta remontarse a su origen. El punto de partida parece lo suficientemente
razonable: al plantar árboles a escala tal que su manejo intensivo alcance una alta productividad, se puede
producir suficiente madera de forma que no haya presión sobre los bosques naturales. En otras palabras,
se puede sustituir madera proveniente de los bosques con madera producida en plantaciones forestales.

Y precisamente para someter a prueba esta teoría, hemos analizado la evidencia en un estudio publicado
recientemente.

La primera observación es que, a pesar de que no se ha estudiado mucho, (o por lo menos los estudios no
han sido publicados), existe una buena cantidad de información. Esto se debe principalmente a que los
estudios hacen uso de una gran diversidad de métodos. Cada uno de estos métodos permite a los
investigadores considerar diferentes ángulos del tema, el cual parece tan complejo como a la vez sencillo.

Estos métodos incluyen estadísticas meramente descriptivas que ilustran las tendencias a largo plazo. Por
ejemplo, un estudio muestra que la producción de madera proveniente de bosques naturales alcanzó su
máximo en 1989 y que las plantaciones están llenando la carencia.

Otro método de estudio emplea un modelo teórico, el cual señala el riesgo de los efectos de
desplazamiento. Así, una plantación forestal establecida en un área podría desplazar la agricultura hacia
otras áreas boscosas, lo cual no es fácil de rastrear, pero determina definitivamente los impactos
eventuales de las plantaciones.

Otra forma de abordar este tema es empleando modelos econométricos, lo cual conlleva a visualizar otros
posibles escenarios. Por ejemplo, la gestión eficiente y productiva de las plantaciones en expansión podría
resultar en una excesiva oferta y el incremento en la demanda de madera en la medida en que el
consumidor reacciona a los bajos precios del mercado. El peligro de esto radica en crear nueva demanda
de madera pues si la madera es más asequible ¿quién no querría reemplazar sus sillas plásticas por unas
elegantes sillas de madera?

MÁS MADERA, MÁS ÁRBOLES

Entonces ¿qué podemos aprender de esta diversidad de enfoques y estudios, aparte de las elaboradas
teorías y de la evidencia anecdótica?

Aunque la evidencia no es del todo sólida, hay alguna concordancia en los resultados. Lo más importante
parece ser que la suposición se mantiene en cierta medida a pesar de lo chocante que parezca para quienes
se oponen a la expansión de plantaciones forestales basados en sus (en ocasiones comprobadas)
desventajas.

Esto no quiere decir que la teoría del “beneficio de conservación de las plantaciones” sea completamente
prometedora, pero, en general, se puede inferir que el incremento en la oferta de madera de plantaciones
tiende a reducir la presión sobre los bosques naturales.
Podría parecer ilógico, e incluso provocativo, sugerir que las plantaciones forestales son una
solución clave para promover la conservación de los bosques. Sin embargo, esto constituye la base
de una teoría originada a principios del siglo XX". Romain Pirard

Se debe insistir en este último punto y analizarlo en profundidad: el incremento en el número de


plantaciones, en efecto, podría aliviar la presión sobre los bosques naturales al aliviar la carga de
producción; pero esto se refiere solamente a la extracción de madera.

¿Qué significa esto? Quiere decir que una menor producción de madera proveniente de bosques naturales
resulta en una reducción de la degradación, lo que a la vez reduce el valor (tanto estimado como
comercializado) de los bosques en pie.

Este es un aspecto crítico a recalcar. Cuando los bosques naturales no son usados para la extracción de
madera ―lo cual puede hacerse de manera sostenible mediante técnicas de extracción de impacto
reducido― pueden terminar siendo más vulnerables a la tala rasa.

Generar valor más allá de la producción de madera, en efecto podría convertirse en la forma más efectiva
de proteger una porción de bosque. En contraste, el hacer uso de los bosques solo para fines de servicios
ambientales podría ser insuficiente para protegerlos de otros usos de la tierra, particularmente del uso
agrícola. No se trata entonces de eliminar un problema, creando uno mayor.

FACTORES PARA EL ÉXITO

Esto sugiere que ciertos parámetros tendrán que considerarse cuidadosamente antes de diseñar programas
de desarrollo de plantaciones que también promuevan la conservación. Es obvio que las plantaciones no
deben establecerse en áreas con cobertura forestal (a pesar de que estas pueden ser mucho más
productivas por hectárea, desde unos pocos metros cúbicos hasta 20-40 m3/ha), o en áreas donde la
restauración pueda tener mayor prioridad.

Además, la extracción de madera en ecosistemas forestales naturales, en principio, no se puede descartar.


Los bosques no solo brindan productos maderables de alta calidad que en las plantaciones no podrían
obtenerse (al requerir tiempos de rotación excesivamente largos de decenios, incluso de siglos), sino que
también pueden obtenerse mediante formas sostenibles (los incentivos de emplear tales técnicas
sostenibles puede que no sean lo suficientemente altos para estimular su adopción a gran escala).

Aunque otorgar valor a los bosques mediante la producción forestal sostenible impulsaría a los
diseñadores de políticas a preservarlos frente a la creciente presión agrícola, las razones económicas por
si solas no son suficientes. Otra condición necesaria es el fortalecimiento del marco legal para que se
materialice el “beneficio de la conservación de plantaciones”. Independientemente de la cantidad de
oferta de madera proveniente de plantaciones, los bosques naturales siempre serán, lamentablemente, una
tentación de acceso a la producción, ya que sus reservas están listas para ser aprovechadas.

Es cierto que con tantas políticas y condiciones necesarias para lograr materializar el “beneficio de la
conservación de plantaciones”, uno podría preguntarse si se trata de algo más teórico que operativo.

El hecho de que las plantaciones parecen estar dominando, como claramente lo sugieren los números que
muestran la sustitución de la producción de los bosques por la producción de las plantaciones, podría estar
ocultando una amarga verdad: esta transición en realidad puede ser la consecuencia del descenso de la
producción potencial de los bosques naturales.

Aunque otorgar valor a los bosques mediante la producción forestal sostenible impulsaría a los
diseñadores de políticas a preservarlos frente a la creciente presión agrícola, las razones
económicas por si solas no son suficientes". Romain Pirard
Tomemos esto con calma, ya que se trata de algo más que sutiles matices. Si las plantaciones solo
responden a la necesidad ante el descenso de la producción potencial de madera de los bosques naturales,
y están llenando el vacío entre la oferta y la demanda, entonces, no se les debería asignar por lo tanto la
responsabilidad de conservación.

Esto es importante dado que los beneficios de la expansión de las plantaciones podrían de esta manera
servir solo para que el consumidor disfrute de niveles sostenidos de disponibilidad de madera en el
mercado, y no con el objetivo de conservar los bosques tropicales.

A pesar de todas las debilidades de la teoría de “beneficio de conservación de las plantaciones”, y con
base en los resultados publicados, no se puede negar que existe algo de verdad en dicha teoría. Esto
constituye un estímulo para continuar con el diseño de programas de plantaciones que atiendan
considerablemente a la mitigación de los impactos negativos, así como a la inversión en programas
paralelos de manejo sostenible o en la protección de los bosques naturales remanentes.

Después de todo, la expansión de las plantaciones forestales podría evidenciar una condición necesaria
(aunque insuficiente si se aplica de manera aislada) para promover la conservación y la permanencia de
los bosques naturales.
Plantaciones forestales: ¿Desiertos verdes o bosques funcionales?

Los bosques naturales sustentan la vida de maneras complejas. Los ecosistemas forestales constituyen el
hábitat de animales y humanos, regulan la calidad del aire y del agua, la temperatura y el ciclo del
carbono, protegen los suelos, ayudan a mitigar el cambio climático y mucho más.

Los “bosques plantados”, “predominantemente compuesto[s] de árboles establecidos por plantación y/o
siembra deliberada”, rara vez reproducen en forma total los ricos ecosistemas de los bosques naturales.
Pero, ¿acaso pueden brindar beneficios para el ambiente y para el bienestar humano?

Un nuevo estudio llevado a cabo por el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR) tiene
por objeto brindar una base más sólida para evaluar la contribución de los bosques plantados a los
servicios ecosistémicos. En un trabajo reciente publicado por la revista Ecosystem Services, un grupo de
investigadores de CIFOR y la Universidad de Melbourne proponen un marco para determinar los
beneficios en materia de bienestar asociados a los bosques plantados.

Sus hallazgos demuestran que las plantaciones pueden brindar servicios ecosistémicos y que es posible
evaluar esos beneficios utilizando un enfoque sencillo. Esto permitirá una mejor comprensión sobre la
capacidad que tienen diversos tipos de bosques plantados de brindar servicios, como madera, calidad del
agua, secuestro de carbono o beneficios en materia de hábitat, y su contribución a las metas de
restauración del paisaje forestal.

¿“BOSQUES PLANTADOS”?

Himlal Baral, autor principal del trabajo, sostiene que el término “bosques plantados” no está exento de
críticas. La amplia definición de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) abarca desde los esfuerzos de restauración ecológica hasta las plantaciones
industriales.

En este sentido, los detractores rápidamente señalan que “las plantaciones no son bosques” y a menudo
los catalogan como “desiertos verdes”, ya que son percibidos como proveedores de pocos beneficios para
la conservación de especies animales y vegetales.

Pero Baral sostiene que los efectos negativos de las plantaciones representan fallas en las políticas, la
planificación y el compromiso de la comunidad y no son consecuencias directas de las plantaciones en sí
mismas.

“Las plantación de las especies adecuadas en los lugares adecuados puede generar diversos beneficios, no
solo madera. Depende de dónde se encuentren ubicadas en el paisaje, qué es lo que sustituyan, cómo se
manejen y demás”, afirma.

Si bien las plantaciones madereras a menudo tienen una mala reputación, agrega, su efecto es más
limitado que la agricultura o el desarrollo de infraestructuras como impulsores de la pérdida natural de
bosques en regiones tropicales y subtropicales.

Además, según el estudio, a largo plazo tienen el potencial de brindarles a los humanos y al bienestar
ambiental mayores beneficios más allá de cultivos alimentarios y otros usos de la tierra, entre los que
destaca la restauración de paisajes forestales degradados.

“Las plantación de las especies adecuadas en los lugares adecuados puede generar diversos
beneficios, no solo madera. Depende de dónde se encuentren ubicadas en el paisaje, qué es lo que
sustituyan, cómo se manejen y demás” Himlal Baral

¿MEDIR SERVICIOS ECOSISTÉMICOS?


La comúnmente citada definición de TEEB (Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad) es la de
“contribución directa e indirecta de los ecosistemas al bienestar humano”. Estos servicios, a su vez,
pueden ser divididos en “provisión, regulación, soporte (o hábitat) y culturales”.

Los ecosistemas forestales brindan alimentos, materias primas y medicinas. Regulan la limpieza del aire y
el agua, albergan una gran variedad de especies y tienen un valor espiritual y recreativo para la salud
psicofísica.

Entonces, ¿pueden los bosques plantados brindar estos servicios? De ser así, ¿en qué medida?

En su nuevo estudio, Baral y sus colegas intentan encontrar respuestas a través de un marco de
cuantificación y evaluación de los servicios ecosistémicos de bosques naturales y plantados.

Mediante el uso de sistemas comunes de clasificación, como los empleados en el estudio de TEEB, el
marco recomienda un proceso paso a paso para la identificación de beneficiarios, determinando las
herramientas adecuadas de evaluación y analizando, sintetizando y comunicando los resultados a los
actores pertinentes.

El proceso está diseñado para alcanzar una mayor transparencia, participación y efectividad en la toma de
decisiones sobre las políticas, la gestión y la participación en relación con los bosques plantados.

MEJOR PLANIFICACIÓN

En principio, el estudio concluye que los bosques plantados pueden tener un mejor desempeño que la
agricultura y las pasturas en casi todos los servicios ecosistémicos evaluados. En comparación con los
bosques naturales, los plantados suelen tener una producción maderera y un secuestro de carbono más
elevados.

El marco también considera los aspectos públicos y privados de los bosques plantados y qué es lo que
esto significa en términos de acceso a los servicios ecosistémicos. Por ejemplo, en el caso de los bosques
plantados, puede suceder que las poblaciones locales no cuenten con un acceso tan fácil a la madera y a
otros productos forestales “excluibles” como en el caso de los bosques naturales, mientras que los
servicios “no excluibles” como el aire y el agua limpios sean accesibles para todos.

Los perjuicios del ecosistema de algunos bosques plantados no son tenidos en cuenta en el marco de
medición debido a que los autores consideran que estos son el resultado de una planificación y diseño
deficientes. Durante la prueba del marco, la consideración de los efectos negativos en la evaluación del
balance general será importante para la mejora de la planificación y la toma de decisiones para las
inversiones de plantación.

Baral espera que la investigación promueva un mejor entendimiento y manejo de los bosques plantados
para el beneficio de las personas y del ambiente.

“Al aumentar el área de plantaciones para la producción maderera en tierras degradadas podemos reducir
la presión sobre el desmonte de bosques naturales”, sostiene.

“La población humana está aumentando y las personas se están volviendo ricas. La demanda de productos
forestales está aumentando. En consecuencia, necesitamos un lugar para satisfacer esas demandas”,
afirma. “Y si no se dispone de plantaciones, los bosques serán talados de forma más extensiva”.

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