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3.2.

Concepto de educación
1. Es posible rastrear en las obras de los principales filósofos y maestros chinos qué es lo que
entienden por educación. Para Confucio la educación arranca del reconocimiento y la
aceptación sincera de uno mismo. Sólo así será posible llegar a conocer y a seguir la
“naturaleza”, que ha sido otorgada por el dios del Cielo a los hombres y tiende de modo
espontáneo hacia lo bueno y lo justo. Para ello, lo funda­ mental es actuar con “sinceridad”,
reconocer siempre la realidad de las cosas y del hombre tal y como es. Las ideas de Confucio
sobre esta cuestión fueron desarrolladas por su discípulo mencio. También él considera que
la naturaleza humana es radical- mente buena11. Todos los hombres pueden educarse con
tal de que fortalezcan una serie de impulsos innatos: «El sentimiento de compasión está en
la base del amor al prójimo. El sentimiento de vergüenza y desagrado en la base de la rectitud.
El sentimiento de gratitud y modestia está en la base de la corrección y los sentimientos de
aprobación y desaprobación están en la base de la sabiduría. Los hombres tienen esta: cuatro
bases como tienen sus cuatro extremidades y el que dice que no es capaz de desarrollarlas,
es como el que se roba a sí mismo»
2. La mala educación sería la consecuencia de una perversión de la naturaleza humana, cuyo
origen sería el abandono del cuidado de uno mismo, bien por dejadez personal o bien ante la
presión del ambiente.13 El resultado sería un desequilibrio interior, causado por el
predominio inmoderado de unas partes de la naturaleza sobre otras, que llevaría al hombre
a actuar mal. Para mencio la educación sería esencial- mente autodesarrollo y se halla
subordinada a la naturaleza. El papel del maestro es por eso secundario por relación al papel
del discípulo. La educación se inicia en el interior del educando, que es quien ha de reclamar
y aceptar con sinceridad la ayuda exterior del educador. Por eso, en sentido estricto, ningún
maestro puede educar: únicamente puede orientar, dar reglas exteriores, estimular la acción
expansiva de la energía interior del discípulo14.

Fin y objetivos de la educación


1. Etimológicamente, la palabra china que sirve para designar la educación, está compuesta
de otras dos. Una significa “enseñar”; y tiene, a su vez, dos raíces, que hacen referencia a la
piedad filial y a la cultura: es decir, a la virtud y al saber. La otra significa “criar”. Esta
aproximación semántica nos está indicando que la antigua educación china perseguía tres
objetivos: uno de carácter “ético”, que hace referencia a la consecución de la piedad filial y a
la adquisición de las virtudes en general; otro de cariz “intelectual”, que apunta a la cultura y
al saber; y, finalmente, un tercero de naturaleza “biológica”, relativo a la crianza física.
Semejante análisis se corresponde aproximadamente con los objetivos propios de la
educación china de la época pre- confuciana, que se polarizaban en torno a cuatro centros
de interés: el primero, y más importante, era la vida moral del hombre, su progreso en las
virtudes; el segundo, era la piedad filial, que era considerada como el fundamento y la raíz de
las demás virtudes; el tercero era la música y las ceremonias, como terapéutica de las
pasiones y salvaguarda de la armonía social; finalmente, la necesidad de guerrear para
mantener la sociedad.
2. La primacía correspondía a la connotación ética, es decir, a la formación mo- ral. Una
formación que se compendia sobremanera en el esfuerzo por alcanzar la piedad filial. Una
virtud que insufla de sentido todos los resortes de la vida, tanto políticos como sociales.
«Difundir el amor — afirma Confucio—, empezando por los padres, es enseñar al pueblo la
concordia; establecer el respeto, empezando por los superiores, es enseñar al pueblo la
obediencia; cuando el pueblo posee la piedad filial y la obediencia a los superiores, entonces
será fácilmente gobernado». La piedad filial además tiende de modo natural a extenderse y
a informar el conjunto de la vida social. La piedad filial y la deferencia fraternal no quedan
reducidas al acto de amor a los padres y hermanos, sino que, ampliándose, se proyectan en
el amor a todos los padres y en el respeto a todos los hermanos y superiores. Posiblemente
aquí resida la mayor fuerza formativa de la piedad filial y el punto más íntimo de unión con
la virtud de humanidad y con las restantes virtudes. El amor y el respeto se concentran en los
padres, pero su virtud y enseñanza se extienden al pueblo entero, y se imitan en todo su
ámbito».15
3. La educación moral se concretaba además en la adquisición de un conjunto de virtudes
que se expresan con los términos jen y shu. El primero significa, genéricamente, “sentido
moral” y, en una acepción más particular, “benevolencia” o “virtud de humanidad”; algo muy
próximo a la filantropía de nuestra cultura occidental. El segundo [shu] expresa
genéricamente la idea de tolerancia recíproca, que era estimada como “mandato aúreo”. En
un sentido más concreto, con la palabra shu se designa una constelación de cinco virtudes;
cortesía, magnanimidad, buena fe, diligencia y bondad. Estos objetivos se encamaban en un
tipo ideal de perfección que se identificaba con la figura del kiun-tsé o chun-tzu —“caballero”,
“hombre superior” —, nombre que sirve para designar al hombre ideal y que expresa el fin
de la educación realizado en un tipo ideal de perfección. El kiun-tsé es un hombre noble,
bueno, cortés, amable, comprensivo con los demás y exigente consigo mismo; sereno,
moderado y preciso en sus palabras, coherente y ardiente en sus acciones; es sobrio y
templado; amante de la sabiduría y del estudio, y consciente del valor y de la eficacia de la
ejemplaridad. No es triste ni temeroso. En la juventud se guarda de la sensualidad; en la
madurez, de la soberbia; y en la senectud, del egoísmo y de la avaricia. El contrapunto del
hombre superior es el siao-yun, el hombre vulgar, carente de educación y de modales. “Es
parcial y no ama a todos los hombres [...] El kiun-tsé aspira a la perfección; el siao-yun, al
bienestar; El kiun-tsé pone empeño en observar las leyes; el siao-yun, en atraerse los favores
[...] El kiun-tsé, es sereno y tiene el corazón dilatado; el siao-yun está siempre agobiado de
cuidados”. En la época pre confuciana, se consideraba que la forma o estilo propio del kiun-
tsé es algo hereditario, Confucio introduce una importante modificación: el estilo, la
condición de kiun-tsé es algo que se adquiere por el esfuerzo y mérito personales: es nobleza
personalmente conquistada.
4. Para hacer posible esta educación, es necesario partir de un concepto clave: la idea de Li.
Esta palabra no tiene una equivalencia en las lenguas occidentales; ven- dría a ser el hábito,
costumbre o fundamento con que uno se ha revestido para hacer el bien en todos los
órdenes: personal, social político, etc. Originariamente fue un concepto “litúrgico”;
expresaba la forma correcta de realizar el culto y los sacrificios. Equivalía aproximadamente
a lo que nosotros designamos con las palabras “costumbre” y “ceremonia” o “etiqueta”.
Todas las manifestaciones de la vida comunitaria estaban minuciosamente reguladas por el
li: los sacrificios, las bodas, las compras, los nacimientos, los entierros, los certámenes, la
guerra, la victoria y la derrota; en fin, toda la vida social. Paralelamente también hay un li
“personal”. Es principio rector de orden interior, norma disciplinar de la vida privada y al que
crear o restaurar el orden interior; en el segundo sentido, el li crea o restaura el orden
exterior, el orden social.

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