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en al C. S. Peirce y la comunicacién Conocimiento, cultura y sociedad en la época massmedidtica Tomés Caballero El presente estudio intenta remarcar uno de los tepicos de le episemologta y semiidtica contempordiea: ef deblitamiento del concepto de ciencia y de l solide de mis producto, Asimismio analiza la relaciin eulea existente ene la ciencia ~supueito paradigna eng. nasctivo~ y fs contenidos communicacionales mds evidentemente débiles, agudlos que se muestran a través de los mass media, PEIRCE Y LA COMUNICACION El pragmatismo de C. S, Peitce se puede insertar, en general, en sincronfa on uno de los mayores esfuerz0s de la epistemologia contemporinea; el quue iene a insisi en fa reformulacién de las crisis y de las rupeuras de lo que po- demos llamar “las grandes metiforas de la ciencia modema’. El siglo XX con- tiene en su seno grandes posicionamientos, pero en lo que respecta a la hipéuesis de la “gran ciencia” como edificio en permanente construccién y acumulacién, como estructura lineal y unfvoca, como fuente del hermetismo, higiene y neu talidad de los cientificos, adolece (tal vex afortunadamente) de grandes ¢ im- portantes fisuras, y de una clara imposibilidad de volver atrés en su historia, Uno de los talones de Aquiles de estas grandes metéforas de la ciencia puede situarse claramente en algo que, al menos en principio, no parece ni mucho menos secundario: la condicién comunicativa de todo conceimiento. ¥ esto también porque la ciencia (y el cientifico) forman parte del tejido social, y no pueden escamotear ai marginar su condicién publica. No sélo no es la ciencia Ja que modela desde sf misma las creencias de la sociedad, sino que la sociedad modela a la ciencia y alos cientfficas, generando unas necesidades y unos inte- ress (y unas presiones de grupos sociales ¢ institaciones). La ciencia no esti de- finitivamente construida, el conocimiento es comunicacién social, intercambio andbasis 6, 1997/2, pp. 129-141 de ideas, historias no podemos decir que haya desconexién entre los aspectos de la cultura, entre la ciencia y la sabiduria de lo cotidiano. Esto implica un entrelazamiento de Ja idea de ciencia con la idea de sociedad, y un uso del len- guaje en el contexto de la comunicacién y de los findamentos de la peéctica social del saber. Y si la comunicacién puede penetrar en la ciencia, no es ello simplemente fruto del azar-salvaje del fin del milenio, sino que la ciencia puede no datse sin la prictica de la comunicacidn, del simple roce oon sus mérgenes. El mundo objeto de la ciencia no puede cerrarse en un espacio aséptico y uni- co, no tiene un afuera lejos de Ia sociedad y de la historia. “El progreso de la ciencia no puede ir muy lejos si omite la colaboracién; o, para expresatio con mds exactitud, ninguna mente puede avanzar an solo paso sin ayuda de otras menies”, aa La epistemologia de Peirce plantea, por encima de todo (al menos se puede hacer una lectura bastante sélida de ello), una dimensién comunicativa de las verdades cientificas: toda reflexidn sobre verdades serd una discusién sobre creen- cias, una conversacién. Esta posicién pone de manifiesto la gran diferencia de * punto de partida tedrico en relacién a otras fSrmules epistemoldgicas; fSrmulas cuyas ideas son deudoras de una simple transmisién del saber. La epistemologia peirceana se plantea la discusién y constraccién comunitaria del saber desde una Sptica semisrica: la discusién sobre los signos de cada disciplina seré el fondo desde donde la ciencia operaré y desde donde podré introducir sus aportaciones és relevantes. De esta manera lo importante pasa a ser evitar la ctistalizacién de las ideas: la esencia de la verdad esté en su resistencia a ser ignorada, y las precon- cepciones (lo que nos inclinamos a pensar, los mitos, etc.) son buenas impresio- nes para el ideatio, pero no para [a ciencia misma; tal vez sea esto lo que invita necesariamente a la ciencia a la préctica de la comunicacién; y tal vex sea la so- ciedad el tinico testigo y el tinico interlocutor vélido de la ciencia. Las investigaciones no estén cerradas, ni con la sancién de los sabios, ni con el producto de los expezimentos. La cerveza serd sostenida temporalmente por “Peitce, C. S., La ciencia de la semidtica, Buenos Aires, Nueva Visién, 1986, p. 15. las argumentaciones. La sociedad contempordnea puede estar comprendiendo ya que la ciencia no tiene una sola respuesta definitiva, que el juego de la cien- cia no puede demostrar nada, que slo se pueden argumencar ¥ justificar las teorfas a través de la racionalidad discursiva de sus propuestas. “Vuelvo ahora a expresar mi abominacién por la docerina segin la cual una proposicién cual- quiera ¢s infaliblemente verdadera. A menos que la verdad sea reconocida co- mo piiblics, como aquella de la que cualquier persona podrla convencerse si llevara su indagacién, su sincera busqueda de creencias inarnovibles lo sufi- cientemente Iejos-, no habré nada capaz de evitar que cada uno de nosotros adopte creencias completamente fiitiles de su propia cosecha que no serén crefdas por los demas”. No quetemos, muy 2 nuestro pesar, dejaros llevar por un razonamiento que se deslizarfa demasiado répidamente sobre lo planteado hasta ahora, ya que nos conduciria a una conclusién tan generalizadora que unirfa sobre un mismo gje a ciencias y no ciencias, y elevaria 2 paradigma epistemolégico de ambas a la comunicacién, modelo demasiado en tela de juicio. Y por supuesté, no quere- mos entrar, ademds, en un terreno tan delicado, dado que el mism® Peirce re- duce la comunicacién de la ciencia al ambito exclusivo de los mismos cientificos; el aparato semistico peirceano deja bien claro que su andlisis debe reducirse al sistema de signos de Jas propias disciplinas y no a una simple discusién de creen- cias indiscriminada. Sin embargo, si podemos plantearnos abiertamente cudl es el motivo de que la ciencia semiética propuesta por Peirce haya tenido, al final, un prioritario despliegue en disciplinas consideradas menores (0 no demasiado cientificas) como son la comunicacién, la sociologta o fa literatura, y no en las ciencias en mayor grado experimentales. Nuestra hipétesis de partida es que, si bien Peirce realiza fundamentalmente un desarrollo tendente a la comunica- ci6n, su epistemologia tiene todavia, no obstante, una gran dependencia de las nociones de verdad y de objeto —“La opinién destinada a que todos los que in- vestigan estén por tilkimo de acuerdo con ella es lo que significamos como verdad, 2Peisce, C. 8. ap. cis pp. 96-97. y el objeto representado en esta opinidn es lo real, Esta es la manera como ex- plicaria yo la verdad”*-, y este planteamiento conduce a que en cierto tipo de ciencias se ponga mds el acento en a segundidad que en la verdaderamente im- portante para Peirce serceridad. El argumento de necesidad objetiva que se mantiene de fondo y que persiste, en cierto modo, en la filosoffa de Peirce es, a su ver, el argumerto que permite un cierto aislamiento de las proposiciones cientificas; y la necesidad de una profilaxis en la investigacién que petmita se- parar lo cientifico de aquello que no lo ¢s. El argumento absoluto es el que, ai mismo tiempo, mantiene las verdades cientificas relativamente resguardadas de su desgaste y de su temporalidad mundana; es mas o menos pensable que unas Giencias que exigen una gran estabilidad proposicional no puedan tener en cuenta can alegremente el cardcter signico “en algdn respecto 0 cualidad” de los objecos. Y sin embargo cualquier ciencia sdlo puede pensar sus objetos sélo “en algiin respecto 0 cualidad", el objeto cientifico s6lo se podré presentar en an mundo real ¢ inabarcable, en un mundo real que puede ser conocido pero no abarcado, un mundo donde sélo cabe Ja certeza a través de creencias con- trastadas; creencias, eso si, que acumulan conocimientos a su alrededor, que los ordenan. “La cuestién siguiente es: zen lugar de qué otra cosa esté el pen- samiento-signo —qué es lo que nombra-, cudl es su suppositum? Sin duda la cosa exterior cuando se piensa en una cosa exterior real. Pero, con todo, cuando el pensamiento esté determinado por un pensamiento previo del mismo objeto se refiere sdlo a la cosa denotando ese pensamiento previo... El pensamiento-signo estd en lugar de su objeto en aquel respecto en que esté pensado... Ahora bien, la funcién tepresentativa de un signo no reside ni en su cualidad material, ni en su aplicacién demostrativa pura; porque es algo que el signo es, no en si mismo, ni en una relacién real a su objeto, sino que es para un pensamiento”*, Indudablemente, este concepto de semiética que aparece en la obra de Peirce no surge ajeno a la epistemologfa clésica, simplemente vinculado a una teorfa de la comunicacién fantasma (en ese momento bastante inexistente); la semiética surge en el caso peirceano en un desplazamiento pragmitico desde la 3 Peitce, C.S., EL hombre, wx signo, Barcelona, Cricica, 1988, p. 221. 4 fbid., pp. 100-103. ciencia de [a ldgica. Incluso para este autor, segtin Massimo A. Bonfantini, la semidtica es una verdadera ciencia de la légica ‘Peirce da al término ‘semidti- ca’, entendiéndola come sindnimo de légica, un sentido mucho més amplio del hoy corriente [...] la Idgica se ocupa de la referencia de los simbolos en ge- neral a sus objetos, Bajo este aspecto es una ciencia triple. En este erfo de cien- cias la primera deberia tracar de las condiciones formales de los simbolos que tienen un significado {...] y ésta podria ser llamada gramética formal; la’segun- da, la I6gica, deberfa tratar de las condiciones formales de la verdad de los sim- bolos; y la tercera deberfa travar (..] de su poder de hacer !lamadas a la mente, esto es, de su referencia en general a los interpretantes, y ésta podria ser llama- da retérica formal”, La semidtica, por tanto, extiende el funcionamiento de la légica a la pragmstica y es en ese sentido en el cual se hace comunicacidn, pero no por ello deja de ser légica, El punto de enlace de la légica con la comunica- Gién es el pragmatismo, Resta en ese contexto ver cémo puedan ser los objetos con los que la semiética opera y sobre los que Ia semistica puede arrojar algo de luz, y en qué sentido lo hace; en suma, qué tipo de ciencias se pueden ver afectadas por esa semioticidad, LA SEMIOTICA DE PEIRCE Otra de las causas de que Ja episcemologia de Peirce no haya accionado di- rectamente sobre la ciencia mds experimental es que su semiérica no pudo ope- rar directamente un cambio en la comunicacién del conocimiento de su época. Tenfa que operatse previamente un largo proceso en el cual cambiaran las con- cepciones de comunicacién establecidas; y ha sido en ellas/donde inicialmente ha actuado su semidtica, y slo a través de clas podré, tal vex, en el futuro, operar en la ciencia. Digamos previamence que Ja comunicacién, al inicio del siglo XX, era una disciplina practicamente inexistente; es con Saussure, y sus teorfas del Lenguaje (y por tanto de la mano de la lingiifstica), con las que la disciplina comienza a consolidarse como una ciencia de la inveraccién social, 5 Peitee, C. S., Semidtien, Seleccién de textos por Massimo A. Bonfantini, Letizia Grassi y Roberto Grazia; Torino, Finaudi editoze, 1980, pp. X-XI. ms que como una mera difusién o cransmisién de saber. Es importante desta- cat, sin embargo, que, a pesar de toda esta evolucién, la semiologfa saussuriana era deudora de una semdntica fundamentalmente idealista y que como tal no permitfa desarrollar conceptos de comunicacién excesivamente dindmicos: sa- bido es, por otra parte, que esta via de inauguracién de la semiética es ia que ha predominado hasta los afios 60 en la teoria de la comunicacién continental, ¥ que, por lo tanto, los efectos de la semidtica de Peirce en el campo de la co- municaciéa sdlo se hacen notar mucho mds tarde incluso de su muerte. La se- midtica peirceana introduce novedades en el concepto de comunicacién clési- os lo que diferencia a la comunicacién derivada de Ia filosofla de Peirce de otros tipos de comunicacién es que entra en discusidn con ellas por su concep- cién de signo: su nocién triddica amplia la definicién tipicamente lingiifstica de la semiologia saussuriana, Este enack del concepto de signo hace que la co- municacién postsaussuriana dé un giro en fa nocién de significado y se con- vierta, de una semiologia de la significacién, en una semidtica de la comunica- cién. Una de las muestras més consolidadas de esta idea es mantenida por Umberto Eco en 1975 en el Trattato di semiorica generale, en el cual asegura gue el interpretante de Peirce no es totalizador (en relacién a la significacién de Saussure, que sf parece serlo), 0 al menos, como médulo organizador del signi- ficedo, parece mds abierto que el simple mecanismo dual saussurieno. Pode- mos decir que se pasa del concepto de una mera transmisién de informacién, circulacién de un cddigo, a un concepto de intercambio comunicativo o inter- pretativo". Cuestién que no serd tampoco ajena a lo mantenido en su obra posterior Lector in Fabula de 1979, donde afirma que la semiética de la inter- preracién puede ya superar los limites de ia simple codificacién lingtiistica, en fa forma semdntica de diccionario, hacia una lengua que es ahora semiotizada en forma de enciclopedia (es esto lo que facilita que se pueda hablar de la no- cin de interprerante como una categoria no sélo seméntica sino pragmatica), “A. Peirce no le interesan los objetos como conjuntos de propiedades, sino como ocasiones y resultados de una experiencia activa’. ‘Para concluir esta expe- riencia interpretativa de los textos no diremos que en ellos se encuentra una S.Gfe Hoo, Umberto, Trattato ai semiatica generale, Milano, Bompiani, 1975. 7 Eco, Umberto, Levier in Fabule, Barcelona, Lumen, 1987, p. 65. meant nr a ae semidtica del texto explicita 0 directamente craducible al lenguaje de les teorfas de ese tipo que se formulan en la actualidad [.. insistiremos en que la obra de Peirce, mis que le de muchos autores posteriores, proporciona la junta cardi. nica capaz de articular una semistica del cédigo con una semiética de los textos y los discursos”, Para cerrar por tanto este previo espacio de configuracién de la semigtica, Pademos pensar que patecen ser objeros susceptibles de scmiotizacién aquillos que estéa expuestos 2 interpretacién, y por tanto seré objeto de comunicacién todo aquello que pueda ser transmitido en forma de incerpretante, y no necesa. riamente sélo el cédigo literal. En este sentido hablamos més de una comuni, cacién de interpretes lectores que de una transmisién de informaciones redun. dantes, EL INTERPRETANTE ¥ LA ABDUCCION CS. Peitce (1867-1920) en sus Collected papers introduce una nocién fan. damental para el procedimiento semiético: la nocién de interpretante. Esta no- cién afirma que el objeto determina al signo pero que el inrezpretante es sélo tna represensacién andloga ala representacién del objeto. Para Peirce un signo 6 algo que sustituye a otra cosa, pero ese algo sustituye s6lo un aspecto del objeto, no el objeto entero; el aspecto viene dado por ese interpretante, El pro- ceso del conocimiento es, por canto, un juego de semicsis entre el zepresen- tante del objeto y el signo, un proceso de semiossilimitada entre el objeto in. mediato y el dindmico. Para Peirce el objeto inmediato es el objeto concreto, interpretado por ese otro signo que lo explica (interpretante), y el objeto di mico es una abstraccién que no tiene lugar porque es indecible, Por ello el in- texpretante légico final sélo es conseguible despucs de haber recorrido toda la enciclopedia (no el diccionario, el diccionario seria un simple catalogo de pala- bras preestablecidas, y por ello es en cietto punto abarcable), Es importante destacar que, a pesar de esta versatilidad del objeto inmediato 40 todas las interpreraciones son vilidas, hay intcrpretaciones que no serfan 8 tbld. pp. 71-72 acepradas por la dindmica comunicativa; por ejemplo, no se puede interpretar EI Quajore como la carta de un restaurante chino, al menos si no se introduce el contexto de interpretacién donde eso se puede produci; la comunicacién es la que puede establecer (0 no) Is significacién de los signos, desde su posibilidad de ser interpretados. El acuerdo intersubjetivo puede ser quien est marcando aque- llo que se debe admitir y aquello que no, ya que, por mucho que la teorta pre- tenda establecer un cierto tipo de control o de deriva sobte la interpretacién, el incerptecante ¢s un signo, que habla del objeto sdlo en cuanto se le piensa segin un determinado aspecto, por fo tanto en un contexto. El interpretante final (hé- bico segrin Peitce-Bco) es limitado en relacién a la virtualidad de la enciclopedia, aunque sea absoluto ¢ ilimitado en relacién a su conacimiento. Este concepto de interpretante viene ligado también a un procedimiento légico que incorpora Peirce como puente entre la semidtica y la Iégica: el con- cepto de abduccién, La abduccién permite dar operatividad al razonamiento construido sobre la base de los inverpretantes: uno de los grandes problemas del positivismo era que la induccidn no servia para demostrat enunciados (en Ja proposicién “pq”, la verificacién no demuestra la hipétesis: si se da “q” no necesatiamente se dard “p”; la validez de la verificacién no implica la hipétesis, tan s6lo podemos decit que afecta a esa hipéresis). Tanto usando la explicacién (ce. naturales) como la comprensidn (cc. sociales) se debe usar la inferencia, pe- ro la inferencia no es lo mismo que la deduccién, la deduccién ¢s sélo una forma de inferencia. Inferir es sdlo sacar un pensamiento de otro; todas las in- ferencias se complementan unas a otras, pero sélo las inducciones y las abduc- ciones son sintéticas; asi, esa forma de inferencia, de sacar un pensamiento de otto, que es Ia abduccidn, parce de los hechos, de cémo podrfan ser las cosas (si hay una Juz encendida es porque...), mientras que la induccién parte primero de hipétesis (establece si podrian ser asi las cosas) y después busca hechos que las confirmen indiscriminadamente. Los hechos, segin la abduccién, aparecen simplemente a la luz de las teorfas, el sujeto social e individual influye sobre las hipétesis, pero, por ello, el punto objetivo neutzo no existe, es una precompren- sién. La abduccién tiene que ver con Ja creatividad; en el fondo no se comienza a enjuiciar desde una verdad justificada, sino desde el uso lingiifstico convencio- nal; al mismo tiempo una hipétesis no se termina de enjuiciar por una justifi- cacién final y externa sino porque se rehusa, en conexién con otras teorfas. En 4 | | i | ae ae ese sentido hablar de abduccién es hablar de que la verdad se va construyendo ¥ reconstruyendlo en el uso de los signos, y de que las teorlas se apropian de los casos, haciendo que ambos, veoria y caso, se coimpliquen y tecoimpliquen re- flexivamente, En cuanto a la falibilidad de las teorias, también todas son fali- bles 0 falsables. Qué pasa cuando se falsea ana hipétesis? Cualquier hecho Particular no la falsea, el hecho es interpretado siempre de una manera, yal igual que se puede hacer al verificar las hipdtesis, un caso no agoca la valides, simplemence puede induciz 0 no a que se sigan usando las hipétesis, Ast, tanto el concepto de interpretante como ef método de la abduccion sientan las bases de un posible conocimiento como comunicabilidad social, pe ro fundamentalmente, ambos establecen la verdadera relacién entre ciencia y semidtica, ya sea en el propio interior de la ciencia, o en la propia materia de la teorla de la comunicacién, “La mayor parte de la gente, incluso la que exté fa- millatizada con los escritos de Peirce, conoce sélo fragmentos sueltos de su obra. Lo més probable es que un fildsofo, por ejemplo, le conozca como fan- dador del pragmarismo, y un semiético como el fundador (o como uno de los tres fandadores) de la semiética actual. Pero ni los fildsofos ni fos semidticos Parecen darse cuenta de que su pragmatismo es un teorema de la semidtica”, Incerpretance y abduccién son las claves de la conexién entre ciencia y teorta comunicativa, y una ver integradas en la disciplina semiética, pueden fiuncio- nar estableciendo infinidad de selaciones entre ambas, relaciones que vamos a intentar encontrar a continuacién, LA CULTURA COMO ESPACIO TIPO DE LA SEMIOTICA, CONTEMPORANEA A fin de ser rigurosos, si queremos planteamos setiamente las zepercusiones directas de la semistica de la comunicacién (atribuida a Peirce como padre fundador) en el conocimiento contempoténeo, nuestro camino o nuestra buis- queda debe seguir (al menos de alguna manera) el cauce de las manifescaciones comunicativas, hasta dar con sus actuales pobizdores. Y los pobladores, hoy, * Sebeoi, Thomas A. y Umiker-Sebeok, Jean, Sherlock Holmes y Charles S. Peirce, Barcelona, Paix ds, 1987, p. 19, por lo que respecta a la semidtica, no son nftidamente proposiciones cientificas =ni tan siquiera gran parte de las proposiciones de las ciencias humanas~, la semiética de influencia peirceana limita accualmente su mbito de aplicacién.a disciplinas consideradas menorest algunos aspectos de las ceorias de la comuni- cacidn y de las producciones culturales de consumo masivo, o la literatura. Por ello, si hay grandes campos de influencia de la epistemologfa de Peirce en la ciencia contempordnea, son sobre todo étos. No podemos decir con ello, tampoco, que sean los campos originales o auténticos de la semitica; es posi- ble que sea simple casualidad su adherencia al fendmeno de la comunicacién. Pero éstas son los campos donde el conocimiento se somete hoy a mayor co- municabilidad, 0 al menos donde las proposiciones no estén tan sometidas a la necesidad de resguardar sus objetos del roce social. Sélo queremos constatar que han sido esas otras disciplinas menores quienes nos han dado ‘a pista del lugar donde reside hoy lo comunicacional. Es indudable que la ciencia de la comunicacién tiene mucho camino todavia que recorrer, pero también es in- dudable que hay muchos factores en la ciencia general que hacen dificultoso el proceso de comunicacidn del conocimiento (con lo cual no podemos tampoco descartar nuestra hipétesis de un excesivo objetualismo, todavia hoy, del cono- cimiento cientifico). Llegados a este punto nos damos cuenta de que lo realmente comunicacio- nal de esta semidtica no es propiamente ¢! conocimiento cientifico, o al menos no el conocimiento cientifico clésico. Si en la ciencia es la comunidad de cien- tificos (concepto dificilmente delimitable, por otro lado) la que regula el juego de la comunicaciéa, y su mismo uso no Hega a dejar nunca que sus limites con Ja comunicacién social sean rebasados, hemos realizado el encuentro con nues- to objeto semistico, contrariamente a ello, en'la cultura general, en ese juego del conocimiento dado por la suma de los actores sociales (no sslo por aquellos que comparten un gran volumen de sabes). Nuestro objeco a la larga se ha tro- cado més bien cultura que ciencia. Efectivamente, es en el andlisis del consumo cultural, del mundo de la literatura y afines, donde encontramos manifestados es0s ecos lejanos de la epistemologia comunicativa; es en este campo en el que viven saberes que incluyen a la literatura y a sus diferentes versiones texcuales, escénicas y audiovisuales, a los fendmenos culeurales y sociales més cotidianos, a las pricticas del saber popular, etc. en un contexto donde todas esas précticas ee Producen signos, curiosamente manifestados como “un estar en lugar de otta cosa, en cuanto a un respecto o cualidad de algo”. De esca manera, la comunt, cacién-conocimiento masimedidtica se convierte en un espacio de interaccién de saber culzural, un espacio que produce su objeto en un intercambio social general, mds que en el intercambio de expertos. El conocimiento cientifico se convierte, ast, en una pequefia parcela en relacién a las miiliples fuentes de Ia imreraceién comunicativa; y las que hemos considerado hertamientas impres- cindibles de la semiética contempordnea van a ponerse a funcionar, como cls. wes epistemoldgicas y metodolégicas, sobre disciplinas hasta cierto punto de opinisn (cosa que produce alguna que otra sorpresa). Estas formas expresivas interpretativas van a consticuir el catalizador que con mayor efectividad concentrard la comunicacién cultural; el conocimients se divalgard a través del ramniz de unas disciplinas seudoliterarias y a través de manifestaciones medicticas, predominando el relato sobre cualquier discusse Gientifico, Estas disciplinas van a ser la base de extraccién de conocimientos y cl modelo de semiotizacién mds fuerte de la comunicacién contemporine nuestro peregringje sobre el conocimiento ha encontrado su mapa y su territo. Ho, Pero, zquiere esto decir que la literazura cumple el papel de recambio en. municativo en la sociedad? Dificilmente, sobre todo cuando ni tan siquiera se da el predominio de las consideradas “grandes obras literarias” en la difusion comunicativa general; més bien al contratio, fa tendencia predominante es « Jimar las aristas a todo producto comunicativo. Siguiendo con nuestro recites a la prudencia sélo podemos decir, cambién aqui, que la semistica cubre un importante espacio del andlisis culcural contemporéneo, pero no sin grandes polémicas y debate, sus objeros de andlisis cubren un amplio espectro del cam. po de la comunicacidn: literatura, cine, medios y formas expresivas de consis. mo, etc, pero si podemos decir que estos objetos giran en la comunicacién, mds bien giran en una especie de noria diametralmente opuesta al giro de la se. miosis ilimicada, y son més los objetos de una abduccién al estilo Expedionte X que objetos suscepribles de abduccién en una circulacién comunicativa, Al final, las formas de desenvolvimiento de la comunicacién contemporinea no funcio-. nan ai ran siquiera en un sentido tan potencialmente semidtico como fo que- trfamnos entender. La semidtica no puede controlar totalmente una circulacién de signos compleja, porque, si bien las reglas se alejan estticamente de un simple mecanismo de transmisién del conocimiento, el funcionamiento comunicativo actual impide el desarrollo del modelo estético, A lo que hay que sumas, ade- ds, la falta de la materia prima de la comunicacién: los contenidos; la semio- sis no se da sin un intercambio real de contenidos, sino, en tltimo extremo, puede ser tan sélo un simulacro de semiosis, 0 una deriva espectacular. Hoy, la comunicacién es més bien una forma de espectdculo, y no una prdctica inter- disciplinaria de conocimiento, ¥ la semidtica, en este sentido, encuentra su quehacer dentro de un campo nada claro, en un pequefio caudal de contenidos que se vacia en su propia redundancia. La semidtica queda presa en una red de mecanismos, donde incluso la propia literatura, lejos de ejercer las dotes de nuevo paradigma, termina por ser sélo un filtro, que canaliza tan sdlo una parte del recorrido semidtico. La intespretacién queda atrapada asf en dos frentes: uno que reduce el vo- lumen de conocimientos a la cultura, aislandose de la ciencia; un conocimiento que se populariza para poder encontrar su potencialidad sacial, lejos de las vi- trinas y de los rincones residenciales de la verdad. Y otto, que sobrepasa su di- mensibn estética ¢ imaginaria, su discursividad y festividad cultural, su cotidia- nidad, a través de la espectacularizacién, haciendo atravesar por la pasarcla elementos cada vez ms redundantes y vacios. El escenario massmedidtico pone bajo los focos lo actual frente a la ciencia, pero también eleva a categoria de comunicacién momentos effmeros. ;Puede la comunicacién sobrevivir a su ba- nalizacién sin la ayuda de la ciencia? Puede la ciencia salir de su encierro para llenar de materia fa comunicacién? ;Tiene el conocimiento que someterse al encierto para ser conocimiento, o debe ser banalidad si quiere ser social? Mas bien creemos que el problema de la comunicacién actual ha sido producido por la conjuncién de dos fuerzas: por un lado debemos considerar la propia tendencia cientifica, sobre la que hablamos ya en el primer apartado, a cerratse sobre si misma en relacién a su expansién socials y por otro lado, debemos con- siderar la dinémica de banalizacién de los contenidos comunicativos, con la que han sometido los medios de comunicacién al conocimiento. En esa dico- tomia, la ciencia, en clecto modo, con su hermetismo, ha contribuido bastante er 2 le banalidad de la comunicacién, con su ayuda al vaciamiento de contenidos fuertes: y la banalidad, por ello, ha tenido una posibilidad aitadida en la propia ausencia de contenidos cientfficos (zde qué pueden hablar, sin materia, los me- dios?}. Este es el argumento que nos imposibilira (a nuestro pesar) justificar el problema, aludiendo simplemente a la maldad de ios medios de comunicacién, aunque sea absolutamente obvio, por otra parte, que estos medios de comuni- cacién son tendentes por naturaleza a una redundancia, que simplifica’roral- mente la comunicabilidad. Yen esta concusrencia, a pesar de todo, no se puede dejar de plantear una Pregunra, ztendria la comunicacién contempordnea la misma forma ai los me- dios de comunicacién pudicran hablar con otras metodologias y con otros contenidos? Tanto la semidtica como la ciencia tienen en este momento un gjercicio profundo de reflexién en cuanto a sus limitaciones operativas, y es en tsa fundamental discusién donde podemos instalar la viabilidad del mécodo semidtico y las comrespondientes evoluciones teéricas de la comunicacién del conocimiento. Mientras tanto, y ello no deja de ser problemético, tanto la ciencia como la semidtica, pueden seguir funcionando independientemente; y el nico problema que surge es més de corte epistemoldgico que de corte eécni- co: nada impide a la semiética el seguir analizando signos de banalidad y a la ciencia el operar con objevos cerrados, nada impide que sus objetos y funcio- namientos sean posibles, aunque ef problema de saber qué estudian ambus (y para qué) siga quedando entre paréntesis. Me parecis que observaba usted en ella muchas cosas que eran completamente invisibles para mi —Te hice norar. -lnvisbles, no, Watson, sino inobservades, Usted no supo dénde miras, ¥ por eso se le pas6 por alto lo imporcante” ®, *Sebeok, Thomas A. y Uiniker-Sebeok, jean, ap. cit, p. 45. Za revista Andbasis debe hacer constar su agiadecimiento, por A apoyo recibido, en Prange tiger al Desinato de ls Universidad Compiucense de Madrid. on especial, a don Manuel Macciras Fafidn, y, ademds al Vicerseccorado de Extencioa Universitaria de esta misma Universidad, ostentado por Ia persona de don Ramén Rodriguez. Sin la colabora- ite de esos dos oxgenismos hubicra sido matetialmente imposible conic ec esta pus blicacién, ANABASIS Revista de Filosofia EDITORIAL FUNDAMENTOS Direcrores: Luis Arenas, Germén Cano, Ricardo Clemente, Almudena Cintado. CONSEJO DE REDACCION: Heliodoro Carpintero, Juan Bautista Fuentes, Montserra: Galee- ran, Miguel Garcia Bard, Gilberto Gutiérrez, Luis Jiménez Moreno, Antonio Lépez Molina, Manuel Maceiras, Jacobo Mufior, Juan Manuel Navarro, Ana Maria Rioja, Fernando Co- cho, Alfonso Gémez Fernandez, Elisa Lucena, Fernando Morales, Miguel Angel Hernandez Saavedsa, Beatriz, Larrea. 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Bono: Evocacion le Ce "Regla IV" de Descartes, 2 Tomas Caballero: C, S. Peirce oa ue ea

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