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Virreinato del Perú

I. INTRODUCCION

El Virreinato del Perú fue una entidad territorial situada en América del Sur, integrante del Imperio español que fue creada
por la Corona durante su dominio en el Nuevo Mundo, entre los siglos XVI y XIX.

El inmenso virreinato abarcó gran parte de Sudamérica, incluida Panamá y algunas islas de Oceanía. Sin embargo, durante el
transcurso del siglo XVIII su superficie sufrió tres importantes mermas al crearse -con parte de su territorio- dos nuevos
virreinatos de la corona española: el Virreinato de Nueva Granada y posteriormente el Virreinato del Río de la Plata. A pesar
de las pérdidas territoriales, todavía a principios del siglo XIX el virreinato del Perú era la principal posesión de la Corona
española al tratarse de una de sus principales fuentes de riqueza.

II. ANTECEDENTES

Con la entrada de los españoles en la ciudad del Cuzco en 1534, concluyó la conquista militar del Perú, llevada a cabo por
Francisco Pizarro, y dio comienzo el desarrollo del asentamiento español en el área dominada hasta ese momento por el
Imperio inca o Tahuantinsuyo.

III. CREACION DE VIRREINATO

Al mismo tiempo que se producía la caída del Imperio incaico se desató un conflicto entre los conquistadores. Para concluirla,
el 20 de noviembre de 1542, el rey Carlos I de España firmó en Barcelona por Real Cédula las llamadas Leyes Nuevas, entre
las cuales dispuso la creación del Virreinato del Perú en reemplazo de las antiguas gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva
León, al tiempo que la sede de la Real Audiencia de Panamá fue trasladada a la Ciudad de los Reyes o Lima, capital del nuevo
virreinato.

El flamante virreinato comprendió en un inicio y durante casi trescientos años gran parte de Sudamérica (correspondía a los
actuales territorios que forman parte de las repúblicas de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador,
Perú y toda la región oeste y sur del Brasil) y el istmo de Panamá, bajo diversas formas de control o supervigilancia de sus
autoridades.

Fue su primer virrey Blasco Núñez Vela, nombrado por real cédula del 1 de marzo de 1543. Sin embargo, no pudo ejercer la
autoridad real debido a los enfrentamientos entre los partidarios de Francisco Pizarro y Diego de Almagro por el dominio del
Perú, y pereció asesinado por Gonzalo Pizarro. El asesinato de la primera autoridad del rey produjo mucha consternación en
España; la corona dispuso castigar severamente a quien había atentado contra el virrey, el representante del rey en territorios
conquistados. Para ello, Carlos I envió a Pedro de la Gasca con el título de Pacificador para solucionar esta situación. Ya en el
Perú, La Gasca, seguro de haber infundido la semilla de la traición entre los partidarios de Gonzalo Pizarro, se enfrentó al
conquistador cerca del Cuzco, en 1548. Gonzalo Pizarro vio a sus capitanes pasarse al bando de la Gasca y la derrota para él
resultó aplastante. Conducido a la ciudad del Cuzco, fue ejecutado por delito de alta traición al rey. Unos años después, en
1551, fue nombrado virrey Antonio de Mendoza y Pacheco, luego de haber ejercido el cargo en el virreinato novohispano.

 El virrey Álvarez de Toledo

Tras casi cuarenta años de desorden administrativo, el virreinato peruano encontró a un eficiente conductor en el virrey
Francisco Álvarez de Toledo, quien, entre 1569 y 1581, logró establecer el marco político-administrativo que rigió por muchos
años en el Perú virreinal.

Realizó personalmente varias visitas a distintas partes del virreinato y, por primera vez, se tuvo registro de los recursos
humanos y naturales del Perú. Tras saber el número de posibles tributarios, estableció las reducciones, pueblos indígenas en
los que se agrupaba a un número de alrededor de quinientas familias. Así se sabía con exactitud la cantidad de tributo que
debían entregar.

Impulsó la distribución del trabajo indígena por medio de la mita. Mediante el empleo de esta se proveyó de mano de obra
a las ricas minas de Potosí, provincia de Charcas, productoras de inmensas cantidades de mineral de plata, y a Huancavelica,
de la que se extraía mercurio o azogue, necesario para la purificación argentífera, con lo que se logró convertir al Perú en
uno de los centros más importantes de producción de plata en el mundo.
Fue el virrey más destacado del Perú, ya que, debido a sus éxitos alcanzados como funcionario, sentó las bases del virreinato
peruano, pues consiguió la ordenación administrativa del gobierno y la legalidad política de todo su amplio territorio.

IV. Organismos centrales o metropolitanos

 El rey de España

Era la suprema autoridad en España, en las Indias y en el resto de su Imperio. Su gobierno fue absolutista. El rey tenía la
capacidad de decisión y la última palabra en todo tipo de decisiones, si bien hasta 1700 las Cortes manejaban los recursos
públicos, aprobaban y derogaban leyes, acuñaban moneda, aceptaban o desestimaban reyes y regentes, etc. En el transcurso
de los tres siglos que existió el virreinato del Perú se sucedieron once monarcas agrupados en dos dinastías:

Casa de Austria (dinastía de origen austríaco, Casa de Borbón (dinastía de origen francés
entroncada en la familia real Habsburgo) entroncada en la familia real Bourbon)
Carlos I (15421 - 1556) Felipe V (1700 - 1724)
Felipe II (1556 - 1598) Luis I (1724)
Felipe III (1598 - 1621) Felipe V (1724 - 1746)
Felipe IV (1621 - 1665) Fernando VI (1746 - 1759)
Carlos II (1665 - 1700) Carlos III (1759 - 1788)
Carlos IV (1788 - 1808)
Fernando VII (18082 - 18243)

 El Consejo de Indias

El Consejo de Indias fue el máximo organismo peninsular que tenía a cargo todo lo concerniente a la política administrativa,
judicial y el ejercicio del Real Patronato Indiano, en última instancia, todo aquello que pudiera presentarse en tierras de la
América hispana.

V. Organismos locales

Fueron organismos que funcionaron en el mismo virreinato para ejecutar las disposiciones emanadas de la España europea.
Fueron los siguientes:

 El virrey

Era el representante personal del Rey de España en el virreinato: su “alter ego”, es decir, “su otro yo”. Como suprema
autoridad del virreinato fue el encargado de impartir justicia, administrar el tesoro público y velar por la evangelización de
los indígenas. El virrey era nombrado por el rey a propuesta del Consejo de Indias, aunque muchas veces fue el mismo rey
quien se encargaba de revisar los nombres de los posibles virreyes. El virrey del Perú residía en el actual Centro histórico de
Lima, en el suntuoso palacio de los virreyes, rodeado de una brillante corte, en medio de gran lujo, riquezas y resguardado
por una guardia de honor. Durante la existencia del Virreinato del Perú gobernaron 40 virreyes.

 Las audiencias

Las audiencias tenían como función principal la administración de justicia, en calidad de segunda instancia en los juicios o
procedimientos judiciales, a nivel de cortes superiores. Asimismo, ejercían funciones políticas, es decir, facultades
propiamente de gobierno, pues la Audiencia actuaba como asesor del virrey, por lo que muchas veces absolvió las consultas
formuladas por el virrey. De igual manera, fue la encargada de tomar las riendas del virreinato cuando el virrey se encontraba
enfermo o moría repentinamente. Según su categoría, las audiencias eran de dos clases: Audiencias Virreinales, de mayor
rango, presididas por el virrey, tal fueron los casos de la audiencia de Real Audiencia de Lima y la Real Audiencia de México,
que tenían bajo su autoridad a las otras audiencias del mismo virreinato, denominadas Audiencias Subordinadas.

 Los corregimientos
Fueron divisiones administrativas y territoriales de la corona española en el Perú. En 1569 el gobernador y capitán general
(no era virrey) Lope García de Castro creó los corregimientos de indios subordinados a los corregimientos de españoles. Los
corregimientos fueron gobernados por un alto funcionario nombrado, mayormente, por el Consejo de Indias, denominado
corregidor. Los corregimientos tenían facultades políticas (conservaban el orden y la buena marcha del corregimiento),
administrativas (cobraban el tributo de los habitantes que vivían en la jurisdicción) y judiciales (hacían cumplir las leyes y
resolvían los pleitos surgidos entre los indígenas).

 Las intendencias

Los corregimientos fueron suprimidos en 1784, por Carlos III, como consecuencia de la revolución de Túpac Amaru II y
reemplazados por las Intendencias. Desde 1784, llegaron para administrar las siete nuevas intendencias: Trujillo, Lima,
Arequipa, Cusco, Huamanga, Huancavelica y Tarma. En 1796 se agregó al Perú la intendencia de Puno. Los intendentes
también recaudaban los tributos y organizaban mitas, pero no podían hacer "repartos mercantiles". Hay paralelismo entre
lo virreinal y lo republicano, respecto a la subdivisión político-territorial. Los departamentos equivalen a las intendencias; las
provincias, a los partidos; y los distritos, a las doctrinas.

 Los cabildos
Denominados también, ayuntamientos, municipalidades o consejos municipales, fueron unas instituciones de origen español
que se trasplantaron a América. El cabildo tenía múltiples atribuciones administrativas. Entre ellas les correspondía
administrar arbitrios, presidir espectáculos públicos, organizar fiestas pomposas al llegar los nuevos virreyes, vigilar el aseo
de la ciudad, inspeccionar las calles y organizar la baja policía.

 Autoridades indígenas: el curaca y el varayoq

Las autoridades del gobierno español creyeron conveniente seguir contando con los servicios de los antiguos dirigentes incas
a nivel de pueblos y de ayllus, para que la dominación sobre los Andes fuese más rápida y efectiva. Una institución andina
ancestral que usaron con eficacia fue el curacazgo, costumbre milenaria de constituir un jefe para cada ayllu o comunidad:
el curaca, instituido bajo el nombre de cacique, palabra centroamericana equivalente al curaca.

Los curacas, que durante el Tahuantinsuyo rindieron cuenta al apunchic incaico (enviado por el inca), durante el virreinato
debieron rendir cuenta al corregidor español (enviado por el rey de España). Otra institución incaica utilizada fue el varayoc,
autoridad civil encargada de gobierno administrativo del pueblo, la cual, a similitud de los alcaldes velaba por el correcto
desenvolvimiento del caserío o poblado.

VI. Las reformas borbónicas

Durante este siglo la Corona española, ahora bajo el reinado de los borbones, introdujo una serie de cambios para restaurar
la autoridad del Estado, disminuir el poder de la aristocracia, devolverle a España su poderío militar en Europa y recuperar el
dominio en sus colonias americanas. Era un plan ambicioso que requería, en primer lugar, aumentar los recursos. Las
reformas cobraron gran auge bajo el gobierno de Carlos III, el máximo exponente del despotismo ilustrado español. En el
proceso España logró aumentar notablemente sus ingresos, pero perdió un Imperio. A la presión tributaria se sumó el
desplazamiento de los criollos de la administración pública en beneficio de los peninsulares. El camino estaba allanado para
pensar en la independencia.

Las reformas atacaron, en primer lugar, a la administración pública. Se crearon nuevos virreinatos (Nueva Granada y Río de
la Plata), se reorganizó la defensa militar (establecimiento de las capitanías de Venezuela y Chile) y se implantaron las
intendencias que reemplazarían a los corruptos corregimientos. Luego, en el plano religioso, se expulsó del Imperio a los
jesuitas y el Estado asumió el control de la educación. Finalmente, el problema económico fue el que despertó mayor interés.
Era prioritario elevar los impuestos y ampliar la base tributaria; también se debía estimular la producción minera para
aumentar el flujo de metales hacia España, controlar el contrabando y estimular el libre comercio entre la Península y
América.
La aplicación de las reformas en América fue a través de visitas generales. Al Perú fue enviado el “visitador” José Antonio de
Areche. Rápidamente atacó el problema fiscal y elevó la alcabala a un 6%. Estableció las aduanas interiores para elevar la
recaudación y tuvo que hacer frente al descontento de casi toda la población, especialmente cuando se rebeló en 1780 el
curaca Túpac Amaru II, descendiente de los incas.

VII. Rebeliones indígenas

Las rebeliones indígenas del siglo XVIII, que pasaron de un centenar en el territorio del virreinato, tuvieron como marco la
recuperación de la cultura andina, especialmente el mesianismo en la mentalidad popular: el retorno del inca generaría un
futuro mejor. Esta idea se vio claramente en el levantamiento de Juan Santos Atahualpa en la selva central (1742), quien
sublevó a los indios campas contra las misiones franciscanas de la zona.

El movimiento de Túpac Amaru II, que contó con el apoyo de muchos curacas como los hermanos Catari, fue más complejo.
No solo porque movilizó una cantidad mucho mayor de indios, sino porque incluyó en su programa de reivindicaciones a
población no andina: criollos, mestizos y negros. Su base social fue más amplia porque la rebelión coincidió con el
descontento general ante las medidas borbónicas. Los impuestos se elevaban y el comercio con el mercado de Potosí se vio
afectado al crearse el virreinato de Río de la Plata (1776), que incluía al famoso centro minero. Por ello el territorio de la
rebelión fue más amplio: abarcó todo el sur andino y el Alto Perú.

Túpac Amaru se rebeló contra el mal gobierno, pero no necesariamente contra el Rey. Al final fue ajusticiado y ejecutado en
la plaza del Cuzco (1781), sin embargo, las consecuencias de su rebelión tuvieron largo alcance. La Corona tuvo que crear una
audiencia en el Cuzco, una demanda de Túpac Amaru, abolir los repartos y los corregimientos y acelerar el establecimiento
de las intendencias. De otro lado tuvo suprimió los curacazgos y prohibió la lectura de los Comentarios Reales de Garcilaso
para no despertar la reivindicación incaica entre la población.

Finalmente, el intento de Túpac Amaru por incluir en su rebelión a criollos no dio resultado, pues estos tuvieron temor ante
la posibilidad de conceder excesivas reivindicaciones a los sectores populares. La imposibilidad de compaginar los intereses
entre criollos e indios le restó al movimiento la capacidad de tornarse en separatista.

El siglo XVIII no trajo buenos resultados al Perú. Su virreinato perdió importancia al verse amputado su amplio territorio.
Asimismo, al eliminarse el monopolio comercial del Callao, su aristocracia mercantil ya no dominaba todo el mercado del
Pacífico sur. Finalmente, tras el estallido de numerosas rebeliones indígenas, quedaba una secuela de recelos y odios difíciles
de borrar en el tiempo, claves para entender el futuro movimiento independentista.
VIII. LA VIDA ECONÓMICA

 La minería

Fue la actividad preferente en el virreinato, por lo menos durante el siglo XVI y gran parte del XVII, para empezar a decaer en
el siglo XVIII. Las mejores minas, por su calidad y rendimiento fueron de propiedad de la corona española. Las minas más
pequeñas, en cambio, fueron explotadas por particulares con la obligación de pagar como impuesto el Quinto Real, o sea, la
quinta parte de la riqueza obtenida. Los principales yacimientos mineros fueron: Castrovirreyna, Huancavelica, Cerro de
Pasco, Cajabamba, Contumaza, Carabaya, Cayllama, Hualgayoc, todas ubicadas en el actual Perú. Pero el más grande a nivel
minero fue el yacimiento de Potosí, cuya producción se sustentó en la mita minera. El Cerro Rico de Potosí proporcionó las
dos terceras partes de la plata que hubo en el Perú hasta que en 1776 pasó a formar parte del Virreinato del Río de la Plata.

 Régimen comercial del virreinato

El comercio virreinal estuvo basado en el monopolio debido al carácter exclusivista y mercantilista que prevaleció en la
economía. Hasta el debilitamiento, y luego la derogación del monopolio universal, solo los territorios españoles de Europa
podían comerciar con la América española. Con tal propósito y el de recaudar impuestos, se creó en Sevilla la llamada Casa
de Contratación de Indias en 1503, organismo encargado de velar por el cumplimiento del monopolio. Además, en cada
virreinato funcionaba un Tribunal del Consulado, que controlaba el movimiento comercial e intervenía en todo lo relacionado
a él. En 1561, Felipe II estableció que los únicos puertos para el tráfico comercial fueran Sevilla en España, Veracruz, en
México y Callao en el Perú, en tanto que Cartagena de Indias y Panamá eran tenidos como puertos de tránsito. El monopolio
no dio resultado para el Imperio español; en cambio, fomentó el comercio ilícito, de contrabando, a cargo de ingleses,
franceses y holandeses.

 Impuestos del Virreinato

La llamada Real hacienda o Caja fiscal del Rey obtenía recursos directos con el cobro de una serie de impuestos, que afectaban
a las actividades económicas. Había cajas repartidas en todo el virreinato que recolectaban los fondos, cubrían los gastos de
la administración y remitían el sobrante a la caja principal situada en Lima (Caja Real de Lima), la misma que, saldando los
gastos del propio virreinato, luego las remitía a España.

 La agricultura y ganadería

La agricultura no tuvo un desarrollo importante en el virreinato. Al igual que en otros lugares conquistados por los españoles,
la tenencia de la tierra se trastocó, así como el usufructo que se hacía de ella. Con la llegada de los españoles llegaron también
productos vegetales, animales de granja y aves de corral. Desde un inicio los indígenas fueron empleados en las faenas
agrícolas y fue a través de esta práctica que pudieron pagar sus tributos. Nuevas técnicas como el barbecho, la rosa y quema,
así como diferentes instrumentos les fueron dados a los nativos para que explotaran al máximo la agricultura.

Las tierras destinadas a la agricultura se encontraban relativamente cercanas a las ciudades debido a que muchos de los
alimentos no aguantaban más de cinco días de camino sin malograrse. Alrededor de Lima y Potosí, por ejemplo, hubo grandes
hectáreas destinadas solamente a la producción local.

 Los obrajes

Fueron centros laborales de gran importancia en el Virreinato dedicados a la manufactura de textiles e hilos de lana, algodón
y cabuya. El primer obraje fue instituido por Antonio de Ribera en 1545. Su número creció rápidamente debido a que las
vestimentas tenían gran demanda entre los indígenas mineros (de diferentes calidades: bayetas, jergas, frazadas, alforjas,
medias, sombreros, costales). Su producción no pudo superar lo artesanal porque el monopolio peninsular no dejaba que se
expandiera o elaborara productos de mejor calidad dentro de sus territorios de ultramar.

IX. LA VIDA RELIGIOSA

La evangelización de los indios se dio desde el mismo momento de la conquista. Al principio fue obra casi exclusiva de frailes
dominicos y franciscanos quienes, desde conventos rurales, predicaron muy influidos por ideas mesiánicas surgidas en la
mentalidad popular europea. Ello explica la idea del retorno del Inca en la mitología andina surgida en la colonia.

En el XVII, tras una denuncia formulada desde Huarochirí de que los indios mantenían culto a sus dioses tradicionales (1607),
el Arzobispado inició varias campañas de extirpación de idolatrías. La idea era destruir cualquier rezago de la religión andina:
huacas o ídolos. De todos modos, la aceptación del catolicismo por parte de los indios nunca implicó la total renuncia a sus
creencias ancestrales: hoy en día pueden verse en muchos lugares ritos a la pachamama y a los apus.

X. LA VIDA CULTURAL Y ARTÍSTICA

 Pintura

El desarrollo artístico contempló todos los niveles. La pintura limeña asimiló las técnicas renacentistas con la llegada en el
siglo XVI de artistas italianos (Bitti, Medoro y Pérez D’Alesio). Pero esta tendencia limeña por la imitación tuvo su contraste
con un pintura más libre y auténtica en las ciudades del interior. Quito y Cuzco fueron los centros de una escuela pictórica
mestiza, pues asimilaron las técnicas europeas con motivos andinos; la pintura paisajista, los arcángeles arcabuceros, los
retratos de la Virgen y las distintas versiones de Cristo son claros ejemplos. En el Cuzco, las obras de Diego Quispe Tito son
las más reconocidas.

 Arquitectura

La arquitectura, que en el siglo XVI fue renacentista y mudéjar (influencia arabesca), se consolidó en barroca durante el XVII
y el XVIII. El “churrigueresco” o barroco español quedó plasmado en las portadas de casi todas las iglesias. Los ejemplos más
notables son los templos de San Agustín y La Merced (Lima) y el de La Compañía (Cuzco). El rococó, de influencia francesa,
asomó en la segunda mitad del XVIII y se demuestra en el Paseo de Aguas, la Plaza de Acho, el Palacio de Torre Tagle, la
Alameda de los Descalzos y la Quinta de Presa en Lima. Finalmente, en primeros años del XIX apareció el neoclásico. Las
torres del campanario y el altar mayor de la Catedral de Lima y el Cementerio General de Lima, ambos del presbítero Matías
Maestro, son los ejemplos más sobresalientes.

 Escultura

La escultura se desarrolló básicamente en la talla de madera para decorar los templos: altares, púlpitos y sillerías de coro.
Caso aparte fue la proliferación de retablos o altares portátiles. En Huamanga destacó la escultura en piedra de alabastro y
en Arequipa las obras en piedra volcánica (sillar). Los escultores más célebres fueron el mestizo Baltasar Gavilán, autor de La
Muerte, y el español Pedro Noguera, quien talló la sillería del coro de la Catedral de Lima.

 Literatura

La literatura, fiel imitadora de los estilos europeos, tuvo al erudito Pedro Peralta y Barnuevo, Juan Espinoza Medrano y Juan
del Valle y Caviedes sus máximos exponentes. En música destacó la ópera “La púrpura de la rosa”, obra del maestro Tomás
Torrejón de Velasco. El teatro tuvo especial importancia en la representación de autos sacramentales, obras de fondo
religioso y moralizador.

XI. LA VIDA SOCIAL

La sociedad virreinal estuvo dividida teóricamente en dos repúblicas paralelas y complementarias: españoles e indios debían
estar separados con sus propias leyes, autoridades, derechos y obligaciones. La división era también especial: los españoles
debían vivir en ciudades y los indios en sus pueblos. Pero esta división, fue desvaneciéndose poco a poco con la aparición de
los mestizos y de otras mezclas raciales (castas).

En este orden jerárquico estaban, a la cabeza, los españoles. Ellos podían ser peninsulares (“chapetones”) o sus
descendientes nacidos en América, los criollos. En este grupo estaban los nobles, la alta burocracia, los hacendados, los
mineros, los curas, los intelectuales y los grandes comerciantes. Eran la élite de la sociedad virreinal y vivían en las ciudades.

La “república de indios” quedó dividida en los indios nobles (descendientes de la nobleza inca y los curacas) y los indios del
común. Eran los intermediarios entre el mundo español y el andino.

En un nivel intermedio quedaron las castas, producto de la mezcla de españoles, indios y negros. En esta mixtura racial
estaban los mestizos (hijos de español e indio), zambos (cruce del negro con el indio) y mulatos (surgido del español y del
negro).

Según la ideología virreinal los negros no debieron ser considerados dentro del orden social pues era vistos como objetos o
mercancías. Sin embargo, la sociedad supo desarrollar una gran sensibilidad hacia ellos y mucha gente los consideró
perfectamente humanos, aunque nacidos para servir.

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