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Microrrelatos – Selección de Cátedra- Producción de textos B 2015

Fic

a- Sobre dinosaurios

“El dinosaurio”, de Augusto Monterroso

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

“El corrector” de Jaime Muñoz Vargas en: Monterrosaurio, inédito

Cuando enmendó, la herrata todavía estaba allí.

“El descarado” de Jaime Muñoz Vargas en: Monterrosaurio, inédito

Cuando plagió, el copyright todavía estaba allí.

“La culta dama” de José De La Colina en: Lauro Zavala, Minificción mexicana

Le pregunté a la culta dama si conocía el cuento de Augusto Monterroso titulado


“El dinosaurio”.
—Ah, es una delicia —me respondió—, ya estoy leyéndolo.

“Cien” de José María Merino en: Raúl Brasca, Dos veces bueno 3

Al despertar, Augusto Monterroso se había convertido en un dinosaurio. “Te noto


mala cara”, le dijo Gregorio Samsa, que también estaba en la cocina.

“Otro dinosaurio” de Eduardo Berti en: David Lagmanovich, La otra mirada

Cuando el dinosaurio despertó, los dioses todavía estaban allí, inventando a la


carrera el resto del mundo.

“El dinosaurio” de Pablo Urbanyi en: Lauro Zavala, Relatos vertiginosos

Cuando despertó, suspiró aliviado: el dinosaurio ya no estaba allí.

“Los dinosurios” de Charly García

Los amigos del barrio pueden desaparecer,


los cantores de radio pueden desaparecer.
Los que están en los diarios pueden desaparecer,
la persona que amas puede desaparecer.
Los que están en el aire
pueden desaparecer en el aire.
Los que están en la calle
pueden desaparecer en la calle.

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Fic

Los amigos del barrio pueden desaparecer,


pero los dinosaurios van a desaparecer.

No estoy tranquilo, mi amor,


hoy es sábado a la noche un amigo está en cana.
Oh, mi amor, desaparece el mundo.

Si los pesados, mi amor,


llevan todo ese montón
de equipaje en la mano.
Oh, mi amor, yo quiero estar liviano.
Cuando el mundo tira para abajo
es mejor no estar atado a nada,
imaginen a los dinosaurios
en la cama.

b- De todo un poco

Fábula del unicornio. Wilfredo Machado

Cuando Noé vio el cuerno que sobresalía de la espesa crin en la frente, no dudó
ni un instante sobre la identidad del animal que pedía humildemente ser
aceptado en el Arca ante la inminencia del Diluvio.
Jamás había visto a un unicornio, pero los libros antiguos lo describían como un
animal más bien pequeño, semejante a una cabra y de carácter huidizo; con un
largo cuerno rematado en una afilada punta, parecido a ciertas especies de
caracol no muy abundantes en estos días.
Cuenta la tradición que, finalizado el Diluvio y agotados los pájaros por el ir y
venir a través de la tormenta y de la noche, Noé envió al Unicornio a comprobar
si había bajado el nivel de las aguas. El unicornio se arrojó a la oscuridad y al
tocar el líquido comenzó a hundirse. Ante la cercanía de la muerte rogó a un Dios
por su vida. Éste lo transformó en un narval, dejándolo conservar sólo el cuerno
como memoria de un pasado que desaparecía en el océano del tiempo.
En las noches claras, cuando el viento rompe el crepúsculo del agua en ondas
oscuras, añora galopar bajo el vientre de una doncella desnuda con la luna como
una pecera de fondo.
A veces atraviesa a algunos bañistas con su afilado cuerno buscando a Noé desde
tiempos remotos.

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Fic

Ana María Shua.


Doncella y Unicornio I

Hay quienes suponen agotado el tema del unicornio y la doncella por extinción de
ambas especies. Sin embargo el diario de hoy publica la fotografía de un caballo
con un manchón sanguinolento sobre la frente. El animal asegura haber sido,
hasta pocas horas antes de la toma, una auténtica doncella.

Doncella y Unicornio II

El cuerno del unicornio impone bromas obvias y groseras. Este animal, que se
caracteriza por su infinita delicadeza, prefiere mantenerlo retraído,
confundiéndose con un caballo cualquiera. Así, al precio de la servidumbre, ha
logrado evitar la extinción y prolongar su estirpe, llegando incluso, a
reproducirse en forma inmoderada y excesiva, invadiendo, a causa de su
lubricidad, a otras especies, en las que ha dejado, contrariando teorías
científicas, su inconfundible huella genética: una constante añoranza de las
doncellas y esta maldita cosa en la mitad de la frente que ya no sé cómo cuernos
disimular.

Doncella y Unicornio III

Nunca se supo lo que pretendían los unicornios al prosternarse ante las doncellas,
y esta duda ha llevado a numerosos y desagradables equívocos. En cambio, está
perfectamente establecido lo que buscaban las doncellas: el reconocimiento
público de una cualidad que sólo así podrían probar ante testigos sin riesgo de
perderla en la misma prueba.

Doncella y Unicornio IV

Dícese que las hijas de los efrits, y entre ellas la incomparable Pari-Banu,
renuevan su doncellez después de cada encuentro amoroso, para éxtasis y
confusión de los probos unicornios.

Doncella y Unicornio V

Es falso que los unicornios acostumbren formar manadas. Tampoco lo hacen las
doncellas. Es falso que se reúnan en los pocos aquelarres en los que doncellas
desnudas cabalgarían unicornios. Ni las doncellas tienen interés en cabalgar ni a
los unicornios les gusta ser montados. Lo contrario, en cambio, a veces es
posible. Sobre todo considerando que, si bien los unicornios no tienen
inconvenientes en conservar su condición indefinidamente, ninguna anciana
doncella se jactaría de haber conservado tan largamente su honra.

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Unicornio- Enrique Anderson Imbert

Se le vino encima. Tenía dos cuernos. La embestida era de toro, el cuerpo no.
- Te conozco- dijo riéndose la muchacha-. ¿Crees que voy a cometer la
tontería de cogerte por los cuernos? uno de tus cuernos es postizo. Eres
una metáfora.
Entonces el Unicornio, al verse reconocido, se arrodilló ante la muchacha.

Polimorfismo. Raúl Brasca

Sentado en la rama del árbol vecino, el chico miraba con codicia la manzana más
madura. Tendió la mano para arrancarla y en el mismo momento recordó el
pecado original que acababan de enseñarle en catecismo. Retiró la mano
indeciso y buscó la serpiente enroscada en el tronco. No estaba. Son puras
mentiras, se dijo y, como tantas otras veces, arrancó la manzana, la lustró
frotándola contra la camisa y la mordió. Mientras masticaba, miró distraídamente
la fruta mordida. Se paralizó. Escupió espantado lo que tenía en la boca y arrojó
lejos el trozo que le quedaba. Había visto un pequeño gusano que emergía de la
pulpa. Con el diablo nunca se sabe, pensó.

Génesis. Marco Denevi

Con la última guerra atómica, la humanidad y la civilización desaparecieron.


Toda la tierra fue como un desierto calcinado. En cierta región de Oriente
sobrevivió un niño, hijo del piloto de una nave espacial. El niño se alimentaba de
hierbas y dormía en una caverna. Durante mucho tiempo, aturdido por el horror
del desastre, sólo sabía llorar y clamar por su padre. Después sus recuerdos se
oscurecieron, se disgregaron, se volvieron arbitrarios y cambiantes como un
sueño, su horror se transformó en un vago miedo. A ratos recordaba la figura de
su padre, que le sonreía o lo amonestaba, o ascendía a su nave espacial,
envuelta en fuego y en ruido, y se perdía entre las nubes. Entonces, loco de
soledad, caía de rodillas y le rogaba que volviese. Entretanto la tierra se cubrió
nuevamente de vegetación; las plantas se cargaron de flores; los árboles, de
frutos. El niño, convertido en un muchacho, comenzó a explorar el país. Un día,
vio un ave. Otro día vio un lobo. Otro día, inesperadamente, se halló frente a
una joven de su edad que, lo mismo que él, había sobrevivido a los estragos de la
guerra atómica.

- ¿Cómo te llamas? -le preguntó.


- Eva, -contestó la joven - ¿Y tú?
- Adán.

Génesis. Oesterheld, Héctor Germán.

Y el hombre creo a Dios, a su imagen y semejanza.

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Fic

Y hubo amor, y placer, y virtud en el mundo.


Y los días fueron largos, demasiado largos.
Entonces el hombre creo al Demonio, a su imagen y semejanza.
Y hubo así amor y odio en el mundo, placer y dolor, virtud y pecado.
Y los días fueron cortos, muy cortos.
Y fue bueno vivir.

Ana María Shua.


Cenicienta I

A las doce en punto pierde en la escalinata del palacio su zapatito de cristal.


Pasa la noche en inquieta duermevela y retoma por la mañana sus fatigosos
quehaceres mientras espera a los enviados reales. (Príncipe fetichista, espera
vana.)

Cenicienta II

Desde la buena fortuna de aquella Cenicienta, después de cada fiesta, la


servidumbre se agota en las escalinatas barriendo una atroz cantidad de calzado
femenino, y ni siquiera dos del mismo par para poder aprovecharlos.

Cenicienta III

Advertidas por sus lecturas, las hermanastras de Cenicienta, logran modificar,


mediante costosas intervenciones, el tamaño de sus pies, mucho antes de asistir
al famoso baile. Habiendo tres mujeres a las que calza perfectamente el zapatito
de cristal, el príncipe opta por desposar a la que le ofrece más dote. La nueva
princesa contrata escribas que consignan la historia de acuerdo con su dictado.

Cenicienta IV

El problema se genera en esa identificación que hace la joven esposa entre su


marido y la figura dominante en su infancia y adolescencia. Nada fuera de lo
común en esta dupla que terminan por conformar esposo y madre,
confundiéndose en una sola entidad exigente, amenazante, superyoica (en este
caso príncipe-madrastra), en la frágil psiquis de Cenicienta.

Pequeños cuerpos. Triunfo Arciniegas

Los niños entraron a la casa y destrozaron las jaulas. La mujer encontró los
cuerpos muertos y enloqueció. Los pájaros no regresaron.

El amor ideal. Poli Délano

Después de largos años de paciente y afanosa búsqueda, J. dio por fin con esa
novia, esa mujer única a la que un hombre jamás debe dejar pasar.

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Ella tenía los colmillos largos y agudos; él tenía la carne blanda y suave: estaban
hechos el uno para el otro.

El retorno de Drácula. Nicolás Suescún

Es cierto. Se fue y dejó de venir durante muchos años. Los niños crecieron. Mire
lo grandes que están: ya todos tienen gafas y van a la universidad.
Ellos no lo reconocieron. Pero entre él y yo las cosas pasaron como si no hubiera
ido nunca. El mismo día que volvió nos dimos cuenta. No había cambiado nada. A
los minutos estábamos donde habíamos empezado, cuando nos casamos hace ya
tiempo.
El me dijo que no quería sangre para la comida. Yo le dije que no había nada
más.

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