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DOCTRINA

ETNOCACERISTA – ETNONACIONALISTA

ANTAURO HUMALA TASSO.

Algo que los compatriotas “de izquierda” (caviar, chanfainita u otra) debieran aprovechar para
ubicarse

Ahora en que es elemental rescatar la wifala etno(nacionalista), se hace necesario –también-


precisar nuestra posición ideológica. Para tal efecto presentamos el prólogo del libro
“etnonacionalismo, izquierda, globalidad”, del My. Antauro.

Según el marxismo eurocentrista, la lucha de clases constituye “el motor de la historia”. Sin
embargo, -agrega el etnonacionalismo redentor- en los países de cultura milenaria y de gran
calibre demográfico “nativo”, el motor de la historia es binario”: Factor Etnocultural (FEC)
+,Factor Clasista (FC), y en donde el orden de los factores “sí altera el producto”. Vale decir, en
el caso andinoamericano: prirnero Manko Qápac y después, si hay “después”, Marx, Lenin, Mao
o cualquier otro personaje.

Por consiguiente, la manera coherente de ser socialista en un país globocolonizado,


acomplejado y “de color” -como el nuestro- arranca por ser etnonacionalista (y la manera
ejecutiva de ser etnonacionalista culmina por ser etnocacerista)… A menos que se pretenda
pertenecer a la “izquierda colonizada”, vale decir, propia del sistema criollo. Por supuesto que
para involucrarse en el etnonacionalismo se requiere ante todo definir la IDENTIDAD, pues, sin
ella no hay Proyecto Nacional posible, más aún tratándose de una cultura milenaria como la
nuestra. Abarcamos entonces el aspecto étnico que conjuga cultura y raza. ¡Raza!… el tabú del
marxismo. Y cuando de identidades se trata, los pueblos globocolonizados pero en pos de
autoliberación deben reconocer necesariamente su estirpe ancestral “in situ”. O sea en nuestro
caso andinoamericano vinculada a la tierra natal: La “matria” o Pachamama y su prolongación
humana -la estirpe cobriza- que a su vez refiere la torrentera sanguínea principal del
mestizamiento habido.

Nuestra ecuación social (FEC + FC) resulta, así, más compleja que en otros lares en donde el
genocidio arrasó con la etnia originaria vía la aplicación de la “solución final” al respectivo
“problema aborigen”, simplificando la ecuación en un solo y único FC “a secas”, vale decir, “sin
problema”, ya sea del indio, del negro o del amarillo.

En sociedades con mayoría demográfica nativa, como la India, Egipto, China, México, Irak… y un
Perú (Bolivia y Ecuador) en donde la cholada de “todas las sangres” mantiene como raíz
etnocultural lo (pre)inkaico, independientemente a la crisis de identidad generada en la
planificada destrucción de la memoria popular, la tarea histórica consiste -previa superación de
esa amnesia- en transformar a una Colonia de humanoides en Nación de ciudadanos; sólo
entonces dirimiremos si nos corresponde un socialismo en quechua, un capitalismo en aymara
o una combinación de ambos, siempre a nuestra imagen y semejanza.

Todo esto es indescifrable para los sectores criollos, generacionalmente alérgicos a toda
originalidad, incluyendo a sus exponentes izquierdistas… Estos últimos, imposibilitados
doctrinalmente de distinguir la lógica del “orden de los factores”, en el sentido de no percatarse
que pretender el socialismo en una (neo)colonia, sin antes (r)evolucionarla en nación soberana,
resulta tan absurdo como querer sacarse las medias sin antes sacarse los zapatos. “Absurdo”
que se mantendrá en tanto los conceptos de “etnia” y “nacionalismo (de ADN)” sigan siendo
aislados entre sí y soterrados como herejías “reaccionarias” o “fascistoides”.

Pero la “herejía etnonacionalista” no sólo se manifiesta en términos de liberación político-


culturales, sino también en términos ecológico-filosóficos, ya que además de reivindicar la
potencialidad de una (sub)humanidad cobriza aún no repuesta del mayor holocausto sufrido por
la especie (como fue la “Destrucción de las Indias”), reactualiza -el etnonacionalismo- la
concepción conservacionista de las culturas originarias del continente americano, inmersas en
el culto a la Pachamama, muy bien expresadas por aquel jefe indio “Seattle” en 1855 (“…somos
parte de la tierra y ella es parte de nosotros.. el hombre no tejió la trama de la vida, él es solo
un hilo; lo que hace con la trama se lo hace a si mismo…”), lo cual implica la impugnación -en
este s. XXI- de una globoneoliberalización cuyo irrefanable afán de lucro, acumulación capitalista
y subsecuente apropiación de la plus valía laboral del mundo “de color” subdesarrollado, tiene
como consecuencia no solamente la erosión biológica-cultural de las poblaciones no blancas,
sino -más grave aún- la inexorable contaminación y destrucción del medio ambiente planetario.

El etnonacionalismo implica, por consiguiente, la reivindicación de los pueblos originarios


repotenciándoles política y filosóficamente el espíritu de “lucha por la existencia”, que mucho
más allá de la simple “lucha de clases” propugna que salgamos airosos del proceso global de
selección natural y cultural en el que desde hace cinco siglos venimos resultando perdedores
históricos. Hablamos, pues, de una ecología de categoría suprema, en la medida que propugna
preservar el futuro no del ornitorrinco o del oso panda, sino de un segmento de la especie
humana: las etnias cobrizas, hoy en día en proceso de desintegración cultural y/o extinción racial
(déficit proteínico, esterilización solapada o “simplemente” genocidio). Nos ubicamos, así, en un
escenario global en el que los cuatro principales exponentes raciales (blanco, amarillo, negro y
cobrizo) de la especie se van simplificando en una “super-humanidad” de base étnica blanco-
occidental versus otra “subhumanidad” de base étnica “de color” no blanco: mundo
desarrollado versus mundo subdesarrollado. O sea, super-hombres y humanoides: los primeros
miden 20 cm más que los segundos, pesan 30 kg más, viven 40 años más y ganan 50 veces más.
Calidad versus cantidad. Pues bien, nuestro etnonacionalismo busca regenerar esa cantidad en
calidad. Por eso es subversivo… empezando por la impugnación del modelo económico-cultural
impuesto desde el extranjero. Vale decir, la regeneración de una seudo corriente humanista
que, en esta vez, ernancipada de todo eurocentrismo alienador, se mostrará francamente
conciliadora e integradora y, por ende, propugnadora de la equidad histórica, puesto que a
diferencia de aquel falso “humanismo de apartheid” surgido en la Europa del. siglo XV,
involucrará a la especie humana en conjunto. Recuérdese que el “Despoblamiento de las Indias”
fue el primer efecto de aquel “humanismo europeo” en su aplicación a Abya Yala (América),
incluyendo un (neo)Tawantinsuyo cuyo resurgir e insurgir viene a ser el objetivo geopolítico de
nuestro etnonacionalismo.

Un etnonacionalismo reivindicador que, paralelamente al Renacimiento científico-cultural que


necesariamente involucrará, ha de propugnar la reunificación dé las actuales poblaciones de
estirpe cobriza, demográficamente hegemónicas pero político-culturalmente subyugadas en las
actuales territoriedades estatales criollas denominadas “Perú”, “Bolivia” y “Ecuador”, cuyas
absurdas fronteras indefectiblemente habrán de ser suprimidas. Se perfila, de esa manera,
nuestro etnonacionalismo como propugnador de una insurgente “Internacional Inkaica” que
muy bien armonizará -en medio de la ineludible conflagración ante el globoneoliberalismo- con
el sueño bolivariano de una Latinoamérica unida, claro está, en los Andes bajo milenaria base
quechuaymara.

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