Está en la página 1de 61

El PSOE: “Iglesias no sabe ni dónde está

ni qué papel le corresponde”


Los socialistas muestran "perplejidad y preocupación"
ante las actitudes de Podemos
Anabel Díez

Todavía PSOE y Podemos no han entrado a negociar o a dialogar sobre contenidos, pero
las cuestiones formales y de procedimiento les alejan cada vez más. El PSOE asiste
"con perplejidad, preocupación y decepción a la comparecencia del señor [Pablo]
Iglesias", ha dicho este lunes el portavoz parlamentario del PSOE y del equipo
negociador de los socialistas, Antonio Hernando, ante el formato que ha propuesto
Podemos en un documento que define las funciones que debería asumir Iglesias como
vicepresidente. "Una vez más, el señor Iglesias demuestra que no sabe ni dónde está ni
qué papel le corresponde".

El político socialista ha recordado que le pertenece a Pedro Sánchez, por encargo


constitucional del jefe del Estado, liderar la negociación para tratar de formar una
mayoría, y no a él. "Por eso emplazamos al señor Iglesias que abandone el papel que no
le corresponde y es la hora de que aproveche la oportunidad si es que de verdad quiere
sumarse al cambio y apoyar un Gobierno reformista de progreso".

Una vez señaladas las reglas del juego, Hernando ha asegurado que el equipo
negociador del PSOE está dispuesto a empezar el diálogo sobre contenidos de manera
inmediata con quien designe Pablo Iglesias o con él mismo. "Lo que pensamos del
documento de Podemos se lo diremos a Podemos tan pronto como nos reunamos con
ellos; mientras tanto, seguiremos trabajando con todos aquellos grupos que quieren un
cambio".

Con esta respuesta, Hernando ha zanjado la posibilidad de que valore el contenido de la


propuesta de Podemos. No obstante, en la dirección socialista se remacha que nunca
aceptará negociar un referéndum para Cataluña. De todo lo demás se puede hablar, pero
otra posible discrepancia, si es que se sientan a dialogar, está en el afán de Podemos de
hablar del reparto de carteras en un eventual Gobierno de coalición con el PSOE e
Izquierda Unida.

Consulta, el 27 de febrero

Aunque la investidura se celebrará el 2 de marzo, el PSOE querría que hubiera un


acuerdo con otras fuerzas políticas entre esta y la próxima semana, ya que el contenido
lo tiene que someter a la consulta de sus militantes y antes lo tendrá que aprobar una
ejecutiva. Aún sin decidir, pero lo probable es que ese referéndum entre los 190.000
militantes del PSOE se celebre el próximo 27 de febrero. Después, el 28 o el 29, un
comité federal lo tendrá que refrendar, o rechazar, ya que es el órgano que tiene la
última palabra.
Coqueteando con otra Gran Recesión
Los órganos de gobernanza miran hacia otro lado y
practican un asombroso ‘laissez faire’
Joaquín Estefanía
15 FEB 2016 - 00:01 CET

La economía mundial reduce su ritmo de crecimiento de forma acelerada, acuciada por


el parón en seco de los países emergentes. Mientras tanto, los pocos organismos
globales de gobernanza miran para otro lado y practican una especie de asombroso
laissez faire. Con su inacción dan la sensación de no estar suficientemente preocupados
por lo que está sucediendo y por lo que están inquietos los ciudadanos y los mercados.
Coquetean de forma insensata con la posibilidad de otra Gran Recesión: o porque se
aviven los rescoldos de la que comenzó en el verano de 2007, o porque aparezca otra
nueva que lleva en su seno distintas burbujas de activos y, sobre todo, una burbuja de la
deuda. El endeudamiento público y privado a nivel mundial está cerca del 300% del PIB
global.

En 2007 la crisis se activó, en primer lugar, a través del mercado hipotecario; luego pasó
a la banca, de la que inicialmente se dijo que tenía problemas de liquidez cuando eran
de solvencia. Ahora los problemas se han contagiado a través de las bolsas de valores y,
dentro de ellas, del sector financiero. Los inversores no apuestan por los bancos. Se está
sustituyendo el momento Lehman Brothers (problemas inmediatos de solvencia de uno
de los principales bancos de inversión de Wall Street) por el momento Deutsche Bank,
que afecta al primer banco germano y a una buena parte de las entidades financieras
italianas. Sus dificultades son más de falta de rentabilidad (bajos tipos de interés durante
mucho tiempo) que de solvencia, aumento de la morosidad, sospechas de problemas en
el impago de sus seguros (CDS), y necesidad de mayores porcentajes de capital para
coyunturas como la actual, de “estancamiento secular”.

Desde que comenzó la actual etapa de globalización, a principios de la década de los


noventa del siglo pasado, todos los analistas han denunciado su deformidad (movilidad
absoluta de los capitales, relativa del resto de las mercancías y limitaciones crecientes a
los movimientos de personas, como se manifiesta con la actual crisis de los refugiados
en Europa) y su ausencia de gobernación. Las instituciones de Bretton Woods no fueron
dotadas para este marco de referencia global. En 2009 se concibió oficialmente al G20
(los siete países más ricos del mundo, más Rusia, más 11 de las economías emergentes,
más la UE como club regional) como el foro permanente de discusión económica
mundial. Su balance, desde entonces, es más bien escuálido. ¿Dónde está el G20 estos
días de tribulación? A finales de 2008, en plena vigencia del momento Lehman
Brothers, los dirigentes del G20 se reunieron en Washington e hicieron un comunicado
solemne: “Nosotros, los líderes del Grupo de los 20 hemos celebrado una reunión inicial
(...) entre serios desafíos para la economía y los mercados financieros mundiales.
Estamos decididos a aumentar nuestra colaboración y trabajar juntos para reestablecer el
crecimiento global y alcanzar las reformas necesarias en los sistemas financieros
globales”.
Desde entonces, las diferencias de política económica entre unas partes del mundo y
otras han sido notables. En lo único que han coincidido, aunque a muy diferentes
ritmos, es en activar políticas monetarias expansivas (creación de dinero y tipos de
interés bajos) a través de los bancos centrales. No ha sido suficiente y las tasas medias
de crecimiento mundial siguen siendo inferiores a las de 2007 y los años anteriores. Hay
una coincidencia casi generalizada en la necesidad de activar las políticas fiscales y las
reformas adecuadas a este momento para que la economía mundial se mueva de una vez
y vuelva a una cierta normalidad (que nunca será la misma de antes). Pero ello forma
parte de la agenda de la política, no de los banqueros centrales. Si no se hace, lo que a
principios del año actual parece malo, puede devenir en peor.

Más allá de dinosaurios y camaleones


Este es el primero de una serie de artículos en los que
diversos intelectuales toman el pulso a la sociedad
española en una etapa de transformación e
incertidumbre
Adela Cortina
15 FEB 2016 - 00:00 CET

A pesar de que Ortega y Gasset dijera en alguna ocasión que no sabemos lo que nos
pasa, y eso es precisamente lo que nos pasa, los españoles sí que sabemos lo que nos
pasa, al menos en parte. Por ejemplo, hemos transitado en cuatro décadas de tener al
dinosaurio como animal emblemático a tener al camaleón. Así, sin paliativos, como si
no hubiera en la fauna otras figuras bastante más apropiadas para una sociedad
democrática, como sería el caso de una ciudadanía madura y responsable, integrada en
instituciones justas.

Como es sabido, en ese género literario que es la emblemática, y también en las fábulas,
se utilizan con frecuencia figuras de animales para transmitir un mensaje moral. Los
animales representan virtudes o vicios, como es el caso del zorro, que simboliza la
astucia, el león, el valor y la nobleza, el águila, la amplitud de miras, o la cigarra, la
pereza.

Así las cosas, hace algunas décadas, la persona de convicciones profundas, dispuesta a
defenderlas a capa y espada, y a no cambiarlas ni matizarlas por ningún concepto era el
modelo a imitar, al menos en la educación oficial, tanto formal como informal. Como
los dinosaurios de cuerpo acartonado que se hicieron famosos más tarde gracias a las
películas de Spielberg. Sin embargo, los dinosaurios no pueden resistir los cambios,
parecen invencibles, pero perecen en cuanto es necesario adaptarse a un nuevo entorno.
Sobrevivir, y sobrevivir bien requiere flexibilidad, no digamos ya en el caso de las
personas y de las sociedades. Esta lección es la que fuimos aprendiendo en esa escuela
que fue la Transición ética y política, una Transición que hubiera sido imposible sin
incorporar el hábito democrático de intentar buscar acuerdos dentro de los límites de lo
justo y razonable.
La corrupción es un cuerpo extraño en la vida pública y debe ser eliminada sin
paliativos

Pero, por desgracia, poco a poco a lo largo de estos 40 años ha ido ganando terreno el
camaleón como modelo a imitar, acompañado de la leyenda que le corresponde
tradicionalmente: “Yo me adapto”. Pero no solo eso, que sería muy razonable para
poder sobrevivir, sino: “Yo me adapto a lo que haga falta con tal de prosperar
grupalmente y sobre todo individualmente”. Aunque para lograrlo sea necesario
abandonar todas las convicciones racionales y borrar de un plumazo las señas de
identidad que impidan pactar con cualquier cosa.

Recordando a Nietzsche se dice entonces que las convicciones son prisiones, y se añade
por cuenta propia que no interesa forjarse convicciones, sin solo construir convenciones.
La ingeniosa frase de Groucho Marx “estos son mis principios, y, si no les gustan, tengo
otros” se convierte en imperativo de actuación para la vida política y para el conjunto de
la vida social. Los consejos de Maquiavelo al príncipe para que intente engrandecer la
patria se manipulan hasta convertirse en recetas caseras para triunfar en política en
provecho propio.

Ciertamente, la falta de flexibilidad es letal, para quien la practica y sobre todo para
quienes dependen de él, en más o en menos. Pero el vacío de convicciones es
igualmente letal para quien carece de ellas y sobre todo para los que de algún modo
están en sus manos. Y eso es precisamente, al menos en parte, lo que nos pasa; con
malas consecuencias para el conjunto de la sociedad y para los más vulnerables en
particular.

Como en las cosas humanas, una vez tomado el pulso al momento presente, lo
importante es idear qué queremos que nos pase y poner los medios para encarnarlo en la
realidad, es urgente encerrar a los dinosaurios y a los camaleones en las páginas de la
historia de la emblemática pasada, y optar por un nuevo emblema, el de una ciudadanía
madura, capaz de labrar un buen futuro.

El vacío de convicciones es letal para quien carece de ellas y para los que están en sus
manos

Ciudadanos hay de dos tipos al menos, los que optan por ingresar en partidos políticos y
asumir con ello una especial responsabilidad por la cosa pública, y esa gran mayoría que
conforma la sociedad civil y que es sin duda corresponsable. Aunque siempre conviene
recordar que a mayor poder, mayor responsabilidad. ¿Qué podemos esperar de unos y
otros?

En lo que hace a los primeros, cabe esperar de ellos, como mínimo, que tomen en serio
el Estado de derecho, cumpliendo escrupulosamente la legalidad. No es de recibo
corromper la actividad política concediendo contratos de favor a cambio de un impuesto
partidario, generando esa gangrena que recorre nuestra sociedad. La corrupción es un
cuerpo extraño en una vida pública sana y debe ser eliminada sin paliativos. Pero
tampoco es lícito eludir las leyes, por ejemplo, proponiendo referendos
inconstitucionales; una actuación que deslegitima cualquier pretensión de que la
ciudadanía cumpla las leyes. Por otra parte, los partidos deben exhibir sus señas de
identidad, aclarar de forma transparente con quiénes están dispuestos a pactar y cuáles
son los contenidos de los pactos, que deben estar en coherencia con el propio programa.
Actuar de otro modo es caer en el oscurantismo, practicar un fraude inadmisible, que
provoca desafección, porque convierte al voto en blanco y a la abstención en las
opciones más razonables. Votar sin saber qué se está eligiendo es en realidad entregar un
cheque en blanco, y ningún elector tiene por qué hacerlo.

La otra cara de la moneda, la ciudadanía madura en la sociedad civil, no es la


ciudadanía pasiva, que deja en manos ajenas el curso de la vida pública, pero tampoco
esa ciudadanía febrilmente participativa, como la ardilla de Tomás de Iriarte, que se
menea, se pasea, sube y baja, no se está quieta jamás, sin lograr con todo ello cosa de
alguna utilidad común. Como bien dice Benjamin Barber, también en los regímenes
totalitarios la ciudadanía es activa y participativa. Por eso lo que importa es que sea
lúcida y responsable, que no se deje manipular emocionalmente ni tampoco con
argumentos sofísticos, que le importe el bien común, y no solo el particular. Que sea,
desde esa madurez, participativa.

Más allá de los dinosaurios y los camaleones, la ciudadanía madura toma lo mejor del
liberalismo y del socialismo. Se compromete con las exigencias del Estado social de
derecho en que vivimos, creando cohesión social y amistad cívica; abre las puertas a los
refugiados políticos y a los inmigrantes pobres, actuando a la vez en los lugares de
origen; apuesta por reforzar la Unión Europea, consciente de que no hay que
abandonarla porque esté en crisis, sino trabajar activamente por construirla mejor;
practica el cosmopolitismo arraigado de quien se compromete con lo local y sabe cuál
es su lugar en el mundo.

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de


Valencia.

El Pato Donald para presidente


El problema no es Trump sino quienes creen que es la
persona indicada para la presidencia
John Carlin
15 FEB 2016 - 10:44 CET

"La popularidad no debería ser la medida a la hora de elegir políticos. Si fuera así el
Pato Donald estaría en el senado".Orson Wells.

“Nunca nadie perdió dinero subestimando la inteligencia del público estadounidense”.


Nunca ha sonado la famosa frase del periodista H.L. Mencken, escrita hace 90 años, con
más contundencia que hoy. Nunca nadie ha encarnado el concepto de manera más
verosímil que el multimillonario Donald Trump y los millones que se proponen votar
por él. La victoria arrasadora de Trump en las primarias del Estado de New Hampshire
la semana pasada nos presenta con la clara posibilidad de que acabe siendo el candidato
del partido republicano en las elecciones presidenciales de noviembre. Tomando como
base el total de ciudadanos que acudieron a las urnas en las últimas elecciones de
Estados Unidos (129 millones de un posible total de 235 millones), podemos
razonablemente deducir que, aunque perdiese Trump contra el candidato (o la
candidata) demócrata, unas 60 millones de personas adultas votarían a favor de Trump.

Lo cual nos permite afirmar que por más eficaces que sean en sus trabajos, por más
decentes que sean en sus vidas personales, por más amables que sean en el trato a los
niños y a los animales de compañía, como animales políticos una enorme proporción de
los habitantes de la antigua democracia más rica y poderosa del mundo ocupa un
eslabón evolutivo ligeramente por encima del de las vacas.

El problema aquí no es Trump. Él está perfectamente en su derecho de ser un vulgar,


cínico y narcisista megalómano, cualidades que compartirá con otros seres que se han
enriquecido como él con la compra y venta de propiedades inmobiliarias. El problema
son los seres que creen que es la persona indicada para asumir el cargo político y militar
más influyente del planeta en una época de alarmante incertidumbre económica y
creciente inseguridad global.

El análisis satírico que ha hecho el conocido autor P. J. O’Rourke es que sus


compatriotas le están gastando una broma al resto del mundo. “Muchos republicanos”,
escribe O’Rourke, que, por cierto, es muy de derechas, “dicen que dan su apoyo a un
personaje de historieta… al Pato Donald”. El análisis sesudo más habitual, hecho por
ejemplo por el reputado analista electoral republicano Frank Luntz, es que la
espectacular irrupción de Trump en el panorama electoral estadounidense es que se trata
de una revuelta contra la élite, de una frustración masiva con los que mandan en
Washington, con los medios, con la gran banca, con las multinacionales, con la tiranía
de la corrección política.

Lo tremendo es que Luntz se acerca más a la verdad que O’Rourke, que grandes
manadas de votantes se han convencido de que Trump, que vuela a sus mítines
electorales en avión privado, es el látigo de la élite. La noción implícita, claro, es que el
día que él sea presidente todos pertenecerán a la élite. Un espécimen trumpista, una
devota de unos 40 años con gafas cuyas dos lentes pintaban el nombre de su héroe,
decía el otro día en la CNN que su candidato favorito representaba para ella “la
esperanza”.

Es decir, que la noción que esta dama y sus correligionarios tienen de la esperanza está
representada en un personaje que insulta a las mujeres sistemáticamente, llamándolas en
público “cerdas, perras, guarras” o peor, y en el caso de una presentadora de televisión
que le hizo una pregunta difícil durante un debate, proponiendo que debía estar en el
medio de su ciclo menstrual. “La sangre le sale por los ojos”, Trump declaró.

Quizá el precio de tener a una caricatura de machista en la Casa Blanca se vea


compensada por la ilusión de que Trump es el antídoto a todos los males de la tierra.
Trump no es tan tonto como los que votan por él. Recurriendo al manual de todos los
demagogos en todos los lugares y todos los tiempos, no solo se ha presentado como
antiélite sino que ha utilizado el viejo truco de asustar a la gente para después postularse
como el héroe protector que la va a salvar.

Los inmigrantes que proceden de América Latina son “violadores”, “narcotraficantes” o


“asesinos”: él construirá un muro para impedir su entrada. El terrorismo islámico
representa un peligro mortal: él prohibirá la entrada en las fronteras a los sirios, árabes y
musulmanes varios y restaurará la tortura como método de interrogación. De paso
bombardeará al ISIS hasta enviarlos a todos (mujeres y niños incluidos, se supone, pero,
¿qué se va a hacer?) “al infierno”.

Apelando a aquellas partes del cerebro que heredamos de los dinosaurios, el mensaje de
Trump cala. El área de materia gris encargada del razonamiento no entra en juego. Si
no, aquellos que aspiran a que Trump sea su máximo representante terrenal
reflexionarían que ya hay más de 50 millones de “hispanos” en Estados Unidos y o es
demasiado tarde para impedir las masacres que se avecinan, o quizá no representan un
problema tan serio como algunos creen. Si no, contemplarían la siguiente contradicción:
Trump está en contra de reducir el acceso de los ciudadanos a las armas de fuego en un
país donde acaban con las vidas de más de 30.000 personas al año, donde niños de cinco
años han matado a muchas más personas con las pistolas de sus padres que las que han
muerto como secuencia de atentados terroristas islamistas desde el 11-S (la cifra total es
48) en suelo estadounidense. Está estadísticamente demostrado que hay más posibilidad
hoy de morir en EE UU partido por un rayo que abatido por un terrorista.

Pese a la manifiesta imbecilidad de Trump, que por lo demás no ha visto ninguna


necesidad de ofrecer políticas económicas que sustenten sus magníficas promesas
(“empleo y prosperidad para todos”, etc.), no sólo es hoy el candidato preferido de los
votantes del partido de Abraham Lincoln, sino que las encuestas nacionales le sitúan
como favorito por encima de Hillary Clinton para ocupar la Casa Blanca. Mencken, que
escribió que la mayoría de sus compatriotas eran más manipulables que las ovejas, llegó
a concluir que la democracia era un sistema sobrevalorado. Si Trump llega a ser
presidente de Estados Unidos se confirmará que tenía razón.

Francisco honra al obispo ‘indio’


El Papa visita la tumba de Samuel Ruiz en Chiapas en
tributo a la Iglesia plural
Pablo de Llano
San Cristóbal de las Casas 15 FEB 2016 - 19:07 CET

Francisco cumple este lunes con su jornada de tributo e impulso al ala más plural de la
Iglesia mexicana. Su visita a la catedral de San Cristóbal de las Casas (Chiapas), donde
honrará la tumba del obispo indigenista Samuel Ruiz, supone una restitución histórica
del sector progresista del clero, laminado durante décadas por la conservadora jerarquía
local en mancuerna con el Vaticano, y un aldabonazo de sello papal a la reactivación de
la orientación pastoral sociopolítica.

El Papa, que por la tarde pasará por la capital de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, dará misa a
las diez en San Cristóbal en un campo de deportes y luego recorrerá la ciudad hasta la
casa episcopal, donde almorzará con ocho fieles indígenas y con los dos obispos de la
diócesis un pollo con champiñones y arroz blanco. Todo en el mismo plato, sin entradas,
por indicación del equipo de Francisco, aunque sí con un poco de dulce con queso de
postre. A continuación irá a la catedral y rendirá tributo a Ruiz, sepultado en el propio
templo. El sentido de justicia y diversidad de Jorge Mario Bergoglio se verá medido en
el exigente espejo de Ruiz, un obispo que entraba a la catedral con los zapatos llenos de
barro y usaba caleidoscópicas mitras y estolas de colores que le bordaban mujeres
indígenas.

La reivindicación de Ruiz es la reivindicación de la teología india, una rama indigenista


de la teología de la liberación, y, por continuidad, de la izquierda católica de América
Latina.

La reivindicación de Ruiz reivindica a su vez a la izquierda católica de América Latina

La de Samuel Ruiz (1924-2011) es la historia de una conversión. Cuando fue nombrado


con 34 años obispo de San Cristóbal, en 1960, era un prelado tradicional que en su
primera carta pastoral advirtió de los males del comunismo. Pero corriendo la década
(con los aires renovadores del Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín del
episcopado latinoamericano) y a medida que iba conociendo de primera mano el mundo
indígena, su marginación y su valía, fue virando a izquierda. En los setenta fue
asentando su proyecto hasta proclamar en 1979 el compromiso explícito de su diócesis
con la “opción por los pobres”, con el genuino añadido de fusionar la religión católica
con la cosmovisión indígena.

“Fue el apóstol de la inculturación”, dice Alejandro Solalinde, el sacerdote defensor de


los migrantes. Ruiz aprendió tzotzil, tzeltal, chol y tojolabal. Su capacidad para los
idiomas se ha hecho mítica. Este sábado, un sacristán de la catedral de San Cristóbal
aseguraba: “Yo lo vi hablar con un turista chino en chino mandarín”. Y también se ha
hecho mítica su empatía con los indígenas. “Yo lo vi llorando a solas al volver del
funeral de la matanza de Acteal”, decía el mismo sacristán aludiendo al ataque
paramilitar a una comunidad tzotzil. Capaz de predicar en tzotzil y en tojolabal, recorrió
a pie y a caballo toda trocha de lodo y puso a los indígenas al frente de su proyecto,
ordenando a 341 diáconos casados (un grado previo al sacerdocio), formando a 15.000
catequistas y enlazando lo católico con lo prehispánico, sentando las bases de la teología
india, “un modelo", explica el académico dominico Carlos Mendoza, "más simbólico
que discursivo, y que pone en diálogo el sentido de lo divino de los pueblos originarios
con la Biblia”. El obispo Ruiz se convirtió en Tatic (papá en tzoztil) Samuel.

En Chiapas el Papa tiene la ocasión de desplegar su artillería progresista

En pleno papado del tradicionalista Juan Pablo II, la Santa Sede reaccionó ante su
heterodoxia. A principios de los noventa el cancerbero del Pontífice polaco en México,
Girolamo Prigione, intentó sacarlo de Chiapas pero el obispo, con un respaldo popular
muy amplio, se resistió. Los ataques a Ruiz se exacerbaron con el levantamiento el 1 de
enero de 1994 del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Si bien Ruiz siempre
criticó la vía armada, sus enemigos llegaron a acusarlo de comprarle los fusiles a los
zapatistas con el dinero de la diócesis. A la postre fue un mediador clave en los diálogos
del paz con el Estado y llegó a ser nominado dos veces para el Premio Nobel de la Paz.

El testigo que recoge Francisco en la tumba de Ruiz no es el de la radicalidad ideológica


sino el de un enfoque social abierto a la incorporación de otros legados culturales. El
cura de etnia zapoteca Eliazar López cree que Bergoglio ha dado signos claros de poseer
esa voluntad integradora: “En su encíclica del año pasado Laudatio Si, hablando de la
Madre Tierra, estaba recogiendo precisamente el pensamiento ancestral de los indígenas
y convirtiéndolo en magisterio de la Iglesia”.

En Chiapas, el Estado más depauperado del país (1,6 de 4,7 millones de habitantes en
pobreza extrema, casi todos indígenas), el Papa tendrá la ocasión de desplegar su
artillería progresista de la mano del recuerdo de una de las figuras a las que se guarda
más respeto en México. “Él fue muy tras de la gente indígena”, decía anoche en San
Cristóbal Juana Pérez, una mujer tzotzil que describía con ternura al obispo Samuel
Ruiz: “Era un gordito que andaba con su gorrito. Sí. Así era el difunto”.

El obispo que fue agente de bolsa


El obispo emérito de Ecatepec, Onésimo Cepeda,
fundador de Inbursa con Carlos Slim, asiste a la
misa del papa Francisco
Pablo Ferri
Ecatepec 15 FEB 2016 - 02:14 CET

“No acumulen fortuna”, ha dicho el Papa Francisco en la misa que ha ofrecido este
domingo en Ecatepec. “Con el demonio no se dialoga, porque nos ganará siempre”.
Cerca del pontífice, a tiro de piedra, el obispo emérito de Ecatepec, Onésimo Cepeda,
atendía sus palabras. El prelado, antiguo agente de bolsa, impulsor de Inbursa junto al
magnate Carlos Slim, autor de frases como “el estado laico es una jalada” o “si ya
desaparecieron, ya desaparecieron”, en referencia a los 43 estudiantes de Ayotzinapa,
había llegado temprano a la catedral.

Cientos de miles de fieles esperaban la llegada del Santo Padre en las calles de
Ecatepec, algunos desde la madrugada, como unas señoras que habían aguantado sin
dormir desde las tres de la mañana. Las señoras eran voluntarias de la organización que
ha preparado la visita del Pontífice al municipio. Vestían, todas, camisetas tamaño extra
grande con el escudo de la diócesis en la espalda. Una de ellas señalaba la mitra que
corona el escudo, la mitra papal, y también el báculo, a un costado. Las señoras
guardaban el perímetro de la marcha del Papa, que ha llegado en helicóptero a Ecatepec
y luego ha tomado el papamóvil para alcanzar el predio El caracol, donde ha oficiado la
misa.

El papamóvil ha circulado algo menos de diez kilómetros por Ecatepec, la mayoría en la


avenida Carlos Hank González. Cuando Cepeda era obispo, se dice que a su mesa se
sentaban personalidades políticas y empresariales de toda índole, entre ellas, claro, el
empresario Hank González, secretario de Turismo y luego de Agricultura, uno de los
grandes líderes del PRI en las décadas de 1970 y 1980.

Había trascendido estos días que el Gobierno del Estado de México, comandado por el
priista Eruviel Ávila, se ha esmerado en arreglar los alrededores del predio El Caracol,
así como las calles cercanas, entre ellas la avenida Hank González. La intención,
además de estética, era evitar las polvaredas a toda costa, las famosas tolvaneras, lluvias
de arena frecuentes en la tierra baldía del altiplano mexicano. El Gobierno de Eruviel
había repartido gravilla por medio término municipal de Ecatepec con tal objetivo.
Suerte que no ha soplado el viento, porque algunos tramos de la Hank González, en
glorietas y jardineras –sin plantas– lucía en rutilante gris, en calma, el polvo de todos
los días.

El Papa atravesó raudo la avenida, generando a su paso una deformación del espacio
tiempo: su visita era, desde luego, una ruptura en la rutina dominical de los
ecatepecanos. Una señora en silla de ruedas había salido a la calle con su hijo a verlo
pasar. Abrigada, amarrada a una de las miles de banderitas con los colores de México y
El Vaticano que había repartido el gobierno estatal, ha dicho: “Aunque sea verlo pasar,
aunque sean tres segundos”…

Y en efecto fueron tres segundos.

Los miles de fieles atendieron, gritaron y volvieron a su fiesta, algunos con sus bandas
de música, sus porristas, otros con los chalecos rojos –el color del PRI–, también de la
organización. Los vendedores ambulantes trataban de sacar su mercancía al precio que
fuera. Los más desgraciados, los vendedores de banderas, lo tenían peor, su
competencia, el Gobierno del Estado, las daba gratis. Uno, ya cerca del centro comercial
Las Americas, a varios kilómetros de El Caracol, puso cara de fastidio. Parado en una
glorieta llena de polvo dijo: “Mejor hubiera vendido de El Chapo”.

Iglesias quiere el referéndum catalán en


la primera parte de la legislatura
Podemos reclama la vicepresidencia y el control del
CIS, el CNI y el BOE
2718Francesco Manetto
Madrid 15 FEB 2016 - 18:34 CET

Pablo Iglesias (c), acompañado por Nacho Álvarez y la diputada Carolina Bescansa,
durante la presentación. Uly Martín

IN ENGLISH

 Podemos calls for Catalan referendum at beginning of new term

La contraoferta que la dirección de Podemos ha enviado en la mañana de este lunes al


PSOE para negociar un Gobierno de coalición propone "correcciones urgentes" a la
estructura del Estado y define con precisión las funciones que debería asumir Pablo
Iglesias como vicepresidente, entre las que figuran el control del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS), el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y el
Boletín Oficial del Estado (BOE). También fija los objetivos del Ministerio de
Plurinacionalidad, que tendría la prioridad de resolver el encaje de Cataluña y tendría el
cometido de "impulsar el proceso de referéndum en Cataluña como objetivo en la
primera etapa de Gobierno y cualesquiera otros procesos de consulta y referéndum en
aquellas naciones que lo hayan planteado con especial intensidad".

"En estos momentos", razona el texto, presentado en el Congreso de los Diputados por
Iglesias —acompañado de Carolina Bescansa y de Nacho Álvarez—, "es imprescindible
la convocatoria de un referéndum con garantías en Cataluña que permita a sus
ciudadanos y ciudadanas ejercer el derecho a decidir sobre su futuro político. No se trata
solo de la única salida capaz de desbloquear una situación que se ha caracterizado por la
negación del debate político y de la búsqueda de soluciones más allá del bloqueo
institucional, sino que es, además, la opción que genera un amplio consenso entre la
ciudadanía de Cataluña, con independencia de su posición acerca de la relación entre
Cataluña y España, y que permite asimismo un debate real sobre las distintas opciones
desde un espacio de consenso".

Iglesias pide la abstención de Ciudadanos

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, ha rechazado sin ningún tipo de matiz
negociar con Ciudadanos un Gobierno de coalición con el PSOE, IU y Compromís. De
hecho, sigue apremiando al líder de los socialistas, Pedro Sánchez, para que abandone
los contactos con el equipo negociador de Albert Rivera y se decante por Podemos.

Pero Iglesias no descarta del todo el diálogo con la formación de origen catalán, ya que
quiere pedirles la abstención, al igual que a DL, ERC y el PNV, en la sesión de
investidura de Sánchez. Por esta razón ha enviado a Rivera su documento de propuestas
-también lo quiere hablar con el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy-
para tratar de convencerle.

El documento resalta como esenciales esos cambios de estructura del Estado y del
Gobierno. El Ejecutivo que plantea Podemos tendría 15 ministerios, entre los que
figuran Igualdad y Medio Ambiente que también propone el PSOE, una Presidencia,
ocupada por Pedro Sánchez, y una Vicepresidencia, de la que se encargaría Iglesias. "En
sí mismo", explica el texto, "un Gobierno de coalición con Pedro Sánchez en la
Presidencia y Pablo Iglesias en la Vicepresidencia supone un mecanismo de check and
balance, control y contrapeso, es decir, una garantía de que en nuestro país se acabaron
los rodillos y los gobiernos que no rinden cuentas".

Podemos plantea asumir responsabilidades estratégicas en el Ejecutivo, aunque Iglesias


ha asegurado en su comparecencia que no toca hablar de sillones. "El Gobierno del
cambio", señala el texto, "implementará cambios relativos a la estructura ministerial del
Gobierno, la alta administración del Estado, la creación del Ministerio de
Plurinacionalidad, Administraciones Públicas y Municipalismo y la democratización de
las responsabilidades estratégicas en la estructura del Estado".

Economía

El informe desarrolla también un programa económico y una batería de propuestas


contra la corrupción y explica que la intención del partido es la de presentárselo, en
primer lugar, a las formaciones con las que aspira a formar Gobierno; "en segundo
lugar, a las formaciones a las que solicitaremos apoyo para la investidura (Ciudadanos,
ERC, DiL, PNV y el resto de formaciones con representación parlamentaria) y, en tercer
lugar, al PP, un partido del que no esperamos ninguna colaboración parlamentaria pero
al que —en tanto fuerza que aspira a liderar la oposición— queremos, por responsa-
bilidad y cortesía, dar cuenta de nuestro proyecto de Gobierno".

La declaración de intenciones de la propuesta, de unas 100 páginas, queda clara desde el


principio y refleja algunos de los ejes del documento: cuestión territorial, agenda social,
segunda Transición. "Este Gobierno debe priorizar el rescate de las personas que se
encuentran en las peores condiciones, la creación de un empleo digno y con derechos y
la reversión de los recortes en los servicios públicos que se han llevado a cabo durante
los últimos años. Igualmente, debe ser un Gobierno comprometido con la regeneración
democrática que nuestro país precisa, para acabar con la corrupción y el nepotismo.
Además, el Gobierno del cambio debe impulsar una segunda Transición, capaz de estar
a la altura de los desafíos que, en este momento histórico, tiene nuestro país en el
ámbito social, institucional y territorial. En definitiva, el Gobierno del cambio debe ser
un gobierno que asuma el reto de profundizar nuestra democracia", señala el
documento, que ve necesario "un cambio importante en la política presupuestaria y
fiscal".

Pero para acometer esos cambios Podemos plantea "correcciones urgentes" a la


organización del Estado. "La puesta en marcha de un gobierno capaz de acometer el
programa de cambio que mandaron las urnas el 20-D necesita llevar a cabo una serie de
correcciones urgentes a la estructura del Estado para mejorar su eficacia, democratizar
su funcionamiento, incrementar su transparencia y ampliar la capacidad del aparato
estatal con objeto de hacer frente a los graves problemas que padece el país", afirma el
informe, en el que han trabajado entre otros el general Julio Rodríguez, los jueces Juan
Pedro Yllanes y Victoria Rosell o el economista Nacho Álvarez.

Vicepresidencia

"Basada en ese mismo espíritu constitucional", se lee en el documento, "nuestra


propuesta de Vicepresidencia apuesta por situar como prioridad en la agenda política del
futuro Gobierno del cambio y del progreso las necesidades sociales como eje central de
una nueva forma de pensar y hacer política". "El Gobierno del cambio tiene que
convertir la Vicepresidencia de nuestro país", prosigue, "en una institución que la
ciudadanía perciba como propia y, por consiguiente, se presenta el diseño de una
Vicepresidencia que tiene como fundamentación ética una idea de la política como
servicio público y derecho ciudadano". Sus funciones serán "garantizar los derechos
sociales de la ciudadanía; luchar intensa y decididamente contra la corrupción con todos
los mecanismos del Estado de derecho; regenerar las instituciones y democratizar las
estructuras del Estado". De ella dependerá el CIS, el CNI y el BOE.

Ministerio de Plurinacionalidad

Este organismo se justifica, según Podemos, "porque el primer déficit democrático que
debemos abordar está conectado con la cuestión de la cohesión territorial y la búsqueda
de un nuevo encaje para todas las naciones, comunidades políticas y territorios, si así lo
deciden". "Es un proceso que debe partir del reconocimiento previo y específico de las
diversas realidades nacionales. La apuesta por desarrollar un Estado plurinacional,
donde todas las comunidades nacionales puedan desarrollarse en un marco libre de
imposiciones, igualitario y cooperativo, es una obligación con nuestra propia identidad
como país". Uno de sus primeros objetivos será impulsar un referéndum en Cataluña:
"Impulsar el proceso de referéndum en Cataluña como objetivo en la primera etapa de
Gobierno y cualesquiera otros procesos de consulta y referéndum en aquellas naciones
que lo hayan planteado con especial intensidad".

Cataluña y la economía separan al


PSOE, Podemos y Ciudadanos
Los documentos de los tres partidos dificultan la
pretensión de Sánchez de pactar
2J. J. MATEO

Pedro Sánchez inició las negociaciones para ser investido presidente anunciando su
intención de llegar a acuerdos "a izquierda y derecha". Sin embargo, las profundas
diferencias programáticas que separan a PSOE, Ciudadanos y Podemos se han puesto de
manifiesto este lunes, cuando la formación de Pablo Iglesias ha hecho público su
documento negociador. Son tantas las incompatibilidades en aspectos clave como el
modelo territorial, la política económica y fiscal, la composición del Ejecutivo o las
relaciones con Bruselas, que Antonio Hernando, portavoz parlamentario de los
socialistas, se ha declarado "perplejo" ante la oferta de Pablo Iglesias.

Referéndum para Cataluña. Es el principal punto de fricción entre PSOE, Podemos y


Ciudadanos. Iglesias califica de "imprescindible" la convocatoria de un referéndum de
autodeterminación en Cataluña y propone crear un Ministerio de Plurinacionalidad.
Rivera se opone a las dos propuestas. Ciudadanos pedirá que cualquier acuerdo que le
incluya obligue a los firmantes a explicitar su oposición a cualquier tipo de consulta, así
como su defensa del artículo uno de la Constitución, que recoge que la soberanía reside
en el conjunto del pueblo español. El PSOE, por su parte, también se ha mostrado en
contra de celebrar el referéndum que propone Podemos, aunque no lo recoge en su
documento negociador.

Política económica. Podemos no se compromete con la estabilidad presupuestaria,


como hacen negro sobre blanco el PSOE y Ciudadanos en sus documentos
negociadores. De hecho, Iglesias pide que la política presupuestaria siga "una senda
expansiva" y pide una dotación presupuestaria adicional que cifra en 24.000 millones de
euros de cada año de la próxima legislatura. Tanto Sánchez como Rivera están de
acuerdo en renegociar con Bruselas la fecha de cumplimiento del objetivo del déficit
(3% del PIB) retrasándola de 2016 a 2017. Iglesias no encabezaría esa negociación: "No
se trata, por tanto, de regatear con las autoridades europeas un (nuevo) aplazamiento
para reducir el déficit al 3% un año más tarde; de lo que se trata es de definir una nueva
política presupuestaria". Iglesias quiere posponer el cumplimiento del pacto de
estabilidad y crecimiento hasta 2019.

Sistema laboral. Podemos quiere derogar las dos últimas reformas laborales (PSOE y
PP). El PSOE, por su parte, coincide solo en su voluntad de derogar la reforma laboral
del PP. Ciudadanos, que no la defiende, ofrece una solución que ha sido muy criticada
por Iglesias y Sánchez: un contrato único indefinido con indemnizaciones progresivas
por despido según la antigüedad. En su documento, los socialistas plantean tres tipos de
contrato. Podemos, por su parte, plantea una reforma de la contratación temporal y
parcial tendente a aumentar el número de indefinidos. Las diferencias entre los tres
partidos en este apartado son múltiples.

Reforma de la Constitución. Los tres partidos recogen en sus documentos


negociadores propuestas de reforma constitucional. Estas, sin embargo, son muy
distintas. El PSOE no especifica los detalles de la suya. Ciudadanos quiere disolver el
Senado, en lo que no coinciden los otros dos partidos, o delimitar las competencias que
recoge el Título VIII. Podemos pide que se reconozca en el texto el carácter
plurinacional de España, a lo que se opone Rivera. ¿Coinciden en algo? Por ejemplo, en
la intención de proteger los derechos sociales recogidos en el texto fundamental; en su
interés en reformar la ley electoral; o en su deseo de endurecer y aclarar el régimen de
incompatibilidades para impedir las "puertas giratorias". El PP, en cualquier caso, tiene
mayoría absoluta en el Senado, lo que le da capacidad de bloqueo ante cualquier
reforma. Podemos propone en su documento que sean los españoles quienes decidan, a
través de un referéndum apoyado en el artículo 92 del texto fundamental.

Artículo 135. Podemos propone modificar este artículo de la Constitución española,


que consagra la estabilidad presupuestaria y da prioridad al pago de la deuda en los
presupuestos. Ni PSOE ni Ciudadanos recogen ese punto en sus documentos
negociadores, pero sí se comprometen con la estabilidad presupuestaria.

Sistema electoral. Los tres partidos quieren cambiar la actual ley electoral para que
gane en proporcionalidad. Pero no coinciden en el modelo: Ciudadanos quiere un
sistema de doble urna y Podemos uno que tenga a las autonomías como circunscripción
electoral. El PSOE, por su parte, se limita en su documento negociador a mostrar su
buena disposición a mejorar la proporcionalidad del sistema.

Lucha contra la corrupción. Los tres partidos plantean una amplia batería de medidas
anticorrupción, lo que incluye, en el caso de Podemos, hasta la creación de una
secretaría de Estado para afrontar la lucha contra esta lacra. Coinciden, por ejemplo, en
endurecer el régimen de incompatibilidades, en su voluntad de reformar la ley de
partidos o en que quieren proteger a los denunciantes. Sin embargo, Podemos no aboga
por algunas de las medidas estrella de la propuesta de Ciudadanos, como la de eliminar
los aforamientos o expulsar a los imputados de cargos públicos y listas electorales. En
ese punto, el PSOE se muestra dispuesto a avanzar "en la adecuación del régimen de
aforamientos".

Política Fiscal. PSOE y Ciudadanos arrancaron sus negociaciones en un punto


intermedio y de consenso entre sus posiciones: sus negociadores creen que coinciden en
no subir impuestos. Podemos insinúa lo contrario: "El peso fundamental de las medidas
de impuestos que impulsará el Gobierno recaerá sobre las rentas más acomodadas y
sobre los sectores de población de mayor patrimonio. En total, estas medidas permitirán
recaudar, en 2019, 40.000 millones de euros adicionales". Y añade: "Cualquier
estrategia de reducción del déficit debe pasar por reforzar la suficiencia fiscal del
Estado, es decir, aumentar el peso de sus ingresos sobre el PIB".
Los puestos en el Gobierno. Podemos apuesta por un gobierno de coalición, a lo que el
PSOE se ha mostrado abierto, y reclama para Iglesias la vicepresidencia. Al tiempo, la
formación emergente pide que se funde un Ministerio de plurinacionalidad,
Administraciones Públicas y Municipalismo, y define la estructura ministerial. Eso ha
provocado la protesta de los socialistas. Ciudadanos no recoge ninguno de estos
aspectos en su documento negociador. De hecho, la formación de Rivera ha decidido
dejar para la última etapa de la negociación la composición del Gobierno, algo que solo
se discutiría en caso de encontrar grandes coincidencias programáticas con el PSOE.
Además, por ahora Ciudadanos se mantiene firme en su posición de no entrar en un
Ejecutivo que no presida y en no votar a favor de ningún candidato que no sea el suyo.
Según fuentes consultadas, intentaría influir en la composición del Gobierno
proponiendo ministros independientes.

Salario mínimo interprofesional. Podemos pide que suba de los poco más de 600
euros mensuales actuales a “al menos” 950 euros mensuales al final de la legislatura.
Coincide con el PSOE en que debe alcanzar el 60% del salario medio neto. Ciudadanos
no se pronuncia en su documento.

Sanidad. PSOE y Podemos piden recuperar el acceso universal a la tarjeta sanitaria.


Eso incluiría a los inmigrantes sin papeles. Ciudadanos también aboga por un sistema
gratuito y universal en su documento, aunque no especifica su posición en este último
punto, al que se ha opuesto en el pasado.

Ley de la segunda oportunidad. Los tres partidos coinciden en una amplia batería de
medidas de segunda oportunidad para los emprendedores, los autónomos y las familias.

El papel del PP. Pedro Sánchez y Mariano Rajoy han subrayado que se votarán no
mutuamente. Rivera, mientras tanto, insiste en intentar mediar e incorporar al PP al
proyecto. Iglesias es tajante: no cuenta con la formación de Génova.

La naturaleza no cree en el amor


El amor romántico puede no estar inscrito en nuestra
biología, como muchos otros rasgos que después de
un reciclaje evolutivo se han convertido en aspectos
muy humanos
6Daniel Mediavilla
14 FEB 2016 - 14:19 CET
Cantaba Deluxe: El amor no es lo que piensas Anneliese Phillips

Hay una anécdota, probablemente apócrifa, protagonizada por el presidente de EEUU


Calvin Coolidge y su esposa Grace que ilustra un fenómeno amenazador para cierta idea
del amor. Durante una visita a una granja de pollos, la pareja avanzaba en grupos
separados y le tocó a la Primera Dama llegar antes a la zona utilizada para cruzar a los
gallos y a las gallinas. Allí, después de que un empleado explicase el proceso, la señora
Coolidge le planteó una duda: "¿Cuántas veces al día monta el macho a las hembras?".
"Muchas veces", respondió el granjero. Y ella remachó: "Pues ahora, cuando el
presidente pase por aquí, se lo cuenta".

Algunos rasgos de nuestra fisiología, como el tamaño y la forma del pene, muestran que
no hemos evolucionado para entregarnos a un solo amor

Cuando el presidente llegó al mismo punto de la visita, el empleado le dio el recado que
había dejado su esposa y dejó pensativo al presidente. "Entonces, dígame, ¿el gallo elige
siempre a la misma gallina cada vez que lo hace?". "No, no, a una diferente cada vez",
respondió el granjero. "Por favor", contestó el presidente, "cuéntele eso a la señora
Cooldige".

Esta historia es la que da nombre al Efecto Coolidge, un término empleado por los
biólogos para explicar un fenómeno habitual entre los mamíferos. El interés sexual, en
particular entre los machos, se incrementa ante la presencia de nuevas parejas. Por eso,
quizá sea deseable cierto grado de escepticismo cuando cuatro hombres cantan que solo
piensan en ti.

Aunque el efecto Coolidge se ha observado con más intensidad en los machos, algunos
rasgos de nuestra fisiología muestran que, probablemente, tampoco ellas evolucionaron
para entregarse a un solo hombre. La evolución es una batalla cruenta en la que hay que
adaptarse a circunstancias cambiantes para no quedarse en el camino y de esa batalla
quedan vestigios que nos pueden dar una idea de cuáles eran las amenazas que se
afrontaron.

Gordon Gallup, psicólogo evolutivo de la Universidad del Estado de Nueva York, ha


realizado una serie de experimentos para tratar de explicar la forma del pene humano,
de mayor tamaño que en otras especies de grandes simios, incluidos los gorilas. Su
longitud y la peculiaridad de su forma, con el glande en la punta, podría haber aparecido
para actuar como una especie de bomba de vacío que extrajese el semen de machos
anteriores. Esto implicaría que las hembras también tienen tendencias promiscuas.

Que haya rasgos promiscuos en nuestra naturaleza no implica que no podamos aspirar a
sobreponernos a ellos si eso nos parece lo correcto

La diferencia de intereses evolutivos entre hombres y mujeres también habría producido


un desfase entre los ritmos sexuales de ambos. Según esta hipótesis, ellas estarían
preparadas para tener relaciones sexuales consecutivamente. Después, en el interior de
su aparato reproductivo, se realizaría la selección del espermatozoide más adecuado
para la fecundación. Esto explicaría porqué la eyaculación masculina es normalmente
única y relativamente rápida y las mujeres están preparadas para sesiones de sexo más
prolongadas y con varios orgasmos, o el motivo de los excitantes gritos femeninos, que
cumplirían la función de atraer a nuevos candidatos a la paternidad.

Ejemplos como los anteriores sugieren que el ideal del amor con exclusividad sexual
incorporada, probablemente, no forma parte de nuestra naturaleza. Quizá por ese
motivo, precisamente, es una aspiración compartida por millones de personas en el
mundo. Poca gente desea con tanta intensidad algo que puede conseguir con facilidad.
No obstante, como recordaba en Materia el antropólogo Michael Tomasello, conocer
determinados rasgos de nuestra naturaleza no implica que no podamos aspirar a
sobreponernos a ellos si eso nos parece lo correcto. El racismo es un mecanismo
integrado en nuestra biología y eso no significa que tenga que ser aceptable.

Por otro lado, la evolución es un proceso continuo, y los humanos llevamos siglos
reutilizando capacidades surgidas en la sabana africana para realizar todo tipo de nuevas
actividades. La lectura, por ejemplo, es posible porque nuestro cerebro reutiliza nuestra
capacidad para reconocer rostros u objetos. Hormonas como la oxitocina o la
vasopresina sirvieron durante millones de años para regular el comportamiento
reproductivo de los mamíferos, estrechando lazos entre los progenitores y entre estos y
sus crías, y estas mismas hormonas debieron de facilitar la creación de los vínculos que
hicieron posible la aparición de una especie tan social como la humana. Después, como
recordaba un estudio publicado en Nature la semana pasada, la aparición de las
religiones permitió amplificar ese mecanismo hormonal para superar los vínculos de la
tribu y comenzar a construir imperios.

Es probable que el amor que algunos celebrarán en San Valentín, con una exclusividad
sexual perpetua, tenga tan poca relación con la naturaleza humana como las creencias
religiosas. Sin embargo, es difícil discutir que ambas han desempeñado un papel. Calvin
Coolidge, el protagonista de nuestra historia inicial, decía algo respecto a la religión que
hoy puede resultar hoy chocante en una democracia: “Nuestro Gobierno descansa en la
religión. De esa fuente derivamos nuestra reverencia por la verdad, la justicia, la
igualdad y la libertad, y por los derechos humanos”. Quién sabe si dentro de un siglo,
nuestra forma de vivir el amor parecerá igual de estrambótica a los habitantes del futuro.

Rajoy tiene más difícil sostenerse tras la dimisión de


Esperanza Aguirre
El País
15 FEB 2016 - 00:00 CET

El Partido Popular se enfrenta a la necesidad imperiosa de pagar las facturas debidas a


la sociedad por algunas de sus prácticas en el pasado. No es el único grupo afectado por
la corrupción, pero sí uno de los que menos ha hecho por regenerarse. Sujetos a las
necesidades de Mariano Rajoy, que frenó la oleada de dimisiones intentada tras el
batacazo de las elecciones municipales y autonómicas, los dirigentes del PP han
permanecido quietos hasta la renuncia de la presidenta de la organización madrileña,
Esperanza Aguirre, incapaz de aguantar por más tiempo al frente de una estructura
poblada de presuntos corruptos.

Aguirre tiene buenas razones para asumir responsabilidades. A medida que avanza la
investigación de la trama Púnica, se agrandan las sospechas sobre la gravedad de los
actos que han podido cometer personas de gran poder e influencia a su lado. La
macroinvestigación de la trama Gürtel ya había dejado claro que nada ni nadie frenó la
corrupción o el uso fraudulento de dinero público. La pregunta no es cuánto más podía
aguantar la mujer fuerte, sino cómo no había dimitido antes. Lo que ha ocurrido en
Madrid es que el juez y la Guardia Civil van tirando de los hilos hasta dar con una
lógica: si el ex secretario general del partido en la comunidad, a la sazón Francisco
Granados, es un presunto corrupto a gran escala, todo el partido puede estar infectado.
“Algo grave hay ahí”, admitió Aguirre en su comparecencia de ayer.
Es abusivo que las autoridades o dirigentes afectados por investigaciones sobre
corrupción traten de sostenerse contra viento y marea. El político responde ante los
electores y no solo ante los jueces. El abuso en la mezcla constante de ambos planos ha
llevado a muchos votantes a dar la espalda a partidos de corruptos. Los nuevos políticos
han impuesto o asumido la agenda de la regeneración y resulta suicida que los
sospechosos de corrupción se refugien en los recovecos legales para sostenerse en la
política.

Pero no solo ellos: los jefes de los partidos tienen que responder de la buena
administración de los caudales públicos por parte de personas que dependen de aquellos
y de la limpieza de la competición electoral, falseada por la corrupción al saltarse las
reglas de la financiación de la política.

Por desgracia para Rajoy, había corrupción (presuntamente) en la organización central


del partido del que ha sido secretario general y presidente, como lo indica el
encausamiento de varios de sus tesoreros nacionales, y la había en la organización
madrileña, que no le ha sido favorable políticamente, pero también en la valenciana, uno
de sus puntales más importantes.

El PP permanece bloqueado por Rajoy, que dio orden de frenar todos los congresos
regionales y de supeditarlos al congreso nacional, aplazado sine die. Pero eso no detiene
los escándalos producidos a cada avance judicial, con muchos procesos pendientes. En
estas condiciones, parece imposible que cualquier otro partido facilite la reelección de
Rajoy como presidente del Gobierno. Cuando antes lo entienda, menos complicado será
formar otro Ejecutivo.

La globalización del sufrimiento


Las nuevas guerras se llevan a cabo sin Estados y sin
ejércitos. Son un asunto cada vez más social que
militar y responden a la desintegración social, el
contagio de un mundo interdependiente y el
carácter universal de la desigualdad
Daniel Innerarity
15 FEB 2016 - 00:00 CET

Las guerras ya no son lo que eran. Estamos perplejos ante conflictos bélicos y acciones
terroristas que no sabemos bien cómo entender y menos aún de qué manera combatir.
Los atentados del terrorismo yihadista, la misma naturaleza del autodenominado Estado
Islámico, tienen unas propiedades que no cuadran con las viejas categorías bélicas. Los
nuevos conflictos tienen muy poco que ver con las guerras de nuestra historia: se llevan
a cabo sin Estados, sin Ejércitos, fuera de toda lógica territorial. Por eso los clásicos
instrumentos militares pierden buena parte de su eficacia en estos nuevos conflictos.
Nos enfrentamos a adversarios que no tienen ni territorio, ni Gobierno, ni fronteras, ni
diplomáticos, ni asiento en el Consejo de Seguridad, ni verdaderas razones para
negociar...
Podríamos decir que las guerras son un asunto cada vez más social que militar. En otros
momentos de la historia, las guerras no implicaban más que a una élite que las llevaba a
cabo como si fuera un torneo entre dirigentes; actualmente se insertan en las sociedades
y se dirigen más a los civiles que a los militares. Se podría afirmar que la guerra de los
pobres ha sustituido a la competición entre los poderosos. No se trata de una
confrontación entre poderes establecidos sino que es, por el contrario, efecto de la
fragilidad debida a la ausencia de instituciones, a la precariedad del vínculo social, a la
miseria que encuentra en las sociedades guerreras un medio por el que canalizarse. Son
conflictos que se alimentan de patologías sociales que trascienden el juego interestatal y
que requieren, sobre todo, un tratamiento social. La guerra —si es que todavía puede
utilizarse esta palabra— se socializa cada vez más. No solamente porque implica a más
civiles, sino porque sus causas están más en los dramas sociales que en las estrategias
políticas de los dirigentes.

Explicar de dónde surgen los conflictos, cuáles son sus causas profundas, no disculpa ni
relativiza la agresión pero sirve para combatir sus causas, más allá de las respuestas que
haya que dar en cada momento a sus manifestaciones. Creo que estos nuevos conflictos
se explican al menos por tres propiedades: la desintegración social, el contagio que
caracteriza a un mundo interdependiente y el carácter global de la desigualdad.

La brutalidad de los contrastes sociales es un generador de desplazamientos masivos

Comencemos por la desintegración social y la debilidad institucional. Lo esencial de


estos conflictos hay que buscarlo en el recorrido que conduce desde los sufrimientos
sociales a una violencia globalizada. El sociólogo francés Durkheim puso en el centro
de su pensamiento la idea de que la falta de integración social conduce a patologías
severas. Aquello que Durkheim consideraba indispensable para las naciones de finales
del XIX se ha convertido hoy en algo también indispensable a nivel mundial. No es
exagerada esta analogía si tenemos en cuenta que la globalización ha alcanzado un nivel
de proximidad, visibilidad y densidad social equivalente al que tenían los Estados
europeos a finales del XIX. La paz mundial está amenazada por la falta de integración
social internacional, del mismo modo que las desigualdades domésticas lo hacían en un
mundo en el que los Estados nacionales eran casi la única referencia para la medición de
la desigualdad. El problema es que, por así decirlo, el sufrimiento se internacionaliza a
más velocidad que nuestra capacidad de integrar a ese mundo institucionalmente.
Estamos en unos momentos en los que lo internacional es más bien intersocial, como
sugiere Bertrand Badie. Esta intersocialidad corre más deprisa que la decisión política y
produce sus efectos antes de que la política se haga cargo de ella.

En segundo lugar, un mundo interdependiente quiere decir contagioso y desprotegido.


Los problemas se expanden y nos afectan a todos. Es un mundo en el que ya no
podemos ignorarnos, donde la desatención hacia las miserias de otros no nos protege de
su influencia sobre nosotros. La indiferencia no es posible, ni material ni éticamente. La
idea de interdependencia significa precisamente que todos dependemos de todos, el
débil del fuerte, por supuesto, pero cada vez más también el fuerte del débil, cuyo
sufrimiento termina por alcanzar al que se creía más a salvo. ¿Qué seguridad podemos
tener en un mundo en el que todos estamos vinculados con todos, donde la violencia no
se detiene ante ninguna frontera, como las enfermedades o la contaminación?
Y, en tercer lugar, la desigualdad se ha convertido en una magnitud global. En un
espacio visible y comunicado la referencia para valorar la propia situación tampoco se
para en las propias fronteras. De ahí la intensidad de los movimientos migratorios y la
inutilidad de limitarlos cuando las aspiraciones de igualdad se formulan a escala global
y los parámetros de comparación han desbordado el seno de los Estados. El hambre, el
paro, las guerras, la inseguridad sanitaria, la debilidad de las instituciones, todo eso
contrasta con las posibilidades abiertas en otros lugares del mundo y desata el
movimiento imparable de los desesperados. La brutalidad de los contrastes sociales se
ha convertido en un generador de desplazamientos masivos. Un mundo cada vez más
unificado y extremadamente desigual es fuente de inestabilidad e inseguridad.

Hacen falta políticas de regulación, solidaridad y cooperación de alcance internacional

Si queremos gobernar esta globalización del sufrimiento no tenemos más remedio que
llevar a cabo una política social de la globalización, que implica regulación, solidaridad
y cooperación, es decir, introducción en la agenda de los grandes asuntos sociales
internacionales. Hemos dado algunos pasos, pero claramente insuficientes. Hasta el
PNUD de 1966, teníamos un modelo de desarrollo que solo atendía a variables
económicas. A partir de ese momento, las consideraciones sociales globales entraron a
formar parte del análisis de la situación internacional. Más tarde, el Índice de Desarrollo
Humano, que inicialmente tenía en cuenta un número limitado de variables, comenzó a
ampliar la agenda de la seguridad e incluyó las dimensiones sociales. De una manera
todavía insuficiente, el sufrimiento colectivo se ha ido haciendo un hueco en las agendas
globales.

Hemos entrado en la era de los conflictos de la exclusión social, en relación con los
cuales la intervención militar es una solución claramente insuficiente. No se combate la
violencia de extracción social con intervenciones armadas. Se trataría de dar prioridad a
las cuestiones sociales internacionales o, dicho de otra manera, entender las cuestiones
internacionales desde la perspectiva de lo social. Hay una cuestión social global que hay
que diagnosticar y gestionar como se hizo con la cuestión social que se planteaba en el
interior de los Estados durante los siglos XIX y XX.

Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía Política e investigador Ikerbasque en la


Universidad del País Vasco. Acaba de publicar La política en tiempos de indignación
(Galaxia Gutenberg

El PSOE ve en la oferta de Podemos


señales de “involución democrática”
Óscar López critica el interés de Iglesias al pretender
que el Gobierno controle la justicia

El País
Madrid 17 FEB 2016 - 19:57 CET
El portavoz del PSOE en el Senado, Óscar López, ha asegurado este miércoles que
Podemos está proponiendo una "involución democrática" al pretender que el Gobierno
tenga el "control" del CNI, la policía, los jueces, los fiscales y la televisión pública, que
son su "obsesión".

En declaraciones realizadas en los pasillos del Congreso, López ha recalcado que los
socialistas consideran un "grave error" el planteamiento que ha hecho Podemos en su
documento de Gobierno y ha defendido que el camino debe ser justo el contrario:
asegurar la independencia de los servicios secretos, las fuerzas de seguridad, la justicia
y la televisión.

Las medidas que plantea el partido de Pablo Iglesias han provocado reacciones en el
Poder Judicial. "Es una de las mayores aberraciones que he podido escuchar en los
últimos tiempos", ha afirmado Emilio Frías, portavoz de la conservadora Asociación de
Fiscales. Su homólogo en la Asociación Progresista de Fiscales, Álvaro García, cree que
la propuesta "choca con la petición de independencia del ministerio fiscal" que el
partido hace en otro punto de su programa.

Óscar López también ha cargado contra el secretario general de Podemos por haber
pedido al líder del PSOE, Pedro Sánchez, dejar a un lado la "arrogancia" y la
"prepotencia" para negociar. "Pablo Iglesias y humildad son un oxímoron, parece una
broma de mal gusto", ha remachado.

El PSOE debe rechazar con contundencia el programa


de Podemos
El País
17 FEB 2016 - 00:00 CET

lo Iglesias, presentó el lunes el documento que bajo el título Un país para la gente:
Bases políticas para un Gobierno estable y con garantías fija la posición de su partido
en la negociación con el PSOE para apoyar a Pedro Sánchez en la investidura. La
propuesta supone, de hecho, un auténtico bloqueo a la posibilidad de formar un
gobierno de coalición entre ambos partidos. No es más que la afirmación por parte de
Podemos de posturas políticas que les permitan culpar a los socialistas de haber roto una
negociación que ellos mismos hacen imposible.

La propuesta es innegociable, tanto por la forma como por el fondo. Iglesias escenificó
una presentación agresiva en la que él mismo se postulaba como candidato a formar
Gobierno con Sánchez y advirtiéndole de que le podría recibir hasta el jueves.
Aparentemente ha olvidado que quien ha recibido el mandato del Rey para presentarse a
la investidura es el líder socialista, y no él. Sánchez, por su parte, debería haber
rechazado esa propuesta y esos modos de forma más convincente.

Al margen de las formas, el fondo del texto cierra cualquier posibilidad de acuerdo. Ni
el capítulo económico y fiscal, ni el territorial, ni el de política exterior y defensa están
en línea con el escenario de negociación propuesto por los socialistas. Por el contrario,
los planteamientos de Podemos sobrepasan todos los límites fijados por el Comité
Federal del PSOE, hacen imposible cuadrar las cuentas públicas, esquivan la legalidad
constitucional en política territorial y alejan a España del eje central de la política
comunitaria.

El documento tiene 98 páginas: es como si cada folio le fuera a costar a España mil
millones de euros, porque las políticas sociales que propone suponen un aumento del
gasto de 96.000 millones en tres años. En la memoria económica que incluye se
desglosa la financiación de esos nuevos gastos, con ingresos extras de 12.000 millones
por lucha contra el fraude, 28.000 millones en subidas de impuestos, 26.300 millones de
un supuesto nuevo calendario de reducción del déficit y 29.700 por crecimiento
económico. Unas cuentas muy alejadas de la realidad como socios de la Unión Europea.

En cuanto a la política territorial, se insiste en la convocatoria de un referéndum en


Cataluña que permita ejercer el derecho a decidir, una reclamación que Iglesias sabe que
impedirá cualquier acuerdo con los socialistas. Además, Podemos propone crear un
Ministerio de Plurinacionalidad y un Consejo de Naciones y Comunidades,
inventándose una nueva figura de la España autonómica. Por último, el documento
incluye en su capítulo 7 una propuesta del papel de España en el mundo en la que
presenta una enmienda a la totalidad de las relaciones de nuestro país con la UE y a los
planteamientos de política exterior y de defensa que han integrado a España en los
principales organismos internacionales desde los años ochenta.

En definitiva, Pablo Iglesias ha dado un paso más hacia unas nuevas elecciones al
presentar una propuesta imposible e intentar culpar a Pedro Sánchez de no querer llegar
a un acuerdo. En el camino, el líder de Podemos arriesga credibilidad y, probablemente,
votos.

España 2016: el camino de Kennedy


La sociedad española necesita hoy superar las
exclusiones y un resurgimiento de la solidaridad,
teórica y práctica, como el que propició el
presidente americano en 1960
Robert M. Fishman
17 FEB 2016 - 00:00 CET

Los desencuentros actuales de la sociedad española —y el resultado electoral que los


ejemplifica— han dejado una gran incertidumbre sobre la composición y agenda del
futuro Gobierno. Pero los problemas y retos actuales son más profundos. No se limitan
a la dificultad de negociar una mayoría parlamentaria para investir un nuevo Ejecutivo.
Retos de esta magnitud pueden ser motivo no solo de desencuentros sino también de la
resolución de problemas de larga duración. La aportación histórica del presidente John
Kennedy en Estados Unidos nos ofrece un ejemplo ilustrativo. Los paralelos con la
crisis actual española son imperfectos, pero existen.

Después de una campaña reñida y divisiva, la elección de 1960 dio lugar a un resultado
que en votos aún se disputa; pero en el sistema indirecto americano, Kennedy ganó por
un margen relativamente estrecho en el colegio electoral y asumió la presidencia en
enero de 1961.

El joven presidente, de 43 años, asumió el cargo en un país dividido, al frente de un


partido sujeto a profundos conflictos internos, en un momento económicamente
complicado y ante el surgimiento de nuevas demandas que muchos tacharon de
desestabilizadoras. Algunos le vieron como un presidente poco legítimo y débil. Más de
medio siglo después, el público americano valora a Kennedy como un gigante histórico.
Sus políticas keynesianas iniciaron una década de crecimiento, con una reducción
significativa en la desigualdad. Pero sus mayores triunfos fueron culturales. Esos
triunfos dieron lugar a un cambio profundo en las reglas de juego no escritas y en la
forma de pensar de los ciudadanos.

A pesar de los largos años de funcionamiento de sus instituciones democráticas, Estados


Unidos había practicado varias exclusiones políticas y sociales. No había habido ningún
presidente católico. La riqueza creciente de algunos contrastaba con la pobreza
recalcitrante de otros. La exclusión más flagrante era la que impedía que la importante
minoría negra pudiera votar en muchos Estados o que pudiesen sentarse en los
restaurantes y autobuses al lado de sus conciudadanos blancos. Un gran movimiento de
protesta, visto por muchos como una amenaza al sistema, reclamaba el final de esas
exclusiones.

En muchas democracias se acepta que sus minorías se definan como ‘nación’ dentro del
Estado

Kennedy se enfrentó a una exclusión tras otra. Antes de que las elecciones primarias se
generalizasen en la carrera para la presidencia, se presentó con éxito en una elección
primaria en el Estado fuertemente protestante de Virginia Occidental, obteniendo una
victoria decisiva que demostró su capacidad de atraer votos de quienes no compartían su
religión católica. En su toma de posesión hizo una apelación elocuente a la solidaridad,
iniciando un intento de reducir la pobreza e infundiendo ideales de tendencia altruista en
la mayor parte de una generación. Pero su aportación más importante tuvo que ver con
el movimiento de derechos civiles con el que mantuvo una relación a veces tensa, pero
en el fondo cercana. Juntos, Martin Luther King y Kennedy consiguieron lo que
ninguno de los dos hubiera alcanzado sin el otro. Los manifestantes persuadieron a la
opinión pública de la urgencia de acabar con exclusiones heredadas. Kennedy ayudó a
convencer a la sociedad y al sistema político de reconocer la legitimidad de la protesta y
la causa de los negros. En varios momentos, y en contra de la recomendación de
algunos asesores que pensaron que cualquier acción solidaria podría llevar a la pérdida
de votos entre la población blanca en el sur del país, Kennedy tomó partida,
demostrando su simpatía hacia King y los manifestantes.

La grandeza de Kennedy se demostró tanto en iniciativas legislativas como en gestos


culturales. Estos gestos habrían sido imposibles sin valentía política. El cambio cultural
aplicado a la política siempre parece muy difícil hasta que tiene lugar. En Estados
Unidos implicó que la mayoría blanca tuviera que aprender a cambiar hasta el
vocabulario que utilizaban para hablar de la minoría negra, aceptando el derecho de esa
minoría a formular ellos mismos los términos que se les aplicaban. Una vez hecho el
cambio cultural, no se entiende por qué tarda tanto tiempo en llegar.
España hoy se encuentra ante el reto de formar una mayoría parlamentaria capaz de
investir un Gobierno. Pero ese reto está conectado a unas divisiones culturales
profundas, relacionadas —se quiera o no— con unas exclusiones tácitas que son
mayores que las que existen en varias democracias similares. En España los
manifestantes no pueden llegar a las escaleras delante del Congreso de los Diputados,
mientras que en la democracia vecina de Portugal las manifestaciones suelen acabar
delante del Parlamento. Algunos alegan que ese destino de la protesta cuestionaría las
instituciones electas. Parece que están pidiendo a los manifestantes que abandonen la
protesta y la remplacen por la política institucional. Pero cuando la fuerza política más
identificada con la protesta pública entra en el Congreso mediante el sistema electoral,
hay quienes siguen queriendo excluirles de las conversaciones y acuerdos centrales del
sistema político. Este intento de exclusión no es el único que contribuye a los
desencuentros actuales.

Hay quienes afirman que un pacto de gobierno no debe de incluir a partido alguno que
represente el nacionalismo periférico. Convendría que recordasen el valor universal del
Guernica, la obra maestra de Picasso. El acto de solidaridad y de creatividad artística
del pintor malagueño es un patrimonio privilegiado de España. Pero esa exclusión
negaría la legitimidad política de los nietos de las víctimas del bombardeo representado
en el cuadro de Picasso, los vecinos actuales de Gernika que votaron muy
mayoritariamente por el Partido Nacionalista Vasco el 20 de diciembre.

El cambio cultural aplicado a la política siempre parece muy difícil hasta que tiene lugar

España necesita urgentemente un resurgimiento de la solidaridad —en el discurso y en


la práctica. Una solidaridad moderna, como la de Kennedy, que es tanto económica
como cultural y que incluya la aceptación del otro tal y como este se define. En muchas
democracias se acepta como normal que sus minorías se definan como “nación” dentro
del Estado vigente. Por ejemplo, en Canadá, el parlamento provincial de Québec se
redefinió como “Asamblea Nacional” en el año 1968, una reforma liderada por
nacionalistas no independentistas. Hoy en día, la identidad canadiense es más fuerte que
nunca. Sin embargo, muchos cuestionan el derecho de los catalanes y vascos a llamarse
naciones dentro de España. Es obvio que esa exclusión cultural o discursiva fomenta el
independentismo entre algunos catalanes que también se sienten españoles.

El camino de Kennedy es el que supera todas estas exclusiones mediante el cambio


cultural y la inclusión. Si se escoge este camino, los desencuentros actuales se pueden
reducir mucho y España será reforzada con las fronteras actuales reafirmadas, igual que
pasó en Canadá. Queda por ver si este será el camino escogido.

Robert M. Fishman es profesor de Ciencia Política y de Sociología en la Universidad


Carlos III

Cantinela fría
Cada año, como un ritual, tenemos el lamento ruso por
el injusto aislamiento al que le someten EE UU y la
UE
José Ignacio Torreblanca
17 FEB 2016 - 00:00 CET

Hay un rito anual europeo, equivalente a la emigración de las golondrinas o el retorno


de las cigüeñas, que es el plañir ruso por el injusto aislamiento al que le someten EE UU
y la UE. El lamento anual ruso se manifiesta sí o sí con ocasión de la Conferencia de
Seguridad de Múnich, el gran evento en el que europeos, rusos y estadounidenses se
reúnen para tomar la temperatura a la seguridad del continente. Este año el encargado de
los pucheros ha sido el primer ministro Dmitri Medvédev, aquel abogado en el que
todos veían al Adolfo Suárez que por fin lideraría una transición hacia un Estado de
derecho y una economía de mercado moderna en Rusia pero que al final se ha quedado
en recadero de Putin y los aparatosde inteligencia rusos, que son los que realmente
gobiernan el país (algo así como si Carrero Blanco siguiera gobernando España todavía
hoy).

Medvédev, atención a la sagacidad de este hombre, ha detectado, después de que su país


se anexionara Crimea por la cara y ocupara el este de Ucrania, “una actitud poco
amistosa” de la OTAN y la UE, lo que le ha permitido concluir que “el mundo se dirige
a una nueva guerra fría”. Esta cantinela con la guerra fría no deja de tener algo de
gracia. Primero porque ni en Ucrania ni en Siria estamos viendo una guerra fría, sino
bastante caliente. Sin el apoyo directo del Ejército ruso, las milicias que operan en el
este de Ucrania en modo alguno serían capaces de mantener el control del territorio.

Lo mismo puede decirse de Siria, donde el régimen de El Asad está logrando recuperar
la iniciativa militar gracias al plan diseñado por Moscú consistente en machacar a la
oposición siria para que Occidente solo pueda elegir entre Asad o el Estado Islámico.

Putin quiere tres cosas: ser una potencia global a la par con EE UU, crear una esfera de
influencia exclusiva en su periferia y mantenerse en el poder a pesar de la crisis
económica. Proclamar la guerra fría es la mejor manera de lograrlo. Esa guerra fría le
sirve a él, no a nosotros. Y encima nos la endosa

Dudas sobre la banca europea


La amenaza de recesión resucita la inquietud sobre la
solvencia financiera
16 FEB 2016 - 00:00 CET

La extrema volatilidad de las bolsas ha dado un giro preocupante en los últimos días
cuando los mercados han señalado con dedo acusador a la banca europea como fuente
de inestabilidad financiera. Ya no se trata sólo de la crisis china, ni del hundimiento del
petróleo, ni siquiera de la escalada de tipos de interés de la Reserva Federal (a la vista
de la inestabilidad mundial, es probable que Margaret Yellen se lo piense dos veces
antes de seguir con su plan de normalización monetaria), sino de que todos estos
factores se proyectan sobre lo que se considera uno de los eslabones más débiles de la
cadena: la banca europea. Las bolsas han hecho caer estrepitosamente los valores
bancarios, en especial los bancos italianos, el Deutsche Bank y la Société Générale
francesa.

La situación del Deutsche Bank es extremadamente penosa, no sólo por la cuantía de


sus pérdidas (6.700 millones el año pasado) sino porque los inversores detectan que
buena parte de su negocio es irrecuperable a corto plazo y que en demasiadas ocasiones
ha recurrido al maquillaje contable. Las dudas se extienden como una mancha de aceite
a otras entidades europeas. Al final, los costosos exámenes a la banca (stress test)
pensados para dejar atrás la crisis bancaria no han servido para su propósito. Es
secundario que buena parte de la banca europea (como la española) esté consolidada; la
incertidumbre general no distingue casos particulares.

En un espacio monetario común, las dudas sobre la solvencia de entidades bancarias


importantes compromete a todo el sistema monetario del área. Pero, además, resulta que
existe un pánico larvado entre los inversores a una nueva recesión; y los bancos
constituyen la primera línea de choque frente a una hipotética desaceleración. Los
efectos de un repunte persistente de la morosidad, causado por la contracción del PIB
europeo, serían devastadores para una banca que acaba de consolidar su capitalización y
que, además, tiene márgenes en caída persistente incluso antes de 2008.

Es tarde para nuevos test; los mercados los aceptan con reticencia y no inmunizan
contra la incertidumbre. La línea de conducta aceptable es que los bancos centrales
entren a fondo en el examen de la solvencia de todas las entidades que están en el
núcleo de este maelstrom bancario. La estrecha conexión de la banca con la economía
real obliga además a actuar sobre el crecimiento y el empleo. Si no hay expectativas de
aumento de la demanda en Europa, las terapias financieras serán soluciones de muy
corto recorrido.

Caos creador y desorden global


Estados Unidos no puede seguir siendo el "guardián
entre el centeno"
Gustavo Palomares Lerma
16 FEB 2016 - 00:00 CET

Por mucho que insista el presidente Obama en que el renacer del liderazgo
estadounidense es real pero sin ser gendarme del mundo, los grandes think-thank
globales han decretado el final de la hegemonía estadounidense. El mayor consenso en
el análisis del vigente sistema internacional es señalar que el caos y la anarquía son la
regla dominante del inestable escenario global. Voces ideológica y teóricamente tan
divergentes como Kissinger, Nye, Brezezinsky, Moisi o Fisher, en distintos estudios y
desde muy diferentes medios –también en estas páginas-, vienen a coincidir en que nos
encontramos ante un deterioro progresivo del orden mundial, una violencia creciente
fuera de control y un vacío de poder manifiesto. Pero lo peor y más peligroso es que los
actores más destacados e influyentes del sistema internacional, no están concienciados
en la necesidad de un esfuerzo común para establecer un statu quo.
La gran paradoja del poder mundial reinante es que no hay ningún actor que pueda estar
en todo y controlarlo todo: la incapacidad por parte de los Estados Unidos para seguir
siendo el guardián entre el centeno en el presente desorden global. La pérdida de un
liderazgo internacional incontestable que supone la progresiva merma de la absoluta
influencia pasada para condicionar y organizar la agenda internacional. Ante esta
presencia intermitente o inexistencia irremediable del amigo estadounidense, los vacíos
de poder regionales fuera de control, son ocupados por actores y dinámicas
desestabilizadoras violentas que proclaman para sí realidades políticas nuevas, incluso
estatales, como es el caso de ISIS; en resumen, el verdadero triunfo del caos y del
Leviatán global.

Aun con este escenario, todavía hay lugar para la esperanza: las últimas investigaciones
de la física cuántica en los átomos del xenón demuestran que, contrariamente a la
noción popular, la teoría del caos no implica el desorden completo. Cuando se tiene un
sistema caótico caracterizado por la extrema aleatoriedad, paradójicamente puede
provocarse y producirse una conducta ordenada después de un cierto tiempo y con un
Atractor adecuado. Un Atractor cuántico es un conjunto en el que todas las trayectorias
cercanas convergen haciendo que las dinámicas imprevisibles presentes tiendan hacia el
orden incluso si son ligeramente perturbadas; en estas situaciones, la única posibilidad
creadora capaz de superar la inestabilidad permanente del sistema, viene del caos.

El caos y la anarquía son la regla dominante del inestable escenario internacional

Llegados a este punto en la aplicación de esta teoría del “caos creador” al actual
desorden del sistema internacional, será necesario saber si una colaboración entre las
dos potencias globales: Estados Unidos y China –tal como sueña Kissinger en su nueva
obra World Order- u otros tipos de alianzas propuestas: con los BRICS, individualmente
considerados o en conjunto, con o sin Rusia, incluso también coaliciones específicas
para cada zona fuera de control –como ocurre ahora en Afganistán, Irak y Siria-; todas
ellas o solo algunas, podrían jugar el papel de Atractor necesario para el sistema caótico
internacional.

Sin embargo, todos los sistemas no lineales, y el internacional lo es, son analíticamente
irresolubles y la tendencia al desorden es permanente; por lo tanto, este proceso
ordenador del caos, o Atractor, es necesario pero no es condición suficiente para dar
estabilidad y permanencia a los subsistemas regionales y al sistema internacional en su
conjunto, tanto y en cuanto, no exista un acuerdo de medios y fines con continuidad y
permanencia entre las superpotencias globales, en cada una de las zonas intervenidas.
Sería por tanto imprescindible, como ya lo fue en la Guerra Fría, dividir el mundo en
zonas de influencia y buscar alianzas específicas en aquellas regiones desestabilizadas
con un compromiso de contención militar, política y estratégica, según exija cada caso.
En conclusión, un juego de geometría variable en donde el acuerdo global chino-
estadounidense –más que poco probable-, debería ser compatible con una multitud de
subacuerdos regionales en donde el aliado en una región podría ser el enemigo a
contener y combatir en otra. Véase el papel de Rusia como superpotencia global y su
posición interesada en conflictos como el de Ucrania o Siria.

Estamos ante un deterioro progresivo del orden mundial, una violencia creciente fuera
de control y un vacío de poder manifiesto
Por otro lado, en la interesante aplicación de la teoría del caos para una explicación
racional de la situación actual del sistema internacional y su posible evolución, es
imprescindible tener en cuenta uno de los paradigmas centrales de la mecánica cuántica,
la paradoja de Schrödinger. Adaptando dicha paradoja a este caso: cualquier
intervención (medida o proceso de observación) en las condiciones del sistema caótico,
altera su naturaleza (el estado de la partícula) y puede producir reacciones inesperadas
pudiendo provocar el efecto contrario al proceso ordenador deseado. En cualquier caso,
pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro, imposibilitando la
predicción a largo plazo. Ya tenemos las experiencia de los fracasos en Afganistán e
Irak, el crudo invierno en el que se han transformado las primaveras árabes, el
atolladero sirio, la extensión de la guerra en África y como conclusión última, el avance
del radicalismo, en un mundo progresivamente más desigual e inseguro.

Teniendo en cuenta este principio de incertidumbre, la hegemonía multipolar limitada


del sistema actual, el proceso de interdependencia creciente, la dudosa voluntad del
gigante chino y el poder limitado de Estados Unidos, cualquier proceso ordenador sobre
cierta base de seguridad, permanencia y durabilidad pasa por la opción de incrementar
los marcos multilaterales estables de cooperación que permitan una institucionalización
de las intervenciones y el mantenimiento de un mínimo statu quo global. Probablemente
ha llegado el momento de modificar el concepto estratégico de las organizaciones
defensivas y de seguridad, regionales y universales así como, revisar también los
instrumentos de actuación que se encuentran vinculados al capítulo séptimo de la Carta
de Naciones Unidas: la única que, hoy por hoy, permite la utilización legitima de la
fuerza dentro del sistema. Puede ser que sólo así, por pura superviviencia y no por
sobrehumana virtud, el caos global abra paso progresivo al multilateralismo creador.

Gustavo Palomares Lerma es presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos,


catedrático “Jean Monnet” en la UNED y profesor en la Escuela Diplomática de
España,

Un país para cada gente


En el documento de Podemos hay un punto que invita
a desbordar la Constitución si la gente se equivoca
Manuel Jabois
17 FEB 2016 - 00:00 CET

Es natural que Podemos, en su propuesta de gobierno, haya incluido la fundación de un


nuevo país permeable, hecho con naciones y autonomías que tendrán derecho a
marcharse según su hemeroteca, pues la propia vicepresidencia que se arroga Iglesias
exige un territorio propio sobre el que legislar. Eso fue lo que falló en Galicia cuando
PSdeG y BNG unieron sus fuerzas para acabar con Fraga. Los dos se establecieron por
su cuenta, delimitando tanto sus funciones que hubo dos gobiernos paralelos que se
hacían oposición desde el poder. Todo iba bien hasta que repararon en que no podían
partir Galicia como habían partido la Xunta: legislaban sobre lo mismo.
La gran novedad del documento de Podemos no es el tono de catecismo en el que sólo
se echa de menos la pregunta en los apartados (¿Revertirá el proceso de
desindustrialización el Gobierno del Cambio? El Gobierno del Cambio revertirá el
proceso de desindustrialización al impulsar una nueva diversificación productiva…),
sino la figura oficial de la gente. La abstracción de Podemos tiene en el documento su
particular Estatuto. Se titula Un país para la gente, y en él se desgranan los privilegios
por los que la gente tendrá tanto poder que incluso lo que vote en las urnas no valga,
como se especifica en el punto que invita a desbordar la Constitución si la gente se
equivoca. El pueblo, por tanto, tendrá derecho a equivocarse. Si es así, el Gobierno,
magnánimo, le dará la oportunidad de rectificar.

Lo que se le dice a Sánchez es que en el Gobierno no habrá una España, como hubo una
Galicia para PSdeG y BNG. Estará por un lado la gente, que vivirá en un territorio
permanentemente autoamenazado por la ruptura, y luego los que se resistan a entrar en
razón. Los españoles que consideren que ellos están en lo cierto serán apadrinados por
la vicepresidencia del Gobierno. A los otros se les dejará en el peor escenario posible:
un Gobierno de Pedro Sánchez al que lo único que se le consulte en referéndum sea si
es posible mantener sexo cuando hay amistad. “El eterno debate”, avisó el socialista en
Twitter.

Lo paradójico es que en el documento de Podemos se intuye la izquierda necesaria en


España para corregir desigualdades. Y en medio, saboteándolo todo, la
institucionalización de la gente no como sujeto ideológico sino de confrontación. Con
un poder tan inyectado de democracia que finalmente tendrá que ser el Gobierno, su
vicepresidencia, la que decida por ella para que no se descarríe.

Que se regeneren ellos


Necesitamos políticos que reformen el sistema, aunque
en el proceso arriesguen sus intereses inmediatos de
conquista, permanencia o consolidación del poder
Santos Juliá
16 FEB 2016 - 00:00 CET

Salvadas todas las distancias, que no son pocas ni cortas, algo flota en el ambiente que
recuerda los lejanos tiempos del 98, cuando el espíritu público andaba por los suelos
ante el ruido ensordecedor que anunciaba un inminente finis Hispaniae: tanto había
caído España, dirá Costa, que ya la veía, como a Lázaro, en el sepulcro, a la espera del
mesías que le dijera levántate y anda. Llegó a sentirse tan hondo el daño, y acudieron
tantos médicos a la cabecera del enfermo, que las librerías rebosaron de aquel
abrumador regeneracionismo que a don Juan Valera le parecía que a nada bueno
conducía, pues “quien aspira a regenerarse empieza por creerse degenerado”. Eran los
males de España, el desastre nacional, la moral de la derrota…

También como entonces, la proliferación sin tasa de esta literatura terapéutica nos
alcanza hoy al son de una música elegiaca: algo ha ocurrido en el reciente pasado, un
infortunio, una desgracia, que nos ha arrastrado hasta la penosa situación en que nos
encontramos en el presente, nosotros, que fuimos capaces de asombrar al mundo en
aquellos años que ahora se revelan como de falsa bonanza. ¿Acaso no crecíamos a una
velocidad que hacía estallar el espejo en que solíamos mirarnos para medir la
profundidad de nuestra pasada decadencia? Italia, Francia y hasta Alemania quedaban
rezagados, mientras nuestros gobernantes se atrevían a plantar los pies encima de la
mesa del único anfitrión a su altura, Estados Unidos de América.

Y así, de un tiempo a esta parte, la pregunta que más veces repetimos al tropezar con
algún conocido ha cambiado el clásico ¿qué tal, cómo estás? por el inevitable ¿qué va a
pasar, cómo lo ves? Lo preguntas tú, y te lo preguntan a ti, en medio de un clima de
frustración y desconcierto como si de pronto el horizonte se hubiera estrechado de tal
manera que ya no existiera futuro. Frustración, porque del “España va bien” de Aznar y
de la “España más fuerte” de Zapatero hemos caído al lamento por lo mal que España
va y lo débil que camina. Y desconcierto, porque cuando la luz se apaga y el edificio se
agrieta, todo el mundo entona lo que ahora llaman mantra y antes cantinela: a
regenerarse tocan, nueva versión de la literatura del desastre en la que tanto se
empecinaron hace más de cien años nuestros ancestros.

Es tiempo de actuar y buscar un pacto amplio e incluyente para sacar adelante las
reformas

Una cantinela que nos resulta ya insufrible y humillante, porque quienes más claman
por la regeneración son aquellos que más degenerados aparecen, como ocurre con la
cúpula entera del Partido Popular, que en cualquier democracia digna de este nombre ya
habría hecho mutis por el foro. Oprobio sobre vergüenza, la regeneración consiste en
blindar a una exalcaldesa, hoy senadora, para que no la salpique ni una mota de la
podredumbre sobre la que sentó sus reales, tan ufana ella, durante décadas. Y el
regenerador supremo del mismo partido, su presidente, ahí sigue, impasible, y encima
maleducado, cuando a su alrededor y dentro de su cueva todo es corrupción. La última
burla a sus propios votantes, mofándose del Senado al utilizar su Diputación
Permanente como tapadera de una organización corrompida hasta el tuétano, colma en
verdad el vaso de la paciencia.

Que se regeneren ellos, los degenerados; o que tomen las de Villadiego, como acaba de
hacerlo la presidenta del Partido Popular en Madrid, el otro gran bastión del PP que ha
resultado ser una cueva de ladrones; que los responsables políticos que han chapoteado
durante décadas en ese piélago de clientelismo y corrupción, consentido cuando no
promovido por ellos mismos para consolidarse en el poder, se vayan a casa con todo su
séquito y se den una buena ducha. Que dejen de maniobrar como traficantes de
desperdicios, que se callen y no alboroten, mientras los demás, que son mayoría,
debaten y negocian las reformas encaminadas a impedir que esta corrupción que ha
engrasado las relaciones entre política y economía y que ahora amenaza con asfixiarnos
a todos, resurja otra vez, pasado el trance, como si nada hubiera ocurrido.

Lo que necesitamos no es regeneradores, sino otra especie de políticos que, tras


disponer ya de varias docenas de diagnósticos sobre los fallos del sistema, procedan a su
reforma aunque en el proceso arriesguen sus intereses inmediatos de conquista,
permanencia o consolidación del poder. A esta especie de políticos se les solía llamar en
otros tiempos, cuando no había mujeres en las alturas, hombres de Estado. Mirar al
Estado, servir al Estado: esta es la cuestión, esto es lo que nos ha fallado, esto es lo que
quienes éramos hermanos pequeños de aquellos jóvenes que se identificaron a mediados
del siglo pasado como hijos de los vencedores y de los vencidos, admiramos en nuestros
mayores, en gentes que lucharon por la democracia y por la libertad y que con su
sabiduría y su acción se afanaron, no en la regeneración sino en la construcción del
primer Estado capaz de consolidar una democracia en España.

Hacen falta hombres y mujeres de Estado que cieguen la fuente y el origen de la


corrupción

¿Es posible? Claro que lo es. Ciertamente, “la crisis por la que pasamos” —como dijo
también Valera hace más de un siglo— “es terrible de veras, y aun serían menester
muchos disgustos, muchas perturbaciones y muchas fatigas para que salgamos de ella
triunfantes”. Pero disgustos, perturbaciones y fatigas ya hemos acumulado en demasía.
Ahora es tiempo de actuar, de aplicarse a la tarea con discreción y responsabilidad. Y es
preciso destacar en este punto que, tras un decepcionante comienzo, los equipos del
PSOE y de Ciudadanos que decidieron encontrarse y negociar como se podía esperar de
políticos en una democracia en buen estado de salud, han dado un magnífico ejemplo de
cómo deben hacerse las cosas. Quizá si Podemos evitara alguna nueva payasada, como
la presentación en público de medio Gobierno, con su general y todo, y los afiliados y
votantes del Partido Popular obligaran a sus actuales dirigentes a emprender la vuelta a
casa, el futuro comenzaría a abrirse de la única manera posible tras el resultado de las
pasadas elecciones: alcanzando un pacto, amplio e incluyente, con objeto de acometer la
reforma pendiente de la Constitución y todas las conexas: revisar lo relativo a la
autonomía de los diversos territorios del Estado, garantizar la independencia de todas
las Administraciones públicas, restablecer el control y equilibrio de poderes, impedir y
sancionar la colusión de gestores del dinero público con empresas e intereses privados.

He ahí un programa digno de hombres y mujeres de Estado que ciegue de una vez la
fuente y el origen de la corrupción, vieja amiga de la política, que tanta frustración y
desconcierto ha extendido por la sociedad española.

Santos Juliá es historiador.

La gallina ciega
Lo que parecía un ensayo electoral fallido está
adoptando unos tintes dramáticos
Antonio Elorza
16 FEB 2016 - 00:00 CET

Los cuatro se juegan demasiado. Lo que en un principio parecía un ensayo electoral


fallido, por el relativo equilibrio entre los principales competidores, listo para resolverse
en una segunda vuelta, ahora va tomando acentos dramáticos. El PP ha descubierto una
nueva jugada de mus, el órdago a la nada, fiándolo todo a una propuesta repetida mil
veces y que nadie atendió. Y en esto se le cayó Valencia encima. De tener sentido del
humor, Rajoy hubiese añadido a la frase “hemos ganado las elecciones” cinco palabras
más: “y en Valencia hemos arrasado”. No es ya la corrupción en un partido, sino un
partido hecho corrupción. Su ceguera es ya un insulto. A pesar de eso clama por su
derecho a gobernar. Por su parte, Pedro Sánchez ha sido capaz de dar formalmente la
vuelta a la tortilla, convirtiéndose en el eje de una situación política endemoniada, y en
apariencia por lo menos, dando a la crisis un sano aspecto democrático, al presentar su
programa readaptado, con el fin de facilitar un amplio diálogo, base de la investidura,
trabajada con otros partidos a su derecha y a su izquierda. Solo que en el texto hay
agujeros alarmantes. Pablo Iglesias, por una vez está tranquilo, y no es buena señal,
después de plantear su propio órdago, con la rotundidad que exhibieran antaño los
partidos comunistas. En fin, Ciudadanos ha hecho suya una figura hasta ahora inédita en
política, la del buen samaritano dispuesto incluso a ejercer de casamentera en los
momentos más difíciles.

Cada uno arriesgaba mucho en esta partida. En vez de esperar acontecimientos y pensar
en una operación quirúrgica imprescindible sobre un cuerpo con miembros
gangrenados, Rajoy se ha lanzado hacia adelante, y con él la maquinaria de propaganda
del partido, exhibiendo su irritación ante una injusticia que solo él ve, hasta
comprometer decisivamente la imagen de lo que hubiera debido ser un gran partido
conservador. Por su parte, Pedro Sánchez y sus dirigentes críticos saben de sobra que un
fracaso ahora, tras buscar una nueva fórmula de gobierno de la que sean cabeza, les
aboca a unas elecciones con el alto riesgo de ser claramente superados por Podemos y
seguir la triste suerte de otros partidos socialdemócratas europeos. Algo parecido le
sucede, desde otro ángulo, a Ciudadanos. De triunfar su imposible mediación,
alcanzarían un merecido prestigio. Unas nuevas elecciones a cara de perro entre el PP y
Podemos/PSOE, les lleva en cambio al hundimiento. Y Podemos, en la medida que
responde a un movimiento político de aluvión, necesita llegar al poder, dejar claro que
su prepotencia está bien justificada. Puestos a citar historias de tigres, recordando una
de Rudyard Kipling, lo suyo es invitar a Sánchez, como a la dama de Riga para dar un
paseo, que terminaría con la dama en la tripa y una sonrisa en la cara el tigre. Pero si no
toca poder, y una alianza de PSOE y Ciudadanos, con abstenciones exteriores,
funcionase, el globo populista podría estallar.

Lo más probable es que esto no suceda, a la vista del documento presentado por el
PSOE, y no por la presencia de concesiones sensibles a Podemos, sino porque cabe
apreciar vacíos significativos. El más inexplicable, en principio, el de la ausencia de
Cataluña, el principal problema que tiene hoy nuestro Estado. Cualquier precisión al
respecto, atendiendo a las palabras de Sánchez sobre la unidad territorial, hubiese
chocado con la reivindicación, que Iglesias no puede abandonar, del referéndum de
autodeterminación. Sabiendo como actúa Iglesias, es posible pensar en la trampa de una
consulta, no un referéndum, pero que cumpliría las mismas funciones prácticas que el
referéndum, siendo más digerible jurídicamente, y además como solución grata para los
independentistas catalanes. Tampoco existen razones para aplazar la propuesta de una
reforma federal, verdaderamente urgente, si se quiere abordar el caso catalán desde otro
ángulo. Y en otros temas, la cercanía entre PSOE y Podemos es solo aparente, pero
puede ser potenciada por llegar al Gobierno. Ayudados por un PNV listo para pasar la
gorra, llevándose la Seguridad Social, más su “derecho a decidir”.

Para que otra cosa funcionase, el desistimiento de Rajoy resultaba imprescindible. Pero
en vez de atenerse a los deseos de los empresarios, y probablemente de Europa,
posibilitando el Gobierno Sánchez, apoyado en Ciudadanos, su no fue rotundo e
indignamente grosero. Así que el PSOE se desliza hacia Podemos. Y los participantes en
el debate plural sobre el programa, no habrían sido más que comparsas vendados en el
círculo de la gallina ciega.

Antonio Elorza es catedrático de Ciencia Política.

El vicio de la superioridad moral


Es necesario reconocer la moralidad del adversario
político. Hay que comprender que ambos moldes —
progresista y conservador— son imprescindibles
para una convivencia que debe asentarse en la
racionalidad, no en intuiciones e instintos
Benito Arruñada
16 FEB 2016 - 00:00 CET

Causa perplejidad que a los líderes del PSOE les resulte imposible negociar con el
Partido Popular y, sin embargo, estén dispuestos a pactar con Podemos. La paradoja es
notable pues su distancia con Podemos es mayor, no solo en sus propuestas de acción
política sino en su respeto al marco constitucional, tanto nacional como europeo. Por no
hablar de la posición de Podemos sobre los derechos humanos en Venezuela e Irán.

Para algunos, el giro del PSOE a la izquierda es mero cálculo electoral. Pero el partido
pequeño no siempre sale perdiendo en las coaliciones de gobierno. Además, el cálculo
electoral solo explicaría que el PSOE no entrase en el Gobierno o que no llegase a un
acuerdo para abstenerse, pero no su negativa a negociar con el PP. Negarse a negociar
tiene poco sentido cuando la mayoría de los ciudadanos desea un acuerdo centrado, no
un pacto frentista y divisivo. Además, la sangría de votos del PSOE sería mortal si su
futuro gobierno quedase atado a los oportunismos de Podemos.

Tampoco cabe pensar que la incapacidad de diálogo obedezca a la poca democracia


interna de los partidos y, en concreto, a que dialogar perjudique a sus líderes. La brecha
de diálogo se sustenta en el sentir de las bases y la intelectualidad de izquierdas. Solo
aquellos de sus líderes con experiencia son favorables a dialogar con la derecha, quizá
porque su paso por el poder les ha hecho más ecuánimes y menos instintivos al enjuiciar
a los demás. Tal vez la experiencia enseña que la naturaleza humana es más compleja de
lo que recogen los maniqueísmos al uso.

Por último, lo más importante, es poco verosímil que la dificultad se deba a que
socialistas y populares aspiren a aplicar políticas diferentes. Al fin y al cabo, tanto en
materia económica como social el margen de elección está acotado por su común
respeto a las restricciones que imponen la pertenencia al euro y a la Unión Europea; y
sucede algo parecido en materia de soberanía nacional. Es más, si alguna diferencia
parece realmente insalvable es su dudosa aceptación por Podemos: no dice estar contra
Europa ni contra el euro, pero sus propuestas podrían bien ser incompatibles con ambos.
Por todo ello, la causa de la negativa socialista podría ser más profunda, y residir en que
mucha de la izquierda que se cree progresista quizá considera inmorales a quienes tilda
de conservadores. Sucedería aquí en España algo similar a lo que en un trabajo ya
clásico Graham, Haidt y Nosek constataron hace años para los demócratas
estadounidenses: estos no creían (ni, aparentemente, creen) que los republicanos deseen
construir una sociedad más justa, ni que les importe el medio ambiente o el bienestar de
los individuos menos favorecidos. Sienten así que discrepan en los fines, y no en los
medios empleados para alcanzarlos.

La fragmentación política exige alcanzar pactos que nos inmunicen contra viejos
sectarismos

Este tipo de prevención moral sería hoy menos racional en España: debido a las
restricciones europeas, el margen de decisión de nuestros Gobiernos es muy estrecho.
La prevención se sustentaría más bien en prejuicios y resentimientos no del todo
distintos de los que esgrimía la izquierda entre 1934 y 1936 para impedir el acceso de la
derecha al Gobierno de la República. Apunta en esa dirección el que, contra toda
evidencia, parte de la izquierda moderada aún necesite considerar derecha extrema a
partidos de centroderecha y liberales.

Ciertamente, la repulsiva incidencia de la corrupción en el PP ha proporcionado una


excusa útil, al concitar emociones de asco y rechazo que es tentador emplear como
palancas instintivas. No es casual que se haya llegado a hablar de la necesidad de
purificar al PP. Y no exigiendo, como sería lógico y sus propios votantes exigen,
cambios en su liderazgo, sino condenando al ostracismo a toda su militancia, y, por
extensión, a 7,2 millones de ciudadanos que están tan asqueados como el que más con la
corrupción de sus representantes. Yendo un paso más allá del estereotipo de la casta
gobernante, se está jugando, quizá sin querer, a crear una casta de apestados intocables.
La oportunidad es arriesgada, y no solo en términos de interés público: el propio PSOE
ya se ha encontrado más de una vez en similares circunstancias.

No basta con aceptar el derecho del otro a pensar distinto, sino valorar que la diferencia
nos enriquece

Estamos a tiempo de reconducir este proceso de división, pues apenas se plantea una
actitud similar en términos de superioridad moral de la derecha. Ciertamente, existen
sectores que simplifican la moral del progresista típico, a menudo como un compendio
de autoengaños sin sentido alguno de la lealtad, la autoridad o la trascendencia. Sin
embargo, dentro de los partidos, se trata aún de posiciones minoritarias, aunque
crecientes, como reflejan los exabruptos de algunos líderes populares.

La solución racional pasa por reconocer la entidad moral del adversario, lo que requiere
entender la estructura instintiva de la moralidad, tanto ajena como propia. Es preciso
comprender que ambas matrices morales —progresista y conservadora— son
imprescindibles para la convivencia. Busquemos asentar esta en la racionalidad más que
en intuiciones e instintos. Como argumenta un progresista como Joshua Greene, para
conflictos del tipo “Yo-contra-nosotros” basta con la moral instintiva, pero los
conflictos que hoy nos aturden se plantean entre tribus culturales, y son del tipo
“Nosotros-contra-ellos”. Resolverlos requiere que la racionalidad tome el control de los
instintos tribales.
La repentina fragmentación política exige alcanzar pactos que nos inmunicen contra
sectarismos que en el pasado costaron tanta infelicidad y retraso. En los últimos 150
años, los españoles apenas hemos vivido 100 años en democracia, y casi siempre en un
régimen bipartidista. La reciente fragmentación plantea una prueba de madurez que en
otros momentos fuimos incapaces de superar.

Bajo el bipartidismo, basta con la tolerancia pasiva del adversario, tanto si se está en el
Gobierno como en la oposición. La fragmentación requiere una tolerancia más activa:
no cabe odiar al enemigo pero tampoco basta con soportar al adversario, sino que es
preciso dialogar y pactar con él; y eso exige empatía y confianza. No basta con aceptar
su derecho a pensar, creer y ser diferente, sino valorar que las diferencias morales nos
enriquecen a todos. No se puede dialogar desde la superioridad moral. Aun menos desde
la cosificación del adversario a la que podría llevarnos el supremacismo cultural o
étnico que aún nutre a nuestros sectarismos y localismos.

Benito Arruñada es catedrático de Organización de Empresas de la Universidad


Pompeu Fabra de Barcelona.

Pablo Iglesias se borra del pacto


El documento presentado este lunes en el Parlamento
es un auténtico boicot a cualquier pacto con el
PSOE
Javier Ayuso
16 FEB 2016 - 12:07 CET

“Me voy a dejar la piel para lograr un acuerdo con Sánchez”, decía este lunes Pablo
Iglesias mientras pensaba: “Ahí tienes esa, nos vemos el 26 de junio en las urnas”. El
líder de Podemos volvió a escenificar el papel de candidato a la investidura a
vicepresidente del Gobierno, dando un paso más en el pulso que quiere mantener con
los socialistas. Insiste en la prioridad del referéndum de autodeterminación en Cataluña
y no solo exige para él la vicepresidencia, sino que convierte el cargo en el de un
auténtico primer ministro.

A Iglesias le ha podido la arrogancia, en una puesta en escena que ha vuelto a irritar a


todos los socialistas (hasta a los que querrían negociar con él). La respuesta inmediata
de Antonio Hernando no dejaba lugar a dudas: “Pablo no sabe ni dónde está, ni qué
papel le corresponde”, antes de preguntarle cuándo ha recibido el encargo del jefe del
Estado para formar Gobierno.

Además de la escenificación, el documento presentado este lunes en el Parlamento es un


auténtico boicot a cualquier pacto con el PSOE. Junto al derecho a decidir en Cataluña
(sabe que el Comité Federal de los socialistas ha marcado una línea roja), Iglesias
plantea dos gobiernos en uno y la obligación de consensuar el nombramiento de 79 altos
cargos que considera estratégicos.
El secretario general de Podemos propone una supervicepresidencia del Gobierno, que
define como “espacio de acción política orientada a la defensa de los derechos sociales
y políticos”. Ese cargo, que ocuparía él, por supuesto, tendría poder directo sobre los
servicios de inteligencia, la comunicación del Gobierno, el CIS, el BOE, RTVE, la
coordinación de las comisiones delegadas de asuntos económicos y políticos... y,
además, con mando sobre dos nuevas secretarías de Estado: la de Lucha contra la
Corrupción y la Oficina de Derechos Humanos del Gobierno. Casi nada. Una especie de
comisario político en La Moncloa.

La propuesta de este lunes no se ha planteado con los ojos puesto en el 3 de marzo


(fecha de la votación de investidura de Pedro Sánchez), sino en el 26 de junio, en que se
celebrarían las elecciones generales sin fracasan los candidatos. Ni la primera ni la
segunda propuesta eran sinceras. Iglesias ha perdido la iniciativa política y piensa que
unos nuevos comicios pueden darle más votos si consigue culpar al PSOE de no haber
formado el tan manido “Gobierno del cambio”. Pero los votantes seguro que se dan
cuenta de que ayer Podemos se borró de la negociación.

Más de 30 muertos en un ataque de EE


UU contra el ISIS en Libia
La ofensiva perseguía a yihadistas tunecinos
vinculados a los ataques del Bardo y Susa
Francisco Peregil
19 FEB 2016 - 16:05 CET
Un grupo de libios se manifiestan en el aniversario de la revolución que depuso a
Gadafi, el miércoles en Bengazi. ABDULLAH DOMA AFP

La aviación de Estados Unidos bombardeó en la madrugada de este viernes un campo


de entrenamiento del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) y mató a 41
personas, según confirmó en su página de Internet el consejo municipal de la localidad
de Sabrata, próxima al terreno donde se produjo el ataque. Entre las víctimas hay
yihadistas extranjeros, aunque varias fuentes señalan que también podrían haber muerto
mujeres y niños. Uno de los principales objetivos era abatir al yihadista tunecino
Noureddine Chouchane, a quien se le vincula con los atentados del museo del Bardo,
que causaron 22 muertes en Túnez capital en marzo de 2015, y con los 38 muertos que
provocó en junio el atentado de Susa, en el corazón turístico del país magrebí.

El Pentágono no pudo precisar en un primer momento si fue alcanzado Noureddine


Chouchane. El ataque se produce justo cuando la comunidad internacional, con Estados
Unidos a la cabeza, se plantea poner freno a la expansión del Estado Islámico en Libia
mediante el despliegue de soldados en el terreno. Esta misma semana el presidente
Barack Obama declaró: “Combatiremos al Estado Islámico allá donde esté, de la misma
manera que lo hicimos con Al Qaeda”.
El campo de entrenamiento de Sabrata era bastante conocido en Túnez. El ministerio del
Interior tunecino informó de que los autores de los atentados del Bardo y de Susa se
habían entrenado en ese terreno que se encuentra a 80 kilómetros de Trípoli y a unos
110 de la frontera con Túnez. A pesar de que el feudo libio del Estado Islámico se
encuentra a 427 kilómetros al este, en la ciudad de Sirte, y a pesar de que entre Sabrata
y Sirte hay cientos de miles de milicianos que responden al Gobierno de Trípoli,
enemigos de los yihadista, el Estado Islámico ha conseguido implantar su campo de
entrenamiento en esa zona clave por su cercanía a Túnez.

Sabrata tiene apenas 9.000 habitantes, pero posee un anfiteatro romano que en tiempos
de paz visitaban decenas de miles de turistas cada año. El Estado Islámico hizo una
demostración de fuerza el pasado diciembre cuando se adentró con 30 vehículos en este
enclave, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Parecía que otra
catástrofe arqueológica estaba a punto de suceder a manos de los terroristas, como ya
sucedió en Siria. Pero, en esta ocasión, los yihadistas se limitaron a rescatar a tres de sus
miembros que se encontraban retenidos por las autoridades, y se marcharon sin llegar a
utilizar las armas.

Estados Unidos y las principales potencias de la Unión Europea llevan varias semanas
estudiando la forma de combatir al Estado Islámico en Libia, un grupo que ya controla
200 de los 1.770 kilómetros de la costa mediterránea del país y que en las últimas
semanas ha atacado puntos claves de producción y exportación de petróleo. Pero la
condición sine qua nom que ha primado hasta ahora es que cualquier intervención sobre
el terreno debería hacerse con el permiso del Gobierno de unidad. Y ese Gobierno de
unidad, hoy por hoy, está en el aire.

La ONU presentó en diciembre en la ciudad marroquí de Sjirat su propuesta de Consejo


Presidencial. Era un Consejo que nació debilitado, con el rechazo de los Parlamentos de
Tobruk y de Trípoli, las dos partes enfrentadas en el país. El Consejo Presidencial
propuso el 25 de enero su propuesta de un Gobierno con 32 miembros. Pero esa
propuesta fue rechazada por el Parlamento de Tobruk con el pretexto de que había
demasiados miembros.

En realidad, la cuestión de fondo es quién va a llevar las riendas del Ministerio de


Defensa, quién va a controlar las armas en el país. El general Jalifa Hafter está al mando
de lo que él proclamó en 2014 como Ejército Nacional Libio, enemigo feroz de lo que él
considera “terroristas islamistas” de Trípoli. Hafter no quiere renunciar a su poder. Y en
Trípoli no lo quieren ni ver. Entre tanto, la comunidad internacional espera que, al
menos el parlamento internacionalmente reconocido de Tobruk apruebe de una vez el
Gobierno de Unidad para así tener un interlocutor con el que coordinar posibles
acciones contra el Estado Islámico.

La fecha límite para aprobar o rechazar ese Gobierno de Unidad, dentro de las
innumerables fechas límites que se han venido fijando en los últimos meses en Libia,
será el próximo martes 23 de febrero. Si Tobruk aprobase el nuevo Gobierno de Unidad
este Gobierno en realidad solo sería de “Unidad” sobre el papel, ya que el Parlamento
de Trípoli, no reconocido por la comunidad internacional, se niega a reconocerlo.

Debido a estas fracturas diversos analistas y centros de análisis, como el International


Crisis Group, criticaron la gestión del antiguo enviado de la ONU en Libia, Bernardino
León, al impulsar en noviembre un Gobierno de Unidad sin respaldo suficiente de las
partes en conflicto.

Cuando el Papa se enfada


¿Puede irritarse un papa y responder, con mala cara,
“deja de ser egoísta?” a un fiel exaltado que casi le
hace caer al suelo?

Juan Arias
19 FEB 2016 - 17:28 CET

¿Puede irritarse un papa y responder, con mala cara, “deja de ser egoísta?” a un fiel
exaltado que casi le hace caer al suelo?

Hay católicos que piensan que no, y menos el papa Francisco, cuyo nombre evoca
valores de mansedumbre. “Sólo le faltó soltar un taco”, comentó irónico un señor en las
redes sociales. ¿Y por qué no?

Esta vez el enfado del papa no tuvo que ver con la indignación contra la violencia o la
corrupción.

La irritación de Francisco en México, cuyas imágenes han recorrido el mundo, es más


banal pero igualmente emblemática.

Se advierte en su rostro, entre dolorido y airado, que le estaba molestando aquel devoto
que lo arrastraba. Y se advierte que le reprueba con cara de malas pulgas, como dicen
los castizos. No fue suave, Francisco. Fue tajante: “Deja de ser egoísta”, y parecía
querer añadir: “Basta, suéltame”.

¿Por qué ha habido a quién ha molestado y hasta escandalizado ese exabrupto del papa
Francisco? Quizás porque existe la idea de que un papa no es de carne y hueso, no
siente o no debe sentir, sólo aguantar, sufrir estoicamente, como si se tratara de un ángel
o de un robot.

Es esa imagen estereotipada de los papas santos o impasibles, que ha quebrado


Francisco con su gesto de enfado y disgusto

Es esa imagen estereotipada de los papas santos o impasibles, que ha quebrado


Francisco con su gesto de enfado y disgusto.

Francisco inició ya su pontificado de forma atípica, presentándose desde el primer día


como es, con sus cualidades y defectos, sus altos y sus bajos, sus aciertos y victorias,
siempre sin ocultarlos. Y con humor.

Nunca antes de Francisco un papa había concedido, por ejemplo, entrevistas


periodísticas sin preocuparse de poder ser mal interpretado. Sus antecesores, ya en la
edad moderna, sólo leían lo que les escribían, y si él lo escribía, tenía que ser revisado
por si se les escapaba lo que el Vaticano consideraba inconveniente o poco teológico en
la boca de un papa.

Recuerdo que el anciano Papa Juan XXIII, que es quizás al que más se parece en sus
gestos inesperados y en su humor el papa Francisco, cuando visitaba las parroquias de
Roma, solía hablarles a la gente espontáneamente, de forma improvisada. Después,
mirando a los periodistas que lo seguíamos, nos decía: “Mejor que toméis apuntes, pues
es posible que mañana me censure L’Osservatore Romano”

En otra ocasión, al papa Juan Pablo I, cuya muerte, después de solo 33 días de
pontificado, sigue envuelta en el misterio, se le ocurrió decir en un discurso público, en
la plaza de San Pedro, que Dios “no era sólo padre, sino también madre”.

Lo había dicho el profeta Isaías hacía miles de años, pero a los oídos de los teólogos del
Vaticano sonó a herejía. Fue llamado al orden.

Así era, hasta la llegada de Francisco, que se negó a vivir prisionero en los palacios
vaticanos prefiriendo un cuarto de una pensión para sacerdotes, donde es posible verle
en el corredor llegar con un euro en la mano para sacar un café de la máquina
automática. Es el primer papa libre en sus gestos personales de las férreas liturgias y
teologías de los papados tradicionales.

Si Francisco ha conquistado la simpatía hasta de muchos ateos es también por la


franqueza que lo caracteriza, por no esconder lo que es, fingiendo aparecer otro. Con su
espontaneidad ofrece a los otros un plus de cercanía.

La santidad no tiene por qué necesitar de las alas puras de los ángeles o de los
superhéroes. El cristianismo lleva en su esencia la encarnación de lo divino en lo
humano y está siempre preñado de debilidades. El Dios cristiano no es un dios del
Olimpo, lejano de la realidad de la vida. Y la vida es un mosaico de acciones con todas
sus tonalidades.

Dar ejemplo de vida, como se supone de un papa que lleva sobre sus hombros la
responsabilidad de una Iglesia con millones de fieles y dos mil años de historia no
significa convertirse en estatua de cera.

¿Mejor un papa capaz de controlar todos sus sentimientos, o la espontaneidad natural


que no esconde ni el dolor ni la rabia?

Un papa, como Francisco, que lucha para defender a los más desvalidos y pisoteados
por el capitalismo salvaje; un papa capaz de misericordia y comprensión con los que
resbalan en la vida, que vive en sintonía con lo que predica, bien se merece la libertad
de irritarse cuando le pisan los pies.

Quizás aparezca así a algunos menos dios, pero también más capaz de entender no sólo
las sublimidades de los virtuosos sino también los traspiés de los pobres mortales.

Jesús de Nazaret se apellidó a sí mismo “el hijo del hombre”, nunca “el hijo de Dios”.
Cerca de la recesión
La economía global necesita un plan drástico para
incentivar la demanda
El País
19 FEB 2016 - 00:00 CET

La OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) lo ha expuesto


con claridad: la economía global sufrirá una desaceleración en 2016, acentuada en
algunos casos hasta llegar a la recesión (Brasil); y en el mejor de los pronósticos, habrá
crecimientos muy débiles, insuficientes para generar crecimientos sustanciales de rentas
salariales (Europa). La OCDE también tiene un diagnóstico: las recetas monetarias,
correctas, no han ido acompañadas de “una respuesta colectiva contundente” para
corregir el crecimiento débil, casi un estancamiento, que ha sucedido a la crisis
financiera de 2008. Una ley no escrita sugiere que revisiones a la baja de las tasas de
crecimiento, en este caso mundial, son signo inequívoco de recesión en ciernes, aunque
en el caso de la economía global no se trate de una recesión homogénea.

La OCDE se mueve en el terreno de la abstracción cuando alude al término “respuesta


colectiva contundente”. Cabe interpretar que la política monetaria dispone, en mayor o
menor medida (obsérvese la resistencia del Bundesbank a las decisiones del BCE), de
una capacidad de respuesta porque depende de bancos centrales que actúan con
independencia y según la evolución de parámetros dados. Pero el caso de la política
presupuestaria y fiscal es diferente. Europa, por ejemplo, no puede actuar de forma
coordinada porque no tiene un gobierno común.

La Organización reclama un choque contundente para estimular la demanda. El objetivo


es correcto, porque si la economía mundial aparece atrapada en el estancamiento es
porque no hay expectativas de que crezca. Y no las hay —contando con abundancia de
crédito, y con los riesgos inherentes de burbujas en algunos mercados asociadas a un
exceso de liquidez— porque la demanda no puede crecer con tasas elevadas de
desempleo y rentas salariales en retirada; y si además se detecta una incapacidad del
sistema bancario para ofrecer una imagen conjunta de solvencia, para superar la caída
de sus márgenes de negocio y para desembarazarse de la elevada deuda pública que
asumieron durante la crisis, ya están predibujadas las condiciones de una recesión más
que probable.

Es difícil unir las causas mencionadas, detonadas por la crisis china, y dar con un
remedio que resuelva todos los problemas planteados. A pesar de lo que diga la OCDE,
ciertos específicos como bajar los impuestos no son una solución universal. En algunos
casos será una medida eficaz —en los países con elevada fiscalidad— y en otros quizá
agravaría la situación (España, por ejemplo, está por debajo de la presión fiscal media
europea).

La “respuesta colectiva” requiere un plan convincente de estímulo de la demanda (más


consumo y más inversión) fácil de enunciar pero difícil de coordinar en las áreas del
dólar, el yen, la libra y, sobre todo, el euro. Pero, suponiendo que ese estímulo debe
provenir sobre todo de programas de inversión pública y sabiendo que las reformas de
algunos Gobiernos europeos (España, entre ellos) no han conseguido reducir su
endeudamiento, tanto esos países como la banca serán los eslabores más débiles en una
desaceleración brusca global que cada vez está más cerca.

Anticapitalismo de amiguetes
Dirigentes de Podemos no dudan en engrosar las
nóminas de los centros de influencia con personas
de su entorno personal
Javier Ayuso
19 FEB 2016 - 00:00 CET

Cuando no habían tocado el poder en España ni se avergonzaban de su pasado


bolivariano, los políticos antisistema de Podemos criticaban los excesos de lo que
llamaban el “capitalismo de amiguetes”. Sin embargo, cuando todavía no ha pasado un
año desde que ocuparon los primeros despachos oficiales, los líderes de esta fuerza
política se han lanzado sin pudor al mayor de los vicios de la vieja política: el
enchufismo.

Han instaurado una especie de “anticapitalismo de amiguetes”; y el tráfico de


influencias que denunciaban que se realizaba en los palcos de los estadios Santiago
Bernabéu o Camp Nou se hace ahora en los entornos del Patio Maravillas en Madrid o
la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en Barcelona. Han emulado a la vieja casta
en un tiempo récord, aunque tienen respuestas para todo: “Es verdad que es mi pareja,
pero no la hemos contratado por eso, sino por sus cualidades profesionales”. Publicidad

El último de los escándalos de nepotismo en los lugares en los que gobiernan Podemos
y sus grupos asociados se ha vuelto a producir en el Ayuntamiento de Madrid, en donde
el tristemente famoso concejal Guillermo Zapata (el de los tuits contra las víctimas del
terrorismo y los judíos) ha contratado como asesora a su expareja, con el módico sueldo
de 50.000 euros anuales. Están recientes las contrataciones de las parejas de Ada Colau
y Gerardo Pisarello en Barcelona.

Es un ejemplo más de parejas y exparejas, padres, sobrinos o amigos colocados en


buenos puestos de las listas electorales o contratados con una más que dudosa
experiencia para el cargo. Por eso se cometen tantos “errores por inexperiencia”, que se
perdonan por parte de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que sigue defendiendo
a los chicos y chicas de su Gobierno. ¿Hasta cuándo?

Pablo Iglesias e Iñigo Errejón (ambos profesores de Políticas y ambos con parejas y
exparejas colocadas en los centros de poder ganados) conocen bien la teoría de las élites
que desarrollaron los pensadores italianos Gaetano Mosca y Wifredo Pareto. Según esa
teoría, en toda sociedad hay una minoría que ostenta el poder en sus diferentes formas;
unas élites que ocupan todos los espacios de poder.
En su intento de asalto a los cielos (siguiendo las enseñanzas de Karl Marx en París), no
dudan en engrosar las nóminas de los centros de influencia con personas de su entorno
personal y, por supuesto, ideológico. Por eso, asusta leer los 98 folios de la propuesta de
Gobierno de coalición de Podemos con el PSOE. Sobre todo, la que se refiere al poder
que asumiría el vicepresidente (o sea, Iglesias).

A su mando quedarían el CNI, el CIS, RTVE, el BOE, las comisiones delegadas de


asuntos políticos y económicos y las dos nuevas secretarías de Estado que propone:
Contra la Corrupción y Oficina de Derechos Humanos. Eso sin contar los 78 altos
cargos que deben contar con su visto bueno ideológico para su nombramiento. Viendo el
ejemplo de estos 10 meses, el escenario no es muy favorable. Acabaremos con la vieja
frase: “Pablo, ¡colócanos a todos!”.

El peligro de una Europa débil


La pregunta clave es si la UE conservará la cohesión
suficiente para hablar con una sola voz en asuntos
internacionales o seguirá siendo una agrupación
limitada y definida por las identidades nacionales.
A EEUU le interesa un aliado sólido
Joseph S. Nye
19 FEB 2016 - 00:00 CET

En 1973, el secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, tras un periodo de


preocupación de su país sobre Vietnam y China, anunció un “año de Europa”. En
tiempos más recientes, después de que el presidente Barack Obama anunciara un giro o
reequilibrio estratégico de Estados Unidos hacia Asia, muchos europeos temieron que se
los dejara de lado. Hoy puede que 2016 se convierta por necesidad en otro año de
Europa para la diplomacia estadounidense, debido a la actual crisis de los refugiados, la
ocupación del este de Ucrania y la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia, y la
amenaza de que Reino Unido abandone la Unión Europea.

Más allá de los eslóganes, Europa sigue contando con importantes recursos de poder y
es de un interés vital para EE UU. Aunque la economía estadounidense es cuatro veces
mayor que la de Alemania, la economía de toda la Unión es similar en tamaño a la suya,
y su población de 510 millones es muy superior a los 320 millones de estadounidenses.
Es verdad que el ingreso per capita de Estados Unidos es mayor, pero en términos de
capital humano, tecnología y exportaciones la UE está muy a la par. Hasta la crisis de
2010, cuando los problemas fiscales en Grecia y otros lugares generaron ansiedad en los
mercados financieros, algunos economistas habían especulado con que pronto el euro
podría reemplazar al dólar como moneda de reserva primaria del mundo.

En términos de recursos militares, Europa gasta menos de la mitad de la partida que


EE UU destina a defensa, pero tiene ejércitos con mayores efectivos. Reino Unido y
Francia poseen arsenales nucleares y una capacidad limitada de intervención externa en
África y Oriente Próximo, y participan además activamente en los ataques aéreos contra
el Estado Islámico. En cuanto a su poder blando, durante mucho tiempo Europa ha
ejercido un alto atractivo y sus ciudadanos han desempeñado un papel central en las
instituciones internacionales. Según un estudio reciente del Portland Group, 14 de los
20 principales países eran europeos. La sensación de que Europa se unía en torno a
instituciones comunitarias la hicieron muy atractiva para sus vecinos, si bien esto se
erosionó un poco tras las crisis financieras.

La pregunta clave al evaluar los recursos de poder de Europa es si la UE conservará la


cohesión suficiente como para hablar con una sola voz en una amplia variedad de
asuntos internacionales, o seguirá siendo una agrupación limitada y definida por las
identidades nacionales, culturas políticas y orientaciones exteriores de sus miembros.

La respuesta varía según el tema. Por ejemplo, en asuntos comerciales Europa está a un
nivel comparable con EE UU y tiene capacidad para equilibrar el poder de este. En el
Fondo Monetario Internacional únicamente EE UU supera a Europa (si bien la crisis
financiera ha mellado la confianza en el euro). En políticas antimonopolio, el tamaño y
atractivo del mercado europeo ha significado que las empresas que desean fusionarse
han tenido que obtener la autorización tanto de la Comisión Europea como del
Departamento de Justicia estadounidense. En el mundo cibernético, la UE es quien
define los estándares globales de protección de la privacidad, que EE UU y otras
compañías multinacionales no pueden pasar por alto.

La baja natalidad y el rechazo a la inmigración masiva plantean a la Unión Problemas


demográficos

Sin embargo, la unidad europea se enfrenta a limitaciones importantes. Las identidades


nacionales siguen siendo más fuertes que una identidad europea en común. Los partidos
populistas de derechas tienen a la UE como una de las instituciones a las que atacan con
su xenofobia.

En el interior de la UE está aumentando la integración legal, pero sigue siendo limitada


la de los ámbitos exterior y de defensa. Y el primer ministro británico, David Cameron,
ha prometido reducir los poderes de las instituciones de la UE y someter los resultados
de sus negociaciones con los líderes de la Unión a referéndum popular. Si Reino Unido
vota no y abandona la UE, los efectos sobre la moral europea serán serios. Es un
resultado que Estados Unidos ha dejado en claro que se debe evitar, aunque poco pueda
hacer por impedirlo.

A más largo plazo, Europa se enfrenta a graves problemas demográficos debido a la


baja tasa de natalidad y la poca disposición a aceptar una inmigración masiva. En 1900,
representaba un cuarto de la población mundial. Para mediados de este siglo, puede que
la cifra sea de apenas un 6% y que casi un tercio de su población sea mayor de 65 años.
Si bien la actual ola inmigratoria podría ser la solución al problema demográfico a largo
plazo, ahora amenaza su propia unidad, a pesar del excepcional liderazgo de la canciller
alemana, Angela Merkel. Esta ola ha tenido un fuerte efecto de rebote político en la
mayoría de los países europeos debido al alto ritmo de entradas (más de un millón de
personas el año pasado) y al origen musulmán de la mayor parte de los inmigrantes.
También en este asunto EE UU tiene un importante interés diplomático, pero no es
mucho lo que puede hacer al respecto.
Si Reino Unido vota ‘no’ y abandona la UE, los efectos sobre la moral europea serán
serios

El riesgo de que Europa llegue a convertirse en una amenaza para Estados Unidos es
muy reducido, y no solo debido a su bajo nivel de gasto militar. Representa el mayor
mercado del mundo, pero carece de unidad. Y sus industrias culturales son notables,
pues en términos de educación superior 27 de sus universidades se encuentran entre las
100 principales del mundo, frente a 52 de Estados Unidos. Si Europa superara sus
diferencias internas e intentara convertirse en un actor que compitiera con EE UU, estos
recursos equilibrarían parcialmente el poder estadounidense, pero no lo igualarían.

Sin embargo, para los diplomáticos estadounidenses el peligro no es una Europa


demasiado fuerte, sino una demasiado débil. Cuando Europa y Estados Unidos se
mantienen como aliados, sus recursos se refuerzan mutuamente.

A pesar de las inevitables fricciones que han reducido el ritmo de la propuesta de


Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI, o TTIP por sus siglas
en inglés), es improbable que se produzca una separación económica, y Obama viajará a
Europa en abril para promover la TTIP. La inversión directa en ambas direcciones es
mayor a la que existe con Asia y ayuda a fortalecer los lazos entre sus economías. Y si
bien es cierto que durante siglos europeos y estadounidenses se han criticado entre sí,
comparten valores de democracia y derechos humanos en un grado mucho mayor que
con otras regiones del planeta.

Ni unos Estados Unidos fuertes ni una Europa sólida representan una amenaza para los
intereses vitales o importantes del otro. Pero si Europa se debilita en 2016 acabará
afectando a ambos.

Joseph S. Nye es profesor en la Universidad de Harvard y autor de Is the American


Century Over? (“¿Se ha acabado el siglo americano?”).

El principio esperanza
Espero que España no delire como tantas veces a lo
largo de su historia, pues ya sabemos cómo acaban
estos desatinos
César Antonio Molina
19 FEB 2016 - 00:00 CET
RAQUEL MARIN

Recordando aquellos años finales del franquismo y los primeros de la Transición, hasta
la instauración definitiva de la democracia (cosa que algunos partidos pretenden ahora
poner en duda), la palabra que para mí mejor resume aquel tiempo sería la de ilusión. Es
decir, una fe ciega en que todo iba a cambiar y en que nuestra generación sería la
primera que no fracasaría tras siglos de autoderrotas.
Hoy, esta primera virtud teologal la tengo que cambiar por la segunda de la lista, la
esperanza. Esperanza, que no autoengaño. Para eso le he robado el título de este artículo
a Ernst Bloch, cuyo libro se refiere a la utopía como una función esencial del ser
humano. Una utopía marxista-metafísica que, según la interpretación de Habermas,
conduciría a la libertad a través del poder totalitario del Estado, la violencia
supuestamente justa, la planificación centralizada (los planes quinquenales soviéticos),
el colectivismo y la extrema ortodoxia doctrinal. Todas estas mismas letanías volvemos
a escucharlas, con supuestas palabras nuevas, a determinado partido. Bloch, esta especie
de discípulo aventajado de Marx y de Teilhard de Chardin, explorador de las fuentes de
la utopía, sin embargo acabó sus días no en la República Democrática de Alemania, sino
en la Federal.

La palabra esperanza no tiene cabida en el marxismo, pues esta ideología lo tiene todo
previsto, todo organizado y para qué una fe pequeñoburguesa como la esperanza. Sin
embargo, como Unamuno escribió en El sentimiento trágico de la vida, yo creo porque
espero. Espero que España no delire como tantas veces a lo largo de su historia, pues ya
sabemos cómo acaban estos desatinos. “España ha delirado”, escribió María Zambrano,
“ofreciendo en su delirio su sangre. Toda la sangre de España por una gota de luz. Por
eso tiene derecho —¿sabrá aprovecharlo?— a la esperanza”. Cioran, uno de los más
fieles amigos de nuestra filósofa, en una de sus varias reflexiones sobre nuestro país, en
este caso en La tentación de existir, insistía en ese sentimiento negativo español de
rumiar sobre la muerte “en embadurnarse con ella, en convertirla en experiencia
visceral”. Esto, en vez de hacernos avanzar, nos hacía retroceder a los españoles sin
cesar “hacia lo esencial, hacia la nada”. Y añadía el filósofo rumano: “Leyendo a
Ganivet, Unamuno u Ortega uno advierte que, para ellos, España es una paradoja que
les atañe íntimamente y que no logran reducir a una fórmula racional”.

Un amigo me dijo hace poco en París que nunca había visto suicidarse a un país con
tanta alegría

Esperanza es una de las palabras más repetidas y deseadas en la historia de España.


Larra en su artículo El día de difuntos de 1836 terminaba de esta manera tan
amargamente desilusionada: “¡Aquí yace la esperanza!! / ¡Silencio, silencio!!!”. Pero
Fígaro jamás guardó silencio y nos enseñó que en tiempos como los suyos, como los
nuestros, “los hombres prudentes no deben hablar, ni mucho menos callar”. No callar es
una forma de esperanza. La razón no puede florecer sin la esperanza y viceversa.
Gabriel Marcel, el autor teatral y filósofo francés, a quien Sartre calificó en su libro El
existencialismo es un humanismo como existencialista cristiano, durante la ocupación
alemana clamó que la desesperanza era una deslealtad a Francia. Yo también afirmo que
la desesperanza es una deslealtad a España.

Pero, por otro lado, no hay que olvidar que la esperanza es enemiga del utopismo, de la
pasión, de lo irracional, de las certezas insoslayables, de las verdades sacras aunque
laicas, de las fórmulas mágicas para arreglarlo todo. Ya lo dijo Gracián: “La pasión
enemiga de la cordura”. La esperanza misma es la posibilidad de la felicidad y se puede
esperar cualquier cosa con tal de que no sea imposible. Es aún peor la falsa ilusión que
la desesperanza. Ortega en el artículo El error Berenguer ya comentó irónicamente que
los españoles no pertenecíamos a la familia de los óvidos. La esperanza es lo que nos
queda cuando ya solo nos queda la esperanza. Es decir: paciencia, persistencia,
tenacidad, obstinación, deseo, expectativa. Esperanza también mezclada con el temor
por lo desconocido. “Cuando las cosas llegan a lo peor, regresan a donde estaban antes”,
se dice en el Macbeth.

La esperanza es enemiga del utopismo, de la pasión, de lo irracional, de las certezas


insoslayables

Yo tengo esperanza en la democracia y en la Constitución. Eso sí, con las revisiones que
sean menester. Yo tengo esperanza en la monarquía parlamentaria: no ha existido mejor
diplomacia. Yo tengo esperanza en la labor de Estado y no empresarial de los partidos
políticos. El invasor absolutista francés, duque de Angulema, enviado a España para
reinstaurar a Fernando VII tras el trienio liberal (1820-1823), escribió lo siguiente a su
ministro de Exteriores: “Los partidos son demasiado encarnizados y están demasiado
llenos de odio. Diez años nos quedaríamos en España, y al cabo de ese tiempo se
degollarían los unos a los otros, este país se desgarrará durante años”. ¡Ojalá no sea así
nunca más!

Yo tengo esperanza en que se combata la gangrena de la corrupción. Yo tengo esperanza


en que España permanezca unida y ampare a sus lenguas y culturas compartidas con
Iberoamérica. Yo tengo esperanza en que la educación y la cultura sean el asunto
primordial de Estado, ayuden a la concordia entre los españoles y no sirvan para
sembrar oscura cizaña en conflictos inventados.

Yo tengo la esperanza de que la democracia defienda la libre individualidad de las


personas, sus derechos y su dignidad. En Masa y poder, Canetti escribe que las
dictaduras que hemos conocido se componen íntegramente de masas y que el poder de
las dictaduras (también de las civiles) aupadas por las democracias débiles serían del
todo inconcebibles sin el crecimiento de esas masas en pugna con el individuo. Yo
también tengo puesta mi esperanza en la solidaridad y fraternidad universal, en la paz
interior y exterior ajena a cualquier tipo de fanatismos. Yo tengo incluso una esperanza
sin optimismo, como escribe el ensayista británico Terry Eagleton.

La desesperanza es una deslealtad. Un amigo en París, no hace mucho, me dijo que


nunca había visto a un país suicidarse con tanta alegría. No me decía nada nuevo.
España se ha suicidado muchas veces, pero siempre ha resucitado. Un día Max Brod le
preguntó a su íntimo amigo Kafka si pensaba que en el mundo había alguna esperanza.
El autor de El proceso le contestó que, por supuesto, sí la había, pero no para ellos.
Desmintamos a Kafka. Hay esperanza hasta para nosotros.

César Antonio Molina es escritor y exministro de Cultura.

Unión Europea-Reino Unido. Un acuerdo


vital
La victoria del 'no' a Europa en junio en Reino Unido,
sería letal para una Europa gravemente
amenazada por un neonacionalismo destructor y
un populismo irresponsable
Ramón Jáuregui
19 FEB 2016 - 00:00 CET

Bruselas es desde ayer el escenario de la discusión sobre el Acuerdo entre la UE y el


Reino Unido que dará luz verde a la convocatoria del Referéndum británico,
probablemente en junio, para quedarse o irse de la Unión Europea.

La negociación de Tusk con Cameron ha terminado en un acuerdo que no gusta al


federalismo europeo y que quizás, no contente a los británicos antieuropeos. Quienes
queremos más Europa, más integración comunitaria, más coordinación y lealtad en la
lucha contra el fraude fiscal, más policía europea frente al terrorismo internacional, más
política solidaria de asilo e inmigración, mejor convergencia económica de la zona
euro…quienes estamos, en definitiva, por una Europa que avanza y no retrocede en el
sentido histórico de su integración, no podemos estar contentos.

No nos gustan esas retóricas declaraciones que relativizan la integración política de la


Unión, ni ese maniqueísmo anti inmigratorio que rezuma la demanda británica de
suspender sus ayudas sociales a quienes vayan al Reino Unido a buscarse la vida. No
son éstas nuestras ideas sobre Europa, ni son éstas las respuestas que merecen las
múltiples crisis que padecemos en Europa. Al contrario, estamos en la dirección opuesta
y en valores de integración y cooperación federal.

Pero, como en otras muchas ocasiones en las que hay que elegir entre lo malo y lo peor,
la victoria del 'no' a Europa en junio en Reino Unido, sería letal para una Europa
gravemente amenazada por un neonacionalismo destructor y un populismo
irresponsable. Ergo, al Consejo Europeo le corresponde dar la mano a Cameron y
ponerle así al frente de una campaña que, junto a laboristas, sindicatos, empresas, City,
medios de comunicación, etc., sea capaz de vencer ese sentimiento británico no europeo
que tanto nos molesta y superar las encuestas, hasta obtener una mayoría que despeje
esta gravísima incógnita europea.

Digo gravísima, no solo por los conocidos argumentos económicos y geoestratégicos


que todo el mundo conoce sobre los daños que sufriríamos todos, los británicos y los
europeos si Reino Unido se va de Europa, lo es mucho más, por la significación
histórica de un país que deja la Unión, abriendo la puerta de salida a otros.

Lo último que podemos hacer es facilitar el No británico a una Europa que da su espalda
a su singularidad

Cuando los vientos antieuropeos son tan fuertes en Francia, Holanda, Dinamarca,
Polonia…Cuando en el Parlamento Europeo tenemos que razonar día tras día contra
casi cien eurodiputados que no quieren Europa. Cuando la fragmentación nacional es
más evidente que nunca en el fracaso de nuestra política de inmigración, o en la
descoordinación policial o en las dificultades de colaboración interestatal en la lucha
contra el fraude y la elusión fiscal. Cuando Europa sufre esta tentación neonacionalista
en Hungría, Polonia, Francia…y el euroescepticismo avanza tan desgraciadamente.
Cuando todo esto ocurre, lo último que podemos hacer es facilitar el No británico a una
Europa que da su espalda a su singularidad.

La propuesta de Tusk no es perfecta, claro, como no lo son los resultados de las


negociaciones antagónicas. Hubiéramos preferido evitar una disposición que afecta a la
ciudadanía europea y a la igualdad de derechos de los europeos. Pero, en general, las
disposiciones sobre gobernanza económica, competitividad y soberanía, son más
retóricas/simbólicas, que cambios legales decisivos. En favor del acuerdo hay que
destacar además que no hay reforma de tratados; que las reformas adoptadas afectan a
todos los países por igual (es decir, no hay excepciones nacionales ni nuevos opt-outs) y
que por supuesto, las reformas legales solo se abordarán después del Referéndum, es
decir, solo si el Reino Unido se queda.

Naturalmente, habrá fuerzas que censuren el acuerdo UE-Reino Unido. Es muy cómodo
y muy fácil el testimonialismo. Es muy frecuente escuchar reproches a los “privilegios”
británicos en la Unión Europea y, claro, es más popular oponerse a algunas concesiones
de la propuesta Tusk. Pero, quienes se sitúan en esas posiciones, tienen que asumir el
riesgo de la derrota europea en el referéndum británico y defender después la Europa
resultante.

No está de más recordar aquí la derrota de la Constitución Europea en Francia y


Holanda en 2005, porque no era suficientemente europea o suficientemente progresista.
Resultado: No hubo Constitución. Aquí pasa lo mismo. Defender ahora una Europa
perfecta e íntegra que rechaza las demandas británicas, puede llevarnos a una Europa
disminuida, con menos influencia geopolítica en el mundo, seriamente limitada en
muchos de sus pilares (defensivo, exterior, comercial, etc.) y sin derechos sociales para
los europeos que vivan en el Reino Unido. Peor aún, una Europa que inicia un camino
no de ampliación, sino de reducción de sus Estados-Miembros.

No, el pragmatismo no es una posición tan cómoda como el populismo pero, ¿Qué
habría sido de Europa sin él? ¿Cómo se resolvieron todos los problemas que ha ido
superando la Unión a lo largo de su historia, sino a través de acuerdos pragmáticos?

Ramón Jáuregui es eurodiputado

Manual del transgresor


La historia avanza a base de desechar, innovar,
subvertir y transgredir. Pero el primer imperativo
del transgresor es ser hábil, sugerente, atractivo
Xavier Vidal-Folch
19 FEB 2016 - 00:00 CET

Rita Maestre, Javier Barbero, Dolors Miquel. Son distintos los episodios de la portavoz
del Ayuntamiento madrileño (juzgada ayer por desnudarse años ha en una capilla
universitaria), de su colega de Seguridad (escrachado por guardias municipales) y de la
poeta Dolors Miquel, que recitó un padrenuestro “blasfemo” en el Ayuntamiento de
Barcelona.

Tres casos distintos, pero enhebrados por un hilo conductor que nos convoca a un
ejercicio de buen sentido. Y a rehacer el manual del buen transgresor.

Lo más urgente es distinguir las protestas pacíficas de las violentas. Aquellas deben ser
protegidas, por tolerables: tolerancia significa aceptar lo que nos disgusta e incluso
ofende, pues el resto no es su objeto, sino materia de regocijo. Entre la manifestación
acogida a la libertad de expresión y la violencia sin adjetivos a veces hay una zona gris:
la amenaza agresiva, acosante, intimidatoria. También es violencia, aunque sea menos
estentórea y dañina. Por eso hay que erradicar la moda del escrache.

También urge usar la sensatez antes que el Código Penal. Solucionar por las buenas es
siempre mejor que por las malas.

Un nuevo manual del transgresor debe recuperar el criterio de reversibilidad: no hacer a


los otros —ni a su patrimonio material y moral— lo que rechazas para ti.

Debe reconsagrar el principio de proporcionalidad, que aconseja no matar moscas a


cañonazos. Algo útil tanto para agitadores —si quieren cargarse de razones— como
para provocados.

Debe preferir el ingenio, o sea, la ironía y el sarcasmo, a la zafiedad y a la vulgaridad.

Deben inspirarse en fundamentos sólidos y defender causas potentes, no banales. Los


revolucionarios Miguel Servet y Galileo desafiaron al poder inquisitorial proclamando
la autonomía de la ciencia respecto de la religión, la separación entre razón y fe, esa
herejía: con razones más que con griterío.

Y deben exhibir —si pueden— talento. Marcel Duchamp colocó en 1917 un retrete en
una exposición de pintura: por demostrar que el ámbito del arte es ilimitado y nada
ajeno a los objetos cotidianos. Así que la historia avanza a base de desechar, innovar,
subvertir y transgredir. Pero el primer imperativo del transgresor es ser hábil, sugerente,
atractivo.

Cantinela fría
Cada año, como un ritual, tenemos el lamento ruso por
el injusto aislamiento al que le someten EE UU y la
UE
José Ignacio Torreblanca
17 FEB 2016 - 00:00 CET

Hay un rito anual europeo, equivalente a la emigración de las golondrinas o el retorno


de las cigüeñas, que es el plañir ruso por el injusto aislamiento al que le someten EE UU
y la UE. El lamento anual ruso se manifiesta sí o sí con ocasión de la Conferencia de
Seguridad de Múnich, el gran evento en el que europeos, rusos y estadounidenses se
reúnen para tomar la temperatura a la seguridad del continente. Este año el encargado de
los pucheros ha sido el primer ministro Dmitri Medvédev, aquel abogado en el que
todos veían al Adolfo Suárez que por fin lideraría una transición hacia un Estado de
derecho y una economía de mercado moderna en Rusia pero que al final se ha quedado
en recadero de Putin y los aparatosde inteligencia rusos, que son los que realmente
gobiernan el país (algo así como si Carrero Blanco siguiera gobernando España todavía
hoy).

Medvédev, atención a la sagacidad de este hombre, ha detectado, después de que su país


se anexionara Crimea por la cara y ocupara el este de Ucrania, “una actitud poco
amistosa” de la OTAN y la UE, lo que le ha permitido concluir que “el mundo se dirige
a una nueva guerra fría”. Esta cantinela con la guerra fría no deja de tener algo de
gracia. Primero porque ni en Ucrania ni en Siria estamos viendo una guerra fría, sino
bastante caliente. Sin el apoyo directo del Ejército ruso, las milicias que operan en el
este de Ucrania en modo alguno serían capaces de mantener el control del territorio.

Lo mismo puede decirse de Siria, donde el régimen de El Asad está logrando recuperar
la iniciativa militar gracias al plan diseñado por Moscú consistente en machacar a la
oposición siria para que Occidente solo pueda elegir entre Asad o el Estado Islámico.

Putin quiere tres cosas: ser una potencia global a la par con EE UU, crear una esfera de
influencia exclusiva en su periferia y mantenerse en el poder a pesar de la crisis
económica. Proclamar la guerra fría es la mejor manera de lograrlo. Esa guerra fría le
sirve a él, no a nosotros. Y encima nos la endosa. @jitorreblanca

Patriotismo de partido
Salvo contadas excepciones, para algunos grupos
políticos su patria parece ser el partido mismo
1Fernando Vallespín
18 FEB 2016 - 18:16 CET

Cuando se habla de pactos solemos dar por supuesto que estos se emprenden siguiendo
el interés más o menos racional de cada partido. Cómo quedan colocados en el caso de
que se forme Gobierno; o si no, qué ventajas pueden obtener de este proceso de cara a
unas nuevas elecciones. Lo que interese a la sociedad como un todo aparece como algo
secundario. Los protagonistas son ellos. Nosotros, los ciudadanos, ya nos hemos
retirado hasta nueva orden. Lo que no quita para que los electores de cada cual sean
utilizados como ornato para justificar unos u otros movimientos.

El PP, a quien tanto se le llena la boca cuando habla de España, no es lo suficientemente


patriótico como para remover el único obstáculo que lo pudiera hacer “pactable”. Todos
sabemos cuál es

Y, sin embargo, como ya sabemos desde Aristóteles, el todo es más que la suma de sus
partes. Esta máxima suele encontrar dificultades al adaptarse a la democracia, que tiene
mucho de alquimia. La razón es bien sencilla, en ella una o varias partes —“partido”
viene del latín pars, partis— deben actuar, se supone, en beneficio de la totalidad. Por
eso el mandato es representativo, no imperativo. Cuando esto ocurre decimos que
actúan al servicio del bien común, el interés general o comoquiera que lo deseemos
llamar. Que, en suma, son “patrióticos”, un término carente de connotaciones teológicas
y de impronta republicana.

Pues bien, salvo contadas excepciones, para algunos grupos políticos su patria parece
ser el partido mismo. Uno de ellos, el PP, a quien tanto se le llena la boca cuando habla
de España, no es lo suficientemente patriótico como para remover el único obstáculo
que lo pudiera hacer “pactable”. Todos sabemos cuál es. Y que proceda a esa limpieza
interna tantas veces postergada. Para otros, como Podemos, en tanto que “vanguardia de
la gente” y su único representante verdadero, el auténtico gesto patriótico es facilitarle
su acceso al poder. Maquiavelo 3.0. Los más propensos al pacto han resultado ser
Ciudadanos, los cuales —¡qué casualidad!— apenas tienen estructura de partido.

Los juegos del poder han suplido a la responsabilidad pública; las grandes proclamas a
las propuestas de administración sensata; el buenismo de salón al realismo

Hasta ahora los partidos habían ocupado las instituciones, reduciéndolas a órganos de
acogida de sus despojos, a sede de blindajes judiciales varios y a la fórmula perfecta
para el intercambio de favores mutuos. Pero al menos gobernaban. Después de las
elecciones nos hemos encontrado con que ni eso. No porque no lo deseen, claro, sino
porque sea otro el que esté al timón.

Mientras, la nave va. Sin rumbo conocido y con un capitán demediado. Los juegos del
poder han suplido a la responsabilidad pública; las grandes proclamas a las propuestas
de administración sensata; el buenismo de salón al realismo. Lo que nos queda por
delante es abrumador: Cataluña, reajuste presupuestario, deuda, fractura social, reforma
política inconclusa... Ponerse a ello es el gesto auténticamente patriótico, una virtud de
la que al parecer carecemos en este país sectario. Todos vamos en el mismo barco, pero
cada cual quiere que lo lleve su propio timonel.

Ese referéndum no ocurrirá


Pedro Sánchez tendrá que decidir cuándo dice basta a
las provocaciones de Iglesias
3Patxo Unzueta
17 FEB 2016 - 21:54 CET

¿Por qué habrá elegido Pablo Iglesias el derecho a decidir y el emplazamiento a


convocar un referéndum sobre la independencia de Cataluña como línea de ruptura con
el PSOE, sabiendo como sabía que Pedro Sánchez no podía asumirlo? El líder del PSOE
ha mantenido abierta la puerta a Podemos para evitar ser acusado de la inevitable
ruptura, pero en algún momento tendrá que decir “hasta aquí hemos llegado”.
La provocación de Iglesias puede tener que ver con la presión de sus socios catalanes,
pero también quizás con el deslumbramiento que la autodeterminación suele provocar
en los políticos que, proclamándose no nacionalistas, actúan como si lo fueran cuando
necesitan pactar con quienes lo son genuinamente. Ejemplo: Maragall. Su experiencia
en el Tripartito certifica la vigencia de dos principios clásicos del nacionalismo: que lo
que en un momento dado es considerado satisfactorio por ese mundo deja de serlo en
cuanto los partidos de ámbito estatal lo asumen como propio; y que cuando los no
nacionalistas se acercan al programa de los nacionalistas, estos se sienten obligados a
radicalizar sus posiciones.

Invocar el derecho de autodeterminación tenía lógica frente al franquismo, que negaba


el autogobierno de las nacionalidades. Pero cuando ese autogobierno fue
constitucionalizado y desplegado, dejó de tener sentido seguir reclamándolo. Hoy
supone un paso atrás respecto al modelo autonómico o federal, capaces de satisfacer a
muchos más ciudadanos que la independencia.

Podemos se ha sumado, tomándolo por un derecho incuestionable y única solución al


bloqueo catalán. Se entiende que lo reclamen los independentistas pero no que lo asuma
como eje central de su política y condición para pactar con otras fuerzas una coalición
que se dice contraria a la separación. Sobre todo, porque una consulta binaria, sí o no a
la independencia, no recoge la pluralidad de la sociedad catalana; y porque esa
pluralidad es contradictoria con el carácter irreversible de una votación que abriera paso
a la independencia.

El programa presentado el lunes por Pablo Iglesias plantea la inaplazable convocatoria,


en la primera parte de la legislatura, de un referéndum que permita a los catalanes
ejercer su derecho a decidir sobre su futuro político. La expresión es deliberadamente
ambigua. No figura la palabra independencia pero sí el término referéndum. Con la
novedad de que este “se enmarque en la propia Constitución”, basándose en su artículo
92. Pero ese artículo se refiere a un referéndum “consultivo”. Como en su día planteó
Ibarretxe, los de Podemos defienden que el resultado de un referéndum de ese tipo no
sería jurídicamente vinculante, pero sí políticamente.

Su número dos, Íñigo Errejón, lamentaba recientemente (EL PAÍS, 7-2-2016): “Aunque
no nos negamos a escuchar otras propuestas, tengo que decir que todavía no he
escuchado ninguna otra”. Pero las hay. Juan José López Burniol, un intelectual catalán
muy influyente en los tiempos del editorial conjunto de la prensa catalana de fines de
2009, defendía la semana pasada en La Vanguardia (13-2-2016) “una consulta que no
sería sobre independencia sí o no, sino acerca de si aceptan o no un proyecto concreto
de encaje con el resto de España en los términos previamente pactados”. Y situada al
final de la negociación, como ratificación del acuerdo, y no de entrada en sustitución del
mismo.

Cuando la mente es la que crea la


enfermedad
La neuróloga Suzanne O’Sullivan retrata en un libro a
los pacientes que tienen trastornos psicosomáticos,
es decir, que sufren síntomas físicos de
enfermedades que no tienen
55Mª Victoria S. Nadal
Madrid 19 FEB 2016 - 18:43 CET
La neuróloga Suzanne O'Sullivan hace unas semanas en Madrid. Luis Sevillano

La mayoría de la gente acepta sin problema que el corazón le palpite con fuerza cuando
ve a la persona de la que está enamorado o que le tiemblen las piernas cuando va a
hablar en público. Son emociones que provocan síntomas físicos reales. Sin embargo,
cuesta aceptar que los mismos pensamientos que te encogen el estómago puedan llegar
a provocar dolencias tan graves como ceguera, convulsiones o parálisis. Y sin embargo,
así lo recoge Suzanne O’Sullivan en su libro Todo está en tu cabeza (Ariel, 2016), en el
que hace un repaso por algunos de los casos de enfermedades psicosomáticas más
impactantes con los que ha lidiado a lo largo de su carrera.

Una vez, la neuróloga O'Sullivan tuvo una paciente llamada Linda que se había notado
un pequeño bulto en el lado derecho de la cabeza. Era solo una acumulación de grasa,
pero no dejaba de hacerse pruebas y comprobaciones. Al poco, perdió la sensibilidad del
brazo y la pierna derechos: la paciente estaba segura de que el bulto había llegado al
cerebro. Cuando O'Sullivan la vio, la parte derecha de su cuerpo, donde tenía el bulto,
había perdido todo movimiento y sensibilidad. El hecho de que Linda no supiera que la
parte derecha del cerebro controla la parte izquierda del cuerpo había hecho que su
mente se equivocara al crear sus síntomas. Linda sufría un trastorno psicosomático: sus
pensamientos le causaban síntomas de una enfermedad que no tenía.

"Tu cuerpo te está diciendo que algo no va bien dentro de ti y que no lo estás viendo"

Cuando O’Sullivan se estaba especializando como neuróloga, le enseñaron a despachar


a los enfermos que tenían síntomas físicos causados por conflictos mentales. “Todos mis
pacientes tenían convulsiones pero en el 70% de los casos no tenían epilepsia: por más
que les examinaba no encontraba ninguna lesión ni causa neurológica que explicase sus
síntomas. Tenía que ser algo psicológico”. Pero decirles que no tenían epilepsia y
mandarlos a casa no les suponía ningún tipo de consuelo, así que la doctora se sintió
obligada a encontrar la manera de ayudarles.

Fue en 2004 cuando empezó a hacer algo al respecto. Desde entonces, cuando da con un
paciente con síntomas pero sin lesiones neurológicas, intenta hacerle entender que el
origen de sus males es un problema psicológico que no está resolviendo bien. Pero los
pacientes no suelen aceptar este diagnóstico. “Tienen un estrés mental del que no son
conscientes y alguien les está obligando a enfrentarlo. Esos síntomas son una
manifestación del organismo: tu cuerpo te está diciendo que algo no va bien dentro de ti
y que no lo estás viendo”, cuenta la neuróloga.

Nadie está a salvo de estas enfermedades, hay cientos de causas que las originan. Según
O’Sullivan, los casos muy extremos, como los ataques o las parálisis, suelen nacer de
traumas psicológicos severos; los menos graves pueden surgir de un cúmulo de agobios
pequeños que los pacientes no saben gestionar. “Depende de la atención que la persona
presta a los dolores. Si se obsesionan y tratan de buscar una y otra vez una explicación
médica que no existe, es posible que acaben desarrollando la enfermedad
psicosomática”, explica O’Sullivan.

"Las discapacidades que ideamos son tan infinitas que ya he dejado de creer en los
límites"

Para curarse, la atención psicológica es indispensable. Según O’Sullivan, lo primero es


abandonar la idea de que hay una enfermedad orgánica. La siguiente fase es ver cómo la
mente afecta al cuerpo: si sientes palpitaciones y te das cuenta de que tienes ansiedad,
empezarán a ser mucho menos graves al saber por qué están causadas. Pero si las
asocias a problemas del corazón y las pruebas médicas no reafirman tu idea,
probablemente te obsesiones y las palpitaciones empeoren.

“A veces los pacientes desean desesperadamente que encuentres un mal resultado en las
pruebas, que pongas nombre a su enfermedad y les recetes unas pastillas que justifiquen
sus dolores”, cuenta la neuróloga. Este problema es mucho más común de lo que parece.
El 30% de las personas lo sufre y la inmensa mayoría ni siquiera lo sabe.

Tras más de diez años de dedicación a las enfermedades psicosomáticas, Suzanne


O’Sullivan sigue sin poder elegir cuál ha sido el caso más grave que ha visto. “Los
casos más duros son los de la gente que enfermó cuando tenía 16 años y a los 50 sigue
viendo a médicos. Están ciegos o en silla de ruedas y siguen operándose. Hay gente que
conozco que come a través de un tubo pero no tiene ninguna enfermedad orgánica. Cada
parte de su cuerpo ha sido afectada por su mente”. Para Suzanne O’Sullivan ya nada es
increíble. “Las discapacidades que creamos con nuestra mente son tan infinitas que ya
he dejado de creer en los límites”.

Un agujero negro como 21.000 millones


de soles
El Telescopio Espacial Hubble fotografía la galaxia
NGC 4889. En su interior se oculta el quinto mayor
agujero negro que se conoce

Daniel Mediavilla
19 FEB 2016 - 18:43 CET
La galaxia elíptica NGC 4889, el objeto más brillante en el centro de la imagen, oculta
un descomunal agujero negro en su interior NASA/ESA

La galaxia más brillante que ocupa el centro de esta imagen tomada por el Telescopio
Espacial Hubble es NGC 4889 y en su interior oculta un secreto descomunal. Situada a
300 millones de años luz, en el cúmulo de galaxias de Coma, contiene el quinto mayor
agujero negro que se conoce. Ese monstruo cósmico tiene 21.000 millones de veces la
masa del Sol y domina un horizonte de sucesos, el espacio desde el que ni siquiera la luz
puede escapar a su tirón gravitatorio, con un diámetro de 130.000 millones de
kilómetros.

Según explicaban esta semana la NASA y la Agencia Espacial Europea en una nota de
prensa, si estuviese en nuestro sistema solar, el agujero negro ocuparía un espacio 15
veces mayor que la órbita de Neptuno alrededor del Sol. En comparación, Sagitario A,
el superagujero negro que ocupa el centro de la Vía Láctea, tiene una masa estimada de
4.000 millones de veces la masa solar y un horizonte de sucesos menor que la órbita de
Mercurio.

Pese a su amenazadora presencia, los tiempos más violentos de este agujero negro ya
han pasado. Hace millones de años, devoraba grandes cantidades de estrellas y polvo
cósmico formando un gigantesco disco de acreción que giraba a toda velocidad
arrastrado por el inmenso poder gravitatorio del agujero que calentaba hasta millones de
grados toda aquella materia. Durante aquel periodo, en el que el habitante del centro de
NGC 4889 produciría gigantescos chorros ultraenergéticos de material desde su interior,
el agujero negro de la imagen habría sido clasificado como un cuásar, un tipo de objetos
sobre los que aún se conoce poco.

Ahora, pasada su juventud, el gran agujero negro ha saciado su voracidad y a su


alrededor, aprovechando los restos de materia escupidos por la bestia, se forman
estrellas que lo orbitan plácidamente.

Observar un agujero negro de forma directa no es posible con observatorios de ondas


electromagnéticas, porque ni la luz escapa de su atracción gravitatoria. Sin embargo, los
científicos son capaces de estimar su masa de forma indirecta a partir de la medición de
la velocidad a la que se mueven las estrellas que orbitan el centro de NGC 4889. La
elevada velocidad de estos objetos sugiere que algo muy masivo las impulsa desde el
interior de la galaxia. Ahora, con la nueva capacidad para detectar ondas
gravitacionales, los astrónomos cuentan con una herramienta para tener información
directa de estos grandes objetos.

La soledad debilita las defensas


Los leucocitos de las personas que se sienten solas
reducen su respuesta contra los virus
 Halladas dos de las grandes causas genéticas de la depresión

Miguel Ángel Criado 24 NOV 2015 - 10:18 CET

Para los animales sociales como los humanos, la soledad suele ser un estado patológico.
De hecho, existe una relación entre aislamiento y enfermedad confirmada por
centenares de estudios. Pero no está tan claro como se produce esta conexión. Ahora,
investigadores estadounidenses han demostrado que en las personas que se sienten solas
los genes relacionados con el sistema inmunitario se expresan de forma que lo debilitan
ante las infecciones.
La soledad, en el sentido de aislamiento social no escogido, se ha relacionado
tradicionalmente con impactos negativos en la salud mental. Suele ir aparejada de
sentimientos de angustia, depresión y estrés. En el caso de los mayores, los que viven
solos, muestran un 14% de aumento del riesgo de muerte prematura, según un estudio
del psicólogo de la Universidad de Chicago, John Cacioppo, autor de varios libros sobre
la soledad y uno de los precursores de la llamada neurociencia social. En España, cuatro
millones de españoles sufren la soledad.

Cacioppo, junto a colegas de dos universidades californianas, ha indagado en los


cambios a nivel genético que podría provocar la soledad. En particular, se centraron en
la expresión de los genes (transcripción genética) que tienen que ver con la formación
de los monocitos, los glóbulos blancos más grandes de los que dispone la sangre.
Generados en la médula ósea, se dispersan por el torrente una vez madurados para
convertirse en el armazón del sistema inmune.

La expresión de los genes vinculados con el sistema inmune se ve influida por hechos
sociales como la soledad

En un trabajo previo, este grupo de científicos había descubierto una conexión entre la
soledad y un fenómeno que ellos llamaron respuesta transcripcional conservada ante la
adversidad (CTRA, por sus siglas en inglés) y que se podría ver como la reacción
genética a la soledad. Esta particular respuesta se manifiesta en una mayor expresión de
los genes que intervienen en la inflamación, una de las señales de alerta ante la
infección. En paralelo, se produce una menor expresión de los genes dedicados a la
respuesta contra virus.

Los investigadores han estudiado ahora esta respuesta tanto en un grupo de humanos
como en ejemplares de macaco Rhesus (Macaca mulatta), uno de los primates más
sociales que hay y para los que el aislamiento forzado es uno de los mayores castigos.
Entre los humanos, 141 ciudadanos de Chicago (EE UU), la cuarta parte se
reconocieron socialmente aislados en la escala de la soledad que creó la Universidad de
California Los Angeles hace unas décadas. Para los macacos, estudiaron la posición y
relaciones sociales de varias decenas de ellos para determinar cuáles se sentían solos.

Una vez identificados, los científicos analizaron la expresión de varios genes


relacionados con los monocitos en varios momentos de los cinco años que abarcó el
estudio. Tal y como publican en PNAS, vieron que, aquellos que decían sentirse solos
reproducían el fenómeno CTRA. Es decir, mostraban una programación genética
caracterizada por un aumento de la respuesta inflamatoria a la par que un descenso de la
expresión de los genes relacionados con la reacción ante los virus.

En monos, los aislados presentan menores defensas contra el virus de inmunodeficiencia


en simios

"También hemos visto que vivir en soledad, predice una expresión de los genes tipo
CTRA medida un año más tarde", escribe Cacioppo. Aún más sorprendente, la soledad y
la expresión de los genes vinculados a los leucocitos parecen tener una relación
recíproca, influyéndose la una a los otros. Es como si tener glóbulos blancos debilitados
pudiera predecir que uno va a sentirse solo meses después. "Estos resultados son
específicos del sentimiento de soledad y no se pueden explicar por una sintomatología
depresiva, estrés o apoyo social", explica el psicólogo estadounidense.

Con los estudios con macacos creen explicar cómo se produce esta conexión entre una
situación social (la soledad) y su correlato físico (la salud). En la orina de monos
catalogados como en soledad, encontraron elevados niveles de restos de un
neurotransmisor conocido como norepinefrina. Esta sustancia, que también funciona
como hormona, interviene en el mantenimiento del estado de alerta ante las amenazas.
Su rol en el sistema inmune consiste en estimular a las células madre de la médula ósea
para que generen y pongan en circulación más y más monocitos que acaban en el
torrente sanguíneo antes de tiempo.

Comprobado el mecanismo celular que conecta soledad con sistema inmunitario, los
investigadores fueron un poco más allá. Con sus datos de conducta y de expresión de los
genes, infectaron a 17 macacos con el virus de inmunodeficiencia en simios,
emparentado con el VIH de los humanos. Aunque la muestra no era muy grande,
comprobaron que los macacos que se sentían solos mostraron una peor respuesta contra
el virus. En cuanto a los humanos, aunque harán falta más estudios, Cacioppo recuerda
que ya se ha demostrado que "las personas son mas susceptibles a los virus de las vías
respiratorias cuando están solas".

Halladas dos de las grandes causas


genéticas de la depresión
Un consorcio internacional halla los dos genes clave
asociados a a este complejo trastorno
Javier Sampedro 15 JUL 2015 - 20:42 CEST

“Estar con la depre” se ha convertido en nuestro tiempo en un poco menos que un chiste
o una banalidad. Pero hay un tipo de depresión –el trastorno depresivo mayor, o
depresión clínica— que no tiene la menor gracia, sobre todo para quien la padece: se
asocia al 60% de los suicidios. Sus causas son complejas, pero a partir de hoy ya no
cabe duda de que la genética está entre ellas. Secuenciando parcialmente el genoma de
5.303 mujeres chinas con depresión clínica, un consorcio científico internacional ha
hallado dos genes en el cromosoma 10 con un papel protagonista.

Uno de los genes es un viejo conocido de los biólogos. Se llama SIRT1, y está
implicado en la generación de mitocondrias, los orgánulos (pequeños órganos) que
nutren a la célula de energía. Es la primera evidencia de las mitocondrias están
implicadas en este trastorno mental. Sobre la función del segundo gen (llamado LHPP)
las pistas son muy escasas por el momento, aunque eso no impedirá que se pueda
utilizar con fines diagnósticos. En cualquier caso, es probable que haya más genes
implicados.

Es la primera evidencia de las mitocondrias, los orgánulos (pequeños órganos) que


nutren a la célula de energía, están implicadas en este trastorno mental
En el estudio han intervenido científicos de China, Dinamarca, Alemania, Japón, Arabia
Saudita, Reino Unido y Estados Unidos, coordinados por Jonathan Flint, de la
Universidad de Oxford. Presentan sus resultados en Nature.

“De todas las enfermedades humanas complejas, el trastorno depresivo mayor (MDD,
por sus siglas inglesas) se ha revelado como la más complicada de entender”, comenta
en un ensayo Patrick Sullivan, genetista y psiquiatra del Instituto Karolinska de
Estocolmo. El trastorno ha recibido la atención de los investigadores durante décadas,
pero hasta ahora no se sabía nada sólido sobre sus fundamentos biológicos. Un estudio
reciente con más de 9.000 personas no logró localizar las variantes genéticas
sospechosas.

Uno de los mayores problemas para estos estudios de asociación genética ha sido, de
hecho, previo a la genética: la mera definición del trastorno. Como dice Sullivan, “la
tristeza es una parte normal e integral de la condición humana”. Solo cuando se hace
persistente, recurrente e incapacitante, con trastornos del sueño y del apetito,
dificultades cognitivas y tendencias suicidas, se puede hablar de depresión clínica, o
MDD. “Pero ¿dónde trazar la línea entre normalidad y patología?”, se pregunta el
psiquiatra.

Las dos variantes genéticas no son específicas de China y son anteriores a la salida de
África de la pequeña población de humanos modernos que se extendió por el resto del
planeta

Los científicos del consorcio se dieron cuenta de que el gran problema es la


heterogeneidad del trastorno: que los mismos síntomas depresivos pueden deberse en
una persona a la genética, y en otra a las miserias biográficas, como estar entrampado
con el banco, ser víctima de acoso o haber chocado contra la frasca. Con esa población
heterogénea, no hay forma de detectar los genes implicados, ni aun con grandes
muestras.

Por eso decidieron restringirse solo a China, solo a mujeres, y solo a las que habían
mostrado múltiples episodios y habían buscado atención psiquiátrica. La prevalencia de
la depresión en China es menor que en los países occidentales, y por eso restringirse a
China –razonaron los científicos— reduciría los casos debidos exclusivamente a
factores ambientales: reduciría el ruido que ocultaba los factores genéticos. La
estrategia ha funcionado.

Curiosamente, las dos variantes genéticas que han descubierto no son específicas de
China, ni mucho menos. Ambas son antiguas, anteriores a la salida de África de la
pequeña población de humanos modernos que se extendió por el resto del planeta, y, por
tanto, están presentes en todas las poblaciones del mundo. Las causas genéticas de la
depresión han acompañado siempre a nuestra especie. Las hipotecas se inventaron más
tarde.

El misterioso poder de la ayahuasca


El uso de la infusión amazónica se expande en Europa
con las corrientes espirituales mientras la ciencia
avanza en el estudio de usos terapéuticos en
depresiones y adicciones
 La mitad de las especies de árboles del Amazonas, en peligro de extinción

Daniel Verdú Barcelona 27 NOV 2015 - 11:41 CET

Jaume V. empezó a consumir pasta base ya mayor. Tenía unos 47 años y había sido
director general de varias empresas. Su negocio se fue al garete, sufrió un divorcio y
comenzaron los problemas. Se juntó con quien no debía y su vida se fue por el desagüe
lentamente. Giovanna Valls (París, 1963) pasó en pocos años de esnifar una raya de
heroína en una fiesta de París a encontrarse tirada en el antiguo barrio de Can Tunis de
Barcelona mientras alguien le pinchaba el brazo. Durante su caída malvivió robando en
centros comerciales, contrajo el virus del SIDA, la tuberculosis y hepatitis. Y cuando en
2004 alguien debía estar ya grabando el nombre de ambos en alguna lápida del
cementerio de Barcelona, sus vidas se cruzaron en un pequeño pueblo del Amazonas
junto al río Mapiá. Agotadas todas las vías tradicionales de rehabilitación, decidieron
formar parte de un tratamiento experimental para tratar las adicciones a través de la
ayahuasca. Durante 8 meses estuvieron consumiéndola de forma controlada con un
grupo de indígenas y otros pacientes de España. Debieron de intervenir muchos
factores, pero los dos se salvaron.

Fue la herramienta que me hacía falta después de tantas clínicas y desintoxicaciones",


explica Giovanna Valls

Desde entonces, Jaume y Giovanna, escritora y hermana del Primer Ministro francés
Manuel Valls, toman ritualmente y de forma periódica esta droga visionaria cuyo uso se
ha disparado en los últimos años en Occidente –normalmente son perfiles
socioculturales altos- con el aumento de corrientes espirituales como la meditación. La
ayahuasca es una suerte de infusión que resulta de la decocción de una liana amazónica
llamada Banisteriopsis Caapi con otras plantas que pueden contener DMT, el elemento
químico que produce las visiones. Por separado no tienen ningún efecto, pero juntas
inducen estados de conciencia alterada que iglesias amazónicas como el Santo Daime
utilizan con fines religiosos o espirituales.

Sin embargo, más allá de la esfera ritualista –cada fin de semana puede encontrarse en
Madrid o Barcelona una ceremonia- deja al descubierto lugares de información del
inconsciente y áreas del cerebro que facilitan algunos tratamientos psiquiátricos como
las adicciones, la depresión y el estrés postraumático. Las últimas investigaciones, en
gran parte realizadas en España –donde su consumo transcurre en un vacío legal-, han
abierto la exploración por vía científica de esta sustancia.

Josep Maria Fábregas, psiquiatra experto en adicciones y director de la clínica


CITA (Centro de Investigación y Tratamiento de las Adicciones), descubrió la planta
hace más de dos décadas durante una estancia en la selva amazónica. Y aquello derivó
en importantes estudios publicados en revistas como Drug and Alcohol Dependence o
Plos One sobre sus usos terapéuticos. “En la clínica Cita nunca hemos utilizado esta
sustancia. Pero mis estudios personales en el Amazonas me permitieron observar que
tenía aplicaciones para casos refractarios a terapias convencionales. De una manera muy
artesanal introdujimos la posibilidad de que pudiera convertirse en una opción
terapéutica. Los resultados nos animaron más y se acabó creando una estructura
profesional donde poder utilizar esas capacidades”, señala. Así se creó Ideaa (Instituto
de Etnopsicología Amazónica Aplicada), una suerte de clínica/campamento en plena
cuenca del Amazonas donde unos 150 pacientes -Valls escribió ahí Aferrada a la vida
(RBA, 2014), un libro sobre su experiencia- pasaron temporadas recibiendo una terapia
alternativa. “Fue la herramienta que me hacía falta después de tantas clínicas y
desintoxicaciones. Me abrió el cerebro en canal y me hizo verme a mí misma y poder
empezar por el perdón”, señala Valls en el jardín de su casa de Barcelona.

La Ayahuasca no es una droga recreativa y su consumo en España se enmarca en un


vacío legal

Los resultados en el resto de pacientes fueron “muy alentadores”, según Fábregas. Pero
no hay datos precisos sobre el porcentaje de éxito. Jaume Vidal recuerda como 14 de las
16 personas que convivieron con él durante tres meses hace 10 años han recuperado una
vida normal lejos de la adicción (uno de ellos murió y al otro le perdió la pista). “En
psiquiatría utilizamos fármacos de hace 60 años. El Prozac lleva 40 años en el mercado,
el Valium 60… Seguimos tratando síntomas y siendo incapaces de modificar situaciones
de base. Las sustancias visionarias podrían ser una opción para ello. Hoy en día se están
iniciando en muchos países estudios para la implementación de esas técnicas como
terapia”.

Jordi Riba, doctor en farmacología y responsable del grupo de Neuropsicofarmacología


del Instituto de Investigación Hospital de Sant Pau, lleva 20 años estudiando la
Ayahuasca. Acaba de colaborar en un estudio publicado en la Revista brasileña de
psiquiatría en el que se administró esta sustancia a pacientes con casos de depresiones
refractarias a tratamientos convencionales. Los fármacos tradicionales tardan dos o tres
semanas, en este caso tras una dosis única a las pocas horas ya se vio una notable
mejoría que se mantuvo hasta los 21 días. A la vista de estos resultados, también se han
empezado a utilizar en casos de estrés postraumático y en rehabilitación de presos en las
cárceles brasileñas.

Parte de la explicación a estos resultados es que el alcaloide principal de esta mezcla


accede al cerebro y se une a unas proteínas que están en algunas neuronas. Ahí activa
determinadas áreas del cerebro situadas en la frontera entre la parte emocional y la
cognitiva. Eso se traduciría en la capacidad de recuperar recuerdos con un alto
contenido emocional y poder observarlos con una cierta distancia. “Obtuvimos una
imagen de activación del cerebro en el córtex frontal, la amígdala y el hipocampo. Estas
áreas se encargan de procesamiento emocional, de la memoria y de la interrelación de la
información emocional con la cognitiva. Y durante los efectos, según pudimos ver en
los escáneres antes y después de las sesiones, se produce un aumento de transferencia de
información entre estas áreas”, señala Riba.
La Ayahuasca no es una droga recreativa. Según el último estudio del psicólogo y doctor
en farmacología José Carlos Bouso, la edad de inicio se produce alrededor de los 35
años y no se buscan sensaciones nuevas, sino más bien respuestas a traumas o
problemas mal resueltos. Pero los efectos de la Ayahuasca son muy potentes. Es
imposible tomar esa sustancia sin alguien que supervise la experiencia. Hasta ahora, las
escasas muertes que se han registrado nunca han sido por sus efectos, sino por
accidentes derivados de haberse consumido en un entorno que no fuera seguro. “En
Sudamérica también ha habido algunos casos de intoxicación, pero es difícil saber qué
ingirió exactamente. También puede haber interacciones peligrosas con otros fármacos
que alguien puede estar consumiendo. Se han descrito reacciones de miedo y pánico
durante la experiencia. Además, hay un cierto incremento de la presión arterial y la
frecuencia cardiaca, así que alguien que padezca del corazón no sería recomendable que
la tomase”, advierte Riba.

Según los últimos estudios, permite recuperar recuerdos con un alto contenido
emocional y poder observarlos con una cierta distancia

Fuera del entorno científico, el uso de la ayahuasca presenta muchas ambigüedades


legales. La ONU, a través de La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes
(JIFE), no la regula. Sin embargo, sí penaliza la DMT, la sustancia que contiene.
Francia es el único país del mundo donde se prohíbe, no por sus efectos sino por su
vinculación a una secta. En países como Brasil, EE UU y Holanda, está reconocida por
su uso religioso y en la mayoría, como España, se encuentra en situación de vacío legal.
Justamente, desde 2009 ha habido unas 40 detenciones, fruto de haber interceptado en
aduanas españolas recipientes con esta sustancia. Sin embargo, solamente una de esas
imputaciones ha terminado en condena (al alcanzarse un pacto con el fiscal para no
ingresar en prisión). La mayoría de veces se trata de gente que quería hacer una
ceremonia y la policía interviene el envío y se presenta en sus domicilios como si fuera
un empleado de Correos. Al firmar el paquete, queda detenido.

Una ceremonia -Cataluña es uno de los epicentros en España- consiste en un encuentro


de gente de mediana edad, muchas veces todos vestidos de blanco, reunidas cualquier
fin de semana para tomar esta infusión. Generalmente hay un guía (muchos vienen un
tiempo expresamente para oficiarlas) que dirige el ritual y algunos de los asistentes que
vigilan que todo el mundo esté bien (los llamados fiscales). Los participantes cierran los
ojos y permanecen unas 6 horas haciendo el trabajo sin hablar con nadie. Benjamin De
Loenen es el director ejecutivo de ICEERS, una fundación promueve la investigación de
plantas con propiedades psicoactivas de uso tradicional y su potencial integración como
herramientas terapéuticas. “El uso de ayahuasca en España lleva unos 25 años, no es
nuevo. Pero ahora se ha vuelto más conocido. Hay un interés en hacer trabajos [así se
llama una sesión] de autoconocimiento y acuden cada vez más a estas ceremonias. Pero
siguen siendo grupos privados donde la gente participa. No hay demasiado fenómeno
comercial”. El avance significativo, sin embargo, se ha producido en su vertiente
médica y farmacológica. Y sobre todo, en la extraña circunstancia de que una droga
ancestral amazónica penetre en la Europa del siglo XXI.

También podría gustarte