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FUENTES DE LAS OBLIGACIONES.

La responsabilidad extracontractual.

La expresión "responsabilidad" merece de por sí un análisis, porque en el sentido


amplio se emplea como algo que implica en sí misma la culpabilidad de una
persona; así, lo normal es decir que un individuo es responsable de un hecho
cuando ese hecho le es imputable, es decir, cuando ha realizado ese hecho con
suficiente voluntad y discernimiento.

Es este precisamente el sentido que se le da a la expresión "responsabilidad" en el


derecho penal (también se le da esta acepción en la moral).

En el derecho civil la situación es distinta, porque esta expresión no es definida por


su fundamento, sino por el resultado de ella y al hablar de resultado nos estamos
refiriendo a las consecuencias jurídicas que un hecho produce para su autor. En ese
sentido se dice que una persona es responsable cuando está obligada a indemnizar
el daño que ha causado.

Es decir, en el derecho civil hay responsabilidad cada vez que una persona tiene
que reparar el perjuicio que otra persona ha sufrido. Por eso es que en derecho civil
se define la responsabilidad como "la obligación que pesa sobre una persona de
indemnizar el daño sufrido por otra".

La responsabilidad civil puede emanar de distintas causas, dicho de otro modo,


varias pueden ser las fuentes de la responsabilidad civil. Así, tenemos que son
fuentes de la responsabilidad civil:

1. - El contrato, originando la infracción de las estipulaciones contractuales


(responsabilidad contractual).

2. - El delito y el cuasidelito civil, que originan la responsabilidad delictual y


cuasicontractual o aquiliana.

3. - Por último, también es fuente de responsabilidad civil la ley, la cual


origina la responsabilidad legal.

La responsabilidad que emana del delito civil, del cuasidelito civil y de la ley,
constituye la denominada "responsabilidad extracontractual", cuya fuente principal
son los delitos y cuasidelitos civiles. Los casos de responsabilidad legal son
excepcionales.

Estas expresiones de "delitos" y "cuasidelitos" se emplean tanto en el derecho civil


como penal, y si bien es cierto que en ambas ramas del derecho se trata siempre de
hechos ilícitos, los que constituyen delitos y cuasidelitos presentan tales diferencias
entre sí que no es posible confundirlos. Así, el delito civil "es el hecho ilícito
cometido con la intención de dañar y que ha causado injuria o daño en otra
persona". El cuasidelito es el hecho culpable cometido sin la intención de dañar y
que ha inferido injuria o daño a otra persona (arts.1437 y 2284).

Lo que caracteriza al delito y cuasidelito civil es el hecho de inferir injuria o daño a


otra persona. Por ello, un hecho ilícito que no causa injuria o daño a otra persona
no constituye delito ni cuasidelito civil, porque la consecuencia del delito y
cuasidelito es el deber de reparar el daño, y ello sólo es procedente cuando el daño
se ha causado: "sin daño no hay responsabilidad civil" (así fluye de los arts.1437 y
2314).

El delito y cuasidelito civil se asemejan entre sí en que ambos son hechos ilícitos,
ambos causan daño y ambos producen obligaciones.
La diferencia que existe entre ellos se encuentra en la intención que el autor ha
tenido. Así, el delito civil es el hecho ilícito cometido con la intención de cometer
daño; aquí la voluntad del autor era causarle daño a otra persona. En cambio, el
cuasidelito se ha ejecutado sin intención de dañar. Lo que sucede es que el delito
civil supone dolo: el daño ha sido deseado por el autor del hecho; en tanto que el
cuasidelito civil supone culpa, es decir, una falta de diligencia o de cuidado del
autor. Es por eso que en materia civil un mismo hecho puede ser delito o cuasidelito
según si ha habido o no intención de dañar a otra persona.

Esta distinción entre delito y cuasidelito es una distinción clásica y tradicional, pero
en realidad ella no presenta utilidad y, aún más, hoy en día se sostiene que es
totalmente inútil hacer esta distinción, y también se señala que carece de
justificación teórica porque ambos son hechos ilícitos, porque uno y otro obligan al
autor a reparar el daño causado en su totalidad y el monto de la indemnización se
regula atendiéndose al daño causado y no a la naturaleza del hecho que originó el
daño.

Luego, es muy posible que la indemnización causada por un cuasidelito civil sea
mayor a la originada en un delito civil. Es por estas razones que el CC sometió a los
delitos y cuasidelitos civiles a una misma y única reglamentación en los arts.2314 y
siguientes. Estos hechos ilícitos pueden consistir en la ejecución de un hecho, lo
cual recibe el nombre de culpa in cometendo; o también pueden constituir una
abstención, caso en cual se habla de culpa in omitendo.

En el primer caso son de acción, como el que mata a otro intencionalmente o el que
hiere a otro al disparar un arma imprudentemente. En el segundo caso estamos
frente a una omisión, como sería el caso de aquellas personas que estando obligada
a realizar una acción, no lo realiza.

El CC admite estas clasificaciones en varios artículos (2320, 2321, 2322, 2323),


pero esta es una clasificación más bien doctrinaria, porque desde el punto de vista
práctico todas ellas producen el mismo efecto y se rigen por las mismas reglas:
obligan al autor a indemnizar el daño causado si el hecho o la abstención que lo
originaron es ilícito.

Concepto de delito y cuasidelito en materia civil y penal:

No obstante emplearse la misma denominación, ambos conceptos difieren


substancialmente. Lo esencial en el delito y cuasidelito civil es el daño causado a
otra persona o a la propiedad de otro. En cambio, en materia penal el delito es toda
"acción u omisión voluntaria penada por la ley" y el cuasidelito penal es "toda acción
u omisión culpable penada por la ley" (arts.1 y 2 CP). En el derecho penal una
acción u omisión voluntaria o culpable constituye delito o cuasidelito sólo cuando
está penada por la ley (como dicen los penalistas: nullum crimen sine lege). En
cambio, en el derecho civil, delitos y cuasidelitos son hechos ilícitos que causan
daño, de modo que si no hay daño no hay delito o cuasidelito civil, pudiendo eso sí
haber delito o cuasidelito penal.

La explicación de esta distinción es la siguiente: se justifica en que el hecho


civilmente ilícito crea un problema de orden privado, enfrentando al autor del daño
con su víctima, el derecho civil se preocupa de que la persona que ha
experimentado el daño obtenga la correspondiente reparación, es decir, enfoca el
delito y el cuasidelito civil como fuente de las obligaciones.

En cambio, en el hecho penalmente ilícito el conflicto se produce entre el


responsable de ese hecho y la sociedad; el derecho penal mira al delito y al
cuasidelito como un atentado contra el orden social y le importa defender a la
sociedad en contra de estos hechos penalmente ilícitos.

Esta disparidad de conceptos entre el derecho civil y penal produce varias


consecuencias:
a) Puede suceder que un mismo hecho constituya a la vez delito o
cuasidelito penal y civil, lo que va a suceder cuando el hecho ilícito esté
penado por la ley y cause un daño a otro, lo que sucede en el caso de las
lesiones, en el homicidio, en el hurto, robo, etc.

b) Otra consecuencia es que un hecho puede constituir sólo delito o


cuasidelito penal y no ser delito o cuasidelito civil. Ello va a suceder
cuando el hecho esté penado por la ley pero no cause daño a la persona o
propiedad de otro, por ejemplo: delitos de vagancia y mendicidad. Es por
esta razón que en el CP se dice que de todo delito nace una acción penal
para el castigo del culpable y puede nacer una acción civil para obtener la
reparación del daño, esto es, la restitución de la cosa o su valor y la
indemnización de perjuicios. Esta acción civil va a nacer cuando el hecho
ilícito sea a la vez delito o cuasidelito penal y civil.

c) La última consecuencia es que un hecho ilícito puede constituir delito o


cuasidelito civil sin constituir delito o cuasidelito penal, lo que va a
suceder cuando se trate de un hecho que cause un daño pero que no está
penado por la ley.

Esta última situación es la que se presenta con mayor frecuencia porque el


concepto de delito o cuasidelito civil es más amplio que el de delito o cuasidelito
penal. Así por ejemplo: son de esta calidad la ingratitud del donatario (art.1428), la
injuria atroz del alimentario (art.324), el fraude pauliano (art.2468).

La responsabilidad extracontractual emanada de los delitos y cuasidelitos civiles


tiene especial importancia en los tiempos modernos y ella deriva del desarrollo
industrial, de los diversos medios de transporte, del uso de fuentes de energía, etc.;
ello porque el problema de la responsabilidad civil es obtener que todo daño
causado a la persona o propiedad de otro sea reparado.

En definitiva, el problema se reduce a determinar quién tiene que soportar el daño:


el autor, la víctima u otra persona.

Las distintas clases de responsabilidad

La responsabilidad puede ser moral o jurídica.

La responsabilidad jurídica, a su vez, puede ser penal o civil.

La responsabilidad civil puede ser contractual, extracontractual o legal.

La responsabilidad extracontractual puede ser delictual o cuasidelictual y, en


general, recibe el nombre de aquiliana.

También puede ser objetiva o subjetiva.

La responsabilidad legal se llama también sin culpa.

La responsabilidad moral se origina o proviene por la infracción a normas morales o


de carácter religioso y, en general, lo que ella origina son problemas de conciencia
para el infractor.

Por su parte, la responsabilidad jurídica proviene de un hecho que causa daño a la


persona o propiedad de otro.

También puede provenir de una omisión que produzca iguales efectos, o bien, de un
hecho penado por la ley por ser contrario al orden social.

La responsabilidad penal proviene de los delitos o cuasidelitos penales, y ella es


independiente de el daño que el delito o cuasidelito pueda producir. Existe esta
responsabilidad penal aún cuando el hecho no produzca daño alguno y la
consecuencia de ella es que acarrea sanciones penales cuya aplicación se persigue
y se hace efectiva mediante la acción penal que nace de todo delito.

Por su parte, la responsabilidad civil proviene de todo hecho u omisión que causa
un daño a la persona o a la propiedad de otro y esta responsabilidad civil puede ser
contractual, delictual, cuasidelictual y, en ciertos casos, legal, atendiendo esto al
origen de esta responsabilidad.

Para que exista responsabilidad civil es requisito indispensable que se haya


causado un daño, sea a la persona o a la propiedad de otro y, este daño puede
originarse en la violación o incumplimiento de un obligación preexistente, o en la
ejecución de un hecho ilícito y, aún sin culpa alguna, como sucede en la
responsabilidad legal.

El efecto que de ella se deriva es la obligación de reparar el daño causado. Debe


tenerse presente que la responsabilidad penal y la responsabilidad civil delictual o
cuasidelictual pueden coexistir respecto de un mismo hecho, ello sucede cuando el
delito o cuasidelito del cual derivan la responsabilidad civil y penal sea a la vez
delito o cuasidelito civil y penal, ello porque ha inferido un daño a la persona o
propiedad de otro y, además, porque es una acción u omisión penada por la ley. Es
lo que sucede en el caso del hurto, del robo, de las lesiones, que son a la vez
delitos civiles y penales.

Pero, no obstante que pueden coincidir, estas 2 responsabilidades son


independientes entre sí y su coexistencia resulta solamente de que el mismo hecho
es a la vez civil y criminalmente delictuoso. La independencia de estas dos formas
de responsabilidad queda en claro en algunas disposiciones del CC, como sucede
en el art.2314 ("...sin perjuicio de..."); lo mismo sucede en el art.10 CPP. Por otro
lado, estas dos clases de responsabilidad presentan diferencias:

1. Hay diferencias en cuanto a la sanción, pues, tratándose de delitos y


cuasidelitos civiles, la sanción es la indemnización del daño causado; en tanto
que, en el caso de los delitos y cuasidelitos penales, las sanciones son de
carácter represivo (presidio, reclusión, relegación, etc.). En este último caso, el
objeto de la sanción no es la reparación del daño que se ha causado, sino que es
el proteger a la sociedad de la acción del delincuente.

2. Es también diferente la jurisdicción llamada a conocer y juzgar una y otra clase


de responsabilidad. Tratándose de la responsabilidad penal, la jurisdicción le
corresponde a los tribunales con competencia en lo criminal; en tanto que de la
responsabilidad civil pueden conocer la justicia civil o la criminal, a menos que la
acción tenga por objeto la restitución de la cosa o su valor, ya que en tal caso
deben deducirse ante el juez que conoce del proceso penal.

3. Hay también diferencias en cuanto a la capacidad para incurrir en


responsabilidad civil y en responsabilidad penal. En materia penal la capacidad
se adquiere a los 16 años, siempre que el hechor haya actuado con
discernimiento, lográndose la plena capacidad penal a los 18 años. Entre los 16 y
18 años habrá responsabilidad para el autor si ha obrado con discernimiento. En
tanto que, en materia de responsabilidad civil, la capacidad se adquiere a los 16
años, debiendo si considerarse que los mayores de 7 y menores de 16 son
civilmente responsables si han actuado con discernimiento (art.2319).

4. Existen también diferencias en cuanto a las personas a quienes afectan estas


clases de responsabilidad. La responsabilidad penal afecta exclusivamente a la
persona del delincuente, se trata de una responsabilidad personalísima y por la
naturaleza misma de esta responsabilidad y por las sanciones que ella produce,
sólo recae en las personas naturales, no hay responsabilidad penal de las
personas jurídicas (art.39 CPP). En tanto que, la responsabilidad civil, afecta al
autor del daño y a sus herederos (art.2316 inc.1) y puede afectar tanto a las
personas naturales como a las jurídicas.
5. También se distinguen en cuanto a las personas que pueden perseguir la
responsabilidad. La acción penal, cuando se trata de delitos de acción penal
pública, puede ejercerla toda persona e incluso el juez puede perseguir de oficio
esta responsabilidad (con la excepción de los delitos de acción penal privada).
En cambio, la acción civil de responsabilidad compete a la persona que sufrió el
daño y a sus herederos.

6. Por último, hay también diferencias en cuanto a la prescripción. Respecto de la


acción penal hay varios plazos, dependiendo de la calificación que se le de al
hecho delictuoso y que va de los 6 meses hacia arriba. En cambio, la acción civil
tiene un único plazo de prescripción, que es de 4 años contados desde la
perpetración del acto (art.2332).

La responsabilidad contractual proviene de la violación o incumplimiento de un


contrato y ella consiste en indemnizar al acreedor del perjuicio que le causa el
incumplimiento de la obligación o su incumplimiento tardío o imperfecto (art.1556).
En la responsabilidad contractual existe un vínculo previo entre los sujetos de esta
responsabilidad, vínculo que es el contrato que no se ha cumplido o que se ha
cumplido en forma tardía o imperfecta.

La responsabilidad delictual o cuasidelictual proviene de un hecho ilícito, intencional


o no, que ha inferido injuria a la persona o propiedad de otro, es decir, es la que
proviene de los delitos y cuasidelitos civiles. En esta forma de responsabilidad no
existe un vínculo jurídico previo entre el autor y su víctima que sirva de fundamento
a esta responsabilidad. La responsabilidad contractual supone necesariamente la
existencia de una obligación anterior, ella se produce entre personas ligadas por un
vínculo jurídico preexistente y es la violación de este vínculo que la responsabilidad
sirve de sanción. En tanto que, la responsabilidad delictual o cuasidelictual supone
la ausencia de una obligación previa entre el autor y la víctima. Se produce
entonces entre personas que son extrañas entre sí; por ello es que esta
responsabilidad es fuente de obligaciones, en tanto que la responsabilidad
contractual es solamente la sanción impuesta por el incumplimiento de una
obligación.

Pero, hay autores como Planiol, que no aceptan la distinción entre estas dos clases
de responsabilidad (contractual y extracontractual). Planiol sostiene que estas dos
formas de responsabilidad son idénticas y ello porque ambas crean una obligación:
reparar el daño causado. Pero, Planiol va aún más allá, sosteniendo que ambas
clases de responsabilidad suponen una obligación anterior, que en la
responsabilidad contractual nace del contrato y en la extracontractual nace de la
ley; y en ambas la fuente de la responsabilidad es el incumplimiento de las
obligaciones. Afirma Planiol que el incumplimiento de una obligación contractual
constituye un hecho ilícito.

No obstante, la mayoría de la doctrina no participa de esta opinión, señalando que


si bien es cierto que la culpa tanto contractual como extracontractual es un hecho
ilícito, no es efectivo que ellas consistan en ambos casos en la violación de una
obligación anterior. Es claro que hay violación de una obligación anterior en la
responsabilidad contractual, pero no es efectivo que ello suceda en la
responsabilidad extracontractual, porque en ésta no existe ningún vínculo jurídico
previo entre el autor del daño y la víctima del mismo.

Planiol funda su teoría en que hay un obligación preexistente emanada de la ley,


obligación que no es otra que la de no causar daño a otro. Pero, esta concepción
merece algunas críticas:

- no existe norma que establezca esta obligación.

- por otro lado, pareciera ser más un principio de carácter moral que netamente
jurídico.
Además, no puede dársele el sentido jurídico de obligación porque ésta supone
necesariamente un acreedor y deudor y en la responsabilidad delictual y
cuasidelictual no puede hablarse de deudor y acreedor con anterioridad al hecho
ilícito, toda vez que las calidades de acreedor y deudor nacen después del hecho
ilícito.

Es efectivo que ambas clases de responsabilidad llevan a la reparación del daño


causado, pero eso no obsta a su distinta naturaleza. En la responsabilidad
contractual hay una sanción al incumplimiento del contrato, es justamente uno de
los efectos que la ley atribuye a la fuerza obligatoria del contrato.

Entre la responsabilidad contractual y la delictual o cuasidelictual (extracontractual)


se presentan numerosas diferencias, entre las cuales caben destacar las siguientes:

a) En materia contractual la culpa admite graduaciones, así hablamos de culpa


grave, leve y levísima (art.44). En materia de responsabilidad extracontractual, la
culpa no admite esas graduaciones, se habla lisa y llanamente de culpa.

b) También se presentan distinciones con respecto al peso de la prueba: en materia


de responsabilidad contractual, habiendo incumplimiento del deudor, se presume
su culpa y le va a corresponder al deudor, para poder exonerarse de
responsabilidad, el probar que actuó con la debida diligencia o cuidado. En tanto
que en la responsabilidad delictual o cuasidelictual civil la víctima va a tener que
probar que el daño que le fue causado es imputable a dolo o culpa del autor del
hecho, salvo ciertos casos excepcionales.

c) Hay diferencias también en cuanto a la capacidad: en materia contractual la


plena capacidad se adquiere a los 18 años. En materia de responsabilidad
delictual o cuasidelictual civil la plena capacidad se alcanza a los 16 años, no
obstante que el menor de 16 y mayor de 7 es responsable si el juez determina
que actuó con discernimiento.

d) También hay diferencias en cuanto a la solidaridad: en la responsabilidad


contractual si varios deudores violan una obligación contractual, entre ellos no
hay solidaridad, a menos que se hubiere pactado expresamente (art.1511). En
cambio, si hay varios autores de un delito o cuasidelito civil, van a responder
solidariamente del daño causado (art.2317).

e) En relación con la prescripción: la acción para perseguir la responsabilidad


derivada de un delito o cuasidelito civil prescribe en el plazo de 4 años, contados
desde la perpetración del hecho (art.2332). La acción para perseguir o hacer
efectiva la responsabilidad contractual prescribe normalmente en 5 años
(art.2515).

Cúmulo u opción de responsabilidad :

El nombre de "cúmulo" nos puede inducir a error, porque el problema consiste en


determinar si el incumplimiento de una obligación emanada de un contrato da origen
exclusivamente a responsabilidad contractual, o si en el caso de que origina
también responsabilidad delictual o cuasidelictual, el acreedor puede elegir una u
otra clase de responsabilidad para obtener la reparación del daño.

En caso de aceptarse esta opción se estaría permitiendo al acreedor situar su caso


personal en el terreno más conveniente para sus intereses. Por consiguiente, no
significa, no obstante, de hablar de cúmulo de responsabilidades, porque si esto se
permitiera se daría lugar en el fondo a una doble reparación del mismo daño, lo cual
implica un enriquecimiento sin causa.

El problema se radica entonces en si es posible que el acreedor elija una u otra


responsabilidad. Desde el punto de vista práctico esto significaría, en caso de
aceptarse el cúmulo, que el acreedor podría elegir la responsabilidad más
conveniente a sus intereses, porque ambas responsabilidades no están sometidas a
las mismas normas. Así, en el campo contractual el acreedor no necesita probar la
culpa del deudor, pero está limitado en cuanto a la naturaleza de los perjuicios que
debe demandar: solamente en ciertos casos podrá demandar los perjuicios directos
imprevistos (sólo cuando prueba dolo), y no puede demandar los indirectos. En
cambio, en la responsabilidad delictual o cuasidelictual, quien sufrió el daño va a
tener que probar la culpa o dolo, pero podrá demandar la indemnización de todo
daño que se le haya causado (art.2314).

La doctrina en general rechaza el cúmulo de responsabilidades, sosteniendo que la


infracción de una obligación contractual da origen solamente a responsabilidad
contractual. El acreedor cuyo deudor viola o no cumple en la forma convenida o
retarda el cumplimiento de una obligación emanada del contrato, no puede
demandar perjuicios con arreglo a los arts.2314 y siguientes.

Permitir que el acreedor pueda prescindir del contrato y perseguir la responsabilidad


del deudor conforme a las normas de los arts.2314 y sgtes. sería entrar a
desconocer la fuerza obligatoria del contrato y, aún más, sería desconocer aquellas
cláusulas en que las partes pudieran haber eximido o limitado la responsabilidad del
deudor.

Cabe recordar que conforme al art.1554 inc. final y art.1558 inc. final, las partes
pueden modificar las normas sobre responsabilidad contractual haciendo que el
deudor tenga una responsabilidad menor e, incluso, eximiéndolo de responsabilidad.

El admitir el cúmulo de responsabilidad significaría desconocer la validez y eficacia


de estas cláusulas, porque si las partes han eximido de toda responsabilidad al
deudor o han limitado dicha responsabilidad a cierta cantidad de dinero o han
convenido que sólo va a responder de culpa grave en caso de incumplimiento de la
obligación, no puede permitirse que se recurra a las normas de los arts.2314 y
sgtes. para hacer efectiva una responsabilidad cuando lo ha eximido de ella, o para
demandar una suma mayor cuando se ha limitado la responsabilidad a una
determinada cantidad, o pretender una responsabilidad mayor cuando se ha limitado
a una cierta especie de culpa. La razón para no aceptarlo está justamente en el
art.1545: si ellos convinieron determinada cosa, a ello hay que atenerse (fuerza
obligatoria de los contratos).

Fundamentos de la responsabilidad extracontractual:

Para fundar la responsabilidad extracontractual existen principalmente 2 tendencias


o teorías:

I.- La teoría clásica o de responsabilidad subjetiva o por culpa.

II.- La teoría moderna, también llamada objetiva o sin culpa.

I.- Teoría de la responsabilidad subjetiva :

Para esta teoría, el fundamento de la responsabilidad que la ley impone de


indemnizar el daño causado es la culpabilidad del agente, del autor del daño. Es
precisamente la actitud ilícita del autor del delito o cuasidelito civil la que impone a
éste la necesidad de responder de su conducta.

Para esta teoría son 2 los requisitos fundamentales que deben reunirse para que
exista responsabilidad extracontractual:

1. El daño,

2. Que el daño se haya originado por culpa o dolo de quien lo ha provocado.


Se le denomina justamente teoría de la responsabilidad subjetiva o por culpa porque
el fundamento mismo de la obligación indemnizatoria es la actuación ilícita del autor
del daño.

Esta teoría subjetiva es la que sigue el CC francés y también el CC chileno.

Según esta teoría, como las personas pueden actuar libre e independientemente,
cada una de ellas debe aprovechar los beneficios que le reporta su actividad y
soportar los daños que le causa la naturaleza o el hecho ajeno. No basta, para esta
teoría, con que una persona sufra un daño en sí misma o en sus bienes para que
surja la obligación de repararlo.

Para que exista obligación de indemnizar ese daño, es necesario que provenga del
dolo o culpa del autor: sin dolo o culpa no hay responsabilidad.

Josserand señala que el dolo y la culpa en materia de responsabilidad


extracontractual son una especie de pecado jurídico, de manera que quien no ha
actuado con dolo o culpa no tiene responsabilidad.

Esta teoría subjetiva es criticada en la actualidad, señalándose que ella se


conformaba a los requerimientos de la sociedad de la época de su formulación, pero
que no responde en manera alguna a los de la sociedad actual, ello porque en este
sistema la víctima de un daño va a poder obtener la reparación del daño mismo sólo
si prueba el dolo o la culpa del autor. De tal manera que, si no logra probar ese dolo
o esa culpa, su demanda va a ser rechazada, debiendo la víctima soportar la
totalidad del daño. Es precisamente esta prueba la que enfrenta a la víctima del
daño a un serio problema, porque en numerosos casos la prueba de la culpa o del
dolo es sumamente difícil y en otros es imposible; así, por ejemplo, a un trabajador
de una empresa que sufre un accidente de trabajo le será sumamente difícil probar
que ese accidente se debió a culpa o dolo de la empresa.

Ahora, si bien es cierto que este es el gran defecto de esta teoría, se han buscado
diversos caminos para palear sus inconvenientes. Tanto la ley, la jurisprudencia
como la doctrina, sin alterar el fundamento subjetivo de esta teoría, han adoptado
diversas medidas y soluciones a los problemas que ella plantea. Así, en primer
lugar, el legislador, para liberar a la víctima de la prueba de la responsabilidad, ha
establecido en su favor diversas presunciones legales (en nuestro CC tales
presunciones se encuentran en los arts.2320, 2322, 2326, 2328 y 2329). Cuando
existen estas presunciones, la víctima va a tener que probar solamente los hechos
de los cuales la ley deduce la culpa; luego, establecidos estos hechos, se va a
presumir la culpa de la persona civilmente responsable y le va a corresponder a ella
probar que no hubo culpa para exonerarse de responsabilidad. Estas presunciones
pueden ser simplemente legales o de derecho:

 Son simplemente legales en todos los artículos señalados


precedentemente.

 Son de derecho en los arts.2321 y 2327.

En segundo lugar, la jurisprudencia ha ampliado cada vez más el concepto de culpa;


así por ejemplo: se ha resuelto que el ejercicio abusivo de un derecho puede
importar culpa y generar responsabilidad; también se ha resuelto que hay culpa en
el no ponerse a tono con el progreso (ejemplo: empresario que trabaja con
máquinas obsoletas).

También se ha inventado otro camino, que es el de sustituir la responsabilidad


delictual o cuasidelictual por la contractual, y ello porque la responsabilidad
contractual pone al acreedor en una posición más ventajosa que la de la víctima en
la responsabilidad extracontractual, desde el momento en que el peso de la prueba
en la responsabilidad extracontractual recae o le incumbe al deudor. Ahora, Cómo
se hace esta sustitución? Partiendo de la base de que ciertos contratos, además de
las obligaciones y derechos consignados en ellos, generan una obligación de
seguridad (es lo que sucedería con el contrato de trabajo, el cual daría origen a una
obligación de esta naturaleza, porque el empleador está obligado a garantizar la
seguridad de los trabajadores, de tal modo que si se produce un accidente de
trabajo, él constituiría una infracción a este deber de seguridad, posibilitando el
cobro de la respectiva indemnización) y, en este caso, el peso de la prueba no sería
de cargo de la víctima, sino que le correspondería al empleador, de tal forma que
para exonerarse de responsabilidad el empleador tendría que acreditar que no hubo
culpa.

II.- Teoría moderna o de la responsabilidad objetiva o sin culpa:

También se la llama teoría del riesgo, ello porque no se atiende a la conducta, a la


culpabilidad del agente, sino que al resultado material de esa conducta, es decir, al
daño que se causa. Para esta teoría, la obligación de indemnizar exige
fundamentalmente la existencia de un perjuicio ocasionado a una persona por la
conducta del autor del daño. Se la denomina teoría del riesgo porque a falta de
culpa se funda en la idea de que toda persona que desarrolla una actividad crea un
riesgo de daño para los demás (piénsese en un empresario de buces). Ahora, si ese
riesgo se concreta, es decir, si se produce el daño perjudicando a una persona, el
que creó la posibilidad de riesgo tiene que indemnizar a la persona dañada, exista o
no culpa, porque la obligación de indemnizar se origina por el riesgo creado y no por
el acto que provoca el daño.

El problema que plantea esta teoría es la extensión que debe dársele a esta noción,
y al respecto hay diversas opiniones:

 Algunos diferencian entre actos normales y anormales, originando la


obligación de indemnizar sólo los anormales.

 Otros consideran el problema desde un punto de vista distinto y hablan del


riesgo-beneficio, sosteniendo que toda persona que desarrolla una
actividad para obtener beneficios para ella, tiene que responder, como
contrapartida de esos beneficios, de los daños que le cause a otra
persona.

Esta teoría es también criticada, siendo la principal el hecho de que ella es


peligrosa, porque si hay que reparar de todas maneras el daño, puede producirse la
idea de que ante el derecho es indiferente actuar con o sin diligencia.

De modo que aún la persona más diligente, si causa un daño a otro, va a tener que
indemnizarlo, y para defenderse de esta posibilidad de indemnizar todos estos
daños y no actuar con la diligencia debida, puede contratar seguros sobre la
materia.

Por otro lado, hay que tener presente que el derecho civil se funda principalmente
en la teorías subjetivas, y en estas materias no puede dejar de considerarse a la
persona y a su accionar para adoptar un criterio meramente material,
considerándose sólo el efecto que se ha producido.

Elementos de la responsabilidad extracontractual

De los arts.2284, 2314 uy 2319 se desprende que para que un hecho genere
responsabilidad delictual o cuasidelictual civil, es necesario que concurran los
siguientes elementos:

I.- Que el hecho u omisión provenga de dolo o culpa del autor.

II.- Que el autor sea capaz de delito o cuasidelito civil.

III.- Que el hecho u omisión cause un daño a la víctima.


IV.- Que entre el hecho u omisión doloso o culpable y el daño causado exista una
relación de causalidad.

I.- Que el hecho u omisión provenga de culpa o dolo del autor:

Para que un hecho u omisión que causa daño a otra persona genere
responsabilidad delictual o cuasidelictual civil, es indispensable que haya habido
dolo o culpa del autor en su ejecución, porque en el sistema del CC origina
responsabilidad el hecho perjudicial liso y llano.

La clasificación en delito y cuasidelito civil se funda en las diferencias de actitud del


autor del daño, siendo todos sus demás elementos comunes. La diferencia está en
que en el delito civil hay dolo, en tanto que en el cuasidelito civil hay culpa y, salvo
este aspecto, no existe ninguna otra diferencia entre ellos, hasta tal punto que la
responsabilidad no es mayor si hay dolo que si hay culpa, porque la extensión o
intensidad de la responsabilidad se mide por el daño causado y no por el actuar del
autor.

El dolo, definido en el art.44, existe cuando de parte del autor del daño ha existido
el propósito deliberado de causarlo, es decir, cuando con la acción u omisión lo que
se persigue es causar un daño. El dolo presenta la particularidad de transformar en
ilícito todo acto, por lícito que éste haya sido en sí mismo.

Así, incluso el ejercicio de un derecho se hace ilícito cuando lo único que se


persigue es causarle un daño a otra persona.

El dolo se aprecia en concreto, según las circunstancias del autor, porque el dolo
incluye un elemento sicológico: la intención de causar el daño y la prueba de este
dolo le va a corresponder a la víctima del daño, ello porque el dolo no se presume.

En cuanto a la culpa, el CC la define en el art.44, referida ella a la culpa contractual,


que es la única que admite las graduaciones que ahí se señalan. Pero, el concepto
mismo de culpa es igual en ambas clases de responsabilidad. De todas las
definiciones que da el art.44, se puede concluir que la culpa es "la falta de aquella
diligencia o cuidado que los hombres prudentes emplean ordinariamente en sus
actos o negocios propios". En cuanto a la forma de apreciar la culpa, en la doctrina
hay dos concepciones:

a) la de la culpa objetiva o en abstracto.

b) la de la culpa subjetiva o en concreto.

a) En la culpa en abstracto se compara la actitud del autor del daño con la actitud
que habría tenido una persona prudente expuesta a la misma situación, es
decir, aquí se adopta un tipo ideal y se determina cómo habría reaccionado
éste enfrentado a la misma situación que dio origen al daño.

b) En tanto que, en la culpa subjetiva o en concreto se procede a determinar la


situación personal del autor del daño al tiempo del hecho que lo originó.

El CC chileno adopta la primera posición, esto es, la de la culpa en abstracto, y


establece también cuál es el sujeto ideal de comparación, siendo éste el del buen
padre de familia (art.44). Es decir, en el sistema del CC lo que debe hacerse es
comparar la conducta del autor del daño con la que habría tenido un hombre
prudente de la misma profesión u oficio, colocado en el mismo lugar, tiempo y
circunstancias externas que el autor del daño, y lo que habrá que determinar es si
este tipo ideal habría actuado o no en igual forma o habría tomado otras
precauciones que el autor del daño. Si se concluye que habría actuado de modo
diferente al autor del daño, hay culpa, en caso contrario no.
Hay ciertas obligaciones que están establecidas por la ley o en algún reglamento.
Si el daño se produce por infracción a esta obligación, no es necesario proceder a la
apreciación de la culpa del autor, porque en ese caso estamos ante lo que se
denomina "culpa contra la legalidad".

Lo que sucede es que es frecuente que el legislador o la autoridad, con el fin de


precaver accidentes o daños, dicte ciertas normas prohibiendo la ejecución de
determinados actos. En tales casos, cuando una persona infringe esa prohibición,
va a existir culpa por el solo hecho de realizar el acto prohibido, o bien, por no
haber realizado lo ordenado por la ley, significando aquello que no se ha dado
cumplimiento por el autor del daño a las medidas de prudencia o precaución
establecidas por el legislador para evitar la producción de un daño.

En materia de cuasidelitos civiles la culpa no admite graduaciones, es decir, no se


diferencian en esta materia entre culpa grave, leve o levísima, como sucede en
materia de responsabilidad contractual. En este campo, cualquiera que sea la culpa,
hace al autor del daño responsable de la totalidad de éste.

En cuanto a la prueba de la culpa, la regla general en materia de responsabilidad


extracontractual, es que ella tiene que ser probada por la víctima. La regla es
diferente de aquella que se aplica en responsabilidad contractual, en la cual la culpa
se presume y corresponde al deudor probar que no ha incurrido en culpa (art.1547
inc.3). En materia de responsabilidad extracontractual no existe una norma similar a
la del art.1547 inc.3, por consiguiente, tiene que aplicarse la regla general en
materia probatoria que es el art.1698. Este hecho hace que sea difícil para la
víctima obtener la reparación del daño causado, ya que la prueba de la culpa
presenta dificultades, no obstante que aquí no existen limitaciones en materia de
prueba porque se trata de probar hechos, pudiendo por consiguiente, recurrirse a
todos y cada uno de los medios probatorios. No existen en este campo limitaciones
a la prueba testimonial, como sucede en la responsabilidad contractual.

En relación con esto, hay que detenerse en 2 temas, que son:

1.- Las llamadas obligaciones de prudencia y las obligaciones de resultado.

Esta es una elaboración de la doctrina y jurisprudencia francesa. En las llamadas


obligaciones de resultado o determinadas la obligación es concreta, en el sentido
de que el deudor debe obtener un resultado determinado. En cambio, en las
obligaciones de prudencia, el deudor solamente se obliga a poner de su parte la
diligencia necesaria, a conducirse con la prudencia que se requiere para obtener
un resultado determinado, pero no se obliga a obtener ese resultado.

En las obligaciones de resultado hay incumplimiento cuando no se obtiene el


resultado prometido y en las obligaciones de prudencia hay incumplimiento
cuando el deudor no pone de su parte toda la diligencia necesaria para obtener el
resultado que se busca. Esta diferencia tiene importancia en materia probatoria,
porque en las obligaciones de resultado el acreedor no tiene nada que probar, el
peso de la prueba recae sobre el deudor, el cual va a tener que acreditar que se
obtuvo el resultado prometido y, en caso de no haberse obtenido ese resultado,
el deudor va a tener que probar que ello no se debió a la culpa suya; en cambio,
en las obligaciones de prudencia va a haber que probar que el deudor no actuó
con la debida diligencia para obtener el resultado buscado, y esta prueba
corresponde al acreedor. La importancia de esto es que ello no opera solamente
en materia de responsabilidad contractual, sino que también en materia de
responsabilidad extracontractual.

Ambos tipos de responsabilidades llevan a distinguir entre obligaciones de


prudencia, llamadas también de medio, en que el peso de la prueba corresponde
al acreedor, y obligaciones de resultado, en que el peso de la prueba recae sobre
el deudor.

2.- Las presunciones de culpa:


En Chile, la doctrina mayoritaria se inclina por no aceptar esta distinción
(obligaciones de medio y de resultado), fundándose en que en materia de
responsabilidad contractual el legislador en el art.1547, establece una
presunción de culpa. Como el problema de la prueba de la culpa es complicado
y se pone de cargo de quien ha sufrido el daño el probar que el autor de ese
daño actuó con culpa, el legislador ha establecido presunciones de
responsabilidad para ciertos y determinados casos; así sucede, por ejemplo, en
los casos de responsabilidad por el hecho ajeno, de responsabilidad por hecho
de las cosas, en los casos de accidentes de tránsito, etc.

En relación con esta materia se ha planteado entre nosotros una discusión


acerca de lo que establece el art.2329 inc.1 en relación con lo dispuesto en el
art.2314 y que tiende a determinar cuál es el alcance de la norma del art.2329.

Algunos estiman que esta norma lo único que hace es reiterar lo establecido en
el art.2314, norma que impone a quien ha cometido un hecho ilícito la
obligación de reparar el daño que de el se deriva.

Pero, Alessandri estima (en su obra sobre la responsabilidad extracontractual)


que en el art.2329 hay una presunción de responsabilidad por hecho propio, en
aquellos casos en que el daño proviene de un hecho que por su naturaleza o
por las circunstancias en que ese hecho se realizó, puede atribuirse a dolo o
culpa del autor. Para ello, se funda principalmente en 3 puntos para sustentar
su tesis:

 En la ubicación del art.2329, el cual está situado inmediatamente después de las


presunciones de responsabilidad por hecho ajeno o por hecho de las cosas.

 En cuanto a la redacción del art.2329, esta norma nos dice "...que pueda
imputarse..." y no "que sea" imputable: entonces, para que exista responsabilidad
basta con que sea lógico entender que hubo culpa.

 Por último, argumenta con los ejemplos del art.2329, ya que todos ellos suponen
por sí solos que hubo culpa.

Sin embargo, estos no son los únicos casos de presunción de responsabilidad,


porque también existen algunas presunciones de derecho de responsabilidad y es
lo que sucede en los casos de los arts.2321 y 2327. En esta materia hay que
tener cuidado en no confundir los casos de presunción de responsabilidad con la
llamada "responsabilidad objetiva", porque cuando hay presunción de
responsabilidad y se trata de presunciones simplemente legales, el deudor puede
eximirse de responsabilidad acreditando que no hubo culpa de parte suya; en
cambio, en la responsabilidad objetiva, como la culpa no es elemento de esa
responsabilidad, aún cuando el deudor acredite su no existencia, va a ser
igualmente responsable. Donde hay una vinculación más estrecha con la
responsabilidad objetiva es con la presunción de derecho de responsabilidad,
porque ésta no admite la prueba de falta de culpa.

El problema que plantea la noción de culpa es que ella es relativa y va a


depender normalmente de las circunstancias de hecho existentes en el momento
determinado. Sin embargo, es posible señalar algunos casos generales de culpa,
como son los siguientes:

a) La infracción de la ley o de reglamento.

b) El abuso de derecho.

c) Las relaciones de vecindad.

d) La culpa por omisión.


a) El abuso de derecho:

La regla en esta materia es que si una persona actúa ejerciendo un derecho que le
corresponde, aunque cause daño a otro no tiene responsabilidad. Pero, en ciertos
casos, el ejercicio de un derecho puede hacer responsable al titular de ese derecho
cuando lo ejerce en forma abusiva. Esto es lo que configura la llamada "teoría del
abuso de derecho".

La doctrina no está de acuerdo en cuáles son los requisitos que deben concurrir
para que haya abuso de derecho, pero en general se aceptan los siguientes
requisitos:

1. - Tiene que existir un derecho: si una persona actúa sin que exista un
derecho y causa daño a otro, se está ante los casos generales de
responsabilidad.

2. - Ese derecho tiene que ser de ejercicio relativo, lo cual constituye la


regla general. Pero, hay algunos casos en que la ley le da a ciertos
derechos el carácter de absolutos, es decir, no les señala limitación
alguna: en estos derechos absolutos no cabe el abuso de derecho. Como
ejemplos de derechos absolutos, podemos citar los siguientes:

 El derecho del padre o de la madre de autorizar el matrimonio: estos no


tienen que dar razones para fundar su negativa.

 En materia de condición resolutoria tácita (art.1489): el acreedor tiene un


derecho absoluto, en cuanto puede demandar el cumplimiento o la
resolución del contrato a su arbitrio, en caso de no cumplirse por el otro
contratante lo pactado.

3.- Que el ejercicio del derecho sea abusivo: aquí es donde se plantea el
grave problema de esta teoría porque es sumamente difícil precisar
cuándo hay abuso en el ejercicio de un derecho. Hay autores que incluso
sostienen que no puede hablarse de abuso de derecho, sino que lo que
habría sería un exceso en su ejercicio. Pero, hay legislaciones que
señalan en qué casos puede entenderse que hay abuso de derecho; así,
en Alemania el CC en su art.226 dice que: "el ejercicio de un derecho no
está permitido cuando no pueda tener otro fin que causar daño a otro".
Esto prácticamente equivale al dolo, porque se entiende que habría abuso
de derecho cuando ese derecho se ejerce con el solo fin de causar
perjuicios a otra persona y sin reportarle utilidad al titular de ese derecho.

Otros, en doctrina, señalan que los derechos deben ejercerse de buena fe, en el
sentido de que el ejercicio del derecho no debe sobrepasar el objeto en cuya
consideración se otorgó ese derecho al titular.

Otras legislaciones siguen un camino diverso, limitándose a sancionar el abuso de


derecho, y dejan al juez la calificación de si hay o no abuso de derecho.

En la doctrina francesa, seguida entre nosotros por Alessandri, se estima que el


abuso de derecho no difiere de otros casos de responsabilidad extracontractual, y
sostiene que habrá lugar a él siempre que concurran los requisitos de la
responsabilidad extracontractual, esto es, una acción u omisión, dolosa o culposa,
que cause daño a otro y con la particularidad que la acción va a corresponder al
ejercicio de un derecho.

El abuso de derecho a la luz de la legislación chilena: en nuestra legislación no


existen normas expresas relativas al abuso de derecho, sólo hay algunas normas
aisladas que dicen relación con esta materia. Hay casos, entre estas normas, en
que al establecer derechos absolutos, el legislador no acepta el abuso de derecho,
como sucede por ejemplo con el art.1489. Hay otra circunstancias en las cuales el
legislador hace aplicación de los principios del abuso de derecho.
En cuanto a la doctrina y jurisprudencia nacional, ellas aceptan el abuso de derecho
en situaciones no contempladas en la legislación, como sucede por ejemplo en el
caso del art.2110: este es un caso en que el legislador consagra el abuso de
derecho porque no acepta la renuncia que a una sociedad se hace en forma
intempestiva o de mala fe.

En otros casos, el legislador sanciona con la obligación de indemnizar perjuicios el


ejercicio de acciones temerarias.

Los tribunales han acogido la teoría del abuso de derecho principalmente en


relación con el ejercicio abusivo de acciones criminales, como sería el caso del
querellante que ejerce la acción criminal a sabiendas de que el querellado es
inocente. Se ha sostenido por los tribunales que si del ejercicio de un derecho se
deriva un daño, mediando dolo o culpa, éste se transforma en un delito o cuasidelito
civil.

El efecto que produce el abuso de derecho es que se sanciona a quien ha hecho


uso abusivo de sus facultades con la indemnización por los perjuicios que hubiere
causado.

b) Culpa derivada de las relaciones de vecindad:

Las relaciones de vecindad plantean un problema en relación con el ejercicio de las


facultades que confiere el derecho de dominio, porque una de las limitaciones que
se señalan para el derecho de dominio son las que derivan justamente de las
relaciones de vecindad. Así, hay numerosos casos en que la obligación de
indemnizar los daños causados a vecinos se fundan en el abuso del derecho de
dominio.

El problema es que en la actualidad los roces entre vecinos pueden ser muy
frecuentes, lo cual nos lleva necesariamente a exigir un mayor respeto hacia el
derecho ajeno. Donde con mayor frecuencia se pueden plantear estos problemas es
en los inmuebles acogidos a la ley de propiedad horizontal (recordar que ésta no
sólo se aplica a los edificios en altura, sino que también a los condominios). Es por
ello que la ley en materia de propiedad horizontal exige la dictación de un
reglamento de copropiedad, reglamento que generalmente contiene numerosas
prohibiciones para prevenir molestias a las personas que viven en el propio edificio,
estableciéndose sanciones para el caso de infracción, sin perjuicio de las
indemnizaciones de perjuicios que procedan.

c) La culpa por omisión:

La culpa no sólo puede provenir de una acción, sino que también puede originarse
en una omisión, es decir, por no actuar. Lo normal en estos casos va a ser que la
omisión se produzca en el ejercicio de una determinada actividad, principalmente
por no adoptarse una precaución que debió tomarse o por preverse un determinado
peligro. Algunos la llaman "culpa-negligencia", para oponerla a la "culpa-
imprudencia", que sería la culpa por acción.

También se sostiene que hay culpa no sólo en la omisión, sino también en la


abstención de realizar un hecho, como sería el caso de un médico que sin una razón
fundada se niegue a atender a un herido en un accidente.

Hechos que alteran o eximen de responsabilidad :

Estos son hechos que excluyen la existencia de culpa o de dolo y otros que, no
obstante existir culpa o dolo, hacen que no se responda civilmente o que se
modifique la responsabilidad. En el primer caso, estamos ante las llamadas
"eximentes de responsabilidad" y, en el segundo, ante las llamadas "cláusulas de
irresponsabilidad".

Las dos producen el mismo efecto, cual es que el autor no sea civilmente
responsable, pero en el fondo existen diferencias entre ambas, ello porque las
eximentes de responsabilidad suponen la ausencia de culpa o dolo en el autor; en
cambio, en las cláusulas de irresponsabilidad hay culpa o hay dolo, pero no se
responde de ellas porque así se ha convenido.

Entre los hechos que alteran o eximen de responsabilidad podemos señalar los
siguientes:

1.- El caso fortuito.

2.- El estado de necesidad.

3.- El hecho de un tercero.

4.- La culpa de la víctima.

5.- Las causales eximentes de responsabilidad, especialmente de orden penal.

6.- Las convenciones de responsabilidad.

1.- El caso fortuito:

Está definido en el art.45: "Se llama fuerza mayor o caso fortuito al imprevisto al
que no es posible resistir...". Cuando hay caso fortuito o fuerza mayor no hay culpa
del autor del daño y éste queda eximido de toda responsabilidad. Es diferente el
caso fortuito que la ausencia de culpa, puesto que éste supone un hecho imprevisto
e irresistible, en tanto que en la ausencia de culpa se ha probado que se actuó con
la debida diligencia o cuidado, siendo accidental el daño causado.

Pero, no siempre la existencia de un caso fortuito implica que se exima de


responsabilidad, porque hay ciertos casos en que no obstante haber caso fortuito,
va a haber responsabilidad. Ello sucede, en primer lugar, cuando el caso fortuito
proviene de culpa (art.934); ello es así porque el caso fortuito exime de
responsabilidad cuando él es la única causa del daño. En segundo lugar, el caso
fortuito no exime de responsabilidad en los casos que la ley establece y que
veremos más adelante.

2.- El estado de necesidad:

Es aquella situación que se plantea cuando una persona se ve obligada a causar un


daño a otra persona para evitar uno mayor a sí misma o a un tercero. Aquí hay
también un hecho imprevisto, pero no es irresistible, sino que se puede resistir, pero
a costa de causar un daño a otra persona.

El problema que plantea el estado de necesidad es que hay un claro conflicto de


intereses, porque por un lado está el interés de aquél que para evitarse un daño a sí
mismo o a otro, le causa un daño a un tercero y, por otro lado, el interés de la
víctima del daño. De modo que el problema que plantea el estado de necesidad es
el de decidir cuál de estos intereses es el más legítimo. Es comprensible la actitud
de aquella persona que para evitar un daño mayor opta por causarle un daño a un
tercero que es ajeno al hecho, pero también hay que considerar que el que sufre el
daño no ha tenido parte alguna en los hechos que lo motivan y, en caso de
aceptarse que el estado de necesidad sea eximente de responsabilidad, ese tercero
sufriría íntegramente el daño.

La legislación chilena no contempla al estado de necesidad, por ello, para acogerlo,


debe hacerse una asimilación a alguna situación reglamentada, como ausencia de
culpa, caso fortuito, etc.
3.- El hecho de un tercero:

Aquí hay que distinguir si el hecho del tercero es o no la única causa del daño:

a) Si el hecho del tercero es la única causa del daño, pero el acto no es doloso ni
culpable, no hay responsabilidad. Si es doloso o culpable, se responderá en los
casos de responsabilidad por hecho ajeno; sino será caso fortuito y responderá el
tercero.

b) Si el hecho del tercero concurre con otro a causar el daño, debe distinguirse:

 Si en el autor del daño y en el tercero se dan los requisitos de la


responsabilidad, ambos son responsables solidariamente.

 Si en el tercero no se dan los requisitos de la responsabilidad, va a


responder exclusivamente el autor del daño, a menos que para él el hecho
del tercero sea un caso fortuito.

4.- La culpa de la víctima:

No siempre los daños se producen debido a la culpa del autor del daño, sino que a
veces se origina la culpa en quien la sufre, esto es, en la víctima. Cuando hablamos
de culpa de la víctima, tenemos que hacer una distinción y ver cuál es la causa del
daño:

a) Hay ciertos casos en que la única causa del daño es la culpa de la víctima. En
este caso, no hay responsabilidad para el autor, porque no hay culpa suya (es lo
que ocurría, por ejemplo, si el peatón no cruza la calzada cumpliendo las reglas
del tránsito).

b) La otra situación es aquella en que hay un concurso de culpa, hay tanto culpa de
la víctima como del autor del daño. En este caso, se aplica el art.2320,
produciéndose una rebaja de la indemnización, la cual se va a determinar por el
tribunal correspondiente.

5.- Las eximentes de responsabilidad:

Estas tienen importancia en materia penal, porque en ella hay ciertas circunstancias
que eximen, atenúan o extinguen la responsabilidad penal. Si bien tienen gran
importancia en materia penal, no la tienen en materia de responsabilidad civil; así,
se ha resuelto que una sentencia absolutoria de responsabilidad penal, si se ha
fundado en circunstancias eximentes de responsabilidad penal, no produce cosa
juzgada en materia civil.

La doctrina ha analizado la posible influencia de estas eximentes de responsabilidad


penal en materia civil en 2 casos específicos: en el estado de necesidad y en la
legítima defensa.

Pero, en general, no se acepta la influencia de estas eximentes penales en la


responsabilidad civil, hasta el punto de que se ha resuelto en la jurisprudencia que
la amnistía que favorece al autor de un delito no extingue su responsabilidad civil.

6.- Las convenciones sobre responsabilidad:

Esta es una materia que ha sido objeto de discusión tanto en la responsabilidad


contractual como en la extracontractual, y lo que se discute es la validez de las
cláusulas convencionales destinadas a modificar o a suprimir la responsabilidad del
autor del daño. En nuestro país estas cláusulas son en general aceptadas en
materia de responsabilidad contractual, teniendo como base lo dispuesto en el
art.1547 inc.final. El problema se plantea con la procedencia de estas cláusulas en
materia de responsabilidad extracontractual, esto es, en el campo de los delitos y
cuasidelitos civiles. Es posible que en algunos casos se presenten también estas
cláusulas en los hechos ilícitos, por ejemplo: si antes de una carrera de automóviles
se conviene entre los participantes la irresponsabilidad por los accidentes que
pudieran ocurrir.

En realidad, hay 2 clases de cláusulas o convenciones sobre irresponsabilidad:

1. aquellas que eximen de toda obligación de indemnizar.

2. las que limitan la responsabilidad, por ejemplo, a una suma determinada.

Las cláusulas de irresponsabilidad no son lo mismo que las eximentes de


responsabilidad, pues en las eximentes el hecho ilícito no existe, en tanto que en
las cláusulas de irresponsabilidad el hecho ilícito existe, pero sucede que el daño
derivado de él no se va a indemnizar total o parcialmente. También son diferentes
estas cláusulas de los seguros en favor de terceros, porque cuando hay seguros en
favor de terceros lo que sucede es que hay un cambio de la persona a que hay que
indemnizar: aquí no va a indemnizar el autor del daño, sino que el asegurador; en
tanto que cuando existen estas convenciones no hay obligación de indemnizar o
esta se reduce.

La regla general en materia de delitos y cuasidelitos civiles ha sido sostener la


ilicitud de estas cláusulas, ilicitud que se funda en que las reglas sobre
responsabilidad delictual y cuasidelictual civil son, en su mayor parte, de orden
público y, por consiguiente, no pueden ni modificarse, ni derogarse por los
particulares.

En lo que si hay general acuerdo es en que después de cometido el hecho ilícito la


víctima pueda renunciar o transigir respecto de las indemnizaciones que le
corresponden. Lo que no se admite es que con anterioridad al hecho ilícito se
establezca la irresponsabilidad o se atenúe la responsabilidad del eventual autor
del daño.

Sin embargo, en los últimos tiempos ha surgido una tendencia que dice que aquella
posición incurre en una confusión de algunos aspectos de la responsabilidad penal
con algunos aspectos de la responsabilidad delictual y cuasidelictual civil,
señalando que en materia penal sí está en juego el interés social, el cual está
representado por la represión del delito, pero que en el campo de los delitos y
cuasidelitos civiles, en lo que dice relación con la indemnización del daño causado,
está en juego sólo el interés personal de la víctima, la cual puede perfectamente
renunciar a la indemnización antes o después del delito.

II.- Que el autor sea capaz de delito o cuasidelito civil:

La regla general en esta materia es que toda persona natural o jurídica es capaz de
delito o cuasidelito civil. Sólo son incapaces los que carecen de suficiente juicio y
discernimiento para comprender el alcance del acto que están ejecutando. Ello es
así, pues, de acuerdo con el sistema seguido en esta materia por el CC, sólo hay
responsabilidad delictual o cuasidelictual civil cuando la acción provenga de dolo o
culpa del autor y, solamente podrá haberlos cuando éste tenga voluntad, cuando se
dé cuenta de la trascendencia del acto que realiza.
Lo que debe tenerse en cuenta es que la capacidad en materia de responsabilidad
delictual o cuasidelictual es más amplia que en materia de responsabilidad
contractual, porque hay personas que no pueden obligarse a través de un contrato
porque no tienen capacidad para celebrarlo, pero que si pueden resultar obligadas
como consecuencia de un delito o cuasidelito civil que han cometido, siempre que
tengan suficiente juicio y discernimiento. Se funda esto en la idea de que los seres
humanos adquieren la noción del bien y del mal con mucha anterioridad al momento
en que llegan a adquirir la experiencia y la madurez suficiente para poder actuar en
los negocios jurídicos y comprende la proyección y consecuencia de ello.

En el art.1447 se establece una distinción entre los absoluta y los relativamente


incapaces en materia contractual, norma ésta que no tiene aplicación en el campo
de los delitos y cuasidelitos civiles, porque en esta materia hay reglas propias de la
responsabilidad extracontractual, las cuales, por ser normas especiales, prevalecen
por sobre las del art.1447, que es de carácter general. La norma importante sobre
capacidad en materia de responsabilidad extracontractual es la del art.2319.

Se comete el error de denominar este requisito de capacidad como "imputabilidad",


lo cual acontece, por ejemplo, en los arts.2328 y 2329. La imputabilidad en realidad
supone que el delito o cuasidelito civil ha sido cometido por una persona capaz, de
tal suerte que si no hay capacidad, desaparece la responsabilidad.

La regla general en materia de responsabilidad extracontractual es la capacidad


para responder de los daños causados por un hecho ilícito. Sólo hay 3 categorías de
incapaces:

a) Los infantes: de acuerdo al art.26 CC, infante o niño es todo aquel que no
ha cumplido los 7 años.

b) Los dementes: aquí se plantea el problema --totalmente teórico-- de si el


demente es siempre irresponsable o si tendría responsabilidad en el caso
de haber actuado en un intervalo lúcido, porque aquí no hay una regla
como el art.465 en materia contractual, que establece que el demente
declarado en interdicción no responde ni siquiera de los actos o contratos
ejecutados o celebrados en un intervalo lúcido. Pero, ésta es una
discusión teórica, porque la psiquiatría no acepta la existencia de los
intervalos lúcidos.

c) Los mayores de 7 años y menores de 16, los cuales pueden ser o no


responsables según si han cometido o no el hecho ilícito con o sin
discernimiento. Si han cometido el hecho ilícito con discernimiento, son
responsables; en caso contrario, no (art.2319).

Responsabilidad del ebrio: el ebrio responde de los daños que haya causado aún
cuando la ebriedad lo tenga en un estado de privación de razón (art.2318). Aquí se
plantea también una discusión de carácter doctrinaria, porque la ley establece esta
norma tomando como base el que el ebrio es el responsable de su ebriedad, pero
Qué sucede si el estado de ebriedad se debe a obra de terceros y el ebrio ha sido
colocado en esta situación en contra de su voluntad?. Tendrá o no responsabilidad
en este caso? La doctrina estima que no, pero la ley no hace distinción alguna.

Ahora, la misma regla del art.2318 se aplica o debe aplicarse a las personas que
actúan bajo influencia de estupefacientes.

Responsabilidad del guardián del incapaz: los incapaces no responden de los daños
causados por ellos, pero pueden ser responsables de esos daños la persona a cuyo
cuidado estén; así lo dice el art.2319 inc.1. La persona a cuyo cuidado está el
incapaz es responsable siempre y cuando pueda atribuírsele a culpa de esa persona
el origen del daño, esto es, a la falta de cuidado o vigilancia que debió guardar
respecto del incapaz. Cuando hay responsabilidad de la persona a cuyo cuidado
está el incapaz, presenta la particularidad de que esta persona va a poder repetir lo
que se haya pagado en contra del incapaz. La posibilidad de repetir lo que se ha
pagado por un daño causado, se concede sólo al que responde de un daño ajeno en
el caso que el autor del daño esté dotado de capacidad para cometer un delito o
cuasidelito civil (art.2325).

Ahora, en materia de responsabilidad civil debe tenerse presente que hay una
norma diferente de la que existe en materia penal respecto de las personas
jurídicas, porque éstas son incapaces de delito o cuasidelito penal, ello, sin perjuicio
de la responsabilidad de la persona natural que haya actuado en el delito; pero, si
hay responsabilidad civil de las personas jurídicas (art.39 CPP), Cabe consignar que
hay ciertas materias muy especiales en que las personas jurídicas son responsables
de delitos o cuasidelitos penales, como ocurre en materia de cambios
internacionales.

III.- Que el hecho u omisión cause daño a otra persona:

La existencia del daño es requisito indispensable de la responsabilidad


extracontractual, porque lo que se persigue en esta materia es precisamente la
reparación del daño sufrido por la víctima, de tal manera que en una determinada
circunstancia pueden concurrir todos los demás requisitos de la responsabilidad
extracontractual: una acción u omisión, de parte de una persona capaz, que haya
actuado con dolo o culpa; pero, si no hay daño, no hay delito o cuasidelito civil.

Es así, por ejemplo, que los delitos frustrados no originan responsabilidad civil. A la
inversa, hay situaciones como las que se plantean en la responsabilidad objetiva en
que hay una acción u omisión, no hay culpa ni dolo, pero existe un daño: en este
caso, va a existir la obligación de indemnizar.

En consecuencia, el daño es el elemento fundamental en la responsabilidad


delictual o cuasidelictual civil. Para estos efectos, daño "es todo detrimento que
sufre un individuo en su patrimonio o en su persona física o moral".

Para que el daño dé lugar a la indemnización de los perjuicios, tiene que reunir
ciertos requisitos:

- tiene que ser cierto,

- no tiene que haber sido ya indemnizado, y

- tiene que lesionar un derecho o interés legítimo.

a) Que el daño sea cierto (lo que se denomina "certidumbre de daño"): esto
significa, que sea real, efectivo, que tenga una existencia concreta. Por esta
razón es que no se acepta la indemnización del daño eventual, es decir, de aquel
daño que no se sabe si va o no a existir; por ejemplo: una persona no podría
demandar perjuicios por la muerte de otra de quien recibía ayuda ocasional o
esporádica y de carácter esporádico. En este caso, se trataría de un daño
eventual, porque esa ayuda, por sus características, podría cesar en cualquier
momento.

El problema que plantea el daño eventual es que el juez, por la características


de ese daño, no podría fijar su cuantía ni su duración.

La exigencia de la certidumbre del daño no excluye la indemnización del daño


futuro, es decir, aquel que aún no se ha producido, siempre que ese daño futuro
sea cierto, es decir, que no haya duda en orden a que ese daño se va a
producir; así por ejemplo: el lucro cesante es un daño futuro y no hay discusión
acerca de la certidumbre del lucro cesante.

b) El daño no tiene que haber sido indemnizado, es decir, es improcedente el


cúmulo de indemnizaciones. El principio en esta materia es que no puede
pedirse la indemnización o reparación de un perjuicio ya reparado, porque hay
ciertos casos en que la víctima tiene sólo acción por el total de los perjuicios en
contra de varias personas, como sucede con la acción solidaria contemplada en
el art.2317. En estos casos, una vez obtenida la reparación o indemnización
total del daño de una de esas personas, no pueden volverse a cobrar los daños
a otra de las personas obligadas.

Se plantea aquí el problema del cúmulo de indemnizaciones, esto es, aquel


caso en que la víctima ha obtenido de un tercero ajeno al hecho ilícito la
reparación total o parcial del daño que ha sufrido, como por ejemplo: cuando ha
sido indemnizado por una compañía de seguros. La duda es si podrá en este
caso dirigirse también por los daños en contra del autor del hecho ilícito. La
solución más aceptada en esta materia es que si la indemnización obtenida del
tercero extraño al hecho ilícito ha reparado totalmente el daño sufrido, la
obligación de indemnizar se extingue y no puede exigirse nuevamente su
reparación, aún cuando esto signifique un beneficio para el autor del daño, ya
que éste se libera en todo o parte de la obligación de indemnizar, porque, la
regla general es que el tercero que ha pagado no puede repetir en contra del
autor del daño, a menos que la víctima le ceda las acciones correspondientes o
la ley se las confiera (es justamente esto último lo que sucede en materia de
seguros).

c) El daño tiene que lesionar un derecho o interés legítimo: el hecho ilícito


puede lesionar derechos patrimoniales (como el derecho de dominio) o
extrapatrimoniales (como el honor de una persona). Puede ser que una persona
víctima de un hecho ilícito sobreviva a ese hecho ilícito y muera con posterioridad
sin haber cobrado su indemnización; en este caso, el derecho a demandar la
indemnización es transmitido a sus herederos, porque la víctima adquirió el
derecho a ser indemnizada, de modo que ese derecho estaba en su patrimonio y
por eso pasa a sus herederos.

Pero, si la víctima del hecho ilícito fallece instantáneamente, nada transmite a


sus herederos, porque nada alcanzó a adquirir; pero, en este caso, los
herederos, personalmente ahora, podrían haber sufrido un daño como
consecuencia del fallecimiento de la víctima y, en este caso, si concurren los
requisitos legales para la indemnización de perjuicios, los herederos podrán
demandar perjuicios, pero no los cobran en su calidad de herederos sino que en
su calidad de víctimas del daño personal que ellos han experimentado.

Clasificación de los daños:

Los daños admiten diversas clasificaciones, sin embargo, estas clasificaciones no


tienen una gran importancia en materia de responsabilidad extracontractual, porque
el principio imperante en esta materia es que todo daño debe ser indemnizado. Es
aquí inversa la situación a la que se plantea en la responsabilidad contractual, en la
cual hay limitaciones en cuanto a los daños que se indemnizan.

En materia de responsabilidad extracontractual hacen excepción a este principio


de que todo daño debe ser indemnizado los perjuicios indirectos, los cuales no son
objeto de indemnización, porque falta un requisito de la responsabilidad
extracontractual, cuál es la relación de causalidad entre el hecho ilícito y el daño
causado.

El problema que se planteaba en materia de responsabilidad extracontractual y que


puede considerarse hoy en día resuelto en ésta, es la procedencia de la
indemnización del daño moral, problema que aún subsiste en materia de
responsabilidad contractual, porque una de las clasificaciones que admite el daño
es la que distingue entre daño material y daño moral, siendo el daño material aquel
que sufre un individuo en su patrimonio o en su propia persona física, y el daño
moral aquel que afecta los atributos o facultades morales o espirituales de la
persona.
En general, el daño moral está configurado por el sufrimiento que experimenta una
persona por una herida, una ofensa en su honor o por la muerte de un ser querido.
El daño moral puede presentarse unido al daño material o en forma aislada o
independiente.

La procedencia de la indemnización del daño moral fue bastante discutida,


argumentándose que la indemnización tiene por objeto hacer desaparecer el daño
que la persona ha experimentado y que, en el caso del daño moral, no es posible
hacer desaparecer ese daño. También se argumentaba con que es difícil establecer
la indemnización en el caso del daño moral. Si bien es cierto que las
argumentaciones eran razonables, hoy en día se acepta en forma general la
indemnización del daño moral en Chile materia contractual por las siguientes
razones:

 No es efectivo que las indemnizaciones siempre sean reparadoras en el


sentido de hacer desaparecer el daño, sino que en ciertos casos es
compensadora del daño que se produjo, debiendo considerarse que
también hay daños materiales que tampoco se pueden hacer desaparecer
y, señalándose que la indemnización, en el caso del daño moral, tiende a
hacer más llevadero el dolor por las satisfacciones que produce.

 La dificultad en establecer la indemnización y los posibles abusos a que


ello pudiera prestarse no puede servir de pretexto para negar la
compensación, porque igual situación puede presentarse en los daños
materiales.

 Las normas sobre indemnización en materia de delitos y cuasidelitos


civiles son amplias y no hacen ninguna distinción, ordenando indemnizar
todo daño: arts.2314 y 2389.

 Por otro lado, en el art.2331 se niega expresamente la indemnización del


daño moral y, si así lo hace en este caso, es porque en los demás se
acepta.

Prueba del daño: corresponde a la víctima la prueba del daño, siendo la


determinación del monto del mismo una cuestión de hecho.

IV.- La relación de causalidad:

Para que surja la obligación de indemnizar no basta con la sola concurrencia de los
requisitos vistos, es decir, no es suficiente que el autor del daño sea capaz, que
haya actuado con culpa o dolo y que se haya causado el daño, sino que además es
necesario que entre la culpa o el dolo y el daño exista una relación de causalidad,
es decir, que el daño causado sea el efecto o la consecuencia de el actuar doloso o
culpable del autor.

Este requisito está contemplado en nuestra legislación en dos disposiciones


fundamentales: arts.2314 y 2329 inc.1. El art.2314, al emplear la expresión
"inferido" está denotando la exigencia de la relación de causalidad. Lo propio
acontece con el art.2329, al emplear la expresión "imputarse".

La relación de causalidad tiene que concurrir, sea que el daño provenga de una
acción u omisión, sea que se trate de una responsabilidad simple o compleja.
También debe estar presente la relación de causalidad en la responsabilidad
objetiva y en los casos de responsabilidad sin culpa; pero, en estos casos, la
relación de causalidad se presenta en una forma distinta, porque ella tiene que
existir entre el hecho y el daño y no entre el daño y la culpa o el dolo, como
acontece en la responsabilidad subjetiva.

Existe relación de causalidad cuando la acción u omisión culpable o dolosa es la


causa directa y necesaria del daño, de tal forma que de no mediar el hecho u
omisión culpable o doloso, el daño no se habría producido. No tiene importancia a
este respecto que el daño tenga una o varias causas, o que se produzcan
coetáneamente con el hecho o con posterioridad. Lo esencial es que el dolo o la
culpa sea la causa directa y necesaria del daño, de tal suerte que de no mediar
ellos, el daño no se habría producido.

Si el daño se hubiere producido de todos modos, aun sin el hecho culpable o


doloso, no hay relación de causalidad y el hecho ilícito no habría sido la causa
directa y necesaria del daño causado.

En la relación de causalidad se nos presenta un problema: cuando la causa del


daño es una sola no hay mayor dificultad en cuanto a la relación de causalidad, pero
es frecuente que las causas del daño sean múltiples y, aún más, estas varias
causas pueden presentarse en distintas formas; así, en algunos casos ellas pueden
ser concurrentes y, en otros sucesivas, pero presentándose en tal forma que si una
de esas causas hubiere faltado el daño no se habría producido.

En estos casos, basta que entre esas causas se encuentre un hecho u omisión
culpable o doloso para que exista relación de causalidad, siempre que ese culpable
o doloso haya sido el elemento necesario y directo del daño, es decir, que sin él el
daño no se habría producido, aun cuando concurrieron los demás hechos.

Esta situación es la que configura la llamada "teoría de la equivalencia de las


condiciones", llamada así porque todos los hechos que han concurrido a producir el
daño son considerados como causa de todo el daño y, por consiguiente, como
equivalentes. Esta teoría fue formulada por Von Buri y hoy en día es admitida por la
generalidad de los autores.

Entre nosotros, Alessandri sostiene que esta teoría es la aceptada por el CC en


materia de responsabilidad por el hecho ajeno. Indica que en este caso son causas
del daño:

 El hecho ajeno que sería la causa inmediata,

 La falta de cuidado o vigilancia de la persona civilmente responsable, que


sería la causa mediata.

Las dos causas han concurrido a la producción del daño y la falta de vigilancia o
cuidado del civilmente responsable ha sido tan necesaria para la producción del
daño que, si esta persona hubiese tenido la debida diligencia o cuidado, el daño no
se habría producido.

En general, la jurisprudencia ha seguido esta teoría, la cual presenta algunas


ventajas:

1. juega en su favor la sencillez que ella presenta.

2. juega en su favor el que a través de ella se favorece a la víctima, la cual


no va a tener que estar analizando una por una las condiciones que
produjeron el daño.

No obstante, esta teoría también ha sido objeto de críticas, principalmente porque


su aplicación pudiera conducir en ciertas circunstancias a situaciones absurdas; así,
si hay muchas causas de un mismo daño, algunas de mayor relevancia que otras,
por aplicación de esta teoría podría suceder que una causa insignificante culpable o
dolosa, entre varias otras de mayor relevancia, pudiera llevar a la indemnización
total del daño.

Por eso ha surgido otra teoría, la llamada "teoría de la causa eficiente, adecuada o
determinante". Su autor es Von Kries, quien planteó que entre todas las causas que
concurran a la producción de un daño, debe elegirse aquella que normalmente ha de
producir el daño, es decir, aquella que entre varias causas ha desempeñado un
papel preponderante en la ocurrencia del perjuicio. Sin embargo, esta teoría no ha
sido generalmente aceptada.

Ahora bien, la relación de causalidad puede ser mediata o inmediata:

1. - Es inmediata cuando el daño deriva directamente del hecho ilícito, es decir,


cuando entre el hecho y el daño no se interpone otra causa, como sería el caso
de la persona que manejando su automóvil atropella a otra y le da muerte
inmediatamente.

2. - Es mediata cuando entre el hecho ilícito y el daño se interponen otras causas,


las cuales también han influido en la producción del daño, como sería el caso en
que un vehículo atropella a una persona a cuyas expensas vive otro individuo y la
víctima muere con posterioridad. Cronológicamente, aquí se dan las siguientes
situaciones:

- el atropello con consecuencia de lesiones,

- la muerte de la víctima,

- la pérdida que experimenta la persona que vivía a expensas de la víctima.

En el hecho, el que la relación de causalidad sea mediata o inmediata, no tiene


mayor relevancia, porque lo que importa es que el daño sea la consecuencia directa
y necesaria del hecho ilícito, de tal suerte que si el hecho ilícito no se hubiere
presentado, el daño no se hubiere producido. La relación de causalidad existe por
mediato o alejado que sea el hecho ilícito, de tal suerte que la relación de
causalidad desaparece cuando el daño no tenía por causa el hecho ilícito. Es lo que
sucede cuando con posterioridad al hecho ilícito, como el caso fortuito, el hecho de
la víctima o el hecho de un tercero, siendo esta causa extraña la que en definitiva
produce el daño. Así por ejemplo, sucedería en el caso de una persona que ha
sufrido lesiones leves por un hecho ilícito, y esa persona muere porque no se cuidó
o porque hubo una negligencia médica. En este caso, hubo hecho ilícito, pero la
causa del daño (muerte) no es el hecho ilícito, sino que es esta causa extraña (el no
haberse cuidado o la negligencia médica, en su caso).

Presunciones de responsabilidad o de culpa:

Uno de los problemas graves que presenta la responsabilidad delictual o


cuasidelictual civil es el de la prueba, especialmente de la culpa, la cual recae sobre
la víctima. Para palear los problemas que ella presenta, el legislador ha establecido
algunos casos de presunciones de responsabilidad o presunciones de culpa.

De acuerdo con el sistema de responsabilidad subjetiva (que es el aceptado por el


CC), la víctima de un hecho ilícito tiene sobre sí el peso de la prueba de la culpa o
dolo del autor, lo cual evidentemente presenta dificultades para la víctima. Para
atenuar estos inconvenientes y hacer más expeditos el ejercicio de la acción que a
la víctima le corresponde, el legislador en ciertos casos supone la existencia de
culpa, es decir, presume la responsabilidad del autor del daño. Cuando estamos
ante estas presunciones, la víctima no debe probar ni el dolo ni la culpa, solamente
va a tener que acreditar la existencia del hecho que produjo el daño, es decir, va a
tener que probar los hechos de los cuales la ley deriva la presunción. En este caso,
se invierte el peso de la prueba, porque no es la víctima la que va a tener que
probar la ausencia de culpa, es decir, debe acreditar que el daño se debe a caso
fortuito, culpa de la víctima o hecho de un tercero.

Los casos de presunción de responsabilidad son agrupables en tres categorías:

1. Presunciones de responsabilidad por hecho propio (art.2329).

2. Presunciones de responsabilidad por hecho ajeno (art.2320, 2321 y 2322).


3. Presunciones de responsabilidad por hecho de las cosas (arts.2323, 2324, 2326,
2327 y 2328).

a) Presunciones de responsabilidad por hecho propio:

Alessandri sostiene que en el art.2329 inc.1 se establece una presunción de


responsabilidad o de culpa por hecho propio, opinión ésta que no es compartida por
la doctrina y jurisprudencia. Alessandri ve en esta disposición solamente una
repetición de la norma general consagrada en el art.2314.

El art.2329, en general, es una muestra de la concepción subjetiva que, en materia


de responsabilidad, inspira al CC, destacando principalmente los 2 elementos
fundamentales de ésta: la culpa y el dolo.

Lo que sucede es que esta disposición en su inc.1 establece la regla general en


materia de responsabilidad delictual o cuasidelictual civil al decir que: "por regla
general todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona,
debe ser reparado por ésta".

Cuando el CC utiliza la expresión "malicia", se está refiriendo al dolo y, con la


expresión "negligencia", se está refiriendo a la culpa.

Pero, esta norma del art.2329 añade en su inc.2: "son especialmente obligados a
esta reparación..." y hace una enumeración de las personas obligadas a reparar. En
cuanto a esta enumeración, la norma se aparta de la regla general del inc.1; ello,
sostienen los autores, queda evidenciado por la redacción del inc.2., quienes toman
como base la expresión "especialmente" y dicen que la norma se separa de la regla
general, porque se está refiriendo necesariamente a aquello que se diferencia de lo
genera y la singularidad que tiene esta situación de apartarse la norma de la regla
general es que, en estos casos enumerados, hay una presunción de culpa del autor.

La importancia de establecer una presunción de culpa del autor es que se modifican


por este hecho las reglas generales en materia de prueba de la responsabilidad
delictual y cuasidelictual civil, porque en estos casos que enumera el art.2329, como
se presume la culpa del autor, la víctima no va a tener que entrar a probar la culpa
de éste, sino que es el autor del daño quien va a tener que probar que actuó con la
debida diligencia o cuidado.

Uno de los motivos principales que origina la responsabilidad delictual o


cuasidelictual civil deriva de los accidentes causados en la actualidad por vehículos
motorizados y sucede que ya en el CP se establecieron normas para los accidentes
causados por vehículos de tracción mecánica o animal y en que resultaren personas
lesionadas o se produjere la muerte.

La norma del CP nos dice que en estos accidentes causados por vehículos de
tracción mecánica o animal en que resultare herido un peatón, se presume la culpa
del conductor del vehículo dentro del radio urbano cuando el accidente se hubiere
producido en el cruce de las dos calzadas o en la extensión de los 10 metros
anteriores a la esquina; ocurrido el accidente en otro lugar que no sea éste, se
presume la culpa del peatón (art.492 CP). Por su parte, la actual Ley del Tránsito
(L.18290), consagra una serie de presunciones de culpa en su art.172.

b) Presunciones de responsabilidad por hecho ajeno:

La regla general en esta materia está dada en el art.2316: cada persona responde
por sus delitos o cuasidelitos o por la persona de quien se es heredero. Es decir, la
regla general es que la persona responde por hecho propio y no por hecho ajeno.

Pero, hay casos de excepción, porque hay circunstancias en que una persona va a
entrar a responder por hechos ajenos, lo que va a suceder cuando el autor del delito
o cuasidelito está bajo el cuidado o bajo la dependencia de la persona que va a
responder por el hecho ajeno: este es una caso de responsabilidad civil que la ley
presume (art.2320 inc.1).

El fundamento de esta responsabilidad por hecho ajeno radica en que la ley estima
que cuando una persona tiene a otra bajo su cuidado o dependencia, aquélla tiene
que vigilar a esta última para evitar que cause daño. Pues bien, el legislador razona
sobre la base que es de suponer que si la persona que está al cuidado o bajo la
dependencia de otra causa un daño es porque la persona que debía vigilarla no
empleó el cuidado suficiente para evitar que el hecho se produjera.. De modo que lo
que la ley hace es presumir en estos casos que el daño se produjo porque no se
empleó la debida diligencia para cuidar o controlar a la persona que se tiene a
cargo, ya que si la hubiere empleado el daño no se habría producido.

Es decir, el fundamento de la responsabilidad por el hecho ajeno es la culpa en que


ha incurrido una persona que tenía a otra bajo su cargo, cuidado o dependencia al
no actuar con la debida diligencia o cuidado, con la particularidad de que esta culpa
se presume y, por ende, no debe probarse por la víctima.

En los casos de responsabilidad por el hecho ajeno hay una presunción de


responsabilidad, la cual consiste en suponer que el daño se produjo por culpa de la
persona encargada de vigilar al autor del daño y es esa culpa la que la ley presume.

Basta ver los casos de responsabilidad por hecho ajeno para ver cuál es el principio
que inspira a todas estas presunciones.

Requisitos de la responsabilidad por el hecho ajeno:

1. - Tiene que haber un vínculo de subordinación o dependencia entre el autor del


daño y la persona responsable, o sea, que la persona que comete el daño tiene
que estar subordinada a la persona que responde civilmente. El fundamento de
esta responsabilidad es la falta de vigilancia y, para que exista este fundamento,
es necesario que se tenga autoridad respecto de la persona por quien se
responde. El art.2320 es muy claro al respecto al decir que se responde por los
hechos de aquellos que estuvieren a su cuidado.

En los casos que la ley señala, se presume la existencia de este vínculo de


subordinación; así por ejemplo: el padre, para eximirse de la responsabilidad por
el hecho del hijo, tendrá que probar que no lo tenía a su cuidado y, en los demás
casos, el que invoca la responsabilidad va a tener que probar el respectivo
vínculo entre las personas.

2.- Es necesario que sean capaces de delito o cuasidelito civil, tanto el hechor como
el responsable: ello fluye del art.239, norma que establece la capacidad como
elemento del delito o cuasidelito civil y exige la concurrencia de la capacidad sin
distinguir si se responde por hecho propio o por hecho ajeno y, como la ley no
distingue, el requisito se aplica a ambos casos. Es decir, la persona que comete
el hecho ilícito tiene que ser capaz de delito o cuasidelito civil y también tiene
que ser capaz, en el mismo sentido, la persona que lo tenía a su cuidado. En
caso contrario, no hay responsabilidad por el hecho ajeno.

Si la persona que comete el delito o cuasidelito civil es incapaz, tiene aplicación


el art.2319 y va a responder por este hecho ilícito la persona que lo tiene a su
cuidado, sólo si puede imputársele negligencia.

La diferencia entre estas dos situaciones está en que si el autor del daño es
capaz, se presume la culpa de la persona que lo tenía a su cuidado. En cambio,
si es incapaz, la víctima va a tener la culpa del guardián, porque la ley exige
como requisito para su responsabilidad el que pueda imputársele negligencia.

3.- La comisión de un hecho ilícito por la persona de cuyos actos responde el


guardián: en la responsabilidad por el hecho ajeno se está respondiendo por el
daño causado por la persona por quien se responde derivado de un delito o
cuasidelito civil, es decir, respecto del hecho cometido por la persona por quien
se responde, tienen que concurrir todos los elementos de la responsabilidad
delictual o cuasidelictual civil.

4.- La víctima va a tener que probar la culpa del subordinado o dependiente: esto es
así porque lo que la ley presume es la culpa del guardián, es decir, de la persona
que tiene a su cargo a otra persona, pero no se presume la culpa del hechor y
por eso la víctima, para que se configure la otra presunción, debe probar la culpa
del hechor.

Casos de responsabilidad por hecho ajeno.

Algunos de los cuales están expresamente señalados en el art.2320. Hay otros que
pueden encuadrarse en el inc.1 del art.2320 y, finalmente, también hay algunos que
se encuentran establecidos en otras leyes. Estos casos son los siguientes:

1. - La responsabilidad del padre o la madre por los hijos menores que habiten con
ellos. Para que se configure esta responsabilidad tienen que concurrir los
siguientes requisitos:

a) Esta responsabilidad afecta al padre y, a falta de éste, a la madre. Ello es


así porque corresponde a los padres el cuidado personal y la educación
de sus hijos (arts.222, 233 y 237). El legislador parte de la base que si el
hijo menor de edad ha cometido un hecho ilícito, ello se debe a que los
padres no han cumplido su obligación de cuidado y educación y, en este
caso, la responsabilidad le corresponde en primer lugar al padre, porque
a él están subordinados los hijos (art.219) y, en su defecto, a la madre.

b) Tienen que ser hijos menores de 18 años. Por los hijos mayores de edad
no responden los padres, sino que personalmente el autor del daño. Por
esta razón, si el hijo de familia comete un delito o cuasidelito civil y tiene
peculio profesional o industrial, no va a responder el padre, porque
cuando es así, ese hijo se mira como mayor de edad (art.240).

Esta institución de la patria potestad (conjunto de derechos que la ley


confiere al padre sobre los bienes del hijo) termina por la emancipación y
no con la obligación de cuidado del hijo, por consiguiente, no elimina la
responsabilidad por los hechos ilícitos de él.

c) Que el hijo habite en la misma casa del padre o madre: esta exigencia de
la ley se basa en que solamente puede exigirse esta obligación de
vigilancia o cuidado del padre o la madre en el caso que el hijo conviva
con ellos, ya que si no viven juntos es difícil que el padre o la madre
puedan dar cumplimiento a esa obligación. De tal suerte que si el hijo no
habita en la casa de su padre o madre, no va a existir la presunción de
responsabilidad, es decir, el padre o la madre no van a responder de los
delitos o cuasidelitos civiles cometidos por el hijo menor, salvo la
situación excepcional que se contempla en el art.2321, en el cual hay
responsabilidad de los padres por los actos del hijo, no obstante que no
habiten en la misma casa.

d) Que el padre, con la autoridad que le corresponde y a través del ejercicio


de ésta, haya podido evitar el hecho ilícito, porque si no fuere así no hay
responsabilidad para ellos (art.2320 inc. final).

De estos requisitos, tan solo el peso de la prueba le corresponde a los padres en el


último caso y, lo que ellos deberán probar allí es que no obstante su diligencia y
cuidado no pudieron impedir el hecho ilícito, prueba que no le es admisible en la
situación que contempla el art.2321. Las demás condiciones tienen que ser
probadas por la víctima del hecho ilícito.
2.- La responsabilidad del guardador (tutor o curador) por los hechos del pupilo:
para que se configure esta responsabilidad es necesario que el pupilo viva bajo
la dependencia de éste. De tal manera que esta responsabilidad afecta a
aquellos guardadores a quienes se encomienda la tuición o el cuidado personal
del pupilo, porque no todo guardador tiene tuición o el cuidado personal del
pupilo, ya que hay algunos a quienes lo que se encarga es la administración de
los bienes del pupilo, tal es la situación que se presenta con los curadores de
bienes, los curadores especiales y los curadores adjuntos.

De tal suerte que un curador de bienes no va a tener responsabilidad por los


hechos ilícitos que hubiere cometido el pupilo por la sencilla razón de que él no
tiene el cuidado personal de éste (la curaduría de bienes está tratada en los
arts.473 y sgtes.).

Si el pupilo no tiene capacidad delictual o cuasidelictual civil, no existe la


responsabilidad por hecho ajeno, es decir, no opera la presunción de culpa y el
guardador sólo va a responder si se prueba su culpa conforme a las reglas
generales (art.2319).

Ahora bien, no obstante existir esta presunción, el guardador puede liberarse de la


responsabilidad que recae sobre él probando que no pudo evitar el hecho ilícito no
obstante haber ejercido la autoridad que le corresponde y haber empleado el
cuidado a que estaba obligado en su calidad de tal (art.2320 inc. final).

3.- La responsabilidad del marido por los hechos de la mujer: la potestad marital, tal
como la contempla el CC en la actualidad, le confiere al marido ciertos derechos
y atribuciones sobre la persona y bienes de la mujer (art.131 inc.2). Esta
situación de la potestad marital existe cualquiera que sea el régimen matrimonial
que exista entre los cónyuges.

En Chile, el régimen matrimonial normal es el de la sociedad conyugal, de tal suerte


que si al contraer matrimonio los cónyuges nada dicen, va a haber entre ellos
sociedad conyugal. Pero, ellos pueden sustituir antes del matrimonio este régimen
por el de separación total o parcial de bienes y, durante el matrimonio, pueden
sustituir el régimen de sociedad conyugal o el de separación parcial por el de
separación total de bienes.

Ahora, la existencia del régimen de separación total de bienes altera las facultades
del marido sólo en lo que se refiere a la administración de los bienes de la mujer,
conservando su autoridad sobre la persona de la mujer y, siendo así, el marido
responde de los hechos ilícitos de la mujer no sólo cuando están casados bajo el
régimen de sociedad conyugal, sino que también cuando están casados bajo el
régimen de separación total de bienes.

Hace excepción a esta responsabilidad el caso del divorcio, pero el divorcio a que
nos referimos es el que se establece en Chile (arts.19 y sgtes. de la Ley de
Matrimonio Civil), el cual no produce la disolución del vínculo matrimonial, sino que
solamente libera a los cónyuges de la obligación de vivir juntos (por definición, uno
de los fines del matrimonio es que los cónyuges vivan juntos: art.102). Para que
cese esta obligación legal de vivir juntos la ley contempla el divorcio, definido en el
art.19 de la Ley de Matrimonio Civil, que señala lo siguiente: "el divorcio no disuelve
el matrimonio, sino que suspende la vida en común de los cónyuges". Al ser así, el
marido no puede ejercer su autoridad sobre la mujer y, al no poder ejercerla, es
evidente que no va a poder impedir la comisión de hechos ilícitos por parte de ella y,
es por ello que el legislador lo libera en ese caso de la presunción de
responsabilidad.

En la situación normal, esto es, cuando el marido y la mujer viven juntos (operando
la presunción de culpa), el marido puede liberarse de su responsabilidad probando
que con su autoridad no pudo evitar el hecho ilícito (art.2320 inc.final).
A la disolución de la sociedad conyugal operan las recompensas (art.1748) y el
marido va a poder obtener lo que pagó con bienes propios por los perjuicios
causados por la mujer.

4.- La responsabilidad de los jefes de escuelas y colegios por sus discípulos: estas
personas están afectadas por una responsabilidad por los hechos ilícitos de sus
discípulos mayores o menores de edad (la ley no hace distinción). Pero, esta
responsabilidad existe y subsiste sólo mientras el discípulo esté al cuidado del
jefe de la escuela o colegio respectivo.

También en este caso, los jefes de escuelas o colegios pueden liberarse de su


responsabilidad probando que no obstante su autoridad no pudieron impedir el
hecho.

5..- La responsabilidad de los artesanos y empresarios: según el CC, se entiende


por artesano la persona que ejerce un oficio o arte meramente mecánico y, por
empresario, la persona que se encarga de la ejecución de una obra o explotación
de un determinado servicio o espectáculo.

Los artesanos y empresarios responden de los hechos ilícitos de sus aprendices o


dependientes. Por aprendiz se entiende aquella persona que se está iniciando en el
conocimiento de un determinado oficio y, por dependiente, la persona que está al
servicio de otra y sujeta a su autoridad. La responsabilidad de los artesanos y
empresarios por los hechos de los aprendices o dependientes se refiere o
comprende solamente los hechos ejecutados por el aprendiz o dependiente mientras
se encuentra bajo la vigilancia o cuidado del artesano o empresario. Esto implica
que la víctima va a tener que probar que el delito o cuasidelito civil se cometió
mientras el aprendiz o dependiente se encontraba bajo el cuidado del artesano o
empresario. Pero, aún cuando el hecho ilícito se cometiera mientras el aprendiz o
dependiente esté bajo la vigilancia del artesano o empresario, éstos van a poder
liberarse de responsabilidad probando que no obstante su autoridad y cuidado, no
pudieron impedir el hecho ilícito.

6.- Otros casos fuera del art.2320: existe uno muy particular en el art.2322, aquí el
legislador emplea la expresión "amo", entendiéndose por tal la persona que tiene
a sus servicios a empleados domésticos; y por "criados" o "sirvientes", las
personas empleadas en esos menesteres. El amo responde sólo de los actos
ejecutados por el sirviente o criado que se realicen mientras este último
desempeñe sus funcione, labores o cumple las órdenes que se le han impartido.

No hay si responsabilidad por los actos ejecutados por éstos y que sean ajenos a
las funciones que les corresponden, ni tampoco por los actos que importen un abuso
de las funciones que le corresponden al criado o dependiente.

El civilmente responsable, en este caso, puede liberarse de responsabilidad por los


hechos de sus criados o dependientes, aún cuando lo hayan cometido en el ejercicio
de sus funciones, si prueba que esas funciones fueron ejercidas de un modo
impropio, que el civilmente responsable no podía prever ni impedir empleando el
cuidado ordinario y la autoridad que le compete. Esto no significa que en esta
situación no haya responsabilidad, sino que significa que el amo no va a responder,
siendo el criado o dependiente el civilmente responsable.

7.- Casos fuera del CC: por ejemplo, en la Ley del Tránsito se establece la
responsabilidad por del propietario del vehículo por los hechos ilícitos que haya
cometido el conductor.

Efectos de la responsabilidad por hecho ajeno:


Produce única y exclusivamente efectos civiles: jamás tiene efectos de carácter
penal. Los efectos civiles que produce son:

1. - Se establece una presunción de responsabilidad, la cual generalmente es


simplemente legal.

2. - La víctima no solamente puede demandar perjuicios a la persona responsable


por el hecho ajeno, sino que también puede demandar al autor del hecho ilícito y,
además, el tercero que paga la indemnización, puede repetir en contra del autor
del hecho ilícito pidiéndole la devolución de lo que él hubiere pagado.

La razón del primer efecto está en que la responsabilidad por hecho ajeno tiene por
fundamento la idea que de parte del responsable ha habido un descuido, una
negligencia, es decir, una culpa por falta de vigilancia de la persona que está
sometida a su autoridad y, es por ello que se presume la responsabilidad de esta
persona, presunción esta que es simplemente legal, ya que la regla general en la
materia nos la da el inc. final del art.2320.

Pero, hay un caso en que la presunción no es simplemente legal, sino que es


presunción de derecho y es la presunción de responsabilidad de los padres que se
contempla en el art.2321.

El segundo efecto, no lo dice expresamente la ley, sino que se deriva de la


aplicación de las reglas generales, porque el autor ha cometido un delito o
cuasidelito civil y porque es plenamente capaz en lo que dice relación con los
hechos ilícitos y, por consiguiente, queda comprendido en las disposiciones
generales de los arts.2314 y 2329 inc.final.

Por lo demás, no hay ninguna norma legal expresa que excluya la posibilidad de
dirigirse contra el hechor, es decir, si la víctima del hecho ilícito no ha sido reparada
por la persona civilmente responsable, va a poder accionar en contra del autor del
hecho ilícito. No va a ser esta la situación frecuente y normal, porque la presunción
de responsabilidad se encuentra establecida, entre otras razones, por la posible
insolvencia del hechor o autor. Basta analizar los casos de responsabilidad por
hecho ajeno contemplados en el art.2320 para concluir que en la mayor parte de
ellos el autor o hecho no tiene la capacidad económica suficiente como para
responder de los perjuicios que hubiere causado.

Lo que no puede hacer la víctima del hecho ilícito es demandar al hechor y al


tercero civilmente responsable en forma conjunta, porque la regla general en esta
materia es que no existe solidaridad, salvo en el caso del propietario de un vehículo,
que responde solidariamente con el conductor.

No obstante que no puede demandar conjuntamente al autor y al tercero


responsable, la víctima podría hacerlo en forma subsidiaria, de tal modo que uno
responde si el otro no puede hacerlo.

Tampoco le está permitido por la ley el que pueda acumular la responsabilidad por
hecho ajeno proveniente de distintas causas, como sería el caso de un hijo menor
que a la vez es estudiante: no podría acumular la responsabilidad del padre o de la
madre y la del director de la escuela o colegio.

Por último, la ley le reconoce a la persona civilmente responsable el derecho de


repetir lo que se ha pagado en contra del hechor (art.2325). Para que exista este
derecho a repetir por parte del tercero civilmente responsable, deben concurrir
determinados requisitos:

a) El hecho ilícito tiene que haber sido cometido por persona capaz.

b) Que el tercero civilmente responsable pague la indemnización.

c) El hecho ilícito tiene que haberse cometido sin orden de la persona que
pretende repetir.
d) Que el hechor tenga bienes sobre los cuales pueda dirigirse el civilmente
responsable.

e) Casos de presunción de responsabilidad por hecho de las cosas: se


presenta cuando ellas actúan con independencia de la acción del hombre,
esto es, por la fuerza misma de la naturaleza o por la falta de intervención
de la acción humana.

Aquí la responsabilidad se funda en la falta de vigilancia o de precaución por parte


de la persona que tiene a su cuidado la cosa o se sirve de ella. Es justamente esta
falta de vigilancia o cuidado lo que constituye la culpa, la cual se presume,
mejorando con ello considerablemente la situación de la víctima.

Dentro de esta presunción de responsabilidad se puede distinguir:

1. Responsabilidad por hecho de los animales,

2. Responsabilidad por ruinas de un edificio,

3. Daños causados por una cosa que cae o se arroja de la parte superior de un
edificio.

1.- Responsabilidad por hecho de los animales: está tratada en los arts.2326 y
2327, disposiciones que establecen la responsabilidad del dueño o de la persona
que se sirve de un animal ajeno por el daño causado por éstos, e incluso por
aquellos daños que causaren después de haberse soltado o extraviado.

La responsabilidad se funda en estos casos en el deber de vigilancia de esas


personas que deben mantener con el objeto de evitar que el animal cause daño a
otro. De tal suerte que si el animal causa daño a un tercero, se presume que el
dueño o el que lo tenía bajo su responsabilidad no emplearon la debida vigilancia o
cuidado y les corresponde entrar a probar la ausencia de culpa. La víctima nada
deberá probar, porque la culpa se presume.

Hay ciertos casos en que la prueba de culpa por parte del dueño o del que tenía el
animal bajo su responsabilidad ni siquiera es admisible, como sucede en la
situación contemplada en el art.2327 respecto del animal fiero del que no se reporta
utilidad para la guarda o servicio de un predio.

2.- La responsabilidad por ruina de un edificio: está tratada en los arts.2323 y 2324.
En estas disposiciones las expresiones "edificio" y "ruina" están tratadas en un
sentido muy amplio. La palabra "edificio" se refiere a toda construcción que se
adhiera al suelo en forma permanente y "ruina" no implica necesariamente la
destrucción total de la obra.

Esta responsabilidad recae sobre el propietario cuando ha omitido las reparaciones


necesarias o ha faltado de alguna manera al cuidado de un buen padre de familia.
Esto es así porque al propietario de un edificio le corresponde mantenerlo en
buenas condiciones y, si no lo hace, el incumplimiento de esta obligación se mira
como una culpa del propietario.

Ahora, si la ruina del edificio se debe, no a la falta de cuidado del propietario, sino
que a defectos en la construcción del mismo, la responsabilidad va a recaer sobre el
constructor y, para hacerla efectiva, habrá que considerar el respectivo contrato de
construcción.

3.- El daño causado por una cosa que cae o se arroja de la parte superior de un
edificio: (art.2338)
Aquí debe tratarse de una cosa que no forma parte del edificio (no debe estar
adherida a éste), porque si así fuera no se estaría en esta situación, sino que en la
anterior, esto es, en el caso de la ruina de un edificio con la consiguiente
responsabilidad del dueño. En este caso, la responsabilidad no es del dueño.

Características de la acción indemnizatoria.

Para obtener la reparación de los perjuicios, la víctima tiene una acción


indemnizatoria, la cual presenta las siguientes características:

 Es una acción personal: se ejerce en contra de la persona responsable del daño.

 Es siempre una acción mueble, porque tiene por objeto, normalmente, el cobro de
una suma de dinero y, en ciertos casos, la ejecución de un hecho.

 Es una acción patrimonial y, como tal, es renunciable, transable, prescriptible y


susceptible de ser cedida.

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