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Enfoque Sistémico
Enfoque Sistémico
Fundamentos históricos
Históricamente fueron cuatro los movimientos que estuvieron en el origen del enfoque
sistémico. En primer lugar el pensamiento de los primeros trabajadores sociales en
Norteamérica, para quienes la unidad adecuada de análisis era la familia, ya que no se podía
comprender la situación de un individuo si no se entendía en su contexto social; de ahí la
importancia de trabajar con las relaciones y no con los problemas individuales. Por otro
lado, el segundo movimiento, para Rasheed, Rasheed y Marley (2010) fue el desarrollo de
una línea del psicoanálisis más enfocada en lo social y relacional. En los orígenes del
modelo, Freud desarrolló una teoría del funcionamiento psíquico basada en el complejo de
Edipo, es decir en las relaciones que se dan en el triángulo padre, madre e hijo/a. Sin
embargo, la intervención no se centraba en la realidad relacional, sino en la dinámica
intrapsíquica y no se trabajaba con la familia del paciente en tratamiento. Fueron desarrollos
posteriores del psicoanálisis, en figuras como Fromm (2003), Sullivan (1959) y Bowen,
entre otros, los que plantearon que la naturaleza humana, en parte, es el resultado de un
proceso social, y no sólo intrapsíquico. De manera que la mirada dicotómica en un principio
no se dio, ya que la terapia familiar sistémica se nutrió de todo el saber psicoanalítico en sus
inicios. Desde una perspectiva diferente, pero complementaria, no se puede dejar de citar a
Bowlby (1989), con su importante aporte, la teoría del apego, que de manera sintética
planteó la importancia del vínculo primario –del bebé y la figura cuidadora– y de las
consecuencias de dicho vínculo en la epigénesis y el desarrollo psíquico del sujeto. El tercer
movimiento fueron los primeros sexólogos, que cambiaron el foco de observación del
individuo a las relaciones como causa y foco del tratamiento de las perturbaciones sexuales.
Por último, el cuarto movimiento estuvo constituido por el counseling matrimonial, según
el cual el aprendizaje de pautas educativas ayudaba en la prevención de factores de riesgo
familiares. Aquí el énfasis estaba también en las relaciones de pareja y familia, y en la
convicción de que con consejo y estrategias sobre las pautas de funcionamiento se contribuía
al adecuado funcionamiento del grupo familiar.
La fundación propiamente dicha del paradigma sistémico se puede situar entre los
años 1952-1961. Surge de la evolución de una parte de la psiquiatría que observaba la
importancia de la familia en la etiología de la esquizofrenia y de otras patologías
graves. Se trata de un grupo de profesionales (véase Boszormenyi-Nagy (1976, 1983),
Ackerman (1970, 1976a, 1976b) entre otros) que experimentan las insuficiencias del modelo
psicodinámico individual y se sienten atraídos por un modelo que ampliaba sus
posibilidades de intervención al incorporar la familia en la evaluación y el tratamiento. La
segunda y principal fuente está en el encuentro con la Teoría General de Sistemas y la
Cibernética, y es Gregory Bateson en 1956 (Bateson et al., 1974) con su concepto de
doble vínculo el verdadero artífice del paradigma. Descrito muy brevemente, el doble
vínculo se da en una relación considerada de vital importancia, en la que la persona recibe
de manera continuada dos mensajes mutuamente incompatibles, emitidos en distintos
niveles de comunicación. Se ve atrapada en una situación ante la que no es posible
responder adecuadamente ni escapar. Bateson lo ejemplifica con la secuencia interaccional
entre una progenitora y su hijo esquizofrénico: Cuando el hijo se aproxima a abrazar a la
madre, ésta se echa para atrás. El hijo baja los brazos y la madre le dice: “¿Es que ya no me
quieres?”. Se puede observar la situación paradójica –contradictoria– de la madre que envía
un mensaje no verbal –se echa hacia atrás– pero a la vez atribuye al hijo el acto de rechazo.
Bateson y su equipo abren un campo de indagación extremadamente novedoso respecto a la
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etiología y manejo de las enfermedades mentales graves: el nivel interaccional, el estilo de
comunicación como factor importante en la patología mental (Sluzki y Veron, 1971; Sluzki
y Ransom, 1978). Es evidente que el número de variables que intervienen en la etiología de
las patologías graves es alto (genética, bioquímica, factores sociales, etcétera), sin embargo,
el hallazgo de Bateson fue el cambio de mirada: de la dinámica intrapsíquica al nivel
interaccional.
Globalmente el paradigma sistémico se opone al encierro disciplinario; como sostiene Morin
(1994) le da una vitalidad que se mantiene hasta hoy día. Es precisamente la integración
multidisciplinaria lo que caracteriza el pensamiento sistémico, acorde con el origen
científico de figuras como von Bertalanffy (1976), biólogo y principal promotor e
institucionalizador de la Teoría General de Sistemas; Ashby, que proviene del campo de la
medicina; el matemático Wiener (1958), fundador de la Cibernética; y el citado antropólogo
Bateson (1976, 1980), entre otros. Las nociones sistémicas permiten, pues, articular áreas de
conocimiento muy diferentes, proporcionando un lenguaje común e integrando conceptos
provenientes de estas diversas disciplinas. Es una teoría de integración a través de la que se
pueden observar los fenómenos biológicos, sociales, y psicológicos. Esto no invalida ni
intenta sustituir los modelos de las diversas disciplinas, véase la biología, la psicología
individual o la sociología. ¿Cuál es su principal aportación? Dirigir la mirada a la
intersección entre las disciplinas, porque como es sabido la realidad no está dividida en
pedazos (lo biológico, lo psicológico,…). Es más, la misma mirada holística se puede aplicar
a los distintos ámbitos de la realidad, ya que cada uno es susceptible de ser abordado con la
misma lente –la sistémica–. Un ejemplo simple ilustrará lo antedicho. Es evidente que no se
puede comprender el funcionamiento hepático sin ver al hígado integrado –conectado– con
los demás órganos; las propiedades de aquél “no le pertenecen” (metabolizar la bilirrubina,
producir bilis, etc.) sino que están en relación al sistema más complejo: la sangre que le
llega de la vena porta, el corazón que la impulsa, etc. Del mismo modo comprender, dar un
sentido a la conducta, a la sintomatología, sin conocer la conexión con las variables
contextuales que la determinan, en parte, es perder el objeto de estudio. Se trata en
definitiva de un abordaje inclusivo que permite estudiar los sistemas emocionales más
significativos para el ser humano, como la familia, la red social y el entorno
socioeconómico. Esta perspectiva novedosa –la interaccional–, eje del paradigma sistémico,
es asumible desde el punto de vista intelectual por cualquier profesional, pero suele ser
bastante más difícil de trasladar a la práctica de la intervención terapéutica. De modo que se
acepta la diferencia de comportamiento de un niño o una niña en contextos diferentes (en el
colegio se trata de un ser afable y aplicado y en casa es un o una “déspota”), pero es más
difícil concebir que ese comportamiento disímil es producto del contexto donde se
desarrolla, y más aún, que ese es el foco del cambio. En definitiva, el foco, lo nuclear de la
epistemología sistémica, es la concepción según la cual la identidad se constituye sólo
en relación.
Modelo Estratégico: Pretende interrumpir los circuitos formados por las soluciones fallidas
intentadas por el consultante y, de esta manera, influir para que enfrente el problema de
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manera diferente. En este modelo “el problema es visto como una estrategia fallida, una
forma fallida de relacionar medios y fines”, no hay una adecuación entre ellos; por lo tanto,
la entrevista debe tener como objetivo la focalización del problema, ver en qué términos se
da y como es sostenido por las creencias y comportamiento de la familia, mientras que la
intervención debe estar centrada en adecuar medios y fines.
Modelo Constructivista: Este modelo se basa en la forma en que el consultante dice algo y
como lo dice, tomando en cuenta el lenguaje y el significado. La dificultad se origina en el
modo insatisfactorio de organizar la realidad mediante el pensamiento.
La primera entrevista es válida para los tres modelos del enfoque sistémico, no así la
intervención terapéutica. Esta será determinada por el tipo de problema que presenta cada
familia o consultante.
Objetivo de la entrevista
El objetivo fundamental de la entrevista es la obtención de la información sobre el
problema que motiva a la familia a consultar y lograr un cambio en el síntoma del paciente
index en ciertos aspectos del funcionamiento familiar que mantienen la conducta
sintomática. Este objetivo se logra a partir de los siguientes ejes: El diagnóstico, la
motivación para trabajar en problemas comunes, el contrato y la preparación de la terapia
ulterior.
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La motivabilidad: “La evaluación de la situación de las motivaciones no puede separarse
de la pregunta de si y como la familia es motivable para una ulterior labor en común a
través de la primera entrevista”. Esta motivabilidad depende de factores familiares y
diversos factores de la relación terapéutica, que deben activarse en la primera entrevista”.
Uno de ellos es la capacidad del terapeuta para ir reduciendo la vergüenza, culpabilidad y
el miedo entre los miembros de la familia; despertar esperanza y confianza, resultar
liberados por topar un ámbito emocional tabú para la familia y fortalecer el sentimiento de
valor propio a través de una connotación positiva. Cuando el terapeuta incluye estos
elementos en la primera sesión contribuye rápidamente a una relación de confianza y
cooperación. Así como también la puede destruir si tiene un comportamiento torpe y
carente de empatía.
Celebración del contrato terapéutico: Stierlin Helm y Otros, sostienen que la primera
entrevista debe finalizar con un acuerdo, aunque sea mínimo, entre el terapeuta y la familia.
En este acuerdo deben constar las metas, expectativas y todos los pasos siguientes a
emprender.
Al salir la familia de la primera entrevista debe tener conciencia de que tiene un problema
familiar común que está afectando a todos sus miembros. Si la familia continua con la
intervención terapéutica conviene realizar un contrato de terapia familiar que contenga el
marco y las condiciones en las cuales se desarrollarán los posibles encuentros posteriores.
El contrato familiar debe quedar sujeto a cambios ya que, en el proceso terapéutico, se irán
dando modificaciones según vaya apareciendo nueva información; todo esto determinará
nuevas metas, expectativas, modificaciones, reformulaciones y el contrato existente tendrá
que ser ampliado.
Stierlin Helm y Otros, consideran que en caso de que las dos partes no puedan llegar a un
consenso, el terapeuta está en la obligación de establecer por lo menos un mínimo acuerdo.
En este caso debe tomar nota de las divergencias de intereses y motivaciones para
establecer un acuerdo sobre el hecho de no poder llegar a un consenso. Seguido de esto, es
importante dilucidar si tiene sentido o no continuar una intervención terapéutica. En este
caso, lo más aconsejable es derivar a la familia a otro profesional, ya que este ambiente no
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es adecuado para una intervención provechosa y de cambio.
Los contratos ayudan a las familias a ser una especie de consumidores conscientes de los
servicios terapéuticos. Dichos servicios son más efectivos si la familia se responsabiliza de
los términos bajos los cuales fue realizado el contrato.
El resultado es el elemento que especifica el rol del terapeuta, el rol de cada miembro de la
familia, los objetivos a largo y corto plazo y un plan inicial para alcanzar dichos objetivos.
Todo esto ayudará al terapeuta a proceder de manera organizada y, como consecuencia, se
obtendrá una intervención adecuada.
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Cabe resaltar que, con el surgimiento de la terapia sistémica los problemas psicológicos son
vistos como situaciones que se desarrollan y se mantienen al interior de la familia. Este
concepto cambia la forma de ver los problemas psicológicos y la intervención terapéutica.
Los terapeutas comienzan a trabajar con toda la familia con el fin de cambiar los aspectos
estructurales y relacionales disfuncionales en la familia.
Elementos de la entrevista
Los elementos principales que el terapeuta debe tener en cuenta a la hora de realizar la
primera entrevista son: análisis de la demanda y resistencia en la intervención familiar.
Pues bien, “un problema es una construcción cognitiva, una interpretación de los
hechos y también las acciones que hemos adoptado a partir de esa interpretación,
que no nos da la posibilidad de resolver favorablemente una situación”.
Si el terapeuta quiere que la familia se mueva con toda libertad sin el peso del
remitente, no debe ponerse como ejecutante del remitente; debe crearse su propia
noción del problema, un espacio para sí primero y luego para la familia, tratando
de comprender lo que la transferencia ha significado para ellos y qué mensaje
recibieron al ser transferidos. Además es importante ayudar a la familia a entender
el motivo de la remisión; esto les permitirá tomar conciencia de su situación y
aceptar la remisión.
Metodología
Cada entrevista familiar constituye una situación nueva y única para el terapeuta, cada
familia es un organismo particular y complejo, por eso siempre debe quedar un espacio
para la flexibilidad, la espontaneidad y la comprensión empática. Estos pasos sólo quieren
ser una guía para la primera entrevista, más no una norma; siempre es bueno tener en
cuenta la situación y el contexto de cada familia.
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a) Saludo. Es importante citar a la familia media hora o 15 minutos antes de comenzar
la entrevista. En este tiempo una secretaria o la persona encargada debe recoger
algunos datos personales de todos los miembros de la familia. En caso de que uno
de ellos no llegue, se lo debe esperar por un tiempo prudencial para comenzar la
entrevista, de lo contrario, se comienza con los que estén. Este dato muestra el
grado de interés que la familia tiene por el deseo de cambio.
En este momento no debemos apelar como primero al que fue designado como
paciente index telefónicamente, porque es posible que no responda y se sienta
castigado por la familia; en caso de que sea un niño, lo más aconsejable es que el
terapeuta comience expresándole sus sentimientos y trate de identificarse con él. Si
se observan problemas de autoridad es bueno lanzar la primera pregunta a los
padres, esto servirá para restablecerla.
“Tras la despedida de la familia es importante que el equipo se reúna y discuta sobre los
detalles de la conversación: aspectos de la dinámica familiar, las intervenciones
terapéuticas y las impresiones de los observadores, si hay un equipo, de lo contrario el
terapeuta deberá hacer una revisión y un resumen de que sintetice la conversión familiar.
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Este resumen debe ser claro, conciso y breve, pero a la vez lo suficientemente concreto e
ilustrativo, que ofrezca una imagen exacta a otro terapeuta que no conozca a la familia”.
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