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Teoría de Los Contratos - Tomo III PDF
Teoría de Los Contratos - Tomo III PDF
Fernando J.
López de Zavalía
TEORÍA
DÉLOS
CONTRATOS
Tomo 3
Parte Especial (2)
ZAVALÍA
Editor
Fernando J.
López de Zavalía
TEORÍA
DÉLOS
CONTRATOS
Tomo 3
Parte Especial (2)
ZAVALÍA
Editor
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Queda hecho el depósilo que indica la lev 11.723
'v 1992 by Víclor P. de Zavalía S.A.
Alberti 835 - 1223 Buenos Aires
Impreso en la Argentina
Título I: Introducción
§96. Generalidades
1. El problema
El art. 1493 suscita dos problemas: el del número de con-
tratos definidos, y el de la ordenación entre ellos, en relación
de género a especie.
El art. 1493 crea la falsa impresión de que hay un contra-
to tipo con cuatro subtipos: locación de uso, locación de goce,
locación de obra y locación de servicios.
Pero el análisis conduce a que el pretendido tipo "loca-
ción" no existe. La palabra "locación" solo refleja una unidad
lingüística, porque no hay reglas generales que se apliquen
a los pretendidos subtipos, cualquiera que sea el número de
ellos que se detecte.
Decimos "los pretendidos subtipos, cualquiera que sea el
número de ellos que se detecte". El art. 1493 sugiere el nú-
mero de cuatro, pero un sector de la doctrina habla de tres
8 §96. Generalidades
3 Salvat (Fuentes, núms. 741 y 1134), Rezzónico (Estudio. II. pag. 151. Spot a
¡Contratos, n" 95), Llambías-AHcríni (Código Civil, .sobre los arts. 1493 y 1623.',
Borda (Contratas, capítulos X y sigts.l. Garrido-Zago (Contratos viriles \ eomenia-
les, II, pág. 207).
§96. Generalidades 11
locación de uso
(subtipo)
locación de goce
Locación ^ (subtipo)
(unidad <
lingüística)
locación de servicios
(subtipo)
locación de • <
V actividad (tipo)
locación de obra
^ (subtipo)
4 Sobre éstos:
I. En el análisis de la opinión de los romanistas, hay una cuestión previa que
formulamos con esta pregunta: la distinción entre la locatio conductio rei, la locatio
conductio operarum y la Itxatio conductio opería, ¿es romana? 1. Algunos, así pare-
cen presentarla con caracteres agudos, y de entre ellos destacamos la opinión de
Ferrini, quien (Manual? d\ Pandetle, n" 560) expresa: "la l.c. presenta una varie-
dad de tipos fundamentales: tenemos la locación de cosas, la loeatio operis faciendi
y la conductio operarum". 2. Pero otros, como Jórs-Kunkel (Derecho Fricado
12 §96. Generalidades
Romano, n" 146) enseñan que "semejante división era completamente extraña para
los romanos. Ellos solo conocieron un tipo contractual único de arrendamiento".
Los citados autores (n" 147) llegan a hacer una distinción entre el arrendamiento
de uso y el de uso y disfrute, pero aclarando que los romanos "no expresaban lexico-
gráficamente esta diferencia (como tampoco hacían distinción entre el arrenda-
miento de cosas y el contrato de obra y de servicios)".
II. Con esa aclaración previa, hablemos ahora del número de casos: 1. Dos, trae
Maynz, quien, en su Cours, §300 y §303, distingue entre la locatio conduclio rerum y
la operarum, para luego detectar, dentro de esta última, como un supuesto de impor-
tancia, la loca lio conduclio operis. Dos, es el número del que parten, para llegar a
tres, Petit (Tratado Elemental, n" 375 y n" 377, distinguiendo entre el arrendamiento
de cosas y el de servicios, y luego, dentro del segundo, la locatio operarum y la ope-
ris), Girard (Manuel, págs. 578 y 581 separando la Ux-atio reí de la que tiene por obje-
to el trabajo humano y subdividiendo a ésta en operarum y ojieris), Namur (Cours,
§274 y §279, quien encuentra una locación de cosas y una locación de obra, y como
subdivisión de la segunda, la operarum y la operis), Molitor (Les obligations en Droil
Romain, ntíms. 537 y 541, precisa que la locación puede tener por objeto cosas o he-
chos, y a propósito de estos últimos habla de la locatio operarum y de la conductio
opt'rís), Accarias (Pre'cís tic Droil Romain, n" 615, quien distingue, también según se
trate del goce de una cosa o de la ejecución de un hecho, subdividiendo este último
caso en locatio operarum y locado operis faciendo). 2. Tres, traen Ferrini (loe. eit.),
Heineccio (Recitaciones, CMXVII), Bonfante (Instituciones, §163). 3. Cuatro, traen
Jo7S-Kunkel ('/«•. cit. pero con la doctrina que hemos recordado en esta nota), Mackel-
dey (Elemento*, $390 y §391, previa una subdivisión en dos, pero llegando al número
de cuatro, con una configuración que no coincide con la de Jórs-Kunkel). 4. Para un
número mayor de cuatro, puede verse a Windscheid (Pandetle, §401), especialmente
en el tratamiento que da a la locación de obra.
5 Sobre esto:
I. La ley 1, títuloVIII, Partida V, trajo esla definición: "Aloguero es propiamen-
te, quando vn orne loga a otro, obras que ha de fazer con su persona, o con su bestia;
o otorgar vn orne, a otro p<xier de vsar de su cosa, o de seruirse della, por cierto pre-
cio, que le ha de pagar en dineros contados. Ca si otra cosa rescibiesse, que non
fuessen dineros contados, non seria loguero, mas seria contracto innominato; assi
como diximos en la postrimera ley del Titulo de los Cambios. E arrendamiento, se-
gún el lenguaje de España, es arrendar heredamiento, o almoxerifadgo, o alguna
otra cosa, por renta cierta que den por ella. E aun ha otra manera, a que dizen en
latín afletamiento; que pertenesee tan solamente a los logueros de los nauios".
En el lenguaje de las Partidas, es evidente que palabras como "aloguero", "lo-
guero", loga, son deformaciones del latín "locatio' y sus derivados (Gutiérrez Fer-
nández, Códigos, IV, pág. 400); en cuanto a la distinción entre "loguero" y "arrenda-
miento", parécenos que, en el lenguaje de las Partidas, se traza así: a) "arrenda-
miento" es palabra que se usa, no para las casas, sino para las heredades, como
viñas, huertas "que clan los ornes a labrar o arrendándolas" (ley 5 del mismo título;
comp. Alvarez, Instituciones, n" 948); b) "loguero" es palabra que se emplea para las
casas, y cualquier otro objeto de locación en sentido romano (incluyendo las obras),
especificándose en "afletamiento" cuando se trata de loguero de navio.
§96. G e n e r a l i d a d e s 13
1. Conceder
En otras legislaciones, el contenido de la obligación princi-
pal y esencial del locador es descripto como un "hacer gozar"13.
Nuestro Código emplea el giro "conceder el uso o goce".
Nuestro verbo "conceder" presenta un defecto, a fuer de
impreciso, pues se lo emplea también para la constitución de
derechos reales (así, art. 3003). En una materia, como la de
2. El uso, el goce
FA art. 1493 habla en su primera parte de "uso o goce", y
en su segunda, de "uso, goce", y si diversos textos <v.g.: arts.
1516. 1519, 1526, 1527, 1530, 1554, 1555) emplean la prime-
ra fraseología, no faltan los que solo hablan de "uso" (v.g.
arts. 1511. 1525 y 1559, primera parte» término empleado
como único por el art. 600. ni tampoco faltan los que solo
utilizan "goce" (v.g. arts. 1515. 1559, segunda parte, y 1560).
A. Xo es fácil substraerse a esa imprecisión que se ad-
vierte en la ley y en la doctrina.
Sería interesante el poder reservar el vocablo "uso" para
aludir a la utilización de la cosa, y la palabra "goce" para re-
ferirse a la actividad apropiatoria de los frutos de la cosa,
receptando así la distinción que se hace en materia de como-
dato (arts. 2255 y 2265). Pero, desde el punto de vista legis-
lativo, esa terminología que resultaría congruente con la
empleada para el derecho de dominio en el art. 2513, fraca-
3. Cosa y precio
Sobre esto: infra, §99, II y III.
4. Objeción
Se ha reprochado a nuestro Código el no incluir entre las
notas definitorias de la locación su carácter de temporaria.
Las locaciones, se dice, no pueden ser perpetuas, y recordan-
do a Troplong se afirma que "llevan la muerte en su seno"17.
Desde luego que, en nuestro sistema, no pueden ser per-
petuas: art. 1505...
El reproche que, para la locación de cosas, se formula al
art. 1493, parece ser una cuestión de gabinete, pues lo que
en él no figura, aparece en el art. 1505, y el sistema que flu-
ye de nuestro Código resulta todavía más preciso que el de
otros códigos que, habiendo incluido la nota de temporalidad
en la definición, omiten luego señalar límites a esa tempora-
lidad18.
Decimos que "parece ser" una cuestión de gabinete, por-
que, desde el punto de vista de la claridad de las ideas pre-
senta su interés. En una definición deben figurar las notas
que precisan lo definido, distinguiéndolo de lo que sale de la
definición; por ejemplo, en la definición de la compraventa,
debe figurar el precio, porque en ausencia de precio, no hay
compraventa, sino donación. No es ése el caso de la tempora-
lidad en la locación, pues pactada una locación perpetua,
nuestro Código no dice que deja de haber locación, sino que
la reduce a diez años...
III. Caracteres
Distingamos:
1. Caracteres constantes
Es un contrato:
a) Consensual (art. 1494) porque queda concluido por el
mutuo consentimiento de las partes, sin necesidad de que se
entregue la cosa para su perfeccionamiento, a diferencia del
comodato que es un contrato real.
El locador deberá entregar la cosa, para que se haga efec-
tivo el uso o el goce del locatario, pero ello no como requisito
de la conclusión del contrato, sino entrando a la etapa del
cumplimiento.
Cuando la entrega de la cosa o la del precio se verifica
contextualmente, se da el fenómeno de la locación manual,
similar al de la venta o al de la compra manual (supra, §42,
IV) sin que ello autorice a decir que el contrato ha dejado de
ser consensual, sino meramente a señalar que se ha abre-
viado la etapa del cumplimiento.
b) Bilateral, pues ambas partes quedan recíprocamente
obligadas, la una a conceder el uso o el goce de la cosa, y la
otra a pagar un precio.
c) Oneroso, pues el sacrificio de cada una de las partes es
en razón de un beneficio. Siendo bilateral, es necesariamen-
te oneroso.
d) No formal, pues no se encuentra sujeto a una forma
prescripta para su validez.
Rigen, sí, las formas ad probationem19.
e) De efectos personales, pues no incide en el campo de
los derechos reales.
Retornaremos sobre esto al hablar de la naturaleza del
derecho del locatario (infra, §97).
Bástenos, por ahora, con recordar que si la compraventa
misma es, en nuestro sistema, un contrato con efectos perso-
24 En el texto, marcamos dos punios de contacto (cosa y precioK Suelen los au-
tores señalar tres: res, ¡trelium, cmisensus (Troplong, LouafH: n" 2 1 ' . Nosotros pen-
samos que lo del "consentimiento" siendo un punto de contacto con la compraventa,
lo es también con todos los otros contratos. Al consentimiento, lo recuerda nuestro
arl. 14.94 para aplicar las reglas de la compraventa.
25 Esto, desde luego, debe ser entendido con sus necesarias especificaciones.
"Todo", absolutamente todo, no puede ser aplicable, pues, por hipótesis, la locación
constituye un contrato distinto de la compraventa. El sentido de la norma es el si-
guiente: la ley quiere que se colmen las lagunas, acudiendo directamente, por ana-
logia, a las reglas de la compraventa Pero "analogía" no implica aplicación total si-
no en cuanto sea compatible con el régimen del contrato.
26 Pothier, Fondéeles, VII. pág 199, n" IX.
27 Troplong, Lrtuagv, n" 21.
28 Se ha dicho que puede ser "analizada" en una venta de frutos: Pothier, Louatfe,
n" 4, y allí, en nota, la crítica de Bugnet. a quien le parece esto "poco exacto" impli-
cando la confusión de dos contratos. La critica es exagerada, pues Pothier no confun-
de ambos contratos, ya que luego pasa a distinguirlos. El pensamiento de Pothier nos
parece que puede ser reflejado con esta afirmación de Troplong <loe. vit): "la locación
de cosas que dan frutos naturales o industriales, contiene una venta de frutos". Noso-
tros compartimos esa afirmación, rectamente entendida: la locación de goce es un to-
do que "contiene" en el sentido de que "absorbe" una venta de frutos, con autorización
para separarlos, pues mientras ios frutos están unidos a la cosa, forman un todo con
ella (véase nuestros Derechos reales, §11, texto y nota 23, y §18, texto y nota 36). Y al
formular esta afirmación no confundimos locación de cosas y compraventa de frutos,
pues, absorbida ésta, por aquélla, desaparece, y solo queda la comparación entre la
locación de goce y la compraventa, independiente, no absorbida.
24 §96. Generalidades
29 Huc, Commentaire, X, n s 5.
§96. Generalidades 25
33 Borda, Contratos, n" 12; Rezzónico, Estudio, II, pág. 27, nota 31.
§96. Generalidades 27
1. El carácter consensual
Se ha puntualizado, por ejemplo, que la locación de cosas
es un contrato consensual, y el comodato, un contrato real 35 .
Esto es exacto en nuestro sistema, pero no sirve como cri-
terio de distinción, pues previamente debemos saber si las
partes quieren una locación o un comodato, para recién, a
posteriori, afirmar que, si quieren lo primero, bastará con el
consentimiento, en tanto que si quieren lo segundo, será ne-
cesario, además, la tradición de la cosa.
Por otra parte, con decir que la locación es consensual y
el comodato es real:
2. El uso y goce
Se ha pretendido distinguir, señalando que la locación
apunta al uso y goce, en tanto que el comodato solo al uso36.
Pero esta distinción no es esencial:
a) Podemos concebir una locación que solo sea del uso.
b) Y podemos imaginar un comodatario que, además del
uso, tenga el goce.
Será posible, en esta hipótesis, discutir si sigue habiendo
comodato o si se da una acumulación de comodato y dona-
ción de frutos, pero ninguna duda cabrá de que todavía esta-
remos muy lejos de la locación.
3. La onerosidad
Están más próximos a la determinación del criterio apli-
cable, aquellos que observan que la distinción radica en es-
to: el comodato es un contrato gratuito, en tanto que la loca-
ción es un contrato oneroso.
Realmente, en la generalidad de los casos, con tal criterio
basta para distinguir entre ambos contratos.
Pero hay casos límites, y entonces, el criterio —didáctico,
en sí— muestra su insuficiencia, por lo que solo puede ser
aceptado con ciertas reservas:
a) Puede haber un comodato con cargos. Los criterios que
sirven para distinguir la donación con cargos de la compra-
venta (supra, §76, IV) son aquí útiles para distinguir el co-
modato con cargos de la locación de cosas.
37 Código suizo de las obligaciones, art. 472; mexicano, art. 2516. Véase Jorda-
no Barea, La categoría de los contratos reales, págs. 38 y sigts.
32 §96. Generalidades
3. Contrato de garaje
La doctrina se inclina a ver una combinación de contra-
tos, pero subsiste el problema de determinar si la locación
de cosas o el depósito constituyen lo principal.
Pensamos que aquí no se puede dar una respuesta
I. El problema y su importancia
El derecho del locatario es personal. Es un crédito contra
el locador.
Pero como Troplong enseñó con énfasis que es un derecho
real y como su doctrina reaparece de cuando en cuando en-
tre nuestros autores, se torna necesario que nos detengamos
en el tema.
Combatiremos contra Troplong. Pero no contra Troplong
en Francia, pues ¡ocúpense de eso los franceses! sino contra
Troplong "nacionalizado" argentino, esto es, en la medida en
la que se pretenda trasladarlo a nuestro sistema.
Pero debemos hacernos cargo, primero, de esta pregunta:
¿tiene importancia práctica el determinar la naturaleza del
derecho del locatario?
Hay quienes parecen contestar negativamente 1 . Si fue-
ra así, no se justificarían los extensos desarrollos que se
efectúan: dé cada uno su opinión en breves líneas, y que-
demos en paz.
6 Troplong, Louage, sobre el art 1709, n-' 5 y lugares citados en la nota anterior.
§97. Naturaleza del derecho del locatario 39
1. El supuesto de hecho
Es paralelo al de la venta de cosa ajena.
La consecuencia es distinta, porque la venta de cosa aje-
na es inválida, en tanto que la locación de cosa ajena es váli-
da, pero los respectivos supuestos de hecho son paralelos.
§97. Naturaleza del derecho del locatario 41
I. El consentimiento
3. Modalidades
Se encuentra fuera de toda duda que la locación puede es-
tar sujeta a condición y a plazo. El caso del cargo es distinto,
pues depende de que se acepte o no su funcionamiento en los
contratos a título oneroso; nosotros nos hemos pronunciado
por la afirmativa (supra, §55, VI).
56 §98. La acción, los elementos y la prueba
5. Locaciones forzosas
A tenor del art. 1494 rige, en lo pertinente, el art. 1324.
El uso y el goce locativos pueden ser objeto de expropia-
6. Preliminares de locación
Lo que en su lugar dijimos sobre los preliminares de con-
tratos {supra, §6, II) se aplica a los preliminares de locación.
Ello debiera excusarnos de mayores desarrollos, pero an-
te las afirmaciones hechas por algunos autores, conceptua-
mos prudente formular dos observaciones:
a) No se discute la posibilidad de un preliminar unilate-
ral de locación.
Pero hay quienes, utilizando el equívoco nombre de "pro-
mesa", distinguen entre promesas aceptadas y promesas no
aceptadas 6 .
Descartemos las "promesas no aceptadas" que nada tie-
nen que ver con la teoría de los preliminares de locación.
La promesa no aceptada es un acto unilateral. El nombre
técnico que le corresponde es el de "oferta".
El verdadero preliminar unilateral de locación es siempre
un acto jurídico bilateral, formado por la declaración de vo-
luntad común del futuro locador y del futuro locatario. Es
un contrato que obliga a la conclusión del contrato de loca-
ción. Se lo denomina preliminar unilateral, por sus efectos,
porque siendo un contrato, solo obliga a uno de los contra-
tantes (ya solo al futuro locador, ya solo al futuro locatario) a
la conclusión del contrato de locación.
b) Se discute, en cambio, la posibilidad de un preliminar
de locación bilateral, es decir, la de un contrato por el cual
ambas partes queden obligadas a la conclusión del contrato
de locación.
II. La forma
El contrato de locación de cosas es no formal.
III. El contenido
IV. La prueba
El Código Civil no trae reglas específicas, por lo que resul-
tan aplicables las generales que hemos desarrollado en §26.
Para las locaciones urbanas y los arrendamientos rura-
les, véanse §112 y §117.
Para la autorización para hacer mejoras: art. 1543 {infra,
§106, V, 3).
I. Capacidad
El Código dedica un capítulo para tratar, según anuncia
su rúbrica, "De la capacidad para dar o tomar cosas en
arrendamiento".
Pero de los cuatro artículos que dedica a la materia, solo el
art. 1510 se refiere a ella sentando esta regla: "Los que ten-
gan la administración de sus bienes pueden arrendar sus co-
sas, y tomar las ajenas en arrendamiento, salvo las limitacio-
nes que las leyes especiales hubiesen puesto a su derecho".
La locación es a veces un acto de administración y otras
lo es de disposición (supra, §45, II, 3). Antes de la reforma
de 1968, esa distinción podía ser introducida en la interpre-
tación del art. 1510, a través de la salvedad final respecto a
"las limitaciones que las leyes especiales hubiesen puesto a
su derecho", pues el art. 135 negaba "a los emancipados por
matrimonio el hacer arrendamientos como arrendadores...
por plazo que exceda de tres años". Pero reemplazado ese
texto por el actual, que no contiene tal limitación, desapare-
ce para la capacidad el interés de la distinción. Basta con la
capacidad de administración aunque el acto pudiera ser juz-
gado para otros cánones (v.g.: legitimación de los represen-
tantes) como de disposición1.
Con estos desarrollos, puede darse por concluido el tema
Sobre esto:
1. Cosas y no derechos
La locación se refiere a cosas y no a derechos.
La doctrina se pregunta si se locan los derechos de caza,
de pastaje, de una patente de invención, de una concesión
hidráulica, ferroviaria, de transporte, los reales de usufruc-
to, uso, habitación2, etc.
Nosotros contestamos, en todos los casos, negativamente.
No negamos que se dé el fenómeno al que un sector de la
doctrina alude con la denominación de "locación de dere-
chos", pero afirmamos, respecto a los casos que se pretende
subsumir bajo ese nombre, que, o son directamente locación
de cosas, o son un contrato que no es de locación.
A. Los derechos reales de usufructo, uso, habitación, no
se arriendan, y en general, no se arrienda ningún derecho
real. Si a propósito de ellos se quiere hablar de locación, lo
que estará enjuego es la locación de la cosa que es objeto del
derecho real.
a) Partamos del derecho real por excelencia: el de domi-
nio. Nadie dirá que el propietario arrienda su derecho de
propiedad, sino la cosa sobre la que ejerce su dominio.
El dominio abarca una serie de facultades, atributos, a
los que —impropiamente3— suele llamarse también "dere-
chos". Que sepamos, nadie ha dicho tampoco que el propieta-
rio arrienda su. jus utendi4.
ción distinta del mismo principio. Los arts. 1170, 1171, 1333
exigen una determinación relativa, y el art. 1500 se confor-
ma con una indeterminación relativa. Determinación relati-
va, indeterminación relativa, son expresiones equivalentes,
pues ambas implican determinabilidad.
Al concretarse la locación podrá alquilarse "un" coche,
"un" caballo. Pero la tradición será de "este" coche, de "este"
caballo.
12 La letra de este artículo está inspirada en el art. 2297 del Esbozo de Freitas.
§99. Los presupuestos 67
mismas cuando actúa en el' sector privado, porque rompe el principio de igualdad y
de generalidad de las leyes. Parécenos que ha llegado la hora de que se diga sin re-
servas que si el Estado que dicta la ley estima que la medicina que prescribe es
buena... ¡comience por probar su propia medicina!
No se diga, para justificar excepciones, que ellas resultan autorizadas por el
art. 1502 Código Civil, porque ello dependerá de cómo se lo interprete, y cuando
dos interpretaciones son posibles, hay que estar a la que resulte constitucional,
tanto más cuanto, para iluminar en este sentido, está la doctrina del art. 3951.
Contra: Rezzónico, op. cit, pág. 84.
27 Salvat, Fuentes, ne 787.
§99. Los presupuestos 77
2. Determinación
El precio debe ser determinado. Es la regla general para
el objeto contractual (art. 1170 y sigts.) que recibe especifica-
ciones en materia de compraventa (arts. 1349 y sigts.) con
algún apartamiento (supra, §14, II, 2 y §47, III, IV y V).
Para el contrato de locación se aplican las reglas de la
compraventa (art. 1494).
A. Si se quiso precio, pero éste quedó indeterminado, el
acuerdo carece de valor (arts. 1494 y 1355).
¿Quid, si no obstante ello, la cosa fue entregada al locatario?
Según unos, no hay locación, pero el tradens tendría dere-
cho a una indemnización31; según otros, hay locación, y si
las partes no se ponen de acuerdo sobre el precio, correspon-
de su fijación al juez 32 . Nosotros entendemos que ambas te-
sis son erróneas, porque según las reglas del Código Civil, y
reserva hecha de lo que dispongan las reglas particulares
(así: art. 1, ley 23.091) cabe distinguir según que la locación
sea de muebles o de inmuebles, por aplicación de las normas
sobre la compraventa (art. 1494) que hemos desarrollado en
su lugar (supra, §47, III, 5).
B. Cuando la fijación del precio ha sido librada al arbitrio
3. Precio en dinero
En nuestro sistema, el precio debe ser en dinero; se asi-
mila al dinero, la moneda extranjera (art. 617 texto según
ley 23.928). Si el precio no es en dinero, no hay locación sino
contrato innominado.
A. Para el Derecho Romano, el precio debía ser en dinero,
salvo que se tratare de fundos fructíferos, en cuyo caso se
admitía que podía consistir en frutos extraídos del fundo.
Según unos, en tal caso, precio podía ser una cantidad fija
de tales frutos (pars quanta); pero para la opinión dominan-
te podía serlo, también, una proporción de los frutos (pars
quotaP. Pothier adoptó la tesis dominante, admitiendo tanto
la pars quanta como la pars quotam.
Los comentaristas del Código Napoleón se dividieron. Si-
guieron unos a Pothier37; limitáronse otros a admitir solo la
pars quanta38; de la pars quanta, entendida como una canti-
dad fija de frutos de la naturaleza de los obtenibles de la mis-
ma cosa39, se pasó a admitir cualquier mercadería, aunque
no fuera obtenible de la cosa arrendada 40 ; no faltó quien ha-
blara tanto de mercadería como de la pars quota, a través de
la distinción entre locación perfecta y locación imperfecta41.
Suprimieron otros las excepciones, tanto de la pars quanta
como de la pars quota, y exigieron que el precio fuera siem-
pre en dinero42. Y yéndose otros al extremo opuesto, aban-
donaron directamente la línea iniciada en Pothier y decla-
raron que no era necesario que el precio consistiera en dine-
ro; por un lado observaron que el Código francés no exige
que el precio sea en dinero, y por el otro, sostuvieron que la
cuestión carecía de interés, pues tanto daba hablar de un
48 Rezzónico, op. cit., pág. 67, recordando las opiniones de Laurent, Colmet de
Santerre y Planiol-Ripert.
86 §99. Los presupuestos
4. Otros aspectos
Observamos:
a) La hipótesis de precio mixto (parte en dinero, y parte
en una prestación que no consista en dinero) se rige (art.
1494) por la doctrina del art. 135649.
b) La doctrina exige que el precio sea serio. Sobre esto
nos remitimos a lo dicho para paralela exigencia en la com-
praventa (supra, §47, II).
1 Rezzónico (Estudio, II, pág. 113) presenta el art. 1511 como Lomado del §364,
texto y nota 2, de Aubry et Rau. Teniendo a la vista la tercera edición del Cours
(consultada por Vélez: Llambías, "Parte General", n" 280), lo más que podemos de-
cir es que se ha inspirado en dicha obra.
2 Entrecomillamos "dar" y "tomar" porque siendo la locación un contrato con-
sensúa!, queda concluido antes de que se dé o tome, y hay que juzgar de los poderes
al tiempo del contrato.
3 Rezzónico, loe. cit., nota 12, pero, siguiendo a Segovia, con un argumento que
nos parece insatisfactorio, al afirmar que el "tomar" en locación se encuentra con-
templado en otro texto que sería el art. 1513, in fine. En realidad, el art. 1513 in
fine se refiere al autocontrato, abarcando por ende el auto "dar" y el auto "tomar", y
en manera alguna contempla el tomar" de terceros. La razón por la cual nosotros
afirmamos que el art. 1511 solo se refiere al "dar", deriva de la letra misma del tex-
to, pues refiriéndose a los "administradores de bienes ajenos", va de suyo que con-
templa el arrendar esos bienes, y no otros, como tendría que ser si se tratara de "to-
mar" en arrendamiento.
88 §100. Las relaciones sujeto-sujeto y sujeto-objeto
4 Por "poderes especiales" debe entenderse, aquí, a la luz del art. 1880, poderes
en términos expresos (Aubry et Rau, Cours, §412), en términos especiales (comp.
Troplong, Mandat, núms. 276 y sgts.).
5 No creemos que constituya un obstáculo a lo que afirmamos en el texto, la
doctrina del art. 1884, aplicable a hipótesis tales como la de que el poder fuera pa-
ra "dar" en locación, en cuyo caso va de suyo que no podría emplearse para "tomar"
en locación. Pero cuando el poder es para "administrar", el saber hasta dónde llega
la administración debe decidirse con el criterio que inspira a textos como los de los
incisos 9 y 11 del art. 1881.
§100. Las relaciones sujeto-sujeto y sujeto-objeto 89
encargado de vender, ello, sin ser una inexactitud, nos sacaría del tema. En efecto:
en el terreno de la autocontratación no puede tomar en locación el encargado de
dar en locación, porque está prohibido, en tanto que no puede tomar en locación el
encargado de vender, porque no tiene poder para dar en locación a nadie y, por lo
tanto, menos que a nadie, a si mismo {supra, §48, III, texto y nota 13).
92 §100. Las relaciones sujeto-sujeto y sujeto-objeto
4. Subsanación de la inoponibilidad
Por el art. 2683, el arrendamiento hecho por el condómino
deviene eficaz "parcial o integralmente" si, por el resultado de
la división, el todo o parte de la cosa común le tocare en su lote.
5. Hipótesis de gestión
La regla según la cual un condómino no puede arrendar
sin el consentimiento de los otros, cede cuando se dan los re-
quisitos del utiliter coeptumu: art. 2709.
1. El usufructuario
Según el art. 2870: "El usufructuario puede dar en
arriendo el usufructo... pero permanece directamente res-
ponsable al propietario, lo mismo que el fiador, aun de los
menoscabos que tengan los bienes por culpa o negligencia de
la persona que le sustituye. Los contratos que celebre termi-
nan al fin del usufructo".
A. Lo que el usufructuario arrienda no es su derecho de
usufructo, sino la cosa15 sobre la que tiene su derecho real
(supra, §99, II, 1).
Aquí, el "puede dar" significa que el usufructuario está le-
gitimado para contratar, y que del hecho de que haya conce-
dido una locación no puede derivar un agravio invocable por
el nudo propietario.
Resolviendo una dificultad, que Vélez recuerda en la nota
al art. 2870, se dispone que el fiador del usufructuario res-
ponde también por los daños que ocasionare el locatario por
culpa o negligencia. El fiador del usufructuario es fiador an-
te el nudo propietario, pero no es fiador del locatario ante el
usufructuario-locador.
El contrato que celebra el usufructuario termina al fin
del usufructo. Pero esto debe ser rectamente entendido.
Hay que distinguir las relaciones ínter partes (usufruc-
tuario-locador y locatario) de las relaciones frente al nudo
propietario.
B. Las relaciones ínter partes:
a) Solo "terminan" si el usufructuario contrató afirmando
su calidad de tal, pues el locatario quedó advertido de la
existencia de una causal de extinción que dimana del art.
2870. Nada puede reprochársele al usufructuario que ve ex-
tinguida su legitimación.
Pero si la extinción del usufructo se produce por consoli-
dación con la nuda propiedad, en cabeza del usufructuario,
la locación no termina. El usufructuario no ha perdido su le-
gitimación, sino que la ha incrementado16.
Distingamos:
1. Heredero aparente
Por el art. 3429, el heredero "está obligado a respetar los
actos de administración que ha celebrado el poseedor de la
herencia a favor de terceros, sea el poseedor de buena o de
mala fe". Para los actos de disposición, rige el art. 3430, que
bajo ciertos requisitos los declara "igualmente válidos", ten-
ga o no buena fe el heredero aparente.
Cuando la locación sea estimable como un acto de admi-
nistración, se aplicará el art. 3429; si debe valorarse como
acto de disposición, regirá el art. 3430.
2. Poseedor de buena fe
Un sector de nuestra doctrina, entusiasmado con el caso
del heredero aparente y con las enseñanzas de parte de la
doctrina extranjera, afirma que la locación concedida por el
poseedor de buena fe es oponible al dueño de la cosa18.
Estimamos la tesis errónea. Mal punto de partida son los
arts. 3429/30, para los cuales, respecto a la protección del lo-
catario, no interesa la buena o la mala fe del poseedor de la
herencia; si se quiere arrancar de allí, habría que concluir
que es oponible la locación concedida por el poseedor de la
cosa, sin inquirir para nada sobre su buena o mala fe. Pero
la doctrina no pretende tanto, y se limita a hablar del posee-
dor de buena fe...
I. Generalidades
El tema del tiempo en el Derecho es cautivante 1 . Exami-
naremos, aquí, algunos aspectos de él, a propósito del con-
trato de locación.
2. Tipos de cláusulas
En el contenido contractual siempre hay una referencia al
1. El destino contractual
Invirtiendo el orden numérico, comencemos con el art.
1508: "Cuando el arrendamiento tenga un objeto expresado,
se juzgará hecho por el tiempo necesario para llenar el obje-
to del contrato".
A. La norma se comprende. ¿Qué importa que las partes,
cuando el objeto requiere seis meses, o cualquier otro tiem-
po, no hayan hablado de seis meses o de ese otro cualquier
tiempo, si con solo mencionar el objeto queda sobreentendi-
do que se da la posibilidad de alcanzarlo, para lo cual hace
falta el tiempo necesario? Sería irrazonable el suponer que
el locatario contrata para un objeto, por un tiempo en el que
no le será posible alcanzarlo, y sería contrario a la buena fe
(art. 1198) el suponerlo en el locador. Lo que "verosímilmen-
te las partes entendieron o pudieron entender, obrando con
cuidado y previsión" (art. 1198), es lo que el art. 1508 sub
examen, establece.
La doctrina da numerosos ejemplos de aplicación, desde
el clásico de Pothier-: alquiler, a tanto por día, de un coche y
caballos, expresando que es para hacer un viaje a tal lugar.
Ese ejemplo es suficientemente ilustrativo de la hipótesis
de nuestro artículo. Todas las locaciones tienen un destino,
ya expreso, ya implícito (art. 1554), y el destino por el que
claman "coche y caballos" es el de ser empleados para trans-
portarse o transportar a otros, pero las partes pueden cir-
cunscribir ese destino, expresando, como en el ejemplo, que
es para hacer tal viaje. Mientras se queden en el destino ge-
nérico que la cosa puede tener, no será el caso del art. 1508
sub examen, que supone un destino circunscripto, a través
del cual pueda deducirse el tiempo de duración del contrato.
B. La norma del art. 1508 tiene una tal generalidad que
abarca cualquier contrato de locación en el que se haya ex-
presado el objeto, pero se encuentra supeditada a las reglas
sobre plazo máximo y plazos mínimos:
a) En cuanto al plazo máximo, rige el del art. 15053.
2 Pothier, Louage, n" 31. Para otros ejemplos: Rez/ánico, Estudio, II, pág. 1()4.
3 Llambías-Alterini, Código Civil Anotado, sobre el art. 1508.
§101. Del tiempo en la locación 103
2. Arrendamiento de heredades
Para las heredades fructíferas rige el art. 1506. En una
amplia interpretación de su espíritu, abarca no solo las acti-
vidades agrarias, sino también las pecuarias 4 , y cualquier
otro uso o goce que implique la obtención de frutos.
Bien mirado, es una aplicación de la doctrina del art.
1508.
Pero ante la existencia de la ley de arrendamientos rura-
les, su campo de acción queda notablemente circunscripto a
la fructificación que no entra en el concepto de lo "agrope-
cuario", y a la que, entrando en este concepto, sea dentro de
la planta urbana de las ciudades o pueblos (art. 2 L.A., a
contrario). Ni siquiera se aplica a los contratos que por el
art. 39 de la L.A. quedan excluidos de su régimen, porque
para tal exclusión no basta con el silencio de los contratan-
tes, sino que es necesario una declaración expresa en el sen-
tido de determinada duración.
Por el art. 1506, si no estuviere determinado explícitamen-
te el tiempo en el contrato, y se tratare de una heredad cuyos
frutos se recogen cada año, el contrato "se reputará hecho por
el término de un año", en tanto que si fuere de una heredad
cuyos frutos no se recojan sino después de algunos años, el
contrato "se juzga hecho por todo el tiempo que sea necesario
para que el arrendatario pueda percibir los frutos". Aquí, co-
mo en el art. 1508, lo decisivo es el objeto perseguido.
1. Antecedentes
Se ha dicho que el Derecho Romano conoció locaciones
perpetuas 9 pero creemos que esto deriva de una cierta anfi-
bología en el uso de los vocablos, asistiéndoles la razón a
quienes distinguen entre la perpetua conductio, la condue-
ño temporalis, y el perpetuo jure locare. La perpetua con-
ductio no era una locación perpetua, que en la perpetuidad
atara a ambas partes, sino una locación sin tiempo determi-
nado, de la que cualquiera de las partes podía desligarse
cuando lo quisiera; una locación de este tipo existe en nues-
tro sistema, como, desde luego, existe la conductio tempora-
lis que es por tiempo determinado. En cuanto al perpetuo
iure locare, era, sí, perpetuo, pero constituía una institución
que, aunque tuviera ciertas similitudes con nuestra loca-
ción, se circunscribía, por un lado, a la concesión de tierras
del dominio público, y estaba dotada, por el otro, de una ac-
tio in rem, por lo que se sitúa en la órbita de los derechos
reales, como antecedente de la enfiteusis10.
Si nos hemos detenido en este punto es para llamar la
atención sobre el cuidado que hay que tener cuando se afir-
ma, ya para el Derecho Romano, ya para otros derechos an-
tiguos, la existencia de locaciones perpetuas, aludiéndose
4. Clases de pactos
Si en el contrato se pactare directamente que la locación
durará, por ejemplo, doce años, el convenio solo vale por
diez años. Eso es lo que resulta de la regla expresa del art.
1505: "... El que se hiciere por mayor tiempo quedará con-
cluido a los diez años".
La doctrina advierte que iguales consecuencias tendrá la
cláusula que diera a cualquiera de las partes la posibilidad
de prorrogar el contrato más allá de los diez años, como la
que previera un nuevo contrato con el mismo locatario para
después de los primeros diez años, pero que sería válida la
cláusula que otorgara al locatario un derecho de preferencia,
para el caso de que el locador se decidiera, vencidos los diez
1. Los plazos
Según la letra del art. 1507, son de dos años "para las ca-
sas, piezas y departamentos destinados al comercio o indus-
tria" y de año y medio "para los destinados a habitación".
A. Esa duración se encuentra vigente.
No se nos escapa que, para cierta doctrina, el art. 1507 se
encontraría modificado por la ley de locaciones urbanas, de
tal modo que donde el texto dice "... dos años... un año y me-
dio...", debería leerse "... tres años... dos años...". Pero esa
doctrina es errónea; verifica una mezcla inadmisible entre
los plazos mínimos del art. 1507 y los de la ley de locaciones
urbanas {infra, §114,1).
El art. 1507 se aplica inmodificado cuando no es el caso
de los plazos mínimos de la ley de locaciones urbanas.
En los casos en que rigen los plazos mínimos de la ley de
locaciones urbanas, nada tiene que hacer el art. 1507.
B. Cuando decimos que la duración es de dos años para
23 Sobre los peligros del argumento a contrario: Schreiber, Lógica del derecho,
Pág. 71.
24 Llambfas-Alterini, op. vil., sobre el art. 1507.
25 Rezzónico, op. cit., pág. 106.
116 §101. Del tiempo en la locación
V. Plazos de restitución
29 Como se verá más adelante, en el texto, nos oponemos a que los plazos de
Tondo (los del Código Civil) para restituir se cuenten a partir de la sentencia. Ahora
bien: I. Si nos colocamos en una situación ideal de una Justicia celerlsima, con una
ley procesal que así lo disponga, el que se cuenten algunos plazos (como los de los
arts. 1507 y 1509) a partir de la notificación de la demanda, o de la sentencia, pue-
de ser una cuestión sin importancia práctica de entidad en punto al tiempo. A este
ideal pudo haber respondido la letra de la regulación del juicio de desalojo, según el
derogado Código de Procedimiento para la Capital Federal, con una concentración
en una sola audiencia, en la que debía correrse el traslado de la demanda, contes-
tarse, producirse la prueba, sin que cupieran excepciones previas, ni incidentes, ni
termino extraordinario de prueba, en la que se dictara la sentencia, que era inape-
lable. Pero como lo recuerda Alsina (Tratado teórico práctico de Derecho Procesal,
III, cap. XLV) de quien tomamos la descripción del procedimiento, las cosas no fue-
ron así, y la jurisprudencia admitió la apertura a prueba, y la apelación de la sen-
tencia por el locatario, aun fuera del caso excepcional del art. 592. II. Con el nuevo
Código de Procedimiento de la Nación, sería ya ingenuo pensar, ni siquiera como
hipótesis de gabinete, que el trámite fuera celerfsimo, pues el art. 679 dispone que
el procedimiento sea el del juicio sumario.
§101. Del tiempo en la locación 123
30 En el anterior art. 589 procesal, para la Capital: "un plazo que nunca podrá
exceder de diez días". Según el art. 686 del actual Código de Procedimiento de la
Nación: "a los diez días de la notificación de la sentencia".
31 Fernández, Código de Procedimiento, sobre el art. 589, nota 9.
§101. Del tiempo en la locación 125
34 Así: Rczzónico, op. vit., pág. 311. Comp. Llambías-Alterini, op. «'/., sobre el
art. 1610, inc. 2.
35 Llambías-Alterini, op. eil-, sobre el art. 1610.
§101. Del tiempo en la locación 127
tos de la ley, que sean a término fijo. Para los negocios ex-
cluidos de la ley se aplica directamente el Código Civil. E in-
cluso para los contratos de la ley, tiene aplicación el inciso
sub examen, cuando —salvado que sea el plazo mínimo— el
negocio resulta ser, en lo excedente, "sin término fijo".
E. "Si fuese terreno en que no exista establecimiento co-
mercial, industrial o agrícola, después de seis meses conta-
dos del mismo modo" (art. 1610, inc. 5).
El texto tiene aplicación para los terrenos urbanos bal-
díos36.
37 Llambías-Alterini, op. cit., sobre el art. 1610, ne 3-A; Borda, Contratos, n5 852.
§101. Del tiempo en la locación 129
1. Lo esencial
La obligación principal que contrae el locador es la de con-
ceder el uso o goce: art. 1493.
Con otra fraseología, el art. 1514 nos dice que el locador
"está obligado a entregar", porque la concesión se verifica
entregando. Hay en esto un punto de contacto, a nivel de gé-
nero, con la compraventa, que da lugar, también, a una obli-
gación de entregar (art. 1409), pero una diferencia, a nivel
de especie, porque las respectivas entregas en uno y otro
contrato, persiguen finalidades distintas. Salvada la diferen-
cia, conviene recordarlo para tener presentes las reglas ge-
néricas de las obligaciones de dar, y algunas aplicaciones
concretas que se verifican en materia de compraventa.
Porque, con otra fraseología, en fin, esa obligación de con-
ceder (art. 1493) que es una obligación de entregar (art.
1514) es una obligación de dar "con el fin de transferir sola-
mente el uso o la tenencia" (arts. 574 y 600).
Estamos ante una obligación esencial1 sin la cual no hay
locación, pero que puede quedar contextualmente cumplida
cuando se acude a la contratación manual.
1 Marcado (Explication, sobre el art. 1719) señala, con razón, que esta obliga-
ción no es solo de la naturaleza del arrendamiento, como podría hacerlo creer el
texto francés, sino de la esencia misma.
132 §102. Obligaciones del locador
2. Objeto de la dación
Según el art. 1514, la cosa debe ser entregada "con todos
los accesorios que dependan de ella al tiempo del contrato".
Estamos ante una aplicación concreta de la regla general
del art. 575, a tenor del cual la obligación de dar cosas cier-
tas comprende todos los accesorios de ésta "aunque en los
títulos no se mencionen, o aunque momentáneamente hayan
sido separados de ellas"; al ser el art. 575 general, es una
norma común a la compraventa y a la locación, siendo recor-
dada a propósito de cada uno de esos contratos (arts. 1409 y
1514), pero en la locación presenta ciertas notas de particu-
lar interés, porque en su aplicación a ella hay que tener en
cuenta el tipo de uso concedido.
Por lo demás, tanto para la compraventa como para la lo-
cación, la inclusión de los accesorios forma parte del conteni-
do natural del contrato, de tal manera que las partes, en uso
de la autonomía privada, pueden excluirlos.
Y porque forman parte del contenido natural, se com-
prende que se computen —salvo pacto en contrario— los ac-
cesorios "al tiempo del contrato" ya que es de prever que las
partes, al describir la cosa, tienen presente la cosa que es en
ese tiempo, pero nada impediría que tomen otro tiempo
cualquiera.
Los principios que aquí desarrollaremos deben aplicarse,
analógicamente, a la locación de cosas inciertas (infra, aquí,
sub C).
Nuestra doctrina suele complacerse en dar una extensa
ejemplificación de lo que queda incluido en el concepto de
accesorios, incursionando en un tema que corresponde a la
teoría general. Por las características de algunos ejemplos
que se dan, consideramos útil una referencia a los mismos.
A. Accesorios son, por de pronto, las cosas accesorias por
accesión física o moral.
§102. Obligaciones del locador 133
3. Estado físico
Según el art. 1514, la cosa debe ser entregada "en buen
estado de reparación para ser propia al uso para el cual ha
sido contratada, salvo si conviniesen en que se entregue en
el estado en que se halle", presumiéndose dicho convenio,
"cuando se arriendan edificios arruinados, y cuando se entra
en posesión de la cosa sin exigir reparaciones en ella".
Para la descripción de la cosa, en punto a accesorios de
ella, a falta de mención expresa en el contrato, hay que ate-
nerse "al tiempo del contrato" (art. 1514, primer precepto, y
lo dicho, aquí, sub 2); pero en punto al estado físico de la cosa,
no es el tiempo del contrato el que interesa, sino el tiempo
de la entrega, debiéndose en el ínterin hacer las reparacio-
nes que pongan la cosa "en buen estado".
Esta obligación de reparar forma parte del contenido na-
tural del contrato, y puede ser descartada por la autonomía
privada, introduciendo una cláusula accidental en tal senti-
do. Puede ser, incluso, impuesta al locatario, de tal manera
que, recibiéndola en mal estado, deba devolverla al concluir
la locación, en buen estado.
Hay dos casos en los que la cláusula accidental de entre-
ga "en el estado en que se halle" se presume, con presunción
juris tantum: "cuando se arriendan edificios arruinados" y
"cuando se entra en posesión de la cosa sin exigir reparacio-
nes en ella".
Por lo demás, la palabra "posesión" está empleada, aquí, en
sentido lato; técnicamente, lo que está enjuego es la tenencia.
§102. Obligaciones del locador 139
4. Tenencia vacua
Como se aplican las reglas generales de la tradición, el lo-
cador debe entregar la cosa en tenencia vacua8.
8 Doct. art. 2383: "libre de toda otra posesión y sin contradictor que se oponga a
que el adquirente la tome". Sobre este texto: nuestro Derechos reales, §27, II, 3.
140 §102. Obligaciones del locador
9. El aluvión
Por una cláusula natural, no quedan comprendidos en el
arrendamiento "los terrenos acrecidos por aluvión, si el loca-
tario no hiciere un acrecentamiento proporcional del alqui-
ler o renta" (art. 1495).
A. Esta regla nada tiene que hacer con la obligación de
entregar la cosa con "todos los accesorios que dependan de
ella al tiempo del contrato" de que habla el art. 1514. Es
errada la doctrina que la vincula con tal obligación11, porque
del aluvión de que habla el texto es del operado después del
contrato.
Para el operado antes del contrato no hay un problema de
aluvión, sino de descripción de la cosa locada, a los fines de
determinar si se arrendó el todo o parte. Si del análisis del
contrato resultara que lo que se arrendó es el todo, el todo
está sin duda integrado por el añadido ya operado del alu-
vión, y si lo que fue obra del aluvión quedara excluido, sería
inútil que el locatario pretendiera avanzar más, invocando
el art. 1495. Por lo demás, no es de esperar que en un con-
trato se excluyan superficies ya existentes, calificándolas
"de aluvión", y más bien es de pensar que se las precise de
otro modo, pues, siendo el aluvión un quid "insensible" (arts.
2572/3), ¡puede datar de milenios atrás!
B. Interesando el aluvión operado después del contrato,
durante el curso de la locación, nuestro Código toma posi-
ción en un profundo debate.
a) Sería de desear que la doctrina, procediendo con méto-
do, se hubiera planteado cuatro series de preguntas:
14 Contra: Troplong, Louage, n° 190, quien dice de Duranton que éste enseña
que "el propietario no puede impedir al arrendatario extender su goce al aluvión".
15 Troplong, loe. cit.
16 Taulier, Theorie du Code Civil, pág. 235.
146 §102. Obligaciones del locador
20 Comp. art. 283 suizo: "El arrendatario debe explotar la cosa... siguiendo el
uso al que ella h a sido destinada... No tiene el derecho... de aportar al modo de ex-
plotación existente ningún cambio esencial cuyos efectos se extiendan más allá de
la duración del arrendamiento".
150 §102. Obligaciones del locador
21 Comp. Salvat, Fuentes, núms. 860 y 980; Rezzónico, Estudio II, págs. 147 y 206.
§102. Obligaciones del locador 151
1. Causas computables
El art. 1516 enumera cuatro causas de deterioros que re-
sultan computables a los fines de su régimen.
A. Caso fortuito o fuerza mayor.
El locador debe reparar los deterioros derivados de caso
fortuito o fuerza mayor. Se ha dicho que hay aquí una apli-
cación de la regla "res perit et crescit domino"22; de lo más
Hay que admitir que esa ubicación metódica encuentra su apoyo en la letra de la
ley, que para el locador parece reducir la obligación de conservar la cosa al tema de los
deterioros (art. 1516) mientras que para el locatario abarca otros aspectos (art. 1562).
22 Rezzónico, op. cit., pág. 134. Borda, Contratos, n° 678, para el caso del art.
1517, llega de tal modo a aplicar esa regla que enseña que el art. 1517 solo se apli-
ca a la hipótesis en que el locador reúna la calidad de propietario. No participamos
de tal doctrina, pues entendemos que las relaciones locador-locatario son, en este
tema, independientes de la relación de propiedad.
152 §102. Obligaciones del locador
3. Molestias al inquilino
El locador está obligado a hacer la reparación de los dete-
rioros y simultáneamente está autorizado a obrar en tal sen-
tido. Pues está autorizado, el locatario no podría oponerse a
que las haga; lo más que puede hacer es renunciar a su de-
recho, pero no privar de la autorización. Si renuncia a su de-
recho, la mejora será facultativa para el locador.
Puede ocurrir que la realización de los trabajos interrum-
pa en todo o en parte, el uso estipulado, o resulte muy incó-
moda para el locatario. En tal caso, el art. 1519 prevé que el
locatario podrá exigir "la cesación del arrendamiento, o una
baja proporcional al tiempo que duren las reparaciones".
Aquí, por "arrendamiento" debe entenderse el precio o al-
quiler (art. 1493 in fine) con lo que lo que el art. 1519 consa-
gra es la suspensión del alquiler o su rebaja, en ambos casos
durante el tiempo que insuman los trabajos. Corresponderá,
ora la suspensión, ora la rebaja, según las circunstancias.
Es posible que se plantee un delicado problema. El loca-
dor, para hacer las reparaciones, debe actuar sobre la cosa, y
el locatario no puede oponerse, pero tiene derecho a "exigir"
la suspensión o la rebaja del alquiler, según las circunstan-
cias. Si ambas partes se ponen de acuerdo sobre el tema de
la suspensión o de la rebaja, nulla quaestio; pero ¿si no lle-
gan a un acuerdo? El art. 1519 in fine, responde: "Si el loca-
dor no conviniere en la cesación del pago del precio, o en la
baja de él, podrá el locatario devolver la cosa, quedando di-
suelto el contrato".
158 §102. Obligaciones del locador
1. Destrucción total
Si la destrucción es total, "el contrato queda rescindido".
A. Es ésta una hipótesis de conclusión de la locación a la
que el Código llama "rescisión", vocablo que utilizaremos para
no apartarnos de la terminología legal, pero dejando a salvo
que no estamos ante la institución que en su lugar definiéra-
mos y que exige, aun en la hipótesis de rescisión legal, una
declaración de voluntad (supra, §34, III).
"Queda rescindido" dice la ley, denotando que es un efecto
que se produce con automatismo, independiente de nuevas
declaraciones de voluntad, esto es, "de pleno derecho" según
la terminología del art. 1722 francés.
Si la destrucción es de la cosa cierta que todavía no fue
entregada, estamos ante una imposibilidad de dar.
Si la cosa (cierta o incierta, al contratar) entregada (que-
dando, por ende, individualizada la incierta), se destruye,
estamos ante la imposibilidad de hacer gozar: las vicisitudes
de la cosa influyen sobre el faceré. Es un faceré que, a los
efectos aquí contemplados, puede ser conceptualizado como
una continuada dación de la misma cosa que fue inicialmen-
te entregada 29 .
28 Con razón Troplong, Louage, sobre el art. 1722, nQ 203, objeta la afirmación
de Jauvert que la reputa de la esencia de un contrato "conmutativo" como el de lo-
cación, lenguaje que considera "exagerado". Pero Troplong, enseñando correcta-
mente que no es de la esencia, sino de la naturaleza del contrato, incurre en otra
exageración, cuando la da como sugerida por la equidad, pues si fuera sugerida por
ella, ¿cómo admitir que sea desplazada por una cláusula accidental, que debiera,
en consecuencia, ser estimada inequitativa, a priori?
29 En la exposición de nuestros autores, que ubican el tema de la destrucción
por caso fortuito dentro del examen de la obligación de hacer gozar, subyace la idea
de que la destrucción de que se habla es la que acaece después de la entrega (art.
§102. Obligaciones del locador 161
1515). Nosotros entendemos que la amplitud de la fórmula del art. 1521 autoriza
su aplicación a tales eventos acontecidos antes o después de la entrega. El "durante
el contrato" (fórmula distinta a la del art. 1722 francés) así lo permite, pues contra-
to hay desde que se celebra y aunque todavía no se haya efectuado la entrega. Por
otra parte, si para el tiempo anterior a la entrega, abandonamos el art. 1521, ¿qué
norma aplicaremos? Analogía por analogía, más análogas que la de los arts. 578 y
sigts. que se refieren a la obligación de dar cosa cierta "para transferir sobre ella
derechos reales" es la del art. 1521, tanto más cuanto el art. 600 remite a las reglas
sobre el arrendamiento.
30 Marcado, op. cit., sobre el art. 1722.
31 Borda, Contratos, n9 686.
162 §102. Obligaciones del locador
3. Deterioro
El art. 1521 contempla también el caso de deterioro.
Es un tema del que ya nos hemos ocupado (supra, aquí,
III) y sobre el que ahora volvemos.
¿Qué es un deterioro?
Estamos en dificultades para definir. Pero no nos asombre-
mos que ellas surjan, pues del art. 1521 resulta una gradua-
ción de daños, y si para definir el de máxima altura, estamos
ya en dificultades, y continuamos con ellas para las escalas
intermedias, no puede sorprendernos el que sigamos con difi-
cultades cuando llegamos al escalón de los deterioros.
Demos una ojeada a la escala de daños que puede experi-
mentar la cosa locada:
A. Destrucción total.
Ya hemos señalado que no hace falta que la cosa se desva-
nezca en el aire. Basta con que en la concepción socioeconó-
mica deje de merecer el nombre con el que se la conceptuali-
zó en el negocio.
B. Destrucción parcial mayor.
Si para que haya una destrucción total no hace falta que la
cosa se desvanezca en el aire, ¿cuándo una destrucción deja
de ser total para solo ser parcial? El tema tiene interés, por-
que no es lo mismo la rescisión de pleno derecho (para la to-
tal) que la dependiente de la petición del locatario (para la
parcial mayor).
Nuevamente nos encontramos ante la necesidad de acu-
dir a valoraciones socioeconómicas.
§102. Obligaciones del locador 165
1. El supuesto de hecho
Debe haber un caso fortuito que afecte a la cosa sin des-
truirla, y que imposibilite temporariamente el uso o goce
convenidos.
Inspirándonos principalmente en los ejemplos de Marca-
dé 37 , recogidos en parte por la nota de Vélez al art. 1522,
ilustremos estos requisitos del supuesto de hecho.
A. Debe haber un caso fortuito.
Si llega a faltar el agua de un arroyo que suministra fuerza
motriz a un molino, en razón de un acontecimiento extraordi-
nario e imprevisible, hay caso fortuito. Pero no lo hay si es
habitual que la falta de agua se produzca en épocas de se-
quía, pues se trata de algo previsible, con el que las partes
debieron contar en sus estipulaciones.
B. Debe imposibilitar el uso o goce.
Si en tiempos de guerra, las tropas ocupan una casa, for-
zando al locatario a desalojarla, o en tiempos de peste la auto-
ridad sanitaria impide entrar al inquilino, hay caso fortuito
que imposibilita el uso convenido. Pero no lo hay, si en tiem-
pos de guerra o de peste, el locatario se abstiene de ocupar la
2. Las consecuencias
Dado el supuesto de hecho, así descripto, el art. 1522 con-
cede una opción: el locatario "puede pedir la rescisión del
contrato, o la cesación del pago del precio".
Si opta por la cesación del pago del precio, no puede pre-
tender que se le complete luego el período de tiempo del que
no pudo usar o gozar38 pues el contrato, en todo lo demás,
continúa, por lo que el tiempo sigue corriendo.
5. Afectación al provecho
Nuestro art. 1522 no distingue entre la locación de uso y
la de goce.
En ambas hipótesis, el caso fortuito debe afectar a la co-
sa. Se excluye, por lo tanto, la hipótesis en que la afectación
no sea a la cosa sino a los provechos que pueden obtenerse
de la cosa.
Congruente con este principio, el art. 1557 establece: "En
los arrendamientos de predios rústicos no podrá exigir el lo-
catario remisión total o parcial de las rentas, alegando casos
fortuitos ordinarios o extraordinarios que destruyan o dete-
rioren las cosechas".
Durante un tiempo hubo quienes consideraron que este ar-
tículo estaba derogado por la ley 13.24641, en lo que nos pare-
ce que había una exageración, pues dentro de su régimen hay
locaciones con destino rural excluidas de él (infra). Por lo de-
más, el art. 6 de la ley 13.246 se encuentra, hoy, derogado...
1. Pothier
Pothier analizó el tema del cambio de forma desde la pers-
3. Sanción
Por el art. 1524: "Si el locador quisiere hacer en la cosa
arrendada, innovaciones u obras que no sean reparaciones, o
si las hubiese hecho contra la voluntad del locatario, puede
éste oponerse a que las haga o demandar la demolición de
ellas, o restituir la cosa y pedir indemnización de pérdidas e
intereses".
Literalmente, todo lo que no es reparación, le queda
prohibido al locador por esta norma que es lex supletoria.
Pero el texto debe ser leído en consonancia con el art. 1523,
de donde resulta que puede haber cambio de forma en los
accesorios con tal que no cause perjuicio al locatario.
La ley habla de "innovaciones u obras". No son términos
equivalentes, pues las innovaciones son, en su sentido más
Remitimos al §106.
§103. Garantía por evicción
I. Generalidades
A esto, que algunos denominan "garantía por evicción",
llámanlo otros "garantías por turbaciones"1. Cualquiera de
las dos denominaciones es admisible, empleada con reser-
vas; si se olvidan las reservas, ambas son objetables. La de
"garantía por evicción" presenta el inconveniente de aludir a
una excesiva aproximación con el régimen de la evicción en
las enajenaciones; la de "garantía por turbaciones" produce
el efecto contrario de un excesivo alejamiento.
En el curso de esta exposición emplearemos el vocablo
"turbaciones" para designar los ataques que se verifican a la
posición del locatario; contra algunos de ellos, el locador ga-
rantiza. En cuanto al vocablo "evicción" lo reservaremos para
designar el resultado de algunos de los ataques por los que
el locador garantiza: aquellos que implican una efectiva pri-
vación del uso o goce (cuantitativa o cualitativamente) o una
afectación a su carácter de pacífico.
1. Diferencia con el régimen de las enajenaciones
El Código, en los arts. 2089 y sigts., ha establecido reglas
generales sobre la evicción pensando en los contratos de
enajenación.
Ocurre que en ese proceso generalizador no ha ascendido
tanto como para permitir una cómoda y directa aplicación de
todas las reglas que estatuye, a la locación. Pero que la ge-
neralización se haya quedado a mitad de camino, dejando a
la locación al margen, no impide que, espigando en esas nor-
9 Sobre el animus turbandi, véase nuestro Derechos reales, §34, IV, 2. Que no
hace falta el animus turbandi, se deriva sin dificultad de la consideración de que es-
tamos ante el incumplimiento de una obligación contractual de no hacer ("abste-
niéndose de impedir, minorar o crear embarazos al goce del locatario": art. 1515) por
lo que, segün los principios generales, basta con la culpa para que el locador sea res-
ponsable (art. 511). Si no hubiera ni siquiera culpa, no dejaría de ser responsable,
pero ya no por turbaciones, sino por garantía del caso fortuito (doct. art. 1522).
Cuando hay animus turbandi, entonces el locatario tiene, aparte de la garantía
sub examen, las acciones protectoras de la tenencia.
10 Pothier, 1<K. cit.
11 Baudry-Lacantinerie et Wahl, Louage, n° 828.
12 Baudry-Lacantinerie ot Wahl, loe. cit. Sin embargo, véase en la misma obra,
nüms. 288 y 515.
§103. Garantía por evicción 183
20 Utilizamos aquf la palabra "derecho" con gran amplitud. Véase nuestro De-
rechas reales, §3,1.
21 Visco, loe: cil.
188 §103. Garantía por evicción
haber turbación de hecho, aclaramos que no la hay "en el sentido de la garantía de-
que goza el locatario" para dejar a salvo una diferencia de terminología con la em-
pleada en materia de señorío láctico, donde la oposición entre turbación de hecho
y turbación de derecho cobra otro matiz que nosotros hemos presentado como opo-
sición entre atentado de hecho y atentado de derecho (véase nuestro Derechos rea-
lea, §34, VI). III En cuanto a lo de que la afirmación debe ser tomada con re-
servas, deriva de que debemos distinguir según cuál sea el objeto del despojo. Por-
que si se arrendó un inmueble puede no haber animus lurhandi respecto al in-
mueble y haberlo respecto a cosas del locatario, en el inmueble. El ladrón que se
introduce en la casa para robar un reloj que está en ella, no tiene animus lurhandi
respecto al inmueble, pero sí respecto al reloj. Como en el ejemplo, lo locado fue el
inmueble, hay una simple turbación de hecho (art. 1528) por la que no responde el
locador, y el locatario tiene acción de despojo por el reloj.
27 Baudry-Lacantinerie et Wahl, Louage, n9 532, nota 7.
28 Marcadé, Explica tion. sobre el art. 1722, II, y sobre los arts. 1725/7,1.
29 Comp.: Baudry-Lacantinerie et Wahl, Louage, núms. 526 y sigts.
192 §103. Garantía por evicción
1. Por demanda,
Según el art. 1527 "El locador está obligado a defender, y
en su caso a indemnizar al locatario cuando éste sea de-
mandado por terceros que reclamen, sobre la cosa arrenda-
da, derechos de propiedad o de servidumbre o de uso o goce
de la cosa".
A. Para Pothier, esta hipótesis no era posible, y encontra-
ba allí una clara diferencia entre la garantía en la venta y la
garantía en la locación. Para Pothier, en la venta puede ha-
blarse de un adquirente demandado que se defiende y de un
enajenante obligado a salir a su defensa, por lo que la acción
de garantía ex empto nace desde que el comprador es de-
mandado; pero en la locación —a estar a Pothier— el locata-
rio no tiene calidad para ser demandado, no le corresponde a
él la defensa, por lo que la acción de garantía ex conducto no
queda abierta con la demanda y no le corresponde al locata-
rio citar al locador para que lo defienda, ya que todo lo que
debe hacer es indicar al demandante, el nombre del locador
para que la acción se dirija contra éste 31 .
Contra Pothier, nuestro art. 1527 considera posible la hi-
pótesis, puesto que la regula expresamente.
a) Como bien se ha señalado, será raro que entre nosotros
se presente la hipótesis de una demanda pretendiendo un
derecho sobre la cosa, que se dirija contra el locatario, ya
que no produciría cosa juzgada respecto al locador32.
Todavía cabría agregar que más raro será que dirigida
así la demanda, se dé el caso de que el locador tenga que
defender al locatario cuando a éste le bastará con seguir la
vía de Pothier, para desviar la acción hacia el locador, dan-
do su nombre y residencia, como lo prevé el art. 2782.
b) Pero la hipótesis puede darse, y convenir al locatario
intervenir en la causa. ¡Son tantas las alternativas que ofre-
ce la vida y hay tantas variantes en las normas procesales!
Por la doctrina del art. 2782 el locatario no está obligado
a responder la acción, pero no se le prohibe hacerlo. Tan solo
33 Siempre que hablamos del "comprador" debe sobreentenderse, una vez cum-
plido el modo: supra, §40, IV, 1.
34 Las circunstancias pueden ser variadas, ante los distintos tipos de acciones
imaginables. Por ejemplo, el locatario podrá intentar, por sí, la acción del art. 2490.
Pero no tiene la acción posesoria del art. 2487, ni la reivindicatoría, salvo casos ex-
cepcionales (como para la reivindicatoría, la del propietario que subloca su propia
cosa: supra, §97, V).
§103. Garantía por evicción 197
V. Consecuencias
I. Generalidades
II. Requisitos
1. De hecho
Aquí, como en las enajenaciones, solo son vicios redhibito-
rios los defectos de hecho, defectos de la cosa, no los defectos
del derecho que el locador tenga sobre la cosa.
Por eso, las servidumbres prediales que gravan la cosa,
aunque hayan sido calificadas de vitia fundi, no son vicios
redhibitorios, ni para las enajenaciones (supra, §41, II, 1) ni
para la locación.
Que la cosa sufra una servidumbre, no es vicio. Tampoco
es vicio, recordémoslo, que la cosa carezca de una servidum-
bre activa, que, de existir, quedaría comprendida en la loca-
ción a tenor del art. 1495.
Los defectos de derecho no interesan para la garantía por
vicios. Su examen nos lleva a otro tema: el de la evicción.
Pero al ir a este otro tema, el paralelismo entre las enajena-
ciones y la locación ya no se mantiene.
En efecto:
A. Tanto para las enajenaciones como para las locaciones
podemos decir que solo son vicios redhibitorios los defectos
de hecho.
B. Pero para los defectos de derecho:
a) En las enajenaciones dan lugar al funcionamiento de
la garantía de evicción. El adquirente que debe sufrir una
servidumbre no. declarada, está evicto. El adquirente que se
ve privado de una servidumbre activa afirmada, está evicto.
b) En la locación lo que interesa es la privación efectiva
del uso o goce, por quien afirma (aunque no lo tenga) un de-
recho contrario al del que el locador sostuvo como suyo, y en
razón del cual concedió el uso o goce: art. 1527.
Para dar un ejemplo, supongamos que Primus concede en
locación a Secuhdus, un inmueble afirmando que goza de una
servidumbre activa de paso sobre el inmueble vecino propie-
dad de Tertius, y he aquí que Tertius impide el paso a Secun-
dus. Mientras que para las enajenaciones lo que interesa es si
204 §104. Vicios redhibitorios
2. Grave
El defecto debe ser grave. Lo exige el art. 1525: "vicios o
defectos graves de la cosa arrendada que impidieran el uso o
goce de ella".
Se ha dicho que exigir que el vicio sea grave parece inútil
puesto que siempre lo será el que impida el uso o goce2. No-
sotros pensamos que el adjetivo "grave" es útil y desempeña
su función.
A. Situándonos en un plano teórico respecto a las caracte-
rísticas que debe tener el impedimento ocasionado por un
defecto, para que éste sea conceptuado como vicio redhibito-
rio, advertimos que pueden plantearse dos preguntas:
a) La primera es de extensión: ¿debe tratarse de un impe-
dimento total, en el sentido de abarcar la cosa entera, o bas-
ta con uno parcial, que solo afecte al uso o goce de una parte
de la cosa?
b) La segunda es de intensidad: ¿debe ser un impedimen-
to absoluto (que torne imposible el uso o goce), o puede ser
uno relativo (que torne el uso o goce muy incómodo) o basta-
rá con un impedimento mínimo (para el que se computa
cualquier incomodidad)?
B. Combinando esos interrogantes, se abren seis concep-
ciones posibles del vicio redhibitorio, a las que, por darles un
nombre (teniendo en cuenta la extensión y la intensidad del
impedimento que computan) denominaremos: total-absolu-
ta, total-relativa, total-mínima, parcial-absoluta, parcial-re-
lativa y parcial-mínima
De hecho, en la historia del Derecho francés, donde debe
encontrarse el antecedente de nuestro art. 1525, se han dado
cuatro de ellas. Basta con exhibir esas cuatro, para compren-
der que las dos que faltan subsisten como posibilidades.
3. Oculto
El defecto debe ser oculto. El locador no responde por los
defectos aparentes al tiempo del contrato (art. 1604, inc. 5).
De los defectos existentes al tiempo del contrato puede
predicarse fácilmente si son ocultos o aparentes.
De los que advienen después, puesto que por hipótesis no
existen al tiempo del contrato, pareciera que lo más que pue-
6 Para el art. 1678 italiano, el vicio es un defecto que disminuye "en modo apre-
ciable la idoneidad del uso pactado". Según el art. 537 alemán, debe tratarse de un
defecto que "impida o aminore su aptitud para el uso pactado".
§104. Vicios redhibitorios 207
4. Ignorado
No basta con que el defecto sea oculto. Debe, además, ser
ignorado por el locatario. No se computan como redhibitorios
los vicios "cuando el locatario sabía de ellos, o tenía razón de
saber" (art. 1604, inc. 5).
Incluso para los vicios sobrevinientes puede darse el caso de
que al tiempo del contrato el defecto sea oculto (que será lo es-
tadísticamente normal) y que, pese a ser oculto, sea conocido;
de allí el interés en erigir, como requisito distinto el que sea ig-
norado. Por ejemplo, el tornarse oscura la casa arrendada por
el levantamiento de una edificación vecina, es vicio sobrevi-
niente, que normalmente será oculto, pero que puede ser apa-
rente (aquí, supra, sub 3) si ya se iniciaron las construccio-
nes...; ahora bien, y quedándonos en el caso de que sea oculto,
podemos imaginar que sea además ignorado, pero también po-
demos imaginarlo como conocido, si el locatario tuviera la in-
formación de que el vecino ha resuelto edificar. Para decirlo
con otras palabras: si el vecino ya inició la construcción, el vi-
cio es aparente, pero si todavía no la inició pero el locatario sa-
be que la iniciará, el defecto, siendo oculto, es conocido.
El requisito de "ignorado" se mide en el locatario. El loca-
dor responde por los vicios "aunque los hubiese conocido"
(art. 1525) y con mayor razón si los ha conocido. Problema
distinto es el de determinar si el conocimiento por el locador
agrava o no.su responsabilidad (infra, aquí, IV, 2).
208 §104. Vicios redhibitorios
III. Casuismo
1. Oscuridad sobreviniente
El ejemplo es clásico: un artesano que tiene necesidad de
un local bien iluminado por la luz del día, lo arrienda de esa
15 Borda, op. di., ne 705, pero remitiendo en definitiva, no al art. 1521 sino al
art. 1519.
§104. Vicios redhibitorios 213
19 Decimos "en la gran mayoría de lo.s casos" porque la humedad puede haber
sido ocasionada v.g. por una inundación que ha dejado sus secuelas- Por lo demás.
en la cadena causal, la humedad que es efecto, puede, a su turno, convertirse en
causa, vg. de manchas en las paredes, de caída del empapelado.
20 Tampoco puede pedirse la subsanación del vicio en el Derecho italiano, resul-
tando de allí una diferencia con los deterioros: Vasco (Le case in locazione, n" 185),
Belmonte y otros (// nuovo Códice Civüe, sobre el art. 1581 >, Perlingieri (Códice Ci-
vile annotato, sobre el art, 1581).
Sin embargo, en el Derecho alemán se habla de una pretensión de remoción;
Hedemannn (Derecho de Obligaciones, §35, V, a), Enneccerus-Lehmann (Derecho
de Obligaciones, §127, §350, texto a notas 10 y 18 y nota 19. Comp.: art. 538 B.G.B.
sobre eliminación de vicios.
La doctrina francesa no es clara, pues no enfoca directamente el problema.
Parece (implícitamente) que no concede una pretensión por subsanación, pues solo
habla de las acciones edilicias, lo que ya se advertía en Pothier (Louage, núms.
116 y 120) y continua presentándose así por los comentaristas del Código Napoleón
(como Marcadé, op. cit., sobre el art. 1720). Pero Huc (Commentaire, n s 292) se li-
mita a distinguir entre reparaciones y reconstrucciones, y en Baudry-Lacantine-
rie et Wahl (comp. Louage, núms. 441 y 450) el tema cae en lo impreciso.
§104. Vicios redhibitorios 215
21 Así: I. Entre nosotros: Borda (Contratos, nv 719, texto y notas 1215, 1216,
1217), Salvat (Fuentes, n'! 886), Rezzónico (Estudio, II, pág. 164), Llambías-Alterini
(Código Civil, sobre el art. 1525). II. En Francia: Baudry-Lacantinerie et Wahl
(Louage, n" 431), Colin et Capitant (Curso Elemental, IV, pág. 261). III. En Italia,
Visco, Le case in locaziones, ns 183. IV. En Alemania, Enneccerus-Lehmann, Dere-
cho de Obligaciones, §127 (§350), nota 12.
22 Comp. Visco, loe. cit.
216 §104. Vicios redhibitorios
28 Borda, Contratos,rí>721.
29 La locación "concluye", pero de allí no debe inferirse que el efecto sea auto-
mático, como lo es el de la reducción y el de la liberación en el sistema alemán
(comp.: Enneccerus-Lehmann, Derecho de Obligaciones, §127, III, 1). Entre noso-
tros, para la reducción hay una acción quanti minoris y para la rescisión una ac-
ción redhibitoria; esto surge del art. 1525: **puede pedir". Comp.: art, 2172.
§104. Vicios redhibitorios 219
2. La acción indemnizatoria
Sobre la posibilidad de intentar una acción indemnizato-
ria de daños y perjuicios, se han planteado diversas teorías.
El art. 1525 guarda silencio, atribuyéndose a ese silencio el
haber originado "un verdadero desconcierto en nuestra ju-
risprudencia y doctrina"30.
V. Comparación de instituciones
Para concluir:
1. La autonomía privada
Las reglas del Código sobre vicios redhibitorios tienen el
carácter de una lex supletoria. Las partes pueden aumentar,
disminuir, o suprimir la garantía.
Pero la autonomía privada tiene sus límites86.
La exoneración de garantía es inadmisible cuando se tra-
ta de un vicio que ocasiona un impedimento absoluto. El lo-
cador se ha obligado a conceder el uso o goce de la cosa, y si
ese uso o goce resultan imposibles, nada ha concedido.
Incluso para los vicios que ocasionan un impedimento re-
lativo, la exoneración de garantía no es admisible, cuando
media dolo del locador. Cabe generalizar la doctrina del art.
2166, pues el dolo nunca es dispensable.
Si el vicio es de tal entidad que pone en peligro valores
superiores, como la salud, un pacto de exoneración de ga-
rantía es invalidable como contrario a las buenas costum-
bres (art. 953), y ello, aunque el locatario haya conocido
el vicio, pues se trata de valores irrenunciables. Pensa-
mos, sí, que si el locatario conoció el vicio, solo tendrá la
acción redhibitoria, pues sería contradictorio con el art.
953 pretender continuar en la locación, aprovechando de
la estimatoria.
I. De pagar el precio
Es la principal que asume el locatario, sin la cual no hay
locación (art. 1493).
Sobre lo que es "precio" remitimos a lo dicho en §99, III y
entramos aquí a otras consideraciones.
1. El art. 1556
Dispone en su primera parte que el locatario "está obliga-
do también a pagar el precio al locador o a quien pertenezca
la cosa en los plazos convenidos, y a falta de convención, se-
gún los usos del lugar".
A. El alquiler debe ser pagado al locador. El texto sub
examen agrega "o a quien pertenezca la cosa", lo que parece
arrancar de una mala traducción del Esboco de Freitas, cuya
expresión "ou a quem pertencer" significaba "o a quien co-
rrespondiere"1.
De haberse seguido la fraseología de Freitas, la aplicación
del texto no ofrecería ningún problema. Son imaginables hipó-
tesis de disociación en las que uno sea el locador y otro el
acreedor al precio; de esta índole es el caso en que el locador
siga siendo locador pero haya cedido el crédito por el alquiler.
Pero una hipótesis de disociación, en la que uno sea el lo-
cador y otro el propietario, y en la que el alquiler deba pa-
garse al propietario, en cuanto tal (que es lo que supone el
texto literal) es realmente difícil de imaginar. Si loca el usu-
fructuario, el alquiler no debe pagarse al nudo propietario
sino al primero, y no porque es usufructuario, sino porque es
locador; si se loca una cosa ajena el alquiler se paga al loca-
dor y no al dueño de la cosa.
Hay que forzar la letra para encontrar casos en que reciba
1 Comp.: edición Río de Janeiro, 1865 y edición Buenos Aires 1909, art. 2367.
230 §105. Obligaciones del locatario
2 Sin embargo, Spota, Contratos, IV, n" 1044, c, al hablar del "ex locador-vende
dor' parece suponer lo contrario.
3 Así, art. 7, ley 23.091.
4 Rezzónico, Estudio, pág. 221.
§105. Obligaciones del locatario 231
2. Pagos adelantados
El Código trae la normativa de los arts. 1574/6 y 1594/5.
Lamentablemente, no sigue una directiva constante, y, en-
trando en detallismos, introduce casos que nada tienen que
ver con lo que debiera ser la teoría de los pagos adelantados.
16 Lafaille, recordado por Rezzónico, op. til., pág. 234, en nota 132.
17 Rezzónico, loe. cit.
§105. Obligaciones del locatario 243
5. Fianzas y cauciones
Según el art. 1582 "Las fianzas o cauciones de la locación
o sublocación, obligan a los que las prestaron, no solo al pago
de los alquileres o rentas, sino a todas las demás obligacio-
nes del contrato, si no se hubiese expresamente limitado al
pago de los alquileres o rentas".
Fianza es la garantía de ese nombre; por "cauciones" en-
tendemos otro tipo de garantías, como los llamados "depósi-
tos en garantía" verificados por terceros (que en realidad
son prendas) y las hipotecas constituidas por terceros.
Cada una de esas garantías deberá ajustarse, desde lue-
go, a las reglas que les son propias.
Aquí, la ley se limita a dar un principio común de inter-
pretación: si se garantizó el contrato, se garantizaron todas
las obligaciones emergentes del contrato, salvo que las par-
tes hayan limitado la garantía. El art. 1582 supone, así, que
se haya limitado la garantía "al pago de los alquileres o ren-
tas", pero esto, desde luego, no pasa dé ser un ejemplo, pues
puede haber otro tipo de limitaciones, e, incluso, referidas a
alquileres o rentas, la limitación puede consistir en que solo
se garanticen, v.g. algunos alquileres o rentas.
1. Razón de la rúbrica
Comencemos por dar razón de la rúbrica de este apartado.
A. Un sector de nuestra doctrina, intentando dar una vi-
sión de conjunto, habla de la "obligación de usar y gozar de
la cosa conforme a derecho", fórmula que reemplazan otros
por la de la "obligación de usar y gozar la cosa conforme a su
destino"19.
24 Rezzónico, Estudio, II, pág. 192, nota 5, aunque aclarando que el del cerraje-
ro lo considera un tanto "fantástico".
250 §105. Obligaciones de] locatario
1. Deterioros (y pérdida)
Según el art. 1562, inc. 1, el locatario no conservará la cosa
en buen estado "Deteriorándose ella por su culpa o la de las
personas designadas en el artículo anterior", esto es: los
2. Abandono
El locatario incumple su obligación de conservar la cosa
en buen estado "abandonándola sin dejar persona que la
conserve en buen estado, aunque lo haga por motivos de una
necesidad personal, mas no si lo hiciese por motivos deriva-
dos de la misma cosa o del lugar en que ella se encuentra"
(art. 1562, inc. 1).
La disposición rige tanto para la locación de inmuebles
como para la de muebles, aunque en su aplicación concreta
puede experimentar variables según se trate de la una o de
la otra, en cuanto a lo que se estime por "abandono".
A. Para que haya incumplimiento se requiere:
a) Una conducta que objetivamente implique dejar la cosa
sin la vigilancia y el cuidado debidos, teniendo en cuenta lo
exigible por la conciencia media, atendiendo al tipo de cosas
y a las circunstancias.
Desde luego que el abandono abdicativo de la tenencia31
es abandono en el sentido del texto sub examen. Pero éste
3. Obras
El locatario incumple su obligación de conservar la cosa
en buen estado haciendo "obras nocivas a la cosa arrendada
o que muden su destino, o haciendo, sin autorización, mejo-
ras que alteren su forma, o que fuesen prohibidas por el con-
trato" (art. 1562, inc. 2).
A todas esas obras, el locador puede impedirlas, y si ya
estuviesen acabadas "podrá demandar su demolición, o exi-
gir al fin de la locación, que el locatario restituya la cosa en
el estado en que la recibió" (art. 1566). Si se tratara de obras
nocivas o que muden el destino, el art. 1566 dispone que po-
drá, además, "demandar la resolución del contrato".
4. Ausencia de mejoras
Según la letra del Código, incumple la obligación de con-
servar la cosa en buen estado, el locatario que dejare de "ha-
cer las mejoras a que se obligó" (art. 1562, inc. 3).
En realidad, aquí, propiamente hablando, no se trata de
"conservar" sino de mejorar, ya poniendo la cosa en buen esta-
do, ya poniéndola en un estado más óptimo, o directamente
en un estado distinto, cuando la mejora a la que se hubiere
obligado el locatario fuera precisamente un cambio de forma.
En cuanto a la sanción de este incumplimiento, el Código
distingue (art. 1567):
a) Si el locatario dejó de hacer las mejoras prometidas "sin
haber por ello recibido cantidad alguna del locador u otra
§105. Obligaciones del locatario 259
V. Obligación de restituir
I. Generalidades
1. Los problemas
Son los del "porqué", del "cuál" del "cuándo", del "cuánto"
y del "cómo".
a) ¿Por qué se aplica una determinada regla del Código?
Las reglas del Código, en esta materia, en su casi totali-
dad, tienen el carácter de lex supletoria, y se aplican, por
ende, porque van implícitas en el contrato como una cláusu-
la natural, salvo que las partes las deroguen por una cláu-
sula accidental.
Pero hay también reglas imperativas.
Sobre esto: infra, aquí, V, 12.
b) ¿Cuáles son los gastos, obras, etc. que puede realizar el
locatario?
Ello nos llevará a examinar las tres grandes posiciones
en que puede encontrarse: de prohibición, de permisión, y de
deuda.
Para las obras, mejoras, reparaciones e innovaciones, ha-
blaremos de ello en los apartados II, III, IV.
En aras de la claridad de la exposición, dejaremos los
"gastos" para el apartado VII.
c) ¿Cuándo el locador debe reembolsar los gastos, indem-
nizar las obras, mejoras, etc. al locatario? O dicho de otro
modo: ¿cuándo el locatario puede recobrar su inversión?
Este es un problema distinto del anterior. Y así, v.g. no es
lo mismo decir que al locatario le está permitido realizar tal
obra, que afirmar que el locador deba pagarla, pues puede
darse lo primero, sin lo segundo.
§106. Gastos, obras, mejoras e innovaciones del locatario 267
2. El vocabulario
Demos razón de los cinco vocablos que empleamos en la
rúbrica de este párrafo.
A. Gastos y obras.
La palabra "gastos" puede ser entendida en sentido am-
plio, o en sentido restringido. En sentido amplio se alude con
ella al empleo de bienes (dinero, materiales) y de trabajo, a
la inversión que, para el caso, verifica el locatario. En senti-
do restringido, se aplica solo a cierto tipo de empleo que defi-
niremos en breve.
Por "obra" entenderemos aquí, cualquier modificación
material de la cosa.
a) Si tomamos la palabra "gasto" en sentido amplio, po-
demos hablar de gastos para obras (v.g. para mejoras) y de
gastos que no se verifican para obras, como los pagos de
primas de seguros y de impuestos (art. 1540, segundo
apartado y art. 1553).
Pero aquí, el Código, aunque habla de "gastar" y de "gas-
tado" con referencia a las obras, a las modificaciones mate-
riales (así, arts. 1542 y 1548), a tales gastos prefiere llamar-
los "costos" (así, arts. 1548 y 1549), reservando la palabra
"gastos" para el caso específico de las inversiones que no se
aplican a modificaciones materiales.
Esa especificación de la palabra "gastos" la advertimos en
reiterados textos donde se habla de mejoras y gastos, mejo-
ras o gastos, reparaciones o gastos (arts. 1539/40, 1544,
268 §106. Gastos, obras, mejoras e innovaciones del locatario
3. Régimen
Es el siguiente:
A. Si se trata de cambio de forma (hipótesis sub 1 A) o de
obras prohibidas por una cláusula accidental (hipótesis sub
2) se aplica el art. 1565: "el locador podrá impedirlas; y si ya
estuvieren acabadas, podrá demandar su demolición, o exi-
gir al fin de la locación, que el locatario restituya la cosa en
el estado en que la recibió".
Si se trata de obras nocivas o de mudanza de destino, el
locador, además de las posibilidades del art. 1565, tiene la
de demandar la resolución: art. 1566.
Sobre las obras tardías no hay una regla expresa. Por hi-
pótesis, no es el caso de demandar la resolución, pues una
obra tardía da por supuesto que ya es exigible la obligación
de restituir. Corresponderá aplicar la doctrina del art. 1565,
adecuada a las circunstancias.
B. En principio, el locatario nada puede reclamar por las
obras prohibidas (infra, aquí, V, 1)
A. Autorización especial.
La autorización que el Código llama "especial " (así: art.
§106. Gastos, obras, mejoras e innovaciones del locatario 275
C. Autorización anómala.
Ubicamos en esta categoría los supuestos de los arts.
1535 y 1536. Presentan, entre ellos, sus diferencias de régi-
men (infra, aquí, V, 9) pero, desde el punto de vista de la
permisión de hacer obras, tienen un punto en común. Por el
art. 1535, si la locación fuese de terrenos en las ciudades o
pueblos de campaña "entiéndese que ha sido hecha con auto-
rización al locatario de poder edificar en ellos"; por el art.
1536 si la locación ha sido de terrenos incultos "entiéndese
también que ha sido hecha con autorización al locatario de
poder hacer en ellos cualquier trabajo de cultivo, o cuales-
quiera mejoras rústicas".
Lo común de ambos casos es que, para los dos entiéndese
dada una autorización. También de común tienen el que tra-
tándolas como mejoras, son en realidad innovaciones6.
Lo de anómalo, en ambos casos, reside en esto otro: como
la permisión resulta de la lex supletoria, estas obras se pare-
cen a las facultativas, pero la ley no las ha sujetado al régi-
men de las facultativas, sino al de las autorizadas.
3. Régimen
Comparándolo con el de las obras prohibidas:
A. En las obras facultativas y en las autorizadas, pues el
locatario obra en situación de permisión, se descarta la apli-
cación de los arts. 1565 y 1566.
VI. El quantum
Distingamos:
1. Los casos de los números 1-, 2"y 3-, del art. 1539
Sobre ellos, el art. 1548 trae dos .directivas.
A. La primera directiva es ésta: la indemnización se fija
por el costo de la mejora, exista o no.
a) Según los principios generales, el cargo de la prueba del
hecho constitutivo pesa sobre el locatario. Deberá, por ende,
probar que el caso entra dentro de uno de los tres primeros
incisos del art. 1539, y, desde luego, que realizó la mejora.
Deberá probar el costo de la mejora, pero sobre ella no se
le exige una prueba absolutamente concluyente, pues si ella
no fuere posible decidirá el "arbitramiento judicial", lo que
debe entenderse en el sentido de que se tendrá por "costo" el
presunto, establecido por todos los medios de prueba, y espe-
cialmente por la pericial.
b) Las mejoras se pagan "existan o no", es decir, subsistan
o no al tiempo del pago.
Sobre lo de que "existan o no", hay que dejar su sitio a la
autonomía privada.
En el caso de los números l e y 2a, la obligación de pagar
§106. Gastos, obras, mejoras e innovaciones del locatario 295
I. Generalidades
Hablaremos aquí de distintos fenómenos caracterizados
por el rasgo común de la aparición de una nueva persona,
irrumpiendo, de modos diversos, en las relaciones a que da
lugar la locación.
Algunos de entre ellos, serán examinados con deteni-
miento; otros, solo merecerán una referencia incidental a los
fines de recordar su existencia, y marcar su distinción res-
pecto a aquellos que normalmente despiertan la atención de
los tratadistas.
La variedad de fenómenos es grande, y conviene sepa-
rarlos según clasificaciones que responden a distintos
criterios.
1. A título universal
Como regla general, el art. 1496 dispone: "Los derechos y
obligaciones que nacen del contrato de locación, pasan a los
herederos del locador y del locatario".
Los contratantes pueden apartarse de la regla, que es
una lex supletoria. Pueden convenir la intransmisibilidad de
la posición contractual del locador, o de la del locatario, o de
las posiciones contractuales de ambos.
A. La transmisibilidad de la posición contractual del loca-
dor no despierta inquietudes en nuestra doctrina. Como
principio general, no molesta la regla a cuyo tenor la loca-
302 §107. Los nuevos sujetos
2. A título singular
Mortis causa, la transmisión a título singular se opera
por legado.
A. La posición contractual del locatario puede ser objeto
de legado, ya que la regla es que todo lo cesible es legable
(art. 3751).
En cuanto al legado de la cosa, dispuesto por el locador:
infra, aquí, V, 4, B.
B. El legado es una disposición testamentaria. Pero no
debe descartarse la posibilidad de legados ex-lege, y en esta
clase entra uno de los casos de "continuadores en la loca-
ción" urbana (art. 9 L.U.: infra, §115, V).
por documento auténtico o cuya fecha sea cierta, salvo que ese
derecho haya sido reservado en el contrato de locación".
Sus comentaristas extraen de allí la regla "emptio non to-
llit locatio".
Examinado el texto en su literalidad, se advierte que la
pretendida regla "emptio non tollit locatio" resulta tan men-
daz como la inversa atribuida al Derecho Romano; en la lite-
ralidad del texto, la locación se "rompe" cuando no ha sido
contratada por documento auténtico o no tiene fecha cierta,
o cuando en el contrato de locación se aclaró que se produci-
ría esa consecuencia y pues el texto habla de "expulsar" se
rompe cuando al tiempo de la venta el arrendatario no está
en la tenencia de la cosa.
Pero hay que reconocer que la doctrina suele avanzar
más allá de la literalidad... 24
3. El requisito de la tenencia
Por su importancia para la dilucidación de los puntos que
siguen, trataremos, en primer lugar, de este requisito, que,
examinado en Francia, ha sido dejado generalmente en la
sombra por nuestra doctrina.
Entendemos que para que el locatario pueda resistir ante
el adquirente del fundo, es preciso que se encuentre ya en la
tenencia del inmueble.
A. En Francia, la cuestión ha sido arduamente discutida:
a) La doctrina minoritaria entiende que es necesario que
el locatario se encuentre en la tenencia de la cosa.
Llega a esa conclusión basándose en la letra del art. 1743
del Código Napoleón que prescribe que el adquirente "no
puede expulsar al inquilino", pues la referencia al "expulsar"
solo cobra sentido suponiendo que el locatario se encuentra
ya en la tenencia de la cosa. Resulta de ello que si el locador
no hizo todavía entrega de la cosa al locatario, y la vende a
un tercero, éste no está obligado a respetar la locación, pues
el comprador se limitará a no dejar entrar al inquilino, cosa
bien distinta de "expulsarlo". Se observa que si el locatario
tuviera derecho a entrar, el expulsado sería el comprador26.
b) La doctrina mayoritaria, en cambio, generaliza la re-
25 Comp. Alsina Atienza en "¿Son propter rem las obligaciones emergentes del
arrendamiento?", en J. A. 1960-IV.
Véase lo que decimos en nuestro Derechos reales, §7, nota 2.
26 Duranton, Cours, XVII, n" 139, pags. 132 y sigts.; Delvincourt, Cours, III,
pág. 199. Comp. Colín y Capitant, Curso elemental, IV, pág. 243 (quienes recuerdan
lo prescripto por el art. 571 alemán) y Planiol-Ripert-Boulanger, Traite
Elementaire, n9 2675.
312 §107. Los nuevos sujetos
5. La cosa arrendada
La letra del art. 1498 se refiere a una "finca arrendada".
¿Qué decir respecto a las cosas muebles?
El tema ya ha sido objeto de debate en el Derecho compa-
§107. Los nuevos sujetos 317
41 La tasa del art. 1193 es de $ 10.000 del signo existente a la época de la ley
17.711; si dividimos la cifra por 100 (ley 18.188) luego por 10.000 (ley 22.707) luego
por 1000 (decreto 1096/85) y finalmente por 10.000, para llegar al signo actual (pre-
visto por art. 12 de la Ley de Convertibilidad) tenemos esta cifra: $0,000000001.
42 Aubry et Rau, Cours, §369, nota 35
43 Borda, Contratos, n° 658.
322 §107. Los nuevos sujetos
I. La diferencia conceptual
2. La doctrina moderna
En Troplong2 todavía alienta algo de la doctrina antigua.
Pero Marcado se lanzó directamente contra ella3 y él es uno
de los expositores de la doctrina moderna.
3. La tesis de Planiol
Para Planiol, todo "lo que se ha escrito desde hace cin-
cuenta años sobre esta distinción casi impalpable de la su-
blocación y de la cesión de la locación es erróneo y quiméri-
co"4. Para él, la doctrina moderna ha creado complicaciones
inútiles; para él, los autores antiguos sustentaron la tesis
correcta que es la única que responde a las necesidades de
la práctica.
Sus observaciones se dirigen a afirmar que el Código Na-
poleón mantuvo la doctrina antigua y a intentar demostrar
que ésta es superior a la moderna, desde el punto de vista
de las necesidades prácticas.
Como no es nuestro objeto el determinar lo que realmente
el Código Civil francés dispone, ya que nuestro examen ver-
1. Naturaleza jurídica
Por el art. 1584: "La cesión consistirá únicamente en la
trasmisión de los derechos y obligaciones del locatario, y a
ella son aplicables las leyes sobre la cesión de derechos".
El Código trata aquí de la cesión del contrato que efectúa
el locatario7.
a) La locación es un contrato bilateral, que da lugar a obli-
5 Comp. Planiol, op. cit., quien, en el n" 1749, al defender la tesis antigua, de la
0|xrac-ion parcial nos dice que es el caso de quien "cedía un cuarto a un tercero",
para luego, en el n" 1751 hablar de la sublocación total y de la sublocación parcial.
ti Sobre lo que decimos en el texto:
I. La cesión puede ser gratuita u onerosa. Admitamos provisoriamente que en el
caso de onerosidad, se hable de sublocación, pero reconózcase que para el caso de
graluidad, el vocablo "sublocación" se resiste manifiestamente a ser empleado.
II. La cesión onerosa puede ser por un precio en dinero o por una atribución que
no consista en dinero (cesión permuta, cesión innominada) en tanto que la subloca-
ción es por un precio en dinero.
7 Es lo que resulta del art. 1583 y sigts., de entre los cuales el art. 1603 habla
de "la cesión de la locación por parte del locatario".
Queda en la sombra la cesión de la locación por parte del locador, que es tam-
bién posible, y que normalmente irá anexa a la enajenación de la cosa (art. 1498),
pero que puede darse, también, independientemente de ella.
$108. Cesión y sublocación 327
2. Variedades
Las distintas variedades que presenta la cesión de la loca-
ción se establecen según los siguientes criterios:
a) Como en la cesión de derechos cabe hablar de una ce-
sión-venta, de una cesión-permuta, de una cesión-donación,
de una cesión innominada.
b) Como en la cesión de derechos, corresponde distinguir
entre una cesión total y una cesión parcial.
c) A los criterios que anteceden, cabe agregar otro, de es-
pecial importancia: el de la liberación o no.
328 §108. Cesión y sublocación
tcriori, puede ratificarla (salvo que una ley prescribiera de modo distinto) consin-
tiendo en ella.
Ese "consentimiento" que es ratificación, involucra el conocimiento ex art. 1459
(reserva hecha del tema de la forma para la oponibilidad a otros terceros) pero no
el consentimiento liberatorio ex art. 1596 (pero este ultimo, reserva siempre hecha
del tema de la forma, conlleva el notificante y el ratificante).
En la duda, no debe pensarse que la declaración fue ratificatoria (conocer no es
ratificar, y art. 1588: "hasta que el locador se oponga") ni menos que fue liberatoria.
§108. Cesión y sublocación 331
III. Sublocación
La sublocación o subarriendo es un subcontrato que con-
siste en una nueva locación que reconoce como base a la lo-
cación originaria y subsistente otorgando, aquí, la ley, accio-
nes directas (supra, §5, X, 3).
Corresponde, por lo tanto, examinar tres órdenes de rela-
ciones.
10 Como lo precisa Freitas (art. 2385 del Esbozo) el locatario puede ceder "antes
o después de haber recibido la cosa alquilada". El texto de nuestro 1587 se coloca
en la segunda hipótesis. En efecto: 1. Si el locatario cede antea de haber recibido la
cosa del locador, por el solo efecto de la cesión traspasará al cesionario su crédito a
la entrega, por lo que mal podría pretender éste que el cedente se la entregue, y su
pretensión debe dirigirse contra el locador, reclamando entonces la entrega en el
estado en el que pudo haberla reclamado el cedente. 2. Si el locatario cede después
de haber entrado en la tenencia de la cosa, como consecuencia de la cesión, deberá
hacer tradición de la cosa, y es entonces que cobrará interés la regla del art. 1587.
3. Es posible imaginar una tercera hipótesis: cesión antes de haber entrado en la
tenencia, y tradición al cesionario después. La posibilidad es inmediatamente con-
cebible si se t r a t a r a de una cesión no notificada al cedido; la entrega debe hacerse
en el estado en el que la cosa estaba al tiempo de ser recibida por el cedente, que-
dando a salvo las acciones que pudieran corresponder contra el locador por defectos
en la entrega, o contra el cedente por haber perjudicado dichas acciones.
334 §108. Cesión y sublocación
1. La doctrina negatoria
Se ha dicho, entre nosotros, que las diferencias surgen tan
solo de la reglamentación legal, pues "el papel económico-jurí-
dico que en la vida práctica desempeñan la cesión y la
sublocación es exactamente el mismo", y hablando de lo sutil
342 §108. Cesión y sublocación
3. Semejanzas
Varios son los textos de los que debemos ocuparnos.
A. Están los textos en los que el Código sienta reglas
comunes a la cesión y a la sublocación: arts. 1588, 1596,
1597/8 y 1603.
a) Desentendámonos, provisoriamente de los arts. 1588,
1597/8 que serán examinados en el apartado VI. Bástenos
con señalar que la comunidad de reglas se explica, no por-
que sea lo mismo la cesión que la sublocación, sino porque
en ambos casos, desde el punto de vista práctico aparece un
tercero en el uso y goce de la cosa.
b) Del art. 1596 ya nos hemos ocupado (supra, aquí, III, 1).
c) Hablemos, sí, del art. 1603.
B. Según el art. 1603: "El subarriendo, y la cesión de la lo-
cación por parte del locatario se juzgarán siempre hechos
bajo la cláusula implícita de que el cesionario y subarrenda-
tario usarán y gozarán de la cosa conforme al destino para
que ella se entregó por el contrato entre locador y locatario,
aunque éste no lo hubiere estipulado en su contrato con el
cesionario o subarrendatario".
V. La regla de permisión
1. Legitimación
Por la doctrina del art. 1583 el locatario se encuentra legi-
timado para cualquier transmisión o subconcesión de su po-
sición jurídica por negocio jurídico. Posibilitado el "ceder",
queda incluida la transmisión por negocio jurídico intervivos
en todas sus gamas, y en consecuencia, la disposición mortis
causa por legado (doct. art. 3751); posibilitado el "prestar"
queda cubierta cualquier laguna de subconcesión, entrando
la sublocación (expresamente mentada) y cualquier otra
subconcesión, incluso gratuita (v.g.: subconcesión en como-
dato).
La legitimación del locatario pasa a sus herederos y suce-
sores. En el concepto de "sucesor" quedan incluidos todos los
sucesores no herederos, como v.g. el legatario y el cesionario
del locatario. El art. 1583 agrega que quedan legitimados los
representantes, con lo que apunta a la posibilidad de que di-
chas operaciones sean concluidas en nombre del locatario26.
Y pues el locatario está legitimado, el negocio que conclu-
ya no es impugnable por el locador.
2. El favor legislativo
Hay quienes miran con desconfianza estas operaciones, y
respondiendo a tales inquietudes, en algunos sistemas se esta-
blece la regla inversa: el locatario no puede ni ceder ni suba-
rrendar salvo que disponga lo contrario la ley o la convención27.
Nuestro Código las mira con favor. Desde el punto de vista
legislativo, de lo que la ley es, no cabe dudar: el art. 1583 es
harto explícito. Si no hay una clausula contractual en con-
trario, o para un caso particular una disposición prohibitiva
de la ley28 el locatario puede transmitir y subconceder.
Pero desde el punto de vista de lo que la ley debe ser, la
regla general consagrada por nuestro Código nos ofrece se-
rios reparos.
Los hombres son iguales ante la ley, pero ante la ley misma
tienen su individualidad (art. 512: "circunstancias de las
personas") porque no son iguales en sus reacciones, expe-
riencias, y actitudes.
De hecho, el sistema de nuestro Código se presta a manio-
bras, donde todos los consuelos que pueda darnos Vélez en
la nota, quedan en el aire... Y de hecho, las cláusulas que
prohiben la cesión y el subarriendo se han popularizado tan-
to, que convertidas en los contratos escritos en cláusulas de
estilo, ponen de manifiesto que el sentir del pueblo va por
otro camino, y que la regla general del art. 1583 solo se apli-
ca a los imprevisores.
que ella existe, los efectos que proclama el art. 1597. Sin
duda que la cesión es una operación distinta de la locación,
pero, aunque por caminos distintos, con cualquiera de las
dos se concluye en la consecuencia de que aparece un Ter-
tius, como tenedor inmediato de la cosa.
b) Desde luego que la regla del art. 1597 solo se aplica si
las partes no se han explicitado de modo distinto. Libres son
de decir que queda prohibido uno de los actos, y no el otro.
B. Se ha preguntado si prohibida la cesión (o resultando
prohibida porque se vedó el subarriendo) queda también
prohibido el aporte en sociedad. Nosotros contestamos afir-
mativamente 29 con apoyo en la doctrina del art. 1707.
C. En cuanto al legado, estimamos que corresponde hacer
un distingo según se haga a un tercero o a un heredero (pre-
legado).
Prohibida la cesión, queda prohibido el legado a un terce-
ro, porque, desde el punto de vista económico, el resultado
es la aparición de un Tertius, y, porque desde el punto de
vista jurídico, pues el heredero tampoco podría ceder, sería
inútil que el testador le impusiera el deber de hacerlo, y en
consecuencia, inútil que el testador utilizara la vía más di-
recta del legado de la posición contractual.
Pero el prelegado tiene una substancia distinta.
Beneficia al heredero, esto es, a quien, de no haberse he-
cho el prelegado, de todos modos la posición contractual hu-
biera pasado (art. 1496).
D. Se discute si, prohibida la cesión o el subarriendo, que-
da prohibido el comodato. Nos inclinamos por la respuesta
afirmativa, porque las prohibiciones de esa clase, al com-
prender a la cesión, incluyen tanto la onerosa como la gra-
tuita, lo que implica afirmar la voluntad de que no se quiere
una persona distinta en el uso, ni siquiera por negociación
gratuita 30 .
33 Machado, np. cil., sobre el art. 1583 (IV, pág. 358) v sobre el art. 1597 (IV.
pág. 360).
356 §108. Cesión y sublocación
1. Ordinarias y extraordinarias
Los dos primeros incisos del art. 1604 contemplan las
causas que han sido calificadas de "normales", "ordina-
rias", porque, a diferencia de las de los cinco restantes, su-
ponen que la relación locativa se desarrolla en el tiempo
sin que nada de "anormal" o "extraordinario" acontezca1.
Esa clasificación es correcta con esta aclaración que debe
hacerse a los fines didácticos: las causas de los dos prime-
ros incisos, son sí, "normales", pero no normales para to-
dos los contratos de locación, sino que cada una de ellas es
normal para una de la dos especies de contratos que cons-
tituyen la summa divisio de la que hay que partir: la del
inciso 1 es "normal" para las locaciones por tiempo deter-
minado, en tanto que la del inciso 2 es "normal" para las
por tiempo indeterminado.
Los cinco incisos restantes nos hablan de causas que Frei-
tas, en su Esbogo, junto con otras más, presentó por separa-
do, según que afectaran a los contratos por tiempo determi-
nado, o a los por tiempo indeterminado, summa divisio de la
cual había partido, y de la que parte también nuestro Códi-
go. En Freitas, la doble presentación se explica porque entró
en detalles que lo condujeron —dentro de su sistema— a ha-
cer ciertas distinciones según se tratara de una u otra espe-
2. Enunciadas y no enunciadas
La enumeración del art. 1604 no es taxativa 3 .
A las causas expresamente contempladas en el art. 1604,
que examinaremos en el apartado II, hay que añadir otras,
de las cuales daremos algunos ejemplos en el apartado III.
5 Decimos "en cuanto tal", con lo cual formulamos una reserva que es común
con la sublocación: a) Si el locatario subloca, o el usufructuario loca, afirmando ca-
da uno de ellos sus respectivas calidades, cabe pensar en el efecto de arrastre por
la pérdida de esas calidades; b) Pero pues la locación de cosa ajena tiene sus parti-
cularidades, otra cosa acontece cuando el locatario o el usufructuario actúan como
si tuvieran el dominio. En tal caso, la pérdida de las respectivas calidades, va a
operar produciendo, a partir del evento, la inoponibilidad.
6 Llambías-Alterini, loe. cit.
366 §109. Conclusión de la locación
3. Pérdida de la cosa
La locación concluye: "Por la pérdida de la cosa arrenda-
da" (inc. 3).
Esta es la hipótesis de pérdida que afecta a la cosa ínte-
gra, que es la "pérdida" en el sentido técnico del art. 891,
dentro de la cual entra la hipótesis de destrucción total que
sirve a la ley de caso típico para establecer la regla; la pér-
dida parcial se sujeta a otros principios.
a) Cuando la destrucción es total, y por caso fortuito, "el
contrato queda rescindido" (art. 1521). Es una consecuencia
automática, de pleno derecho.
Cuando la destrucción es total, por culpa de una de las
partes, el efecto, en punto a la locación es similar al que se
produce cuando la pérdida deriva de caso fortuito, reserva
hecha de la indemnización de daños y perjuicios9. Para el
8 Como lo recuerda Salvat (Fuentes, a" 1039), la literalidad del texto según la
ley 11.156 habla de "después del caso legal fijado por el art. 1507*. Pero ya todos (y
las ediciones privadas del Código) en lugar de "caso" ponen 'plazo*... que es la lec-
tura a la que debe llegar la interpretación.
9 Borda, Contratos, n° 835.
368 §109. Conclusión de la locación
7. Culpa
La locación concluye: "Por todos los casos de culpa del lo-
cador o locatario que autoricen a uno u otro a rescindir el
contrato".
No hay aquí, tampoco, un caso de conclusión automática,
pues es preciso una actuación de la parte inculpable.
1. Expropiación
Freitas se ocupó expresamente de este caso, diciendo que la
locación quedaba resuelta por la expropiación total (arts. 2478
inc. 2 y 2502 inc. 1 del Esboqo) y podía ser resulta por la expro-
piación parcial (arts. 2479, inc. 2 y 2503, inc. 1 del Esboqo).
Nuestra doctrina suele enfrentar el tema teniendo en cuen-
ta las disposiciones de la ley nacional de expropiaciones. En
esta línea, cabe sí, recordar que por el art. 26 de la ley 21. 499,
"Otorgada la posesión judicial del bien, cesarán los arrenda-
mientos, acordándose a los ocupantes un plazo de treinta días
para su desalojo, que el expropiante podrá prorrogar cuando a
su juicio existan justas razones que así lo aconsejen".
Pero la ley nacional es una de las tantas leyes de expro-
piación, ya que las provincias tienen, también, las suyas, lo
que nos conduce a prescindir de las disposiciones concretas
2. Distracto
Freitas se refirió expresamente a esta causal, en el inc. 3
del art. 2477 de su Enhocó, y no dejan de mencionarla nues-
tros autores, para recordar que el acuerdo puede manifes-
tarse en forma tácita 18 , lo que se cae de maduro, pues el dis-
tracto es un contrato extintivo.
3. Evicción
Freitas menciona a la evicción total, en el art. 2478. inc. 4,
como una de las hipótesis en que la locación por tiempo de-
terminado se "resuelve" previendo para la evicción parcial la
posibilidad de resolver, en la regla general del art. 2479, in-
cisos 2 y 3 de su Esboco, y estableciendo reglas paralelas
para la evicción respecto a los contratos por tiempo indeter-
minado.
Ya hemos visto que nuestro Vélez no acudió a tanto deta-
Uismo ísupra, aquí, I, 1). Aún más: ni siquiera se preocupó
de mencionar, aquí, a la evicción.
Aplaudimos a Vélez.
Contra lo que algunos enseñan 1 ', la evicción que experi-
mente el locador, como efecto de la reivindicación triunfante,
no produce, por sí, la conclusión de la locación. Simplemente
pone de relieve que el locador locó una cosa ajena. Evicto está
el locador desde que se encuentra vencido por sentencia ju-
dicial, pero jurídicamente la posición del locatario es la mis-
ma antes como después de la sentencia: era y es locatario en
una locación de cosa ajena. El locatario todavía no estará
ante una locación concluida, mientras no se efectivice contra
él la privación del uso o goce.
Se ha dicho que para tal efecto, no interesa la buena o ma-
5. Confusión
Se dice que la locación cesa por reunión en la misma per-
sona, de las calidades de locador y locatario, y tal es el len-
guaje del Código, en el art. 1607, coincidente con el del del
art. 862, donde aparece la confusión como una causa de ex-
tinción de las obligaciones.
Pero esto de los efectos extintivos debe ser entendido con
reservas, a la luz del art. 867.
1. Causas comunes
El subarriendo es una nueva locación (art. 1585). Conclu-
ye, por ende, por las mismas causas por las que concluye
una locación.
2. Causas derivadas
Según dijimos, en principio, si cesa la locación, cesa la
sublocación.
Tal es la doctrina del art. 1606: "Cesando la locación aun-
que sea por falta de pago del alquiler o renta, se resuelven o
pueden ser resueltos los subarriendos cuyo tiempo aún no
hubiese concluido, salvo el derecho del subarrendatario por
la indemnización que le correspondiese contra el locatario".
3. Causas propias
Ubicamos en esta categoría, una de las dos hipótesis del
art. 1602 que posibilita cuando el locatario ha sublocado, pese
a la prohibición de subarrendar, que el locador haga cesar la
sublocación, permaneciendo la locación.
4. Régimen
Entre sublocatario y sublocador los efectos de la conclusión
del subarriendo se regulan por las normas de conclusión de
la locación: el subarrendatario goza frente al subarrendador
de "los mismos derechos que tiene el locatario contra el loca-
dor" (art. 1608).
Concluida la locación:
1. El alquiler
Cesa la obligación del locatario por pago de alquileres para
el futuro. Esto es obvio pues desaparece la causa que justifi-
que el pago.
Naturalmente que si el locatario no restituye la cosa al
concluir el arrendamiento, algo deberá pagar, pero no a títu-
lo de arrendamiento, sino de indemnización de daños y per-
juicios, por tenencia ilegítima. Del quantum de la indemni-
zación se enseña que puede ser igual, mayor o menor que el
374 §109. Conclusión de la locación
2. Restitución: el tiempo
Concluida la locación, el locatario debe restituir. Estamos
ante una aplicación concreta del principio general del art.
2465, según el cual el tenedor debe "restituir la cosa al
poseedor a cuyo nombre posee, o a su representante, luego
que la restitución le sea exigida conforme a la causa que lo
hizo tenedor de la cosa".
En cuanto al tiempo, el Código verifica una distinción se-
gún que el contrato sea o no a término fijo. Ella resulta de
los arts. 1609 y 1610, cuyo análisis hemos hecho en otro lu-
gar (supra. 101, V, 2, 3); cuando el contrato no es a término
fijo, el locatario goza de plazos suplementarios.
Esta distinción se verifica desde una perspectiva diferente
a la que permite clasificar a los contratos según sean o no
por tiempo determinado. Rechazamos la tendencia que se
manifiesta en cierta doctrina-'" a superponer ambas clasifi-
caciones.
a) Una confrontación con la fuente puede servir de punto
de partida, ya que nuestros arts. 1609 y 1610 se encuentran,
sin duda <con alguna modificación) literalmente inspirados
en los arts. 2524 y 2525 del Esboco de Freitas.
Según el art. 2524 de Freitas, "Concluido el tiempo de la
locación por el vencimiento de su plazo cierto (art. 2472
núm. 1) si el locatario no restituye la cosa alquilada o arren-
dada, podrá el locador desde luego demandarlo por la resti-
tución, con las pérdidas e intereses de la mora". Y según el
art. 2525 de Freitas "Fuera del caso del artículo anterior, el
locador no podrá demandar al locatario por la restitución de
23 Llambias-Alterini, Código Civil, sobre el art. 1613; Salvat, Fuentes, n" 1076.
24 Supra, §36, II, 3, c.
25 Comp. Llambfas-Alterini, loe. cit.
§109. Conclusión de la locación 379
6. Restitución: mejoras
Remitimos a lo dicho supra, §106.
7. Restitución: retención
El art. 1618 está directamente destinado a recordar que
cuando el locatario tenga el derecho de retención, no podrá
retener la cosa "si el locador depositare o afianzare el pago
de ellas a su liquidación". Debe tratarse de una garantía
"suficiente" (art. 3943, segundo párrafo).
Sobre el derecho de retención: supra, §106, VII.
8. Restitución: abandono
Hay ciertos gastos y mejoras que el locador debe pagar
(supra, §106, V) y expresamente el art. 1619 preceptúa que
384 §109. Conclusión de la locación
1. Concepto
La clara terminología romana distingue entre el "recondu-
cir" y el "relocar"29. En ambos casos hay una nueva locación,
diferenciándose en esto: la reconducción es una nueva loca-
ción con el mismo locatario, en tanto que la relocación es
una nueva locación con otro locatario.
Lo que aquí nos interesa es la reconducción: el hecho de
que el locatario (conductor) tome nuevamente (reconduzca)
la misma cosa en locación.
Cabe distinguir entre la reconducción expresa y la tácita.
a) De la expresa no se preocupa la doctrina. Entra dentro
de las posibilidades de la autonomía privada (art. 1197). No
ofrece reales problemas.
Se caracteriza porque el nuevo contrato de locación sigue
al anterior sin que se produzca una solución de continuidad
en el uso o goce. Distingüese en esto, de la ulterior contrata-
ción en discontinuidad.
El nuevo contrato de locación puede reproducir las mis-
mas cláusulas del anterior, o tener cláusulas distintas, lo
que, entrando en finuras terminológicas, si no obsta a lla-
mar "reconducción" a ambas hipótesis, permite, también, re-
4. Requisitos de la continuación
Se ha señalado que constituyen presupuestos de la conti-
nuación los siguientes: "a) Que se trate de locación a plazo
fijo y vencido; b) Que el locatario permanezca en el uso y goce
de la cosa locada; c) Que, luego del vencimiento, el locador
haya consentido expresa o tácitamente esa ocupación"31.
En cuanto a los dos primeros presupuestos, coincidimos
en que debe haber un plazo fijo y encontrarse éste vencido, y
el locatario permanecer en el uso o goce. Estimamos, sí, con-
veniente, formular una aclaración respecto a lo que entende-
mos por "fijo". Nuestro Código distingue entre las locaciones
a término fijo, y sin él (arts. 1609 y 1610, supra, §101, V, 2 y
3) clasificación que se verifica desde una perspectiva diferen-
te a la que distingue las locaciones según sean o no por tiem-
po determinado (supra, aquí, V, 2). Es para las locaciones a
§110. Introducción
I. Generalidades
1. Materia a examinar
En este capítulo, hablaremos de las normas que atañen a
la regulación civil del contrato de locación urbana.
Ellas son el resultado de una torturada historia de la que
daremos una breve reseña en los apartados II a IV.
Las normas actuales tienen el carácter de legislación
permanente aplicable a todos los contratos celebrados a
partir de su vigencia, y en esto se distinguen del grueso de
sus precedentes legislativos que se postularon como tran-
sitorios.
Ese carácter de legislación permanente no ha impedido
que, de cuando en cuando, reaparecieran brotes de legisla-
ción transitoria, que afectaron los contratos celebrados a su
amparo (así: leyes 23.542, 23.680 y 23.747)1, retornando a
1 Estas tres leyes afectaron el sistema de ajuste del precio, cada una con sus
particularidades: la ley 23.542 para las locaciones urbanas destinadas a vivienda,
la ley 23.680, para todas las locaciones urbanas, en forma discriminada, según "los
destinos y precios locativos", y la ley 23.747, también para todas, pero en forma
uniforme.
Sobre la ley 23.680, comp. Operatividad y alcances de la emergencia locativa de
Rocca-Abatti-Rocca (h) en ADLA XIX-C, págs. 2432 y sigts.
390 §110. Locaciones urbanas
1. La ley 11.156
Fundada en razones de emergencia3 fue dictada con ca-
rácter de permanente, salvo una disposición que, visible-
mente, fue transitoria.
2. La ley 11.157
La ley 11.157 fue, en cambio, de un declarado carácter
transitorio, como legislación de emergencia por dos años. Pe-
ro su régimen fue prorrogado por las leyes 11.201, 11.231 y
11.318, hasta el 30 de setiembre de 1925.
La ley 11.157 prohibió cobrar "por la locación de las ca-
sas, piezas y departamentos destinados a habitación, comer-
cio o industria en el territorio de la República, un precio ma-
yor que el que se pagaba por los mismos el 1 de enero de
1920" (art. 1). Como esa ley fue promulgada el 19 de setiem-
bre de 1921, ese "congelamiento", al retrotraer, conllevaba,
en su caso, una rebaja.
Planteada la inconstitucionalidad de la ley 11.157, la Cor-
te Suprema se pronunció a favor de la constitucionalidad, en
la causa "Ercolano contra Cantoni de Renshaw" con la disi-
3. Juicio crítico
Contra los aplausos que el intervencionismo estatal reci-
biera (en las diversas oportunidades en las que se manifestó
en materia locativa), nosotros preferimos hacernos eco de
las palabras de Bibiloni, quien habló del "patente desmenti-
do a las promesas de la Constitución"6.
1. Este decreto:
a) Se postuló, en su letra, omnicomprensivo de todos los
contratos "vigentes o que se celebren" de "locación de inmue-
bles de propiedad privada, piezas, casas, departamentos y
locales, con o sin muebles, destinados a vivienda, comercio,
industria o al ejercicio de toda otra actividad lícita".
Tan omnicomprensiva era la letra del texto, que la resolu-
ción 101 del 10/11/44 declaró a los terrenos baldíos incluidos
en el decreto 1580. Pero el 27/IV/44, por resolución 384, la
Cámara de Alquileres de la Capital Federal, dejó a un lado
las "locaciones de tierras situadas fuera del radio, ejido o zo-
na de las ciudades o pueblos, con destino a cualquier clase
1. La ley 13.581
El régimen iniciado con el decreto 1580 de 1943 llevaba
ya seis años y meses de vida. La comisión bicameral encar-
gada del estudio de la materia, no alcanzó, en el año 1949, a
elaborar un régimen definitivo, y propuso uno transitorio,
afirmando sus propósitos de continuar con los estudios du-
rante el receso legislativo.
Así nació la ley 13.581, promulgada el 5 de octubre de
§110. Locaciones urbanas 395
2. El decreto-ley 2186/57
Al llegar el año 1957, el régimen intervencionista con sus
sistema de prórrogas y de alquileres injustos, había produci-
do graves daños. Pero no era fácil salir de él, porque la eco-
nomía estaba en parte edificada sobre esos malsanos pila-
res. Había, realmente, un problema "heredado"8, y compren-
diéndolo, el decreto 2186/57 persiguió, según rezan sus
"Considerandos", "un gradual y prudente regreso a las dis-
posiciones del Código Civil".
Su régimen, complementado por el decreto-ley 9940/57,
reglamentado por decreto 9981 de 1957, y prorrogado por
las leyes 14.775 y 14.809, rigió hasta la ley 14.821.
Su ámbito de aplicación, en comparación con el de las
normaciones anteriores, fue notablemente circunscripto,
aplicándose a las locaciones "destinadas a vivienda, peque-
ños comercios, pequeñas industrias, y cualquier otra activi-
4. La ley 16.739
Derogó expresamente (art. 72) las leyes 14.821 y 15.775.
Entró a regir con efectos (art. 73) al 1 de octubre de 1965.
Con un ámbito amplio ("vivienda, comercio, industria o
cualquier actividad lícita": art. 1) prorrogó todos los contra-
tos, a fechas distintas, según los destinos (art. 2), estable-
ciendo un régimen de precios (art. 13). Se establecieron tam-
bién exclusiones a la prórroga (art. 3).
A través de las posteriores leyes 17.368, 17.607 y 17.689
se manifestó la preocupación del legislador de preparar la
vuelta al Código Civil.
5. La ley 18.880
Con la ley 18.880 se circunscribió notablemente el ámbito
de intervencionismo estatal, hasta el punto de que en uno de
398 §110. Locaciones urbanas
7. La ley 21.342
Esta ley, conocida como de "normalización de locaciones",
tuvo un claro propósito de retorno al Código Civil. Se trató
de un retorno gradual, pero retorno al fin... La graduación
del retorno permitiría que el sector de los locatarios se fuera
acomodando paulatinamente a la situación futura, mientras
que a través del cumplimiento de los pasos previstos se fue-
ra despertando la credibilidad de los locadores y de los in-
versores.
A. Las locaciones para vivienda, iniciadas con anteriori-
dad al 1 de enero de 1974, cuyo plazo contractual estuviere
vencido, quedaron abarcadas por la ley.
a) Partiendo de ese ámbito, la ley previo una serie de ex-
clusiones expresas (art. 2) de entre las cuales cobró especial
relevancia la del inquilino pudiente, que, aunque tenía ya
sus antecedentes (leyes 18.880 y 20.625), se conectó, facili-
tándola, con la obligación del locatario de presentar una de-
claración jurada anual (art. 5) con sanciones en caso de in-
cumplimiento, falsedad u ocultación.
b) Para las locaciones incluidas se pusieron plazos de res-
titución distintos según la fecha de iniciación de la locación
(art. 7). La idea rectora fue la de liberar primero aquellas lo-
caciones que por anteriores ordenamientos habían estado
excluidas, y luego quedaron incluidas.
El plazo más prolongado llegaba hasta el 30 de noviem-
bre de 1979.
c) Para esas locaciones incluidas, y hasta que quedaran li-
beradas, se estableció un régimen gradual de precios. El al-
400 §110. Locaciones urbanas
1. Aquí
La tesis de las cuatro notas (que no compartimos), puede
ser correcta para una determinada ley, y no serlo para otra.
A nosotros nos interesa lo que aquí, en la L.U., es.
Pero, pues la tesis de las cuatro notas habla de un sentido
semántico, de un sentido geográfico, y de un sentido técnico-ju-
rídico, digamos lo propio de cada uno de ellos con una incursión
intermedia que nos permita detenernos en el sentido vulgar.
A. En cuanto al sentido semántico, renunciamos a deter-
minarlo. No somos lingüistas, pero parécenos que "urbano"
deriva del latín urbanus, y éste, de urbus, urbis, originado,
al decir de Varrón, en orbis, ya que "en lo antiguo se edifica-
ban las ciudades en forma circular"3. Sirva esto para con-
cluir que el buscar el sentido semántico puede resultar una
empresa harto escabrosa, dándonos para urbanus la sorpre-
sa de desembocar en lo redondo.
B. Más interesante nos parece pensar en el sentido vulgar.
Las lenguas están sometidas al fenómeno de la historici-
dad, en constante evolución, y las palabras tienen una pluri-
significación.
3. Destino
Según la conceptualización que hemos dado, la locación
debe ser con destino a vivienda, comercio, industria u otras
actividades urbanas.
Esta es una nota que debe concurrir con la de "situación".
Cualquiera de las dos que falte, habrá locación, pero no loca-
ción "urbana".
En cuanto a lo que debe ser el "destino":
a) Por de pronto, el destino agropecuario, nunca puede
dar lugar a una locación urbana aunque se trate de un in-
mueble ubicado dentro de la ciudad o pueblo.
No hay aquí arrendamiento rural, y estimamos que tampo-
co hay locación urbana. Estamos ante una locación que, esca-
pando a ambas leyes especiales, se rige por el Código Civil.
Es verdad que, dada en la L.U. la dicotomía "vivienda-
restantes destinos" podría pretenderse que en lo de "restan-
tes destinos" entra cómodamente el de la explotación agro-
pecuaria dentro de la planta urbana, pero en contra de ello
hay un argumento que nos parece decisivo: en el art. 2, inc. c
se excluye de la regla del plazo mínimo a la locación de luga-
res para "la guarda de animales".
La actividad de guardar animales no entra dentro del
concepto de explotación agropecuaria8 pero es lo más próxi-
mo a ella que podemos encontrar en el articulado de la L.U.
que la ha abrazado como finalidad locativa urbana, excluida
solo del régimen del plazo mínimo pero incluida a los restan-
tes efectos.
Si la L.U. hubiera pretendido abrazar también la finali-
dad agropecuaria que se desarrollara dentro de la planta ur-
bana, lo menos que hubiera sido de esperar es que le diera el
fiesta con mayor razón para las que abarca la L.U. actual
que no ha derogado expresamente a la legislación anterior15.
c) El hecho de que. las disposiciones de la L.U. sean de or-
den público no es óbice para la subsistencia del art. 29 de la
ley 21.342, sobre convenios de desocupación.
Para llegar a esta conclusión, baste con este argumento:
la ley 21.342, en el mismo texto (art. 29) en el que se auto-
proclamaba de orden público, contenía la previsión relativa
a los convenios de desocupación; quiere ello decir que la nor-
ma relativa a los convenios de desocupación, nace ya, por
prescripción legal, como compatible con el concepto de orden
público, en el sentido tomado por el legislador.
Es verdad que, ya para el sistema de la ley 21.342 se ha-
bló de una contradicción16, afirmándose que si una ley es de
orden público no puede ser derogada por voluntad de las
partes, pero parécenos que corresponde hacer una distinción
que supera la aparente antinomia: el orden público puede
entrar a jugar en un momento y no en otro. Puede interesar
al orden público que en el contrato de locación se aseguren
determinados contenidos, y no interesar que esos contenidos
subsistan después de la celebración.
I. Generalidades
1. Forma ad-probationem
Aplicando esos conceptos y clasificaciones que hemos de-
sarrollado en la Parte General (supra, §5, V y §19), corres-
ponde ahora decir:
A. Descartamos que la de la L.U. sea una forma solemne
absoluta. Sería absurdo que, para esta locación inmobiliaria
416 §112. La forma y la prueba
3. El principio de ejecución
Según lo dicho, de las tres excepciones del art. 1191, Có-
digo Civil, la L.U. se ocupa expresamente de la que consiste
en principio de ejecución4.
A. Hay quienes piensan que cuando hay principio de eje-
cución se presume la locación, con una presunción que co-
mienzan por presentar como jurts tantum, para convertirla
luego, de hecho, en presunción juris et de jure5.
Para comprender los alcances de esa tesis, conviene par-
tir de este ejemplo: Primus entrega un inmueble a Secun-
dus, quien pasa a ocuparlo.
to reai sujeto a prueba escrita (v.g, mutuo) pretender que ¡a dación constitutiva es
causa de excepción, tanto valdría como afirmar que siempre se puede prescindir de
¡a prueba escrita, con lo que la exigencia estatuida por la ley nunca se cumpliría.
3 Comp. Pierre, op. cit., pág. 158.
4 La LU. no ha definido lo que debe entenderse por "principio de ejecución*. 1.
La doctrina civilista empleó ya la expresión a propósito de la señal o arras, y del últi-
mo supuesto del art. 1191 (así, Belluscio-Zannoni, op. cit., sobre los arts. 1202 y
1191). Para la señal o arras, unos consideran "principio de ejecución" solo los actos de
cumplimiento, en tanto que otros añaden los preparatorios; para la hipótesis del art.
1191, dada la redacción del texto, solo importan los de alguna prestación recibida. 2.
Nosotros pensamos que para la L.U., lo de "principio de ejecución" debe entenderse
en el sentido con el que la expresión se emplea para el art. 1191, Código Civil.
5 Comp. Rinessi, Derecho de las locaciones urbanas, págs. 156/7.
§112. La forma y la prueba 419
7 Como la venta y la permuta inmobiliarias son formales (art. 1184, inc. 1, Có-
digo Civil) lo de "principio de ejecución" aquí, respecto a ellas, debe ser entendido
con reservas.
8 Con la enunciación no entendemos agotar la lista de posibilidades. Piénsese
en la entrega de un legado, o en un pago indebido.
9 Recuérdese lo dicho en nota 7.
10 Véase nuestro Derechos reales, §23 ,V, 3.
§112. La forma y la prueba 421
2. Las combinaciones
Empleando esa terminología, y según haya o no escrito,
podemos encontrar cuatro combinaciones posibles:
A. Primera combinación: contrato y modificación celebra-
dos ambos por escrito.
En este caso, no hay problema alguno a considerar, pues
la forma ad-probationem de la ley ha sido satisfecha. Todo lo
que habrá que examinar es un tema de validez de las cláu-
sulas modificatorias, pero no un tema de prueba.
B. Segunda combinación: contrato por escrito y modifica-
ción sin escrito.
Surge aquí un problema, que puede resumirse en la si-
guiente pregunta: ¿tiene alguna función, entonces, el segun-
do precepto del primer apartado del art. 1 L.U. sobre el con-
trato no celebrado por escrito que haya tenido principio de
ejecución?
De contestarse afirmativamente, todo lo que se obtendrá es
reproducir los problemas de los que nos hemos ocupado a pro-
pósito del contrato de locación, es decir, tornar todavía más de-
safortuntada la redacción del art. 1 L.U., para concluir que, en
definitiva, lo que se aplica son los principios generales...
Pero no creemos que deba contestarse afirmativamente,
con lo que nos desembarazamos de mayores desarrollos, y
acudimos directamente, sin rodeos, a los principios generales.
§112. La forma y la prueba 429
1. Situaciones a considerar
Para fijar los exactos alcances del texto, conviene distin-
guir la prórroga, de la continuación, de la reconducción y de
la renovación.
a) Prórroga y continuación en la locación, tienen de común
que ambas implican prolongación de la vida del mismo con-
trato, distinguiéndose ambas de la reconducción y de la reno-
vación en que éstas implican nuevos contratos de locación.
Pero, en la prórroga la prolongación es por un plazo que,
adicionándose al originario, implica una duración asegurada
de la locación. En la continuación, en cambio, la locación si-
§112. La forma y la prueba 431
2. La continuación
Fijados esos conceptos, y para ir despejando problemas,
preguntémonos si el texto subexamen se aplica a la conti-
nuación de la locación, instituto éste que emerge del art.
1622, Código Civil, el que, como sabemos, niega la tácita re-
conducción (supra, §109, VI).
La respuesta negativa se impone: el art. 1 L.U. nada tiene
que hacer con la hipótesis del art. 1622, Código Civil. La pro-
longación de la vida del contrato de locación, por vía de iner-
cia, es una hipótesis que nunca podría estimarse incluida en
la necesidad de "formalizarse" por escrito. Pretender lo con-
trario, sería concluir, sin que nada lo autorice, en que la L.U.
habría sentado una regla específica, suprimiendo, para las lo-
caciones urbanas, el régimen del art. 1622, Código Civil.
3. La prórroga
El texto, sin duda alguna, se aplica a la prórroga, en el
sentido en que hemos definido este término.
La prórroga deberá "formalizarse" por escrito.
Si no se formaliza por escrito, estaremos ante un proble-
ma de prueba, que deberá resolverse con los mismos princi-
pios que hemos expuesto para las modificaciones, es decir,
resolviendo el tema, por la regla del art. 1191, Código Civil,
sin que rija la regla específica de los casos con principio de
ejecución que trae la L.U., de los que ya hemos señalado que
solo se aplican al contrato de locación, y la prórroga, por hi-
pótesis, no es un contrato de locación, sino modificación de
un contrato de locación existente.
Insistimos, para que no quede duda respecto a nuestro
pensamiento: por el art. 1 L.U. la prórroga debe formalizar-
se por escrito, a los fines de la prueba, pero si no se formali-
432 §112. La forma y la prueba
4. Renovación y reconducción
Como renovación y reconducción son nuevos contratos de
locación, deberán ser probados.
Estos entran dentro de las previsiones del art. 1 L.U., pero
no a título de "prórroga" (que no lo son) sino a título de "con-
tratos de locación". Por ello, a los fines de la prueba, deberán
"formalizarse" por escrito.
Se reproducen, parcialmente, los problemas que hemos
examinado para la prueba del contrato de locación.
Decimos "parcialmente" por esto:
a) Si se decide que el nuevo contrato de locación es recon-
ducción, ya por hipótesis queda determinado su contenido,
igual al anterior, y, por lo tanto, con plazo, precio y régimen
de actualización, determinados.
b) El problema, por lo tanto, se reduce a la hipótesis en que
se decidiera que hay renovación, con cláusulas distintas.
§113. El objeto "moneda"
Por el segundo apartado del art. 1 L.U.: "En todos los su-
puestos, los alquileres se establecerán en moneda de curso
legal al momento de concertarse. Será nula, sin perjuicio de
la validez del contrato, la cláusula por la cual se convenga el
pago en moneda que no tenga curso legal. En este caso, el
precio quedará sujeto a determinación judicial".
La literalidad del texto es clara: los alquileres deben fijar-
se en moneda nacional y no pueden consistir en moneda que
no tenga curso legal.
Pero, ante lo normado por la posterior Ley de Convertibi-
lidad, ¿subsiste esa letra, o ha quedado implícitamente mo-
dificada?
Tal es el tema.
Al encararlo, se han formado tres tesis.
1. El Código Civil y la L. U.
Según el Código Civil, para que un contrato sea califica-
ble como de "locación", es preciso que la retribución consista
en dinero (art. 1493). Si no consiste en dinero, el contrato no
es de locación, sino contrato innominado.
434 §113. El objeto "moneda"
4. Tesis de la no derogación
Enseñan los demás que el art. 1 relativo a la nulidad
efectual de la locación en moneda extranjera, subsiste, sin
haber sido derogado10.
Después de lo expresado bajo los números anteriores, solo
nos queda expresar que participamos de esta tesis, y con
arreglo a ella, entrar al análisis del texto, lo que verificamos
en los números que siguen.
10 Bustamante Alsina, Rocca, Rodríguez Falguera, citados por Andomo, op. cil.
442 §113. El objeto "moneda"
6. La moneda de la L. U.
Moneda de la L.U. es la de curso legal.
Hoy, moneda de curso legal, es el "peso", signo monetario
que reemplaza al de "austral".
Lo es, también, jurídicamente, la moneda oro de la ley
113011, que sirve de medida para el Código Aeronáutico
(arts. 144, 145, 163 v 169) y para la Ley de la Navegación
(arts. 176, 278, 331, y 337).
Jurídicamente, el argentino oro es moneda de curso legal,
porque la ley 1130 no ha sido derogada por la Ley de Con-
vertibilidad. Pero sabemos que, de hecho, el argentino oro
no circula... Y esto trae un problema particular.
¿Se pactó un alquiler en argentinos oro? En cualquiera
de las dos hipótesis que luego presentaremos, la cláusula
es válida.
El problema que se presenta, es éste: ¿cómo se paga,
cuando sabemos que, de hecho, los argentinos oro no circu-
lan, y son piezas de coleccionista?
A. Debemos distinguir dos hipótesis:
a) La primera es ésta: que lo que las partes hayan queri-
do es que se pague con piezas de argentino oro.
La cláusula es válida, pero técnicamente no estamos
ante un contrato de locación, porque las partes no han to-
mado al argentino oro como dinero, sino como mercadería,
conceptuando su valor numismático. La situación es para-
lela a la que se daría si el precio consistiera en tantas me-
dallas de las que se acuñaron en conmemoración del cen-
15 Comp. Rinessi, Derecho de las locaciones urbanas, pág. 193; Flah Sma-
yevsky, Alquileres, pág. 31: "Resulta obvio del examen de la norma que su regula-
ción responde al depósito de garantía"; Riccio, Locaciones urbanas, pág. 38.
16 Fernández-Gómez Leo, Tratado Teórico Práctico de Derecho Comercial, III,
C, pág. 78; Salvat, Derechos reales, n" 2558; Lafaille, Tratado de los derechos reales,
n" 1820.
17 Baudry-Lacantinerie et Whal, Depót, n9 1014.
18 En punto a lenguaje, comp. nota al art. 3121 C. Civ., donde a propósito de la hi-
poteca constituida por un tercero se señala que no es una fianza "propiamente dicha .
448 §113. El objeto "moneda"
lí> Hablamos de una "estimable opinión", porque el tema del valor del prelimi-
nar de depósito es realmente caótico en la doctrina. Una rápida ojeada a la misma
pone de relieve que convienen distinguir dos hipótesis, según se trate de la prome-
sa de recibir un depósito o de la de hacerlo. Va de suyo que para lo que decimos en
el texto, solo nos interesa la segunda. Y bien: I. Hay autores que se ocupan de am-
bas, dándoles un tratamiento diferente. 1. Baudry-Lacantinerie et Wahl (Du Depót,
n" 1016) enseñan: a) Para la de recibir un depósito, la validez y que "el depositante
puede constreñir al depositario a recibir el depósito"; b) Para la que nos interesa en
el texto, que es la de hacer un depósito, la "estimable opinión" que recordamos, en
estos términos: "el depositario no puede constreñir al depositante a hacer el depósi-
to, primero, porque habiendo prometido un servicio gratuito no tiene ningún bene-
ficio para exigir que ese servicio sea reclamado de él, y luego porque e) objeto del
depósito puede serle requerido en cualquier momento". 2. De Gennaro (en Códice
Civile-Commentario dirigido por D'Amelio y Finzi, pág. 596) da una opinión concor-
dante con la anterior, pues partiendo de la gratuidad del depósito, solo admite que
se convenga la obligación de recibir. II. Otros autores solo Tecuerdan la promesa de
recibir un depósito (que es la que no nos interesa): 1. Salvat (Fuentes, 2377), la de-
clara válida, pero con una diferencia respecto a Baudry-Lacantinerie et Wahl, pues
solo le da el efecto de reclamar daños y perjuicios. 2. Comp. Enneccerus-Lehmann,
(Obligaciones, §166, 2) y sus anotadores González Alguer. 3. Comp. Jordano Barea
(La categoría de los contratos reales, pág. 141). III. Nuestro Machado, en cambio,
parece ocuparse solo de la promesa de hacer u n depósito, en los siguientes térmi-
nos: "pero la promesa aceptada por el depositario con todas las formalidades de los
contratos confiere a éste u n a acción para pedir su cumplimiento". IV. Borda (Con-
tratos, II, n'' 2015) afirma "la validez del convenio por el que u n a de las partes pro-
mete la realización de u n depósito y la otra lo acepta", y luego procede a verificar
u n a serie de distinciones, cuyo examen escaparía a las finalidades de esta nota,
bastando con recordar que, para el caso que nos interesa, enseña que "el deposita-
rio no podría exigir la entrega de la cosa".
20 Salvat, Derechos reales, a° 2560.
§113. El objeto "moneda" 449
4. Restitución
La restitución del objeto prendado procederá en la medi-
da en que, por incumplimiento del locatario, no corresponda
hacer efectiva la garantía.
Para la prenda irregular autorizada se establece que las
cantidades (en este caso: cuantías) serán devueltas reajusta-
das "por los mismo índices utilizados durante el transcurso
del contrato al finalizar la locación".
Pero este tema del reajuste ha sufrido el impacto de la
Ley de Convertibilidad...
V. La actualización monetaria
1. La derogación
La Ley de Convertibilidad ha derogado esas normas:
a) Por su art. 7: "El deudor de una obligación de dar una
suma determinada de australes, cumple su obligación dando
el día de su vencimiento la cantidad nominalmente expresa-
da. En ningún caso se admitirá la actualización monetaria,
indexación por precios, variación de costos o repotenciación
de deudas, cualquiera fuere su causa, haya o no mora del
deudor, con posterioridad al 1 del mes de abril de 1991, en
que entra en vigencia la convertibilidad del austral. Quedan
derogadas las disposiciones legales y reglamentarias y serán
inaplicables las disposiciones contractuales o convencionales
que contravinieren lo dispuesto".
b) Por su art. 10: "Derógase, con efectos a partir del 1 del
mes de abril de 1991, todas las normas legales o reglamen-
tarias que establecen o autorizan la indexación por precios,
actualización monetaria, variación de costos o cualquier otra
forma de repotenciación de las deudas, impuestos, precios o
tarifas de los bienes o servicios. Esta derogación se aplicará
aun a los efectos de las relaciones y situaciones jurídicas
existentes, no pudiendo aplicarse ni esgrimirse ninguna
cláusula legal, reglamentaria, contractual o convencional
—inclusive convenios colectivos de trabajo— de fecha ante-
rior, como causa de ajuste en las sumas de australes que co-
rresponda pagar, sino hasta el día 1 de abril de 1991, en que
entra en vigencia la convertibilidad del austral".
2. Lo omnicomprensivo
El tema de la subsistencia de las normas sobre actualiza-
ción en la L.U. se decide de modo distinto al que hemos
adoptado para las reglas sobre moneda extranjera.
De las normas de la L.U. que rechazan la posibilidad de
fijar el alquiler en moneda extranjera y de tomar esta mo-
neda como objeto de prenda irregular, hemos dicho que
subsisten.
Pero de las normas sobre actualización, tendremos que
452 §113. El objeto "moneda"
3. Lo inconstitucional
Ciñámonos a la materia contractual, pero sin circunscri-
birla a Ja órbita de la L.U. y abracemos el problema en su
conjunto, referido a cualquier locación, compraventa, etc.
Para ello, debemos retrotraer nuestro juicio al momento
en el que la Ley de Convertibilidad fue sancionada, y ha-
blando en presente histórico preguntarnos: ¿habrá o no in-
flación en el futuro?24
Si no hay inflación, a nadie le preocupará la "derogación"
de las normas que autorizan a ponerse a cubierto, por cláu-
sula contractual, de las consecuencias dañosas de ella. Cual-
quiera advierte que, sin necesidad de derogarlas, sin necesi-
dad de incidir sobre los contratos pasados, sin necesidad de
limitar la autonomía privada para el futuro, igualmente las
cláusulas no tendrían campo de aplicación práctica, al no
darse el supuesto de hecho previsto.
Pero si hay inflación, ¿qué respuesta razonable podrá
darse para mantener la "derogación" de los contratos ante-
riores al 1 de abril de 1991 o la "prohibición" de las cláusu-
las sub examen en los contratos posteriores? Ninguna, y lo
irrazonable es inconstitucional.
Añádase a ello que todo el esquema de la Ley de Conver-
tibilidad se basa en la equivalencia 10.000 australes a 1 dó-
24 El empleo del presente histórico es, aquí, necesario por el método argumental
y para evitar hablar del pasado ya corrido (en el que ya hubo inflación, con menor rit-
mo que el anterior, pero inflación al fin) y del presente en que esto escribimos (en el
que hay inflación) y del futuro (en el que parece que seguirá habiendo inflación).
§113. El objeto "moneda" 453
1. Alcance
La norma, ubicada entre las disposiciones generales, rige
para todo tipo de locación urbana.
Pero solo se aplica al desalojo por falta de pago; no es nece-
sario intimar previamente para el cobro ejecutivo de alquile-
res. No hubiéramos hecho presente esta evidente diferencia
entre el juicio de desalojo y el ejecutivo, si no fuera que, al ex-
hibirla, no ha faltado quien agregara esta otra: para el juicio
de desalojo se modifica la regla de mora automática del art.
509, la que pervive para el juicio ejecutivo26. Conceptuamos es-
to último un error: en todos los casos en los que a tenor del art.
509 la mora se produce automáticamente por vencimiento del
2. Forma y contenido
Según la letra del art. 5 L.U. la intimación debe llenar un
requisito de forma (la que debe ser "fehaciente") y ajustarse
a un contenido mínimo (indicación de la cantidad debida,
otorgamiento de un plazo no inferior a diez días, fijación del
lugar del pago).
Existe una cierta tendencia a tomar esa letra "a la tre-
menda", de tal modo que el trámite se convierte en un ritual
a través del cual queda sacrificada toda idea de justicia.
A nuestro entender, sin ser esta intimación un requeri-
miento de mora, cabe aplicarle lo que a propósito de éste se ha
dicho: "Si es de suponer que, aunque el contenido del requeri-
miento fuese absolutamente correcto, el deudor no hubiera
prestado o si, conforme a la buena fe, tuviera que esperarse
de él que, a la vista del requerimiento, ofreciera la prestación
tal y como es debida, incurrirá también en mora"27.
1. Tesis de la modificación
Se ha dicho que el art. 2 L.U. modifica al art. 1507, Có-
digo Civil1.
Si por "modificar" se entiende derogar la regla anterior,
de tal manera que ésta desaparece, siendo desplazada por la
nueva, manifestamos nuestra discrepancia.
Cuando la ley 11.156 incidió sobre el texto primitivo del
Código Civil, hubo desplazamiento definitivo de la letra an-
terior del art. 1507. Pero el art. 2 L.U. no tiene ese efecto; la
letra del art. 1507 subsiste.
2. Tesis de la especificación
Nosotros preferimos explicar el fenómeno jurídico que se
produce ante el choque entre la letra del art. 1507, Código
Civil, y la del art. 2 L.U., de esta manera: no hay modifica-
ción derogante, sino especificación.
En la economía de un sistema de Derecho, hay reglas ge-
nerales y reglas especiales, en grados diversos, pues ambos
calificativos deben ser entendidos en sentido relativo. Por
ejemplo, las reglas sobre los actos jurídicos son generales y
abarcan a los contratos, pero las reglas sobre los contratos
en general, siendo especiales respecto a aquéllas, son gene-
1 Entre nosotros, haciéndose un paralelo con los efectos de la ley 11.156, suele
afirmarse el efecto modificatorio. Comp. Rinessi, op. cit., págs. 159 y 161; Riccio,
op. cit., pág. 19; Flash Smayevsky, op. cit., pág. 20.
456 §114. Plazos de duración
4 Riccio, op. cit., pág. 22. En contra de la opinión de Riccio: Rinessi, op. cit.,
págs. 163/4.
5 Flah Smayevsky, op. cit., pág. 21.
460 §114. Plazos de duración
6 Rinessi, op. cit., págs. 145 y 160, con referencia al contrato no instrumentado
en curso de ejecución, dando como razón que "no hay certeza con respecto a la ini-
ciación de la relación y al plazo".
§114. Plazos de duración 461
1. Principio
Los casos excluidos van luego enunciados en cinco incisos.
a) Hay quienes agrupan esos cinco casos en dos clases:
unos entran en la categoría de locaciones, y otros en la de
contratos innominados. El interés de la distinción radica en
que frente a los casos que constituyen locaciones, se afirma
que su exclusión es solo respecto al régimen de plazos, pero
no respecto al resto del régimen, en tanto que frente a los
casos que caen en lo innominado, la exclusión es con rela-
ción a todo el régimen de la L.U.8
Nosotros rechazamos esa división en dos categorías, y
sostenemos que todos los casos de los cinco incisos, son de lo-
cación en sentido técnico. No hay ningún caso de los allí
enumerados que constituya un contrato innominado. De-
mostraremos este aserto al hablar del inciso c, que es donde
más agudamente se presenta el problema.
En todos los casos de los cinco incisos, la exclusión es úni-
camente respecto a la regla sobre el plazo mínimo. En lo de-
más, caen en el régimen de la L.U.
b) Excluidos estos contratos de los plazos mínimos de la
L.U. caen, en cuanto al tema, en su caso, dentro de las pre-
visiones del art. 1507, Código Civil. En la medida en que en-
tren en el concepto de locación de "casas, departamentos o
piezas destinadas a la habitación, comercio o industria" que-
dan abarcados por el art. 1507, Código Civil.
2. Instrumentación
Las contrataciones de los cinco incisos que luego exami-
naremos están excluidas del régimen del plazo mínimo de la
L.U. Pero caen en el resto de sus previsiones.
Por lo tanto, deben "formalizarse por escrito": art. 1 L.U.
Cuando uno de estos contratos no ha sido "celebrado por
escrito" se plantea un delicado problema que se torna agudo
en el caso de las locaciones con fines de turismo.
a) Prescindamos mojnentáneamente de las locaciones
1. La presunción
Comencemos con el análisis de la presunción, para ir des-
cartando problemas.
Si el plazo del alquiler (rectius: la duración de la locación)
excede de seis meses "se presumirá que el contrato no es con
fines de turismo".
A. La ley 16.739 además del destino de turismo, exigía,
como requisito de la exclusión (en ella: exclusión de la pró-
rroga que disponía) el concebido en los siguientes términos:
"siempre que no exceda de un año ni se renueve en forma
continuada".
Se ha querido dar el texto de la L.U. una lectura similar,
con la modificación de que el plazo máximo, en lugar de un
año, sería ahora, de seis meses 14 .
Pero compárese el abismo de redacción: en la ley 16.739
se trataba de un requisito15; en la L.U. que rige, de una pre-
sunción. Porque en la ley 16.739 estábamos ante un requisi-
to, la consecuencia era que no se negaba que una locación
por un plazo mayor siguiera siendo de turismo, y simple-
20 Suárez (Nuevo régimen de Imaciones urbana*, Ley 18.880, pág. 38) estimó
razonable "la no referencia a la ubicación de los inmuebles". Alvarez Alonso (Arren-
damientos urbanos, ley 18.880, pág. 97) pensó, por el contrario que la síntesis de la
ley 16.739 era la "afortunada".
21 Sin embargo, comp. lo que Rinessi en su anterior obra Alquiler de inmuebles
urbanos-Ley 20.625, pág. 50, parece sugerir al mentar jurisprudencia sobre "zona
de definido turismo".
22 Alvarez Alonso (Arrendamientos urbanos, ley 21.342, pág. 154) mantiene su
aplauso a la "afortunada síntesis" de la ley 16.739 (véase, aquí, nota 20). Prat (El
actual régimen de las locaciones urbanas, ley 21.342, pág. 120) se refiere a la zona,
como una de las pautas para determinar la verosimilitud del contrato. Clavell Bo-
rras (La locación urbana, ley 21.342, pág. 91) se limita a decir que en lo esencial la
ley 21.342 "sigue las leyes anteriores", sin referirse específicamente al tema de la
zona apta. Arias (Normas regulatorias de las locaciones urbanas, ley 21.342, págs.
82/3) parece dar valor al tema de la zona.
470 §114. Plazos de duración
24 Rinossi, op. cil., pág. 176, citando a Riccio, Locaciones urbanas, pág. 27.
472 §114. Plazos de duración
6. La inconstitucionalidad
En repetidas oportunidades (supra, aquí, 2, 3, 4, 5), al co-
mentar los requisitos exigidos por este inciso, hemos llegado
a una interpretación contraria a la que sustenta un sector
de la doctrina. Y acto seguido, habiendo fijado la interpreta-
ción que a nuestro juicio corresponde, hemos afirmado que
la norma es inconstitucional.
Debemos ponernos a cubierto de un eventual reproche,
pues partiendo de la base de que la declaración de inconstitu-
cionalidad es la última ratio, por lo que no procede pronun-
ciarla cuando es posible interpretar la norma de modo que no
conduzca a ella, podría preguntársenos por qué elegimos una
interpretación que conduce a la inconstitucionalidad.
Nuestra respuesta a ese eventual reproche es simple:
a) La regla según la cual no cabe declarar la inconstitu-
cionalidad de una norma cuando es posible darle una inter-
pretación que no conduzca a ese resultado, supone que ésta
última interpretación es posible.
Ahora bien: en todos los casos en los que nos hemos
apartado de la interpretación que cierto sector de la doctri-
na da al inciso sub examen, lo hemos hecho porque no nos
pareció posible esa otra interpretación. Para dar un ejemplo
gráfico, ni torturando el texto de la ley podemos suponer
que "turismo" sea una palabra que pueda abarcar las vaca-
ciones sin turismo.
b) Por otra parte, ¿a qué llevaría torturar la letra del inci-
so, para dar mayor amplitud a la exclusión, si por mucho
que se la torturara, quedarían situaciones que escaparían a
la exclusión y entrarían en el plazo mínimo, contra toda ra-
zón y contra toda justicia?
Para dar un ejemplo, ¿por qué no va a poderse alquilar
un local, sin muebles, para expendio de helados, en una zo-
na que no sea de turismo, por solo los meses de verano, y se
va a sujetar el contrato al plazo mínimo de tres años?
Nosotros pensamos que siempre que del análisis del con-
trato resulte claramente que el interés previsto por las partes
474 §114. Plazos de duración
esos efectos, y los garajes que formen parte de un inmueble destinado a vivienda y
que hubiesen sido locados por separado a efectos de la guarda de vehículos".
2. Ley 14.821 (art. 3, inc. b): literalmente igual al anterior, salvo, que en lugar
de decir "Las locaciones de espacios" reza "Las ocupaciones de espacios".
3. Ley 15.775 (art. 3, inc. b): literalmente igual al de la ley 14.821, si se prescin-
de del reemplazo de algunas palabras por otras que vienen a decir, conceptualmen-
te, lo mismo (se reemplaza "quien detenta dichos espacios" por "quienes tienen di-
chos espacios", lo que supone, por un lado, el empleo del plural referido a los suje-
tos, y la utilización de "tienen" en lugar de "detentan").
4. Ley 16.739 (art. 3, inc. b): "Las ocupaciones de espacios o lugares destinados
a la guarda de animales, vehículos u otros objetos, concedidos por quienes tienen
dichos espacios o lugares a las personas que con ellos hayan tratado para la guarda
de esos efectos, y los garajes o espacios que forman parte de un inmueble destinado
a vivienda u otros fines y que hubieran sido locados por separado al efecto de la
guarda de vehículos, animales u otros objetos". Prescindiendo del cambio de pala-
bras, adviértense aquí cuatro diferencias con el texto de la ley 15.775: a) Se especi-
fica que la "ocupación de espacios" contemplada, es la que se contrató "para la
guarda"; b) Respecto a la locación "por separado" se contemplan no solo los vehícu-
los, sino también los "animales u otros objetos"; c) Como consecuencia de que el tex-
to para la locación "por separado" no habla solo de "vehículos", a la mención de los
garajes se agrega la de "espacios" pero empleando una técnica terminológica que
trae sus problemas, como lo veremos en el texto al examinar la actual L.U.; d) Para
esa locación "por separado", se tienen en cuenta no solo los garajes que forman par-
te de un inmueble destinado a vivienda, sino también los garajes o espacios que in-
tegran los destinados a "otros fines". Comp. Ibarlucea, Nuevo régimen de locaciones
urbanas-Ley 16.739, pág. 24.
5. Ley 18.880 (art. 3, inc. b): "La locación de espacios o lugares destinados a la
guarda de animales u otros objetos y estacionamiento de vehículos". Aquí, la dife-
rencia de redacción con los textos anteriores es notable. Sin embargo Suárez (Nue-
vo régimen de locaciones urbanas-Ley 18.880, págs. 29/31) no parece extraer de allí
distinción alguna. Tampoco Alvarez Alonso (Arrendamientos urbanos-Exposición
General de la ley 18.880, págs. 85/8) quien por su obra anterior (Arrendamientos
urbanos-Análisis completo del decreto 2186/57, pág. 66), sin duda debía tener pre-
sente el tema, per*justo es decir que su actitud se explica ante la indignación que
manifiesta al ocuparse del caso de los garajes tal como fue enfocado dentro del sis-
tema de la ley 18.880. Comp. lo que de inmediato decimos sobre la ley 20.625.
6. Ley 20.625 (art. 3, inc. b): texto igual al de la ley 18.880. Sobre ambos, Rines-
si (Alquiler de inmuebles urbanos-Ley 20.625, págs. 35/7) quien apunta como nove-
dad respecto a los textos anteriores el de sustituir con "estacionamiento de vehícu-
los" el vocablo "garaje", estimando con Griffi y Lupi que la palabra "estacionamien-
to" es omnicomprensiva. Personalmente estimamos que las "novedades" que
aparecieron con la ley 18.880 son mayores, pero ya no es el caso de detenerse en el
examen de leyes que han perdido vigencia.
476 §114. Plazos de duración
mueble, en cuanto cosa, seguirá clamando por su destino propio, mientras no expe-
rimente modificaciones físicas. Así, es en este sentido, que nosotros hemos inter-
pretado lo de "inmuebles destinados a vivienda" del art. 150 de la ley concursal
(supra, §20, III, 3, B).
Bajo este punto de vista, podemos hablar de inmuebles destinados a la guarda
de vehículos, entendiendo por tales, los que por sus características objetivas, es-
tructurales, edilicias, claman por este tipo de utilización.
2. El destino de la locación depende de la determinación contractual, y es algo
que atañe al tipo de uso o goce, como se ve del art. 1555, Código Civil. Y así, un in-
mueble ediliciamente destinado a vivienda, puede ser locado para otro destino. Se
advierte que "el destino de la locación" puede coincidir o no con el "destino del in-
mueble" (art. 1559, Código Civil). Otro tanto dígase del destino de la locación para
guarda, que puede o no coincidir con el destino edilicio del inmueble.
3. El objeto del contrato, entendiendo por tal los derechos sobre los que incide
puede ser variable, y consistir, entre otros, en la obligación de "guarda". Así por
ejemplo, el contrato de depósito (art. 2182, Código Civil) tiene por objeto una obli-
gación de guarda. Se pueden dar en depósito, inmuebles, incluso inmuebles edili-
ciamente destinados a la guarda, pero nadie confundiría los dos usos de la palabra
"guarda", porque del hecho de que un inmueble esté ediliciamente destinado a la
guarda, no resulta que esté destinado a ser guardado en depósito.
28 Pasamos a demostrarlo en esta nota, para no sobrecargar el texto.
1. En el segundo precepto, que habla de los garajes locados a los efectos de la
478 §114. P l a z o s de d u r a c i ó n
2. El contrato de garaje
Del inciso sub examen resultan, para todos los casos que
menta, estas dos consecuencias: tales casos se encuentran
excluidos de la regla del plazo mínimo, pero abarcados por
las demás reglas de la L.U.
A. Un sector de la doctrina da por supuesto que el inciso
—respecto a los vehículos— se refiere al contrato de garaje,
al que conceptúa un contrato innominado que no es locación
y que participa de las características combinadas de depósi-
to, de locación de cosas y de locación de servicios.
Con ese punto de arranque, ese sector de la doctrina con-
ceptúa que estamos ante un caso, no solo de exclusión de la
regla del plazo mínimo (que es lo que literalmente preceptúa
el texto) sino también de exclusión de cualquier otra regla
de la L.U. (que es lo que literalmente no se preceptúa) 29 .
B. Otro sector de la doctrina formula un distingo.
Parte de la base de que el inciso sub examen contiene dos
preceptos: uno, referido a "las ocupaciones de espacios o lu-
gares" y otro concerniente a los "garajes o espacios". Es en el
guarda se exige simultáneamente que se trate de una cosa (aquí, un sector del in-
mueble) edüiciamente destinada a la guarda (en el sentido de aparcamiento, esta-
cionamiento, ubicación) y que el contrato tenga ese destino, por lo que no bastaría
que se loque un "garaje" (esto es, una cosa edüiciamente tal) si el destino de la loca-
ción es otro (v.g. un negocio de venta de cigarrillos); pero en el mismo precepto, al
lado de los garajes se menta a los espacios, genéricamente, despreocupándose del
destino objetivo de la cosa, y solo exigiendo el destino negocial, con lo que queda de-
mostrado que lo decisivo para la L.U. es no el destino del inmueble, sino el nego-
cial, coincida o no con aquél. 2. En cuanto al primer precepto, aunque el vocablo
"destinados" coincida gramaticalmente con "espacios o lugares", con lo que podría
pensarse que alude al destino objetivo de la cosa, la expresión "espacios o lugares"
es suficientemente anfibológica como para dar lugar a las dos menciones del segun-
do precepto ("garajes y espacios") que nos han conducido a concluir que lo decisivo
es el destino subjetivo, negocial, más acorde con el encabezamiento que habla de
"las contrataciones a que se refiere la presente ley".
29 Rinessi, Derecho ríe las locaciones urbanas (obra sobre la L.U.), pág. 177
(comp. su anterior obra con el mismo nombre, sobre la ley 20.625, págs. 35/7). Flah
Smayevsky, Alquileres, pág. 24.
§114. Plazos de duración 479
4. El primer precepto
Y vengamos ahora al examen del primer precepto: "Que-
dan excluidas del plazo mínimo legal para las contratacio-
nes a que se refiere la presente ley:... las ocupaciones de es-
pacios o lugares destinados a la guarda de... vehículos..."
Quienes parten de la base de que aquí queda contempla-
do el contrato de garaje, para acto seguido criticar a la ley,
so color de que, al no ser el contrato de garaje una locación,
no hace falta excluirlo del plazo mínimo, ya que está exclui-
do de todas las disposiciones, harían mejor abandonando la
base de su razonamiento, que es la que les trae la dificultad.
Porque, ¿por qué suponer que la ley está hablando de un
contrato que no es de locación, cuando ella misma afirma
que de locación está hablando? Y que está hablando de loca-
ción es indudable, atento al encabezamiento que contempla
"las contrataciones a que se refiere la presente ley" (esto es,
las locaciones urbanas: art. 1 L.U.). Que el inciso no sea un
modelo de prolijidad, es una cosa, y otra muy distinta que se
le atribuyan improlijidades que no contiene.
No son los contratos de garaje los aquí contemplados, si-
tos necesarios para la explotación del puesto, sin los cuales re-
sultaría de imposible cumplimiento la finalidad de la locación".
Este texto resulta ser un híbrido de los precedentes. Lite-
ralmente, parece directamente vinculado con el texto de la
ley 14.821, y, a través de él, con el inciso e del art. 2 del de-
creto 2186/57, pero conceptualmente se aproxima más al se-
gundo supuesto del inc. c del art. 2 de este último36.
4. Laley 16.739
Esta, ya no como exclusión del régimen, sino como exclu-
sión de la prórroga que dispuso, trajo (art. 3, inc. e), un texto
similar al de la ley 15.775, pero suprimiendo la expresión
"de propiedad privada o estatal" y la palabra "todos".
5. La locación urbana
La L.U. ahora como exclusión del plazo mínimo (pero no
de las otras reglas) se limita a hablar de "las locaciones de
puestos en mercados o ferias".
Ante esa redacción, y teniendo en cuenta los distintos ca-
sos que hemos presentado al relatar los antecedentes, pode-
mos preguntar por las siguientes situaciones:
A. Locación de la cosa llamada "puesto".
Gráficamente podemos compararla con la locación, con
destino comercial, de una pieza en una casa...
Estamos ante una locación en sentido técnico, que la L.U.
excluye del plazo mínimo (pero no de las otras reglas).
Y para esa exclusión solo exige que se trate de un puesto
"en mercados o en ferias".
No requiere:
a) Ni que se conceda además el uso de otros objetos...
36 En efecto: el texto de la ley 14.821 (como el del inciso e del art. 2 del decreto
2186/57) se refería a una hipótesis en la cual se incluyera "además del uso del lo-
cal, la prestación de servicios esenciales para la explotación del negocio". Pero el
"además" que exigió la ley 15.775, fue de "todos los objetos necesarios para la ex-
plotación... sin los cuales resultaría de imposible cumplimiento la finalidad de la
locación": esto último se compagina mejor con el segundo precepto del art. 2 inc. c
del decreto 2186/57, referido al arrendamiento de un inmueble "con sus instalacio-
nes y accesorios completos para funcionar de inmediato a los referidos fines", por-
que una cosa es que haya "además" servicios y otra que haya "además", objetos.
484 §114. Plazos de duración
I. Generalidades
2. La periodicidad vinculada
En la locación urbana para vivienda, el uso es algo conti-
nuo: el pago, en cambio, es discontinuo.
El art. 6 L.U. se dirige, en primer término, a determi-
nar cómo debe fijarse el precio: considerando lo continuo
(el uso) fraccionado en períodos mensuales, que necesa-
riamente serán tantos como los que quepan en el tiempo
total de uso convenido. Pactado, v.g., un tiempo de dos
años, la determinación se hace por mes, conceptuando
que los dos años comprenden veinticuatro meses. Como
todos los meses no tienen el mismo número de días, resul-
tará que bajo el nombre de "mes" se englobarán períodos
temporales que no serán exactamente iguales, pero ¡tanto
da!, y tan mes es el de treinta y un días como el de trein-
ta, como el de veintiocho o el de veintinueve (el febrero de
los años bisiestos).
Pero su real utilidad surge de otra dirección más concre-
ta, en la que el texto apunta a establecer cómo debe conve-
§115. Locaciones destinadas a vivienda 487
1 No os necesario que los meses coincidan en su inicio y su fin con los de! ca-
lendario, pues va de suyo que si el uso debe comenzar v.g. el día 16 de un mes. y se
pacta un alquiler por dos años, esa coincidencia, pagando por meses del 16 al 16,
no se producirá, sin que quede afectada para nada la L.U. Y pues lo decisorio es el
espíritu y razón de la ley, nada impediría que, en el ejemplo, se conviniera que el
primer pago será por los días calendarios que faltan al primer mes, de modo que
los siguientes coincidan con el inicio y el fin de los meses del almanaque, y el ulti-
mo pago, en consecuencia, sea también por mes incompleto. Siguiendo con ese es-
píritu, tampoco es necesario que el tiempo total convenido sea divisible en un nú-
mero de meses completos; puede pactarse, v.g. una locación para vivienda, por dos
años y quince días.
488 §115. Locaciones destinadas a vivienda
4. Sanción
La inobservancia de las prescripciones de la L.U. respecto
a lo que hemos denominado "periodicidad vinculada" (aquí,
sub 2) y a la regla sobre pagos anticipados (aquí sub 3), se
encuentra sancionada con la nulidad.
A. Para ir despejando problemas, comencemos primero
con el examen del carácter y de las consecuencias de la nuli-
dad por violación a la regla del art. 7 L.U. sobre pagos anti-
cipados.
El art, 7 L.U. es expreso: esa violación "facultará al loca-
3. Valor llave
Se prohibe "requerir" (rectius: "convenir") "el pago del va-
lor llave o equivalentes".
Se ha señalado, con razón, que un valor llave (propio de
los negocios que se transfieren) no se concibe en materia de
locación para vivienda11. Bajo ese nombre, se disfraza, en rea-
lidad, la existencia de un sobreprecio que se pacta a percibir
por anticipado.
Reaccionando contra la práctica, la ley somete a igual
prohibición cualquier "equivalente" de valor llave. Puesto
que "valor llave" es un nombre de disfraz, por "equivalente"
debe entenderse cualquier otro nombre que la inventiva cree
con idéntica finalidad de disfraz.
4. Sanción
Para los tres casos precedentes, la sanción es la misma. Co-
mo nos hemos referido a ella a propósito de los pagos anticipa-
dos, nos remitimos a los desarrollos oportunamente hechos.
Solo nos cabe agregar que, para los tres casos, el art. 7
L.U. especifica: "De requerirse actuaciones judiciales por tal
motivo, las costas serán soportadas por el locador".
Se sobreentiende que las costas serán soportadas por el
locador si dio motivo a que el locatario acudiera a la justicia
(no si el locatario se precipitó a demandar sin ensayar pri-
mero extrajudicialmente) y en la medida de que, según los
términos de la condena, no tuviera razón para litigar.
teral (supra, §34, III) a favor del locatario, quien debe una
indemnización que la misma ley fija.
1. Oportunidad y notificación
La potestad rescisoria puede ser ejercida recién transcurri-
dos "los seis primeros meses de vigencia de la relación locati-
va", lo que debe entenderse, no transcurridos seis meses des-
de la fecha del contrato, sino seis meses del tiempo previsto
para el uso, ya que el inicio de la relación que conduce a él
puede haber quedado diferido por la voluntad contractual.
Los seis meses mínimos12, no serán necesariamente los
meses calendarios completos, sino los meses computados se-
gún el art. 25 del Código Civil.
Como el locatario que ejerza la potestad debe "notificar en
forma fehaciente su decisión al locador con una antelación
mínima de sesenta días de la fecha en que reintegrará lo
arrendado", la duración de efectividad mínima de la locación
será siempre de más de seis meses, pues habrá que agregar
los sesenta días y el tiempo necesario para la notificación1;í.
Si el locatario ejercita la potestad antes de los seis meses
mínimos, inútilmente actúa. Pero esta conclusión no debe ser
llevada a extremos irrazonables, pues si la potestad fuera
ejercitada antes de los seis meses, pero dando un aviso por un
tiempo suficientemente amplio que igual cubriría los sesenta
4. Arrepentimiento
Ejercida la potestad rescísoria, no cabe arrepentimiento.
Pasados los sesenta días (o el mayor del aviso), el plazo de la
locación queda concluido, y si el locatario permanece en el uso
del inmueble corresponderá aplicar el art. 1622, Código Civil.
V. Continuadores en la locación
Según el art. 9 L.U.: "En caso de abandono de la locación
o fallecimiento del locatario, el arrendamiento podrá ser
§115. Locaciones destinadas a vivienda 497
1. Naturaleza jurídica
Nos encontramos con un instituto de características par-
ticulares que, pese al léxico que el texto emplea, nada tiene
que hacer con la "continuación" de la locación de que nos
ocupáramos a propósito del art. 1622, Código Civil. La conti-
nuación ex art. 1622, Código Civil, es una situación en la
que se encuentra el inquilino después del vencimiento del
término contractual; la continuación de la L.U. es una situa-
ción en la que se ubican personas distintas del inquilino, re-
emplazándolo durante la vigencia del plazo contractual.
Este instituto cobra interés ante dos contingencias: el fa-
llecimiento y el abandono.
Examinemos por separado la naturaleza respecto a cada
una de las dos contingencias, para luego resumir ambas en
una común fórmula.
A. La previsión relativa al fallecimiento, con algunas va-
riantes respecto a su régimen concreto, ha sido constante en
todas las leyes que comienzan con la 13.581.
a) Tomemos, por lo tanto, como modelo al fragmento del
art. 8 de la ley 13.581, según el cual: "En caso de falleci-
miento del inquilino de una vivienda, la prórroga beneficia-
rá a...".
Esa norma, como las de los regímenes posteriores que
preveían prórrogas y que para el caso de fallecimiento del
inquilino disponían que ciertas personas podían valerse de
la prórroga, necesariamente debía suscitar al espíritu una
aproximación a la sucesión mortis causa.
Fatalmente se suscitó esta pregunta: ¿qué función le que-
daba a la norma del art. 1496, Código Civil? La respuesta,
en realidad, era sencilla de dar: el art. 1496, Código Civil, de
carácter general, mal podía quedar derogado por el régimen
especial, cuya aplicación se limitaba al caso concreto que re-
gulaba, y como ese caso concreto era el de locaciones prorro-
498 §115. Locaciones destinadas a vivienda
17 Por supuesto que como la L.U. es imperativa, el plazo mínimo de dos años
del art. 2 se lo tendrá por "convenido".
500 §115. Locaciones destinadas a vivienda
18 Sobre ambos tipos de abandono, véase nuestro Derechos reales, §6, VI, 3.
19 Sobre las variadas significaciones del vocablo "sucesión", véase nuestro
Derechos reales, §11, IV, 2.
§115. Locaciones destinadas a vivienda 501
2. Las contingencias
Según ha quedado dicho, dos son las que prevé el art. 9
L.U.: el fallecimiento y el abandono.
A. No presenta dificultades la configuración de la hipóte-
sis de fallecimiento.
B. Sobre la de abandono, conviene detenerse.
Los primeros regímenes requirieron que el abandono fuera
"voluntario y definitivo" (decreto 2186/57, art. 3; ley 14.821,
art. 5; ley 15.775, art. 5); los posteriores, hablaron simplemen-
te de "abandono" (leyes 16.739, art. 6; 18.880, art. 15; 20.625,
art. 10; 21.342, art. 15). Solo de "abandono" habla la L.U.:
a) Bajo la vigencia de la fórmula "abandono voluntario y
definitivo"se formó una interesante jurisprudencia 20 .
El tema a resolver era el siguiente: si un inquilino se aleja
definitivamente del inmueble locado, quedando en él perso-
nas que integran el grupo conviviente protegido, ese aleja-
miento puede constituir en los hechos, ya un abandono de la
locación, ya una cesión... Que hubiera lo uno o lo otro, era de
máximo interés en regímenes que por un lado, prorrogaban
graciosa (e inconstitucionalmente) la locación, y que por el
otro, introducían el instituto de la continuación en la loca-
ción, pero prohibían la cesión durante la prórroga, aunque la
cesión hubiera estado autorizada por el contrato originario21.
b) Cuando la fórmula "abandono voluntario y definitivo"
es reemplazada —en los regímenes posteriores— por la de
"abandono" sin calificativos, la doctrina continúa adherida a
esa investigación sobre lo voluntario.
Ello resulta explicable en los cuatro regímenes inme-
diatamente anteriores a la L.U. que daban lugar a simi-
lar interés en distinguir entre el abandono y la cesión,
por presentar las mismas tres características: prórroga,
3. Los beneficiarios
Para revestir la calidad de beneficiario, se requiere la
conjunción de dos datos: vínculo y convivencia.
A. Empleamos la palabra "vínculo" en un sentido elástico,
1. Él contrato de hospedaje
El contrato de hospedaje es oneroso, abarcando diversas
variedades entre las cuales se destaca el hospedaje en casa
pública, al que se refiere la L.U., negocio éste que es parcial-
mente típico.
Como definición que abarca todas la variedades, propone-
mos ésta: por el contrato de hospedaje, una de las partes se
506 §115. Locaciones destinadas a vivienda
29 Según Ival Rocca (Ley de alquileres 20.625, pág. 213) se trata de un contra-
to complejo que posee el contenido de los de locación de cosas, locación de servi-
cios, depósito necesario, compraventa y mandato.
30 Clavell Borras (La locación urbana en la ley 21.342, pág. 89), Arias (Nor-
mas regulatorias de las locaciones urbanas, sobre la ley 21.342, pág. 70), Suárez
(Nuevo régimen de locaciones urbanas, sobre la ley 18.880, pág. 37).
31 En sentido civilista, hay contratos parcialmente típicos, como v.g., el boleto
de compraventa (supra, §63, II, 2). Hablamos del sentido "civilista" porque solo en-
focamos al contrato desde este ángulo, despreocupándonos de las normaciones exis-
tentes en otras ramas del Derecho, como, v.g., las del Derecho Administrativo.
32 Sobre estas categorías de tenencia, véase nuestro Derechos reales, §16, VI.
§115. Locaciones destinadas a vivienda 509
36 Prat, El actual régimen de las locaciones urbanas, sobre la ley 21.342, pág. 138.
37 En las respectivas obras sobre la ley 21.342: Alvarez Alonso <op. cit., págs.
190/1), Clavell Borras (op. cit., págs. 113 y sigts., y allí, el debate que menciona-
mos en el texto), Prat (op. cit., págs. 138/9, refiriéndose a la legislación uruguaya,
sin especificarla, y al proyecto Davico», Arias {op. cit., pág. 121, menciona el pro-
yecto Davico, y la ley uruguaya 13.8701.
§115. Locaciones d e s t i n a d a s a vivienda 515
3. Utilidad de la norma
Existe una cierta tendencia a restarle importancia.
A. En buenos principios constitucionales, la norma debie-
ra ser inútil 88 . Los derechos emergentes de los contratos
constituyen una propiedad en el sentido constitucional, de la
que no debiera privarse a nadie sin previa indemnización.
Pero, en los hechos, las cosas no han pasado así. Las dis-
tintas leyes de alquileres que fueron un "patente desmenti-
do a las promesas de la Constitución" (supra, §110, II, 3)
han recibido aplicación a lo largo de décadas.
Los pleitos son costosos, y los planteamientos de inconsti-
tucionalidad, de resultado incierto, ante una jurisprudencia
y una maraña de leyes y decretos de necesidad y urgencia,
en diversas materias, que forman un conjunto del que lo me-
38 No es lo mismo decir que el texto "debiera ser inútil" a enseñar que no tie-
ne "ninguna validez jurídica que solo puede ser considerado como una expresión
retórica altisonante" según lo hace Alvarez Alonso (lix. cit.)
El mismo autor, deteniéndose en la fundamentación dada por la exposición de
motivos sobre la necesidad de restablecer la fe en la palabra del Estado, comenta:
"Pero ¿es qué en los aspectos legales, el Estado puede tener una sola palabra y
permanente, aunque se le modifique el entorno social y económico?. Suponiendo
que el Estado debiera tener palabra".
Nosotros partimos de otra concepción sobre el Estado. Afirmamos, sin vacilar,
que si algo debe tener el Estado, es, precisamente, palabra. El Estado argentino
dio su palabra con la Constitución, anunciando cómo procedería cuando otras cir-
cunstancias, otros tiempos volvieran conveniente cambiar la palabra. Con el art. 6
de la ley 21.342 dio una palabra especial: cúmplala, porque si no la cumple, entra
en la antieticidad, y el Estado, o es Etico, o no merece el nombre de Estado.
Si algo debe estarle vedado al Estado, es engañar. Reducir el art. 6 $ub exa-
men a una expresión retórica, equivaldría á suponer que el Estado quiso engañar.
Ni debe exagerarse con eso de que se trata de dar una sola palabra "perma-
nante". Como lo señalaremos en el texto, la palabra puede ser retirada para las
contrataciopes futuras, que en cuanto a las pasadas, nada tendrá la palabra de
"permanente" pues el plazo máximo de las locaciones es de diez años...
516 §115. Locaciones destinadas a vivienda
Título I: Generalidades
I. Introducción
2 Comp. Gelsi Bidart, citado por Brebbia, Contratos agrarios, pág. 13. Sobre el
tema de la autonomía: Pérez Llana, op. cit., págs. 20 y sigts.; Campagnale, Manual
teórico práctico de los contratos agrarios privados, págs. 31 y sigts.; Taborda Caro,
Derecho agrario, págs. 24 y sigts.
§116. A n t e c e d e n t e s , ámbito y método de la ley especial 521
2. Antecedentes
Nuestro Codificador Civil no creyó necesario regular or-
gánicamente el arrendamiento rural y apenas lo tuvo pre-
sente en algunas disposiciones aisladas dentro de la locación
(arts. 1506, 1536, 1557, 1560, 1610 —en sus primitivos inci-
sos 3 y 4— y 1617). De la aparcería, Vélez pensó que debía
quedar en el terreno de lo innominado.
Se ha dicho que en aquella época era innecesario un esta-
tuto especial, ya que no existía el problema del arrendatario,
con un territorio "apenas poblado, falto de brazos que lo tra-
bajaran" con "métodos de laboreo simplísimos y de escaso y
lento rendimiento... medios de transporte pocos y lentos... y
tampoco existía un mercado internacional importante" 3 .
Pensamos que siendo todo ello cierto, cabe agregar que tam-
poco existía el virus demagógico que ha carcomido hasta los
cimientos a nuestro país.
Cambiaron las circunstancias existentes en la época de
Vélez y soplaron nuevos vientos. En 1921, con la ley 11.170
aparece la primera regulación específica, reemplazada en
1932 por la ley 11.627.
Rige hoy la ley 13.246 modificada, a cuyo régimen aludi-
remos en lo sucesivo, con la sigla L.A.
Reconocemos que, como relación de antecedentes, la que
precede es breve y mutilada. Pero no creemos necesario
ahondar más. Otros han hecho ya la relación con más pa-
ciencia que la nuestra...
Sobre la dosis de paciencia necesaria, baste con señalar
que, según se ha recordado4, la lista de leyes y decretos an-
3. La reglamentación
En las exposiciones doctrinarias, es usual referirse a la
reglamentación de la ley. No dejaremos alguna vez de hacer-
lo, pero con la salvedad de que, para nosotros, la normación
reglamentaria tiene un muy escaso valor.
A. Por un lado, el texto del art. 58 de la ley 13.246 que
preveía que el "Poder Ejecutivo reglamentará la presente
ley" ha sido expresamente derogado por la ley 22.298 que da
9 Art. 1, ley 11.170: "Todo contrato consensual en que una de las partes se obli-
ga a conceder el uso o goce de una extensión de tierra no mayor de trescientas hec-
táreas fuera del ejido urbano de los municipios con destino a explotación agrícola
de cereales o a su aprovechamiento ganadero agrícola y la otra a pagar por ese uso
o goce un precio en dinero o en especie o a entregar un tanto por ciento de la cose-
cha, quedará sujeto a las prescripciones de la presente ley, desde la fecha de su pro-
mulgación y publicación".
Art. 1, ley 11.627: "Todo contrato en que una de las partes se obliga a conceder
el uso o goce de una extensión de tierra, fuera del radio de las ciudades o pueblos,
§116. A n t e c e d e n t e s , á m b i t o y m é t o d o de l a ley especial 525
15 Entre nosotros, la caña de azúcar no se siembra lodos los años, pero se culti-
va para cada cosecha anual. Un anterior texto de la ley 13.246 (con la reforma del
decreto-ley 2188/57), tenía una redacción distinta, pues hablaba de "dos siembras".
16 Comp. Golletti, Nuevo régimen de arrendamientos y aparcerías rurales, pág.
157.
532 §116. A n t e c e d e n t e s , ámbito y método de l a ley especial
4. Reiteración
Hay quienes desearían que el empleo reiterado de la con-
tratación accidental no fuera la vía utilizada por los propie-
tarios de predios rurales para tenerlos constantemente con-
tratados sin caer en la L.A.
Pero la L.A. no reacciona contra esa posible práctica, sino
cuando la reiteración asume ciertas características.
En el sistema de la L.A., hay reiteraciones admitidas y
reiteraciones rechazadas. Si se trata de una reiteración ad-
mitida, la relación posterior a la misma sigue siendo de con-
trato accidental; si se trata de una reiteración rechazada, la
relación posterior no es de contrato accidental.
Para proceder con método, fijaremos primero el concepto
de "reiteración" que tiene diversas manifestaciones, luego
b) La renovación
La palabra "renovación" que —con sentido amplio— em-
§116. Antecedentes, ámbito y método de la ley especial 537
c) La reconducción
Resulta también de un nuevo contrato de locación, a raíz
del cual, como en la renovación, no hay solución de continui-
dad de hecho, pero sí de derecho. Se distingue de la renova-
ción en que, mientras en ésta, las cláusulas del nuevo con-
trato son distintas de las del anterior, la reconducción repro-
duce las mismas cláusulas.
Tampoco debe confundirse la reconducción con la conti-
nuación en la locación (infra, §118, VI) que no es reiteración.
d) La contratación en discontinuidad
La contratación en discontinuidad es también un nuevo
contrato de locación que puede tener distintas cláusulas que
el anterior (pareciéndose en esto a la renovación) o iguales
(semejándose a la reconducción) pero que deja entre el ante-
rior y el nuevo contrato un espacio vacío de uso y goce. Supo-
ne una discontinuidad, tanto de derecho, como de hecho.
e) La contratación en alteración
En todos los casos que preceden, hay un contrato anteiior
y un nuevo contrato, pues lo hay incluso en la hipótesis de
prórroga que no resultará de un nuevo contrato de locación,
pero sí de un nuevo contrato (contrato de prórroga).
Para todos esos casos podemos decir que, antes como des-
pués de la reiteración, hay locación.
Pero debemos hacernos cargo de otros fenómenos, carac-
terizados porque antes de la reiteración hay un tipo de es-
tructura, y después de ella hay un tipo de otra estructura.
538 $116. Antecedentes, ámbito y método de la ley especial
5. Calificación y homologación
La extensa última parte del art. 39 L.A. regula la califica-
28 Por ejemplo, esa hipótesis se dará si para el que se obligó a conceder el goce,
resultara un buen negocio que el contrato se prolongue más en el tiempo.
29 Comp. Brebbia, Contratos agrarios, pág. 195, nota 209.
§116. Antecedentes, ámbito y método de la ley especial 541
IV. El método
31 V'.g.: las normas de los contratos en general son "especiales" respecto a las
de los actos jurídicos, pero "generales" respecto a las de los contratos típicos.
32 La ley 13.246 contenía cinco títulos, pero de los originarios títulos IV y V, ya
solo queda en este último el art. 59 con la redacción que le dio la ley 22.298 i."Los
contratos que se celebren a partir de la vigencia de la presente ley quedarán suje-
tos a sus disposiciones"), cuyo examen, dado el tiempo transcurrido, se comprende
que carece de interés.
544 §116. Antecedentes, ámbito y método de la ley especial
I. La forma
1. Carácter ad probationem
El enfático primer precepto ("deberán redactarse por es-
crito") no implica consagrar una forma ad solemnitatem de
la cual dependa la validez, y cuya ausencia traiga la nulidad
plena o efectual.
Estamos ante una forma ad probationem, como lo denota
el segundo precepto.
En teoría, podríamos decir que hay una diferencia entre el
precepto sub examen y la regla general del art. 1193, Código
Civil, porque para la regla general la prueba escrita solo es
exigible en los contratos que pasan de la tasa de la ley, en
tanto que para la L.A. se requiere siempre, cualquiera que
§117. Los elementos y la prueba 547
2. Contratos abarcados
Esta forma ad prubationem se requiere para los contratos
"a que se refiere la presente ley".
Abarca, por lo tanto, a los contratos de arrendamiento,
aparcería, y a los contratos asimilados.
¿Quid de los contratos accidentales?
Invocando la amplitud de la fórmula "a que se refiere la
presente ley" se ha enseñado que quedan también com-
prendidos 1 .
La tesis es interesante, y (con la salvedad ya hecha de la
falta de interés práctico actual) la compartimos con estos al-
cances:
a) En principio, en punto a la prueba, el contrato acciden-
tal no queda sometido al art. 40 L.A., sino al art. 1193, Códi-
go Civil. El encabezamiento del art. 39 L.A. exige llegar a
esa conclusión, al disponer que los contratos accidentales
quedan "excluidos de las disposiciones de esta ley", y la re-
gla de forma del art. 40 L.A. es una disposición de la ley.
b) Pero el enfoque cambia si con un contrato accidental se
pretende su calificación y homologación como tal. Se preten-
derán entonces efectos que concede y regula la L.A.; el con-
trato accidental que por el encabezamiento del art. 39 salió
por la puerta, retorna a la L.A. por la ventana, en cuanto re-
quiere por su calificación y homologación como tal, una pro-
tección que la L.A. dispensa, la que, en consecuencia, pasa a
referirse a él, en los términos de su art. 40.
1. El régimen anterior
En la originaria redacción de la ley 13.246, la inscripción
era obligatoria, y la exigencia impuesta al "arrendador o
aparcero dador sin perjuicio del derecho que se reconoce al
arrendatario o aparcero de obtener por su parte directamen-
te esa inscripción".
En la originaria redacción, se otorgaba un efecto a la ins-
cripción: la oponibilidad a terceros.
Y porque la inscripción era obligatoria para el concedente,
y su ausencia privaba al contrato de oponibilidad a terceros,
el concedente que fuera omiso en cumplir con la obligación de
inscribir, asumía responsabilidad por todos los daños que se
siguieran a la otra parte por la ausencia de inscripción.
2. El régimen actual
Hay dos diferencias respecto al anterior:
A. La inscripción ha dejado de ser obligatoria; hoy es fa-
cultativa. Por lo tanto, queda descartada toda idea de res-
ponsabilidad del concedente, por omisión de inscribir, tanto
más cuanto que tampoco el régimen actual da a la inscrip-
ción los efectos del régimen anterior, según de inmediato
puntualizamos.
B. La inscripción ya no es otorgante de oponibilidad a ter-
ceros.
a) En el régimen anterior, la inscripción tenía un especial
efecto, pues dotaba de oponibilidad al contrato, de lo que se
seguía que la falta de inscripción lo tornaba inoponible a
terceros.
El tema presentaba un particular interés en el caso de ena-
jenación del fundo pues cabía concluir que para la aplicabili-
dad del art. 1498, Código Civil, era necesaria la inscripción.
550 §117. Los elementos y la prueba
8 Comp. Brebbia, op. cit.. pag. 26, quien refiriéndose a esa Túndame litación se-
ñala que en ella "se vierten expresiones que parecieran sustentar un criterio con-
trario", al anterior, y subraya que el art. 1 permanece inmodificado.
9 Pérez Llana, Arrendamientos y aparcerías rurales, pag. 19. Este autor inclu-
ye en la enumeración de los casos de lex supletoria, el art. 37, texto que tiene otro
carácter, pues, lejos de prever un plazo, deja librada su determinación a las partes.
5117. Los e l e m e n t o s y la p r u e b a 555
i o Asi. v.g.: un arrendamiento que fuera del caso de) art. 45 L.A. pase de los
10 años del art. 1507, Código Civil, o que siendo el caso del art. 45 L.A. pase de
los 20 años, es nulo por el excedente', sin que para esa invalidez se entre a inda-
gar la existencia o no de un beneficio, ni, por lo tanto, si hay o no renuncia al
mismo. Y así, una simulación en perjuicio de terceros, no implica ni fraude a la
L.A. ni renuncia de beneficios por ella acordados, pero recibe la reprobación del
art. 957, Código Civil.
556 §117. L o s e l e m e n t o s y l a p r u e b a
V. El contenido: la retribución
1. Retribución mixta
Estamos ante la figura de los contratos combinados, sub
especie de los mixtos isupra, §5, VII, 2, b).
a) Si la retribución es en dinero, tendremos un contrato
de arrendamiento íart. 2 L.A.) y si consiste en un porcentaje
de los frutos, tendremos una aparcería (art. 21 L.A.).
¿Quid si la retribución es mixta, por consistir parte en di-
nero y parte en un porcentaje de los frutos?
El art. 44 L.A. da la respuesta: cuando la retribución con-
siste "además del porcentaje en la distribución de frutos, en
determinada suma de dinero", el contrato se rige por las
normas de la aparcería.
b) Hay en el texto una inquietud similar a la del art. 1356.
Código Civil. Pero, mientras para la doctrina del art. 1356 ci-
vil, cuando el precio es mixto (parte en dinero y parte en otra
cosa) puede haber, ora compraventa, ora permuta, según la
importancia del valor de la cosa respecto al dinero, la L.A. no
trae alusión a relatividad de valores y la regla es constante:
si se conviene como retribución porcentaje y dinero, el con-
trato se rige siempre por las reglas de la aparcería17.
2. Retribuciones conjuntas
Constituye un fenómeno distinto al de la retribución mix-
ta. En la retribución mixta hay unidad de retribución forma-
da por elementos heterogéneos, en tanto que en las retribucio-
nes conjuntas hay pluralidad de retribuciones heterogéneas.
A. Comencemos por dar un ejemplo sencillo de retribu-
ción mixta, y un ejemplo sencillo de retribuciones conjuntas,
18 Si se trata del goce de los fundos Tusculano y Semproniano, por tal suma
de dinero y el 30% de los frutos de ambos, hay un solo contrato, una sola retri-
bución, y ésta es mixta. Si se trata del fundo Tusculano por tal suma de dinero
y el 30% de los frutos del mismo, y, en el mismo acuerdo, del fundo Sempronia-
no, por tal otra suma de dinero y el 30% de los frutos de éste, hay dos contra-
tos, dos retribuciones, ambas mixtas; estamos en una hipótesis de acumulación
contractual, pero no en la de retribuciones conjuntas, para cuya aparición, co-
mo señalaremos luego en el texto, la acumulación es condición necesaria, pero
no suficiente.
562 §117. Los elementos y la prueba
I. Definición
1. El arrendamiento accidental
Decimos que el discurso del art. 2 L.A. debe ser completa-
do con el del art. 39 L.A.
Lo decimos, porque el art. 39 L.A. regula los contratos ac-
cidentales (supra, §116, III) entre los que se encuentra el
arrendamiento accidental.
El arrendamiento accidental tiene una regulación muy
particular. Queda potencialmente abarcado por la definición
del art. 2 LA., pero sale de la L.A. por la puerta del encabe-
zamiento del art. 39 L.A. Ante ello, corresponde completar
la definición del art. 2 L.A., dando por sobreentendida, don-
de dice "se obligue a conceder el uso y goce", esta salvedad:
"de modo no accidental".
No se diga que luego el arrendamiento accidental vuelve
a entrar en la L.A. por la ventana que le deja abierta el mis-
566 §118. Concepto, caracteres y plazo
II. Caracteres
El de arrendamiento rural es un contrato consensual, bi-
lateral, oneroso, y no formal. Bajo una visual, puede añadir-
se que es de tracto sucesivo. Pero no aceptamos el calificarlo
como conmutativo.
a) Es consensual porque queda concluido con el consenti-
miento de arrendador y arrendatario, sin que sea necesaria
la entrega del predio. La entrega se sitúa en la faz de la eje-
cución, no en la de la conclusión.
b) Es bilateral porque ambas partes se obligan recíproca-
mente: el arrendador a conceder el goce del predio rural, y el
arrendatario a pagar por ese goce un precio.
La L.A. habla de un precio "en dinero".
Dinero es el nacional, pero la Ley de Convertibilidad suje-
ta las obligaciones en dinero extranjero a las obligaciones de
dar sumas de dinero, por lo que, en la práctica, deberá leer-
se el vrt. 2 L.A. como si dijera "dinero nacional o extranjero".
Aún más: por la doctrina de los contratos asimilados,
otras retribuciones podrán reemplazar al dinero...
c) Pues es un contrato bilateral, a fortiori es un contrato
oneroso. Los contratos unilaterales pueden ser onerosos o
gratuitos, pero los bilaterales son siempre onerosos.
d) Desde el punto de vista de la concesión del goce, es un
contrato de tracto sucesivo. No es del caso el entrar a elucu-
braciones de gabinete sobre si puede haber una explotación
agropecuaria "instantánea". Basta con recordar que, supo-
niendo que pudiera haberla, no quedaría incluida en un con-
cepto de arrendamiento rural, del cual se excluyen los con-
tratos accidentales por su corta duración.
Pero desde el punto de vista del pago del precio, aunque
lo usual sea pactarlo como periódico, no vemos inconvenien-
te alguno en que se lo convenga para ser abonado instantá-
neo, en un solo acto, por el total.
e) Es un contrato no formal, en el sentido de que no se
§118. Concepto, caracteres y plazo 569
1. Referencia a un inmueble
El arrendamiento debe referirse a un predio. Solo los in-
muebles (y no todos) son susceptibles de arrendamiento rural,
a diferencia de la aparcería que puede versar sobre semovien-
tes (art. 34 L.A.) sin concesión de goce de predio alguno.
Al decir que el arrendamiento rural es de predios, no des-
cartamos que además del predio, se incluyan en unidad con-
tractual otras cosas, y entre ellas, semovientes. Así como
hay las aparcerías prediales con semovientes del art. 21
L.A., puede haber arrendamiento de un predio con semo-
vientes.
Pero debe haber un inmueble.
2. Ubicación rural del inmueble
No basta con que el arrendamiento sea de un predio. Se
requiere que el predio esté ubicado "fuera de la planta urba-
na de las ciudades o pueblos".
La L.A. no define lo que debe entenderse por "planta ur-
bana", tarea que asumió la reglamentación, pero que —en
nuestra opinión— no dispensa a los jueces de emprenderla
en cada caso, abrevando directamente en la ley.
Sobre la materia, la reglamentación trae dos preceptos:
A. En su art. 1, la reglamentación considera planta urba-
na "el núcleo de población donde exista edificación y cuyo
fraccionamiento se encuentre efectivamente representado
por manzanas y solares, o lotes, cuente o no con servicios
municipales y esté o no comprendida dentro de lo que la Mu-
nicipalidad respectiva considere ejido del pueblo".
Esa descripción es feliz en cuanto aclara que el concepto
de planta urbana es independiente de lo que la Municipali-
§118. Concepto, caracteres y plazo 571
3. Ubicación mixta
Si el predio está ubicado parte en la planta urbana y par-
te fuera de ella estimamos que debe aplicarse el tipo con-
tractual que responde a lo principal.
1. Lo agropecuario
El concepto de lo agropecuario debe tomarse con gran
amplitud, presentándose siempre que a través de la activi-
dad se trate de obtener frutos naturales o industriales o pro-
ductos de los que son propios de la campaña. Es también,
aquí, un concepto socio-económico el que predomina.
Porque el concepto debe ser captado con amplitud, paréce-
nos que puede tomarse por vía ejemplificativa la larga enu-
meración de ramas de actividades agropecuarias que para
otros fines verifica la resolución ministerial 1055/484.
Porque debe tratarse de una actividad para obtener
frutos naturales o industriales o productos, parécenos bien
la jurisprudencia a cuyo tenor no es arrendamiento rural la
locación de un predio con destino a emplearlo para depósito
de animales 5 . Y porque debe tratarse de una actividad que,
en sentido socioeconómico sea propia de la campaña, el
4 Recuerda esta resolución, Brebbia, np. til., pág. 40, quien formula sus reser-
vas respecto a la "naturaleza agraria" de algunos de los casos enumerados, como
los de apicultura, cunicultura y sericultura, aunque en definitiva parece aceptarlos
por "la gran vinculación con la actividad agraria tomada en sentido estricto".
5 Brebbia, loe. vil.
§118. Concepto, caracteres y plazo 575
2. El destino mixto
Correctamente el art. 3 de la reglamentación aplica la re-
gla de lo principal y de lo accesorio, cuando en un mismo
contrato se pactan dos destinos de los cuales solo uno es
agropecuario.
V. Plazo mínimo
3. La prórroga prevista
Según el tercer precepto del art, 4 L.A.: "No se considera-
rá contrato sucesivo la prórroga que se hubiere pactado, ori-
ginariamente, como optativa por las partes".
Se ha dicho que la previsión es inútil, porque si desde el
principio las partes pactan un plazo mayor que el mínimo,
ésa es una estipulación sin objeciones, que no puede ofrecer
dudas, y que al ser convenida desde el principio, no es un
contrato sucesivo, por lo que sobreabunda el decir que no se
la considerará tal.
En un primer examen, la objeción parece correcta. Si ab
initio, en lugar del mínimo de tres años se pactan cinco, na-
die pensará que haya allí un contrato de dos años sucesivo
al de tres, por lo que a fortiori tampoco se verá un contrato
sucesivo si ab initio se pactan cinco años con facultad de res-
cindir unilateralmente respetado el mínimo de tres, o si ab
initio se pactan tres con facultad de optar por otros dos.
Pero en un segundo examen se advierte:
a) Algo de directo e interesante dice el texto. Una posibili-
dad de prórroga optativa como la que prevé supone la volun-
tad de optar de una de las partes que se expresa afirmándo-
la, y el consentimiento de la otra, ya dado por anticipado. De
no existir la previsión legal podría darse base a una doctrina
que estimara que habría allí un contrato sucesivo, pues por
lo menos el ejercicio de la opción es en un tiempo posterior
al de la celebración del contrato que la autoriza.
b) Y, a contrario, mucho más es lo que sugiere.
7 Y así, v.g., si el contrato inicial fue pactado por cuatro años (plazo superior al
mínimo) y la prórroga es por un año más, pactada antes de que fenezca el segundo
año inicial, todavía quedan dos años del plazo originario que con el de la prórroga
satisface el mínimo de tres años.
§118. Concepto, caracteres y plazo 579
2. La ley 13.246
La tácita reconducción que calificamos de "impropia" apa-
rece en el anterior art. 20 L.A. (texto según la ley 13.246) a
cuyo tenor: "Si el arrendador consintiera que el arrendatario
continúe en el uso y goce del predio, transcurrido un año sin
que el primero haya manifestado su voluntad mediante tele-
grama colacionado o notificación practicada por intermedio
del juez de paz de exigirle la restitución del mismo, o cele-
brado nuevo contrato, el arrendatario tendrá derecho a con-
siderarlo renovado en las mismas condiciones, rigiendo en
cuanto a los plazos lo previsto en el art. 4 y con obligación
para el arrendador de dar cumplimiento a lo prescripto en el
artículo 40".
Esa tácita reconducción impropia, tenía de común con la
clásica en que había accionar del arrendatario (que conti-
nuaba en el uso y goce de la cosa) e inacción del arrendador
(que no reclamaba la restitución). Pero allí cesaban los pare-
cidos, porque en la clásica se forma por el tácito mutuo con-
sentimiento un nuevo contrato que obliga a ambas partes,
en tanto que en esta "impropia" era solo el arrendatario
quien tenía derecho a considerarlo formado. Sobre este pun-
to, los términos del viejo art. 20 eran explícitos: "el arrenda-
tario tendrá derecho a considerarlo renovado... con obliga-
ción para el arrendador". Curiosa tácita reconducción era
ésa, en la que valía lo tácito del arrendador, pero no lo tácito
del arrendatario, pues faltaba todavía que ejerciera el dere-
cho que le confería el viejo art. 20.
Ahora bien: esa reconducción impropia ¿por qué duración
era? Ejercido el derecho por el arrendatario, ¿cuál era la du-
ración del nuevo contrato, de ése que él hubiera considerado
"renovado", para emplear las palabras del texto?
El art. 20 era explícito: "rigiendo en cuanto a los plazos lo
previsto en el artículo 4S".
En la originaria redacción del art. 4, en el primer aparta-
do, se fijaba para el contrato inicial (en ausencia de uno
mayor estipulado) un plazo mínimo facultativo (para el
§118. Concepto, caracteres y plazo 581
3. El decreto-ley 1639/63
El art. 4 L.A. fue uno de los más ajetreados por las refor-
mas. Prescindamos de la historia intermedia, y lleguemos
directamente al texto que le imprimió el decreto ley 1639/63
que fijó plazos distintos según se tratare del contrato inicial
(cinco años mínimos facultativos con opción a tres más) o de
los contratos sucesivos (tres años mínimos facultativos sin
opción a prórroga).
Con esa distinción de plazos cobraba interés el saber si la
remisión que hacía el intocado art. 20 a los plazos del art. 4
era a los plazos del contrato inicial o al plazo de los contra-
tos sucesivos.
Doctrina y jurisprudencia se dividieron8.
Afirmaron unos que los plazos del art. 20 eran los del
contrato inicial...
Pero no faltaron quienes enseñaran que debía aplicarse
al art. 20 el plazo de los contratos sucesivos. Con ello, dieron
a la categoría de los contratos sucesivos una amplitud tal
que abarcaba tanto a los contratos sucesivos expresos como
a los derivados de "esa" tácita reconducción del art. 20.
5. Nuestra opinión
No aceptamos introducir a través del art. 4 una tácita re-
conducción de ninguna clase.
La construcción jurídica que combatimos reposa sobre dos
errores:
A. El primer error es suponer que la originaria tácita recon-
ducción impropia caía dentro de la idea de "contrato sucesivo".
Contra lo que se haya pretendido, sostenemos que los con-
tratos sucesivos de la L.A. jamás fueron pensados por ésta
para abarcar la idea de una tácita reconducción.
a) En la originaria redacción de la ley, la tácita reconduc-
ción impropia no daba lugar a lo que la ley llamaba "contra-
to sucesivo" en el art. 4 (texto de la ley 13.246). Ello fluía del
viejo art. 20 por esta razón: que por ese art. 20, para que se
diera el caso de tácita reconducción impropia, era necesario
que el arrendador no hubiera "manifestado su voluntad... de
exigirle la restitución... o celebrado nuevo contrato". En el
lenguaje de la ley no debía haber "nuevo contrato", lo que re-
sultaba contradictorio con la pretensión de encontrar un
"contrato sucesivo" que, por hipótesis, es un nuevo contrato.
b) Con mayor razón debe llegarse a esa conclusión en el
estado que se produjo cuando el art. 4 fue modificado por el
decreto-ley 1639/63. El art. 20 se refería a "los plazos" del
9 Comp. Rossini-
584 §118. Concepto, caracteres y plazo
ción primaria para sus hijos, para lo cual fue necesario rom-
per la resistencia de los propietarios de la tierra, no siempre
inclinados a facilitar la instalación en sus campos de esta-
blecimientos escolares"4.
Convengamos que si esa fue la justificación del precep-
to de la ley 11.627, al legislador se le fue la mano, porque
una cosa era "romper la resistencia... a facilitar la instala-
ción" y otra muy distinta volcar sobre el arrendador el cos-
to de la instalación.
Para llegar a donde llegó la ley 11.627 —desoyendo la
Constitución— hubiera habido que pensar en una suerte de
conducta antifuncional del arrendador, "culpable" de haber
atraído la radicación de familias, más allá del número mági-
co que ella preveía, de tal modo que en el local por él dotado
y habilitado pudiera instalarse una escuela de la que pudie-
ra beneficiarse inclusive el vecindario. Ante el lamentable
fenómeno del éxodo que se opera hacia las ciudades ¡bienve-
nido el arrendador que atraiga familias hacia el campo, y
condénese al Estado que incumple con una de sus obligacio-
nes básicas, como es la de alfabetización!
b) Según los antecedentes, el cumplimiento de esta obli-
gación podía ser exigido por cualquiera de los arrendatarios,
peticionándolo ante la autoridad que se mentaba.
La L.A. ya no contiene esa previsión, ante lo que se ha di-
cho que la petición puede ser hecha, a la autoridad escolar,
por cualquier interesado5, lo que parece adecuado en cuanto
la autoridad escolar respete lo que de inmediato diremos.
c) El texto actual de la L.A. (obra de la ley 22.298) ha omi-
tido la draconiana sanción que traían los antecedentes.
Ello permite —a nuestro juicio— una lectura más acorde
con los principios constitucionales. Así como en las relaciones
inter partes, no es lo mismo estar obligado a una mejora que
estar obligado a costearla (ya que puede darse lo uno sin lo
otro supra, §106, IV) así también en esta relación que, en ri-
gor, no es entre arrendador y arrendatario, sino entre arrenda-
IV. Inembargabilidad
El art. 15 L.A. declara inembargables e inejecutables a
una serie de bienes.
Aplaudido por muchos, el beneficio que consagra debe ser
objeto de una interpretación restrictiva, para evitar que el
texto rompa la barrera del sonido, en punto a demagogia.
Contiene dos apartados. Por las razones que de inmediato
se verán, comenzaremos con el análisis del segundo apartado.
§119. Efectos, transmisión, subarriendo y conclusión 593
1. Perjudicados y beneficiados
Por el segundo apartado: "Los beneficios que acuerda este
artículo no afectarán el crédito del vendedor de los bienes
declarados inembargables e inejecutables y no comprende-
rán a los arrendatarios que sean sociedades de capital".
La ley emplea el vocablo "beneficios". Hablemos sin eufe-
mismos: ante los beneficios de este tipo, si hay beneficiados
hay, de rebote, "perjudicados".
A. Perjudicado, es, sin duda, el arrendador. No se queje,
pues de él dependía arrendar o no arrendar. El Derecho se
supone conocido.
Y perjudicados son todos los acreedores, salvo el vendedor
de los bienes declarados inembargables e inejecutables. A
ello conduce la letra del apartado sub examen, que, excep-
tuando expresamente al vendedor, solo cobra sentido par-
tiendo de la base de que perjudicados son todos los acreedo-
res, con esa única salvedad.
Se trata de un beneficio erga omnes, de cuya invocación
solo se salva el vendedor de los bienes inembargables e
inejecutables.
a) Comencemos por salvar, con amplitud, al vendedor de
tales bienes.
El vendedor de cualquier bien inembargable e inejecutable,
por su crédito en razón de la venta, puede trabar embargo y
ejecutar no solo el bien que vendió, sino también cualquier
otro bien de los que son "inembargables" por disposición de la
L.A. Esta, en efecto, no ha dicho que la excepción que consagra
a favor del vendedor se limite a los bienes inembargables ven-
didos, pues la referencia a ellos apunta solo a circunscribir la
clase de vendedor exceptuado. No está exceptuado cualquier
vendedor, sino solo aquel que haya vendido ese tipo de bienes,
pero, habiéndolos vendido, en su calidad de vendedor, esto es,
por su crédito en razón de la venta, ya no halla obstáculos en
la L.A. para trabar embargo sobre cualquier bien; podrá en-
contrar obstáculos derivados de otras leyes, pero no de la L.A.
La interpretación amplia que damos a esta excepción, per-
mite, por ejemplo, que el vendedor de bienes inembargables
que hayan sido consumidos, pueda hacer efectivo su crédito
embargando y ejecutando otros bienes "inembargables".
594 §119. Efectos, transmisión, subarriendo y conclusión
8 Comp. Rezzónico, Intervención del Estado en la locación rural, pág. 56, nota 45.
9 A propósito de la normativa de los códigos procesales, establecida con carácter
genérico para todos los deudores, que contemplan la inembargabilidad de las cosas del
hogar, se ha formado una amplia jurisprudencia, no siempre aplaudida (comp. Llam-
bías, Obligaciones, n- 391) que si algo pone de relieve es que necesariamente se cae en
cuestiones de hecho, dependientes de la prudente apreciación judicial.
10 Comp. Brebbia, Contratos agrarios, pág. 33
596 §119- Efectos, transmisión, subarriendo y conclusión
3. Caso de concurso
Entra a regir la ley 19.551 que contiene una regla dife-
rente: doct. art. 265, inc. 6.
12 Comp. texto del art. 30 según decreto 11.204 de 1952, y art. 25 del decreto
17.447 reglamentario de la ley 14.451
13 Comp. Rossini-Vitolo, Nuevo régimen de arrendamientos y aparcerías rura-
les, pág. 62
598 §119. Efectos, transmisión, subarriendo y conclusión
V - Transmisión y subarriendo
1. Cesión y subarriendo
El primitivo texto del art. 7 prohibía la cesión y el suba-
rriendo "aún con la conformidad expresa del arrendador".
En la redacción dada por la ley 22.298 esos negocios
son ahora posibles mediando la conformidad expresa del
arrendador.
A muchos no les agrada la regla actual, pues, a su decir,
favorece la intermediación, con el previsible aumento de
costo para el productor efectivo: v.g. una persona arrienda
una gran extensión y luego subarrienda parcelas a distintos
subarrendatarios.
Pero, dejando a un lado el hecho de que puede no haber
aumento de costo alguno (v.g.: la cesión puede ser gratuita),
la regla anterior presenta también sus inconvenientes al
atar al arrendatario a la explotación, pese a que tenga razo-
nables motivos para desentenderse de ella...
Sopesando las diversas alternativas que pueden presen-
tarse, parécenos preferible la regla actual.
Operada la cesión cuando ya ha transcurrido parte de la
duración del contrato, el cesionario solo adquiere un derecho
por el tiempo que resta.
Para el subarriendo, se ha pretendido que constituyen-
do éste una nueva locación, regirá el plazo mínimo del art.
4 L.A., por lo que el subarrendatario tendrá derecho a él,
no siéndole aplicable la doctrina del art. 1606, Código Ci-
vil 14 . Nosotros entendemos que el plazo mínimo del art.4
L.A. será exigible si el subarrendador dispone todavía de
ese tiempo, en cuyo caso no podría negárselo al subarren-
datario, pero si no dispone de él, pretender que el suba-
rrendatario pueda exigirlo del arrendadQr, es, por un lado,
I. Definición
Según el art. 21 L.A.: "Habrá aparcería cuando una de las
partes se obligue a entregar a otra animales, enseres o ele-
mentos de trabajo, para la explotación agropecuaria en cua-
lesquiera de sus especializaciones, con el objeto de repartir-
se los frutos".
A continuación el mismo art. 21 L.A. agrega: "Los contra-
tos de medierías se regirán por las normas relativas a las
aparcerías, con excepción de los que se hallaren sometidos a
leyes o estatutos especiales, en cuyo caso les serán, asimis-
mo, aplicables las disposiciones de esta ley, siempre que no
sean incompatibles".
1. Los casos
Del art. 21 L.A. resulta una serie de casos.
A. De entrada, impacta la distinción entre aparcería y
mediería.
Pero, habiendo definido la aparcería, la L.A. deja en la in-
definición a la mediería.
En los desarrollos de este párrafo hablaremos de la apar-
cería en todos los primeros apartados, para, al finalizar, en
§121, IV, decir lo conducente sobre la mediería.
B. La aparcería de la que hablaremos se manifiesta en al-
gunas variedades que requieren una correcta clasificación:
a) Un sector de la doctrina verifica lo que denominaremos
una clasificación "simple" que toma como único criterio cla-
sificador, el tipo de objeto de cuyo uso y goce se trata.
Partiendo del art. 21 L.A. que habla de entregar "anima-
les o un predio rural", detecta dos clases: aparcería pecuaria
(de solo animales: art. 34) y aparcería agrícola (de predio).
Recuerda que la aparcería de predio, a tenor del art. 21
§120. Reglas comunes 602
2. El método
Las disquisiciones que anteceden nos permiten encarar el
método del Código en el tema de la aparcería.
a) Por su ubicación, los arts. 21 a 28 inclusive (el art. 29
derogado) parecieran referirse a todo tipo de aparcerías, sean
agrícolas o pecuarias.
Pero por su contenido hay algunos textos que solo se refie-
ren a las aparecerías en las que se conceden fundos, esto es a
la agrícola y a la pecuaria predial, no a la pecuaria pura.
Tal es el caso de los arts. 22, y 26 y de algunos fragmen-
tos de otros textos (referencia a "edificios", en el art. 23, inc.
c, y a "predio" en el art. 27 in fine).
604 §120. Reglas comunes
III. Naturaleza
4 A esta altura, conviene que subrayemos que estamos empleando los términos
en sentido económico, el que puede no coincidir con el jurídico. Para dar un solo
ejemplo: antes de la ley de convertibilidad, la "venta* jurídica era por un precio en
dinero, y como la moneda extranjera no es dinero, había una "venta" en sentido
económico, aunque en sentido jurídico hubiera un contrato innominado. A partir de
ese ejemplo, pueden multiplicarse las hipótesis: la permuta es una doble venta, la
cesión onerosa es venta...
5 El Derecho, en sus regulaciones de los fenómenos económicos, puede adoptar
grados mayores o menores de generalización. 1. Un alto grado de generalización se
advierte, por ejemplo, en el enfoque que nuestro Código hace del fenómeno económico
de traslación de derechos: la cesión puede ser gratuita (cesión-donación) u onerosa, y,
en el segundo caso, por un precio en dinero (cesión-venta), o por otra cosa (cesión-per-
muta) o incluso, por otro derecho (cesión-cesión). La ley ha separado la cesión-venta
de la venta en un proceso de especializadón, para luego crear un género que abarca
todas las variedades apuntadas. 2. Con esa visual, ¿qué de extraño habría en que el
Derecho regulara un amplio concepto de "arrendamiento" que, sin llegar a abracar lo
gratuito (comodato) se desentienda de las variedades de retribución?
§120. Reglas comunes 611
3. La tesis de la sociedad
Vélez, en la nota al art. 1493, Código Civil, inspirándose
en el art. 2303 del Esboco de Freitas, se pronunció por la te-
sis del contrato de sociedad: "Si la cantidad de frutos fuere
una cuota proporcional respecto al todo que produzca la co-
sa, sería un contrato de sociedad, aunque las partes lo lla-
maran arrendamiento".
Pero, desde luego, las notas no son ley.
Aquí, paralelamente a lo que hicimos para la tesis ante-
rior, cabe preguntar: la aparcería ¿es una sociedad?
Y se comprende que aquí también corresponde responder
que todo depende de lo que se defina por sociedad y de lo
que se entienda por aparcería.
A. Mientras por aparcería se entienda el ente que nos ha
permitido razonar sub 2 A, habrá que descartar una aproxi-
mación a la sociedad.
Una tal aparcería que fuera, v.g. del 30% para el conce-
no fácil traducción, como se advierte en las versiones de Sentis Melendo que para el de
"podere" vacila entre "finca" (traducción del Código, para los arts. 2141, 2148, 2151, y
traducción del §117, 11 de la obra de Messineo) y "heredad" (traducción al nQ 912 de la
obra de Barbero), sin perjuicio de emplear por allí el italianismo "poder" (traducción al
art. 2145). Esa dificultad la recuerdan Haro de Goytisolo y otros, al traducir la obra de
Barassi quienes vierten la voz italiana "podere" en la castellana "granja".
10 Sobre el tema: 27 nuovo Códice Civile Commentato, libro V, al cuidado de Lú-
ea Tamajo, de Simone y otros, págs. 142/4.
11 Comp. Brebbia, Contratos agrarios, pág. 91.
§120. Reglas comunes 617
Tales son:
12 Rezzónico, Intervención del Estado en la locación rural, pág. 89; Taborda Ca-
ro, Derecho Agrario, pág. 237; Brebbia, Contratos agrarios, pág. 108.
13 Brebbia, loe. cit.
618 §120. Reglas comunes
4. Incumplimiento
El art. 25 L.A. se compone de dos apartados:
A. En el primer apartado, dispone: "Cualquiera de las
partes podrá pedir la rescisión del contrato y el desalojo y/o
entrega de las cosas dadas en aparcería si la otra no cum-
pliese con las obligaciones a su cargo".
Hay que convenir en que la redacción no es feliz. Por la
pretensión de reunir en una común fórmula el caso de in-
cumplimiento del arrendador, y el del arrendatario, se cae
en improlijidades.
a) Que cualquiera de las partes pueda pedir la rescisión
(rectius: resolución) se comprende. Pero que cualquiera de las
partes pueda pedir la rescisión "y el desalojo y/o entrega de
las cosas", ya no se comprende. El arrendador pedirá la resci-
sión y como consecuencia de ella (si a esa altura ya hubiera
entregado las cosas) el desalojo del predio (en la aparcería
predial) pero no la entrega de las cosas (pues es él quien debe
entregar si todavía no lo ha hecho), sino la restitución de "las
cosas dadas en aparcería". El arrendatario, en cambio, podrá
pedir la rescisión pero no "y el desalojo y/o entrega de las co-
sas dadas en aparcería"; mal podría pedir el desalojo del pre-
dio, pues es él quien debe desalojar, y mal podría pretender la
entrega de lo ya dado, si se decide por la rescisión.
b) Lo que ambas partes pueden pedir (dado el supuesto
de que una es cumplidora y la otra incumplidora) es la "res-
cisión" (que rectius será la resolución por incumplimiento).
las 700.000 unidades para ese caso. Para que los cálculos arrojen otro resultado nu-
mérico, habría que suponer otra proporción en la pérdida (v.g.: el 50% cada uno) e
imputar esa cantidad como "a cuenta" de la división final, con lo cual, al dador, car-
gando (en el ejemplo) con 200.000 unidades de pérdida, solo le quedarían a recibir
100.000, quedando para el tomador 500.000, que con más las 200.000 que carga de
pérdida, totalizarían las 700.000 de una división que no hubiera sido afectada por el
caso fortuito. Pero, ¿sería esto justo? No lo creemos.
18 Rezzónico, op. cit., pág. 91.
19 Blasco, op. cit., pág. 49.
§120. Reglas comunes 623
5. Prescripción
Para "toda" acción emergente del contrato de aparcería,
el plazo es de cinco años: art. 28 L.A.
"Toda", es todas, sin excepción, por lo que estimamos que
no interesa distinguir si la acción emerge de una cláusula
según la lex supletoria, o de una según la lex imperativa.
Pero debe tratarse de una acción "emergente" del contra-
to (v.g.: acción por cobro, acción por vicios, acción por resolu-
ción), no de una que no parta del contrato (v.g.: acción por
nulidad, invocación por tercero de inoponibilidad).
6. Conclusión
Cualquiera sea la clase de aparcería, ella "concluye con la
muerte, incapacidad o imposibilidad física del aparcero", pero
no por muerte del dador "salvo opción contraria del aparce-
ro" (art. 27).
2. Hipótesis de enajenación
Ninguna aparcería concluye por enajenación de la cosa,
pero si se trata de una aparcería predial, el art. 27 L.A. da
al aparcero tomador la opción de darla por terminada.
§121. Subtipos de aparcería
I. Aparcería agrícola
La aparcería agrícola es aparcería de predio, por lo que,
además de las normas generales para todas las aparcerías,
se le aplican las comunes a las aparcerías de predios, de las
que habláramos en el párrafo anterior.
Además, la L.A., como específicas de la aparcería agríco-
la, trae las siguientes reglas:
1. Retribución
Según el art. 30 L.A., primer precepto: "Las partes po-
drán convenir libremente el porcentaje en la distribución de
los frutos" (texto según ley 22.298).
Rige la autonomía privada. A igual solución tendría que
llegarse si la L.A. no hubiera dicho nada, y el hecho de que
hoy lo diga solo tiene una explicación histórica: el primitivo
art. 30 tenía otra redacción, a tenor de la cual el porcentaje
debía "guardar equitativa proporción con los aportes" que
las partes verificaran para la explotación.
Estimamos un acierto1 la redacción actual, pues la ante-
rior abría la puerta a intromisiones estatales tendientes a
determinar lo "equitativo", con el siempre constante peligro
de que lo equitativo se identificara con lo demagógico.
2. El kilaje fijo
Según el art. 32 L.A.: "Prohíbese convenir como retribu-
ción el pago de una cantidad fija de frutos o su equivalente
en dinero".
El texto ha dado lugar a cavilaciones:
a) En un primer examen, la norma parece totalmente de-
subicada, pues ¿qué tiene que ver con la aparcería una ope-
3. Pérdida
Por el segundo apartado del art. 35 L.A.: "El aparcero no
responderá de la pérdida de animales producida por causas
que no le sean imputables, pero debe rendir cuenta de los
despojos aprovechables".
Es también una lex imperativa, por lo que no podría po-
nerse a cargo del aparcero tomador, el caso fortuito. Se apli-
ca a la aparcería pecuaria pura, como a la predial.
Los despojos aprovechables no entran en la categoría de
frutos.
4. Disposición
Por el art. 36 L.A.: "Salvo estipulación en contrario nin-
guna de las partes podrá disponer, sin consentimiento de la
otra, de los animales dados en aparcería o de los frutos y
productos de los mismos".
Estamos ante una lex supletoria, aplicable tanto a la
aparcería pecuaria pura, como a la pecuaria predial.
La regla relativa a los frutos tiene su paralelo en la del
segundo precepto del art. 30 L.A. estatuida para la apar-
cería agrícola.
La relativa a la de los animales dados en aparcería, cons-
tituye, en cambio, un jus singulare, como se advierte refle-
xionando en el caso de la aparcería pecuaria predial, contra-
to para el cual no estaría impedida la enajenación del fundo
(doct. del art. 27 in fine) pero sí la de los animales.
5. Plazo
De la doctrina del art. 37, a contrario, resulta que para las
aparcerías pecuarias prediales rige el plazo mínimo de la
L.A., que al no estar aquí especialmente previsto, no puede
ser otro que el estatuido para el arrendamiento; para la apar-
cería pecuaria pura, no hay plazo mínimo, sino que rige el que
las partes convengan o en defecto de expresa previsión con-
tractual, el que determinen los usos y costumbres locales.
630 §121. Subtipos de aparcería
IV. Medierta
Por el segundo apartado del art. 21 L.A.: "Los contratos
de mediería se regirán por las normas relativas a las apar-
cerías, con excepción de los que se hallasen sometidos a le-
yes o estatutos especiales, en cuyo caso les serán, asimismo,
aplicables las disposiciones de esta ley, siempre que no sean
incompatibles con aquéllas". *
1. Ausencia de definición
El texto no define a la mediería. En defensa de él, podría-
mos recordar aquello de "Omnia definitio in jure civile peri-
culosaest",..
Pero ocurre que tampoco la regula con normas propias,
partiendo de las cuales, la doctrina pudiera construir la de-
finición...
2. La definición doctrinaria
Un sector de la doctrina, influido por el nombre de "me-
diería" se limita a decir que es una aparcería, caracterizada
por el hecho de que las partes contribuyen a los gastos de
explotación y se reparten los frutos por mitades 7 .
7 Comp. Pérez Llana (Derecho Agrario, nota 58 a pág. 371), Boragni (Arrenda-
mientos rurales y aparcerías, pág. 81).
632 §121. Subtipos de aparcería
3. Régimen
El segundo apartado del art. 21 L.A. distingue:
a) Si se trata de una mediería no sujeta a leyes o estatutos
especiales, se aplican 'las normas relativas a las aparcerías".
De la mediería hemos dicho que es una aparcería, pero
una aparcería para la cual no forma obstáculo la doctrina
del art. 17 L.A., a la que remite el art. 22 L.A. Si el art. 17
L.A. formara obstáculo a ella, no tendría sentido la específi-
ca previsión del art. 21 L.A. que no pretende que la mediería
deje de ser tal.
b) Si se trata de una mediería sujeta a leyes o estatutos es-
peciales, le serán "asimismo aplicables las disposiciones de
esta ley, siempre que no sean incompatibles con aquéllos".
Nótese el "asimismo" que confirma lo dicho sub a.
En cuanto al orden de aplicación normativa que prevé el tex-
to, es el que corresponde: la ley especial deroga a la general.
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642 índice de artículos del Código Civil
(31) (43)
32 117, V* 44 117, V*
121,1,2*
116,1, 3 45 116, IV
33 121,1, 4* 118, VII*
34 116, IV (46)
117, IV, 3
118, III, 1 (47)
120,1, 1, 2
121, II, 1* (48)
35 120,1, 2 (49)
121, II, 2*, 3*
(50)
36 116, IV
117, IV, 3 (51)
120,1, 2
121, II, 4* (52)
Textos de la ley de arrendamiento rural y de aparcería 649
(53) 59 116,1, 3
(54) (60)
(55) (61)
(56) (62)
(57) (63)
(58) 116,1, 3
índice alfabético
Heredero Mejoras
— aparente §100, VII, 1 (ver: obras)
Homologación §116, III, 5 Míete §96. II, 2
Modalidades §98, l, 3
Moneda §113,11,6
K
Kilaje fijo §121,1,2 N
Naturaleza
— de la aparcería §120, III
— de la cesión §108, II, 1
Legitimación — aei aerecno
— y cesión §108, V, 1 del locatario §97
— y locación
Locación
— de actividad §96,1, 3 o
— de cosas (ver: Objeto
locación de cosaIS) — de la dación §100,1, 2
— de goce §96,1, 3, — de la locación §99, II, 3
11,2 Obligaciones
—- de obra §96,1, 3, 4 — de comunicar
— de servicios §96,1, 3, 4 novedades §105, IV
— de uso §96,1, 3, — de conservar §105, III
H,2 — de dejar gozar §102, II
Locación de cosas — de entregar
— en el Código la cosa §102,1
Civil §96 al §99 — de garantía §103:§104
— rural §116 al §121 — de hacer §102
— tipos — de mejorar §105,111,4
inmobiliarios §111, L 5 — de pagar el precio §105,1
— urbana §110 al §115 — de reembolsar
(para los temas en mejoras §106
particular, ver: 1las voces — de reparar
correspondientes) deterioros §102, III
Lugar — de restituir §105, V
— de la entrega §102,1,5 — del aparcero
dador §120, IV, 2
— del aparcero
M tomador §120, IV, 1
— del arrendador
Mediería §121, IV rural §119, II
índice alfabético 655
Prueba Subconducción
— contratos — de cosa propia §97,V,1
asimilados §117, II Subió cari ón
— locación rural §117, II — concepto
Puestos y régimen §108
— en mercados — de cosa ajena §97, VI
y ferias §113, VII — y plazo §101, IV
Servidumbres §102,1, 8
u
Subconcesión §107 Universalidades §99, II, 8
índice alfabético 657
Urbano §111
Urgencia §102, III, 2
Usos y costumbres §117, IV, 5 Vecindad §103, IV, 3
Usufructo y uso Venta
— y locación §96, IV, 3 — y locación §96, IV
— y legitimación §100, IV Vicios redhibitorios §104
índice general
Título I: Introducción
§96. Generalidades
I. La unidad lingüística y el tema del método:
I. El problema; 2. Inexistencia del tipo genérico
"locación"; 3. El número de casos; 4. La unidad
lingüística; 5. Método que adoptamos 7
II. La definición legal: 1. Conceder; 2. El uso, el
goce; 3. Cosa y precio; 4. Objeción 17
III. Caracteres: 1. Caracteres constantes; 2.
Variables 21
IV. Locación de cosas y compraventa: 1. Compa-
ración con la venta de frutos; 2. Comparación
con la venta de productos forestales; 3. Compa-
ración con la venta constitutiva de usufructo y
de uso 22
V. Locación de cosa y comodato: 1. El carácter
consensual; 2. El uso y goce; 3. La onerosidad 28
VI. Comparación con el depósito y algunas
combinaciones contractuales: 1. La locación pu-
ra y el depósito puro; 2. Las cajas de seguridad;
3. Contrato de garaje 30
§97. Naturaleza del derecho del locatario
I. El problema y su importancia: 1. Las conse-
cuencias de la pretendida naturaleza real; 2.
La posición de la doctrina realista 35
II. La doctrina de Troplong 38
III. Demostración de la naturaleza personal: 1.
Los textos; 2. La tenencia 39
660 índice general
§110. Introducción
I. Generalidades: 1. Materia a examinar; 2.
Suerte de la anterior ley 21.342 389
II. Antecedentes: el intervencionismo de 1921: 1.
La ley 11.156; 2. La ley 11.157; 3. Juicio crítico. 390
III. El segundo intervencionismo 392
IV. La legislación siguiente: 1. La ley 13.581; 2.
El decreto-ley 2186/57; 3. Las leves 14.821 v
15.775; 4. La ley 16.739; 5. La ley 18.880; 6. U
ley 20.625; 7. La ley 21.342 394
§111. Los alcances de la L.U.
I. Concepto de locación urbana: 1. Aquí; 2. Si-
tuación; 3. Destino; 4. Construcción; 5. Sínte-
sis: los tres tipos de locación inmobiliaria civil;
6. Lo principal y lo accesorio 401
II. Lo general y lo particular 410
III. El orden público: 1. El orden público y los
contratos anteriores; 2. El orden público y los con-
tratos futuros . 411
§112. La forma y la prueba
I. Generalidades 415
índice general 667
Título I: Generalidades