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"La justificación tiene que ver con la ley. El tér-mino significa ‘hacer justo’.

Leemos en
Roma-nos 2:13 que: ‘no los oidores de la ley son justos para con Dios, mas los hacedores
serán justifi-cados’. El hombre justo, por lo tanto, es el que cumple la ley. Ser justo significa
ser recto. Por lo tanto, ya que el hombre justo es el hacedor de la ley, se deduce que
justificar a un hombre -esto es, hacerlo justo- es hacerlo un cumplidor de la ley. Ser
justificado por la fe es, pues, sencillamente ser hacedor de la ley por la fe...
Justificación es un término legal, utilizado en la corte. Tiene que ver con el veredicto que
pronuncia el juez cuando una persona es declarada inocente de los cargos levantados en su
contra. Es lo opuesto a condenación. Además, debido a que las palabras justo y recto
provienen de la misma palabra griega, el hecho de que una persona “sea justificada”
significa que la persona también es considerada “justa”. Por ende, la justificación implica
más que el simple perdón o la absolución; es la declaración positiva de que una persona es
justa.
Es importante recordar que la fe en sí misma no contribuye a la justificación, como si la fe
fuera meritoria en y por sí misma. La fe es, más bien, el medio por el cual nos asimos de
Cristo y de sus obras en nuestro favor. No somos justificados sobre la base de nuestra fe
sino sobre la base de la fe de Cristo por nosotros, de la cual nos apropiamos por la fe.
La Ley demanda justicia, y ante la Ley el pecador debe ser justo. Pero es incapaz de serlo. La
única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a
Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del
pecador. La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre; y Dios recibe,
perdona y justifica al alma creyente y arrepentida, la trata como si fuera justa, y la ama
como ama a su Hijo” (MS 1:430).
, sino que significa que el Señor con-vierte a ese hombre en un cumplidor de la ley. En el
mismo momento en que Dios declara justo a un hombre impío, este viene a ser un hacedor
de la ley
Que ese punto quede firmemente establecido en toda mente: si aceptamos a Cristo como
Reden-tor, lo debemos aceptar como Soberano
En el plan de salvación, cada uno de nosotros es el transgresor. El Sustituto, Jesús, tiene un
historial perfecto; él se presenta ante la corte en nuestro lugar y su justicia es aceptada en
lugar de nuestra injusticia. Por eso somos justificados ante Dios, no por nuestras obras, sino
por causa de Jesús, cuya justicia se hace nuestra cuando la aceptamos “por fe”.
Al confiar en las promesas, aceptando lo que dice Dios, recibe alivio y paz en su
alma. Clama: “Señor, tú has prometido salvar al que acude a ti en el nombre de tu
Hijo. Soy un alma perdida, impotente y sin esperanza. Señor, sálvame, o
perezco”. Su fe se aferra de Cristo, y es justificado delante de Dios. 1Mz. La fe es la
condición por la cual Dios ha visto conveniente prometer perdón a los pecadores.

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