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En las cárceles de Abu Ghraib y de Guantánamo, en el gulag ruso y en las


atrocidades del Gran Paso Adelante, en las matanzas de tutsis en Rwanda y
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de campesinos en Ei Salvador o Guatemala, pero también en los centros de
enseñanza, cuando grupos de alumnos golpean a los más débiles, quedan
sin respuesta las preguntas: ¿hasta dónde podemos llegar cuando la pre-
, de \o. '(<í\2r¿)('\ Co ,0:\ 0\ \ :
sión social arropa a los desalmados, a los que desprecian el dolor y el sufri-
miento de otros?, ¿por qué esa distancia entre nuestras grandes declaracio- e'i' \~ C\\J e\o..c\G\V\ \0\ e'A e\ 5\9\0 XX\.
nes sobre los derechos humanos y las reaJ.izaciones de la vida cotidiana?
"No tienen corazón." -dicen las gentes. Yaciertan. No tienen corazón, y
por eso es imposible salvar el abismo entre los grandes dichos y los hechos.
El presente libro propone unas nuevas bases para una verdadera ética
de la ciudadanía, fundamentada no sólo en argumentos, sino en una razón
cordial, capaz de aunar inteligencia, sentimientos y c;oraje, de modo que los
valores morales arraiguen en los ciudadanos. _
Apartir del principio de que "conocemos la verdad no sólo por la razón,
sino también por el corazón", por decirlo con Pascal, es preciso recordar que
corazón, en su origen etimológico, significa al mismo tiempo afecto, inteli·
gencia, talento y estómago. Educar en una ciudadanra cordial, en la capaci-
dad de estimar los valores, de compadecer y de argumentar, es el propósito
del libro.

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Capítulo 1
Ética mínima como Ethica cordis

© Adela Cortina

© EDICIONES NOBEL, S. A.
Ventura Rodríguez, 4 _
33004 OVIEDO (ES PANA)
www.edicionesnob2l.com

ISBN: 978-84-8459-179-5

Fotografía de sobrecubierta: Al agua. Joaquín Sorolla (1 908).


Derechos reservados ©Oronoz/Cover
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Impresión: Gráficas Summa, Llanera (Asturias)
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Depósito legal: AS··l.595/2007 ¡
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Prohibida la reprodJcción total o parcial,
incluso citando la procedencia

Hecho en España I
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1. Comunicación como compromiso

Entrando en el quinto delos escenarios, imaginemos que los ani-


males de Wells, congregados en el lugar habitual, no se dejan
convencer por la fuerza de la ley porque no viene acompañada
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de razones suficientes, de argumentos suficientemente buenos. Si
el recitador de la ley, en vez de serlo y tratar de manipular a sus
catecúmenos, actuara como un buen interlocutor, invitaría a los ani-
males a dialogar sobre la ley que pretende atribuirles y también
sobre las condiciones mismas en las que se entabla el diálogo. En
caso de que sus oyentes aceptaran la invitación, quedarían atados
irremisiblemente a las leyes que estuvieran respaldadas por buenos.
argumentos, porque cualquiera que realiza acciones comunicati-
vas, actos de habla, se compromete con los enunciados que formula
o con las normas a las que se somete su formulación. Queda pren-
dido en las redes del lenguaje, que obligan a cuantos se involucran
en él. Comunicarse es comprometerse con lo dicho.
Autores como Austin, Searle, Apelo Habermas, aunque con
diferencias notables entre ellos, convienen en reconocer que parti-
cipar en un diálogo compromete a los interlocutores con sus locu-

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Capitulo 7. Razones de la razón

ciones, de modo que en el mpmento en que reconozcan que una puestos a dejarnos convencer por la fuerza del mejor argumento.
razón es válida como razón están obligados a actuar según ella. Afin de cuentas, y como ya comentamos, no existen la Verdad y
Desde esta perspectiva, Mor~au hubiera tenido más éxito si, en la Justicia como sustantivos ni tampoco como personas, sino como
vez de recurrir a una cantinel~ m0nológica¡ hubiera organizado un adjetivos calificativos (verdaderas, justas) de ciertas proposiciones
buen ·debate, en el que los inlterlocutores, como participantes en y normas. Ypara descubrir en qué casos resulta adecuado emplear
el diálogo, hubieran tenido qlue rendirse ante la fuerza del me,or . ~"I esos adjetivos las personas necesitamos entrar en un proceso de
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argumento. :¡~ diálogo.
y además con ello habrijan descubierto un mundo, que de ,;. i¡!
Uno solo y una sola vez no puede seguir una regla. Uno solo,
algún modo abri6 Kant, peiro no' exploró suficientemente: el cerrado en su conciencia, no puede descubrir qué es lo verdadero
mundo, no sólo del interés, ellsentimiento de simpatía o el afán de y qué lo justo.
reputación, ni siquiera el de 19s valores o la autonomía, sino el uni- Este "descubrimiento ético" de la intersubjetividad enraíza de
verso mágico del reconocimie*o recíproco, el mundo de la intersub- algún modo en una tradición bien consolidada. La inició Hegel,
jetividad. PorquE! cualquiera que realiza una acción comunicativa, sobre todo en el período de lena, al afirmar que el reconocimiento
cualquiera que argumenta enj serio, ha re~onocrido que su interlo- recíproco es el núcleo de la vida social, continuó en la psicología
cutor, actual o virtual, es -cotnoél- un ser dotado de competen- social de George H. Mead, y se expresó en el último tercio del siglo
cia comunicativa y~ por lo ta~to, que ambos están ligados por un pasado en la ética del discurso, creada por Kart-Otto Apel y lürgen
vínculo comunicativo, que lIev~ aparejadas determinadas obligacio- Habermas y extendida hoy en todo el mundo. Autores como Axel .. :
nes. No es un su}eto autosufici~nte, sino interdependiente. No es sólo Honneth o Paul Ricoeur intentan profundizar en esta idea bási-
un individuo que decide o nb sellar un pacto, que experimenta ca de que la relación de reconocimiento mutuo nos constituye. Y en
simpatía o respeto hacia otro~, que puede apoyar una legislación esta línea de entender el reconocimiento, pero yendo más allá de
en que se tengan en cuenta I~s fines de todos los seres humanos, o la ética del discurso, pretende situarse el presente libro. Es preciso
que es capaz de estimar valoUes. No es sóloesCil, sino que es ya en contar con el vínculo comunicativo en que se expresa el reconoci-
relación con otro~' sujetos, hun~e S\!lS raíces en la tierra de la intersub- miento recíproco, pero ese vínculo entraña también, en sus térmi-
/etividad. I nos, intereses más fuertes que otros, sentimientos sociales, capa-
Los seres humanos vivimq,s inmersos en el mundo del lengua- cidad de estimar los valores y el vínculo consigo mismo y con los
je, en él hacemos ciencia, pdesía, filosofía; expre·samos nuestras otros tal como se descubre en la autonomía. Es preciso contar con
emociones, cornpartimos af~ctos, bregamos por la justicia y noS razones de la razón y con razones del corazón para hablar de justicia,
compadecemos del dolor. En lél, y no sólo en el· ámbito de la con- no se puede reducir la comunicación al discurso lógico.
ciencia al que Kant dio tal r~levancia, vivimos y somos. Por e~iO, En la versión de la ética del discurso tal como yo la interpre-
para descubrir qué proposiciones son verdaderas y qué normas to, el mensaje central de la tradición del reconocimiento sería el
son justas necesitamos entablar diálogos con 0tros interlocutores siguiente: en una acción comunicativa los hablantes se reconocen
en las condiciones más próximas posible a la simetría y estar dis- necesariamente como interlocutores válidos, y en ese reconoci-

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miento básico se descubre un vínculo, una ligatio, que es el que nos La noéión de alteridad ocupa ahora el primer puesto de la rele-
liga y, en consecuencia, nos ob-liga internamente y no desde una vancia social, y con ella, la exigencia de que los otros sean acep-
imposición ajena. La fuente de la obligación es entonces el reco- tados en su identidad. Esta aceptación reclama sin duda récono-
nocimiento recíproco de interlocutores, que se saben mutuamente cimiento, y por eso resulta insólito que no hayan surgido teorías
imprescindibles para averiguar si una norma es justa. En qué con- del reconocimiento, como bien apunta Ricoeur. Tal vez se deba
siste este vínculo por el que somos en relación y a qué obliga es el al hecho de que el verbo "reconocer" goza de una gran cantidad
asunto. de significados, como acredita el Diccionario de la Real Academia al
ofrecer diecisiete acepciones, que incluyen desde el reconocimiento
de objetos o personas al "reconocer por" hijo o por jefe a alguien,
2. Del miedo a la muerte a la indignación por el
que lleva aparejadas determinadas obligaciones. Y, sin embargo, el
desconocimiento. El reconocimiento del otro
sustantivo "reconocimiento" recoge sólo dos acepciones: "acción
En su libro Los caminos del reconocimiento comenta Paul Ricoeur y efecto de reconocer o reconocerse" y también "gratitud". Puedo
un hecho curioso: a lo largo de la historia del pensamiento se han reconocer objetos o personas, puedo pedir ser reconocida como
elaborado una buena cantidad de teorías del conocimiento y, sin valenciana, española, europea y latina, y puedo quedar muy reco-
embargo, no existe ninguna teoría del reconocímiento. Cosa verda- nocida a alguien -muy obligada- por algún favor. El ámbito del
deramente insólita en una época como la nuestra, marcada por el reconocimiento, su terreno de juego, es el de la identidad, la obliga-
afán de conquistar el reconocimiento de la propia identidad. ción y la gratitud. ..,.'
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Como comentamos al tratar sobre (as identidades morales, el Por su parte, Ricoeur hace una sugerencia bien interesante,
advenimiento de la postmodernidad trajo de la mano, entre otras y es la de organizar los posibles usos filosóficos del verbo "reco-
cosas, la exigencia de agudizar la sensibilidad ante las diferencias de nocer" siguiendo una trayectoria que va desde su uso en fa voz
cultura, raza, sexo, religión. Bien está reconocer que todos los seres activa del verbo a la pasiva. En un comienzo, el verbo "reconocer"
humanos son iguales en dignidad, pero las identidades personales expresaría aquella acción por la que intentamos adueñarnos de un
no se construyen sólo con aquellas características que nos aseme- objeto o de un ser vivo, intentamos dominarlo intelectualmente
jan, sino también con las peculiaridades que nos distinguen y que captando su identidad. Igual que los aviones llevan 'a cabo vuelos
brotan de la diversidad de culturas, razas, sexos, religiones. La pri- de reconocimiento con el fin de tener bien controlada una zona,
mera Modernidad subió al podium de la relevancia social la idea de el entendimiento humano sobrevolaría el mundo de los objeto~ y
igualdad humana, entonces revolucionaria. Pero el Romanticismo de las personas tratando de reconocerles por rasgos que recuerda
recordó que las diferencias nos constituyen, y el movimiento post- o de los que ha oído hablar. Sin embargo, con la filosofía de Hegel
moderno, recogiendo la antorcha del Romanticismo, hizo de la sen- se produciría una inflexión en la historia de este verbo hacia la voz
sibilidad ante la diversidad su santo y seña. En el mundo humano pasiva, porque ahora 105 objetos quedan a un lado y son las gentes
los iguales no son idénticos, sino diversos, por eso es imprescindible las que piden ser reconocidas en su identidad, respetadas y admi-
reconocer al Otro, al distinto de uno mismo, en su alteridad. tidas en el concierto social con su peculiar bagaje, sin tener que

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'- - Capftulo 7. Razones de la razon

asimilarse a los gr.Jpos dominahtes. Quien comete un delito tal vez los que conviene cooperar para poder mantener la vida y la pro-
no pretende tant:) ¡üentar conitra la vida o la prc:>piedad como lIi~­ piedad. Por eso, la formación del Estado e incluso la promulgación
mar la atención sobre su existehcia y sobre sus derechos. Tal vez lo de las leyes morales que acontecen a través de él tienen 'en su
que ansía es ser n:!conocido, PQrque hay una función comunicativa base el interés más fuerte que cabe en los seres humanos: el de
de la violencia que no conviene desestimar. la supervivencia. Es verdad que también Hobbes se refiere a un
La lucha de los esclavos, ¡la de los campesinos en la Europa conjunto de "leyes de la naturaleza", en número de diecinueve, en
medieval, la de los i1dígenas erh América Latina, la de las mujeres o las que incluye las normas de sentido común que ha excluido de la
la de los palestinos son luchas Ipor el reconoCimiento. La violencia trama central por el afán de ceñirse exclusivamente al interés más
es entonces la pa -tera de la historia, y esa historia viene presidida poderoso, y que la novena dice así: "Todo hombre ha de recono-
por nuestro deseo de ser reco~ocidos, por nuestra expectativa de cer al otro como su igual por naturaleza. Violar este precepto es
ser aceptados por los otros en muestra insobornable identidad, por- orgullo". Sin embargo, en el estado de naturaleza que origina fa
que la intersubjetividad nos corhstituye y la libertad consiste en re,~­ comunidad política lbs individuos sólo se reconocen entre sí como
lizarla con sus dif,:rencias. Esa texpectativa sólo' puede satisfacerse competidores, y no entran en consideraciones sobre la identidad
en el reconocimil:lnto mutuo, Gue es preciso materializar también o la dignidad.
con instituciones para que no quede sólo en un sueño. Por eS-J,' Hegel, por su parte, se percatará de que el origen de la vida
cualquierpropue.5ta de diseño institucional debería intentar plas- social no son los individuos aislados, sino personas ya en relación
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mar en las instituciones esta pretensión de reconocimiento. Porque recíproca ·que no podrán llevar su libertad a plenitud si no es con-
no existe el indiv'dl:lo aislado Yo autosuficiente, sino la persona que juntamente. Aquellos que no se sienten reconocidos experimentan
precisa ser reconocida para vivir bien. indignación ante el desprecio y reaccionan con una lucha por el
Si esta inter¡: retación del clecurso histórico es acertada, Hegel reconocimiento. El temor a la muerte violenta es sustituido por la
habría propuesto una preciosa alternativa a I'a interpretación de indignación ante el desconocimiento y por el deseo de ser reconocido;
Hobbes: el moto' que lleva a Ilas gentes a constituir un Estado y la lucha por la supervivencia es sustituida, como partera de la his-
su correspondiente dimensió~ social no es el miedo a la muerte toria, por la lucha por el reconocimiento. La ganancia de esta nueva
violenta, sino un 'nClÚvo ético: jdistamente, la indignación que expe- propuesta frente a la hobbesiana es evidente.
rimentan las personas al no ser reconocidas por las demás, al vi\iir El orden político y la dimensión social de una sociedad podrán
la experiencia del no-reconocirhiento, de la invisibilidad, y el con:;i- entonces fundarse 'en la exigencia moral de ser reconocido, qUe es
guiente deseo de ser reconocidas. tan originaria al m~nos como el miedo a la muerte violenta y el
Como ya hemos comenta/do, Hobbes describe en el Leviatón cálculo racional que este opone a la vanidad, al menos por tres
el estado de naturaleza, anterior a la formación de la comunidad razones, como aplinta Honneth.
política, como una situación qe potencial guerra de todos contra En primer lugar, el reconocimiento recíproco es un vínculo
todos, porque 10~i individuos ~e comparan entre sí desde su afún que asegura la conexión entre la autorreflexión, la conciencia de
de poder y de gloria, y sólo se ¡reconocen como competidores con mí misma, y la orientación hacia el otro. No necesito preguntarme

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si me interesa entrar en relación con otros, sino que ya soy en esa materiales y de intercambiarlos mediante contrato. Lo interesan-
relación desde el origen, y lo que me cabe es tomar partido ante te del modelo es que nos reconocemos a nosotros mismos como
ella, bien reforzándola, bien intentando ignorarla. Ni siquiera es portadores de derechos cuando reconocemos las obligaciones que
preciso abrirse al otro desde sí mismo, valorán~olo por la presencia hemos de cumplir con otros. El reconocimiento incluye tanto a la
de la humanidad en su persona, sino que reconozco al otro en su otra persona como la norma: reconocer la norma es considerarla
alteridad para poder reconocerme a mí misma. Es la "vida ética" válida, reconocer a la persona es considerarla como libre e igual.
del reconocimiento recíproco la que nos constituye, y no ese "arti- Con lo cual, la idea de respeto a las personas se inscribe en la histo-
ficio", ese Leviatán construido del que habla Hobbes. ria y se va desgranando poco a poco en el reconocimiento de dere-
Por otra parte, el dinamismo del proceso histórico nos va lle- chos, que no sólo aumentan, sino que también se van atribuyendo
vando del polo negativo al positivo, de la desconsideración a la a nuevas categorías de individuos y de grupos.
consideración, de la injusticia al respeto. Y, por último, esta teoría El tercer modelo de reconocimiento mutuo sería el de la estima
del reconocimiento nos permite descubrir una estructura sistemá- social. Porque no bastan el Estado y los lazos jurídicos para garan-
tica, que se articula en niveles jerárquicos, ligados a instituciones tizar el pleno reconocimiento de las personas, la "vida ética" no
específicas. puede reducirse a los lazos jurídicos: las gentes necesitan el recono-
En efecto, y también con Honneth, la posibilidad que tiene un cimiento social, que varía según las mediaciones que hacen a una
individuo de realizar su autonomía depende de que pueda desa- persona estimable.
, rrollar una relación intacta consigo mismo a través de la experien- El vínculo que buscábamos en este libro como fuente de la
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cia del reconocimiento social. El contenido de la justicia se medirá obligación moral, el que hubiera podido actuar de móvil para que
entonces según las diferentes clases de relaciones sociales entre los los animales de Wells reconocieran como suya la obligación de la
sujetos: el principio de necesidad tiene prioridad si se trata de una humanidad, es el vínculo del reconocimiento recíproco que une a
relación configurada por el amor; el de igualdad, en las relaciones las personas en el lazo de la intersubjetividad. De suerte que no
conformadas por la ley; y el de mérito, en las cuestiones de coope- es posible ser libre en solitario, sino que es necesario serlo con los
ración. El núcleo de la concepción de la justicia social viene confi- otros, diseñando instituciones que cuiden el amor, defiendan el.
gurado por estos tres principios (cuidado afectivo, igualdad social derecho, fomenten la mutua estima. Sin embargo, con esto todavía
y estima social), en nombre de la autonomía. El progreso que se hemos dicho demasiado poco sobre la naturaleza de ese vínculo,
produce en esta triple línea es U[l progreso moral en la visibilidad. tal como aquí lo entenderemos, y de las exigencias que comporta,
La historia del reconocimiento es entonces la de la libertad, sobre todo a la hora de encarnarlo en las instituciones.
que se irá desarrollando en tres modelos de reconocimiento. El pri- Por su parte, Hegel creyó ver a lo largo de la historia que la
mero es el del amor, que se vive afectivamente en la familia y la indignación y la lucha han ido desvelando las situaciones injustas,
amistad, donde las personas se reconocen entre sí como necesita- pero también es verdad que la lucha no basta, porque hay luchas
das. El segundo modelo es el jurídico, el de la ley, que se va plas- justas e injustas, hay reclamaciones de reconocimiento legítimas y
mando a través del reconocimiento al derecho de poseer bienes otras ilegítimas. E incluso es verdad que no siempre es necesaria

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'capftulo 7. Razones de la razón

la lucha, que hay también ot~os caminos para conseguir ser reco- tan con expectativas que pueden mostrarse como legítimas, es decir,
nocido. que pueden mostrar que han sido tratadas de una manera injusta.
La presión no puede ser nunca una razón suficiente para recono-
cer una demanda, sino sólo. la demanda acompañada de razones
3. Conquistar la visibilidaQ
que la legitiman, se presente a través de la violencia o por cami-
La historia humana puede leerse como la paulatina ampliación de nos de paz.
un l/nosotros", de un conjunto! de gentes que se'reconocen entre sí y en este punto conviene hacer un alto en el camino y aden-
como auténticas interlocutoras. El lazo del "nos0tros" ha ido inclu- trarse en una cuestión tan central en la historia de la justicia como
yendo poco a poco a los miemhros de la propia familia, a la etnia, a es la distinción entre desigualdad y diferencia, a la que hemos hecho
los pertenecientes él la comunidad política, a los esclavos, las gentes referencia en algunas ocasiones. Aunque etimológicamente la dis-
de color, las mujeres, las minoHas culturales, los'discapacitádos. En tinción no tiene demasiado respaldo, sí lo tiene desde el punto de
los últimos tiempo.) los movinnientos animalistas reclaman la inte- vista del uso social de los dos términos.
gración de los animales a la cdmunidad política; y la ecología pro- Es evidente que todos los seres humanos son desiguales entre
funda habla de una comunida'd biótica, de la que formarían parte sí y, en lo que se me alcanza, las desigualdades podrían ordenarse
todos los seres mturales. en cuatro tipos al menos: 1) las naturales, las diferencias de belle-
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Quienes lideran la mayor !Darte de las veces estas reivindicaCÍl:>- za, temperamento (inteligencia, estilo emocional) y las aptitudes
nes desde el siglc. pasado son (os llamados "movimientos sociales"; congénitas; 2) las sociales, que dependen del contexto en el que
esos movimiento~i que. no son ya de clase, como 'en épocas anterio-· se nace; 3) las que van conformando el carácter que una persona
res, que no pretelc1en constituirla "clase universal" ni la "vanguar- se forja, contando con sus propias elecciones y con el medio en
dia de la historia", como era el caso del proleta/iiado, sino que son el que vive, y 4) las diferencias que introducen los prejuicios de las
grupos sectoriales. Exigen "vi~ibilidad" para grupos condenados a distintas sociedades' y que no tienen otra justificación más que una
la invisibilidad pJr ser diferentes, y reclaman a la vez que se les historia de prevención frente a determinadas culturas, religiones,
reconozca como iguales en su alteridad. Que no se les obligue a razas, géneros, usos' y costumbres.
asimilarse a los grupos mayori~arios, ni tampoco las diferencias ~ie Obviamente, resulta imposible introducir un bisturí en el modo
conviertan en cO:lrtadas para !tratarles de forma socialmente des- de ser de una persona adulta y diseccionar sus características, para
igual. Feministas, movimientos ml.)lticulturalisil:as, nacionalistas, clasificarlas atendie~do a este modelo. Sin embargo, lo bien cierto
ecologistas o al1'imalistas exigen reconocimiento para seres con es que la lotería natural y social y las propias elecciones hacen a las
identidades diver:ias. personas desiguales: ¿Son esas desigualdades injustas?
Sin embargo. y aquí radica el problema esencial, no es moral- Para responder a esta pregunta no basta con los "hechos
mente obligatorio, ni siquiera es políticamente 0'bligatorio, satisfa- palmarios", ni con las cifras, sino que necesitamos contar con algu-
cer las exigencias de cualquiena que se sienta diferente y empren- na concepción de la justicia desde la que barruntar qué desigual-
da una lucha para ser reconocido, sino sólo de aquellos que cuen- dades son injustas, cuáles no y por qué en cada caso. Por9ue la

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evaluación de la justicia o la injusticia de las desigualdades o, mejor rencias de sexo, cultura, raza, características físicas, y todos· los rasgos
dicho, de unas desigualdades, y no de otras, depende de una cier- identitarios que componen la diversidad humana. Tratar socialmen-
ta concepción de la justicia, más o menos ·explícita. te estas diferencias, de forma que las personas que pertenecen a un
Lo cual no significa que los seres humanos no puedan evaluar' sexo o una raza vayan a ser injustamente tratadas en el nivel de igual-
la justicia o injusticia de las desigualdades si no cuentan con una dad que consideramos irrenunciable, es lo que resulta injusto.
teoría bien pergeñada. Más bien sucede, como señaló Hegel,. que Que una persona de color vea mermadas sus oportunidades
las teorías se elaboran al atardecer, cuando las gentes han bregado frente a otros, que alguien por su bagaje cultural resulte preterido,
por lo que barruntaban como justo y es tiempo de ponerlo en con- que grandes "bolsas" de población se encuentren en un nivel de
ceptos, cuando la protesta, el dolor y el sufrimiento ante las desi- pobreza en un universo supuestamente global por haber nacido en
gualdades vividas como injustas va cristalizando en una estructura unos lugares y no en otros, son formas injustas de tratar la diferen-
también teórica. Por eso, no es menos cierto que sólo contando cia, que generan desigualdad injusta, que es a lo que vamos convi-
con una concepción de lo justo, in fíeri o ya bien perfilada, es posi- niendo en llamar "desigualdad", más que diferencia. La gran cues-
ble hablar de desigualdades justas o injustas. tión es, pues, dilucidar qué diferencias pueden reclamar con toda
Baste recordar cómo la tradición de la República de Platón con- legitimidad ser reconocidas como elementos de identidad que no
sidera q.ue las desigualdades naturales y sociales no son injustas, pueden dar lugar a un trato desigual. ¿Cuál es el criterio -o cuáles
sino que deben ser aprovechadas para introducir el orden justo en son los criterios- para distinguir entre una demanda legítim~ de
la comunidad política, haciendo que las distintas funciones de la reconocimiento y una ilegítima?
I~
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polis (gobierno, defensa, producción) sean ejercidas por aquellos
que tienen capacidad para ello. Lo justo, desde esta perspectiva,
4. La lucha por el reconocimiento legítimo
no es reducir desigualdades, sino aprovecharlas para que resulte
una polis armónica. La clave consiste, entonces, en recordar que lo Evidentemente, el elemento distintivo no puede ser la pura pre-
justo es dar a cada uno lo que le corresponde, tratar de modo igual sión de los grupos que luchan por el reconocimiento, porque la
a los iguales y de modo desigual a los desiguales. presión y la violencia se ejercen desde distintos lugares y no siem-
Junto a la innegable desigualdad en características naturales pre con razones aceptables. Los miembros del Ku Klux Klan ejer-
y sociales, pues, recorre la historia la convicción de una ·irrenuncia- cen una feroz violencia para conseguir que las personas de color
ble igualdad, que todas las actuales' teorías de la justicia defienden vivan en guetos, en el mejor de los casos; los terroristas de signo
en algún nivel. Un igualitarismo, entendido como la aspiración a la nacionalista siembran el terror entre la población, también en paí-
homogeneidad, es sin duda descabellado, porque los seres humanos ses democráticos, para conseguir por la fuerza bruta lo que tiene
son heterogéneos. Pero hay un gran número de desigualdades, a las que lograrse a través de las urnas; otros grupos presionan desde la
que vamos conviniendo en llamar "diferencias" para señalar que no "obviedad" de lo que ellos mismos han conseguido que se conside-
son sino expresión de la rica diversidad humana. Su eliminación, si es re como políticamente correcto, y ninguna de estas luchas acredita
que fuera posible, crearía un monótono mundo homogéneo, sin dife- que sus demandas sean legítimas.

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Por otra parte, la tentación de caer en el vktimismo es una movimientos sociales los que han de guiar a la teoría crítica, sino
tentación bien rea para los movimientos sociales!Pueden empezar que el núcleo normativo de una teoría semejante es la violación
planteando reivindicaciones mliJy legítimas por li1aber sido conde- de expectativas normativas de la sociedad, consideradas justificadas
nados a la invisibilidctd habitualrinel'lte, pero, una vez la sociedad ha por los afectados, como bien señala Honneth.
reconocido la injl,lsticia originaria, continuar com nuevas reclama- El gran problema consiste, entonces, no tanto en descubrir
ciones hasta el inf nito, visto elléxito obtenido hasta el momento. caminos pacíficos de reconocimiento, como en descubrir el criterio
Muy bien puede ccurrir -recu~rda Ricoeur- que la exigencia de para discernir cuándo las expectativas están debidamente justifica-
reconocimiento afectivo, jurídicro y social, expresada con un estilo das. Problema, si los hay, en un tiempo en el que la sola expresión
militante y conflic:ivo, termine len una "demanda infinita", en una "criterio para discernir" levanta ampollas, cuando lo bien cierto es
especie de "mala infinitud". Es! demasiado fuerte la tentación dl~ que sin criterios para discernir entre lo justo y lo injusto la suerte
caer en una nueva forma de "conciencia desgra<i:iada", en el senti- -la mala suerte- de los· más débiles está echada. En este cami-
do de una victimización incurable o de una postulación infatigable no el recurso al diálogo es imprescindible, aunque no a cualquier
de ideales inasequ bies. forma de diálogo..
A fin de cuentas, el juegolde las exigencias sociales y de su
satisfacción se libr.3 en un tablero en el que cuentan votos, dinero,
5. La tradición dialógica
apoyos, privilegio~., demandas justificadas, presiones, intercambio
de favores. Yno es el<traño quelse favorezcan las ,ambiciones de los . La tradición dialógica es en filosofía tan antigua al menos como el
grupos que tienen algo que ofrecer a cambio, mientras quedan sin discurso de Sócrates. El célebre método mayeútico, con el que el
satisfacer las necesidades de losipobres. filósofo prestaba ayuda a los ciudadanos para dar a luz la verdad era
Por tanto, el c"iterio para eh reconocimiento legítimo no puede ya un proceder dialógico. Al hilo de las preguntas del "partero", el
ser la lucha misma de quienes ¡ilelean haciendo uso de la violencia interrogado iba descubriendo que poseía una información mucho
o bien contando con la presión social, porque entonces damos la más completa de lo que nunca hubiera podido soñar, sobre el mal
razón a quienes tienen fuerza para luchar y se la 'negamos a quie- y el bien, sobre las proporciones geométricas y sobre la constitu-
nes carecen de ell:!. Existen injlÍJsticias de las que ni siquiera tene- ción de los seres. Nueve siglos más tarde refrendaría San Agustín
mos noticia en el plano social, }~ sólo teniendo criterios para sacar- este proceder socrático, asegurando que nunca aprendemos algo
las a la luz llegaremos a conocerlas. totalmente nuevo, .quetodo lo construimos d~sde lo ya sabido. Y
Ceder sólo a las presionesl de aquellos grupos que tienen la por eso conviene adentrarse en los recovecos del alma buscando la
capacidad de' presior.lar, sea porllograr votos, dinero o tranquilidad, verdad que reside en su interior. Una tradición dialógica, pues, esta
es radicalmente iniu~ito. De ahí que para poder identificar los casoS que ve en el diálogo un instrumento, pero sólo un instrumento,
de miseria y de injus:icia que aún Aa estén articulados políticamen- para alumbrar lo que ya reside en el interior de una manera innata.
te necesitemos enccntrar criteMios, conceptos normativos básicos, Paralelamente: iba entendiendo el pensamiento cristiano que
que sean independientes de los movimientos sociales. No son los la verdad -teórica y práctica- no es cosa que pueda encontrar

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un individuo solo, sino que precisa el concurso de la comunidad,
ya que es en ella donde se hace presente el Espíritu de Dios. De
donde comunidad y diálogo van convirtiéndose en dos piezas clave
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construir la convivencia, sino también como el medio específico
de la vida humana, a través del cual cabe descubrir la verdad de las
proposiciones y la justicia de las normas. La validez, a fin dé cuen-
para descubrir en el ámbito teórico qué es lo verdadero, en el prác- tas, del mundo teórico y práctico.
tico, qué es lo bueno y lo justo. ri.
!"'t! En efecto, ya en la década de los setenta anunció Habermas su
Siglos más tarde, desde mediados del XIX y comienzos del propósito de abandonar el esquema de filosofía de la conciencia,
xx, josiah Royce y Charles S. Peirce, reforzarían esta tradición, al del que no pudo escapar la "primera generación" de filósofos de la
recordar que la comunidad es imprescindible tanto para com- Escuela de Frankfurt (Horkheimer, Adorno, Marcuse), para diseñar
prender el significado de los términos como para progresar en el los trazos de una filosofía del lenguaje que tuviera en cuenta la tri-
conocimiento científico. Sólo una comunidad de hablantes -diría ple dimensión del signo, sobre todo, la dimensión pragmática. Una
Royce- es capaz de otorgar valor nominal a las ideas para que Pragmática Universal del lenguaje se encargaría de ofrecernos lo
tengan valor efectivo; sólo una comunidad de científicos -aclara- que no pudo proporcionar la primera generación de frankfurtianos:
ría por su parte Peirce- puede ir desentrañando en el largo plazo Jt.:
'~ una teoría del significado de los términos "verdadero" y "justo",
de la investigación la verdad de las cosas. Comunidad de interpre- ';1:' capaz de ilustrarnos sobre lo que queremos decir al afirmar que
tación y de investigación, que se sirven del diálogo como su medio una proposición es verdadera o que una norma es justa.
propio, son requisito indispensable para la comprensión de los tér- Por el mismo tiempo, tomaba también Apel explícitamente
,".. minos y para el progreso de las ciencias; metas ambas que serán un camino semejante. Historiador y hermeneuta, atraído por los
accesibles a través de un diálogo plan~eado a largo plazo. trabajos de Martin Heidegger y Hans-Georg Gadamer, echaba de
En el siglo xx la tradición dialógica continúa su andadura a menos en ellos la presencia de un elemento crítico, fecundo para
través de aportaciones persona listas, como la de Martin Buber o ayudarnos a distinguir de algún modo entre las normas vigentes
Emmanuel Levinas, y también con invitaciones pragmatistas a la y las válidas, entre las proposiciones falsas y las verdaderas. Igual
conversación, como la de Richard Rorty, o postmodernas, como que Habermas, consideraba -y considera- Apel que no es de ley
la de jean-Franc;:ois Lyotard. Sin embargo, cuando en nuestros días relegar la hermenéutica filosófica, pero ambos creían -y creen-
se habla de "filosofía dialógica", y sobre todo de "ética dialógica", que, para ser verdaderamente filosófica, tiene que tratarse de una
suele referirse el hablante a la propuesta que desde los años seten- hermenéutica crítica, que, tras las huellas de Kant, pueda pertre-
ta del pasado siglo ~an venido elaborando Karl-Otto Apel y jürgen charnos de algún criterio para reconocer los conocimientos y las
Habermas, profesores ya retirados de la Universidad Wolfgang normas válidos.
Goethe de Frankfurt. Elaborar una Pragmática Trascendental es, a juicio de Apel, el
La razón de que sea a esta propuesta a la que se adscriba nor- modo de atender a esa dimensión pragmática del lenguaje que
malmente el calificativo de "dialógica" consiste -a mi juicio- en hace posible la interpretación y la comprensión, proporcionando
que tiene al diálogo no sólo como un tema apropiado para la filo- a la vez unos elementos a priori para la crítica. Habermas había
sofía, ni siquiera sólo c:omo el instrumento más adecuado para entendido su propuesta como una Pragmática Universal, no empí-

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rica, encargada de reconstrui~ las bases universales de validez del · ,. tuto de las identidades nacionales y postnacionales, enjwiciando
habla, de identificar y recons;truir las bases del posible entenci- i éticamente los procredimientos que se siguen para decidir normas
miento entre seres dotados de competencia comunicativa. (on ·:.I.•~.,_ en la economía y la empresa, la sanidad, el medioambiente, los
el tiempo, fue aumentando s~ C0nvicción de que se trata de una "" medios de información o el deporte. La filosofía de que hablamos
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"ciencia reconstructiva", empleada en la tareal de reconstruir las
;.' '.~ _".~ ;.: ; ~~á~~~:,as luces, comprometida con la realidad presente, teórica
bases universales de validez ddl habla.
Apel, por su :>arte, busca t!Jn criterio crítico para las reglas tras-
cendentales de la comunicacion; un criterio que, para tener fuer- ·i
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-. y sucede que en estos desarrollos la nómina de "constructo-
res" de la filosofía dialógica ha aumentado de forma considerable.
Nacida en los años setenta del siglo xx, cuenta ahora con represen-
za normativa, de:>€: descubrirse mediante el método acuñado por
Kant -el trascendental- aplic~d0 ahora al hecho de la argumenta- ·~ tantes en distintos países de Europa y América, y suscita el interés
ción y de la comunicación. Dé ai;lí que sólo pueda llevar adelante .~' de los restantes continentes. La razón fundamental de este interés

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esta tarea una Pragmática Trafcendental, capaz de descubrir esos es que esos elementos irrebasab/es a que nos hemos referido permi-
elementos a priori del conocinhiento y la acción'que constituyen la ten orientar y criticar, no sólo el conocimiento, sino sobre todo /a
fundamentación Li/tima del saber y el obrar. En este, como en otros acción.
puntos, divergen Apel y Habermas: en considerar la pragmática no
empírica, respect ivamente, corino una ciencia reconstructiva, capaz 6. la situación ideal de habla
de "fundamentaciones débile~" o como una Pragmática trascen-
dental, preparada paraofrecer,nos los elementds últimos, por im~" Fue Kant quien introdujo en la filosofía el método trascendental
basables, del conocimiento y la acción. para descubrir qué pertenece de derecho a las facultades huma-
Pragmática Universal y TraiScendental constituyen, en cualqui,=r nas. y aunque el término "trascendental" pueda parecer disuaso-
caso, el núcleo e e Jna potent~ propuesta filosófica, que va desa- rio por esotérico, lo bien cierto es que su modo de proceder no
rrollando paulatinamente distintos "radios": la teoría de la acci6n puede resultar más sencillo ni más natural. Se trata en definitiva
comunicativa, una teoría de lbs tipos de racionalidad, una teoría de tomar como punto de partida un hecho que resulte innega-
consensual de lo verdadero y lo c0rrecto, una teoría de la evoluci6n ble y de intentar reconstruir, a partir de él, las condiciones que lo
social, una ética de: discurso, ~n su vertiente de fundamentación y hacen inteligible.
aplicación, y una teoría deliberativa de la democcracia. Si Kant tomó como punto de partida de su reconstrucción
El conjunto arquitectónko de estas teorías constituye un ética el hecho innegable de que los seres humanos tienen concien-
marco desde el ':lue sus defensores toman posiciones en las dis- cia de unos mandatos que extenderían universal y necesariamente,
putas prácticas más relevantes, refutando el escepticismo moral, la ética dialógica de Apel y Habermas asume también un indiscu-
señalando la inconsistencia del relativismo y del etnocentrismo, tible punto de partida e intenta dilucidar las condiciones de inteli-
optando por un comunitarismb universalista, terciando en la cons- gibilidad del mismo, las condiciones de que tenga sentido. En este
truccción de sociedades multitulturales, dialogando sobre elest.~- caso se trata del hecho de que realicemos acciones comunicativas.

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Una acción comunicativa es aquella en la que hablante y oyen- la norma de acción es correcta. Comprobar la veracidad (la corres-
te tienen sus proyectos personales, pero para coordinarlos buscan pondencia entre lo que se dice y lo que se piensa) es realmente
a través del lenguaje el entendimiento mutuo, como un medio difícil, porque exige convivencia, y aún así.
ineludible, mientras que una acción estratégica es aquella en la que En cuanto a los recelos que despiertan la verdad y la correc-
hablante y oyente se instrumentalizan mutuamente para lograr sus ción, no pueden disiparse sino a través de una argumentación,
metas individuales, tratándose, por tanto, como medios y no como pero no de cualquier tipo de argumentación, sino de una que se
fines. La acción comunicativa posee una prioridad en cuanto a su sujete a tres tipos de reglas: las reglas más elementales de una lógi-
valor, porque el sentido y la meta del lenguaje -el télos- consis- ca mínima, las que surgen de considerar la argumentación como
te en lograr un entendimiento; el uso estratégico del lenguaje es una búsqueda cooperativa de la verdad y la corrección, y también
-por contra- derivado, ya que instrumentaliza el mutuo enten- las que nacen de considerar la argumentación como un proceso de
dimiento. Si no existe una racionalidad comunicativa además de la comunicación. En este último caso, se entiende que los participan-
estratégica; es imposible tomar en serio la afirmación kantiana de tes en la argumentación deberían participar en las condiciones más
que todo ser racional ha de ser tratado como un fin en sí, ya que a próximas posible a la simetría, desprenderse de las presiones de la
travéOs del lenguaje no podemos sino instrumentalizarnos recípro- acción cotidiana, no dejarse convencer sino por la fuerza del mejor
camente, de lo que son buena muestra la~ teorías de juegos y de la argumento.
decisión racional. Esta forma de argumentación, sometida a los tres tipos de
Ahora bien, si el hecho de que realicemos acciones comuni- reglas, recibe el nombre de "discurso", que será teórico cuando se
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cativas es innegable y lo tomamos como punto de partida de la trate de la verdad; y práctico, cuando se trate de la corrección o
reflexión, ¿cuáles serán las condiciones que es preciso presuponer justicia de las normas. A la situación que describe el tercer tipo de
para que sean racionales las acciones comunicativas? reglas la llamamos "comunidad ideal de comunicación" o "situa-
Para que lo sean es preciso presuponer que el hablante preten- ción ideal de habla", una situación en la que los científicos, en el
de de forma implícita que lo que dice es inteligible, que él mismo caso de la verdad, y los afectados, en el caso de las normas, pudie-
es sincero al hablar, que el contenido de lo que dice es verdadero ran tomar decisiones a través de un diálogo celebrado en condicio-
y que se desenvuelve en el marco de normas que son correctas. nes lo más próximas posible a la simetría, atendiendo únicamOente
Inteligibilidad, veracidad, verdad y corrección serán entonces las a la fuerza del mejor argumento.
"cuatro pretensiones de validez del habla" que el hablante eleva La idea de una comunidad ideal de comunicación ha sido criti-
implícitamente cori su acción comunicativa y que el oyente acepta, cada hasta la saciedad por tirios y troyanos, sin embargo, su nece-
también implícitamente, si la acción tiene éxito. Pero, en el caso sidad no puede ser más comprensible. En principio, se trata de una
de que e.l oyente ponga en cuestión alguna de ellas, el hablante idea regulativa, en el sentido en que utilizaba Kant esta expresión.
procederá racionalmente sólo si trata de explicarse mejor cuando Al tratar sobre un proyecto como el de la paz perpetua, decía Kant
se pone en cuestión la inteligibilidad, o de aducir las tazones por que nadie puede asegurar, desde un punto de vista teórico, que va
las que considera que la proposición que emite es verdadera o que a ser una realidad, pero tampoco que no va a tener lugar jamás.

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c.o
c.n
y cuando de' una meta atradtiva no podemos asegurar desde el sarlos racionalmente es celebrar diálogos en las condiciones más
punto de vista teórico que va a tener realidad, pero tampoco que próximas posible a la racionalidad. Poseemos, pues, un criterio,
no va a tenerla, todavía nos queda acogernos al interés de la razón pero no de la justicia, sino válido para discernir si los procedimien-
práctica en trabajar por ella. lEs razonable trabajar por la paz, aun- tos empleados para descubrirla son los adecuados. ¿No podemos
que no tengamos seguridad de que vaya a instaurarse. ofrecer, al fin y a la postre, ningún criterio de legitimidad?
En este sent'do, reconoce la ética del discurso que la situación
ideal de habla es una idea regWlativa, porque nadie puede asegurar
que tendrá lugar 'ni tampoco !negarlo, pero qUJien' desee averiguar 7. Comunicación obliga
si una norma es Justa, debería' trabajar en el sentido de hacer posi- Podemos ofrecérlo al percatarnos de que "comunicación obliga",
ble su realidad. Por eso pued~ decirse que esta situación ideal sirve porque cualquiera que desee argumentar en serio ya ha aceptado
de orientación para la acción t de canon para la crítica de aquellas implícitamente una norma ética, según la cual, por decirlo con Apel,
situaciones en lélS que todavíaino está encarnada. "todos los seres capaces de comunicación lingüística deben ser reco-
Pero, yendo todavía más ¡allá, esta idea n0 es sólo un objetivo nocidos como personas, porque en todas sus acciones y expresiones
por el que mere,:e la pena trabajar, sino también un presupuesto son interlocutores virtuales de una discusión, y la justificación ilimi-
indispensable para que tengan sentido nuestros debates sobre la tada del pensamiento no puede renunciar a ningún interlocutor ya
justicia de las normas: para que tenga sentido el hecho mismo de ninguna de sus aportaciones virtuales a la discusión".
discutir sobre ellas. Quien discjute en serio soblie la justicia está pre- Todos los seres dotados de competencia comunicativa, sean
suponiendo qUE en una situadón de simetría sería posible determi- actuales o virtuales, deben, por tanto, ser reconocidos como per-
nar si la norma es justa. De ahí que la id.ea de una situación icleal sonas para que tengan sentido nuestras acciones comunicativas, la
no sea sólo una idl:!a regulativa, sino que esté también entrañada i~ea de persona, tan acreditada en las tradiciones occidentales, se
en las condiciones del habla: es un presupuesto contrafáctico prag- dibuja como la de un interlocutor válido, y esta caracterización se
mático del habla, que tiene IIa fuerza normativa suficiente como extiende a cuantos puedan serlo, actual o virtualmente.
para exigirnos celebrar diálog;os en la comunidad real de comunica- De donde se sigue que, al tratar de determinar si una leyes
ción para desentrañar qué es 1m justo, estableciendo las condiciones justa, es necesario intentar justificarla ante las otras personas sobre
más simétricas posible. Es, a fin de cuentas, el 'elemento n~rmativo la base de buenas razones, que no puedan rechazar razonablemen-
que buscábamos. te. Yesas otras personas no tienen por qué ser las que cuentan con
Pero precisélrnente el hecHo dé que fiemos a un consenso icleal el mismo bagaje cultural, como quiere Richard Rorty, sino cuarquier
el posible descubrimiento de lo justo es una prueba fehaciente de ser dotado de competencia comunicativa. Ciertamente, argumen-
que no nos encontramos ante ¡un criterio para disce'rnir: los consen- tamos desde nuestro bagaje cultural, pero podemos sintonizar con
sos fácticos, alcanzados en las comunidades reales de comunica- cualquier ser dotado de competencia comunicativa.
ción, no constituyen un criteri:o de justicia. Los acuerdós son siem- Pero también se sigue que si alguno de los que pertenecen a la
pre revisables, por falibles, y s<lílo sabemos que el camino para r·:!vi- especie de seres que tienen posibilidad de ejercer esa competencia

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comunicativa, no puede hacerio por razón de discapacidad grave, puede crear las condiciones requeridas para un diálogo justo, pero
otros tienen que representar sus intereses advocatoriamente cuan- sí puede y debe esforzarse por que se creen aquellas instituciones
do se trata de justificar la legitimidad de normas que les afectan. que puedan hacerlo. El Principio de Corresponsabilidad comple-
No pueden quedar silenciados, sino que tienen que ser defendidos menta entonces al· principio individual de responsabilidad.
en sus intereses por los que sí pueden hacerlo. Afirmación esta que Sin embargo, una vez entablado el diálogo, ¿qué criterio obli-
puede caer bajo la crítica de "especismo", lanzada por un amplio ga a los interlocutores a dar por justa una norma? Teniendo en
sector del movimiento animalista contra cuantos entienden que cuenta que no pueden dejarse convencer por motivos externos al
sólo pueden ser justas o injustas las normas que se refieren a seres diálogo, sino sólo por la fuerza del mejor argumento, darán por bue-
humanos. nas las normas que satisfagan, no intereses grupales, sino intereses
A juicio del crítico, la única razón para negar derechos a seres universalizables. Yeso exige mucho más de lo que la ética del dis-
no humanos es que no pertenecen a la especie humana, porque si curso en la versión de Apel y Habermas está dispuesta a reconocer.
queremos fundamentar el mundo de los derechos en alguna de las En principio, porque a lo mejor hay asuntos para los que ya
características de los seres humanos, nos daremos cuenta de que existe una respuesta justa, como los que se refieren a derechos
no todos los miembros de la especie la tienen, y también de que la humanos básicos. Negarlos sería negar las condiciones mismas del
tienen seres que no pertenecen a la especie. Sin embargo, lo que diálogo. Pero además porque es imposible argumentar en serio
parece no recordar el animalista es que los seres humanos, sea cual sobre lo justo y dejarse convencer tan sólo por lo que satisface inte-
fuere el grado de desarrollo de su competencia comunicativa -tal reses universalizables sin sentirse atraído por determinados valores,
como la hemos descrito- y de cuanto la hace posible, sólo puede sin incorporar un cierto carácter, sin contar con sentimientos mora-
desarrollarla en un mundo de humanos. Lo cual no significa que les. En suma, sin una razón cordial.
los demás seres no deban ser cuidados.
Ciertamente, si los animales de Wells se hubieran podido com-
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