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Las sociedades se han construido a partir del lenguaje. A medida que se conoce la palabra, se
conoce el pensamiento humano. Es el lenguaje, el que, por medio de la palabra, ha determinado
el rol que tiene la idea de la autoridad desde el punto de vista de quiénes la ejercen y de sobre
quién es ejercida. Por medio del lenguaje han sido creados los sistemas que rigen el
comportamiento de un determinado grupo de personas en una sociedad establecida; normas,
organización, cultura, y religión son áreas donde el lenguaje ha ido formando la estructura de la
sociedad. Por este medio se pueden expresar enunciados tanto de carácter represivo como
creativo; enunciados que “educan y adoctrinan”, en los que se prohíbe lo nocivo y se promueve
lo útil.
El papel que han jugado las religiones ha sido importante en la formación de la sociedad tal como
la conocemos el día de hoy, han tenido un rol de “configuración mental” de lo que es correcto y
lo que no es. Desde los primeros registros que se tiene de sociedades propiamente establecidas se
observa que la palabra es aquello que ha determinado la forma de organizar la estructura de
dichos grupos. Pero ¿quién decide qué leer y qué no?, ¿quién decide que escribir y qué no
escribir?, ¿quién decide que es nocivo y qué es útil?
Una herramienta que ha sido utilizada por las religiones es la literatura sagrada. Ya en la
temprana media, saber latín era una herramienta de poder, el latín era hablado por autoridades
para controlar a la sociedad. El latín era el idioma de Dios, poder comunicarse en latín quería
decir poder comunicarse con Dios. Era la lengua de la liturgia y también, la de la diplomacia y la
cultura. Para los miembros de las instituciones religiosas, los libros sagrados eran (y son todavía)
vistos, la mayoría de las veces, como objetos mágicos – religiosos, más que como instrumentos de
comunicación entre el escritor y el lector; las obras religiosas tienen una gran carga sobrenatural
que contribuye a la adoración y no es visto como un almacén de contenidos y/o conocimientos.
Al tener más conocimiento y habilidades adquiridas por parte de la gente, se pone en entredicho
la figura autoritaria de quien sustenta el poder. Por parte de las autoridades se da el canon de
lectura, esto es, “puedes leer, pero lee lo que yo te digo”. Esto favorece a que haya una
concentración entonces así en la lectura, pero no en los libros. Quizá se pueda llegar a pensar en
cierto punto que se lee mucho, pero ¿qué es lo que se lee?, ¿cómo se lee y cómo impacta esa lectura
(muchas veces incomprendida) en la sociedad? En el campo de lo religioso, se trata de defender
el vínculo entre lo sagrado y lo peligroso, pero al mismo tiempo se trata de preservar la estructura
de la sociedad existente y la función de los líderes que controlan el saber. Por poner algunos
ejemplos, en la época medieval, la iglesia católica hace una caza de brujas con los libros, y llega
incluso a quemarlos, bajo el concepto de “purificación por fuego”. Todo esto por considerar que
algunos libros ponían en peligro su autoridad sacerdotal.
Esta idea de una política represiva contra el libro se relaciona con la idea del ejercicio efectivo del
poder. La imprenta vino a poner en jaque ese control que tenían la religión. Una vez que se tenía
más acceso a la lectura, más personas podían tener acceso a más material y por lo tanto a más
conocimiento.
Se dice que entre más fuerte sea la crisis, más desesperadamente se tratará de salir de ella. Y
cuando el poder está amenazado, la represión puede ser más fuerte. La adopción de una política
radicalmente represiva puede ser, pues, interpretada sin lugar a duda como un síntoma agudo
de extrema debilidad y de momentánea pérdida de confianza en la facultad de ejercer el control
sobre la sociedad. En el campo de la lectura, si la represión ejercida en cuanto a los libros reduce
la posibilidad de leer, ésta así mismo ataca la estructura sociocultural y política que sanciona la
diferencia entre controladores autorizados y los súbditos controlados.
Existe una dependencia que muestra el ser humano de ser instruido por otros y no depender de
sí mismo para aprender. En el ámbito religioso, esto quizá sólo a esa necesidad humana de tener
un mediador entre su creador y él y quizá también en gran manera a las tradiciones propias de
esa cultura.
Otro de los aspectos que han sido altamente influidos en la sociedad por la religión es lo referente
al estudio tanto religioso como no religioso.
Es interesante analizar la cuestión del estudio en las comunidades hebreas occidentales. Algunos
de los factores que influyeron en la formación de la idea del estudio en la mentalidad de esos
pueblos son las siguientes:
“Al volver del campo, por la tarde, acuda a la sinagoga (antes que a casa); el que tenga práctica en la lectura (de la
Biblia) léala; el que esté acostumbrado a estudiar Mishnhah, estudie Mishnah; recite entonces el Shemá, porque la
práctica religiosa obliga por la mañana y por la tarde, y la oración vespertina y luego vaya a cenar. (T.B. Berakhith
4b)
Cabe destacar también que, entre las reglas de moral religiosa de los pietistas del área renana, se
encuentra una sección completa de unos sesenta parágrafos dedicados al comportamiento
relativo a los libros; cómo conservarlos guardados “en un arca bella y decorosa”, cómo evitar
estropearlos, etc. Dentro del pueblo hebreo existía una sensibilidad con respecto al libro
considerado como objeto de uso, manteniendo un gran respeto porque contenían el mensaje
divino, pero también por su elevado costo y difícil acceso a los menos adinerados; sin embargo,
son también una muestra de la conciencia expresada por dicho pueblo, entre el que se podían
encontrar personas piadosas que ponían sus libros a disposición de todos en las sinagogas. Aquí
se destaca que los libros no eran donados, sino sólo depositados.
Una posible desventaja es que nuevamente se observa una concepción paternalista de la sociedad
y la educación: los más adinerados, y por ende los más poderosos, son quienes deciden qué se
pone a disposición del público. En su conjunto, los contenidos de las colecciones que se ponían a
disposición de los lectores presentan un carácter esencialmente homólogo a la tendencia general
a una laicización más acentuada.
Así pues, se pudiera llegar a pensar que una sociedad religiosa es una sociedad altamente
alfabetizada. Sin embargo, leer mecánicamente no quiere decir que se comprenda el sentido de lo
leído, en este sentido se pudiera hablar aquí un tipo de analfabetismo funcional.
La mayoría de los textos religiosos queda restringido al espacio sagrado. Se trata de saberes
tradicionales, que no dan mucha importancia a la comprensión de los contenidos, sino a un efecto
deseado. El rito de la lectura normalmente puede llegar a tener un carácter sobrenatural, en el
que el libro es utilizado para lograr ese efecto mágico, tales como curar enfermedades, ayudar en
situaciones afectivas, entre otros. Además de esto, hay una importancia atribuida a la
memorización del texto religioso y la recitación de pasajes bíblicos.
Finalizaremos el presente ensayo diciendo que la vida social no puede concebirse sin un
componente religioso, y que a través de él podemos llegar a comprender mejor el estatus en el
que se encuentra y con el que dicha sociedad es identificada.
Podemos afirmar que, si bien es cierto las religiones han limitado muchas veces el crecimiento de
una sociedad, también han ayudado y favorecido al desarrollo de la misma. El problema reside
quizá sólo en que las religiones no aceptan formas alternas de pensamiento, ni reconocen,
comprenden y respetan la diferencia, después de todo, el ser humano es diferente en cualquier
parte del mundo.
El fenómeno religioso es tan importante para la sociedad, que de él depende gran parte del actuar
moral, el pensamiento de los agentes culturales y la visión que se tenga alrededor del mismo,
elementos con los que da una identidad única e irrepetible a los grupos sociales.