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TEMA 1

CARACTERIZACIÓN DE LA INTERVENCIÓN CLÍNICA EN MODIFICACIÓN DE CONDUCTA

1. RECONOCIENDO UN PANORAMA HETEROGÉNEO


Al caracterizar la intervención clínica en Modificación de Conducta (MC) se ha de reconocer, de entrada, un panorama
heterogéneo. Esta heterogeneidad tiene, al menos, dos aspectos: uno debido a la variedad en la lógica conceptual y el
otro dado por la variedad en la logística de su aplicación.

La variedad lógica se refiere a la pluralidad de concepciones que conforman la MC que, como ocurre en los distintos
campos de la psicología, no se ofrece precisamente como algo homogéneo. Dentro de esta variedad cabe percibir una
línea por la que se reparten en dos las distintas concepciones y tendencias:

- El enfoque cognitivo incluye una pluralidad de modelos y doctrinas que, de una u otra manera, tienen en común un
cierto genero representacional. Este género representacional puede estar tejido como esquemas mentales,
creencias, estructuras cognitivas, procesamiento de información, narrativas, y en fin, constructos varios. Se trata
de algún modo de representación mental de la realidad o del mundo, de la que dependería la conducta y, en su
caso, los problemas psicológicos. Aunque en el panorama actual existe una variedad de modelos de terapias
cognitivas, habría que distinguir entre aquellos iniciales que se avinieron con tradición de la MC y que de hecho,
han propiciado la tendencia cognitivo-conductual, y otros posteriores que, sin dejar de valerse de las técnicas
cognitivo-conductuales, su tendencia es constructivista. La tendencia cognitivo-conductual sigue siendo el enfoque
cognitivo de referencia, con sus tres modalidades: la reestructuración cognitiva, el afrontamiento de situaciones, y
la solución de problemas.
- El enfoque contextual constituye lo que podría ser la tradición más propia de la MC, con su análisis de las
condiciones ambientales como determinantes de la conducta y, por tanto, de los problemas psicológicos. En este
sentido, el cambio psicológico se cifra propiamente como modificación de la conducta resultante de algún cambio
del contexto, incluyendo que tal cambio venga promovido por la propia conducta del sujeto en consideración. Así,
se distinguen formas de intervención con base en la exposición, con base en el manejo directo de contingencias y
con base en el control verbal o manejo indirecto de contingencias.
-
Por su parte, la variedad logística se refiere a las distintas maneras que adopta el clínico en la aplicación de la terapia,
según, su experiencia, su estilo, las características del cliente y demás circunstancias. Es característico de la MC el uso
flexible de las técnicas, conforme al caso.

La intervención clínica consiste en la doble tarea de la evaluación y propiamente del tratamiento. La evaluación cuenta a
su vez con una diversidad de métodos e instrumentos, y viene a ser una tarea continua del proceso terapéutico, como
valoración de la eficacia y eventual reajuste de la intervención. Por lo demás, la evaluación no deja de ser ella misma una
forma de intervención.

2. INTRODUCCIÓN DEL ESQUEMA A-B-C

El esquema A-B-C es utilizado tanto por parte del enfoque cognitivo como del enfoque contextual.

El A-B-C del enfoque cognitivo de la terapia de conducta. El A-B-C del enfoque cognitivo presenta la siguiente
caracterización del análisis psicológico, y por tanto, de la intervención clínica. A son los Acontecimientos de la vida que
están relacionados con determinadas Consecuencias emocionales y conductuales que definen un problema o trastorno
psicológico, aquí representado por C. La relación entre A y C está mediada por B, que son las creencias (beliefs), las
imágenes y los pensamientos que se tiene sobre los acontecimientos y demás circunstancias de la vida (A). Si estas
mediaciones cognitivas (B) tienen un signo negativo (irracional, catastrófico, autoderrotista), entonces traen probablemente
consecuencias problemáticas como ansiedad, pánico, depresión y, en general, toda suerte de trastornos psicológicos (C).

El esquema A-B-C del enfoque cognitivo fue propuesto por Albert Ellis como modelo de la terapia racional-emotiva,
actualmente redenominada terapia racional emotivo-conductual. Así mismo, es adoptado formalmente como modelo por la
terapia cognitiva Beck en su extensión a trastornos psicóticos.

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El análisis psicológico o evaluación conductual empieza por determinar el problema en términos conductuales y de las
reacciones emocionales. El clínico trata de relacionar estos problemas con acontecimientos y circunstancias actuales y
pasadas de la vida del cliente. Sin embargo, el principal interés, y la mayor dificultad, están en identificar las creencias y
pensamientos derivados de estos posibles antecedentes, y en definitiva, resultantes en las consecuencias problemáticas
en cuestión.

A este respecto, además de la entrevista, el clínico puede disponer de cuestionarios, escalas, y auto-registros que
averiguan posibles relaciones entre situaciones, pensamientos, emociones y acciones. El contenido de esta mediación
cognitiva depende de la modalidad cognitivo-conductual en uso. Así, por ejemplo, la terapia racional emotivo-conductual de
Ellis se empeña en descubrir creencias irracionales, la terapia cognitiva de Beck se interesa en esquemas cognitivos y
distorsiones en el procesamientos de información, el entrenamiento auto-instruccional de Meichembaun repara sobre todo
en lo que uno se dice a sí mismo, y la terapia cognitivo-conductual del pánico de Clark pone el acento en la interpretación
de sensaciones corporales.

El proceder supone una relación colaboradora entre el terapeuta y el cliente. El terapeuta propone al cliente una nueva
concepción de su problema y le compromete a ponerla en práctica. En este sentido, se ha de advertir una labor de
teorización convincente por parte del terapeuta, a menudo quizá en forma de discusión o debate entre ambos, y la
correspondiente disposición de confianza por parte del cliente como para experimentar la vida a través del nuevo cristal
cognitivo. De hecho, el esquema A-B-C empleado por la terapia racional emotivo-conductual incluye la D de Discusión y
la E de Experimentación y también de Efectos de la discusión.

El A-B-C del enfoque contextual de la terapia de conducta. En este esquema, B es la conducta (Behavior), C son las
Consecuencias producidas por tal conducta en calidad de reforzadores de la misma, y A son los Antecedentes en cuyas
condiciones ocurre la conducta. Se ha de advertir que la conducta puede tener más de una consecuencia, es decir, que
puede tener varios reforzadores que la mantienen. Técnicamente, se hablaría de programas de reforzamiento
concurrentes, como suele ser el caso en las conductas de interés clínico. Por su lado, los antecedentes se especifican de
varias maneras, según su función. En concreto, el análisis de la conducta distingue cuatro condiciones antecedentes
principales:

1. Situaciones definidas por su aspecto evocador de respuestas emocionales cuya función se denomina estimulo
condicionado.
2. Situaciones definidas por el control de estimulo cuya función se denomina estimulo discriminativo (Ed).
3. Situaciones definidas por su papel en alterar las funciones discriminativas y reforzantes de los estímulos
presentes, lo que se llama técnicamente operaciones de establecimiento.
4. Situaciones definidas por el control del lenguaje sobre la conducta. La conducta puede ser tanto “conducta motora”
(no verbal) como conducta verbal. En general, este control verbal, se identifica en términos de conducta gobernada
por reglas, una distinción que es pareja de la conducta moldeada por contingencias.
5.
La conceptualización de los problemas psicológicos se atiene al análisis funcional señalado. Este análisis funcional
describe los problemas psicológicos en términos conductuales y especifica sus condiciones. De esta manera, los
problemas tienen que ver con alguno de estos dos grandes aspectos de la función operatoria de la conducta: o bien los
problemas consisten en las clases de conducta disponibles o bien consisten en su regulación inapropiada. Respecto a los
problemas relativos a la clase de conductas disponibles, pueden tratarse de repertorios conductuales que resulten
inadecuados para uno mismo, por deficientes o excesivos o que sean perturbadores para otros. Respecto a los problemas
relativos a la regulación inapropiada de la conducta, puede tratarse de un control débil, demasiado fuerte o inadecuado por
parte de las condiciones discriminativas, de las consecuencias o de las reglas.

La evaluación conductual es propiamente el análisis funcional de la conducta. Se lleva a cabo mediante la entrevista
clínica dirigida a especificar relaciones funcionales, la observación directa, a través de auto-registros dispuestos a
propósito, la exposición a presentación de situaciones, así como se vale también de escalas, cuestionarios y diarios. Se
añadiría que la evaluación conductual del lenguaje dado en la relación terapéutica se ha de llevar en el propio proceso
interactivo, donde el clínico es entonces un observador-participante. Por ello se hace imprescindible el manejo continuo de
criterios funcionales.

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En general se diferencian tres formas de intervención:
- Intervenciones con base en la exposición. Consiste en la exposición del sujeto ante ciertas situaciones evitadas
o en la presentación de determinados estímulos, cuyas técnicas clásicas son la exposición prolongada y la
desensibilización sistemática.
- Intervenciones con base en el manejo directo de contingencias. Consisten en la disposición de alguna
condición discriminativa y reforzante.
- Intervenciones con base en el control verbal o manejo indirecto de contingencias. Consisten en el uso del
lenguaje como principal instrumento terapéutico. En este sentido, se pondera el “manejo indirecto” que está
implicado, sobre todo, cuando se trata de reglas que definen contingencias y/o instruyen acerca de cómo
comportarse. Pero el lenguaje puede constituir él mismo un contexto en el que se da la conducta-problema, de
manera que el propio lenguaje (como instrumento terapéutico) modifique entonces el lenguaje dado como contexto
social verbal. En estas condiciones terapéuticas, como hace la psicoterapia analítica funcional, la conducta verbal
tanto supone un “manejo indirecto” de contingencias, como está sometida al “manejo directo” de las contingencias
que funcionan en la sesión de terapia.

3. OPERACIONES TERAPEUTICAS QUE DEFINEN LA INTERVENCIÓN CLÍNICA EN LA MC

Se van a distinguir seis tipos de operaciones terapéuticas que, en todo caso, se dan en la práctica de un modo intrincado y
sin que necesariamente estén formuladas así.

1. Observación de la conducta. Forma parte de la evaluación y en este sentido es una tarea inicial, especialmente,
cuando se trata de establecer una línea-base o punto de partida del funcionamiento de la persona en una situación
determinada. Sin embargo, la observación es igualmente una tarea continuada en el curso de la terapia, en cuyo
caso se podría hablar de observación-participante.

2. Presentación de estímulos. Es igualmente una tarea de evaluación. Alude a la exposición de algún reactivo para
determinar la respuesta. La presentación puede ir desde los ítems propios de un test, hasta las confrontaciones
con ciertos asuntos indagados en una entrevista y situaciones sociales que comprometen una actuación.

3. Disposición de condiciones antecedentes. Se incluyen aquí operaciones que intervienen en alguna circunstancia
en cuya presencia se da la conducta. Son operaciones relativas a condiciones antecedentes (A). La forma de
referencia es la disposición de alguna función discriminativa denominada control de estimulo. Otra forma de
disposición de condiciones antecedentes tiene que ver con la función de estimulo condicionado. Concierne
particularmente a las formas de intervención con base en la exposición, fuera en vivo o en imagen. De este modo,
el terapeuta dispone una situación ante la que se expone el sujeto o un arreglo estimular que le presenta. En
cualquier caso, no les faltan a estas formas de intervención en la condiciones antecedentes sus efectos
consecuentes, sea reforzadores dispensados por el terapeuta, o sea, el efecto reforzante intrínseco a la realización
conductual, con lo que en todo caso, se cierra la triple relación contingencial.

4. Disposición de condiciones consecuentes. Se refieren a las operaciones que suponen un arreglo de las
consecuencias de la conducta. Es decir, consisten propiamente en el manejo de contingencias, el cual incluye el
control antecedente. La disposición de condiciones consecuentes tiene sus peculiaridades según los contextos de
aplicación. A este respecto, se distingue tres contextos:

o El de la sesión clínica, viene dado por la propia relación terapéutica. En este sentido, las contingencias
manejables están provistas por el terapeuta, quien forma parte de las contingencias de reforzamiento. La
relación terapéutica puede convertirse en un contexto natural, representativo de la “vida real”, en el que se
presenten los problemas y se dé el proceso terapéutico o “experiencia correctora”. Entre las mayores
innovaciones de la terapia de conducta de “tercera generación”, figura la consideración de la relación
terapéutica como un contexto social representativo de la vida. Así se citarían el proceso interpersonal en la
terapia cognitiva promovido por Safran y Segal, la terapia de conducta dialéctica, y la psicoterapia analítica
funcional, que destaca la importancia del reforzamiento natural de las conductas de mejoría del cliente en
la terapia por parte del terapeuta. A este respecto, proporciona una serie de reglas para un reforzamiento
natural y eficaz, que todo terapeuta cognitivo-conductual debiera observar.
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o El de un ámbito institucional. Se refiere a los ámbitos educativos y psiquiátricos en los que se ha
desarrollado tradicionalmente el análisis aplicado de la conducta.
o El de la vida cotidiana. Se refiere a las circunstancias diarias del cliente, que también pueden ser
dispuestas en orden a determinados cambios de su conducta. La disposición de estos cambios del
ambiente cotidiano puede estar mediada por el propio cliente o por otras personas que participen en la
terapia. Estos cambios pueden consistir tanto en arreglos en la estructura espacial o temporal de la vida
cotidiana, como en el trato interpersonal.

5. Disposición de funciones motivacionales. Se trata de operaciones que alteran la función de los reforzadores y de
los estímulos discriminativos y, en definitiva, de todas las relaciones de la contingencia de tres términos. Entre los
ejemplos de estas operaciones figuran la saciedad, la privación, las variaciones de los programas de reforzamiento
en curso, así como otras de carácter verbal.

6. Disposición de funciones verbales. El lenguaje en la terapia no es sólo un instrumento por medio del cual se habla
del mundo, de uno mismo e, incluso, de la presunta estructura cognitiva o “mundo interior”. El lenguaje es también
un objetivo de la terapia. En definitiva, el lenguaje es tato un medio como un objetivo del cambio psicológico. En
este sentido, se van a distinguir cuatro tipos principales de operaciones verbales dadas en terapia:

o Operaciones verbales consistentes en reglas que gobiernan la conducta no verbal. Se trata aquí de
las funciones verbales por las que se especifican las contingencias y/o las conductas. Lo característico de
la especificación de contingencias es la descripción de las circunstancias de una manera que facilita el
contacto con la realidad. Se aclaran las situaciones y se define el funcionamiento de las cosas, de modo
que uno sabe mejor a qué atenerse. Se instruye acerca de la conducta, de modo que uno sabe mejor
cómo hacer.

o Operaciones verbales que establecen funciones motivacionales. Lo característico es que mediante el


lenguaje se puede alterar la función motivante tanto del reforzador como del discriminativo. En realidad,
estas operaciones verbales vienen a ser una variante de las operaciones anteriormente presentadas como
reglas que gobiernan la conducta no-verbal, cuya matiz es la alteración motivacional que suponen y, de
ahí, que se proponga su denominación como reglas motivacionales. Serian ejemplos la advertencia y la
promesa, en la medida en que aumentan la fuerza del reforzador y del discriminativo de contingencias
vigentes.

o Operaciones verbales que reparan en la propia conducta verbal. En efecto, el lenguaje es a menudo
objeto de reparo y de reparación por parte del propio hablante. En terapia, no se trata únicamente de
aclarar lo que se quiere decir o de subrayar algo, sino también de especificar las implicaciones de lo que
se dice y, en su caso, de modificar o ajustar el significado. Las operaciones verbales, en este sentido de la
modificación de conducta, se pueden identificar como reglas autoclíticas, para sugerir la conducta verbal
que repara en otra clase de conducta verbal del propio hablante. Serian ejemplos de la revisión de los
“tendrías que” o “deberías”.

o Operaciones verbales consistentes en la alteración de reglas. Se trata de reglas que alteran el


funcionamiento de reglas establecidas. Vienen a ser una variante de las reglas autoclíticas, pero merecen
su distinción. El caso aquí es que estas “reglas establecidas” constituyen el sentido común y, por tanto,
son el trasfondo con que se cuenta. La cuestión está en que el lenguaje no es meramente algo que se
usa, sino que nos habito y conforma, es decir, que nos habitúa y da la forma a las creencias en las que
estamos.

Cuando la terapia requiere remover creencias en que se arraigan ciertos problemas, lo primero que se
encuentra es la dificultad en percibir esa estructura (pre) lingüística, precisamente, por ser el contexto en el
que se da el problema, por demás, proveniente de una práctica social culturalmente establecida. Si la
dificultad está ya en reconocer este trasfondo de esquemas, creencias, contexto, reglas, o contingencias,
tanto más difícil será su reestructuración.

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Un proceder se podría identificar como dialogo socrático, aunque cada terapeuta lo llevaría a su manera.
El punto sería una discusión que fuera moldeando una nueva concepción de las cosas valiéndose de los
materiales generados por el propio interlocutor y, en su caso, propuestos por el terapeuta. Por su lado, el
debate llevado en la terapia racional emotivo-conductual puede adoptar el estilo socrático, así como
también se reconoce el método socrático en la terapia cognitiva de Beck. En general, el dialogo socrático
parece terapéuticamente tan correcto que apenas hay terapia que no se reconozca en él, desde el
psicoanálisis hasta la psicoterapia constructivista, pasando por la terapia cognitiva.

Otro proceder se encontraría en el uso de la paradoja, cuya característica es precisamente descolocar y


reestructurar el sentido común o contexto en el que se inscribe un problema. La paradoja tiene un amplio
uso en terapia de conducta.

Finalmente, otro proceder vendría dado por el uso de la metáfora. La metáfora hace ver una cosa que
pudiera ser difícil de captar, a través de su semejanza con otra que se ofrece con toda su nitidez en el
aspecto relevante y que funciona, por tanto, como vehículo que permite establecer una similitud. Así, por
ejemplo, una metáfora puede ayudar a ver de otra manera un problema y de este modo recontextualizar su
sentido. Esto sugiere que una metáfora tanto puede clarificar una situación, como recontextualizarla.

4. CARACTERIZACIÓN DE LA MODIFICACIÓN DE CONDUCTA EN RELACIÓN CON OTRAS TERAPIAS

La modificación de conducta se puede caracterizar como una terapia breve, directiva, activa, centrada en el problema,
orientada al presente, que supone una relación colaborada y en la que el cliente puede ser un individuo, una pareja, una
familia, un grupo o una comunidad. Ahora bien, estas características son dimensionales de modo que su posición en ellas
es más gradual que discreta y, en todo caso, relativa con respecto a las otras terapias.

- Breve-Larga. En general, se consideran terapias breves las que llevan menos de treinta sesiones, siendo en torno
a quince el punto de referencia. Las terapias de larga duración remiten a más de cien sesiones, contándose a
veces por centenares y años. Esta referencia de larga duración viene dada por la terapia psicoanalítica. Son
terapias breves, además de la MC, la terapia estratégica, la terapia existencial y la terapia experiencial.
Sin embargo, se ha de matizar ahora que hay ciertas terapias dentro de la propia MC que pueden resultar de larga
duración, como la terapia cognitiva de los trastornos de personalidad, la psicoterapia analítica funcional y la terapia
de conducta dialéctica.

En cuanto a la duración y frecuencia de las sesiones de la MC, se puede decir lo siguiente. La sesión suele durar
entre una y dos horas. Las primeras quizás son más largas, para después estabilizarse en torno a una hora. Nada
quita, sin embargo, para que las sesiones puedan se aun más largas o más cortas. La frecuencia suele ser de una
vez por semana, si bien al comienzo pudieran ser dos o posteriormente hacerse más espaciadas. En general, la
terapia tiene un curso abierto dentro de su horizonte, en el sentido de que no se sabe exactamente cuánto puede
durar y cómo va a fluir la ayuda prestada. Así mismo, dentro de cada sesión, el terapeuta puede seguir una
agenda o proceder según un orden abierto. Sin embargo, hay programas terapéuticos que tienen prácticamente
estandarizada la aplicación en cuanto al número, duración y pauta de las sesiones como, por ejemplo, la terapia
sexual o la terapia cognitiva de la depresión. En todo caso, conviene que el terapeuta y el cliente establezcan los
objetivos de la terapia por anticipado, sin perjuicio de su renegociación.

- Directiva-Permisiva. En general, son terapias directivas aquéllas en las que el terapeuta adopta un papel activo
en la dirección de la terapia. El modelo de terapia permisiva lo daría precisamente la terapia no directiva de
Rogers.

Un papel directivo toma la forma de la interpretación del “material” presentado por el cliente. La interpretación es la
técnica analítica por excelencia, si bien el psicoanálisis se vale igualmente de otras actividades terapéuticas como
la aclaración y la confrontación. Otra pauta directiva se identifica en un cierto papel educativo consistente en dotar
al cliente con una nueva explicación y terminología. Aquí, el terapeuta puede proceder de un modo explicito o
implícito pero, en todo caso, las distintas terapias terminan por adoctrinar según su propia sofistificación

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psicológica. Finalmente, otro papel directivo tiene la forma de una intervención práctica de varias maneras, tales
como “observador participante”, como “director-teatral” y como “entrenador” en el aprendizaje de repertorios
conductuales más adecuados.

- Activa-Pasiva. Esta dimensión está correlacionada con la anterior, puesto que una terapia directiva parece
suponer una implicación activa del cliente, mientras que una permisiva sugiere más bien un sujeto pasivo. Sin
embargo, hay terapias en las que el terapeuta puede ser activo y el cliente pasivo. En general, las terapias que
confían el cambio al insight, al “reencuadre” del sistema comunicacional o a la información, están contando con un
sujeto pasivo, por más que invoquen la actividad de procesos mentales.

- Orientada al problema-Orientada a la personalidad. En general, las terapias orientadas al problema toman


como objetivo resolver el problema presentado, sin suponer que fueran necesarios otros cambios “estructurales”.
En principio, la MC junto con buena parte de la terapia estratégica, serían ejemplos de este tipo. Por su lado, las
terapias orientadas a la personalidad, no consideran resuelto el problema si no se dan otros cambios que
consideran más básicos como puedan ser el autoconocimiento psicoanalítico, el crecimiento personal, la toma de
responsabilidad o la reestructuración cognitiva. Habría que reconocer en las terapias de reestructuración cognitiva
una orientación a “problemas generalizados” más que a “problemas circunscritos”, según la distinción de Brewin, lo
que también se podría decir de la terapia contextual y de la terapia de conducta dialéctica. Por su parte, la terapia
estratégica tiene también su orientación al cambio estructural, en este caso, de la familia. Así que, si bien los
enfoques dinámicos tienen una clara orientación a la personalidad, la MC y la terapia estratégica serian ejemplos
mixtos, aunque quizás más orientados al problema.

- Presente-Pasado. La terapia psicoanalítica como en general todas las psicoterapias de inspiración psicoanalítica
siguen el hilo de los “síntomas” presentados aquí-ahora hasta dar con el ovillo situado allí-entonces, cuyo
descubrimiento desenredaría el problema actual. Por su parte, la terapia gestáltica seria un ejemplo de
concentración en el presente, así como en general las experienciales. La terapia estratégica sitúa también su
intervención en el presente. La MC está igualmente orientada al presente, si bien su lógica con base en el
aprendizaje supone más un cambio diacrónico paso a paso.

- Relación colaboradora-Relación autoritaria. Probablemente, todas las terapias se declaren a favor de una
relación colaboradora. Sin embargo, esta colaboración en algunas terapias quizá se diluya en sus extremos, bien
como relación autoritaria, bien como relación de igualdad. Aquí, se entiende por relación colaboradora la
participación activa del cliente en una labor terapéutica dirigida por el clínico, como profesional experto en el que
confía. El prototipo de relación colaboradora en este sentido se encuentra en la terapia cognitiva de Beck que, de
alguna manera, viene a definir la relación requerida en la MC.

La relación autoritaria en un sentido impositivo se encuentra en la terapia psicoanalítica establecida por Freud. La
terapia estratégica tiene también formas autoritarias como, por ejemplo, sus prescripciones, los “engaños
benevolentes”, las paradojas contra la resistencia y los “trucos” para impresionar al cliente. Curiosamente, la
terapia estratégica familiar en su matrimonio con el constructivismo, ofrece por el contrario el mayor ejemplo de
relación de igualdad, en la que el terapeuta se hace el ignorante y se declara al cliente como experto.

- Todas las unidades problemáticas-No todas. El cliente de una terapia psicológica puede ser un individuo, una
pareja, una familia, un grupo o toda una comunidad, denominados aquí “unidades problemáticas”. Puede que
también la terapia aborde el problema valiéndose de varias unidades. Las personas de estas unidades pueden ser
internos de una institución o externos.
En general, todas las terapias se muestran aptas para entender y atender cualquier unidad problemática. Más en
particular, probablemente, no haya terapia que no tenga una versión de aplicación individual, familiar y de grupo.
Las psicoterapias de la tradición psicoanalítica son individuales y por lo mismo lo son también las terapias
experienciales y las cognitivas, aunque trabajen con varias personas a la vez. En cambio, la terapia estratégica
toma como unidad la familia, en cuanto que sistema, y no en vano se denomina también terapia familiar o
sistemática.

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PREGUNTAS DE AUTOEVALUACIÓN
1. El enfoque cognitivo se caracteriza por la consideración de la conducta en función de las representaciones
mentales
a. V
b. F
2. El enfoque contextual se caracteriza por la consideración de la conducta en función de las circunstancias
ambientales
a. V
b. F
3. El A-B-C del enfoque cognitivo supone una cierta causación de las cogniciones sobre las emociones y la
conductas
a. V
b. F
4. En el A-B-C del enfoque contextual, C son las cogniciones
a. V
b. F
5. El A-B-C del enfoque contextual supone que la conducta depende de condiciones antecedentes y consecuentes
a. V
b. F
6. En el A-B-C- del enfoque contextual, C son las consecuencias problemáticas
a. V
b. F
7. La técnica de exposición es un ejemplo de operación consistente en la disposición de condiciones consecuentes
a. V
b. F
8. Las operaciones de establecimiento son un ejemplo de reglas que alteran otras reglas establecidas
a. V
b. F

9. La modificación de conducta se puede considerar una terapia breve, directiva y activa


a. V
b. F
10. La modificación de conducta es apta como terapia individual pero impropia como terapia grupal y comunitaria
a. V
b. F
SOLUCIONES
1V/ 2V/ 3V/ 4F/ 5V/ 6F/ 7F/ 8F/ 9V/ 10F

PREGUNTAS DE EXAMEN
1. En el esquema ABC del enfoque contextual:
a. Ninguna es correcta
b. B serían las creencias, ideas, pensamientos e interpretaciones que hacemos de la realidad
c. C actúa como un reforzador
2. Una terapia es breve cuando:
a. Lleva menos de 15 sesiones
b. Lleva menos de 50 sesiones
c. Lleva menos de 30 sesiones
3. Dentro del enfoque cognitivo de la terapia de la conducta, en el esquema ABC, B sería:
a. Los acontecimientos de la vida relacionados con determinadas consecuencias emocionales y
conductuales
b. La conducta tanto verbal como no-verbal
c. Las creencias, imágenes y pensamientos
4. Dentro de la disposición de condiciones consecuentes tenemos tres contextos:
a. De la sesión clínica, gubernamental y social
b. De la sesión clínica, institucional y cotidiano
c. De la sesión clínica, educativo y cotidiano
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5. Alterar la función motivante del reforzador como del discriminativo
a. Es propio de las operaciones verbales de la conducta verbal
b. Es propio de las operaciones verbales que establecen funciones motivaciones
c. Es propio de las operaciones verbales consistentes en reglas que gobiernan la conducta no verbal
6. El lenguaje:
a. Puede constituir él mismo un contexto en el que se da la conducta problema
b. Ninguna es correcta
c. No puede constituir él mismo un contexto en el que se da la conducta problema, pues siempre depende de
algún estimulo antecedente

7. En la terapia orientada a la personalidad:


a. El objeto es únicamente hacer cambios estructurales
b. Ambas son correctas
c. Sólo consideran resuelto el problema cuando también se dan cambios más básicos
8. Las situaciones definidas por el control del estimulo se denominan:
a. Estimulo condicionado
b. Operaciones de establecimiento
c. Estimulo discriminativo
9. El contacto:
a. Ambas son correctas
b. Es característico de la especificación de contingencias
c. Es característico de la especificación de la conducta
10. Dentro del enfoque conductual, los problemas pueden ser:
a. Debidos a una mala regulación
b. Debidos a repertorios conductuales inadecuados o perturbadores (conductas disponibles)
c. Ambas son correctas
11. Dentro del enfoque cognitivo de la terapia de la conducta, en el esquema ABC, sería:
a. Un problema o trastorno psicológico
b. Los acontecimientos de la vida relacionados con determinadas consecuencias emocionales y
conductuales
c. Los antecedentes en cuyas condiciones ocurre la conducta
12. Lo característico de la especificación de contingencias es:
a. El “cómo hacer las cosas”
b. La descripción
c. La prescripción
13. Dentro del esquema ABC (enfoque contextual)
a. C son las consecuencias
b. Ambas son correctas
c. B es la conducta

14. Dentro del enfoque contextual encontramos que:


a. El cambio psicológico se cifra como modificación de la conducta resultante de algún cambio de la
representación mental
b. Se refiere al análisis de las condiciones ambientales como determinantes de la conducta
c. Ambas son correctas
15. La variedad lógica en modificación de la conducta se refiere a:
a. La pluralidad de concepciones que conforman la MC
b. Las condiciones ambientales como determinantes de la conducta
c. A las distintas maneras de aplicar la terapia
16. Dentro del enfoque cognitivo de la terapia de conducta, en el esquema ABC, C sería:
a. La conducta verbal y no-verbal
b. La consecuencia, emociones y conducta
c. Los antecedentes
17. La variedad lógica:
a. Ambas son correctas
b. Tiene un enfoque contextual
c. Tiene un enfoque cognitivo

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18. La evaluación y el tratamiento
a. Están muy separados en la práctica clínica
b. Están bastante fusionados en la práctica clínica
c. Son totalmente contrapuestos e irreconciliables
19. Cuando la conducta tiene más de una consecuencia, se hablaría de:
a. Reforzamiento concurrente
b. Reforzamiento contingente
c. Reforzamiento positivo
20. La terapia psicoanalítica de corte clásico
a. Puede ser considerada una terapia larga
b. Puede considerarse una terapia media: es decir, ni corta, ni larga
c. Puede considerarse una terapia corta

21. La unidad Ed: CR


a. Ambas son correctas
b. Se denomina contingencia de tres términos
c. Constituye una unidad funcional
22. Dentro de la terapia racional emotivo-conductual, en el esquema ABC encontramos dos componentes más; D y E.
¿Qué son cada uno?
a. D es la discusión y es el aspecto cognitivo, mientras que E es la experimentación y los efectos que es el
aspecto conductual
b. D es la discusión y es el aspecto conductual, mientras que E es la experimentación y los efectos que es el
aspecto cognitivo
c. D es la discusión y la experimentación y es el aspecto cognitivo, mientras que E son los efectos, que es el
aspecto conductual
23. Si B (dentro del enfoque cognitivo) es negativo
a. No trae consecuencias problemáticas
b. Trae consecuencias problemáticas
c. Nunca puede ser negativo
24. La representación mental de la realidad de la que depende la conducta y los problemas psicológicos es
característico de :
a. Del enfoque logístico
b. El enfoque contextual
c. El enfoque cognitivo
25. Las funciones verbales que reparan la conducta verbal:
a. Son reglas yuxtapuestas
b. Son reglas autoclíclicas*****
c. Son reglas lineales
26. Las operaciones terapéuticas
a. Se refiere a una categorización lógica del proceder técnico
b. Ambas son correctas
c. Se refieren a las practicas efectivas que realiza el terapeuta

SOLUCIONES
1C/ 2C/ 3C/ 4B/ 5B/ 6A/ 7C/ 8C/ 9B/ 10C/ 11B/ 12B/ 13--/ 14B/ 15A/ 16B/ 17A/ 18B/ 19A/ 20A/ 21A/ 22A/ 23B/ 24C/ 25B/
26B

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Tíscar Martínez Sánchez

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