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“El capital en el siglo XXI”

El último libro de Thomas Piketty, “El capital en el siglo XXI”, 1 ha generado un


gran interés y numerosos debates. Y por una buena razón: es un libro que
desentraña 250 años de evolución de los ingresos y la riqueza en el
capitalismo, sobre todo en Estados Unidos y Europa, y que propone, en
definitiva, un impuesto sobre el patrimonio.

Desde el principio, Thomas Piketty, distingue entre flujos y stock en economía.


El primero es el conjunto de entradas y salidas en un lugar (país) durante un
período determinado (por ejemplo, un año). Es el caso de los ingresos, es
decir, salarios, honorarios, rentas de la propiedad (dividendos, intereses,
alquileres, rentas,), etc.

El segundo es el inventario de los activos acumulados en un solo lugar en un


momento determinado (por ejemplo, el 31 de diciembre de cada año). Es el
caso del capital social, la propiedad o la riqueza. Está compuesto por la
propiedad real y personal (acciones, bonos y otros valores), joyas, cuadros y
pinturas y otras formas de objetos acumulados que poseen valor (en principio
poco perecedero).

Esta diferencia es fundamental, porque el autor constata inmediatamente que


la brecha de la riqueza es mucho más grande en términos de acciones. Por lo
tanto, si el 1% más rico representa el 25% de todos los ingresos,
habitualmente acapara alrededor del 40% de los activos. A menudo, el 40%
más "pobre" no tienen ninguna riqueza de ese tipo.

Al mismo tiempo, subraya que el mejor indicador de desigualdad es realizar


un seguimiento en el tiempo de la proporción que acumulan los deciles y
percentiles superiores. El decil más alto corresponde al 10% más rico de la
población de un país. El percentil, al 1% de la población. Es lo que dicen los
marxistas: acumulación de riqueza en un lado, pobreza y miseria al otro.

Un capitalismo desigual
Casi todo el mundo está de acuerdo en que la sociedad de “libre mercado”
viene acompañada de una divergencia más o menos importante en relación a
las ganancias que cada uno recibe. Para los socialdemócratas, reformistas 6 y
keynesianos7 es una prueba de que necesitamos una regulación pública para
moderar los efectos negativos de la economía. Para los liberales, son
inconvenientes a corto plazo que se reabsorben gradualmente con el tiempo.

Está claro que el capitalismo ha sufrido grandes cambios en el período de


entreguerras, especialmente con el efecto de las dos guerras mundiales y la
terrible crisis que comenzó en 1929.
Así, en 1928, el año previo al crack bursátil, la proporción del 1% más rico es
la más importante - equivale a 23,9% del total -, y de esa cantidad obtiene el
4,3% en forma de ganancias de capital sobre valores en bolsa.

Podemos calificar de capitalistas al 1% más rico, sean rentistas o directivos


de grandes empresas (o eventualmente ambas cosas). Estos líderes son los
capitalistas, aunque oficialmente reciben un sueldo y pueden ser "despedidos"
por los accionistas. Aparte, en este 1%, una veinteava parte son artistas y
atletas que aún no son capitalistas o no necesariamente.

El siguiente 9% no son en general capitalistas en el sentido estricto. Algunos


pueden ser propietarios de empresas más pequeñas. Pero la mayoría vive de
ingresos mixtos o del trabajo. Son empleados bien remunerados (científicos,
técnicos, cuadros de un nivel más bajo, corredores de bolsa, etc), profesiones
liberales o que tienen actividades semejantes (abogados, médicos, profesores
universitarios, etc) o propietarios de empresas de menor dimensión.

El resto es la población, asalariados que representan alrededor del 85% de los


activos, trabajadores por cuenta propia, quienes ejercen una profesión liberal
sin sueldos tan altos o tienen un pequeño negocio, y quienes se quedan por el
camino (desempleados, excluidos, etc). La mayoría forma parte de la clase
obrera en sentido amplio.

La sociedad es pues muy desigual, contrariamente a la presentación habitual


donde una supuesta clase media domina, al menos, en números.

Los Estados Unidos se han convertido en el país más desigual de los


principales estados capitalistas.

La acumulación es de capital
El que obtiene poca remuneración generalmente debe consumirlo todo y no
logra ahorrar. Sin embargo, el que gana mucho no podrá gastarlo todo y
conservará una parte que irá acumulando poco a poco.

En consecuencia, los primeros tendrán un patrimonio muy escaso, mientras


que el de los segundos se ampliará gradualmente. Al final, la brecha se hará
cada vez más importante. Es lo que muestran las estadísticas.

Pero primero esquematicemos nuestra relación. Para empezar, el trabajo es la


fuente de toda la riqueza del mercado. Los bienes o servicios se pagan
porque hubo que invertir una cantidad de trabajo en ellos. El resultado de la
venta de las mercancías es posteriormente distribuido, de manera general, en
salarios y beneficios. Por lo general, el empleado recibe poco más de lo que
consume.16Sus ahorros serán, en el mejor de los casos, escasos. No podrá
acumular. El dinero que gana se utiliza principalmente para su reproducción
como mano de obra.
Por el contrario, el que obtiene sus ingresos de los beneficios, deberá gastar
también en vivir, pero guardará una parte, un superávit, para ahorrar, y, por
tanto, invertir. De esta manera, acumulará capital y por tanto patrimonio.

Si se sigue esta lógica, este proceso es acumulativo. De este modo, el


patrimonio aumenta. Permite aumentar la producción, contratar personal
adicional. Esto aumentará las ganancias, el ahorro y, por tanto, en última
instancia, el patrimonio que se posee.

Thomas Piketty señala que la distribución desigual de la riqueza es bastante


similar para cada grupo de edad, en contra de idea generalizada. "La guerra
de edades no ha sustituido a la guerra de clases.” Añade, para no dar lugar a
equívocos, que” la verdadera riqueza siempre se compone principalmente de
los activos financieros y profesionales.”
El choque de entreguerras
Esta es la "edad de oro" del capitalismo, aunque con algunas reservas... más
soportable para los empleados de los países capitalistas desarrollados que
para el resto; y desde luego más después de 1950 - antes, los trabajadores
sin duda lo pasaron muy mal durante las guerras, la crisis y el fascismo-,
debido a la seguridad social, al constante aumento de los ingresos, a la
institucionalización de las organizaciones sindicales, al acceso al crédito, la
baja tasa de paro... Los defensores de este sistema a menudo se refieren a
este período para demostrar que la economía de mercado tiene o ha tenido
contribuciones positivas para los trabajadores y que éstos están interesados
en seguir creyendo en él.

De hecho, como hemos señalado en los diferentes gráficos, lo que varió


fundamentalmente fue el nivel de riqueza de los más ricos, que perdieron una
parte del reparto tras las guerras y los choques de los años 30. Los conflictos
destruyeron capital, el crack bursátil de 1929 también. De ahí las grandes
caídas en los ingresos y el patrimonio.

Gracias a este esfuerzo fiscal, el Estado era capaz de asegurar la


redistribución de la riqueza de ricos hacia otros considerados más pobres y
establecer una regulación del capitalismo para evitar sus excesos más
flagrantes. Esta es el apogeo de las soluciones keynesianas.

La elección que tuvieron que hacer los gobernantes capitalistas no era la de


escoger entre un capitalismo salvaje u otro regulado, sino entre socialismo y
capitalismo regulado. Por lo tanto, optaron por este último, sabiendo que
cuando llegase el momento, cuando la correlación de fuerzas se invirtiese de
nuevo, podrían recuperar lo cedido.

Thomas Piketty es claro en la naturaleza específica, transitoria y efímera de


este período de "oro" del capitalismo. Es "el producto tanto de las guerras
como de la democracia.26 Fueron necesarios violentos choques - nada
deseables - para que apareciese”. Si queremos volver a este tipo de
soluciones, será necesario lógicamente poner en marcha grandes cambios “El
cambio de régimen es necesario, incluso imprescindible, pero sería ingenuo
imaginar que todo esto se puede hacer en un ambiente tranquilo y dulce."

El impuesto sobre el patrimonio mundial

Thomas Piketty es consciente de la dificultad política de poner en práctica de


inmediato tal alternativa, más aún a nivel mundial.

Pero da otros argumentos que justifican una tasa tan importante sobre los
patrimonios en lugar de los ingresos. Pongamos, dice, el caso de Liliane
Bettencourt. Es la heredera de la fortuna de la firma de artículos de lujo
francés, L'Oreal, que ha causado una gran controversia en Francia a raíz de
su relación personal con el ex presidente de la República, Nicolas Sarkozy, y
de la financiación secreta de su campaña presidencial. Su patrimonio en la
actualidad asciende a más de 30.000 millones. Pero nunca declaró más de 5
millones en ingresos a Hacienda. Incluso asumiendo un bajo rendimiento, de
un 5% anual, debería obtener alrededor de 1.500 millones de intereses al
año.

¿Qué hizo? Ella probablemente haya constituido un holding familiar o una


estructura legal ad hoc (fundaciones, que en algunos países se benefician de
exenciones fiscales). Los 1.500 millones de dólares llegan a esta
organización, que acumula el capital para la familia. Y éste ingresa a la
heredera lo necesario para su consumo y su cómoda vida, es decir:
aproximadamente 5 millones de dólares, que son los que declara a Hacienda.
Ese es el secreto.

En estas circunstancias, el economista francés concluye: "El impuesto sobre


el capital permite completar al impuesto sobre la renta para todas aquellas
personas cuyo impuesto sobre la renta es manifiestamente inadecuado en
comparación con su patrimonio.
En este sentido, Thomas Piketty da otro argumento: Se necesitaría un
impuesto sobre la fortuna excepcional, para lograr reducirla. Explica que, si las
sociedades capitalistas son ricas, su estado, generalmente, es pobre. Para
reducir este problema, “se pueden combinar tres métodos principales en una
cierta dosis: el impuesto sobre el capital, la inflación y la austeridad. Un
impuesto excepcional sobre el capital privado es la solución más justa y más
eficaz."

¿Regular el capitalismo?
Thomas Piketty no es marxista. Al contrario, se opone a esta corriente. En lo
económico, utiliza básicamente las teorías tradicionales, que no son capaces
de explicar el fenómeno que describe.
Escribe con mucha razón: “Solo puedo imaginar a la economía como una sub-
disciplina de las ciencias sociales, junto a la historia, la sociología, la
antropología, las ciencias políticas, y tantas otras.” La economía oficial, por el
contrario, se ve a sí misma como la única ciencia social verdadera,

Nosotros creemos que se engaña a sí mismo, sobre todo en dos áreas: en la


fuerza de la lógica capitalista, por un lado, y la posibilidad de oponerse a ella a
partir de un Estado de Derecho y de instituciones democráticas, por el otro.

El poder de la obra de Thomas Piketty es mostrar que el desarrollo capitalista


se acompaña en el mejor de los casos de una estabilización de la
desigualdad. Pero, en general, las diferencias aumentan en favor de los
propietarios de capital.

Llegamos por tanto a la segunda ilusión: la de tener un gobierno democrático


basado en el Estado de Derecho y las instituciones democráticas para
contrarrestar la fuerza de las grandes empresas, multinacionales. En primer
lugar, debemos señalar que esta situación está lejos de ocurrir. Con
frecuencia hay una connivencia casi total entre los principales responsables
de los estados capitalistas avanzados y aquellos que dirigen las grandes
empresas.

¿Cómo pensar que podemos contrarrestar el poder de las corporaciones


multinacionales con esta maquinaria burocrática? Está incrustado, imbricado
en el ejercicio de esa dominación. No se opondrá a los líderes con los que se
reúne con regularidad y a quienes incluso podría tener que sustituir en un
momento dado.

Si hay una fuerza capaz de resistir las grandes empresas, es la población: no


se ve comprometida con este poder; sufre las consecuencias negativas en
términos de ingresos, de condiciones de trabajo, de empleo; y lo más
importante, tiene una gran ventaja: su número. Pero el movimiento social, su
desarrollo y la lucha que ha librado son precisamente los grandes ausentes
del análisis histórico de Thomas Piketty. El que es, en última instancia, el gran
motor de la mejora social en los países capitalistas avanzados. Quien lideró
las grandes peleas que lograron la reducción de la jornada laboral, el sufragio
universal, el reconocimiento de la seguridad social, la mejora de las
condiciones de trabajo en las empresas. Quien produjo sociedades
alternativas, aunque los experimentos socialistas no hayan podido realizarse
hasta el final.

Se requerirá por tanto de algo muy diferente que la mera aplicación del estado
de derecho y unas instituciones algo más democráticas. Será necesaria una
participación democrática activa en todos los órganos políticos de la nación.
Hará falta una política radicalmente diferente basada en las necesidades de la
población.
Conclusiones
“El capital en el siglo XXI” es una obra contemporánea magistral e
imprescindible. El autor ofrece una gran cantidad de información fundamental
sobre la historia del capitalismo, sobre todo acerca de la desigualdad en el
ingreso y el patrimonio. Aboga por una ciencia humana global, que incorpore
la economía, la sociología, las ciencias políticas, la historia. Está a favor de
una mayor transparencia en las estadísticas. En todo esto, lo apoyamos
plenamente.

Para los marxistas, su contribución es fundamental. Muestra con datos que el


capitalismo es un sistema basado en la desigualdad para poder desarrollarse
y, frente a lo que nos suelen decir, estas diferencias no tienden a resolverse.
Todo lo contrario

A pesar del apoyo de todos estos datos, y del análisis de esta tendencia
subyacente de aumentar la desigualdad, Thomas Piketty cree que es posible
reformar el capitalismo.

Su conclusión: el sistema de mercado económico genera espontáneamente


una creciente desigualdad, con un período intermedio desde 1914 hasta
finales de los años 70 (que explica por la existencia de shocks, guerras, y no
por el desarrollo "normal" de la sociedad capitalista); de ahí la necesidad de
un impuesto mundial sobre el patrimonio.

Si se organizan bien, si nos dotamos de las instituciones adecuadas para que


todo el mundo se pueda beneficiar, estas tecnologías constituyen una enorme
fuente de riqueza.
Creo en el progreso técnico y en la mundialización, y el libro no es pesimista
con respecto al futuro. Simplemente, para que estas cosas beneficien a todos,
hacen falta instituciones democráticas, sociales, educativas, fiscales y
financieras que funcionen correctamente.

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