Este texto es el complemento del publicado con el título de Modelos de
sistematizaci6n del proceso de enseñanza-aprendizaje. El propósito de ambos consiste en lograr que los profesores planeen y organicen en forma efectiva su participación en el proceso educativo. Hablar de efectividad es referirse a un guiso que incluye muchos ingredientes: racionalidad, viabilidad, utilidad, claridad, etc. Dicho en forma llana, sin la formalidad de un enunciado de objetivos, lo que se pretende en estas páginas es motivar y orientar al profesor para que elabore mejores programas o cartas descriptivas de los cursos que imparte. Esta pretensión, independientemente de los comentarios o reacciones de asombro que pueda provocar, obedece a una necesidad todavía por satisfacer en las instituciones de enseñanza superior; necesidad tan evidente que en ciertos casos la carencia es no sólo de programas bien hechos, sino de todo aquello que se parezca a una guía o elemento rector de las funciones y tareas del profesor y sus alumnos, a fin de lograr determinado aprendizaje. De acuerdo, también yo creo, ante ciertos programas, que sería mejor que no hubiera nada; asimismo, pienso que lo ideal sería tener tal clase de profesores en cada grupo de cada universidad que ningún programa fuera necesario. Pero éste no es un libro de ficción. Probablemente el lector sea de los que opinan que la inclusión de estos asuntos en un programa de formación de profesores es un exceso, ya que por lo general el maestro, al hacerse cargo de un grupo, se encuentra con una situación ya decidida: "Aquí tiene el programa, no olvide que es el oficial; por favor entregue las calificaciones tres días después del examen." Y adelante con los faroles. En efecto, no debe extrañamos el desinterés de muchos profesores en los procedimientos y vericuetos técnicos que se recomiendan para elaborar el programa de un curso, sobre todo cuando se respiran aires burocráticos. Pero sabemos que el asunto