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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

Universidad Católica Cecilio Acosta.


Facultad de Filosofía y Teología.

Programa: Educación a Distancia.

La Esperanza de lo Eterno en el Mundo Clásico.


El Alma y su Inmortalidad.
/
Eternal Hope in the Classic World.
The Soul and its Immortality.

Profesor: Juan Alfonso Serra Mora.


Alumna: María Cecilia Álvarez Riera.
C.I: 18951225.
Correo: ceciliaalvarez12@gmail.com
Índice:

1. Introducción. .......................................................................................................... 1

2. Función y Concepto del Alma. .............................................................................. 1

2.1. Concepciones del alma velada en mitos ....................................................................2


2.2. Concepciones del alma dentro de los misterios órficos .............................................2
2.3. Concepción del alma en Platón y función de la misma:
Fedón, Fedro y Timeo. ........................................................................................ 4

3. La Inmortalidad del Alma: El Fedón. .................................................................. 6

3.1. Primeras intervenciones socráticas .................................................................... 7


3.2. Teoría de los opuestos como demostración de la continuidad del alma
después de la muerte. .......................................................................................... 11
3.3. Teoría de la reminiscencia. ................................................................................. 12
3.4. La indisolubilidad de lo simple. .......................................................................... 13
3.5.Objeciones de Simmias y Cebes. .......................................................................... 14
3.6. La segunda navegación y el mito final................................................................ 17

4. Conclusión. ........................................................................................................... 19

5. Bibliografía. ........................................................................................................... 21
Resumen.

Este trabajo de investigación está orientado hacia el estudio minucioso de los conceptos del
alma en el pensamiento platónico, además de la identificación de los entes que influyeron
como sustento de dichos pensamientos. Del mismo modo, intenta dar demostraciones
valederas sobre la inmortalidad del alma que Platón expone en su obra Fedón. Para el
desarrollo de este trabajo realizamos un análisis profundo y una lectura exhaustiva de la
obra misma y de textos en el que se le hace referencia, a partir de lo cual desarrollamos una
síntesis acerca de todas las teorías utilizadas por Platón para demostrarnos las posibilidades
con las que cuenta el alma de los seres humanos para demostrar su inmortalidad. Al ser el
tema de la inmortalidad del alma un asunto de carácter metafísico e imposible de verificar
por vías científicas, los resultados de dichas teorías pudiesen llegar a conclusiones
inesperadas.

Palabras Claves.

Alma – Cuerpo – Muerte – Vida – Teorías.

Resume.

This research is oriented torward a detailed study of the concepts of the Soul in platonic
thoughts, in addition to identifying those beings who have influenced said thoughts by
upholding them. In the same token, it attempts to give us real demonstrations about the
immortality of the soul that Plato writes about Fedon. To develop this research
we conducted a deep analyses and an exhaustive review of the work itself and another texts
which reference it, hereupon we developed a synthesis about the complete theories used by
Plato to show us the many possibilities which the soul of human beings rely on to
demonstrate its immortality. Given that the soul’s immortality is a metaphysical theme and
thus impossible to verifier through sciences, the results of these investigations may bring
some surprising conclusions.

Keywords.
Soul – Body – Death – Life – Theorie
1

1. Introducción.

Existen en la vida de la humanidad grandísimos misterios que nos llevan a reflexionar


sobre el por qué de nuestra existencia sobre esta tierra. Uno de los grandes misterios está
enfocado en el conocimiento real del alma y de si ésta es de algún modo inmortal. La
muerte es un tema que atemoriza a todo ser humano, puesto que ella, la muerte, es la
conciencia absoluta de que no podemos conocer lo que se encuentra después de la vida. Tal
desconcierto nos desespera en el deseo de querer evitarlo, de querer entrar en aquel lugar
que no conocemos ni podemos conocer, pero debemos enfrentarnos con la idea segura de
que la muerte es inevitable. Es por esto, quizás, que todos los temas que tenga relación con
nuestra muerte sean los más meditados y profundizados por el hombre, ya sea a través de la
creencia mitológica, de la fe religiosa o del pensamiento racional. Sea cual sea el medio, el
hombre siempre está intentado explicarse la muerte.

A partir de aquí, nacen entonces todas las concepciones en cuanto al alma y el más
profundo deseo de todos los seres humanos de que la misma sea inmortal. Así pues, con
este trabajo de investigación tenemos la intención de abordar estos temas metafísicos
comenzando con explicar brevemente las concepciones en cuanto al alma en la mitología
para adentrarnos luego al mundo clásico griego, específicamente a Platón, uno de los
primeros y más grandes pensadores con el que cuenta la filosofía occidental, y a partir de él
desarrollar entonces diversas formas en que concibió la idea del alma y de cómo desarrolló
sus argumentaciones para defender la inmortalidad de la misma en el Fedón, obra que se ha
mantenido viva y latente durante todos estos siglos.

2. Función y Concepto del Alma.

Vamos a desarrollar las concepciones del alma desde tres percepciones distintas: la
primera, a través de mitos universales; la segunda, a través de los misterios órficos como
creencias religiosas y la tercera del pensamiento platónico como muestra de un desarrollo
de las teorías del alma de modo racional, o, lo que es igual, a través del logos.
2

2.1. Concepciones del alma velada en mitos.

La idea del alma concebida bajo preceptos del pensamiento es un asunto que ha
interesado al hombre desde que, con los presocráticos, se comenzó a tener una visión del
mundo y del Ser regido por un pensamiento racional; aunque no podemos negar que ya
desde tiempos primitivos las sociedades sostenían grandísimas inquietudes con respecto al
alma, y tal es la importancia de la misma que, incluso desde aquel entonces, se mantenía la
idea de que el alma era la fuente de vida en el hombre. Frazer en su libro La Rama Dorada
nos narra las creencias mundiales primitivas en cuanto al alma, de las cuales vamos a citar
dos:

Una leyenda siamesa o camboyana, derivada probablemente de alguna otra


índica, nos cuenta que Thossakan o Ravana, rey de Ceilán, consiguió por artes
mágicas extraerse el alma del cuerpo y guardarla en una caja que dejaba en
casa mientras iba a las batallas. Así era invulnerable en los combates. Cuando
fue a dar batalla a Rama, depositó su alma en manos de un anacoreta llamado
Ojo de Fuego, para que se la guardara en sitio seguro. Así, cuando Rama luchó
con él, se quedó atónito viendo cómo las flechas que le disparaban alcanzaban
al rey sin herirle. Pero uno de los aliados de Rama, conociendo el secreto de la
invulnerabilidad del rey, se transformó por arte de magia en una figura igual al
rey y pidió al anacoreta que le devolviese el alma. Cuando la recibió se
remontó por los aires y voló hasta Rama, blandiendo y estrujando la cajita tan
rotundamente que todo hálito abandonó el cuerpo del rey de Ceilán, que murió.
(Frazer. 1944: 749).
En un poema tártaro, dos jóvenes abren en canal el cuerpo de una vieja bruja y
la arrancan el bandullo, pero es en vano, pues ella sigue viviendo. Cuando la
preguntan dónde tiene su alma, ella responde que está en el centro de la suela
de su zapato, en forma de serpiente moteada de siete cabezas. Uno de los
jóvenes levanta la suela del calzado de la bruja con su espada; saca a la
serpiente y le corta las siete cabezas; entonces muere la bruja. (Frazer. 1944:
755).
Esto nos muestra cómo dentro del desarrollo de los pueblos más antiguos las ideas en
cuanto al alma y en cuanto a su relación con el cuerpo ya estaban latentes como centro de
las más grandes inquietudes humanas; aunque estas ideas estaban veladas dentro de las
metáforas del mito.

2.2. Concepciones del alma dentro de los misterios órficos.


En la antigua Grecia existieron doctrinas religiosas dentro de las cuales destaca la
instituida por Orfeo, que consistía en la realización de ceremonias secretas con el fin de
3

transmitir a los iniciados los Misterios Órficos. Tales misterios estaban basados
precisamente en las creencias que tenían en cuanto al alma y la transmigración de la misma
después de la muerte. Santiago Valentí en su estudio sobre Las Sectas y Sociedades
Secretas de la Historia nos describe el Orfismo de la siguiente manera:

“Su enseñanza, que estaba exclusivamente reservada a los iniciados, se


apoyaba en los principios de la cosmogonía y teogonía órficas. Los que los
profesaban, o sea los teólogos de aquella escuela, tenían por objetivo en sus
actos la naturaleza del alma y su destino después de esta vida.” (Valentí. 1975:
316).

Las prácticas órficas llegaron al pensamiento filosófico con el paso del mithos al
logos introduciéndose dentro de la corriente religiosa pitagórica, la cual sostenía la creencia
de la reencarnación y de la transmigración del alma, dando así continuidad a la herencia del
orfismo.

Platón heredó, a su vez, las huellas de Pitágoras y parado sobre esas bases del
pensamiento pitagórico es quien expone con detalle, por medio de Sócrates, las
concepciones que tenía sobre la muerte y el alma, así como las demostraciones necesarias
para comprobar que el alma es verdaderamente inmortal.

En el Fedón nos encontramos con dos pasajes que nos muestras claramente cómo el
orfismo mantenía su influencia dentro de las creencias platónicas, pues Sócrates hace
alusión a ello:

“Igualmente es muy posible que quienes nos instituyeron los misterios no


hayan sido hombres mediocres, y que, al contrario, hayan estado en lo cierto al
decir desde antiguo, de un modo enigmático, que quien llega profano y sin
iniciar al Hades yacerá en el fango, mientras que el que allí llega purificado e
iniciado habitará con los dioses. Pues son, al decir de los que presiden las
iniciaciones, “muchos los portatirsos, pero pocos los bacantes”1. Y éstos, en
mi opinión, no son otros que los que se han dedicado a la filosofía en el recto
sentido de la palabra.” (Platón, 69 C – 70 A).

1
Luis Gil explica en una nota de su traducción al texto que esta frase citada por el propio Sócrates es un
refrán Órfico.
4

Del mismo modo, nos hace ver que los primeros cimientos de su pensamiento
provienen de una corriente Pitagórica, la que a su vez continúa una línea órfica, cuando
dice:
“…Pues existe una antigua tradición, que hemos mencionado, que dice que,
llegadas de este mundo al otro las almas, existen allí y de nuevo vuelven acá,
naciendo de los muertos. Y si esto es verdad, si de los muertos renacen los
vivos, ¿qué otra cosa cabe afirmar sino que nuestras almas tienen una
existencia en el otro mundo?; pues no podrían volver a nacer si no existieran-
Y la prueba suficiente de que esto es verdad sería el demostrar de una manera
evidente que los vivos no tienen otro origen que los muertos.” (Platón, 70A-D).

2.3. Concepción del alma en Platón y función de la misma: Fedón, Fedro y Timeo.

En los diálogos de Platón nos encontramos con las más grandes definiciones del
alma las cuales han sido el suelo firme que ha sostenido a las más sublimes convicciones
que los hombres hemos tenido en cuanto al alma a través de toda la historia occidental de
la humanidad.

En el Fedón, Platón define al alma como un algo puro, inteligible e invisible, en


contraposición con el cuerpo, que es algo material, compuesto y visible para los hombres:

-¿Qué decimos, pues, del alma? ¿Es algo que se puede ver o que no se puede
ver?
-Que no se puede ver.
-¿Invisible, entonces?
-Sí.
-Luego el alma es más semejante que el cuerpo a lo invisible, y éste, a su vez,
más semejante que aquélla a lo visible.
-De toda necesidad, Sócrates. (Platón. 79B-D).

Por otro lado, el alma toma en el Fedón otro concepto que se asemeja a lo divino.
Platón, en boca de Sócrates, explica que cuando un hombre desea realmente conocer lo
5

verdadero debe poseer un alma que domine sobre los deseos del cuerpo. Generalmente el
cuerpo es quien se hace dueño y señor del alma, por lo tanto, ésta queda atada a sus más
bajas pasiones, haciéndosele así imposible el encuentro de la verdad. En cambio, cuando el
verdadero filósofo logra someter al cuerpo bajo el dominio total del alma, entonces ésta se
convierte así en la única capaz de ponernos en un contacto divino que nos permita ver una
absoluta verdad. Volvemos a citar al autor anterior que nos dice: “También en razón de
otro aspecto el alma es similar a lo divino: justamente en cuanto es capaz, como la realidad
divina, de mandar y dominar sobre el cuerpo, más que ser dominada y mandada por él.”
(Reale, 2002: 286). 2

Platón habla en el Fedro más profundamente de esto en el pasaje en el que compara


al alma con corceles alados conducidos por un auriga. Así pues, el alma, como los
corceles, puede ser de dos tipos: buena y divina, anhelante de la verdad y decidida a
emprender un vuelo que la lleve al lado de los Dioses; o mala y terrenal, que se desespera,
prisionera de los vicios del cuerpo:

“Toda alma se cuida de un ser inanimado y recorre todo el cielo, aunque


tomando cada vez una apariencia distinta. Mientras es perfecta y alada camina
por las alturas y rige al universo entero; pero aquélla que ha perdido las alas es
arrastrada hasta alcanzar algo sólido en donde se instala, tomando un cuerpo
terrenal que da la impresión de moverse así mismo, gracias a su virtud.”
(Platón, 245 E – 246 C).

En el Timeo, el filósofo busca explicar el origen de los entes sensibles sosteniendo


que el alma es lo que da vida y movimiento a todos los seres vivos. A partir de aquí nace la
teoría del Alma Tripartita, la cual interpreta al alma desde tres distintos puntos: El alma
racional, vinculada a lo inmortal y divino; el alma irascible, relacionada con la voluntad, y
el alma concupiscible, relacionada con los deseos y las pasiones humanas. Reale dice:

“La razón sobre la cual se basa Platón para fundar esta triple distinción es el
principio de no contradicción en una de sus primeras formulaciones: si no se
admitieran diversas partes del alma, sería preciso admitir que una misma
facultad puede hacer al mismo tiempo cosas opuestas en la misma parte y bajo

2
El autor, al igual que nosotros, resalta la importancia de hacer entender que el alma es similar, más no
idéntica a lo divino.
6

el mismo aspecto. Los impulsos que operan en nosotros no pueden explicarse


sino mediante correspondientes facultades diversas.” (Reale. 2002: 295).

3. La Inmortalidad del Alma: El Fedón.


El Fedón es el diálogo donde Platón desarrolla una tesis en la que pretende dar una
demostración de que el alma es eterna, queriendo promover así una esperanza de
inmortalidad a la humanidad al afirmar que cuando el hombre muere el alma se separa del
cuerpo y continúa viviendo en otro lugar, el cual no es físico, y que la misma no muere
conjuntamente con el cuerpo. Para el desarrollo de esta demostración Platón hace uso de
diversos razonamientos y es por eso que este diálogo está estructurado con muchas teorías y
perspectivas que se convirtieron en asuntos filosóficos de una inmensa profundidad humana
y que han sido centro de pensamiento en los más grandes filósofos que han existido. Luis
Gil nos dice al respecto lo siguiente:

“Tan rico es el contenido del Fedón, que el subtítulo “sobre el alma”, que le
diera la Antigüedad, parece quedársele estrecho. No se puede negar, es cierto,
que la parte fundamental del diálogo se destina a la discusión de los
argumentos que se dan en pro y en contra de la inmortalidad del alma. Pero en
el Fedón no es solamente eso; hay en él muchas otras cosas de capital
importancia: el esbozo de la doctrina de las ideas, toda una teoría del
conocimiento, la formulación de un ideal de vida y, dando una unidad a todo
ello, el maravilloso relato de los últimos momentos de Sócrates.” (Gil, 1983:
115).

Por lo tanto, lo más interesante del Fedón es ver cómo una serie de teorías se
fusionan para dar cuerpo a una tesis tan sólida y consistente como lo es la demostración de
la inmortalidad del alma que Platón expone en este diálogo. Ahora bien, podemos
preguntarnos: ¿en qué medida tales teorías pueden demostrar la perdurabilidad del alma
después de la muerte? Esta es una pregunta a la que daremos respuesta con la explicación
detallada de las diversas partes que conforman al Fedón.
7

3.1. Primeras intervenciones socráticas.

El Fedón es el diálogo platónico que, ubicándolo en un tiempo determinado, se da


cuando Sócrates, tras haber sido sentenciado por las leyes atenienses en la Apología, está
condenado a la toma de la cicuta lo que lo lleva, indudablemente, a la muerte. Así pues,
este diálogo está centrado en la conversación entre Equécrates, proveniente de Fliunte3, y
Fedón proveniente de Elis4. Aunque los temas aquí tratados no se están dando en el tiempo
exacto en el que transcurre la espera de la muerte de Sócrates, sino que son un regreso a un
tiempo anterior hecho por Fedón, quién está narrando a Equécrates cómo fueron y
transcurrieron esas últimas horas de vida de Sócrates. Este último pide a Fedón que le
cuente detalladamente cuales fueron las últimas meditaciones socráticas:

“¿Y qué es lo que dijo antes de morir? ¿Y cómo acabó sus días? Con gusto te
lo oiría contar, porque ningún ciudadano de Fliunte va ahora con Frecuencia a
Atenas, ni tampoco, desde hace ya mucho tiempo, ha venido de allí forastero
alguno que haya sido capaz de darnos noticia cierta sobre esta cuestión, a no
ser lo de que bebió el veneno y murió. De lo demás no han sabido decirnos
nada.” (Platón, 57 A – 58 A).

Dentro de las primeras intervenciones que hace Sócrates al comienzo del diálogo se
encuentran dos puntos que pueden captar cierto interés en el lector. El primero se basa en
la estrecha relación placer/dolor existente en todo hombre. Al narrar tan vívidamente el
momento en que recibe la noticia de que ese día va a morir 5, Sócrates se fricciona las
piernas para calmar el dolor que le causaban los grillos que encadenaban sus pies y a partir
de esta sensación de calma que siente después del dolor tan grande sufrido debido a las
cadenas, da un pequeño discurso en el que asemeja al placer y al dolor de manera tal que
parecen una misma cosa. Sostiene, pues, que cuando alguno de los dos se presenta en el
hombre es inevitable que inmediatamente después se le presente el otro, como si tuviesen
que ser un algo inseparable:

3
Polis griega situada en la península del Peloponeso.
4
Polis griega situada al noroeste del Peloponeso.
5
La muerte de Sócrates coincidió con el rito de Teseo que consistía en una peregrinación que éste hacía
todos los años hacia Delos en honor a Apolo. Durante dicha peregrinación estaba prohibido ejecutar
sentencias de muerte. El Fedón transcurre en el día en que se le informa que la peregrinación había
concluido.
8

“-¡Qué cosa más extraña, amigos, parece eso que los hombres llaman placer!
¡Cuán sorprendentemente está unido a lo que asemeja su contrario; el dolor!
Los dos a la vez no quieren presentarse en el hombre, pero si se persigue uno y
se le coge, casi siempre queda uno obligado a coger también al otro, como si
fueran dos seres ligados a una misma cabeza.” (Platón, 60 A – D).

Esta relación placer/dolor es la primera intervención que hace Sócrates en el diálogo


y es el indicio de la teoría de los opuestos que desarrollará luego, y que explicaremos más
adelante. Ahora bien, el segundo punto de interés está basado en la pregunta que Cebes el
Tebano le hace a Sócrates acerca del por qué en sus días de condena y muerte escribió
poemas cuando durante toda su vida no creó nada literario:

“Sobre esos poemas que has compuesto, poniendo en verso las fábulas de
Esopo y el himno a Apolo, ya me han preguntado algunos, pero sobre todo
Eveno, anteayer, por qué razón los hiciste una vez llegado aquí, cuando
anteriormente jamás habías compuesto ninguno.” (Platón, 60 A – D).

A lo que Sócrates responde que siempre se le aparecía en sueños una visión que lo
inducía a componer música, lo cual él consideraba que no era algo más sino el
reconocimiento de la que ya ha venido haciendo con el filosofar. Pero ahora, que está a
punto de morir, decidió hacer poesía en caso de que haya sido eso lo que la divinidad
hubiese querido decir y él no hubiese comprendido antes:

“…Con mucha frecuencia en el transcurso de mi vida se me había repetido en


sueños la misma visión, que, aunque se mostraba cada vez con distinta
apariencia, siempre decía lo mismo: “Oh Sócrates, trabaja en componer
música.” Yo, hasta ahora, entendí que me exhortaba y animaba a hacer
precisamente lo que venía haciendo, y que al igual que los que animan a los
corredores, ordenábame el ensueño ocuparme de lo que me ocupaba, es decir,
de hacer música, porque tenía yo la idea de que la filosofía, que era de lo que
ocupaba, era la música más excelsa. Pero ahora, después de que se celebró el
juicio y la fiesta del dios me impidió morir6, estimé que, por si acaso era esta
música7 popular la que me ordenaba el ensueño hacer, no debía yo
desobedecerle, sino, al contrario, hacer poesía; pues era para mí más seguro no

7
Se le denominaba “música” a todas las artes pertenecientes a las nueve musas.
9

marcharme de esta vida antes de haber cumplido con este deber religioso,
componiendo poemas y obedeciendo al ensueño.” (Plató, 60 D – 61 B).
Lo interesante de esta pequeña parte del diálogo es que nos permite ver un aspecto
religioso y divino en las creencias socráticas, así como las costumbres religiosas del pueblo
griego de aquel entonces, y cómo daban importancia y rendían culto a los dioses.

En el comienzo del Fedón se toca también otro punto de muchísima más relevancia
que los dos anteriores y que, a nuestro parecer, es una de las bases centrales en el
pensamiento Platónico/Socrático. Este punto específico del que hablamos consiste en la
idea sobre lo que es ser un verdadero filósofo y, como tal, la reacción que debe tener ante la
muerte.

Por su parte, Sócrates estaba muy tranquil, se puede decir que contento, y hasta
ansioso, por la llegada de su muerte. Fedón lo dice de la siguiente manera:

“Por cierto que al estar yo allí me sucedió algo extraño. Pues no se apoderaba
de mí la compasión en la idea de que asistía a la muerte de un amigo, porque se
me mostraba feliz, Equécrates, aquel varón, no sólo por su comportamiento,
sino también por sus palabras. Tan tranquila y noblemente moría, que se me
ocurrió pensar que no descendía al Hades sin cierta asistencia divina, y que al
llegar allí iba a tener una dicha cual nunca tuvo otro alguno.” (Platón, 58D – 59
B).

De la misma manera en que se sintió Fedón: “algo extraño”, podríamos sentirnos los
lectores al presenciar la alegría de Sócrates momentos antes de su muerte. La muerte, que
siempre ha sido un misterio para los hombres que genera temor y miedo por la
incertidumbre del dónde estaremos después ¿Cómo pudo, a este filósofo, cubrirle de
alegría? Diremos entonces, impulsados por esta interrogante que nos hacemos a nosotros
mismos lo que es, según Sócrates y según todos los filósofos de conciencia despierta que
han pasado por la tierra y por nuestra historia, ser un verdadero filósofo.

Sócrates nos explica en primer lugar que el temor a la muerte depende únicamente de
la relación alma/cuerpo que haya en cada ser humano. Si alguien ha puesto su alma al
servicio de los deseos y de las pasiones del cuerpo, haciéndola esclava y servidora de éste
entonces teme a la muerte porque, una vez llegada la muerte, ella no podrá irse ni liberarse
10

del cuerpo por completo debido a que siempre estuvo tan atada a él durante toda la vida que
seguirá presa en él. Ahora bien, aquel que durante toda su vida trabajó por liberar al alma
del cuerpo, por lograr que no dependiera de vicios ni ambiciones corporales, entonces debe
estar feliz cuando llegue su hora de morir puesto que, separada el alma del cuerpo, entonces
ésta podrá ir al Hades junto a las divinidades y grandes hombres de la humanidad libre de
toda necesidad física. Así pues, todo aquel filósofo que sea verdadero8 debe estar alegre
cuando va a morir porque así su alma podrá viajar sola en búsqueda de la verdad, libre de
toda interrupción y de todo atropello del cuerpo:

“…En efecto, son un sinfín las preocupaciones que nos procura el cuerpo por
culpa de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad,
nos impide la caza de la verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de
imágenes de toda clase, de un montón de naderías, de tal manera que, como se
dice, por culpa suya no nos es posible tener nunca un pensamiento sensato.
Guerras, revoluciones y luchas nadie las causa, sino el cuerpo y sus deseos,
pues es por la adquisición de riquezas por lo que se originan todas las guerras,
y a adquirir riquezas nos vemos obligados por el cuerpo, porque somos
esclavos de sus cuidados; y de ahí, que por todas esas causas no tengamos
tiempo libre para dedicarlo a la filosofía. Y lo peor de todo es que, si nos queda
algún tiempo libre de su cuidado y nos dedicamos a reflexionar sobre algo,
inesperadamente se presenta en todas partes en nuestras investigaciones y nos
alborota, nos perturba y nos deja perplejos, de tal manera que por su culpa no
podemos contemplar la verdad. Por el contrario, nos queda verdaderamente
demostrado que, si alguna vez hemos de saber algo en puridad, tenemos que
desembarazarnos de él y contemplar tan sólo con el alma las cosas en sí
mismas. Entonces, según parece, tendremos aquello que deseamos y de lo que
nos declaramos enamorados, la sabiduría; tan sólo entonces, una vez muertos,
según indica el razonamiento, y no en vida.” (Platón, 66 D – 67 B).

Por otra parte es necesario destacar que, aunque vemos cómo Sócrates desenvuelve
razonamientos que favorece a la importancia del morir, sostiene también una firme
posición en cuanto a que no es debido que alguien se de muerte a sí mismo y rechaza toda
práctica suicida, pues es participe de las creencias religiosas y se encuentra convencido de
que los seres humanos, al ser criaturas de dioses, debemos estar resignados a los designios
divinos y esperar la muerte solo cuando sea decisión de la divinidad: “…quizás desde este

8
Sócrates considera “verdaderos filósofos” a quienes no osaban fanfarronear de que gozaban de sabiduría,
sino a aquel que sinceramente se sumergiera en la profundidad de la filosofía dispuesto a abandonar los
intereses corporales para ocuparse únicamente por las necesidades del alma.
11

punto de vista no sea ilógica la obligación de no darse muerte a sí mismo, hasta que la
divinidad envíe un motivo imperioso, como el que ahora se me ha presentado.” (Platón, 62
B- E).

3.2. Teoría de los opuestos como demostración de la continuidad del alma


después de la muerte.
Como se dijo anteriormente, para demostrar que el alma es inmortal Sócrates se vale
de diversas teorías que son de una profundidad tal que cada cual amerita su estudio
específico, pero que tomadas en su conjunto, así como lo expone Platón, pueden ser
verdaderamente valiosas como para demostrar que el alma no muere nunca, o al menos
para considerarlo seriamente y quedarnos con “el aguijón metido dentro”9.

La primera de estas teorías es la de los opuestos la cual Sócrates utiliza para


demostrar la creencia órfica de la reencarnación. En este razonamiento afirma que todas las
cosas que existen, tanto sensibles como inteligibles, tienen su contrario, y que cada cosa
proviene de su opuesto; por ejemplo: lo bello proviene de algo que anteriormente fue feo y
a la inversa, lo frio proviene de algo que anteriormente fue caliente y a la inversa, etc. Así
pues, la muerte surge de algo que anteriormente tuvo que estar vivo, lo que nos lleva a
sostener el concepto de que lo vivo surge de algo que anteriormente tuvo que estar muerto.
Si el alma es vida, puesto que lo que está muerto no tiene alma, entonces debemos decir
que las almas que habitan en nuestros cuerpos tuvieron que estar vivas antes de nuestro de
nacimiento, de otro modo, no existiesen y no nos hubiese sido posible encarnar estos
cuerpos.

Este razonamiento de los opuestos conlleva a otro que denota una concepción cíclica
del movimiento. Aquí Sócrates sostiene que si, por ejemplo, después del dormir no viniera
el despertar entonces la humanidad estaría en un perpetuo y eterno sueño. Del mismo
modo, si después de la muerte no viniese de nuevo la vida entonces todo se encontrara en
un estado perenne de muerte, así pues, nada existiera.

“…Y de la misma manera, oh querido Cebes, si muriera todo cuanto participa


de la vida, y, después de morir, permaneciera lo que está muerto en dicha

9
Platón utiliza esa frase, la cual quiere decir: quedarse con la intriga.
12

forma sin volver de nuevo a la vida, ¿no sería de gran necesidad que todo
acabara por morir y nada viviera? Pues aún en el caso de que lo que vive
naciera de las demás cosas que tienen vida, si lo que vive muere, ¿qué medio
habría de impedir que todo se consumiera en la muerte?” (Platón, 72 C – 73
A).
Esta tesis, en constante movimiento circular, nos hace pensar en un eterno retorno a
la vida.

3.3. Teoría de la Reminiscencia.


En conjunción con la teoría de los opuestos, Sócrates hace uso de la teoría de la
reminiscencia o del recuerdo en la que sostiene que los conocimientos del hombre no son
otra cosa más que los recuerdos que tiene el alma de vidas pasadas. Para que el alma pueda
tener recuerdos de otras vidas, es necesario entonces que haya habitado distintos cuerpos
en distintos tiempos y para que eso sea posible debemos afirmar entonces que el alma es
inmortal.

Aunque es Sócrates quien desarrolla esta teoría, Cebes es quien la trae a la luz en el
transcurso del diálogo:

“-Y además – repuso Cebes interrumpiéndole – según ese argumento, Sócrates,


que tú sueles con tanta frecuencia repetir, de que el aprender no es sino
recordar, resulta también, si dicho argumento no es falso, que es necesario que
nosotros hayamos aprendido en un tiempo anterior lo que ahora recordamos.
Mas esto es imposible, a no ser que existiera nuestra alma en alguna parte antes
de llegar a estar en esta figura humana. De suerte que también según esto
parece que el alma es algo inmortal.” (Platón, 72 C – 73 A).
Esta cita que aquí hacemos es una muestra de que esta teoría del recuerdo fue un
razonamiento hecho por Sócrates en distintas ocasiones y que, gracias a la intervención de
Cebes, servirá de soporte conjuntamente con la teoría de los opuestos para demostrar que
el alma tuvo que haber existido antes de que fuese unida al cuerpo humano.

Ahora bien, podemos preguntarnos en qué se basan Sócrates y Cebes para hacer tal
afirmación de que todo lo que conocemos no es resultado de un puro aprendizaje, sino más
bien de un recuerdo sobre algún tiempo en que conocimos lo mismo. La base de este
razonamiento se encuentra en la teoría platónica que ha sido la marca innovadora de su
filosofía: La Teoría de Las Ideas.
13

La Teoría de Las Ideas es la tesis que sostiene Platón10 en cuanto a la existencia de


un mundo inteligible donde conviven todas las cosas que son por sí mismas. Esto quiere
decir, que todo lo que podemos ver o percibir con los sentidos proviene de un concepto
ideal que tenemos sobre las cosas; del mismo modo, todo lo que percibimos con la
inteligencia, los conceptos inteligibles, tienen también su concepto ideal. Así que todo lo
que consideramos como bello, justo, bueno, grande, feo, injusto, malo o pequeño
provienen de esos conceptos ideales de lo bello en sí, lo justo en sí, lo bueno en sí, lo
grande en sí, lo feo en sí, lo injusto en sí, lo malo en sí o lo pequeño en sí. Así podemos
ver cómo es entonces que Platón utiliza en el Fedón la teoría del recuerdo como un
razonamiento que puede demostrar que el alma existió antes que el cuerpo, ya que, cuando
vemos o entramos en contacto con algo y lo conocemos no estamos haciendo otra cosa que
permitirle al alma que recuerde aquello que percibió cuando no estaba en este mundo de
vida, sino más bien otro, sola y libre, y que trajo consigo en el momento en que le tocó
habitar nuestros cuerpos.

3.4. La indisolubilidad de lo simple.

La teoría de la indisolubilidad de lo simple comienza a desarrollarse con una


bellísima intervención de Cebes, el cual, no aún muy convencido de la inmortalidad del
alma insiste a Sócrates en que consiga la mejor manera de persuadirlo:

“- Como si tuviéramos ese temor, intenta convencernos, oh Sócrates. O mejor


dicho, no como si fuésemos nosotros quienes lo tienen, pues tal vez haya en
nuestro interior un niño que sea quien sienta tales miedos. Intenta, pues,
disuadirle de temer a la muerte como al coco.” (Platón, 77 D – 78 B).

A partir de esta petición de persuasión, Sócrates comienza a desenvolver la teoría de


que el alma, al ser un ente invisible e inteligible es pura y simple; es decir, que no está
formada por mezclas de ningún tipo, por lo tanto, es indisoluble. Todo lo contrario de la
manera en que están formadas todas las cosas físicas y sensibles, como el cuerpo, que es un
ente compuesto y por lo tanto, es soluble. Así pues, el alma no puede perecer cuando se
desprende de lo corpóreo y baja al Hades, sino que sigue viva en algún otro lugar cerca de
los dioses puesto que, demuestra él, lo que es simple no es capaz de descomponerse nunca

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No sabemos en qué medida esta teoría es puramente platónica, o hasta donde fue influencia de Sócrates.
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porque es algo en sí; a diferencia del cuerpo que cuando muere se desintegra del mismo
modo en que se desintegran por naturaleza todas las cosas que son compuestas. Giovanni
Reale lo explica con estas palabras:

…Por su naturaleza, el cuerpo es un <<compuesto>>, pero totalmente


particular. Sabemos, en efecto, que toda la realidad, a todo nivel, tiene una
estructura bipolar y que, por tanto, es una mezcla de los dos principios. Pero
los cuerpos sensibles son compuestos particularmente, o sea, implican un
principio material de carácter sensible que como hemos visto, se deja
<<embridar>> y dominar por lo inteligible, pero en la dimensión del devenir.
Por tanto, los cuerpos sensibles, incluidos precisamente en el devenir, son
mutables y están sujetos a descomposición, mientras que las realidades
inteligibles, que no están compuestas con materia sensible sino sólo inteligible,
trascienden el devenir y permanecen siempre idénticas a sí mismas, es decir, en
las mismas condiciones.
Ahora bien, las cosas sujetas a devenir son perceptibles con los sentidos,
mientras que las realidades que permanecen siempre idénticas pueden captarse
solamente con el pensamiento y con la inteligencia, y son invisibles. Pero el
cuerpo pertenece a la forma de ser en devenir, captable con los sentidos y
visible; en cambio, el alma no resulta ser visible y, en consecuencia, es similar
a la otra forma de realidad. Por tanto, el alma es <<similar>> a lo que no está
sujeto a descomposición y disolución y, por consiguiente, es similar a lo
inmutable. (Reale, 2002: 285).

Así como todas las cosas que son bellas en sí, iguales en sí o justas en sí no son
capaces de presentar ningún tipo de cambio, sino que permanecen siempre inmutables; del
mismo modo permanece el alma siempre inmutable porque si, según Sócrates, con algo
podemos asemejar al alma es con las ideas en sí mismas, porque así como nada de lo
inteligible puede percibirse con ninguno de los sentidos, sino únicamente a través del
pensamiento, de la misma forma en que puede ser percibida el alma es únicamente a través
del pensamiento. Esta semejanza nos permite ver una grandísima posibilidad de la
inmortalidad del alma porque nos indica que igual que todo lo inteligible, que no cambia ni
perece, el alma tampoco cambia ni perece nunca.

3.5. Objeciones de Simmias y Cebes.

El diálogo cuenta con la intervención de dos personajes bastante conocidos en la


historia de la filosofía griega: Simmias y Cebes. Según Gadamer, estos personajes vienen
15

de la escuela pitagórica y es por esto que sus intervenciones tienen unos enfoques
netamente científicos. Simmias refuta las tesis de Sócrates proponiendo una semejanza
entre el cuerpo humano con una lira y al alma con la armonía proveniente de tal lira; así
pues, cuando se rompe la lira se muere la armonía, del mismo modo en que, al morir el
cuerpo muere también el alma. Cebes, por otro lado, sostiene la idea de que bien al morir el
cuerpo, el alma sigue viviendo y transmigra posteriormente a otros cuerpos y otras vidas
pero, ¿qué si el alma ha transmigrado ya tantas veces que se desgasta, cual manto tejido, y
entonces allí sí conoce su fin? Basado en estas dos intervenciones de Simmias y Cebes
Gadamer le da un nuevo enfoque a nuestro estudio cuando dice:

“La primera objeción, formulada por Simmias, es fácilmente comprensible


también para el pensamiento moderno: el alma no es más que la armonía del
cuerpo. Tan pronto como cede la fuerza de éste, también cede la operación
armoniosa de sus miembros, hasta que llega la muerte, con el que el alma se
disuelve por fin. Este argumento deriva de la ciencia de su época o, dicho con
mayor exactitud: con su concepto de armonía, es un argumento típicamente
pitagórico. Por añadidura, se acerca mucho más a la definición aristotélica del
concepto del alma, según la cual ésta es <<entelequia del cuerpo>>, y así la
entera realidad del organismo vivo.
Acto seguido se le suma la objeción de Cebes: que la inmortalidad no se sigue
de la transmigración de las almas; el alma se podría ir consumiendo más y más
con la transmigración por los distintos cuerpos y, al fin, disolverse
definitivamente con el último cuerpo. En esta objeción se refleja, sin duda, uno
de los descubrimientos de la biología de aquel tiempo.” (Gadamer, 1999:22-
23).

Las observaciones de Gadamer son, a nuestra vista, de gran importancia porque nos
muestra que este diálogo platónico no está rodeado únicamente de razonamientos
metafísicos, sino que los conceptos y preceptos de la ciencia están presentes. Pudiésemos
pensar que dentro de estos desarrollos teóricos no hay nada más que intentos de
comprender cuestiones pertenecientes a la metafísica por mera vía del pensamiento; pero
nos encontramos aquí también, según nos explica Gadamer, con bases científicas. Aunque
con esto solo queremos destacar una presencia de las ciencias, más no que estas
demostraciones de la inmortalidad del alma tienen algún tipo de verificación científica.
16

Volviendo a la intervención de Simmias en la que asemeja la relación alma/cuerpo


con la relación existente entre una lira y su armonía, explicaremos como Sócrates refuta
esta argumentación de manera muy sencilla: el alma no puede ser comparada con la
armonía que proviene de una lira porque para que exista tal armonía tiene que existir, en
primer lugar, la lira de la cual proviene tal armonía. Afirmar esto sería afirmar también que
el cuerpo tuvo que haber existido antes que el alma, lo cual ha quedado ya demostrado con
las teorías anteriores que esto es imposible, asimismo habría que aceptar que el alma es
producto del cuerpo, así como la armonía es producto de la lira, lo cual, como dijimos, es
imposible, porque se ha aceptado durante el desarrollo del diálogo que el alma ya existía
antes de que viniera a ocupar el cuerpo, de lo cual el mismo Simmias había quedado
totalmente convencido y por tal razón decide abandonar su argumento:

“-Con mucho, el primero, Sócrates. Pues el último se me ha ocurrido sin


demostración, con la ayuda de cierta verosimilitud especiosa, que es también la
que suscita esta opinión en la mayoría de los hombres. Pero yo estoy
consciente de que los argumentos que realizan las demostraciones, valiéndose
de verosimilitudes, son impostores, y, si no se mantiene uno en guardia ante
ellos, engañan con suma facilidad, no solo en geometría, sino también en todo
lo demás. En cambio, el argumento referente al recuerdo y al aprender se ha
desarrollado sobre un principio digno de aceptarse. Pues lo que se vino a decir
fue que nuestra alma existía antes incluso de venir a parar al cuerpo, de la
misma manera que existe su realidad que tiene por nombre de “lo que es”. Este
es el principio que yo, estoy convencido, he aceptado plenamente y con razón.
Necesariamente, pues, como es natural, por esta causa no debo admitir, ni a mí
ni a nadie, el decir que el alma es una armonía.” (Platón, 92 D – 93 A).

Ahora bien, la objeción de Cebes en el que sostiene que el alma puede desgastarse y
perecer después de numerosas transmigraciones es un argumento mucho más complejo,
puesto que nos vuelve a dejar en una incertidumbre en cuanto a si el alma es o no es
inmortal. El mismo Sócrates medita sobre tal argumento y reconoce la fuerza de éste
cuando dice: “No es cosa baladí, Cebes, lo que buscas. En efecto, es preciso tratar a fondo
de una forma total la causa de la generación y de la destrucción.” (Platón, 95 D - 96 B).
Por tal motivo, vamos a intentar exponer la manera en que Sócrates reaviva su convicción
de la eternidad del alma en el siguiente punto.
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3.6. La segunda navegación y el mito final.


En este punto del diálogo Sócrates debe reanudar sus argumentos acerca de la
inmortalidad del alma y divide su discurso siguiente en lo que llamaremos las dos
navegaciones. En la primera navegación Sócrates da una explicación sobre los motivos que
le impulsaron desde joven a iniciarse en el mundo de la filosofía y la manera en que lo hizo.
Allí explica el interés especial que sentía por conocer el origen de todas las cosas y de la
verdad, así pues se sintió fuertemente atraído por sumergirse en el mundo de los filósofos
naturalistas y por entender sus teorías que explicaban el origen de todo. Después de haber
estudiado cada uno de los pensamientos de tales filósofos, comprendió que estos no
buscaban el origen en causas verdaderas al decir, por ejemplo, que el motivo por el cual la
tierra se encuentra sustentada en el cielo es el aire, es como decir que él mismo se
encontraba sentado allí, donde estaba, debido a que sus piernas estaban dobladas y no
porque él decidió no huir a las leyes atenienses y ahora estaba allí dialogando con sus
discípulos. De otra manera, sus piernas pudiesen estar igualmente dobladas, sentado en
cualquier lugar de Grecia que no fuese la prisión11:

“…Me pareció algo sumamente parecido a alguien que dijera que Sócrates
todo lo que hace lo hace con la mente, y acto seguido, al intentar enumerar las
causas de cada uno de los actos que realizo, dijera en primer lugar que estoy
aquí sentado, porque mi cuerpo se compone de huesos y tendones; que los
huesos son duros y tienen articulaciones que los separan los unos de otros, en
tanto que los tendones tienen la capacidad de ponerse en tensión y relajarse, y
envuelven los huesos juntamente con las carnes y la piel que los sostiene; que,
en consecuencia, al balancearse los huesos en sus coyunturas, los tendones con
su relajamiento y su tensión hacen que ahora yo sea capaz de doblar los
miembros, y que ésa es la causa de que yo esté aquí sentado con las piernas
dobladas. (…) Pues, ¡por el perro!12, tiempo ha, según creo, que estos tendones
y estos huesos estarían en Megara o en Boecia, llevados por la apariencia de lo
mejor, de no haber creído yo que lo más justo y lo más bello era, en vez de
escapar y huir, el someterme en acatamiento a la ciudad a la pena que me
impusiera.” (Platón, 98D – 99B).

11
Al final de La Apología, Critón propone a Sócrates hacer uso de sus recursos monetarios para ayudarle a
escapar a donde él más deseara. Sócrates rechaza esta propuesta sosteniendo que debe morir del mismo en
que vivió: obedeciendo a las leyes.
12
¡Por el Perro! (En griego: es una expresión común del griego antiguoEs equivalente en el
español a ¡pero por Dios! o ¡Dios mío!
18

Sócrates abandona entonces la esperanza de poder encontrar entre los naturalistas el


origen de la cosas, lo que lo lleva a emprender lo que llamamos la segunda navegación. En
esta segunda navegación, Sócrates pasa de la búsqueda entre lo sensible: las cosas, a la
búsqueda entre lo inteligible: los conceptos. Y comienza entonces a sostener la idea de que
todo lo que existe proviene de la participación que cada cosa tiene en su forma ideal; es
decir, algo es bello no por su brillo, o por su forma, sino porque participa de la idea de
belleza y lo mismo ocurre con todos los entes. Por otro lado, sostiene que nada de lo que
participa de su forma ideal puede ser contrario a sí mismo; es decir, lo bello no puede ser
bello al mismo tiempo que es feo a pesar de que en la teoría de los opuestos se mantiene la
tesis que todo contrario proviene de su contrario; en este caso, Sócrates afirma que nada
tiene la posibilidad de ser contrario para sí mismo. Del mismo modo, afirma que existen
cosas que aunque no sean contrarias ellas entre sí, como la nieve y el fuego, o el dos y el
tres, no pueden estar juntas sino que, al estar presente una la otra perece, ya que participan
de ideas que sí son contrarias entre sí, como la nieve que participa del frío y el fuego del
calor, o como el dos que participa de lo par y el tres de lo impar. Entonces, como explica
Sócrates, cuando nos preguntamos qué debe producirse para que un cuerpo esté caliente,
responderemos que el fuego. De esta misma manera Sócrates vuelve a retomar la
convicción de que el alma es inmortal, puesto que, cuando nos preguntamos qué debe haber
en un cuerpo para que esté vivo, responderemos que el alma la cual está unida a la idea de
vida. Así pues, sabemos que el opuesto de la vida es la muerte y como el alma participa de
la idea de vida entonces se deduce que el alma es inmortal.

En las últimas páginas del diálogo Platón hace alusiones a un mito explicado por
Sócrates en el que podemos ver una fusión entre: la doctrina de Pitágoras, pues expone la
existencia de una tierra redonda que se encuentra por encima del cielo de nuestra tierra. La
doctrina de Anaxágoras, al describir esta tierra con concavidades y adyacencias rellenas de
agua; y creencias mitológicas, pues sostiene que en esa tierra superior y preciosa habitan
seres bienaventurados13. En este mito explica también que todas las almas puras, que
vivieron libres de las ataduras y placeres del cuerpo, habitarán entonces con dioses y

13
La Isla de Bienaventurados: Mito griego que representa el lugar a donde van las almas virtuosas con la
intención de descansar en paz por toda la eternidad.
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bienaventurados, pero aquellas almas que fueron desmesuradas en vida recibirán, entonces,
un castigo.

De este modo, Sócrates dice a sus discípulos que nadie puede aferrarse a que su mito
final es en un todo verdadero, pero que se debe vivir con la fe de que es así, y vivir para
liberar al alma del cuerpo, de manera que sí tal mito es cierto, entonces podamos, al morir,
trascender a la tierra de los bienaventurados.

4. Conclusión.
Es inmensamente interesante la forma en que Platón describe a un Sócrates
completamente tranquilo ante la idea de la muerte incluso sabiendo que su hora estaba muy
pronta. Igualmente, se habla de la importancia que el filosofar tiene para el alma y es aquí
donde encontramos el mayor encanto de la obra, y por lo cual llegamos a considerar a
Platón como uno de los más grandes de todos los filósofos.

Como ya hemos mencionado, Platón sostiene mediante Sócrates que todo buen
filósofo debe desear encontrar el conocimiento verdadero, y que éste debe ser su único
interés; dejando a un lado todo anhelo de riquezas, excesos o vicios. El hombre que bien
tenga tan elevadas aspiraciones y dedique su vida a liberar al alma del dominio del cuerpo
puede ser considerado, entonces, como un verdadero filósofo. He aquí, para nosotros, el
núcleo de toda sabiduría indiferente de la cultura del hombre, de sus creencias. He aquí, en
nuestra opinión, el centro de la filosofía; independientemente de si se busca a través de los
mitos, o del pensamiento racional.

Así pues, conjuntamente con las maravillosas y geniales teorías con las que nos
encontramos en el Fedón para comprender la exposición de Platón en cuanto a la
inmortalidad del alma, nos interesamos en entender y hacer conciencia de lo que Platón
plantea como el verdadero filósofo, puesto que consideramos que es allí donde
encontraremos el más sublime sabor de la filosofía.

De esta forma, vemos cómo en el Fedón se desenvuelve un dialogar que hilvana


tesis y contra tesis logrando crear una atmósfera en la que se nos hace muy difícil no
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dejarnos persuadir por tales palabras socráticas, aunque sabemos que el tema no puede ser
racionalmente resuelto; es decir, la razón humana no es capaz de demostrar con certeza que
el alma es inmortal puesto que esto concierne únicamente a la fe, o como dice Luis Gil:

“…Pero esto es algo que no puede demostrarse racionalmente y se ofrece como


objeto de fe, como una bella y gran esperanza, que queda cimentada en la
demostración racional de la inmortalidad del alma.” (Gil, 1983: 133).

Lo que sí podemos asegurar, es que definitivamente las cuestiones en cuanto al alma


y la idea de su inmortalidad tocan tan profundamente la esencia misma del hombre que,
desde las épocas más primitivas y a través de todos los siglos que han transcurrido hasta
ahora, filósofos y grandes pensadores le han dedicado partes de sus vidas y de sus trabajos
para poder comprenderlas, quizás teniendo en su ser la más grande esperanza de lo eterno.
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5. Bibliografía.

Frazer, J. (1944). La Rama Dorada. D.F (México). Ed. Fondo de Cultura Económica. Pp:
842. Trad: Elizabeth y Tadeo I. Campuzano.

Gadamer, H. (1999). El inicio de la filosofía occidental. Barcelona (España), ed. Paidós,


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Pierre, H. (1998) ¿Qué es la Filosofía Antigua?. D.F (México). Ed. Fondo de Cultura
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Luis Gil.

Reale, G. (2002), Platón. En búsqueda de la Sabiduría Secreta. Barcelona (España),


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Fuentes Electrónicas.

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http://ddd.uab.cat/pub/faventia/02107570v16n1/02107570v16n1p39.pdf

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consulta hecha el 12-04-2013.

http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Platon/Platon_Fedon.htm#PageTop

Csejtei D. y Juhasz A. (2001). Sobre la concepción de la muerte en la filosofía de


Nietzsche. Documento en PDF. Última consulta hecho el 02-05-2013.

http://revistas.um.es/daimon/article/download/11711/11291

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