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ECONOMÍA
JASIEL TEJADA
TERCER SEMESTRE/2017-2017
SOCIOLOGÍA

 Ensayo
¿Existe una ruptura epistemológica de la economía clásica, con respecto a la economía
neoclásica?

El presente ensayo pretende analizar el contenido epistemológico tanto de la economía


clásica, como de la neoclásica, y determinar de esta manera si entre ambos periodos, se ha
llevado a cabo una ruptura o quiebre en cuestión de principios. Por ende, y para llegar a
responder de manera idónea al cuestionamiento; es menester tomar en consideración las
características propias de cada periodo de la economía, con la finalidad hacer una valoración
de las mismas y obtener una conclusión. Para esto se emplearán varios textos, como: Historia
del pensamiento económico de Landreth y Colander, que proporciona un recorrido epistémico
desde la economía preclásica, hasta la economía moderna; pasando por la economía neoclásica
y sus fundamentos del análisis marginal según Jevons, Menger y Walras. También, la obra La
economía en evolución, del autor José Manuel Naredo, la cual presenta el contexto ideológico
en el que nace la ciencia económica clásica, destacando a la idea del progreso que se tenía en
aquel entonces. Para finalmente, abarcar aspectos netos de la economía neoclásica, de la mano
de la obra Economía para no economistas, del editor Ruben Tansini.

Como primer punto, se considerará al pensamiento económico clásico desde la obra de


Landreth y Colander, destacando que lo que generalmente se denomina periodo clásico de la
economía, abarca más de cien años de pensamiento y es casi exclusivamente británico por su
orientación y sus aportes principales. Existen tres tratados claves del periodo clásico y son: Una
investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776), de Adam
Smith; Principios de economía política y tributación (1817), de David Ricardo; y Principios
de Economía Política (1848), de John Stuart Mill. Los autores de dichos tratados, dominaron
el pensamiento económico desde 1776 hasta la última parte del siglo XIX. Esta dominación,
tría consigo el deseo de sintetizar las aportaciones del mercantilismo y la fisiocracia, en un
único sistema coherente; y en ese sentido nace en seguida, la economía política clásica. De
hecho, las ideas económicas de los escolásticos, fisiócratas y mercantilistas contenían el germen
de conceptos que los economistas clásicos, expresaron en un sistema más o menos unificado.
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En la obra, La economía en evolución, se presenta el contexto ideológico en el que nace


la ciencia económica clásica. Se puede destacar, la idea del progreso que se tenía en aquel
entonces, y a la vez el triunfo del espíritu científico, el cual contribuyó a generalizar este
principio, “que se traducía en la creencia de que la humanidad se había movido, se estaba
moviendo y se movería siempre por la senda deseable de un progreso indefinido” (Naredo,
2015, p. 14). O como mencionaría Polanyi, “En el corazón de la Revolución industrial del siglo
XVIII se puede comprobar un perfeccionamiento de los instrumentos de producción” (Polanyi,
1989, p.69). La constante idea de progreso, constituyó en ese entonces una transformación muy
acelerada. Así, el constante cambio, llevó a los autores clásicos a adquirir una actitud favorable
hacia los resultados derivados del funcionamiento natural de las fuerzas económicas. Creían,
que el sistema económico tenía un mercado armonioso caracterizado por tener discordancias

Según Landreth y Colander, en la economía clásica, se retomaba mucho la idea de que


los mercados dan soluciones automáticamente a los conflictos que plantea la escasez; principio
que fue planteado por los fisiócratas. Mismos que suponían, que si tal armonía existía en la
economía, el gobierno no debía intervenir y se daba una política de laissez faire. De este modo,
“(…) los clásicos eran partidarios de los libres mercados no regulados y de la máxima libertad
individual” (Landreth, Colander, 2006, p. 74). Es decir que, la libertad especialmente
económica, permitía que los individuos y las empresas comercializaran sin la interferencia del
Estado. Otra característica de la escuela clásica, es su preocupación por el crecimiento
económico. Los economistas clásicos, en su sentido de macroeconomía trataron de descubrir
las fuerzas que determinan el crecimiento económico por medio de factores culturales, políticos,
sociológicos y culturales. Los clásicos suponían que las economías tendían a utilizar a pleno
rendimiento sus recursos y se preocuparon, por los mercados, el sistema de precios y la riqueza.

Una última característica de la economía clásica, radica en que su teoría era dinámica
en sus intereses y su estructura. Por ejemplo, Adam Smith se había interesado principalmente
por el crecimiento económico y David Ricardo, por los cambios que experimentaría a largo
plazo la distribución de la renta en el conocido sistema capitalista. En este sentido, también se
podría traer a colación la perspectiva marxista de la economía clásica desde un punto de vista
bastante crítico. Para los clásicos, los agentes importantes eran los capitalistas, como gerentes
de la riqueza; los terratenientes y los trabajadores. La teoría clásica es en cierto sentido un
análisis de las funciones económicas y del fututo de estas clases. Sin embargo para Marx, las
actividades de los capitalistas perjudicaban en última instancia al proletariado y a la sociedad,
y por ende existía una lucha de clases, traducida en desigualdad. (Landreth, Colander, 2006)
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Desde el modo de ver de Naredo, esta economía clásica, también tendría un carácter de
deseo constante de acumular riqueza. Haciendo un parangón con las sociedades primitivas,
quienes no poseían el afán de acumular riqueza, lo que sí es necesario para las sociedades más
opulentas de hoy. Asegura que, “La abundancia de objetos de consumo que se observa en las
metrópolis industriales apenas llega, pues, a encubrir la más profunda frustración e infelicidad
creada en los individuos por este sistema que hace progresar sus insatisfacciones a ritmos muy
superiores a los pobres medios de consolación que ofrece para colmarlas” (Naredo, 2015, p.
51). Dichas frustraciones que culminan en la paradoja de que existiendo conocimientos técnicos
y científicos que permitirían mejor que nunca a los individuos disfrutar de la vida y desarrollar
su personalidad, el tipo de sociedad en que vivimos impone cada vez más trabas para ello.

Una vez establecidas las características de lo que fue la economía clásica, se procederá
a analizar los aspectos clave de los neoclásicos. En ese sentido, Landreth y Colander, afirman
que a principios de la década de 1870, tres autores de tres países distintos sugirieron cada uno
por separado que el valor o precio de una mercancía depende de la utilidad marginal. Estos
autores fueron: W. S. Jevons, Carl Menger, y León Walras. Hacia 1890, dichos economistas
aplicaron un análisis marginal en modelos abstractos de los hogares y empresas, que se suponía
que trataban de maximizar la utilidad y los beneficios. Así por ejemplo para Walras, los precios
son determinados tanto por la oferta como por la demanda y reconoce la compleja interrelación
de toda actividad económica. El análisis marginal, fue importante porque constituyó el inicio
de un apreciable aumento del uso de las matemáticas en el análisis económico. Los marginalista
estaban de acuerdo en que la economía debía ocuparse principalmente de la asignación de
recursos, o sea, de la microeconomía, pero tenían ideas distintas sobre los métodos a utilizar.

Así, “El análisis marginal se convirtió en un elemento definitorio de la economía


neoclásica” (Landreth, Colander, 2006, p.222). En el siglo XIX, ya se tenía la idea clara del
principio de que a medida que aumenta la cantidad que se consume de un bien, éste reporta una
utilidad marginal decreciente al consumidor. Los economistas neoclásicos, están convencidos
de que habían logrado revolucionar la teoría, ya que aseguraban que el valor depende
enteramente de la utilidad y del consumo. Y no como era considerado en la economía clásica
la teoría del valor, la cual se basaba en la cantidad de trabajo humano incrustado en el objeto y
en el coste de producción. Los autores de la teoría de la utilidad marginal supusieron, que los
individuos son racionales y calculadores. Los consumidores, cuando deciden comprar,
consideran la utilidad marginal que esperan obtener consumiendo bienes. Tanto Jevons, Menger
y Walras, supusieron que la utilidad era entonces, una característica de los bienes de consumo.
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De este modo, para una mejor comprensión de utilidad, los tres economistas dieron por
sentado lo que hoy se conoce con el nombre de principio de la utilidad marginal decreciente,
según el cual a medida que aumenta el consumo de un bien, su utilidad marginal disminuye.
Este principio se basa en el supuesto, que la utilidad marginal puede medirse de forma cardinal.
La utilidad que se obtiene consumiendo un bien, depende exclusivamente de la cantidad
consumida de ese bien; no depende de las cantidades consumidas de otros. En este sentido, es
importante tomar en consideración el papel del consumidor. En Economía para no economistas,
se habla del consumidor como, “(…) una persona típica, que toma decisiones racionales
cuando se enfrenta a la escasez, teniendo en cuenta sus preferencias” (Tansini, 2003, p. 33).
Se apela al papel del consumidor, como capaz de elegir entre dos bienes, en este caso el texto
presenta canastas alimenticias, según sus preferencias y decisiones.

La teoría económica de la elección realiza supuestos que pueden parecer simplificadores


pero son útiles para asegurarnos un comportamiento racional, que permita predecir la conducta
del consumidor y así representar sus preferencias. Por ende, la economía neoclásica, basada en
la marginalidad y la maximización de la utilidad, también tendría mucho que ver con el uso
eficiente de los recursos. De esta manera se podría destacar que, “Lo que les preocupa a los
economistas no es el dinero, sino la felicidad y el bienestar de la gente” (Krugman, Wells,
Olney, 2008, p.13). Es decir que, aseguraban que los recursos de una economía se usan
eficientemente cuando se han aprovechado todas las oportunidades que existen para mejorar al
mundo. Todo esto, por medio de la utilidad marginal, la maximización de la satisfacción del
consumidor y el intercambio de bienes entre individuos dentro de un mercado.

En conclusión, se puede evidenciar que en efecto sí existe una ruptura epistemológica


con respecto a la economía clásica y la economía neoclásica. En primer punto, porque en la
economía clásica, predomina la idea del constante progreso, la acumulación de riqueza y una
teoría del valor enmarcada en la cantidad de trabajo y medios de producción insertados en los
bienes. Se trata de un sistema económico de la talla de Adam Smith o Ricardo, que apostaban
por el laissez faire y por una economía armoniosa e independiente. Todos estos aspectos, en
completa contraposición con los de la economía neoclásica, la cual incluía un sistema
económico marginal y racional. Enfocado siempre en las preferencias y gustos de los
individuos, y en la utilidad que les proporciona cada uno de los bienes. Y por supuesto, con una
teoría del valor, dependiente de la utilidad y el consumo. Si bien es cierto, son procesos
continuos, la economía ha tenido que atravesar por cada uno de ellos para llegar a convertirse
en lo que es en la actualidad. Las rupturas y quiebres, siempre han sido parte de la historia.
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 Bibliografía

 Krugman, Wells, Olney. (2008). “Fundamentos de Economía”. Editorial Reverté,


Barcelona – España.
 Landreth, H., y Colander, D. (2006). “Historia del pensamiento económico”. Madrid:
McGraw-Hill.
 Naredo, J. (2015). “La economía en evolución”. Cuarta edición, Madrid: siglo XXI
 Polanyi, K. (1989). “La gran trasformación”. Madrid: Ediciones de la Piqueta.
 Tansini, R (editor). (2003). “Economía para no economistas”. CLACSO.

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