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EL SOLDADO AMIGO

Un soldado le dijo a su teniente:

Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor solicito permiso para ir a buscarlo.

Permiso denegado, replico el oficial.

No quiero que arriesgue su vida por un hombre que probablemente ha muerto.

El soldado, sin hacer caso, salió. Una hora más tarde regreso, mortalmente herido, transportando
el cadáver de su amigo. El oficial estaba furioso:

¡Le dije que había muerto! Dígame: ¿merecía la pena ir allá para traer un cadáver?

Y él soldado, casi moribundo, respondió:

¡Claro que sí! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: “¡estaba seguro de que
vendrías!”

Un amigo es aquel que llega cuando todo el mundo se ha ido.

LAS CICATRICES DE LOS CLAVOS

Esta es la historia de un muchacho que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos
y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar uno detrás de la puerta.

El primer día, el muchacho clavo 37 clavos. Durante los días que siguieron, a medida que aprendí
a controlar su temperamento, clavaba cada vez menos. Descubrió que era más fácil dominarse que
clavar clavos detrás de la puerta.

Llego el día en que pudo controlar su carácter durante todo el día. Su padre le sugirió que retirara
un clavo por cada día que lograra dominarse.

Los días pasaron, y pudo anunciar a su padre que no quedaban clavos por retirar. El hombre lo
tomo de la mano, lo llevo hasta la puerta y le dijo: “Has trabajado duro, hijo mío, pero mira esos
hoyos en la madera: nunca más será la misma. Cada vez que pierdes la paciencia, dejas cicatrices
como las que ves. Puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero la cicatriz perdurara para
siempre”.

MI MEJOR AMIGO

Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y discutieron agriamente. Uno de
ellos le dio una bofetada al otro. Este ofendido, escribió en la arena: “Hoy mi mejor amigo me dio
una bofetada”. Continuaron su camino y llegaron a un oasis, donde resolvieron bañarse. El que
había sido bofeteado se estaba ahogando, y el otro acudió en su rescate. Al recuperarse, tomo un
cincel y escribió en una piedra: “Hoy mi mejor amigo me salvo la vida”. Intrigado, aquel le pregunto:

¿Por qué después de que te lastime escribiste en la arena, y ahora escribes en piedra?

Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribirlo en la arena, donde el viento del olvido y el
perdón se encargaran de borrarlo. Cuando nos pasa algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra
del corazón, de donde ningún viento podrá hacerlo desaparecer.

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