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¿Esa es la paz de Santos?

El Estado Colombiano no ha sido un representante legítimo de la voluntad popular de la


población habitante y trabajadora de este país, sus decisiones siempre han sido acordes
a los intereses de las élites nacionales y sobre todo las internacionales, bajo un
vergonzoso sometimiento imperialista, algunos intentarán mostrarme actuaciones del
estado que afecten a la élite, por ejemplo la Constitución de 1991, si bien esta tiene
conceptos y derechos abstractos a favor de los oprimidos, como Carlos Marx en la
cuestión judía o critica de la filosofía del derecho de Hegel, podemos demostrar que estos
derechos entran en contradicción con la materialidad e historicidad de la realidad; pero
aceptando que algunos de los preceptos constitucionales han ido en favor de los
desfavorecidos, podemos contra argumentar esto, utilizando las nociones políticas de
Poulantzas, afirmando que el reconocimiento de derechos a los proletarios lo que buscan
es la reproducción a futuro del sistema, y una vez reproducido el sistema se vuelven a
desproveer; un claro ejemplo de esto son los derechos laborales en Colombia, en los
años 50s se comenzaron a otorgar los derechos mínimos a los trabajadores, pero en 1990
con la apertura económica y mediante la flexibilización laboral han menoscabado tales
derechos casi que eliminándolos en su totalidad.

En esta lógica, los acuerdos de paz que ha celebrado el Estado Colombiano, en


cualquiera de sus formas desde la colonia, nunca han sido producto de la voluntad
popular o del bien común, sino producto de contingencia histórica y sobre todo de los
intereses de clase de la elite, siempre buscando reproducir el sistema a futuro; el primer
caso del cual tengo conocimiento sería las tristes capitulaciones de la revolución de los
comuneros, estando el líder popular de los comuneros José Antonio Galán con 20.000
hombres a puertas de Santa Fe en 1781, listo para tomarse la capital, el Arzobispo
Antonio Caballero y Góngora negocia unas capitulaciones con Juan Francisco Berbeo el
representante de la elite criolla también alzada, estas capitulaciones fueron amplias en
concesiones para la elite criolla y tímidas para las reclamaciones de los mestizos,
indígenas y negros, pero aun así tenían beneficios para los populares como baja de
impuestos, tributos y regreso a los resguardos que no hubieran sido rematados, horas
después de las capitulaciones, habiendo evitado la toma de Santa fe y pese a que estas
capitulaciones se firmaron bajo juramento, se desconocieron, días después se apresa al
General José Antonio Galán, es juzgado, ejecutado y descuartizado.

Hoy pienso en Juan Manuel Santos y no veo alguien muy distinto al entonces Arzobispo
Caballero y Góngora, un político hábil, acomodado y siempre representando a los
intereses de clase, sin importar el partido al cual pertenezca su dogma es la exclusión del
verdadero poder a las clases populares de Colombia, su actuar es parecido al del
Arzobispo, está llegando a unos acuerdos con las Fuerzas Revolucionarias De Colombia
(FARC. EP), pero desde antes de firmar los acuerdos ya los está incumpliendo, sus
políticas retardatarias no pueden ser más que declaraciones de guerra con consecuencias
violentas, desde el punto de vista estructural, para el pueblo Colombiano, sus políticas
agrarias, tributarias, económicas, ambientales e internacionales son claramente
favorables al capital extranjero.
Colombia se está haciendo la pregunta equivocada, se preguntan si es bueno un proceso
de paz con las FARC y claro que es bueno que unos personajes perdidos en el monte,
delirantes en una guerra heredada, dejen de matar soldados proletarios, y a su vez
soldados alienados dejen de matar guerrilleros, campesinos y opositores; pero la pregunta
verdadera que nos debemos hacer es ¿Por qué la elite colombiana toma la decisión de
hacer un proceso de paz con las FARC? ¿Por qué están dispuestos a darles cabida en la
institucionalidad política?

En mi concepto, aunque me falta mucho por reflexionar y estudiar el tema, creo que para
continuar con el modelo extractivista y proveedor de materias primas es necesario tener
control real de densos territorios Colombianos, incluyendo lugares donde la guerrilla
tienen control real político y donde el estado o la elite no extienden su poder institucional,
ahora, sería mucho más eficaz incluir a los desmovilizados en la política irreal institucional
donde no se toman las decisiones y abstraerlos del control armado, además los
desmovilizados no tendrán votaciones significativas por el repudio del común de Colombia
y en caso de estar cercanos a tomar el poder se iniciaran los ya conocidos medios de
control ilegal, como los paramilitares, decía Hannah Arendt que la violencia estatal solo se
manifiesta cuando siente perder su poder.

Ahora bien, el proceso de paz busca pasar de la barbarie de lo real a la paz de lo irreal,
para lo cual se debe buscar un tercer escenario, indudablemente se debe firmar la paz
con las FARC, cada muerto de este conflicto deja de ser particular y se convierte en un
problema universal, pero tampoco se debe considerar la legitimidad institucional, el tercer
escenario es vital para los movimientos de izquierda de Colombia, se debe recordar que
la barbarie nunca se debe repetir, pero la institucionalidad es irreal, las verdaderas
decisiones no se toman en el congreso, ahí se materializan, pero se toman en el exterior y
se refrendan en clubes de Bogotá, la tercera vía es la movilización y la desobediencia civil
(una violencia emancipadora) tal vez sea útil la fórmula de Slavoj Zizek “A veces no hacer
nada es lo más violento que puede hacerse”.

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