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Ciencia ficción teológica en La Trilogía Cósmica de C.S. Lewis

Posiblemente, no haya nadie aquí presente que no tenga una idea, aunque más no sea
somera acerca de las Crónicas de Narnia desde la filmación de las películas basadas en los dos
primeros libros de la serie creada por el escrito británico Clive Staples Lewis.
El propósito de esta exposición es presentar y comentar algunos aspectos centrales de una
trilogía menos conocida, escrita por Lewis unos años antes de Narnia y ubicada generalmente
por los críticos en el género de la ciencia ficción. En realidad por razones de extensión nos
referiremos exclusivamente a los dos primeros libros en los que se manifiesta más propiamente
la particular impronta teológica que Lewis dio a esta obra.

Breve biografía de C.S. Lewis.

Clive Staples Lewis nació en Belfast el 29 de noviembre de 1898 en el seno de una


familia acomodada. Tuvo un hermano mayor llamado Warren Hamilton. El primer impacto
fuerte en su vida fue la muerte de su madre en 1908. Desde niño fue un voraz lector y manifestó
tempranas inclinaciones literarias. En la adolescencia perdió la fe cristiana en la que fue criado y
se volvió ateo e inclinado a la mitología y el ocultismo. De esa época data su interés por los
mitos y sagas escandinavas. Durante su educación media a cargo de un tutor privado recibió una
sólida formación en las letras clásicas. En 1917 ingresa en el University College de Oxford,
ciudad donde de ahí en más, salvo breves interrupciones, vivirá el resto de su vida. Entre 1917 y
1918 participó como oficial en la Primera Guerra Mundial. Herido en la batalla de Arras, fue
retirado del frente de batalla, permaneciendo en convalecencia hasta el fin de las hostilidades.
Regresó a Oxford donde entre los años 1920 y 1923 Lewis realizó una proeza académica pocas
veces vista: obtuvo un First (primer puesto) en Honour Moderations (Literatura Griega y
Latina), en Greats (Filosofía e Historia Antigua) y en Lengua y Literatura inglesa. Decidió
entonces intentar ingresar como miembro de algunos de los colegios de su alma mater. Luego de
algunas peripecias y de enfrentar una situación económica desesperante, en 1925 es elegido
como fellow (profesor asistente) de Magdalen College donde vivió y enseñó durante treinta años.
Su labor académica se concentró en literatura medieval y renacentista; algunos de sus escritos
2

son clásicos y siguen utilizándose al día de hoy como The Allegory of Love y Studies in
Medieval and Renaissance Literature.
Pero un cambio importantísimo estaba por producirse en la vida de Jack, apodo con el
cual fue conocido toda su vida. Habiendo perdido la fe en la adolescencia, como ya dijimos, la
fue recuperando paulatinamente desde una vertiente harto infrecuente, aunque la más connatural
a él: nos referimos a la literatura fantástica y la mitología. Decisivos en dicho tránsito del
ateísmo al teísmo y luego al Cristianismo fueron tres personajes, dos conocidos a través de
lecturas y el otro personalmente. Nos referimos a George MacDonald, autor de libros de
literatura fantástica como Lilith y Phantastes, a G.K. Chesterton, cuyo Everlasting Man produjo
una conmoción intelectual en Jack, y a John Ronald Reuel Tolkien. Éste último fue amigo
personal de Lewis durante toda su vida. Católico romano practicante, su influencia fue grande en
Lewis hasta el punto de que el hecho determinante en la conversión de nuestro autor fue una
larga caminata nocturna con Tolkien y Hugo Dyson en la hermosísima Addison’s Walk del
Magdalen College. Un testimonio de dicha plática es el poema tolkieniano Mythopoeia,
sugestivamente escrito por "Philomythos" a "Misomythos". En consecuencia Lewis regresó a la
Iglesia Anglicana en la cual había sido bautizado.
De allí en más Lewis descubrió su tercera vocación aparte de la de profesor universitario
y gran crítico literario. Nos referimos al apologeta cristiano. Desde su conversión, Lewis se
dedicó con la pluma y la palabra a defender la fe cristiana desde la perpectiva anglicana. Fruto de
sus esfuerzos fueron un sinnúmero de conferencias, polémicas y disertaciones, inclusive radiales.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte, la voz de Lewis fue una de las más
conocidas por los radioyentes británicos. Pero su gran legado fueron los libros que Lewis dejó
escritos y que no dejan de reimprimirse en número de cientos de miles años tras año y edición
tras edición. Entre los más conocidos mencionaremos entre los ensayos a: The Problem of Pain
(1940), The Abolition of Man (1943), Mere Christianity (1952), English Literature in the
Sixteenth Century Excluding Drama (1954), Surprised by Joy (1955; autobiography), The Four
Loves (1960), The Problem of Pain, The Discarded Image: An Introduction to Medieval and
Renaissance Literature (1964). Entre las obras de ficción: la Trilogía Cósmica, nuestro tema, The
Screwtape Letters (1942), The Great Divorce (1945), The Chronicles of Narnia, Till We Have
Faces (1956), Letters to Malcolm: Chiefly on Prayer (1964), The Dark Tower (1977).
Un párrafo aparte merecen las amistades literarias que Lewis supo cultivar durante su
prolongada vida académica oxoniense. Baste decir que constituyeron una sociedad literaria
informal conocida como los Inklings. Su lugar de reunión era el departamento de Jack en
Magdalen College donde todos los jueves por la noche durante casi dos décadas Lewis, Tolkien,
3

Charles Williams, Owen Barfield, Warren Lewis y otros scholars se reunían para debatir,
argumentar y exponer, entre vasos de cerveza y nubes de humo de pipa. Generalmente uno de los
asistentes leía en voz alta algún trabajo que estaba preparando, el cual era sometido a una férrea
crítica por parte de los asistentes. De este modo fueron primero leídos en dicho ámbito antes de
ser publicados El Señor de los Anillos de Tolkien, parte de la Trilogía Cósmica de Lewis y All
Hallows’ Eve de Williams
Luego de haber enseñado en Oxford durante casi treinta años. Lewis aceptó en 1954 una
invitación de la Universidad de Cambridge la cual creó para él la cátedra de Literatura Medieval
y Renacentista. Fue recibido como fellow en Magdalene College, pero de la otra Universidad.
La tranquilidad los últimos años de vida de Lewis como profesor célibe universitario se
vio modificada por su matrimonio con Joy Davidman1, una escritora norteamericana también
convertida al Cristianismo y admiradora de los escritos de Lewis. Fueron pocos años de felicidad
pues Joy enfermó de cáncer y falleció en 1960. Con motivo de ello y con la intención de expresar
su dolor, nuestro escritor escribió A Grief Observed (1961) uno de sus libros más personales y
conmovedores. Lo irónico del caso es que, habiendo sido el libro publicado bajo el seudónimo de
N.W. Clerk, Lewis debió revelar su autoría debido a que muchos amigos le recomendaban su
lectura como consuelo por la pérdida sufrida.
Hacia 1961 Lewis comenzó a tener problemas de salud, específicamente problemas
renales. A mediados de 1963 sufrió una grave descompensación e internación de la que se
recuperó pese a haber caído en coma, pero su salud estaba gravemente deteriorada. Falleció el 22
de noviembre de 1963, el mismo día que John F. Kennedy y Aldous Huxley. Sus restos reposan
en el cementerio de Holy Trinity Church, Oxford.

La trilogía cósmica

La trilogía cósmica2 de Lewis comprende tres obras: Out of the Silent Planet, publicada
en 1938, Perelandra en 1944 y That Hideous Strength publicada en 1946. Constituyen una
trilogía no solo por la presencia en las tres de su personaje principal, Elwin Ransom, sino por el
trasfondo y la sucesión de la trama. Antes de entrar en algunos puntos más específicos, será
imprescindible dar una idea de la mitología creada por Lewis y de la ambientación de las tres
obras, además de presentar una síntesis de la trama de los libros.
1
El episodio fue trasladado a la pantalla con el título de Shadowlands, interpretado por Anthony Hopkins.
2
La serie también es conocida como trilogía espacial, trilogía planetaria o más simplemente, trilogía de
Ransom.
4

Género literario

El primer problema que presenta la trilogía es el de su género literario. Hay una notable
discrepancia entre los críticos con respecto a dónde adscribir esta obra. Muchas veces se la
encuadra genéricamente en la llamada ciencia ficción, mas una lectura somera de la misma
muestra dificultades. Los críticos la han clasificado como ficción utópica, ficción distópica,
ciencia ficción, anti-ciencia ficción, ciencia ficción teológica, etc, etc. Sin dudas una opinión
autorizada es la del mismo Lewis quien escribió un ensayo acerca de la ciencia ficción3, posterior
a la Trilogía. En dicho escrito, en la función de crítico literario, Lewis defiende a la ciencia
ficción como género válido y capaz de incluir obras de arte. Sólo le pide al crítico que no sea per
se refractario al género; de serlo, ese sólo hecho invalidará su juicio acerca de una obra en
particular4. Luego de describir varias subespecies del género, Lewis se detiene en la que
constituye su preferida y en la cual incluye explícitamente a la Trilogía. La llama simplemente
“una respuesta al impulso imaginativo inherente a la condición humana, trabajando bajo las
condiciones especiales de nuestro tiempo”. Así como los antiguos ubicaban las historias
fantásticas en lugares remotos de nuestro planeta todavía inexplorados, con el avance de los
conocimientos geográficos fue necesario trasladar el escenario a otros planetas o estrellas. En
esta clase de historias, dice Lewis, el aparato pseudo-científico debe tomarse como una
“máquina” en el sentido que esta palabra tenía para los críticos neo-clásicos. Alcanzará con la
mínima apariencia de plausibilidad. Y él confiesa que se inclina por los métodos francamente
supernaturales: “I took a hero once to Mars in a space-ship, but when I knew better I had angels
convey him to Venus”5. La defensa de esta subespecie no consiste en otra cosa que en la defensa
de la literatura mitopoética en general. En consecuencia sienta el siguiente principio referido a
este tipo de literatura: “si las buenas novelas son comentarios a la vida, las buenas historias de
este tipo son verdaderas adiciones a la vida; brindan, como ciertos raros sueños, sensaciones que
nunca tuvimos, y ensanchan nuestra concepción del rango de la experiencia posible”6. Resta
decir que Lewis incluye en este tipo de literatura a partes de la Odisea, el Phantastes de

3
Lewis, C.S., “On Science Fiction”, en Of Other Worlds: Essays & Stories, New York, Harcourt Brace
Jovanovich, 1975, p. 59-73.
4
“Many reviews are useless because, while purporting to condemn the book, they only reveal the
reviewer’s dislike of the kind to which it belongs. Let bad tragedies be censured by those who love
tragedy, and bad detective stories by those who love the detective story” Op. Cit. pag. 60.
5
Op. Cit. pag. 69.
6
Op. Cit. pag. 70.
5

MacDonald, el El Señor de los Anillos de Tolkien, el Voyage to Arcturus de David Lindsay y


escritos de Ray Bradbury, entre otros.

Estructura general de la Trilogía.

Mitología

De modo bastante similar a J.R.R. Tolkien, Lewis crea una mitología como marco de su
obra. Ello no debe extrañar dado la íntima relación entre ambos y la fecundación literaria mutua.
Los estudiosos especulan acerca de la dirección de las influencias pero es bastante probable que
haya sido Tolkien el que influyó en Lewis, dado que al momento de escribir sus obras éste
último, ya el primero tenía enormemente elaborada su mitología pese a que pasarían unos
cuantos años antes de que fuese publicado El Señor de los Anillos.
El universo de la Trilogía comprende el Sistema Solar que conocemos; lo original de la
misma es la variedad de seres que la habitan, desde seres irracionales diversos de los que habitan
la Tierra hasta seres racionales de diversas especies, los así llamados hnau en Old Solar, la
interlengua cósmica que Lewis crea para la Trilogía. En dicha lengua los nombres de los planetas
son Viritrilbia, Mercurio, Malacandra, Marte, Perelandra, Venus, Thulcandra, La Tierra,
Glundandra, Júpiter, Lurga, Saturno, Neruval, Neptuno, Sulva, la luna; el sol se llama Arbol, y el
Sistema Solar, the field of Arbol, el campo de Arbol.
Malacandra está habitado por tres especies distintas de seres racionales corpóreos o hnau:
los hrossa (singular, hross), los seroni (singular, sorn) y los pfifltriggi. Estos seres tiene
naturalezas muy distintas unos de otros: los hrossa se inclinan a la poesía y al canto, habitan en
el handramit o sea los valles inferiores surcados por ríos de la superficie de Malacandra. Se
dedican sobre todo a la navegación y son hábiles pescadores. Su desarrollo técnico es escaso. Su
aspecto exterior es parecido a las focas. Los seroni son humanoides delgados de unos cinco
metros de alto; habitan en cuevas en el harandra o superficie del planeta. Son los pensadores del
planeta, dados a la especulación, a la astronomía y al diseño de artefactos, que son construidos
por los pfifltriggi. Éstos con cabezas como de tapir y cuerpos de sapo, son los artífices de
Malacandra, de gran habilidad técnica. Son los únicos que construyen viviendas.
Por encima de estos seres se encuentran los eldila (singular, eldil), puras inteligencias de
cuerpo lumínico o fotosoma; son inmortales y equivalen a los ángeles o inteligencias separadas.
Aunque pueden manifestarse en los planetas, la morada de los eldila es en realidad lo que Lewis
6

llama Deep Heaven, o sea Cielo Profundo. Cada planeta es gobernado por un eldil de rango
superior, especie de arconte regente de dicho orbe, llamado Oyarsa (plural, Oyéresu). Es
interesante anotar que la palabra no es un invento de Lewis sino que se encuentra en la forma de
Ousiarches, o sea regente de una esfera celeste o espíritu tutelar de un planeta, en la obra de
Bernardus Silvestris, un platonista del siglo XII. Digamos de paso que la Trilogía está plagada
de referencias constantes a la cultura clásica, como no podía ser de otro modo dados los
excepcionales conocimientos de Lewis en el campo de las humanidades.
Por fin, en la cima del ser se encuentra Maleldil, o sea el Dios único, creador y
gobernador del Universo.

Creación, caída y redención.

Como ya hemos dicho, Maleldil es el creador de todos los mundos y de todos los seres.
Creó primero a los eldila y les distribuyó planetas a su cargo. Pero hubo una caída originaria: el
Oyarsa de la Tierra se rebeló contra Maleldil, daño la Tierra, dañó asimismo gravemente la
superficie de Malacandra y, dispuesto a dañar otros mundos, luego de un tremendo combate
angélico encabezado por el Oyarsa de Malacandra, fue recluido en la Tierra sin poder rebasar la
órbita de la luna. La Tierra pasó a llamarse Thulcandra o sea el planeta silencioso, por el
confinamiento celeste impuesto por Maleldil al Oyarsa caído, que asimismo imposibilitaba a los
demás Oyéresu conocer los sucesos de la Tierra.
A diferencia de Tolkien, quien procuraba que su mitología, siendo de inspiración
cristiana, no lo fuese de modo explícito, Lewis, sin usar la terminología propia del Cristianismo,
expresamente inserta su saga en la historia de la salvación. Mas debe aclararse que incluso esto
lo va haciendo de modo paulatino, velado en Out of the Silent Planet y diáfano en Perelandra.
Con todo, siempre asombró a Lewis el hecho de que en las primeras reseñas y críticas al
volumen inicial de la Trilogía, sólo dos de sesenta recensiones se hubiesen percatado de las
resonancias cristianas de la historia. Ello lo llevó a acuñar el famoso concepto de “smuggled
theology”7, que tan brillantemente plasmase unos años después en las Crónicas de Narnia.
Como decíamos, la inspiración cristiana es mucho más evidente en la segunda novela de
la saga. Y nos estamos refiriendo especialmente al misterio de la Encarnación. Perelandra, o sea
Venus, está habitada por sólo dos hnau, Tor y Tinidril, la primera pareja humana de un mundo
7
La frase completa es “I think that this great ignorance might be a help to the evangelization of England:
any amount of theology can now be smuggled into people’s mind under the cover of romance without
their knowing it”. Warren H.Lewis, ed., Letters of C.S. Lewis, New York, Harcourt Brace & World, 1966,
p 167.
7

luego de la Encarnación de Maleldil en Thulcandra y sus gestas contra el Oyarsa caído. Es de


suma importancia señalar que los hnau de todos los planetas, con excepción de Thulcandra no
han sufrido la caída y por lo tanto no tienen pecado original. Buena parte del efecto de las dos
primeras novelas consiste en confrontar vivencialmente seres racionales caídos con seres no
caídos.

Síntesis de los libros.

Out of the Silent Planet

La novela comienza presentándonos a Elwin Ransom, filólogo y fellow de Cambridge, de


entre treinta y cinco y cuarenta años, quien se dispone a realizar una caminata en su período de
vacaciones8. Por una serie de circunstancias se ve involucrado en el rescate de un muchacho a
manos de dos personajes presentes a lo largo de la Trilogía; nos referimos al profesor Edward
Weston, físico y al aristócrata Richard Devine, luego lord Feverstone. Ransom es narcotizado y
al despertar se encuentra a bordo de una nave espacial construida por el profesor Weston, junto
con éste y Devine. Luego de un viaje de varias semanas con rumbo desconocido, descienden en
un planeta distinto de la tierra. El motivo del viaje para los dos secuestradores es entregar una
víctima humana a los moradores del planeta para ser sacrificada a cambio del oro que atesoran
los pfifltriggi. Ransom se entera de esto, logra escapar y comienza una alucinante travesía por la
superficie del planeta. Pese a sus temores y terrores toma contacto con los hrossa y comprueba la
bondad natural y rectitud de estos seres. Como buen filólogo aprende su lengua y se entera por
ellos de la existencia de los demás hnau, de los eldila y de Oyarsa. Luego de compartir algún
tiempo la idílica vida de los hrossa, Ransom es convocado a presentarse ante Oyarsa. Emprende
en consecuencia una larga travesía hacia Meldilorn, la morada del Arconte supremo, durante la
cual conoce a los seroni y a los pfifltriggi y toma conciencia de que Malacandra es Marte. Al
comparecer ante Oyarsa se encuentra con que Weston y Devine han sido capturados y deben
también presentarse. Como los otros dos sólo conocen rudimentos de Old Solar, Ransom debe
oficiar de traductor. Se desarrolla entonces una de las escenas más logradas y originales de la
novela. Por un lado queda al descubierto la mentalidad positivista del físico Weston, quien
desprecia a los hnau de Malacandra por parecer primitivos al no ostentar desarrollo tecnológico,
y no puede concebir la existencia de Oyarsa, al cual no puede percibir por los sentidos. Por otro,

8
Es más que probable que Lewis se haya inspirado en Tolkien para concebir el personaje de Ransom.
Filólogo como este último, el nombre de pila Edwin significa en Anglo-Sajón antiguo amigo de los elfos.
8

el mismo Weston comienza un discurso acerca de la superioridad de la especie humana y su


derecho de conquista sobre ellos y sobre todo el universo. La “traducción” de los conceptos
abstractos de Weston en un lenguaje concreto vuelve sus argumentos risibles y los desnuda en su
vacuidad.
Por fin Ransom descubre la razón de su viaje a Malacandra: Oyarsa quería comunicarse
con un hnau de Thulcandra para conocer las gestas de Maleldil allí. Weston y Devine habían
malinterpretado todo. Luego de un largo diálogo del filólogo con el Arconte, los tres son
autorizados por Oyarsa a retornar a la Tierra, con la sugerencia de Oyarsa a Ransom de la
posibilidad de volver a tomar contacto, puesto que posiblemente el sitio de Thulcandra esté
llegando a su fin.

Perelandra.

Un tiempo después, tal como quedó sugerido al final del primer libro, Oyarsa toma
contacto con Ransom en la Tierra, o sea Thulcandra, y le transmite la orden de Maleldil de viajar
a Perelandra, o sea Venus para una misión desconocida. Ransom accede y es transportado por
Oyarsa al planeta venusino. Allí encuentra un paisaje totalmente diferente al de Malacandra:
Perelandra es un planeta acuático, surcado por islas flotantes con abundante vegetación y
animales. Pero la mayor sorpresa de Ransom es su encuentro con la Dama Verde, una mujer que
es la única habitante racional de Perelandra, además de su futuro esposo, el Rey. De sus diálogos
con la Dama, Ransom comprende que ella ha sido creada por Maleldil poco tiempo antes, que
tiene su naturaleza intacta, y está en proceso de constante aprendizaje; incluso recibe
inspiraciones de Maleldil. Su dominio sobre la naturaleza de Perelandra es absoluto y suave al
mismo tiempo. Ransom siente que se encuentra realmente en el Edén. Pero, como en la Historia
Sagrada aparece otro personaje: llega al planeta el profesor Weston en su nave espacial. Luego
de tomar contacto con él, Ransom se da cuenta que un cambio se ha operado en el físico; su
discurso ya no es la monserga cientificista de otrora sino una argumentación espiritualista y
evolucionista, muy parecida al discurso de la Nueva Era actual. Pero con el correr del tiempo el
filólogo comprende que algo mucho peor aún ha sucedido: en realidad Weston está poseído por
un eldil caído que de este modo ha logrado superar la confinación impuesta a Thulcandra, y de
los diálogos de éste con la Dama Verde se da cuenta que trata de tentarla para que transgreda el
único mandamiento que Maleldil le ha dado: no dormir y despertar en la única tierra fija que hay
en Perelandra. Se sucede en consecuencia una tremenda batalla dialéctica entre ambos delante de
la Dama: uno para hacerla caer y el otro para evitarlo. Por medio de este originalísimo artificio
9

literario, Lewis disecciona el mecanismo de la tentación con un refinamiento único en la misma


línea de las Cartas de un diablo a su sobrino. Retomando la narración, viendo Ransom que el
demonio en Weston es incansable y que tanto él como la Dama comienzan a flaquear, toma una
resolución desesperada: trabarse en un combate mortal con su adversario. Luego de diversas
peripecias, y ya casi desfalleciente y medio muerto, logra vencer a su rival y matarlo. Recupera
sus fuerzas y salud en el edén venusino y asiste a un espectáculo grandioso en lo que constituye
en nuestra opinión uno de los mayores logros mitopoéticos de Lewis. Aparecen el Oyarsa de
Perelandra y el Oyarsa de Malacandra y explican a Ransom, entre otras cosas que el Rey ha
encontrado a la Reina y que van a ser ungidos como soberanos de Perelandra, subiendo el
escalón ante el que Adán y Eva habían tropezado; por ser seres humanos creados luego de la
Encarnación en forma humana, ellos serán los Oyéresu de Perelandra. Ransom asiste a ese
espectáculo sobrecogedor y le es dado como don contemplar como en una visión la Gran Danza
o sentido profundo y mistérico de la Creación. Al volver en sí, Ransom se entera de que ha
transcurrido un año durante la experiencia. Llega el momento de partir y luego de despedirse de
Tor y Tinidril entra en la caja donde es llevado nuevamente a la Tierra.

That Hideous Stregth

Tal como aclaramos en el comienzo, por razones de espacio y tiempo no podemos


referirnos al tercer libro de la Trilogía; pensemos que él solo tiene más extensión que los dos
primeros juntos. Simplemente diremos que trata de la resolución del conflicto y tiene lugar en
Thulcandra, la Tierra, en donde Ransom combate contra los ingenieros sociales de Belbury que
inspirados por el Arconte caído procuran lograr el control planetario en un proyecto
verdaderamente anticrístico. Posiblemente el menos logrado de los tres desde un punto de vista
artístico y mitopoético –pensemos que esto es coherente con el ámbito de la novela, que es la
Tierr, es el que más se asemeja a una novela moderna. En él Lewis toca un sin fin de temas como
el mundo moderno, el poder, la ciencia, etc.
La ciencia ficción lewisiana.

Habiendo expuesto lo esencial de la trama de los dos libros podemos ahora abocarnos a
destacar los particularidades y originalidades de lo que podemos llamar el enfoque lewisiano del
género ciencia ficción.
En primer lugar, la concepción del espacio como un entorno amigable y viviente y la
consiguiente distinción entre Space y Heavens:
10

. . . a medida que transcurría el tiempo, Ransom detectó otra causa más espiritual
para el bienestar y renovada vitalidad que experimentaba: una pesadilla,
profundamente arraigada en la mente moderna por la mitología que arrastra la estela
de la ciencia, se desvanecía gradualmente. Había leído algo acerca del “Espacio”; lo
imaginaba un vacío oscuro, desolado, muerto, que separaba los mundos. Hasta ahora
no sabía cómo tal creencia lo había afectado, ahora, en que el término “Espacio”
parecía una injusta blasfemia para referirse a este empíreo océano de brillantez en
que navegaban. No podía llamarlo “muerto” ya que sentía que su mente y cuerpo
absorbían de él nueva vida constantemente. ¿Cómo podía ser de otra manera, cuando
de allí habían surgido los mundos y todas las manifestaciones de vida? Lo había
creído un lugar estéril: ahora veía que era el vientre materno de los mundos, cuyos
radiantes e innumerables retoños miraban todas las noches hacia la tierra con tantos
ojos, y aquí, ¡con cuántos más! No: “Espacio” era un nombre totalmente desacertado.
Los sabios de antaño estuvieron más acertados cuando lo llamaron simplemente los
cielos, los cielos que proclamaban la gloria, donde reinaban los

climas felices, sin duelo,


donde las sombras no invaden el suelo
en los vastos campos del cielo.

A menudo repetía, enternecido, las palabras de Milton, una y otra vez9.

Y en el epílogo de Out of the Silent Planet, Ransom le dice a Lewis en el contexto de la


posibilidad de poner por escrito lo que le ocurrió en Malacandra:

Si, por lo menos, pudiésemos lograr que el uno por ciento de nuestros lectores cambiase su
concepto del Espacio por el concepto de Cielo, habremos logrado un muy buen comienzo 10.

En una carta a Roger Lancelyn Green referida a sus motivaciones al iniciar la Trilogía, Lewis le
comenta que la principal razón fue contrarrestar la visión cientificista que campeaba en la ciencia ficción
de la época, evidente en Last and First Men de Olaf Stapledon y en los escritos de J.B.S. Haldane. En
Perelandra hace decirse a sí mismo a Ransom:

Ransom trató de recordar en vano que él había estado en "el espacio" y había descubierto
que era el Cielo, hormigueando con una plenitud de vida para la que no sobraba ni un solo
centímetro cúbico del infinito. Todo eso parecía un sueño. La línea opuesta de pensamiento
de la que se había burlado con frecuencia llamándola El Espantajo Empírico, irrumpió en su
mente: el gran mito de nuestro siglo, integrado por gases y galaxias, años luz y evoluciones,
perspectivas pesadillescas de aritmética simple en las que todo lo que puede tener algún
significado posible para la mente se transforma en simple derivado del desorden esencial.
Hasta entonces siempre le había restado importancia, había tratado con cierto desdén los

9
C.S.Lewis, Más allá del planeta silencioso, Buenos Aires, Minotauro, 2008, pags. 48-49.
10
Idem, pag. 222
11

superlativos insípidos, el asombro payasesco ante el hecho de que cosas distintas tuvieran
que ser de tamaños distintos, la locuaz generosidad de cifras. Incluso en ese momento, la
razón no estaba vencida por completo, aunque el corazón no escucharía a la razón. Una parte
de sí mismo aún sabía que el tamaño de algo es su característica menos importante, que el
universo material provenía del poder comparativo y creador de mitos de su interior, que la
majestad misma ante la que ahora estaba le pedía humillarse, y que los simples números no
pueden intimidarnos a menos que les prestemos, de nuestras propias fuentes, esa sensación
de enormidad que ellos no pueden provocar por sí solos más de lo que puede hacerlo el libro
mayor de un banquero11.

Tocaremos sólo dos temas más de los muchos presentes en esta notable obra. Desde un
punto de vista teológico es notable el recurso y el uso que Lewis da al hecho de confrontar seres
racionales con y sin pecado original, e incluso a la influencia que un mundo no caído ejerce en
Ransom: la naturaleza de Malacandra y sobre todo el encanto edénico de Perelandra disuaden
suavemente a nuestro héroe de obrar mal e inducen una sutil corrección en su sensibilidad,
sometiéndola a su racionalidad. Lewis aborda en consecuencia un tema clásico cual es el de
considerar al hombre no como un ser aislado y solitario desde un punto de vista ontológico, sino
inmerso en un macrocosmos del cual forma parte y del cual recibe influencias constitutivas de su
ser.
Otro tema que merece una atenta consideración es la Gran Danza, a la cual hicimos
referencia más arriba. Se trata de un pasaje de una profundidad y belleza mistéricas raramente
hallable salvo en textos religiosos. Seria algo así como un adentrarse en un rapto fugaz a la
visión unitiva que los Oyéresu tienen del cosmos, de su desarrollo y de la interrelación de los
entes. No estará de más leer lo esencial de la misma:

Y entonces, por una transición que Ransom no advirtió, pareció que lo que había empezado
como discurso se transformaba en visión o en algo que sólo podía ser recordado como algo
visto. Creyó que veía la Gran Danza. Parecía estar tejida con la ondulación entrelazada de
numerosas cuerdas o bandas de luz, que saltaban entre sí por arriba y por abajo y se
abrazaban mutuamente en arabescos y artificios en forma de flores. Cuando fijaba la vista
en cada figura, ésta se transformaba en la figura maestra o en el foco de todo el espectáculo
y lo unificaba ... sólo para verse enredado al mirar lo que había tomado por meras
decoraciones marginales y descubrir que allí también era exigida la misma hegemonía, y la
exigencia se cumplía, aunque el diseño anterior no se veía por eso desposeído sino que
descubría en la nueva subordinación un significado mayor que aquél al que había
renunciado. Pudo ver también (pero la palabra "ver" es ahora claramente inadecuada), en
todos los puntos donde las cintas o serpientes de luz se interceptaban, diminutos
corpúsculos de brillo momentáneo: y de algún modo supo que las partículas eran las
generalidades mundanas contadas por la historia —pueblos, instituciones, climas de
opinión, civilizaciones, artes, ciencias y cosas por el estilo— fulgores efímeros que cantaban
agudos su breve canción y desaparecían. Las cintas o cuerdas propiamente dichas, en las

11
Dorsett, Lyle W., The Essential Lewis, New York, Mac Millan, 1988, pag. 255.
12

que vivían y morían millones de corpúsculos, eran de un tipo distinto. Al principio no pudo
distinguir de qué se trataba. Pero a la larga supo que la mayor parte eran entidades
individuales. De ser así, el tiempo en el que la Gran Danza se desarrolla es muy distinto al
tiempo tal como lo conocemos. Algunas de las cuerdas más finas y delicadas eran seres a
los que designamos como de corta vida: flores e insectos, una fruta o un chaparrón, y una
vez (creyó) una ola del mar. Otras eran cosas que creemos duraderas: cristales, ríos,
montañas y hasta estrellas. Muy superiores a éstas en anchura y luminosidad, y
relampagueando con colores externos a nuestro espectro, estaban las líneas de los seres
personales y, sin embargo, tan distintas entre sí en esplendor como lo eran en conjunto
respecto a las clases anteriores. Pero no todas las cuerdas eran individuales: algunas eran
verdades o cualidades universales. En ese entonces no lo sorprendió descubrir que tanto
éstas como las personas fuesen cuerdas y se mantuvieran juntas como contra los meros
átomos de generalidad que vivían y morían en el fragor de sus corrientes: pero después,
cuando estuvo otra vez en la Tierra, se asombró. Y en ese momento la visión debe haber
salido por completo de la región de la vista tal como la entendemos. Porque dice Ransom
que toda la figura sólida de los torbellinos enamorados e interanimados se reveló de pronto
como las superficies simples de un diseño mucho más vasto en cuatro dimensiones, y esa
figura como el límite de otras aún, en otros mundos: hasta que de repente, a medida que el
movimiento se hacía aún más veloz, el entrelazamiento aún más arrebatador, la relación de
todo con todo más intensa, a medida que una dimensión se añadía a otra y la parte de él
que podía razonar y recordar iba quedando cada vez más atrás en relación a la parte que
veía, aún entonces, en el cénit mismo de la complejidad, la complejidad fue devorada y se
disipó, como se disipa una tenue nube blanca en el inmenso azul ardiente del cielo, y una
simplicidad que estaba más allá de toda comprensión, antigua y joven como la primavera,
ilimitada, diáfana, lo arrastró con cuerdas de deseo infinito a su propia inmovilidad.
Ascendió hacia tal serenidad, tal intimidad y tal frescura que, en el momento mismo en que
estuvo más alejado de nuestro modo de ser normal, tuvo la sensación de desembarazarse de
molestias y despertar del trance, y volver en sí. Con un gesto de relajamiento miró a su
alrededor ...

Para terminar, y ya desde un punto de vista literario, uno de los mayores logros de
Trilogía es la correspondencia que Lewis logra crear entre paisajes y climas y estados
espirituales. Puede muy bien suceder que mucho tiempo después de haber leído los libros y
habiendo olvidado parte de la trama, queden en nuestra memoria los ámbitos y los movimientos
del espíritu indisolublemente unidos a ellos: el desolado y moribundo paisaje de Malacandra, la
naturaleza edénica de Perelandra y la sugestión maravillosa y mística de la Gran Danza. Creemos
que esa es la razón profunda por la que la atracción de estas obras perdura y perdurará, o mejor
todavía en palabras del autor:

No merely physical strangeness or merely spatial distance will realize the idea of otherness
which is what we are always trying to grasp in a story about voyaging through space: you
must go into another dimension. To construct plausible and moving 'other worlds' you must
draw on the only real 'other world' we know, that of the spirit" 12.

12
Lewis, C.S., “On Stories”, en Of Other Worlds: Essays & Stories, New York, Harcourt Brace Jovanovich, 1975,
pag. 21.
13

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