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El discurso de la firma de convenio con la CDH; cambio de enfoque 2 y 3; y el

ENSAYO puede ser para el 18.


Para Aristóteles el significado científico de Constitución es equilibrio de poder,
desde ese punto de vista constitucionalizar es controlar al poder, evitar su
ejercicio arbitrario y abusivo. En México hay graves inercias autoritarias que
pueden cambiar por la implementación de propuestas científicas para hacer
realidad el Estado Constitucional y Democrático de Derecho.
La Quinta Encuesta Nacional Electoral que forma parte del proyecto
Comparative Study of Electoral Systems (CSES), establece entre sus
principales hallazgos que predomina la confianza en las instituciones
electorales, 7.6 es la calificación promedio sobre su desempeño, pero existe
una opinión negativa sobre la satisfacción con la democracia, pues la población
se expresa nada/poco satisfecho con su funcionamiento (54%).
En la revista Metapolítica 53, mayo-junio de 2007, Cosío, Muñoz Ledo, Valadés
y Cansino, centran su enfoque en lo que México requiere para una democracia:
efectiva protección a los derechos humanos, exaltar valores, mayor igualdad,
consolidar el Estado de Derecho, rendición de cuentas, transparencia y
profesionalización. Todos ponen énfasis en el daño que producen las inercias
autoritarias y en el hecho de que son necesarias reformas profundas. El ideal
de la democracia para Nolhen (Sistemas electorales y partidos políticos) o
Kelsen (Esencia y valor de la Democracia) está contenido en lograr los
principios de libertad, igualdad, competitividad y equidad.
3 elementos, entre otros, son de especial interés para nosotros:

Elevar la cultura política. Es importante que el IFE en cooperación con


autoridades, sean la punta de lanza de la democratización en el país sobre la
base de una ética cívica.
Estado de Derecho.- Concretar una reforma al sistema electoral y de partidos
en torno a los principios democráticos; federalizar la justicia; lograr, desde la
Constitución, la más amplia protección a los derechos humanos; profesionalizar
al poder judicial y hacer verdaderamente responsables a los jueces por exceso
o defecto en sus resoluciones.
Administración pública democrática.- Con base en un código ético de la función
pública (mérito, libertad, igualdad, responsabilidad, rendición de cuentas, más
otros); reformar la Constitución para instituir el mérito y la profesionalización en
la administración pública y de justicia (el art. 89 contempla la libre designación,
principio autoritario, como regla general).

El país tiene grandes retos como reducir el alto nivel de corrupción, no obstante
nuestro avance político se debe a nuestro acercamiento a principios y valores.
Lo que hay que rescatar para construir, sobre bases firmes, una democracia
real.
1. Cambios en el gobierno y la política. Racionalización del poder.
En Parlamentarización de los Sistemas Presidenciales (UNAM y el Colegio
Nacional, 2008) Diego Valadés, en un análisis comparado de 75 países del
mundo nos muestra sistemas presidenciales que han adoptado elementos del
parlamentarismo en sus Constituciones, para acercarse a un ejercicio racional
del poder.
El autor refiere (p.3) que la concentración del poder y la irresponsabilidad de su
ejercicio no son compatibles con un Estado constitucional, y que la mayor parte
de las reformas a los sistemas presidenciales han consistido en adoptar y
adaptar instituciones que tienen su origen en sistemas parlamentarios. Al
respecto expresa que la racionalización contribuye a atenuar los componentes
de dominación personal y los excesos a los que se propende en el ejercicio del
poder (p.231).
Señala, p. 13, que la racionalización de las instituciones se puede entender
para enmendar los errores advertidos en su funcionamiento, y para mejorar los
procesos de poder (legitimación del acceso y ejercicio del poder). Cita a Weber
y su concepción de racionalidad en valores o adecuación de la conducta del
agente y de sus fines con un propósito trascendente. Entonces distingue a la
racionalización como un proceso para regular la estructura y el funcionamiento
de los órganos de poder, y sus relaciones con sus destinatarios conforme a los
principios de libertad y equidad.
Aclara, p. 12, siguiendo a Rawls, que cuando se refiere a racionalización del
poder, implica que éste sea racional, es decir, actuar de manera inteligente
para alcanzar objetivos; y razonable, que implica actuar de forma comprensiva
y solidaria por cuanto se refiere a objetivos propios y ajenos. Sostiene, p. 233,
que el aparato del poder puede movilizarse con éxito para sus promotores y sin
riesgo para sus destinatarios, haciéndolo más racional y razonable.
Propugna por un diseño institucional balanceado que atienda al contexto y por
una racionalización de la Constitución con figuras como: la asistencia de los
ministros al Congreso, voto de confianza al jefe de gabinete o a algún ministro,
interpelación, censura y disolución del Congreso; y con principios (p. 15 y 16):
legitimidad, pluralidad, proporcionalidad (equilibrio), responsabilidad,
cooperación social y equidad.
La racionalización del poder atendiendo al contexto y los principios citados,
apuntan elementos nodales contra autoritarismo, corrupción y atrofias
institucionales que nos aquejan. También señala (Milenio, 5 de junio de 2008,
sección México/Universidad, página 39) señala que el origen de la polémica
sobre el sistema presidencial no está en las deficiencias objetivas sobre ese
sistema, sino en la forma arbitraria de su ejercicio y en los numerosos y
dolorosos episodios de abusos que ese desempeño ha propiciado. También
afirma: “El sistema constitucional fundado en 1917… todavía no ha sido
complementado por un auténtico sistema constitucional democrático… la
racionalización del poder en un sistema constitucional implica legitimidad para
el acceso al poder, y pluralidad, proporcionalidad, responsabilidad, cooperación
y equidad en su ejercicio”.
Carbonell (Puntualizaciones a la Constitución Pendiente IIJ-UNAM, serie
Estudios Jurídicos 34, México 2004) al hablar de condiciones necesarias para
la “constitucionalización”, afirma que la Constitución connota un conjunto de
valores y principios que permiten ir de una interpretación hermenéutica a una
por principios.
En Latinoamérica al independizarse la mayoría de países tomaron la
Constitución de los Estados Unidos como modelo (control difuso); después ha
influido el sistema europeo o austriaco, surgido después de la Segunda Guerra
Mundial (donde se efectúa el control constitucional a través de las “Cortes
Constitucionales”). No obstante esos aportes no existe un control eficaz de la
Constitución (sus principios) en los países de la región.
Institucionalización de los valores y código ético de la administración pública.
Cambio de enfoque (I)
Destacamos la importancia del cambio de actitudes y de una visión sistémica,
para transitar a una profunda reforma administrativa necesaria para lograr el
progreso nacional. Nuestra reforma administrativa no se debe fundar sólo en la
adopción de las mejores prácticas o en la contratación de expertos en
desarrollo organizacional; sí en un código ético y, sobre todo, en un cambio
cultural en quienes integran la administración pública.
Todos los gobiernos poseen modelos culturales específicos, en los procesos
históricos —sostienen Moctezuma y Roemer en Por un gobierno con resultados
—, los intereses y estrategias de poder de los grupos y personas que los
conforman desempeñan un papel medular. Esta realidad se expresa a través
del problema del "agente principal", en el que valores, normas, actitudes y
expectativas de sectores "conservadores" de la burocracia reflejan intereses
creados dentro del aparato gubernamental y, con ello, una resistencia al
cambio.
Estas formas culturales, ligadas a la captura de rentas están presentes en
muchos gobiernos y constituyen serios obstáculos para la introducción de las
reformas que propone la modernización administrativa, que lleva implícita la
transformación cultural de la burocracia, es decir, un cambio de actitudes y
maneras de pensar.
Audirac en el ABC del desarrollo organizacional, clasifica los aspectos a
modificar en el proceso de cambio y los ubica de acuerdo a la resistencia que
enfrentan y al tiempo requerido para su implantación, en el siguiente orden:
conocimientos y conceptos, habilidades (aptitudes más ejercicio), actitudes y
los valores, comportamiento individual, y comportamiento de los grupos.
EI punto de vista de las organizaciones inteligentes, obedece a la aplicación de
un nuevo sistema de aprendizaje como hilo conductor del cambio en la cultura
organizacional del grupo (Senge en La quinta disciplina); plantea que el mundo
está construido por fuerzas interconectadas que dan origen a las disciplinas
que producen "organizaciones inteligentes". Las cinco disciplinas que nos
conducen al aprendizaje organizativo, según Senge, son: dominio personal,
modelos mentales, construcción de una visión compartida, aprendizaje en
equipo y pensamiento sistémico.
La próxima semana hablaremos de las disciplinas de una organización
inteligente y del cambio en la actitud profesional (el tránsito de la burocracia al
gobierno experto); lo que supera la adopción de las mejores prácticas, porque
centra su análisis y propuesta en el cambio real de actitudes y valores.
Liderazgo transformador
Representa la teoría más avanzada en los modelos de liderazgo (IFE, Área
modular administrativo-gerencial, México 2009, pp. 28-35). Busca influir en un
cambio en la cultura organizacional para mejorar el entorno; en la
administración pública el líder también debe ser buen administrador, y todos
sus integrantes pueden ser líderes.
Su filosofía que se basa en confianza y credibilidad en sí mismos; pensamiento
y actitud positivos; interés real por los demás; saber escuchar e identificar
potencialidades; brindar apoyo, estímulo y motivación; participar,
comprometerse e involucrarse en las tareas del grupo; generar altas
expectativas, compromisos y responsabilidades (actitud asertiva). El reto es
hacer que esta filosofía se compenetre en las funciones y actividades del
grupo.
El perfil requiere conocimiento de los cambios; comprensión del papel en la
organización y en el grupo; equilibrio y congruencia entre formación y
expectativas profesionales, y su desempeño y desarrollo en la organización;
habilidad para integrar y cohesionar al grupo mediante el manejo de relaciones
interpersonales; dominio y conocimiento para el desarrollo organizacional;
conducción práctica de la misión, visión y valores de la organización; actitud
positiva hacia el trabajo y de servicio; necesidad y capacidad para promover el
cambio y la evolución.
Sus estrategias: visión de futuro; generación de compromisos; y promoción de
la institucionalización del cambio, a través de esquemas de trabajo basados en
la comunicación organizacional; análisis de problemas y toma de decisiones,
planeación estratégica y otros. El líder propicia un clima organizacional basado
en comunicación organizacional eficiente, eficaz y que aproveche la
retroalimentación; definir mecanismos para confrontar y disentir; generar
confianza; y establecer esquemas de integración y apoyo.
Kottler (citado por Wendell, “Desarrollo organizacional”, México, 1996, p. 294),
establece que administrar “implica organizar recursos, planificar, presupuestar,
controlar y resolver problemas; en tanto liderazgo implica, establecer una
dirección, incluyendo el desarrollo de una visión y de estrategias para llegar
ahí; alinear a las personas, incluyendo la comunicación de la dirección deseada
y la obtención de la cooperación; y motivar e inspirar”.
El buen liderazgo es transformador, no es propio de iluminados, en un gobierno
experto se requieren tanto líderes en la cúspide que sean también buenos
administradores, como líderes en todos los niveles que se desarrollen junto a
sus organizaciones.
En conclusión, una forma de gobierno democrática, una Constitución que
propicie el equilibrio de poder, un control efectivo de la Ley Fundamental,
aunado a un ámbito administrativo profesional y de rendición de cuentas, son
propuestas de valor científico que propician el desarrollo democrático.
Amar la libertad
El pueblo de México quiere libertad, indispensable para su desarrollo político,
económico y social.
En Nexos, enero de 2010, pp. 14-16, en una encuesta de Mitofsky
específicamente con relación a la pregunta “Por su gobierno, por sus leyes, por
su economía y por su forma de vida, ¿a qué país le gustaría que se pareciera
México?”. A la que respondió el 56.3% y de ellos el 30 % (la mayoría) optó por
Estados Unidos (destacando su economía). La complejidad de la pregunta, la
obviedad de la respuesta mayoritaria en un país subdesarrollado, y otros
resultados de la misma encuesta –develados por Aguilar Rivera en la revista
citada, p.16- nos pueden conducir a interpretaciones como las siguientes: los
mexicanos creen que lo mejor de México es su gente (16%), su cultura (6.6%)
y su libertad (5.9%); y rechazan básicamente el mal gobierno (13.9%), la
pobreza (13.5%), la guerra (9.3%), la discriminación (6.5%), los malos hábitos
(6.1%), la inseguridad (4.8%) y la falta de libertad (4.1%), además de otros
elementos.
La libertad aparece en un lugar relevante, tanto en lo que los mexicanos
reconocen como bueno, como en lo que, por carecer de ella, rechazan. Ese
factor acentúa su importancia porque es eje del progreso no sólo económico.
Sin libertad no hay democracia, ni desarrollo político ni social, como anhela la
mayoría de mexicanos en sus respuestas.
Savater, en Despierta y lee, Alfaguara, México, 2000, p.p. 70-74, destaca la
importancia de la libertad al afirmar que es necesario para recuperar el aliento
humanista: instituir las libertades, educar en valores universales y administrar
los asuntos humanos de una manera no trivial sino supranacional; enfatiza la
relevancia de la libertad al citar a Spinoza “…es el fin del Estado convertir a los
hombres… que su espíritu y su cuerpo se desenvuelvan en todas sus
funciones y hagan uso libre de la razón sin rivalizar por el odio, la cólera o el
engaño, ni hagan la guerra con ánimo injusto. Pues el fin del Estado es
verdaderamente la libertad.”(Tractatus theologico-politicus, XX, 12).
Decía Octavio Paz, de los mexicanos: “Nosotros todavía no aprendemos a
pensar con verdadera libertad. No es una falla intelectual sino moral: el valor de
un espíritu, decía Nietzsche, se mide por su capacidad para soportar la verdad”
(citado por Julio Golckner en Metapolítica 60).
Para vivir en una democracia real hay que pensar y actuar con libertad, sin
prejuicios, dogmas o costumbres como la corrupción, para hacer lo ético (lo
correcto) en beneficio del interés público. Eso es tarea de gobernantes y
gobernados.
La diferencia entre querer y amar la libertad, es el salto al desarrollo, es
también la discrepancia entre sabiduría popular y mezquindad.
Modernización democrática
En México, a los graves efectos de la crisis económica, debemos añadir los de
la pobreza, la desigualdad y la corrupción que además constituyen síntomas de
descomposición social y política. Ante este contexto hay que pugnar junto con
las instituciones por un cambio positivo con base en la modernización
democrática.
Norma Samaniego señala algunas repercusiones de la crisis que estalló en
Estados Unidos, para nuestro país: aumento del desempleo y la informalidad,
disminución de las remesas, eventualmente del turismo, precios del petróleo a
la baja, contracción del crédito.
A lo anterior habría que agregar el hoyo negro que genera la corrupción
administrativa, política y social, y que en esta época difícil podría devorar la
esperanza de un país mejor. Al respecto Juventino Castro apunta (Milenio,
p.12, 2 de diciembre de 2008): “México se nos escapa de la manos… por
nuestro egoísmo, por nuestra reticencia a actuar, por nuestra indiferencia, por
nuestro conformismo… Entiendo por perder, dejar de considerarla como un
refugio adecuado para ser nosotros.”
Gustavo Gordillo, en una conferencia reciente en la ciudad de México señaló
que hay tres horizontes ante la crisis: “decadencia administrada”, “restauración
conservadora” y “modernización democrática”. José Woldemberg (Diario
Reforma, p. 12, 4 de diciembre de 2008) sostiene al respecto que la última es
la mejor apuesta y propone: construir políticas anti-cíclicas generadoras de
empleos, gasto en infraestructura, estímulos fiscales a las empresas creadoras
de trabajos, reducción del gasto corriente a favor de la inversión productiva,
programas de empleo temporal, regular mercados especulativos y otras
medidas.
Agregaríamos para lograr la modernización democrática: elevar la eficiencia,
eficacia y legitimidad institucional (niveles de análisis de la modernización
administrativa según Enrique Cabrero) y crear servicios civiles de carrera en
torno al mérito y a la ética en el servicio público –lo hemos llamado
administración democrática-. Se trata de hacer realidad la responsabilidad, la
legalidad, la rendición de cuentas para generar servicios públicos de
excelencia, a partir de la educación para la democracia como antídoto para la
corrupción.
Nuestra patria requiere en estos tiempos difíciles trascender hacia una
revolución administrativa, política, económica y cultural en la que ciudadanos y
gobierno debemos ser actores responsables de un cambio democrático que a
todos beneficie.

Para Agregar a la Agenda

En Metapolítica 53, mayo-junio de 2007, Cosío, Muñoz Ledo, Valadés y


Cansino, centran su enfoque en lo que México requiere para una Democracia:
expandir los derechos humanos, exaltar sus valores, lograr mayor igualdad,
consolidar el Estado de Derecho, la rendición de cuentas, la transparencia y la
profesionalización. Coincidimos con ellos, son necesarias reformas profundas
para desechar nuestras inercias autoritarias e instaurar la Democracia en
México.

Nuestras propuestas de reforma:


1.- Elevar la cultura democrática.- Este reto está inscrito en el ámbito del
sistema educativo y en la creación del Instituto Nacional Democrático que
además de organizar elecciones sea la punta de lanza de la democratización
en el país sobre la base de una ética cívica.
2.- Consolidar el Estado de Derecho.- Concretar una reforma al sistema
electoral y de partidos en torno a los principios democráticos como libertad,
igualdad, transparencia; federalizar la justicia (conciencia de la historia para el
desarrollo); considerar, en la ley fundamental, a los derechos humanos como
naturales –para lograr la protección más amplia y eficaz-; profesionalizar más al
poder judicial e instaurar en él el concurso público por oposición; y hacer
verdaderamente responsables a los jueces por exceso o defecto en sus
resoluciones.
3.- Lograr una administración pública democrática.- Con base en un código
ético de la función pública; en reformar la Constitución para instituir el mérito y
la profesionalización (el art. 89 contempla la libre designación como regla
general). El objetivo es a partir de la profesionalización, construir instituciones
eficientes, eficaces y legítimas.
4.- Consolidar la formación libre de la voluntad al adoptar métodos de
democracia directa; que el sistema de partidos y el sistema electoral coadyuven
de manera más eficiente a la educación para la democracia; creación de un
Instituto Nacional Democrático (INADE) o avanzar en la unificación de
calendarios electorales y convenios para elecciones coincidentes; mejorar el
sistema de quejas administrativas y delitos electorales a través del
profesionalismo del IFE, las procuradurías (éstas además requieren recobrar
autonomía) y los mismos tribunales; mejor designación de los Consejeros,
sobretodo fortalecer su imparcialidad, designar a una Comisión de expertos
para decidir (tomar en cuenta a los miembros del Servicio Profesional Electoral
que hoy están excluidos); y reestructuración administrativa del IFE para
generar ahorros sustanciales.
Si nos ponemos de acuerdo en lo esencial, podemos lograr esto y mucho más.
Apunta Valadés, en Repensar a Bobbio editorial siglo XXI, que los problemas
que más afligen a la sociedad son: “La concentración de la riqueza y la
expansión de la pobreza...; la intensidad de la violencia delictiva…resultado de
múltiples factores, entre los que no es ajena la ausencia de un adecuado
sistema de instituciones democráticas. Sin embargo, la importancia de las
instituciones democráticas eficaces para la solución de esos problemas no es
fácilmente perceptible para la generalidad de las personas. Por eso la reforma
del Estado para la consolidación de la democracia sigue siendo vista como una
opción secundaria”.
Creemos que esas reflexiones son vigentes, falta sentar bases para la efectiva
protección de derechos humanos; la profesionalización del servicio público; la
adopción de un código ético de la función pública; la educación para la
democracia. Temas nodales para lograr la misma.

Excelentes Funcionarios
Esteban Moctezuma y Andrés Roemer, en “Por un gobierno de resultados”
afirman –con base en teorías económicas- que para lograr una buena
administración, se requieren esquemas de mercado encaminados a mejorar la
productividad y la calidad de los servicios públicos, con base en esas ideas
surge el postulado, vigente en la mayor parte de países latinoamericanos, de
que el hombre es egoísta y busca maximizar su propia utilidad. Nosotros
estamos a favor de edificar una mejor administración pública desde el mérito y
la vocación de servicio, por lo que nos proponemos sustentar nuestra
propuesta.
El estudio de la nueva economía institucional inició, con el trabajo de Armen A.
Alchain denominado Private Property and Relative Cost of Tenure, a finales de
la década de 1950; para 1970 los estudios empíricos y teóricos sobre esta línea
de investigación habían crecido considerablemente. Desde esta perspectiva las
instituciones se consideran como objetos del análisis económico, y el
“beneficio personal” se impone al “servicio público” porque en el acto de
corrupción el burócrata tiene un incentivo mayor que el que obtiene del
cumplimiento de sus funciones.
Sin embargo podemos afirmar, el egoísmo del individuo para maximizar sus
utilidades no es regla general, amén de que dicho supuesto es irreal y
subjetivo, incluso es contrario al mérito (conocimientos, habilidades y actitudes
objetivamente probados).
Peter Senge, en “La quinta disciplina” (ediciones Garnica, 1998, p. 342 y
343) explica que las organizaciones se corrompen ante los juegos de política
interna. Sin una visión y valores comunes que sean genuinos la gente es
egoísta. Pugna por construir un clima dominado por el mérito en donde hacer
lo correcto, lo ético, predomine sobre querer hacerlo; por hablar sin rodeos
sobre cuestiones de importancia (participación) y por una actitud para
cuestionar continuamente el propio pensamiento (reflexión).
Por encima del interés egoísta hay fines más importantes. Cuando la mayoría
de la gente reflexiona sobre lo que realmente desea, descubre que algunos
aspectos de su visión conciernen a su familia, comunidad, organización y, en
algunos casos, al mundo. Se trata de "visiones personales" puesto que nacen
de un individuo pero que trascienden su interés egoísta.
La excelencia de los órganos públicos administrativos no radica en el egoísmo
sino en el mérito, originado por la vocación de servicio; debemos aspirar a una
visión compartida entre los valores y los fines del individuo y los de una
organización. De esta forma surge un círculo virtuoso que brinda, en la mayor
parte del mundo, resultados de máxima calidad.
Innovación y Desarrollo
En México los sistemas jurídico, político y administrativo no se ocupan de
manera coordinada y coherente de la obligación del Estado de innovar para
generar buenos resultados de gobierno, a la vez que no se atacan las
principales causas del problema, como la corrupción y la ineficiencia.
Luna de la Vega, Presidente del Instituto Latinoamericano de Políticas de
Estado (pp. 58 a 60 de la revista Voz y Voto, octubre de 2009) sostiene con
base en datos del Foro Económico Mundial (WEF) que se nos ubica entre las
naciones con más débil competitividad para el periodo 2009-2010 –afirma- que
en su índice general ocupamos el lugar 60 entre 134 países, mientras que
Canadá ocupa el lugar 9; Chile el 30; y Corea del Sur, con el que estábamos
equiparados en 1982, el 19 sitio.
En la clasificación del índice de desarrollo humano del PNUD estamos
ubicados en el lugar 52.
Luna de la Vega dice que nuestra baja competitividad es resultado de la
inadecuada formación de capital humano e intelectual y la carencia de una
estrategia sólida en materia de innovación. El WEF también evalúa la
innovación en México otorgándole el lugar 78; mientras Canadá y Estados
Unidos ocupan los sitios 12 y 1, respectivamente.
La inversión en innovación, que se da a través del CONACYT es poca (de los
más de 15 mil millones de pesos asignados a ese Consejo, 2205 corresponden
al Sistema Nacional de Investigadores, mientras que por pago de servicios
personales CONACYT gasta 3299 millones) y la política de apoyo a proyectos
es indefinida en cuanto a reglas de operación y evaluación. En lo relativo a
investigación y desarrollo experimental, entre 1991 y 2005 Canadá invirtió
219052 millones de dólares y Corea 260171, mientras México sólo 46210 (op.
cit. P. 58).
La CEPAL recomienda la creación de sistemas nacionales de innovación (un
vínculo entre empresas, universidades, gobierno e institutos de investigación)
para el desarrollo y difusión de nuevas tecnologías. Además hay que reducir
nuestros niveles de corrupción e ineficiencia en todo el gobierno porque
constituyen el mayor obstáculo para el desarrollo.
Políticas públicas sistémicas para innovar y para sustentar principios de la
administración democrática como cultura de la legalidad, control de la misma,
rendición de cuentas, transparencia, crítica y publicidad de los actos de
gobierno, y mérito en la selección de los funcionarios públicos; constituyen
poderosos elementos contra la corrupción, la ineptitud y la ineficiencia, y bases
firmes para nuestro desarrollo económico, político y social.

Algunos estudiosos, sugieren que la democratización mexicana está casi


concluida, a través del perfeccionamiento de normas, instituciones,
procedimientos, y la voluntad política para ceder espacios de poder a la
oposición. Pero después de la elección presidencial de 2006, con la crisis
política, de legitimidad y de descrédito institucional, es claro que no basta una
buena ley, ni el poder compartido para consolidar la democracia.
Alonso Lujambio, en El poder compartido (Océano, p. 21) dice que la
transición a la democracia en México es el paso de un sistema de partido
hegemónico en elecciones no competitivas a un sistema multipartidista en
elecciones competitivas (limpias, equitativas, confiables); por su parte José
Woldenberg y otros autores en La mecánica del cambio político en México
(ediciones Cal y Arena, p.26 y 27) la consideran como un cambio gradual y
negociado producto del diálogo, que se centra en las reglas del juego y en la
instalación de instituciones democráticas. Ambos significados aportan
elementos valiosos de la transición mexicana, pero ésta no podrá culminar para
dar paso a la democracia real, si no se adopta como decisión política
estratégica - como ya lo hicieron Inglaterra, Estados Unidos y Japón- que los
funcionarios sean los ciudadanos más aptos para prestar con eficiencia,
eficacia y responsabilidad institucional, el servicio público.
Si no hay funcionario profesional, no hay buen gobierno, ni desarrollo político,
económico o social aunque se tenga legislación y entramado institucional casi
perfectos. La ley es superior a todo hombre (como afirma Montesquieu en el
Espíritu de las Leyes), pero mujeres y hombres encargados de aplicarla
pueden corromperla, hacerla letra muerta por ignorancia, negligencia o
egoísmo, en contra de los intereses públicos más elevados.
Son ejemplos en nuestro país de los buenos resultados de un sistema de
méritos: el propio IFE, el INEGI y la Secretaría de Relaciones Exteriores. Sin
embargo es criticable y preocupante que en nuestro orden jurídico no se
contemple, el principio de mérito para los puestos titulares de los órganos del
Estado.
Hoy, la clave democrática es seleccionar a las mujeres y hombres más aptos,
para que a través de procesos públicos y transparentes de elección o
concursos, ocupen candidaturas a puestos de elección popular -primer paso
para la profesionalización del parlamento- y los de la administración pública y
de justicia en todos los niveles de gobierno.
Asignatura urgente
Una Constitución real, la efectiva procuración e impartición de justicia, la
evolución del amparo, el profesionalismo del poder judicial. Son retos urgentes
de superar, para sortear las crisis (política, social, económica y otras) que nos
aquejan, e instaurarnos en el desarrollo.
Constitucionalismo Latinoamericano
Al independizarse, la mayoría de países tomaron la Constitución de los Estados
Unidos como modelo (control difuso); después ha influido el sistema europeo o
austriaco, surgido después de la Segunda Guerra Mundial (donde se efectúa el
control constitucional a través de las “Cortes Constitucionales”). No obstante
esos aportes no existe un control eficaz de la Constitución (sus principios) en
los países de la región. La solución radica en adaptar al contexto social, con
decisión, un auténtico control o sujeción de leyes y actos a la Constitución.
Si por Constitución entendemos el equilibrio de poder –concepto científico que
aporta Aristóteles-; y siguiendo a la doctrina constitucional francesa que
sostiene que un Estado que no protege derechos humanos y en el que no hay
separación de poderes, carece de Constitución. Podemos afirmar que en
Latinoamérica falta mucho por hacer para cristalizar la esencia del
constitucionalismo.
Nos dice Fix Zamudio (en el estudio introductorio al Derecho Constitucional
Comparado de Paolo Biscaretti di Ruffia), que tradicionalmente se establecen
el habeas corpus y el juicio de amparo; además existen otras instituciones
paralelas, como el mandamiento de amparo (Brasil) contra actos
administrativos. Otros instrumentos son: el recurso de protección contra actos
de autoridades públicas (Chile); la acción de tutela parecida al amparo
(Colombia); la acción de cumplimiento contra cualquier autoridad renuente
acatar una ley o un acto administrativo. Él advierte, otros avances
relativamente recientes:
-El Ombudsman que está consolidándose.
-La paulatina supremacía del derecho internacional en materia de derechos
humanos, respecto de leyes ordinarias, pero no de la fundamental.
- Integración económica que ha propiciado acuerdos supranacionales que
limitan el concepto tradicional de soberanía.
- Consejo de la Judicatura, para el gobierno y administración de los organismos
jurisdiccionales.
En América Latina, el control difuso que cualquier juez ejerce para proteger a la
Constitución; las decisiones de las cortes constitucionales; o un sistema mixto,
en todo caso, requieren de un ámbito profesional y de rendición de cuentas;
que la ley y los jueces protejan derechos humanos bajo el más amplio
espectro; y que el Servicio Civil de Carrera Judicial sea una realidad y no un
coto de poder más. Si no hay decisión política en ese sentido, seguiremos
estancados en el subdesarrollo.
En la revista de Metapolítica, número 53, se aborda este tema de gran
actualidad. Enseguida presento un resumen de lo dicho por estudiosos, en
otras dos entregas daré otros puntos de vista, entre ellos el personal, mis
conclusiones y propuesta.
José Ramón Cossío, Ministro de la Suprema Corte de Justicia, trata el papel
que debiera tener ese tribunal para coadyuvar a la calidad de la democracia;
afirma que, siguiendo a Eduardo Morlino, la Suprema Corte debe tratar de
expandir los derechos fundamentales de todos los habitantes del país y
propone para ello: modificar la ley de amparo vigente para presentar de manera
más fácil las acciones, involucrar a un mayor número de autoridades e incluso
de particulares, lograr procesos más simples con efectos generales en las
resoluciones; proteger los derechos sociales, como medios materiales de vida;
finalmente, pone el acento en la tarea de la Corte relacionada con las acciones
de inconstitucionalidad de las leyes electorales.
Principios en el Derecho
Son reglas de actuación, imperativos éticos que complementan a la norma
jurídica, son parte del derecho, la sustancia que perdura en valores como la
equidad y la justicia. El derecho no sólo es ley, es resolución dialéctica de
conflictos procurando el desarrollo social. Justicia es la conciencia de la historia
para el desarrollo, y no hay tal sino se tienen claros los principios con los que
se relaciona cada caso controvertido (no sólo los jurídicos).
Afirma Jaime Cárdenas (en Los principios y su impacto en la interpretación
constitucional y judicial, Memoria del VII Congreso Iberoamericano de Derecho
Constitucional, UNAM, pp. 85-105) que el poder judicial ha desempeñado un
papel poco relevante en la legitimidad democrática, en Latinoamérica los
jueces dejaron de conocer y sancionar violaciones sistemáticas a los derechos
humanos; cita a Luis Pásara (en Justicia y ciudadanía realmente existentes,
ponencia presentada en el CIDE en 2001) para sostener que, en la región, la
justicia es cara, lenta, corrupta y está identificada con el poder.
Dworkin (Los derechos en serio, Barcelona, Ariel, 1984 pp. 61-208) afirma
que el jurista debe ser capaz de transitar de la moral al derecho y sentirse
obligado por los principios: “Las reglas jurídicas constituyen la punta de in
iceberg, la expresión institucionalizada pero parcial de un sistema normativo,
más compelo, vasto y profundo”.
Los principios ejercen una influencia real en el derecho: en su producción, el
legislador debe obedecer, por ejemplo, los constitucionales, bajo la pena de
invalidez de su producto; en la interpretación (conforme y sistémica,
básicamente); y en su integración (con base en el razonamiento práctico).
Siguiendo a Cárdenas, los principios son clave para el paso a un Estado
Constitucional (fundado en ellos); la argumentación abandona la aplicación
mecánica de la ley, atiende a los contextos económicos, sociales y políticos, y
se aproxima a la interpretación retórica basada en la ponderación y la razón;
gracias a ellos se amplían las fronteras del derecho y se atiende a su función
social, y a sus fines.
La conexión entre moral y derecho permite la crítica racional y constructiva a la
ley vigente, formular las nuevas leyes, y evaluar la legitimidad de las decisiones
judiciales.
Que los principios rijan en el derecho es el reto de la ciencia jurídica
contemporánea. Si la ignorancia de la ley “no sirve de excusa y a nadie
aprovecha”; la ausencia de principios, en el derecho, provoca graves daños
sociales.
Por una reforma constitucional de fondo
Soy partidario de que se reforme sustancialmente nuestra actual Constitución
bajo dos premisas: procurar mayor justicia, básicamente, a través de la
efectiva protección de los derechos humanos, y lograr que el poder político y la
administración pública sirvan verdaderamente al pueblo. De nada sirve al
gobernado un buen texto constitucional, como el que tenemos, si no se procura
e imparte justicia (conciencia de la historia para el desarrollo); si el gobierno es
corrupto e ineficiente; y si la clase política además de corrupta es
irresponsable.
Un Estado de Derecho protege a su ley fundamental y, en consecuencia, a sus
principios básicos que, para la ley suprema francesa, son los derechos
humanos y el equilibrio de poder sin los cuales el Estado carece de
Constitución. Actualmente los tribunales mexicanos, con base en el artículo 1
constitucional, protegen sólo las garantías que otorgan la Constitución y las
leyes –muchas veces hacen cumplir éstas en contra de aquélla-. A diferencia
de otros sistemas como el norteamericano que protege a través de todos los
jueces (control difuso), además de los derechos constitucionales, los que por
naturaleza pertenecen al hombre, es decir, a los derechos humanos in genere.
A la par de adoptar en la ley suprema la más amplia extensión a la protección
de los derechos humanos, en nuestra Constitución se deben instituir los
principios de un Servicio Civil de Carrera, un código ético de la administración
democrática que incluya la responsabilidad y la rendición de cuentas a políticos
y funcionarios, profesionalizar el parlamento con base en la democratización de
los partidos políticos; además de otros temas que propicien el desarrollo del
pueblo mexicano en todos los sentidos.
La Constitución y el equilibrio de poder.
Si por Constitución entendemos el equilibrio de poder, siguiendo a Aristóteles y
a otros autores como José de Jesús López Monroy, y no solamente la hoja de
papel -en Inglaterra no hay Constitución escrita-, la madre de las reformas
constitucionales es la modificación del artículo 1, para pasar de un sistema
jurídico positivista a uno iusnaturalista y proteger, en consecuencia, con la
mayor amplitud posible los derechos humanos contra el ejercicio indebido del
poder. No se trata de eliminar un defecto institucional por decreto, la medida es
pertinente debido a la madurez de nuestro sistema político, pero debe ir, en
todo caso, acompañada del fortalecimiento del poder judicial, por lo menos, en
dos grandes ejes: el Servicio Civil de Carrera Judicial basado el concurso
público abierto; y que su código de ética esté fundado, entre otros principios,
por la rendición de cuentas y la responsabilidad administrativa por la actuación
de los jueces, incluso, por el contenido de sus sentencias.
Un Estado de Derecho protege a su Constitución y, en consecuencia, a sus
principios fundamentales que, para la ley suprema francesa, son los derechos
humanos y el equilibrio de poder sin los cuales, afirma, el Estado carece de
Constitución.
Actualmente los tribunales mexicanos, con base en el artículo 1 constitucional,
protegen sólo las garantías que otorga esa ley fundamental; a diferencia de
otros sistemas como el norteamericano que protege, además de los derechos
constitucionales, a los que por naturaleza pertenecen al hombre, es decir, a los
derechos humanos in genere. En México la Constitución de 1857, de estilo
liberal, adoptó una fórmula similar a la de Estados Unidos, pero la inestabilidad
política de esa época, entre otros factores, provocó que en la mayoría de casos
la Suprema Corte no cumpliera con el mandato constitucional, para evitar un
choque entre poderes; hecho que hoy no podría ocurrir por la solidez de
nuestro sistema político-electoral y por la tendencia hacia un auténtico
profesionalismo de los jueces.
Estas ideas coinciden, en lo sustancial, con los planteamientos de Diego
Valadés en su obra El control del poder: “El constitucionalismo ha resuelto
muchos problemas, pero de la vieja agenda constitucional formulada durante el
siglo XVIII, subsiste la preocupación por el control del poder. Ya no se trata, en
todo caso, de encontrar nuevos instrumentos con relación a la amplia gama
existente, sino de hacerlos más operativos.” Es precisamente la adopción de la
escuela ius naturalista del derecho, la que nos permitirá una aplicación más
efectiva del Derecho debido a que, entre otras muchas consecuencias, los
tribunales constitucionales como la Suprema Corte de Justicia de la Nación o el
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ampliarían su protección
a derechos que el hombre tiene por naturaleza con los límites de la experiencia
y la razón judiciales. Al respecto Colmes expresa que las dos frases que
caracterizan al Common Law son: la vida del Derecho no está en la lógica –del
poder- sino en la experiencia judicial; y, la que define que, el Common Law es
la ley hecha por el juez o -jude made Law-.
En efecto, acercarnos más al Common Law se convierte en una exigencia para
consolidar el Estado de Derecho y la Democracia en México, se trata de
trascender a un sistema de equilibrios, contrapesos y de control efectivo del
poder, sin descuidar nuestras herencias jurídicas del Derecho continental o
canónico que tienden a este mismo fin.
Cabe destacar que las dos tradiciones del derecho occidental no son
excluyentes sino concordantes en la medida que persiguen la justicia y la
aplicación efectiva del derecho, como lo indica Javier Martínez Torrón, en su
Derecho Angloamericano y Derecho Canónico, al decir que el derecho inglés
recibió una experiencia decisiva de los canonistas medievales a través del
Decreto de Graciano cuando se adoptaron las reglas de Derecho de Bonifacio
VIII. Entonces las cortes elaboradas por el canciller, que dejó de ser
eclesiástico después de la intervención de Tomás Moro en 1529, trajeron a
colación los sistemas canónicos, no sólo adoptando el procedimiento escrito
sino resolviendo conforme a la conciencia del monarca, acudiendo, entonces, a
la equidad.
Esperamos que las propuestas políticas de estos tiempos electorales se
centren en un debate serio y responsable en todas las materias de interés
público; en cuanto al Derecho se refiere, los mexicanos esperamos vivir en un
medio más justo, en donde la ley se respete y, fundamentalmente, en un
auténtico Estado de Derecho, porque la ciencia jurídica agrupa, además de la
ley y la justicia, a los principios generales del derecho, a la jurisprudencia, etc.,
por eso es que el Derecho carece de lagunas a diferencia de las normas
emanadas del poder legislativo.
No sólo el cumplimiento irrestricto de la ley contribuye a lograr un auténtico
Estado de Derecho, porque esta pude ser injusta; tampoco es parte de ese
Estado, la justicia concebida como un sentimiento popular acerca del bien, la
verdad o la felicidad, alejado, en todo caso, de los fallos de la autoridad judicial.
Pues, por una parte, la justicia tiene un sin número de significados relativos
como el de “dar a cada quien lo que le corresponde”; y, por la otra, la igualdad
ante la ley o el principio de legalidad puede ser una fórmula carente de justicia,
como nos explica Kelsen en su texto ¿Qué es la Justicia?: si la ley otorga
derechos políticos a los hombres y no a las mujeres, a los miembros de una
determinada religión o raza y no a los de otra, se respetará el principio de
igualdad ante la ley cuando los jueces resuelvan en esos términos –continúa
diciendo:- “Este principio difícilmente tiene algo que ver con la igualdad.
Expresa únicamente que el derecho deberá ser aplicado de acuerdo con su
propio sentido – Kelsen confunde derecho con ley-. Es el principio de
juridicidad o legalidad, que por su propia esencia es inmanente a todo
ordenamiento jurídico sin que para esto interese el que dicho ordenamiento sea
justo o injusto.”
Justicia como fin del Derecho y ley como principal fuente del mismo, son
conceptos básicos para la ciencia jurídica, y el discurso político si los puede
conjugar: primero, al proponer en la ley suprema la más amplia extensión a la
protección de los derechos humanos, con base en la propuesta de modificación
del artículo 1 constitucional, que sirva como contrapeso al ejercicio del poder
público al salvaguardar los derechos naturales del hombre; y, segundo, para la
mejor impartición de justicia de los tribunales constitucionales y como equilibrio
de poder ante sus nuevas atribuciones para proteger derechos naturales:
plantear, también en la ley, el mejoramiento de los niveles del Servicio Civil de
Carrera en materia judicial y la adopción de los principios y valores de la
administración democrática como la rendición de cuentas y la responsabilidad,
ante actos de corrupción o decisiones no apegadas a Derecho.
Altos sueldos, inamovilidad y libre designación, no propician mejor impartición
de justicia; de la selección basada en el mérito sí depende la alta calidad de la
misma.
Recientemente se avivó el debate en este tema, por la llamada Ley de Salarios
Máximos y la próxima reforma del Estado y, en ella, del sistema de justicia.
Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Corte (Milenio, 14 de marzo de 2007) refirió
“El diseño constitucional… demanda salvaguardas y garantías para los
juzgadores, como la inamovilidad, la irreductibilidad de su salario y la previsión
de un retiro digno”. Considero que el ministro confundió estabilidad laboral con
inamovilidad, recordemos que la conciencia de la eventualidad en cualquier
cargo público es propia de la democracia (Kelsen), basta recordar que nuestra
Constitución establece el periodo de duración en cada cargo importante en el
poder judicial: ministros 15 años, magistrados y jueces 6 años, etc. (arts. 94 y
97, respectivamente). A diferencia de la inamovilidad, la libre designación –
ambos principios propios de sistemas autoritarios- si esta permitida en la
Constitución, art. 97, párrafo cuarto, al establecer que tanto la Suprema Corte
(ministros), como magistrados y jueces nombrarán y removerán a sus
respectivos funcionarios y empleados. Cuestión que, sin duda, debería cambiar
para adoptar el principio contrario, es decir, el de mérito.
El salario es un incentivo que se agota rápidamente, el empleado se
acostumbra fácilmente a un modo de vida sustentado en él; salario justo es el
que promueve el desarrollo personal pero también el económico de la
sociedad, por lo que los sueldos muy elevados son ineficientes; pues, con ellos,
no se obtiene máxima calidad, ni ésta es al más bajo costo –los del poder
judicial federal en México son muy superiores a los de cualquier poder u órgano
de gobierno en el país y en América-.
El pasado 23 de abril la Jornada destacó que la Corte corregirá errores en los
concursos para jueces de distrito debido a que son inconstitucionales y han
afectado la carrera judicial, lo que muestra deficiencias en el ingreso a ese
poder.
Propongo para la mejor selección de secretarios y jueces: un perfil profesional
para cada cargo; pasar de un sistema contenido a uno abierto que acepte
aspirantes externos, mediante convocatoria y concurso públicos; valoración
curricular objetiva, exámenes de conocimientos generales con guías de estudio
y específicos para la solución de casos –se medirán habilidades y actitudes-; y
entrevistas por un grupo de expertos con un bajo valor ponderado, por su
subjetividad.
En México, se plantea actualmente en la reforma del Estado, el mejoramiento
del sistema de justicia. En abono del ideal de justicia propongo que además de
fortalecer los principios de legalidad, control de la legalidad, responsabilidad y
rendición de cuentas; la conciencia de la verdad histórica ante cualquier
conflicto de intereses tienda al desarrollo.
Por desarrollo, vamos a entender el progreso, crecer económica, social, cultural
y políticamente (diccionario de la Real Academia Española).
El problema de la justicia es una pregunta sin respuesta absoluta -lo sostiene
Kelsen en su obra ¿Qué es la justicia?-.
Aristóteles apunta que justicia es la mejor virtud (el punto medio entre el vicio
de exceso y el de defecto) necesaria para mantener el orden social; Platón
coloca a la legalidad o justicia -es una confusión- por encima de la verdad; Kant
señala que justicia es conducirse de acuerdo a las normas generales del orden
social; Jeremías Bentham destaca la felicidad y Kelsen la libertad, como
esencia de la justicia.
El problema de la justicia en el mundo se ha resuelto, retomando las ideas
anteriores, con el cumplimiento de la ley para mantener el orden social; y con
base en la evolución del derecho para el desarrollo, como en Estados Unidos e
Inglaterra, en que la conciencia de la historia para evitar los errores del pasado.
Es decir, el estudio de casos con base en la experiencia, la responsabilidad y el
profesionalismo de los jueces, promueve el progreso.
Por ejemplo, para el desarrollo de un Estado Democrático de Derecho, una
mejor economía y un gobierno de resultados, se requiere una justicia: que
proteja de manera efectiva derechos humanos y que equilibre el poder
(Constitución Francesa); que en sus determinaciones procure que la
Democracia sea sinónimo de libertad e igualdad, al respecto recientemente
Sartori mencionó que en México la Democracia no es sinónimo de igualdad (El
Universal, 11 de abril de 2007); que opte por impulsar impuestos
proporcionales, equitativos y progresivos para la economía; que proteja el
mérito en el servicio público para que a través de funcionarios profesionales,
que rindan cuentas y sean responsables, se logre legitimidad social por la
confianza en los resultados de gobierno, obtenidos al menor costo y con la
máxima calidad.
La justicia como instrumento para el desarrollo, fundado en la verdad histórica,
objetiva, racional, es uno de los más importantes retos del México de hoy.
En Latinoamérica al independizarse la mayoría de países tomaron la
Constitución de los Estados Unidos como modelo (control difuso); después ha
influido el sistema europeo o austriaco, surgido después de la Segunda Guerra
Mundial (donde se efectúa el control constitucional a través de las “Cortes
Constitucionales”). No obstante esos aportes no existe un control eficaz de la
Constitución (sus principios) en los países de la región.
En conclusión, una forma de gobierno democrática, una Constitución que
propicie el equilibrio de poder, un control efectivo de la Ley Fundamental,
aunado a un ámbito administrativo profesional y de rendición de cuentas, son
propuestas de valor científico que propician el desarrollo democrático.
Las bases constitucionales del amparo no sólo se ubican en el artículo 103 y
107 constitucionales que son la base de su procedencia y de sus principios,
sino que se derivan del contenido integral de la Constitución.
La historia de la Constitución va de la mano de la historia de la protección de
los derechos humanos, es la lucha contra el absolutismo y los actos autoritarios
de poder, de ahí el éxito y la trascendencia jurídica y política de la citada
institución. No obstante lo anterior, son criticables los efectos restrictivos de la
protección judicial lograda con el amparo, lo que se puede observar claramente
en sus principios constitucionales.
La propuesta concreta consiste en que el amparo evolucione hacia una acción
social, de efectos generales, que equilibre el poder político con eficacia al
defender derechos humanos y se logré así, el desarrollo político y democrático
de México.
Juan Manuel Crisanto Campos

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