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En el acto de escribir la cultura lo que surge siempre es una inscripción de vidas humanas

altamente subjetiva, parcial y fragmentaria- pero también profundamente sentida y


personal- que se basa en un testimonio visual y oral. El acto de testificar es lo que confiere
a este trabajo su carácter moral. La observación participante involucra al etnógrafo en
ámbitos de la vida humana donde ella tal vez hubiese preferido no involucrarse, y una vez
allí no sabe cómo empezar a dar cuenta de aquello sino escribiendo, a través del cual a su
vez involucra a los otros que conforman el entorno y los hace formar parte del acto de
testificar.

Esta investigación intenta explicar la economía moral de la tristeza que atraviesan los
pobladores de Bon Jesus da Mata (nombre que ella le pone, para no revelar el verdadero
nombre del lugar) del Nordeste brasileño, entendiendo la lógica cultural que hay a través
del duelo en un contexto de violencia estructural. Las vidas que describe, no son vidas
normales, son vidas cortas, violentas y hambrientas de los habitantes de la sociedad
nordestina. Y su pregunta central es por qué las mujeres, aparentemente, no lloran por la
muerte de sus hijos.

Es importante mencionar que la autora realizó dos viajes a la zona del Nordeste Brasileño,
Pernambuco. En el primer viaje que hizo, trabajó en la barriada de la colina llamada Alto
do Cruzeiro, esta primera etnografía tiene sus orígenes en realidades y dilemas prácticos: en
la violencia cotidiana que enfrentan diariamente los moradores del Alto Cruzeiro. La autora
trabajaba como agente de salud rural para el Departamento de Sanidad de Pernambuco,
tenía la labor de una “visitadora” (trabajadora sanitaria). La importancia de mencionar esta
primera experiencia es porque tiene un primer encuentro con la mortalidad infantil que la
marcó de forma imborrable.

Como trabajadora comunitaria especializada en salud materno- infantil lo que le interesaba


era saber qué formas “apropiadas” de intervención había que proponer e introducir. Eran
los años 60s, y ella se esforzaba por mantener una visión positiva de la vida de la barriada,
lo cual implicaba (antes de su formación como antropóloga cultural) atribuir todas las
desgracias y sufrimientos humanos a causas que eran puramente del exterior, por ejemplo el
racismo, explotación de clase, imperialismo político y económico, etc1. Proyectaba en sus
amigas y vecinos del Alto una confortable ilusión de “familiaridad y semejanza”. Todos y
todas eran muy parecidos, bastante iguales (eso creía pensar) bajo la capa superficial de las
diferencias culturales.

Esas actitudes resultaron al final inadecuadas. Enterraba sus conflictos refugiándose en un


torbellino de actividades, atendiendo a la multitud de pequeñas crisis diarias relacionadas
con el funcionamiento de la asociación de la barriada.

En el año 1982 regresó a Brasil (pero esta vez con su esposo Michael Hughes y sus tres
hijos: Jennifer, Sarah y Nathanael. Los cuatro ayudaron a la autora para realizar su trabajo
etnográfico, sobre todo sus tres hijos quienes tenían una visión de la sociedad muy diferente
a la de los adultos) para comprender hechos que le habían desconcertado, fue a comprobar
si había cambiado la relación entre muertes en el hospital y en la casa, entre muertes
públicas y privadas. En este caso, tuvo muy claro cuál era la temática principal de su
investigación. Se había cristalizado durante una auténtica extinción de bebés en la sequía de
1965. La escasez de comida y agua y el caos político y económico ocasionado por el golpe
militar de 1964 (contexto de su primer viaje) tuvieron su reflejo en los registros de
“nacimientos y defunciones” manuscritos en los grandes libros del cartório civil. Pero no
eran las muertes lo que la sorprendían. Lo que le preocupaba no era algún misterioso
enigma epidemiológico. En las míseras condiciones de vida de la barriada había razones
suficientes para explicar las muertes. Más bien lo que la dejaba perpleja era la aparente
“Indiferencia” de las mujeres del Alto ante la muerte de sus bebés y la tendencia a atribuir a
las propias criaturas una “aversión” a la vida que hacía que sus muertes parecieran
completamente naturales.

A pesar de que oía y veía, no conseguía captar el significado del drama social que se estaba
representando delante de ella. Se topó con la opacidad de la cultura, al darse cuenta que las
mujeres del Alto y ella eran extrañas las unas a las otras y mutuamente ininteligibles.

1
La labor que indicamos como positiva hasta ese entonces implicaba un sometimiento al constante al
imaginario del investigador, el cual, tal como lo señala Howard Becker: “A falta de conocimiento real, el
imaginario toma la posta”. Al respecto, véase. BECKER, Howard. Trucos del oficio. Madrid, siglo XXI
editores, 2009, p. 33.
Entonces la autora se hace las siguientes preguntas: ¿qué hacía que la muerte fuese algo tan
pequeño, algo de tan poca importancia en el Alto do Cruzeiro? ¿Es que la exposición a
tanta enfermedad, tanto hambre y tanta pérdida había petrificado el corazón de aquellas
mujeres?

No logró responder estas cuestiones hasta que atravesó por una experiencia que la marcó.
Una vez, al estar en su casa, una mujer tocó la puerta, aquella tenía un niño de dos años, el
cual estaba casi cadavérico. Nancy quiso salvarlo y lo llevó al hospital, pero los doctores le
decían que era demasiado tarde para él; sin embargo, le colocó una sonda intravenosa. El
niño dejó su anterior pasividad y sacó la energía que le quedaba para luchar contra la sonda.
Pero la lucha fue sólo el principio de una larga hora de “delirio”. En ese momento la autora
dijo: “gracias a Dios murió”.

Me parece que es un tema que lo describe muy bien Renato Rosaldo en su libro “Cultura y
Verdad”, al hablar de la importancia de la experiencia cuando él estudia a los ilongotes.
Rosaldo dice que se debe explorar la fuerza cultural de las emociones para delinear las
pasiones que provocan ciertas formas de conducta humana, además cuando se introduce la
experiencia personal de la persona que estudia su objeto (en este caso la experiencia de
Scheper- Hughes) y se compara con la experiencia de el “otro” hay una cercanía reveladora
para lo que se quiere estudiar. No se trata de convertirse ni ser uno de ellos.

Además, ni Rosaldo ni Scheper- Hughes dejan de lado la importancia del registro de


sentimientos del sujeto estudiado. La objetividad es más potente cuando logra articularse
con subjetividades que afectan la vida de las personas estudiadas, que en el caso de Rosaldo
con los ilongotes y en el caso de Scheper- Hughes son las mujeres del Alto.

Para la autora la aparente indiferencia de las madres del Alto hacia las muertes de algunos
de sus hijos no es sino un reflejo de la indiferencia oficial de la Iglesia (hay que recordar
que el 85% de la población se identificaba como católica, entonces cuando se producía una
muerte infantil las mujeres intentaban reemplazar cuanto antes el bebé perdido por esa
razón se embarazan de nuevo ya que las madres del Alto estaban en medio de una gran
confusión moral y teológica), y el Estado ante las dificultades de las madres pobres y sus
hijos.
A pesar de la modernización de la economía brasileña, hasta transformarse en una potencia
mundial durante la segunda mitad del siglo XX, las tasas de mortalidad infantil no
mostraron en ningún sitio el esperado descenso. Es precisamente en esta parte en donde la
autora destaca que el capitalismo no habría servido en la vida diaria de las personas,
entonces la situación no había cambiado y las relaciones de dominación e indiferencia se
habrían “normalizado”. El trabajo de campo etnográfico, gira entorno a las mujeres y la
concepción de la maternidad y la vida cotidiana en una barriada marginada por la pobreza
y la exclusión.

Las estrategias metodológicas que utiliza la autora para resolver las interrogantes que se
mencionaron líneas más arriba fueron las entrevistas a las propias mujeres del Alto
(mujeres de clase media y de clase baja), a los grandes funcionarios como el Alcalde de
Bom Jesus , al cura de la iglesia, ya que sólo de esta manera se podría comprender la
magnitud y el significado del problema, también tuvo referencias cuantitativas, por ello se
basó en estadísticas municipales, en censos pasados, en registros de hospitales y utiliza las
fotografías para marcar pasajes objetivos, ya que el fotógrafo, en este caso la asistente e
hija mayor (Jennifer) de la autora trata de captar objetivamente un momento casual de la
realidad. Además, al igual que la etnografía, las fotografías que se pueden ver en el libro
hacen un delineamiento de los personajes y de la realidad (se registran a personas actuando
en sociedad).

En el trabajo de campo de que realizó Scheper- Hughes el tipo de trabajo que realiza es de
observación participante directa que se evidencia en la forma de involucrarse (que a veces
se confunde con la identificación) que ella tiene con su objeto de investigación (interviene
de manera subjetiva y parcial). Es una experiencia situacional (hay de por medio prejuicios,
estereotipos con un afán del conocimiento de la verdad)2. Por eso mismo, la autora no
hubiera podido acceder tan fácilmente a las mujeres del Alto si no hubiera sido por su
asistente Irene Lopes da Silva quien residía en el Alto do Cruzeiro, Irene condujo
entrevistas etnográficas y tomó sus propias notas de campo elípticas y algo idiosincráticas,

2
Esto puede estar en correlato por lo establecido por Becker que señala que hay que tratar de aminorar la
peligrosidad que pueden tener los prejuicios. Asimismo puede ir en relación a lo establecido por Schutz en
“El Forastero. Ensayo de psicología social”, el cual destaca que el investigador no podrá conocer la cultura
ajena en su totalidad porque siempre manejará una lógica de forastero. Ver: SCHUTZ, Alfred. Estudios sobre
teoría social. Buenos Aires, Amorrortu editores, 1999.
tenía el don de la imaginación sociológica que le permitía relacionar intuitivamente las
preocupaciones y problemas individuales de las mujeres del Alto con los males sociales y
económicos y las cuestiones políticas que enfrentaba Brasil. Es por Irene que la autora
logra comprender las elecciones y los dilemas morales que enfrentaban las mujeres del
Alto. Es aquí donde la línea recta continua y extenuante de la vida cotidiana es
interrumpida simbólicamente (y en la realidad). Durante el carnaval, lo que más ven los
pobres del Alto do Cruzeiro, especialmente las mujeres, son escenas de su propia exclusión,
marginalidad, enfermedad y endeudamiento.

Así como Clifford Geertz explica la sociedad de Balí mediante la riña de gallos,
describiéndola como un teatro y una metáfora ritual, es su estilo construir y dar cuenta de
una sociedad (Bali), Scheper-Hughes tiene una forma particular de describir Bom jesus da
Mata y dice que el mundo de la vida cotidiana se estructura a través de la metáfora de la
lucha, en la cual el sufrimiento, el dolor y la enfermedad marcan el paso del tiempo y el
espacio a lo largo del camino que lleva inevitablemente a muerte; sin embargo, una vez al
año el carnaval rompe con esa trayectoria lineal y trágica que se vive en el Alto
diariamente.

Por último, en toda la etnografía podemos darnos cuenta que la autora siempre propone sus
puntos de vista para analizar los problemas del Alto. Lo que describe, no sólo es lo que ella
ha atestiguado como etnógrafa sino que presenta como datos objetivos, lo presenta como
datos que tienen interrelación sistémica, son datos que tienen explicación causal (mediante
la religión, el parentesco, lo económicos, etc.)

Los datos que ella tiene se relacionan entre sí y nos pone (como lectores) en un asunto de
verosimilitud; es decir, logra que haya un sentido de realidad. Eso lo hace posible gracias a
su realismo descriptivo de carácter contextual (entiende a las mujeres del Alto en sus
propios términos) mediante las transcripciones de las entrevistas que cita en la etnografía,
es allí donde nosotros (como lectores) podemos apreciar la manera en que aquellas mujeres
construyen su subjetividad, para que lo interpretemos a nuestra manera.

Creo importante mencionar, que cuando se lee esta etnografía, se puede “vivir” y
“observar” el Alto do Cruzeiro a través de la descripción de Nancy Scheper- Hughes. No
sólo leemos una verdad etnográfica, sino que la intencionalidad de la autora es contarnos la
etnografía y es como si sintiéramos los cursos de la sociedad estudiada por ella. La
importancia de Sheper- Hughes es que logra captar la racionalidad propia de los actores (en
este caso las mujeres del Alto).

El dato etnográfico es construido en la comparación intercultural. Este tipo de comparación


la realiza desde una perspectiva de análisis diferencial. Esta etnografía se sitúa en el marco
de la comparación intercultural, la autora compara su investigación con la de otros autores
por ejemplos los trabajos de Paulo Freiré (“Cultura del silencio”), Levi-Strauss (al cual
critica por idealizar los trópicos en sus escritos sobre la elegancia y la belleza de la
mitología y el pensamiento primitivo), entre otros.

Por último, la autora no intenta ocultarse tras el disfraz del narrador invisible y
omnipresente en tercera persona, en vez de ellos entra abiertamente en diálogos y a veces
también en conflictos y desacuerdos con las personas del Alto. La entrevista etnográfica es
más dialógica que monológica, y el conocimiento antropológico es producido a partir de
una interacción humana y no meramente “extraído” de informantes “nativos” ajenos a las
agendas ocultas que llevan consigo los antropólogos. Scheper- Hughes intenta ofrecer
descripciones y análisis verdaderos y ajustados a los acontecimientos y a las relaciones tal
como las percibió y tal como a veces participó en ellas. Confía en darnos elementos para
que podamos apreciar, de manera más profunda, la forma en que se acumulan los “hechos”
etnográficos en el curso de la participación cotidiana de la comunidad.

Bibliografía

1. BECKER, Howard. En “Trucos del oficio”. Madrid, siglo XXI editores, 2009.
2. GEERTZ, Clifford. En “La interpretación de las culturas”: Juego profundo: notas
sobre la riña de gallos en Bali. Nueva York, gedisa, 1973.
3. ROSALDO, Renato. En “Cultura y verdad: nuevas propuestas de análisis social”.
México, Grijalbo, 1989.

4. SCHUTZ, Alfred. En “Estudios sobre teoría social”, capítulo 4: “El Forastero.


Ensayo de psicología social”. Buenos Aires, Amorrortu editores, 1999.

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