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CoLECCIÓN TIERRA FIRME

López, Rafael. Crónicas escogidas.


López Páez, Jorge. Mi hermano Carlos. TEORíA Y CRfTJCA DEL PENSAMIENTO
Magaña-Esquivel, António. Teatro mexicano del siglo xx. IV.
Maillefert, Alfredo. Velero romántico. LATINOAMERICANO
Martínez, José Luis. El ensayo mexicano moderno. 1.
Martínez, José Luis. El ensayo mexicano moderno. 11.
Mojarro, Tomás. Bramadero.
Mojarro, Tomás. Cañón de Juchipila.
Montemayor, C. Abril y otros poemas.
Montes de Oca, Marco Antonio. Las c<rnste1ácioiies secretas.
Montes de Oca, Marco Antonio. Poesía reunida.
Montes de Oca, Marco Antonio. El surco y la brasa.
Nandino, Elías. Cerca de lo lejos.
Novo, Salvador. Poesia.
Owen, Gilberto. Obras.
Pacheco, José Emilio. Irás y no volverás.
Paz, Octavio. La estación violenta.
Paz, Octavio. Libertad bajo palabra.
Paz, Octavio. Pasado en claro.
Pac, Octavio. Pasado en claro. (Edición de lujo) .
.Paz, Octavio. Xavier Villaurrutia en persona y en obra.
Pellicer, Carlos. Hora de junio.
Pellicer, Carlos. Práctica de vuelo.
P~llicer, Carlos. Recinto y Otras imágenes.
P.ellicer, Carlos. Reincidencias. Obra inédita y dispersa.
Pellicer, Carlos. Subordinaciones.

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OBRAS COMPLETAS DE ALFONSO REYES *


Reyes, Alfonso. Obra~ completas. I. Cuestiones estéticas. Capítulos
de literatura mexicana. Varia.
Reyes, Alfonso. Obras completas. II. Visión de Anáhuac. Las vísperas
de España. Calendario.
Reyes, Alfonso. Obra~ completas. m. El plano oblicuo. El cazador.
El suicida. Aquellos días. Retratos reales e imaginarios.
Reyes, Alfonso. Obras completas. v. Historia de un siglo. Las mesas
de plomo.
Reyes, Alfonso. Obras completas. .VI. Capítulos de la literatura es-
pañola.
Reyes, Alfonso. Obras completas. vn. Cuestiones gongorinas. Tres
alcances a Góngora. Varia. Entre libros. Páginas adicionales.
Reyes, Alfonso. Obras completas. VIII. Tránsito de Amado Nervo.
De viva voz. A lápiz. Tren de ondas. Varia.
Reyes, Alfonso. Obras completas. I.X. Norte y Sur. Los trabajos y
los días. História natural das Láranjeiras.
Reyes, Alfonso. Obras completas. x. Constancia poética.
Reyes, Alfonso. Obras completas. XI. Oltima Tule. Tentativas y
orientaciones. No hay tal lugar.

*A LOS ANTIGUOS SUSCRIPTORES: Existen algunos ejemplares disponibles


de las ediciones A y B, de venta en nuestra librería.
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Instituto Panamericano de Geografía e Historia
t ARTURO ANDRES ROIG
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Las opiniones expresadas en la presente publicación, son de cxclusiv:t
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Primera edición, 1981 1

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D.R. © 1981, FoNDO DE CuLTURA EcoNÓMrCA


Av. de la Universidad, 975; México 12, D. F.

ISBN 968-16-0661-2 r
Impreso en México
1'
1

Este libro es fruto de una serie de confe- INTRODUCCióN


rencias, cursos y seminarios sobre pensa-
miento latinoamericano, pronunciados en la
Universidad de Burdeos (Francia), 1969;
la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y SU NORMATIVIDAD
Argentina), 1971-1975; la Universidad Na-
cional Autónoma de México, 1972 y 1977; LA FILOSOFíA se caracteriza por ser un tipo de pensamiento que
el l~tituto de Estudios Latinoamericanos se cuestiona a sí mismo. En tal sentido podría afirmarse
"Rómulo Gallegos" (Caracas), 1975; y la que, aun mucho antes de la aparición de Kant, la filosofía se
Pontificia Universidad Católica del Ecua- ha organizado como saber crítico, si bien es a partir del filó-
dor, 1976 y 1978-1979. Algunos de sus temas sofo alemán cuando se tomó una clara conciencia tanto de
fueron además presentados en el JI Con-
greso Argentino de Filosofía (Córdoba), <' ese carácter como de su necesidad.
1971; el Coloquio sobre Problemas de Inte- En cuanto crítica, la filosofía supone además tina filosofía
gración. Cultural Latinoamericana (Cara- de la filosofía. Es decir, lo crítico no se reduce a una investi-
cas), 1974; el Primer Coloquio Nacional de gación de los límites y posibilidades de la razón, con una
Filosofía (Morelia, México), 1975; el XXX intención exclusivamente epistemológica, es algo más que esto.
Congreso Internacional de Ciencias Huma- S_e trata de una meditación en la que no sólo interesa el co-
nas en Asia y Africa del Norte (México), nocimiento, sino también el sujeto que conoce, el filósofo en
1976; el· III Encuentro Ecuatoriano de Fi- particular, en su realidad humana e histórica. De ahí que una
losofía (Quito), 1978; etcétera.
filosoña de la filosofía pretenda tener una amplitud mayor que
la tradicional critica de la razón; se trata, en efecto, de un tipo
de crítica más amplio que pretende responder a una proble-
mática que incluye cuestiones relativas a la misma vida filo-
sófica.
Y en verdad, esa amplitucide lo crítico se. encuentra, aunque
no sea objeto declarado y buscado, en la filosofía kantiana·
misma. No se ha observado, por ejemplo, hasta qué grado la
crítica supone en Kant lo regulativo y hace que hi filosofía s~
constituya en un saber normativo, 'en el que la norma no resulta
algo externo a la filosofía, sino algo derivado de sil misma es-
·,- tructura, que atiende no sólo a los límites de la razón, sino tam-
bién al modo de ser del hombre, incompatible muchas veces
con aquellos límites tal como los plantea el kantismo.
Y así, una de las normas dice "que es necesario evitar todo
juicio trascendente de la razón pura", pero otra aconseja, de
un modo que según el mismo 'Kant tan sólo en apariencia es
contradictorio, "elevarnos hasta conceptos que estén dados fuera
del uso empírko de la .tazón".1 La filosofía apárece, pues, como
un saber normativo que tiene en cuenta no sólo la .naturaleza
de la r~ón~ sino también Ja del hombre que usa de esa tazón,
aun en éontra de sus propias posibilidades, con lo que la crítica
adquiere una amplitud que le restituye su verdadero valor.
Ahora bien, la primera pauta enunciada por J{ant tiene su
1 Kant, Prolegómenos a toda metafísica del porvenir, Conélusiones, pará-

grafo 57, in fine.


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~-

Este libro es fruto de una serie de confe- INTRODUCCióN


rencias, cursoi y seminarios sobre pensa-
miento latinoamericano, pronunciados en la
Universidad de Burdeos (Francia), 1969;
la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Et PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y SU NORMATIVIDAD
Argentina), 1971-1975; la Universidad Na-
cional Autónoma de México, 1972 y 1977; LA FILOSOFÍA se caraCteriza por ser un tipo de pensamiento que
el Instituto de Estudios Latinoamericanos se cuestiona a sí mismo. En tal sentido podría afirmarse
"Rómulo Gallegos" (Caracas), 1975;- y- fa que, aun mucho antes de la aparición de Kant, la filosofía se
_,Pontificia Universidad Católica del Ecua- ha organizado como saber crítico, si bien es a partir del filó-
dor, 1976 y 1978-1979. Algunos de sus temas sofo alemán cuando se tomó una clara conciencia tanto de
fueron además presentados en el 11 Con-
greso Argentino de Filosofía (Córdoba), ~.~ ..... ese carácter como de su necesidad.
1971; el Coloquio sobre Problemas de Inte- En cuanto crítica, la filosofía supone además una filosofía
gración Cultural Latinoamericana (Cara- de la filosofía. Es decir, lo crítico no se reduce a utia investi-
cas), 1974; el Primer Coloquio Nacional de gación de los límites y posibilidades de la razón, con una
Filosofía (Morelia, México), 1975; el XXX intención exclusivamente epistemológica,_ (;!S __algo más que esto.
Congreso Internacional de Ciencias Huma- Se trata de una meditación en la que no sólo interesa el co-
na<; en Asia y Africa del Norte (México), nocimiento, sino también el- sujeto que conoce, el filósofo en
1976; el I/1 Encuentro Ecuatoriano de Fi-
losofía (Quito), 1978; etcétera. particular, en su realidad humana e histórica. De ahí que una
filosofía de la filosofía pretenda tener una amplitud mayor que
la tradicional critica de la razón; se trata, en efecto, de un tipo
de crítica más amplio que pretende responder a una proble-
mática que incluye c~nes relativas a la misma vida filo-
sófica.
Y en verdad,· esa amplitud de lo crítico se encuentra;-fitinqúe .
no sea objeto declarado y buscado, en la filosofía kantiana
misma. No se ha observado, por ejemplo, hasta qué grado la
crítica supone en Kant lo regulativo y hace que lá filosofía se
constituya en un sabér normativo, 'en el que la norma no resulta
algo externo a la filosofía, sino algo derivado de su misma es~
tructura, que atiende no sólo a los límites de la razón, sino tam-
bién al modo de ser del hóinbre, incompatible muchas veces
con aquellos límites tal como los plantea el kantismo.
Y así, una de las normas dice "que es necesario evitar todo
juicio trascendente de la razón pura", pero otra aconseja, de
un modo que según el mismo Kant tan sólo en apariencia es
contradictorio, "elevarnos hasta conceptos que estén dados fuer:a
del uso empírico de la razón".1 La filosofí~ aparece, pues, como
un saber normativo que tiene en cuenta no sólo la naturaleza
de la razón, si11o también la del hombre que usa de esa raZón,
aun en éontra de'sus propias posibilidades, con lo que la crítica
adquiere una amplitud que le- restituye su verdadero valor.
Ahora bien, la primera pauta enunciada por Kant tiene su
1 Kant, Proleg6menos a toda metafísica del porvenir, Conclusiones, pa(á·
grafo 57, in fine. .
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10 INTRODUCCióN r INTRODUCCióN 11

origen en la investigación por él realizada anteriormente que toda prª-ctica es necesariamente "utilitaria" en el sentido pe-
le había llevado a fundar la ciencia en los juicios sintéticos a yorativo que el valor "útil" muestra en los pensadores que en-
priori, lo cual suponía, por lo demás, una determinación previa tienden la filosofía dentro de los viejos esquemas del saber
de esos mismos a priori, que como sabemos son de tipo formal contemplativo, y en cuanto práctica contiene una normatividad
lógico o epistemológico. Mas, la segunda pauta, propuesta de que le es propia, no meramente añadida.
modo tal que no cayera en contradicción con la anterior, supone El hecho de que el saber filosófico sea una práctica, surge
otro tipo de a priori, distinto, de carácter antropológico, así con claridad justamente de la presencia del a priori antropoló-
expresamente señalado por el mismo Kant y claramente reco- gico, cuyo señalamient<r~estituye a la. filosofía su valor de
nocido cuando nos habla de la metafísica como una exigencia "saber de vida", más que su pretensión de "saber científico",
espontánea e inevitable del hombre, o cuando nos afirma que y da a la cientificidad de la misma su verdadero alcance.
existirá siempre una metafísica y que ella es apremiante- nece- En este sentido aparece ·precisamente entendida la norma-
sidad de la que nos es imposible renunciar,. etc. 2 «· tividad de la filosofía cuando Hegel en su Introducción a la
De este modo, la filosofía, una vez que ha determinado sus historia de la filosofía se plantea el problema del "comienzo
posibilidades mediante un cierto tipo de crítica, que en el caso de la filosofía. y de su historia". Allí nos dice que tiene . su
kantiano es llevada a cabo en dos niveles, el lógico-trascendental comienzo concreto, es decir, histórico, en la medida en que el
y el antropológico, no puede menos que organizarse sobre una sujeto filosofante "se tenga a sí mismo como valioso absolu-
cierta normatividad. Lo crítico mismo exige necesariamente lo tamente" (also schlechthin für sich gelten will) y que, en contra
normativo, como co<;a interna de la filosofía. de lo que Hegel entiende que es el "carácter oriental", "sea
Este hecho no ha sido, sin embargo, entendido siempre de tenido como valioso el conocerse por sí mismo". Afirmaciones
ese modo. Antonio Caso, en sus comentarios a la filosofía ambas de un sujeto que no implican una reducción a la mera
de Husserl, nos dice que lo normativo es siempre lo agregado subjetividad, en cuanto que el individuo lo es en la medida en
a lo teorético desde afuera, como algo que le es totalmente que se reconoce a sí mismo en lo universal y en cuanto la filo-
extraño, si bien podemos sumarlo a lo teorético añadiéndole sofía necesita (müssen) además de la forma concreta de un
sentido de normatividad. "A toda verdad científica, sea ella pueblo (die konkrete Gestalt eines Volkes). El sujeto que se
cual fuere, puede agregarse la idea de normación; y resulta afirma como valioso, condición por la cual la filosofía según
enwnces, merced a este agregado, normativa; pero una cosa Hegel tuvo históricamente sus inicios con los griegos (Die
es la norma q11e resulta de sumar a la verdad la idea de nor- Philosophie beginnt .in der griechischen Welt), no es pues un
mación y otra la verdad misma, que en sí no es J10rmativa." sujeto singular, sino plural, en cuanto que las categorías de
De ahí concluye Caso que "toda verdad teorética es capaz de "mundo" y de "pueblo" hacen referencia justamente en él a
enunciarse como n¡gla de acción, mas esta posibilidad no cons- una universaJidad sólo posible desde una pluralidad; motivo
tituve su esencia".3 Es decir, a toda verdad teorética se le puede por el cual podemos enunciar el a priori antropológico que plan-
"su~ar" lo normativp; que será siempre orgánicamente extrañe,> tea Hegel, como un "querernos a .. nosotros mismos como va-
a su naturaleza. liosos" y consecuentemente un ''tener como valioso el conocer-
En estas afirmaciones de Caso se desea evidentemente escin- nos a nosotros mismos", aun cuando sea este o aquel hombre
dir Jo teorético, entendido como "contemplación", de lo útil. en particular el que ponga de manifiesto dicho punto de par-
Ya ·el mismo Kant en los Prolegómenos había dicho que "la uti- tida.5
lidad práctica que puede tener una ciencia especulativa está Ahora bien, en la medida. en que para Hegel el "comienzo
fuera de los límites de esta ciencia"/ con lo que pareciera caer concreto" de la filosofía deja de ser un mero dato histórico de
en contradicción con aquellas norm¡Is que él mismo enuncia carácter erudito y nos plantea antes que eso las condiciones de
como derivadas directamente de la ·filosofía en cuanto saber dicho comienzo, éste resulta ser fundamentalmente un "re-co-
crítico y que no aparecen como externas a la crítica misma. mienzo" y las normas o pautas que señala son de modo claro
Ahora bien, sucede que la filosofía es una práctica y que no y evidente la formulación del a priori antropológico, que a su
modo vimos planteado ya en Kant.
2Jbidem, parágrafo 60.
:i Antonio. Caso, El acto ideatorio y la filosofía de Husserl, México,
U ni- 5 Hegel, Introducción a la historia de la filosofía, cap. "Comienzo de la

versidad Nacional Autónoma de México (uNAM), 1946, pp. 93 y 94. filosofía y de su historia" ( Vorlesungen über die Geschichte der Phi/osophie,
• Kant, Prolegómenos, parágrafo 60. Werke, 18, 1, 3).
INTRODUCCióN 13
12 INTRODUCCióN
kantiano. Ese valor se muestra en su plenitud si pensamos que
Dos aspectos querríamos señalar para cerrar esta breve pre- el filosofar es una función de la vida y que la vida humana no
sentación del problema de la normatividad, al que deberemos es algo dadó, sino algo por hacerse, por parte de quien la va vi-
regresa!" necesariamente. En primer lugar, que se trata de nor- viendo, y que implica formas de deber ser en relación con la
mas que tienen que ver con el camino que se ha de recorrer naturaleza eminentemente teleológica de la misma. Este tipo de
para alcanzar un discurso filosófico, y según sea el que sigamos a priori no supone un sujeto puro de conocimiento, sino que
o no, será el lugar al que llegaremos, por lo que la elección parte de otra comprensión de la sujetividad. De este modo, lo
de la ruta no es accidental respecto de lo que se persigue, no se normativo y las pautas que lo expresan se nos presentan como
trata de una vía casual, sino de la necesaria para llegar a donde esencialmente constitutivos-deJa forma que hemos de darnos
se desea, y las exigencias que se nos dan para transitar ese ca- para poder realizar la vida, conformación que hemos de alcan-
mino no son por tanto extrañas al resultado: Dicho de otro -
zar, en este caso, para ejercer la filosofía, en .otros términos,
modo~ las normas de las que debemos partir no son ni pueden·
para podernos constituir o no como sujeto filosofante dentro
ser; extrañas a la legalidad de la objetividad· misma. Lo se- l('
de los límites posibles de autenticidad. En efecto, si una de
gundo, es que aquella voluntad de un determinado sujeto, im- las pautas nos conmina a ·partir de nosotros mismos como va-
plica un acto de "ponerse" a sí mismo como sujeto terna que
tiene. su antecedente entre los griegos, en particular a partir liosos, esa autovaloración determina la producción y la con-
forma orgánicamente.
del platonismo (tízemi, hypotízemi), en quienes es posible ras-
trear la necesidad de un. a priori antropológico como condición El valor programático de las pautas o de la normatividad
del filosofar. 6 Ciertamente que en ellos se encuentran los ante- ínsita en la tarea filosófica, no ha tenido siempre la misma
cedentes de la tendencia que conducirá a reducir aquel "poner" claridad y fuerza; Si comparamos las dos normas señaladas
a una función noética, sobre · la cual se pretenderá justificar por Kant, ·con las que surgen del texto hegeliano, resulta claro
más adelante un "sujeto trascendental''. El a priori antropo- que las dos primeras no hacen tanto a la forma que se ha de
lógico, en cuanto es fundamentalmente ·un "ponerse": exige el dar el sujeto, como sujeto histórico, cuanto al ejercicio de la
rescate de la cotidianidad, dentro de los marcos de esta últi- razón de ese mismo sujeto. En el caso hegeliano se atiende, en
ma y es función contingente y no necesaria. En contra de Hegel el momento en el que se plantea el problema del comenzar
mismo, en quien el sujeto histórico corre el riesgo permanente "concreto1' de la filosofía, más a lo que podríamos considerar
de disolverse en un mítico sujeto absoluto, que se hace cargo como programa de vida, que a lo que sería un programa de
en última instancia de · todo comienzo posible del filosofar conocimiento, lo cual queda supeditado a lo primero. El ver-
y en contra de la "tética noética" husserliana, aquel sujeto está dadero sentido y peso del a priori antropológico no podría sur-
eximido de las exigencias de cualquier "mora/e par provision", - gir del sujeto kantiano, aun cuando, como hemos visto, Kant
de cualquier "determinabilidad" que no sea la suya propia, no pueda evitar el reconocimiento de este tipo de a priori, e
o de cualquier "epojé" que lo saque de.· su vida cotidiana. El a incluso nos llegue a decir que su-formulación, en los términos
priori antropológico·· es el acto de un sujeto empírico para el en que él no.s la presenta, no es contradictoria con la norma que
cual su temporalidad no se funda,. ni en el movimiento del con- nos exige movernos dentro de los ,límites posibles de nuestro
cepto, ni en el desplazamiento lógico de una esencia a· otra. conocimiento. Y podríamos decir, más aún, que las dos pautas
Resulta, pues, inevitable,: para lograr la constitución de un propuestas por Kant suponen una pauta anterior encubier~a por
pensamiento filosófico, asumir las pautas propias de ese pen- el sujeto trascendental y que deriva del sujeto real histórico
sar. El término "pauta", del latín pacta (plural de pactum), kantiano, el que se ha planteado como comienzo mismo de
significa originariamente "convenio". Es aquello en lo cual todo su esfuerzo teorético, el problema de su propio valor y
hemos de "convenir" respecto de lo propuesto, en este caso, de los límites de su autovaloración. Con ello nos resulta claro
la organización de un saber filosófico. Lo pactado adquiere de que Hegel se colocó teóricamente, en este aspecto, más atrás
este modo un cierto valor de "programa" o de "tarea" que del planteo hecho por el filósofo de Konigsberg. Debido a eso,
connota de modo especial este tipo de a priori y que lo dife- el a priori antropológico aparece sólo desde Hegel y a pesar de
rencia radicalmente del clásico a priori formal-lógico de tipo Hegel mismo, puesto Claramente en la problemática de la posi•
bilidad ·de un saber filosófico,· entendido en su naturaleza de
6 Cf. nuestro libro Platón o la filosofía como libertad y expectativa, Men- saber histórico y enraizado en . una sujetividad cuya categoría
doza, (Argentina), lnstitúto de Filosofia de la Universidad· Nacional de básica es la temporalidad en cuanto, historicidad.
Cuyo, 1972, cap. "La experiencia como acto de libertad".
14 INTRODUCCióN INTRODUCCióN 15
Este hecho se presenta acentuado en nuestros días como con- Hegel en una valiosa tesis que habrá de ser rescatada en su_
secuencia de una comprensión tal vez más radical del hombre justo sentido, de un "pueblo", por donde el sujeto no es ni puede
como ente histórico y por eso mismo responsable de su hacerse ser nunca un ser singular, sino un plural, no un "yo", sino
y de su gestarse. El historicismo contemporáneo, entendido un "nosotros", que se juega por eso mismo dentro del marco
desde este ángulo, ha venido a centrar el problema de las nor- de las contradicciones sociales, en relación con las que se
mas más en lo que sería una critica del sujeto, que en una cri- estructura el mundo de códigos y subcódigos.
tica de la razón. El a priori antropológico, entendido en el En relación con este valor programático de lo normativo, que
sentido de norma pactada, pone en crisis la noción tradicional nos permite descubrir el valor de pauta que po~e toda norma
de "objetividad", y ha sido ésta la que ha llevado precisamente que funcione como -a- priori-antropológico, se encuentra sin
a pensar la normatividad propia de quehacer filosófico, redu- dupa una comprensión de la filosofía como saber auroral y no
cido a lo teorético "puro", como algo agregado accidentalmente. como saber vespertino, por lo mismo que no es necesario espe-
La comprensión externa de la normatividad, lleva a la paupe7 ·i rar una "decadencia" para experimentar formas rupturales.
rización del sujeto, disuelto en las diversas formulaciones del En Hegel, aquel sentido positivo que señalábamos, el de cen-
ego cogito y acarrea la imposibilidad de un comienzo pleno del fi- trar la normatividad en relación con el sujeto filosofante, hecho
losofar, como lleva asimismo a la imposibilidad de superar que venía a darle valor de programaticidad, queda desvirtuado
los marcos de la filosofía . de. la conciencia, aun en aquellos con su afirmación de la filosofía como saber de lo acaecido.
casos, como e] hegeliano, en el que se intentó encuadrar la Un filosofar matutino o auroral, confiere al sujeto una parti-
normatividad como cualidad intrínseca de lo teorético. cipación creadora y transformadora, en cuanto que la filosofía
Con lo . que Uevamos dicho no pretendemos invalidar la exi- no es ejercida como una función justificatoria de un pasado,
gencia de determinar formas a priori de la razón, aun cuando sino de denuncia de un presente y de ·anuncio de un futuro,
no se pueda defender el apriorismo kantiano, que es otro pro- abiertos a la alteridad como factor de real piesencia dentro del
blema. Lo que sí nos parece evidente es que el a priori antropo- proceso histórico de las relaciones humanas. Desde este punto
lógico "re1;ubre" las formas lógicas sobre las que se organiza de vista hablábamos de historicismo, entendiendo que su raíz
el pensamiento en cuanto que la necesaria afirmación. del su- se encuentra en el reconocimiento del hombre como actor y
jeto, su autovaloración, constituye un -'SÍ'&tema de códigos de autor de su propia historia, afirmación que no quiere caer, por
origen social-histórico, que se pone de manifiesto en la estruc- 1 lo demás, en la imagen de un nuevo demiurgo. Se trata de
tura axiológica de todo discurso posible. En este sentido, el
a priori antropológico, por contraposición con las formas ló-
gicas del pensamiento, se presenta potencial o actualmente
l un historicismo que nos indica, como idea reguladora, un deber
ser, una meta, que no es ajeno a la actitud que moviliza al
pensamiento utópico, dentro de las diversas formas de saber
como una natura naturans en donde lo teleológico, impuesto, ¡: conjetural, reconocido dentro de una filosofía matutina como
o asumido desde una autovaloración, es categoría decisiva. Más legitimo o por lo menos como legitimable. En función de
aún, podríamos decir que la normatividad del a priori antro·
pológico condiciona toda otra forma posible de normatividad,
aun las que se puedan establecer para el pensamiento lógico
t esto, la normatividad pierde aquella rigidez impersonal . carac-
terística del a priori formal-lógico, y a partir del reconocimien-
to de la presencia activa de lo sujetivo, es rescatada en su
en relación con el problema de la naturaleza del sujeto. La verdadero peso. (Debo aclarar que sujetividad no es necesaria·
normatividad de la filosofía recibe, conforme lo dicho, su unidad mente sinónimo de subjetividad, en el sentido de arbitrariedad,
y sentido, cualesquiera sean los niveles en Jos que se señale de "libre arbitrio", ni de particularidad.)
aquélla, de la autoafirmación del sujeto filosofante, que hace
posible justamente su "comienzo". Los verdaderos alcances de CuandO' fue planteada la necesidad de una filosofía americana,
la crítica únicamente podrán señalarse, por lo dicho, en la por parte de los jóvenes argentinos que integraron la Generación
medida en que se tenga en cuenta la presencia de lo axiológicó, ~ de 1837, la filosofía aparecía enunciada con un sentido norma-
a. tal extremo de que no hay una "crítica de la razón" que pueda tivo fuertemente programático, dentro del cual se destacaba
ser ajena a una "crítica· del sujeto", desde cuya sujetividad se como pauta básica la exigencia de partir de una autoafirmación
constituye toda objetividad posible. Por lo demás, la filosofía; del hombre americano como sujeto de su propio pensar. "Pro-
cuyo comienzo sólo es posible desde un autorreconocimiento de curemos como De~cartes -decía Esteban Echeverría- olvidar
un sujeto como valioso para sí mismo, necesita, como dice todo lo aprendido, para entrar con toda la energía de nuestras
17
INTRODUCCION
16 INTRODUCCióN
de nuestra propia empiricidad histórica. Por último, aquella
otra formulación de la exigencia fundante que nos conmi-
fuerzas en la investigación de la verdad. Pero no de la verdad na a tener como valíoso el conocernos a nosotros mismos,
abstracta, sino de la verdad que resulte de los hechos de nuestra
habrá de constituirse dentro de un tipo de saber, único com-
historia, y del reconocimiento .pleno de las costumbres y del patible con un pensamiento filosófico transformador, el saber
espíritu de la nación." 7 El "olvido" del cual se ha de partir, de liberación, que excede, sin duda, a la filosofía misma, pero
según exigía Echeverría, era el paso inmediato para el reen- 8
cuentro de un sujeto, que sólo podía afirmarse y reconocerse cuyas bases teóricas están dadas en ella.
En última instancia, todas las normas giran sobre el pro-
a sí mismo. únicamente así, las verdades de su filosofía deja-
rían de ser abstractas y se tornarían concretas. La vigencia de blema del sujeto y constituyen en bloque un mismo.-a--pdori
vistQ--en -S\.!S implicaciOnes y desarrollos posibles. Por esto mismo
la norma hace que lo teorético, condicionado internamente
se hace__ necesario estudiar de qué manera el sujeto america-
desde una sujetividad portadora y creadora, quede inserto juntó
no ha ejercido aquellas pautas, como también el grado de con-
con ella en la realidad histórica. La cuestión de la necesidad ciencia que ha adquirido de las mismas. Para esto, la historia
de una filosofía americana se resolvía en la necesidad de la
de las ideas constituye un campo de investigación más lleno de
constitución de un sujeto en cuanto tal, que no es, a pesar de posibilidades que la tradicional "historia de la filosofía". En
las palabras iniciales del texto de Echeverría, un nuevo sujeto efecto, la afirmación del sujeto, que conlleva una respuesta
cartesiano.
antropológica y a la vez una comprensión de lo histórico y de
De acuerdo con lo que venimos· diciendo, una teoría y crítica la historicidad, no requiere necesariamente la forma del dis-
del pensamiento latinoamericano ha de tomar como punto de curso_ filosófico tradicional. Más aún, en formas discursivas no
partida la problemática esbozada, rela:tiva a lo que hemos deno- académicas, en particular dentro del discurso político en sen-
minado a priori antropológico. Ella se centra sobre la noción tido amplio, se ha dado esa afirmación del sujeto, la que si
de sujeto y pretende ser una reflexión acerca del alcance y bien no ha esta_do acom¡mñada siempre de desarrollos teoré-
sentido de las pautas implícitas en la . exigencia fundan te de
ticos, los mismos pueden ser explicitados en un nivel de dis-
"ponernos para nosotros y valer sencillamente para nosotros". curso filosófico y, como contraparte, muchos desarrollos tea-
Ahora bien, ese sujeto que se afirma o se niega a sí mismo, réticos se han quedado en el simple horizonte de lo imitativo
es inevitablemente un sujeto de discurso, dicho de diverso o repetitivo, precisamente por la carencia de aquella autoafir-
modo, se trata de un sujeto en acto de· comunicación con otro,
mación fundante. o por el modo ilegítimo con que se la ha
por donde 1a-i!Xigencia formulada nos habrá de llevar a la de- concretado, todo lo cual ha impedido un auténtico comienzo del
ducción de un conjunto de normas, todas las cuales suponen filosofar. De esta manera, una teoría y crítica del pensamiento
necesariamente a aquélla y que son, tanto relativas al sujeto que latinoamericano no puede prescindir del quehacer historiográ-
hace filosofía, como, inevitablemente y a la vez, al discurso fico relativo a ese mismo pensamiento. La historia de lasJdeas,
que enuncia ese sujeto que filosofa, en la medida en que dis- como también la filosofía de la historia que supone, forman
curso y sujeto del discurso puedan ser escindidos. 1 de este modo parte del quehacer del sujeto latinoamericano
De la primera pauta, la de la afirmación del sujeto, entendida
como exigencia fundante de carácter antropológico, se despren- en cuanto sujeto.
den otras, necesariamente implícitas en ellas. En primer lugar, el
reconocimiento del otro como sujeto, es decir, la comprensión de
la historicidad de todo hombre, que nos conduce a revisar la pro-
blemática del humanismo. Luego, eri cuanto que las formas de
reconocimiento no alcanzan a constituirse dentro de aquellos
términos, surge una tercera pauta, la que . exige la determi-
ñac;ión del grado de legitimidad de. nuestra afirmación de
nosotros ..mismos como .valiosQs., En tercer lugar, regresandp
de algún modo al primer momento normativo, ,pero atendien-
do a la posibilidad de nuestro. discurso, habrá de conside-
rarse la exigencia de organizar una posición- axiológica des- s Cf. nu!'stro artlculo'"Aigunas pautas del pensamiento latinoamericano",
Reuista de la· Unit•ersa'da{l. Católica de Quito, año IV, núm. ·10, 1975.
7 Marcos Sastre, Juan Bautista Alberdi, Juan Marílt Gutiérrez y Esteban
Echeverría, El Salón Literario, Buenos Aires, Hachcttc, 1958, pp. 167~168.

1
ACERCA DE LA SIGNIFICACióN DEL "NOSOTROS" 19

I. ACERCA DE LA SIGNIFICACióN DEL también que la postulamos como una a priori. Esto se debe
a que se trata, como ya hemos dicho, de un ente histórico-
"NOSOTROS" cultural en el que tanto peso tiene el "ser" como el "deber ser".
Dicho de otra manera, el ser de América Latina no es algo
ajeno al hombre latinoamericano, sino que se presenta como
DIJIMos que de los textos en que Hegel se plantea el problema su proyecto, es decir, como un deber ser.
del comienzo de la filosofía y de su .historia, surge como norma
Los entes culturales son los que nos descubren por eso
que lo hace posible aquélla que podemos enunciar diciendo que
-mismo el verdadero alcance de lo que se ha denominado "ob-
"es necesario ponernos par.a nosotros mismos como valiosos". jetividad" o "mundo objetivo", que no es sinónimo de "reali-
Ya señalamos la razón-por la cual esta fórmula, enunciada por dad" en el sentido de una exterioridad ajena al sujeto, sino
Hegel en singular, supone en su pensamiento un sujeto plural, que es la mediación inevitable que constituye el referente de
un "nosotros", por lo mismo que, según él nos lo dice, "la filo-
todo discurso y lo integra como una de sus partes. El valor
sofía exige un pueblo". Más adelante deberemos desentrañar
y peso del contenido referencial deriva tanto del sujeto que
lo que connota dentro del pensamiento hegeliano esta última organiza su "mundo objetivo" y que de hecho forma parte de
afirmación y desde qué puntos de vista ha de ser rescatada.
él, como de todo lo extraño a la sujetividad. A pesar de lo
Ahora bien, ¿qué significamos o querernos significar cuando dicho, la objetividad se nos presenta siempre como una "con-
decimos "nosotros"? Este término es, por naturaleza, como ciencia del mundo" y la "realidad" como el a priori último .desde
todos los nombres y los pronombres, un deíctico, vale decir, el cual todo otro a priori se convierte en una aposterioridad.
que sólo alcanza su plenitud de sentido para los hablantes cuan- Decíamos que la unidad de América Latina, desde el punto
do se señala al sujeto que lo enuncié\. En este caso se trata, de vista de un deber ser, aparecía como a priori. No se trata,
pues, de preguñtarnos a quién nos referimos cuando decimos sin embargo, aquí de un a priori de esencias .dadas en un "mun-
precisamente "nosotros". Cabe una ·primera respuesta inme- do de la conciencia", en cuanto que el a priori de que hablamos
diata: cuando hablamos de "nosotros" a propósito de una fi- es histórico, puesto que deriva de una--experiencia elaborada
losofía latinoamericana, queremos decir simplemente "nosotros y recibida socialmente que se integra para nosotros como su-
los latinoamericanos". Mas esta respuesta no supera el hori- puesto de nuestro discurso y que se encuentra justificada de
zonte meramente señaJativo con el cual Jos deícticos son refe- modo permanente desde nuestra propia inserción en un con·
ridos a los sujetos concretos en el habla cotidiana y, si bien tex:to social.
ia cualificación de "latinoamericanos" nos sugiere algo, resulta Ahora bien, América Latina se nos presenta como una, _en el
imprescindible preguntarnos, a su vez, qué es eso de "latino- doble sentido de sus categorías de "ser" y "deber ser", como lo
americanos" y, por· tanto, de "América Latina".
acabamos de explicar, pero también es diversa, tal como lo mues-
La particular naturaleza del "nosotros" nos obliga a una iden- tra la propia experiencia. Esa diversidad no surge solamente en
tificación, en este caso en relación con una realidad histórico- relación con lo no-latinoamericano, silfo que posee además una
cultural que nos excede, a la que consideramos con una cierta diversidad que le es intrínseca. La sola afirmación de un
identidad consigo misma, ya que de· otro modo no podría fun- "nosotros", que implica postular una unidad, es hecha inelu-
cionar como principio de identificación. La posibilidad de re- diblemente, por eso mismo, desde una diversidad a la vez in-
conocernos como "latinoamericanos" depende, por tanto, de que trínseca y extrínseca. Todo se aclara si la pregunta por el
realmente exista esa identidad que se encuentra como supuesto "nosotros" no se Ja da por respondida con el agregado de "noso-
en la respuesta simplemente señalativa que habíamos dado. . tros los latinoamericanos", sino cuando se averigua qué !~tino­
El problema es complejo. En efecto, esta atribución de iden- 1 americano es el que habla en nombre de "nosotros". El punto
tidad, lo es también, espontáneamente, de "objetividad", y cabe ·. 1.: de pa,rtida es además, siempre, el de la diversidad, comienzo de
que nos pt·eguntemos si esta segunda atribución no depende "' : todos Jos planteos de unidad del cual no siempre se tiene clara
de un a priori organizado como parte de nuestro propio d i s , J·, conciencia y que, en el discurso ideológico típico, es por lo
curso. Deberemos decir que "América Latina" puede ser mos- j general encubierto. Lo fundamental es por eso mismo tener en
trada a pósteriori como una, a partir de ciertos caracteres q,ue fl claro que la diversidad es el lugar inevitable desde el cual pre-
según un determinado consenso constituyen su "realidad", pero guntamos y respÓndemos por el "nosotros" y, en la medida que
18 tengamos de este hecho una clara conciencia, podremos al-
20 ACERCA DE LA SIGNIFICACiúN DEL "NOSOTROS" ACERCA DE LA SIGNIFICACiúN DEL "NOSOTROS" 21

canzar un mayor .o menor grado de universalidad de la unidad, El individualismo, fuertemente sostenido por muchos escri-
tanto entendida en lo que para nosotros "es", como también tores liberales de fines del siglo pasado y aun por algunos de
en lo que para nosotros "debe ser". las primeras décadas del actual, llevó a un regreso a la mona-
De este modo, cada uno de nosotros, cuando se declara "la- dología leibniciana, creyendo encontrar en ella su fundamento
tinoamericano" lo hace desde una parcialidad, sea eiia su na- metafísico. La idea dé una mónada cerrada en sí misma, co-
cionalidad, el grupo social al que pertenece, las tradiciones municada con las demás en función de una armonía preesta-
dentro de las cuales se encuentra, etc. Tal es el anclaje del que, blecida, venía a coincidir con las tesis básicas de la economía
como hemos dicho, no siempre tenemos conciencia, por lo que política.
creemos -con un tipo de creencia propia de una conciencia Ahora bien, a pesar de que la monadología partía de una
culposa- que nuestro punto de partida es necesariamente el de afirmación de la sujetividad, e incluso daba úii-- impofHHlte -
todos. lugar a la voluntad en relación con aquélla, dentro de la misma
Mas, a pesar de esa inevitable parcialidad, la diversidad es no cabía pensar en la existencia del "horizonte de comprensión",
pensada siempre en función de una unidad, entendida a la vez en cuanto que éstos únicamente son captables a partir del mo-
como actual o como posible, aspectos estos últimos que mues- mento en el que se descubre al individuo como una mónada
tran grados diversos, según el peso que concedamos al "ser" o abierta, sumergida en un proceso en el cual muchas veces sus
al "deber ser", en relación, entre otros aspectos, con nuestro líneas s~ nos desdibujan y en el que toda autoafirmación no lo
conformismo o disconformismo social. Y pensamos lo diverso es de un "yo" metafísico y absoluto, sino de un "nosotro~" re-
poniendo frente a él lo uno, por lo mismo- que la unidad es la lativo. Su diversidad no le viene por tanto de aquella indivi-
condición para la comprensión de lo diverso en cuanto tal, y dualidad, sino de la inserción de la misma en una pluralidad,
por eso mismo para la afirmación del "nosotros". Tarea dia- que es social e histórica, y en relación con la cual es únicamente
léctica, la de poner lo uno frente a una multiplicidad dada, que posible el individuo mismo. Hay un ·"yo" y al misll!O tiempo
no tiene por qué ser respondida, como pretendió la metafísica un "nosotros", dados en un devenir que es el de la sociedad
tradicional, recurriendo a un mundo_ _Qe esencias. como ente histórico-cultural, captado desde un determinado
El punto de partida erróneo de esta metafísica fue el de horizonte de comprensión, desde el cual se juega toda identi-
proyectar las relaciones de unidad y multiplicidad -en un ficación y por tanto toda autoafirmación del sujetó.
caso desde los entes de razón, y en otro, desqe los entes na- Este horizonte es a la vez nuestra fuerza y nuestra debilidad.
turales- a los entes culturales, con lo que el sentido de pro- No constituimos mónadas "sin ventanas", que engranamos en
yecto o de deber ser de estos últimos, al no ser evaluado en su una armonía universal preestablecida, suprema filosofía del pe-
especificidad, impidió su consideración histórica. Ciertamente simismo conformista encubierta de optimismo, sino mónadas
que el deber ser, en cuanto posibilidad dada a la mano, no es con una apertura desde la cual nos encontramos actuando como
absoluto, posición esta última que puede llevar a un extremo sujetos abiertos a un proceso en que lo' histórico va destru-
utópico negativo, sino que de alguna manera están dadas sus yendo las ontologías del ser y nos va mostrando insertos en el
condiciones ya en el ser; en la multiplicidad se encuentra la mundo variado y muchas veces imprevisible de los~entes. Nos
unidad y a la vez no lo está, hecho que funda la comprensión encontrámos "haciendo el ser", que es básicamente para noso-
de los entes culturales, no como una contemplación y permite tros, ser social, mediante un hacer parcializado que pretende
rescatar la presencia del sujeto, del "nosotros", como elemento fundarse en lo universal y que aspira a ello como única justi-
ontológicamente primero y, por eso mismo, actual o potencial- ficación posible. De este modo, nos insertarnos en el proceso
mente activo y transformador. Esas condiciones de posibilidad como mónadas de nuevo sentido, más allá. de los mitos del
del deber ser no son necesarias, ni menos podemos-muchas individualismo liberal que, en el caso señalado, llevó con su
veces contar con ellas como correctamente conocidas en cuanto apoyo metafísico a ocultar la raíz de todo horizonte de com-
posibilidades de real peso histórico. Los aciertos, como así los prensión. En la "veqtana" desde la cual nos abrimos para mirar
fracasos de nuestros proyectos, muestran la radical historicidad el mundo, no estamos solos. No es un "yo" el que mira, sino
de las formas de unidad o de sustancialidad que ponemos a l!n "nosotros", yno es un "todos Jos hombres", los qúe miran
partir del a priori, que tiene siempre un anclaje en lo diverso con nosotros, sfno "algunos", los de nuestra diversidad y par-
y supone por eso mismo las naturales limitaciones de todo hori- Cialidad .. La cerrá:11ón de la mónada no es ontológica, sino ideo-
zonte de comprensión. lógica y su apertura consiste en la toma de conciencia, por
22 ACERCA. DE LA SIGNIFICACióN DEL "NOSOTROS': ACERCA DE LA SIGNIFICACióN DEL "NOSOTROS" 23

obra de nuestra inserción en el proceso social e histórico, de la les", exigencia que se justifica a partir del momento en que
parcialidad de todo -mirar. se pone de manifiesto, como el mismo Hegel lo señala, que ese
Y ese horizonte es a la vez comprensión del mundo y de sí "comprender", por lo mismo que es representativo, supone
mismo, pero también es ocultamiento. Doble función a la vez formas de "encubrimiento". La tarea del filósofo frente a estos
cognoscitiva y axiológica, previa a toda expresión discursiva modos espontáneos y primarios de "comprensión", consistirá
teorética, en la que todo conocimiento se organiza sobre un en "traducir" las representaciones en conceptos, pasando de este
código de inclusiones y rechazos, determinado por aquel co- modo de un conocimiento que no supera los niveles del "eil-
natus del cual nos hablaba Spinoza y que de alguna manera tendimiento'4 (Verstand), a otro ~rgariizado- cumo "razón"
resuena en Leibniz, según el cual "toda cosa en tanto que tal - (Vernunft). Paso dudoso, como veremos más adelante, como
se esfuerza en perseverar en su ser".1 Afirmación de sí mismo consecuencia de la naturaleza que el mismq Hegel atribuye al
que constituye el a priori enunciado por Hegel, expresado por concepto, pero que anticipa la teoría crítica de las ideologías,
el filósofo judío como principio de todo ente y que en el hombre, que tiene sus raíces en parte en la rica problemática hegeliana
en cuanto autoconciencia, es la razón del principio histórico relativa a los modos de comprensión de Ia "conciencia or-
del filosofar. Así, pues, el "ponernos a nosotros mismos como dinaria'?
valiosos" se cumple desde un determinado horizonte de com-
prensión, condicionado por cierto social y epocalmente. El
"nosotros" tiene de este modo su historia y su sentido. En
cuanto signo lingüístico de naturaleza deíctica sólo puede ser
puesto de manifiesto a partir del señalamiento del sujeto his-
tórico que lo enuncia.
Cabe que nos preguntemos, por último, acerca de la natu-
raleza de la "comprensión" que se encuentra presente en lo
que hemos denominado "horizontes de comprensión".
. ~el se ha planteado estas dos interrogaciones al tratar lo
que él denomina "metafísica habitual", en un análisis de la
"conciencia ordinaria", con el que ha anticipado aspectos fun-
damentales relativos a la naturaleza social del saber.
Aquella "metafísica" está constituida por el mundo de rela-
ciones que son familiares a la conciencia y que forman "la
red" que entrelaza todas sus intuiciones y representaciones, las
que únicamente pueden ser comprendidas dentro de su malla.
Se trata, en términos de nuestra época, de un sistema de có-
digos fuera del cual le es imposible a la mente recibir un con-
tenido, en cuanto que de otra manera no tendría sentido para
ella. Como el mismo Hegel lo aclara, este modo de "compren-
sión" tiene límites determinados, y e1Ios son los que ponen los
marcos dentro de los cuales se constituye el saber de una época
y de una cultura.
Ahora bien, en la medida en que la "metafísica habitual" pro-
pia de la "conciencia ordinaria" se mueve a nivel de represen-
taciones, se le aparece a Hegel c.omo un modo todavía primario
de autoconocimiento, aun cuando su estudio posea un indiscu-
tible valor para el análisis de las formaciones culturales de
una sociedad, las que funcionan sobre ese tipo de "compren-
sión". Es necesario por tanto superar las "metafísicas habitua-
2 Hegel, Introducción a la historia de la filosofia, Suplemento, cap. u, pa·
l Spinoza, 2tica, Proposición VI, Libro VII. rágrafo titulado "Concepto de filosofía".
LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO" 25

opuestas". 1 Para Hegel, según lo declara en sus Lecciones de


II. LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO filosofÍa de la historia universat Europa se reduce a tres na-
ciones: "Francia-Alemania-Inglaterra", que son las que deten:
"NUESTRO" taban según él un cierto espíritu, el del Occidente, que no era
término relativo, sino absoluto. En lo que se refiere a la res-
puesta acerca de qué es Europa, lo que hizo Hegel no fue
HEMOS dicho que el "nosotros" es "nosotros los latinoameri- ciertamente resolver el problema, sino plantearlo, en cuanto que
canos" y hemos tratado de señalar al miSJ11() tjempo la insufi- lo que nos ha dado a conocer no supera los límites de un deter-
_ciencia de tru autodefinicion, como también la complejidad que minado horizonte de comprensión, o dicho en términos hege-
encierra su enunciado. lianos, una "metafísica habitual", con el a¡;!ravante de un nuevo
Ese "nosotros" hace referencia a un sujeto que si bien posee encubrimiento derivado esta vez no de la "representación" sino
una continuidad histórica, no siempre se ha identificado de del "concepto".
igual manera. En algún momento el hombre latinoamericano se En relación con esa Europa cambiante, cuya diversidad no
denominó a sí mismo como tal, y si bien esa_ denominación siempre fue entendida desde una misma unidad, se ha jugado,
supone e implica las anteriores, el hecho es que no siempre se y se juega aún, el problema de la unidad de América en gene-
respondió al problema de la diversidad teniendo en cuenta una ral y de la América Latina en particular. Él mismo ha estado,
misma comprensión de la unidad. Dicho de otro modo, el en efecto, en relación con un proceso de "historización", que
sujeto americano no siempre ha intentado identificarse me- puede ser definido como la sucesiva incorporación de América
diante una misma unidad referencial. al "proceso civilizatorio" europeo, que supone y ha supuesto
Y no podía ser de otra manera, pues lo que ahora señala- los sucesivos horizontes de comprensión desde los cuales se ha
mos co!ño "América Latina" es, como hemos dicho, un ente entendido la europeidad misma por parte de Europa, y que por
histórico-cultural que se encuentra som,etido por eso mismo a tanto implica, dentro de ciertas líneas constantes, una variación
un proceso cambiante de diversificación-unificación en relación en la interpretación de la unidad de América Latina.
con una cierta realidad sustante. No siempre. se ha partido, por No es un hecho casual que las naciones europeas que han-i
tanto, de una misma diversidad, ni se ha asumido esa diversidad pretendido serlo por antonomasia hayan sid~ las que dieron v¿
desde una misma idea de unidad, -y pueden señalarse como nacimiento, en sucesivas etapas y a partir de la circunnavega-/
consecuencia horizontes de comprensión diversos. Es posible ha- cíón del continente africano y el descubrimiento de América/
blar, de esta manera, de una historia de los modos de "unidad", al vasto proceso de organización del mundo coloniaL Nuestra'/
desde los cuales se ba tratado o se trata de alcanzar la com- América integró. ese mundo y Jos primeros que la concibieron::
prensión de la diversidad. como unidad nó fueron las poblaciones colonizadas, sino los
Esta situación no es exclusiva de América Latina y puede ser colonizadores. Tiene razón en esto O'Gorman cuando afirma-;
considerada también respecto de Europa, más aún, debe serlo que la idea de América fue "inventada" por Europa, pero lo
necesariamente. fue en un proceso histórico de dominación, sobre la base de
Puede. uno preguntarse y nos hemos preguntado si real- horizontes de comprensión que no podían ser "america11os" -y
mente existe Europa, y si existe, cuáles son sus límites histó- que respondían a objetivos muy precisos de los sucesivos im-
ricos, geográficos o culturales. Sabemos que en más de una perios mundiales, sostenidos y organizados por las viejas aris-
ocasión se ha afirmado la existencia de una "Europa marginal'' tocracias y las burguesías, que se consideraron a sí mismas
o de una "no-Europa" dentro de la cual se ha colocado, por como lo europeo por excelencia.
ejemplo, a España. Bolívar, en su "Discurso de Angostura", La historia de los modos de unidad es a la vez la del naci-
decía que "la España misma deja de ser Europa por su sangre miento de la conciencia para sí de un determinado grupo social,
africana, por sus instituciones y por su carácter", y, años más pasada una primera larga etapa en la que el hombre de las
tarde, Sarmiento, en su Facundo caracterizaba a España como tierras americanas, indígena o hijo de colonizadores, no se había
"esa rezagada de la Europa", que echada entre el Mediterráneo y abierto aún a la historia como sujeto posible de la· misma.
el Océano, entre la Edad Media y el siglo XIX, unida a la Eu- 1 Simón Bolívar, "Discurso de Angostura" (1819), en Escritos políticos,
ropa culta por un ancho istmo y separada del Africa bárbara Madrid, Alianza Editorial, 1975, p. 103; Domingo Faustino Sarmiento, Fa-
por un angosto estrecho, está balanceándose entre dos fuerzas cando, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1967, p. 9.
24
26 LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO" LA HISTORIA DEL !'NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO" 27

En los siglos XVI y xvn se hablaba de las Américas que inte- "nosotros los españoles americanos"; ni será el que, cuando un
graban el Imperio español y el portugués, denominándolas "In- cierto grupo social adquiera una determinada autoconciencia,
dias Occidentales", "Nuevo Mundo", "Nuevo Orbe", etc. En el hable simplemente de "americanos", eliminando lo de "espa-
siglo XVIII se generalizó el ya por entonces antiguo término ñoles" en su autodenominación. En cada caso se está partiendo
"América", y en relación con él aparecieron los de "América de diversidades no coincidentes y a la vez entendiendo tales
Española" y "América Portuguesa". Más tarde, en el siglo XIX, formas de diversidad, desde proyectos de unidad distintos. El
pasada su primera mitad, se hablará de "América Latina;'. A conquistador europeo, el hijo del conquistador y posteriormente
comienzo del siglo xx, y sin que dejaran de usarse a veces y en el hijo del colonizador, nacidos en América, afirmaron cada_
particular los nombres que se imponen desde la segunda mitad uno una unidad desde una diversidad que les-era propia y, por
del siglo XVIII, se hablará de "Hispanoamérica", "Iberoamérica", eso mismo, desde distintos horizontes de compr~nsión. De este
"Indoamérica", "Euroamérica", "Eurindia", etc. modo, la historia de los nombres viene a ser la historia de la
Como ya lo hemos afirmado, todas estas denominaciones de . aparición de un sujeto que los enuncia dentro de un proceso
la "unidad" y otras que podrían citarse, no parten de un mismo de historización que comienza siendo simplemente de incorpo-
horizonte de comprensión, ni definen la "realidad objetiva" ración a la "civilización" europea y que termina siendo de al-
que mientan, de la misma manera, como. !?Il1poco suponen ne- guna manera de enfrentamiento, aun cuando en adelante se
cesariamente siempre un mismo sujeto que las enuncia. Por de mueva siempre dentro del ámbito de aquélla. En este proceso
pronto, los términos "Indias Occidentales" y "Nuevo Mundo" es necesario reconocer formas de endogenación dadas conjunta-
implican una definición de un ente cultural por oposición a mente con el surgimiento de aquel sujeto, dentro de la con-
otro. Se trata de una definición por negación: simplemente, las flictiva marcha de los grupos sociales en nuestra América.
"Indias Occidentales" no son las "Indias Orientales", y el "Nuevo Este último aspecto irá cobrando cueryo desde fines del_si-
Mundo" no es el "Viejo Mundo". La negatividad de la definición glo XVIII y adquirirá su máxima fuerza a partir de las guerras
adquiere toda su fuerza -en particular respecto de lo segundo, de Independencia y sobre todo una vez concluidas, momento
en cuanto que el mundo "nuevo" por oposición al "viejo" tuvo en el que el problema no será simplemente de rechazo de las
permanentemente como trasfondo axiológico los contra~"ser­ formas de dominación externas entonces imperantes, sino de
no-ser", "lleno-vacío", "contenido-continente", "historia-natura- enfrentamientos y de reconocimi,entos internos según el agi-
leza", etc.
tado proceso de constitución social de los nuevos Estados. El
Por su parte, los términos "América Española", "América Por- grupo criollo será el que habrá de tener la iniciativa, como
tuguesa", etc., si bien siguen suponiendo una definición por opo- heredero de las relaciones de dominación sobre -otros estamen-
sición, no se trata de una oposición que implique radicalmente tos y grupos sociales. Será aquél el que habrá de invocar el
negación. De alguna manera es ya una definición positiva. nombre . de "americano", o de "hispanoamericano" más tarde,
Así, la "América Española" es definible por ciertos caracteres asumiendo, como clase que ha adquirido un cierto grado de
intrínsecos, constituidos en particular por lo que se puede lla- conciencia para sí, la representación de los demás estamentos,
mar su "legado" o "tradición", que aun cuando en gran parte en particular el del campesinado durante el siglo XIX y, a partir
de origen europeo, ha sido asimilado como americano. De esta de las primeras décadas del siglo xx, el de las primeras for-
manera, a medida que América se fue historizando, en el sentido maciones de un cierto proletariado industrial. Complejo pro-
de que se fue incorporando al "proceso civilizatorio" europeo ceso, difícilmente esquematizable en pocas líneas, en· el que el
y asimilándolo, los términos con los que se_la señaló fueron su- primitivo "grupo criollo" irá a su vez evolucionando hasta in-
poniendo el paso de una definición por simple oposición, hacia tegrarse como un "patriciado" dentro de las burguesías na-
una definición que suponía la existencia de ciertos caracteres cientes, herederas a su vez de las formas de poder económico
intrínsecos. Lo "hispánico", en efecto, ha sido y es, para la y político, como asimismo de la tarea de autodefinición del
América Española, algo propio. hombre americano.
El otro aspecto importante que se debe tener en cuenta es el El año 1900 abre una nueva etapa como consecuencia de los
relativo al sujeto que en ·cada ocasión señaló la unidad de nues- nuevos caracteres que comienza a mostrar la política expan-
tra América. No hay duda de que el sujeto que hablaba de sionista de los Estados Unidos, inmediato heredero del poder
"Nuevo Mundo" en el siglo XVI no es el mismo que más tarde imperial europeo en Latinoamérica y también por el hecho, cada ·
habló de "América Española", por ejemplo, en la expresión vez más creciente, de una cierta participación política de las
LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO" 29
28 LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"
A mediados del siglo XIX y hasta 1870, dos son las potencias
masas, largamente oprimidas, que comienzan a tener voz pro- mundiales que se organizan como naciones típicamente colo-
pia. De ahora en más y en particular en algunos países hispa- nialistas en Europa: Inglaterra y Francia. Este último país, se
noamericanos, ya no será un solo grupo social el que invoque enfrenta con el mundo sajón y el mundo eslavo en su carrera
una determinada forma de unidad y ejerza el derecho de auto- imperialista, tanto en la Europa misma, como en el Asia y el
afirmación. Demandas sociales conflictivas terminarán por mos- Africa, dentro de un proceso expansionista que no descuidaba
trar la naturaleza relativa, no absoluta, de todo horizonte de las posibilidades que podía ofrecer la antigua América Espa-
comprensión, como también acabarán por llevar al descubri- ñola. Surge de este modo una ideología "panlatinista", que
miento de que algunos de ellos poseen un poder irruptivo his- tendría eco en muchos-escritores hispanoamericanos, como con-
tórico y suponen por eso mismo una afirmación de unidad de_., secuencia del expansionismo territorial de los Estados Unidos.
diverso signo. - - - -- - -
En efecto, en 1845, después de diez años de guerras entre
Una larga historia pareciera anunciar su fiti.-El derecho de México, el estado separatista de Texas y los norteamericanos,
bautismo de nuestra América, inicialmente exclusivo de los se produjo la anexión de aquel estado a la nación del norte.
conquistadores, pasó en un determinado momento a los con- En 1847, tropas de los Estados Unidos toman la capital de
quistados, mas también heredaron éstos las relaciones de do- México y obligan a reconocer la ocupación militar de los estados
minación respecto de los dominadores a los dominados, por de California y de Nuevo México, con lo que la nación azteca
lo que los sucesivos nombres no pasaron de ser la expresión de perdió la mitad de su territorio. Estos hechos, y la importancia
universales ideológicos. Desde este punto de vista, queda claro que Francia iba adquiriendo como "potencia latina", hicieron que
que la historia de los nombres de nuestra América no se reduce la ideología panlatinista comenzara a ser alimentada tanto por
a un problema de autodenominación, como, asimismo, que franceses como por hispanoamericanos, si bien lo fue desde un
la inquietud por· replanteárselo no es ni puede ser ajena a la comienzo con un distinto signo. Dentro de ella surgirá la
cuestión de quién es el sujeto en nuestra América, que puede expresión "América Latina". Hasta ahora, el testimonio más an-
autodenominarse, de cualquier modo que sea, sin caer otra vez tiguo de la aparición de la nueva denominación es un texto
en proyectos de unidad que concluyan siendo encubridores tanto del escritor José María Torres Caicedo. "Desde 1851 -decía en
de nuestras formas de dependencia externa, como de las rela- 1875- empezamos a dar a la América Española el calificativo
ciones de explotación social interna. Desde este punto de vista, de latina; y esta práctica nos atrajo el anatema de varios diarios
el nombre que nos pongamos o el que aceptemos como ya pues- ... Hoy vemos que nuestra práctica se ha generalizado; tanto
to, sólo adquirirá validez en relación con el proyecto de un mejor ... " 2 En 1865, el mismo Torres Caicedo publicaría un
sujeto histórico, que no será este o aquel individuo, que posea libro titulado Unión Latino-Americana. Pensamiento de Bolívar
la capacidad de integrar una sociedad hasta ahora regida por la para formar una Liga Americana. Su origen y sus desarrollos. 3
figura del señor y del siervo, del explotador y del explotado. Otro escritor hispanoamericano que anticipó la nueva denomi-
De ahí que los nombres no valgan por sí mismos . y que, en nación fue Francisco Bilbao. En 1856 hablaba de "nuestra raza
definitiva, el que nos sirva para señalar nuestra autoafirmación americana y latina" en un documento hecho en París en el que
y para autorreconocernos, será el que sea, potencial o actual- convocaba a una reunión para constituir un "Congreso de na-
mente, legitimado por aquel sujeto. ciones hispanoamericanas". En 1862, en su libro La América en
La historia de los nombres de nuestra América es por lo dicfio, peligro, editado en Buenos Aires, hablaba ya de "América La-
la histoda trágica de un proceso de humanización al cual de- tina" dentro de un contexto del cual es necesario destacar su
bemos sumarnos. Mas, ello requiere un grado de conciencia· his~ espíritu. 4 Entretanto había aparecido en París una revista titu-
tórica y consecuentemente .una tarea de revaloración crítica del 2 José Maria Torres Caicedo, Mis ideas y mis principios, París, Nueva
proceso de acumulación de memoria organizado a partir de los Asociación Obrera, 1875, tomo I, p. 151. Texto citado por Ricaurte Soler
sucesivos proye_ctos de unidad. Dentro de esa perspectiva ana- en Clase y nación en Hispanoamérica. Siglo XIX, Panamá, Ediciones de la
lizaremos qué quisieron decir con las expresiones "América Revista Tareas, 1975, p. 51, nota.
Latina" y "nuestra América", algunos escritores representativos a París, Librería de j::harles Bouret, 1865.
4 Francisco Bilbao, "Iniciativa de la América. Idea de un Congreso Fe-
del siglo XIX, Jo cual nos permitirá aclarar qué queremos signi-
ficar y qué deberíamos entender si no nos queremos apartar deral de las Repúblicas", en Obras Completas, Buenos Aires, Imprenta de
Buenos Aires, 1866, tomo 1, pp. 286-304; y La América en peligro ( 1862),
de ~sa lucha por la humanización, cuando decimos, con el espí-
Puebla (México), Cajica, 1972.
ritu que hemos manifestado, "nosotros los latinoamericanos".
LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO" 31
30 LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"
hoy mismo dueños de la América salvaje, los americanos inde-
lada Revue des Races Latines, en la que en 1861 se publicó un pendientes de origen español." De ahí la defensa que hace de
artículo de Tisserand, quien emplea el término "L'Amérique la aristocracia latinoamericana, como también de la monarquía,
Latine", que es hasta ahora el texto francés conocido más an- como forma ideal de gobierno, frente a la república que se le
tiguo.5 presentaba como la puerta para la intromisión en la cosa pú-
El espíritu con el que fue. utilizado el nuevo término en la blica de las masas ignorantes. "Identificarse con los americanos
revista francesa no era sin duda el mismo que movía a Bilbao. prímitivos, es decir, con las masas conquistadas, es perder toda
En el mismo año de 1861, en el que publicaba su artículo Tis- noción de origen histórico, del papel de su propia raza, y colo-
serand, desembarcaron en México-las tropas francesas que aca- carse en la falsa posición de conquistados, siendo en realidad
barían por imponer, dos años más tarde, el Imperio de Maxi- la raza conquistadora, la raza latina o europea, como es en rea-
miliano. El libro La América en peligro hablaba de "América lidad. . . Lo que no ha desaparecido de la raza conquistada, es
Latina", pero oponiéndose tanto a los Estados Unidos, como al incapaz de toda reacción civilizada porque es salvaje o bárbaro."
panlatinismo imperialista francés, es decir que la "latinidad", El gobierno de Sud-América, sea monárquico o republicano,
que será aspecto no necesariamente definitorio para Bilbao, si debe ser el gobierno de sus aristocracias y no la "república
bien valioso, le venía a América· de su modo de ser intrínseco democrática". Ambas líneas de gobierno suponen, según Alberdi,
y no suponía una definición por negación, sino de afirmación dos "americanismos": el de la civilización y el de la barbarie.
desde sí misma. Por el contrario, el término "América Latina" Como consecuencia de esta posición, Alberdi decide apoyar
aparece en el pensamiento francés de la época dentro de un la intervención francesa en México, con lo cual no contradecía
"europeísmo" elaborado como una filosofía de la historia justi- su tesis expresada en 1851, cuando decía lapidariamente que
ficatoria del papel de Francia en el mundo. De este modo, en el en América era bárbaro todo lo que no era europeo. Dentro
término en cuestión, lo que aparece subrayado es la adjetiva- de la expresión "América Latina", usada por Alberdi, subraya, lo
ción que se agrega a "América", la "latinidad" es lo que da mismo que Tisserand, lo latino, por ser lo europeo, y niega
sentido a la "americanidad", y una "latinidad" que es primordial- --SUstantividad histórica a América. Luchar contra los franceses
mente "europeidad". Muy otro era frente a esto lo que nos que- en México significaba reivindicar una América, pura naturaleza
ría decir Bilbao cuando también, nor su parte, hablaba de y barbarie, y no apoyarlos, e~ejar las puertas abiertas a la
nosotros como integrantes de una "América Latina".
América Sajona.
Las diferencias entre el sentido americanista y europeísta de "América Latina" vale, pues, por lo adjetivo y no por lo sus-
la expresión "América Latina", podemos verlas de modo claro tantivo. Paradojalmente el sustantivo que compone la expresión,
si analizamos comparativamente los textos de La América en carece de sustarúividad, es como él mismo lo dice, "lo fantás-
peligro, con lo que Juan Bautista Alberdi decía en su obra El tico" y el adjetivo, aparece sustantivado, es lo histórico, l()
gobierno de Sud América, escrita al año siguiente, en 1863, si civilizado. Pues bien, si América es lo puramente negativo,
bien publicada muchos años más tarde. Ambos libros surgieron lo que carece de significado dentro de la historia humana, lo
como respuesta ante la invasión francesa a México, fruto de la que se opone al progreso, a la cultura, México, enfrentado al
política imperialista de Napoleón III. poder europeo, debía presentarse para Alberdi con los colores
Alberdi denuncia "el exceso de americanismo" que ha provo- más sombríos. Y así dirá que es " ... el más atrasado de cuantos
cado aquella invasión. Se trata, según él mismo nos lo dice, países deben su origen a la España ... Su suelo se encuentra
de "la reacción del americanismo indígena y salvaje" que se rodeado de costas pestíferas, cuando no tempestuosas, especie
opone en América "al patriotismo liberal, americano y moder- de Estigia terrestre; se diría que el dedo de la muerte ha tra-
no". Se plantea el problema de cuál es el sujeto histórico que zado sus fronteras sepulcrales". México, en lucha contra lo más
tiene derechos a invocar el nombre de América y, por tanto. a reaccionario de las aristocracias europeas, resultaba ser un
sostener un americanismo "auténtico". La respuesta de Alberdi ataúd, la muerte de la historia y de la civilizacíón.
es terminante. La revolución de América fue hecha por "el pue- América era un vacío que debía ser llenado, un continente
blo europeo de origen y de raza, no el pueblo de nacionalidad sin contenido y que si tenía ya alguno, le había venido de afuera,
indígena y salvaje". "Es en nombre de la Europa que somos jl de la Europa latina. Lo demás, lo inconcebible, lo inexplicable,
¡,
ro John Phelan, "Panlatinisrno, la intervcnc.ión francesa en México y el ¡: ~o "fantástico", no poseía sustantividad alguna, ni menos aún
origen de la idra de Latinoamérica", en Latinoamérica. Anuario de Estudios ¡
derechos para invocar un americanismo. La expresión "nosotros
Latinoamericanos, México, UNAM, núm. 2, 1969.
33
LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"
32 LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"
antipopular y por eso mismo antiamericanista. El motivo que
los latinoamericanos", se reducía en Alberdi a un "nosotros los na nevado a los "civilizados" que piden "la exterminación de
europeos latinos de América" o a un "nosotros los integrantes los indios y de los gauchos", al desprecio y desconocimiento
de las aristocracias de origen español", cuya renuncia a la mi- del papel histórico de las "masas brutas", se encuentra en un
sión heredada de dominación respecto de 1os grupos sociales "olvido", concepto con el cual Bilbao habrá de intentar una
inferiores, era simplemente, renuncia de la "civilización".
crítica de la razón política.
Frente a otros escritos alberdianos, de los que necesariamente En efecto, cuando los grupos conservadores, oligárquicos y
deberemos ocuparnos, El gobierno de Sud América ha sido con- europeizantes, enuncian un "nosotros", están olvidando la am-
siderada por Bernardo Canal Feijoo como una "obra aberrante". plitud que debería tener en boca de Uf!. americano, según piensa
No se trata, sin embargo, a nuestro juicio, de un "extravío", el escritor chilen<l, -y-lo reducen al grupo dominador. "Soste-
sino de una de las tantas manifestaciones del sistema de nemos -dice- que el--olvido de algún elemento necesario que
contradicciones dentro del cual se movieron muchos liberales his- entra en la concepción de la verdad es causa de casi todos
panoamericanos.6 nuestros errores." Así, por ejemplo, el olvido del absolutista es
Muy otro será el sentido de la expresión "América Latina" "el olvido del derecho de la libertad de todos". Ese "olvido" está
en Francisco Bilbao. El régimen de valores que rige el pensa- además condicionado o causado, como el mismo Bilbao lo de"
miento de este autor es la contraparte del que hemos visto sos- clara, por "la posición social", se trata, dice, "de una cuestión
tiene la posición alberdiana. México, que había provocado según
el escritor argentino, un verdadero "exceso de americanismo", de mesa, de albergue, de rentas".
Bilbao va más allá todavía en su crítica de la razón política.
no es para Bilbao un ataúd, sino "lo más bello y lo más rico Denuncia que para justificar el "olvido" y la afirmación del
de- América" y además, el destino político de América no es la "nosotros" dominador, propios del "americanismo" aristocrati-
monarquía o su sustituto, la república aristocrática, sino la de- zante y europeipnte, se recurrirá a_la división de los americanos
mocracia. "Creemos -dice- que la gloria de América, excep- en "espíritu" y "materia" y que- sólo los que se consideran
tuando de su participación al Brasil, imperio con esclavru;., y al colocados en el primero son los que pueden hablar en nomc
Paraguay, dictadura con siervos, y a pesar de las peripecias bre de todos. Bilbao reconstruye el razonamiento del hombre
sangrientas de la anarquía y despotismo transeúntes, sea por
··e instinto, intuición de la verdad, necesidad histórica o lógica del opresor:
derecho, consiste en esa glol"iapen haber identificado su destino Conspiro con algunos, a quienes seduce la bella perspectiva del
con la república." Mas, como hemos aclarado, no es la pro- ocio, del dominio, de los goces. Sorprendemos a otros y los escla-
yectada por las oligarquías europeizantes, partidarias del despo- vizamos, y con los esClavizados aumentamos la conquista. Ehse·
tismo ilustrado, sino aquella que tiene sus raíces en el pueblo guida educamos a los esclavos diciéndoles: Brahma, el eterno, nos
sacó a nosotros de su propia cabeza para dirigiros; y a vosotros,
mismo, que es de donde deriva toda soberanía. De ahí que de sus pies, para servirnos. Somos la palabra del Ser, el universo
Bilbao entienda que es gracias a la participación de las masas, a tiembla. El rayo, el trueno, la tormenta, el temblor, son mani-
la presión ejercida por ellas, que América ha señalado su des- festaciones de su ira: obedeced si queréis salvaros. El freno queda
tino: "Sí, gloria a los pueblos -dice- a las masas brutas, colocado y las riendas en manos de la casta. He ahí cómo se do-
porque su instinto nos ha salvado. Mientras los sabios desespe- mina a las multitudes, he ahí cómo se enfrena a los pueblos.
raban o traicionaban, esas masas habían amasado con sus
lágrimas y sangre el pan de la República, y aunque ignorantes, El desconocimiento de los otros, proviene viciosamente de
el amor a la idea desquició todas las tentativas de los que ima- nosotros mismos y el rechazo de que somos objeto por parte
t; de ellos, lo atribuimos a su "incapacidad" para incorporarse
ginaron reproducir un plagio de monarquía." 1,
Mas, Bilbao no se quedará en este nivel, siho que tratará ~ a "nosotros". únicamente mediante la violencia, la fuerza, es
de profundizar en las causas por las cuales los partidarios de l posible reducir las masas e introducirlas en nuestro propio

\
la intervención francesa en México han adoptado una posición plan. De ahí que si hay república, porque la monarquía es
6 Juan Bautista Alberdi, El gobierno de Sud-América según las miras de

su revolución fundamental, Buenos Aires, Imprenta Europea, 1896 (Escritos


f. imposible ya en América, debe ser una "república fuerte". Tal
era . la tesis de Alberdi que hemos comentado y será años más
póstumos, tomo IV). Cf. Bernardo Canal Feijoo, Constitución y revolución. m tarpe la del "cesarismo democrático" de los positivistas.
Juan Bautista Alberdi, México, Fondo de Cultura Económica, 1955, pp. 507 Como consecuencia del "olvido" se genera la violencia, por

1
.
y 517.

\
.
¡
· 34 LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"

lo mismo·que es fundamentalmente violencia. ¿Cuál es el dis. LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO" 35


curso de los "civilizados" según Bilbao? Ellos dice;n: "Ved ·esos
bárbaros: los hombres del campo, los huasos, los gauchos, Jos' canos han entendido por "lo nuestro" y muy particularmente,
llanero,, lo, jornalero,, lo, peone,, en una< palabra,, la< ma,..,, lo que han creído entender en la locución "nuestra América",
el pueblo. ¿Y queréis instituciones? ¡No! Es necesario la fuer· es de particular interés.
za, el poder fuerte, la dictadura ... " Los "partidos civilizados" La expresión se encuentra enunciada textualmente como Nues.
piden, pues, "la dictadura de las clases privilegiadas". Pero tra América, en el célebre artículo de José Martí, aparecido en
aquellas masas de las que habla Bilbao ya no son las que dieron México en 1891, como también años más tarde, es título del
su sangre durante las guerras de Independern::ia bajo el control libro de Carlos Octavio Bunge, Nuestra América, de 1903. La
del partido crtollo, -'<on las 1'lla<a< levantada< durante la< guerra, problenliilfc-a de "lo nuestro" y los orígenes de la locución "nues-
civiles posteriores a la Independencia, que han adquirido una tra América", se encuentran sin embargo ya claramente en las
cierta conciencia, un cierto para M. De ahí que ella< propongan célebres Cartas ele Jamaica de Simón Bolívar y son fácilmente
también su dictadura. "Las masas desheredadas y atropeiiadas rastreables inclusive en escritores hispanoamericanos desde
como animales, buscan caudillos. Es la dictadura de la venganza fines del siglo xvm. La ideología latinista, a mediados del si-
y la garantía de su modo de ser." No cabe duda de que en glo XIX dará particular importancia al tema, como puede verse
este enfrentamiento de clases sociales, muy distinto debía ser en ensayistas como José María Torres Caicedo. Muchos otros
de sentido
el Américadel "nosotros los latinoamericanos", como también el
Latina. casos podríamos citar, bástenos con un análisis de las respues-
tas dadas por aquellos dos escritores que, como en el caso
En efecto, para Bilbao, en primer lugar e<tá "América" y en anterior, nos permitirá dar un paso más en la determinación
segundo, su "latinidad". Su defensa no se encamina a "salvar" del "nosotros". -
a esta última, aun cuando ella tenga valores apreciables, sino a Comencemos por el citado texto de José Martí. ¿Cómo llegar
<alvar a América. El libro de Bilbao no ,. llama "La América a lo "nue!itro"? ¿Cómo llegar a la afirmación de "nosotros mis-
Latina en peUgro", · como podría haberlo t;!ulado ya que la ex- mos como valiosos" y a la vez tener conciencia del alcance del
presión "América Latina" aparece usada en el mismo texto, sino "nosotros" desde "lo nuestro"? Tal sería el planteo de base
que Jo denomina simplemente "La América ·en peligro": esta que surge del escrito de Martí. De alguna manera--el método
América 'Ometida a Jo, avance, tanto del Imperio francé, como para la determinación del "nosotros" repite lejanamente el in-
norteamericano y organizada internamente· sobre la violencia tento platónico del Alcibíades, mas hay aquí una radical dife-
justificada con la palabra "civilización". De este modo, Bilbao rencia en cuanto que la respuesta no se ha de lograr mediante
suqrayará lo verdaderamente sustantivo de la expresión, y de- una reducción que nos introduzca en una radical intimidad, ·
jará Jo adjetivo como tal. América e, por tanto un término Ueno en una especie de sagrario ontológico y a la vez mítico, pues
de contenido llistórico, válido y sustante por sí mismo. La ex- la pregunta es acerca ;del hombre como ente histórico y ~ociai
presión "nosotros los latinoamericanos" no quiere decir otra y más particularmente, acerca de un hombre determinado: el
cosa que los americanos, que si bien se diferencian de los de la de "nuestra América".
América Sajona por su incorporación al mundo latino, valen Lo primero que nos dice Martí es. que para afirmarnos a
antes que nada en cuanto americanos, sean ellos latinos o no nosotros mismos es necesario superar la "mentalidad aldeana",
Jo «an, constituyan Jo, grupos de las ari,tocracia, de origen "despertar del sueño aldeano", dicho en otras palabras, reco-
español, sean indígenas que sólo hablan su lengua, o mestizos nocer las limitaciones propias de nuestro horizonte de com-
que han mantenido hábitos de vida no totalmente europeizados. prensión. Con ello, como en el caso de Bilbao, su pensamiento
La exigencia de que hemos partido: "ponernos a nosotros1 habrá de tener como base una crítica de la razón. La mentalidad
mismos como valiosos", se encuentra implícita asimismo en la "aldeana" nos lleva a ignorarnos a nosotros mismos, aun cuan-
expresión de "lo nuestro". En efecto, definir los alcances del do suponga un modo de afirmación de un determinado sujeto,
"nosotros" supone a la vez la definición de "lo nuestro", no en \
simplemente, porque ignoramos el "otro". Sumergirnos en la
el Seilt;do de las co<as que son nuestras, 'ino en el de "nue<tro "aldea'' es, pues, ignorar a los demás en cuanto alteridad, .Y
modo de ser", "nuestra identidad", que incluye nuestra relación
con aquellas cosas. Un análisis de lo que los escritores ameri-
' Francisco Bilbao, La América en Peligro, cd. cit. 1 sucede que éstos también integran lo "nuestro", "nuestra Amé·
rica". Para conocernos a nosotros mismos no tenemos más re-
medio que conocer y reconocer a los demás,. de donde la norma
que enuncia Mar.tí de que "Los pueblos que no se conocen han
de darse prisa por conocerse", no se refiere a un conocimiento
37
LA HISTORIA~DBL. ~·NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO''
36 LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"
nas, en ;particular con; aquellas~ qúe ,e¡, hQmbre de la ciudad con
entre pueblo y pueblo, sino a un reconocimiento de la diversidad su "razón universitaria'' mánejá contra él; es "bueno", no desde
interna de cada pueblo. De ahí la necesidad de lo que deno- un punto de,vista moral, sino porque ,parte "de lo que es", en
mina "del recuento y de la marcha unida", superada la aldeani- cua~to marg~nado y 'expl~~ado,, porque no integra los grupos
dad en cuanto forma de mentalidad limitada, que en el hombre soctales dommadores. El hombre natural" es por eso mismo
de ciudad, y en. particular en el universitario intoxicado de un factor de irrupción en el prQceso históricO, es el que de-
libros europeos, adquiere su máxima negatividad. nuncia con su simple vivir, con su cotidianidad, los falsos
El punto de partida de "lo nuestro" es la "diversidad". A ella principios de unidad, impuestos a partir de un desconocimiento
Martí la denomina "lo que es".· Al mismo tiempo, también es de la diversidad. "Viene el hombre natural, indignado y fuerte,
punto de partida la "unidad" que no sea extraña a "lo que es". y derriba la jus_tiQ.a acumulada en los libros." Es el hombre
Y ¿qué somos? ¿Qué es "lo nuestro"? Somos "el potro del lla- que viene a denunciar ·con su P'"cncia "la parte de ve<dad"
nero", "la sangre. cuajada del indio", el "país", "el estandarte olvidada. Se trataae un ser que posee voz y que exige que le
sea escuchada por lo mismo que se afirma en su alteridad.
de la virgen de Guadalupe", "las comarcas burdas y singu-
lares de nuestra A-mérica mestiza", "el alma de la tierra". Pero Lejos estamos del mítico caribe rousseauniano.
Frente a él, también integra "lo nuestro", como hemos ya
también esta América nuestra es "el libro importado", "los dicho, el "hombre culto", pero cuya cultura consiste en un
hábitos monárquicos", "la razón universitaria"; "las capitales mirar "con antiparras yanquis o francesas", colocándose "ven-
de corbatín", "los redentores bibliógenos", "la universidad eu- das" y hablando no con "palabras", sino con "rodeos de pala-
ropea". Est.e segundo aspecto de lo "nuestro" es aquel de donde bras", con "ambages", por el temor de ser claro. Este hohlbre
ha salido la enunciación de un "nosotros" ocultante del "noso- es el que no pone en juego "la razón de todos en las cosas de
tros"~ Es el de los que han caído en un "olvido", que es precisa-
todos", sino "la razón universitaria de unos, sobre la razón
mente consecuencia de la "aldeanidad", el mismo olvido del que campestre- de otros". Es el que ignora, a sabiendas o no, la
hablaba Bilbao. Ambos escritores desarrollaron, cada uno a su relatividad de su propia posición y que hace de su "palabra",
tiempo, uno de los .temas tal vez más interesantes dentro de
pretendida ve,dad unive.-sal. No ve o no quie,-e ve' "que las
la historia del pensamiento filosófico-social latinoamericano, ideas absolutas, para no caer en un yerro de forma, deben po-
sobre el cual se ha desarrollado, como hemos dicho, toda una nerse en formas relativas". A este hombre debe sustituirle el
crítica de la razón. ~ "estadista natural", que del mismo modo que el "hombre na-
La composición de lo "nuestro" no es la que generalizaron tural", es el que tiene la capacidad de ver "lo que es", desde
escritores como Domingo Faustino Sarmiento, muchas veces en un saber universitario que no es ya importado, sino propio. En
contradicción con ellos mismos, para quienes éramos una in- él "la universidad europea" ha cedido ante la "universidad
compatible mezcla de "civilización" y de ~'barbarie". Hay en "lo
nuestro" una dualidad y en esto sí tenía razón el pensador americana", el libro foráneo, al libro nuestro.
Mundo conflictivo el de "nuestra Améríca", surcado de anta-
argentino, pero ella es otra, es sin más y con términos de Martí, gonismos: "la ciudad contra el campo", "la razón contra el
la de "lo artificial" frente a "lo natural". La llamada "civili- cirial", "el libro contra la lanza", "las castas urbanas contra la
zación" es un artificio de la "razón aldeana", un universal ideo- nación natural", "el indio mudo, el blanco locuaz y parlante",
lógico que en cuanto tal funciona como encubrimiento, poniendo "el campesino, la ciudad desdeñosa", en resumen y con las
en juego el "olvido", fruto de una mala conciencia. La "barba- mismas textuales palabras de José Martí "los oprimidos y
rie", atribuida al "hombre natural" de Martí, es por el contrario,
un poder histórico de desencubrimiento. El "olvido" y junto los opresores". Eso es "lo nuestro".
c:Oué hacer? "El genio -nos dice- hubiera estado en her-
con él los proyectos de unidad de nuestra América, tomados manar" a todos, pero para hacerlo es necesario antes conocer
de préstamo a Hamilton o a Sieyes, sobre los cuales se organiza los términos de cada contradicción y sobre todo reconocer como
doctrinalmente aquel "olvido", son los que movilizan por reac- valiosos a la "nación natural", al "campo", a la "lanza", a la
ción, a un hombre marginado, que conoce además, al otro, como "vincha", y partir de ellos. "Hermanar" no quiere decir, en el
causa de su marginación. pensamiento de Martí, lograr un acuerdo entre dominadores
Éste es, como dijimos, el "hombre natural". No se trata, Y dominados, sino ponernos por encima de esa relación. Para
aunque podría creérselo, de un regreso a la teoría del "buen ello no hay otra vía que colocarnos al lado del "hombre natu-
salvaje", aun cuando Martí nos diga que "el hombre natural
es bueno". Es "natural" porque no está intoxicado con doctri-
~

~
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LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO" 39
38 LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"
les cabe\ la tare• de lograr la unidad mediante la imposición
ral": "Con los oprimidos había que hacer causa común, para de un "alma común". Como es fácil comprenderlo ésta será el
afianzar el sistema opuesto a los -intereses de los opresores", fruto de un mestizaje, pero por cierto de un mestizaje "posi-
y esto porque los "oprimidos", con su mirar "natural", cons- tivo", y todo el problema de esta simple filosofía de la historia,
tituyen, aunque no siempre con éxito ni conciencia, el poder consiste en encontrar la fónnula que asegure su posibilidad-
irruptor en la historia.8 Aquel "mestizaje positivo" se logrará cuando predomine "lo
Carlos Octavio Bunge, en su libro Nuestra América, parte castizo", es decir, cuando se imponga el más fuerte sobre el
también del reconocimiento de una diversidad y se pregunta más débil racialmente. "Lo castizo ·de un pueblo compuesto
cuál es el principio de unidad que le corresponde; Por-de pron- de varias razas y sub-razas -dice- es lo propio y caracte-
to, las formas de div~rsidad son, para Bunge, fundamentalmente rístico de la raza más fuerte, la dominadora; es el sello de
raciales -y,- en relación con cada raza o "subrraza", psicológicas. supremacía que ésta impone a las débiles, las dominadas."
La unidad de América como multiplicidad habrá de derivar, ¡;stas, felizmente, por lo mismo que débiles, son propensas a
del mismo modo, de una integración racial, de un "mestizaje" del sufrir influencias, son sugestionables. En la casticidad radica,
que habrá de surgir el "geni9 hispanoamericano". A pesar pues, la fórmula sobre la que se habrá de lograr la unidad de
de que entiende que algún día se alcanzará esa unidad,· se le nuestra AJnérica- Ahora bien. como la sugestionabilidad de los
presenta sin embargo como hipotética ya que la diversidad débiles no es recurso suficiente, es necesario agregar la vio-
posee un sino fuertemente negativo, una fuerza disociadora lencia, la que como "lucha de razas" existe de hecho y es legí-
que lo impide. La unidad, en la medida en que la realidad tima. "Una vez entablada la lucha de razas harto desiguales,
diversa actual es valorada negativamente, es proyectada hacia debe mantenerse basta la dominación y absorción de la más
el futuro con carácter de enigma: "sobre el porvenir de ese débil, cuale•quiera que sean las ideas, la política, la religión, o
caos de luces y tinieblas -que es América- duda el mismo la ética dominant.,." La unidad de nuestra América, como
fuerza~
Dios". Sin embargo, considerado el problema desde el punto consecuencia de la naturaleza de "lo nuestro" se habrá de
de vista racial, nos vuelve la esperanza, ya que "la herencia, la lograr mediante la no excluye, por cierto, el genocidio.'
Raza, resulta, en inducción final, la clave del Enigma ... Estu- Todo esto es justificado sobre una arbitraria psicología de
diemos, pues, a los !:Jombres y a los pueblos según la raza, si tos pueblos, fundada en una caprichosa y pretendida "obser·
queremos arrancar a la Esfinge de la vida, su secreto, el secreto vación científica", según la cual, las poblaciones indtgerms se
inhallable, el secreto del pasado, del presente y del porvenir". han caracterizado por su espíritu vengativo y su ferocidad,' su-
De esta manera, lo "nuestro" de "nuestra América" se presenta perior a la de Jos primitivos salvajes europeos; el "indio mesti·
bajo una doble faz: es un presente, un ser, lo dado como di- zado" "' un "híbrido" que muestra caracteres visibles de dege-
versidad y más aun, como diversidad caótica; pero también es neración; en fin, el mulato, mucho más que el mestizo de
lo "nuestro" un proyecto y una posibilidad en cuanto que el blanco e ihdio, se le presenta como el "monstruo apocalíptico"
secreto mismo de las razas nos asegura una unidad futura, que que amenaza a la' "sociedades modernas" de América, centradas
de alguna manera habrá que probar que ya se encuentra, por principalmente en las ciudades. Como consecuencia de todo esto,
lo menos en principio, en medio de aquel caos. El problema Bunge declarará qúe "el alcoholismo, la viruela y la tuberculo-
consiste, dicho con otras palabras, en pasar de una "hetero- sis", que han "diezmado a la población indigena y africana en
geneidad" a una Hhomogeneidad", partiendo del principio de algunas ciudades", "depurando sus elementos étnicos, europei-
que dentro de lo diverso existe algún elemento que no se mues- \ zándolos, españolizándolos", constituyen una bendición.
tra como factor de caos o de disociación, sino todo lo contrario, El mito racial le permite a Bunge ocUltar la realidad de las
por lo que la unidad depende de las posibilidades y suerte de clases sociales y sus conflictos, y al m>smo tiempo. justificar
ese elemento salvador. \ tos pretendidos derechos de Jos grupos dominantes- A pesar de
¿Cómo se explica que en medio de una diversidad negativa \ que su posición coincide políticamente con las tesis atberdianas
pueda haber un factor positivo que permita superar la caoti- desarrolladas en El gobierno de Sttd-América. esta última obra
cidad? Para Bunge el problema se resuelve de modo simple: nos resulta menos ideologizada en cuanto que "civilización" y
el secreto de la historia se encuentra en la geografía, ésta ha "barbarie" son allí las ari,;tocracias de origen europeo y la plebe
generado grupos raciales fuertes y débiles y a los primeros Carlos Octavio Bunge, Nuestra América {Ensayo de psicología social)
9
8 José Martí, "Nuestra América" ( 1891), en Nuestra América, Barcelona, (!903), Madrid, 74 ed., Jorro, 1926.
Ariel, 1973.
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LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"
40 LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"
destino, contra el paisaje. Tal vez este siglo de plebes- urbanas,
americana, respectivamente, señaladas, a pesar de las' referen- proletariados uniformados y filosofías que han oscurecido la tie-
cias raciales que contienen, más bien como clases sociales rra al hipertrofiar el Estado y reducir al hombre a un simple
antagónicas. Las palabras de Martí, escritas en su artículo grano de arena en la playa del tiempo, a una simple gota de
"Nuestra América", parecieran haber sido redactadas pensando agua en la corriente de la raza, esta idea puede ser pueril. Pero
quien acaba de recorrer los caminos de Suramérica y, por tanto,
en ensayistas del tipo de Bunge: "No hay odio de razas, porque ha revivido paso a paso su historia, sabe que por sobre la muche-
no hay razas", el odio y el miedo que acompañan de modo dumbre, o antes que ella, se encuentra siempre el hombre: Manco
evidente ,a la violencia propugnada por Bunge como solución Capac, Núñez de Balboa, Pizarro, Valdivia, Orellana .. _
de "lo nuestro", son reales, no lo son sin embargo -y también
, con palabras de Martí- las "razas de librería" sobre las cuales Razón tenía Hegel cuando decía que todo contenido sólo .puede
pretende justificar la "casticidad" de las oligarquías terrate- ser comprendido en cuanto encaje en el enrejado de la con-
nientes y la "inferioridad racial" de las clases explotadas.
Hemos visto cómo en Bilbao y en Alberdi, en Martí y en ciencia ordinaria.
Conforme con su ideología nos dirá más adelante que "No
Bl}nge, en diversas fechas de nuestro proceso intelectual, se ha fue el indio, no pudo ser la turba indígena la que se rebeló
hablado de un "yo" social, de un "nosotros", si bien dentro de hace un siglo contra el invasor blanco. Fueron unos pocos hom·
líneas de desarrollo claramente diferenciables. La temática, como bres, unos cuantos espíritus que se pueden contar con los dedos
así sus divergencias internas, es también cosa de nuestros días de la mano, los que pusieron fuego a Suramérica, armaron con
y no lo es por factores casuales. Hay, claro está, diferencias una lanza al descontento llanero, dieron un puñal a la manu·
de época, mas, el planteo de base, se mantiene. La vieja y falsa misión del mestizo y sacudieron con el látigo la incuria del
oposición entre "civilización" y "barbarie" reaparece, si bien indígena ... " Con lo transcripto ya sabemos lo que el autor
con otros condicionamientos, pues no se trata ya de la misma quiere decir, en nombre de quién habla y justifica su posición.
"plebe", ni de las mismas aristocracias y oligarquías. Sin em- Un desprecio manifiesto por lo que denomina "bajos fondos" -
bargo aquellos mitos han continuado reelaborándose. El ra- revela cuál es el alcance del "nosotros", reducido arbitraria-
cismo de los positivistas, el que vimos expresadO--en el argentino mente a éste o aquel individuo, "contables con los dedos de
Carlos Octavio Bunge, o el que podemos ver en el mexicano ~ano", pero que sin embargo no dejan de ser un "nosotros".
Francisco Bulnes, o el boliviano Alcides Arguedas, todos ellos Lejos estamos otra vez de los intentos de desmitificadores de
insostenibles en nuestros días, han reaparecido bajo nuevas un Francisco Bilbao y de un José Martí.1°
fórmulas, expresadas en ideologías sucedáneas.
Una entre tantas, dentro de los ensayos que interesan direc- Los ejemplos que hemos puesto, los discursos de Alberdi y
tamente a la problemática del "nosotros" y de lo "nuestro", es de Bunge, por un lado, y los de Bilbao y Martí, por el otro, nos
la que se desarrolla en el libro del escritor colombiano Eduardo muestran la existencia de ciertas categorías discursivas que de-
Caballero Calderón Suramérica, tierra de hombres. El mito de penden del modo como se ha ejercido en cada caso el a priori
la "raza castiza", aparece remplazado por el de un hombre a] antropológico. Un análisis de este ejercicio nos permite por
que denomina "hombre a secas" y el de las "razas débiles" tanto colocarnos, no propiamente en una "historia de los dis-
encuentra su sustituto en el de las "muchedumbres", entendidas cursos", sino en lo que podríamos considerar como las ,condi-
como una especie de masas humanas amorfas. Un regreso al ciones de producción de los mismos y a partir de lo cual aquella
individualismo liberal y un retomar dentro de éste la anacró- historia sería posible. No es difícil de ver que el ejercicio del
nica doctrina del héroe, le permite justificar la marginación "ponernos como valiosos" supone un horizonte de comprensión
dentro de la historia pasada y presente, de la temida "plebe",_ desde el cual, con diverso signo, se elabora el 1;1ivel discursivo,
ahora vestida con la ropa del proletariado urbano. · que tiene como eje siempre aquel "ponemos", que, como hemos
·~'J tratado de mostrarlo, nos da el sentido del <!nosotros" y de lo
Si en apariencia hay en Suramérica este remover de bajos fondos, "nuestro" en cada caso.
este entrecruzamiento de las corrientes humanas y este desplaza- Por otra parte, el estudio del discurso, tal cual aquí lo plan-
miento de culturas que se embisten, se mezclan y se despedazan, teamos, supone la afirmación de una autonomía relativa de lo
no es menos cierto que en el comienzo de todo, como orientador
de la historia, se encuentra siempre el hombre. No la muche- Suramérica, tierra del hombre, Madrid,
H•Eduardo Caballero Calderón,
dumbre, ni la multitud, ni el pueblo, ni la nación, ni la raza, sino
el hombre a secas, el indi\'iduo que se enfrenta sólo contra et Guacbirrama, 1956.
42 LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO"
J
E LA HISTORIA DEL "NOSOTROS" Y DE LO "NUESTRO" 43

discursivo. ~sta surge de un hecho no siempre suficientemente mentalmente '~desestructuración" de códigos Y que. se pone
subrayado, cuyo desconocimiento puede llevar en sus casos ex- de manifiesto en la existencia de discursos contranos, como
tremos a negar la posibilidad y el real valor que reviste el hecho constante dentro de toda etapa histórico-social. De esta
estudio de la expresión discursiva. Nos referimos concretamente manera, aquella autonomía de lo discursivo que surge del
a la naturaleza del lenguaje como mediación de todas las formas fenómeno inevitable de la mediación, aparece constantemente
de vida real concreta. La doctrina de lo ideológico según la quebrada, hecho que no impide darle toda la importancia que
cual éste sería un "reflejo" de las relaciones sociales conside- posee en cualquier intento de análisis de un texto.
radas en su pura facticidad, ha conducido a ignorar aquel fe- ...., El hecho que hemos mencionado;-el de la existencia de "dis•
nómeno de la mediación, creando la ilusión de que se--puede cursos contrarios", exige la investigación de sus modos de fun-
confrontar de modo inmediato la realidad extralingüística_ y cionamiento, a partir de lo cual será posible establecer ciertas
su expresión en el lenguaje, por cuanto el acceso a lo primero categorías discursivas básicas, siempre en relación, como diji-
sería directo. Mas no es así, por cuanto, para establecer la de- mos en un comienzo, con la forma cómo se ejerce el a priori
seada confrontación, se ha de expresar también a nivel dis- antropológico. De ahí la posibilidad de elaborar una "teoría.
cursivo aquella realidad. No hay hechos económicos o sociales en de los dos discursos", diferenciables básicamente por sus es~~
bruto,· sin la mediación de formas discursivas. La confronta- tructuras axiológicas y que en el caso de uno de ellos, el "dis--"
ción no se da, por· tanto, entre una realidad desnuda y las curso liberador", suele ir acompañado de ciertas actitudes ·
teorías o doctrinas, científicas o no, de la misma, sino entre decodificadoras, que pueden incluso adquirir formas metodol~ ·
formas discursivas, a una de las cuales se le atribuye la virtud gicas precisas. El desarrollo y sistematización de las formas ·
de ser la "realidad'', mientras que a la otra se la declara "re- espontáneas de decodificación, funda, por lo demás, la posibilidad
flejo". La universalidad de la mediación no llega, sin embargó, de la elaboración de discursos que anticipen el poder desestruc-
a invalidar todo discurso, pues, no en todos la mediación se turador de la facticidad social misma, sin que se tenga que es-
juega de la misma manera, como no invalida la doctrina del perar la madurez de los tiempos.
"reflejo", a pesar de otras dificultades que ofrece, sino las in- Tal vez no sería necesario aclarar que la historia de los
terpretaciones ingenuas de la misma. Como consecuenciá de lo - discursos que se intente sobre estos criterios, exige una inves-
~
señalado, surge que una confrontación de la realidad extralin- tigación de la totalidad discursiva de una sociedad determinada
güística con la expresión discursiva que intente llevarse a cabo en un tiempo dado, hecho que obliga a ampliar el concepto
exclusivamente sobre la determinación de contenidos, sin plan- mismo de "discurso", reducido tradicionalmente a lo textual.
tearse el problema de los códigos dentro de los cuales aquellos No siempre el "discurso contrario" ha sido expresado de la
contenidos alcanzan significación, se quedaría a medio camino. misma manera y en más de un caso se encuentra implícito, más
Previo por tanto a una confrontación de aspectos de la "rea- que explícito, en formas discursivas que abarcan las niás diver-
lidad", con sus correlativos "contenidos" dentro del discurso, sas modalidades expresivas de una determinada sociedad. Esto
se hace necesaria una confrontación entre el sistema de rela- rompe con la pretendida ·autosuficiencia de determinados dis-
ciones sociales y los sistemas de códigos de los cuales depende cursos, por cuanto el antidiscurso de un discurso "científico"
todo discurso, cuya estructura última se enuncia fundamental- puede estar dado, potencial o actualmente, en formas expresivas
mente en juicios de valor, a los que quedan supeditados los vulgares, en relación con las cuales ha de ser necesariamente
juicios de realidad. Momento investigativo éste en el que estudiado y que poseen, para una doctrina acerca del discurso,
siempre se dará inevitablemente una mediación, por cuanto tanto peso y valor como aquél, aun cuando no se nos presenten
el sistema de relaciones sociales no lo captaremos nunca en como "teoréticos". Por .último, es necesario tener presente que
bruto, pero que abre las puertas para dar el paso del lenguaje el "discurso contrario", al margen de su enunciación, se en-
cotidiano, propio de la conciencia ordinaria, al lenguaje cien- cuentra por lo general, aludido-eludido en el mismo discurso
tífico, al colocarnos en la fuente donde se organiza el mundo al cual se opone, hecho que es característico de las formas
de significados. ¿Cómo .son traspasadas y cómo pueden ser su- discursivas típicamente ideológicas.11 ·

peradas las consecuencias de la mediación? La respuesta surge


del proceso permanente de lo que podríamos considerar como 11 Cf. nuestro trabajo "Narrativa y cotidianidad. La obra de Vladimir
"destrucción" de lo discursivo, por obra de la facticidad social Propp a la luz de un .cuento ecuatoriano", en Cultura, Revista del Banco
dentro de la que juega su papel todo sujeto, que es funda- Central del Ecuador, Quito, núm. 2, 1978.
rr
~;

LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO" 45

y el hispanoamericanismo, fueron también respuestas ambiguas,-


111. LA DETERMINACióN DEL "NOSOTROS" Y DE que tuvieron su justificación histórica y la siguen teniendo,
particularmente en relación con la evolución y avance del im-
LO "NUESTRO" POR EL "LEGADO" perialismo norteamericano, pero que fueron del mismo modo
herramientas opresivas, tal como sucedió claramente en el re-
greso al pasado hispánico de la década de los 30, en el que el
UNA [)E las vías que se ha utilizado para la definición del "noso- hispanoamericanismo, en particular, se vio alimentado por ideo-
tros" y de lo "nuestro" es la que se ha dado en llamar "legado", logías abiertamente irracionales, como el fascismo italiano y el
y también "herencia cultural", "tradición", etc.,. recurso que falangismo español. No es de extrañar que la problemática del
~-Para muchos escritores hispanoamericanos ha sido considerado "legado", sobre todo si atendemos a estos antecedentes, despier-
~como~ el único, o por lo menos, el más importante. El tema te un justo rechazo y desconfianza. De todos modos, es un hecho
del "legado" es algo que nos viene impuesto dentro de la inconcuso que existe en toda sociedad una transmisión y re-
problemática que nos interesa y que no podemos soslayar, sino cepción de bienes, de valores y junto con ellos, de sistemas de
antes bien, debemos rescatarlo en su justo valor. Este recurso vida, que integran su cultura, tomando esta palabra en su
supone, por lo mismo que parte de ciertos elementos culturales sentido más amplio, mediante los cuales esa sociedad se auto-
a los que considera como propios, una definición del hombre
reconoce e inclusive subsiste.
latinoamericano por afirmación, y sus desarrollos más amplios Ahora bien, de una u otra manera, tQd_as estas ideologías con-
tienen su origen histórico en aquellas ideologías a las que po- tinentalistas, han recurrid_o al "legado" como medio para justi-
dríamos denominar en general como "americanistas", dentro de ficarse, aun cuando no todas ellas lo hayan entendido siempre
las cuales se destacan el "bolivarismo", el "latinoamericanismo" de la misma manera. En casi todas, sin embargo, la herencia
más tarde, y en general las formas del "hispanoamericanismo", cultural ha sido reducida a un conjunto de bienes heredados,
todas las cqales se extienden desde los albores del siglo xrx y que integran lo que podríamos llamar nuestra "cultura espiri-
cobran fuerza, en particular la última de las citadas, alrededor tual" o que son las raíces nutridas de esa misma cultura. Entre
del 1900. El siglo xx ha presenciado el renacimiento de muchas esos bienes se destacan, por la frecuencia y fuerza con que han
de ellas, no siempre con el mismo sentido ni dentro de un sido invocados, la religión, principalmente como práctica cul-
mismo contexto histórico. En nuestros días, como ideología he- tural, el lenguaje, las costumbres, la "raza", la ~ra", cada
redera de un "hispanoamericanismo" que concluyó diluido por uno de los cuales se ha visto acompañado de un marco ideoló-
el impacto del "panamericanismo" allá por la década de los gico propio, que ha venido a formar parte de las ideologías
20, comenzó a gestarse un nuevo "latinoamedcanismo", distinto continentalistas, diversificándolas según los casos. En relación
sin duda del que se generó a mediados del siglo XIX y que ha con aquellos bienes se puede hablar, en efecto, de un "tradicio-
ido tomando cada vez más consistencia particularmente desde nalismo", de un "costumbrismo", de un "racismo" de sentido
la década de los 60. Podríamos afirmar que esta ideología de positivo, de un "telurismo" de igual signo, etc.
nuestros días se distingue de sus anteriores formulaciones, como En líneas generales, los partidarios de una autodefinición por
también del "hispanoamericanismo" del 900, precisamente por el "legado" no han desconocido que la herencia de formas cul-
su actitud fr-ente a lo que se ha dado en llamar el "legado". En turales es un fenómeno mucho más amplio, en cuanto que no
líneas generales podemos decir que intentá superar la inevi- podía escapar que también nuestra América ha recibido cons-
table ambigüedad que todos estos "ismos" muestran y han mos- tantemente aportes que provienen de todas las manifestaciones
trado, que han servido tanto de herramientas liberadoras, como de la cultura mundial, entre ellos, por ejemplo, el saber cien-
de instrumentos opresivos. De alguna manera, este latinoame- tífico, la tecnología, el saber social, jurídico o político, etc.
ricanismo renovado pretende ser un regreso a un bolivarismo, PeJ,"O, lo que los ha caracterizado es la idea de que toda recep-
en lo que esta primera ideología continentalista tuvo de ción, cualquiera haya sido su naturaleza, podía y, más aún, debía
positivo, despojándola de todos aquellos caracteres que hicie- ser conformada por lo que se consideraba prioritariamente como
ron de ella el programa de un grupo social patemalista y "legado". l!ste fue entendido muchas veces, debido a ello,
autoritario, hecho que marcó sus propios límites. Por su parte, como un "mandato histórico", regresando así al contenido se-
tanto el "latinismo" como el "hispanismo", ideologías más am- mántico primitivo de la palabra latina (legatus) que hacía
plias dentro de las cuales se organizaron el latinoamericanismo referencia más que al hecho de una transmisión de bienes, a
44
46
LA DETERMINACióN POR EL "LEGADo:·
L~ DETERMINACióN POR EL "LEGADO" 47
un determinado mandato en relación con el uso que deblan los
herederos hacer de esos bienes. Se trataba de una posición d . una inversión de las relaciones reales, en este caso, entre lo
segm, la cual es necesario reconoeer la existencia de ciertos h~redado y el heredero. Los alcances de la inversión de dichas
elementos culturales a los que ha de COUCedérse!es un peso relaciones pueden verse muy claramente si pensamos en el valor
axiológico tai, que no P<ldemos menos que apoyamos en ellos. que se concede, por ejemplo, a la propiedad privada o al origen
De este modo, el "legado" no juega como un detenninado del poder político, dentro de lo que a finales del siglo XVIII
mundo de bien., que nos abre a ciertas perspecti>as opcionales, comenzó a ser denominado "antiguo régimen", mentalidad que
indiscutible.
sino como una suerte de imperativo culturar insosJayable e con matkes diversos y no siempre de modo tan manifiesto
pervive en nuestros días.
Ahora bien, toda herencia culturar, incluyendo en ella lo que Aquella renuncia a la propia h~s!o_ricidad del sujeta, que pare-
se ha entendido restrictivamente como "legado", es por natu. ciera caracterizar al tnidicionalismo,reviste un aspecto mucho
raleza Propia algo "transmisible", y se nos muestra por eso más grave en cuanto que por su n.aturaleza ideológica lo que
mismo como un hecho de naturaleza temporal. Es además, hace el tradicionalista no es tanto negarse a sí mismo como
lo que se transmite entre sujetos, que son a su vez históricos y agente de la historia, sino negar historicidad a los otros, lo que
que por cuanto invocan un pasado que según ellos ha de ser sólo es posible dentro de los marcos de lo discursivo mediante
mantenido vigente, de hecho_operan con el mismo como his- la afirmación de una total separación del "legado". Otro as-
tórico, aun cuando se nieguen a reconocerlo tal. La transmJs;. pecto que caracteriza al tradicionalismo radica en el hecho
bilidad no es, iin efecto, algo externo y mecánico, sino que es de la especial fuerza que en él se concede a un pasado y en ·la
una posjbifidad intrínseca de toda herencia cultural que explica
que pueda ser recibida. Las formas culturales son necesaria~ actitud que se adopta frente a la recepción que resulta. dismi-
nuida en su naturaleza por partirse del presupuesto de una
mente informadas y con{ormadas en mayor o menor gn,do por única recepción posible, la que impone el grupo dominador.
quien las recibe, caso contrario no se puede hablar de recepción El tradicionalismo es de esta- manera un pasatismo y un inmo-
y ello deri,. de su propia naturaleza histórica. A ese carácter vilismo, más aparentes que reales si atendemos al proceso de
no escapa ninguna de las manifestaciones de Jo que es cultu- contradicciones, para el que sólo vale el "mundo de los ante-
ralmente recibido, ni siquiera las cienciaS;'Tun cuando se trate pasados" que vivieron por lo general una edad de oro. El tra-
de aquellas
entes ideales que ocupan, como las matemáticas, de ciertos
y susse relaciones. dicionalismo invierte el sentido de lo utópico y le niega todo
poder de cambio o de movimiento para reducirlo a una simple
Mas, sucede que las formas opresivas del eJercicio de auto. justificación. de una posición encubierta mediante el recurso a
afirmación de determinados grupo, sociales, condUcen a cons;.
derar lo que ello~ denominan "legado", no sólo como un
un pretendido mundo de formas ajenas a toda temporalidad.
Ahora bien, la prevención que despierta justificadamente el
conjunto prioritariO y reducido de manifestaciones culturares, "legado" como recurso de la actitud tradicionalista, con todos·
sioo también como principios formafizantes "separados" de lo los matices que es necesario reconocer en ella, se ha visto
histórico. Como consecuencia, frente al "legado", el sUjeto por. reforzada en nuestros días por la generalización de la toma de
tador-receptor del mismo, resulta ser considerado como un ente conciencia de nuestro general estado de dependencia, que aun
pasivo que deja de ser propiamente el sujeto de su propia cuando en más de un caso se ha entendido parcialmente como
cultura, para constituirse en un mero soporte de ella. Esta "dependencia cultural", ha obligado a plantear- el problema en
actitud implica, como es fácil comprenderlo, una especie de un horizonte más amplio. Aquella conciencia ha llevado en sus
renuncia de Ja propia historictdad en cuanto que ésta es funda- extremos a desconocer al sujeto latinoamericano, en cuanto re-
mentalmente una capacidad de hacerse y de gestarse. Se ha ceptor-creador, potencial o actual, y a considerar como viciado
perdido, de este modo, el sentido mismo de la transmisión cuyo todo lo transferido por las altas culturas que han ejercido o
acto se logra únicamente en el momento y modo de Ja recepción. ejercen formas diversas de imperialismo. Quienes han adoptado
Contradictoriamente, a esta actitud se le ha dado en llamar f esta posición, no parten ya del ahístoricismo que caracteriza
"tradicionalismo",. a pesar de la deshistorización que lleva a 1
a los tradicionalistas, pero vienen a caer, desde otra vertiente,
cabo tanto del "legado" como de la participación del sujeto en otra forma de deshistorización de nuestro hombre y de su
receptor en la apropiación que da sentido a la transmisjón. El cultura, al declararlo en un estado tal de alienación, que conduce
tradicionalismo en cuanto ideología se organiza sobre la base a poner en duda la propia posibi·lidad del discurso liberador que
se enuncia. El rechazo de la llamada "cultura burguesa", por
49
~"''~" LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
Le r-.
48 LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
es ejercida desde un acto receptivo anterior ya interiorizado
ejemplo, cuando es descalificada irracionalmente en bloque
que es constituyente del sujeto mismo. Y así como las !onnas
sin a-doptar- frente a la misma una valoración de su papel_ en del "legado" de los tradicionalistas no son hipóstasis, tampoco
la cm>ciencia que las asume es una realidad "pura" que se auto-
el desarrollo actual del proceso civilizatorio, impide sentar las
bases mismas para aquel rechazo. No pretendemos por cierto
afirme desde si misma como otro absoluto. Este hecho vendrla
ocultar o ignorar las relaciones de dominación y explotación a plantear un aparente circulo vicioso que surgiría de la afirma·
tanto internas como externas que han generado los imperialis- clón de la prioridad del sujeto respecto de la recepción de
mos y aquella cultura, hecho del cual no somos, por lo demás,
formas culturales y a la vez la aceptación de que ellas son
inocentes, sino alertar acerca de algo que nos parece de vital parliCConstituYente de la propia conciencia de e"' sujeto. Mas,
importancia para el ejercicio de nuestra autoafirmación como no haY tal circulo, por lo mismo que la conciencia. en cuanto
conciencia para si, desdoblada en la forma de autoconciencia
sujetos históricos, que consiste, a su modo, eñ una especie de y en la medida que se constituye como tal, puede poner y de
deshistorización 4e- nosotros· mzsmos como consecuencia de una hechO pone en cuestión su propia constitución, aun cuando esto
interpretación simplista de lo--que es el proceso de transmisión sea contingente y se encuentre sometido a los riesgos de las
y recepción de la cultura en general.
La recepción de las formas culturales se manifiesta a la larga diVersas torrnascon
De acuerdO de lo
alienación.
que venimos diciendo. la determinación
como un proceso de endogenación, que es fruto inicialmente de del "nosotros" y de Jo "nuestro" por el "legado" parte de ciertOS
una imposición violenta de aquéllas por parte del sujeto domi- supuestos que han entrado en crisis dentro de la ideologia
nador, pero que también es tarea del propio dominado que Jatinoamericanista contompOránea, el primero de ellos es -el de
puede alcanzar formas de expresión no necesariamente alienan- la reducción de la cultura al mundo de la "cultura espiritual";
tes. !-a vitalidad de la tradición, entendiendo por tal el conjunto el segundo, se pone de manifiesto en la tendencia a la ontolo-
de bienes que integra lo que se ha dado en llamar "legado", gización de esa misma cultura, de donde surge la connotación
como en general la de todas las formas culturales que puedan
ser recibidas, les viene de un sujeto que las- asume en diverso
grado y medida desde sf mismo, y que en -ese sentido es más
dios y fines, y por Jo mismo a la imposibilidad de_.~lar
típica del término "legado" y que neva a una inversión de me-
el
valor intrinseco de los prinleros; en relación con Jos dos ante-
o menos consciente de ser su receptor y su recreador. De ahí riores, el tercero consiste en la afirmación de una determinada
que en la recepción viva de la cultura, cuando ella se da, no
jerarqula axiológica y consecuentemente de una taxonomla,
haya una radical pasividad por parte de ese sujeto y que las particularmente dentro de lo que se entiende como "mundo de
formas culturales no se den para él como un conjunto indiscri- bienes", condicionados por los dos supuestos mencionados. TodO
minado, sino que ejerce, aun cuando mínimamente, sobre ellas, esto se relaciona, además, con la idea de la existencia de un
una función selectiva y a veces transformadora, de mayor o
menor eficacia y peso. Dicho esto sin desconocer que los modos mitico "continente cultural" del que surge o mana Jo que re-
ilegítimos de autoafirmación empobrecen aquella función, ya cibimos justamente
Por otra parte no como "legado".
sólo hemos recibido a partir del siglo xvx
sea al declarar ciertas formas culturales como "separadas", en adelanre un "mundo de bienes", sino también determinados
ya sea historizando esas mismas formas, pero cayendo en una sistemas de relaciones humanas entre los cuales, aquéllos y
negación de la historicidad de quien las recibe, extremos en éstOS, .xisten diferencias importantes. Por de pronto, el pri·
los que caen como hemos dicho los tradi~ionalistas y los tuero constituye un conjunto de medios, aun cuando posean un
teóricos de la dependencia total, cada uno por su 'lado. De valor intrinseco, que pueden presentarse como positivos o ne-
más está que aclaremos en este momento que aquella auto-
gativos para un sujeto que es por natural- el fin respecto
afirmación de la que surge toda posibilidad de recreación, no
se da tampoco desde un vacío cultural, hecho que no existe
ni ha existido para ningún hombre en cuanto ente histórico,
como asimismo que su ejercicio se encuentra condicionado por
¡ del cual funcionaD como tales. Ciertamente que en el conjunto
de medios unos pueden ser la vía de realización de otros. qu<
se aparecen de este modo como fines de aquéllos, sin perder
sin embargo nunca su naturaleza de medios respecto del sujeto.
la posición adoptada respecto de los enfrentamientos y luchas En la mayor parte de los casos, los medios pueden negar a
que se dan en toda sociedad.
De acuerdo con esto, las formas culturales recibidas no cons-
tituyen una realidad separada respecto de un sujeto receptor,
\ manifestarse cmm> indiferentes respecto de los valores positivos
o negativos, como es el hecho patente de la ciencia y la tecno-
ni tampoco lo es éste en relación con aquéllas. Toda recepción
50
LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"

logia, que sirven tanto para bien como para mal de la huma-
nidad y en tal sentido, la función del sujero respecro de ellos
r
t LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO" 51

tema de relaciones dadas, es una consecuencia de la prioridad


y en relación con el ejercicio de su autoafirmación de slJnismo
como valioso, consiste en un proceso constante y permanente
de transmutación de valores. Dicho en otros términos, hacer
1
¡¡
1!
del sujeto respecto de aquellos bienes, como respecto del siste-
ma mismo de relaciones humanas~ ·
El mito de Calibán que aparece en La tempestad de Shakest
_
que los medios adquieran valor de positividad y no se con- N peare, es un ejemplo clásico de lo que venimos diciendo. Cali-
t>J
viertan en instrumentos de alienación, única vía por la cual !~-
bán es el natural de una isla que bien puede ser, como lo ha
puede rescatarse su valor intrínseco.
probado Roberto Femández Retamar/ una de las tantas que
El sistema de relaciones humanas no es un mundo de bie- integran el mar Caribe. Próspero, es el conquistador que lo ha
nes, sino -un Dtiifido de sujetos en interacción, respecto de sí ~-
sometido y lo ha sumergido en las tareas más pesadas y burdas
mismos y respecro del mundo de bienes. Colocados en el plano del trabajo. Gracias a eso, Próspero, con la ayuda de Ariel,
del deber ser social y atendiendo por eso mismo a la naturaleza personaje alado, puede dedicarse al ocio, es decir, a la vida
de los sujetos que integran aquel sistema de relaciones, no se propia de la cultura espiritual. El pago que recibe Calibán por
trata aqui de un mundo de medios, sino simplemente de un su sometimiento consiste no tanto en los alimentos mediante
mundo de fines. Ciertamente que cada sujeto puede ser un me- los cuales subsiste, sino en la recepción de esos valores "esen-
dio para un fin, ·mas sin dejar de ser un fin en sí mismo. No es ciales" que integran la vida del espíritu, supremos para el amo.
necesario repetir que hablamos de un deber ser social y no De ser un hombre sin lenguaje, o por lo menos poseedor de
de determinadas Sociedades, como es el caso de la sociedad miñabla "primitiva y bárbara", ha aprendido la del señor. 'Pues
esclavista y de todas las fonnas sucedáneas de la misma, en la bien, en un determinado momento, Calibán- descubre que el
que hay hombres que son manejados como cosas y que en tal habla que se le ha impuesto puede servir para ptaldecir al con-
sentido son medios del mismo modo que ciertos bienes cru<Ja. quistador y dominador; Calibán ha llevado a cabo desde sí
mente instrumentales. La lucha por la liberación del hombre, mismo una transmutación axiológica, ha puesto a su servicio
que se pone como meta una humanidad como reinado de fines.-taL un bien, cambiándole de signo valorativo. El habla de domi-
como .va lo concibiera Kant en su filosofía de la historia, nación se transforma en su boca de ahora en adelante, en una
implica asimismo una transmutación, si bien en otro sentido. habla de liberación. Mas, este hecho no podría haber tenido ~
, Un bien cultural es, en efecto, un medio por naturaleza, más un lugar si no hubie¡,a habido un cambio dentro del sistema de -
sujeto es medio tan sólo accidentalmente, ya sea porque ha relaciones humanas, el que consiste de modo muy simple en
sido reificado y convertido en instrumento como consecuencia que Calibán, de ser un medio de carácter instrumental, se ha
'de un sistema de dominación, ya sea porque sin dejar de ser reconocido a sí mismo como fin, aun cuando el antiguo amo
-fin, COlabora para que los demás puedan realizarse como fines, se niegue a efectuar por su parte ese reconocimiento, en cuanto
tal como debiera _producirse, por ejemplo, dentro de la divi- reconocimiento del otro. Ya llegará a producirse algún día ese
sión del trabajo. En ambos casos se da una transmutación que segundo reconocimiento, mas no será fruto del nuevo uso dado
en uno, en el de los bienes, consiste en cambiar de signo axio- a la lengua por parte del esclavo, aun· cuando este hecho sea
lógico a los mismos, es decir restablecerlos en su valor intrín- de singular importancia y en ocasiones decisivo, sino cuando el
seco, mas en el otro, consiste en que un determinado sujeto amo, acorralado por la violencia que él mismo ha generado, des-
deje de ser un medio instrumental, sea únicamente medio en el cubra que los discursos que le preparaba Ariel, como colabo-
en sí.antes indicado y se reconozca y sea reconocido como
sentido
fin rador intelectual, ya no tienen la eficacia que mostraban en
un comienzo y que todo el mundo de justificaciones "espiri-
Respecto del mundo de bienes, el sentido legítimo de toda tuales" se ha derrumbado posiblemente junto con su propio
transmutación de valores, depende en última instancia del sis- poder de dominación. Un nuevo hombre ha surgido que, por la ;f
¡ fuerza de los hechos, no renuncia al "legado" impuesto, en este -:j
tema de relaciones humanas considerado desde el punto de
vista del deber •er, dicho en otros términos, el mundo de los 1 caso la lengua o los instrumentos de trabajo, sino que da a /
medios lo es siempre respecto del mundo de los fines y, por lo ellos un nuevo valor, su valor intrínseco y crea una "lengua para ,-
demás, ni uno ni otro son fijos o !>ennanentes, sino eminente- r maldecir", lo cual supone una forma espontánea de decodifi-
mente procesuales. El hecho de que el valor que se atribuye a .,,1 cación del discurso opresor, como crea un nuevo uso de la hoz
los bienes es algo Que se encuentra condicionado por el sis- t Roberto Fernández Retamar, Calibán. Apuntes sobre la cultura de nues-
tra América, México, 2~ ed., Diógenes, 1974.
52 LA DETERMINACiúN POR EL "LEGADO"

. o del machete que ya no "siegan doradas mieses", ni "cortan


.·dulces cañas", labores cantadas idílicamente por tantos arieles
en el mundo.
r

a
LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"

como expresiones diversificadas de dicho mito. parcializa a la


vez que absolutiza el mundo de la cultuz:a. oscurece su capa-
cidad de comprensión y muestra con toda crudeza el uso
53

~ ideológico encubridor de las tradiciones que integran aquella


La tendencia a considerar qüe el sistema de bienes recibe su t
~
"cultura espiritual", cuyo valor en cuanto creación y recreación.
sentido de modo exc1usivo del "legado" entendido como cultura dentro de su marco histórico-social y en cuanto no fueron uti-
espiritual, pareciera haber sido confirmada por una cierta per- á
\1 lizadas como instrumentos de opresión, no ponemos en duda.
vivencia autónoma que mostraría esa "cultura" respecto de ~-{é En efecto, si Europa es una realidad cultural absoluta, sólo cabe
otros bienes y respecto del sistema de relaciones humanas. En ~
por parte de los sujetos europeos o no europeos. la recepción
efecto, la sociedad esclavista griega ya no existe, ni menos aun
existe Atenas como Imperio, mas, el arte griego, su estatuaria,
i
f, --
de su herencia, respetando incluso las categorías mismas de re-
creación que-vienen impuestas con ella. Dos ejemplos, relativos
su arquitectura o su literatura, siguen teniendo vigencia para al arte arquitectónico y al lenguaje, tomados al azar dentro
la humanidad. Estos hechos refuerzan la ilusión de atempora- de la copia de ejemplos que podría ponerse, producidos tanto
lidad de los aspectos espirituales del mundo de bienes y de su por intelectuales europeos como nuestros, mostrarán la forma
separación respecto de los sujetos humanos concretos que se de ceguera o de encubrimiento que hemos mencionado, que sue-
realizaron humanamente en ellos. Ahora bien, estos aspectos len llegar a los límites de lo absurdo. "El arte maya en Yu-
de la cultura espiritual no sólo encubren los demás bienes de catán es esencialmente arquitectónico -dice José Pijoán en su
la propia cultura dentro de la cual surgieron históricamente y conocida Summa Artis- y son los edificios los que nos causan
hacen pasar al olvido su conexión con un sistema de relaciones admiración. . . el pensamiento recurre al mundo greco·romanci.
humanas concretas, sino que ejercen una función general de parece como si lo hubiese dirigido un arquitecto maya que
ocultamiento fuera de su propia cultura de origen, en relación hubiera hecho un viaje_ por los países del Mediterráneo ... Ra-
con sociedades humanas que se organizan sobre otras totalida- zonaba como un maya- y planeaba como un ¡!riego." La incapa-
des culturales, dentro de las que han sido insertadas aquellas cidad de comprensión de este historiador del arte, no le es
formas clásicas de la cultura espiritual. Este hecho, para noso- propia y es la prolongación de la -misma actitud que mostraron
tros los latinoamericanos, se pone de manifiesto claramente Jos primeros evangelizadores en América, dentro de otra línea
en el vasto fenómeno de recepción de la cultura europea y de de desarrollo del occidentalismo, quienes trataron, empeñosa-
las ideologías .earopeístas que se organizan sobre pretendidos mente, de redescubrir en las tradiciones míticas de los pueblos
valores intemporales. Ahora bien, lo que nos interesa destacar indígenas, las verdades del Evangelio oscurecidas por el pe-
es que esas ideologías no sólo ejercen una función de encubri- cado en que habían caído aquellas poblaciones por obra
miento de la cultura europea misma; sino que al extenderse del demonio, o se esforzaron vanamente en encontrar las raíces
ésta en su etapa colonial, provocaron un inevitable oscureci- hebreas de las lenguas indígenas americanas. Marcelino Me-
miento, tanto de los colonizados en cuanto sujetos históricos, néndez y Pela yo, típico intelectual de lo. que José Gaos ha deno-
como de las formas autóctonas que esos sujetos portaban que minado "pensamiento de la decadencia española", en una época
fueron entendidas como ajenas o extrañas a la "cultura espiri- en la que lo único que .le restaba al anti!!UO Imperio "en el que
tual" hipos-tasiada de los colonizadores. Ese oscurecimiento se no se ponía el sol" eran ciertas formas de la cultura espiritual,
pondrá de manifiesto. como una incapacidad de comprensión y entendía que el principio de unidad de Hispanoamérica prove-
como u~ intento violento y sistemático de reducción de toda nía, entre otros aspectos del "legado", principalmente de la
formá cultural posibl'e, al modelo clásico establecido, entendido lengua castellana, rechazando con la misma violencia de \os con-
como absoluto. El europeocentrismo y el occidentalismo po- quistadores. toda otra forma cultural que no derivara del tronco
drían ser definidos por ese motivo, como dos ideologías que se \ hispánico. Para el entonces célebre erudito, lo original de His-
organizan sobre la base de una imposición excluyente de un \ panoamérica le venía de la lengua de Castilla, modelada cier-
determinado cuerpo de bienes, generosamente "legados" al tamente bajo la doble influencia de "la raza y del medio
mundo mediante un acto fundador ontológico. El ya viejo y ambiente" y nada valían para él, por ejemplo, "las opacas, in-
resquebrajado mito del "Occidente absoluto" o del "Occidente coherentes y misteriosas tradiciones de gentes bárbaras y de-
kat'exojén", comOío denominaba Hegel, asumido desde un ger- generad.as", términos con los que condenaba en masa todos
manismo, un latinismo, un hispanismo, o desde cualquiera de los desarrollos de la literatura americana prehispánica, la que
las diversas ideologías que ha ido generando y que se mueven
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r
.
.

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LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
54 LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"

como sabemos a duras penas puede en nuest'-:os días ser resta-


11 de la cultura española''.3 Ya hablamos del "pensamiento de la
decadencia" que movilizó ese mundo de valoraciones, agudizado
blecida debido a la obra de sistemática destrucción que los 1 entre otros hechos por la Guerra de Cuba. Nuestro idealismo
mismos conquistadores llevaron a cabo. 2 ~ del 900, dentro del cual el arielismo es posiblemente una de sus
La aparente pervivencia autónoma de ciertas formas de la i manifestaciones . más significativas, fue a su modo, también,
cultura espiritual, hecho que como hemos dicho pareciera venir j hispanista. Ahora bien, tanto Jos escritores peninsulares, como
a confirmar la no-historicidad de su naturaleza, no proviene ~ los nuestros, se sentían acuciados por determinadas carencias
i
r ...
indudablemente de ésta sino del uso que aquellas formas re- que afectaban a la totalidad de la éultura de sus países res·
ciben dentro del proceso de acY.,mulación cultural, como asimis-=- . pectivos: en los primeros, la profunda crisis derivada del re·
mo de la actit!-!9 que el sujeto receptor adopta frente a ellas, ~ encuentro de España consigo misma, luego de su larga aventura
cuando desconoce que su valor intrínseco surge de un acto de ~ imperialista; en los segundos, los anuncios cada vez más inquie-
recreación sófo~posible desde una autoafirmación del mismo tantes del imperialismo norteamericano. A los ideólogos espa·
sujeto como valioso, valor que por eso mismo puede perderse, ñoles, perdido el Imperio, les quedaban las glorias de su pasado,
pero también ser rescatado. · ' entre ellas la lengua extendida a todo un orbe y junto con la
La hipostasiación de las formas de cultura espiritual, sobre misma otras formas de la cultura espiritual. Para los hispano·
las cuales tantas veces se ha intentado alcanzar una definición americanos, ante la amenaza yanqui, el recurso a lo hispánico
del "nosotros" y de lo "nuestro", no sólo nos niega como sujetos mostraba sin embargo otro sentido, en cw,!nto que respondía
de nuestro propio ser histórico y JtOS ·convierte en recepto- a causas semejantes por las cuales antes lo hispánico había
res de un mandato, sino que parte de formas de negación gene- sido repudiado por ellos mismos como signo de atraso y de
radas ideológicamente por los portavoces de la cultura domi- barbarie: en ambos casos se trataba de la reacción contra for·
nadora. Aceptar este hecho n~s conduce a ser injusfos respecto mas de dominación, primero, contra un Imperio que hablaba
de nosotros mismos, mas también respecto de todo hombre, español, luego contra otro frente al cual el regreso a lo his-
pánico se convertía en una legítima autodefensa, aun cuando fue-
incluido el dominador que ha pretendido hacernos caer en la
ra una de las más débiles. El regreso a la lengua como "legado" ~
trampa de Jo absoluto, por cuanto es hacerle el juego a la des- no podía, por tanto, tener el mismo valor entre los escritores
historización. Por otra parte, rro está de más recordar, aquí,
finiseculares en España y los escritores del 900 entre nosotros.
que la posiCión del tradicionalismo respecto de las formas No hay duda que la valoración de la lengua que hacía un Me-
espirituales de la cultura es un fenómeno paralelo a la natura- néndez y Pelayo, por no buscar otros ejemplos, no posee el
lización de las leyes que rigen los sistemas de relaciones hu- mismo sentido que la misma muestra en el conocido poema
manas, .hecho en el que se destaca por ejemplo, como uno. de "A Roosevelt" de Rubén Darío en donde denunciaba a los Es-
los tantos posibles, el problema de las leyes·de mercado dentro tados Unidos "como futuro invasor" y le oponía lo que él lla-
de la economía política clásica. maba: " ... la América ingenua que tiene sangre indígena, que
Es importante insistir, frente a posiciones como las seña- aún reza a Jesucristo y aún habla en español". Otro tanto po-
ladas que la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones, no demos decir de la lengua en un escritor como Rodó cuando
constituye una realidad "separada" y que el valor de las mismas lanzó su Ariel a todos los ámbitos del Continente.
es en cada caso replanteado y reformulado por el hombre en El valor de los bienes y entre ellos los que integran la cultura
relación con una situación histórico-social concreta dentro de espiritual, les deriva del sujeto que los porta y en relación con
la cual las al)ume o no como suyas. El caso del lenguaje, tal el cual son medios. El caso de Rubén Darío muestra yatente-
como surge con claridad del ejemplo de Calibán, podemos ras- mente la importancia que tiene, no el "legado", sino su recepción
trearlo fácilmente en nuestro propio desarrollo cultural. El creadora. Con él la lengua castellana gozó de un momento de
hispanismo, con su revaloración de la lengua castellana, como brillo y esplendor, provocando lo que bien podría llamarse una
una de sus notas típicas, resulta ser ilustrativo. La generación inversión del sentido de las influencias. El poeta nicaragüense
española del 98, contemporánea del idealismo hispanoamericano hizo, en efecto, que el meridiano literario dejara de pasar por
del 900, valoró en general la cultura americana, según lo señala Madrid exclusivamente y que a la América de origen hispánico,
Luis Alberto Sánchez, casi como si se tratara de "una provincia
3 Luis Alberto Sánchez, "Esquemas de la cultura hispanoamericana", re-
2José Pijoán, Summa Artis, Madrid, tomo 1, 1946; Marcelino Menéndez vista Amhica, Quito, año VII, núm. 49, 1932.
y Pelayo, Historia de la poesía hispanoamericana, Madrid, tomo 1, 1911.
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LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO" 57
sin que fuera óbice el galicismo estético del maestro, se le re-
conociera en yelrenovadora.
voz potente mundo de las letras castellanas no sólo voz, sino desprende claramente del breve texto, existe algo que nos
confiere unidad, pero hay también una voluntad, en este caso
Ciertamente que tanto "azules" como "arieles" muestran con- negativa.. que no aprovecha aquel factor y que aparece colocada
tradicciones y el panorama del rubendarismo y del rodoísmo, de este modo como el verdadero punto de partida sin el cual
desde el punto de vista de la afirmación de un sujeto frente a no hay. unidad posible.
la cultura recibida, no fue siempre de un mismo signo. No es Juan Bautista Alberdi en su tesis leída en la Universidad de
posible olvidar el elitismo y la posición aristocratizante, acti- Chile en 1844 con el objeto de revalidar su título de abogado
tudes de las que ninguna de las dos tendencias se salva y que en uruguayo, volvió a plantear el problema de la cultura espiritual
Darío concluyen en un refinamiento decadente. Es cierto que que según sus palabras estaba constituida por una "similitud
el arielísmo difundió una posiCión antiimperialista que en al- de instituciones, de costumbres, de ideas, de elementos socia-
gunos de sus seguidores, los menos, se mantuvo como bandera les, de sentimientos, de lenguas", que daban "a los estados ame-
de lucha; en otros aquella posición se fue diluyendo hasta llegar ricanos de origen español" una "unidad moral", sobre la que
a afirmar que no veían incompatibilidad entre el hispanoame- se habría de fundar la "unidad política". Ahora bien, según se
ricanismo inicial del maestro uruguayo y el monroísmo reno- desprende de su modo de pensar el problema, es evidente que
vado de Woodrow Wiison. Sin embargo, la mayor debilidad de para Alberdi si bien la "unidad moral" es "muy superior
todo este amplio movimiento en favor de una afirmación dei a la unidad política", aquélla no nos determina y el hecho
"nosotros"' y de lo "nuestro" mediante. el recurso al "legado", de que sea aprovechada o no en favor de la "unidad política"
provino de una actitud que se encuentra ya en el fundador y a es en última instancia materia de decisión "política" y no
la cual no escapó casi ninguno de los arielistas, que les con- "moral".
dujo en su fervor por defender lo propio frente al mundo saxo- Y la prueba la da el mismo Alberdi al hablar de "la Europa
americano a invertir las relaciones del hombre con la cultura incoherente, heterogénea en población, en lenguas, en creencias,
recibida, sin darse cuenta de que Jo que daba valor en ese mo- en leyes y costumbres" y que sin embargo "ha podidQ tener in-
mento a sus plumas no era la le-ngua, ni la mítica "raza his- tereses generales y congresos que los arreglen". 5
pana", sino el hecho de asumir los bienes culturales hispánicos No está de más aclarar que los conceptos de "unidad moral"
en relación con uná determinada situación de autoafirmación y de "unidad política" hacen referencia, el uno, a la totalidad
de un sujeto histórico concreto. ~

de las manifestaciones histórico-culturales homogéneas que, se-


Un análisis de los ideales bolivarianos y de algunos momentos gún entendía Alberdi mostraba la fisonomía de nuestros pueblos
de su reinterpretación dentro de lo que podríamos-considerar y el otro, a un acto de voluntad colectiva que, como se des-
como la línea progresista del bolivarismo, nos confirman en prende de los textos siguientes, consistía en una "resistencia"
nuestra tesis acerca de la correcta relación del "nosotros" y ante las nuevas formas que el imperialismo había adoptado en
de lo "nuestro" con lo que se ha dado en denominar el "legado". el mundo. Alberdi retomaba con esta posición, la que ya había
Las tan conocidas palabras de Bolívar en las que nos hablaba sido expresada dentro de la tradición bolivariana, en el Congreso
de la "idea grandiosa" de una América hispana unida, revelan
hasta qué punto tenia presente la existencia de una herencia, de Tacubaya de 1826, en donde Lucas Alamán propuso el Zoll-
como también hasta qué grado sabía que ella depende de un verein o liga aduanera hispanoamericana.6 El ejemplo pe la
sujeto histórico. "Es una idea grandiosa -decía- pretender for- unificación de Alemania que tantas veces sería mencionado en
mar de todo el Nuevo Mundo una sola nación, con un solo adelante, se le presentaba a Alberdi de modo patente como fruto
vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que de . una decisión que no dependía esencialmente de la cultura
tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, espiritual alemana, aun cuando ésta pudiera ser invocada y lo
debería por consiguiente tener un solo gobierno que confedere había sido de hecho para reforzar la conveniencia de aquella
7
los distintos estados que hayan de formarse. Mas, no es posible, 5 Juan Bautista Albcrdi, Sobre la conveniencia y objetos de un Congreso
porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, General Americano. Leída [sic] ante la Facultad de Leyes de la Universidad
caracteres desemejantes, dividen a la América ... " Como se de Chile, para obtener el grado de licenciado, por. . . abogado de la Repú-
4 4
blica del Urugua)•, Santiago de Chile, 1844. (El subrayado es nuestro.)
drid,Simón
Alianza Editoria~,
Bolívar, "Carta de Jamaica" ( 1818), en Escritos políticos, Ma-
1975. o José Vasconcelos, Hispanoamérica frente a los nacionalismos agresivos de
Europa y Norteamérica, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1933,
p_ 28.
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LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
58 LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
aquella "unidad política" sin la cual ningún sentido habría de
unidad. "Ya la Europa -dice Alberdi- no piensa en conquistar tener cualquier forma de "unidad moral".'
nuevos territorios desiertos; lo que quiere arrebatarnos es el El punto de partida para una definición de lo "nuestro" y del
comercio, la industria, para implantar en vez de ellos su comer- "nosotros" ha de ser siempre el sujeto concreto inserto en su
cio, su industria, de ella; sus armas son sus fábricas, su marina mundo de relaciones humanas desde el cual recibe o se apropia
{mercante), no los cañones; las nuestras deben ser las aduanas, de las formas culturales, y no lo recibido en sí mismo, cuya
las tarifas, no los soldados. Aliar las tarifas, aliar las aduanas, he riqueza intrínseca se juega toda entera en el acto de recepción.
ahí el gran remedio de la resistencia americana ... La unión Se hace por tanto -necesario estudiar ese acto dentro del vasto
continental de comercio debe, pues, comprender la uniformida~ proceso de incorporación de nuestra América a lo que se ha
aduanera, organizándose poco más G menos ·sobre -el pie de lo dado en llamar el Occidente. Ya sabemos que ese proceso es-
que ha dado principio, después de 1830 en Alemania." Sin en- tuvo signado por la violencia conquistadora y la consecuente
trar a considerar la nueva formulación de los ideales boliva- colonización de complejos y variados grupos humanos que no
rianos y su posible eficacia en caso de haber sido concretada estaban, ciertamente, "sumergidos en la naturaleza" y que debie-
en este sentido, lo que nos interesa subrayar es la noción de ron sufrir la dolorosa y trágica quiebra de sus propias tradi-
"resistencia" que es justamente la que da el correcto alcance
y sentido de la "unidad política" y, frente a la cual, toda he- ciones y sistemas de vida.
El problema de la recepción, si bien con diferencias epocales,
rencia cultural no posee valor en sí misma, si bien es cierto se habrá de caracteri~r por un complejo proceso en el que
que es una ventaja que nuestros países sean homogéneos marca- de un primer momento de violenta acumulación se pasará a un
damente en este aspecto. permanente juego de acumulación y endogenación, aspectos no
Planteas casi en los mismos términos alberdianos serán he- siempre claramente diferenciables. En efecto, la acumulación
chos ochenta años más tarde por Manuel Ugarte, uno de los no ha sido nunca un hecho puro y mecánico y las formas cul-
arielistas más combativos y lúcidos de ra generación hispano- turales superpuestas adquirieron siempre, además de una de-
americana del 900. Sabida es la importancia que este grupo terminada funcionalidad, una fisonomía peculiar o típica. Por
concedió al "legado hispánico" expresado en la literatura de su parte, cuando se dieron formas de endogenadón que supe-
la época en el nebuloso concepto de "raza". Ugarte participó- raron la mera tipicidad y se alcanzaron ciertas formas crea-
de ese intento de revaloración de lo americano, pero no ignoró
tivas, no se dejó de suponer lo acumulativo.
que las tradiciones de nada valen si no son asumidas desde una El proceso de conformación cultural que en un comienzo se
autoafirmación del sujeto que las ejerce. En la carencia de manifestó como un sincretismo, concluyó generando una re-
esa autoafirmación, no en la carencia de un "legado", vio que se formulación motivada por las circunstancias locales de aprove-
encontraba el problema hispanoamedcano. Esa autoafirmación chamiento de la naturaleza y por los sistemas diferenciados de
era una ineludible respuesta ante la misma situación de depen- explotación y control social, los que acabaron por dar una fun-
dencia que señalaba Alberdi, fruto del proceso mundial impe- cionalidad a todas las manifestaciones de la vida americana. Las
rialista, definido por Ugarte casi en los mismos términos: "El discusiones acerca del modo como las instituciones feudales fue-
imperialismo -dice- se anexaba en las primeras épocas a los ron transplantadas, y la manera como se gestó entre nosotros
habitantes en forma de esclavos. Después se anexo la tierra el paso del feudalismo hacia formas precapitalistas y luego
sin los hombres. Ahora se aclimata el procedimiento de anexar abiertamente capitali,stas, giran todas ellas, precisamente, sobre
la riqueza sola, sin la tierra y sin los habitantes, reduciendo al su reformulación, consecuencia de su necesaria adaptación. De
mínimo el desgaste de la fuerza dominadora". Frente. a este esta manera las influencias exóticas comenzaron a ser genera-
hecho, cuya denuncia fue para Ugarte una verdadera cruzada das "desde adentro" del sistema, una vez impuestas, hecho que
continental, "Lo que debemos cultivar es el amor a nosotros haCía directamente a la eficacia de la organización colonial.
mismos, la inquietud de nuestra propia existencia". Y, política- El sujeto de este proceso de conformación cultural fue, en un
mente, esa autoafirmación se debía canalizar, lo mismo que comienzo, el mismo conquistador, luego sus descendientes,
pensara Alberdi, dentro de un bolivarismo renovado según los aquellos que integraron el grupo criollo y, más tarde, desapare-
tiempos, mediante la preparación "si no de la unidad como la
de Italia y Alemania, por lo menos, una coordinación inter- Manuel Ugarte, El destino de un continente, Buenos Aires, Patria Gran-
nacional". 7
de, 1962. (El subrayado es nuestro.)
Con otras palabras, lo que venía a afirmar era justamente
m"
/~)/
.
.

:
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LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO" 61
cida la sociedad patricia, los grupos que dieron nacimiento a
las preburguesías latinoamericanas. viven en casi todas partes en los pisos bajos de las -casas".8
A la funcionalidaa, se sumó la tipicidad, el "color local", indi- Claro está que en este ejemplo ya era visible una endogena-
ferente a la necesidad de eficacia de la que surge aquélla y ción funcional y una ~uerte tipicidad, esto último, perceptible
causada por factores muchas veces fortuitos. De este modo, el todavía en la parte antigua de la capital ecuatoriana. -
Dentro de la arquitectura religiosa, frente a las esplendorosas
elemento exótico que mostraban las formas culturales origina-
riamente acumuladas, comenzó a ser interiorizado, dando lugar
a modos Primarios de endogenación. Lo creativo aparecerá, en
r iglesias y catedrales ciudadanas, de sentido muchas veces mar-
cadamente europeizante, se dio una arquitectura religiosa rús-
este complejo proceso, cuando, en medio-deTásituación general tica o de los campos, que ha sido expresión de lo que se ha
de deJ)endencia, aparezca un sujeto que, utilizando las mismas
formas de
tación culturales
valores. impuestas, ponga de manifiesto una transmu-
1
!o'
denominado "estilo mestizo". El mestizaje, fenómeno de endo-
genación con matices propios y generalizados en toda nuestra
América generó, dentro de sus limitaciones, aspectos creadores.
La arquitectura nos muestra interesantes ejemplos de acumu- Por lo demás, el producto de la mestización no es obra exclu-
lación, endogenación funcional, tipicidad y endogenación crea- siva del hombre considerado racialmente como "mestizo", ni
dora, y puede leerse en ella el proceso de constitución de las es éste necesariamente el que ha movilízado el estilo de endo-
nuevas sociedades en nuestras tierras, en cuanto que mues- genación al que nos estamos refiriendo, sino el hombre ame-
tra no sólo la estratificación social de cada época, sino tam- ricano en general, cualquiera haya sido el color de su piel y
bién el grado y tipo de integración de los diversos grupos
humanos. su origen étnico. De ahi que José Martí rechazara fuertemente
la cuestión racial _y hablara, sin embargo, de "nuestra América
Las diversas formas de superposición que pueden verse en la mestiza", con lo que no quería referirse a la parte "mestiza" de
arquitectura civil y religiosa son, en algunos casos, una evidente nuestra América, sino a una modalidad cultural propia de todo
muestra del primer momento acumulativo. El ejemplo de la el Continente. En efecto, el llamado "estilo mestizo" arquitectó-
ciudad de Cuzco y el caso particular del Convento de Santo nico salió originariamente de manos de artistas indígenas y sig-
Domingo, en la Plaza Mayor de la antigua capital incaica, em- nifica para nosotros uno de los momentos más interesantes de
plazadp sobre el templo de Coricancha, constituyen casos elo- asimílación de una forma cultural exógena, ya fuera dentro
cuentes. Lo mismo puede decirse del templo cristiano que co- de la influencia del primitivo arte románico, ya del barroco
rona la pirámide mayor de Cholula, cerca de Puebla, en México posterior. Las bellas iglesias de San Fran~de Acatepec, muy
y la pequeña iglesia construida sobre uno de los palacios indí- cerca de Puebla, como la muy notable de Tonantzintla, en el
genas de Mitla, en Oaxaca. El portaJ de la casa de los Mon- valle de Cholula, no lejos de aquélla, son manifestaciones de
tejo, en Mérida de Yucatán, en el que aparece, en su tallado en este "estilo mestizo", como lo son asimismo algunas iglesias
piedra, el conquistador español con su vestimenta guerrera y de Arequipa, la de San Lorenzo en Potosí, a las que se puede
sus armas, de pie sobre las cabezas vociferantes de los domj. agregar la de Balvaneda, en el Ecuador. Son ellas expresión viva,
nados, es un símbolo de este modo primitivo de recepción de dentro de la frecuente pequeñez y humildad de estos templos, de
influencias. La famosa polémica del padre Las Casas, significó un espíritu de endogenación en la que lo funcional y lo típico
la primera crítica al proceso inicial de acumulación de la con-
quista. han adquirido un nuevo sentido, en cuanto suponen, por parte
del olvidado artista indígena, una afirmación de un sujeto y
Las estructuras ciudadanas expresaron de modo directo, como por tanto una comprensión de un "nosotros".9
es fácil entenderlo, la estratificación social. A fines del siglo xrx, El problema de la recepción del legado ha de ser analizado
en una etapa ya lejana de aquella primitiva acumulación, per- no sólo desde el punto de vista de las formas receptivas, que
vivían curiosas formas de estratificación social y edilicia. En la van desde una primitiva a~umulación hasta manifestaciones
ciudad de Quito "Las casas tienen sin excepción -describe un de una endogenación creadora, sino asimismo atendiendo al
viajero- dos pisos: el de arriba para las clases acomodadas, proceso de organización de una memoria histórica. El problema
el de abajo para las tiendas, es decir negocios de baratijas y se relaciona con el nacimiento de las historiografías nacionales,
talleres y también habitación de cholos y mestizos ... La masa 8Joseph Kolberg, Hacia el Ecuador (1871), Quito, Centro de Publica-
más numerosa de la población, los mestizos y cholos, es pobre, ciones de la Pontificia Universidad Católica, 1977, pp. 186 y 191.
muy pobre. Llenan las calles en compacta muchedumbre y 9 Mario Buschiazzo, Historia de la arquitectura colonial en Iberoamérica,

Buenos Aires, 1961.


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LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
62 LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
lonia española, pero que no fue y no pudo ser nunca un rechazo
que han supuesto siempre una determinada posición respecto total de los mismos. - del
de la cultura propia y que tienen implícita, además, lo que se Ahora bien, hubo un momento en el que aquel "vacío"
podría entender como una teoría de esa misma cultura. En que nos habla Humboldt coJll!'DZÓ a ser remplazado por un
efecto, no siempre se ha considerado que las formas asimiladas contenido histórico que no revestía los caracteres de lo fabu·
eran las más apropiadas, y por tanto dignas de ser sostenidas, loso sino un valor y peso concretos para el hombre americano.
Se pusieron en juego, entonces, asumidas ahora por este hom·
como no siempre se ha entendido, después, que ei rechazo de
las mismas hubiera sido acertado. Todo esto tuvo su comienzo bre, aquellas antiguas cate.gorías que. ~a._p.
regido la filosofía
a partir del momento en el que se sintió la necesidad, dentro de la historia y que acabanan generahzandose, durante todo el
de los grupos de poder de las sociedades americanas, de gene- siglo xrx, con las palabras- de "civilización" y "barbarie". Esta
rar un proceso de formación de una memoria histórica, que dualidad se habrá de caracterizar por un permanente juego
implicaba, necesariamente, una tarea valorativa del pasado y, de absolutización y relativización, derivado de las contradic·
por tanto, a la vez, un ejercicio de "olvido", dentro del proyecto ciones del propio proceso civilizatorio europeo. Jean Lacroix
ideológico de aquéllos. Esto habría de generar, entrado en cri- nos dice, en efecto, que a fines del siglo XVIII, fue probable·
sis el primitivo proyecto, intentos de "restauración" y, para- mente Holbach quien acuñó por primera vez la palabra "Civi-
lelamente, un ejercicio de "recuerdo". lización", escrita en singular y con mayúscula y que, más tarde,
La "memoria patria" tuvo sus comienzos a partir de un cierto en la segunda década del siglo XIX, en escritores como Ballanche
"vacío", consecuencia de una pérdida de las "memorias nacio- comienza a utilizarse la palabra en plural y con minúscula.H
nales europeas" sobre las que se había construido toda la his- La civilización occidental seguía siendo el modelo desde el cual
toriografía elaborada por los ideólogos de la conquista. Aquel se juzgaba a los d§más pueblos del orbe, pero a su vez, éstos
fenómeno se puso ya claramente de manifiesto a fines del siglo · mostraban formas que podían ser entendidas como "civilizadas",
XVIII, época en la que se despierta un fuerte sentido de auto-
en medio de su "barbarie". Esa relativización habría de justi·
nomía que habrá de ser el antecedente del independentismo ficar que se hablara de formas de "civilización" en nuestras
___posterior. "tas memorias nacionales -escribía Alejandro de tierras, aun cuando el modelo siguiera siendo externo y se lo
Humboldt- se pierden insensiblemente en las colonias, aun siguiera pensando, en cuanto modelo, con mayúscula. A su vez,
aquéllas que se conservan noS'e aplican a un pueblo ni a un los cambios experimentados por el paradigma habrían de acen·
lugar determinado. La gloria de Pelayo y del Cid ha penetrado tuar aquella relatividad y nos explican los contenidos semán·
hasta las montañas y los bosques de América; el pueblo pro- ticos, a veces abiertamente contradictorios, de los términos de
nuncia algunas veces esos nombres· ilustres, pero ellos se re- "civilización" y "barbarie", a través de su matizada historia.
presentan en su imaginación, como pertenecientes a un mundo Estas palabras expresaban viejas categorías y tenían única·
puramente ideal o al vacío de los tiempos fabulosos." 10 La mente de nuevo que eran enunciadas por un sujeto que las
pérdida de "peso histórico" de las "memorias nacionales" lle- había asumido desde una cierta conciencia histórica, a partir
gadas con los conquistadores, se debía, como agudamente lo de la cual pretendía afirmarse como tal. Suponían, por eso
señala Humboldt, a la existencia de un sujeto que había co- mismo, el rechazo de la formulacióñ que aquellas categorías
menzado a sentir que ellas no le pertenecían como propias, habían recibido antes. En el momento en el que terminó la
pero que se encontraba, por otro lado, en la imposibilidad de dominación ibérica en la casi totalidad del Continente y comen·
zaron las influencias de los países europeos en los que se pro·
remplazadas. Se trataba de un modo negativo de autoafirma-
ción que sería ·el paso necesario para un segundo momento, dujo la Revolución Industrial, la cultura hispánica q~1e
consti-
positivo, que se abriría con las guerras de Independencia. En tuía el modo como habíamos entrado en la "civilización", fue
efecto, producidas éstas, las gestas libertadoras y algunos he- declarado "barbarie". El mundo cristiano hispánico quedó re-
chos del pasado colonial que las anticiparon, comenzaron a ser legado, dentro de una de las líneas más radicales de nuestro
rescatados y ordenados en relación con un proyecto que im- pensamiento político y social, a la misma categoría en que
plicaba, inevitablemente, el repudio de ciertos elementos valo- había quedado para él, el mundo pagano prehispánico. Y del
rativos que habían constituido el esquema axiológico de la co- Jean Lacroix, "Le sens de l'histoirc'', revista Comprendre, Venecia,
) 11
to Alejandro de Humboldt, citado por José Enrique Rodó en "Juan María

l
núms. 43-44, 1977-1978.
Gutifrrez y su época", Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1957.
65
LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
64 I:A DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
en nuestros días. La "civilización" exigía un "olvido" de la "bar-
mismo modo qüe los -españoles trataron de "borrar" de las - barie" para lo cual había que tomar conciencia de esta última.
mentes indígenas su cultura espiritual y, a la vez, trataron de El planteo se daba, en la superficie, como un problema de deter-
reordenar sus sistemas sociales y de explotación de la natura- minadas formas culturales, en particular, hábitos, costumbres,
leza, las burguesías hispanoamericanas del siglo XIX, portavoces modos de vida, de los que era necesario desprenderse para
de .fas nuevas formas imperiales y colonialistas, trataron de poder ingresar en el orbe cultural eur.opeo del momento. Ahora
hacer otro tanto con la cultura espiritual hispánica, como asi- bien, el rechazo no apuntaba únicamente a lo que había de
mismo con los sistemas de las relaciones humanas que habían "americano" en aquellas formas, sino también a lo que tenían
dejado establecidas, en la medida en que resultaban ineficaces de europeo, pefo--oe- una Europa superada y negada por sí
para los nuevos modos de explotación. En ambos casos,~l su- misma, en su avance hacia la futura sociedad capitalista. En un
jeto último de cuya conciencia se trataba de- "horrar" un pasa- determinado momento, ese "olvido" se proyectó no sólo contra
do, era el que integraba la fuerza de tt"abajo, el indígena, pri- los residuos de la vieja Europa feudal vigente en nuestras
mero y, más tarde, las masas campesinas en general, fueran o campañas, sino contra la misma Europa industrial, aquejada
no propiamente indígenas. Años más tarde, en el momento en ya fuertemente por las consecuencias sociales que acarreaba el
que ciertos grupos intelectuales latinoamericanos tornaron con- nacimiento del proletariado y, más particularmente, por las pri-
ciencia del despertar de los Estados Unidos como potencia meras manifestaciones de una conciencia para sí de ese prole-
imperialista, se sentirá la necesidad de la restauración de ele- tariado. Una "novísima" Europa había nacido, mas no en el
mentos culturales del pasado colonial hispánico, rescatados aho- Viejo Continente, sino en el Nuevo, en donde una nación "po-
ra como signos de "civilización" propia. Tal fue el proyecto del derosa y ordenada", los Estados Unidos, se presentaba para
idealismo hispanoamericano del 900 que vino a proponer, como muchos como habiendo realizado la soñada utopía que Europa
hecho continental, una nueva inversión valorativa, moviéndose había colocado en tierras americanas desde los albores del Re-
siempre dentro del clásico esquema bipolar del proyecto civi-
lizatorio. La tan ansiada "civilización" propugnada por los libe- nacimiento.
Apretadamente hemos hecho con esto la historia intelectual
rales durante el siglo XIX y llevada adelante por el fuerte de toda una generación, en la que la figura de Domingo Fat~X--­
movimiento de la Reforma en todos los países hispanoamericanos, tino Sarmiento juega casi como un símbolo. "Yo he habituado
había comenzado a mostrar los peligros de un ejercido de los oídos de los americanos -decía jactanciosamente el autor
"olvido" que ponía en peligro bienes y sistemas de vida que del Facundo- a oírse llamar bárbaros y ya no lo extrañan."
ahora no aparecían tan negativos. Un nuevo modelo había apa- 1 "Pertenezco -decía- al corto número de los habitantes de la
recido, los Estados Unidos, que había comenzado a imponerse América del Sur que no abrigan prevención contra la influencia
en los medios querdocráticos de las burguesías latinoamerica- europea en esta parte del mundo." 12 Para ejercer el "olvido"
nas y amenazaba con extenderse a las "masas cosmopolitas" de lo que teníamos de "bárbaros" y podernos desprender de los
desligadas de toda tradición. Surgió de este modo un intento
de restauración que exigía una reordenación de la memoria his-
\ últimos residuos de la Europa feudal inyectados en nuestra sal-
vaje naturaleza americana, había que tomar conciencia de ellos,
tórica, en particular, respecto de lo que se había propuesto única vía para abrirnos a la nueva Europa. Más tarde, cuando
"borrar" culturalmente. El idealismo del 900 tuvo la virtud de el germen del socialismo, débilmente amenazante en 1830 y en
poner de manifiesto la complejidad de la tradición, señalando 1848, adquiera toda su fuerza en 1871 con la Comuna de París,
la "nueva Europa", la de la Revolución Industrial, volverá a
la pervivencia de formas que se creía definitivamente elimina-
das o hundidas en el pasado. Su debilidad radicó en el hecho, "envejecerse" y Sarmiento reorient~rá su "ejercicio de olvido",
como veremos luego, de conceder a aquellas formas, en más llenándolo justamente de "prevenciones" contra aquellas in-
de un caso, prioridad respecto del sujeto receptor y retransmi- fluencias en las que había cifrado antes la "civilización".
sor de las mismas, que le condujo, no sin contradicciones, a Ahora bien, este ejercicio de olvido negativo, es justamente
caer en respuestas de tipo tradicionalista, impotentes, en cuanto el que señalaba Bilbao y retomará, más tarde, en iguales tér-
tales, para fundar de modo adecuado las bases de un reorde- minos, José Martí. Se presentaba en la superficie, tal como
namiento axiológico. hemos dicho, como una exigencia de despojarnos de ciertas
Desde estos planteas se hace necesario rever, pues, la contra- 2>Domingo Faustino Sarmiento, Campaña en el Ejército Grande de
1
dicción entre "civilización" y "barbarie", que atraviesa íntegra- Sudamérica ( 1854), México, Fondo de Cultura Económica, 1958.
mente el discurso político del siglo XIX y que, a su modo, pervive
66 LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
r LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
67

formas culturales, mas, en el fondo, de hecho, ese "olvido" fun-


1 -
defensa, mientras que las formas culturales que integraban la
cionaba como un desconocimiento de las masas que se recono-
cían a sí mismas en ias formas culturales rechazadas. A esas
masas no se las podía acostumbrar a considerarse "bárbaras",
i
f.
¡¡
~
llamada "civilización" constituyeron, por su parte, lo que debía
ser impuesto a aquéllos -grupos, de acuerdo con la voluntad
opresora y represiva de las burguesías nacientes. Se trataba del
enfrentamiento entre una cultura asumida como resultado nor-
sino mediante la violencia; y el "olvido" al que debían some-
~r~ mal de un proceso de endogenación de la sociedad americana, y
terse suponía un sujeto activo que debía "borrar" en ellas los ~ una segunda etapa que se mostraba todavía en su etapa acumu-
residuos del pasado. t
lativa y tratando de lograr una nueva funcionalidad. Este hecho
Contradictoriamente, el discurso mediante el cual un . Sar- explica por qué las manifestaciones de protesta de los grupos
miento propondría y aun exigiría un "olvido", se apoyaba ·en sociales dominados, particularmente durante el siglo XIX, los
las mismas formas culturales que debían ser rechazadas. In- levantamientos campesinos en general y los gobiernos despó-
cluso, en abierta oposición al proyecto ideológico de las oli- ticos de ba,se po-pular, se hayan apoyado en la cultura tradicio-
garquías antipopulares y europeizantes, que movilizaba toda su nal hispánica. En esos grupos no se planteaba la necesidad de
p~;opia acción política y social, haría del hombre de las cam- "olvidar" un pasado. sino de afirmarlo en aquellos aspectos
pañas. objeto digno de recreación literaria expresada, por lo culturales heredados, en los que encontraban su justificación
demás, con un lenguaje que tenía como trasfondo la prosa es- y sobre los cuales ejercían, dentro de las pautas establecidas,
pañola del Siglo de Oro. 13 sus escasas demandas. Los hacendados, caudillos naturales de
De este modo, los términos de "barbarie" y de "civilización" las masas oprimidas. las que consideraban como normal su
hacen referencia de modo permanente dentro de nuestro pen- estado de servidumbre, se aprovecharon de éstas para su lucha
samiento, a estadios diversos de cultura, y .lo contradictorio contra la fracción propietaria modernizante y para. mantener
aparece de modo constante, pues, para rechazar el estadio an- el viejo sistema de control social, desde un proyecto que ofre-
terior, visto como "barbarie", frente a las nuevas formas que cía para aquellas masas menos trastornos que el de los libera-
constituían la "civilización", quienes adoptaban esa actitud no les radicales. Se trataba, para ellas, nada menos que de su
podían menos que recurrir a bienes culturales que -:habían sido propia supervivencia, como el proceso rioplatense lo demostró
considerados positivamente en la etapa "bárbara" que se debía con la~ácticas de genocidio. disimulado o abierto, primero,
negar. Y este hecho ocurriría, además, tanto en lo que se y con la política de inmigración europea, después.
refiere al mundo de bienes, como al sistema de relaciones A fines del si¡do Xl:X la !legada de campesinos y proletarios
humanas, lo que explica la pervivencia normal de formas feu- industriales del Viejo Continente al Cono Sur, adquirió un vo-
dales dentro de la reordenación de aquellas relaciones que exi- lumen impresionante. Las burguesías europeas habían encon-
gía el capitalismo naciente. · trado una fórmula de salvación, una especie de válvula de escape
El problema de la recepción, endogenación y pervivencia de para aligerar las tensiones sociales cada vez más amenazantes;
formas culturales es, como lo hemos dicho, una cuestión que las burguesías americanas nacientes, ún modo de "borrar" los
se da en relación directa e íntima con los antagonismos sociales últimos residuos de la antigua sociedad campesina nativa, me~
tal como se generaron en los países colonizados y dependientes. diante un "lavado de sangre". Las ciudades rioplatenses cre-
El mismo Sarmiento declaró que la lucha entre la "Civilización" y cieron, la soñada cosmópolis de Sarmiento adquirió realidad;
la "barbarie" constituía una "guerra social", y así tituló algun~s pero como una nueva Babel en la que imperaba la confusión
de los capítulos de su Facundo. Conocido es el enfrentamien- de las razas y de las lenguas. Los grupos humanos, transplan-
to de las preburguesías rioplatenses en el siglo XIX, empeñadas en tados para "borrat·" la "barbarie", bien pronto fueron vistos
un proceso de modernización que agilizará el ingreso al orbe como una nueva forma de "bat·barie", por las burguesías here-
de los países industliaies, con el campesinado y los antiguos deras del poder social y político del antiguo patriciado. El "alu-
grupos artesanales que habíanse constituido a fines del siglo
vión cosmopolita" dio nacimiento a un proletariado de distinto
XVIII. En este conflicto, las costumbres, las creencias heredadas,
signo, que no era ya exclusivamente c1,1mpesino, ni tampoco
las relaciones humana~ establecidas y sobre las cuales desarro-
venía a prolongar el antiguo artesanado colonial. Ese proleta-
llaban su vida esos grupos humanos, fueron sostenidas como
riado poseía, a pesar de la Babei de las lenguas, un sentimiento
recurso ideológico de afirmación de ellos mismos, en su propia
potencial de clase y bien pronto generó una cierta conciencia
u Tulio Alperln Donghi, "Introducci6n" al libro de D. F. Sarmiento histórica y, consecuentemente, una memoria, robustecida y or-
Campaña en _el Ejército Grande, ed. cit.
f11T

68 LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"

ganizada sobre la memoria ya acumulada por el proletariado


l LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"

ración nacionalista", invocando los manes olvidados de la hispa-


nidad y tratando de rescatar un_ pasado indígena ya totalmente
_ 69

europeo en sus luchas de un siglo. Por primera vez comenzó a


constituirse un proletariado que intentó dirigir su propia praxis 1i~ lejano en el Río de la Plata, en una especie de indigenismc
póstumo: José Enrique Rodó, sin di~cu~ión el má_ximo ideólogo
social, con el apoyo de doctrinas revolucionarias.14 De la an- r de este mtento restaurador, denunciara la doctrma de la "de-
tigua sociedad de castas se había pasado casi de golpe a una ~ cadencia de la latinidad", criticará al partido liberal que no
sociedad de clases. Para desilusión mayor de los grupos tradi- f tuvo más que olvido y condenación para un pasado del cual
cionales de poder, los que habían sido traídos para "borrar" un ¡ no era posible prescindir y señalará con temor la presencia del
pasado, habían acabado aliándose con el antiguo campesinado i "aluvión inmigrarorio" que había venido a nublar-''1a-c<)nciencia
y habían terminado introduciendo en éste un cambio cualitativo ---de hi raza propia".15 Antes la tarea había consistido en "borrar",
mucho más significativo que el cambio de "sangre". Al mismo -ahora se trataba de "escribir" en la conciencia de estos hom-
tiempo, la antigua sociedad patricia había dado un paso hacia bres transplantados y sin arraigo, los veneros de la tradición
la sociedad burguesa, rompiendo en su propio seno con todas y de la "raza", tarea para la cual era necesario preparar a los
las ataduras "morales" que habían regido la vida patriarcal y, jóvenes de la burguesía dirigente en una doctrina de "idealismo",
el "lavado de sangre", que acarreaba Inevitablemente un modo
que con diversa suerte se extendería por toda América Latina
de "olvido", se había infiltrado en los núcleos familiares tradi- como una misión generacional redentora. Se partía del presu-
cionales. Al estoicismo en el que habían vivido amos y siervos puesto de que estas masas, el "aluvión inmigratorio" rioplatense
durante el antiguo régimen, sucedió un ansia de bienes mate-
-como sucedió con el campesinado zapatista en México- ca-
riales, legitimable en los desposeídos, que fue considerada, en
recían de una conciencia para sí y que eran por tanto incapaces
bloque, como un epicureísmo desenfrenado.
de generar una nueva forma de organización de memoria his-
Ciertos grupos intelectuales que integraban la burguesía, co-
tórica. Los "pueblos- niños" debían ser reconducidos en los cau-
menzaron entonces a pensar que el "ejercicio de olvido" había
ces de las historiografías nacionales con sus "sagradas memo-
sido llevado a extremos peligrosos que amenazaban con una
presunta disolución de las sociedades hispanoamericanas. Con rias" patrias, que no eran otras que las que desde comienzos
del siglo XlX habían elaborado los grupos sociales dominantes.
audacia, esos intelectuales extrapolaron el pr~blema social rio-
platense, y lo presentaron como una cuestión de unidad continen- La respuesta-consistió en regresar al legado de nuestros ante-
tal._..e debía ser llevada adelante como tarea de esa misma pasados, sin desconocer, por cierto, que esa restauración no
burguesía, me-diante un cambio de rumbo. La "novísima" Euro- podía repetir la ciega actitud de los partidos conservadores que
pa que había crecido en América y que había terminado siendo se)nstalaro11 en la tradición y la herencia española como fin
para algunos el modelo absoluto, Jos Estados -Unidos, comenzó y morada, sino que debía ser punto de partida. La respuesta
a ser visto como el antimodelo que estaba creciendo dentro intentó, en general, ser de carácter dialéctico, prueba de que
de nosotros. No era una Europa renovada en América, sino la la presión social había llegado a tal punto que l.ll1a restaura-
"anti-Europa", no mostraba Ja vieja sabiduría del Antiguo Con- ción no podía ser llevada a cabo de modo ingenuo. Se trataba
tinente en el que había habido siempre hombres, como el de una nueva fórmula del viejo partido conservador, que pre-
venerado Thíers, nuevo Pericles que había sometido las masas tendía tomar la delantera, sin renunciar a los beneficios de la
bárbaras de la Comuna y había sabido reencauzar a Francia Reforma que habían concluido en casi todo el Continente los
en el inagotable tesoro de su "pasado espiritual". partidos liberales. La ciudad, que había representado la "civili-
Paul Groussac desde Buenos Aires, haría, como buen francés zación", se transforma -invirtiendo el clásico esquema sarmien-
de la época, imbuido de la misión civilizadora de "la Francia tino- en el lugar en el que se desarrolla una nueva "barbarie",
eterna", la crítica al "olvido" imperdonable en que había caído y un vago romanticismo despierta un ansia de regreso al antiguo
la generación liberal al renunciar a los bienes espirituales del campesinado hispano-indígena, en el que de alguna manera
latinismo. Ricardo Rojas levantaría la bandera de la "restau- pervivían las formas de legado espiritual transmitido por la
14 "Las grandes olas inmigratorias que llegaron a la Argentina desde 1880
"Madre Patria". a pesar de los condicionamientos dentro de los
El arielismo,
trajeron un número considerable de trabajadores conscientes, cuyo pasado cuales se gestó, había levantado dos importantes banderas: la
se remontaba a la actividad intensa en grupos revolucionarios en Europa ... "
Jaaeov Oved, El anarquismo y el movimiento obrero en la Argentina, Mé- 1r. José Enrique Rodó, Obra.r Completas. ed. cit.. p. 500.
xico, Siglo XXI, 1978, p. 35.
·¡:

LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO" 71


70 LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
cismo" y de "hispanismo", tres autodefiniciones que al escritor
vascongado le resultaban estrechas y hasta repudiables. Rodó se
siente obliga:do a ~clarar los alcances de su "latinismo", como
de la unidad de la América Hispana, y la de la lucha contra
el imperialismo. Los Estados Unidos, no constituían solamente el
antimodelo que venía a socavar los fundamentos de una cul- así también de su "afición a lo francés", y a declarar que el
tura, representaban además, el nuevo poder imperial en el hecho de sentirse "muy latino", como su pasión por lo gálico,
mundo. Sus· avances en el Caribe y en los países centroameri- era fruto de la valoración de una categoría más amplia dentro
canos eran un hecho. Rodó reavivó el mensaje bolivariano y se de la cual lo "latino" y lo "francés" eri:m simplemente algunas de
entregó con lervor, por largos años, a una campaña contiJ1en- sus manifestaciones, la de lo "meridional" o "septentrional",
talista, invitando a _ijquella "resistencia" de la q1leha61ara Al- en resumen, la "mediterraneidad". Por otro lado, su "hispa·
b_~r.di, e invocando aquella "inquietud" por nuestra propia nismo'' entraba en crisis en él como consecuencia de su "ca-
exist_~11cia- que Ugarte, inspirado en el maestro uruguayo, men- talanismo", donde veía realizado un cierto espíritu "europeo", es
cionara. Mas, a Ja hora de dar una definición del "nosotros", decir "francés", lo cual le conduda a retacear lo "hispánico"
propuso la elaboración de un paradigma que, según sus pala- reduciéndolo al mero "espíritu castellano". Más tarde, en esta
bras, debía ser "arrancado de nuestras entrañas", provocando serie de imprecisiones, en 1910, rechazará la autodenominación
uu "despertar de cosas adormidas": las glorias de la "raza", sus de "latinoamericanos" que surge del Ariel y declarará que es
tradiciones, en una palabra, regresar al "legado". Su devoción más adecuado llamarnos "iberoamericanos", por ser expresión
por las formas superiores de la cultura y por los caracteres "más íntima y concreta" y porque hace referencia a nuestra
éticos que veía encarnados en ellas, le impidió abrirse hacia una situación de "nietos de la heroica y civilizadora raza", sin que
comprensión de su propia realidad social que le pusiera más aquí, ni en otros momentos, alcanzara ·a decirnos en qué con-
allá de su progresismo político, paternalista y conciliador. Su sistía la tal "raza". Por último, como consecuencia de la pri-
pensamiento corrió el riesgo de convertirse en un filosofar de mera Guerra Mundial, regresará Rodó a un "latinismo" que
- lo acaecido, desde- la categoría de conciliación, organizada sobre aparece, en ese momento, entendido como lo francés, y no
una meditación que buscaba el reencuentro de los valores des- precisamente lo hispánico, en-una etapa de declarado galicismo
quiciados en un impreciso concepto de "genio de la raza". Sin que, de alguna manera, vino a ser un regreso al panlatinismo
quererlo concluyó dando prioridad a la "unidad moral", debi- de la segunda mitad del siglo XIX. Todos estos vaivenes einde-
litando su propia voluntad de "unidad política", que si bien cisiones que muestra el rescate de lo "olvidado" dentrO'del
la ejerció hasta el fin de sus días, adoleció de las limitaciones proyecto ideológico de las burguesías latinoamericanas, depende
que harían del arielismo una doctrina destinada a solucionar de una inclinación a considerar el orbe cultural dentro del que
nuestros- problemas de marginación y explotación, mediante la nos movemos, y en particular el mundo de los bienes espiri-
ilusa moralización de las burguesías. Las categorías sociales ro- tuales, como una realidad sustante por sí, descuidando que las
autodenominaciones son siempre relativas a un sujeto histórico
donianas se mueven entre lo calibanesco, vicio en el que habían
caído principalmente las burguesías, y la "inocencia" de las que les otorga sentido y valor en la medida y grado en, que es
el portador y recreador de las mismas. En su apasionada y noble
masas. El proyecto consistía en convertir los "calibanes" en prédica de la unión continental, por la que tanto hizo Rodó,
"arietes", para que surgieran los conductores de aquellos "pue- desplazó más de una vez, con términos alberdianos, la "unidad
blos niños". Estos -planteos generaron, de modo fácil, posiciones política" en favor de la "unidad moral", con lo que vino a
reaccionarias que el mismo maestro, en función de sus senti- perder el punto de referencia, nuestro hombre concreto, y se
mientos, hubiera repudiado. Jamás hubiera pensado, por ejem- encontró en el mar impreciso del mundo de las esencias, de
plo, que sus ideales "arieiistas" pudieran llegar a ser compati- 11
rique~
,Jl las cuales participamos, sfn que podarnos saber a ciencia cierta
bles con el racismo, como de hecho se produjo en algunos de de.cuáles participamos más o menos, cuál posee más de
sus seguidores y admiradores. ser para nosotros y cómo, a su vez, participan ellas entre sí.
Por lo demás, ¿en qué consistía aquel "legado" que debíamos El empirismo psicologista, de fuerte sentido individualista, de
"recordar" y" retransmitir a las masas que integraban el "alu- Rodó, no era incompatible, en su teoría de la cultura, con ul'l
vión cosmopolita"? La correspondencia intercambiada entre 1
Unamuno y el maestro uruguayo, a propósito del Ariel, muestra larvado platonismo. 6
cit., PP· 1160, 1276, 1301,
las primeras dificultades del intento de responder a esta pre- 16 José Enrique Rodó, Obras Completas, ed.
gunta dentro del espíritu restaurador rodoniano. El Ariel, como
1304, etc.
lo señala Unamuno, eran expresión de "latinismo", de "gali-
r;r:
l1•
72
LA DETERMINACiúN POR EL "LEGADO"
LA DETERMIÑACiúN POR EL "LEGADO" 73
La exigencia de autoafirmación del sujeto latinoamericano,
nacida conjuntamente con un cierto grado de conciencia his- tura alienada y opresiva, para poder reencontrar lo "olvidado",
tórica, condujo, inevitablemente, a aqueiJos intentos de "bo- nuesta facticidad, y ejercer su rescate adecuadamente, con
rrar" un pasado mediante un ejercicio de "olvido", y a la vez, a -nuevas herramientas lógicas. Toda esta importante línea de
los proyectos restauradores organizados sobre un "recuerdo". desarrollo del problema del "olvido", tuvo la virtud de reorien-
Mas, no siempre el "ejercicio de olvido" ha partido de una tarlo hacia un cierto nivel epistemológico y plantearlo en un
mismaenforma
teado Ios mismos términos. ni el "recuerdo" ha sido plan-
de negatividad, terreno que es prioritario respecto de su ejercicio, sin descono-
_cer el papel que en todo esto juega la praxis social, la elabo-
Vimos en un comienzo que Ia joven generación argentina de ración de un discurso de espíritu crítico.
1837 exigía el ejercicio de un olvido en el sentido de una "ig- Como conclusión, pues, ni un olvido negativo que se ejerce
norancia metódica", con el objeto de poder alcanzar las bases como desconocimiento y como arma r.epr.esiva res~ec;_to pe gru-
de un discurso propio. Una posición semejante encontramos
aqticipada por Simón Rodríguez, en su opúsculo Sociedades f pos humanos dominados, ni un recuerdo de lo olvidado- que,
por reacción, concluye anteponiendo los bienes espirituales al
17
americanas de 1828 y, más tarde, la misma tesis será expre- j hombre concreto y, por eso mismo, hipostasiándolos. Un olvido,
sada de modo 18claro por Juan Montalvo, en el primero de sus sí, como momento constituyente de un discurso decodificador
Siete tratados. A comienzos ya de nuestro siglo, Carlos Vaz J que abre la posibilidad de la crítica tanto del olvido como del
Ferreira exigiría lo que podemos considerarun "olvido", en el
sentido de un abandono de -la importación de sistemas que
f recuerdo señalados antes. No se trata de "borrar" un mundo
t de bienes, o de restaurarlo luego, sino de reconocer como hom-
habían sido elaborados para responder a necesidades que no ~ bres, a individuos o grupos humanos que han sido convertidos
eran las nuestras. En los casos mencionados, el problema se en medios. Los bienes espirituales adquirirán su peso legítimo en
plantea en relación con las formas del saber europeo y, muy
particularmente,
te a él. con la actitud que ha de adoptarse fren- 1
¡
la medida en que, por parte de esos hombres, se rescate lo
que tienen de valor intrínseco, desde esos mismos hombres en
cuanto integrantes de un reinado de fines. Esos bienes tendrán
contempor~ente
También hemos visto e]-sentido que había dado al tema Fran- una nueva vigencia, sin que interese primariamente que sean-
cisco Bilbao, y el que dio José Martí casi los de un pasado. Desde este punto de vista, no se trata de
con los planteas del escritor ecuatoriano. En todos los casos, la "despertar" nada, pues, todo está "despierto": la opresión y la
problemática del "olvido" o de la "ignorancia", se relaciona con explotación y el poder dialéctico que tienen potencialmente de
una necesidad de reconocimiento: en Simón Rodríguez y en los realizar una transmutación de valores. No se trata tanto de un
intelectuales rioplatenses, como más tarde en Montalvo, se de- "renacimiento", como de un "nacimiento" de los valores espi-
seaba alcanzar un autorreconocimiento, para lo .cual había que rituales, como si ellos no hubieran pertenecido a un pasado.
desprenderse de toda forma de saber que por su inoperancia Éste no es el sujeto de la historia, aun cuando de hecho esos
resultara inaplicable a nuestra reaHdad americana o que, por valores tengan una historia y no podamos ni debamos prescin-
su naturaleza ideológica, produjera modos ocuitantes de cono- dir de ella.
cimiento de esa misma realidad; las "masas desheredadas" de El intento de definirnos por el legado, en los sentidos nega-
las que nos habla Bilbao, "tratadas como animales", pedían un tivos señalados antes, nos conduce a organizar, una vez más,
reconocimiento como grupos humanos, por parte de quienes nuestro lenguaje sobre una Lengua, frente a la cual nuestra
detentaban el poder, así como el "hombre natural" de Martí, habla se torna meramente accidental y fenoménica. El hecho-
"desdeñado" por las oligarquías ciudadanas, respondía con la no es exclusivo nuestro en cuanto integra la estructura cate-
lanza al "olvido" ejercido por estas últimas.-De modo semejante
gorial de la cultura europea tal como se la ha organizado tra-
a los planteas de Rodríguez, Echeverría, Bilbao, Montalvo y dicionalmente. La consecuencia ha sido el desconocimiento
Martí, Vaz Ferreira propondrá, a su vez, olvidar toda una cul- de la humilde y despreciada palabra cotidiana, única raíz po-
1
17 Simón Rodríguez, Sociedades americana.r de 1828, Va/paraíso, Imprenta sible de nuestra palabra propia y única vía para poder entáblar
del19 Mercurio, l 840, p.82 ( ed. facsimilar, Caracas, Centauro, 1975). un diálogo con todos los hombres, que no sea encubridor ni de
Juan Montalvo, Siete tratados, Besanzón, 1882. Cf. nuestro libro Es- nosotros, ni de esos hombres. Todo el problema del comienzo
quemas Para una historia de la filosofía ecuatoriana, Quito, Pontificia Uni-
\"ersidad Católica del Ecuador, 1977, pp. 22-24. de una filosofía latinoamericana se juega por entero en relación
con la actitud que adoptemos frente a la palabra de aquella
Lengua, que se justifica siempre por un pasado y adquiere, por
lf~' 75
¡: LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
74 LA DETERMINACióN POR EL "LEGADO"
varismo renovador, pero sostenido sobre la base de un perma-
eso mismo, valor de mito. Es la palabra del "Continente CIVI- nente cuestionamiento ·del modo como se invoca el "nosotros"
lizador" que, continuando las huellas de Hegel, aún sigue re- para que sea realmente potente y renovador y sea un "noso-
conociéndose como la voz del Occidente, deposit~rio del Es- tros" incorporado en el largo y doloroso proceso de huma-
píritu; "La filosoffa -'-ha dicho Heidegger- es en su esencia
griega, quiere decir nada menos, que Occidente y Europa y nización.
solamente ellos son, en su proceso histórico íntimo, original-
mente filosóficos." 19 El comienzo de esa filosofía y su natura-
leza, se encuentra en una filología, entendida como saber fun-
dante de aquella Palabra, que aparece coma-venida ael ronClo
de un pasado en el que lo histórico se diluye en lo ontológico.
Los juegos verbales greco-germanos del heideggerismo .no son
una curiosidad más dentro de las diversas escolásticas de nues-
tro tiempo, sino una de las últimas voces de la negación de la
cotidianidad, con su palabra cargada de presente y poseedora,
por eso mismo, de una potenda de desmitificación. Desde ese
regreso a una empiricidad habremos de lanzarnos al redescu-
brimiento de una Europa de carne y hueso, a pesar de la
"Europa esencial" de los filósofos-filólogos, como también,
ineludiblemente, a un redescubrimiento de nosotros mismos.
Nuestro& filósofos académicos que cayeron en las redes de
aquella filología, negaron todo comienzo del filosofar. Porta-
voces de la ·Palabra, ecos angustiados de un Espíritu, fruto
ilegítimo de un sujeto dominador, incapaces de una autoafir-
mación · de sí mismos como valiosos, su condena ha sido la
imitación y la repetición más o menos ingeniosa, de un discurso
-4-'
alienado y alienante, revestido de todas las exigencias del "ri-
gor" académico. 20
Y aquí debemos regresar a la cuestión que planteamos en
un comienzo: el de nuestra autodenominación, dentro de lo
que debería ser el ejercicio de nuestra palabra y su rescate
desde una ontología de diverso signo. Ya dijimos que los nom- ,.,
bres propios son deícticos. Ello quiere decir que no valen por sí
mismos, sino por quien los invoca, hecho en el cual se juega
nuestra personalidad individual y cultural. Ahora nos llamamos
"latinoamericanos", así como dentro de otras ideologías conti-
nentalistas nos hemos autodenominado "americanos", "hispano-
americanos" o de cualquier otra manera. Mas, la raíz de la cual
ha de surgir lo que esos términos significan debe ser siempre
el sujeto empírico al cual hay que señalar. En ese señalamiento
y reconocimiento de ese hombre radica el poder, la fuerza y la
justificación de todo. nombre, como asimismo su debilidad, su
poder ideológico ocultarite y su justificación de nuevas formas
de opresión. Un nombre debe ser sostenido, dentro de un boli-
I9Mardn Heidegger, ¿Qué es eso de filosofla?, Buenos Aires, Sur, 1960.
20Valentín Voloshinov, El signo ideológico y la filosofía del lenguaje,
Buenos Aires; Nueva Visión, 1973.
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EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFlA 77

IV. EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA hecho de que aquel acto originario de autoafirmación a partir
del cual el hombre se constituye como sujeto, es fundamen-
FILOSOFíA talmente valorativo, otro aspecto intuido en Hegel pero desvir-
tuado asimismo por la contradicción indicada añtes. Se trata
de un sujeto que como hemos dicho, repitiendo a Hegel, "se
HEMos dicho que el comienzo de la filosofía americana depende pone a sí mismo como valioso" y "considera como valioso el
de aquella afirmación de Hegel a la que consideramos en su pensar sobre sí mismo". Lo axiológico se muestra por tanto
sentido normativo y por eso_lllismo a priori, la de "ponernos con una cierta prioridad respecto de lo gnoseológico, en cuanto
a nosotros mismos como valiosos". Dicho de otro modo, no lo posibilita. En efecto, lo que podríamos denominar "ejercicio
hay "comienzo" de la filosofía sin la constitución de un sujeto. valorativo originario" permite una toma de distancia frente al
Nos hemos preguntado qué queremos decir cuando hablamos1 mundo, dicho en otros términos, genera el necesario alejamiento
:¡ de "nosotros". Por de pronto, según la investigación que hemos mediante el cual se enfrenta la realidad como objetiva. Sólo
!
hecho apoyándonos en el testimonio de algunos de nuestros i la constitución del hombre como sujeto hace nacer al mundo
intelectuales, no se trata de un .sujeto pensante puro al estilo como objeto y el "tomar distancia" del que hemos habla-
del ego cartesiano y de sus formulaciones posterfores, sino de 1
¡
do es, primariamente, un hecho antropológico. Inversamente la
un sujeto que con los riesgos del caso, deberíamos llamar em- ¡ inexistencia de sq.jetividad implicaría el estar sumergido en
pírico. Esa naturaleza se encuentra de alguna manera puesta una realidad absocbente que nos impediría verla como lo
de manifiesto en la formulación hegeliana del problema del "exótieo", en el sentido originario, es decir, como lo que está
"comienzo" de la filosofía y es desde su rescate, bajo aquel "fuera de".
aspecto, que pretendemos partir. Bien es cierto que la empi-
Por otra parte, la empiricidad tal como la hemos definido,
ricidad resulta desvirtuada en Hegel como consecuencia de la
no resuelve la sujetividad en subjetividad. En primer lugar,
contradicción entre lo histórico y lo ontológico que le conduce
porque las afirmaciones de que la filosofía tiene su comienzo
a debilitar al hombre como sujeto de la historia en la respuesta ~o_ncreto con la constitución del sujeto y de que el filosofar
pretendidamente superadora de la contradicción indicada.
de ese sujeto "exige un pueblo", son convertibles y equivalen-
Deberemos aclarar qué empiricidad es la de que hablamos. tes. Se trata en nuestra interpretación de un individuo inte-
El hecho de que todo hombre se defina por la historicidad grado en una totalidad social yque no es por eso mismo un
implica la existencia de una conciencia histórica, dicho de otro
"yo", sino un "nosotros", lo cual supone un principio fáctico de
modo, de una determinada experiencia de sí rriismo que sólo es
universalidad. Mas, la autoafirmación del sujeto como valioso
posible si se da primariamente una potencia o capacidad de
experiencia. La historicidad. es. por lo dicho, una empeiría y no sólo se lleva a cabo desde una relativa universalidad, sino que
el hombre, en cuanto sujeto histórico, un sujeto émpeiros, con tiene necesariamente una pretensión de universalidad. Dicho
en otros términos, así como no hay objetividad sin sujetividad,
lo cual no se quiere decir que haya elaborado y acumulado
esta o aquella experiencia, sino que es capaz de hacerlo. La tampoco hay individualidad sin universalidad. "Tener como va:- ·.
empiricidad así entendida, como manifestación inmediata de lioso el pensarnos a nosotros mismos", implica la acción de
la historicidad, nos conduce a hablar de un sujeto empírico que pensarse en general, de darnos una determinación que va más
nada tiene que ver con el desfondado "yo empírico", reducido allá de la subjetividad, ya que es connatural al pensar plantear
a lo somático y del que nos hemos de depurar al estilo del sus respuestas en relación con lo universal. Y este hecho se da
Fedón platónico, o al que debemos negar como una pura na- respecto de todas las formas de praxis, sean ellas las de ca-
turaleza sumergida en su "en sí" al modo hegeliano, o que rácter judicativo o las de la conducta moral o política, en el sen-
debemos poner entre paréntesis tal como se propone en las
Ideas de Husserl en quien viene a resonar la vieja fórmula
"soma-serna".
i
)
tido ampiio de los términos.
El "acto valorativo originario" es una posición axiológica que
haee de supuesto en el clásico sentido de suppositum o hypó-
Ese valor concreto o empírico se pone de manifiesto en el theton: aquello de que depende o en lo que se funda toda afir-
mación posible sobre el mundo, aun cuando la conciencia no
I Cf. nuestro artículo "Acerca del comienzo de la filosofía americana'', pueda ser probada como anterior ontológicamente al mundo,
Revista de /a Universidad de México, UNAM, vol. XXV, 8, 1971. sino todo lo contrario. La realidad que hace de referente es
76 siempre anterior al lenguaje, aun cuando éste constituya el
79
~r EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFíA
78 EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFl'A
- podemos renunciar a nuestro derech<> de leerlos desde noso-
modo de prioridad del sujeto frente a lo objetivo, que es única- - miSffiOS• como Hegel exigía respecto de tOdo el pasado
110
mente posible como un sistema de códigos desde los cuales filOSÓficO de la humanidad ni menos podetn"' desconocer, como
convertimos al mundo en objeto de..un sujeto. tendr<mos ocasión de verlo más adelante. que el pensar contem-
Entendido de este modo el sujeto del filosofar nos quedan porá"eo en lo que ha tenido y tiene de más fecundo depende
abiertas las puertas para dar una respuesta a la ambigüedad de la crítica a la filosofía hegeliana del concepto.
misma del saber filosófico, consecuencia de la naturaleza em· Sin perjuicio de tener que regresar sobre el tema, digamos
pírica del sujeto, único sujeto posible. El modo o grado de que este nuevo Discurso del mé¡gdo no se reduce al plante<> _
universalidad que surge de la afirmación de la sujetividad, con- proplaroente<=al'leslano_de buscar un "punto de partidá' (pcint
diciona todo otro modo posible de universalidad y de objeti- de dtpart, Ausgang) y que la noción de "comienzo" (com·
vidad, haciéndolo siempre relativo a ese sujeto concreto, auri mencement, Beginn, Anfang), no incompatible e<>n aquel con-
cuando se parta de condiciones pretendidamente puras de obje- cepto y al cual incorpOra. es mucho más rica y se mueve en un
tividad y de universalidad. hOrizonte de una problemática en la que lo históriCO y la bis·
Cuando el sujeto latinoamericano se plantee de modo expreso toricidad juegansesupune
principal papel. de manifiesto si atendemos
la necesidad de una "filosofía americana", su propia autocom- La diferencia claramente
prensión como sujeto del filosofar no será otra que la que a la cnestión de la constitución del sujeto, tema que deberemos
hemos visto páginas atrás, en donde se parte de un "nosotros" Ineludiblemente iniciarlo a partir de ciertos clásicos y célebres
capaz de organizar su discurso desde su situación concreta textos de la Fenomenología del Espiritu, para Juego adentrar-
histórica, a partir de una toma de posición axiológica. Se plan- nos en Jos desarrollos que muestra la Introducción a las Lec-
teará, pues, el "comienzo" del filosofar como sujeto empírico,
.en el sentido que muestra el "nosotros" que hemos tratado de Lo que
ciones . Se plantea en la F,W,menologfa es fundamentalmente
definir y con las contradicciones y caídas que le han sido pro- el comienZO de la conciencia, en otros térroinos, la constitución
pias en función de esa. misma naturaleza empírica. del ser humano como sujeto y 'Por eso mismo, la realización del
Desde el punto de vista del tema que nos interesa existe, hotnbre en cuanto hombre- El punto de arranque de Hegel no
dentro de la literatura clásica europea, una obra que puede habrá de ser el que había puesto en juego Rous_seau, en quien
ser considerada sin error como un nuevo Discurso del método, es· posible rastrear esta problemática del paso hacia la CO"'
tal vez el segundo y ef1Uás importante Juego del cartesiano, en cienCia desde un estado anterior, que el filósofo gínebrino in-
la que por primera vez se dieron las bases teóticas para cual- · tentó reconstruirlo a partir de una "historia hipotética"- Hegel
quier replanteo del "comienzo" de la filosofía, tanto en lo que nos habla también de un "hombre natural" o de un "hombre
se refiere a su aspecto social-histórico, como a su funda- en estado de naturaleza", mas, si bien pocJríantOS proyectar
mentación epistemológica. Nos referimos concretamente a la hacia un pasado lejano y desconocido para nosotroS la vigencia
Introducción que Hegel dio a conocer en sucesivas exposiciones, de aquel "estado". Hegel comprende claramente que el "hombre
destinada a preceder sus Lecciones de historia de la filosofía. \ natural" se encuentra presente en el hombre histórico y es
Aquella obra, ineludible punto de partida para nosotros, hace
1 riesgo constante que la conciencia tiene siempre a su lado en
girar toda la cuestión del "comienzo" alrededor de la noción de sus sucesivas figuras. De esta manera. aunque no sea JegltinlO
sujeto: a partir de la cual hemos iniciado estas páginas sobre 11 roJrar a ese "hombre natural" como un ser propiamente ya blS-
una teoría y una crítica del pensamiento latinoamericano. tórico, la historia del hombre se juega toda respecto de él, par
Frente a las ya lejanas y a la vez tan actuales páginas de lo mismo que en él está el germen de esa historia, y par ..,anto
aquella Introducción, poco nos puede ayudar la filosofía, con- ella se encuentra ontológicamente determinada por un "regr<>
temporánea, especialmente la que ha tenido vigencia dentro del so" pusible y constante a la naturaleza y aparece. además. orga·
qúehacer académico universitario latinoamericano de las últimas nizada desde siempre corno una lucha par colocarnos ncia allá
décadas, en paFticular en el intento de rever el pensar filosófico de esa misma naturaleza, tan lejana para una "historia hipo-
en su relación con un sujeto que no quiere "hacerH filoso- tética", corno ceroma para una historia que se concibe a sí
fía, sino "·su" filosofía o mejor, "nuestra" filosofía, exigencia misma como el proceso de constitución del sujeto.
Que el "hombre natural" es ya a su modo un ser histórico
que sólo puede encontrar líneas germinales de desarrollo regre-
sando a la olvidada etapa romántica. Claro está que frente a lo pruel:ia lo que diferencia a este hombre de la mera animali·
los planteas hegelianos, inagotadoramente sugestivos y ricos,.

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80.
EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOF1A
EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOF:tA 81
dad. El hombre se presenta, en efecto, como un ser que tiene
el poder de elevarse, de empinarse o peraltarse sobre la natu-
raleza; la humanidad es tal, cuando se levanta sobre la anima. en fonnas "impotentes" de esa misma potencia y echando por
lidad. Esta última se caracteriza por encontrarse sumergida tierra lo que !a tesis del "hombre natural" tenía de positivo.
en lo particular, en lo singular; el animal mira y sus ojos no La historia de la conciencia o de las etapas de conscientiza-
ven nada más que singularidades que no llegan ni siquiera a ción del hombre, que van desde el ·aparecer de la conciencia
ser para él singularidades repetidas. Bien es cierto que el ins- misma hacia planos cada vez más "profundos" y gracias a los
tinto ordena la vida animal de un modo que a nosotros nos cuales el hombre se va constituyendo corno sujeto, tiene como
parece a veces teleológico, mas de hecho, las S6ttisfacciones de punto de partida aquella ·doctrina d~l "hombre natural". Esos
las necesidades y de los sel1.timientos, son alcanzadas dentro momentos, -tal como aparecen descritos en los cinco primeros
del marco infranqueable de la individualidad y aquellas singu. capítulos de la Fenomenología del Espíritu son, el de la con-
Iaridades parecen estar referidas de modo estricto a ella, sin ciencia (Bewusstsein) o del "en sí" (an sich), el de la auto-
alcanzar ni siquiera por la vía misma del instinto una cierta conqiencia (Selbsbewusstsein) o del "para si" (für sich) y el
prenoción de la universalidad de la especie: su mirar y su ac- de la razón (Vernunft) o del "en sí y para sí" (an und für sich),
tuar no revelan un conocimiento de lo universal. De donde se que reúne o cancela dialécticamente a los dos anteriores en
infiere que hay en el anima! una debilidad que es a la vez in- una unidad. superior y más rica. En el primer momento, el de
telectual y volitiva, si bien respecto de él no podemos hablar la conciencia en sí, se trata de la simple conciencia propia
sino impropiamente de intelección y de volición; en resumen, el del nivel del conocimiento sensible, que no va más allá de una
animal representa una versión sumamente pobre de la indivi- certeza inmediata de una realidad exterior que le es "dada" y
dualidad. No es un "ser en sí" al modo del "hombre natural" a la que no se enfrenta ni se opone. La actitud que la carac-
que contiene la propia potencia de su "ser para sí", sino que teriza es contemplativa, por lo que acepta pasivamente la re-
velación del ser. Se trata de una actitud ingenua en la que la
se
propiatratadebilidad
de un ser condeRado a la repetición indefinida de su
originaria. 1 conciencia, en cuanto no se opone como tal a la naturaleza, es
todavía "naturaleza" y se encuentra sumergida en el "tiempo".
No ignoramos los límites y los riesgos de tales tesis. La
visión que Hegel tuvo de la naturaleza sufrió una fuerte modi- f Desde esta simple conciencia, en cuanto no se aparta de_l!quella
ficación a Partir del tercer cuarto del siglo XIX, que concluyó actitud contemplativa, resulta imposible pasar a la autoconcien-
definitivamente con la vieja doctrina de la repetición indefi- 1 cia, pues, quien contempla se encuentra absorbido por lo con-
nida de las formas y la incapacidad de creación de nuevas templado, inmerso en la "sustancia". No hay conciencia de sí,
1 sino de la cosa contemplada; no hay propiamente "sujeto", no
fonnas de vida. Mas esta profunda:- diferencia entre el evolu- 1
cionismo hegeliano· y el evolucionismo que habrían de generar hay un "yo", sino una conciencia no desenvuelta ni desplegada,
los naturalistas, no invalida el poderoso eSfuerzo de Hegel, una "conciencia en sí".
desvirtuado y desconocido por estos últimos, de sei)aJar la di- Es necesario acceder a un plano más profundo, más humano
ferencia ontológica que hay entre un ente natural y un ente todavía, como va lo señalamos, el de la autoconciencia, en el
histórico, problemática a la que ha regresado el pensamiento l que el hombre- se convierte en un ser consciente de su opo-
contemporáneo. Por otra parte, la doctrina del "hombre natu-
1
sición al mundo y por tanto consciente de sí mismo. El para
ral", aun cuando ella estuviera en manos de Hegel al servicio si implica el paso de una forma de temporalidad a otra, de aquel
1 mero tiempo confundido con la temporalidad propia de la na-
justamente de una afirmación de historicidad ·como verdadera
naturaleza del ser humano, se prestaba a un riesgoso y peligroso turaleza se avanza hacia la historia. Para· esto es necesario
juego de resultas del cual nos vemos conducidos, en particular que se ponga en acto un impulso por obra de la misma nece-
respecto de algunas de sus versiones o aplicaciones que apare-
cen incorporadas dentro de la filosofía de la historia, a de-
j sidad implícita en la naturaleza ~umana, que permita al hombre
descubrirse a sí mismo como sujeto: el deseo (Begierde). A
nunciarlas como formulaciones ideológicas. Pues si bien el través de él la naturaleza se niega a sí misma en el hombre y
1
llamado "hombre natural" es un ente que posee una potencia, le permite a éste enfrentarla como objeto. Dicho en otros tér-
con el sentido activo que Hegel introduce en este concepto aris- minos, las necesidades que son originaria y primariamente or-
totélico, el colonialismo europeo al que nuestro filósofo repre- 1 gánicas, naturales, nos mueven a poner la naturaleza a nuestro
senta de modo acabado, concluirá con Hegel mismo pensando servicio y con elJo a introducirla en lo histórico. Mas, también
~s necesario superar la primitiva admiración que en cuanto
s-ympatheía era tan sólo raíz del discurso mítico. El clásico
83
EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA_ FILOSOF1A
82 EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFtA
¡ nnalmente como "absoluto" en su figura más desplegada, la
thaumázein de los griegos es un comienzo del saber, mas siem- de
0 la razón, en aquel momento anterior es sin embargo esen-
pre y cuando sea la admiración de un sujeto que parte de una cialmente relativo tanto en lo que respecta a sus contenidos,
negación y a Ia vez de una autoafirmación sobre las cuales como en lo que se refiere a su inserción en el mundo humano.
puede llevar a cabo el ejercicio del preguntar desde sí mismo, y este último aspecto que desde la autoconciencia se proyecta
tal como lo anticipó a· su modo Platón con su doctrina del a la misma conciencia "en sí y para sí", es justamente el que
"preguntar abierto". 2 Y más allá de esta admiración, que se deseamos destacar. Se trata, en efecto, de un sujeto inmerso
encuentra como lugar común en todas Jas doctrinas de la filo- en un mundo relacional humano del que deriva ·su propia po-
sofía entendida como contemplatio y que en Hegel queda subor- sibilidad como sujeto y, a la vez, todos sus riesgos. "La auto.
dinado como momento secundario, el verdadero papel que le conciencia -nos dice Hegel en un citado texto de la Fenome-
nología- sólo alcanza su satisfacción en otra autoconciencia'?
es decir q~e aquel para sí que nace bajo el impulso del deseo,
toca jugar al sujeto en cuanto autoconciencia, habrá de ser el
de la transformación por cuanto la única vía para negar Ia
naturaleza consiste en historizarla. Ciertamente que estas afir- implica necesariamente una relación · con otro, por lo mismo
maciones de Hegel quedarán oscurecidas, como veremos luego, que éste completará el acto mediante el reconocimiento sin
cuando tratemos acerca de la suerte que en él corre el a priori el cual no hay autoconciencia posible. Ciertamente que en el
antropológico. momento en el que se desfonde el impresionante esfuerzo
Ahora bien, la autoconciencia es una figura que sólo -posee ontologizador de la conciencia y se busquen otras explicaciones
su verdad en la figura siguiente de Ja conciencia, la razón, para la "ceguera" del entendimiento, este momento de la auto-
momento de despliegue en el que, negado el deseo en cuanto conciencia quedará como la figura de base desde la cual se habrá
impulso natural, será posible según pensaba Hegel, la constitu- deYareconstruir
ción de un sujeto que habría de asumir y, a la vez, cancelar la Aristóteleslahabía
filosofía.
entendido, como en general todo el mun-:
primitiva conciencia en sí y la subsiguiente conciencia para do clásico, que una autoconcienda no es posible sin otra auto-

~uella
sí, dando de este modo a la sensibilidad, que regía a la primera conciencia. Las dos definiciones que nos ha dejado del 'hombre,
y al entendimiento (Verstand), categófía de la segunda, su que afirmaba que "es un animal que posee lagos"
Jugar correcto dentro de un plano superior y más rico ontoló- y aquella otra que decía que es un "animal político", son
gicamente. En el serían posibles contenidos intencionales puros convertibles por cuanto son en el fondo una misma.cosa. Lof!.OS,
de la conciencia y la razón (V ernunft) habría de reencontrarse en efecto, no se reduce a ratio como se entendió en las traduc-
a sí misma con toda su potencia creadora, liberada de las for- ciones latinas, sino que es a la vez y nece'sariamente verbum.
mas de la representación. Con este tercer sujeto, Hegel venía Con ello se pone en evidencia una comprensión de la conciencia
a satisfacer una exigencia que estaba planteada desde los ini- como realidad necesitante de una comunicación con otra,
cios de la modernidad, concretamente a partir del cogito car- hecho sin el cual no se alcanza la total riqueza del intento defi-
tesiano, pero reformulado ahora desde una visión en la que, si
bien la tendencia ontologizante de la conciencia se mantenía nicional del Estagirita.
La riqueza de la descripción hegeliana de la autoconciencia
en pie y con mayor fuerza que nunca, se había entrado en el se pone además de manifiesto en su descripción de los modos
riesgoso juego para todos los ontologismos, de tratar de incor- de reconocimiento. Éste no comienza con la relación de dos
porar la historia y la historicidad en el hecho mismo de la autoconciencias que se encuentran ambas constituidas como
constitución del sujeto. autónomas 'Y libres, sino que aparecen como contrapuestas. Así
A pesar de la importancia que dentro de la historia de las lo entendió también Aristóteles para quien este hecho se le
figuras de la conciencia muestra la etapa o momento de Ja presentaba como "natural" y definitivo. La importancia de la
razón, es necesario regresar a la figura anterior, que es la que reinterpretación hegeliana consistió fundamentalmente en con-
nos pone en claro sobre ciertos aspectos que son constitutivos siderar ese mismo hecho como una situación histórica de la
de la razón misma. Concretamente, a propósito de Ia autocon- conciencia y como una contradicción que habrá de impulsar
ciencia o de la conciencia para sí, Hegel nos plantea. el problema hacia otra figura, por lo mismo qtie las contradicciones son el
de Ia naturaleza del sujeto, que si bien puede ser considerado motor mismo de todo proceso dialéctico. "Una es la conciencia
2 Cf. nuestro libro Platón o la filosofía como libertad y expectativa, Men,-
Hegel, Fenomenología del Espíritu, cap. IV, pará!(rafo 3.
doza (Argentina)¡ Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional de Cuyo, 3
1972, cap. titulado "El asombro y el preguntar ontológico".
EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFíA 85

84 EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFtA acto"• axioma que no regia para el hombre europeo. movido
- ¡ teri<>rmente por el nous pcietikós entendido ahora como el
independiente que tiene por esencia el ser para sí, otra, la con- J',spiritu· Pues bien, para este segundo hómbre natural. al no
0
ciencia dependiente, cuya esencia es la vida o el ser para el mediar aquel soplo del Espíritu, el trabajo resultaba contra·
otro; la primera, es el señor, la segunda, el siervo." 4 La satis- dicwriamente un hecho natural, una incapacidad de forzar la
facción que el primero busca mediante el reconocimiento se naturaleza para hacerla entrar en la historia.
logra con un acto de dominio sobre el otro, entendido como
t~la·
El desfondamiento del ontologismo hegeliano acabará con el
cosa, hecho- que supone una interna contradicción ya que a la
"'n~
mito del "trabajo" del Espíritu y la tesis de Carlos Marx
vez que se lo reifica se le exige aquel reconocimiento que es tiva a la diversidad de los wodos de producción, permitiTá
por naturaleza un acto propiamente humano. sideran:omo ente histórico a ese negado "hombre natural" y
Pero la riqueza temática del pensamiento de Hegel no queda ahrinl lai""ibilidad de una nueva formulación de la Weltges-
mostrada en toda su significación si no relacionamos este mo- chichte, sobre la base de un concepto de trabajo, planteado
mento de la autoconciencia con un concepto de capitalísima
importancia al que Hegel concede un lugar por cierto desta- ahora como hecho plenamente histórico.
Por lo que venimos dkiendo, no nos cabe duda que el verda·
cable. Nos referimos al trabajo. En efecto, la rel~ción entre la dero aporte que hizo Hegel. tal como lo vemus desde nuestra
conciencia dominadora y la dominada es no sólo de reconoci- perspectiva, se encuentra en sus análisis del hecho de la auto-
miento, sin más, sino que es fundamentalmente de reconocimien- conciencia, nivel en el que precisamente fue enunciado <el 4
to de una conciencia respecto de la otra en y _por el trabajo. priori antropológico. En relación con ese horizonte de la rnedi·
Y ello no podía menos que ser así, pues, toda la fenomenología tación hegeliana y sin desconocer otros aportes, se desarrolla
-de la conciencia supone desde sus primeras figuras un pro- preCisamente lo m•s valioso del problema del "comienzo" de
ceso de humanización, vale decir, de negación y por tanto de la filosofta, tal como Qodemoo verlo en las páginas de la In-
transformación de la naturaleza, y la única vía que el hombre troducción 4 la historia de la filosofía. En esta obra, con no
tiene de lograrlo es la del trabajo. De ahí que la humanización mejor claridad que en otras, se pondrán de manifiesto las dos
o historización aparezca, desde el mismo momento de la simple
conciencia en sí, como un hacerse y un gestarse del hombre
1 tendencias constantes del pensar hegeliano: una de ellas, la
exigencia de tener en cuenta de modo permanente lo social-

'
respecto de sí mismo. La Fenomenología, en particular si nos histórico. y la otra. la de encontrar una fundamentación de
atenemos al significado de la figura del amo y del esclavo, que ese primer nivel en lo ontológico. Estas dos lineas de desarrollo .
a pesar de Hegel mismo ha logrado una autonomía dentro de se nos apare<:eD como un juego constante de "bistorizar" y a
lo .que es el riguroso sistema general de la obra, señala una 1 la vez "deShistorizar" y. de modo paralelo, de "socializar" y
línea de interpretación de la historia que habrá de entrar en ~ "desocializar", todo lo cual se pone de manifiesto en el audaz
contradicción con aquella otra historia, la del Espíritu, para ~
~
intento. referido ya en concreto a la filosolia y su desarrollo
la cual la historicidad se resuelve en una caída en lo histórico. temporal, de deshistorizarla desde su hiStoria misma y de deso-
De ahí que la noción de trabajo acabe siendo desplazada por cializarla desde su propia inserción social. No es dificil prever
Hegel de un sujeto (el siervo o el esclavo) a otro (el Espíritu) btS consecuencias que para el a priori antropológico habrá de
y concluya, como tantos otros conceptos fecundos, malversado tener este complejo y gigantesco esfuerzo por partir de la
por la pasión ontologizante. Otro aspecto hay todavía que habrá historicidad y a la vez por impedir que la misma se disuelva
de incidir negativamente en el auténtico va.lor de la fértil y en una mera facticidad carente de sentido. El reebazo del onto-
trágica figura del amo y del esclavo. El mismo deriva de la logismo hegeliano y de todos tos que de una u otra manera lo
ambigüedad del concepto de "hombre natural" que, referido siguen reeditando. no significa, a pesar de los temores de !legel,
al hombre en el cual tuvo su cuna el Occidente, supone una aquella disolución. ni menos aún la imposibilidad de sentar
noción de potencia (dynamis) que es ya a su vez acto (enérgeia), las bases de otra ontologia, que se encuentran enunciadas para
mas, referido a aquellos hombres que nada tenían que ver el pensamiento poshegeliano en la misma obra de Hegel.
con el soplo mítico del Espíritu que había concluido en la
b~sicos
VeamOS ahora cómo se plantea el problema del "ComienZO"
"libertad germánica", en particular africanos y americanos, de la filosofía. Podríamos reconocer tres enfoques a lo
la potencia se resuelve sin más en impotencia. Y aquí regresa- largO de los cuales Hegel desarrolla sus ideas al respecto- Por
ba Hegel al enunciado aristotélico según el cual "ningún ser de pronto. dos de carácter social-histórico que se suponen e
· en potencia puede pasar a acto si no es por obra de otro ser en
• Ibidem, cap. lV, A, 2, in fine.
87
EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFíA
86 EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOF1A
pJaDteo en el que la exigencia de hacer del hombre un sujetO
implican mutuamente, uno de eiios organizado sobre la noción tronsformador de la naturaleza como maUre el segneur de la
de "decadencia" y, el otto, sobre el concepto de "libertad". La misma, encontraba dados los pasos para ser entendido como
compleja trama de ambos, como así las contradicciones que transformador de sí mismo.y sobre la base de una constante
plantean, tienen como motivo principal un juego constante Sobre esa problemática
que en ocasiones oscurece los textos, entre dos sujetos de aquel contradicción entre lo social-histórico y lo ontológico, Hegel
"comienzo". Ambos aparecen ya enfrentados, ya identificados, intenta explicar cómo ha comenzado la filosofía desde una teo-
según una marcha dialéctica que no siempre alcanza a encu- ría de la cultura en la que se destacan dos aspectos fundamen-
brir la presencia del sujeto real-histórico,_el hombre, que por tales: el primero de ellos, de carácter sincrónico, afirmará la
momentos j'areciera cobrar un peso autónomo. El tercer enfo- ex:.istencia de ciertas Gestalten o configuraciones históricas irre-
- que, al que podríamos denominar de "los tiempos largos", se petibles, compuestas por un conjunto básico de formas cultu·
libra de la complejidad de los dos anteriores ·al primar en rales internas que reciben su sentido del "espíritu" que rige
él definitivamente lo que para Hegel es, en última instancia, el a cada una de aquéllas. Las costumbres, la religión, la filosofía,
verdadero sujeto de todo "comienzo" de la filosofía, el Espíritu. el derecho, el comercio, el arte, etc., tienen todos ellos como
Es necesario principiar señalando que, a partir de Hegel, suelo común ese "espíritu" que juega como la esencia que co-
quedó como una verdad incontestable, implícita en los grandes lorea y determina por· entero a la· estructura, entendida como
pensadores de todos los tiempos, que hacer historia de la filo- un "sistema de conexiones". A esta visión sincrónica se agrega,
sofía es hacer filosofía y todavía más, que hacer filosofía con- en segundo lugar, un esquema diacrónico, en cuanto que cada
siste en una praxis, que aun cuando teórica, tiene su valor y configuración histórica corresponde a un pueblo, que ·es un
peso propios. En este sentido, Hegel rechazará de modo claro momento dentro de un proceso en el que se va avanzando hacia
y siempre aleccionador, primero, que la historia de la filosofía formas de conciencia cada vez más "elevadas", a lo largo de
sea erudición y segundo, que el pensador pueda ser. imparcial. una serie de florecimientos y decadencias. La filosofía, en donde
La doctrina de las figuras de la conciencia le habrá de servir se hace propiamente consciente aquel ''espíritu", no es sin em-
para senalar que no se puede hablar propiamente de un "co- bargo determinante de las restantes formas culturales internas,
mienzo" de la filosofía, sino de "recomienzas". La erudición
se satisface con un simple dato historiográfico de naturaleza---. í
i
sino que ella está determinada como las demás por el mismo.
De esta manera surge la afirmación de que "la'ilfosofía exige
un pueblo", entendido en este caso el aforismo en el sentido
externa y se reduce a la indicación de una fecha o de un nom- ~
~
bre, o a la determinación de un cierto movimiento filosófico de que todo filosofar es expresión de un proceso histórico-social
temprano, de un lugar o de una escuela. Como dato así en-
tendido, el comienzo se transforma en un simple apoyo historio- evolutivo.
Ahora bien, aquel "exigir un pueblo" tiene todavía otros mo-
gráfico de naturaleza externa dentro de un sentido que podría- tivos y entre ellos, uno para Hegel de muy particular importan-
mos considerar como puramente fáctico de la historia. Frente cia que radica en el hecho de que todo pueblo concluye en una
a ello, la filosofía será entendida en Hegel no como un factum, decadencia. El comienzo de la filosofía tiene que ver de modo
sino como un faciendum y muestra por eso mismo una serie de directo con una serie de rupturas, por de pronto, hay una pri-
"grados" entendidos por él como momentos de una totalidad mera de la cual surge la sociedad humana y por tanto todo
dialéctica._ pueblo, que es la que se plantea entre el hombre y la naturaleza
La problemática ya antigua del "punto de partida", presente. y que significa el paso de la mera temporalidad a la historia:
en todos los sistemas filosóficos aun cuando no siempre explí- ahora bien, en cuanto que la naturaleza de alguna manera sigue
cita y que había alcanzado una de sus primeras formulaciones como metida en la historia, se hace necesario una segunda rup-
para la Edad Moderna con el cogito cartesiano, resultó, como tura, esta vez en el seno mismo de la sociedad, la que mediante
dijimos, sustancialmente cambiada con la noción hegeliana de la división del trabajo deja a unos la tarea de satisfacer las
"comienzo". De una comprensión estática, se pasó a una visión necesidades materiales inmediatas y libera a otros de ella. Con
dinámica y de una ontología ajena en principio a lo histórico, esta ·segunda ruptura ha nacido el "ocio· ciudadano", condición
se avanzó hacia aquel audaz intento de encontrar el secreto de histórica sin la cual la naturaleza impediría la labor filosófica.
la historia misma de los procesos, aun cuando ello fuera a La tercera ruptura se relaciona ya directamente con el paso de
costas del propio sujeto que enunciaba el cogito. El fantasma una sociedad juvenil, que ha logrado un determinado florecí-
del cartesianismo siguió rondando, pero ahora dentro de un
EL PROBLtMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFíA 89
88 EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOF1A
¡ nnas culturales iñterna< de la "configuración histórica". la
miento, a una sociedad decadente que tendrá la virtud-de pro- "reconciliación"
0 únicamente será posible en el momento en el
fundizar aquella ruptura como consecuencia de una· especie de que el filosofar supere lo "reflexivo" (Verstand) y se instale
regreso a la naturaleza, ahora por parte de la sociedad toda en la visión dialéctica (Vernunft), para lo cual se ha de "huir
entera y que obligará al anterior ocioso a huir de la ciudad y de la ciudad".6 De este modo, el problema del comienzo de la filo-
a intentar fuera qe ella, la "reconciliación" de todo lo que el sofía aparece señalado en dos etapas, dadas una como causa
estado de decadencia ha disociado. Las causas de tal situación de la decadencia y la otra como una reconciliación que se
se juegan en dos planos: por un lado, nos habla de la presencia resuelve en un reencuentro del pensamiento consigo mismo.
de un agente social que funciona casi como el "agresor" del En este momento hemos dado el paso de la consideración his-
que nos. habla Propp al analizar el cuento falitástico, 5 el "de· tórico-social a la ontológica, en. cuanto_gge !a "huida de la
magogo", que movido por un ansia de novedad no ajena a un ciudad" no es ya obra de la insatisfacción creada- por los dema-
espíritu de maldad, desquicia las relaciones normales que eran gogos, sino que es una necesidad del Es-píritu en su eterna
propias de todas las manifestaciones del pueblo en su etapa de búsqueda de sí mismo. Para este sujeto, que estaba como es-
florecimiento. Del mismo modo, se nos presenta una actuante condido jugando en el fondo de todo el proceso, la cotidianidad,
que cumple o pretende cumplir la función de restaurar el orden sea ella buena o mala, le es absolutamente indiferente. La escla-
perdido, para lo cual ha de "salir de la ciudad" y adentrarse vitud, como una de las formas sobre las que se lleva a cabo
en lo que sería el mundo fantástico proppiano que rodea a la la división del trabajo, queda asimismo justificada y hasta el
cotidianidad agredida y que aquí se pone de manifiesto como ·demagogo, que para el filósofo era causa de rechazo e insatis-
un ingreso a Jo ontológico, únrto éampo en el que el nuevo facción, se convierte en un instrumento benéfico. Y aquí nos
ocioso solitario puec:le "actuar". Todo este desarrollo se apoya, encontramos con lo que habíamos anticipado respecto de las
aun cuando no se lo diga expresamente, sobre el hecho de una diferencias que hay entre la visión de la historia que surge de
cotidianidad agredida que muestra en sí misma caractere$ la figura del amo y del esclavo en la Fenomenología y la misma
positivos, pero que no puede ser restaurada a partir de ella, sino relación de señorío y servidumbre que aparece implícita-en todos
desde fuera de ella y en este caso mediante una "reconcilia- estos desarrollos relativos al problema del comienzo de la filo-
ción" impotente. El paralelo entre el ingreso en el mundo fan- sofía. Mientras que en la obra señalada, el amo, dedicado al
tástico que llevaa cabo el héroe del cuento popular y el ingreso consumo, se sumergía en la naturaleza y el esclavo, conáenado
en lo ontológico de este ocioso acosado po¡:.oia "insatisfac- al trabajo, acababa siendo el verdadero transformador de ella
ción", a pesar de aquella impotencia, resulta evidente. De todos y por tanto el creador de la historia, aquí sucede que el amo,
modos, lo que nos interesa destacar respecto de este plano de personificado en el filósofo es el que, al huir de la ciudad,
consideración del problema, es que se parte de una noción salva, aunque tardíamente, el fundamento mismo de la realidad
de cotidianidad entendida como positiva o negativa, buena o histórica de su pueblo. Dos puntos de vista que son, a nuestro
mala. Mas, en otro plano y como consecuencia de una ambigüe- juicio, una vez más, manifestaciones de aquellas dos tenden-
dad permanente respecto del sujeto mismo de la filosofía, la cias contrapuestas entre lo social-histórico Y. lo ontológico que
cotidianidad pasa a ser desde el punto de vista axiológico, indi- habíamos mencionado y que implican dos conceptos encontra-
ferente y más aun, la alteración y la decadencia se convierten dos de historización, ya que el esclavo se nos presenta entregado
en un momento necesario sin el cual el acceso a lo ontológico a un trabajo que no es el mismo que el que el filósofo realiza
quedaría cerrado. En este nivel nos encontramos con que la en su función de "soporte" del Espíritu.
filosofía, que se beneficia de la ruptura prov~ada por la deca- Como consecuencia de todo esto, la afirmación de que "la
dencia, es causa de esta última. En efecto, el pensamiento filosofía exige un pueblo" se nos presenta asimismo como pro-
filosófico se caracteriza, en un primer momento, por ser una fundamente ambigua. Ya anticipamos que, en un sentido, el
"reflexión" y aquella función que- la filosofía tenía de ser la filosofar es imposible fuera de la condición social del hombre.
toma de conciencia del "espíritu de la época", se convierte en Bajo este punto de vista, la "filosofía" es entendida como la
el principio de destrucción de ese mismo espíritu, en cuanto tarea que el hombre lleva a cabo en cuanto autoconciencia ne-
que la actitud reflexiva pondrá al descubierto las contradic- cesitante de otra autoconciencia, aun cuando ello se dé· en con-
ciones no desarroUadas que estaban dadas entre las diversas 8 Hegel, Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, Werke, \8, 1,

5Vladimir Propp, Morfología del cuento maravilloso, Madrid, Funda· 3, cap. "Anfang dcr Philosophie und ihrer Geschichte".
mentos, 1974. 1
L:

90
EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFtA
EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOF:CA 91
diciones inauténticas. Pero, bajo otro punto de vista, es la
"filosofía", como sujeto, la que "exige un pueblo" así como ponda a la necesidad de explicar el comienzo en relación con la
necesita de la decadencia del mismo, sin interesarle el problema filosofía hegeliana misma, para lo cual se hará otro esbozo
de la autenticidad de las relaciones humanas, las que justas de filosofía de la historia fundado en la distinción de lo que po-
o injustas, vienen todas . a favorecerla en su desplegamiento. dríamos considerar como tres "ciudades": la oriental, la griega
Como consecuencia, aquellos dos modos de "determinabilidad" y la germánica, dentro de las cuales se destacan, respecto de las
del comienzo de la filosofía de que nos habla Hegel, que nos dos últimas, el Estado ateniense y el Estado prusiano. Ya no
los presenta como indisolublemente unidos, quedan asimismo necesita el Espíritu recunir a sus "astucias", como eran las
desfondados. Nos dice, en efecto, que la libertad que carac-- de la esclavitud y la decadencia, pues, ahora reposa en el Estado
teriza ontológicamente al pensar {a -la que considera- "determi- germánico, identificado-con -er por obra del filósofo, Hegel en
nabilidad abstracta" del comienzo), se da a la-vez y conjunta- persona, quien no necesita "salirse de la ciudad" y le basta con
mente con la libertad política" ("determinabilidad concreta"). El ejercer su rectorado de la Universidad de Berlín, especie de
hombre, en cuanto ciudadano, integrado en, una sociedad que Academia Platónica reconciliada con la ciudad.
se ha organizado como "Estado de derecho", se piensa, en efecto, La filosofía es ella en sí misma, por su propia naturaleza, un
en lo universal y sólo de este modo es posible para él el ejer- ejercicio de libertad y su comienzo se da a la vez y necesaria-
cicio de la libertad. Se trata de un hombre que se pone a sí mente con él. Hegel nos diCe, consecuentemente, que la filosofía
mismo como valioso y cuya voluntad individual no resulta nega- comenzó allí donde hubo constituciones libres, es decir, con un
tiva en cuanto se dan unidos para él la universalidad del derecho tipo de sociedad humana organizada comó Estado de derecho,
y la universalidad del querer. Pero todas estas consideraciones tal como ya anticipamos. La definición de la libertad expresada
resultan congruentes siempre y cuando el sujeto del filosofar en la exigencia de "no ser en otro" es, desde este primer punto
sea el hombre mismo concreto y no aquel otro que en su de vista, libertad política: cada ciudadano se afirma a sí mismo
exigencia de autodespliegue subordina a ese mismo hombre,- lo respecto de los demás y todos, en conjunto, movidos por una.
convierte en un soporte y acaba reduciendo Ja vida cotidiana "buena voluntad", sólo se entienden como individuos en relación
en una realidad indiferente, en donde el "Estado de derecho"_ con la universalidad de las leyes. Aquella definición cabe asi-
mismo es un instrumento más para una libertad, que a pesar mismo, de modo esencial, para otra manifestación de la liber-
de los esfuerzos de Hegel, no es la 1ibertad del hombre. Como tad, la de pensamiento, de donde los dos enunciados del a
consecuencia, resulta que no es el "pueblo" el que necesita del priori antropológico -"p9nemos para nosotros mismos como
concepto, sino que es éste el que necesita de aquél. Frente valiosos" y a la vez "tener como valioso el pensar sobre nosotros
al concepto los hombres son, en definitiva, como "infusorios", se- mismos"- expresan las dos facetas de la libertad política y de
res mínimos que el Espíritu derrocha sin que eso le importe. la libertad de pensamiento, ambas, ejercicios ineludibles del
De ahí el sentido que adquiere la libertad: eJla es lograda me- hombre en cuanto ciudadano. Se trata en los dos casos de un
diante una ruptura que históricamente puede ser señalada con sujeto humano que ejerce la afirmación de su yo dentro de
el nacimiento de la división del trabajo, pero que necesita que la pluralidad que exige la naturaleza misma de la autocon-
esa ruptura se profundice de modo tal que aquella divisi<?n ciencia en su acto de constitución. El hecho, por lo demás, de
que ha hecho posible el ocio, haga del ocioso un individuo fuera que esta autoconciencia se hubiera incorporado en· una visión
del pueblo mismo. De este modo, el pueblo· hace falta porque dialéctica de la realidad social, hacía innecesaria la decadencia
con el hecho de la decadencia se ahonda aqueJJa libertad, con y permitía, según pensaba Hegel, un comienzo de la filosofía
lo que el pueblo viene a jugar un papel semejante al del esclavo "de"sde dentro" del Estado -mismo.
en relación con un amo, que una vez que lo ha usado y gastado, Ahora bien, la libertad de pensamiento no se reduce a uno de
Jo remplaza por otro. los modos de ejercicio de la vida política, sino que expresa una
El segundo enfoque social-histórico del problema del comien- libertad mucho más profunda, que es la libertad del pensa-
zo de la filosofía se centra principalmente sobre la cuestión miento mismo, tomado ahora como sujeto. Para éste rige la
de la libertad, tanto en su manifestación política, como en su misma exigencia mencionada, la de "no ser en otro" y se maní~
concreción ontológica y deja de lado aquella filosofía de la fiesta en el hecho de que el "objeto no le es dado", que sería
historia que se organizaba sobre las nociones de "florecimien~ justamente el modo de su alienación. Y esta libertad del pensa-
to" y "decadencia". Posiblemente este nuevo desarrollo res- miento es, en última instancia, lo que nos hace verdaderamente
libres en cuanto que en su ejercicio nos integramos como su·

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'/ EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFtA
,¡1 jetos, en otro sujeto que hace de fundamento de nuestra natu-
EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFíA 93
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raleza esencial, el Espíritu. De esta manera, la vía para alcanzar
.¡ que descubrió Hegel y que considerÓ como momento necesario
'! la - plena libertad consiste en la duplicación de la sujeti- del Espíritu en sus lentos pasos hacia el reencuentro de sí
vidad y en la referencia permanente del sujeto real-histórico a mismo, se historiza. La fuerza irruptora de los marginados y
otro de naturaleza ontológica. En aquella integración e identi- de los explotados, única que puede socavar los cimientos de
ficación se da precisamente el verdadero comienzo de la filo- las estructuras de dominación, queda libre de toda ontología
sofía, que es al mismo tiempo una actividad inmanente, el ocultante y mitificante y el temor que era tan sólo la categoría
"filosofar" del hombre, mas a la vez, una actividad que· lo tras- esencial de esclavos y siervos, se extiende a los amos y señores.
--.)
ciende en cuanto -que-es --el- "filosofar" de la Filosofía. De ahí Es virtud del pensar hegeliano el haber señalado con fuerza
que Hegel concluya afirmando que "sólo la filosofía es libre" la relación que hay entre libertad y necesidad. Ambos términos
y que
en nosotros somos libres en cuanto la Filosofía se despliegue
nosotros. no son un oppositum, en el sentido de no ser integrables dia-
Jécticamente. El hombre es libre en la medida que asume y
La dualidad de sujetos es para Hegel, sin embargo, tan sólo cancela su propia necesidad, que le es consustancial, y la histo-
posible a nivel del entendimiento. De hecho; la razón,. como ricidad es en este sentido una realidad transida constantemente
pensamiento propiamente dicho, no admite tal dualidad. La con- por la necesidad, como hecho interno y siempre presente. Sobre
ciencia humana es ontologizada para poderla fundir con una ella se edifica la libertad humana. Pensar de otra manera sig-
conciencia divina que va "cayendo" en Jo temporal en su proceso nificaría caer en una comprensión abstracta de la libertad, es
de desarrol1o eterno. El planteo hegeliano se anuncia de modo decir, en a1go inexistente. Ahora bien, en el esfuerzo por mos-
muy simple: "pensarnos libres es ser ontológicamente libres". - trar el juego dialéctico entre libertad y necesidad, Hegel pro-
Es meter en nosotros, en Ia historia, algo que estando separado yecta, una vez más, el problema hacia lo ontológico, tratando
del cambio, tiene sin embargo historia y esa "historia", que de fundar en este nivel aquella relación. La integración dia-
no lo es, resulta ser la búsqueda y realización de la libertad léctica de libertad y necesidad es posible por cuanto en el
de un principio que, según Hegel, hace de nuestra inmanencia Espíritu ambos términos se identifican: en él su necesidad con-
una trascendencia y de la trascendencia una inmanencia. De 1
todas maneras, el hiato se mantiene y de ahí la honda dra-
maticidad del espectacular proceso evolutivo que se empeña
r- siste en su libertad. :Ésta resulta, de tal manera, absolutizada
y en la exigencia de. superar Jos opuestos o de integrarlos, se
1 los ha borrado. Mientras_para el hombre la necesidad es algo
Hegel en describirnos. La conciencia humana resulta de este relativamente positivo, por lo mismo que sobre ella se juega la
modo un juego constante de anterioridades y posterioridades: libertad, para el Espíritu, en su avance y reencuentro consigo
es, en cuanto pensamiento, a posteriori respecto del Pensa- mismo, la necesidad es tan positiva como su libertad. En
miento, de la Filosefía y del Espíritu, una sola realidad dicha efecto, la necesidad se expresa como autodes·pliegue, como "caí-
con diversos nombres; mas, en cuanto la "Filosofía se acerca da" en la temporalidad y en tal sentido, como mayor riqueza
a ella", pasa a gozar de Ia misma aprioridad de ésta. Se con- de contenidos desarrollados desde el Espíritu mismo. La incom-
sustancia con el Espíritu sin dejar de ser uno de sus soportes. patibilidad axiológica que se da para el hombre entre su nece-
El a priori antropológico deja de ser tal, para fundirse con sidad y su libertad, se transforma en una equivalencia valora-
el único a priori posible o, en el mejor de los casos, ser un tiva que si atendemos al desarrollo del Espíritu es- simplemente
momentp necesario que ha de ser negado y · cancelado. Sólo indiferencia. El peligro de esta tesis no es difícil de señalar en
la destrucción de este impresionante mito ontologizante podrá cuanto que con ella están dadas las bases para cualquier tipo
res.tablecer para el pensar filosófico el verdadero sentido de de justificación post factum. Por último, si el fundamento de
la aprioridad y la aposterioridad de la conciencia respecto del la relación dialéctica entre necesidad y libertad se encuentra
mundo y estab-lecer otras bases para responder al problema en el moao como juegan ambos opuestos en el desarrollo del
del comienzo de la filosofía. Con ello, la historia de la filo- Espíritu y la máxima libertad de éste consiste en su regreso a
sofía deja de ser la pretendida ·"historia" de la Razón, para sí en cuanto pensamiento que se piensa a sí mismo, sólo es
reducirse más humildemente a una "historia del pensar ra- dado al filósofo, entre los hombres, el ejercicio de la libertad
cional" en la que la alienación y la libertad son pensadas y propiamente dicha, que es y no es su libertad. De esta manera,
entendidas en relación con un sujeto al que no le acaece "caer" el comienzo de la filosofía que había sido relacionado con la
en lo histórico. Con ello el poder dialéctico de la enajenación aparición de las "constituciones libres", aun cuando ahora el
filósofo sea entendido como un ciudadano que no ha abando-
r
95
- EL HROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFíA
94 EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFtA
es la del temor, que alcanza asimismo a ambos, aun cu~ndo
nado la ciudad, reincide en este abandono, por lo mismo que Hegel parece pensar que no afecta al amo, en cuanto que el
su sujetividad ha acabado por disolverse en Ia sujetividad fun- temor es para éste no tanto un estado de ánimo como un me·
dante y absoluta del Espíritu. Una vez más, e1 ansia de encon- dio para someter al otro. Como consecuencia de lo dicho, afir-
trar un "sujeto de apoyo" lleva a ontologizar la realidad his- mará que en el Oriente no se puede hablar de libertad en
tórico-social. cuanto que para que uno sea libre es necesario que todos gocen
Todos estos planteos se relacionan, como habíamos dicho, con de la misma situación. Este principio no tiene vigencia, sin
una cierta filosofía de la historia organizada sobre la imagen embargo, en Grecia, en donde sí es posible. que haya "algunos
de tres ciudades: la oriental, la griega y la germánica. El pro- libres" a pesar de que 1á sociedad helénica estaba montada, lo
blema de la libertad es considerado nuevamente sobre la base mismo que la oriental, sobre el sistema de la esclavitud. La
de la relación amo-esclavo. Conocida es la fórmula hegeliana "limitación" de la libertad que encuentra que hay entre los
con que expresa ahora su pensamiento: "En Oriente solamente griegos, si sé es consecuente con el principio, no es tal y es
uno es libre, el déspota; en Grecia, algunos son libres, los ciu- necesario reconocer que el ciudadano estaba tan alienado y
dadanos; pero en el mundo germánico, todos son libres." En el atemorizado como lo podría estar cualquier déspota oriental,
análisis histórico-social Hegel parte de una serie de hechos que como lo prueba el hecho constante del miedo a los levantamien-
da como facticidad comprobada e indubitable. Nos habla, en tos de esclavos característico de toda la Antigüedad clásica.
efecto, de que en los países orientales existe establecida la re- Por otra parte, la afirmación de que "en el mundo germánico
lación amo-esclavo,-como asimismo que en Grecia la vida civil todos son libres", resulta por lo mismo tan inconsistente y
no podía subsistir sin la institución de la esclavitud. Ahora arbitraria como la anterior: la de que "algunos son libres", y el
bien, a esos hechos fehacientes agrega otros, el primero, que juicio resulta tan ilusorio, por no decir_ falso, como éste. Basta
en el Oriente el temor es la categoría dominante, no así en con tener en cuenta la situación de la- Alemania de la época y
los Estados griegos libres, respecto de los cuales silencia toda en particular la del campesinado, sometido dentro de estruc-
referencia a aquella categoría y, por cierto, otro tanto hace turas de origen feudal y recordar el papel que la Europa de
respecto del mundo germánico. Y todavía más, llega a afirmar, entonces comenzó a jugar respecto de los restantes países del
-como hecho incuestionable, que en Europa es imposible que mundo en el vasto y violento proceso de colonización de carác·
a un señor se le ocurra "conve-Ftir en esclavos a la mitad de sus ter netamente imperialista. El mismo Hegel en sus Lecciones
súbditos", como es asimismo imposible que a un gobierno de filosofía de la historia universal justificará, precisamente, el
europeo "se le ocurra hacer una guerra para cazar esclavos". tráfico de esclavos negros como lo mejor que les podía pasar
No hay posibilidad de los Herrenviilker. Todo el esbozo de filo- a estos seres sumergidos en }a naturaleza y sin esperanza al-
sofía de la historia que ahora desarrolla viene de este modo a. guna de humanización desde ellos mismos. Y así como en el
quedar jústificado sobre el señalamiento de hechos que no caso griego el "algunos" se reducía a "ninguno"~ en el europeo
tienen todos el mismo peso y la jactanciosa "cientificidad" se el "todos" se convertía en "algunos" y éste necesariamente en
resuelve en una arbitrariedad y parcialidad manifiestas. "ninguno". A pesar de esto hay que reconocer que la afirmación
Sin entrar a considerar la ontologización de todo este es- de universalidad de la libertad que caracterizaría al "mundo
quema, de lo cual hablaremos luego, observemos que es sobre germánico" y con él al mundo europeo "germanizado" (Francia,
esta facticidad que se trata de explicar por qué la filosofía no Italia, Inglaterra, etc.) no carece de una cierta objetividad, como
comenzó en el Oriente y sí en Grecia y por qué en esta última sucede con todo 'universal ideológico. El "todos" que se enuncia,
lo hizo de modo deficiente y a medias. La actitud de Hegel no es un "toto-total", sino un "toto-parcial" universalizado,
respecto del Asia, a la ctlal le concede el . privilegio de ser desde el que la aristocracia del Estado prusiano y la burguesía
la antesaÍa histórica del mundo greco-germano,. es radicaL Se la aliada naciente ejercían su dominio sobre las restantes clases so-
excluye totalmente de la historia de la filosofía. Ahora bien, ciales a partir de una determinada conciencia para sí, que aun
las contradicciones sobre las que se monta todo este análisis cuando ilegítima, no dejaba de ser una forma de autoconciencia.
de los hechos históricos muestran su debilidad. No cabe duda Y otro tanto podemos decir de la Europa colonizadora respecto
que cuando en una sociedad rige la relación amo-esclavo, no del mundo colonizado, de la que, aun cuando nos pese y sin
es libre ni siquiera el amo, ya que la relación implica necesa- que esto suponga ningún intento de justificación post factum,
riamente la alienación de ambos, aun cuando en sentidos diver- surgió, a partir del siglo xvni, una comprensión de la huma·
sos. También es cierto que la categoría que rige esa relación

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96 EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOF1A


EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFíA 97
ni dad- desde una historia mundial dentro de Cl!yos marcos se
habrá de intentar en adelante todo pensamiento y toda praxis Espíritu en su marcha de regreso hacia sí mismo, han durado
de liberación. La significación de Hegel en este proceso no mil años y la filosofía moderna o "germánica", iniciada con
puede ser negada. Descartes, pareciera estar destinada, conforme con la doctrina
Este esbozo histórico-social que acabamos de comentar, no po-_ de la "marcha perezosa", a otros tantos. Sin entrar a considerar
día salvarse, como todos los que hace el filósofo alemán, de esta periodización, nos interesa destacar la desocialización y
su correspondiente ontologización. En este caso, lo que se onto- deshistorización del problema del comienzo de la filosofía, como
logiza es la relación amo-esclavo. A partir de este recurso se ~ asimismo la desaparición o, en el mejor de los casos, la pérdida
entiende por qué la filosofía tuvo su comienzo en Grecia y su , _ _ de Jperza de los planteas que habían llevado a Hegel a señalar
pleno desar-rollo en Alemanta.- El punto de partida se encuentra , la existencia de_ un a priori antropológico. Tres aspectos nos
en la afirmación que -ya hemos comentado según la cual "el f parecen esclarecedores dentro de este nuevo enfoque y son ellos
sabernos libres, nos hace libres". La cuestión radica en pregun- , los relativos a los conceptos de trabajo y de guerra, por una
. tarse quién es el sujeto que se "piensa como libre" y quién es 1- parte y al problema de la indiferencia axiológica del que ya
el que al no pensarse como tal, resulta "esclavo". Sucede 1 algo hemos dicho. El primero deja de ser, definitivamente, el
que el esclavo no es el hombre vendido y comprado como fuerza ¡ trabajo del hombre para transformarse en la actividad desple-
de trabajo, sino la conciencia, que lo es respecto de un amo ¡ gada por el Espíritu en su larga marcha; el segundo, es una
que no es precisamente el que compra o vende en el mercado ¡ transposición de acuerdo con la cual la guerra es la lucha de
de esclavos. El hecho de que la conciencia se encuentre sumer- · la razón contra el entendimiento, o el enfrentamiento del Es-
gida en el "espíritu de la naturaleza", o en la "sustancia" como píritu consigo mismo en su exigencia de autodespliegue. Res-
también le llama, que tal seria el "amo", consiste en el verda- pecto de este trabajo y de esta guerra, el trabajo y las· luchas
dero modo de esclavitud, con lo que Ja relación social concreta humanas, sean ellos los que fueren, humanizado-res o deshu-
de dominación queda desplazada y resulta posible que en Gre- manizantes, justos o injustos, nada interesan. Poco le importa
cia, a pesar de existir como condición necesaria, "algunos" pue- al Espíritu el enorme dispendio de generaciones en su obra
dan ser libres. Del mismo modo, la libertad germánica consiste "sublime" y los pueblos y, dentro de ellos, los individuos, son
en que el individuo no aparece como esclavo por cuanto no simplemente sus instrumentos de los que eefia mano movido
depende de 1a "sustancia" como le sucedía, según Hegel, al por su eterna ansia de reencontrarse consigo mismo. Los sis-
hombre oriental de modo extremo. La desocialización y deshis- temas axiológicos, sobre los que el hombre se imagina haber
torización de la relación amo-esclavo restan, por lo demás, toda organizado su vida cotidiana, resultan relativizados y todo mal
presencia a Ja categoría del temor en cuanto que no cabe ya - es para bien y todo bien, para mal, respecto de un sujeto
hablar de un amo que atemoriza, ni de un esclavo atemorizado impasible para el cual lo que únicamente vale es su propia
y muestran de qué modo el pretendido paso hacia lo concreto riqueza. El proceso de humanización que surge de la clásica
resultaba ser un vaciamiento. figura del amo y del esclavo se ha convertido en un proceso
El tercer enfoque acerca del problema del comienzo de la de "espiritualización" que resulta ser la negación del primero,
filosofía es el que hemos denominado de "los tiempos largos". mas no en el sentido de la Aufhebung, sino de una simple nihi-
Como anticipamos, este planteo se liora de la complejidad de Iización. La filosofía germánica ha regresado, desde este punto
los dos anteriores y esboza una filosofía de la historia en la de vista y pese a Hegel mismo, a la rechazada filosofía oriental,
que el sujeto es definitivamente el Espíritu. Sobre esta doctrina con lo que deberíamos concluir, o que la filos9fía no ha comen-
de los "tiempos largos", relacionada de modo. esencial con la zado nunca, o que, contrario sensu, hay una filosofía oriental
idea de la marcha "perezosa" de aquel sujeto absoluto, Hegel y, con ella, de todos los restantes pueblos del mundo no agra-
propone su périodización de la historia de la filosofía, dentro ciados por el "descenso" del Espfritu. -
de la cual se habrán de señalar los sucesivos comienzos o re- De los tres enfoques que hemos comentado se desprende .que
comienzos. En última instancia, hay tan sólo dos filosofías: la ·la filosofía, al margen del problema del sujeto, es siempre
griega y la germánica, in.termediadas por el pensamiento medie- entendida como un faciendum y que como lo hemos afirmado
val que es declarado como un período medio de "fermenta- repetidamente, no se puede hablar de un "comienzo" sino de
ción" o de "preparación de la filosofía moderna;•. Los dos "recomienzas". Sería necesario todavía decir dos palabras sobre
primeros períodos, ya acaecidos, negados y cancelados por el la relación que hay entre esta noción de "recomienzo" y la
doctrina de los "grados de la conciencia de sí" de la que nos
EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFíA 99
98 EL PROBLEMA DEL "COMIENZO" DE LA FILOSOFíA

habla Hegel, como asimismo las conexiones necesarias que dio. La dialéctica sólo puede mirar "hacia atrás" y eri ese mirar
tiene con la concepción de la filosofía en cuanto "saber de lo va congelando el pasado y, aunque no se lo diga, hipotecando
acaecido". La primera tesis se encuentra férreamente supedi- el futuro.
Toda la problemática del comienzo de la filosofía en Hegel
tada al rechazo de la contingencia, que le asegura a Hegel la
se mueve por entero sobre la cuestión del sujeto y las dificul-
posibilidad de afirmar que cada "grado" lo es dentro de un sis-
tades que pueden señalarse en ella derivan del presupuesto de
tema, o mejor aún, del único sistema posible que funciona
la necesidad de un sujeto fundante absoluto, que hace de apoyo
como a priori abs0luto y que se encuentra contenido en el Es-
y garantía de la historicidad a costas de ella misma. Como con-
píritu, aun cuando no plenamente desenvuelto. De ahí la secuencia, el a priori antropológico acaba por perder su propio
afirmación de qtie existe una sola filosofía, con lo que Hegel peso ontológico y la sujetividad que se constituye sobre el corre -
pretendía superar las respuestas escépticas de quienes afirma- el riesgo constante de ser anulada y absorbida. El hombre se le
ban la "contradicción de los sistemas". El resultado de todo esto presenta a Hegel como la mediación más importante, a la vez
ha sido la supeditación de la historia de la filosofía rigurosa- la única y verdadera que encuentra el Espíritu en su autodes-
mente a los esquemas de una lógica, donde se creyó poder so- pliegue, sin que deje nunca de serlo, sin parar mientes en que
meter toda forma de pensamiento a la necesidad silogística. esa tesis, si nos atenemos a la escolástica hegeliana, encierra
Debido a ello, cada recomienzo resulta fijado de modo absoluto una contradicción que exige en cuanto tal ser negada y. que se
y la mirada dialéctica viene a reactualizar el viejo mito, reva- resuelve simplemente en dejar de considerar al hombre, sujeto,
lorable ahora como representación verqadera del proceso, según
el cual "volver la mirada hacia atrás" nos convertiría en esta- como mediación de otro sujeto.
tuas de sal. Cada "grado de conciencia de sí" coincide, además,
con la aparición de un pueblo, pero, en cuanto los grados se
encuentran fuera de toda contingencia y su necesidad es el
resultado de ser "momentos" de un sistema, los pueblos y con
ellos sus hombres, vuelven a ser-vistos, una vez más, como una
exterioridad en los que acaece la Filosofía. La relación del
comienzo con la filosofía, entendida como hecho social-histó- ~
rico, resulta por tanto nuevamente deshistorizada y ontolo-
gizada.
Por otra parte, cada recomienzo de la filosofía supone un
tipo de movimiento regresivo que niega la representación que
se tiene espontáneamente de la noción misma de "comienzo, como
punto inicial de un movimiento progresivo. Tal es la tesis de
la filosofía como "saber de lo acaecido" que, en relación con la
exigencia de necesidad y de rechazo de la contingencia, funda
la negación de la posibilidad de toda forma de saber conjetural.
Ahora bien, aquel regreso que implica todo recomienzo no es
el que habían propugnado los humanistas del Renacimiento,
que se declararon neoplatónicos o neoaristotélicos. Se trata sin
más de un movimiento ontológico de carácter circular cuyo
sujeto es el Espíritu el que, en cada una de sus "caídas" en la
temporalidad, se confirma en su mismidad absoluta. Y por esto
mismo, la filosofía no puede ser ni un progreso en sentido
lineal ni menos aún, anticipatorio. Toda novedad surge dentro
de los férreos marcos del sistema y sólo podremos saber de
ella si el Espíritu, en función de su necesidad-libertad y por
motivos que ignoramos, no resuelve dar un paso adelante. Mas,
este hecho y su justificación será para nosotros siempre tar--
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DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO 101

Hegel habrá de heredar esta fe en la ciencia lógica estricta


. V. LAS FILOSOFíAS DE DENUNCIA Y LA CRISIS que concibe la posibilidad de a~canzar el concepto en su pu-
DEL CONCEPTO reza, desprendido de todo lo que pueda entenderse como agre-
gados preconceptuales y se opondrá, lo mismo que Kant, a
aquella "exterioridad y decadentia de la lógica", tal como nos
VEAMos ahora cuál es nu~stra posición frente al problema que lo dice en su Enciclopedia. Expresa Hegel aquella concepción
plantean las IJamadas "filosofías de la conciencia" o del "con- apoyándose en su: distinción entre "concepto" y "filosoferna",
cepto", a partir de la critica generada por las grandes filosofías considerando que este último es el concepto "abstracto", es
de "denuncia" o de "sospecha" que han abierto un nuevo y decir, no desprerulido aún de la "representación"-¿'-que__p.or lo
fecundo campo dándonos herramientas conceptuales para la ·· -tanto- no puede ser el objeto propio de un saber estricto. Y es
reconsideración de una filosofía latinoamericana.1 '3lprecio de esta distinción, con la que un tanto paradojalmente
Podría ser entendida la historia de la filosofía como un largo se anticipa la doctrina de las ideologías, que postula Hegel
proceso en el cual re¡ncidentemente se ha visto el hombre nada menos que la posibilidad de la libertad entendida como el
obligado a desenmascarar la permanente ambigüedad del tér- reencuentro del pensar consigo mismo.
mino mismo de "filosofía", que ha implicado ·e implica tanto
las formas del saber crítico, como las del saber ideológico.
1
í
Herederos del cogito cartesiano, Kant y Hegel no dudan, en
ningún momento, del triunfo de la conciencia por su poder de
Para que esa ínsita ambigüedad sea vista es necesario, sin evidencia y no cabe en ellos sospecha alguna que les mueva
embargo, tener conciencia de lo ideológico, acontecimiento más a denunciar la conciencia misma. Lo ideológico, marginado como
bitm tardío en la historia de la humanidad, que supone a su realidad extraña al concepto, no molestaba a los filósofos con
vez toda una manera muy viva de entender la naturaleza del su presencia y los dejaba cómodamente instalados en un pre-
concepto, instrumento mental con el que se expresa tradicio- tendido saber _puro, en una conciencia transparente e impoluta,
nalmente la filosofía desde los griegos. reinado -del Espíritu, al que denominaron "filosofía". Pero la
Los pensadores que creyeron posible una radical instalación filosofía seguía, a pesar de esta ilusión, siendo una realidad
en el concepto y por tanto un fácil rechazo de todas las for- tremendamente ambigua que exigía nuevas formas de crítica,
mas.::q¡f'e consideraron preconceptuales, entendieron haber su- más vivas, por lo mismo que seguía ocultando en su seno todo
perado toda ambigüedad y con ella todo lo espurio que la vida aquello que creía haberse expulsado de ella.
introduce en las formas de un pensar "libre". En esta línea Nuestra época ha abierto nuevos horizontes. Las grandes fi-
se encuentra de modo interesante la filosofía kantiana. Cono- losofías de denuncia del siglo xrx, poshegelianas, las de Nietzs-
cido es el pasaje aquel del "Prefacio" de la segunda edición che; Marx y Freud, han sido asumidas en su mensaje más pro-
de la Crítica de la razón pura, en el que el maestro de Konis- fundo y han provocado la crisis definitiva de la filosofía del
berg hablaba con entusiasmo del hecho para él irrebatible del "sujeto" o del "concepto", impulsando un vuelco radical, nuevo
acabamiento de la lógica, que había nacido completa en manos cambio copernicano, que ha llevado a la elaboración de una
de Aristóteles y que después del filósofo griego "no había po- filosofía del "objeto" o de la "represéntación", dentro de la
dido dar un paso adelante". Por esto mismo le parecía inacep- cual el problema de la libertad alcanza una formulación cierta-
table el intento de "extensión" de la lógica llevado a cabo por mente revolucionaria.
algunos de sus contemporáneos que habían pretendido agregarle Sabernos muy bien que la filosofía, más de una vez, ha sido
capítulos de psicología, de metafísica o de antropología, tema pensada como "teoría de la libertad", a tal punto que se ha
este último que el mismo Kant nos aclara, versaba sobre "los hecho coincidir la historia de la libertad con la historia de
prejuicios, sus causas y sus remedios". la filosofía. Pero, a partir del momento en que entra en crisis la
filosofía del sujeto en la que la esencia había tenido prioridad
1 Cf. nuestro ensayo "El pensamiento latinoamericano y su tratamiento sobre la existencia, el sujeto sobre el objeto y el concepto so-
filosófico", en Latinoamérica. Anuario de estudios latinoamericanos, México, bre la representación, se produce necesariamente el abandono de
UNAM, vol. VI, 1974; Osvaldo Ardiles et a/ia, Hacia una filosofía de la
liberación latinoamericana, Buenos Aires, Bonum, 1974; y Horado Cerutti la filosofía corno teoría de la libertad y surge con fuerza .algo
Guldberg, "Propuesta para un:~ filosofía política latinoamericana", Revista radicalmente distinto e inclusive contrapuesto, la filosofía como
de filosofía latinoamericana, Buenos Aires, Castañeda, núm. 1, 1975. Íiberación.
El paso de la una a la otra implica un cambio en la noción
100
103
DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO
102 DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO
aun cuando tardío respecto de los demás, no escapa a la tota-
de sujeto, como asimismo del papel que a éste le toca jugar lidad. De ahí que sea posible hablar de una conexión, por
en cuanto sujeto filosofante dentro de lo que Hegel denomina ejemplo, entre la forma histórica de una filosofía y la his!oria
sistema de conexiones de una estructura histórica dada, en el
cual la filosofía es uno de sus momentos. Cambio que acarrea, política.
Por eso mismo, la libertad, como ejercicio del pensamiento,
como es lógico, puntos de vista distintos respecto de la meto- no es ni puede ser extraña a la libertad política, a tal punto,
dología del saber filosófico y asimismo en relación con su que la primera surge, según pensaba· Hegel, en relación esen-
historia. El rechazo de aquella "extensión· indebida de la lógica" cial con la primera. Cuando lo absoluto deja de ser pensado
de la que nos hablaba Kant, y de -aqueUa__!!extensión y decaden- con las envolturas sensibles de la representación, el pensa-
cia'-!o de la misma, a la que por su parte se refería Hegel, era miento puede pensarse a sí mismo sin mediaciones y del mismo
sin duda, condición indispensable para asegurar una noción de modo, cuando el individuo se piensa en lo universal, deja de
sujeto que había concluido en el enunciado de un sujeto sin- ser en otro para integrarse como ciudadano en el Estado su-
gular y absoluto y no plural y relativo, al que quedaba sometido perándose de esta manera las formas de mediación política.
ontológicamente el objeto. Se mantenía de ese modo una opo- En ambos casos, la libertad supone la negación de lo particu,ar,
sición, a pesar de los esfuerzos de la dialéctica hegeliana, entre 1 lo sensible, lo existencial y la incorporación a una totalidad
un sujeto empírico y un sujeto trascendental, que hacía inútiles
los esfuerzos de la dialéctica en cuanto suponía un punto de
! objetiva esencial. Este despojarse de la representación para
dar lugar al co_ncepto y esta -incorporación de la existencia en
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partida vicioso de acuerdo con el cual se diferenciaban, primero, ' la esencia, muestra que para Hegel, a pesar de la necesaria
los dos niveles y se trataba, Juego, de reunirlos. La consecuencia "buena voluntad" que exige la conversión del individuo en ciu-
de todo esto fue la conformación de un mundo de connota- dadano, la conexión entre filosofía y política es posible porque
ciones negativas que, con su ya larga historia, desde Platón ambos términos son homogéneos en cuanto son reducibles a
hasta Husserl, terminó por condenar lo empírico y hacer casi pensamiento. Tanto en un caso como en el otro, la particularidad,
imposible el rescate del término. tal como -existe para la conciencia sensible, se trate de la vida
Debido a lo que estamos señalando, toda aquella riquísima teórica o de la práctica, es cancelada por el pensamiento desde
temática que Hegel desarrolla a propósito del problema del un universal que nos pone frente a lo veEiiladeramente concreto.
. comienzo de la filosofía y que hemos intentado presentar antes Si tenemos en cuenta que esa negación de la conciencia sen-
y, en particular dentro de ella, las relaciones que trata de sible y la instalación en lo que podríamos entender como una
establecer el filósofo alemán entre la filosofía y el sistema de co- conciencia absoluta se da únicamente en el pensamiento filo-
nexiones de cada época, habrán de. ser desvirtuadas. En efec- sófico, se verá claro cuál es la función preeminente de la fi-
to, con el objeto de poder asegurar una conciencia autónoma y losofía dentro del sistema de conexiones hegeliano, aun a pesar
con ella la posibilidad de un sujeto absoluto de conocimiento, de la tesis de su presencia tardía, como también el enorme poder
se pondrá en acto un método de reducción que llevará a una que se les concede a las totalidades objetivas elaboradas por
deshistorización de lo que se planteaba precisamente como his-
tórico. la La
razón.
reducción de la cual hablamos, con la que se relacionan
Para comprender lo que Hegel nos quiere decir cuando estrechamente los aspectos anteriores, se logra no sólo me-
habla del papel que le toca jugar a" la filosofía dentro del sis- diante aquella homogeneidad que habíamos mencionado, sino
tema de conexiones de una época dada, deberíamos regresar a también mediante lo que podríamos denominar la "función in-
la noción de "estructura histórica" tal como aparece en otras tegradora" que Hegel concede al concepto, problema que po-
de sus obras. En los Lineamientos fundamentales de la filosofía demos considerarlo en· dos momentos: el primero, atendiendo
del. derecho, al final del "Prefacio", Hegel nos vuelve a decir al concepto en sí mismo y luego, considerándolo en el proceso
que la "filosofía es su época aprehendida en conceptos•t. El deElsu concepto
constitución.
tema se encuentra, como hemos visto, en la Introducción a la (Begriff) cumple aquella función en cuanto
historia de la filosofía, obra que en su segtinda parte se ocupa circularidad perfecta, en la que queda comprendido lo singular
precisamente de "la relación de la historia de la filosofía con de modo transparente. Esa circularidad perfecta y esa absoluta
los otros productos del espíritu". La noción que surge de todo integración es alcanzada, en su grado máximo. en la idea, tal
esto es la de la naturaleza estructural de una época histórica, como aparece definida en el parágrafo 213 de la Lógica, dentro
dentro de la cual la filosofía es uno de sus momentos que,
.
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104 DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO
.

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las dificultades que ofrece radican justamente en el modo como
de las páginas de la Enciclopedia: "La idea es lo verdadero es entendida en relación con la totalidad objetiva alcanzada en
~
en sí y para sí, la unidad absoluta del concepto y de la obje- cªda caso. En otras palabras, la función de integración del con-
tividad. Su contenido ideal no es otra cosa que el concepto en cepto no es siempre ejercida del mismo modo, en cuanto que
las determinaciones del concepto: su contenido real es sólo la
~ exposición (desplegamiento) que el concepto da de sí mismo
el Espíritu en su eterno despliegue se va autocancelando a tra-
vés de momentos en los que el concepto, como su realización
i en la forma de s;.: existencia exterior." En esa "unidad absoluta
del concepto y su objetividad", la única función que aparece·
concreta, va mostrando grados de integración cada vez más
es la de integración, dentro de una especie de tautología fun- ricos, a costa de sí mismo.
De todas maneras, aun cuando en el segundo análisis poda-
damental. mos hablar de un momento de ruptura--en el proce~Q_de _cons-
Ahora bien, así como se puede señalar una función de inte- trucción del concepto, ella le es siempre externa, lo qué le
gración, hay del mismo modo una "función de ruptura". Esta permite a Hegel determinar nada menos que la diferenCia que
segunda es posible para Hegel en este momento, exclusivamente hay entre el saber vulgar y el filosófico y, a la vez, entre el saber
en la representación (Vorstellung), es decir, fuera del concepto. asiático y el saber europeo germánico, con todas las consecuen-
En todo filosofema, que es como sabemos un modo de repre- cias sociales y culturales que esta diferencia supone. La verdad,
sentación general de lo verdadero, hay una separación interior, dentro del saber vulgar, se presenta con una interna ruptura
una quiebra o ruptura que impide la coincidencia de forma y que sólo es superada por el filósofo en el momento de la apa-
contenido. En ei pensar conceptual, por el contrario, contenido rición dei saber conceptual o absoluto. Por eso mismo, los filo-
y forma son integrados en uno: ~n tanto que lo que pensamos, sofemas con los que se constituye su "filosofía" no pueden
es decir, el contenido, está, en la forma del pensamiento, ya entrar en la historia de la filosofía, pues, de hacerlo, caeríamos
no se opone entre sí; por el contrario, en los filosofemas, por en una verdadera "exterioridad y decadencia de la lógica".
ejemplo, en los de la religión, el contenido no es expresado El saber sobre el cual se organiza la vida cmidiana no care-
1 en la forma del pensamiento, sino en las de la representación
cería, por tanto, de universalidad, mas ella sólo es alcanzable
y por tanto lo sensible aparece como recubriendo o encubrien- imperfectamente, por lo mismo que la cotidianidad se organiza
do lo absoluto. Surge de este-modo, en el pensar de Hegel, el sobre un lenguaje que no va más allá de filosofemas. La única
importantísimo tema de la alienación, en este caso de la alie- vía de acceso a lo universal está dada para el hombre vulgar en
nación del Espíritu en lo sensible, como producto de un ·feftO- su incorporación a la vida religiosa y, en relación muy íntima
meno de encubrimiento y a la vez de ruptura, que tendrá
· con ella, por su vivencia de las formas creadas por el arte. La
proyecciones verdaderamente insospechadas dentro de las fiJoso-
otra vía surge de suingreso a la "sociedad civil", sobre la que
fías poshegelianas en ·cuanto se encuentra justamente allí anti-
se constituye el Estado, organización social perfecta en la
cipada la problemátiCa de las ideologías.
que sin embargo otros serán los realmente capaces de ponerse
Si nos colocamos ahora en el proceso mismo de la constitu- en lo universal. Aquel "pueblo" que era exigido por la filosofía
ción del concepto, veremos que hay en Hegel un movimiento
como la "determinabilidad concreta" de su comienzo, no es
dialéctico que va de un primer momento de ruptura a un se-
por tanto cualquier comunidad humana, ni tampoco cualquier
gundo momento de integración. En efecto, el paso del momento
abstracto (negación) a lo concreto (denegación de la negación), clase social, en cuanto que no toda manifestación religibsa o
en otros términos, de ·lo que ahora es caracterizado como paso artística alcanza la universalidad del filosofema, ni todo grupo
del "concepto abstracto" al "concepto concreto", es un movi- humano acepta integrarse buenamente dentro de los marcos de
miento dialéctico en el que el concepto integra en sí mismo lo la sociedad civil. De este modo, la cotidianidad no sólo es des-
que se le aparecía como negativo o enfrentadQ.. y, al cancelarlo, plazada en cuanto pensamiento y lenguaje a un momento pre-
lo asume. 2 filosófico, sino que no todas las formas de cotidianidad son
Y así como del análisis anterior surgió la relación íntima que dignas de consideración por el filósofo en la búsqueda de las
hay entre alienación y ruptura, en este segundo análisis apa- raíces de su propio saber.
rece otra no menos valiosa, la de dialéctica e integración. En Aquella virtud integradora del concepto, posibilitada por la
efecto, la noción de integración es esencialmente dialéctica y reducción que hemos mencionado resulta, sin embargo, des-
. mentida a partir del mismo Hegel, si tenemos en cuenta lo que
2 Hegel, Introducción a la historia de la filosofía, parágrafo titulado "Re-
podríamos considerar como su "discurso político" del que es
presentación y pensamiento".
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i 106
l DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO
DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO 107
exponente significativo su obra Lineamientos fundamentales de
la filosofía del derecho. Podríamos aventurar la tesis de que la . La exigencia de alcanzar totalidades dialécticas mediante el
quiebra del sistema de Hegel se produce necesariamente en tor- peso concedido a la categoría de pasado, conduce a hacer
no a la cuestión del Estado, en cuanto que es aHí donde se "racional" la historia, pero a costa de reducir la dialéctica real
inserta el "discurso filosófico" en el "discurso político" y de los procesos a una mera dialéctica discursiva, cuyo poder
se pone de manifiesto con toda crudeza y fácil lectura el con- le viene de aq}lella invención tardía que convierte todo en nece-
tenido ideológico del primero, por donde los Lineamientos re- sario. En ese 'momento ya no se puede hablar ni siquiera de
sultan ser un texto clave para la comprensión del hegelianismo las pretendidas astucias de una Razón que echa mano de con-
y, en general, de toda la"filosofía d~Lsuj~to". _., tingencias y -en-tal--Sentido de imprevistos, para alcanzar sus
Un texto conocidísimo del "Prefacio" de esta obra dice así: propios designios, en cuanto que han desaparecido hasta las
"Para agregar algo más sobre la prefensión de enseñar cómo contingencias. De este modo, para el filósofo, en su impotencia,
debe ser el mundo, la filosofía, en todo caso, llega siempre de- la historia se ha clausurado.
masiado tarde. Como pensamiento del mundo (Gedanke der Decíamos que la quiebra del sistema de Hegel aparece clara-
Welt), aparece solamente cuando la realidad (Wirklichkeit) mente en su noción del Estado. Éste, en cuanto totalidad obje-
ha consumado su proceso de formación y se ha realizado (se ha tiva, ejerce una función de integración que supone la presencia
acabado). . . Cuando el filósofo pinta gris sobre gris, una forma normal, dentro de aquélla, de todos los elementos de la socie-
(Gestalt) de la vida ha envejecido y no se deja rejuvenecer dad. En otros términos, la doctrina del Estado es la reformula-
(verjüngen), sino solamente reconocer (erkennen). El búho de ción de lo que Hegel llama "sociedad civil"; ésta, por su parte,
Minerva sólo inicia su vuelo a la hora del crepúsculo." en cuanto comprende las necesidades de los individuos y de los
¿Qué significa en este caso la función de "reconocimiento"? grupos, organizados en un sistema, es de hecho la formulación
En un primer lugar, reconocer significa "integrar" ~ñ un plano de la demanda social. Nada ha de quedar fuera de la reformu-
ontológico y dentro de un sistema de conexiones, todos los ele- lación, fuera de la totalidad objetiva órdenadora, dado que
mentos de una realidad óntica dada, en este caso, una época his- como el mismo Hegel lo dice en el parágrafo 303 de sus Linea-
tórica, de modo tal que todos ellos queden comprendidos en
1 mientos, "ningún momento debe mostrarse como multitud des-_
una totalidad objetiva como momentos de su verdad y, de esta organizada".
manera, justificados. Esta función de integración resulta además 1 Dentro de este esquema, el "grande hombre" es el agente
una fijación de la realidad óntica y el discurso filosófico viene reformulador, el que cancela lo que hay de naturaleza en la
a ser un discurso conservador que no expresa lo que ha de sociedad y la integra en un orden de razón dándole sentido
realizarse, sino lo realizado y esto, porque · la estructura real a todos sus elementos que sólo alcanzan su verdad en la tota-
es vista como un "resultado" y, sobre todo, porque la filoso- lidad. Por su parte, el "pueblo", es en este caso la multitud
fía se ha dec1arado impotente en cuanto poder rejuvenecedor, integrada, que si bien para Hegel es por definición el conjunto
en cuanto saber de denuncia. de hombres que constituye la parte que no sabe lo que quiere,
En un segundo sentido, sin embargo, la noción de "forma en- se incorpora gracias al "grande hombre" y a los funciona-
vejecida" incluye de hecho una denuncia, por lo que_ la justifi- rios de Estado que de él dependen, todos de inteligencia "más
vasta y más profunda", dentro del Estado como multitud
cación viene a ser, paradojalmente, una condena. Pero sucede
organizada.
que ella no se encuentra instalada de derecho en la totalidad
Ahora bien, esta imagen "perfecta" del Estado, en lá que
objetiva misma porque el rejuvenecimiento no constituye una la función reformuladora aparece asumiendo todas las formas
cualidad propia de la función integradora del concepto. Si bien de la demanda social, se encuentra de hecho brutalmente que-
para Hegel la historia no se clausura, como Jo demuestra el brada por la presencia de grupos humanos que rechazan toda
hecho de que las formas de vida envejecida anuncian con su integración. Éstos, no constituyen ya el "pueblo", sino el "po-
vejez nuevas formas, la filosofía sólo es capaz de expresar pulacho" (Pobel), definido por Hegel como un grupo de gentes
dialécticamente las fonnas viejas. Esta impotencia de la filo- que atribuyen al gobierno una "mala voluntad" hacia ellas_ y
sofía tiene su raíz en la interna incapacidad del concepto he- que representan por tanto el "punto de vista negativo". 3 Los
geliano de abrirse a la historia como irrupción, como asimismo grupos humanos que integran el "populacho" son incapaces
en una noción de sujeto solamente posible dentro de las filo-
sofías de la conciencia. 3 Hegel, Lineamientos fundamentales de la filosofía del derecho, parágrafos

93, 301 y 302.


109.
DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO
108

de toda forma de pensar lo universal como consecuencia de comprensión de la naturaleza del concepto y a la vez del sujeto
una "mala voluntad" que está en ellos mismos. Con ello viene mismo.
a desconocerse toda función de irrupción social e histórica a Si bien este planteo es contemporáneo y su formulación
las clases oprimidas contestatarias, que son las que, justamente abierta se encuentra para nosotros a partir de la segunda mi-
gracias a su "mala voluntad", se encuentran en capacidad de tad del siglo XIX, ha habido importantes anticipaciones del mis-
quebrar las ~otalidades objetivas y de dar el paso hacia nuevas mo dentro de la filosofía racionalista europea. Una de ellas
formas de universalidad verdaderamente integradoras. se encuentra en las páginas de la ~tica de Spinoza, en donde
· Toda la suerte del concepto hegeliano y de su función de aparece enunciada la noción de "esfuerzo" o "conato", como
integración·-entra; pues, en quiebra ante este hecho escandaloso categoría ontológica. En la Proposición VI del libro VII, en un
del populacho, y le lleva a inevitables contradicciones. Por texto que ya hemos citado antes, dice Spinoza: "Toda cosa
un lado, aquél atenta, en cuanto desorden y no es resorte del en cuanto que tal se esfuerza en perseverar en su ser" (Una-
Estado atender su demanda social, en la medida que se man- quaeque res quantum in se est, in suo esse perseverare cona-
tenga como particularidad negativa, como populacho; al no tur), y en la Proposición XXIII del libro 11 dice que "El alma
no se conoce a sí misma sino en tanto percibe las ideas de
poder asumir dentro de la totalidad objetiva un elemento de la
las afecciones del cuerpo" (Mens se ipsam non cognoscit, nisi
sociedad civil· que se presenta como una pura irracionalidad
para el filósofo y que viene a quebrar la juridicidad misma, la quatenus corporis affectionwn idea percipit). Es decir, que no
razón se declara impotente y sólo puede ejercerse, en nombre se- piensa la conciencia como una pura intencionalidad y que
en la idea se encuentra presente de modo necesario la repre-
de esa misma razón, la represión social. De este modo, el con--
cepto, que en la lógica hegeliana cumple tan sólo una función de sentación del cuerpo.
integración, viene a exigir en nombre de tal integración, un Otro antecedente no menos valioso se encuentra en la cono-
¡; acto de ruptura. cida doctrina de Leibniz de la "percepción" y de la "apercep-
¡; A esta contradicción, que no por casualidad surge en los
ción", tal como aparece expresada en sus Nuevos ensayos y en
Lineamientos en relación con el problema de la propiedad_pri- la Monadología, y su relación con la noción de "apetición"
l o "apetito". En este caso, tampoco se reduce la conciencia a
if
¡:
vada, se agrega otra, manifestada en las Lecciones de filosofía
de la historia universal. Allí se dice al tratar el problema de intencionalid~n cuanto se postula la existencia de modos de
conocimiento no conscientes y se hinca además todo proceso
á los fundamentos geográficos de la historia universal, en el ca-
cognoscitivo en el apetito o esfuerzo.
,¡•¡l pítulo segundo, que un verdadero Estado y un verdadero go-
bierno sólo se producen cuando ya existen diferencias de clase, La "indebida extensión de la lógica" en la que habían incur-
.;~ sionado los contemporáneos de Kant y a quienes, como vimos,
cuando son .grandes la riqueza y la pobreza, y cuando se da
'li!il una relación tal que una gran masa ya no puede satisfacer rechazaba, había llevado a la elaboración de una "teoría de
¡¡; sus necesidaáes. Es decir, se trata de una facticidad que hace los prejuicios", antecedente no menos importante que los ci-
JI!'
falta al Estado, un desorden que se ha de mantener como tados, dentro del racionalismo de la época . en su versión ilus-
¡~
,¡;
desorden para organizar el orden; la pura irracionalidad no
aparece ya exclusivamente como accidente de la sociedad civil,
trada. La conciencia aparece ahora con un lado oscuro que
enturbia su función cognoscitiva y que tiene su origen en un
externa a la totalidad objetiva, tal el caso anterior, sino inter- impulso de dominación social.4
Pero todas estas anticipaciones cobran fuerza y provocan la
nalizada en la misma, y otra vez el concepto viene a jugar en
crisis definitiva de la filosofía del concepto o de la conciencia,
contra de su definición una función de ruptura.
,, con la constitución de las grandes filosGfías de denuncia pos-
Habíamos dicho que la historia de la filosofía se nos pre- negelianas del siglo XIX, las que resultarían, sin embargo, in-
l; senta como un largo proceso en el cual reincidentemente ei inteligibles, si no tenemos presente la riquísima y compleja
•f·
hombre se ha visto obligado a desenmascarar la permanente problemática hegeliana de la alienación sobre cuya crítica y pro-
1! ambigüedad del término mismo de "filosofía", que ha impli-
cado e implica, decíamos, tanto las formas del saber crítico, fundización se organizan.
Nietzsche, Marx y Freud son los grandes filósofos que, desde
como las del saber ideológico. También habíamos afirmado
que la conciencia de lo ideológico es un hecho tardío en 4 Hans Barth, 'Verdad e ideología, México, Fondo de Cultura Económica,

la historia de la humanidad y que supone, frente al largo 1951; Kurt Lenk, El concepto de ideología, Buenos Aires, Amorrortu, 1974;
y Femando Danel Janet, Ideología y epistimología, México, Edicol, 1977.
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y extenso predominio de la filosofía del sujeto, una nueva

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!l' DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO
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·~ 110 DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO
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Ieñte a la voluntad de poder y al deseo, ejercen una interfe-
~ diversos puntos de vista, congruentes en aspectos fundamenta- rencia entre el objeto, las relaciones sociales mismas y el
les, inaugurarán una etapa decisiva para el pensamiento con- sujeto, impidiendo que las primeras se reflejen adecuadamente
temporáneo.5 La crisis de la filosofía del concepto o del sujeto y deformando de este modo su representación. Lo mismo que
es, en todos ellos, una crisis de la nocíón de conciencia. Nietz- en Nietzsche y Freud, es imposible en Marx un análisis de la
sche en su libro La voluntad de dominio, aproximándose a un conciencia desde el punto de vista de un método eidética y
peligroso irracionalísmo, nos habla de "la extraordinaria equi- sólo cabe aquí una hermenéutica de la escondida significación
vocación de considerar el estado consciente como el más per- de los contenidos intencionales que obliga a salirse de la con-
fecto" y nos incita a buscar "la vida perfecta allí donde hay
menos conciencia, es decir, allí donde la vida se preocupa me- ciencia misma.
A-su vez, la GGilstituciqn epistemológica de la representación
nos de su lógica, de sus razones", todo lo cual supone la
legítima, el ''concepto _científico" de Marx. que se funda en la
puesta en duda de la objetividad, condicionada por una fuerza noción de reflejó, es más rica de lo que podría parecer y pone
preconsciente, la "voluntad de vivir". Lo .que Nietzsche llama de manifiesto la compleja naturaleza de la doctrina. El matiz
el "platonismo", es un sistema de opresión de la vida que se pasivo que es constitutivo semántico del término "reflejo", es-
ejerce desde la totalidad objetiva del concepto, instrumentada taría en aparente contradicción con el valor dialéctico y activo
por los filósofos movidos por esa misma secreta voluntad de de la conciencia implícito en la concepción marxista del hom·
poderío. 6 bre como ente histórico, capaz de generar procesos de trans-
En Freud_Iio se habla de "concepto" sino más bien de "repre- formación. Con la doctrina del reflejo se quiere afirmar, sin
sentación", en la que se entiende que se ponen-de manifiesto embargo, la prioridad del ser social sobre la conciencia, del
dos funciones expresivas, una, la de la "intencionalidad", la objeto sobre el sujeto. "No es la conciencia del hombre la que
otra, la del "deseo" que interfiere en la primera, distorsionán- determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo
dola, todo lo cual supone una doble investigación. La repre- que determina su conciencia."' Con ello quedan claramente
sentación como intencionalidad es objeto de la teoría del conoci- marcados los límites dentro de los cuales el hombre construye
miento, y en cuanto deseo, materia de estudio del psicoanálisis, si su mundo, respecto del cual, tanto como de sí mismo tiene la
bien podría decirse que en última instancia no hay nada más responsabilidad de toda transformación. La conciencia queda
que un solo método, dado que la presencia del deseo como de este modo crudamente hincada en la existencia. Las totali-
factor condicionante eJe--oros contenidos intencionales, hace que dades objetivas se han vuelto sospechosas y el método de crí·
la teoría del conocimiento sea un saber abstracto. La psico- tica ideológica, que juega un papel en alguna medida semejante
logía profunda proclama de este modo la heteronomía de la al psicoanálisis freudiano y al nihilismo activo nietzscheano,
conciencia enraizada ahora en la existencia como deseo. El permite la denuncia de la función opresora del concepto y nos
objeto intencional padece, en adelante, de una casi invencible abre hacia una nueva comprensión de la naturaleza del sujeto.
oscuridad, además de una irrecusable parcialidad. Las totali- El pensamiento contemporáneo verá enriquecida toda esta
dades objetivas quedan de este modo denunciadas y destruida problemática al regresar a un aspecto de la conciencia ya im-
la imparcial universalidad del concepto. plícito en Aristóteles, en aquella su célebre definición del
También en Marx el concepto, en este caso muy concreta- hombre como animal que tien~ logos y que reaparece en la Fe-
mente el concepto hegeliano y en abierto rechazo, será enten- nomenología a propósito del problema del reconocimiento, la
dido como representación. El campo en el que se trabaja afirmación de que toda autoconciencia existe por otra: la cues-
ahora no es ya Ja cultura, como en el caso nietzscheano, ni la tión del lenguaje. El impacto causado por la lingüística en los
psicología tal como acontece en Freud, sino muy concretamente diversos campos del saber actual ha conducido, inevitablemente
el de la vida social, y lo que resulta encubierto son las relaciones a meditar e investigar una de las más importantes formas de
sociales. La depuración de la representación encubridora, la mediación que constituye a la conciencia misma y sobre la
·ideología en sentido negativo, se lleva a cabo cuando se estable- cual se organiza la objetividad. La problemática del lenguaje
ce correctamente y mediante un método crítico, su naturaleza como acto de comunicación conduce al rescate de esa objeti-
refleja. Los intereses de clase, que juegan un papel equiva- vidad desde la sujetividad, como asimismo a la posibilidad de
5 Paul Ricocur, Histoire et vérité, París, Seuil, 1955; y De l'interprétation. Carlos Marx, Contribución a la crítica de la economía política, en Marx
7
Essai sur Freud, París, Seuil, 1965.
y Engels, Obras escogidas, tomo l, pp. 373-374.
6 Federico Nietzsche, La voluntad de dominio, parágrafos 142 y 438.
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r 112 DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO
DENUNCIA Y LA CRISIS DEL CONCEPTO 113

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~J: ,- determinar los límites dentro de los cuales el hombre como
natura naturans se enfrenta a la realidad -en su esfuerzo de tegración en cuanto que el concepto, cuando se constituye
t transformación de ella y de sí mismo. como universal ideológico, oculta o disimula una ruptura en
v El pensar actual, organizado sobre un ejercicio de la sospe- el seno mismo de su pretensión integradora manifestada.
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·,' cha y movido por un impulso liberador que ha hecho de la filo- Ya no se trata de una crítica del conocimiento que desprenda
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JI sofía un saber positivamente crítico, ha quebrado la noción al concepto de todos los acarreos sensibles propios de la re-
de totalidad sobre la que se manejaban las filosofías del con- presentación y originados en un sujeto empírico que ha de ser
11 cepto y ha provocado una profundización de la noción _de negado, sino de una autocrítica de la conciencia que descubra
if ruptura. En Hegel ésta se daba, como hemos visto, en la repre- los modos de "ocultar-manifestar" que pone ese sujeto empí-
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sentación y-tenía como causa la presencia de algo que inter-
fería la relaeión de identificación de la conciencia con su ob-
rico, como único sujeto posible. La filosofía será por tanto
crítica, en la medida que sea autocrítica. En este nivel de pro-.
' jeto imposibilitando una coincidencia entre forma y contenido fundización de la noción de ruptura, el problema de las fun-
.¡ del pensamiento. Lo que interfería, a saber, lo particular, lo ciones de ruptura e integración en cuanto propias del concepto,
'§ singular, la intuición, el sentimiento, la imageri, los intereses no es ya una cuestión exclusivamente gnoseológica, sino un
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particulares, etc., encubría el verdadero contenido del pensar
e impedía aquella adecuación; mas, esto no se producía por
problema antropológico, que parte de una comprensión radical-
mente distinta de la noción de sujeto y del modo de afirmarse
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culpa de la conciencia y lo que le obstaculizaba en la apre- como valioso para sí mismo.
hensión de la esencia, de lo universal, le era externo. La con- El punto de partida se encuentra el! una conciencia his-
,,li ciencia no era culpable de la ruptura que la separaba de su tórica para la cual tiene presencia la alteridad como el factor

¡!) objeto y cuando superaba esa valla, en el momento en el que de irrupción que va destruyendo y recomponiendo las totali-
¡! pasaba de la representación al concepto, ejercía libre y plena- dades objetivas. Surge de este modo una comprensión distinta
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,,lo' mente su función de integración. de la dialéctica, que deriva del lugar en el que se pone el
Ahora bien, a partir de las filosofías de denuncia, se niega acento. No se subraya el momento de totalización, que se pre•
1 f la posibilidad de tal paso en cuanto que aquel disvalor que senta ahora con la precariedad e--inestabilidad de todos los
1 se atribuía a lo particular, lo singular, etc., abarca ahora a la
conciencia misma, objeto de duda y de sospecha. Se ha pro-.
fenómenos históricos, sino en el momento anterior de la par-
ticularidad desde la cual se lo ha alcanzado y cuya legitimidad ~

ducido así un desplazamiento y un ahondamiento de la noción deriva de la capacidad de desconstrucción y reconstrucción de


de ruptura. Ya no es producto de algo exterior a la conciencia, las sucesivas totalizaciones. Tal sería la dialéctica que se en-
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interpuesto entre ella y su objeto, sino que es causada, en este cuentra señalada en Bilbao y Martí, ejemplos de ese taciendum
nivel, por la conciencia misma. Ya no se trata de una inter- a través de cuyos momentos, dados necesariamente dentro de
i posición entre ella y su objeto, sino de una posición de la
conciencia, por la cual el objeto resulta oscurecido por un acto
horizontes de comprensión epocales, es posible reconstruir
una historia del pensamiento latinoamericano. La verdad no se
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~ del ser consciente. Surge, de este modo, la noción de una con- encuentra primariamente en la totalidad, sino en determinadas
ciencia falsa o culposa. No se trata ya de una alienación del formas de particularidad con poder de creación y recreación
Espíritu como momento necesario y positivo para su propio de totalidades, desde fuera· de ellas mismas, en cuanto alte-
autodespliegue, que no llegaba nunca a oscurecer al Espíritu ridad. Debido a ello, no hay modo de alcanzar un para sí dentro
mismo en cuanto para él todo le era transparente, incluso su de los términos de un discurso liberador, si no se asume esa
propia alienación, sino de un oscurecimiento que la conciencia alteridad desde una conciencia de alteridad. Desde ella, que nos
del hombre concreto adopta engañosamente como su propia mueve de modo permanente a un reencuentro con o_uestra ra-
claridad. dical historicidad y situacionalidad, es posible descubrir que el
De este modo, las funciones de integración y ruptura que _hombre es anterior a las totalidades objetivas. De la misma
eran propias, la prime"ra exclusivamente del concepto y la manera, desde ese para sí fundado en una conciencia de alte-
segunda exclusivamente de la representación, quedan integradas ridad, es posible limpiar de ambigüedad a la filosofía y seña-
en la representación, única forma posible del concepto, con el larle su naturaleza auténtica de saber, al servicio, no de la jus-
grado de profundización que hemos mencionado. A la vez, tificación de lo acaecido, sino del hacerse y del gestarse del
queda puesto en claro el sentido equívoco de la función de in- ho111bre, abierto por eso mismo a "lo que es y lo que será"
y no a lo que "ha sido y lo que es eternamente". Conciencia de
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114 DENUNCIA Y LACRISIS DEL CONCEPTO

alteridad que asegura la desprofesionalización de la filosofía


y nos revela, no precisamente el papel tardío y excepcional
que le cabe al filósofo, sino su lugar al lado de aquel hombre VI. VAZ FERREIRA: UN COMIENZO DE LA
que por su estado de opresión constitúye la voz misma de la FILOSOFíA LATINOAMERICANA
alteridad y en cuya existencia inauténtica se encuentra la raíz
de toda autenticidad.
CARLOS VAz FERREIRA constituye para nosotros uno de los ejem-
plos que podemos señalar de ese recomienzo del filosofar en
América Latina, cuyos momentos deben ser rescatadgs para
alcanzar una respuesta al problema tantas veces planteado de
si existe o no una filosofía latinoamericana. Más allá del hori-
zonte de comprensión epocal dentro de cuyos márgenes se
mueve el pensamiento de este filósofo, como de cualquier otro,
podremos encontrar ese sujeto que, a través de diversas formu-
laciones, ha ido dando nacimiento a un pensar propio.1
Aquella psicología y aquella antropología, capítulos ilegíti-
mos de la lógica para Kant, constituyen justamente parte fun-
damental de lo que da sentido y valor a la obra del filósofo
uruguayo y en particular a su clásico y siempre actual 'libro,
Lógica viva, .aparecido en 1910. Dos importantes líneas de pen-
samiento confluyeron fecundamente en la obra filosófica de-
Vaz Ferreira: una de ellas fue la de aquellos modernos a los que
se refiere Kant y que luego rechazará a su modo Hegel, inte-
. ~ada en sus orígenes por todos los pensadores del siglo XVIII
que intentaron la elaboración de una "lógica de los prejuicios",
línea que se mantuvo viva en el positivismo inglés, en particular
en manos de Stuart Mili, en quien confluyeron la tradición
baconiana con la ilustrada; la otra es la que deriva de Hegel
y que los eclécticos franceses del siglo XIX difundieron impo-
niendo la necesidad de una visión dialéctica del desarrollo del
pensamiento. De este modo, en contra de la tradición kantiana
y hegeliana, y con la ayuda del pensar de origen dieciochesco,
se amplía la lógica y, en contra de 1~ tradición ilustrada, apo-
yándose en esto necesariamente en el hegelianismo, si bien
recibido indirectamente, se le reconoce su naturaleza dialéctica.
Estaban dadas, de este modo, las bases para alcanzar una te-
mática viva y fecunda, desde la cual Vaz Ferreira se nos apa-
rece como uno de los más significativos intentos de filosofar
latinoamericano y, a la vez, como uno de los precursores del
pensar crítico contemporáneo que, principalmente con el mar-
xismo, el freudismo y algunas de las formas del saber actual
derivadas del impacto de la lingüística, han dado entrada amplia
1 Cf. nuestro ensayo "Vaz Ferrdra y las bases para un pl·nsar americano",
en ReviSta de la Universidad de México, vol. XXV, número 4, 1971; y
Arturo Ardao, "Génesis de la Lógica viva de Vaz Fcrrdra", en Estudios
latinoamericanos de historia de las ideas, Caracas, Monte Ávila, 1978.
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VAZ FERREIRA: LA FILOSOF1A LATINOAMERICANA 117

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116 VAZ FERREIRA: LA FILOSOFlA LATINOAMERICANA
f algo que lo aleja fuertemente de la escuela ecléctica en cuanto
(¡f a aquel capítulo de antropología negado por Kant. Y no nos ésta lo había desplazado o ignorado: que el espíritu de sistema
iJ cabe duda alguna de que estamos viviendo en nuestros días, es simplificador, geometrizador y cerrado como consecuencia
plenamente, aquella revolución en la lógica que anunciaba Vaz de las "preocupaciones de escuela", tal como decían los ilustra-
A
1 dos, en otras palabras, debido a ser un modo prejuiciado de
¡ Ferreira de modo agorero hace ya casi ochenta años: "Hoy
considerar esa realidad. Hay en la raíz de sistema, como móvil
~ día se está produciendo -decía- una revolución, todavía par-
profundo, una cierta ansia de seguridad, de perseverar en el
cialmente inconsciente, en la lógica que la transformará, y
ser, claramente visible en el sentimiento de desamparo y de
que depende del descubrimiento de la verdadera función de
pérdida <¡ue se produce cuando el sistema-=-\'er-dadero refugio
los términos, del descubrimiento de las verdaderas relaciones y defensa- pierde su claridad geométrica. La gente obra "como
ideo-verbales: qué es el lenguaje, para qué sirve, qué _es lo que_
si tuviera miedo a la complejidad real de las cosas, que des-
podemos expresar y qué es lo que no podemos expresar." 2
concierta sus juicios, que quita a éstos su simplicidad y su
La crítica a la noción de sistema, enraizada en aquella tra- geometrismo". 4 El temor de perder la visión parcializada dentro
dición dieciochesca de donde vienen las expresiones "espíritu de la cual no entran las visiones parcializadas de otros y frente
de sistema", "preocupaciones de escuela", etc., usadas por nues- a las cuales somos hostiles, es sin más una manifestación de lo
tro filósofo, muestra la clara conciencia que había en él de lo ideológico. Sólo en tal sentido se explica .esa extraña relación
ideológico. Un sistema al que se le ha puesto un "nombre" y que Vaz Ferreira ve claramente, entre geometría y seguridad,
que se organiza sobre una fórmula como "para resolverlo todo", y entre carencia de geometría y miedo. El sistema en cuanto
ha nacido, por lo general -nos dice- "por supresión", caso fruto del espíritu de sistema se transforma en síntoma de una
común entre los sistemas filosóficos y sociales; a su vez, hay "tensión" interna y, en tal sentido, es respuesta ideológica; a
una "simplificación", consecuencia directa de aquella supresión, eso se debe precisar lo difícil que es superar la "impresión
de modo tal que "tener un sistema se diferencia de no tener de a]Jandono" y el "sentimiento de pérdida" en los que cae
un sistema en que con una sola palabra se puede explicar -todo el hombre cuando se queda sin el apoyo de aquella tensión, pro-
lo que se piensa"; de donde proviene, además, una cierta "ori- blema que no alcanza a ser profundizado en Vaz Ferreira por
ginalidad" que les viene a determinados sistemas no de su su rechazo de los conceptos de clase social y de conciencia de
riqueza precisamente, sino de lo que han suprimido. Estos siste- clase, que le impidió superar el individualismo propio de la
~
mas, "cerrados" y "cristalizados", proclives a "geometrizar" la 5
realidad, funcionan sobre la mencionada supresión, que es el filosofía liberal de la época.
Sin embargo, su fuerte denuncia de un orden social injusto,
modo cómo Vaz Ferreira retoma el "olvido" del que habían ha-
blado Bilbao y Martí y junto con ellos otros pensadores latino-
1f como también de ese estado intelectual y moral al que deno-
mina "anestesia para los absurdos y para los males", supone
americanos.3 necesariamente la afirmación de una sociedad opresora en la
Nuestro filósofo propone como remedio para superar las 1
que, mediante un ejercicio de domesticación de la conciencia,
consecuencias del "espíritu de sistema", que no nos reduzcamos se ha llegado a un embotamiento que ·impide sentir "el dolor
a pensar con una sola idea, sino que tratemos de hacerlo "con de los que sufren", como también percibir el estado genera-
todas las ideas posibles" y declara que su enseñanza se habrá lizado de violencia sobre el cual aquella sociedad opresora
de centrar en esto. Dejemos de lado este remedio que no pa- se ha instalado. Los "sistemas sociales" surgidos de esta si-
rece alejarse mucho de la noción de "sistema incompleto" de tuación han de ser también parciales y cerrados y el interés
los eclécticos franceses y atendamos más bien a lo que consi- explica esa hostilidad contra lo "inesperado", contra lo que se
deramos que es ciertamente importante en todos estos desarro- considera "no integragle" en el sistema y cuyo reconocimiento
llos: la cuestión de Iá causa por la cual el espíritu de sistema constituye la única vía para lograr justamente nuestra libera-
lleva a tener en cuenta una idea solamente y a pensar con ción de los prejuicios o "preocupaciones".6 Por donde, a partir
ella sola. Allí sí que Vaz Ferreira se nos aparece aportando de esta temática, Vaz Ferreira viene a reconocer de hecho la
realidad de una conciencia de clase en la que él mismo se
2 Carlos Vaz Ferreira, Lógica viva, p. 242. Todas las obras de Vaz Ferreira
que se mencionan corresponden a la edición de las mismas realizada por Carlos Vaz Ferreira, Ló¡:ica l•iva, pp. 64, 131. 160, 174 y 181-1!!2.
4
la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay, Monte- r. Carlos Vaz Ferrl'ira, Sobre los problemas sociales, p. 25.
video, 1963, XXV volúmenes.
3 Carlos Vaz Ferreira, Sobre los problemas spciales, p. 83; Fermentario,
6 Carlos Vaz Ferreira, Lógica t•il•a, p. 185.
pp. 100, 162 y 189; y Lógica viva, p. 161.
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118 VAZ FERR~IRA: LA FILOSOFíA LATINOAMERICANA
VAZ FERREIRA: LA FILOSOFíA LATINOAMERICANA

dialéctica. No cabe duda que este paralogismo es estimulante


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encuentra instalado de modo crítico, la de la burguesía liberal para la vida y el pensamiento, siempre y cuando en un mo-
uruguay~ de comienzos del siglo xx. La "sinceridad", en cuanto mento dado seamos capaces de descubrirlo como tal, ya que,
apertura del espíritu es, también en este caso y según pensaba de lo contrario, la fuerzá propia del pensar resulta gastada en
nuestro autor, lo que puede salvarnos de ese aferramiento pura pérdida.8 Pues bien, el factor que nos impide desenmas-
respecto de nuestros ideales y de nuestras esperanzas, que carar la falsa oposición y que nos hace tomar, ya como opuestos
nunca son tan inocentes como creemos ya que "aun en la vida términos que .no lo son, o que nos hace, en el otro caso, tomar
del hombre más elevado y puro, hay mal realizado, daño cau- como contradictorios, términos que únicamente son contrarios,
sado, dolor producido". 7 En consecuencia, resulta claro que el es lo ideológico. En la primera actitud, el p~ralogismo de falsa
lugar donde se ha de esludiar-erconcepto, no es ya aquel en oposición llevaba a una dialéctica verbal, en la segunda, a la
el que lo veía la lógica tradicional, y que su estudio se realiza imposibilidad de todo proceso dialéctico.
ahora en el acto mismo de la comunicación, en donde, precisa- Frente al hombre común para el cual lo contradictorio se da,
mente, lo lógico se muestra con toda su rica complejidad y en a la vez, tanto en el pensar como en el ser, Vaz Ferreira trata
donde la filosofía se descubre en su ambigüedad intrínseca. de probar que la oposición contradictoria es sólo producto del
La crítica a la noción de sistema se da acompañada, en Vaz pensamiento, mientras que en el ser se dan únicamente los
Ferreira, de una toma de posición respecto de lo dialéctico. contrarios; en otras palabras, todo su esfuerzo consiste en mos-
Su actitud, dentro del panorama intelectual rioplatense, es trar que los opuestoS-Sólo son contradictorios en el plano sub-
por lo demás, altamente singular. Ya dijimos que esta proble- jetivo, _porque en el objetivo son, simplemente, contrarios;_y si
mática la ha recibido indirectamente del pensamiento hegeliano los opuestos fueran contradictorios objetivamente, no habría
a través de la filosofía francesa ecléctica o influida por ésta. posibilidad alguna de un proceso integrativo de los opuestos
Frente a José Enrique Rodó, en quien también es visible la en unidades superiores, no sería posible lo dialéctico. De esta
presencia del pensar ecléctico y a José Ingenieros que en su manera lo ideológico juega en el sentido de objetivar una
libro Psicología biológica, aparecido en Buenos Aires casi al mis- realidad pensada como absoluta, por motivos no lógicos, siendo
mo tiempo que Lógica viva, rechazaba totalmente lo ecléctico, que la realidad es relativa.
Vaz Ferreira se nos presenta como el único escritor que asume Respecto del filósofo ecléctico que no negaba el hecho dia-
claramente la problemática dialéctica que presentaba el eclec- léctico sino que, por el contrarltr,' entendía haber fundado su
ticismo e intenta superarla desde adentro. En líneas generales filosofía en él, Vaz Ferreira mostrará la debilidad de su posi-
podríamos decir que nuestro autor, apoyado en su conciencia ción mediante un desplazamiento hacia lo concreto. Por un lado,
de lo ideológico y en su crítica a la noción de sistema, denuncia denuncia la cargazón ideológica del conce"pto, hecho que los
la pretendida dialéctica de los eclécticos como un puro verba- eclécticos, en su rechazo del pensamiento dieciochesco, 'habían
lismo historiográfico que ha llevado a ignorar el verdadero ignorado, y por el otro, pone en claro la inutilidad de una
terreno en el que se juega el movimiento de la realidad, como dialéctica que queda satisfecha con un escolar inventario histo-
también denuncia la actitud del hombre vulgar que se coloca riográfico de sucesivas escuelas filosóficas, en el cual aquélla
fuera de toda actitud dialéctica en una posición asimismo ra- se ejerce.
Pero lqs eclé~ticos no sólo se le aparecen manejando una
dicalmente ideológica.
floja dialéctica, sino que hay todavía otros aspectos derivados
Decíamos que Vaz Ferreira deseaba estudiar el concepto en el 1 que son más graves; por de pronto, al no reconocer lo ideo-
acto mismo de la comunicación; pues bien, debido a esta exi· lógico no pueden denunciar el sentido paralogístico de los sis-
gencia no podía menos que conceder una importancia muy temas opuestos que se proponen luego sintetizar desde una po-
grande a ciertas formas que el concepto presenta en aquel acto sición superadora y se quedan, en este aspecto, en el mismo
como consecuencia de motivos que la lógica tradicional había plano del }1ombre vulgar; de ahí que su dialéctica sea algo9 pu·
considerado como extraños a su objeto; entre esas formas, la ramente artificial que trabaja con "teorías cristalizadas". La
paralogística es una de las más interesantes y a ella se encuentra única manera para salvar esta situación y alcanzar una "polari-
dedicado casi por completo el libro Lógica viva; por otro lado, zación libre" que permita el juego dialéctico en otro nivel, con-
Vaz Ferreira ve, con acierto que, dentro de los paralogismos,
el llamado de falsa oposición pone en juego la suerte de toda la 8 Carlos Vaz Ferreira, Lógica viva, pp. 38 y 62.
9'Carlos Vaz Ferreira, Problemas de la libertad y el determinismo, pp. 12-28.
7 Carlos Vaz Ferreira, Fermentaría, pp. 30 y 45.
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VAZ FERREIRA: LA FILOSOF1A LATINOAMERICANA
VAZ FERREIRA: LA FILOSOF1A LATINOAMERICANA 121
¡l siste en regresar a los hechos mismos, en ponernos "antes que
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la teoría". De este modo se da el paso de una lógica no-dialéctica,
pero que creía ingenuamente serlo, a una lógica dialéctica. Ésta
portados y los hechos, nuestros. En efecto, el paralogismo de
falsa oposición adquiere, en nuestro medio, una fuerza mayor
será "natural", no "artificial", será expresión de la relatividad - que en Europa, en donde las posiciones teóricas surgen en rela-
'l ción con su propia realidad social y cultural, mientras que aquí
~ de Jo real mismo; las "relaciones lógicas" que aparecen ahora
li
serán relaciones dialécticas por lo mismo que son relaciones prescindimos de esa realidad y las recibimos como sistemas pu-
1 reales, y las teorías, doctrinas o sistemas, serán entendidos, en ros, por donde lo paralogístico, como consecuencia de este hecho,
~
lo que tienen de verdaderos, como expresión de la realidad viene a ser un vicio consustancial a la importación y adopción
con referencia a la cual poseen únicamente justificación. De externa de las diversas filosofías. 10 La única manera de superar
este modo, si bien el importante esfuerzo de Vaz Ferreira no esta alienación que nos lleva a encontrarnos satisfechos de. un
significó un total desprendimiento del eclecticismo en cuanto saber verbal importado sobre el cual ensayamos respuestas
que los opuestos son vistos, casi siempre, como "complemen- "dialécticas", es la de afirmar una factiCidaa propia sobre la
tarios" y, a su vez, la "superación" es entendida como "conci- que habremos de tratar de leer la naturaleza dialéctica de los
liación", en relación con los ideales de la democracia liberal procesos. Aquella valiosa exigencia de Vaz Ferreira de "regre-
dentro de cuyos márgenes se movió, estaban dadas las bases sar a los hechos", ajena a la que se habrá de plantear más tarde
para alcanzar dentro de una filosofía de la conciencia, implica, además, el
actitud crítica. un saber dialéctico valiosamente apoyado en una reconocimiento de la dignidad ontológica tanto del sujeto que ha
Ahora bien, con todos estos desarrollos que hemos mostrado de llevar a cabo la tarea, como del objeto, los "hechos" que
apretadamente se echaban, también, las bases para la organi- son, sin más, nuestros hechos, nuestra facticidad. Justamente,
zación de un pensar latinoamericano. Vaz Ferreira hereda el desde esa dignidad ontológica del hombre americano y de Lati-
mensaje americanista de Rodó y lo completa y perfecciona en noamérica, ni mayor ni menor que la de otro hombre, es posible
sus escritos con una técnica filosófica y una actitud crítica qu~ desenmascarar el saber importado, denunciar el espíritu imita-
no había alcanzado el autor del Ariel. En efecto, en el libro Pen- tivo y arrojar por la borda todo lo inauténtico. Una noción de
samiento y acció/1 __ (1908) responde a las mismas exigencias que sustancia que tiene su raíz en el pensamiento leibniciano, que
movieron a Rodó a defender la existencia de una concepción si bien no superaba el individualismo liberal tenía la virtud de
del mundo y de la vida nuestras, en contra de lliHFnordomanía conceder al sujeto un poder de autodeterminación, pensamien-
avasalladora, pero con una diferencia importante: que Vaz Fe- to conocido en el Río de la Plata también a través del espiri-
rreira alcanza un nivel epistemológico ciertamente notable, ri- tualismo francés finisecular, da fuerza a todos estos planteas a
guroso y claro, que muestra la debilidad intrínseca del pragma- lo largo de los escritos de Vaz Ferreira y nos confirma en nues-
tismo como doctrina y por ende del espíritu pragmático del tra necesidad no sólo de alcanzar una autoconciencia, sino a la
cual es expresión filosófica. No menos valiosa es, en esta línea a
vez junto con ella necesariamente, de tenernos nosotros como
de pensamiento, la crítica a la pedagogía norteamericana lle- valiosos: "Supongamos que un ser cualquiera, -nos dice- tiene
vada a cabo por nuestro autor. o adquiere conciencia que lo hace sentirse uno. . . Ese ser se
Mas, no radica tanto en estos aspectos como en otros que in- siente sujeto y por consiguiente se considera a sí mismo natu-
tentaremos mostrar, el aporte realmente valioso de Vaz Fe- ralmente, no artificialmente desde fuera, no como nosotros po-
rreira para la fundamentación de un pensar latinoamericano. demos considerar a los seres, sino naturalmente desde sí mis-
Tal vez lo principal haya sido el haber puesto en descubierto mo, desde adentro; este ser que considera al mundo exterior
la radical ambigüedad de la filosofía, al afirmar que no hay como distinto de sí, tiene fuerza, debe sentirse libre. Y este
conceptos puros y que, en última instancia, todo concepto es sentimiento, ya puede adelantarse que no es un sentimiento
representación, lo cual hace de la filosofía, en sus manos, una ilusorio." 11 Aparece de este modo colocado Vaz Ferreira en la
línea del pensamiento de Martí para quien el "hombre natural",
herramienta eficacísima para el análisis de nuestros procesos
por contraposición con el "hombre artificial" era el que, con el
intelectuales. Y como consecuencia de esta tesis, claramente
apoyo de su propia facticidad y a partir del reconocimiento
presente en sus escritos, surge otro aspecto no menos impor- de sí mismo, venía a romper con las totalidades opresivas.
tante: el de la denuncia de la alienación que supone dialectizar
sistemas y no atender a los procesos dialécticos de los hechos,
con el agravante de que, para nosotros, los sistemas son im- 1 ° CarlosVaz Ferreira, Conocimiento y acción, pp. 83-84.
11 Carlos Vaz Fcrrcira, Problemas de la libertad y el determinismo, ·p. 254.
rp-
EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD 123

VII. EL DESCONOCIMIENTO DE LA ha sido el resultado de un desconocimiento de los diversos mo-


dos como todo pueblo, aun dentro de las formas de la con-
HISTORICIDAD DE AMÉRICA ciencia mítica, se ha considerado a sí mismo como "ente his-
tórico". De hecho no existe ninguna organización cultural, aun
cuando sea clasificada como "primitiva", en la que el hombre
PODRiAMos resumir uno de los aspectos que consideramos fun- no haya dado un paso desde aquella "forma elemental y pri-
damentales de todo lo que hemos dicho, afirmando que res- maria", hacia alguna forma de posesión de la misma, es decir,
pecto de todo hombre, de cualquier cultura.., nación o clase haciaJo qu~_bemos denominado "toma de conciencia histórica".
social, lo que il1teresa no es__si_ha _el_ltrado en la "historia mun- Más aún, no solamente no existe, sino que la hipótesis del "buen
dial", ni menos aún si de algl!_qa manera ha colaborado en su salvaje", ella misma es infundada y no hay modo alguno de
reconstrucción historiográfica, sino tan sólo si es "ente histó- probarla. Es necesario, por tanto, reconocer modos culturales
rico", dicho de otro modo, si posee historicidad. Y la respuesta diferenciables en el ejercicio de la historicidad, como así en sus
habrá de ser, necesariamente, afirmativa, en sentido plenamente manifestaciones. ·
categórico. Por eso mismo vendrá a poner en entredicho aque-
Este planteo no rige sólo para una historia mundial, en la que
Ila "historia mundial" que se organizó sobre una división de
los sujetos que la movilizan y ·teorizan invocan esta. su capa-
hombres que habían "entrado" en ella y de hombres, en algunos
casos, simplemente subhombres, que no lo habían hecho, ni cidad como prueba de estar instalados en el ser. También se
tal vez lo podrían hacer. Y de la misma manera habrá de que- da en la ontología en la que los filósofos, sujetos de una fonna
dar en cuestión la tesis según la cual había un cierto grupo pri- equivalente de Historie, encuentran en ello la evidencia de su
vilegiado, perteneciente a una determinada cultura y, dentro de naturaleza histórica (Geschichlichkeit). No es extraño que así
ella, a ciertas naciones, ~u e había recibido_ Ja misión de hacer sea, pues el dominador necesita la total posesión del nivel dis-
entrar a Jos demás hombres en aquella historia. cursivo, corno asimismo partir del presupuesto de que su voz
es el de una humanidad privilegiada. No posee la voz porque es
Dicho de otro modo, el reconocimiento de historicidad de hombre, sino que es el hombre que posee la voz. Tampoco re-
todo hombre no necesita como condición que se haya accedido
sulta extraño que ese hombre haya teorizado acerca de-su propia
a una "toma" de conciencia histórica, por cuanto la historicidad "conciencia histórica" y que haya llegado a ahondar en la na-
implica siempre, necesariamente, como lo ha señalado Rodolfo turaleza de la misma, constituyéndola en un campo teórico.
Agoglia, una "forma elemental y primaria" de aqueJia concien-
Sabernos que ese campo se ha caracterizado por una radicali-
cia. El desconocimiento de ésta, apoyado en el hecho de que
zación cada vez más clara del sujeto de dicha conciencia que
no se haya logrado una cierta forma de "toma" o "posesión" es, sin más, para nuestro mundo, el hombre en su hacerse y su
de aquella "forma elemental", constituye una de las tantas
formulaciones paralogísticas de razonamiento.1 gestarse. Mas, esia comprensión ha supuesto, en su última etapa,
el abandono de aquel nivel discursivo y, a, su vez, la aparición
Aquella historia se presenta como un intento parcializado en 1 de un nuevo sujeto de discurso que no se considera ser histó-
cuanto a sus alcances y, a la vez, como un saber fundado sobre
una inversión y una confusión y ambigüedad. De ahí la fuerza rico porque habla, sino que es de por sí poseedor de histori-
cidad, aunque no "hable", o, aunque se le niegue la voz. Dicho
de la afirmación de que los pueblos "sin historia", no poseen
historicidad, con lo cual ésta venia a recibir su fundamento de
posibilidad de aquélla. En verdad, el hombre es "historiador",
¡ de otro modo, sólo se pudo llegar propiamente a una "conciencia
histórica", cuando este campo teórico fue, antes que tal y
porque es antes y primariamente, ente histórico y la historia de hecho, el centro mismo de una praxis y cuando, a partir de
como historiografía es tan sólo una manifestación de lo que ha /1 ella, se pudo denunciar la inversión que implicaba el nivel dis-
sido ignorado invocando su ausencia. cursivo. De ahí que sea necesario distinguir entre la "conciencia
Por otra parte, se ha de poner también en entredicho el histórica" como campo teórico, y la misma como lo dado fácti-
concepto de "historia" que supone la noción de "historia mun- camente en las diversas actitudes que, de un modo u otro,
dial". En efecto, Ja denuncia de no haber elaborado una historia vinieron a quebrar ]as totalidades opresivas, aun las de aquel
1 discurso en el que se había hablado de "conciencia histórica".
Rodolfo Mario Agoglia, Conciencia histórica y tiempo histórico, Quito,
1978. Con todo lo cual no venimos a negar la necesidad de un campo
teórico, sino a afirmarlo en su propia raíz. Aun en el hombre
122 premoderno, o en el más "primitivo" de los hombres, sin la
124 EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD
iflii EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD 125
&n
,-'1
menor idea de una "historia mundial", es ineludible reconocer
la existencia de una conciencia histórica, por lo mismo que la
"ponernos para nosotros mismos como valiosos" quedaría sin

lt ,J
~~
temporalidad dentro de la cual se movió ese hombre, no fue
la de la negada.
quedara naturaleza. Bastaba que tuviera voz para que aquélla

Más aún, la negación de la "palabra" al otro, conduce a negar


justificación, si no fuéramos capaces de ver la relación necesaria
que .hay entre una afirmación legítima ge un "nosotros" y
lo que se ha de entender como humanismo. Por cierto que con lo
dicho nos quedamos todavía a mitad de camino en cuanto que,
nuestra propia palabra, a quedarnos legítimamente sin ella. Re-
d ducir·el lenguaje del otro al grito, lleva a enunciar nuestra pre-
como lo sabemos muy bien, las más nobles palabras ocultan
juegos innobles y, tal vez, más que las palabras "innobles" mis-
~ tendida "palabrª''J_también_desde el grito. Aristóteles que define
mas, que por serlo no resultan utilizables. Hay pues, "huma-
MJ al hombre como un "animal que posee lagos" ("palabra" y nismos" y "humanismos" y deberemos todavía esforzarnos por
1!1 "razón"), cuando analiza la sociedad esclavista, a la que justi- alcanzar una total clarificación del verdadero sentido.
!~ :¡
fica, disocia los dos sentidos del "lagos" y deja al esclavo una
palabra vacía. Frente a ese ser inferior, el amo es aquel cuya Tal vez sea conveniente volver otra vez a H~gel y repensar
JI voz supone la totalidad significativa del "lagos". Al "esclavo su respuesta ante el problema de América. En las Lecciones
por naturaleza" no le resta nada más que una voz cuasianimal, sobre la filosofía de la historia universal, nos dice su autor,
1
if equivalente al grito. Como consecuencia de este hecho, La po-
en un célebre texto, lo siguiente:
¡1
"~
lítica aristotélica se construye toda ella, teniendo no como pre-
supuesto la palabra, sino el grito, en cuanto que éste es necesario
América es, pues, el país del porvenir, donde en los tiempos fu-
;~ turos se manifestará, en el antagonismo de la América del Norte,
li'
j: para el "lagos", así como el esclavo es necesario para la ciudad. puede suponérselo, con la del Sur, el peso de la historia universal:
Podríamos afirmar, como corolario, que la pauta enunciada es un país de sueño para todos aquellos que fatiga el depósito
N
m, en este caso como una exigencia de "reconocer la historicidad histórico de armas de la vieja Europa. La América debe separarse
1_; _¡
de todo hombre", es equivalente a la del "reconocimiento de del terreno sobre el cual ha transcurrido hasta ahora la historia
que absolutamente todo ser humano posee voz". En consecuen- universal. Lo que ha sucedido allí hasta ahora es tan sólo el eco
cia, la distinción entre "hombres históricos" y "hombres natu- del viejo mundo y la expresión de una vida extraña; ahora bien,
como país del porvenir, no nos interesa aquí, de una manera
rales", entre un ser parlante y otro mudo, entre un individuo general; pues, en relación con la historia tenemos que ver con
capaz de discurso y otro impotente para el mismo, no puede lo que ha sido y lo que es, mas, en filosofía, ni con lo que ha
ser más que ideológica. Y eUo aun cuando ese hombre "mudo" sido, ni deberá ser solañfente, sino con lo que es y eternamente
o "incapaz de discurso" no fuera considerado como un ser será, con la razón, y con ella tenemos bastante trabajo. 2
perverso o degenerado, un caníbal, sino como un "buen salvaje",
if/ y se tuviera alguna razón en considerar al "civilizado" con cier- En resumen, y señalando algunos de los juicios de este rico
·~ tas ventajas sobre aquel "salvaje" o "bárbaro", cualquiera fuera y complejo texto, América "es el país del porvenir" y es, ade-
el nivel de cultura que se le reconociera. El problema que seña- más, "un país de sueño". La historia se ocupa solamente "de
lamos no es una cuestión del pasado, dio la tónica a toda una lo que ha sido y de lo que es" y la filosofía, únicamente de lo
época de nuestra modernidad, en particular la que culminó en "que es y eternamente será". Con lo que América no puede ser
el siglo XIX, el gran siglo de la Europa colonizadora, pero se ha objeto de estudio de ninguna de his dos ciencias, pues, no ha
seguido repitiendo bajo otras formas, a las cuales no podían ser sido ni es, no ha llegado aún a la historia, ni se encuentra ins-
a.ienas las sociedades latinoamericanas contemporáneas. Siem- talada en el ser, no posee sustancialidad como para constituirse
pre hay alguien que detenta la voz, y siempre hay un otro que en objeto de la filosofía. Como "país de sueño" únicamente
sólo barbariza o balbucea. Y no es una casualidad que sea den- cabe respecto de ella la elaboración de un discurso que no es ni
tro del grupo social que "posee" la palabra, que hayan surgido, histórico, 11i filosófico, un discurso de lo meramente posible,
casi sin excepción, los historiógrafos, los filósofos de la historia un. saber de conjetura que se aproxima a lo utópico, tal como
y los ontólogos.
lo muestran las palabras iniciales del texto.
La pauta que en este caso comentamos, supone por todo lo Sfn un pasado histórico, sin una realidad ontológica, Amé-
dicho, un humanismo, y en la medida que no hay ningún hu- rica es tan sólo "el país del porvenir", una especie de futuridad
manismo que no sea pensado como un "proceso de humani-
2 He~el, Lecciones de filosofía de la historia universal, cap. "El fundamento
zación"; ella adquiere toda su fuerza programática. Aquel
geográfico de la historia universal", Madrid, Revista de Occidente, 1940,
p. 90.
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fll.·.'.'
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EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD
126 EL DESCONO~IMIENTO DE LA HISTORICIDAD
futuro de Europa, es un "país de sue~o", pero no para los
pura, si tal cosa es posible. Y en verdad, atribuir una futuri- americanos que en su impotencia no se sueñan a sí mismos,
dad de esta naturaleza. implicaba una contradicción, incluso res- sino para todos aquéllos que se sienten cansados de la vieja Eu-
pecto de la noción de futuro tal como la entiende el mismo ropa convertida en un arsenal. Una pura futuridad, basada en
Hegel, quien tenía muy en claro que todo futuro depende de un una carencia de· pasado histórico y, a la vez, en una realidad
pasado y de un presente. Baste recordar, en efecto, que había ontológica defectiva, no posibilita ni siquiera un saber de
incorporado de modo muy vivo en su pensamiento la noción conjetura, y sólo aquellos que cuentan con un pasado pueden
aristotélica de dynamis. Para el filósofo griego, todo paso de recrear su imaginación, sus "sueños", desde afuera de esa-tierra_
un acto a otro es posible, aunque no necesariamente, porque baldía yproyectarle un futuro, que será el de ellos. Y para esta
lo que se puede llegar a ser, se encuentra contenido potencial- labor, América cuenta sin embargo con algo que la favorece,
mente en el presente y en el pasado. Y la noción de dynamis no es un "continente cerrado en sí mismo", como el Africa,
en Aristóteles, y también en Hegel, implicaba dos notas funda- tierra sin esperanzas, sino que se muestra como un "continente
mentales: la de "poder", como fuerza, y la de "posibilidad". abierto", que está esperando el soplo vivificador del "Conti-
Para Hegel, en el concepto de algo, en su esencia, estaban con-
tenidos potencialmente todos sus desarrollos, de ahí que hablar nente del Espíritu".
Por todo lo que vamos diciendo, resulta imposible lo que
de una pura futuridad, era a la vez hablar de un concepto sin conjetura el mismo Hegel: que América "debe separarse del
contenido, o de un ente, aristotélicamente hablando, que tiene terreno sobre el cual ha transcurrido hasta ahora la historia
la absurda cualidad de pasar a lo posible, sin que tenga cierta universal". Una vez más juega el filósofo alemán con términos
circunstancialidad o sea, en alguna medida, un cierto acto que ambiguos, pues, el sujeto que ha de cumplir con tal recomen-
fundamente tal posibilidad. dación no es la América misma, incapaz en su impotencia de
¿Cómo explicar esta aparente contradicción? No cabe nada pasar de lo no-histórico a lo histórico, el sujeto que habrá de se-
más que aceptar que, para Hegel, América no posee sustan- pararse no es otro, nuevamente, que Europa, la de la utopía
cialidad, y si la posee lo es en un grado ontológico negativo, que Europa ha hecho respecto de sí, y esta vez por obra del
como una pura materia incapaz de darse forma por sí misma.
Y esto último es, en efecto, lo que sucede, y la futuridad que mismo Hegel.
Si analizamos ahora -la noción de futuro, pensada respecto
se le atribuye a América no le es propia, su futuro es el de de Europa misma, nos encontramos con otras dificultades. Ya
Europa. Continente del Espíritu, capaz por eso mismo de in- vimos que si bien Hegel aventura una conjetura -América
troducir una forma a una materia. sería la destinada a construir la nueva Europa-, rechaza luego
Resulta interesante y aclaratorio ver cómo el mismo Hegel los "sueños", las utopías, en cuanto no son objeto ni de la his-
habla de otros pueblos "no-históricos". En efecto, cuando se toria ni de la filosofía. Sucede que Europa, para Hegel, tiene
ocupa de los nómadas de las mesetas centrales del Asia, dice: y no tiene ella misma futuro, a pesar de su textura ontológica
"Estos pueblos, sin desarrollo histórico, poseen ya sin embargo, que le ha permitido incorporarse plenamente a la historia uni-
una potencia de impulso capaz de modificar su forma, y aun versal. A pesar de aquella afirmación del mismo Hegel de que
4
cuando ellos no ofrezcan una materia histórica, en ellos sin las "formas caducas'', anuncian "formas nuevas", la apertura
embargo conviene captar la historia en sus comienzos." 3 Es de- hacia lo futuro escapa de las manos del hombre europeo 'mismo,
cir, que hay pueblos no-históricos, capaces de ingresar a la his- debido a que el verdadero sujeto de todo desarrollo es un es-
toria por su cuenta: en ellos, en su realidad actual, está con- píritu cuyos pasos dependen, en última instancia, del despliegue
tenida una futuridad que les pertenece como posibilidad propia de su propio concepto. Los tiempos nuevos, nos resultan, en
-y gracias a un poder propio. Frente a ellos, América constituye consecuencia, algo extraño y la historia se va clausurando para
un pueblo no-histórico, incapaz de una historicidad que surja nosotros en cada una de las etapas de autorrealización del
de ella misma en tanto que no tiene "potencia de impulso", es principio fundante. Debido a ello resulta, paradojalmente, que
decir, no es ácto de ninguna manera y necesita de tin agente el futuro del hombre americano es el de otro hombre "sin
externo que habrá de sacarla de su pura materialidad im-
potente. futuro".
Se ha achacado muchas veces a Hegel haber "clausurado"
Y por lo mismo que el porvenir de América está dado en el
Hegel, Lineamientos fundamentales de la filoso{ia del derecho, Prefacio.
a Hegel, lbidem, p. 104. 4
128
EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD
,, EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD 129
la historia. En realidad, el planteo en relación con el cual surge
i el problema de la clausura o bloqueo del proceso histórico es La tendencia a clausurar la historia deriva del modo como
se lleva a cabo aquella afirmación de nosotros mismos como va-
mucho más complejo y matizado. El intento de Hegel es el de
lioso. Lo presente, el praesens latino, es "Jo que está puesto
1
í
colocarse frente a un futuro que pueda ser objeto de un saber
no-conjetural, y encontrar un punto de vista que nos permita delante", "lo que es dado", en el sentido de "don". De este
modo, la noción de presente supone un alguien a quien las cosas,
un análisis del proceso histórico dentro del cual todos Jos éx-
tasis del tiempo se nos presenten dados dentro de un sistema. los hechos, le son dados; es decir, que el presente es el modo
Para lograr esto, una vía posible era la de consideFar 10 que como el sujeto, para quien lo presente es tal, se reconoce como
podríamos llamar el "futuro sido", y dejar, para los hombres sujeto. Está en juego su autoafirmación frente a lo que le es
tic-mañana, el "futuro que será". El análisis del futuro resulta dado. Ahora bien, ¿cómo alcanzar un presente en el que el
desplazado hacia atrás y no se le permite franquear los límites sujeto quede radicalmente autoafirmado? ·¿Cómo apresar lo
del presente. Dicho de otro modo, se habla de lo que fue o es real y tomar posición ante ello? La cuestión depende del modo
actualmente el futuro de un pasado: el mundo medieval, por como llevemos a cabo la actitud de asumir en ese presente,
ejemplo, ha sido lo futuro del mundo greco-romano, así como la pareja de contrarios "pasado-futuro". En ella, el "pasado"
el mundo germánico ha sido y es lo futuro de ellos dos. En ese es lo que disponemos, es "nuestro" pasado, mas, del "futuro"
"futuro sido" todo puede ser explicado como desarrollo del con- no puede decirse, con la misma seguridad, que es "nuestro",
cepto, y no impide aventurar la tesis -única conjetura legí- por cuanto encierra lo imprevisible. Y éste -~s._justamente, el
tima- de que habrá más adelante otro "futuro sido", por lo factor que de buena gana querrí.?mos eliminar, pues, lo impre-
mismo que la categoría de futuro es la que funda la posibilidad visible puede ser lo no-nuestro, lo ajeno. Frente a él, lo que
tanto del "futuro sido" como la del "futuro que será". De este puede pasar es que simplemente no podamos afirmamos. La
modo, vamos avanzando en nuestro conocimiento del proceso respuesta habrá de ser, por tanto, la de dar por bloqueado el
de la historia, de un "futuro sido" en otro, por donde el blo- proceso de la historia, y ello lo haremos descubriendo que en
queo del proceso histórico no supone la suspensión del proceso, la pareja de contrarios "pasado-futuro", el segundo término se
sino tan sólo los límites de nuestro horizonte de comprensión encuentra dado potencialmente en el primero, no sólo como
del mismo. Así como no hay un comienzo de la filosofía, sino "futuridad", sino como "lo futuro", es decir, las posibilidades
recomienzas, no hay tampoco un bloqueo de la historia, sino su- mismas que se· habrán de desarrollar y de las cuales tendt:e~eos
cesivos bloqueos y desbloqueos. siempre noticia a posteriori, una vez acaecidas.
De todos modos, esto era una manera de negar el futuro y De esta manera, la síntesis entre pasado y futuro, se realiza
de cerrar la historia, por lo menos para nosotros como sujetos, a costa de lo imprevisto del futuro. El sujeto, en su autoafir-
ya que no para el sujeto absoluto, el Espíritu. El desarrollo de mación de sí mi~mo como valioso, considera imposible todo lo
éste, bien es cierto que no es una repetición de su propio conte- que pueda quebrar su principio de mismificación, con lo que
nido, al modo como la planta se repite a sí misma de manera cree haber superado la contradicción de los opuestos. La con-
indefinida. El Espíritu progresa, la planta, dentro de la con- tradicción, que es ·real, realísima, no es en verdad superada o
cepción hegeliana, no muestra propiamente evolución. Mas, asumida; queda latente, y la dura y cruel realidad histórica
vendrá en su momento a dejar en descubierto esta dialéctica
aquel progreso lo- que hace es mostrar "novedades", nunca "al-
teridades", pues nada puede ser ajeno al a priori absoluto. La bloqueada, pura dialéctica discursiva. Mientras tanto, el sujeto
reducción del a priori antropológico a este a priori, convierte la se siente respaldado en su propio pasado, que es lo que dis-
historia en una ontología evolutiva, y acaba por poner en crisis pone como lo realmente a la mano. Está, respecto de él, en
una segura actitud de dominio. No de otr.a manera aparece
el concepto mismo de historicidad. Dentro de nuestra compren-
Hegel cuando nos habla -del mundo oriental, del mundo greco-
sión de los procesos históricos, podemos pensar la "diferencia",
romano y del cristiano medieval, respecto del mundo germano;
pero nunca dentro de UIJ tipo de saber anticipatorio, sino den-
tro de la categoría del "futuro sido". No podemos prever el modo de resolver la contradicción entre lo que "ha sido" y lo
"imprevisible por ser", quitando fuerza a lo imprevisible, que
porvenir, por cuanto no somos el sujeto de la marcha dialéctica
a través de la cual el Espíritu pone en juego su .libertad. Los es clara demostración de que se está actuando en función de
una voluntad de poder ilegítima.
frutos de ésta son, para nosotros, imprevisibles y tan sólo po-
demos conocerlos a posteriori. Es necesario tener en cuenta que Hegel no rechaza la catego-
ría de lo "imprevisible" dentro del proceso histórico. Justa-
mi EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD 131
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' 130 EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD



lo que tampoco tendrá sentido hablar de futuro. Negar el pasa-
j mente, porque la afirma, sostiene tan sólo como posible el saber do, no sig_nifica descdnocerlo, sino reconocerlo, pero a partir
j de lo acaecido. ¿Cómo prever la voluntad libre de un sujeto, el de un futuro que ha de ser objeto de una filosofía que se
j
~
Espíritu, que nos excede y cuyos designios se nos escapan? ocupe precisamente, también, de lo que será, con toda la carga
Por la misma razón, no es posible la previsibilidad en cuanto de contingencia de la historia. Tomar conciencia de nuestra
saber anticipatorio. En el intento de afirmar la total inteligi- historicidad es aceptar que el futuro puede venir a negarnos
bilidad de la historia, se ha caído en una absolutización de los en lo que considerábamos como lo más plenamente justificado,
términos. Para nosotros, los despliegues futuros del Espíritu, como puede ser nuestra inserción en la sociedad, el mundo de
....' --- son imprevisibles de modo absoluto, para ese sujeto, de la mis- relaciones con las cuales nos movemos y nos. _autoafirmamos _
ma manera, son absolutamente previsibles, en su inescrutable en ella. Reconocer que el ser del hombre, absolutamente de todo
providencia. hombre, radica en su hacerse y en su gestarse, y que someter
lmprevisibilidad y previsibilidad son términos relativos entre el futuro a un pasado, que es "nuestro pasado", es cerrar las
sí, .pero relativos a un mismo sujeto histórico, el hombre con- puertas al futuro de los otros e impedirles construir su propio
creto. Lo previsible puede resultar negado por lo imprevisible, ser. Y sobre todo, adquirir conciencia de que lo dicho no se
y a su vez, éste puede dejar de ser tal, por lo anticipado o resuelve en un "problema de conciencia"' aun cuando inexora-
previsto. Y ello porque a nivel discursivo, aun cuando exprese blemente tengamos que elevarnos a ese nivel. •
una determinada realidad, no es necesariamente 1a realidad. Si regresamos a la comprensión de América, que hay en
Hay una dialéctica de lo real que excede-la dialéctica discursiva, Hegel, nos encontramos, además, que el mundo americano' era
aun cuando pueda ser reflejada en ésta. La dialéctica de la para él, lo "nuevo". Europa, como el "viejo mundo", mira a
mismidad se constituye sobre la equipar-ación del mundo obje- América como. el "mundo nuevo" y, en tal sentido, pareciera
tivo con el mundo real, borrando las distinciones entre el nivel abrirse a un reconocimiento de su historicidad. Mas, -no es
discursivo y el extradiscursivo. De esta manera, el pasado or- así, en cuanto que la "novedad" de América se da en el plano
ganizado en nuestro discurso, adqt1iere una racionalidad y, por primitivo de lo físico y no en el de lo histórico, y padece, por
tanto, una universalidad, que es la que nos justifica a nosotros tanto, la debilidad ontológica propia de todos los entes que no
que hacemos la historia y, el futuro, aun cuando sea considerado han emergido de la naturaleza. América es, por eso mismo,
como "diferente", no tiene por qué ser más que algo ya conte- sinónimo de inmadurez, y su juventud no es en ella un mérito,
nido en lo que nos legitima. sino un defecto. Posee "novedad" al modo como es novedosa
Los tres éxtasis del tiempo no constituyen un sistema. Si bien para un artesano una materia hasta entonces desconocida, a la
es cierto que de alguna manera lo futuro está contenido po- cual puede darle forma según sea su voluntad, en cuanto inerte
tencialmente en el pasado, no es menos cierto que en el futuro o pasiva. En consecuencia. América no es "nueva" para sí mis-
están dados potencialmente los factores de ruptura de ese pa- ma, sino para otro, el hombre europeo que la ha descubierto,
sado que nos sostiene en nuestro presente. Y ello porque en el junto con el resto desconocido del gloQo. De esta manera, el
proceso l;tistórico lo que va dándose no es solamente "nuevo" "descubrimiento", resultaba ser un total "encubrimiento", por
respecto de lo anterior, sino que puede ser "otro". Por tanto, lo mismo que se afirmaba al descubridor como único sujeto
lo más radical del modo de vivir nuestra temporalidad ha de histórico, como exclusivo agente del hacerse y del gestarse hu-
consistir en estar abiertos al futuro como alteridad. El peso manos. En consecuencia, desde el punto de vista ontológico,
de nuestra actitud frente al devenir histórico habrá de quedar América era "novedad" al modo como se nos muestran "nuevos"
puesto más hacia el futuro que hacia el pasado, en una cierta los entes físicos dentro del vasto proceso de la evolución, y si
actitud de negación del pasado, aun cuando esto venga a que- esa "novedad" adquiría algún sentido histórico, lo era tan sólo
brar lo que consideramos como racionalidad de la historia. Se para el hombre europeo, respecto de sí mismo.
trata de estar abierto a Jo otro, aun cuando lo otro no nos con- En consecuencia, América quedaba reducida a ser el país de uto-
firme en lo que postulamos como universal. pía. A pesar del abierto rechazo de toda forma del saber de
Pero, para negar un pasado, tenemos que contar con él, es conjetura, Hegel no hacía más que continuar una importante
decir, entendernos como seres con historia. Si partimos de la tradición ya iniciada durante el Renacimiento por Tomás Moro
tesis hegeliana de América como vacío, no habrá posibilidad de y, más tarde, por Campanella y Bacon, entre los más conocidos
un acto de negación desde nosotros mismos, y caeremos en una del género utópico. En todos ellos se encuentra supuesta una
autoproyección alienada, desde una historia. ajena, impuesta. Por
1
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1
132 EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD

radical ahistoricidad de América, condición que facilita la cons.


titución de un discurso ejercido por un sujeto que previamente
s~ ha declarado "descubridor" de ese buscado "no-lugar" que
EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD

entre lo utópico y lo profético, que en cuanto saber anticipa-


torio de inspiración divina, es rechazado desde el punto de
133

cbaza la posibilidad de un saber conjetural. Todo juicio de futu-


ro queda invalid~do como consecuencia de una indiferenciación

¡ habían soñado ya los antiguos con la última Thule, las Hespé.


rides o las Islas Bienaventuradas. Las utopías han cumplido
y cumplen una función de crítica social de tipo indirecto, y a
vista de la filosofía. Nada tiene que ver ésta con la antigua
mántica, ni con el tipo de sabiduría propio de la tradición he-
breo-cristiana de los profetas. Del mismo modo, ningún papel
1 juega la utopía, a pesar de no poderse desprender de ella, como
la vez, un papel regulador, indicando a su modo los límites po.
:1 sibles para una sociedad de acuerdo con los horizontes de com. nemos visto, en cuanto que el-dest-ino -de los pueblos no es
una tarea o un proyecto de un sujeto histórico, surgido de su
l
.j
prensión de cada época. Ahora bien, ni el sujeto ;:¡l!for_ del
discurso utópico, ni la sociedad .a la cual se criticaba, y a -la
cual se le proponían límites y posibilidades, eran eTñoinbre
propia empiricidad, sino algo que forma parte del despliegue
necesario de otro sujeto, al que le acontece "caer" en la histo-
1 americano y la sociedad americanas. América fue para estos au. ria, y de lo cual nos enteramos a posteriori. Con Hegel se pro-
1 tares, y entre ellos para Hegel, un continente para ser soñado duce una primera muerte de las utopías de estilo renacentista,
l por otros. aun cuando todavía se mueva dentro de su atmósfera, mas ello
A esto se agrega, concretamente en el caso hegeliano, que la a costa de la función utópica misma, de la cual aquel estilo
negación de historicidad surge del hecho que muestra una ha sido una de sus manifestaciones. De hecho, aquella m'-\erte
nueva humanidad que no aparece integrada en la "historia se habrá de producir cuando un nuevo hombre, que comience
mundial", sino al margen de la misma y, más aún, ajena a ella a considerarse como ente histórico, retome la utopía con otro
totalmente, por lo menos hasta el momento del "descubrí· sentido, y ése ha sido el papel que le tocó jugar a América cuan-
miento". De este modo, la historicidad no es entendida como do comenzó a comprenderse como sujeto de su propio devenir
aquello que funda la posibilidad de la historia, ~ consecuente- histórico.
mente de la historiografía, sino que como ya anticipáramos, se Una de las tareas más valiosas a las cuales habrá de entre-
¡ invierten las relaciones. No está de más que insistamos en la garse el hombre americano, que comenzó a tomar fuerza ya
afirmación de que el hecho de que el hombre americano pri· -a fines del siglo XVIII y caracterizó singularmente al siglo xrx,
mitivo, en particular el de las grandes culturas, no hubiera lle- será, entre otras cosas, el de un rescate del saber de conjetura,
~ gado a pensarse dentro de los marcos de algo semejante a y dentro de él de la utopía como función crítica reguladora,
una "historia mundial" dentro de sus propios límites culturales, la que sólo es posible a partir de un reconocimiento del sujeto
o no fuera pensable en relación . con aquella misma historia como valioso para sí mismo, y a su vez, desde una comprensión
organizada por otros, no implicaba, de ninguna manera, que de la universal historicidad de todo hombre. Con ello, quedan
no fuera un ser histórico, ni menos aún que no tuviera un las puertas abiertas para un planteo -episten:'ológico de la cues-
modo propio de asumir la particula'r temporalidad que carac- tión del destino social y cultural de nuestro ser latinoamericano,
teriza a todo hombre en cuanto tal. como asimismo de uná filosofía de la historia organizada sobre
Y precisamente, el desconocimiento que se da junto con el la categoría de futuridad rescatada como positividad.
encubrimiento sistemático llevado a cabo por los ideólogos co- La problemática del destino de América y de su hombre, como
lonialistas de Ia Europa "descubridora", y sobre todo conquis- americano, se relaciona, tal como lo vimos en el caso del "le-
tadora, constituyó uno de los hechos más importantes de la gado", con el proceso de incorporación al Occidente. Por eso
"historia mundial", que no aparece expreso en la filosofía de mismo, se desarrolla en íntimo contacto con el concepto de
la historia hegeliana y en otras similares a ella. Para reconocer "historia mundial" y con la filosofía de la historia que implica.
tal encubrimiento habria que haber partido de un reconoci- Se conecta, asimismo, estrechamente con las cuestiones de
miento de historicidad de una humanidad que pasó a ser do- "unida,d" y "diversidad" de América Latina. Nuestro destino his-
minada. Y aquí sí que no hubo relación de utopía entre Europa . tórico consiste en que podamos algún día afirmar un "nosotros"
y América. legítimo, con el que nos incorporemos al proceso de humaniza-
De este modo, en el caso de América, Hegel, al mismo tiempo ción, sin tener que esperar, ciertamente, la consumación de los
que se atreve a aventurar conjeturas, condicionado indudable- hechos. Mas, para eso, nuestra filosofía de la historia no habrá
mente por la fuerte tradición utópica que desde el Renacimiento de transitar los caminos ya incontables del discurso opresor.
rigió toda comprensión de lo americano a nivel discursivo, re-
gm' 135
. ~~·Ji
EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD
134 EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD
mente lo "nuevo", como manifestación de una mismidad repe·
No será necesario tener "historia", sino saberse ente histó- titiva, sino la alteridad. Que el propio Bolívar no comprendiera
rico. No será necesario tampoco, en el caso de descubrir que al final de sus días este hecho, no invalida el sentido del .au-
ya tenemos alguna "historia", ponernos a justificarla frente a téntico bolivarismo.
la "gran historia" elaborada por los teóricos de la Welt. La raíz de esa diferencia de planteamientos deriva del de la
geschichte. Una vez más, la tarea habrá de ser la inversión de la desnaturalización y pérdida de sentido del a priori antropo-
filosofía imperial. lógico, acaecidos en la filosofía hegeliana, y el reencuentro es-
La problemática surge claramente del pensamiento de Simón pontáneo de ese principio por parte de un hombre que se había
Bolívar, expresado en 1815, en SU-"Carta--de Jamaica", años lanzado, como oprimido, en una lucha de liberación. Se trata
antes que Hegel dictara sus cursos sobre filosofía de la· his- de un hombre, en este caso, del hombre hispanoamericano, el
toria universal. Para el Libertador había en nuestra América que representa y expresa Bolívar, que si bien no había entrado
una serie de factores que constituían, según vimos, razón sufi- en la historia mundial, o estaba dando sus primeros pasos en
ciente de unidad, a pesar de los factores que se presentaban ella, se consideraba a sí mismo. como sujeto de historia, aun
como diversidad disolvente. La unidad de nuestra América, con- cuando estuviera en sus primeras páginas. Se trataba de un
dición indispensable para jugar un papel dentro de una histo- hombre que no se apoyaba tanto en la historia como lo ya acae-
ria mundial, encerraba toda la problemática de nuestro destino cido y lo historiable, aun cuando se le presentaba como un
histórico, su punto de partida y también su meta. Bolívar tenía pasado inmediatQ glorioso, co.mo en su propia historicidad, es
clara conciencia del margen de utopía que encerraba su pro- decir, en su condición de ente histórico, raíz de aquella valora-
yecto, pero, en ei sentido de un "no-lugar" que podía tener ción. No temía por eso mismo incursionar por lo que podría
"lugar", como él lo expresa, "en alguna época dichosa". "¡Qué ser utópico, y aquella "época dichosa de nuestra regeneración",
bello sería -dice- que el Istmo de Panamá fuese para nosotros con la que Bolívar expresaba su sentimiento, tenía un "lugar"
lo que el de Corinto para los griegos! ¡Ojalá que algún día posible, por lo mismo que el juicio de futuro, y con él el saber
tengamos la fortuna de instalar allí un congreso de los repre- de conjetu~eran ejercidos desde una voluntad que correspon·
sentantes de 'las repúblicas, reinos o imperios, a tratar de dis-
La meditación de Juan Bautista Alberd~re este problema,
día a un sujeto no enajenado.
cutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las 8
nacíones de las otras partes del mundo. Esta especie de corpo- en 1844, en un texto que ya hemos comentado antes, revela
ración podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra claramente que el pensamiento de Bolívar no era un momento
regeneración." 5 Estas palabras de Bolívar suponen una filo- accidental. Se plantea Alberdi la cuestión del destino, en rela-
sofía de la historia, fundada no solamente sobre una experien- ción estrecha con nuestra unidad y diversidad, a la vez que
cia históric_a vivida directamente por el mismo Bolívar y por trata de mostrar la legitimidad del contenido utópico del plan-
el grupo social que representaba, sino además, sobre la concien- teo. Retoma la tesis bolivariana y vuelve a preguntarse por el
cia de la capacidad de "hacer historia" y, por tanto, de plan- destino de nuestra América: "Desde que concluyó la guerra de
tearse su futuro, entendido como destino. gste resultaba la Independencia con la España --dice- no sabemos lo que
entendido, como aquello que debemos llegar a ser social y cultu- piensa la América de sí misma y de su destino: ocupada de
ralmente, por lo mismo que de alguna manera ya lo somos y, trabajos y de cuestiones de detalle, parece haber perdido de vista
sobre todo, porque somos entes históricos. La filosofía de la el punto común de arribo que se propuso alcanzar al romper
historia que se desprende de los textos bolivarianos, se organiza las trabas de su antigua opresión."
sobre una fórmula radicalmente distinta de la expresada en el Esta problemática del destino de América y del hombre ame-
texto hegeliano: en el pensamiento del Libertador no hay que ricano -nos aclara ahora Alberdi-, no fue en Bolívar una
ocuparse "de lo que ha sido y de lo que es", sino de "lo que es "utopía negativa". Los "utópicos negativos" son aquellos que no
y .de lo que será", enunciado en el plano concreto de la con- sólo "ven lo que no existe", sino que además "no ven lo que
tingencia de lo histórico. Por lo demás, si pensamos los ideales existe", lo que "todo el mundo toca". Niegan, por eso mismo.
bolivarianos dentro de ese amplio programa de humanización. "la realización de un hecho considerado practicable por el genio
con que fueron planteados, más allá de sus inevitables condi-
6 Juan Bautista Alberdi, Sobre la conveniencia y objttos de un Congreso
cionamientos sociales, aquella contingencia no suponía única-
General Americano, Santiago de Chile, 1844.
11 Sim6n BoUvar, Escritos políticos, ed. cit., p. 63.
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. EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD 137
'
136 EL DESCONOCIMIENTO DE LA HISTORICIDAD
.
Tal es el sentido· del destino en esos ensayos sobre la rea-
mismo de la acción -dice Alberdi hablando de Bolívar- y por lidad americana en los que se señalan con fuerza los factores
el buen sentido de los pueblos". El Libertador habría puesto negativos que nos impiden cumplirlo, y que no son otros que
en marcha, pues, una "utopía positiva" que debía ser retomada los derivados de una defectuosa afirmación de nosotros mismos
:1 en su sentido de idea reguladora a partir de la elaboración de como constructores de nuestra propia vida latinoamericana.
"tipos ideales de organismo social". Alberdi propone dar las Manuel Ugarte planteaba así las cosas en su Destino de un con-
bases de un saber anticipatorio, un "idealismo" con raíces en tinente, en las primeras décadas de este siglo. Nuestro destino
la realidad empírica. De la conjunción de idealidad y empiri- frente a las nuevas formas del imperialismo, depende, como
cidad habrá de salir la unidad expresada inicialmente como hemos recordado páginas atrás, "del amor a nosotros mismos", de
acto de voluntad, en "un programa de su futura existencia con- "la inquietud de nuestra propi_a __ ~xist!;!ncia", en otras pala-
tinental". Será éste "una carta náutica que marque el derrotero bras, del reconocimiento de nosotros mismos como valiosos.
que deba seguir la nave para cursar el mar grandioso del por- Del mismo modo lo había entendido a
fines del siglo pasado,
veqir". Bolívar, hombre de acción antes que de pensamiento, César Zumeta en su obra El continente enfermo, en donde la
no propone un imposible en el sentido negativo de lo utópico. dolencia que señalaba, no era la que divulgarían los positivistas
Parte de la afirmación de un hombre americano que se conoce al estilo, por ejemplo, de un Alcides Arguedas o de un Carlos
en su misma realidad histórica como sujeto de su historia, con Octavio Bunge. Nuestra "enfermedad" era un hecho histórico8
las contradicciones y límites que esa experiencia muestra. En y derivaba de nuestra renuncia a afirmarnos a nosotros mismos.
aquel conocimiento, que es un reconocimiento, consiste el "em-
pirismo" que ha caracterizádo, según piensa Alberdi, a los gran-
des realizador-es de la América Hispánica.
Tanto del pensamiento del Libertador, como de la interpre-
tación que de él hace Alberdi, surge que el destino de América
y de su hombre, no es entendido comó una realidad hiposta-

l 1¡l
siada. No se trata de un ente con voz propia al que hay que
"escuchar", tal como aparece en el mismo Hegel, quien hablaba
de la victoria de los griegos sobre los persas como algo que era
producto del "gran interés del Destirroi'Jt'i" el florecimiento de
todo el Occidente". Tampoco se trata del "Destino manifiesto",
heredero directo del anterior, con el que los ideólogos del ex-
pansionismo yanqui han pretendido · justificarlo. Ni menos se
trata de un destino, que como respuesta a la doctrina norte-
. americana, sea entendido, a su vez, como nuestro "Destino
manifiesto". 7
La afirmación de un "nosotros" que conlleva el problema de
un destino latinoamericano, tiene una raíz, como lo señala
acertadamente Alberdi, de tipo empírico. Se trata de una tarea,
un hacer, que venimos cumpliendo juntos y que podríamos ter-
minar también juntos, sobre la base de una decisión que puede
tener amplios márgenes de error, pero también de acierto.
América Latina sólo se justifica en cuanto inicie desde sí misma
un proceso de humanizaciOñ que sea consciente de las limita-
ciones de los anteriores procesos similares, y sólo podrá ha-
cerlo, volviendo a todos aquellos legados que ha recibido, como 8 Manuel Ugarte, El destino de un continente, Buenos Aires, La. Patria
asimismo a todos los que habrá de recibir, asumidos desde Grande, 1962 (la primera edición fue de 1923); y César Zumeta, El conti-
el sujeto latinoamericano concreto. nente enfermo, Caracas, Artes, 1961 ("Continente enfermo" es un artículo
7 José Vasconcelos, La raza cósmica, en Obras Completas, México, Libre- apltrecido en Nueva York en 1899).
ros Mexicanos Unidos, tomo II, 1958, pp. 918, 919, .920, etc.
mJ
1 ,;

LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORÁNEAS 139


ii en el tiempo", o si es hombre, encontrarse "arrojado en el
:1 VIII. LAS ONTOLOGíAS COl\TTEMPOMÑEAS Y EL mundo" como consecuencia de una culpa originaria, sobre la
ft PROBLE.MA DE NUESTRA HISTORICIDAD base, tanto en un caso como en el otro, de una aprioridad del
ser respecto de los entes. De esta manera, la problemática de
la historicidad del hombre y más concretamente de su cotidia-
ANTONELLO
1 GERBI en su valioso libro La disputa del Nuevo Mun. nidad, se desarrolla de modo inevitablemente paralelo con el
do ha estudiado el desarrollo de lo que bien podría denom¡. de la relación entre lo "originario" y lo "originado", lo "onto·
narse "ideología antiamericanista",-entre los años de 1750 y · -16gico" y lo "óntico", lo "fundante" y lo "fundado", planteados
1900 y dentro deJa <mal, según él mismo nos lo dice, el "triunfo en tales términos que acaba por desvirtuarse aquella historici-
más pleno" fue alcanzado en los escritos hegelianos. dad y la única posibilidad que le queda al hombre viene a ser,
En sus líneas generales, esa ideología se caracterizó, de acuer- según las formulaciones enunciadas en cada caso, otra vez, la
do con lo que estamos viendo, fundamentalmente, por un des. de un "regreso".
conocimiento de la historicidad del hombre colonial- sin Ahora bien, retomando nuestra historia, llegó un momento
olvidar las proyecciones que esa misma actitud tuvo respecto ·en el que el hombre europeo dejó de ser el único que hablara
del proletariado europeo- en relación con un europeocentris- del hombre colonial y que éste comenzó a ocuparse de sí, cier-
mo cuya justificación se dejó, entre otros ideólogos, en manos tamente con el mismo lenguaje, pero, en ocasiones y tal como
de los filósofos de la historia. Tal campo del saber suponía, a hemos tratado de mostrarlo, con una intencionalidad distinta.-
pesar de lo dicho y en el caso particular de Hegel, una com. En el rescate de esos momentos se encuentra-la posibilidad
prensión de la temporalidad nueva y hasta revolucionaria, que de una historia de la fHosofía latinoamericana, dada como suce-
llevó a la distinción radical entre el tiempo de la naturaleza sivos recomienzas dentro de un marco de unidad no difícilmen-
y el del homore y, a Ja vez, dio- las bases para una respuesta, te reconstruible. En ese ya largo proceso, no bien conocido
también nueva y revolucionaria, respecto del ser del hombre, aun para nosotros, de lo que el hombre americano dijo de sí,
visto de ahí en adelante como ente histórico. Ya no cabía nin· llegó también un momento en el que se rep.r_oduciría un hecho
. gún "regreso" a la naturaleza y las formas de alienación que en alguna manera semejante al que hemos mencionado. Nos
afectaban al ser humano no podrían en adelante ser resueltas referimos a algo muy reciente que ha tenido lugar dentro de
mediante utópicas fugas, sino dentro del marco de lo social. una de las líneas de desarrollo de las ontologías elaboradas
Se iban dando las bases para un humanismo que, a partir de en América Latina en las décadas de los 50 y 60.
la noción de historicidad, una vez desfondado el mito del Es· Esas ontologías, bajo las influencias de la filosofía europea
píritu Absoluto que había oscurecido las intuiciones originales de las dos posguerras, se plantearon la cuestión del hombre
de aquella filosofía de la historia, y una vez desenmascarados americano, la que desarrollaron de modo expreso en unos casos,
los mitos sucedáneos, concluiría en una comprensión del hombre implícito en otros, en relación con una determinada compren-
como objeto de su hacerse y su gestarse.
sión entre el ser y los enfes. Las respuestas que se dieron a
Lo que resulta sorprendente, lo cual no significa que no sea aquel problema incidieron, como es fácil pensarlo, sobre la
explicable, es el hecho de que las más agresivas ideologías so. comprensión de la naturaleza de un sujeto que había comen-
bre las cuales se han tratado de justificar los imperialismos zado, una vez más, a ocuparse de sí, comprensión que en las
tanto del siglo xrx como del nuestro, podrían ser consideradas ontologías mencionadas concluyó en la atribución de una histo-
como un desconocimiento de historicidad de determinados gru- ricidad defectiva, reducida a una futuridad, o en una negación
pos humanos en pensadores que, como Hegel, abrieron las puer- de historicidad, teniendo todas como punto de partida, casi
tas para el descubrimiento de esa misma historicidad. El sin excepción, ciertas pretendidas experiencias originarias de la
pensamiento antropológico se muestra en esta ya larga historia temporalidad y una afirmación del ser de América como
que va desde Hegel hasta nuestros días, desarrollado dentro "vacío".
de los términos de una ontología en la que le acontece a un de- Aquella historicidad disminuida y hasta radicalmente negada,
terminado sujeto, que no es necesariamente el hombre, "caer venía a afectar la imagen del hombre americano como realidad
1 Antonel!o Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polé- entitativa, hecho que aparece planteado de modo paralelo al de
mica, 1750-1900, México, Fondo de Cultura Económica, 1960. una noción de ser que de manera más o menos expresa se ma-
138 nifiesta, en aquellas filosofías de la temporalidad, desarrollado
140 LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS
LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS - 141
desde los supuestos de una "ontología del ser" y desde un re-
¡) chazo, por lo general implícito de planteamientos derivados de
~~
El ensayista chileno Félix Schwartzmann en su libro El sen--
una "ontología del ente" o del "objeto". Este hecho, como lo
.1¡'.. timiento de lo humano en América; cuyo primer tomo apareció
mostraremos al final, explica, a nuestro juicio, los intentos de
¡;~
un rescate del ente en planteas metafísico-ontológicos que po- en 1950, 2 nos habla de un "rasgo unificador" vivido por el hom-
dríamos considerar como la otra línea de desarrollo de las onto- bre latinoamericano, al que caracteriza como "la comunidad
logías de las décadas de los 50 y 60 y aun más aiiá, desde la cual positiva del anhelo, de la experiencia cualitativa de la tempora-
se intentaron otras respuestas al problema de la "historicidad" lidad percibida como plenitud de futuro" y que tiene su origen
o se enunciarQR_otras bases para el mismo. De igual manera, en un acto de experiencia primigenio, exclusivo de lo ameri-
cano. Se trata, según sus palabras, de "la experiencia propia de
ambas tendencias parten de dos concepciones antropológicas, lo visto por primera vez, de lo no hollado, que todo americano
en una de las cuales el hombre americano es reducido, en los
casos extremos, a una natura naturata cuya única posibilidad siente dentro de sí con rara proximidad. Presencia interior de
lo originario y desprovisto de historia, que no sólo enlaza ro-
de hacerse a sí mismo le viene de "afuera" y en la otra, se
mánticamente en torno a la naturaleza, sino que confiere, ade-
tiende a comprenderlo desde un concepto natura naturans más, especial fuerza al sentimiento de futuro". ·
desde el cual se asume toda natura naturata. Considerado el
!ii problema desde el desarrollo de nuestro pensamiento, la pri-
Volviendo de modo patente a la fórmula hegeliana, bebida a
i
1
mera respuesta ha venido a reeditar, dentro de un nuevo tipo través de sus divulgadores contemporáneos, en particular Or-
L
tega y Gasset, América es el continente sin historia que, para-
de discurso y en circunstancias distintas, planteas equivalentes dojálmente, resulta ser el continente del futuro. La futuridad,
a los que derivaban de un "legado" entendido como a priori
respecto del sujeto y a desconocer por eso mismo, el a priori an- que sólo es comprensible para el hombre dentro de los términos
tropológico o, por lo menos, a debilitarlo. de una temporalidad histórica, queda fundada de este modo
en una temporalidad ahistórica. Dicho de otra manera, el hom-
Toda la historia que vamos a hacer, sobre la base de algunos bre americano, supuestamente colocado en medio de una pre-
ejemplos que nos parecen representativos, no excede los marcos tendida "naturaleza pura", no hollada aún por la historia, posee
de un pensamiento universitario y adolece, por eso, de las -u=- una rara historicidad, para la cual lo único que cabe es la
mitaciones que le son propias. La vida académica, sin embargo, categoría de futuro, la que a su vez no tiene su raíz, ni en un
no está exenta de contradicciones, a pesar de las ilusiones del pasado, ni en --=:!!Q, presente históricos. Por extraño destino, la
academicismo, hecho del que no puede prescindir una crítica naturaleza, no la historia, lo hace futuridad pura. Resulta claro
valorativa. En ello se funda la posibilidad de un rescate de los que ese "futuro" que se apoya en esa pretendida experiencia
metalenguajes que inevitablemente han de ser transitados y que de lo "no hollado" y de "lo desprovisto de historia", no puede
no siempre resultan ser recursos encubridores. Demás está de- ser el futuro propio de ese hombre, en cuanto que ·i!l futuro,
cir, que los recomienzas de un pensamiento filosófico no se con toda su imprevisibilidad, será nuestro cuando se parta pre-
dan, necesariamente, dentro del ámbito de las universidades en cisamente de la experiencia contraria, la de lo hollado o histo-
las cuales la filosofía se ha convertido, por lo general, en un rizado, aun cuando no lo sea plenamente. Resulta curioso cómo
oficio y de las que ha salido la ya enorme masa de literatura la experiencia de las tierras baldías de nuestra América, se
imitativa, hecho que llevó a Augusto Salazar Bondy a negar que transforma en una pretendida experiencia de vacío ontológico.
hubiera filosofía en nuestra América. Mas no por esto hemos de La "peculiar experiencia de la temporalidad" de la que nos
renunciar, muy por el contrario, al estudio de la filosofía univer- habla Schwartzmann es simplemente una ilusión y, lo que es
sitaria, siempre y cuanto no caigamos en las trampas con las más grave, una eJusión, favorecido todo esto por el juego verbal
que se disimula lo ideológico y seamos capaces de señalar el de estas ontologías de la temporalidad, como también por una
modo como es posible, dentro de sus marcos, la enunciación Visión "romántica" del paisaje americano, como el mismo autor
de principios que puedan servir para un pensamiento liberador. lo declara, ciega para la presencia del hombre de la tierra que
Comenzaremos hablando de algunas formulaciones del pro- ha jugado y juega su destino en medio de una naturaleza
blema de la historicidad del hombre americano, en las que no que no se le presenta como "paisaje originario", sino como
se la niega, pero se la reduce, sin embargo, a lo que podríamos el lugar en· el que carga con su propia historia en la lucha por
denominar una mera futuridad y se concluye, por eso mismo,
en la afirmación de una natura naturans defectiva 2 Félix Schwartzmann, El sentimiento de lo humano en América. Antro-
pología de la convivencia, Santiago, Universidad de Chile, Instituto de Es-
tudios Culturales, 2 tomos, 1950 y 1953.
142
LAS ONTOLOGfAS CONTEMPORANEAS
LAS ONTOLOG.tAS CONTEMPORANEAS 143
sobrevivir. En consecuencia, si nos atenemos al autor chileno,
el hombre americano posee una historicidad defectiva. Su fu- visto obligado a vivirla de manera original, especial. Nuestro
turo no lo hace desde sí mismo, sino desde un vado, por cuanto ser reside, justamente, en ser siempre de este modo." 4
se parte de la hipotética posibilidad de un enfrentamiento con Dentro de estos ensayos sobre la naturaleza del ser de Amé-
una naturaleza absoluta, lo cual supone, asimismo, un punto de rica y del hombre americano, la posición de Mayz Vallenilla
partida absoluto que no se da de hecho ni siquiera para el hom-
bre "prehistórico". significa una radicalización del problema de la historicidad. Ya
[ ¡~
no es solamente deficitaria por cuanto se partiría de un "no
La misma intención que mueve el ensayo ~ Schwartzmann, ser", sino que ahora lo es, además, por obra de un vaciamiento
la de encontrar de modo_:tadicaL lg que diferencia al hombre de "''to--tuturo~·. reducido a una mera "futuridad". De ahí que
latinoamericano del europeo, la encontramos en el filósofo ve- si bien nos habla de un hombre americano como integrado
nezolano Mayz Vallenilla. Derúro-de los típicos planteas de una ya en la "historia mundial", el futuro de ese hombre se resuelve
fenomenología fuertemente influida por el heideggerismo, se en una incógnita y, a pesar de las declaraciones en contra, se
pregunta si Jo ""nuevo" del Nuevo Mundo es novedad "óntica" insinúa una especie de mesianismo, claro está que de carácter
,¡; u "ontológica". Si es lo segundo, debe radicar en un "temple formal, en el que ya no se espera a "El que vendrá", al modo
·:;. de conciencia" desde el cual para el americano su "mundo" rodoniano y de los arielistas, sino a un "algo que se acerca",
·'¡¡·
aparece como "nuevo". Ese temple existenciario, según lo en- como mera posibilidad abstracta. Por otro lado, al afirmar
tiende Mayz ValleniUa, es la "Expectativa", El hombre ameri- una experiencia de conciencia como futuridad pura y en tal
cano se ha descubierto como "conciencia expectante" y el tem- sentido indeterminada en lo que se refiere a contenidos, y neu-
ple, desde el cual par~e, caracteriza toda su comprensión del tra en cuanto a posiciones axiológicas, se corre el riesgo de -caer
i~ ·~: mundo. Por cierto que la Expe<;:tativa supone necesariamente en la indiferencia hegeliana de la que hemos hablado en pá-
rk
¡off; una cierta afirmación ~el sujeto, un re~onocimiento de sí ginas atrás, El a priori antropológico, que se organiza sobre
··¡t mismo en su propia naturaleza, mas aquella autoafirmación es, una tabla en la que rige la diferenciación entre el valor y el
a la vez, un restárse sujetividad, ya que por obra de la actitud disvalor, queda limitado a un cogito entendido como la con-
expectante, nos afirmamos tan sólo como un- "no-ser-siempre- ciencia de un existente abierto a lo necesario de la temporalidad,
todavía". Se habría interpretado, de este modo, en su verdadero sin más. Como era de esperar, esta "originalidad" del hombre
sentido y, a la vez superado, la comprensión hegeliana de Amé- americano, "tan radical y decisiva", no podía menos que des-
rica, expresable según Ortega y Gasset, en una fórmula muy pertar en el mismo autor un cierto asombro, de modo parecido
parecida a la que propone Mayz Vallenilla, "un todavía no",s al que nos confiesa un Murena.
en cuanto que ésta corre el riesgo de hacer referencia a un fu- A pesar de que Mayz Vallenilla le reconoce historicidad al
turo como espera de "algo", en un nivel de onticidad. La hombre americano, e incluso trata de señalarnos, como hemos
misma objeción cabria hacerle, si nos atenemos a este planteo, dicho, cuál es el sentido con el que se ha incorporado a la
a la experiencia de temporalidad de las que nos habla Schwartz- historia mundial, aquel sujeto resulta depotenciado. Del mismo
mann y tanto este escritor, como el clásico filósofo de la histo- modo sucede con todo lo que pueda haber aportado en el pro-
ria y su divulgador Ortega, no habrían profundizado en lo ceso de humanización de sí mismo, tarea que únicamente puede
ontológico. La Expectativa sería, por e] contrario, el funda- marchar sobre la base de proyectos orientadores de una praxis
mento de posibilidad de todo esperar, por lo mismo que se lo 1 social que, aun cuan<;lo limitadós dentro de horizontes de com-
radica en lo ontológico, en un temple existenciario que es, por
i
prensión epocales, no podrán nunca ser justificados desde una
Jo demás y según palabras de nuestro autor, "radkal y deci- futuridad formalizada y vacía, atenida cuanto más a un impre-
sivo" para el hombre americano. "Este 'no-ser-siempre-todavía' ciso "algo que se acerca". Por lo demás cabe preguntarse hasta
parece ser -nos dice- el carácter original del americano, su qué punto es aceptable una reducción de la humanidad latino-
concepción de la historia, su modo de vivirla, su dialéctica, una americana a ese "hombre americano" del cual nos habla, como
dialéctica original, la aportación original del hombre americano asimismo cuál .es la validez de la descripción fenomenológica
a la historia en sentido universal. El hombre americano, el que se lleva a cabo, en la medida en que la presunta experiencia
latinoamericano parece ser que por obra de esa historia se ha sobre la cual se apoya no ha sido criticada en sus supuestos.
Desde otro ángulo, otro filósofo nuestro, el argentino Nimio
a José Ortega y Gasset, "Hegel y América" (1928), en Obras Completas,
Madrid, Revista de Occidente, 1946, tomo 11.
• Ernesto Mayz Vallenilla, "América como problema", revista Epirteme,
Caracas, núm. 1, 1957.
rr· LAS ONTOLOG1AS CONTEMPORANEAS
145
H!'
th 144 LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS
i.J.:
~~:
fenómeno cultural. De todos modos hay en ·esto una cierta-
de Anquín, ha tratado de encontrar la "originalidad" de ese ambigüedad y de la ontología de Nimio de Anquín surge una
¡\: débil afirmación del hombre americano como sujeto de su pro·
"hombre americano", a pa:rctir del modo de vivir la historicidad
:¡¡ que lo diferenciaría, si no del hombre europeo, por lo menos pia historia, acusado de moverse dentro de una cultura inci·
piente y de una inmadurez que lo mantiene, hasta ahora, dentro
!f del hombre de las culturas maduras. La tesis de una América
a "naciente", sin pasado a tergo, es para De Anquín un ·supuesto de los límites de una "historia pequeña". El mito de la Welt·
l! existencial, que aun cuando no lo llega a pensar como un "temple geschichte viene, una vez más, a interponerse entre el pensador
u~
·i'~ existenciario", hace de punto de partida de nuestro pensa- y su propia realidad, desfigurando las verdaderas causas de
miento a tal punto que lo conforma en su_propia~naturaleza. nuestra debilidad. Y así como Martí hablaba de "razas de
"Nosotros ~dice- somos futuro puro o sea que para no- breria", podría decirse, sin desconocer el v.igor especulativo de
.sqtros no rige la categoría de la culpa, porque carecemos de pensadores como De Anquín, que no se ha llegado a la compren·
pasado. Toda la filosofía heideggeriana de la deuda o de la sión de que también hay "historias" que podrían ser calificadas
culpa fracasa en América porque la conciencia americana es, del mismo modo. Por otra parte, es dudoso que no haya entre
por ahora, futuro puro, y por eso digo que aquí, filosóficamente nosotros, a pesar de nuestra "pequeña historia", formas de con·
no puede haber pecado original." 5 En función de esto, el pen- ciencia culpable, en cuanto que no es necesario, para que ello
samiento americano resulta ser una curiosa reedición de la se produzca, una tradición al estilo de la que ha posibilitado
actitud que muestran, según Nimio de Anquín, los filósofos una historia mundial y en cuanto que hemos ingresado en la
jonios, motivo por el cual entiende que vivimos una especie de misma repitiendo e interiorizando todas las formas del discurso
"presocratismo". Mas, la tesis de Nimio de Anquín resulta en opresor que ha generado hasta ahora.
parte atenuada, pues, así como para los presocráticos no se De todos modos, De Anquín piensa el problema de ia natu-
puede de ninguna manera desconocer un pasado, ni menos ha- raleza del hombre americano dentro de los términos de lo que
blar de ellos como puestos en su momento frente a una futu- hemos denominado una "historicidad positiva" que, a nuestro
ridad corrió aparece entendida en Mayz Vallenilla, otro tanto juicio, aparece reforzada en él por su doctrina del "ontismo".
acaece en América, por donde se salva nuestro autor de caer Sin entrar a considerar la tesis de acuerdo con la cual ven·
en hegelianismo, como también de incurrir en una radicalización dríamos a ser una curiosa reproducción de los presocráticos y
del problema de la historicidad. En efecto, esa ;'juventud" o viviríamos una especie de "virginidad cultural", fu4eoría del
1 "novedad" del hombre americano no implican un modo de ser "ontismo" -de la que nos deberemos ocupar más adelante- le
~
ontológico negativo que imposibilita lo histórico, sino que permite a De Anquin íntentar una fundamentación de la alte-
surgen de una historicidad positiva. Para De Anquín, el hombre ridad del ente respecto del ser. Ello consolida dentro de su
americano se encuentra incorporado en la historia universal, pensamiento aquella "historicidad positiva" que le lleva a apar-
no de una manera extraña y ciertamente inexplicable, sino de tarse de las filosofías de la conciencia desde las cuales se ha
un modo arcaico, semejante al del hombre presocrático. Resulta planteado, por lo general, el problema de esa misma historici-
que esa manera de ser "futuro puro" no depende, como en Hegel dad y hace posible una comprensión del a priori antropológico
y en otros que no se han apartado en esto del hegelianismo, de deFrente
signo afirmativo.
ser lo americano algo colocado antes de la historia, en el mar- a estas ontologías que hemos comentado y dentro de
co de una geografía, sino que es tan sólo consecuencia accidental las mismas décadas, serán formuladas otras en las que la na-
de la carencia de una "gran historia" que nos ate a una tradi- turaleza del hombre americano será caracterizada como una
ción. m problema de la futuridad, a pesar de los términos ex- carencia total de historicidad, ya por no haberla tenido nunca,
tremos con que De Anquín se expresa en la cita transcripta, se ya por haberla perdido. América y su hombre no posee, para
da dentro de lo histórico y sin vaciar al futuro de contenido. ellas, ningún poder de autorrealización y se resuelven ambos
La carencia de una "culpa" en nosotros no deriva de una ausen- en una natttra naturata, de la cual se salva, y no en todos los
cia de historicidad, sino de no haber alcanzado una tradición, casos, únicamente el "filósofo de la temporalidad". A su vez,
aquella misma que fatigaba a los europeos y creaba en ellos estas ontologías insistirán fuertemente en nuestra naturaleza
una conciencia de culpabilidad, por lo que la "culpa" no resulta pecaminosa, fruto de una "caída".
ser una cuestión ontológica ·al estilo heideggeriano, sino un . El tema del pecado original tiene, dentro de las teorías acerca
del ser americano, una ya larga data. Para Sahagún, en los
5 Nimio de Anquín, "Lugones· y el ser americano", revista Arkhé, C6r-
doba (Argentina), 1964.
~~:''"~~'''''

147
LAS ONTOLOGíAS CONTE~PORANEAS
146 LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORÁNEAS
todos los desarrollos posibles dentro de los términos de un
primeros tiempos de la Conquista, los indios eran víctimas de discurso ..apocalíptico. A su manera, este libro y otros de jaez
una debilidad moral e intelectual resultante del pecado primi- semejante, constituyen una prolongación y una nueva formula·
genio.6 Este planteo teológico, que no reducía el estado de peca- ción de la actitud que determinados grupos, pertenecientes a ·las
minosidad a un. determinado pueblo, ni partía de la afirmación burguesías rioplatenses, adoptaron frente al vasto fenómeno
de un "pueblo elegido" exento de él, sino que únicamente seña- de la inmigración europea y a sus consecuencias sociales, ac·
laba su mayor o menor fuerza y presencia, fue con el tiempo titud visible ya de modo claro en toda la problemática del
transpuesto dentro de los términos de una filosofía de la cultura, "cosmopolitismo enervador" del que se hablara del 900 en
e inclusive de una ontología, como uno de los recursos ideo-
lógicos a los que se echó mano para justificar diferencias no adelante.
meramente accidentales sino de naturaleza. "La impotencia En un tiempo habitábamos [dice este hijo o nieto de inmigrantes
de la naturaleza -nos dice Antonello Gerbi comentando las europeos] en una tierra fecundada por el espíritu, que se llama
afirmaciones sobre América que hace Hegel- es la traducción, Europa, y de pronto fuimos expulsados de ella, caímos en otra
en términos fisiológicos, del antiguo Pecado Original. Y así tierra en bruto, vacua de espíritu, a la que dimos en llamar Amé·
como éste había servido para explicar, no sólo la expulsión del rica ... En aquel tiempo estábamos en el campo de lo histórico, y
hombre del Paraíso, sino también toda la decadencia del mundo la. savia y el viento de la historia nos nutrían y nos exaltaban,
hacían que cada objeto que tocáramos. cada palabra que enun·
ciáramos, cada palmo de tierra que pisáramos, todo, tuvi~se un
físico. . . y la universal pérdida de vigor de la Naturaleza, así,
la 'impotencia' hegeliana, sin sombra de_ justificación en cuanto
sentido, fuese una incitación; ahora poblamos naciones fuera del
castigo de culpa cualquiera, acude a dar cuenta de aquello que magnético círculo d.e lo histórico ... naciones a las que la historia
en el Casinos no anda como debería andar o no es como a sólo alarga la mano en busca de recursos materiales, por lo
nosotros nos pareciera ser." 7 Hegel marca el momento culmi- que la historia tiene para nosotros una significación puramente
nante en el que se generaliza e impone la idea de que ciertos material, y cada contacto con ella resulta vano y humillante para
pueblos padecen una suerte de "culpa originaria", de la cual nuestro espíritu. De la cima alcanzada por pueblos que se cuentan
están exentos otros. En otros términos; pueblos que no han entre los más luminosos del mundo, hemos sido abatidos al
sido expulsados del Paraíso y otros que ni siquiera han tenido magma primordial en el que el destino humano tiembla al ser
la suerte de haber sido arrojados de él, debido a un "pecado" puesto otra vez en cuestión. De poder ser todo lo que el hombre
es, hemos pasado a no ser ni siquiera hombres. De ser la semi-
anterior a la maldición que los ha colocado, ab initio, al margen lla sembrada en la nueva tierra, nos hemos convertido en la semilla
de todo Paraíso posible. Pecaminosidad, por lo demás, que no
sólo alcanza a los hombres, sino también a sus tierras y que que cayó entre espinas.
deben pagarlo todos juntos, incluyendo bestias y plantas. De esta manera resulta reinterpretado el antiguo mito de la
A esta suerte de teología demoníaca, con las variantes del expulsión del Paraíso, si bien con sus variantes, dentro del
caso, habrán tle regresar los "ontólogos" de los que ahora nos espíritu con el que es tratado en Hegel, bebido a través de sus
ocuparemos. Toda esta problemática, que habrá de incidir di- divulgadores. Hay hombres que han sido arrojados fuera de
rectamente sobre la cuestión de la historicidad de modo radi- él, pero sucede que hay otros que han quedado· dentro. Hay
calmente negativo, aparecerá siempre como consecuencia de la quienes han caído en el "pecado original" y otros que no, sin
afirmación de una realidad ontológica deficitaria del ser de duda, hombres en éstado angélico, porque "cada tierra guarda
América y del hombre americano, y muy particularmente, de cier- en sí un mandato de Dios" y hay "tierras espiritualizadas" y
to hombre dentro del cual no se encuentra, como es lógico, el "tierras sin espíritu". Por otra parte, tos americanos de origen
propio escritor. - - europeo estamos pagando una "culpa", mas, según parece, el
Uno de los ejemplos más acabados nos lo ofrece el libro "pecado" no lo hemos cometido en el Paraíso, del cual, sin ero·
del argentino H. A. Murena, El pecado original de América, bargo, -hemos sido "expulsados", sino que el pecado lo estamos
aparecido en Buenos Aires dentro del clima generado por el cometiendo porque vivimos en esta América, que es el sujeto que
Grupo Sur, en 1954,8 en donde el problema de la culpa adquiere
padece la maldición divina.
o Abclardo Villcgas, La filosofía en la historia política de México, México,
Se trata, como el mismo Murena lo dice, de un extraño "se·
Ponnaca, 1966, pp. 29-32. gundo pecado original", que es el de "nacer o vivir en América"
7 Antoncllo Gel"bí, obra citada, pp. 389-390. y que "constituye un castigo por una culpa que desconocemos".
B H. A. Murena, El pecado original de América, Buenos Aires, Sur, 1954.
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u LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS
r, LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS
148
¡[ de América, aparecido en 1958.9 El tema de América aparece
"América es el más evidente escándalo histórico del que se allí dentro de una problemática más vasta que es la del univer-
tenga noticia. Los pueblos de Europa y Asia han ido histori. salismo de la cultura de Occidente, a partir de la cual se trata
zándose y espiritua1izándose al mismo tiempo que historizaban de encontrar el sentido de lo que denomina "proceso ontológico
-y espiritualizaban sus tierras ... " Frente a estos pueblos, "no hay americano". Se trata de ver fundamentalmente dos cosas: la
nada más viejo o avejentado que esta América integrada por naturaleza de la historicidad de América y a la vez, la inserción
razas indígenas ~n vías de fusión total o de extinción y por in- de América dentro de la Historia Universal, todo ello desarro-
dividuos de razas no originarias de América que en América llado a partir de una ontología del ente histórico organizada
han visto tornarse súbitamente inútil,. caduco, senil, el espíritu desde un historicismo antisustancialista. Desde este últitno se
que traían de sus comarcas originales". _ lleva a cabo, sabiéndolo o no, el regreso a Hegel. No se trata,
Creado el absurdo, nada más inevitable que él consecu-ente sin embargo, de un regreso directo, en cuanto que este hege-
asombro, fruto uno y otro de una de las manifestaciones más lianismo, como en general ha sucedido en nuestra América La·
caprichosas de la ideología europeísta y antiamericanista. tina, reflotó, en parte, como consecuencia del regreso que
"¿Por qué estoy yo en América? ¿Por qué están aquél y el otro había puesto en marcha Ortega y Gasset. Asimismo deriva del
y e) otro? ¿Por qué están en América todos los que están? ¿Por escritor español la tesis de la "invención" que O'Gorman aplica
qué no nos tocó el destino de Europa o Asia, a nosotros, a al tema de América! 0 Un historicismo radical le lleva paradojal-
todos los que han estado desde el descubrimiento? ¿Por qué mente a la negación de toda historicidad y América, otra vez,
hubieron de verse arrojados del espíritu al no-espíritu, en lugar es presentada como "vacío", tema constante de la ideologíá an·
de poder- proseguir como otros en el seno del espíritu? Y, en tiamericanista que integra la herencia hegeliana .
fin, ¿por qué es preciso que alguien viniem a América?" América -dice O'Gorman- no ha sido "descubierta", como
No se vaya a creer, sin embargo, que nuestro Continente pa- si hubiera estado constituida como tal antes del llamado "des·
. dece un estado de pecaminosidad debido a la- preponderancia cubrimiento". Ha sido fruto de una actividad creadora a la que
de los intereses económicos por sobre los espirituales. Este he· denomina "invención", la que muestra, según el autor, dos
cho no es la causa, sino una de las tantas consecuencias, por etapas o fases, una primera, a la que denomina "invención geo·
cuanto no "estamos" en el pecado, sino que "somos" en él y gráfica", que concluye a comienzos del siglo XVI y otra, la "in-
porque lo económico, de por sí, en condiciones normales con- vención histórica" que se extiende basta la segunda Guerra
·. duce a Ja vida del espíritu. "Lo natural .es que el mercader, una Mundial. A partir de ahí comienza ya a perfilarse el destino de
vez satisfecho, se desinterese de los valores materiales y se América, que es, simplemente, el de dejar de ser América.
En el primer momento, superada la tesis de que las tierras
preocupe por lo estético; por lo moral. ¿Quién puede dictaminar
una incompatibilidad entre el dinero y el espíritu sin verse encontradas eran asiáticas, se acaba por reconocer la existencia
geográfica de un nuevo continente. Ahora bien, lo que se ha
enseguida desmentido por toda la historia?" Nuestra pecami- hallado es nada más que eso, un "continente", es decir, al¡!o
nosidad nos ha impedido organizar, lamentablemente, a diferen- apropiado para recibir un "contenido" que, por cierto, no lo
cia de lo acaecido en el Continente del Espíritu, una estética y tiene. Lo que se ha encontrado, gracias a la "invención geográ-
una moral de mercaderes satisfechos. fica", es lo que ya había señalado Hegel, una pura geografía.
Sobre todas estas ideas Murena organiza una teoría de los
arquetipos, los que son caracterizados en relación al modo como Su ser geográfico [dice O'Gorman] concedido y atribuido durante
responden a la situación de pecado, teoría que deriva de las la primera etapa del proceso, hará las veces de substancia o so-
clásicas categorías sarmientinas de "civilización" y "barbarie" porte del ser histórico que ha de atribuírsele. El sentido con que
retomadas a través de la reinterpretación que hizo de elJas Mar- América adviene al escenario de la historia de Occidente consiste,
tínez Estrada. La pintura de esos arquetipos, "modos peculiares pues, en ese su peculiar vacío original, que al mismo tiempo que
exclusivamente de América", nos pone frente a la raíz social la separa frente a los otros tres continentes, la explica en términos
del devenir histórico en que ellos ya tienen un ser tradicional,
del discurso ideológico de Murena; en páginas que pueden ser
consideradas, en buena parte, como autobiográficas y que re- u Edmundo O'G!'lrman, La inz•ención de América. El uniursalismo de la
flejan el violento rechazo de las masas, principalmente las cultura de Occidente, México, Fondo de Cultura Económica, 1958.
del proletariado suburbano, movilizadas por el peronismo. 1° Cf. José Ortega y Gasset, Obras Completas, cd. cit .. tomo Y. pp. 395-

Otra de las ontologías de la época, es la que nos ha dejado el 396, y tomo VIII, pp. 28-29.
escritor mexicano Edmundo O'Gorman en su libro La invención
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!# 150 LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS
.l LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS 151
puesto que aquel vacío es potencialidad en ese orden del ser.
En suma, que el -ser inicialmente atribuido en el plano histórico puramente geográfico que parecía ser tan sólo propio del primer
a las nuevas regiones, ya plena y previamente constituidas en momento de la "invención" de América, se mantiene vigente
el ser geográfico de una de las partes de la Tierra, no es sino aun en la etapa que denomina de la "invención histórica" :y,
F posibilidad de llegar a constituirse en el ser histórico que por más aún, la hace posible.
ese motivo puede corresponderle.
'rl
,•]
Como ha observado acertadamente Abelardo Víllegas en su
libro La filosofía de lo mexicano, 11 la noción de "invención"
Viene a suceder, en consecuencia, que la condición de posi- que maneja O'Gorman, depende a su vez de lo que entiende por
bilidad de lo histórico, por lo menos-para América, es su propia "hecho histórico". Nos dice, en efecto, que no hay "hechos en
carellcia total de historia manifestada en su puro ser geográ- sí" como se ha entendido con un criterio al que denomina
fico. Este "continente" sin contenido, caracterizado por aquel "substancialista". "El ser de un existente no es algo en sí;
"peculiar vacío original", surge ante la historia de Occidente nada que de un modo misterioso estuviese alojado en las co-
como lo que ha de ser llenado. Estamos frente a una realidad sas ... el ser de las cosas depende del sentido que les atri-
pasiva. "Se trata, recuérdese -nos advierte-, de un ens ab buimos ... " En pocas palabras, y particularmente en materia
alío, de un ente que tiene su razón de ser en otro; concreta- de entes históricos, su ser lo constituimos nosotros, les damos
mente, en Europa, pero no por ella misma, sino sólo en cuanto o concedemos ser. La historia, en este idealismo radical, se
la civilización que representa es la forma más plenaria que se convierte en un hecho de conciencia y particularmente de la con-
ha logrado del ser de la humanidad. América, pues, no aparece ciencia del historiógrafo, que es quien la "hace" o la "inventa",
con otro ser que el de la posibilidad de actualizar en sí misma afirmaciones todas que parten de una noción de historia que se
esa forma del devenir humano y por eso se afirmó ... que niega a tener en cuenta la distinción entre historia como "lo
América fue inventada a imagen y semejanza de Europa."
~a realidad americana aparece para el autor como esencial- acaecido", sea o no ahora para nosotros "histórico", e historia
como "lo reconocido", es decir, como historiografía, acto este
mente paradoja!. Por un lado, como vacío que no acaba ·aún de último que tampoco es entendido en su verdadera naturaleza,
llenarse "es y no es al mismo tiempo Europa"; por el otro, en cuanto que el "hecho histórico" se constituye a partir de
en 11! medida que se va llenando "va siendo", pero al mismo una "invención" a la que se concede virtudes ontologizantes.
tiempo "dejando de ser", es decir, se va europeizando y al Como consecuencia de esto y creyendo e~r con ello a los
mismo tiempo desamericanizando, es decir, que lo vacío va que entiende como prejuicios "substancialistas", cae O'Gorman
siendo llenado. Paradojas que son únicamente posibles dado el en un historicismo extremo, en un relativismo que le lleva a
punto de partida, aquella noción de "continente" sin contenido, afirmar la "verdad" de las diversas "visiones del mundo", como
es decir, radicalmente ahistórico.
verdaderas sin más, por el solo hecho de que sean congruentes
con el a priori histórico desde el cual han sido enunciadas. "El
Es claro [nos dice] que llegar a ser sí misma, es decir, actualizar ser de las cosas depende -dice- del sentido que les atribui-
plenamente la posibilidad que genéticamente es, significa llegar mos, pero siempre dentro de un marco de significación total
a realizar el ser europeo; pero no es menos evidente que llegar a
eso es dejar de ser sí misma. Resulta, pues, que traducida la de la realidad, sin que pueda concluirse que la dotación de ser con
fórmula ontológica americana en términos de su devenir, lo que referencia a una determinada imagen del mundo es un 'error',
acontece es que mientras más se realiza América en su historia, sólo porque esa imagen no sea vigente." De esta manera no es
al ir- actualizando con mayor plenitud la posibilidad original que un error, el geocentrismo, el error consiste en juzgarlo desde
la constituye, menos propiamente americana es su historia, es el heliocentrismo, que responde a otra "visión del mundo". En
decir, menos americana es América ...
materia de "invenciones históricas" no hay equivocaciones y
son también "verdaderos", con este criterio, el esclavismo, el
Esa "aniquilación del ser de América" constituye su destino servilismo, el europeocentrismo, el racismo, los imperialismos,
apocalíptico, que O'Gorman profetiza como un discurso que Jo etcétera, y, como consecuencia, justificados. La teoría de la "in-
aproxima, si bien desde otros planteas, a la visión del problema vención" implica, además, un desconocimiento de la alteridad
que aparece en el argentino Murena. La tesis supone, lo mis- dentro del proceso histórico. Si todo depende de un sentido
mo que en este autor, una contraposición de términos absolutiza- que se actualiza desde una "totalidad de sentido", a partir de
dos, uno de Jos cuales funciona como valor y el otro como anti-
valor. El presupuesto de América como "vacío", como ente 11 Abelardo Villegas, Filosofía de lo mexicano, México, Fondo de Cultura

Económica, 1960, p. 230.


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LAS 0NTOLOG1AS CONTEMPORANEAS
lff LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS 153
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la cual "inventamos" el hecho histórico, lo "novedoso" no apa.
misma, deshistorizadas ambas y desconocidas en su ser concreto
~
1.
rece como lo positivo, sino como lo no totalmente actualizado
y no reintegrado aún a aquella totalidad. "Lo decisiyo -nos y humano, con todas las grandezas y miserias de lo humano.
~ dice O'Gorman- es reparar en que al ser inventada América La posición de un escritor como O'Gorman encuadra dentro
~1 como una Europa en potencia y a su imagen y semejanza, no de lo que se ha denominado "europeísmo mexicano" y con-
i
tenemos un solo ente, sino una dualidad, pero una dualidad trasta en forma radical con el americanismo tan ricamente
f¡ desarrollado en México como una de las consecuencias más
¡ reducible y por lo tanto una aspiración a la unidad que, mien-
tras no se realice mantiene separados y distintos a los dos fructíferas generadas por la Revolución de 1910. Las tesis de
entes en cuestión." El destino de Jo "otro" es incorporarse en este ensayista no suponen únicamente las nociones de "vacío"
la mismidad desde la cual se lo ha inventado, es decir que no y de "ahistoricidad", sino que se apoyan, además, en una cierta
hay propiamente "otro", sino un ser histórico al que se lo conciencia de culpa -<¡ue tiene SUS- -raíce1' en el mismo pensa-
supone temporalmente diferenciado, mas no sustancialmente. miento europeo, aun cuando sus desarrollos entre nosotros po-
De ahí que nos diga que la noción de "invención" se opone sean una cierta especificidad derivada, entre otros factores, de
de modo radical a la de "descubrimiento", en cuanto que esta la dependencia cultural. La crítica más certera que pueda ha-
última afirmaría un sustancialismo de los hechos históricos. En cerse a O'Gorman ya la había enunciado Samuel Ramos cuando
verdad, superando los temores del sustancialismo, la oposición dijo que "El pecado original del europeísmo mexicano es la ~, ..
se da de modo radical, sí, pero en otro nivel, en cuanto que la falta de una norma para seleccionar la semilla de cultura ultra-
"invención", como fruto de aquella "totalidad de sentido" re- marina que pudiera germinar en nuestras almas y dar frutos
sulta ser simplemente un encubrimiento de la alteridad de los aplicables a nuestras necesidades peculiares. Aquella norma no
entes históricos y por eso mismo un concepto claramente podrá ser otra que la misma realidad." 12
ideológico. Las palabras de Ramos son ciertamente clarificadoras. No es
Frente a esta América cuyo sentido originariamente ha con- América la que parte de un "pecado" que le sería ontológica-
sistido en no tener ninguno, que es tan sólo un ente "suscepti- mente consustancial, sino que es el escritor latínoamericano el
ble de-Henarse de un contenido histórico" -del que carecía que proyecta a lo ontológico un punto de partida ajeno a lo que
de modo absoluto en sus comienzos uue una vez alcanzado venimos señalando como norma de un pensar propio, la de
le habrá llevado a cambiar radicalmente de naturaleza, ya que ponernos a nosotros mismos como valiosos, lo cual no es otra
dejará de ser América-, se encuentra Europa, mas no la Eu- cosa que atenernos a esa realidad que menciona Ramos, aun
ropa concreta, sino una otra esencial. cuando ella sea deficitaria.
La negación de historicidad llevará, dentro de las ontologías
Si América fue generada a imagen y semejanza de Europa, no de las décadas de los 50 y 60, hecho manifiesto muy clara-
se trata de Europa en cuanto tal, sino en cuanto en su ser radica mente en algunos de sus representantes, a expresiones que
la significación de representar en grado de excelencia el devenir vienen a ser la repetición de otras que han sido utilizadas desde
histórico de la especie humana, o si se prefiere, como la civili- Ginés de Sepúlveda hasta nuestros días. En efecto, términos
zación que asume en sí misma la historia universal. Se trata, como los de "tierra en bruto" y como aquellos otros con los
pues, de Europa como entelequia, no como un modo entre otros que califica a sus habitantes como "casi ni siquiera hombres",
posibles del devenir humano, sino del único modo de este de- constituyen lo que en nuestra historia intelectual ha sido consi-
venir: Europa, arquetipo histórico y dispensadora del sentido derado, con razón, como la "calumnia de América". En esto
moral de toda civilización.
concluyó el ontologismo en sus expresiones extremas.
Habíamos dicho en páginas anteriores que no· existe, propia-
Esta Europa a la que 0-:Gorman se ve curiosamente obligado, mente hablando, un comienzo de la filosofía americana, por lo
a su vez, a "inventarla", es la que nos ha "inventado" y la que
mismo que no hay un comienzo para la filosofía en general,
ha ido hasta la fecha enunciando desde sus diversas visiones sino recomienzas, y sucede que éstos se han ido dando en -
del mundo, nuestra "verdad", ella es la que nos "ha generado aquellos momentos en los que el hombre americano se descu-
como entes", ella es el ser per se del cual recibe ser y sen- brió para sí mismo como valioso y exigió, por eso, una afir-
tido América en cuanto ens ab alío, es, en fin, "la dispensadora mación de la historicidad de sí y de todos los hombres.
del ser de todas las otras culturas". Se trata de un caso más de
injusticia, tanto cometido contra América como contra Europa •12 Samuel Ramos, El perfil del hombre y de la cultura en México, México,
UNAM, Obras Completas, tomo 1, p. 143.
1
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li 154 LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORÁNEAS
LAS ONTOLOGtAS CONTEMPORANEAS 155
-
Los textos que podemos señalar y que marcan hitos de lo
que para nosotros es nuestro pensamiento, no muestran nece- sentan, debemos hablar de la obra del argentino Alberto Catu-
,_ sariamente los caracteres formales del discurso filosófico, tal - relli, América bifronte, publicada en Buenos Aires en 1961.14
como suele exigirse dentro del saber universitario, sino que En verdad, nada nuevo nos viene a decir sobre el tema de
aparecen, muchas veces, como textos políticos, en el más amplio América que no haya sido dicho ya dentro de la ideología
y rico sentido del término. Suponen por eso mismo, no sólo antiamericanista tan duramente calificada por Antonello Gerbi.
una filosofía política, sino también una antropología y, con Hablando de las tesis de Hegel, Ortega y Keyserling, autores
ella, una comprensión del ser y del ente. a quienes repite Caturelli, nos dice que, ante todo,
Como es fácil entender esos textos revistieron, muchas--veces, los tres maniffesúi.n-uii acuerdo fundamental qu,e los atraviesa
un daro sentido de denuncia y constituyen el· anticipo, dentro como un denominador común: la afirmación expresa o implícita
de los desarrollos de nuestro pensamiento~-de las "filosofías de de la radical inmadurez de América; ya se trate de la reconci-
denuncia" o de "sospecha" sobre las cuales se funda todo po- liación hegeliana situada en el futuro, ya del hombre como puro
sible saber de liberación. Baste recordar, como ejemplo acabado proyecto de Ortega, o del hombre abisal, telúrico, de Keyserling.
dentro de ese estilo discursivo, las palabras de "Nuestra Amé- Podemos suscribir sin temor que América, considerada en sí
rica" de José Martí. En ese tipo de discurso apareció, precisa- misma, es decir, lo americano puro. lo americano como ameri-
mente, el tema de la "calumnia", entendida como un descono- cano, es lo no-realizado, lo puramente virtual, lo imperfecto, lo in-
cimiento u "olvido" de la dignidad de· un hombre al que se lo maduro, lo esencialmente primitivo ... no se puede negar la
evidencia; por grande y noble que nos parezca la misión de Amé-
miraba, precisamente, como subhombre. El grupo criollo que a rica, hasta cierto punto este parecer es más o menos vano desde
finales del siglo XVIII comenzó exigiendo reformas dentro de la el momento que no sabemos en qué consiste esta misión; y no
estructura social, política y económica de las colonias españolas lo sabemos porque América es lo inmaduro.
y que luego promovió las guerras de la Independencia, se
sintió calumniado. José Me_jía Lequerica, una de nueslras men- Esa "inmadurez" que se le presenta con tal "evidencia", con-
tes más lúcidas, habló con vehemencia en las Cortes de Cádiz, nota otros caracteres asimismo negativos. América es, sin más,
allá por 1813, de la "injuria" que sufría la América, consi~erada como ya lo había dicho Murena, "el ser en bruto", el continente
por sus antiguos amos como que no existía "para sí, sino para en que aún no se ha develado el ser, por carencia de espíritu;
la Metrópoli" y fray Servando J:.eresa de Mier, en una actitud un mundo con una presencia muda, sin voz. Y es a la vez
semejante denunciaba las razones por las cuales se entendía, una suerte de realidad demoníaca que pugna por mantenerse en
en aquellas Cortes, que nuestra América era, con términos de la lo originario, opaco, clauso y abisal. "América originaria tiende
ontología contemporánea, un ens ab alio. Allí "se presentaron -dice- siempre a devorar como por succión, la emersión, por
-decía- los múltiples dislates lanzados contra las Américas, mínima que sea, de la América de-velada, que es en definitiva
los mismos que dictaron les españoles a de Pauw, Raynal y la verdadera América."
Muñoz ... y todos los dicterios, calumnias y horrores que el En pocas palabras, América es una realidad óntica, una· fac-
odio más negro y el encono más profundo pudo vomitar jamás ticidad en bruto, que sólo alcanzará su propio ser cuando dé
contra los criollos, indios y castas, sin perdonar a estado ni el paso hacia lo ontológico, lo cual será obra del Espíritu y
corporación alguna." 13 -
muy particularmente de los "filósofos", verdaderos héroes en
Antonello Gerbi, en su obra ya citada, nos habla expresa- esta lucha encarnizada entre el no-ser y el ser. Frente a ella,
mente del hecho de la "calumnia de América" y de qué modo dentro de una abierta ideología europeísta, nos dirá el autor,
la misma alcanzó en las páginas de Hegel esa vestimenta onto- en una posición semejante a la de O'Gorman, que Europa es
lógica que la hacía aparecer como "verdad objetiva". Ya hemos "el país de la constante novedad del ser siempre des-cubierto
visto cómo la sombra de Hegel ha reflotado y reflota entre por el espíritu al que es connatural el acto de develamiento del
nosotros. Junto con los libros de Murena y de O'Gorman, dentro ser. Los oídos de Europa son finos y penetrantes como los moder-
de la línea de desarrollo de los ontologismos que ellos repre- nos detectores de sonidos y saben escuchar los profundos rumores
y las corrientes subterráneas". Europa es, frente a nuestra pobre
ta Alfredo Flores y Caamaño, Don fosé Mejía Lequerica en las Cortes
de Cádiz, Barcelona, Maucci, 1913, p. 221; y Leopoldo Zea, Filosofía de
humanidad, "el continente del espíritu que descubre".
la historia americana, México, Fondo de Cultura Económica, 1978, cap. titu- 14 Alberto Caturelli, América Bifronte. Ensayo de ontología y de filosofía
lado "Repudio de España".
de la historia, Buenos Aires, Troquel, 1961.
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' 156
LAS ONTOLOG1AS CONTEMPORANEAS

La negación hiperbólica del hombre americano llega al ex-


tremo de declararlo una simple cosa, carente en absoluto de
LAS ONTOLOG1AS CONTEMPORANEAS

aparece en 1924, es decir, es una época en que Jos historiadores


157

conciencia.
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Dobb y Hallgarten han llamado la del "imperialismo". Aunque la
interpretación orteguiana es, desd~ el punto de vista del texto
~
'1 ¡: Así como esta mesa no tiene conciencia de mi existencia, así el mismo, superficial e inexacta, resume ella la imagen que del Nuevo
:Ui ¡' americano.. por mucho que hable y divague sobre América, no
tendrá conciencia verdadera de aquello en que consiste la real
Mundo se tuvo en la Europa y en la Alemania del siglo XIX. 15

existencia de lo americano como tal. Lo americano todavía se Por lo demás, aqueJia "calumnia" venía acompañada en Or-
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presentará a sus ojos como una ausencia, o como una impe-
netrable-entidad que simplemente está ahí sin decirle nada. Se
comportará (y en la mayoría de los casos ni eso siquiera) como
tega con otras tesis en las que encontraba su fundamentación
y que significaban, del mismo modo, una interpretación des-
leída e intencionada del pensamiento hegeliano. Su doctrina
un conato de ser ... En definitiva, todo lo americano, yo mismo, de la "circunstancia" no supone un rescate de Ja fuerte pre-
tú, él, el mundo, el cosmos, todo, participa de esta primigenia y sencia que se concede, en ese pensamiento, a lo social, sino un
originaria oscuridad entitativa de América.
acentuar la tendencia desocializante a que conducía en el mismo
la tendencia ontológica. La circunstancia se resuelve, en efecto,
La consecuencia inmediata de estas afirmaciones es la ne- en Ortega en un mundo de "cosas" y no de hombres. "~sta
gación de la historicidad del hombre americano que aparece, que es la realidad -dice en uno de los innumerables textos que
nuevamente, como un "futuro puro". Una autoafirmación del
podriamos citar- se compone de mí y de las cosas. Las cosas
ensayista, dada dentro de un discurso típicamente opresor, He-
no son yo ni yo las cosas: nos somos mutuamente trascenden-
va a un desconocimiento total de la alteridad y el "otro" queda
tes." 16 Reificación del "otro", que es quien esencialmente com-
reducido a una onticidad pura. únicamente el autor, a pesar
pone siempre mi circunstancia, sea la de la humanidad ameri-
de la humildad que le lleva a colocarse orteguianamente entre
·las "cosas", se salva de la reificación y carga desde su mismi- cana, dentro de una filosofía de la historia, o la de las "masas"
dad absoluta de "filósofo que ha escuchado la voz del ser", dentro de una filosofía social, que será recibida con beneplácito
con todas las posibilidades de una humanidad que no -es~ni por nuestros europeizantes, encandilados por una retórica que,
siquiera un "conato de ser". La obsesión ontológica que mueve además, venía a justificar su elitismo y su antiamericanismo.
a estos escritores es una prueba de que no han alcanzado a El problema del modo como el heideggerismo no se apartó
configurarse como sujetos históricos y que padecen, precisa- de esta línea y-iiJUdó a prolongar, junto con la anterior ir:t-
mente, una suerte de miedo de asumir su propia historicidad. fluencia de Ortega, aquella imagen, no es sin duda una cuestión
Aparece en ellos, "occidentalistas" ·declarados, la categoría del filosófica y su explicación ha de buscarse en lo que señala Gu-
temor, que Hegel atribuía exclusivamente a la sociedad oriental, tiéri"ez Girardot: una situación política o tal vez. más acerta-
hecho que invalida, como vimos, el mito del Occidente hege- damente, social.
liano, pero que no invalida, sino que confirma, aquello en lo Habíamos dicho que aquella historicidad disminuida y hasta
cual el filósofo alemán tenía razón, que la raíz del temor se radicalmente negada, venía a afectar la imagen del hombre
encuentra en la vigencia de la relación de dominio, expresada americano como realidad entitativa. Afirmamos también que esa
en este caso en la oposición entre un hombre que "escucha la posición tiene como trasfondo, de · modo más o menos implí-
voz del ser" y un hombre reificado, una "mesa" sobre la cual cito, una ontología del ser y, a la vez, una filosofía de la con-
apoya sus papeles 11enos de sabiduría ontológica el filósofo. ciencia, desde las cuales se ha tratado de justificar la realidad
El portal de los Montejo se repite. deficitaria de nuestra América y de sus hombres, dentro de
Gutiérrez Girardot nos habla de la "calumnia de América" formas que pueden ser consideradas, si bien en diverso grado,
que hace suya el filósofo alemán y de qué manera fue ella inter- como_ manifestaciones de un discurso opresor.
pretada en nuestro tiempo por José Ortega y Gasset, acen- Una respuesta a ese discurso, dentro de las mismas onto-
tuando su versión ontológica. Mas, la cuestión logías de las décadas de los 50 y 60, que puede ser caracte-
rizada como una especie de defensa del ente y que supone una
no es ontológica, sino ideológica y la interpretación orteguiana, 15 Rafael Gutiérrez Girardot, "La imagen alemana de la América His-
que al parecer fue hecha sobre la base de la lectura del índice pánica", en C.olumbianum. Terzo Mondo e communita mondiale, Milán,
de las Lecciones de Hegel, no es otra cosa que el eco percepti- Marzoratti, 1967.
ble de una situación política, pues, su artículo "Hegel y América", 16 José Ortega y Gasset, Unas lecciones de metafísica, Madrid, Alianza
Editorial, 1970, pp. 225-226.
158 LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORÁNEAS LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS 159

comprensión positiva de la cotidianidad, rechazada como el


~
pensar académico que se llevaba a cabo en las U!liversidades.
lugar de lo inauténtico por quienes pretenden ser los portavoces Así, entre otros aspectos, de un telurismo como el de un Mar-
j¡ del ser, la encontramos en algunos escritores nuestros de los tínez Estrada, se pasó a una nueva valoración de la tierra y
~ que hablaremos ahora. del "hombre de la tierra", dentro de un telurismo que podi:ía-
.~
~
Si bien es cierto que el problema de la historicidad aplicado mos considerar como "positivo", aun cuando no superara el
a la realidad latinoamericana, puede y debe ser considerado marco de irracionalidad que esta tendencia implica. El ejem-
desde un horizonte continental, no es menos evidente que las plo más interesante ha sido el de la obra de Carlos Astrada, El
respuestas, positivas o negativas, no responden a situaciones mito gaucho, aparecida en 1948.17 .!unto con la reivindicación
estrictamente equivalentes, por lo mismo que los procesos po- ideológica del amplio movimiento de irrupción popular, se ge-
líticos y sociales, aun cuando sigan ciertos ritmos comunes y neró un nacionalismo, al que las oligarquías consideraron como
muestren etapas generales compartidas, poseen características una repetición del fascismo europeo, acusación no del todo in-
regionales. Lo primero que hemos dicho, aquella exigencia de fundada si tenemos en cuenta las simpatías por el pensamiento
consideración a nivel continental queda, por lo demás, justifi- alemán de derecha que podría fácilmente señalarse dentro de
cada ampliamente, por cuanto temas como el que nos preocupa, los antecedentes ideológicos de los mismos fundadores de las
han sido planteados en todo . momento en relación no con que llamamos "ontologías del ente", que se vieron reforzadas
el hombre chileno, venezolano, mexicano o argentino, sino con el por el impacto de la filosofía de Heidegger en las universidades
hombre americano. Sin embargo, si queremos correlacionar argentinas. Mas, bien pronto, el mismo proceso se ocupó de
estos esfuerzos teoréticos con el ámbito social dentro del cual descalificar aquellas simpatías y más allá de las influencias
surgen, no se puede menos que circunscribir el análisis de los y los posibles paralelos que algunos se ocuparon de establecer
hechos, aun cuando ellos tengan siempre un marco inevitable con ensañamiento -basta con r~cordar el insostenible libro de
de referencia mucho más amplio. Ezequiel Martínez Estrada ¿Qué es esto? aparecido en 1956-,18
En este sentido, lo que podemos considerar como respuestas los pensadores citados se vieron en la necesidad de explicar,
dentro de· la tradición intelectual argentina, a las actitudes desde su propia realidad, el proceso. Y lo hicieron, en general,
prácticas y teóricas q~mplican los ensayos de algunos de los intentando dar las bases de un diseurso en el que las categorías
autores que hemos presentado antes, aun cuando no constitu- sobre el cual fue organizado, permite hablar de un intento de
yan críticas directas a éstos, adquieren un· sentido polémico fundamentación, a nivel ontológico y dentro de las formas del
y de enfrentamiento si atendemos a sus orígenes comunes en saber universitario, de un pensamiento ajeno a las formas del sa-
relación con el proceso social y político. ber opresivo vigente. ·No se trata de un caso más de las pre-
Las manifestaciones de la filosofía universitaria que estamos tendidas "astucias de la razón" o de la "historia", ni menos aún,
tratando tuvieron sus comienzos en la Argentina en la década de una paradoja, explicaciones a las cuales suele echarse mano
de los 40, años en los que después de una etapa de gobiernos cuando se pierde la conexión entre los procesos sociales y los
oligárquicos y declaradamente antipopulares, se inició el complejo desarrollos del pensamiento. Estos escritores, empujados por
y discutido proceso del populismo peronista. En sus inicios, los el proceso social y varios de ellos abiertamente simpatizantes
pensadores que darían nacimiento a las que podríamos llamar, del movimiento político populista, buscaron en su preguntar
en general, "ontologías del ente", comenzaron condicionados por el problema del ser y del ente, una explicación de ese pro-
por la filosofía de la existencia, a más de otras influencias que ceso de emergencia social. La respuesta fue en ellos casi la
pueden señalarse en cada caso, a lo que sumaron una actitud misma: la de subrayar la importancia del ente, su "peso onto-
receptiva-frente a la movilización política que generó el popu- lógico", ya fuera entendiendo que el ser tan sólo puede reali-
Iismo. Éste, con sus contradicciones, mostró la presencia de las zarse en y por los entes, ya señalando la importancia de lo
temidas "masas" y su poder de irrupción, que aun cuando me- entitativo al remarcar su "distancia" respecto del ser. Y en
diatizado por el caudillo, significaba el despertar de un vigoroso todos los casos partiendo de una relativización de la univocidad:
proletariado industrial y de extensos grupos de las clases me- en unos, invirtiendo el orden del proceso en el sentido de que
dias. Este amplio y complejo fenómeno social llevó a cambios no es el ente el que "emerge" y "toma distancia" respecto del
ciertamente significativos dentro del proceso de las ideas, tanto 17Carlos Astrada, El mito gaucho, But·nos Aires, Cruz del Sur, 1948.
en el terreno del ensayo acerca de la realidad nacional, que J8Ezequiel Martínez Estrada, i Qué e.1 esto? Catilinaria, Buenos Ain·s.
alcanzó un amplio desarrollo, como en ciertas expresiones del Lautaro, 1956.
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160
LAS ONTOLOGlAS CONTEMPORÁNEAS LAS ONTOLOGlAS CONTEMPORANEAS 161

ser, sino que éste es únicamente posible en y por aquél, a masas en la Argentina y de la instalación, con Hipólito Yrigoyen,
/; posteriori; en otros, tratando de establecer aquella "distancia"
a partir de la noción de alteridad o desde la categoría de "juego
de un gobierno que venía a romper, aun cuando tímidamente, con
11 el poder . de los grupos oligárquicos tradicionales. El anar-
'¡ l. existencial". El paralelismo entre la emergencia social y la del quismo, dentro del movimiento obrero de origen inmigratorio,
ente, en el plano de una consideración ontológica, y del mismo como clima de época, influiría en aquella pedagogía de raíz
'j modo, la prioridad de lo social respecto de la estructura polí- krausista, reforzando el impulso utópico que era, sin duda, uno
tica y jurídica del Estado, en relación asimismo con aquella de sus componentes. El determinismo, que para los positivistas
noción de emergencia, resulta un hecho claramente visible. -!.as se presentó como garantía dé cientificidad y de universalidad,
consecuencias que estos plantebs tuvieton respecto del proble- --desdibujó la noción de natura naturans de aquella pedagogía
-ma de la htsfor'icídad, enmarcado dentro de una comprensión romántica y favoreció la constitución de un saber social de
de un sujeto -como natura naturans, son de igual modo seña-
lables. carácter opresivo, dentro de los términos de un racismo del
que no se salvaron ni los más progresistas de sus teóricos. El
Si recordamos cómo se elabora el discurso opresor según hecho se mostró con caracteres similares en casi todo el Con-
Francisco Bilbao, podemos entender lo que significa esta de- tinente. En este sentido, la afirmación de Francisco Romero
fensa del ente. El dominador se atribuye la "palabra del ser", se de que "la filosofía del positivismo contribuyó a suavizar y
coloca en su nivel, los dominados quedan, por eso mismo, fortificar la existencia social",21 se contradice de modo mani-
reducidos en cuanto a su "peso ontológico'', a realidades deri- fiesto con la realidad histórica, tanto en el Río de la Plata como
vadas, subordinadas "metafísica" y socialmente. en otros países. La experiencia del Porfiriato en México y la
del Gomecismo en Venezuela, por no mencionar otras dicta-
Las ontologías del ente se habrán de constituir como una
respuesta al "despotismo de la razón",t 9 que acentuando la uni- duras, constituyen una prueba de lo dicho. Los comtianos
vocidad ~oncluye por negar- toda alteridad, y como up. intento
argentinos, entre ellos un Alfredo Ferreira, aplaudirían abierta-
mente el golpe de Estado de 1930 y no encontraron contradic-
de pensar la realidad desde el punto de vista de las categorías de
ciones entre su positivismo y las doctrinas inspiradas en el
natura naturata y de natura naturans, resolviéndose por la fascismo europeo sobre las que los teóricos de aquel golpe jus-
prioridad de la segunda sobre -la primera.
tificaron inicialmente su política represiva. La reacción contra
el positivismo, dentro del proceso de las ideas, no fue más- -~

El tema de la natura naturans había tenido respuestas implí- feliz. El regreso. al naturalismo romántico llevado a <;:abo sobre
citas en el pensamiento rioplatense ya desde la época del natu- la temática de la evolución y movilizado por influencia de la
ralismo romántico, dentro de los marcos de una filosofía de la filosofía bergsoniana, suponía el replanteo de aquella natura
naturaleza. Un cierto panteísmo, vago e impreciso, conducía a naturans sobre la base del rechazo del determinismo cientifi-
colocar los conceptos de ser y de ente más allá de la oposición cista, pero sin que generara, salvo excepciones, formas de saber
inmanencia-trascendencia y la naturaleza era vista como un social· en las que jugara algún papel la categoría de emergencia.
principio generador que se iba constituyendo en los entes y La ideología de base de los positivistas deterministas y de los
mediante ellos, que de este modo venían a integrar el principio "espiritualistas" antideterministas, no había variado, con , el
naturante. Estas ideas se relacionaron con el neo-cartesianismo agravante de la generalización de un esteticismo de acuerdo
de los eclécticos y, en particular, con la noción del alma humana con(el cual se creyó eocontrar en la experiencia estética, el pa-
entendida como "fuerza", inspirada en algunos textos leibni- radigma de la libertad, reducida á "libertad interior". Los pen-
cianos y concluyeron, a fines del siglo XIX y primeras décadas sadores argentinos posteriores a la reacción antipositivista se
del presente, en la fundamentación de una pedagogía en la que, alejaron del concepto de natura naturans, en primer lugar, por-
anticipándose a los principios de la llamada "educación activa", que· se desinteresaron de la filosofía de la naturaleza que había
se entendió al educando como un agente autónomo de desarro- sido como un sustrato común imperante desde la época román-
1Io.20 Eran los años de los primeros grandes movimientos de . tica hasta la antipositivista inclusive, y en segundo .lugar, por-
to Nimio de Anquín, Ente y Ser. Perspectivas para una filosofía del Ser Ander-Egg, Hacia una pedagogia autogestionaria, Barcelona, El Cid Editor,
naci-ente, Madrid, Gredos, 1972.
2 1979.
0 Cf. nuestro libro Los Krausistas argentinos, Puebla (México), Cajica, ZI Francisco Romero, "Filosofía e historia de las ideas en lberoamérica",
1969, cap. sobre las ideas pedagógicas de Carlos N. Vergara; y Ezequiel Les• 8tudes Philosophiques, París, núm. 3, 1958.
163
LAS ONTOLOGíAS CONTEMPORANEAS
162 LAS ONTOLOGlAS CONTEMPORA.NEAS
de partida es el de la comprensión unívoca del ser y del ente
que dentro de las influencias del culturalismo alemán, ten. y su objetivo, la búsqueda de las raíces de la alteridad de
dieron a convertir la filosofía en una "teoría de los objetos", y este último. Un regreso a las categorías aristotélicas, renova-
paralelamente, en una axiología que apuntaba a una visión fuer- das por los neotomistas en la Argentina de los 40 al 50, como
temente taxonómica y jerárquica de la realidad. En ef fondo, asimismo un apoyo en una univocidad al estilo hegeliano, no
interesó más el valor, que el sujeto del valor y venían a repetir, eran las vías más adecuadas. Virasoro se opone, además, abier-
con su academicismo, lo que había denunciado Juan Bautista tamente a la filosofía alemana de moda impuesta en esos años
Alberdi en 1838 de los "ideólogos", a quienes les interesaba más en diversos círculos universitarios, en cuanto que conducía
la idea, que el sujeto de la idea. Se trataba de un pensamiento a un desconocimiento y desvalorización del mundo de los entes
- que condecía con el estado social represivo iniciado en 1930 y, con éste, el de la vida cotidiana. "La aventura heideggeriana
y que provocaría las grandes movilizaciones del populísmo, ini- -dice en uno de sus últimos libros- que quería aprehender
ciadas quince años más tarde. la verdad del Ser dando la espalda y extrañándose de los entes,
El valor y sentido de las ontologías de las décadas de los parece tocar a su fin después de quince años de infructuosas
SO y 60, como asimismo de las que podrían ser consideradas búsquedas y forzadas deformaciones mentales, sin otro resul-
como respuestas a ellas, no podrán ser establecidos en todos tado que el haber llevado la conciencia contemporánea a su
·sus alcances si no se tienen en cuenta estos procesos. Por lo más extrema enajenación ontológica." 23 Esta defensa del ente
deiiláS, la problemática del ente y del ser, la de la historicidad, __ _ será llevada a término mediante un regreso al neoplatonismo,
las respuestas dadas en relación con la cuestión de la "emer- con todas las dificultades que ofrece, pero que le permitirá a
gencia" del ente o de su alteridad, la puesta efi duda de la Virasoro restar importancia a la relación dogmáticamente esta-
tradicional filosofía de la conciencia; planteos hechos todos den- blecida de la prioridad del acto sobre la potencia. Mas, a la vez,
tro de las formas del saber ontológico, no son cuestiones teó- suponía un rechazo del platonismo en general en cuanto que
ricas aisladas, sino que pueden ser correlacionadas fácilmente éste se ha caracterizado por la prioridad de la esencia respecto
con la organización social del saber dentro de determinados de la existencia y de la conciencia en relación con el mundo,
momentos coyunturales y que tienen, por eso.mismo, respuestas con lo que venía a quedar en entredicho la filosofía hegeliana.
paralelas dentro de otras formas de conocimiento mucho más E!z,ser es, para Virasoro, lo indeterminado, una pura potencia
claramente conectadas con una praxis social, entre otras, el destinada a concretarse en los entes. Y debido a esto, sucede
económico, el político, el sociológico o el pedagógico. En última que lo indeterminado se aparece de alguna manera determinado
instancia, la problemática de una natura naturata y de una na- por lo que podría ser su única esencia, la libertad, naturaleza
tura naturans y consecuentemente de la historicidad, se resuelve, que podría entenderse como el fundamento mismo de posibi-
tal como lo entendió inicialmente Samuel Ramos, en una doc- lidad de la alteridad de los entes. e-stos adquieren peso onto·
trina de la cultura, concebida como "cultura en acción", dentro lógico, no por su distanciamiento respecto del ser, sino porque
de los marcos de un humanismo. 22 en ellos y por ellos el ser se realiza, al extremo de llegar a
A partir de todos estos antecedentes esbozaremos, para ter- decir que "no se da ser sino en la forma de ente" y que, por
minar, el pensamiento de los escritores argentinos que con su tanto, el ser corre la misma suerte de este último en cuanto
ontología dieron ciertas bases sobre las cuales se intentó una a su naturaleza temporal y relativa. 24 Como consecuencia de
respuesta positiva a la exigencia de reconocimiento de la his- todo esto, se invierte la noción misma de "carencia" sobre la
toricidad de todo hombre. Hablaremos de Miguel Ángel Vira- cual se organiza la determinación de la idea en Platón y el neo-
soro, Nimio de Anquín y Carlos Astrada. platonismo en general: no es el ente el que con su· inacaba-
Los escritos más significativos del primero de los filósofos miento sugiere lo acabado y perfecto, sino que es la riqueza
argentinos mencionado, son publicaciones un tanto tardías 23 Miguel Ángel Virasorn, Para una nueva idea del hombre y de la· antro-
de un pensamiento largamente elaborado durante treinta años. pología filosófica, Tucumán (Argentina), Facultad dl' Filosofía y Letras,
En ellos se produce una toma de conciencia de las formas de
"enajenación ontológica" en las que se había caído dentro 1963, p. 91. Angel Virasoro, La intuición metafísica, Buenos Airt>s. Lohlé,
24 Miguel
de la filosofía rioplatense y se formula una doctrina a partir de 1965, pp. 69-70 y 90. Cf. nut•stro ensayo "La tesis de Félix Ravaisson-Mo-
la cual se intenta rescatar la categoría de emergencia. Su punto llien sobre Espeusipo", en Félix Ravaisson-MoUien, Las opiniones de Es-
peusipo acerca de los primeros principios de las cosas examinadas a la luz
22 Samuel Ramos, El perfil del hombre 'Y de la cultura en México, ed. cit., de los textos aristotélicos. Ml'ndoza (Ar~entina). Imprenta Fassane\la, 1968.
p. 151.
rn
ti 164 LAS ONTOLOG1AS CONTEMPORÁNEAS LAS ONTOLOGtAS CONTEMPORÁNEAS
165

lJ y peso ontológico del ente lo que nos permite descubrir la "discurso espontáneo" y un "discurso voluntario", apoyado en
¡¡ carencia del ser. El ente no es, pues, lo "caído" respecto del una voluntad de fe, entre los cuales tiene prioridad filosófica-
ser, sino su emergencia misma, y su destino queda sometido al mente el primero.
de los entes que habrían quedado liberados de un a priori on- .El problema no queda reducido, sin embargo, a este plan,teo
}i y se nos presenta más complejo si atendemos a la diferencia
!¡•• tológico determinante. El ser es tan sólo posibilidad, en el
sentido de libertad, que es y no es forma o esencia, sino el fun- radical que es necesario establecer entre las respuestas dadas
¡ a la cuestión de la alteridad, que tanto en el discurso espontá-
damento de posibilidad de la alteridad en el mundo. Aquel
mismo concepto de libertad le llevará a negar todo emanatismo, neo, como en el voluntario, es asimismo accidental, en cuanto
sin que por ello ponga en duda el principio de univocidad del que la conciencia de alteridad no es consecuencia de la teo-
ser y del ente desde el cual parte. En el mundo, la-libertad - ría que se pueda haber elaborado, sino que es previa a ella y
1 surge de la praxis social. De este modo, puede haber un dis-
"originaria", actualizada, se manifiesta como la rebelión de los
entes respecto del ser, términos con los que cree poder asumir curso liberador o un discurso opresor, tanto dentro de los
dentro de su pensamiento la idea de la creación jude<H:ris- marcos de la conciencia natural, como de la conciencia reli-
tiana. "La creación -dice- en .vez de ser instantánea y defi- giosa. La prioridad que De Anquín concede a los planteos que
nida desde un principio, sería progresiva e incierta, librada derivan de una conciencia natural respecto ·de las doctrinas
a la libertad del hombre en su cumplimiento. Eñ ella tendría el de base teológica deriva, pues, de la doble accidentalidad de las
hombre una función ontológica a realizar; habría pasado a que éstas dependen, a saber, la decisión previa de creer y la
manos del hombre la empresa de la realización del ser." 25 Para constitución de este acto sobre una conciencia de alteridad.
muchos, estas palabras, expresadas en un vocabulario ontoló- Gustavo Gutiérrez-había expresado, por esos mismos años, una
gico y aun teológico, habrían de sonar a titanismo, mas, ellas tesis semejante: "La. teología -dice-:- viene después, es acto
son congruentes con lo que mueve desde dentro el pensar de segundo. Puede decirse de la teología lo 27que dice Hegel de la
Virasoro: la revaloración de la vida cotidiana, ·vida que se filosofía: sólo se levanta al crepúsculo."
desenvuelve en un horizonte de lo óntico, desvirtuada de modo ¿Cuál es la comprensión del ser y de su relación con el mun-
sistemático por la filosofía académica de la época, fuera ella do de los entes que ha caracterizado el "sentido común",
la de inspiración heideggeriana o la de procedencia neoto- propio de la "conciencia natural"? Para el mundo europeo es
~ista.26
la que se constituye con el pensamiento griego: la del ser uní-
La problemática de la alteridad del ente en Nimio de An-
voco o, como también la denomina De Anquín, la del "ente
quín intenta ser una respuesta a lo que entiende qué es la emergente". Comprensión que ha caracterizado al pensar occi-
conciencia del hombre americano y his modalidades que ofrece dental, aun a pesar de la gran vertiente del pensamiento crea-
en relación con el desarrollo de la modernidad europea. Frente cionista y, sobre todo, como consecuencia de lo que De Anquín
a ésta, ese hombre se encontraría en una etapa primitiva e denomina "la muerte del eón cristiano", a partir de la mo-
incipiente, pero concordando con ella en cuanto que su anti- dernidad.
creacionismo y su modo de ver "natural" habrían sido un re- Así, pues, tanto porque la univocidatl del ser es el modo de
greso a la visión griega del mundo. Y si bien la filosofía judea- comprensión espontáneo con el cual se organizó la primera
filosofía occidental, como por el hecho de su vigencia en el
cristiana ha dado una respuesta radical al problema de la mundo contemporáneo, es necesario averiguar cuáles son las
alteridad, al distinguir de modo absoluto la naturaleza de las
posibilidades teóricas del problema de la alteridad dentro de
creaturas respecto de la del Creador, la vigencia e imperio de aquella comprensión. El proyecto de Nimio de Anquín tiende
la "conciencia natural" obliga a considerarlo dentro de los a mostrar cómo aun partiendo de la visión de una realidad
términos que esa misma conciencia permite. Por lo demás, cual- univoca, pueden ser entendidos los entes ·con un peso ontoló-
quier solución teórica de inspiración creacionista, al exigir una gico propio y, por eso mismo, con un grado de alteridad. La
decisión previa voluntaria resulta, por eso mismo, ser acciden- cuestión se plantea, dentro de la aceptada homogeneidad del ser
tal, por lo que es ineludible partir de la distinción entre un y de los entes, como un problema de "distancia" entre el pri-
z5 Miguel Ángel Vírasoro, Para una nueva idea del hombre, ed. cit., p. 96.
mero y los segundos,· "distancia" que, en una posición inma-
ze Cf. nuestro estudio "El neoplatonismo aporético de Miguel Ángel Vira- de la liberación, Lima, Editorial Univer-
soro", Cuadernos de Filosofia, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 'l1 Gustavo Gutiérrex, Teología
Instituto de Filosofia, año XV, núms. 22-23. sitaria, 1971, pp. 28-29.
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i' 166
LAS ONTOL0Gl.4S CONTEMPORANEAS
LAS ONTOLOG1AS CONTEMPORANEAS 161
nentista radical como la de Hegel, es entendida como la mani-
festación misma de la enajenación. De Anquín partirá de una conciencia. El principio de quiebra de las totalidades objetivas
valoración no "indiferente" de la distancia, única actitud que desde las cuales es asumido el objeto posee, en consecuencia,
puede conducir a considerar la alteridad de Jos entes fuera un inevitable origen externo. El objeto ·ha dejado de ser, defi-
¡. de los marcos hegelianos de la doctrina de la "calda" del Es-
píritu en la temporalidad, y nos hablará, en consecuencia, de
nitivamente, una interioridad esencial exteriorizada, para ser
entendido como una exterioridad existencial; aquella dialéctica
una "distancia infinita" posible de ser afirmada dentro de la de la circularidad se quiebra con la presencia de lo otro, del
comprensión unívoca. ---
mismo modo que las esencias manipuladas discursivamente se
_., En Hegel, el proceso de la Aufhebung lleva a entender la mar- quiebran ante las contradicciones que muestra la eXistencia,
cha dialéctica como un discurrir de alteridades relativas y lo cual no quiere decir que el nivel discursivo no pueda apro-
transitorias que concluyen en la negación de toda alteridad, ximarse al proceso real mismo.
absorbida en Ia mismificación del Espíritu Absoluto. El objeto La comprensión unívoca del ser, que siempre ha tenido como
resulta, dentro de esta típica filosofía de Ia conciencia, sacri- supuesto la primitiva filosofía de la physis, se juega entre Jos
ficado ante la omnipotencia del sujeto en un inmanentismo extremos de una natura naturata y de una natura naturans, de
radical. Un concepto entendido como absolutamente integra- una naturaleza en la que el ente pierde distancia y por tanto
dor, por lo mismo que implica una posibilidad de inteligibilidad alteridad, o de una naturaleza dentro de la cual cobra preci-
absoluta, conduce a la absorción total de lo otro y a su desapa- samente distancia gracias a un acto naturante que supone en
rición en cuanto otro. Sin embargo, dentro de la ya larga el ente un peso ontológico que lo dignifica en cuanto ente.28
tradición que conc1uye en Hegel, no siempre se desembocó en Carlos Astradª-fis otro de los filósofos argentinos que se
ese inmanentismo omnipotente y nu1ificador en el que prima coloca en la línea de estas ontologías que podríamos conside-
una necesidad lógica, que hizo imposible hablar propiamente rar, en particular en su caso y de modo manifiesto, dentro
de libertad fuera de sus férreos marcos. La raíz de la posición de un pensar protestatario, que lo habrá de conducir desde
hegeliana se encuentra, entre los griegos, en la definición de una_Jlrimera adhesión a la filosofía heideggeriana, hacia el mar-
la sustancia por "lo sido", el to tí en éinai aristotélico y en la xismo, en la segunda etapa de su fecunda y agónica vida inte-
justificación posterior de esa definición dentro de los límites lectual. Todo su esfuerzo teórico se encamina, casi desde sus
infranqueables del silogismo. Frente a esa dialéctica considerada primeros pasos, a una ruptura "cirfi el platonismo y, conse-
como "fuerte", el despreciado "silogismo débil" platónico re- cuentemente, con el hegelianismo, bajo la fuerte influencia del
sulta revalorado como un esfuerzo por aproximar la dialéctica pensamiento vitalista nietzscheano, que siempre condicionó su
discursiva a lo real mismo, en donde lo contingente y lo no con- lectura de Heidegger, aun en los momentos de mayor adhesión
tenido necesariamente en el concepto es posible de ser sospe- y entusiasmo. Sus ideas acerca de la naturaleza del hombre y
chado, aun dentro de una comprensión del ente como lo que en particular sobre la problemática . de la historicidad, se cen-
emerge del ser unívoco. traron en él alrededor de la noción de "juego", elaborada ya
Esta reivindicación de la "debilidad" del modo de razonar en 1942 en su libro El juego metafisico, a partir del cual se fue
platónico se relaciona con el rechazo del concepto y a su vez borrando la exigencia de un "retorno al ser" y se fue acen-
de la conciencia, como el lugar donde se transparenta el ser. tuando una ontología del ente de claro sentido inmanentista,
Hay, en efecto, una "oscuridad" del objeto que explica por qué dentro de la cual insertó el homo curans heideggeriano, en un
la verdad, Ja a-létheia, ha sido entendida como "develamiento" primer momento, para dar lugar más tarde al horno faber, en
o "desencubrimiento" de lo velado u oculto. Tener conciencia una revaloración marxista del trabajo, entendido como la acti-
de esa oscuridad es ya tener el presentimiento de que estamos vidad constituyente-de la naturaleza histórica del hombre y
frente a lo otro que no puede ser mismificado, frente a lo que en donde se da un juego constante y permanente de alienación
en autores como Hegel podría ser denominado una "voluntad de y desalienación, no ya como problema exclusivo de conciencia;
mismificación ", supone la presencia de una conciencia de alte- sino como una cuestión eminentemente social. La existencia
ridad y, por eso mismo, de una aposterioridad de la conciencia humana, entendida como "riesgo", y en tal sentido como un
frente al mundo. Como lo muestra Nimio de Anquín, el pensar "jugarse", no es ya el juego metafísico del que había hablado
contemporáneo parte de una afirmación existencial del objeto, 28 Nimio de Anquín, Ente y Ser, ed. cit. Cf. nuestro ensayo "El problema
la que presupone una alteridad del mismo -respecto de toda de la 'alteridad' en la ontología de Nimio de Anquín", revista Nuevo Mundo,
San Antonio de Padua (Provincia de Buenós Aires), núm. 5, 1974.
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168
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LAS ONTOLOG!AS CONTEMPORANEAS
LAS ONTOLOG1AS CONTEMPORANEAS 169
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j!¡ en un comienzo, sino el modo como el ente, en concreto, el
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hombre de cada día, pone de manifiesto su poder ,de emer. alteridad, no alcanzaron a constituirse en una clara denuncia
lii!. gencia, que acabará siendo la emergencia social de una huma. de una alteridad manipulada como novedad dentro de los már-
1¡¡ nidad explotada y marginada, la del proletariado. "El dragón genes del reformismo que permitía el estado liberal burgués.
de la dialéctica", según palabras de Astrada, viene estructurando El pensamiento aporético de Miguel Angel Virasoro podría ser
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un nuevo mundo, abriendo las puertas al futuro; no se trata
ya de aquella dialéctica que cerraba verticalmente el proceso
explicado dentro de esos marcos y el "vaivén ontológico" que
le impulsaba a formular una defensa del ente, lo reconducía a
1
¡{ una mística ontología del ser, en la que a pesar suyo se debili-
histórico para rematar en el Espíritu absoluto, sino de una
l¡:J'"
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dialéctica abierta horizontalmente hacia un proceso temporal taba la problemática misma de la emergencia.
indefinido, mas no indeterminado.29 La f~losofía de la liberació~ que dentro -~e_Ias_ universida?es
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l;í De estas tres ontologías reseñadas apretadamente, se des- argentmas tuvo sus antecedentes, en parte, en estas ontolog1as,
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prende un hecho que es, para nosotros, de particular signifi- se replanteó, con todas sus contradicciones;--que ha hecho de
¡:; ella asimismo un movimiento ambiguo, la problemática básica
cación para -la problemática de la historicidad del hombre
americano. En ellas, a pesar de alguna insinuación de especifici- de la emergencia. 3 ° Como en todos los casos, si no queremos
dades ontológicas de nuestro hombre, se supera el presupuesto caer una vez más y desde otros ángulos en la negación o
que había imperado en esta temática, particularmente, la de desconocimiento de nuestra historicidad, la tarea habrá de con~
un "vacío" como punto de partida, que conducía, en los casos sistir en un nuevo rescate, no por cierto de una filosofía como
extremos, a la negación , de todo contenido de la futuridad, o opción frente a otras, sino de lo que esa filosofía puede haber
a la búsqueda :de un contenido por la vía del discurso apoca- aportado en el proceso de destrucción de las totalidades obje~
líptico. No hay ni puede haber una "naturaleza humana ameri- tivas que frenan o desvirtúan aquel proceso de emergencia.
cana", ni consecuentemente, "experiencias ontológicas" diferen- Felizmente, la historia intelectual latinoamericana no se reduce
ciadoras, fruto de la pretensión de encontrar, no ya la buscada a las formas del saber universitario,_ni éste es una for_taleza
"originalidad" que_l!_a dado lugar a tantos ensayos, sino, heideg- inexpugnable. La llamada filosofía de la liberación, que fue
gerianamente, una "originariedad" que diera la respuesta defi- en algunos de sus expositores, un intento de quiebra de los
nitiva a aquella problem<Ítica, movida por una a.roafirmación marcos institucionales establecidos del pensar filosófico desde
débil y hasta mendicante. No hay, por eso mismo, una dia- dentro de ellos mismos y que proclamó una tímida "muerte· de
léctica propia de nuestro discurso que nos diferencie de un
la filosofía", ha sido una prueba de qúe hasta los mismos cen-
hipotético e idealizado "hombre europeo" y, si de hecho es tros generadores del discurso opresor pueden mostrar fisuras.
posible un pensar dialéctico que pretende comenzar .de cero, no
No aceptar este hecho significaría confirmar la tesis del aisla-
es exclusivamente nuestro, como trataremos de probarlo al miento de la vida académica; no llevar a cabo ·una revaloración
hablar de la constitución de la filosofía de la historia a partir crítica de una filosofía que pretendió decir algo nuevo, aun
c~ando con palabras consagradas, significa desconocer la im-
de la modernidad europea y cuando nos ocupemos, más ade-
previsibilidad de los caminos que conducen a la transmutación
lante, de la categorización de Jos tipos de discurso sobre los
de valores, indispensable para sumarse a toda transformación.
cuales se ha organizado el pensamiento filosófico-político. Más
allá del valor del saber ontológico, en sí mismo considerado y
del trasfondo último de las tesis sobre la alteridad con las que
se trató de responder a la problemática social de la emergencia,
ha sido una virtud de estas ontologías, frente a las anteriores
de las décadas de los 50 y 60, la universalidad de sus planteas
y, consecuentemente, el abandono del antiamericanismo reves-
tido de americanismo que encerraban todas las búsquedas de
originalidad radical, fuera ella positiva o negativa. Por lo demás,
estas ontologías, en particular en algunas de sus formulaciones,
30 Dentro de los j6venes escritores argentinos que han publicado sobre
a pesar de la fuerza que pusieron en la problemática de la filosofía de la liberaci6n, se ha de citar a Enrique Dussel, J. C. Scannone
29
Carlos Astrada, La dialéctica en ,la filosofía de Hegel, Buenos Aires S. J., Osvaldo Ardiles, Alberto Parisí, Daniel Guillot, Aníbal Fornari, Julio
Kairós, 1970. Edición ampliada de la primera, de 1956. de Zan y otros. Un balance y valoraci6n crítica de este amplio y difuso
movimiento ha sido realizado por Horado Cerutti Guldberg.
LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOF1A DE LA HISTORIA 171

rrollo, sin duda la de mayor volumen, en un modo de "filosofía


.IX. LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOFíA DE LA imperial" que se ocupó tanto de los eventuales motivos de deca-
HISTORIA EN LA MODERNIDAD EUROPEA dencia que había que evitar, como de las formas mediante las
cuales la humanidad europea y dentro de ella una burguesía
ya segura de sí misma, había de asumir de modo definitivo el
HEMOS hablado de u11a filosoña de la historia, la de la Europa destino de toda humanidad posible. Desde Gibbon, que entre
colonialista del siglo XIX, para la cual es posible un hombre 1782 yl788 publica en -l:.Qndres su Decadencia y caída del Im-
que por carecer ._no sólo de historia sino también de historici- perio romanó--con el objeto de poner en guardia a los ingleses
dad, no le cabe otra cosa que un "futuro puro", y cómo esta de lo que había de evitarse si no se quería incurrir en los erro-
problemática intemalizada en muchos de nuestros escritores, res de aquel Imperio de la Antigüedad, hasta Oswald Spengler
! acabó revirtiéndose con las formas renovadas de un "saber que, terminada la primera Gran Guerra en la que los sueños
'
ontológico". Ahora tendríamos que hablar de lo que esa misma ·del germanismo que orientaron las Lecciones de Hegel entraron
filosofía de la historia considerada en sus orígenes, que se en- en crisis, publica en 1918 su Decadencia de Occidente, la filoso-
cuentran ya en los comienzos de Ja modernidad europea, enten- fía imperialista de la historia se nos presenta como un discurso
dió como "pasado" y de qué manera en relación con este mismo político fuertemente apoyado en una "objetividad" cuya ga-
problema quedaron sentadas las bases para la constitución de rantía estaba determinada por un horizonte de comprensión no
una dialéctica cuya estructura alcanzará su más pleno desarro- criticado en sus propios supuestos culturales.
llo a partir del momento en el que el espíritu "libertario" de Otra línea de desarrollo de la filosofía de la historia había
' la burguesía en ascenso, cambie de signo. 1 quedado sin embargo abierta, fruto de la exigencia de recono-
J Esta Jínea de investigación nos conducirá,· lo mismo que la cimiento de la burguesía francesa en su lucha entablada contra
1' anterior, al problema del reconocimiento de la universal histo- el Antiguo Régimen y en una etapa en la que no había alcan-
ricidad de todo hombre, afirmación sin la cual el "ponemos a zado aún la hegemonía ideológica y política, detentadas hasta
nosotros mismos como valiosos" no alcanza a constituirse en ese momento por la nobleza y el clero. Si bien Kanthabía
nonna o pauta, en el sentido cabal filosófico de la misma. anticipado en 1784, como intérprete agudo de esa circunstancia,
Haremos nuestro análisis, en este caso, desde el punto de en su conocido opúsculo 1dea de una historia universal en sen-
vista de la teoría de la comunicación y teniendo en cuenta tido cosmopolita ]a noción de una "ciudadanía mundial" (Welt-
que el discurso histórico-filosófico reviste un fuerte sentido de bürgertum), fue Condorcet quien en su célebre Bosque¡o de un
"mensaje", visible claramente entre otros aspectos, en el es- cuadro histórico del espíritu humano, en 1793, sentaría las
píritu justificatorio que muestran ciertas formulaciones de la bases dentro de la Ilustración de un nuevo modo de ver la
filosofía de la historia. Dicho de otro modo, las filosofías de historia, al margen de aquella "filosofía imperial" que acaba-
la historia, en particular las que produjo el siglo XIX, pueden ría caracterizando el saber europeo.· Para Condorcet ninguna
ser consideradas como discursos políticos, abiertamente inten- sociedad quedaba al margen de la historia, por lo mismo que
cionados, en los que se ha planteado como objeto señalar el cualquiera fuera el estado que mostrara dentro del vasto cua-
camino que se debía recorrer, como asimismo los escolios que dro del progreso el hombre se le presentaba siempre como un
se debían evitar para que las potencias europeas pudieran ser en lucha contra la naturaleza. De ahí que la historia hu-
cumplir con un destino al cual se sentían vocadas dentro del mana fuera en una de sus líneas de desarrollo, la del trabajo,
vasto proceso de dominación del globo, iniciado en el Renaci- como la actividad mediante la cual han surgido etapas y socie-
miento. De este modo puede afirmarse que la filosofía de la dades diferenciables, desde la primitiva sociedad de cazadores
historia acabó constituyéndose en una de sus líneas de desa- y pescadores. Ese progreso indefinido, presentaba además mo-
mentos de decadencia. EUo se explicaba por el segundo factor
1 Cf. nuestro trabajo "La philosophie de !'historie conune message", en que señala Condorcet, el de la constitución del saber, necesario
Comprendre, Revue de Politique de la culture, Venecia, Société Européenne para el dominio de la naturaleza, pero utilizado también para
de Culture, 1979, pp. 120-129; y "La filosofía de la historia desde el punto de la dominación de los hombres entre sí. La historia humana se
vista filosófico-p()lítico", en Probiemas actuales de la filosofía en el ámbito
latinoamericano, III Encuentro Ecuatoriano de Filosofía, Quito, Universidad
presenta. de este modo como el paso de un saber opresor, a
Católica, 1979, pp. 123-136. un saber liberador, el que será definido esencialmente por la
lucha constante en contra de todas las formas de opresión y
170
172 LA CONSTRUCCiúN DE LA FILOSOFtA DE LA HISTORIA LA CONSTRUCCiúN DE LA FILOSOFtA DE LA HISTORIA 173

servidumbre. A pesar del punto de partida iluminista, hay en panoamericanas dentro de la historia mundial, condujo pues
Condorcet un anuncio de los nuevos modos de entender la a nuestros primeros teóricos a revalorar la doble línea, contra·
razón en cuanto que para él había una cierta racionalidad dictoria en más de un aspecto, derivada del pensamiento de
propia, no de los pueblos y naciones como se sostendrá luego, Condorcet y de Herder. Ciertamente que la vigencia del filósofo
sino de los sucesivos modos de explotación de la naturaleza y francés no constituía un anacronismo en cuanto su filosofía de
sus consecuencias sociales.
la historia y dentro de ella su doctrina del "progreso indefi-
De todas maneras, la filosofía de la historia de Condorcet, al nido", había sido actualizada por los socialistas románticos
igual que la de otros il1J~_trª-c1os, se quedó en un nivel abstracto. franceses, entre ellos Saint Simon, cuya influencia en · el Río
El concepto de nación y, junto con él, el nacionalismo, que ten- de la Plata, por ejemplo, es indiscutible. La doctrina herde-
drían principalmente sus inicios en una Alemania dividida y riana de la "peculiaridad histórica" de cada pueblo y de cada
sometida, abrirían las puertas a una historización de la razón, época, no parecía compatible con la afirmación de un "pro-
dando fin a la visión cosmopolita ilustrada, asumiéndola desde ceso indefinido", tal como lo había pensado inicialmente Con~
otras formas universalistas. Mas, si el concepto de nación in- dorcet. Ambas tesis eran sin embargo valiosas, la primera, en
troduciría un cambio profundo en la filosofía de la historia, cuanto que a partir de ella se podía defender la peculiaridad
enriqueciéndola al poner en crisis instrumentos conceptuales de las nuevas naciones surgidas en el continente americano,
abstractos, en aquel mismo concepto se encontraban sus pro- la segunda, porque aseguraba aquella justificación teórica del
pios peligros. Abría las puertas a un nuevo universalismo, mas ingreso en la historia mundial dentro de los_ marcos de un
también las cerraba. El paso que va de Herder a Hegel muestra cosmopolitismo renovado. En verdad, se llegó a entender, más
este hecho, como nos explica por qué dentro de nuestros pri- allá de las contradicciones, y bajo el primer impulso del socia-
meros filósofos de la historia no aparecieron como incompa- lismo romántico, que el desarrollo lineal y progresivo de la
tibles la filosofía de la historia de Condorcet con la del historia, no era incompatible con la heterogeneidad de los pue-
primero. Cada pueblo es, para Herder, manifestación de una de- blos y de las culturas. Sin embargo, habrá que esperar la
terminada comprensión del mundo y realiza desde elJa, a su -~disolución del hegelianismo para que esta línea de la historia
~ modo, los valores universales comunes a todos los hombres. En
f! - abierta fuera rescatada dentro de los marcos de un nuevo ecu-
1 este sentido, no hay un pueblo elegido, sino que lo son todos los menismo.
pueblos, cada uno según su especificidad cultural e histórica. Mas, lo que deseamos en esté momento es considerar aquella
De ahí que ningún pueblo pueda ser pensado como "medio" "objetividad" sobre la que se funda una filosofía de la historia
para otro. La universalidad del proceso histórico no era quebra- organizada como "saber imperial", a partir de la noción de
da en cuanto que los fines se presentaban comunes para todos "mensaje" y más particularmente adentrándonos en las llamadas
los hombres,
2
mas ellos eran alcanzados a partir de la diversidad "funciones del lenguaje" como comunicación o interlocución.
histórica. Ahora bien, si la noción de "medio" es el nervio de la El problema es particularmente decisivo en cuanto que, como
dialéctica, como lo es del silogismo, indudablemente que la visión
veremos, nos habrá de dar una respuesta acerca de la natu-
de la historia herderiana había de aparecer a ojos de Hegel, raleza del saber dialéctico que con la filosofía de la historia
como la repetición del "silogismo débil platónico". Mas sucecje
romántica adquirió su más plena significación y desarrollo den-
que en esa "debilidad" de la filosofía de la historia, que favo-
reció una tarea selectiva abierta, radicaba su fuerza. Su posi- tro del pensamiento europeo.
ción, como la de Condorcet, lo colocaba al margen del vasto Para comenzar, diremos que la estructura dialéctica típica de
proceso de constitución de una filosofía de la historia imperial la filosofía de la historia como discurso opresivo, ha llevado
que es, en el fondo, la que acabó por imponerse en la tradi- por lo general a una ilusión de objetividad, en la medida en
ción europea. que se ha "olvidado" que el historiador hace "historia" tan
sólo de lo historiable, es decir, que hay una selección previa
La exigencia de una filosofía de la historia "abierta", que
justificara teóricamente el ingreso de las nuevas naciones his- de los data que serán incorporados como los "momentos" del
proceso dialéctico.
2 Cf. Rodolfo Agoglia, Sentido JI trayectoria de la filosofía moderna (La Una confrontación de diversas formulaciones de esta filo-
filosofía moderna como desarrollo y consumación del humanismo renacen- sofía de la historia pone en descubierto el "olvido" y muestra
tista), Quito, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1978, cap. "Her- la relatividad de la determinación de los "momentos" dialec-
der y la filosofía de la historia".
tizables y con ello la relatividad de la "objetividad" del proceso
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LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOF:tA DE LA HISTORIA 175
174 LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOF:tA DE LA HISTORIA
t l! sofía de la historia que supone, aparece inevitablemente orga-
dialéctico sobre el cual en cada caso se ha organizado el dis- nizada desde un sistema axiológico que- es el que determina
curso. fundamentalmente lo ideologemático del discurso, es decir, su
La cuestión es particularmente grave a partir del momento sentido ideológico. y J)'iuestra de qué manera el sujeto del dis-
en que nace el concepto de "historia universal" o "historia curso, el historiador o el filósofo de la historia, se incorpora
mundial" con la filosofía .romántica alemana de comienzos del de hecho como sujeto de la historia misma que está pensando.
siglo XIX. Este tipo de historiografía parte del presupuesto de Es lógico que cuando el historiador se encuentra con que no
la integración de todos Jos datos historiables que, como decía no hay "material histórico" de hecho se hace imposible toda
Hegel, "conviene" tener en cuenta. Ahora bien, lo que ha que- selección .. A.nt~ los data nO' dialectizables no hay posibilidad de __ _
dado demostrado por aquella confrontación que mencionába- historiarlos dentro de una totalidad. El hecho llega a sus extre-
mos, es que la "historia mundial" no es sin embargo "univer- mos cuanao el historiador cree encontrarse con datos que no
sal" en el sentido de una integración completa de los datos sólo no poseen un mínimo de peso histórico, sino que no tie-
de la historia, por lo mismo que para el historiador no todo nen ninguno. Un ejemplo clásico nos lo ofrecen las Lecciones
"dato" merece igual tratamiento en cuanto a su "sentido". sobre filosofía de la historia universal de Hegel que se siente
Podríamos decir que el historiador empeñado en hacer "his- en la necesidad de abrir su historia con un capítulo dedicado
toria mundial" pone en juego dos modos de tratar los "datos": a la geografía, en donde se pone todo lo no-absolutamente selec-
por una parte, en función de aquel sentido, los concibe en un cionable y por lo tanto dialectizable, con el agravante de que
proceso regido por una ley interna que se expresa en la dia- dentro de lo que se declara como no-histórico se coloca una
léctica. El "sentido" estará confirmado además por la "conducta porción inmensa de la humanidad misma: Africa, América y
dialéctica" de los "datos" que nos permite integrarlos en una las islas del Pacífico. Las palabras con que justifica este hecho,
totalidad, pero, por otra parte a más de ser mostrados en su Heg;el, son terminantes: "La Mnemosine de la historia no dis-
":

dialecticidad, han sido sometidos a una previa "selección". En persa su gloria a los -indignos".3 La antigua oposición "griegos-
11
:i, verdad, en este nivel, no hay dialéctica sin selección. La historia bárbaros", o tal como se generalizó la misma dentro de la
f corno historiografía, en efecto, escrita, pensada o vivida, sola- literatura política latinoamericana del siglo XIX, "civilización-
·~ mente "conserva" -que es uno de Jos elementos semánticos barbarie", es una expresión del hecho mencionado y dio lugar
·~ Aufhebung-__a¡;plellos "datos" que "merecen" ser conservados. a la justificación de hechos sociales de marginación y de explo-
La comprensión dialéctica lleva hacia una "totalización", que tación. Es el típico discurso justificatorio de una relación de
es justamente la que se pretende con una "historia mundial",
pero inevitablemente sobre la base de aquella selección men- dominación y por lo mismo de violencia.
Si el momento selectivo es necesario, se plantea pues el pro-
cionada: se trata no de una totalización de todos los datos blema de las condiciones mismas de toda tarea selectiva. Por
presuntamente históricos sino tan sólo de los conservables de pronto nos parece fundamental tener presente que la selec~
como tales. ción se da en relación con una dialéctica discursiva y que el
Ahora bien, tres cosas debemos observar: la primera, que la proceso histórico se encarga, con el desarrollo de sus contra-
confirmación de la "conducta" dialéctica implica un círculo dicciones, de mostrar ~as formas de ocultamiento que hacen que
vicioso. La integración de Jos datos en una totalidad no nos la selección se lleve a cabo mediante un acto predialéctico de
asegura en efecto su "objetividad" en cuanto que la totalidad nihilización, como también que la dialéctica sobre la cual se
la hemos puesto nosotros ya a priori en el acto mismo de se-
organiza el discurso es una forma que expresa de algún modo
lección;· la segunda, que la "negación" -otro de los matices
la realidad objetiva, si bien parcializada y sometida a un ocul-
semánticos de la Aufhebung- sobre la cual se ha llevado a
tamiento. La extendida teoría de América como "vacío histó-
cabo la selección, no es siempre propiamente dialéctica, sino rico", todas las doctrinas sobre la incapacidad "natural" del
que respecto de los datos rechazados, aqueJios declarados no- hombre americano de integrarse en una "historia mundial", son
dialectizables, suele ser un simple acto de nihilización o, en el
mejor de los casos, de disminución de su valor histórico; y por ejemplos de lo que venimos diciendo.
¿Cuáles son los data constantemente eliminados mediante esa
último, sobre todo este proceso juega el "olvido" de la natu- selección predialéctica? Podríamos decir que lo rechazado, ocul-
raleza misma de la selección la que es atribuida al peso his-
tórico propio de los data seleccionados. a Hegel, Introducción a la historia de la filosofía, ed. cit., p. 78.
Todo esto se debe a que la historiografía y con ella la filo-
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1
176 LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOFtA DE LA HISTORIA
1111!
LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOFíA DE LA HISTORIA 177
lfii tado o ignorado por las filosofías de la historia está constituido
a .i;j por lo nihilizado en la realidad soci~l misma: ellos son los gru. de la comunicación o interlocución supone un sujeto emisor,
pos sociales sometidos a procesos de dominación y de explo-

l
ll! un mensaje, un sujeto receptor, un referente y un código que
j!; tación; por donde una de las vías más seguras para aproxi- posibilita la comu~ación entre ambos sujetos. A su vez, el
marse a una selección que no traicione el espíritu integrador acto interlocutivo se organiza sobre una serie de funciones, lleva-
1'1!.
¡ de toda dialéctica y· que supere tanto el ocultamiento como das a cabo principalmente por el sujeto emisor: la "emotiva",
~ ¡: Jo que es ocultado, es la de interpretar los procesos a partir expresada por la carga emocional que el emisor del mensaje pone
~ .~ 1 de las formas históricas de la dominación. Como ha dicho Leo- en la expresión del mismo; la "conativa" o "vocativa", mediante
¡i Jj poldo Zea, "nuestra filosofía de la historia ha de partir Uin- la cual ese sujeto impulsa al oyente a la recepción del mensa-
t1j !
bi~n_de la esclavitudy de la servidumbre". je; "denotativa" o "cognoscitiva", que se c;aracteriza por ser
<

'i•\ JustaiTlen-te en relación con este hecho es importante señalar una orientación hacia el "referente" una vez establecida la re-
·l¡; los riesgos que se corren cuando se enuncia tanto ese sujeto
: /! lación de interlocución entre ambos sujetos y que implica el
/ ;} que resulta níhilizado, como el que ejerce el acto de nihiiiza- problema de la objetividad del mensaje mismo; la función
p-'~­ ción. Así, cuando se habla de "América" y tal como lo hemos "fática", que se pone de manifiesto en todas aquellas expre-
J
"f visto en las tesis hegelianas, en la medida en que no se avanza siones verbales (phemí) utilizadas pam lograr el mantenimiento
hacia una consideraCión de su realidad social, existe el peligro de la comunicación, ejercida asimismo principalmente por e)
de su ·simplificación y de quedarse por tanto en un nivel abs- sujeto emisor; la "metalingüística", orientada a la aclaración
tracto. El desconocimiento de América es nada más y nada del sentido no cabalmente entendido por parte del sujeto re-
menos que el desconocimiento de sus grupos humanos que la ceptor, de elementos del código; y por último, la función "poé-
han integrado y la integran, y el acto de nihilización no se lleva tica" que consistiría en una dirección hacia el mensaje por el
a cabo del mismo modo respecto de las diferentes clases socia- mensaje mismo.
-les que en cada Gaso han constituido o constituyen las socie- El hecho de que Jakobson intente determinar esas funciones
dades americanas. Exactamente lo mismo debemos decir del independientemente de las intenciones y proyectos que pueda
sujeto histórico "Europa", en aquellos casos en que se usa la tener el locutor, tal vez justificable desde un punto de vista
expresión, por ejemplc;>, "Europa colonialista del siglo XIX" u que nos parece estrechamente lingüístico, hace que su esfuerzo
otras por el estilo. No _cabe duda que de la explotación colo- se quede a medio camino y que caiga en una extrema sim-R,Ji·
nial se beneficiaron los países colonialistas, pero éstos no eran ficación del esquema ínterlocutivo. En primer Jugar es necesa-
¡ toda la Europa, ni menos aún eran una "Europa esencial", ni
.j rio observar que la circularidad del acto de la comunicación
í todas las clases sociales, por ejemplo, el proletariado industrial hace que no haya un "sujeto emisor" y un "sujeto receptor"
inglés o francés, tuvieron la misma iniciativa histórica, ni la absolutos y que Ja relación se dé entre un "sujeto emisor-re"
misma responsabilidad ni los mismos beneficios que la bur- ceptor" y un "sujeto receptor-emisor" como consecuencia del
J guesía industrial y comercial británica o francesa en relación código, a priori compartido necesariamente y sin el cual no
con el proceso de colonización. Y todavía algo más nos parece hay interlocución posible, aun cuando ella sea imperfecta. Del
particularmente importante: que lo nihilizado, los grupos o esquema de Jakobson pareciera desprenderse que el hecho
clases sociales mar-ginados y oprimidos, fuera y dentro de la de la circularidad que implica todo mensaje establecido como
Europa del siglo XIX, resultan ser lo que para la circularidad tal, es una consecuencia, cuando sucede que en ciertas formas
del discurso opresor es lo alterus, o dicho en otros términos, de discurso, más que consecuencia es condición del mensaje mis-
que es en ellos que se da de hecho el principio mismo · de lo mo. La historiografía y con ella la filosofía de la historia, en
"otro", a partir del cual se organiza, cuando así sucede, el dis- particular las organizadas por el siglo XIX europeo, son a nues-
curso liberador.
tro juicio una prueba de lo dicho debido a aquel momento
Ahora bien, lo que nos interesa es analiZar la estructura no-dialéctico que antecede comúnmente al momento dialéctico
discursiva misma. Quisiéramos señalar a propósito de la filoso- discursivo y que responde a los presupuestos axiológicos que
fía de la historia entendida desde el punto de vista de una constituyen la estructura profunda del mismo. En verdad, el
teoría del mensaje, cuáles son las "funciones" en el sentido hecho es común a todas las formas discursivas del saber social,
que ha dado a este término Roman Jakobson en su Ensayo de dentro de las cuales se encuentra inserto el discurso historio-
lingüística general (París, 1963, cap. XI). Para éste, el esquema gráfico y el filosófico-histórico. Más aún, deberíamos decir que
el momento previo a la dialectización de los data históricos
LA CONSTRU~CION DE LA FlLOSOFt~ DE LA HISTORIA 179
178 LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOF1A DE LA HISTORIA
garantía que ofrece su mensaje, sobre el cual se fundamenta el
está en relación con la presencia de un cierto núcleo discursivo mensaje e~tablecido entre los sujetos históricos propiamente
de carácter político y que en particular una filosofía de la dichos; y una "función de deshistorización", que puede ser re-
historia, sobre todo si tenernos en cuenta el papel justificatorio vertida, que se lleva a cabo en relación con los sujetos históricos
que se le hace cumplir, contiene inevitablemente aquel núcleo.
Ahora bien, la fuerza que muestra la circularidad del mensaje eludidos-aludidos.
Desde el punto de vista de la organización dialéctica del dis-
y que deriva de condicionamientos lingüísticos, así corno acorta curso, en particular si pensamos en la historia y en la filosofía
distancias entre el "sujeto emisor" y el "sujeto receptor" del de la historia, podríamos decir que la "función de apoyo" con-
esquema clásico, es la misma con la que se excluye de la comu- solida la tarea predialéctica de la selección de los data, dándole
nicación a determinados sujetos históricos y que lleva, por otro plena justificación, y que la "función de deshistOrización" es er --
lado, a la inclusión de un sujeto absoluto, sobre cuyo mensaje, modo como se lleva a cabo la selección misma, en cuanto· --
se refuerza aquella circularidad. momento nihilizador. La tarea "predialéctica" se constituye de
Ese doble movimiento de "exclusión" y de "inclusión" nos este modo en la "lógica secreta" de la filosofía de la historia.
viene a mostrar una vez más la extrema simplificación del Sin entrar en un análisis detallado, quisiéramos señalar la
acto interlocutivo dentro del esquema clásico de la comunica- problemática que plantean aquellas funciones en tres discursos
ción. En efecto, no sólo hay un "sujeto emisor-receptor" y un clásicos de la modernidad europea y que expresan la forma
"sujeto receptor-emisor" en relación de circularidad,--sTrto que básica del discurso de esa misma modernidad y de su com-
hay un sujeto absoluto, de cuyo mensaje se supone que es re- prensión, implícita o explícita, de lo que en el siglo XIX· se cons·
petición el mensaje que se nos presenta dado a nivel histórico, tituye como "historia mundial": Discours de la méthode (1637),
y hay un sujeto o sujetos eludidos como tales y a la vez aludi- Discours sur l'inégalité parmi les hommes (1754) y Discours.
dos en el referente. sur 1'esprit positif (1844). _
A propósito de esto último debemos hacer la crítica a lo que El Dios cartesiano, con su mensaje propio, funda ontológica-
Jakobson denomina "función denQtativa" o "cognoscitiva" y mente la posibilidad del discurso del sujeto histórico Desear·
que se cumple respecto de la "realidad objetiva'; o "realidad tes; el ateo, con el cual no hay posibilidad de entablar relación
referencial". La cuestión radica en preguntamos si esa relación de mensaje y que sin embargo históricamente y de hecho
es meramente de "conocimiento", en primer lugar, y luego, si enunció su propio discurso, es para el mismo Descartes el hom·
la relación se cumple del mismo modo respecto de todos los bre sin voz, justamente porque rechaza la "función de apoyo"
elemep.to~ cognoscitivos que integran dicha "realidad objetiva". tal como el filósofo la entiende; es por eso mismo, el irruptor
No es lo mismo, en efecto, la relación referencial cuando se peligroso, el destructor de códigos, hipostasiado en el Genio
trata de objetos entendidos como "naturales", o cuando se ha· Maligno, que ajeno a la circularidad del mensaje cartesiano,
bla de símbolos lógico-matemáticos, que cuando ese objeto sólo queda como un dato dentro del contenido antropológico
es el hombre o tiene que ver, aun cuando indirectamente, con del referente, junto con el hombre no-europeo, chinos y ca-
lo humano y se tiene además alguna conciencia de ello. En tal
sentido, es necesario reconocer que hay un "contenido antro- níbales.
La Naturaleza rousseauniana se presenta asimismo como un
pológico" del referente. absoluto que funda la posibilidad del discurso y sobre el cual
Pues bien, el análisis de ese contenido pone en descubierto se ejerce la "función de apoyo". El caribe -el hombre ameri·
la presencia eludida-aludida de un sujeto emisor, que es ex· cano- que es expresión directa de la "voz de la Naturaleza",
cluido del ámbito de la circularidad del discurso en cuanto es ser sin historia. La "deshistorización" del "buen salvaje"
interlocución y que posee además su propio mensaje:- Se trata responde a la necesidad de mostrar la presencia de la "voz" de
de una especie de anti-sujeto que se presenta como un verda· un sujeto absoluto, a la vez que repite el esquema coloni-
dero peligro, potencial o reai, para la circularidad del mensaje zador que divide el mundo según la vieja oposición entre grie·
establecido. gos y bárbaros, vigente de modo claro en el discurso cartesiano.
En este momento nos encontrarnos, por tanto, en la posibili- Este hombre sin "voz", deshistorizado, queda radicalmente fuera
dad de señalar otras "funciones" que nos aparecen dentro del. del discurso y sometido al mismo proceso de colonización
esquema clásico de la comunicación que estamos haciendo. En y por tanto de dominación, si bien en este caso, de signo pater-
efecto, podemos hablar de una "función de apoyo'', que ·se nalista. Por otra parte, el "discurso del amo", sobre el cual
pone de manifiesto con la presencia del "sujeto absoluto" y la
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180 LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOF1A DE LA HISTORIA

se organiza la Europa feudal y que fünciona como típico dis-


LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOFíA DE LA HISTORIA 181

se repite para todo tipo de discurso filosófico aun cuando el


"momento biográfico'' no se encuentre explícito y sea necesario
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curso opresor sobre una deshistorización de las relaciones reconstruirlo por otras vías. Pues bien, la presencia de la "ecua-
,,,I!J ' "amo-siervo", resulta historizado por Rousseau, lo cual le per- ción personal", es lo que hace que el discurso filosófico ad-
1~ mite reformular las demandas del "pueblo" desde su propio dis-
fii,!1 quiera forma de. mensaje al centrarlo alrededor de un sujeto
1 curso, el del filósofo y mediante el recurso a otro sujeto histórico, realidad extradiscursiva de la cual surge el discurso
l ·1
;{ absoluto.
j'' mismo y sin la cual pierde aquel sentido. Y es ese mismo sujeto
1 La Humanidad, en el discurso comtiano, el "primero de los histórico el que impone, desde una conciencia que no es exclu·
seres conocidos" como él gustaba llamarle, es el "sujeto de siVamente individual, los Iímites-aeiitroae los cuales se inscri·
lJ apoyo" que de modo parecido a la función que cumple el ca- be la circularidad del discurso, como también el que garantiza
::¡ ribe como transmisor de la "voz" del mensaje de ia Naturaleza
:') mediante su apelación a un sujeto absoluto, la fuerza de aquella
'1 en Rousseau, tiene su portavoz en el proletariado. Tanto--éste misma circularidad. Todo lo cual se lleva a efecto mediante las
1 como el caribe son deformados en su realidad histórico-cultural funciones que ya indicamos, las de "deshistorización-historiza·
a fin de que puedan ejercer la pretendida misión de portavoces
de un sujeto absoluto. Por otro lado, Comte recurre a una ción" y la de "apoyo".
Paralelamente a la naturaleza deíctica del discurso, se nos
"historización" del discurso teológico-metafísico, que resulta presenta su valor "redundante", sobre todo en cuanto lo consi·
en verdad una radical "deshistorización" del mismo, en cuanto deramos asimismo como lenguaje. La distinción saussuriana
1 que_la historia es en definitiva entendida como un "regreso" entre "lengua y habla" (langue-parole) se encuentra de hecho
! a lo· que denomina el "buen sentido" y el proceso histórico presente en el discurso filosófico tradicional derivado del pla·
resulta bloqueado por el "régimen definitivo" de la Humanidad. tonismo. De ahí proviene una cierta historiografía según la
En estos tres ejemplos típicos de la modernidad europea, el - cual los "sistemas", en el sentido de "sistemas filosóficos", se-
¡
mensaje aparece claramente estructurado sobre la~ dos funcio- rían el modo como cada pensador "habló" la "lengua" del Ser.
:! nes que mencionamos. Los tres suponen de modo más o menos La relación que se da entre el "habla", entendida en este caso
'1 manifiesto una comprensión de lo histórico-mundial desde una ~omo este o aquel sistema filosófico y la "lengua" o paradigma,
i circularidad incluyente-excluyente, que tiene como punto de entendido como el nivel ontológico fundante de todas las hablas

r
11 partida un momento nihilizador predialéctico y que supone
por eso mismo la noción de "vacío histórico", típico fenómeno
que puede ser considerado como uno de los caracteres básicos
del "discurso opresor".
Todavía quisiéramos agregar algunas consideraciones sobre
posibles, muestra claramente el hecho de la redundancia. En
efecto, la noción de "modelo" implica de modo consciente o
no, las de repetición o copia y la fuerza de la circularidad del
discurso, en cuanto mensaje depende del grado de ontologiza·
ción de la noción misma de paradigma dentro de este tipo
1 !
el ·problema de la circularidad del mensaje, referidas en este
caso concretamente a la filosofía de la historia en tanto muestra
discursivo clásico que ha impedido hasta ahora una correcta
interpretación del valor de todo mensaje. La distinción entre
caracteres que son propios del discurso filosófico. Nos referimos un "discurso opresor" y un "discursD liberador" sólo puede
a su naturaleza deíctica, de la que ya nos hemos ocupado. La avanzar, por eso, mediante el reconocimiento del grado de ile·
propiedad de ciertas palabras tales como los nombres de per- gitimidad de la afirmación del sujeto respecto de sí mismo,
sonas o los pronombres, que de alguna manera constituyen un puesta de manifiesto justamente en la fuerza que deriva del
escándalo para aquellos lingüistas celosos de la distinción entre ejercicio del tipo de redundancia que hemos señalado. La fun·
lo lingüístico y lo extralingüístico, se presenta como carácter ción que hemos denominado de "apoyo" y que lleva a supeditar
general del discurso filosófico. Así como no se puede alcanzar nuestro propio discurso a otro, que es sin más el de un sujeto
la significación adecuada de esos términos sino por su inevi- absoluto que nos hace de garantía, surge de esta necesidad de
table referencia a la "realidad extralingüística", otro tanto acae-
ce con este discurso en su totalidad. De ahí que el "momento redundancia.
Deberíamos todavía hacer algunas consideraciones sobre los
biográfico" o "ecuación personal" no sea algo externo al dis- problemas que plantea la naturaleza dialéctica del discurso
curso filosófico sino aque11o que le otorga su plena significa- historiográfico típico que estamos analizando. Habíamos dicho
ción. Imposible sería sin duda un análisis del discurso carte- que hay un momento selectivo prediscursivo y predialécti-
siano, por ejemplo, que no tuviera en cuenta el valor del"yo", no co que lleva a la eliminación de un cierto sujeto (elusión), que
como "ego", sino como el yo personal de Descarte·s. El hecho
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182 LA CONSTRUCCION DE LA FILOSOFtA DE LA HISTO.RIA
:~ LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOF1A DE LA HISTORIA 183
queda por eso mi~mo fuera de la circularidad del mensaje,

~
justificar el papel de la Europa colonizadora del resto del mun-
pero que al mismo tiempo no puede dejárseie de tener pre.
sente dentro de la "realidad objetiva" a la cual se hace men. do, muestran la relatividad de aquéllas.
ción en ese mismo mensaje (alusión). Este sujeto que es La estructura típica del discurso opresor señalada a través
sometido al doble juego de "elusión-alusión" es aquel que de algilnos antecedentes dentro de la modernidad europea,
IH actual o potencialmente enuncia o puede enunciar en algún juega fundamentalmente sobre la base de un doble vaciamiento
~iJ momento, un discurso en el que se piense el proceso histó. de historicidad que alcanza su máxima fuerza en la relación de
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J~_ rico...,desde un centro axiológico di versó aei nuestro. Pues bien, Europa con el mundo colonial, con las aclaraciones que hemos
el juego mencionado implica además una "ilusión", que es en hecho en un comienzo respecto de Europa como sujeto de do-
·~· minación colonial. Aquella historicidad es negada, en aigunos
¡¡J este caso "ilusión de objetividad" (de "realidad"), lo cual no
significa que el mensaje organizado sobre una circularidad casos radicalmente al hombre no-europeo, al colonial, declarado

·~ excluyente, no tenga su grado de "objetividad", la que está dada como una pura naturaleza y a la vez resulta negada al coloni-
en la posibilidad misma de la circularidad. La ilusión consis- zador al hacer que su mensaje sea reproducción de otro de
te en entender que el valor dialéctico de nuestro discurso es la naturaleza absoluta. Entre naturaleza y ontología no hay lugar
expresión omnicomprensiva de una "dialéctica real", siendo que para lo histórico propiámente dicho.
' para podernos instalar en nuestra "dialéctica di~cursiva" hemos A su vez, el esquema se repite dentro del mundo colonial
comenzado por suspender lo dialéctico mismo. Entre la reaJi. mismo entre dominadores y _dQ.minados, entre aquellos que
dad como proceso dialéctico que nos excede y el horizonte dia- hacen de vehículo_ satisfecho de la colonización y quienes su-
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léctico discursivo establecemos, en efecto, un momento no- fren todas las formas de opresión, tanto las externas como
·i dialéctico, por donde sucede que corremos el riesgo permanente las internas. Éstos son los nihilizados por toda conciencia opre-
·{l ele quedarnos en ese horizonte. Una de las maneras de supe- sora que no practica nada más que una sola dialécti~a. en
'i:
t rar la "ilusión de objetividad" consiste en comenzar a dudar Europa o en América Latina y cuyo símbolo en todo discurso
:i .acerca de la legitimidad de nuestra afirmación de nosotros ya desde los albores de la modernidad, es para nosotros, los
l
mismos como valiosos, y de la "objetividad" en general que latinoamericanos, el "caribe" o el "caníbal".
Nada más ajeno a toda autocrítica que la tesis de Charles
r! es la que nos confirma en nuestros criterios selectivos. En
Aubrun según la cual los europeos son "dialicticos", mientras
,J última instancia la constitución de esa "dialéctica discursiva"
.~
y de su objetividad defectiva, es un problema de "falsa con-
que los latinoamericanos somos "estáticos y maniqueos" de don-
.¡ de concluye que "el rendimiento de la máquina [sicJ latinoame-
ciencia" y su superación, sin dejar de lado aquella duda como ricana de hacer historia. . . es notoriamente inferior a la máqui-
momento metodológico saludable, depende de la marcha de las
na histórica europea", nuevo modo de justificar una determinada
contradicciones a que nos somete el proceso dialéctico real y filosofía de la historia, la de la Europa colonialista y· de se-
que nos abre a una praxis que puede resultamos desocultante. guirse moviendo dentro del ámbito de la "ilusión de objeti-
El proceso histórico se nos presenta como una permanente vidad" con la que se encubre el discurso opresor.•
quiebra de la circularidad de Jos mensajes establecidos. Para La filosofía de la historia de América Latina no tuvo, particu-
Jos interlocutores instalados en el interior de su propia circu- larmente a lo largo del siglo XIX y salvo excepciones, formula-
laridad es concebible Ja presencia de Jo "nuevo" histórico, pero ciones independientes y se la encuentra por lo general incor-
nunca entendido como "alteridad" que venga a irrumpir de porada como momento del discurso filosófico-político, dentro
modo destructivo respecto de la circularidad misma. La noción del cual el problema del destino de nuestra América, como asi-
hegeliana del concepto, quien contiene en sí Jos posibles mo- mismo el de la comprensión ge su pasado, han sido temas cons-
mentos de su propio desarrollo, nos da la exacta idea del modo tantes. A pesar de lo dicho, aquel "momento" se nos presenta
como es entendida esa circularidad. Es, por otra parte, la raíz casi siempre cualificando de tal manera la totalidad del discurso
constitutiva de Ios "universales ideológicos", que son por eso señalado, que podría afirmarse que el pensamiento sobre nuestra
mismo opresores y causas de marginación. Las filosofías de la realidad es, aun cuando de modo a veces difuso, una filoso-
historia, manifiesta u ocultamente opresivas, se organizan sobre fía de la historia. La razón de este hecho pareciera quedar con-
ellos y como hemos dicho en un comienzo, la confrontación de
las sucesivas filosofías de la historia con las que los pensadores 4 En "Alma América", publicado en la obra conjunta Terzo Mondo e
europeos del siglo XIX y comienzos del actual han pretendido Communittl Mondiale. Teste de/la relazioni presentate ai Congressi di Genova,
Milán, 1967, pp. 283-286.
LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOFíA DE LA HISTORIA 185
184 LA CONSTRUCCióN DE LA FILOSOFtA DE LA HISTORIA
opresor. por lo mismo que sufre en carne propia la opresión
firmada por la convicción generalizada entre muchos de nues- y la marginación. Si no queremos caer más en una selección
tros intelectuales contemporáneos de que todo saber sobre lo nihilizadora y quedamos en el nivel de una mera dialéctica
americano exige una filosofía de la historia, planteac:~a cierta- discursiva, no tenemos otra vla que la del reconocimiento
mente sobre las nuevas formas del saber social. de ese hombre COlJlO poseedor de voz propia. >'.\es la muerte de
El esquema básico sobre el cual aquel discurso filosófico-po- la "palabra eXtranjera". "Con los oprimidos -nos dice Martl-
lítico aparece organizado, y esto no sólo es válido para el siglo había que hacer causa C<)llllln, para afianzar el sisteJilll5 opoesto
a los intereses y hábitos de mando de los opresores."
XIX, juega casi siempre sobre la oposición "civilización-barba-
rie", en donde el primer término funciona dentro del proyecto
ideológico como el absoluto sobre el cual se apoya el mensaje
-
del pensador, y el segundo, la "barbarie" terminó siendo sin
más el sujeto sin voz con el cual no hay interlocución, es el
hombre deshistorizado dentro de ese mismo mensaje.
'A ese típico discurso opresor, que repite los esquemas de la
modernidad europea en lo que ella muestra como su más cons-
tante respuesta ante el problema que planteaban los pueblos
colonizados, se opone sin embargo una filosofía de la historia
de signo contrario. Ya vinms cómo la fórmula hegeliana según
la cual hay que ocuparse tan sólo de "lo que ha sido y de lo
que es", aparecía invertida en el pensamiento de Bolívar para
quien por el contrario, nuestra tarea consistía en ocupamos
"de lo que es y de lo que será". Los románticos, como hemos
dicho, en la etapa del socialismo utópico, frente al discurso
opresor de la época, encontrarán en la doctrina del "progreso
indefinido" de Condorcet, y en el nacionalismo herderiano plan-
teas que facilitaban la constitución de una filosofía de la his-
toria "abierta" única que podía justífiC::tf' el ingreso de nuestra
América dentro de los marcos de una historia mundial. Ssa
fue, como veremos más adelante, la posición inicial de Juan
Bautista Alberdi. A aquel mismo· discurso opresor se opondrá
a fines de siglo José Martí, como vimos páginas atrás, denun-
ciando el absoluto en el que se apoya y exigiendo que sea
puesto en "formas relativas", rechazando a su vez el desconoci-
miento de ese hombre al que se declara "bárbaro" y exigiendo
que se escuche su voz. "No hay batalla entre la civilización y
la barbarie sino entre la falsa erudición y la naturaleza", es
decir, entre el hombre ideologizado, enunciador de mensajes
"cultos", salido de las universidades, y el hombre espontáneo,
"natural", exento de mediaciones, por lo mismo que cuando ex-
presa su mensaje no recurre a principios ocu1tantes, sino que
lo hace a partir de una cotidianidad oprimida y por eso mismo
potencial o actualmente desocultante. Se trata de un hombre
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que plantea de modo radical una nueva manera de entender
i la función de "apoyo". En él radica justamente el poder de
~ irrupción en la historia: "Viene el hombre natural, indignado
y fuerte, y derriba la justicia acumulada en los libros." Es el G José Marti, Nuestra Amirica, ed. cit.
único hombre que puede quebrar la circularidad del discur~o

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187
LA FILOSOFtA DE LA HISTORIA MEXICANA

problema qe su historiografía, es asimismo fundamentalmente,


filosofía de la historia. Y la razón epistemológica se encuentra
X. LA FILOSOFíA DE LA HISTORIA MEXICANA en el hecho tantas veces señalado pero no siempre atendido,
de que la filosofía es posible sólo a partir de un determinado
grado de "conciencia histórica", conciencia de la historicidad
UNA RESPUESTA a la filosofía de la historia de la modernidad
del hombre y por tanto meditación acerca de su ser histórico
europea, y a su vez, una tesis sobre el modo como se ha ela- y de su historia.
borado en América Latina la filosofía de la historia, es la tarea z-ea coincide en esto con lo que nos dice Rodolfo Agoglia
a la que se ha entregado Leopoldo :lea. La crítica que lleva a respecto de nuestra filosofía la que "tendrá -dice este autor-
cabo -gira- por- enter<> sobre la necesidad de rehacer nuestro que constituirse no en una formulación teórica más, sino en
propio pensamiento--a-partir de una afirmación de nosotros filosofía de la historia: será éste su modo específico de ser".
mismos como valiosos, que implica necesariamente la exigencia "Así como para la filosofía platónica lo fue la indagación desde
de reconocer la historicidad de todo hombre. La ya vasta labor el ser ideal, para el medioevo la meditación desde el ser abso-
intelectual de Zea se nos presenta como uno de los intentos luto y para la modernidad la investigación desde la realidad
más persistentes y, a la vez, comprometidos de hacer filosofía del mundo exterior, como consecuencia en cada caso de la pri-
latinoamericana dentro de las pautas que hemos mencionado macía del saber matemático, del saber teológico y el auge de
como necesarias para la constitución de una filosofía, partiendo las ciencias físico-matemáticas, nuestro siglo hJlce filosofía
desde las ci~cias humanas e históricas."
3
por eso mismo de una comprensión de la legitimidad de la filo-
sofía como saber normativo.1 Tanto Zea. como Agoglia muestran, por otro lado, cómo la
filosofía en América Latina ha sido en sus representantes más
El punto de arranque de las investigaciones de Zea fue, en
sus años juvenUes, bajo el magisterio de José Gaos, la historia lúcidos, una filosofía de la historia, la que constituye, según
lo dice el último de los filósofos citados, "su más genuina tra-
de las ideas. El mismo maestro comentando la obra ya clási- dición". De la misma manera lo entendió :José Gaos, uno de
ca de Leopoldo Zea, aparecida en 1943, Dos etapas del pensa- los más importantes y significativos estudiosos del pensamiento
miento, advirtió que ella no se reducía a una presentación de hispánico que vivió empeñado en encontrar el sentido de éste
corrientes de pensamiento y de sus posibles sistemas y cir- dentro del desarrollo del pensamiento mundial. La "filosofía
cunstancias, sino que ellos eran vistos "desde la altura de una americana", tal como la llamó Juan Bautista Alberdi, era una
nueva filosofía de la historia de Hispanoamérica". Años más filosofía de la historia. El pensamiento de Andrés Bello se mo-
adelante, Zea explicó la razón de esa implícita filosofía de la vía en la misma dirección y proponía que nuestra historia fuera
historia, la que si bien no había sido inicialmente programada considerada "con mirada filosófica". Lo mismo podríamos decir
como tal, acabó por constituirse como una temática orgánica- de tantos otros, un José Enrique Rodó, un José Martí, un José
mente desarrollada: "Inmersos en nuestra propia e ineludible Carlos Mariátegui. En nuestros días, un grado agudo de "con-
realidad -decía-, quienes hemos venido haciendo la historia ciencia histórica" ha llevado a descubrir toda esta persistente
de las ideas de esta nuestra América, hemos tenido que rela- y continua línea de pensamiento, como consecuencia de la lucha
cionar el pasado de las mismas con el presente en el que las de los pueblos latinoamericanos por su liberación, tanto externa
analizamos y el futuro- que las mismas necesariamente se- como interna, tanto nacional como social. La posición de Au-
ñalan." 2 Ese "relacionar las ideas" con su propia temporalidad gusto Salazar Bondy se movió en sus últimos años en ese
y en conexión con un origen y un destino, no ya de las ideas, ámbito. Leopoldo Zea ha retomado esta ya vasta tradición q'l!.e
sino de quienes las expresaron, implicaba ineludiblemente una ha hecho de la filosofía latinoamericana un humanismo, a
filosofía de la historia y más aún, la exigía. pesar de los sucesivos academicismos que se vienen dando des-
Ahora bien, no sólo la historia de las ideas acabó resolvién- de la escolástica hasta nuestros días.
dose en una filosofía de la historia, sino que Zea llegó a la Y justamente contra estos academicismos, tanto latinoameri-
comprensión de que la filosofía americana, dejando aparte el canos como extranjeros, ha tenido Ze.a que defender la con·
dición misma de posibilidad de la filosofía de la historia como
1 Cf. nuestro trabajo "Leopoldo Zea, una pasión en búsqueda de la s[n-
tesis", en Latinoamérica, México, UNAM, núm. 10, 1917, pp. 303-309. 3 Rodolfo Agoglia, Conciencia histórica y tiempo histórico, Quito, P.U.C.E.,
2 Leopoldo Zea, Dependencia y liberación en la cultura latinoamericana,
México, Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1974, p. 17. 1978, cap. 12.

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188 LA FILOSOFtA DE LA HISTORIA MEXICANA

saber científico. En particular las impugnaciones han venido


de los neopositivistas y de la denominada "historia intelectual".
LA FILOSOF1A DE LA HISTORIA MEXICANA
-
sujeto histórico concreto con los objetos vistos desde aquel su-
1S9

p1
i jeto, rescatado desde la perspectiva de una "conciencia his-
Contra los primeros, Zea ha mostrado lo endeble de la tesis
,¡; del "fin de las ideologías", que es sin duda la más negativa de tórica". Un sujeto en el que el "ser" y el "tener" no se dan

~
las ideologías académicas. Precisamente si la filosofía no es escindidos, sino que son el uno para el otro.
factum sino un faciendum se debe a esta tarea de verdadera También el neopositivismo ha hablado del "fin de los nacio-
1 nalismos culturales" y de la consecuente necesidad de hacer
i crítica que permite señalar, como lo hemos dicho, el modo
como se juegan las funciones de integración y de ruptura pro- una filosofía "supranacional" que sería, por ese motivo, un saber
} pias del concepto, juego que permite el enunciado ·de preten- integrador. Por cierto que una filosofía como la que se llamó
didos universales que deben ser desenmascarados. La filosofía en su momento "filosofía de lo mexicano", cayó en una ontolo-
1' latinoamericana, en esos momentos que pueden ser considera- gización de lo nacional, en particular en algunos de sus cultores,
dos como grados sucesivos(fe afirmación de un para sí, ha que debía llevar necesariamente a un rechazo. Mas, la crítica
puesto de manifiesto precisamente, el importante tema onto- a los "nacionalismos culturales", lo mismo que dijimos al ha-
lógico y epistemológico del "olvido", que no supone un ponerse blar del historicismo, no fue llevada a cabo desde afuera, sino
más allá de las ideologías, sino una comprensión de la filosofía desde adentro. El libro de Abelardo Villegas, La filosofía de lo
como saber ambiguo, dentro del cual lo ideológico es un factor mexicano, 5 es una prueba elocuente de esta crítica interna. Una
que debe ser desentrañado en vistas de una praxis liberadora. filosofía de la historia o simplemente una filosofía que quiera
Ha tenido Zea que salir también por los fueros del histori- ser rés;puesta a los problemas humanos concretos, no puede
cismo, el cual para los neopositivistas toca a su fin, lo mismo prescindir de las particularidades desde las cuales el hombre
que las ideologías o, tal vez, como una ideología más. Cierta- accede a lo universal y dentro de ellas, desde los inicios de la
mente que si nos atenemos a algunas formas del historicismo modernidad, la nación juega un papel histórico y conformador
tales como las que se vieron en nuestra América Latina en la que sólo una abstracción deshumanizadora puede negar. Mas,
década de los cuarenta, no cabe sino hablar de su fin, mas éste- - esto no quiere decir, que sólo haya de atenderse a lo nacional,
ha tenido lugar dentro del mismo desarrollo del pensar histo- como tampoco que lo nacional sea un mundo de entelequias
ricista, como una de sus etapas superadas. No se trata, pues, ya hechas. Las tradiciones nacionales, los valores a los que se
del fin del historicismo, sino de un historicismo determinado, echa mano para ~ocar la existencia de una cultura nacional
aquel que se organizó principalmente sobre la noción orteguiana y aun de la nacionalidad misma, no son nunca anteriores al
de "circunstancia". Se trata en cierto sentido del fin de la hombre concreto. El "legado", tal como. dijimos en un comienzo,
influencia de Ortega y Gasset. Un nuevo historicismo fue madu- no es anterior ontológicamente al sujeto que lo recibe y es
rando, enriqueciéndose y clarificándose en América Latina, éste el que define a aquél y no viceversa. Esto es lo que nos
tarea en la que jugó un papel destacado en sus inicios el maes- quiere decir Leopoldo Zea cuando afirma a propósito de los
tro Gaos. Este historicismo ha concluido en nuestros días en nacionalismos "que el pasado por grande que éste haya sido,
un diálogo fecundo con las filosofías de denuncia y sin preten- ha de ser simplemente, un instrumento al servicio del futuro". 6
der ser una· opción excluyente respecto de ninguna de ellas, Y quien instrumentaliza ese pasado es un sujeto concreto, que
ha alcanzado una sistematicidad a partir de una ontología del no es justamente la nación, sino los grupos humanos que la
ente histórico en la que la meditación del ser humano desde integran y que hacen a la nación. Un nacionalismo ha tocado a
el punto de vista del hacerse y del gestarse, es posiblemente su fin, pero ello no implica el fin de lo nacional que ha de
su tema central. Se trata con palabras de Arturo Ardao, del ser asumido por una nueva filosofía de la historia.
"avance hacia el comportamiento autónomo en el seno de la Como Zea lo ha señalado, tan negativo puede ser un "nacio-
dÓble universalidad
4 filosófica: la de los objetos y la de los nai1smo cultural", como un "supranacionalismo". Todo depende
sujetos". Es decir, no se trata de una filosofía de los objetos, de la intencionalidad con que sean propuestos y asumidos sus
y su paralelo, la filosofía de los valores, tal· como lo entef!.dió valores. No significa una misma cosa el ideal bolivariano, gran-
el academicismo anterior al actual, sino del reencuentro de un de a pesar de Bolívar mismo, que como hombre de carne y
4 Arturo Ardao, "Historia y evolución de las ideas fiJosóficas en América s Abelardo Villegas, La filosofía de lo mexicano, México, Fondo de Cul-
Latina", ponencia presentada en el IX Congreso Interamericano de Filo- tUra Econ6micá, 1960.
sofía, Caracas, 1977.
6 Leopoldo Zea, Filosofía de la historia americana, México, Fondo de Cul-
tura Econ6mica, 1978, p. 32.
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LA FILOSOFíA DE LA HISTORIA MEXICANA
190 LA FILOSOF1A DE LA HISTORIA MEXICANA
la historia de la filosofía debe, incluso, producir esta impar-
hueso no estaba exento de contradicciones, que un ideal tras-
cialidad. "Pero lo ·peculiar es que -=-anota a continuación- sola·
nacional difundido por la tecnocracia, el industrialismo y el mente quien ·no comprende nada de la cosa, quien posee
comercio internacionales generados en el seno de las grandes solamente conocimientos históricos se comporta imparcialmert-
potencias bajo el signo del capitalismo. No tiene el mismo
te. El conocimiento histórico de las doctrinas no es ninguna
valor un nacionalismo que. predique primero la liberación na- comprensión de las mismas." Y todavía agrega " ... aunque
éional y deje para después la liberación social, única vía por la historia de la filosofía tiene que narrar hechos sin embar-
la cual las naciones pueden acceder a un legítimo plano de
humanización. Todos estos juicios de valor no pueden ser re- go, la primera cue.&,tión es, a saber, qué es un hecho- enfilo-
nunciados y hacen a la naturaleza misma de una filosofía de sofia".a. _
la historia. Al denunciar el ejercicio del juicio de valor como lo -¿Aceptar estas afirmaciones de Hegel significa caer en hege-
que resta cientificidad al discurso, el nuevo academicismo, no se lianismo? Sin duda que no, a pesar de la acusación en tal sen-
salva de lo ideológico, sino que produce una de las ideologías tido que lanzan los partidarios de la "historia intelectual". Lo
más peligrosas de nuestro mundo contemporáneo.7 que Hegel afirma, tiene en su sistema una elaboración que
podríamos calificar de "hegeliana'', pero lo que dice .en este
La crítica hecha a la filosofía de la historia que se practica caso, es ni más ni menos lo que se encuentra supuesto en todo
en nuestra América Latina y en particular a la labor de Leo-
poldo Zea, proviene también de ciertos estudiosos que se mue- auténtico modo filosófico de pensar el problema.
El maestro Gaos había planteado la cuestión en los mismos
ven en el campo de la llamada intellectual history, otra forma
de positivismo. Para éstos, la historia de las ideas, campo desde términos: " ... ¿qué se quiere decir cuando se dice que algo
el cual arrancó la filosofía de la historia en el caso concreto es un 'hecho'? ... Como se empezó por ver, se quiere decir
que el algo que_ es un hecho es algo independiente de las ideas
de Zea, ha sido desvirtuada y transformada en una "metahisto-
ria", carente de "objetividad" y por tanto de cientificidad. La acerca de él, pero como se va viendo, el algo que9 es un hecho
posición de estos críticos resulta tan endeble como lo es en no es algo independiente de las ideas acerca de él". El hecho no
general todo intento de regresar a un empirismo ingenuo que se reduce a la idea, como había entendido dentro de su
cree poder captar los "hechos" en su mera facticidad. Ahora idealismo a ultranza un O'Gorman, según vimos y aquí critica
bien, ~verdad, que esta crítica y a la vez este rechazo de la Gaos; mas, tampoco hay hechos sin idea de ellos, sin sentido
filosofía de la historia manifiesten una actitud ingenua, no re- otorgado a los hechos, como pretende el empirismo ingenuo.
vestiría gravedad alguna, si no fuera que por detrás de ellos, En esto radicaría el sentido de la Aufhebung, a pesar de los
lo que mueve dicha actitud es una "falsa conciencia", es decir, riesgos que la tarea selectiva inevitable y necesaria, mencionada
se trata una vez más de una posición ideológica que se ignora por el mismo Hegel en el texto citado, trae consigo. Como he-
a sí misma como tal. Y lo segundo, que al escindir lo subjetivo mos tratado de mostrarlo aquella tarea plantea un ·momento
de lo objetivo y al desconocer el correcto funcionamiento de la predialéctico que puede, no ya regatear el sentido que los he-
subjetividad en la construcción del conocimiento, se encuentran chos tienen, sino simplemente el no verlos. "El sujeto, pura
aquellos críticos en la imposibilidad de alcanzar lo mismo que y simplemente -dice Leopoldo Zea-, busca hacer suyo, al ob-
predican, a saber la cientificidad de su propio saber. jeto, incorporándoselo y no una vez más, eludiéndolo. Esto es
Zea sale, pues, en defensa de lo que podríamos llamar "los precisamente lo· que significa la Aufhebung hegeliana de que
10
derechos de la subjetividad", sin que esto suponga necesaria- nos habla José Gaos."
mente afirmar un idealismo, ni menos aún la arbitrariedad en Ese sentido de los hechos no es por otra parte una compren-
el manejo de los datos por parte del historiógrafo. Justamente sión deshilvanada y ocasional de ellos, sino que se da dentro
se pregunta Hegel si un historiador de la filosofía "no debe ser de un determinado horizonte de comprensión. El historiador de
más bien imparcial, no juzgar, no seleccionar, ni añadir nada las ideas y el filósofo de la historia se encuentran inevitable-
de lo suyo, ni recaer sobre ello con su juicio". Esta exigen- s Hegel, Introducción a la historia de la filosofla, op. cit.
cia de imparcialidad -dice luego- parece indudablemente muy José Gaos, Filosofía mexicana de nuestros· días, México, Imprenta Uni-
9
plausible como una recomendación a la equidad. Precisamente
versitaria, 1954, p. 246.
to Lcopoldo Zea, Filosofía de la historia americana, México, Fondo de
7 Cf. Leopoldo Zea, Dependencia y liberación en la cultura latinoameri- 'Cultura Económica, 1978, p. 24. Cf. también Dependencia y liberación de la
cana, ed. cit., cap. "De la historia de las ideas a la filosofia de la historia cultura latinoamericana, pp. 15-17; y Latinoamérica Tercer Mundo, pp. 64-66.
latinoamericana", pp. 12-15.
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!/! 192 LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA MEXICANA
LA FILOSOFtA DE LA HISTORIA MEXICANA 193
~ mente dentro de una comprensión del mundo y de la vida qu,
a efectos de alcanzar su propia justificación organizará un
funciona como a priori histórico. El punto de atranque de esta
cosmovisión es siempre una autoafinnación de sí mismo co.rn discurso en el que se habrá de jugar de modo ambiguo a la
valioso como también el que es valiOS<J conoeemos a nosotros0 bistorización y a la deshistorización, según los casos y conve-
mismos, todo lo cual se constituye en un "proyecto" de vida. El niencias y se acabará predicando con un Hegel o un Comte,
empirismo ingenuo no escapa a esto y su más grave falta con. la clausura de la historia.
Ahora bien, si la historia había sido declarada como termi-
-dice~ ~ --t-
siste en no someter a una investigación critica su propio I'Unto
de partida. "Toda filosofía de la historia, por supuesto nada y sin embargo, a pesar de los deseos de la burguesía triun-
Zea-, implica un proyecto" quo no es ilegitimo en sí DlÍS!no, fante, la historia continuó, y lo que es más grave para esa
pero que debe--ser- sin embargo legitimado, a partir de una -misma burguesía, abriendo caminos impensados, era inevitable
investigación deJa intencionaudad que lo mueve. La respuesta que aquella historia fuera respecto de esta última, simplemente
de Zea en este sentido es clara: el empirismo ingenuo responde la pre-historia. Marx y Engels son quienes ven el problema en
a un proyecto que es sin más el que caracteriza a una filosofía estós términos y la aparición del libro de Carlos Datwin, El
de la historia, implícita en este caso, organizada dentro de los origen de las especies, les permitirá mostrar de qué manera la
términos del "discurso opresor". Y aunque lo que vamos a estructura del capitalismo en ascenso era la repetición pura y
decir parezca una paradoja, acJarando qUe no creemos en la directa del estado de naturaleza. El hombre europeo, a pesar
sustantividad de las paradojas, el e.rnpirismo ingenuo dentro de su encuentro con el Espíritu absoluto, no había salido de
de sus límites teóricos, se muestra como el heredero de la fi- las cavernas. 12
losofia de la historia de la modernidad europea, y resulta ser Mas, todavía en otro sentido la filosofía de la historia hege-
por eso mismo hegeliana, en lo que el hegelianismo tiene de liana resultaba ser la culminación de la preñistoria. El hecho
infecundo y negativo. En este sentido, la acusación de hege. tiene relación directa con el problema que hemos denominado
lianismo que se ha lanzado eontra la filosofía 1atinoa.rnericana de "selección predialéctica". De acuerdo con la antigua división
conte.rnporánea, como si fuera lo que la caracteriza por contra- entre "bárbaros" y "griegos", entendida por la modernidad eu-
posición con el pensamiento nortea.rnericano, ignora que la fi- ropea y en particular por Hegel, como la distinción entre
losofía de la historia y otros campos de trabajo filosófico que "naturaleza" e "historia", el mundo colonizado y dominado por
no le son extraños, se han organizado en nuestra América La- la Europa conquistadora, no entraba propiamente en la historia
tina, teniendo en cuenta el pensamiento de ·Hegel, verdadero mundial. El hombre africano y el americano, seres impotentes,
nudo de la filosofía, pero ta.rnbién a partir de su rechazo. En no habían salido aún del estado de naturaleza y sólo el hombre ~
tal sentido no hay pues hegelianis.rno, sobre todo si se tiene en europeo podría empujarlos hacia ella. El amo era el encargado
cuenta la presencia de los aportes que las "filosofías de denun- de historizar al esclavo, a pesar de que el mismo Hegel en su
cia" han legado y pueden
temporáneo. · todavía legar a nuestro mundo con- Fenomenología había afirmado lo contrario. Pues bien, la-nueva
filosofía de la historia, sin superar a pesar de esto su eurocen-
Por lo pronto, la filosofía de la historia que Hegel 1Ieva a trismo, como bien lo señala Zea, abandonando el Espíritu como
su culminación dentro del pensamiento europeo, tiene sus orí- canon para medir lo humano, y retomando elementos que están
genes de los que no se desentiende en ningún mo.rnento, en en el mismo Hegel, historizaría a todos los hombres de todos
Ia Europa colonizadora. "El siglo xrx -dice Leopoido Zea-, los tiempos y lugares, a partir de la noción de trabajo. La doc-
siglo en el que se van afianzando las conquistas del mundo trina de los "modos de producción" hará dar un vuelco radical
occidental sobre el resto del .mundo, es también el siglo en el a la filosofía de la historia europea, como ya lo dijimos, abrien-
que surgen las grandes filosofías de la historia que sirven de do las puertas para el reconocimiento de la historicidad de todo
justificación a esa expansión. Es el siglo en el que un Hegel hombreP No se trataba de un economicismo, sino de una nueva
y un Comte, entre otros, afianzan históricamente a Ja cultura antropología que parte de la relación consustancial, ontológica
occidental en el presente, al mis.rno tiempo que prolongan ese entre el ser y el tener. "La historia no da sentido al hombre
11
presente en el futuro." Este invento de la modernidad euro- (como sucedía en la filosofía del Espíritu), sino que es éste el
pea, es fundamentalmente obra de la burguesía triunfante, que 12 Leopoldo Zea, Latinoamérica Tercer Mundo, ed. cit., pp. 57-58; y Fi-

11Leopoldo Zea, América erz la historia, México, Fondo de Cultura Eco- losofía de la historia americana, ed. cit., pp. 69, 74, 76 y 91-92.
13 Cf. Leopoldo Zea, Filosofía de la historia americana, ed. cit., pp. 66 y
nómica, 1957, p. 56. Cf. Filosof(a de la historia americarza, ed. cit., p. 53.
siguientes.
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. LA FILOSOFíA DE LA HISTORIA MEXICANA
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194 LA FILOSOFíA DE LA HISTORIA MEXICANA
ese "igualitarismo" que espantaba y éspanta a tas burguesías
\ que da sentido a la historia. Son Jos hombres actuando los que 1
hacen la historia, los que originan esa marcha aparentemente Tal es el punto ' de partida de la nueva !iloso!ia de la historia,
tatinoamericauas.
ajena a cada uno de ellos." 14 Había nacido de esta manera que no es un factum sino un faciendum, algo que habrá que
una nueva historia mundial, que no aparecía organizada so- ir haciendo y que más de una vez serán los mismos que den
bre la distinción entre "hombres históricos" y "hombres no un paso adelante; los que marcarán un paso hacia atrás. La
históricos". blstoria inte!Cctual de Juan Bautista Alberdi es un ejemplo
De ahí el punto de partida de la filosofía de la historia con- acabado de la condición humana y la mosofia sólo desde ella
temporánea y a su vez de una filosofía de la historia de Amé- y a partir de ella alcanza su total dignidad, pero también su
rica Latina: retomar una historia que se había declarado miseria. La lucha contra su propia ambigüedad .constituye el
concluida. "Nuestra filosofía de la historia -dice Zea- como quehacer filosófico
conciencia del sentido de la misma, expresa la continuación de Ahora bien, Zea misJ;no.
no sólo ha tratado en sus libros dC hacer·
una historia que se decía cancelada." 15 esa nueva filosofía de la historia sino que además ha eiabo.-ado
Retornar una historia que se consideraba clausa, pero además una interpretación de lo que la filosofía de la historia ha sido
desde otra conciencia, no la conciencia conquistadora y coloni- entre nosotros, particularmente a lo largo del siglo xtx. La tesis
zadora, bajo cuya presión acabó por constituirse la línea ne- cent.-al de esa interpretación la babia enunciado Gaos quien la
gativa de la fiJosofía de la hist()ria europea, sino la conciencia había encOntrado confirmada, además. en los propios estudios
de dependencia, la de aquel esclavo a cuyo -cargo estaba nada iniciales de Zea, en particular en aquella obra titulada Dos eta·
menos que la historización del- hombre. Mas, tampoco exclu- pas del pensamiento en Hispanoamérica que ya mencionamos.
s.gún el maestro Gaos la historia intelectual latinoamericana se
sivamente a partir de la conciencia dominada del proletariado
industrial inglés, francés o alemán, como si eila fuera la fonna
ha caracterizado por "El esfuerZO por deshacerse del pasado y
paradigmática de toda conciencia de este tipo por el hecho de
rehacerse según on presente extraño", dicho de-otro modo por
integrar la "civilización" europea, sino de la de todo hombre. una actitud utópica y nada dialéctica. Como consecuencia de
Dicho de otro modo, una filosofía de la historia que arranca ello, la filosofía de la Mstoria que habrá de hacer"· según el
también y necesariamente -ael hombre dominado de las colo- mismo maestro concluía, habría de consistir "En vez de des·
nias de Jos sucesivos imperios. Una filosofía de la hist~al hacerse del pasado. practicar c<>n él una Aufhebung ... v en vez
de rehacerse según un presente extraño, rehacerse según el pa·
como la entiende Zea para América Latina, que no acepta nin- sado y el presente más propios con vistas al más propio fu·
guna justificación para las relaciones imperialistas y esto aun
cuando de ellas se entienda que por obra de las pretendidas
se~r
"astucias de la razón" habrá de progresar la humanidad. No
De esta
turo".18 mane.-a, si la nueva filosofía de la historia, la que pr<>
hay justificación postfactum de la miseria, del" hambre, la ex-
pone Zea, puede entendida como una "inversión" de la de
plotación, la marginación, la tortura y la muerte. Las cosas
Hegel en cuanto que el punto de partida de aquella es la con·
ciencia de dependencia, la filosofía de la ·historia latinoameri·
podrían haberse dado de otro modo y de hecho se han dado
así más de una vez en la historia. En este sentido la filosofía cana anterior, se presenta, por lo misino que no es de espíritu
de la historia americana se presenta como una inversión de la propiamente dialéctico, como la antipoda de la hegeliana."
hegeliana, mas también, como una inversión de todo eurocen- Ahora bien, esta caracterización que en algún momento te pa·
trismo, del cual no estuvieron exentos Marx y Engels. 16 De esta
reció a Zea ser exclusiva del pensamiento latinoamericano y
manera es entendida nuestra filosofía de la historia: " ... aque- su única forma de pen.ar, a tal punto que podia ser explicada
lla que se inicia como toma de conciencia de la dependencia culturatmente como una herencia ibera. por cont.-apoSición con
la mentalidad sajona será objeto de un importante cambio. Una
y de la necesidad de liberación de Jos pueblos que sufren. Fi- nueva perspectiva le habrá de nevar a reconocer diversos "pro·
losofía que se encarna en un Simón Bolívar y se cierra en un yectos", dentro de la conciencia histórica latinoamericana, uno
José Martí.'' Todo lo cual supone un "proyecto libertario", mas de tos cuales, que culmina con el pensamiento de Marti, en el
también y necesariamente a la vez un "proyecto igualitario",
H
la
Leopoldo Zca, op. cit., p. 66.
Lcopoldo Zea, Latinoamérica Tercer Mundo, ed. cit., pp. 48-49.
1 6 Cf. Lcopoldo Zca, Filo.rofía de la historia americana, ed. eit., pp. 66 y
1 1

1
' Leopoldo Zea. ofl. cit., PP· 42-43.
"Cf . ....opoldo Zeo. op. <i<., p,.;na p<'nmina< a t• !n<mdo<dbn.
° Cf. Leopoldo Zea, op. cit., PP· 19, 164 Y 172;
SS. Y 99 y SS.

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l'' LA FILOSOFíA DE LA HISTORIA MEXICANA
l~: 1% LA FILOSOFtA DE LA HISTORIA MEXICANA
,.s para ponerse más allá de su comprensión como antimodelo.
mismo siglo XIX, muestra una comprensión dialéctica ajena La cnltúra latinoamericana ha sido de yuxtaposiciones, pero
precisamente a "aquella extraña configuración" que había lle- también de asimilaciones. Hubo imitación, pero también recrea·
vado a una cultura de nihilización y de superposición. Siempre ción de lo imitado, tal como la doctrina del circunstancialismo
le parece sin embargo a Zea que esta última actitud ha sido la ¡ ¡,abia señalado desde sus inicios. Y por supuesto todo esto
predominante. 20
m~s
dentro
0 de los limites que pennitlan los sucesivos estados de
A este nuevo planteo, se ha de agregar una interpretación de dependencia, que hace que la yuxtaposición haya tenido
la filosofía de la historia hegeliana, señalada constantemente
~
fuerza que la asimilación, la que no alcanzó, según Zea, un
por Zea en el hecho de la existencia en Hegel mismo de una plano de conocimiento COnScfénte. "Faltará aquí la negación
negación nihilizadora, que es justamente la que lleva a la · dis- - -dice-, en sentido hegeliano, no habrá absorción; y si a pesar
tinción entre "hombres históricos" y "hombres--natur-ales". Como de todo la hay, ésta no será consciente ni para el conquistador
consecuencia de esto aquella "lógica fonnal" que caracterizaría ni para el conquistado." Y todavía con más fuerza nos dice:
a la conciencia americana, de acuerdo con lo que surge de los "Pese a todo hubo asimilación, pero tan sorda que no se hizo 22
planteos de Zea, se encuentra en Hegel mismo. El hecho res- consciente al hombre que sufrió la conquista y l;1 colonización."
ponde al modo como la modernidad europea construyó la filo- La existencia de lo que el mismo Zea denomina "Proyecto
sofía de la historia. Y así, el intento de Zea viene a colocarse asuntivo", llevado a cabo por toda una generación, entre cuyos
más allá de la propuesta misma del filósofo alemán en cuanto representantes se destacan un José Enrique Rodó y un José
si bien es necesario regresar constantemente, tal como él lo Martí y que tiene antecedentes tan valiosos como el que encar·
dice con fuerza, a la Aufhebung hegeliana, lo será desde una naron las figuras de un Francisco Bilbao y un Andrés Bello,
exigencia de reconocimiento universal de la historicidad de prueba sin emba<go que el hecho no careció de un grado de
todo hombre. 21 conciencia. Aquella asimilación creadora no-consciente, fruto
Y de este modo no hay un hombre europeo dialéctico y u_n de una dialéctica real, la de los hechos mismos, encontró pues en
hombre latinoamericano no-dialéctico, como si se tratara de dos determinados momentos, quienes supieran verla y afirmarla
tipos humanos diversificados, sino que ambas actitudes son se- en el nivel del discurso. Y es precisamente la existencia de
ñalables en el uno y en el otro. Cuanto más, lo que podría aquella "negación dialéctica", como la presencia en nuestra bis·
decirse, y en tal pareciera resolverse el pensamiento de Zea, - toria de esos intelectuales, lo que hace posible, según nos 23

es que esos hombres se distinguen porque en ellos predomina dice Zea, "lo que llamamos filosofía de la historia americana" .
una de las tendencias sobre la otra y además, que ello no es
fruto de una herencia, o incluso de un modo ontológico de la
conciencia, sino que es consecuencia de situaciones históricas
concretas. La clave de todo esto se encuentra, como el mismo
filósofo mexicano lÓ afirma con mayor insistencia cada vez,
en el hecho de la dependencia, en la inexistencia de un sujeto
que haya alcanzado un para sí que lo haga comprenderse así
mismo como valioso y que sea capaz de rescatar su ser y su
tener.
De esta manera, aquella Europa de ia que surgiría toda crea-
ción posible, según los europeístas a ultranza, sin negar el 1
potente impulso creador que indudablemente la ha caracteri-
zado a lo largo de su fecunda historia, resulta humanizada. Se
esfuma el paradigma, para historizarse su realidad con lo cual
se 'hace un acto de justicia con el nombre europeo mismo. \
Y a la vez, con la doctrina de los diversos "proyectos" con
los que el hombre latinoamericano ha organizado su propia con-
ciencia histórica, se humaniza a este hombre, abriendo las puer-
22 L.-oj>Oldo Zea. Filo.wfía de la historia americana, cd. cit., pp. 104-105.
2o Cf. Leopoldo Zea, El pensamiento latinoamericano, ed. cit., pp. 21-27.
21 C/. Lcopoldo Zea, América en la historia, ed. cit., pp. 61-62. 23]bidem, p. 172.
'"'¡ EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER 199

:zación del hombre".1 No se trata de una conciencia de los


hechos, sino de los modos de realización de un sujeto res-
- pecto de si, mediante aquellos hechos, acciones u obras y por
XI. EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER tanto de un sujeto que, a su vez, se capta a sí mismo como
tal. La conciencia histórica impUca. tanto en su experiencia ori·
ginaria, . como en las diversas formas que ha ido adquiriendo
HEMOS dicho al hablar de la conciencia para sí o del "ponernos en el devenir de la humanidad, una comprensión de la tempo-
para nosotros mismos como valiosos", que este hecho presenta ralidad propia del hombre. No está de más que recordemos
un grave problema. Si no no~_autoafirmamos, no tenemos po- que esa conciencia, que supone el nacimiento de la humanidad,
sibilidad de ser sujetos de nuestro ser histórico, mas, en ese se presenta como un cambio cualitativo profundo de la tempo-
mismo autoafirmarse se esconde también un principio de alie- ralidad, tal como Hegel ha tratado de mostrarlo en su doctrina
nación. Se trata, por tanto, de preguntar si ese "ponerse para del paso del "en sí" al "para sí", tesis que a pesar de mante-
sí" es siempre legítimo y cómo habrá de ser determinado de nerse dentro de las clásicas historias hipotéticas, rompe con
modo tal que nuestra confianza en nosotros mismos sea a la ellas, entre otros aspectos, al afirmar en esa posible conciencia
vez desconfianza, que nuestro "ponernos como valiosos" se dé primitiva. sumergida aún eri la naturaleza, el poder de negarla
acompañado del suficiente grado de actitud crít-ica. y de acceder a la autocOnciencia y, con ello, de ingresar abier-
El a priori antropológico exige el planteo de su legitimidad, de
la cual depende en cuanto que una autoafirmación inautén- tamente
El hecho-en la
de historia. · a la par con aquella
que la sujetividad surja
tica lleva en su seno su propia muerte. Aun cuando pareciera experiencia originaria del hacerse y del gestarse, no quiere
ser una paradoja, que de hecho no lo es, la autoafirmación se decir que haya habido siempre una "toma de conciencia his-
nos presenta como un juego de afirmación, pero a la vez de tórica", tanto en el sentido de descubrir que la naturaleza hu-
negación de nosotros Iilismos. No cabe duda que en esa con- mana radica en la historicidad, que sería un modo cabal de
~ formación de una autoconciencia interviene el factor personal, esa posesión, como en el de objetivar en un discurso, desde una
¡-' que no puede ser desconocido, como tampoco podemos ignorar determinada racionalidad, el hecho mismo del transcurrir his-
;¡ que la conciencia, en su marcha conflictiva, no depende exclu- tórico. De todos modos, no pode~eparar aquella experiencia
~¡ sivamente de sí misma, sino que se mueve sobre y desde una originaria de un cierto presentimiento de la historicidad misma
experiencia social, dada en relación directa e inmediata con del sujeto, como tampoco podemos afirmar que no haya estado
un sistema de contradicciones objetivas. Esto hace que una acompañada, desde siempre, de ciertas formas de reconstrucción
autocrítica no pueda ser entendida nunca como un mero ejer- y expresión, a las que podemos considerar como historiográ·
cicio subjetivo y que la "buena voluntad" no sea factor sufi- ficas. No se ha conocido jamás, ni se podrá documentar la
ciente ni muchas veces decisivo; La sujetividad, el acto de po- existencia de agrupaciones humanas, por disgregadas que ellas
nemos como sujeto, no se resuelve en una subjetividad, sino hayan sido, que no hayan justificado su presencia concreta sobre
que es, además, la raíz de toda objetividad sin la cual no sería la tierra mediante los siempre- elocuentes y significativos mitos
posible la subjetividad misma. De la construcción de esa obje- de origen, más cercanos, muchas veces, de la problemática de
tividad depende la formulación del discurso y su carácter opre- la historicidad que de la mera historiografía, pero incluyendo
sor o liberador, más aún, el discurso lo integra como uno de sus casi sin excepción ambas cosas. Conviene, por lo demás, poner-
momentos. se en guardia respecto de aquella posesión de conciencia his-
El pensamiento filosófico, recién desde la modernidad en tórica en cuanto se.la ha hecho consistir.en una doctrina acerca
adelante, fue elaborado como una teoría de la sujetividad, a de la historicidad, desde la cual nos .declaramos en el plano de
pesar de que el hecho de la constitución del hombre en cuanto \ lo ·ontológico, conde11amos al hombre común y su vivir coti-
sujeto es anterior a toda filosofía. El a priori antropológico tiene l
diano a lo óntico y concedemos generosamente valor de pre-
su raíz en la conciencia histórica la que, en su forma originaria ontológico a todo lo que de alguna manera viene a confirmar
es una experiencia propia del hombre en cuanto tal, señalable nuestro discurso, aun cuando no revista su propia dignidad. La.
por eso mismo en todas las épocas y todas las culturas, a la consustancial ambigüedad de la filosofía, a la que se le ha
que el filósofo argentino Rodolfo Agoglia ha caracterizado, según J. Rodolfo Mario Agoglia, Conciencia histórica y tiemPo histórico, Quito,
recordamos páginas atrás, como "la simple captación de que
ciertos hechos, acciones, obras o procesos son modos de reali- 1978, "Introducción".

198
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H¡J EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER
1" EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER 201
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otorgado nada menos que la tarea de aquella posesión de
1\ conciencia histórica, lleva a que esa posesión - sea, en muchos
• !
'!! casos, una simple pérdida sujeto, que es eminentemente plural, un "nosotros", a un su-
jeto que, como condición de su incorporación a una univer-
Las respuestas dadas desde la Edad Moderna al problema salidad, ha de ser considerado y pensado en un singular abs-
de las relaciones entre la sujetividad y ·la objetividad, abrieron tracto. En relación con aquel "nosotros", en donde se inserta
las puertas para el descubrimiento teórico de algo que siempre todo singular concreto, se ejerce la función de reconocimiento,
ha sido y será lo inmediato, el a priori antropológico, pero a su que se cumple desde una mismidad cerrada o abierta a la
vez, frenaron e inclusive imposibilitaron una toma de con- alteridad del otro.
ciencia histórica al confundir el "mundo objetivo" con Ia rea. Ese reconocimiento lo es siempre del hacerse y del gestarse,
Iidad y, como consecuencia, lo discursivo con lo extradiscursivo. es una espe_cie de constante regreso a la. experiencia origi-
De ahí las formulaciones invertidas de las relaciones entre Ia naria a partir de la cuarse constituye la conciencia histórica
cohciencia y el mundo y la deformación doctrinal del a priori y tiene su manifestación en--el· acto cotidiano del trabajo. Las
antropológico como resultado de un divorcio entre el cuerpo formas ilegítimas de reconocimiento son, por eso mismo, mani-
y el espíritu, la pretendida incompatibilidad entre el "tener" y festación de modos imperfectos de convivencia, en relación con
el "ser" y la construcción de un voluntarismo, siempre presente, el proceso de transfonnación de la naturaleza y, consecuente-
mas a la vez, negado ante la pretendida objetividad autónoma mente, su creación y recreación de la cultura. Debido a esto
de un mundus im-elligibilis. Desde la primitiva formulación del último, el reconocimiento se juega todo entero en relación con
a priori antropológico platónico, siempre vigente dentro de sus la posesión de "cosas" (prágmata) y la satisfaccción de deman-
diversas reinterpretaciones y actualizado a partir del cogito das en un nivel de trato constante y permanente con aquéllas,
cartesiano, hasta concluir en el "yo infinito" de Hegel, la re- a tal extremo que el ser y el tener se nos presentan como con-
ducción de la realidad al "mundo objetivo", conducirá a impo- vertibles. En el ruego del Padrenuestro: "dadnos el pan de
sibilitar aquella toma de conciencia histórica. La historicidad, cada día", se manifiesta una apetencia_que es tanto de tener
separada de la empiricidad, no será aquello que constituye como de ser y el "pan" es, en el texto y en el sentimiento de
ar ser del hombre desde dentro, sino únicamente aquello en quien ora, tanto la hogaza o, por lo menos, el mendrugo, como
lo cual "cae" y la temporalidaQ.,propia del hombre resultará la vida en toda su significación. El a priori antropológico es, por
depotenciada al afirmarse todo futuro como "regreso". eso mismo, a la vez un principio de tenencia y de entidad. El
El rescate del a priori antropológico, que se encuentra afir- mundo de las cosas y la vida cotidiana, como la forma de vida
1 mado y a la vez negado en el "poner" platónico (títhemy), en
el cogito cartesiano, en el "sujeto trascendental" kantiano, en el
que se desarrolla en relación con ellas, no es en sí el mundo de
la alienación y de la pérdida dcl sujeto, sino el único mundo
posible en el cual el sujeto puede reencontrarse consigo mismo.
"yo" fichteano, en el "yo-concepto" hegeliano o, más reciente-
mente, en el "sujeto puro" husserliana, será únicamente posible El reconocimiento aparece estrechamente conectado con aque-
desde una "desconstrucción" de las filosofías de la conciencia lla voluntad mediante la cual nos ponemos como valiosos para
y del
los ser con
griegos. 2 las que se ha expresado el logocentrismo desde nosotros mismos, aquel deseo de perseverar en el ser, el cona-
tus del que nos hablaba Spinoza. Mas, en este momento, no
La raíz de esas filosofías se encuentra, precisamente, en una podemos menos que regresar a las figuras de la conciel'lcia y
afirmación ilegítima del a priori antropológico. La ilegalidad del reconocer la profundidad trágica de las geniales intuiciones de
"ponernos para nosotros mismos como valiosos" no deriva la Fenomenología. Aquel salto cualitativo dentro de las formas
de una correcta o incorrecta fundamentación epistemológica de temporalidad, que podría señalárselo como el paso del "tiem-
sobre la cual se pretende haber alcanzado la cientjfjcidad del po" a la "historia", o como la conversión de un estado de en-
discurso, sino de algo que está más atrás, anterior a todo dis- simismamiento en un estado de autoconciencia, abre aquella
curso; la facticidad social. Para comprender lo dicho es ne- historia con la figura del amo y del esclavo. En ese momento
cesario recordar, una vez más, que toda autoconciencia es del "para sí", en el que se pone de manifiesto para Hegel el
necesitante de otra autoconciencia y que el ejercicio de la suje- a priori antropológico, el reconocimiento es arrancado mediante
tividad no será nunca captado en su plenitud si reducimos un violencia. El esclavo reconoce al amo y éste se reconoce en el
esclavo, en otros términos, el amo satisface su apetencia de
2 Jacques Derrida, De la gramatología, México, Siglo XXI, 1971. bienes y su ansia de ser en cuanto que el reconocimiento no
se reduce a un hecho cognoscitivo sino que es, a la vez y
r
or-·

.
. EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER 203
.. 202 EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER
que pueden escuchar la "voz del ser", a pesar de su estado de
necesariamente, un acto de posesión en los dos sentidos indi-- "caídos" en este mundo y que son, sin embargo, los "porta-
f
¡ cados. voces" del principio fundante y, frente a ellos, la masa im-
Sobre esta relación de sometimiento y de dominio, el amo personal, anodina por lo mismo que masa, de los que movidos
l monta su comprensión y a la vez su justificación del ser del por una vida "material" y en medio de su cotidianidad sin
esclavo y de sí mismo. La carencia a que es sometido el primero, horizontes, están vacados únicamente por el "tener". No se
l
¡
fruto de la desapropiación del producto de su trabajo, le mueve
a una permanente demanda clamorosa, airada o resignada, de
nos escapa que el sistema de relaciones que surge de este plan-
! teo es-toaavia-abstracto en cuanto que el filósofo no es nunca
los bienes indispensables para la subsistencia. De ahí que sea un pretendido "escucha" individual del ser y en cuanto que hay,
t definido como un_ser gr.osero-e.n-el -que sólo impera una "ape-
tencia de tener" y que se encuentra movido por los "bajos
además, naciones dentro de las cuales si bien el esquema de
relaciones apuntado adquiere una clara formulación, existe una
apetitos" y Jos "intereses materiales". El amo, por su parte, en conciencia nacional de superioridad respecto de otras: son los
el que aquella "apetencia de tener" se satisface mediante la países "depositarios" del Esp1ritu, de la Civilización o de la
violencia y el despojo, a tal extremo que según Hegel le lleva Cultura. La· ideología occidentalista y con ella el europeocen-
a "hundirse en la naturaleza", se considerará por encima de trismo son una prueba de ello.
aquellos apetitos y aquellos intereses bajos que mueven a las La legitimidad del a priori antropológico es determinada, de
multitudes groseras, sucias y siempre incansablemente ham- acuerdo con el planteo anterior, a partir de un sistema de dua-
brientas. Él estará, frente a ellas, colocado en el ser. Su lengua lidades. Se trata de una larga tradición, la misma para cual-
no se moverá para clamar por el pan de cada día, sino para quiera de sus lineas de desarrollo, ya se entienda que comienza
hablar del espíritu. Y de esta manera, las ideologías justifica- con Platón y culmina en Hegel, o conforme con el último aca-
todas de las relaciones de dominación y de explotación acaban demicismo alemán, se juzgue que se abre con los presocráticos
estableciendo una incompatibilidad entre lo que consideran dos y termina con Heidegger. La oposición entre lo óntico y lo
órdenes disociados, el del ser y el del tener, el del alma y el ontológico es una nueva versión del antiguo dualismo det-euerpo
del cuerpo, el del sujeto puro y el del sujeto empírico, el de la y del alma que se apoya, se justifica y se funda en la posibilidad
fuerza y el dereoho, el del significado y el significante, todo que el alma tendría de contener al ser. Se trata de la ya pro-
ello a costas del ocultamiento de la tenencia, la corporeidad, la longada filosofía de la conciencia puesta en crisis por las fi·
empiricidad, la emergencia social y la palabra. losofías de denuncia o de sospecha iniciadas después de Hegel
Como consecuencia de esa disociación, lo auténtico radica en y de las que hemos hablado páginas atrás. No vamos a exten-
la posibilidad de trascender el mundo de los entes e instalarse demos sobre la densa proyección contemporánea de toda esa
en el "orden del ser", mientras que lo inauténtico consiste en problemática, en relación con la cual se está produciendo un
quedarse en ese horizonte mundano en el que primaría lo recomienzo de la filosofía que podría significar la apertura hacia
óntico y, en particular, la relación de tenencia respecto de las una filosofía verdaderamente mundial de la liberación.s
cosas. En verdad, autenticidad e inautenticidad pueden darse, Sí querríamos, a efectos de alcanzar una comprensión del
y de hecho se dan, en el orden del tener, por lo mismo que es problema de la legitimidad que aquí planteamos, comentar dos
desde éste que nos abrimos, como única vía posible, al ser. El textos, uno europeo, reincorporado como preontológico dentro
tener auténtico es apofántico respecto del ser, en cuanto que del pensar heideggeriano, y otro que, enunciado asimismo bajo
este ser no es un abstracto nivel del "sentido", por más peso la forma de mito, puede ser entendido claramente como la
ontológico que a éste se le conceda, sino que es para el hombre contraparte de aquél y que pertenece a la tradición de nuestras
su hacerse y su gestarse. La cotidianidad no puede ser defi- grandes culturas indígenas de la América Central.
nida sino en relación con el trabajo, con el producto del trabajo Nos referimos a dos mitos de origen. Ya dijimos que en
y con el goce de ese producto. ellos se pone de manifiesto, a veces de modo patente, la proble-
El simulado rechazo .de la apetencia de bienes por parte de mática de la historicidad y que, en algunos casos, se encuentran
quienes están plenos de ellos y la afirmación de la posibilidad a Enrique Dusscl, Francisco Miró Quesada, Arturo Andrés Roi,:~;,
Abr.lardo
de una instalación en el "orden del ser", muestra su verdadero Villcgas y Leopoldo Zea, "Declaración de Morelía", México, 197 5, publi-
sentido si tenemos en cuenta el papel que se hace jugar al ser, cada en Latinoamérica. Anuario de estudios latinoamericanos, México, uNAM,
cuya "voz" ha de ser "escuchada" y cuyo "discurso" es el apoyo
1978, núm. 1 L
sobre el cual se organiza el discurso opresor. Hay hombres
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204
r EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER - 205
expresados datos que responden a un cierto espíritu historio- rechazo de todas las- formas representativas del conocimiento,-
gráfico. Es decir que constituyen, con su mundo de símbolos e como transitorias. El hacerse y el gestarse del hombre, su
informes factuaJes, una manifestación de aquella experiencia autoafirmación, queda signada por la dualidad originaria como
originaria del hombre como un hacerse y un gestarse. El res- una "Cura", entendida a la- vez como un "esfuerzo angustioso"
cate de los mitos, dentro de un pensamiento filosófico, es posi-
.;•

ble porque incluyen, todos, determinados filosofemas y su
y una "entrega". El hombre está "hecho", es natura naturata,
su hacerse se resuelve en un desprendimiento de sí mismo,
li
incorporación en una historia de la filosofía, que Hegel recha- de su propio barro originario, en una espera de la muerte como
J zaba, _es asimismo justificable desde el momento en que par- liberación de la cárcel del alma.
1 timos -de la- naturaleza ambigua de este saber, derivada del En la narración del modo como fueron creados los primeros
hecho de que el concepto es tan representativo como cualquiera padres de la humanidad, según el Popol Vuh, el método que
de los símbolos a los cuaJes recurre el mito.
se sigue es, por el contrario, de naturaleza sintética. No se trata -
í
~
Las narraciones antiguas a las que nos vamos a referir son,
una, la fábula de Cura, tomada por Heidegger de la Colección
de encontrar una materia pasiva, ajena radicalmente a lo hu-
mano, como es el barro respecto del alma, sino de hallar una
de Higinio e incorporada en El ser y el tiempo como texto "materia" que no es entendida como el sustrato sobre el cual
preontológico,4 y la otra, la narración del origen de los primeros se agrega algo, sino como el principio de la totalidad del ser
hombres que se encuentra
5
en el libro sagrado del pueblo Qui- humano. El mito afirma que los dioses hicieron al hombre ín-
ché, el Popo[ Vuh. Ambos mitos son, desde el punto de v,ista . tegramente desde una "pasta de maíz" (echá), como resultado
de la naturaleza del hombre que en ellos se expresa, profunda- de una laboriosa búsqueda que los llevó a sucesivos intentos
mente distintos y el hecho de que Heidegger haya incorporado creadores, uno de los cuales fue precisamente el de hacerlo de
al primero como antecedente de lo que él entiende como pen- barro. "De tierra, de lodo hicieron la carne. Pero vieron que no
samiento filosófico, es explicable si tenemos en cuenta la larga estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movi-
tradición de aquella dualidad alma-cuerpo que caracteriza a la miento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la
metafísica occidental, así como un rescate de narraciones como cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista,
la del Popo[ Vuh, dentro de lo que podría ser considerado no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía
un pensamiento latinoamericano, se podría a su vez justificar entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y
si se piensa en la ineludible problemática del a priori antropo- no se pudO sostener." Como se ve claramente, en este texto, la
lógico, como así de su legitimidad, de la cual debe partir un "materia" que se buscaba para la creación del hombre, debía
pensamiento que pretenda colocarse más allá de las formas del poseer una potencia de vida suficiente y propia. No hay "soplo"
discurso opresor, dentro de las cuales se ha manifestado, casi
sin excepción, aquella metafísica. . externo vivificador de un elemento previo, pasivo. Y he aquí
que los dioses descubren esa sustancia con impulso propio
En la fábula de Cura, el hombre resulta creado por obra de suficiente, la que resu1ta ser el mismo alimento que el hombre
un proceso que podríamos entender como analítico. Primero prepara para su sustento. El hombre surge, de alguna manera,
se modela su cuerpo, recurriendo al barro húmedo encontrado
en las márgenes de un río, Juego, a esa materia se le agrega como creándose a sí mismo, desde sí t:nismo y haciéndose como
el soplo vivificante. El fin del hombre queda preestablecido, a totalidad, es una natura naturans. Nada más ajeno al dualismo
partir de ese momento, como una disgregación y un regreso alma-cuerpo. El hacerse y gestarse resulta radicado, no en la
a la tierra y, a su vez, un reingreso al reino supremo del es- espera -de la muerte, sino en el trabajo del cual surge el "ali-
píritu. Axiológicamente, se establece una diferencia radical entre mento" que hace del hombre, hombre en su plenitud. Su ser
la corporeidad y la espiritualidad. El alma, desde el comienzo depende de la creación de la cultura mediante el trabajo, sim-
mismo de la humanidad, es un préstamo del ser, al cual habrá bolizados en la producción del alimento, como asimismo de la
de reintegrarse en cuanto propiedad suya. Allí quedará ante posibilidad de tenencia y goce de los bienes que la integran.
su presencia, hecho final sobre el que se habrá de fundar el Al negar la naturaleza, al hacer de una selva un sembradío de
maíz, el hombre primitivo americano la transformó, mas tam-
4 Martín Heidegger, El ser y el tiempo, México, Fondo de Cultura Eco-
nómica, 2~ ed., 1962, p. 218. bién se creó a sí mismo. De esta manera, la posesión no es el
objeto de un grosero "apetito de tenencia" proveniente de
r. Popo[ Vuh. Las antiguas hirtorias del Quiché, México, Fondo de Cul- nuestro barro originario, "cárcel" o "tumba" donde habría
tura Económica, 1952, Tercera Parte, cap. 1.
caído nuestro verdadero ser.
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206
EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER
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EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER 207
l Aquella dualidad sobre Ia que se organiza el discurso opresor
1 toda juridicidad. Como consecuencia de este planteo se concluirá
~ que interioriza en la naturaleza misma del hombre la relación
en la repetida fórmula de que "la fuerza no crea derechos", que
Jf opresor-oprimido en la figura de "cuerpo-alma", ha tenido y
tiene numerosas formas de manifestación. La legitimidad del
parte del presupuesto de la no juridicidad intrínseca de toda
a priori antropológico se ha establecido sobre la base de un fuerza. Por tanto, ésta ha de ser limitada por el derecho, el
t esquema va1orativo de acuerdo con el cual el principio ''infe-
rior" debe quedar "limitado", "controlado", en fin, "someti-
cual curiosamente deberá recurrir a la fuerza para contener la
fuerza, pero, por supuesto, una fuerza ahora legitimada, aun
do" al principio "superior". Lo "grosero", lo "irracional", lo cuando sea tan represiva como cualquier otra.
Dentro de la historia del pensamiento argentino fueron los
1 "particular" y, hasta en algunos casos, Io "demoníaco", sólo -
pueden convivir con el principio contrario, si aceptan el some- obreros a'harquistas de principios de siglo~ integrantes de aque-
f timiento de lo que se presenta como "universal", "objetivo" y, lla "masa cosmopolita" que debía ser encauzada en el marco
de las "tradiciones nacionales", los que enunciaron las primeras
en ocasiones, como "eterno". No es difícil retrotraer estos
p1anteos ontológicos al plano social, del que son de hecho una críticas a la libertad liberal, desde fuera del liberalismo y
proyección y, a su vez, una deshistorización. dejaron sentadas las bases para una reconsideración del proble-
Sobre este sistema de valores y antivalores se ha respondido, ma de la legitimidad del a priori antropológico. "El hombre es
dentro del pensamiento liberal decimonónico, al problema de sociable -declaraba la Federación Obrera Regional Argentina,
las relaciones entre el derecho y la fuerza, entendiendo que esta en 1904- y por consiguiente la libertad de cada uno no se
última ha de ser "limitada" por el primero. La "extensión del limita por la del otro, según el concepto burgués, sino que la
yo", tal como se ha formulado, en este caso, el a priori antro- de cada uno se complementa con la de los demás; que las leyes
pológico, recibe su legitimidad de su limitación, dada por un codificadas e impositivas (coercitivas) deben convertirse en
orden objetivo inmutable, ajeno a lo histórico, el derecho na- constatación de leyes científicas vividas de hecho por los pue-
tural. Dentro de estos términos aparece planteado el problema blos y gestadas y elaboradas por el pueblo mismo en su continua
~ en Juan Bautista Alberdi. "¿Qué es el poder en su sentido
filosófico? -se preguntaba a propósito del tema de la guerra,
aspiración hacia lo mejor." 7
El rechazo de la doctrina de la "limitación" y la afirmación
r de que _la libertad surge o nace de la "complementación", parte
~individual
, en 187CJ-..:. "Es la extensión del yo, el ensanche de nuestra acción
o colectiva en el mundo, que sirve de teatro a nues- de presupuestos claramente legibles. El primero de ellos, el
1 tra experiencia. Y como cada hombre y cada grupo de hombres, fundamental, es el de que hay fuerzas que no necesitan ser
busca el poder por una necesidad de su naturaleza, los con- legitimadas por el "derecho", porque son ·legítimas por sí
flictos son las consecuencias de esa identidad de miras, pero mismas y, en tal sentido, creadoras de derecho. Y esto, además,
tras esa consecuencia viene otra que es la paz o la solución porque el "mundo jurídico objetivo" es la proyección del sis-
de los conflictos por el respeto del derecho o ley natural por tema de relaciones humanas, el que no es una realidad estable,
el cual6 el poder de cada uno es límite del poder de su seme- definitiva y pacífica y dentro de la cual se ponen en juego
jante." las fuerzas emergentes que conducen a la humanización de. aquel
Esta tesis, que el mismo Alberdi se verá conducido a poner sistema o las fuerzas represivas que las impiden. Las leyes
en entredicho, como veremos páginas más adelante, era una no derivan del clásico derecho natural, sino que son "vividas
manifestación más del logocentrismo y se organiza, por eso, de h-echo por Jos pueblos y gestadas y elaboradas por el pueblo
sobre una dualidad equivalente a las otras que hemos mencio- en su continua aspiración hacia lo mejor". Allí encontraban los
nado. La fuerza es en sí misma, un principio de irracionalidad, y anarquistas que radicaba la cientificidad del derecho. Y de este
el derecho, dentro de cuyos marcos puede alcanzar una de- modo, así como el tener no es incompatible con el ser, así como
terminada legitimación, es una realidad ''objetiva", externa. La el cuerpo no es la cárcel· del alma, tampoco la fuerza es lo
fuer¿a es el cuerpo, lo sensible, lo material, el apetito de externo y contrario del derecho, en sí misma considerada. El
tenencia, la barbarie, en fin, el barro con el que nos modeló pensamiento liberal hablaba de la "extensión del yo" o de la
el alfarero mítico; el derecho es, por el contrario, el logro uni- extensión de la voluntad de poder de ciertos grupos humanos,
versal, entendido en este caso como el principio del que emana mas, siempre partiendo de su típico individualismo; los anar-
quistas, por su parte, de una afirmación de un "nosotros"
a Juan Bautista Alberdi. El crimen de la guerra, Bul'nos Airl's, edición dd
Consejo Deliberante, 1934, p. 48. 7 Iaacov Oved, El anarquismo y el movimiento obrero en la Argentina,
México, Siglo XXI, 1978, p. 429.
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Ji 208
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EL PROBLEMA DEL SER Y DEL TENER
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r¡ mediante "complementación"; frente al derecho natural, pen-


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1
saban éstos en un derecho social; ante lo jurídico como sistema
coercitivo de la "maldad originaria", oponían las fuerzas emer- XII. DESDE EL PADRE LAS CASAS HASTA LA
gentes y rupturales del sistema imperante, aun cuando ello im. GUERRA DEL PARAGUAY
pHcara partir otra vez del mito de la "bondad por naturaleza",
1 justificado ahora por el hecho de la emergencia misma. Frente
a la categoría del temor que impulsaba a los teóricos de la LA CONSIDERACIÓN del desarrollo de algunos momentos del hu-
1 burguesía a escindir la fuerza del derecho en sus formulaciones
dominados~
manismo hispanoamericano es de valor para un análisis de las
1 doctrinales, nunca en su praxis, los explotados y formas ilegítimas de reconocimiento, tal como se han dado
organizaban- su discursO' sobre las categorías de la ira y la es-
peranza-:- entre nosotros. Parecerá, tal vez, extraño que hablemos de ile-
gitimidad a propósito del humanismo, mas, es lo cierto que
Es connatural al acto de ponernos para nosotros mismos como éste tuvo sus primeras manifestaciones como fruto de una ac-
valiosos, una pretensión de legitimidad. Sin Jo primero, nos titud paternalista, que es de la que quisiéramos, en particular,
negamos en cuanto entes históricos, lo segundo, por su parte, hacer algunos esbozos históricos.
nos puede llevar a la negación de la historicidad de los otros Hablaremos de tres formas del discurso paternalista: el pa-
y consecuentemente de la nuestra. Ya hablamos en un comienzo temalismo lascasiano, el patemalismo idílico bolivariano, el
de la necesidad y de la posibilidad de una crítica. La conver- patemalismo populista alberdiano y concluiremos mostrando la
sión de la conciencia histórica en una toma o posesión de crisis de este último como consecuencia de la Guerra del Pa-
ella, el eventual grado de plenitud que pueda alcanzar, depende raguay. En cada uno de ellos trataremos de mostrar de qué
de aqueJia critica, que es individual y no lo es, que es sub- manera el humanismo que los ha movido se encontró -limitado
jetiva y al mismo tiempo depende de factores que nos impulsan e incluso desvirtuado por formas de reconocimiento que consi-
o_ no hacia actitudes -abiertas. Desde el punto de vista del dis- deramos ilegítimas.
curso filosófico ha de partir, necesariamente, de la clara per- El primer sujeto que se enfrenta a la realidad americana con
cepción de la ambigüedad de este saber, como asimismo de las una comprensión continental y desde la necesidad de su incor-
herramientas metodológicas que organicemos en relación con poración a la Europa colonizadora atlántica es, para nosotros,
su naturaleza. La comprensión de la universal historicidad de el conquistador ibero. Este enunciará su palabra desde un "ego
todo hombre que, como hemos dicho, supone un humanismo, conquisto" cuya relación con el ego cogito de la modernidad ha
exige una clarificación del grado de legitimidad de nosotros señalado Enrique Dussel.1 El problema de la legitimidad de esé'"""'
mismos como valiosos, aun cuando ella se efectúe desde aquel re- "yo conquistador" avanzó junto con el hecho mismo de la su-
conocimiento de historicidad, porque, como habíamos antici- jeción de las nuevas tierras y sus hombres. Mas, no lo hizo siem-
pado, aun dentro de los términos de un humanismo podemos pre, a pesar de mantenerse dentro de los términos de la re-
estar jugando con las pautas del discurso opresor. lación dominador-dominado, de igual manera, en cuanto que
generó dos discursos muchas veces abiertamente contrapuestos,
el de la violencia y el de la no-violencia. De este último quisié-
ramos ocuparnos particularmente.
En los primeros tiempos de la conquista, que coincide con
aquel momento acumulativo que mencionamos a propósito del.
problema de la recepción del legado, no se puede hablar de una
afirmación del sujeto americano, dentro de la relación de
dominación. El único que aparece como valioso para sí mismo
es el conquistador. En un segundo momento surge, sin embar-
go, por imperio del proceso de evangelización, otro tipo dis-
cursivo que abrirá la posibilidad del discurso potencial del
1 Enrique Dussel, Filosofta de la liberación, México, Edicol, 1977, pp. 16-17;

Introducción a una filosofia de la liberación latinoamericana, México, Ex-


temporáneos, 1977, pp. 100.101.
209
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JI. ~'<'·P'.Nv-··'
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,, DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY 211
210 DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY
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presión por parte del dominado. El terror ante el "griterio",
dominado, el "discurso paternalista" que se organizará, precisa. las "duras palabras", los tormentos, oscurecen su razón:
mente, sobre el problema de la tenencia y, en relación ne<:esaria
con éste, el del ser mismo del hombre americano como agente- el alma humana se consterna con el terror; con el griterío, con el
de su hacerse y de su gestarse. miedo, con las palabras duras, y mucho más con los tormentos,
La formulación más acabada y significativa de este dis(\urso se conturba, se entristece, y en consecuencia, se niega a oír y
fue obra de fray Bartolomé de las Casas. Con él se inici~ la considerar. Los sentidos exteriores y también el interior como
la fantasía o la imaginación, se conturban; y la razón, por consi-
historia del humanismo entre nosotros, como también la his-
toria de un tipo discursivo que tendrá una vigencia permanente,
guiente, se oscurece; el entendimiento no percibe ni puede per·
cibir una forma inteligible, amable .o- -deleitable,_ sino por ~el
salvando, claro está, las diferencias epocales que podrían se- contrario, una forma que entristece hacién~ose odiosa, puesto
ñalarse. que el mismo entendimiento percibe todo aquéllo como malo y
3
Para dar forma a su propio discurso, Las Casas se ve obli- detestable, como lo es en realidad.
~ado a hacer una caracterización de lo que impropiamente
podríamos llamar "discurso opresor violento", en cuanto que La única forma que le queda al dominado de autoafirmación
el conquistador, al fundar toda relación en una fuerza repre- de sí mismo frente al dominador, se reduce al odio y, junto
con él, a negarse a oír; las masas sometidas se convierten en
siva, renuncia de hecho a la palabra. Su "discurso" se expresa,
según nos dice el mismo Las Casas, con "palabras saturadas conjuntos de seres enconados y mudos. El odio es la única
vía de expresión de un ser que se niega a ser totalmente reifi-
de afrenta y de injurias" y que no-son; por eso mismo, más que cado, que aun injuriado, comprado, vendido, violado, humilla-
"griterío'? La "injuria" consiste fundamentalmente en negarle
do de mil formas y asesinado, sabe que no es una cosa.
humanidad al otro: " ... finjen . estos hombres mil falsos testi- El conquistador, en cuanto hombre yiolento, a pesar de Jtaber
monios algunas veces perjurando, diciendo de los infieles que renunciado a su propia palabra y moverse tan sólo con la in·
son perros, que son idólatras, que están envueltos en muchos juria. tiene quienes elaboren su discurso con los elementos
nefandos crímenes, que son estúpidos y fatuos, e inhábiles e ideológicos de la época. Aquella palabra reducida a "griterío",
incapaces, por tanto, de la fe, de la religión y de la vida o se hace jurídica, se incorpora en una historiografía. El dere{;hO
de las costumbres-cristianas." y la historia cumplen su función de justificación y llega un
,Estos hombres que con el pretexto de que eP'Gtro es "idó- momento en que se dejan de oír los gritos de la violencia,
latra" lo sujetan por vía de violencia, están a su vez poseídos la que no por eso habrá de desaparecer. La historia mundial
por un "ídolo": el deseo de dominar. "Estos hombres más bien comenzará entonces a nacer: el arte de construirla consistirá
hacen libaciones en honor de Baalim, es decir el ídolo peculiar en poner la sordina al griterío, hacerle que suene como "pa-
de los que tal hacen y que es el que los domina y los tiene
sujetos y está en posesión de ellos; en otras palabras: el deseo labra".
Se ha dicho que cuando se reconoció que era mejor y más
de dominar, la inmensa ambición de enriquecerse que nunca conveniente conservar vivo al prisionero de guerra que matarlo,
se sacia ni tiene fin, y que es también su idolatría. Porque nació la sociedad esclavista, mas, no se ha dicho lo suficiente,
Baalim, según San Jerónimo, significa "mi ídolo", el que me pues, para someter a ese hombre había que recurrir al-terror
domina y está en posesión de mi. .. " El "ego conquisto" resul· y éste sólo era posible mediante el sacrificio de ese mismo
taba un "ego conquistado", se autoafirma a sí mismo como hombre. La muerte de unos era la condición necesaria para el
valioso de modo excluyente, con lo cual se aliena, se entrega sometimiento de los otros. De este modo, el discurso de la vio-
a otro, como lo dice Las Casas, a su ídolo. ~sta es por cierto lencia, en contraposición abierta con la palabra de fray
la verdadera idolatría, señalada dentro de los límites de una Bartolomé de las Casas, habla con fuerza no tanto del someti·
crítica de la razón, entendida desde el punto de vista de su miento como del exterminio, por lo mismo que éste era pri·
funcionamiento social y con un acento marcadamente renacen- mero a efectos de poder crear el estado de terror. Así lo afir·
tista no ajeno a la teoría baconiana de los ídolos. maba Sepúlveda: "Podemos creer. . . que Dios ha dado grandes4
La violencia del conquistador anula toda posibilidad de ex- y clarísimos indicios respecto al exterminio de estos bárbaros";
Bartolomé de las Casas, Ibídem, pp. 352, 37Í y 374.
2 Bartolomé de las Casas, Del único modo de atraer a todos los pueblos 34 Ginés de Scpúlvcda, Tratado .wbre las justas causas de la guerra contra
a la verdadera religión, México, Fondo de Cultura Económica, 1975, pp. 351 los indios, México, Fondo de Cultura Económica, 1941, p. 115.
y 352.
, ..••. ••··· •..• 212 DEL PADRE LAS CASAS A LA. GUERRA DEL PARAGUAY
i:J:
DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY 213
así también pensaba Gonzalo Fernández de Oviedo, cuando ha-
blaba del genocidio IIevado a cabo en La Española: "Ya se Las Casas a proponer y aun a exigir un cambio en el sistema
desterró Satanás desta Isla; ya cesó todo con cesar y acabarse de relaciones entre los europeos conquistadores y los naturales.
la vida -de los más de estos indios" y cuando se preguntaba Sobre esta base se organiza el discurso lascasiano que apunta,
en la misma obra: "¿Quién puede dudar que la pólvora contra por un lado, a pacificar las almas enconadas y resentidas por
los infieles es incienso para el Señor?" 5 Así, aqueiia sordina causa de la violencia armada, predicando la resignación. "He
que se fue poniendo al "griterío" se la fue colocando de a poco. enseñado -dice citando una historia de la vida de San Pablo-
Más adelante, cuando el exterminio masivo había logrado la que quienes por su alimento y ·vestido tienen una vida medio-
sumisión de los sobrevivientes, el discurso opresor t()l!lé!_I"á _ cre, deben estar contentos; he enseñado que los pobres· deben
cada vez más un aire de inocencia. - -
regocijarse en medio de su pobreza~ . .--he enseñado que los
Frente al conquistador, con sus gritos e injurias como única hijos deben obedecer a sus padres y escuchar sus saludables
palabra y frente al discurso justificador de los ideólogos de amonestaciones. He enseñado que los que poseen bienes deben
la conquista en el que aún resuena el "griterío", se organiza la pagar con solicitud los tributos ... He enseñado que las mu~
obra del padre Las Casas. Su planteo es simple: se ha de poner jeres han de amar a sus maridos y han de honrarlos como
límites a la autoafirmación del dominador y ello será única- a sus señores. . . He enseñado que los amos deben conducirse
mente posible reconociendo al dominado su
naturaleza racio- más humanamente con sus siervos; ·y he enseñado que los
nal, viéndolo como criatura tan necesitada en su ignorancia sienros deben senrir fielmente a sus amos, como si sinrieran a
de la salvación, como el otro, ·en su ansia de posesión y do- Dios . .. " La relación de dominio quedaba de esta manera legi-
minio. La relación dominador-dominado ha de ser organizada timada, siempre y cuando fuera entendida sobre la relación
desde el plan de la salvación o de la condenación de las almas, "padre-hijo".
mas, para eso, el dominador deberá trocar el "griterío'!.. por la Mas, por otro lado, si bien la pacificación mediante la resig-
"palabra" que seguirá siendo la suya en cuanto dominador, nación era condición indispensable para la recepción del men-
pero revestida ahora de una actitud paternal. De este modo se saje cristiano, no era ella suficiente. Como consecuencia del
pasa del discurso dominador violento, al no-violento, al pa-
ternalista. análisis acerca de las condiciones que debe reunir el discurso
~
evangelizador para que realmente pueda ser recibido por el
Se trataba sin embargo, como hemos dicho, de un huma- infiel, afirmará que es imprescindible respetar a ésté en su
nismo. Absolutamente todos los hombres están en condiciones libertad, que no es sólo libertad interior, sino también libertad
de recibir el mensaje cristiano: " ... no hay ningún pueblo o en la posesión de bienes. Si el miedo debe ser eliminado, por
nación, en toda la redondez de la tierra, que quede enteramente lo que conturba el alma en su intimidad, ha de agregarse a
privado de este beneficio gratuito de la divina liberalidad ... esto un sentimiento de confianza derivado del respeto, no ya
de ningún modo es posible que toda y una sola raza y nación, a las personas, sino de lo que ellas. poseen. Ésta será la única
o que los hombres todos de alguna región, provincia o reino, palabra que "obliga a callar", es decir, que elimina las pro-
sean tan del todo estúpidos, imbéciles e idiotas, que ·no tengan testas del evangelizado y que lo predi~pone para el "oír", fun-
absolutamente ninguna capacidad para recibir la doctrina evan- ción básica de la relación paternal. De ahí que el saqueo de
gélica". América por parte de los conquistadores, se le presente a Las
América es una de esas regiones de las cuales habla Las Casas como contrario al derecho natural. Ve claramente la re-
Casas y respecto de cuya humanidad rechaza, de modo termi- lación que hay entre el ser y el tener y cómo la supresión
nante, las injurias y calumnias del conquistador. El hombre de la tenencia afectaba de modo directo al proceso de huma-
americano puede "recibir la doctrina evangélica", es decir, puede nización, aun cuando el mismo estuviera siempre limitado den-
escuchar y puede llegar a hacerla suya. Es, en este sentido, un tro de los marcos del paternalismo.
hombre como los demás, como el mismo conquistador. El ¿No es una iniquidad privarlos de sus bienes, despojarlos de
principio de universalidad del humanismo cristiano IIevaba a sus tierras, de sus dominios, de sus honores, de sus esposas e
hijos, de su libertad y de su vida, y afligirlos y contristarlos
5 Gonzalo Femández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias,
Tierra Firme y Mar Océano, citado por Lewis, "Introducción" a la obra de de otras mil maneras? Es ciertamente una iniquidad arrebatar
Bartolorné de las Casas mencionada, p.· 28. lo ajeno, perpetrar crueles homicidios, oprimir a los miserables
y a los que no pueden defenderse, enriquecerse con los bienes
aj~nos, mancharlo todo con acciones torpes y nefandas y ejemplos
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DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY
DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY 215
execrables,
inmunda. 6 e infamar la religión presentándola como injusta e
presencia dentro de nuestro desarrollo intelectual. Dentro de
De este modo, si bien el discurso evangelizador es por natu- ella se encuentran, por ejemplo, el conocido-poema de Andrés
raleza paternal y, por eso mismo, debe fundamentalmente ser Bello La agricultura de la zona tórrida, aparecido en 1826, ver-
"oído", sucede que para que el otro esté en condiciones de dadero canto de paz escrito ya iniciadas las sangrientas guerras
prestar audiencia, no se lo ha de violentar, es decir, habrá civiles y, dentro de un contexto seme.iante, la descripción de
que escucharlo en _lo___que respecta a sus derechos, de los que Tucumán que Sarmiento hizo en su Facundo en 1845 y cuyo
ha de gozar por naturaleza: la libertad y el goce de sus bienes. carácter idílico ha sido subrayado por Noel Salomon.8
El infiel, respecto de la verdad revelada, sólo puede "oír", Todo el proceso espiritual de Bolívar podría ser entendido
mas, para que este acto se convierta en un escuchar, deberá desde aquel discurso. Él nos permite medir la hondura de su
ser respetado en todo lo que él sabe, en función de su razón pesimismo en el que cae cuando descubre que no hay tal idilio
natural, respecto de lo justo y de lo injusto. Por donde el infiel y que la América que había soñado se encaminaba inevitable-
también tiene su discurso, su palabra, la que deriva, precisa- mente hacia una cruel experiencia de guerras fratricidas con las
mente, del ejercicio de la tenencia de sus bienes. Tales eran que se abrían las puertas al temido levantamiento de las masas.
los límites que Las Casas entendía que debían conformar la El documento al que nos referimos es la carta. dirigida a
autoafirmación del sujeto en cuanto sujeto conquistador, y el la Gaceta Real d_e Jamaica, fechada en Kingston en septiembre
grado y modo como el mismo Las Casas, bordeando lo utópico, de 1815. En ella Bolívar traza un cuadro de la situación so-
reconocía la autoafirmación del sujeto americano. cial de la América Hispánica, destinado a lectores de habla
De este modo, el discurso lascasiano, que babia intentado dar inglesa, con el objeto de convencerlos acerca de la inexistencia
una fórmula humanitaria al régimen de conquista y domina- de obstáculos para la creación de gobiernos independientes. En
ción, sin dejar de ser por eso una de las variantes del discurso su análisis, Bolívar describe una estructura de la sociedad
opresor, adquiría un sentido que lo ponía más allá de su propia americana en la que coinciden la estratificación social con la
fórmula paternalista. La exigencia en que había concluido Las racial, el llamado "régimen de castas", que constituía, según
Casas era sin duda utópica, mas, el punto de partida que se la mayoría de los políticos europeos y americanos, "la mayor
la sugiere, suponía un grado de conciencia histórica, como asi- dificultad" para la consti~n de los futuros países. Antici-
mismo una tesis ciertamente revolucionaria respecto de la pando criterios que se habrán de generalizar ·a finales de siglo
prioridad que muestra la relación de tenencia. por obra de la psicología de los pueblos, dirá que la "indo-
El valor incuestionable de Ja posición del padre Las Casas, lencia", que resulta para él una virtud política, como así la
su radical novedad, aparece claramente si hacemos a grandes posibilidad de gozar de riquezas naturales sobreabundantes,
rasgos una historia del discurso patemalista en algunos de sus hacen que las relaciones entre las castas sean de confraternidad
momentos y tal como la hemos anticipado. Veremos cómo en y dulzura. "El colono español -el español americano o blanco-
el pensamiento de Simón Bolívar, aquel discurso muestra un no oprime a su doméstico con trabajos excesivos; lo trata como
retroceso respecto de Ja apertura que hemos señalado, a pesar a un compañero; lo educa en los principios de moral y hu-
de la admiración que el Libertador tenía por el obispo de manidad que prescribe la religión de Jesús. Como su dulzura
Chiapas. 7
es ilimitada, la ejerce con toda su extensión con aquella be-
El discurso patemalista lascasiano habrá de servirle a Bo- nevolencia que inspira una comunicación familiar. Él no está
lívar para justificar, a partir de una visión idílica de América, aguijoneado por los estímulos de la avaricia ni por los de la
el régimen de opresión que el mismo Las Casas había, justa- necesidad, qye producen la ferocidad de carácter y la rigidez
mente, denunciado. De este modo el patemalismo se convierte de principios, tan contrarios a la humanidad." En pocas pala-
en un discurso abiertamente opresor, por Jo mismo que ignora bras, no hay opresión y el discurso patemalista rige la con-
ideológicamente toda forma de opresión y la encubre con Ja vivencia entre los hombres, haciendo que la relación entre el
visión idílica. Esta posición ha tenido, ciertamente, una amplia amo y el siervo no sea odiosa.
Por su parte, "el indio es de un carácter tan apacible que
6 Bartolomé de las Casas, ibídem, pp. 63, 233 y 385. sólo desea el reposo y la soledad: no aspira ni aun a acaudillar
Simón
y 79.
7 Bolivar, Escritos Políticos, Madrid, Ali3llza ·Editorial, 1975, pp. 62
8 Noél Salomon, "Sur la description du Tucuman dans le Facundo de
D. ,F. Sarmiento. Sources et création", Bordeaux-Mendoza, 1977, 20 pp.,
mimeografiadas, al final.
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¡:¡
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DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY 217
su tribu, mucho menos a dominar las extraíias". Esta "especie
de hombres", a pesar de "que su número exceda a la suma de diante el cual se promueven demandas sociales ilegítimas e
Jos otros habitantes", felizmente "no reclama la preponcte. innecesarias, a efectos de lograr una movilización política y
rancia". "El indio es amigo de todos ... " militar mediante el apoyo de las castas sometidas.
Si el indio y el blanco son "dulces", por la misma razón Esas masas son las que se levantarán por obra de los cau-
habrían de serlo Jos mestizos de ambos. Por su parte, el esclavo dillos locales, una vez desaparecido el enemigo externo. Y será
negro "vegeta abandonado en las haciendas, gozando, por de- ésa la hora del ocaso de los libertadores que las habían con-
cirlo así, de su inacción, de la hacienda de su señor y de una ducido como miembros del grupo criollo y habían logrado la
gran parte de los bienes de la libertad; y como la religión le independencia de América. Un análisis comparativo del texto
ha persuadido que es un deber sagrado servir, ha nacido y de HHS que-hemos -c~mentado, -con los escritos bolivarianos-
existido en esta dependencia doméstica, se considera en su es- posteriores, muestra un abandono de la visión idílica, insoste-
tádo natural, como un miembro de la familia de su amo, a 1 nible para el mismo Libertador. De ella se pasará, siempre den-
quien ama y respeta". tro de términos paternalistas, a la propuesta de un despotismo
l ilustrado claramente proyectado en el célebre "Discurso de
De esta manera, "todos los hijos de la América Española, de
cualquier color y condición que sean, se profesan un afecto Angostura" de 1819.9 Años más tarde, fracasado este proyecto,
personaLrecíproco, que ninguna maquinación es .capaz de alte- será la actitud paternal misma la que habrá de entrar en crisis.
rar", todo lo cual le parece ser al Libertador, fruto "del irre- La imposibilidad del regreso a cualquier forma de patema-
sistible imperio del espíritu". Iismo, que para Bolívar significaba la imposibilidad de todo
Ahora bien, si aquellos modelos clásicos, Jos de Atenas y discurso, se habrá de producir trágicamente en 1830 como con-
Esparta, mostraron la posibilidad de organizar un Estado escla- secuencia del asesinato de Sucre, alarmante hecho político que
vista, aun a pesar de que los esclavos de la antigüedad griega coincide con lo que el mismo Bolívar llamó "la segunda Re-
no eran hombres siempre rudos, sino muchas veces filósofos, volución Francesa", la de aquel año. Las dos cartas al general
mercaderes y navegantes sometidos, con mayor razón se podrá J~an José Flores, de julio y noviembre, expresa la situación
organizar un Estado ordenado en la América Hispánica en de desconcierto y amargura de Bolívar, al extremo de con-
donde los siervos y lo~sclavos "son de una raza salvaje, man- fesar su deseo de abandonar una tierra maldita que en sus
tenida en la rusticidad por la profesión a que se les aplica hombres muestra la perversa voluntad de ignorar los esfuerzos
y degradados a la esfera de los brutos". Con ello Bolívar en paternales de los libertadores. "Es imposible vivir -decía- en
este momento de su texto concluye mostrando como factor un país, donde se asesina cruel y bárbaramente a los más ilus-
positivo una situación de degradación que él mismo en otros tres generales, y cuyo mérito ha producido la libertad de Amé-
escritos habrí~ de repudiar. rica." A aquella misma situación espiritual responden las
El Libertador concJuye con una invocación a los países euro- ensombrecidas palabras con las cuales sintetiza su pensamiento,
peos, Inglaterra y posiblemente también Francia, instándolos a casi al final de sus días:
apoyar la constitución de los nuevos Estados, dadas las ideales Le dice al general Flores: Ud. sabe que yo he mandado 20 años
condiciones sociales de que gozan y anunciándoles que en caso y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos; l. La
de no contribuir a ese proceso se corre el riesgo de que los América es ingobernable para nosotros; 2. El que sirve una re-
patriotas tengan que adoptar un discurso demagógico para volución ara en el mar; 3. La única cosa que se puede hacer en
"atraerse la causa popular" en contra del poder español. América es emigrar; 4. Ese país caerá infaliblemente en manos
De esta manera, el discurso patemalista no aparece como de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos
una opción frente a una forma odiosa de discurso opresivo casi imperceptibles, de todos colores y razas; S. Devorados por
todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos
violento, por lo mismo que se comienza desconociendo las formas no se dignarán conquistamos; 6. Si fuera posible que una parte
de opresión o justificándolas como positivas. El discurso pa- del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último pe-
ternalista es el único, si bien se concluye señalando, como ríodo de la historia.1o
una lejana amenaza, no improbable, el levantamiento de las 9 Simón Bolívar, "Discurso de Angostura", en Escritos políticos, ed. cit.,
masas bárbaras como recurso último al cual debería echar pp. 93-123.
mano el "partido independiente" contra el poder hispánico. 10 Simón Bolívar, Correspondencia del Libertador con el ·general Juan

Ese otro discurso posible es el "demagógico", o sea, aquél me- José Flores, Quito, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1977,
pp. 282 y 285.
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218 DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY
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DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY

se quedaran un siglo más bajo la opresión bárbara e imbécil de


219

;r.J Desde la primitiva visión idílica, a esta visión catastrófica y Aquella13 Revolución de 1830 en Francia, que tan graves pre-
:,1 casi apocalíptica, hay una distancia, indudablemente, pero ella
España".
sagios tenía para Bolívar por las repercusiones de "su ideolo-

¡fi
no impide afirmar que ambas visiones son compatibles entre
sí y que la segunda es consecuente de modo pleno con la pri-
gía exagerada" 14 y la entrada de los países hispanoamericanos
en las guerras civiles, suponían amplios movimientos de pro-
'1 mera. Más aún, el discurso de tipo apocalíptico supone necesa- _te!it•· en el caso europeo. del proletariado industrial y. en el
:!'' riamente un primitivo discurso idílico, se encuentre o no expre-
sado. El paternalismo se mueve entre la bendición de los hijos
caso americano, de las campañas contra las ciudades. Las masas
campesinas, nucleadas y controladas primero por los líderes
¡ y su maldición. El encubrimiento y a su vez desconocimiento de la Independencia, proveni~ntes de grupos ilustrados, conec-
1 que supone-la-visión idíliCa, promueve luego la respuesta llena tados principalmente con el comercio ultramarino de las ciu-
¡ de asombro, de dolor y- de pesimismo, que concluye en un dades litorales, despertaron con nuevos dirigentes surgidos de
manifiesto repudio. Sarmiento, en su Facundo, nos cuenta que entre los hacendados de las campañas y con el apoyo de los
las masas campesinas levantadas y fuera del control de los mi- productores artesanales de pequeños núcleos urbanos del inte·
litares de la Independencia que las habían acaudillado en un rior. El programa que traían, en contra del unitarismo de los
primer momento, se presentaron como un poder o una fuerza ilustrados que hizo posible y eficaz el enfrentamiento contra el
social desconocidos en el propio seno de la sociedad· que las poder español, era el federalismo. De este modo, la autoafirma·
contenía. El ejemplo de Artigas y sus gauchos orientales, era ción del sujeto americano entraba en una nueva etapa, a partir
uno de tantos dentro del vasto continente sudamericano. Esas de un nuevo régimen de contradicciones. Ya no se trataba
mismas masas y caudillos se caracterizaron por el "odio" a los de la lucha de las colonias contra el Imperio metropolitano,
militares de la Independencia, el mismo que movilizó el ase- sino de las masas campesinas, con sus líderes naturales, contra
sinato de Sucre y los atentados contra Bolívar.11 El discurso las ciudades marítimas, dispuestas a abrir los puertos a la
paternalista había conducido a una ceguera política como conse- Europa industrial, Inglaterra y Francia. --
cuencia de su punto de partida vicioso: ni los Libertadores Para un Bolívar, el discurso de los caudillos, con el cual re-
eran "padres", ni las masas campesinas eran el "hijo". De ahí formulaban sus propias demandas y las de las masas que los
que .todo tuviera que concluir inevitablemente en lo que Leo- segulan. era el "discUrSO anárquico" o el "discurso demagógico"
poldo Zea ha denominado: "la maldición del Libertador". Esta que venía a poner en quiebra la idea de unidad americana.
actitud no era ajena a un espíritu de negación de la población La aristocracia de los generales de la Independencia que Bo-
americana y es la misma que habría .de llevar, en unos casos, Uvar había soñado y cuyo modelo proyectó en la Constitución
hasta el genocidio y en casi todos, al deseo vehemente de de Bolivia, no daba cabida a aquellas demandas sino dentro de
continuar dominados y explotados por cualquier Imperio, ya los marcos del propio discurso paternalista. No otra fue, con
fuera el de los españoles, o cualquiera de los que integraban variantes personales, la respuesta de O'Higgins y, en general,
las nuevas potencias extranjeras.12 Se trata de un hecho per- de la mayoría de los libertadores.
manente dentro de la conciencia de clase del grupo criollo que Frente a esa situación de cambio, e influidos por el movi-
ya tiene sus antecedentes a fines del siglo XVIII. Francisco Mi- miento ideológico social derivado de la Francia de 1830, algunos
de los miembros de la Generación argentina de 1837, sin sa-
randa había anticipado de alguna manera la formulación del lirse de los marcos de un paternalismo, intentaron justificar
discurso apocalíptico, ante la experiencia política que signifi- la lucha de las masas campesinas y de sus caudillos, que en el_
caba la liberación de los esclavos en Haití: '' ... le confieso Río de la Plata había alcanzado su estabilización con el go-
-decía a un amigo- que tanto como deseo la libertad y la inde- bierno de Juan Manuel de Rosas. La dictadura de este es-
pendencia del Nuevo Mundo, otro tanto temo la anarquía y el tanciero de las pampas, que gozaba de una abierta simpatía
sistema revolucionario. No quiera Dios que estos hennosos paí- popular y que se había caracterizado por una sangrienta y en-
ses tengan la suerte de Saint Domingue, teatro de sangre y crí-
menes, so pretexto de establecer la libertad; antes valiera que 13 Francisco Miranda, Archivo de Francisco Miranda, tomo XIV, p. 207,
carta a Tumbull, del 12 de agosto de 1798.
u Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Buenos Aires, Centro Editor de 14 Simón Bolívar, Correspondencia del Libertador con el general Juan José
América Latina, 1967, pp. 62 y 80.
1 2 Leopoldo Zea, Filoso/la de la historia americana, México, Fondo de Cul- Flores, ed. cit., p. 285.
tura Económica, 1978, pp. 201-202.
1 220 DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY

carnizada persecución de los grupos que habían justamente


lidereado las guerras de la Independencia, debía responder a
DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY

curso como americanos, se debía ampliar el süjeto histórico


221

lf¡ una cierta racionalidad histórica. Las respuestas apocalípticas,


manifestación de una conciencia dominadora en sus momentos
que se afirmaba a sí mismo como valioso y que, por eso, el
discurso anterior, 110 era legítimo. No deja de ser significativo
! de impotencia, no podían abrirnos hacia esa nueva racionalidad
buscada. que la idea de una filosofía americana naciera en una época
de crisis de la noción misma de sujeto en relación directa con
1 En su libro Fragmento preliminar al estudio del derecho, nuestra realidad histórica, social y nacional.
r A pesar del cambio de valoraciones que supone la posición
r' aparecido en Buenos Aires en 1837, Juan Bautista Alberdi in.
--tentó dar con la nueva fórmula política que suponía un reco. de Alberdi, se trataba sin embargo de una nueva fórmula del
nacimiento de la forma de conciencia para sí alcanzada por discurso paternalista. El anterior se había organizado sobre la
aquellas masas que habían protagonizado con la mediación de pasividad histórica de las masas, de las clases sociales domi-
sus caudillos, primero la anarquía y que ahora sustentaban go. nadas, ya fuera dentro de los términos del discurso lascasiano,
biernos tiránicos, enemigos de la antigua ilustración. Comienza ya dentro del discurso idílico bolivariano. Esta nueva versión,
el joven Alberdi con una afirmación escandalosa, que implicaba que parte del reconocimiento de un fenómeno de irrupción
algo ciertamente nuevo dentro del pensamiento político hispa- social, tenderá a aminorar la fuerza del paternalismo clásico,
noamericano del siglo XIX: con ella se abandona la clásica_ reduciéndolo a un fraternalismo, actitud que coincide con la de
definición de la noción de "pueblo" como sinónimo de la "gente los románticos sociales franceses de la época.16 Al hablar de la
decente" o de la "gente que tiene algo que perder" y se da una mayoría se la trata de "hermana", es decir, que quien habla
nueva fórmula dentro de la cual van a quedar también inte- no es ya el "padre", sino el "hermano mayor". La "plebe" o
grados todos aquellos grupos que hasta entonces se los había la "muchedumbre", siempre "mujer", ha dejado de ser "hija".
distinguido con los epítetos de "plebe", "gente baja, soez, vil", Pero esto no fue nada más que un momento dentro de la
"hez de la población", "chusma", "gente de baja ralea", etc. historia de una generación de intelectuales. Bien pronto, el
Hay para Alberdi un sujeto que se autadetennina como valioso, discurso paternalista, que de alguna manera implicaba un cierto _
el "pueblo", al que define diciendo que "no es una clase, un americanismo, se habrá de expresar abiertamente como discurso
gremio, un círculo: es todas las clases, todos los círculos, todos dominador, acompañado de una violencia semejante a la que
los roles" y exige que su demanda social sea tenida en cuenta. ~ía permitido a un Las Casas dar nacimiento a la primera
"Respetemos al pueblo: venerémosle; interroguemos sus exigen- denuncia de ilegitimidad del discurso opresor.
cias y no procedamos sino con arreglo a sus respuestas." Al- ) Desde aquel americanismo, reforzado por la actitud frater-
berdi avanza más allá de su propia definición y concluye nalista, Alberdi avanzará hacia un europeísmo organizado cru-
entendiendo por "pueblo", de modo restrictivo, tan sólo aquella damente sobre el rechazo de los grupos sociales inferiores.
"gente baja" que mencionábamos. El futuro de la humanidad "En América -dirá algunos años más tarde con uno de esos
se encuentra, nos dice, en esa "pobre mayoría", en nuestra "her- aforismos lapidarios que salían de su pluma apasionada- todo
mana" que vive en "inocente ignorancia". "La emancipación de lo que no es europeo es bárbaro." Aquel porvenir de la plebe
la plebe -dice más adelante y de modo ya abierto- es la que le hizo saludar emocionado al siglo XIX, se transforma en
emancipación del género humano, porque la plebe es la huma- el presente de una aristocracia dominadora que habla de "puri-
nidad, como ella es la nación. Todo porvenir es de la plebe ... ficar el sufragio universal", que propugna por boca de Alberdi, el
Todo conduce a creer que el siglo XIX acabará plebeyo y nos- mantenimiento de la obediencia que ha generado el despo-
otros desde hoy le saludamos con este título glorioso." tismo surgido de las mismas masas, obediencia, que claro está,
15
Eran éstos los mismos años en los que el joven Alberdi había puesta al servicio de un gobierno "elevado y patriota", será fe-
comenzado a hablar de Ja necesidad de una "filosofía ameri- cunda, así como fue estéril bajo los gobiernos populares que
cana", de un pensamiento propio que, asimilando los principios, la crearon. A esta política abiertamente antipopular y, por eso
supiera aplicarlos a nuestra circunstancia. De alguna manera, mismo, antiamericanista y europeizante, se suman las proposi-
la posición intelectual y política del Aiberdi de entonces suponía ciones de acuerdo con las cuales la República Argentina debía
la afirmación de que para poder enunciar nuestro propio dis- ser entregada a la dominación incondicional de la nueva Euro-
pa colonizadora, mediante tratados que sometían de modo ab-
15 Juan Bautista Alberdi, Fragmento preliminar ql estudio del derecho,
Buenos Airl's, Hachctte, 1955, pp. 76-77. 16 Roger Picard, El romanticismo social, México, Fondo de Cultura Eco-
nómica, 194 7, p. 328.
1 DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY 223

Tf 222 DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PAR!\GUAY como consecuencia de la posición adoptada por Alberdi en apo-

!
yo del Paraguoy, atacado por la- Triple Entente (Argentina.
~ t soluto el trabajo del hombre nativo y los recursos naturales, a }lrasil, Uruguay) y la experiencia directamente vivida por él
los intereses de aquéllaP
..'ª¡.
Todo el cambio de valoraciones que fue modificando las di-
versas fórmulas del discurso paternalista y con él el sentido
de la guerra franco-prusiana, adoptará una actitud crítica res-
pecto de su propio europeísmo, a la vez que regresará a un
cierto americanismo, todo ello inspirado principalmente por el
que fue tomando el humanismo limitado que le acompaña, tema de la guerra. De esta manera, lo mismo que sucedió en
muestra los vaivenes de la conciencia histórica americana, con.
(OSpue~ta
un Las Casas, el nuevo discurso humanista reaparece como una
_dicionados de modo permanente por el mayor o menor poder _ ante la presencia del "discurso" de la violencia;-.quél
de irrupción de los grupos sociales dominados. Éstos se nos al que el obispo de Chiapas denominó "griterio". Es también la
presentan, por eso mismo, como uno de los determinantes de~ ép(fca en la que Alberdi, aproximándose a una posición como
dsivos de las sucesivas ideologías sobre las cuales organizaron la de Francisco Bilbao, acabará por esbozar una cierta crítica
su pensamiento político los intelectuales que hacían de voceros de la razón política. Esta etapa alberdiana es principalmente
de la preburguesía hispanoamericana del siglo XIX. la del Crimen de la guerra (1870) y de Luz del día en América
El humanismo que supone el paternaJismo se nos muestra,
pues, como ilegítimo. Muestra una apertura, un reconocimiento (1871).
Habíamos dicho que el comienzo de la filosofía no es un
que, como acabamos de ver, no es tan espontáneo ni generoso factum, sino un faciendum, que no hay propiamente "comien-
como se lo suele entender. Con ese humanismo, el discurso zo", sino "recomienzos". Mas hay también, al lado de estos
opresor babia dado con un eficaz modo de encubrimiento, el últimos, lo que bien podríamos llamar "caídas", momentos de
mismo que se extenderá y renovará por obra de la conciencia oscurecimiento de la conciencia histórica y pérdida de la po-
liberal hasta nuestros días y que estará en la base de los po- sesión o toma de la misma. El pensamiento filosófico se mues·
pulísmos latinoamericanos contemporáneos, con todas sus con- tra, en ese proceso, con altibajos, se mueve entre accesos a
tradicciones. un nivel de sentido crítico, o descensos a lo ideológico. Mo-
Concluiremos este intento de señalar algunas de las formas mentos en los que los universales que se manejan son preten-
paternalistas de nuestro humanismo, en particular el que se didamente integradores, como la praxis social se encarga de
desarrolla durante el siglo XIX, con el análisis de uno de los mostrarlo. La figura agónica de Alberdi, el primer latinoame-
últimos libros de Juan Bautista Alberdi, escrito como respuesta ricano que habló de la necesidad de una filosofía nuestra, es
a dos güérras, la del Paraguay (1865-1870) y la franco-prusiana \ un ejemplo ciertamente apasionante de un proceso en el que
(1870), titulada El crimen de la guerra. En esa obra se inten- \ el pensamiento filosófico se nos muestra radicalmente encar·
tará llegar a una visión universal del hombre, a partir del nado, con sus miserias y sus grandezas.
problema del derecho, esfuerzo de ·alguna manera semejante No es un hecho casual que uno de los temas capitales del
al universalismo propuesto por fray Bartolomé de las Casas pensamiento del padre Las Casas, en la obra de la que nos
desde el pensamiento teológico. hemos ocupado páginas atrás, sea el de la guerra, a tal punto,
La agitada vida intelectual (je Alberdi se desarrolla a Jo largo que bien podría decirse que su tesis central es precisamente
de tres etapas, una primera,· en la que se adoptan formas de el "crimen" de· este hecho. "Y en realidad ¿qué otra cosa es la
discurso paternalista, dentro de los términos de un americanis- · 1
guerra -decía fray Bartolomé- sino un homicidio ry un latro·
mo. Es la época del Fragmento preliminar al estudio del derecho \ cinio común entre muchos? Y es tanto más criminal cuanto
(1838), del "Programa para un curso de filosofía" (1840) y del más se dilata." 18 Éste es precisamente el punto inicial de la
escrito "Sobre la conveniencia y objeto de un Congreso General meditación de Alberdi en sus últimos años.
Americano" (!844). Una segunda, en la que se ingresa en un Parte de la existencia de esa forma de discurso opresor al
discurso abiertamente opresor y se justifica con él la violencia que se le dio el nombre de "derecho de gentes" y que, tal como
social y la intervención europea y, en tal sentido, se adopta era entendido, resultaba contradictorio con el derecho natural.
un abierto antiamericanismo: es la etapa en que publica Bases Según aquél, no había un solo derecho, sino siempre dos y lo
y puntos de partida para la Constitución de la _Confederación que en uno de ellos era juzgado como injusto, en el otro podía
Argentina (1852) y escribe, como respuesta a ]a Guerra de Mé- í ser justo. "Si no hay más que un solo derecho -dice Alberdi-,
xico El gobierno de Sudamérica (1863) y una tercera, en la que 1

17 Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para la Constitución


de la Confederación Argent!na, Santa Fe, Castellvi, pp. 80-90.
¡
( 18 Bartolomé de las Casas, obra citada, p. M-5.

\
~·' 226 DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY
DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY 227

ciertos intelectuales europeos no comprometidos con las monar-


del derecho natural, sin llegar a poner en tela de juicio la quías burguesas instaladas desde la Restauración, no era por lo
doctrina. 23 .· demás, ajeno al socialismo utópico de la época y suponía, a su
Por otro lado, Alberdi ve con claridad que no son los pueblos vez, una cierta valoración del proletariado europeo en el que
los que hacen las guerras imperialistas, sino ciertos grupos so- Alberdi había visto encarnada la barbarie. En sus Cartas qui-
ciales movidos por sus intereses, que confunden con los de la llotanas había hablado, en efecto, de "la canalla24que sólo sabe
nación. Para salvar este hecho, no encuéntra otro remedio que apedrear sus reyes en las capitales de Europa" .
aceptar lo que denomina "gobierno moderno", que es aquel La meditación sobre el crimen de la guerra le lleva a Alberdi
que surge de la "soberanía popular", la república democrática. a una nueva extensión_ de la nodó.n_de_ "pueblo". Vimos cómo
:esta se le presenta ahora como la única vía para impedir que en sus años juveniles había hablado del "pueblo" como el con-
los "soberbios" impongan su voluntad arbitraria, por la cual junto de todas las clases sociales: Ahora avanzará hacia una
no sólo privan de libertad a los pueblos agredidos, sino que noción a la que denomina "Pueblo-mundo", del que habrán de
además pierden ellos mismos su propia libertad. "Todo pueblo nacer algún día "Los Estados Unidos de la Humanidad". Ese
en el que el hombre es violento, es pueblo esclavo." Frente a "pueblo" y el Estado en el que habrá de concretarse, será el
aquéllos, "sólo son libres los humildes", porque "la humildad, encargado de enjuiciar los imperios en sus pretensiones de
como la libertad, es el respeto del hombre por el hombre". violencia. "El principio natural que ha creado cada nación, es
Consideraciones todas ésta~ que no apuntan a reducir el el mismo qtte hará nacer y formarse esa última y suprema
problema de la guerra a un problema de moral individual, pues, nación compuesta de naciones, que es el corolario, comple·
aquellos soberiJios constituyen, como el mismo Alberdi lo de- mento y garantía del edificio de cada nación, como el de cada
nuncia, ciertas aristocracias, y dentro de ellas, las aristocracias nación lo es de sus provincias, departamentos, comunas, fa·
militares, que acaban por dominar y someter. a su propio país.
"El primer efecto de la guerra -efecto infalible'-, es un cambio milias, ciudades." - -
Se habrá avanzado, de ese modo, hacia "la unión del género
en la constitución interior del país, en detrimento de su liber- humano''. Una unidad que se apoyará en una diversidad, en
tad, es decir, de la participación del pueblo en el gobierno cuanto que no "dejará jamás de ser una unidad multíplice".
de sus cosas ... " "Así, -continúa diciendo- todo país guerrero
acaba por sufrir la suerte que él misHNr pensó infligir a sus Frente al continente europeo, relativizado ahora en cuanto que
la civilización no es incompatible con la barbarie, aparecen
enemigos por medio de la guerra~ Su poder soberano no pasará
a manos del extranjero, pero saldrá siempre de sus manos para ante sus ojos los otros continentes, como realidades valiosas en
quedar en las de esa especie de Estado en el Estado, en las sí mismas. Alberdi regresa, de este modo, al bolivarismo que
de ese pueblo aparte y privilegiado que se llama ejército. La había sostenido en 1844 en su estancia en Chile, pero hace de
soberanía nacional se personifica en la soberanía del ejército; él un programa mundial. "A la idea del mundo-único o del pue-
y el ejército hace y mantiene los emperadores que el pueblo blo-mundo ha de preceder la idea de la unión europea o de los
no puede evitar." Tal es el fin de los Imperios, no sólo sojuzgar Estados Unidos de Europa, o la unión del mundo americano,
a otros pueblos, sino imponer dentro de su seno, una opresión o cosa semejante a una división interna y doméstica, diremos
semejante. así, del vasto conjunto del género humano en -secciones conti-
Y de este modo, los pueblos quedan a merced de un "puñado nentales, coinCidiendo con las demarcaciones que dividen la
de sus hijos", que "es el menos digno de serlo como sucede a Tierra, que sirve de patria común al género humano." Se renueva,
menudo con la aristocracia". ¿Cuándo terminará esa oprobiosa en este momento, en el pensamiento alberdiano, su antimon-
situación de una clase social opresora sobre las otras? "El día roísmo y vuelve a afirmar con fuerza los caracteres culturales
que el pueblo se haga ejército y gobierno." Será entonces, el propios de Hispanoamérica, la que constituirá, por derechos
fin de las guerras injustas, de Ja opresión interior y de la agre- propios, lo que denomina "La Unión Americana".
sión exterior. Estas afirmaciones de Alberdi implicaban el re- Europa, para llegar verdaderamente a la civilización, necesita
conocimiento de que hay fuerzas que son jurídicas en sí mis- de la humanidad. únicamente haciendo de todas las naciones
mas, con lo que venía a poner en tela de juicio su propio una sola, sin que por ello desaparezcan, sino antes bien alean·
concepto de libertad condicionado por el discurso liberal vi-
24 Juan Bautista Albe"rdi, El crimen de la f!Uerra, C"d. cit.. pp. 43-44. 73
gente. Este cambio de actitud expresaba el pensamiento de y 87: y Cartas quillotanas, B\1enos Aire"s, La Cultura Argentina, 1919. p. 81.
23 Juan Bautista Alberdi, Ibídem, pp. 46 y 57.
. DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY 229
228 DEL PADRE LAS CASAS A LA GUERRA DEL PARAGUAY
cierta conciencia de sí mismo como totalidad dentro del pro-
cen la posibilidad de cumplir con su misión en la historia, el ceso histórico mundi~l. No menos importante resulta destacar
derecho adquirirá esa universalidad que ahora no posee. cómo se abandona aquella metafísica de la historia que giraba
Ahora bien, ese "pueblo-mundo" aparece dividido en dos blo- toda entera sobre el concepto romántico de nación, para des-
ques: el de los imperios de tumo en pugna, por un lado, y el cubrir que hay otros sujetos ·históricos, las clases sociales.
de "los pueblos que hasta aquí han vivido impotentes y despre- Alberdi, en este segundo aspecto, partía del conocimiento
ciados de los fuértes", que se le presentan a Alberdi como "una directo del proceso político argentino. La Guerra del Paraguay,
tercera entidad", la de los débiles y no-beligerantes. Mientras guerra injusta y fratricida, fue movilizada, en la Argentina, por
no se constituya aquel Estado al que ha llamado "Los Estados la burguesía portuaria-ae13uenos Aires y tuvo la más viva re-
Unidos de la Humanidad", toca a estos pueblos neutrales el sistencia en las poblaciones campesinas del interior que se
ejercicio de juzgar acerca de la justidá. o injusticia -de las negaron, muchas veces con su propio sacrificio, a combatir al
guerras. " ... los neutrales -dice- representan y s-on ·la socie- hermano paraguayo. No era una nación la que hada la guerra,
dad entera del género humano, depositaria de la soberanía junto con las otras naciones sudamericanas que la acompañaban
judicial del mundo, mientras que los beligerantes son dos entes en este hecho genocida, sino una de aquellas aristocracias de
aislados y solitarios que sólo representan el desorden y la vio- las que el mismo Alberdi nos· hablaba.
lación escandalosa del derecho internacional o universal." 25 Si bien el derecho de gentes que propugnaba se apoya por
Ahora bien, cuando Alberdi habla de los pueblos que integran entero en los principios de la economía política clásica y en
esa "tercera .entidad" entre los poderosos en pugna, entiende un progresismo típicamente decimonónico, alcanza a intuili los
por tal no sólo las naciones ajenas a la guerra, sino los grupos móviles ideológicos del liberalismo de la época. "El autor
sociales inferiores dentro de las mismas potencias en lucha. -'dice- se ve desterrado por los liberales de su país por el
Regresa, de este modo, a otra de las definiciones de "pueblo" crimen de·'que son cuerpo de delito sus libros; por haber defen·
que había dado en el Fragmento, despojada_ahora de paterna- · dido la libertad de América en el derecho desconocido de una
lismo. La "neutralidad" es virtud de los "débiles", a los que - de sus Repúblicas." 26 Quedaba, de esta manera, levantada la
considera, a su vez, como "humildes" y "no-violentos". En ellos culpabilidad que sobre el mismo Alberdi pesaba, de aquellas
radica el principio de la justicia en cuanto que la "debilidad" páginas en que había visto a esa misma América, como tumba
y la "humildad" hacen posible la enunciación de un juicio de la civilización.· La experiencia de una injusticia, vivida de
de carácter universal, por lo que aquella "debilidad" venía a modo directo, y una conducta personal comprometida, le había
ser una fuerza. La función que habían de cumplir los neutrales llevado a un humanismo clarificador y, a la vez, superador de
en el caso de guerra, era una problemática que se encontraba las formas de paternalismo, dentro de cuyos términos se ha
ya en Grocio, mas, ahora no son las casas reinantes o las aristo- movido, no siempre en el mejor de los casos, el discurso político
cracias las que tenían el derecho y la obligación de mediar entre latinoamericano. ---
primos, sino una entidad nueva, el "pueblo", en el doble sen-
tido señalado y en función de una conducta social que no es
justamente la de los poderosos de la tierra. Por lo demás, como
los que dan el peor ejemplo de violencia resulta ser a su vez
los "civilizados", experiencia que mueve toda la diatriba de Al·
berdi contra la guerra, dentro del concepto de "naciones dé-
biles", aparecía, de pronto, todo el mundo colonizado y some-
tido como aquél del que habría de surgir un nuevo derecho
internacional, más humano y más justo.
Sin enjuiciar las nociones de "Imperio" y de "naciones neu-
trales", manejadas por Alberdi, que hacen que sus propuestas
se queden en un nivel de abstracciones y utopía, es importante
señalar de qué maneta en escritores como éste, el mundo colo-
nial organizado por la Europa conquistadora, adquiere una
2r. Juan Bautista Albcrdi, El crimen de la guerra, ed. cit., pp. 172-173, :!O Juan Bautista Albcrdi, Jbidem, p. 115.
206 y 209.
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EL PROBLEMA DE LA "FORMA" 231

casos, el modelo estaba dado por la forma real, aun cuando


XIII. EL PROBLEMA DE LA "FORMA" DENTRO DE ella debiera ser mejorada, mientras que en otros; esa forma
LA FILOSOFíA POLíTICA LATINOAMERICANA real, era sin más un antimodelo:r
Dentro del pensamiento liberal, y con las variantes que es
posible señalar en su desarrollo, el .problema que nos interesa
LA CUESTióN del para sí y su grado de legitimidad puede ser comienza planteado como cuestión de "forma", sin más, en la
estudiada de modo interesante si analizamos el amplio tema etapa del liberalismo ilustrado durante las guerras de la Inde-
de la 'Taima",en. particular relacionado con el proceso de
constitución de las nacionalidades Iati~oamericanas.
pendencia. Los liberales románticos, los de primera hora, plan-
tearán en función de su organicismo, una noción de "forma"
Los fundadores de las patrias de nuestro Continente se pre- entendida como "estructura",2 que les llevó a un intento de
guntaron de modo expreso acerca de la "forma" que había de descripción que Sarmiento, en su Facundo, denomina "fisiog-
dárseles. La respuesta, que pareció fácil en un comienzo, fue nómica". Más tarde, a partir de la segunda mitad del siglo XIX,
mostrando su extrema complejidad en cuanto que no se tra- a medida que el liberalismo fue ganando posiciones en la lucha
taba de decidirse por la monarquía o la república, la democracia por el poder político e ideológico, se hablará de la necesidad
o la aristocracia, la unidad o el federalismo, como si estas de una "re-formª"· y más aún, se la impondrá, fundamental-
fórmulas fueran una cuestión . de mero derecho constitucionat mente como reestructuración jurídica y en lucha abierta contra
Bien pronto y a medida que se iba organizando una toma de la Iglesia y los grupos de poder tradicionales. Los positivistas,
conciencia histórica, surgió claramente que había una consti- a fines del siglo XIX y comienzos del presente, desarrollarán
tución o forma real a la cual de alguna manera debían ade- una "morfología social", que tiene sus antecedentes tanto en la
cuarse, de ·acuerdo con un cierto realismo más o menos acen- fisiognómica de los primeros románticos, como en los principios
tuado según los casos, las constituciones escritas, o que ha~í~ de modernización de los países hispanoamericanos, surgidos del
que transformar aquella realidad, respetando criterios de opor- movimiento que acabó denominándose de la Reforma. Aque-
tunidad o directamente mediante violencia, para que fuera lla morfología, del mismo modo que sucede con los diversos
ella la que se adecuara a la forma ideal propuesta. criterios con que se entendió el problema de la "forma", en
En general, las respuestas dadas al problema de la "fonna" particular desde la versión romántica, sería en ellos tanto
aparecen determinadas por dos actitudes divergentes que se re- una "descriptiva" como una "proyectiva" sociales, en un in-
lacionan con la fuerza y sentido que se concede a las categorías tento de señalar lo que con ellos se consideró como una "con-
de "futuro" y de "pasado" y que generaron dos tipos de dis- formación".
cursos, muchas veces antagónicos, a los que no sin cierta· am- Toda esta compleja historia ideológica no podría ser satis-
bigüedad e imprecisión se los ha denominado "liberal" y ''con-
servador". factoriamente analizada si no se tiene en cuenta, en ·todo mo-
mento, los sujetos históricos que plantearon el problema y
EJ problema de la "forma" se planteó con mayor insistencia su relación de enfrentamiento y lucha con otros sujetos, enten-
y claridad en el desarrollo del pensamiento político y social del didos tanto éstos como aquéllos, atendiendo a sus grupos
liberalismo, si bien es cierto que las respuestas teóricas dadas sociales. Por otra parte, Ja oposición entre.· "liberales" y "con-
en esta línea, serían incomprensibles si no se tuviera en cuenta servadores", que puede ser entendida desde aquellas actitudes
el modo como esta misma problemática fue encarada por los que señalamos respecto de las categorías de "pasado" y de
que organizaron su discurso sobre una valoración positiva de "futuro", cuyo sentido es necesario desentrañar, ha impedido
la categoría de "pasado" y que constituyen el pensamiento
''conservador". en más de un caso mostrar de qué manera el conservadurismo
suponía una actitud receptiva, si bien siempre moderada y,
En general, tanto en uno de sus desarrollos como en el otro,
la noción de "forma" significó ambiguamente, ya la concreta,
1 sobre todo, "realista", de incorporación al vasto fenómeno mun-
dial del liberalismo. De esto hay que hacer excepción, claro
que mostraba la organización social, ya la ideal con la que debía
1 Cf. Marcos Kaplan, Modelos mundiales y parlicipaci&n social, México,
expresarse aquélla o la que debía imprimírsele, planteos que , Fondo de Cultura Econ6mica, 1974.
suponían todos, a su vez, la noción de "modelo", si bien es 2 Cf. nuestro estudio "Nacimiento y etapas del ensayo de contenido filo-
cierto que no siempre con el mismo sentido, En efecto, en unos s6fico-social en la Argentina", en revista Numen, Puebla (México), núm. 4,
230 1969.
233
EL PROBLEMA DE .LA "FORMA"
232 EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
to, entre fines del siglo xrx y primeras décadas del presente, el
está, de los ultramontanos apegados en los inicios del proceso problema de la forma será elaborado por los positivistas, ~n­
a las viejas estructuras de origen feudal. tendido preferentemente como cuestión racial y enfocado, por
Las diferencias entre las dos principales categorías discursi- lo común, desde una psicología de los pueblos. El sujeto que
vas aquí mencionadas, como así las variantes internas que pue- lleva adelante estos desarrollos teoréticos, como el mismo Sa-
den señalarse en cada una de ellas, constituyen lo que podría- loman lo dice, pertenece a las "oligarquías asociadas" a las
mos denominar "estrategias dialécticas", entendiendo por tal burguesías que detentan el poder mundial, dicho en otros tér-
el modo de comportamiento de determinados grupos sociales minos, a una burguesía dependiente. El llamado "idealismo
de poder, en relación con el ejercicio de ese poder frente a del 900", que habrá de generar un nuevo americanismo y una
otros grupos sociales. El sujeto que moviliza aquellas estrate- nueva interpietadóri de1 me-ñsaje bolivariano, se replanteará el
gias no es, ni tan universal que pueda ser entendido como "el problema de la forma, en relación con un nuevo nivel de con-

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hombre americano", o "la conciencia americana", ni tan indi-
vidual que pueda ser reducido al modo personal de ver las
relaciones humanas en este o aquel escritor, descontado, por
ciencia histórica, que le ha llevado a Leopoldo Zea a hablar de
un "proyecto asuntivo", a partir del cual se debe, sin
intentar para nuestros días una respuesta superadora.
Dentro del tipo de discurso que hemos dicho se organiza
3 duda,

cierto, que la genialidad con la que los problemas han sido


encarados en muchos de ellos, hace que su pensamiento no sobre la categoría de "futuro", puede señalarse como el más
sea la simple expresión del grupo social al que pertenecen o significativo, el que surge de políticos e intelectuales prove-
han pertenecido. De_tod.os modos, ese sujeto justifica su estra- nientes de la preburguesía comercial portuaria en ascenso,
tegia y se· justifica a sí mismo, concediéndose legitimidad en que tuvo sus principales manifestaciones entre 1810 y 1820 y
su autoafirmación, invocando como sujeto real de su propio del cual pueden ser mostrados antecedentes que vienen desde
discurso, ya sea la nacionalidad a la que pertenece, ya sea la finales del siglo xvnr.- Se caracteriza este- tipo de discurso por
Amé_rica misma y, por supuesto, la América "civilizada" opuesta 1 una actitud regida por un "espíritu constructivista", mas, de-
a la-- "bárbara", en el discurso liberal típico de mediados del terminado por un nivel de conciencia histórica que demuestra
siglo XIX, ya sea la América del "orden", opuesta a la "anár- en él un escaso grado de desarrollo del importante concepto
q~", en el discurso conservador paralelo. político de "oportunidad". en particular respecto de las rela-
Por otro lado, las formas disc':!Yivas que trataremos de ca- 1 ciones sociales internas de las naciones en formación. La actitud
racterizar en función del modo como en cada una de ellas frente a lo oportuno, teorizado en la filosofía política clásica
juega lo dialéctico, no son las formas del discurso que podrían con la noción de kairós, lleva a entender la organización de
ser teorizadas en un tratado de retórica, sino que dependen de las relaciones sociales, ya sea sobre el concepto de "prudencia
modo absolutamente -directo del proceso social l~tinoamericano política", ya simplemente, sobre el de "eficacia", que no ex-
y, en tal sentido, podríamos considerarlas como irrepetibles, aun cluye necesariamente la violencia. Y esta última es la respuesta
cuando haya coincidencias con formas posteriores y se pueda, a en la que conCluirá el constructivismo de este primer tipo de
partir de ellas y con fundamento, hacer ur:Ía teoría general del discurso, fuertemente ahistórico y cuyos últimas manifestacio-
nes, en el momento del levantamiento de las masas campesinas,
Independencia~
discurso.
Sobre la base de estos criterios estudiaremos el tema de la concluidas las guerras de adquirirá en más de
forma en tres de sus grandes etapas: la neoclásica o ilustrada, un caso, un claro matiz apocalíptico.
dentro de la cual se ha desarrollado la conciencia dialéctica Regido asimismo por la categoría de futuro, se organiza con
de Jos libertadores y de los partidos "unitarios" que trataron de los románticos un segundo tipo de discurso, asimismo de es-
prolongar la posición política de aquéllos, entre los años píritu constructivista, que proviene de un sujeto histórico sur-
de 1825 y 1830; la de- la preburguesía latinoamericana, que en
3 Noel Salomon, "El Facundo de D. F. Sarmiento, manifiesto de la pre-
el Río de la Plata se constituye, según Noel Saloman entre
burguesia argentina del interior", Burdeos, lnstitut d'Etudes lbériques ct
1820 y 1850, fenómeno que puede ser considerado, con sus va- Ibéro-americaines de l'Université de Bordcaux, 1977; y Leopoldo Zca, Fi-
riantes, como general para todo el Continente. Esta etapa, tal losofía de la historia americana, ed. cit., cap. "El proyecto asuntivo". Agra-
como ya lo dijimos, terminó planteando el problema de la decemos a Mmc. Susanne Saloman y al profesor Albert Lapcyn·, su gene-
Reforma y tenía como objetivo la organización de una burgue- rosa intervención que nos ha permitido consultar los trabajos éditos e
sía autónoma, que en algún caso se dio en llamarla, posterior- intditos del doctor Noel Saloman.
mente, "burguesía nacional". Por último, fracasado este proyec-
rr1
1
!¡ 1j 234 EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
¡J EL PROBLEMA DE LA "FORMA" 235
¡i gido de la preburguesía en formación, del _hinterland latino-
en éste: una "realista violenta", y la otra "populista". La pri-
americano. Expresa el pensamiento de grupos humanos que
integran las élites de las ciudades agrícola-manufactureras, den. mera concluirá, lo mismo que en el caso anterior, en una visión
tro de lo que podría ser considerado en Sudamérica, como una apocalíptica de América.
especie de cultura andina, y que se desarrolla entre los años de El problema de la "forma" y consecuentemente el de la legi-
1820 y 1850. Se caracteriza por un nivel de conciencia histórica timidad del para sí, tuvo al mismo tiempo otras respuestas, en
que abre a una nueva comprensión de lo oportuno y que darL __ un tipo de discurso organizado sobre la categoría de "pasado".
nacimiento a un pensamiento ~o lítico mucho más realista, e Sólo mencionaremos dos manifestaciones que nos parecen las
incluso efíca~. ~n una época que se· caracterizó según palabras más importantes: una de ellas surge dtt un patriciado culto
-de José4 Luis Romero, por "un ascenso de las gentes de la plebe ciudadano, dentro de los términos de un pensamiento "conser-
rural". Las respü.estas ideológicas generadas por la Revolución vador". En éste, una conciencia histórica que lleva a revalorar
francesa de 1830, darán las armas intelectuales -para esta nueva el pasado hispánico, condiciona la noción misma de oportunidad
comprensión del proceso latinoamericano. La noción de oportu- sobre la base de lo que se entiende como un realismo polítíco.
nidad dará nacimiento a un cierto realismo y las estrategias / Esta actitud no niega la incorporación de los países latinoame-
dialécticas con las cuales se moviliza, permiten mostrar dos ricanos a las estructuras del poder mundial, ni menos aún
vertientes,_ una de ellas a Ia que podríamos calificar del "dis- rechaza los planteas básicos del liberalismo económico, pero
curso realista violento", fuertemente antiigualitarista y un 1 lo hace poniendo condiciones que impidan lo que para_ este
"discurso realista populista", proclive a un cierto igualitarismo, mismo discurso es considerado como "anarquía" o "demagogia".
que proporcionará a esta posición un sentido mucho más rico Para esta posición, la realidad social hispanoamericana contiene,
de Ia clásica noción de kairós, dentro de la cual la exigencia de a pesar· de su atraso, un valor de modelo propio, congruente
eficacia se contrapesa con lj de prudencia. con aspectos que ofrece el modelo de la Europa moderna. El
Siempre dentro de la categoi-ía de "futuro", hablaremos de ejemplo más acabado de este discurso es, sin duda, el que ela-
una última forma discursiva que fue expresión ideológica de las boró Andrés Bello, quien se esforzó por hacer coincidir las
ciudades comerciales consolidadas a fines del siglo xrx, prin- tradiciones hispánicas heredadas, en pa-rlicular la relativa a la au-
cipalmente ubicadas en los litorales marítimos o de ciudades ¡; tonomía de las comunas, con la filosofía liberal del siglo XIX.
del hinterland asociadas, en un proceso de integración nacional Se trata del discurso que acabaría constituyéndose, con las ~

más avanzado, a ciudades portuarias. Son en general, las ciu- variantes del caso, en el ala derecha del liberalismo en todo
dades a las que José Luis Romero ha denominado "ciudades / el Continente.
burguesas". Es ésta la etapa de la franca constitución de las Mas, al lado de este tipo discursivo, que aparece ya plena-
burguesías dependientes, que aparecen ya claramente entre / mente organizado a mediados del siglo XIX, hay otros, que fun-
los años de 1880 y 1910, sobre la base de un doble sometimiento, 1 cionan asimismo sobre la categoría de "pasado", uno de ellos, el
el de las gentes de la "plebe rural" respecto de los grupos \ que surge de los hacendados, gamonales y estancieros del hin-
de poder interno, y a su vez, el de éstos, constituidos en oli- terland de todo el Continente, que muestra dos vertientes dife-
garquías, en relación con loS- centros de poder mundial, prin- renciables: la de los "ultramontanos", defensores de las institu-
cipalmente británicos. Toda la literatura francesa generada a ciones de origen feudal, vigentes, en particular, en las relaciones
partir de la guerra franco-prusiana y de la Comuna de París, de trabajo campesino. En ellos se afirma un paternalismo vio-
que alcanzó en Europa su expresión más congruente con los lento y, sólo de modo impropio, podría señalarse en su discurso
positivistas, constituyó una de las fuentes de inspiración del la existencia de una estrategia dialéctica, en cuanto que su
nuevo tipo de discurso. Un declarado germanismo, difundido posición parte de una afirmación ciega de una situación que
por escritores franceses y un fuerte antiigualitarismo, fuerori se considera inamovible. Las respuestas dialécticas son única-
algunas de las notas del pensamiento político de la época. mente posibles cuando se concibe algún tipo de movimiento
Del mismo modo que sucede con el tipo de discurso anterior, :;acial, que en este caso es rechazado. Y el de los "caudillos"
es posible reconocer, en relación con el modo como se juega que surgen en el mismo hinterland, que son asimismo, por lo
con la categoría de "oportunidad", dos vertientes equivalentes general, hacendados, pero que se mueven con una actitud "po-
4
pulista", un paternalismo que de alguna manera se abre hacia
2~ ed.,
José Siglo
Luis XXI, 1977,Latinoamérica.
Romero, p. 183. Las ciudades y las ideas, México,
la conciliación de sus propias demandas sociales con las de las
"gentes de la plebe rural". Estos caudillos, y las masas campe-
237
EL PROBLEMA DE_ LA "FORMA"
236 EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
expresar. "Si fuere preciso localizar -die~ el espíritu nuevo
'1 ¡ sinas levantadas con ellos, son los que habrán de provocar y el espíritu viejo en Sud América, la simple observación nos
1 las primeras manifestaciones de aquellas visiones apocalípticas, baria ver que la Europa del siglo XIX, atraída por la navega-
que aparecen de modo constante en la literatura política latino- ción, el comercio y la emigración, está en las provincias del
americana. El populismo de los caudillos, que es expresión de litoral, y el pasado, más particularmente, en las ciudades me-6
un tipo de discurso conservador, fue el detonante de casi todas diterráneas. Esto se comprende, P.orque se ve, toca y palpa."
las formas de discurso violento que surgieron de tantos libe- Es decir, que el "espíritu viejo", el "pasado", es algo que
rales latinoamericanos. "está", es algo "presente" y, al mismo tiempo, el "espíritu nue-
Pero también se levantaron grupos campesinos en contra de vo", a saber, el "futuro", es también un "presente". Ambos
sus propios patrones, conducidos por jefes surgidos de entre "están" de tal manera como realidades actuales-, que el mismo _
aquellos mismos y que fueron reprimidos brutalmente tanto Alberdi nos habla de que ese pasado y ese futuro, pueden ~er.
por liberales, como por conservadores moderados y ultramon- vistos, tocados y palpados. Por otra parte, esas categorías son
tanos, e incluso por los caudillos populistas. La ideología de estos valores. Lo temporal se junta, no ·sólo a dos realidades que se
grupos espontáneos, verdadera revolución social permanente nos dan como un presente, realidades en última instancia so-
y descoyuntada, se organizó ideológicamente, en su primera ciales, sino que son a la vez categorías axiológicas. Sarmiento
etapa y durante casi todo el siglo xrx, sobre elementos tradi- en su Facundo, al describir la realidad social argentina anterior
cionales, provenientes de sus creencias religiosas. De esta ma- a 1810, pero aún vigente en su tiempo, dice que se trataba de
nera, la religión, que fue uno de los recursos más fuertes y "dos civilizaciones diversas: la una española, europea, culta, y
7
constantes del discurso conservador, aparecía aquí con un signo la otra, bárbara, americana e indígena". En este texto lo que
invertido, legitimando lo que para burgueses y terratenientes sería entendido como "pasado" y "futuro", a saber, "barbarie"
representaba la más temida de todas las formas de anarquía. y "civilización", aparece claramente en sus connotaciones valo-
Estos movimientos no alcanzaron, por lo general, a expresarse rativas. De esta manera, negar el "pasado" o afirmarlo, según
en un nivel discursivo, aun cuando en ellos hay un discurso los casos, y lo mismo habrá de decirse respecto del "futuro",
implícito, que no encuadra en eJ~discurso conservador", ni se resolvía en negar o afirmar grupos sociales actuales, en su
menos en el "liberal". Posiblemente, para estos movimientos mismo presente. Por otra parte, el sujeto que niega o afirma.
espontáneos, la única categoría vigente, de modo crudo, era ~ no es el "hombre americano", que niega o afirma la "realidad
el de un presente de miseria y opresión, y su discurso quedaba, americana", sino que es un hombre americano que niega o
de esta manera, fuera de las dos grandes categorías que vamos afirma
analizando. La ausencia de la categoría de futuro fue una de En ela caso
otro. del discurso organizado sobre la categoría de-
las causas del fracaso de esta revolución social en ciernes, como "futuro", la forma que se proponía como ideal, nos resulta en
lo fue, si bien en otro sentido, el fracaso de la contrarrevo- parte real, en cuanto que "lo real" está regido por la categoría
lución de los ultramontanos. 5 de lo conveniente y el canon o criterio de determinación de
¿Qué significan las categorías de "pasado" y de "futuro" sobre esto último, estaba dado por las demandas sociales de quien
las cuales hemos establecido las dos grandes líneas discursivas proponía el modelo. Dicho de otro modo, la legitimidad del
de las que hemos expuesto aquí algunos de sus desarrollos? modelo propuesto, mediante el cual se llevaba a cabo una auto-
Por de pronto, es necesario señalar que no se trata exclusiva- afirmación, dependía del grado de legitimidad que el grupo
mente de conceptos temporales. El hecho de no haberse subra- proponente se atribuía a sí mismo, sobre la base de un recono-
yado lo suficientemente este aspecto, ha llevado a desconocer cimiento de su propia presencia real en el proceso.
el sentido social con el que esas categorías han sidoJitilizadas. Ciertamente que la noción de modelo, que llevó a este tipo
Un. texto de Juan Bautista Alberdi nos aclara lo que queremos de discurso a organizarse en muchos casos de modo expreso
\
j sobre una paradigmática, excedía la propia realidad social con
s Segundo Moreno Yáñez, Subleuacior1es indígenas en la Audiencia de la que se pretendía justificar al grupo que se sentía encarnado
Quito desde comienzos del siglo XVIIJ, hasta finales de la Colonia, Bonn,
Herausgcber, 1976; T. Powell, El liberalismo y el campesinado en el centro o Juan Bautista Alberdi, Cartas qui!lotanas, Obras Completas, Buenos Aires,
de México (1850-1876), México, Secretaría de Educación Pública, 1977;
1 tomo IV, 1886, p. 69.
7 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, Buenos Aires, Centro Editor de.
Hugo Blanco, Tierra o muerte. Las luchas campesinas en el -Perú, México, J
Siglo XXI, 1972; y Pablo González Casanova, Imperialismo y liberación en América Latina, 1967, p. 59.
América Latina, México, Siglo XXI, 1978.
TF
l' 239
él¡'' EL PROBLEMA DE LA "FORMA''
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EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
gr~n
238
ji'1 bre hablaba- era "un empirista, si no un gran pensador"
1~ en aquél. El caso de Domingo Faustino Sarmiento es, en este y ese empirismo consistía; según el mismo Alberdi, en la "ela-
141t sentido, aleccionador. Él, en persona, se consideró como un boración de tipos ideales de gobierno". De esta manera, el de-
j1
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modelo y su interés en alabar los casos de vidas ejemplares nunciado utopismo que reprochaban los conservadores a los
de otros ciudadanos de su tiempo, dentro de un declarado liberales, resultaba ser un "empirismo", por lo mismo que res-
!;}1 plutarquismo que en su momento denunció Alberdi, era una pondía de modo directo a las demandas sociales de lo que llama
¡¡ confirmación de que se entendía como representante acabado 8
11 de un grupo social americano del cual habría de derivar el "pueblo americano".
Por cierto que para los ultramontanos,--lo-que-para el pensa-
'¡ progreso y la civilización. Si ese futuro tenía alguna posibilidad, -miento conservador abierto a la incorporación de la América
:! etlo se debía a que de alguna manera era ya un presente; Mas, eso Latina al proceso del capitalismo mundial, se presentaba como
no significaba que se entendiera a sí mismo como manifes- "utopía", tuvo colores aún más negativos y fue valorado, por
tación de un grupo social que constituía un modelo acabado, ellos principalmente, como "anarquía" y "demagogia". No se
sino que entendía que ese grupo era expresión de otro modelo distinguió entre las diversas formas de desarrollo del pensa-
que encarnaba cumplidamente la civilización. En ese juego de miento liberal y en muchos casos hasta se confundió la política
paradigmas se insertaba, pues, la categoría de "futuro", que no liberal con la política conservadora de los caudillos. El terror
era, indudablemente, una pura futuridad. El neoclasicismo se ante la anarquía, que llevó a las respuestas apocalípticas que
habrá de caracterizar, tal vez más que otras formas discursivas hemos mencionado, se produjo asimismo en el seno del pro-
del tipo que estamos considerando, por ese juego de modelos pio pensamiento liberal, en aquellos momentos en los que los
en el que se pone en movimiento aquella "función de apoyo" conductores políticos y militares de la preburguesía latinoameri-
de la que ya hemos hablado. cana, descubrieron su impotencia ante los procesos, en particu-
A esta rica problemática se sumó la polémica sostenidª lar los generados inmediatamente después de concluir las gue-
dentro de la formulación del tipo de discurso organizado sobre
rras
El de Independencia.
problema de la forma se relaciona, además, estrechamente,
la categoría de "pasado", relativa a la oposición deJ pensa-
miento "utópico" y del pensamiento "realista", en donde los con la extendida discusión acerca de la imitación y la adecua-
términos de "utopía" y de "realismo" jugaron un claro papel ción de los modelos. En general, la acusación de utopía va unida
~eológico, usado como imputación el primero y como autode- a la de "espíritu imitativo o servil" y la afirmación de un
finición el segundo, para un determinado grupo social conser- "realismo", con la de un espíritu organizador de "formas
vador. Por cierto que si el discurso liberal típico es definido adecuadas". En Lucas Al amán, uno de los teóricos del pensa-
como una negación de un "pasado". abstracto, y no como ne- miento conservador mexicano, el "realismo" que postula se
gación de grupos sociales concretos y, del mismo modo, como organiza sobre una conciencia histórica que le lleva a denunciar
afirmación de un "futuro" igualmente abstracto, sin ningún un constitucionalismo que parecería tener como presupuesto
valor de realidad presente, podría llegarse a afirmar que ese que "la nación mexicana se componía de individuos que aca-
discurso se movía entre dos utopías. El desencuentro entre baban de salir de manos de la naturaleza, sin recursos, sin pre·
ambas líneas básicas del discurso filosófico-político responde, tensiones, sin derechos anteriores". La "imitación servil" que
pues, a estrategias dialécticas. "Utópico" era un procedimiento implicaba aquel constitucionalismo, se le presentaba como la
que pretendía, ya sea por medio de la violencia o mediante causa de la anarquía y la única solución habría de consistir en
concesiones populistas, acelerar un proceso que, para el pensa- dejar "la forma de gobierno a que la nación estaba acostum-
miento "realista" debía ser llevado con otro ritmo. De ahí que, brada".9 Por cierto que la "nación mexicana'' que invocaba
para el discurso político liberal, ese "realismo" fuera, sin más, Lucas Alamán se reducía a un determinado grupo social, el pa·
expresión de un "espíritu retrógrado", mientras que lo que se triciado de las ciudades y los terratenientes, cuyas pretensiones
le acusaba de "utópico" no era otra cosa que "espíritu de J eran invocadas, con lo que la categoría de "pasado" sobre la
progreso". cual organiza su propio discurso, es sin más, un universal ideo-
No ha de extrañar, por lo dicho, que dentro del discurso unidad de América Latina, Buenos Aires,
organizado sobre la categoria de "futuro", se entendiera que s Juan Bautista Alberdi, La
lo "utópico" respondía a una empiricidad. Para Juan Bautista Granica Editor, 1974, p. 57. la historia americana, cd. cit., pp. 236-237
Alberdi, en un escrito suyo que hemos comentado, "el pueblo 1 o Leopoldo Zea, Filosofía de
y 240.
americano" -entiéndase las oligarquías liberales en cuyo nom-
240 EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
'·1 ;· ' EL PROBLEMA· DE LA "FORMA" 241
.! 1 lógico, y la ''imitación servil,;, descontando la parte dé razón
1
¡' que tenía frente a los liberales radicales, es la imputación con mundo mítico y atemporal, el de los clásicos grecorromanos,
la cual se rechaza- la aplicación de un modelo que venía a dentro de •una especie de platonismo político. El gran paso
poner en peligro aquellas pretensiones que se mencionan. Ese que significó la aparición de un pensamiento romántico con-
denunciado "servilismo" era un arma de lucha contra una sistió en ·la convicción de que los procesos históricos no son
capa social en ascenso, la del mestizo mexicano que también
1!
1 partía de pretensiones que componían la realidad misma de la
fácilmente reducibles a la idea, a la forma ó ·paradigma, tal
.como· la habían entendido aquéllos. En este momento, los
"nación
pliamente. mexicana" como el proceso histórico
· - -- lo demostró am. ejemplos del mundo grecorromano fueron inútiles. Las mon-
if Lá""polémica entre la imitación de modelos y su utilización a
tonéras y los levantamientos campesinos acábaron con el neo-
clasicismo.
1 partir de una adecuación, también se manifestó dentro de los li- El constructivismo como tendencia caractérizó principalmente
berales. En el Río de la PJata, el enfrentamiento entre los al discurso liberal, pero también es ·visible en el discurso con-
1 viejos unitarios ilustrados y la nueva generación que se consi-
f servador, aquel que apoyándose en la categoría de "pasado",
deraba más allá del pensamiento de ellos, como también del encontraba en éste el punto de. apoyo propio desde el cual se
federalismo de los caudillos conservadores, gira por entero habrían de alcanzar las formas del Estado de derecho postula-
sobre este problema. Toda aquella generación partía de la ne- das por los teóricos del liberalismo europeo. La ingente labor
cesidad de tener en cuenta la realidad social, pero con matices de codificación, promovida en Chile por Andrés Bello; que fue
que la dividen internamente. Para unos, dicha realidad debía modelo en el proceso de organización jurídica de todo el Con-
ser conocida a efectos de poder aplicar los modelos con efi- tinente, mostró de qué manera podía sostenerse un constructi-
cacia, sin que en última instancia fuera reconocido el sujeto vismo dentro de las formas del pensamiento conservador, dichó
histórico que habría de sufrir la violencia que acarrearían los de otra manera, reunir un cierto rescate del pasado con las exi-
cambios que deseaban; para otros, los menos, el reconoci- gencias de progreso del siglo.. Bello hablaba de "la, necesidad
m1ento de la realidad social iba acompañado de una cierta de conocer a fondo la índole y las necesidades de los pueblos a
simpatía por la plebe, dentro de los límites de un paternalismo quienes debe..aplicarse la legislación" y aconsejaba "desconfiar
revestido de fraternalismo. Los objetivos que perseguían coin- de las seducciones de las brillantes teorías" y "escuchar la
cidían, lo que los diferenciaba eran las estrategias dialécticas voz de la experiencia"; 10 -.. . ..
puestas en juego. Como veremos luego, el distanciamiento en . Mas, · lo que .quisiéramos señalar es· q~esa actitud · mani-
la evolución intelectual de Sarmiento y Alberdi, las dos más fiesta en un Andrés Bello, no es totalmente ajena a las formu-
grandes figuras de la Argentina del siglo xrx, puede mostrarse laciones del discurso político latinoamericano organizado sobre
precisamente en relación con su valoración de Jo paradigmá- la cátegoría de futuro. Así como de este tipo discursivo no
tico. El "pasado", que era el "presente" de las masas campe- podría decirse que partía propiamente ''de cero", tampoco el
sinas, no tenía además un mismo matiz axiológico, en cuanto discurso conservador "progresista", dejaba de apoyarse en for~
que en un caso debía ser lo nihilizado, mientras que en el otro, mas de nihilización, por lo mismo que fue una de las expre-
se había de contar con él de alguna manera. siones de grupos de poder. A pesar de la fuerza con que el dis-
.Qe este modo, se constituyen dos estrategias, una violenta curso que hemos denominado "realista violento", rechaza en
y la otra de rodeo, que sería a la larga la que habría de ser
abandonada dentro del proceso social y político movilizado por 1 bloque todo el pasado ideológico y cultural sobre el que se
encontraba organizada la primitiva sociedad que anhelaba cam-
el liberalismo y que los mismos que la sostuvieron, repudiaron
en ciertos momentos de su vida intelectual. l biar, parte siempre de la autoafirmación de demandas sociales
muy concretas e insertas en aquella misma sociedad. Por donde
El realismo violento se presentaba como una prolongación las teorías de América como- "vacío", o del hombre americano
del constructivismo ilustrado, acompañado ahora por un cierto 1 como "natural" y no histórico, o simplemente "bárbaro", re-
grado de conciencia histórica que sólo servía para reconocer sultaban imputaciones· abstractas que sólo adquieren su verda-
los obstáculos que había que superar para imponer los mo- dero sentido cuando se descubre que se.· trata de una América
delos. Este nuevo constructivismo se presentaba como encarna- y de un hombre americano. La "barbarie", de la cual se. en-
do, frente al de los viejos unitarios que para superar su po- contraba exenta la burguesía, no sólo señalaba obj~tiv~mente
sición abstracta arropaban sus discursos con las imágenes de un 1o Andrés Bello, Rept1blicas Hispanoamericanas (1836), Obras Completas.
tomo VIII, Santiago, 1884.
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243
EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
[,f'l EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
1', 242
)l límites, que al comenzar aquellas guerras fueron sobrepasados.
; 1j
:En ese momento, el paradigmatismo grecolatino comienza a ser
¡¡
¡~
1
j
el atraso técnico de la sociedad hispanoamericana en relación
con la cultura europea del momento, sino que ideológicamente utilizado por un sujeto que se siente afirmado en su concien·
cía de sujeto histórico, agente de su propio destino. Ya no
servía para justificar y legitimar por la vía de una ·dialéctica
violenta, la lucha de la burguesía por el poder social y político. se trata del colono, el "español americano" que juega con los
1)1 En las diversas formas de estrategia dialéctica que caracte- ejemplos del mundo clásico dentro de los marcos opresivos
de una sociedad colonial, sino de un hombre, el -del grupo
1' rizan al discurso ·liberal, en particular el que hemos señalado
criollo, que enfrenta esa situación y la repudia. Mas, ese re-
'n para nuestro siglo XIX, imperan Jos mismos conceptos inte-
gradores, expresados todos ellos resumidamente en la mágica chazo no implicó de ninguna manera el abandono del neocl~
palabra "civilización", del mismo modo que se hará más tarde sicismo, sino un USO de diverSO signo com:tJ--'COnsecuencia- de
con la palabra "progreso", las que haciendo o no concesiones una transmutación axiológica. Rodó ha descrito la tiranía que
a la "barbarie", justificarán, en cuanto universales ideológicos, ejerció en los últimos tiempos de la colonia española, el re-
las diversas formas de ruptura, concretadas como opresión y curso de los clásicos. "El principio de imitación de modelos
marginación social. La "civilización", mostrada constantemente irremplazables -dice-, base de lás antiguas tiranías precep·
en el discurso político mediante "ejemplos", ya fueran ellos tivas, era, en relación al pensamiento y á la sociabilidad de la
tomados del mundo grecorromano, del mundo europeo indus- Colonia, una fuerza que trascendía de su significado y alcance
trial o de la biología, será la forma~por excelenCia que vendrá literario, para convertirse en la fataf imposidón del ambiente
y en el molde natural de toda actividad, lo mismo se tratara
a legitimar cualquier vía dialéctica que se ponga en marcha.
de las formas de la producción intelectual que de cualquier
Esa dialéctica discursiva, ya lo hemos dicho, no es enteramente 11

vacía, en cuanto que expresa demandas sociales concretas, pero otra de las manifestaciones del espíritu.'-' Pero esos mismos
es al mismo tiempo un "vaciamiento", llevado a cabo mediante clásicos habrían de servir para otros fines. Dentro de la lite-
un "olvido~·. categoría polítiCa acuñada, dentro de nuestra his- ratura política de la modernidad europea, en la época de las
monarquías absolutas, ya Hobbes había alertado contra·cel es·
toria intelectual por lo que podríamos considerar nuestro dis-
curso liberador4 Vaciamiento qi.le, en el orden de la filosofía píritu subversivo inspirado en los ideales republicanos del
Mundo Antiguo, que ponían en peligro el poder establecido.
de la historia, regirá la determinación de los datos historiables, "En· cuanto a la rebelión, en particular contra la monarquía,
siguiendo una tarea selectiva que ya' venía íni¡jtfesta por la
una de las causas más frecuentes de ella __:.cieda- es la lectura
filosofía de la historia y la antropología que la acompaña, ela-
de los libros de política y de historia de los antiguos griegos
borada por los países centrales~ y romanos.'' 12 El mismo Rodó dirá, por su parte, que "la idea
Por otra parte, en este mismo tipo de discurso, organizado de libertad llegó identificada con la afectación antigua: de la
sobre la categoría de futuro, el realismo político, tanto el que forma, a los pueblos de nuestra América" .U El proceso de inde-
va acompañado de violencia, como el que hemos denominado
"populista", páreciera tener como trasfondo una permanente
pendencia abre un nuevo uso . de los ~ntiguos,
que habrán de
aparecer ahora como el modelo que había de ser invocado, nó
provisoriedad e implicar en su seno una actitud oculta que ya como el mundo paradigmático que había sido asumido. por
lleva a anular -el principio mismo que postulaba la necesidad la cultura española y que se había manifestado casi exclusiva-
de atenerse de alguna manera a la realidad social. A pesar de mente en el terreno literario, sino como el modelo de las nuevas
las diferencias de los grupos de la burguesía que hemos indi- potencias, Inglaterra y Francia, que se presentaban como el fin
cado páginas atrás, se trata siempre de grupos que organizaron de }os despotismos y de las tiranías, con un franco sentido
su conducta social y política sobre una relación de dominación
respecto de las clases sociales inferiores, y su discurso se movió, político. . de dependencia que se abren con el fin
Las nuevas relaciones
por eso mismo, entre el "griterío" y la "palabra paternal", del Imperio español, acentuarán un juego paradigmático bas-
teniendo esta última como presupuesto al primero. tante complejo, en el que un modelo aparece como justificación
Volvamos al problema del paradigmatismo o ejemplarismo.
La primera etapa, corresponde, como hemos dicho, al momento 11 José Enrique Rodó, "Juan María Gutiérrez y su época", Obras Com-
neoclásico. ·En los años anteriores a las guerras de Indepen- pletas, Madrid, Aguilar, 1957, pp. 693-694.
12 Hobbes, Leviatán, México, Fondo de Cultura Económica, 1940, p. 200.
dencia, en aquellos en que el grupo criollo exigía del Imperio
español una reforma en las colonias, el recurso a la imagen ~e '13 José Enrique Rodó, Ibidem, p. 680.
los clásicos grecolatinos estuvo condicionado dentro de ciertos

i
~
245
EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
244 EL PROBLEMA DE LA "FORMA"

de otro, en una ·serie a·scendente o descendente, casi como un ~egisladores -decía en el Discurso de Angostura-, lo que os
dice el elocuente Volney en la dedicatoria de sus Ruinas de Pal-
sistema de hipóstasis. La antigüedad grecolatina constituía el rnira: 'A los pueblos nacientes de las Indias Castellanas, a los
mundo paradigmático de la civilización, representada por In. jefes generosos que los guían a la libertad: que los errores
glaterra y Francia, y éstas, a su vez, eran el "ejemplo" que e infortunios del mundo antiguo enseñen la· sabiduría y la· feli-
habían de adoptar como modelo las nuevas naciones hispano- cidad al mundo nuevo'. Que no se pierdan, pues, -continuaba
americanas. Por otra parte, lo grecolatino, lo anglofrancés y lo diciendo Bolívar- las lecciones de la ·experiencia; y que las
sudamericano, respecto de lo cual son entendidos los modelos
secuelas de Gr-ecia -Y __Roma, de Francia; de Inglaterra y de
logrados y a lograrse, se reducen a señalar .en todo momento el América nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar
papel histórico, dentro de las culturas correspondientes, de las
antiguas aristocracias, republicanas o- imperiales, de la burgue- las Naciones, con leyes propias, justas, legítimas y sobre todo
sía europea contemporánea y de las aristocracias criollas ame- útiles." 15

ricanas, presentándose, a su vez, estas últimas, como el modelo Como se ve, la autoafirmación del sujeto ·americano y su
de virtudes cívicas que habrían de seguir las otras castas.. legitimidad venía a ser lograda y demostrada sobre la base de
Para el neoclasicismo hispanoamericano contemporáneo de un sistema de modelos que se remitían los unos a los otros,
las guerras de la Independencia, la noción de. lo "clásico" in- hasta llegar al último, el grecolatino, en un proceso de deshisto-
cluía tanto lo antiguo como lo actual y si el Imperio romano rización que alcanzaba su grado máximo cuando se había lle-
podía ser invocado, no lo era menos Inglaterra, como su here- gado a aquellas fuentes originarias. No resulta difícil ver, en
dera y otro tanto podríamos decir de la relación entre Atenas todo esto, una filosofía de la historia implícita en la . que el
y Francia. , Por su parte, Estados Unidos, que casi al mismo discurso resultaba organizado sobre aquella "función de apoyo"
tiempo comienza a funcionar como paradigma, no aparecía de la que hemos hablado.
·diferente del republicanismo latino de los primeros tiempos o En la etapa neoclásica se tiende, por lo general, a mostrar
de las repúblicas democráticas del Estado ateniense. Estas equi- una imagen del mundo antiguo . de tipo positivo, que se logra,
paraciones no son de. extrañar. toda vez que los mismos países ya sea haciendo abstracción del régimen de esclavitud y mos-
europeos habían creado su propia imagen, en la etapa colo- trando una vida republicana ajena por completo. a aquella
nialista mundial, mediante el recurso a lo que consideraban institución nefanda, o haciendo de necesidad, virtud, es decir,
como su pasado cultural propio. Si en pleno clasicismo Racine mostrando de qué manera esa misma esclavitud había permitido
había afirmado. que "El gusto de París se ha visto que coincide una vida ciudadana honesta y ejemplar. Vimos, precisamente,
con el de Atenas", más tarde, en pleno romanticismo, en una cómo este segundo recurso es al que echa mano Bolívar dentro
etapa de rechazo de lo clásico, Víctor Hugo--seguiría diciendo de lo Q.Ue hemos denominado "paternalismo idílico". Por otra
como justificación del colonialismo francés de la época y a pro- parte, el ejempladsino de· nuestros neoclásicos no fue por lo
pósito de la conquista de Argelia que " .. ; es la civilización que común más allá de una parenétiéá y partió del presupuesto de
avanza sobre la barbarie. Es un pueblo ilustrado que va a llevar la necesidaq de la moral como salvaguarda de la vida política,
la luz de la civilización a un pueblo en tinieblas, Somos los todo ello sobre la base de una tabla de virtudes que giraba
griegos del mundo, nos toca, pues, iluminar1o". 14 Como es por entero sobre el respeto a la propiedad privada, entendido
de esperarse, esta equiparación de modelos, Grecia, modelo de como la virtud suprema, conjuntamente con la "seguridad". La
Francia, y Francia, del mundo, no podía faltar entre nuestros moral era la única que podía conte~er la anarquía y conducir
neoclásicos. a los propios integrantes de la democracia criolla a renunciar a
No es de extrañar que Bolívar interpretara la significativa la permanente tentación que significaba el discurso demagógico,
dedicatoria con que Volney abre las páginas de su tan leído surgido de ella misma. Esa moral determinaba los límites .de
libro, sobre la base de una equiparación entre lo clásico anti- lo que se entendía por utópico dentro de la parenética de irts~
guo y lo clásico contemporáneo: "Aquí es el lugar de repetiros, piración clásica, cuya definición surgía de la acusadóri de con-
cesiones indebidas o ilégítimas en favor de los grupos sociales,
u Discurso de Víctor Hugo en la sesión de apertura del Congreso de la inferiores, a las cuales eran proclives los llamados "demagogos".
Paz, 1849, tomado de Leopotdo Zea, La filosofía de la historia americana,
México, Fondo de Cultura Económica, 1978, p. 246; y René Wellek, His- H•Simón Bolívar, "Discurso de An~ostura" (1819), en Escritos. polítiCos,
toria tle la. crítica moderna .[1750-1950), Madrid, Gredos, 1973, tomo II,
El romanticismo, p. 28. Madrid, Alianza Editorial, 1975, p. 107.
~ 247
~'j EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
246 EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
i! da por hombres del interior argentino, nacidos en aquellas
Ambas actitudes mencionadas, la de hacer abstracción de la ciudades andinas de carácter agrícola-manufacturero de las que
esclavitud o la de demostrar sus "virtudes" en el modelo greco- hablamos en un comienzo.-Los dos ejemplos más acabados son
romano, parten de un presupuesto común a todas las formas los de Juan Bautista Alberdi, nacido en Tucumán y Domingo
de paradigmatismo, de acuerdo con el cual, el modelo muestra Faustino Sarmiento nacido en San Juan. Ambos darán naci-
miento, con sus primeros escritos aparecidos en Buenos Aires
una sociedad ideal en la que no se. dan contradicciones sociales.
La jerarquía de. paradigmas que va hundiéndose en un pasado
y en Santiago de Chile, a un realismo político, dentro del cons~
cada vez más abstracto y perfecto, hasta llegar a los modelos tructivismo que ha caracterizado al pensamiento liberal en as-
.fundantes, parte de la idea de un proceso que se desarrolla censo ya desde los ilustrados. Lo harán, sin embargo, cori signos
desde la presencia de modelos relativos (la propia clase social diversos. El primero de ellos habrá de enteaderlo dentro de los __
que se pone a sí misma como modelo, pero enfrentada a con- términos de un "populismo"; motivo por el cual será objeto
tradicciones a veces antagónicas), hasta la presencia, ontológica, de rechazos, y el segundo, dará las bases para una noción de
de modelos totalmente ajenos a .tales contradicciones. realidad social que constituirá el antecedente más importante
Con los románticos, el tema de la forma alcanzará uno de sus del discurso opresor que luego elaborarían los positivistas en
más importantes desarrollos, que coincide, en general, para todo el Continente. El Facundo, aparecido en 1845, no sólo se
todos los países sudamericanos, con el inicio del largo proceso impuso por su calidad literaria y la innegable genialidad de
de organización nacional. su autor, sino también por lo que significó ideológicamente en
La antigua costumbre de mencionar a los griegos y los-roma- el paso de las preburguesías de mediados de siglo, a las oligar-
nos · no se perdió fácilmente, y, en este sentido, la influencia quías
de la literatura política de los abuelos neoclásicos fue visible En asociadas
un capítulo 900.
del anterior analizamos el sentido del "popu-
a lo largo de casi todo el siglo XIX y llegó a entroncar con el lismo" desarrollado por Alberdi. Aquí ampliaremos su pensa-
movimiento. arielista del 900, especie de neoclasicismo renacido. miento filosófico-político, de sus años juveniles, relativo al
Ciertamente que el uso de la literatura grecolatina no será el problema de la forma y consecuentemente del paradigmatismo.
mismo. En los románticos es posible ver un rechai(f-del valor
paradigmático de lo clásico antiguo y consecuentemente una ¿Qué ños deja percibir ya la luz naciente de nuestra inteligencia
reváloración de los modelos contemporáneos. Así, Vicente Roca- [se preguntaba Alberdi] respecto de la estructura actual de mies-
fuerte, hombre de dos épocas, señalaba la inutilidad del ejemplo tra sociedad? Que sus elementos, mal conocidos hasta hoy, no
tienen forma propia y adecuada. Que ya es tiempo de estudiar su
de· la democracia .griega, aduciendo que el concepto de "repú- naturaleza filosófica y vestirles de formas originales y ameri·
blica" que debía generalizarse entre nosotros, mostraba una canas. Que la industri.a, la filosofía, el arte, la, política, la lengpa,
"radical diferencia" derivada del sistema de representación po-
una vez ~n su naturaleza absoluta, comiencen a tomar más fran~
las costumbres, todos los elementos de la civilización, conocidos
lítica ignorado por los antiguos.16 Años más tarde, Juan Bautista
Alberdi, en el libro ·que comentamos páginas atrás, rechazará, camente la forma más propia que las condiciones del suelo y
por su parte, el modelo de la Roma imperial, en cuanto que la época les brindan. Gobemémonos, pensemos,· escribamos y pro-
no era adecuado para la noción de "democracia" moderna, por cedamos en un todo, no a imitación de pueblo alguno de la tierra,
lo mismo que al 'estar organizado sobre la noción de que lo sea cual fuere su rango,· sino como lo exige la combinación de
las leyes generales del espíritu humano, con las individualidades
extranjero es bárbaro, su derecho externo se · resolvía en un · 1
derecho de guerra.U de nuestra condición nacional. B
Ese desajuste de los paradigmas clásicos surge en todos estos El romanticismo significó un rudo golpe para la antigua exi-
hombres de una conciencia cada vez más acentuada de la exis- gencia de imitación de los antiguos que había caracterizado
tencia de una realidad propia, que revestía caracteres de "ori-
~odas
al discurso liberal de las prjmeras décadas del siglo XIX, y con
ginal" y que obligaba a replantear el problema de la forma. ella de las formas imitativas. Por otra parte, el organi-
los primeros y tal vez más importantes desarrollos teóricos cismo propio del historicismo romántico hará que el tema de
de esta nueva manera de entender el problema, surgirán en el la forma sea visto desde la noción de "estructura", término que,
Río de la Plata, dentro de la literatura política liberal elabora-
18 Juan Bautista Alberdi, ·Fragmento preliminar al . estudio del derecho
18 Vicente Rocafuerte, Cartas a un americano, Filadelfia, 1825, en Obras
de Vicente Rocafuerte, tomo IV, p. 12. (1838), ed. cit., p. 53.
17 Juan Bautista Alberdi, El crimen de la guerra, ed. cit., p. 40.
248
EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
EL PROBLEMA DE LA "FORMA" 249
de acuerdo al valor semántico de la época, llevará a entender
la noción 'de modelo en el sentido de "forma real" o actual. La gración del nuevo discurso ya los hemos analizado al comentar
legitimidad de la autoafirmación del sujeto americano dejaba el sentido del discurso paternalista y de su historia.
de funcionar ·dentro de los términos del constructivismo típica- Mas he aquí que no todos los integrantes de la generación
mente ilustrado y se lo trataba de encontrar mediante la ela- argentina de 1837 pensaron el problema de la misma manera.
boración de una noción de realidad social. Salomon ha señalado En el Alberdi del Fragmento no aparece la idea de lo "in-forme"
una misma tendencia dentro del costumbrismo, clara en Sar- o caótico que impida una visión ·optimista de la integración de
miento, de describir los tipos como conjuntos organizados, en las clases sociales. Su obra no aparece organizada crudamente
el sentido de estructuras. Por otra parte, el escritor sanjua- como una contraposición de valores y antivalores, como suce-
nino, en contra de Cuvier y siguiendo ideas de Geoffroy de Saint- derá_ más tarde_e!l_~ ll}ismo Alberdt y el proceso de democra-
Hilaire, admitía una evolución de las formas. 1 s tización, aun cuando llevado adelante de modo bárbaro por
Otro tanto puede decirse de la noción de estructura, tal como Juan Manuel de Rosas-y, en general, por los caudillos, no supone
la entiende Alberdi. En efecto, como puede verse en sus escritos que no se puedan alcanzar las formas adecuadas. No serán aqué-
iniciales, para éste, toda realidad es un sistema compuesto de llos, los que las habrán de lograr, pero son los que han pre-
elell1entos que se definen por él y muestra, además, un proceso parado su posibilidad por haber reconocido de hecho a la "ple-
o desarrollo cuya ley es necesario determinar. Se trataba de la be", en la que se encuentra el futuro de la humanidad.
noción de _"sil:>tema de conexiones", considerada ya desde un Sarmiento, refiriéndose a la vida culta de las capas pudientes
punto de vista dialéctico. Dentro de la estructura,· la idea ha de la sociedad de su época, afectadas por el impacto de las
-perdido aquella fuerza constructivista que había justificado guerras civiles, en un texto que muestra su radical diferencia
todos los intentos de despotismo ilustrado, y frente a ella se de posición respecto de la que ofrece el Alberdi del Fragmento,
reconoce la .presencia de otros factores. En contraposición con dice que "hoy día las formas se descuidan entre nosotros, a
el pensamiento de los ilustrados, en Alfjerdi hay por tanto, dos medida que cel movimiento democrático se hace más -pronun-
sentidos de la forma: por un lado, las sociedades en su estado ciado". El principio popular introduce una causa de deforma-
"natural", alcanzan normalmente una conformación, mas, por ción por lo mismo que es lo informe o caótico. El caudillo no
el otro, es c;lado al hombre intervenir en ese proceso en la me- sólo ignora, según Sarmiento, la {orma que "más conviene a
dida que puede lograr etConocimlento de sus leyes y desde la República", sino que las formas que aún subsisten dentro
ellas. corregir o hacer progresar las formas espontáneas. Surge de la convivencia social, han perdido su fuerza porque "el es-
de este modo la idea de "forma indígena", que sólo es recono- píritu estaba . todo en el comandante de campaña". 2° Curiosa-
cible a partir de un cierto respeto de lo propio y que nos mente, ese descuido de las formas de que se queja Sarmiento,
obliga a alejarnos de toda copia servil. Dentro de los marcos fue --uno de los secretos. de su éxito literario, como ·Io hace
del "populismo", que explica un cierto determinismo optimista notar Noé Jitrik.21 .
que rige este· discurso, se concedía· a las élites un papel cons- Noel Salomon en su estudio sobre el Facundo, al que define
tructivo, pero ahora, el constructivismo, a diferencia del que como "manifiesto de la preburguesía argentina de las ciudades
derivaba de la mentalidad dieciochesca, exige una ad~cuación del interior", nos ·aclara cuál·. era la posición del ilustre san-
de las formas ideales a lo que Alberdi denomina "la ley del juanino respecto de las . clases s~ciales inferiores y cómo ~nter­
espacio y el tiempo". Paralelamente se reconoce la existencia preta, desde esa valoración, la Revolución francesa de 1830.22
de formas a las que llegan los pueblos de modo normal, las Recordemos, de paso, que para Bolívar, aquel estallido revolu-
que no pueden ser ignoradas, ni tampoco rechazadas. De esta cionario iba a llevar a todos los extremos de la anarquía, por
manera, la ~ción de forma, que filosóficamente no es extraña obra de sus imitadores sudamericanos, y de qué manera, a su
a la de concepto, se presenta en el pensamiento de_ estos román- vez, fue saludado por ·otros miembros de la generación de 1837,
ticos de la primera hora, ejerciendo una función de integración como la aurora del "socialismo", que es la interpretación vi-
que suponía una crítica a la ruptura que los ilustrados habían gente en el· Alberdi del Fragmento .. Pues bien, Sarmi~I}tO hará
ejercido desde sus universales ideológicos. Los' límites de inte-
20 1)omingo Faustino Sarmiento, Facundo, ed .. cit., pp. 112, 124 y 127.
ts Noel Salomon, "A propos des éléments 'costumbristas' dans le Facundq Noé Jitrik, "El Facundo: la gran riqueza de la pobreza", en Facundo
~¡:n
21
de D.1968,
3-4, F. Sarmiento",
p. 378. Bulletin Hispanique, Bordeaux, tomo LXX,. riúms. o civilización y barbarie, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977, p. xxix.
22 Noel Salomon, "El Pacundo de D. F. Sarmiento, manifiesto; de la pre-
burguesía argentina de las ciudades del interior", ed. cit.
~'~
•..•. ...f.?····

01 251
EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
250 EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
Como el mismo Saloman lo destaca, Sarmiento decía que el
la lectura antipopular de aquel resonado acontecimiento eu- pueblo es "un ménor de edad a quien hay que mantener bajo
ropeo. tutela". Todo el Facundo se resuelve, en .definitiva, en términos
Según nos dice, las ciencias sociales, como· consecuencia de de un paternalismo violento y hace de él la más acabada ex-
aquella Revolución, han tomado una "nueva dirección", gracias presión de aquella variante discursiva que mencionábamos en
a la cual "se comienzan a desvanecer las ilusiones". ¿Cuáles un comienzo. "Los pueblos -dice- en su infancia son unos
eran éstas? Pues, en pocas palabras, todas las que habían des- niños que nada prevén, que nada conocen, y es preciso que los
pertado las ideas democráticas e igualitarias originadas en la hombres de alta previsión y de alta comprensión les sirvan
Revolución de 1789. de padre." 25 La polémica, dentro del discurso opresor, acerca de
Desde entonces [comenta Sarmiento, refiriéndose al 1830] empie- si los pueblos son "niños" o son "enfermos", se repetirá a lo
zan a!legarnos libros europeos que nos demuestran que Voltaire largo de todo el siglo. José Enrique Rodó tratará de aminorar
no tenía mucha razón, que Rousseau era un sofista, que Mably la violencia de la obra de Alcides Arguedas, de la que habla-
y Raynal eran unos anárquicos, que no hay tres poderes, ni con- remos luego, disintiendo respecto de la acusación de "enferme-
trato social, etcétera. Desde entonces sabemos algo de razas, de dad" y declarando; sin apartarse de toda esta larga tradición
tendencias, de hábitos nacionales, de antecedentes históriCos.
Tocqueville revela por la p~mera vez el secreto de Norte Amé- paternalista, que es más correcto hablar de "pueblo niño". No
rica; Sismondi nos descubre el vacío de las constituciones; y cabe dudar de la influencia del Facundo en todos estos escri-
Thierry, Michelet y Guizot el espíritu de la ,historia; la Revo- tores sudamericanos.26
lución de 1830 toda la decepción del constitudonalismo de Ben- La posición de Sarmiento es abiertamente antiigualitarista y
jamín Constant. 2 a · · su liberalismo se encuentra condicionádo, con palabras de Sa-
Sarmiento declara _terminado el · paradigmatismo ilustrado, lomon, "por preocupaciones oligárquicas". "Creía en 1845 -nos
como consecuencia del descubrimiento de un constitucionalis- dice el escritor francés- en los valores que informaron la
mo . abstracto y de la existencia de tina constitución real que ideología 'ilustrada' de la 'pr.ebtirguesía' del interior, la cual,
está dada por factores históricos concretos: las razas, los há- precisamente, entre 1820 y 1850, intentó alcanzar la 'felicidad
bitos nacionales, las teñdencias. Mas,· esta exigencia de una del pueblo' por los 'que poseen y saben' y a pesar de hablamos
ciencia social que debe fundarse en el conocimiento de la rea- de una 'igualdad natural', Sarmiento no concibe la posibi'fi-
lidad histórica de los pueblos, parte del rechazo de esa misma dad de una igualdad social." "Pese a las afirmaciones de 'socia-
realidad. Se trata de un saber de la realidad, para poder obrar lismo' -de los intelectuales de la generación de 1837-, igual
con eficacia: contra ella: que no pocos liberales españoles de los años 1811-1845, alimen-
Noi!l Salomon analiza el texto sarmientino y no nos deja taron un imiegable concepto elitista del 'pueblo', visto como
lugar a dudas acerca de lo que significa ideológicamente: populacho, tan persuadidos estaban ellos que les toca'ba el pri-
27
vilegio de 'pensar' en nombre de todos."
E!! fácil entender lo que D. F. Sarmiento les reprocha a Rousseau .La actitud de Sarmiento anticipa en el Río de la Plata l¡is
y Mably: se trata, a todas luces, de su teoría de la. "soberanía teorías que con las lecturas de Renan concluirán equiparando
del pueblo" y de su idea de que tal soberanía debe ejercitarse el concepto de "democracia" con el de "mediocraC;ia" y
coti igualdad a favor de todos los ciudadanos. Aunque procedía
de una familia que ha piJ;Itado en sus escritos. autobiográficos entendiendo que aquélla era una reedición de una"pan-beocia",
como "pobre", el sanjuanino compartía la ideología de la "parte temas éstos que, apoyados en esta tradición latinoamericana,
acomodada" de la sociedad cuyana -a la vez criolla y ''prebur- reaparecerán con sus connotaciones particulª-res, con los arie-
guesa"- y no aceptaba en todas sus consecuencias la tesis de la
igualdad. Al contrario, descubrimos en el Facundo una verdadera listas.
teoría de la "clase ilustrada" que parece ser una herencia de Para Sarmiento la humanidad se divide en los hombres
los e~guemas del "despotismo ilustrado" renovad~s. por el ejem- que aspiran a "vivir bajo un gobierno racional y preparar sus
plo phíctico de la muy burguesa y censitaria monarquía de Julio destinos futuros", de los cuales eran un ejemplo los intelec-
en Francia, de ahí na~;e el elogio de Guizot y la crítica de Ben-
jamín Constant muy de moda en los medios reaccionarios fran. 25 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, ed. cit., p. 130.
ceses ya en tiempos de la Restauración, después de 1815.~' 26 José Enrique Rodó, carta a Alcides Arguedas, en las Obras Completas
de este último, Madrid, Aguilar, 1957, tomo 1, p. 395.
28 Domingo Faustino Sanniento, Facundo, ed. cit., p. 109.
21 Noel Salomon, Ibídem.
24 Noel Salomon, Ibidem.
252
EL PROBLEMA DE LA "FORMA"

tuales argentinos exiliados en Montevideo y Santiago; y aquellos


a los que denomina "los hombres materiales" y a los que de-
fine como "los que pacen su pan y bajo la férula de cualquier
T EL PROBLEMA DE LA "FORMA"

no pudo trascender los límites de una autoafirfnación- transida


.de contradicciones y de violencia. 30
253

28 A pesar de los l!_spectos negativos señalados en Sarmiento, no


tirano", afirmaciones éstas que si bien incluían con justicia a pretendemos proponer, como lo hicieron ciertos nacionalistas
los obsecuentes de todo poder político, también se referían al a partir de 1930, el regreso a un "criollismo", en el sentido rio-
hombre común, al despreciado "populacho" que sólo se preo- platense del término. Es necesario reconocer .que el proyecto
copa por el pan, por lo mismo que carece de· él. El pensamiento liberal abrió el Río de la Plata hacia un proceso de tecnificación
sarmíentino se organiza sobre una desvalorización de la rela- y, a la larga, de una elevación media social, que hizo de las
cíónoe tenencia y en una afirmación de un pretendido despren- antiguas campañas y de las primitivas ciudades, sumergidas
dimiento por lo material, que según él caracterizaba justamente en un evidente atraso caracterizado por formas de vidª suma-
a los representantes de una burguesía cuyos ideales terminaron,
congruentemente, en el más desembozado mercantilismo.
1 mente primitivas, un país semimoderno. Mas, tampoco acepta-
J
mos una justificación post factum del proceso de violencia y
La evolución intelectual de Sarmiento no fue como la de opresión y, consecuentemente, del elevado costo del mismo~ Así
Alberdi. Su posición dentro de la ideología liberal, que en sus como no existe una "astucia de la razón", como creía Hegel,
comienzos había sido más bien moderada y había participado tampoco existe una "astucia de la historia", como afirmaron los
de ciertas ideas proteccionistas como consecuencia de los inte- 1¡ que justificadamente dejaron de creer en el Espíritu, pero que
reses de las ciudades agrícola-manufactureras del interior de acabaron, en más de un caso, remplazándolo por otro ente me-
las que provenía, fue radicalizándose a medida que se fue incor- tahistórico. La tesis de que la formación de una burguesía
porando al grupo liberal porteño que triunfó de la tiranía 1 habría de generar el Estado industrial, entendido como la etapa
popular de Juan Manuel de Rosas. Su presidencia de la Re- final de la humanidad al estilo de un Saint Simon, de un
pública coincidió ·con la República de Thiers, el sangriento 1 Comte o de un Spencer, o que provocaría la formación de un pro-
represor de la Comuna de París, y no escatimó elogios a este letariado en alguna manera semejante al proletariado indus--
gobierno esencialmente antiobr.ero en Francia,- país cuya ima- 1 trial inglés, francés o alemán, proletariado de cuyo poder de
gen, por otro lado, fue perdiendo a sus ojos valor de para- ¡
J
irrupción se esperaba el paso hacia una sociedad más justa,
digma, para acentuarse cada vez más su norteamericanismo.
Años antes, en ocasión de la secesión de la provincia de Buenos ¡ _no es ajena a una cierta comprensión del concepto al estilo
hegeliano, para el cual sólo cabe lo "nuevo", en el sentido Que
Aires; había afirmado que la Constitución de la Confederación hemos comentado páginas atrás. Otros podrían haber sido los
Argentina, dictada en Paraná en 1852, era defectuosa en todo caminos de ·la historia, como lo fueron, caminos que se reducen
aquello que no era copia textual de la Constitución norteameri- sin más a los de los hombres en cuyas manos está el aprove-
cana, abandonando por completo aquel realismo social que se charse o no de situaciones coyunturales, que no son fruto de
respira en las páginas del Facundo. 29 Todo este desarrollo inte- aquella "astucia", sino casi siempre de la estupidez e inhuma-
lectual explica el racismo en que concluyó Sarmiento, en su nidad generada por una voluntad de poder ilegítima. El progra-
último libro escrito en 1883, Conflicto y armonía de las razas ma de Saint Simon para quien "todos los pueblos de la tierra,
en América, que llegó a constituirse en una especie de Biblia bajo la protección de Francia e Inglaterra unidas, se elevarán
del pensamiento positivista posterior. sucesivamente y tan pronto como lo permita su estado de
De esta manera, Sarmiento, que como pocos argentinos de su civilización, al régimen industrial", era, además de un programa
época alcanzó una clara comprensión de la misión social del contradictorio en sí mismo por . cuanto debía llevarse a cabo
escritor, que inauguró en su tierra, junto con Alberdi, la pro- sobre la base de la dominación y explotación de esos pueblos,
fesión del intelectual comprometido y que expresó uno de los un programa también coyuntural. No puede haber por tanto nin-
momentos más vigorosos de conciencia histórica del siglo xrx, gupa justificación post factum del mismo. 31
28 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo, ed. cit., p. 231.
Con los positivistas, la ciencia social romántica dará sus
9
2 Cf. nuestro ensayo "Algunos aspectos de las influencias francesa y nor- 3 °Cf. nuestro artículo "Domingo Faustino Sarmiento y José Hernández",
teamericana en el pensamiento argentino de la segunda mitad del siglo XJx''; en Revista de la junta de Estudios Históricos, Mendoza (Argentina), Se-
en Revista de la ]unta de Estudios Históricos, Mcndoza (Argentina), Se-
gunda Época, vol. VII, 1972; y El. espiritualismo argentino entre 1850-1900,
1 gunda tpoca, vol. VI, 1970.
SI Saint Simon, Catecismo de los industriales, Buenos Aires, AguiJar, 1966,
Puebla (México), Cajica, J972.
p. 163.

1
[~ 255
iy EV PROBLEMA DE LA "FORMA"
1¡,
254 EL PROBLEMA DE LA "FORMA"
1~
:1 primeros pasos hacia su constitución como sociología, hecho
estudio de psicopatología social, que culmina con una terapéu-
tica, ampliada -esta última parte en la tercera edición sobre la
base de 1~ dolorosa experiencia de la Guerra del Chaco. Entre
¡:
'} que se produjo junto con la organización, en diversos países

latinoamericanos, de ciertos campos del saber científico, en par- la consideración de lo patológico y su curación, se juega, pues,
ticular el de la naturaleza. El caso de la paleontología es en el problema de la forma, entendida en su doble faz de "confor-
el Río de la Plata, uno de los ejemplos más significativos de mación mental", la forma dada de l1echo y la ideal propuesta
este proceso cultural. Nace de este modo una nueva ciencia por el escritor. En líneas generales, a pesar de algunos mo-

l
de la sociedad fuertemente influida por un pensamiento bio- _Jilentos literarios, la obra resulta.lllU}' poco personal, condicio-
lógico que impondrá un nuevo concepto de evolución ajeno nada fuertemente por el género ensayístico de moda y más
por completo al que los románticos habían_ concebido baJo-la- l fuertemente aún, por la extracCión social del autor. En este
influencia de las filosofías de la historia del espiritualismo fLan" •i
segundÓ aspecto resulta ser abiertamente ideológica.
cés de la segunda mitad del siglo XIX. Se impondrá, como conse- l Como · consecuencia de .lo dicho, Arguedas se nos muestra
cuencia, un determinismo más acentuado que el romántico, que
j
1 lleno de contradicciones. Mientras adopta, por una parte, una
atenuará la idea del poder creador del hombre y pondrá una actitud comprensiva respecto de la situación de opresión del
fuerte valla al espíritu constructivista. El antiintelectualismo, indígena y denuncia crudamente a los grupos opresores,. por la
que es nota común de la época, junto con el biologismo, niega otra, desarrolla un racismo que implica el más profundo ·des-
a la idea poder en cuanto agente histórico y tiende a desconocer, 1! precio por su propio pueblo, al que declara "enfermo" y en vías
en algunos casos de modo radical, historicidad a todas las de degeneración. A su vez, las dolencias del hombre boliviano
manifestaciones ·que se consideran ~omo primitivas dentro de son explicadas como fenómenos naturales, no propiamente his-
la estructura social. La doctrina de la forma es reelaborada tóricos, por lo mismo que "los fenómenos sociales hay que ex-
dentro de los términos de un organicismo naturalista y la forma plicarlos biológicamente",34 mas, los remedios que se proponen
paradigmática, es, simplemente, la del ser vivo que acaba 1
1 - en la parte terapéutica son políticos. Este doble criterio se re-
remplazando a la antigüedad grecolatina. El antiteleologismo,
que se considera uno de los criterios fundantes. de la objetividad
¡ laciona con los sujetos que entran en juego en el drama boli·
viano que nos describe Arguedas: el que es explipdo en su
del saber científico, servirá, a unos, para justificar el rechazo conformación mental como "enfermo" está integrado por los
.de ciertos cambios sociales y a otros, les llevará a una inelu- grupos sociales inferiores, el indígena y el mestizo, mientras
~
dible contradicción, visible, de modo muy claro, por ejemplo, que el"médico", que se supone exento de enfermedades sociales,
en un José lngenieros.32 Obvio resulta decir que la autoafir- 1
pertenece a la aristocracia blanca, de origtm hispánico, dentro
mación de una conciencia americana queda relegada, en más ·
de la cual se siente ubicado el propio escritor.
de un: caso, a un sinsentido. En las posiciones extremas, la \ En verdad, a pesar de todo el· andamiaje "científico" sobre
doctrina se expresa dentro de los términos de una patología
social, bajo la generalizada influencia de la psicología de los
pueblos, antecedente de la actual psicología social. l cuya base explica el origen de las "enfermedades nacionales"
y que son causa de degeneración, se trata de un ensayo en el
que lo pretendidamente ,;psicológico" o "sociológico" encubre
Dentro de la profusa literatura positivista y sin pretender un proyecto ideológico que marca los límites de la objetividad
desconocer que en ella hubo diversas líneas de desarrollo, tra-
taremos de mostrar cómo se presenta el problema de la forma
en uno de los autores, tal vez más representativos de su época,
1 del discurso.. Arguedas aparece retomando la línea de pensa-
miento del último Bolívar, como si en el transcurso de un
siglo no hubieran variado las condiciones sociales y políticas
el bolivíano Alcides Arguedas y su divulgado libro Pueblo en-
fermo. del Continente.
Esta obra, cuya primera edición es de 1909, ampliada en pesengañado de su obra [dice]; entristecido por haber precipitado
reediciones posteriores, en 1910 y 1937, lleva el sugerente sub- la liberación de pueblos casi primitivos, tarde ya, cuando todo
título de "Contribución a la psicología de los pueblos hispano- remedio era poco menos que imposible y las turbas, ebrias de
americanos".33 Se trata, fundamentalmente, de un pretendido efímera gloria, ,se conceptuaban insensatamente superiores, ca-
Madrid, Aguilar, tomo 1,
32 Cf. nuestro articulo "De la historia de las ideas a la filosofía de la pueblos hispanoamericanos, en Obras Completas,
libcraci6n", en Latinoamérica. Anuario de Estudios Latinoamericanos, Mé- l pp. 393-617.
xico, UNAM, 1977, núm. 10, p. 51. u Alcides Arguedas, Ibidem, p. 535.
33 Alcides Arguedas, Pueblo enfermo. Contribución a la psicología de los r

i
'. '
J'

! 256
EL PROBLEMA DE LA "FORMA"

paces, conscientes, vio el héroe Ináxizno que había "arado en el EL PROBLEMA DE LA "FORMA" 257
mar" y cometido un grave error al excitar el entusiasmo bélico
damentalmente racial, que le impide pensar un modelo, una
~llgúnos
de las masas ignaras y poco dispuestas a gobernarse bien o re.
gularmente siquiera. Y arrepentido, decepcionado, escribe "directiva mental". La incorporación de ese hombre que se
días antes de morir, estas palabras tremendas que, como las de mueve en el nivel de las formas de hecho, dentro -de formas
Cristo, se han cumplido al pie de la letra. . . ' ··
superiores, sólo puede ser lograda mediante la violencia. No
se trata de aquel realismo social de acuerdo con el cual esas
Para este bolivarismo reaccionario, que podemos ver en otros mismas plebes podían ·ser rescatadas de alguna manera, aun
positivistas de la época, por ejemplo,__en un Laureano VaUenilJa cuando se las considerara como el "hijo" o la "hermana menor".
l.anz, loS pueblos constituidoqx>r el potente esfuerzo del brazo Ese hombre tiene un solo móvil: "la ordinariez de las preocu-
bárbaras".~
-y del genio de Bolívar "han caído en manos de multitudes paciones materiales", en él prima la relación de tenencia con
Sobre este presUpuesto reconstruye la historia pe- las cosas, en lugar de abrirse a las "esferas de la alta especula-
lítica boliviana, haciendo una caracterización "psicológica" de ción", con lo que, al no tener para Arguedas justificación
los gobernantes que cayeron en el grave error de profundizar alguna las "apetencias· materiales", ni siquiera las del campe-
la pre..,ncia de la barbarie, en contra de la "gente decente", sinado oprimido y hambriento, el orden del ser y del tener que-
caracterización movida principalmente por sus arraigados pre- dan radicalmente escindidos.
juicios raciales, unidos a su aristocratismo: "Beizú, el caudiilo Mas, por otro lado, el mismo Arguedas se traiciona a sí
de las plebes", "Linares, el dictador incomprensivo", "Achá, el
oportunista· cínico", "Melgarejo, el bárbaro sentimental", "Mo- 1 mismo, haciéndonos .saber que todos sus prejuicios contra la
plebe, derivan del temor de la burguesía boliviana de perder
rales, el bárbaro bruto", "Ba11ivián, el lisiado revisor", "Daza, el su propia relación de tenencia. Todo su pensamiento gira alre-
perfecto modelo de cholo", etc. Los epítetos ponen en evidencia dedor de una defensa cerrada de la propiedad privada, dentro
su desprecio de hombre culto, "civilizado'' y europeizante -el de los ideales del capitalismo liberal. En una· significativa carta
libro fue escrito en Francia y pensando en el lector francés- dirigida al magnate del estaño, Simón Patiño, de quien espera
por todo
decir, Jo que aún sigue siendo, sin más,· la ·barbarie, es
lo americano. la salvación de Bolivia, le dice que "Si no se cambia la economía
priváoa, o sea, si usted prefiere, si no se forman fortunas
_ El viejo ideal del despotismo ilustrado, en su expresión más privadas que son la base, el sostén del orden público, de la
violenta, despojado de todo paternalismo, es nuevamente pro- estabilidad social, del bienestar gem!i"al", no se podrá impedir
puesto por Arguedas corno solución de las "enfermedades" de
su pueblo y para ello recurre al modelo que le ofrecía la E~·
el avance del "igualitarismo". Por ello, hay que evitar

ropa de la época, la Alemania nazi y la Italia fascista. Cita que cunda el deseo de las nivelaciones violentas, ese deseo que
corno autoridad indiscutible textos de Mi lucha del dictador hace hoy temblar al mundo desde Ia pobre Rusia. . . en nuestra
patria, donde la generalidad de las gentes no conoce las disci-
alemán, que lo confirman en su racismo a ultranza y sobre cuya plinas del trabajo y la enorme masa se compone de indios ciegos
base concluye caracterizando a su propio pueblo, como inte- y de cholos perezosos, es muy fácil que las ideas igualitarias
grado por "elementos inferiores desde el punto de vista racial, cundan, porqUe el desnivel de las riquezas es grande ... el deber
desprovistos por tanto, de educación esmerada en el hogar, pe. de los hombres que pueden no sólo por obra de su verdadero
_ rezosos e indolentes, cualquiera sea el campo en que actúen ... " patriotismo, sino hasta por defensa de sus propios intereses, es
De donde infiere que "se hallan incapacitados para elevarse a tratar de desviar la inclinación de las gentes de los afanes esté-
riles de esa mal comprendida y peor practicada política.
las esferas de la alta especulación, o siquiera de la alta cultura
y seguir una directiva mental, llenar una disciplina cualquiera Ante el peligro del "igualitarismo", movilizado por nuevos ja-
alzándose un poco sobre Ia ordinariez de las preocupaciones cobinos, !a única salvación se encuentra en las fuerzas arma-
puramente materiales, persiguiendo un empeño que signifique das, es decir, en un poder represor, siempre y cuando el ejército
rnejoración, superación y perfeccionamiento". no se meta en política y deje ésta a los banqueros y a los pro-
36
Se trata de un hombre, el de la "plebe" o el aplebeyado que pietarios del suelo y del subsuelo bolivianos, integrados por la
padece de una conformación mental negativa de origen fun- "gente decente" criolla y los "benefactores" extranjeros. Por
3li AJcides Arguedas, Ibídem, p. 537.
lo demás, aquella institución, el ejército boliviano, redoblaría
as Alcides Arguedas, Ibidem, p. 613. su utilidad si se inspirara "en el admirable ejemplo de la Ale-
mania hitleriana". 37
37
Alcidcs Arguedas, Ibidem, pp. ll 05 y 1120.
¡:
i
1

258
EL PROBLEMA DE LA "FORMA"

El análisis de las diversas "conformaciones mentales" que


integran la sociedad boliviana, le revela a Arguedas la existen.
cia de grupos sociales incapaces de una autoafirmación de si XIV. LA "CONCIENCIA AMERICANA" Y SU
mismos· que pueda ser considerada como legítima. Por un lado, "EXPERIENCIA DE RUPTURA"
una plebe, fundamentalmente indígena, muda y enconada, por
el otro, el mestizo y el blanco aplebeyado, de quienes surge el
demagogo, constituyen la razón del atraso de Bolivia. Ellos in- EL PROBLEMA de la imposibiJidad de · ejercer con plenitud el
tegran esa masa que cubre el continente sudamericano al que, a priori antropológico por parte de determinados grun,os socia-
con palabras del ensayista inglés Ruskin, caracteriza como "una les que sufren formas-i:ie i:iominación---tantQ internas como ex-
inmensidad llena de imbéciles". Frente a Jos mismos se encuen- ternas, como asimismo el de su uso ilegítimo, se encuentra
tra ese "núcleo diminuto de gente blanca que dominando por relacionado con una conciencia caracterizable fundamentalmente
rasgos morales a ambas castas --es decir, indios y cholos- se por un estado emocional que ha sido calificado como senti-
muestra hoy capaz, activo, sobresaliente",38 único grupo que, a miento de "frustración", "decepción", "destierro", "desarrai-
pesar del "acholamiento" general, no se encuentra aún sumer- go.", "exilio", "expatriación", "inferioridad", etc. Todos estos
gido en .la naturaleza, que es propiamente sujeto histórico y sentimientos que tendrían su origen en lo que podríamos deno-
cuya relación de dominacfon resulta legítima.
minar una "experiencia de ruptura", determinarían ciertas
actitudes asimismo propias de su conducta y llegarían a cons-
tituir su propio ser.
Desde el punto de vista de un cierto tipo de ensayo sobre la
realidad de nuestro hombre, la temática señalada se conecta
directamente con el permanente esfuerzo por encoñtrar nuestra
propia identidad cultural .y, en relación con ello, nuestra espe·
cificidad frente a otros pueblos, en este caso, mediante la
-~

determinación de una forma de originalidad negativa~ La "expe-


riencia de ruptura" implica necesariamente el hecho mismo
ruptura} que la origina. Dentro del tipo de discurso que hemos
mencionado, esa ·implicación ha llevado a la búsqueda de las
causas que serían la raíz de aquella especificidad, si bien en
otros casos se la ha desconocido, quedándose en el puro nivel
de la conciencia, invirtiendo la relación entre conciencia y
realidad social, a partir del presupuesto de. la prioridad de la
primera sobre la segunda.
Frente a toda esta densa problemática es necesario tener
en cuenta, como primera dificultad, que la "experiencia de
ruptura" es un fenómeno universal, que puede, por ·eso mismo,
ser comprobado, en mayor o menor grado y no ciertamente en
un mismo sentido, en las diversas sociedades, cualquiera sea
la cultura y la época. Las funciones que hemos denominado de
"integración" y de "ruptura", al hablar del problema del con-
cepto, son los modos como se organiza cualquier tipo de discurso
que exprese una determina realidad social y su ejercicio está
suponiendo la existencia de. formas integrativas y rupturales
dadas en la facticidad misma en relación con las demandas de
los diversos grupos que integran una sociedad dada.
38 Alcides Arguedas, lbidem, pp. 458-459 y 439.
La segunda difi~ultad ya la hemos anticipado y surge de la
total imprecisión y vaguedad de conceptos tales como los de
259
260
LA "CONCIENCIA AMERICANA"
LA "CONCIENCIA AMERICANA" 261
"hombre americano", "hombre europeo", etc., a los que se les
atribuye formas diferenciabies de conciencia y que son tan - Frente a todas estas dificultades es necesario determinar da-
indefinidos como Jo fue, a principios de siglo, el uso generali- ramente los puntos de partida de esta difusa problemática. En
primer lugar, es comprobable una experiencia de ruptura, si
zado etc.nociones tales como las de "raza latina", "raza espa-
ñola", de bien queda por demostrarse su grado de generalidad y su pre-
Otras dificultades se originan del tipo de análisis que se ha tendida especificidad y modalidades. Se hace necesario, por lo
generalizado, que no se ha desprendido de presupuestos que demás, retrotraer el problema al hecho mismo de la ruptura, en
derivan de la "psicología de Jos pueblos", saber social impe- cuanto que los fenómenos de conciencia son posteriores a la
rante entre nosotros a principio~ d~ siglo y vigente aún en realidad_s_Qcia_l, aun cuando la conciencia posea un papel deter-
muchos aspectos. J\ elfo se ha -agregado, a partir de mediados minante que no se puede desconocer. Por otra parte, no siempre
de la presente centuria una vets1ón de aquella "psicología", la experiencia de ruptura ha alcanzado a ser expresada a nivel
organizada sobre categorías "ontológicas" de la conciencia. La discursivo y, cuando lo ha sido, ha salido de grupos sociales
primera línea ha conducido a diferenciaciones entre la "menta- muy específicamente determinables que han partido del presu-
lidad latina" y. la "mentalidad sajona", en el intento de en- puesto de la "universalidad" de su propia experiencia. Por lo
contrar especificidades entre una cultura hispanoamericana y demás, los términos entre los cuales se daría la ruptura y que
una cultura de la América sajona, que mantienen el presupuesto se denuncian en ese nivel, no suelen ser los términos reales del
de que los fenómenos culturales se resuelven en problemas de hecho de ruptura, lo cual exige una decodificación llevada a
"mentalidad"; la otra, más reciente, colocándose en un plano cabo con herramientas conceptuales adecuadas, que debe partir
que pretende ser más profundo ha tratado de encontrar distin- de las formas espontáneas de decodificación, naturales ,deJl.:
ciones, no ya "originales", sino "orjginarias", en determinados tro de toda praxis social. De lo dicho se desprende que la expe-
"temples de conciencia" de_carácter ontológico: Sobre ellos se riencia de ruptura no es un fenómeno de carácter unívoco, y
ha ·pretendido establecer lo que diferencia al "hombre occi- que se hace imprescindible reconocer modalidades según sean
dental", europeo o norteamericano, de nuestro "hombre", en los sujetos en los cuales se manifiesta.
particular respecto al modo como este último se inserta en una Y por sobre todo, es necesario distinguir entre una "concien-
"historia mundial". En esta segunda tendencia, la desocializa- cia de ruptura inocente", propia de quien padece situaciones
ción y deshistorización de la problemática ha alcanzado su ex- rupturales, y una "conciencia culposa" que vive esas mismas
presión más extrema. situaciones pero como sujeto que tiene responsabilidad en el
Como consecuencia directa de una. sistemática elusión de la proceso. Las elaboraciones teóricas sobre la experiencia de
raíz social de la experiencia de ruptura, surge otra dificultad ruptura han salido, por lo general, de manos de este último
que deriva de Ja extrapolación de determinadas formas de con- sujeto, que en el intento de justificar su propia situación de
ciencia, propias de ciertos individuos integrantes de grupos conciencia ha recurrido a temas como el del "pecado original".
sociales de élite y su generalización, ya sea al "hombre ame- La raíz de la experiencia de ruptura que vive este tipo humano,
ricano", ya al hombre de determinadas nacionalidades, dentro integrante de ciertas élites cultas latinoamericanas, se encuen-
de las llamadas psicologías y ontologías del "se! nacional".. tra en una cierta imposibilidad de éjercer plenamente una
Por último, debemos señalar como otra dificultad para el autoafirmación de naturaleza ilegítima. Se trata de una concien-
análisis de los numerosos ensayos que estamos comentando, la cia afectada por un sentimiento de frustración, de decepción
que deriva de su naturaleza ideológica, que ha conducido a o de desencuentro, que puede llegar a ser de destierro dentro
plantear el problema de Jos términos entre los cuales se juega de su propia patria, que deriva del debilitamiento o de la quie-
toda ruptura; en un nivel discursivo y no en el nivel real de bra de las relaciones de dominación vigentes, como consecuen"
Jos mismos. Con esto no se han apartado de los clásicos extre- cía de la presencia de un poder emergente social que las ha
mos del pensamiento antiamericanista, tales como los de "na- hecho entrar en crisis o que constituye simplemente una ame-
turaleza-historia", "barbarie-civilización", "continente en bruto- naza para las mismas. Por Jo demás, y esto tal vez permitiría
continente del espíritu" y tantos otros equivalentes, que han señalar una cierta especificidad americana del hecho, esa con·
servido y sirven para ocultar las relaciones entre dominadores ciencia culposa se juega dentro de sociedades dependientes y
y dominados, dentro de las formulaciones típicas del discurso es una manifestación propia de ideólogos que pertenecen a
opresor.
una burguesía intermediaria entre las relaciones de poder in-
ternas y las externas del capitalismo mundial. Este hecho agu-
262
LA "CONCIENCIA AMERICANA"
LA "CONCIENCIA AMERICANA" 263
diza la oposición entre, el modelo y el antimodelo, esquema
hechos rupturales mismos que serían su causa, se relacionan de
sobre el cual se organiza su discurso, al hacer que el primero
modo estrecho con el problema del a priori antropológico, y en
sea entendido como externo, -la "Civilización", el "Continente
del Espíritu" o la "Europa esencial"- y el otro interno, a saber particular, con el problema de su legitimidad.
todas las formas de la "barbarie" americana. La identificación Dijimos, en un comienzo, que la experiencia de ruptura es
con ese modelo externo refuerza, en el ideólogo nativo, su un hecho universal y que aun aquellos países que ofrecen un
sentimiento de expatriación. desarrollo social y cultural autónomo, no están exentos de fenó-
Frente a este tipa-humano hay otro, como decíamos, que sim- menos de conciencia de ese tipo. ·La afirmación de que Europa
plemente padece formas rupturales, y en él es posible hablar posee una integración cultural y social tan elevada como para
de una "conciencia inocente de ruptura", en la medida y grado considerarla como una antítesis de la nuestra, no es ajena a
que no es responsable de aquéllas. Se trata, en unos casos, de esa permanente idealización y deshistorización de Europa en
la quiebra del "legado" sobre el que un determinado grupo cuanto continente cultural, que ha favorecido su proyección
social ha establecido sus formas de cohesión y justificación como modelo. Se olvida la permanente presencia del tema del
históricas, ya sea .como pueblo, o, simplemente, como masas "populacho" en la literatura política europea, cuestión rastrea-
desplazadas dentro de la larga historia de fa formación del pro- ble claramente desde fines del siglo XVIII en adelante y que
letariado latinoamericano. Así, el hecho de la destrucción vio- fue retomada de modo permanente dentro del discurso político
lenta de las culturas indígenas, por obra del invasor europeo, latinoamericano, Ya vimos, al hablar del problema de las fun~
creó una copciencia -de ruptura en determinadas etnias, aún ciones del concepto en Hegel, cómo es definido ese tipo social,
vigente en nuestros días. Del mismo modo, la pérdida del medio cuya presencia real supone la existencia de un hombre cuya
cultural originario, creó una forma de conciencia parecida en conciencia no ha sido estudiada debidamente. La Revolución
el inmigrante, desplazado como excedente de la población cam- Industrial acentuó y generalizó la oposición de clases sociales
- pesina y proletaria industrial europea desde fines del siglo XIX. al extremo de inspirar en un país como Inglaterra, donde el
En otros casos, la conciencia de ruptura se habrá de generar,~­ proceso no mostró las graves alteraciones que se dieron en Fran-
no ya en relación con los "legados" perdidos, sino como efecto cia, las patéticas y realistas descripciones que Marx hace en
de la sustracción del producto del trabajo dentro del sistema de las páginas de El capital, del obrero textil condenado a un tra-
explotación que ha conducido a una quiebra de la relación ·entre bajo inhumano, ha!'ia morir. La novela romántica francesa de
el ser y la tenencia. En todos los casos, se trata, como es fácil intención social, con su fraternalismo y su igualitarismo senti-
pensarlo, de un sujeto que se encuentra imposibilitado de mentales, señalaba la presencia de ese tipo humano marginado.
ejercer una autoafirmación de sí mismo -como valioso y de en- A este problema, que puede ser ampliamente rastreado, se
tenderse como una natura naturans, es decir, como actor de suma la cuestión de las nacionalidades y etnias oprimidas, tal
su hacerse y su gestarse. el caso de polacos, servíos o escoceses que, precisamente en la
Por todo Jo dicho, resulta evidente que no es fácil generalizar misma etapa romántica, dieron nacimiento al romanticismo na-
sobre temas como éste que estamos tratando. El fenómeno de cionalista y libertario de los países marginales. No puede
la conciencia de ruptura ha de ser considerado en su desarrollo negarse la existencia de una permanente conciencia de ruptura
histórico-social y su determinación exigiría una investigación respecto de sus propias tradiciones culturales, en los catalanes
concreta y particularizada, en relación con las distint~s etapas y los vascos, particularmente las fracciones de ellos que pasaron
de organización y constitución de las sociedades latinoameri- a integrar el Estado espciñol, o la de los bretones y los proven-
canas. A pesar de esto, podríamos aventurar la hipótesis, ya zales en Francia, y así en otros Estados europeos que se pre-
anticipada, de que habría una fonna particular de conciencia sentaron siempre como totalmente integrados. Ignorar la exis-
y de ruptura, cuya especificidad, tanto para las formas de tencia de formas rupturales tanto desde el punto de vista social
conciencia "inocente" como "culposa", derivaría de la situación como cultural lleva, como hemos dicho, a una idealización de
general de dependencia que ha caracterizado el ingreso de la cultura europea y, a la vez, a una incorrecta valoración
América Latina dentro de la historia mundial. Sea como fuere de esas formas entre nosotros.
y con la cautela que este tipo de problemas exige, lo que nos Una búsqueda de pistas para el señalamiento de especifici-
interesa en este caso, es que tanto la conciencia de ruptura en dades de nuestras formas de conciencia, que tanto ha intere-
cuanto estado de- ánimo interiorizado y generalizado, como los sado en algunos sectores, habrá de tener presente la llamada
"teoría de la dependencia" constituida a partir de la década
>~

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LA "CONCIENCIA AMERICANA"
264 LA "CONCIENCIA AMERICANA"
cumental que no puede reducirse, como se ha hecho casi sin
de los 60. Ciertamente que los enfoques investigativos que se excepción hasta ahora, al testimonio escrit9 proveniente de las
lleven adelante a partir de ella deberán hacer previamente su élites cultas latinoamericanas que, por lo general, es expresión
balance crítico, no habrán de estªr movidos por el intento de de una conciencia culposa, en el sentido que hemos dado a este
encontrar especificidades u originalidades, las que se habrán término. Para ello será necesario recurrir a Jos aportes con-
de poner a la luz, si las hay realmente, por sí solas. Podría temporáneos de lo que podríamos denominar "teoría de la
afirmarse, sin embargo, que las mismas existen y que todas cotidianidad", que parte del presupuesto metodológico básico
ellas derivan del hecho de la dependencia y el tipo de relaciones de que la vida cotidiana no es una realidad unívoca y que por
sociales que genera, situación ruptura! constante a lo largo de tanto las formas rupturales ..de conciencia muestran, aun en-una-
toda la historia de los países hispanoamericanos. La problemá- IírvestigaciOn sibcrónica que se haga respecto de una sociedad
tica de "dependencia-independencia", que llevó a hablar de dada, diferencias que han de ser tenidas en cuenta necesaria-
la necesidad de una "segunda independencia" inmediatamente mente si no se desea quedar en un nivel abstracto de análisis.
después de lograda la primera, ha sido uno de los motores Sin pretender llevar a cabo el estudio que la problemática
constantes del pensamiento social latinoamericano. La novedad de lo que hemos denominado globalmente "conciencia de rup-
de la llamada "teoría de la dependencia", radica en que por tura" exigiría, pondremos de relieve algunos momentos y situa-
primera vez en nuestro proceso intelectual, el problema fue ciones en los que el hecho ha sido claramente manifiesto. El
centrado sobre lo económico y en clara relación con el desarro- enfrentamiento de las altas culturas mesoamericanas con la
llo de Jos imperialismos. Los planteas anteriores del problema cultura hispánica en el momento de violencia y acumulación de
de la dependencia, algunos de los cuales se remontan a finales legados, produjo una expresión escrita a la que bien podríamos
del siglo XVIII, fueron más bien de carácter político y organi- denominar "literatura indígena de ruptura", movimiento inte-
zados sobre una moral social que acabaría por generar la di- lectt!al paralelo a la llamada "filosofía de la conquista", de
fundida psicología de los pueblos del siglo XIX y comienzos del la que nos ha hablada Silvia Zavala, manifestación literaria
presente. Uno de los resultados más relevantes de las investí~ aquélla que, en nuestros días, ha comenzado a ser descubierta
gaciones socioeconómicas llevadas . a cabo por la teoría de la
dependencia, ha sido el de dar un golpe definitivo a las expli- de modo sistemático. 1
Desaparecidos los últimos sabios de esas altas culturas, que-
caciones de 1os hechos sociales y culturales, entendidos exclu- mados los archivos en los que se había acumulado la memoria
sivamente como ~stiones de "mentalidad" y ha conducido a de sus pueblos, sólo quedó el pueblo bajo, oprimido y explo-
reubicar cualquier investigación de formas de conciencia, al tado, que concluyó en esa mudez que luego los escritores eu-
margen del ensayo tradicional. ropeos o europeizantes atribuyeron a una escasa o nula humani-
Como consecuencia de lo dicho, los trabajos sobre esta pro- dad. Se trataba de hombres que habían quedad() "sin voz" y
blemática habrán de tener en cuenta las sitUaciones diversas que eran, por eso mismo, incapaces de historiada más allá de
que muestran las sociedades latinoamericanas, dentro de las la débil tradición oral. De allí esa pasividad e indiferencia del
formas de periodización que derivan del hecho de la depen- /'
indígena ante los procesos políticos y sociales que ya señalaba
dencia. Es necesario tener en cuenta, además, que las etapas Bolívar y que consideraba virtud en cuanto que, gracias a el1o,
del proceso de incorporación a la historia mundial, la conquista, las masas indígenas n<f interferían en la marcha de los' inte-
la colonización y la recolonización o neocolonialismo, suponen reses del grupo criollo.2 La conciencia del indí_gena, desde aquella
cambios en las relaciones de producción, como asimismo, en primera forma que dio nacimiento a una "literatura de rup-
la política de población. Esas etapas, que se extienden, la pri- tura", en manos de los últimos hombres cultos de las civili-
mera durante los siglos XVI-XVII, la segunda en los siglos XVIII- zaciones americanas destruidas, hasta la simple conciencia del
XIX ~ la tercera, durante los siglos xrx y xx, no se muestran
con los mismos caracteres en todo el Continente. Ello se en- t Silvio Zavala, La filosofía política en la conquista de América, México,
cuentra en relación directa con la estructura que muestran o Fondo de Cultura Económica, 1947; Miguel León-Portilla, Filosofía náhuatl, ·
han mostrado los diversos estamentos sociales, como también México, UNAM, 1958; y La visión de los vencidos, textos de la cultura ná-
con las diferentes etnias, tanto las indígenas, como las que se huatl, traducción de Ángel María Garibay y notas de Miguel León-Portilla,
han incorporado, provenientes del Continente africano y de las México, uNAM, 1961.
2 Simón Bolívar, "Carta al editor de la Gaceta Real de Jamaica, Kingston,
Europa misma en las diversas etapas. En relación con todos septiembre de 1815", en Escritos políticos, ed. cit., p. 87.
estos grandes procesos se debería reconstruir el material do-
l
.

LA "CONCIENCIA AMERICANA" 267


266 LA "CONCIENCIA AMERICANA" ••

campesino, rotos los lazos C<_?n la tradición de su pueblo y de los estratos más bajos y miserables de las sociedades hispa-
sumergido en la violencia de un presente de dominio, se habría noamericanas."' ·
En esta América, que con orgullo fue llamada en algún mo-
de organizar sobre la base de una experiencia de ruptura, ma-
nifestada ahora en el simple nivel de la tenencia, cuyos alcances mento "crisol de razas", surgió bien pronto un hombre que ad-
quirió una fuerza muy particular. Se constituyó asumiendo en
no iban más allá del puñado de maíz de cada día. Los positi-
su propia conciencia el sentimiento de orgullo metropolitano del
vistas nos hablarán, más tarde, de los problemas que acarreaba
europeo conquistador o del descendiente directo de éste, el
la situación de ruptura en la que se encontraba el indígena, criollo, más los sentimientos que provenían de la madre india
como asimismo..,de su rechazo de los diversosfuodós-ae inte- o negra, dentro de un sistema conflictivo de afirmaciones V
-gración, hechos que incidían fuertemente en la consecución de 5
de rechazos de dos mundos encontrados de valores. La sociedad
una forma nacional. El hecho fue denunciado de modo insistente colonial, en cuya matriz se gestaron todos estos procesos, se
en todos aquellos· países de fuerte base social indígena, tal es cuidó celosamente de diferenciar no sólo el "blanco" del "mes-
el caso del Ecuador, que para Belisario Quevedo aparecía ca- tizo", sino que distinguió, además, grados de mestizaje en rela•
rente de organicidad, escindido en "órdenes superpuestos".3 El ción con las diferentes formas de entrecruzamiento racial, que
indigenismo, dejando de lado su aspecto declamatorio y su eran entendidas como formas de degeneración. La población era
trasfondo ideológico, ha tenido su origen, entre otras causas, medida sobre la base· de un prototip~- respecto del cual los
en la necesidad de superar tanto la ruptura social de hecho, demás tipos resultaban ser inferiores en diverso grado, tanto
como la conciencia de ruptura de las masas del campesinado por su aspecto físico; su nivel cultural, como por él lugar
de ongen americano, pretensión que puede considerársela fra- ocupado dentro del sistema de producción que· condecía casi
casada toda vez que el modelo de unidad sobre el que se pre- inexorablemente con la ralea. De este modo comenzó abrién-
tendió integrar esa población, no surgió, salvo excepciones, de dose paso, en aquella primitiva sociedad de castas, un riuevo
ella misma.- El problema lo vio claramente José Carlos Mariá- hombre que acabaríª_ por ser nota predominante en la consti-
tegui en el Perú. tución de las sociedades americanas, particularmente visible
Según dice Hegel, en un texto que ya hemos recordado de sus en las de base indígena y en las zonas de esclavatura negra. El
Lecciones de ft1osofía de la historia universal, lo mejor que les paso de una sociedad de castas, a una sociedad de'--Crases, intro-
podía pasar a los negros era que fueran sometidos y trasplan- duciría cambios en el papel histórico del mestizo, estableCiendo
tados. De este modo, merced a los horrores de la cacería hu- diferencias en lo que se refiere a su ubicación y función social.
mana, al traslado en los buques negreros y, por último, a la En aquellos países en los que se generó el mito de la europei-
subasta y sometimiento al trabajo fo:rZado, ese hombre dejaba zación de la población y se eliminó físicamente al indígena, se
un Cpntinerite, "cerrado al Espíritu" e ingresaba en otro, Amé- ocultó la presencia del mestizo, que quedó r'elegado a las regio-
rica, "abierta al Espíritu", si bien no incorporada aún a la nes más pobres y alejadas del "progreso", incorporado en los
historia mundial. La primera experiencia de ruptura que inte- estratos más bajos de la sociedad campesina de las zonas fértiles
rioriza el negro, lo es respecto de su propia cultura, que por o arrojado a los suburbios miserables de la ciudades.
más "primitiva" que fuera, resultaba ser la suya. La segunda A pesar de que el mestizaje no es un fenómeno exclm;iva-
será la consecuencia de la pérdida de toda su memoria social mente racial sino, fundamentalmente, un hecho cultural qÚe
originaria, junto con la de su propio lenguaje, que le llevará hace que la "conciencia mestiza" esté presente en grupos hu-
a vivir la desnuda ruptura del presente esclavo. La generali- manos no necesariamente "mezclados", el racismo de fines de
zación de la práctica del filicidio, como asimismo del suicidio,
en las poblaciones esclavas negras, fueron expresión de una 4 Franz Fanon, Los condenados de la tierra, México, Fondo de Cultura

experiencia desesperanzada .de quiebra, que no encontraba otra Económica, 1963; Escucha, blanco, Barcelona, Nova Terra, 1966; y Leopoldo
salida que la autodestrucción. La incorporación del negro al Zea, "Negritud e indigenismo", en Dependencia y liberación en la cultura ·
proyecto de liberación de Jos grupos criollos durante las guerras latinoamericana, México, Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1974.
5 Ángel Rosemblat, La población indigena y el mestizaje en América, Bue-
contra el poder español tuvo como frutos convertirlo, primero, nos Aires, Nova, 1954; Magnus Morner, La mezcla de razas en la historia
en carne de cañón y luego, en obrero asalariado, siempre dentro de AmJrica Latina, Buenos Aires, Paidó~, 1969; Darcy Ribeiro, Los brasileños,
México, Siglo XXI, 1975; y "La cultura latinoamericana", en Latinoamé-
3 Cf. nuestro libro Esquemas para una historia de la filosofia ecuatoriana,
rica. Anuario de Estudios Latinoamericanos, México, UNAM, núm. 9, 1976.
Quito, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1977, pp. 93-94.
268
LA "CONCIENCIA AMERICANA"
LA "CONCIENCIA AMERICANA" 269
siglo acentuó el primer aspecto. Los positivistas, entre ellos un
Carlos Octavio Bunge, un Alcides Arguedas o un Francisco entre los Aborígenes y los Españoles. Americanos por nacimiento
Bulnes, entre tantos, explicarán el mestizaje como una hibrida- y Europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de
ción, estableciendo una equivalencia entre "razas" humanas y disputar a los naturales los títulos de posesión y de mante-
especies animales. Con este recurso ocultarán bajo una preten- nernos en el país que nos vio nacer contra la oposición de los
dida cientificidad, la marginación y la explotación de un hom- invasores; así, nuestro caso es el más extraordinario y com-
bre en el que se había producido la pérdida de lo "castizo". plicado." 7 Humboldt ya había señalado este hecho que llevaba
El seudoconcepto de "raza" y la arbitrariedad con el que fue al criollo, según él nos cuenta, a una especie de indiferencia
utilizado, hizo desconocer el aspecto cultural, como asimismo · tanto respecto de los pueblos vencidos, como de los conquista-
oscureció el saber sociológico de la época con el no menos falso dores y administradores españoles de las colonias. Se trataba
concepto de "lucha de razas". El radicalismo de Yrigoyen en la de un hombre que se encontraba en una actitud de ruptur.a--
frente a dos tradiciones que sentía como ajenas y de las cuales, . _
Argentina, el batllismo en el Uruguay o el varguismo ·brasileño
y, en general, los que podríamos denominar "populismos" del ! sin embargo, participaba.8
Cono Sur, provocaron la unidad en un mismo frente de lucha Con este grupo criollo, que es el que condujo la Revolución
del antiguo mestizo o mulato, con el inmigrante de origen de Independencia y la capitalizó internamente a su favor, se
europeo, mostrando la falsedad de las distinciones raciales. Lo produjo el nacimiento de las primeras formas de "conciencia
que unió a esos grupos humanos, alianza política que ]>ara la culposa de ruptura", la que habrá de mostrar una evolución que
burguesía europeizante de entonces constituyó un escándalo, i se relacionará de modo directo con la de ese mismo grupo
fue su situación de opresión social y junto con ella la con- como estamento dominador. Dentro de él tendrán lugar asi-
ciencia que la acompaña. No había ninguna diferencia entre mismo las primeras expresiones teóricas del fenómeno, en cuan-
el hombre blanco, traído para regenerar nuestra América me- to que su actividad política y económica, y la de sus herederos,
diante un "lavado de sangre" y el hombre de tez morena sobre 1 el patriciado, y más tarde las diversas burguesías, estuvo siempre
acompañada de un definido proyecto ideológico. En ellos-aquella
el cual se había cargado la acusación de nuestro atraso. La
afirmación alberdiana enunciada en Lasbases, en 1852, en la que experiencia no se daba entre un mundo perdido, dejado atrás,
se decía que cada inmigrante europeo que llegara a nuestras y un presente clausurado, sino desde un presente abierto hacia
tierras valdría "más que cien libros", quedó reducida a un
1 un posible futuro cuyo modelo se iba gestando. Como sujeto
~
nuevo enunciado surgido de las luchas del proletariado na- dominador se atribuiría a sí mismo "voz" y daría nacimiento,
ciente, según el cual cada proletario. vale tanto como otro J junto con ella, a una historiografía, con la pretensión de ser, en
proletario. Como lo dijo definitivamente José Martí, no hay todo momento, la expresión de las demandas sociales de la
"lucha de razas", simplemente porque no hay "razas" v las que comunidad toda. No fue sin embargo así. "Las grandiosas y
se pretende mostrar como tales son "razas de librería". sublimes palabras -dice Francisco Miró Quesada- pronuncia-
La "conciencia mestiza" no es, como hemos dicho, un fenó- das en nuestros movimientos de independencia sólo tienen un
meno exclusivo de aquel hombre al que se lo ha diferenciado sentido para una minoría, pero quienes las emplean están con-
por su aspecto físico, sino que ha sido compartida por grupos vencidos de que llenan a todos sus compatriotas." Se cae en
sociales diversos que no son producto de mezclas étnicas.6 He- un discurso que es reflejo, según nos dice el mismo Miró
mos hablado, en efecto, de un "estilo mestizo" dentro del arte Quesada, "ab initio, de una realidad desgarrada, una realidad

1
arquitectónico, que fue obra de indígenas. Por su parte, el escindida en dos porciones, una pequeña, luminosa y llena de
criollo, entendiendo por tal, en este caso, al hijo de coloniza- palabras y otra, inmensa, sombría, silenciosa".9 La fuerza que
dores europeos nacido en América, se sentía como una "especie se habrá de conceder a aquellas "grandiosas y sublimes pala-
media".
El testimonio de Bolívar es elocuente: " ... no somos Eu- 7 Simón Bolívar, "Discurso de Angostura" ( 1819), en Escritos políticos,
ropeos -decía-, no somos Indios, somos una especie media ed. cit., p. 69.
s Alejandro de Humboldt, Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo
6
Cf. Mario Benedcttí, Letras del continente mestizo, Montevideo, Arca, Continente, cap. v, Libro II, citado por J. E. Rodó, Obras Completas, Ma-
1966; y José Luis Martíncz, Unidad y diuersidad de la literatura latino- drid, AguiJar, 1957, pp. 694-695.
9 Francisco Miró Quesada, El Perú como doctrina, en Antología de la
americana, seguido de La emancipación literaria de Hispanoamérica, México,
Cuadernos de Joaquín Mortíz, 1972. filosofía americana, selección y prólogo de Leopoldo Zea, México, 1968,
p. 193. . .

!
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LA "CONCIENCIA AMERICANA" 271
bras" estará en relación directa con el modelo que integra el
proyecto ideológico, el que dada su "perfección" sólo es posible y que -traía consigo y aquello en lo que terminó el mito de
_ imponer mediante violencia sobre una realidad, la ameriCana, "hacerse la América", ilusión que n¡ovilizó grandes masas
que funge como antimodelo. La conciencia escindida de este de proletariado urbano y rural de la Europa del siglo XIX y co-
hombre es, por eso mismo, la· del dominador que es al mismo mienzos del presente, hacia nuestras playas. Las utopías sobre
tiempo dominado, y que acepta su dúplice situación justificán- el Nuevo Mundo generadas durante el Renacimiento y mante-
dola con el manto de un "progreso" o de un "desarrollo", según nidas vivas durante los siglos siguientes en la conciencia del ·
los tiempos. Podríamos decir que vive una experiencia de hombre europeo, murieron cuando el inmigrante se integró como
ruptura, no sólo porque padece hechosrupturales,-smo· porque masa "cosmopolita" en-unanibiente hostil y desconocido, que
se beneficia de ellos y necesita provocarlos. De ahí la culpa- le llevó a dar el paso de lo utópico a lo real. Aun para aquellos
bilidad, que llevará dentro de los marcos de un discurso vio- inmigrantes que se incorporaron a las viejas oligarquías crio-
lento, a la visión apocalíptica de América, como asimismo, a la llas, modificándolas ciertamente, América no era la realización
doctrina del "pecado original". Hay por debajo de su propia de un sueño, sino el triunfo del más apto en una lucha que no
constitución como sujeto, un "mal originario" que le impide tenía nada de utópico. El darwinismo social, difundido como
lo que él considera el reencuentro consigo mismo y no le per- ideología de un mundo inhumano en el que el mercantilismo
mite el ejercicio de su autoafirmación ilegítima. y la explotación llegaron a sus máximos extremos, junto con la
Este ho.mbre se habrá de considerar "mestizo", ciudadano de represión y la miseria, sería el fin de las utopías y el regreso,
dos mundos, uno, el representado por el modelo que ha incor- por la vía de la añoranza, a una lejana patria embellecida por
porado en su proyecto ideológico, que por lo demás no le es obra del recuerdo y a la cual se acabaría idealizando. De este
exclusivamente propio, y el otro, la realidad social, que en modo, el complejo fenómeno de la conciencia utópica, al rom-
cuanto remisa a someterse al paradigma, se le presenta como perse con la lejana tradición renacentista, generó una nueva
"barbarie". La problemática de la forma, de la que ya hemos utopía, fruto de la confrontación entre aquel mundo de año-
hablado, se convierte en este tipo humano en un tema constante ranzas e idealizaciones del desdibujado pasado europeo y la
y en algunos casos, obsesivo. Lo "mestizo", incorporado como - desilusión del presente americano. El inmigrante, y posible-
forma de conciencia, aparecerá como algo espurio, metido en mente, con mayor fuerza aún su hijo nacido en estas tierras,
el .alma de todos los americanos y será lo que debe ser erra- invertiría lo utópico, que ya:' no sería la América encontrada,
dicado. De ahí surge un constante rechazo de sí mismo que en sino la Europa perdida, hecho que vendría a confirmar algo
la práctica social se resuelve en un rechazo de los otros. Sar- que no ·había sido visto dentro de las utopías inciadas por Tomás
miento, "el gran mestizo", como se le ha llamado, se esforzaba Moro o lord Bacon, que en el fondo, para estas visiones, Europa
por hacer ver a sus compatriotas que la "barbarie" la tenían fue siempre la utopía de sí misma. De todos modos, ya fuera
metida en la sangre: "He acostumbrado a los americanos a oírse como consecuencia de la quiebra de la imagen de América,
llamar bárbaros." Los positivistas elaborarán una doctrina de 1
-¡ ya como resultado de una aparente inversión de la utopía tradi-
la "barbarie" desde su teoría de las "enfermedades sociales", cional, el inmigrante y sus hijos se incorporaron a la vida social
en términos biologistas y los ontólogos de nuestros días habla- y política latinoamericana sobre la base de una experiencia de
rán, como ya lo hemos recordado, de un "pecado original". ruptura que habría de generar, en algunos casos, los más ab-
Todos, en el fondo, expresan una misma vivencia, la de una surdos discursos. En otros, por el contrario, lo utópico movi-
aconciencia escindida y culposa, propia de un dominador que es
la vez dominado. lizaría al inmigrante europeo con un sentido universalista que
le llevaría a colocar los proyectos de vida, no en una América,
Si el trasplante de las poblaciones indígenas andinas, los ni en una Europa, según fueran los momentos de idealización
mitmaqkuna o mitimaes, constituyó una forma violenta de que se vivieron, sino en la reforma social dentro de los marcos
desarraigo, mucho mayor ha sido desde el punto de vista cul- del internacionalismo obrero. Tal fue, en la aurora de nuestros
tural, posiblemente, el sufrido por los que fueron traídos a movimientos sociales, la posición del anarquismo y de otros mo-
estas tierras desde lejanos continentes, el Afríca o Europa. El vimientos coetáneos. Las primeras respuestas en las que la
caso del inmigrante europeo muestra peculiaridades que con- r utopía comenzaría a perder su halo mítico para reducirse a
~
dicionan en este tipo humano su experiencia de ruptura. Ella it los límites más cautelosos de lo posible, surgirían de la profusa
se habrá de jugar entre la cultura ?riginaria que había vivido literatura proletaria de esos años. En el Río de la Plata, la fi-

~I
gura de Germán Ave Lallement, cobra en este sentido .una
272 LA "CONCIENCIA AMERICANA"

importancia que no ha sido suficientemente destacada.:10 A par-


tir de escritores y lucha<;lores sociales como éste y tantos otros,
'1 LA "CONCIENCIA. AMERICANA"

¡uiciar esta distinción, no cabe duda que el campesitlJldO in·


dígena, condenado a la "arqueología", no mostró precisamente
formas de bovarismo, menos aún en los años en que Antonio
Caso hablaba de "bovarismo nacional", en los que el movimien-
273

la experiencia de ruptura quedaría colocada crudamente en los to zapatista había levantado una de las banderas más auténticas
términos dentro de los cuales se daban las relaciones entre · de la Revolución Mexicana. El llamado bovarismo es un fenó-
opresores y oprimidos. Ya no se trata de un problema cultural, .meno comprobable entre nosotros, pero que ha caracterizado,
sino de una cuestión social. de modo particular, a ciertos grupos de élite, ciudadanos, en
Concluiremos esta compleja problemática de la que hemos los que la experiencia de ruptura se ha encontrado condicionada
tan sólo mostrado algunos aspectos, refiriéndonos al fenómeno por aquella conciencia culposa de la que hemos hablado.1.a
que siguiendo un viejo libro de Jules de-Gaiiltier; ha sido Ha-
mado ''bovarismo". Como otros hechos de los· que hemos ha-
-blado, es éste una manifestación de la conciencia de ruptura.
Se trata de una subordinación del yo real a un yo ficticio, un
vivir en sueños lo que se hubiera deseado ser que concluye
organizando nuestra vida sobre la base de una mentira de
nosotros mismos. Y por cierto, esa realidad llusoria conduce
al rechazo y desprecio de lo. nuestro, como lo que se opone
a la realización de un mundo de modelos inalcanzables. Algunos
escritores que se han preocupado por caracterizar nuestras
formas culturales han Hegado a pensar que el bovarismo es un
hecho que puede ser considerado como característico de toda
una sociedad. Antonio Caso ha hablado, en efecto, de un "bo-
varismrr nacional" y en el mismo sentido lo ha hecho Joáo
Cruz Costa en sus análisis de la cultura brasileña.U Sin embar-
go, difícilmente podría ser considerado el bovarismo como un ~

fenómeno _de alcance nacional y, menos aún, continental, por


cuanto se trata de un hecho que es propio de determinados
grupos sociales y muy particularmente de ciertos intelectuales
embarcados en ideologías no siempre compartidas. A ellos se
refiere con claridad José Vasconcelos cuando nos habla de "una
timidez y mimetismo de especie inferior" que "lleva a nuestros
europeizantes y sajonizantes a concebirse bovaristicamente dis-
tintos de lo que son" y, frente a los cuales decía, con razón,
que "la primera condición de lo que perdura es afirmarse en
lo que se es".12 El mismo Caso desmiente su concepto de "bo-
varismo nacional" en su Sociología, obra en la que divide Ia
humanidad mexicana en "hombres históricos" y "hombres ar-
queológicos", es decir, fuera de la historia. Sin entrar a en-
10 Alfredo López, Historia del movimiento social y de la clase obrera ar-
gentina, Buenos Aires, Programa, 1971; y Hobart Spalding, La clase traba-
jadora argentina, Buenos Aires, Galerna, 1970.
11 Antonio Caso, "Bovarismo nacional" ( 1917), en Doctrinas e ideas,
México, Botas, s. a., p. 166 ;· Joiio Cruz Costa, Esbozo de una historia de
las ideas en el Brasil, México, Fondo de Cultura Económica, 1957. Cf. Leo-

7~
poldo Zea, ..Caso y el bovarismo nacional", en Dependencia y liberación en
la cultura latinoamericana, ed. cit. 13 Antonio Caso, Sociologla, ed., México, Porrúa, 195<i, pp. 134-135.
12 José Vasconcelos, Bolivarismo y monroí.rmo, Santiago de Chile, Ercilla,
1934. .
r
EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y ESTRUCTURA 275

en relación con el sujeto que organiza sobre él su propia ex-


XV. EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y periencia. Respecto de la vida cotidiana, es decir, de las res-
ESTRUCTURA AXIOLóGICA DEL DISCURSO puestas inmediatas y concretas dadas frente a cada momento
del acontecer vital, lo axiológico es puesto y entendido necesa-
riamente,.como a priori. La experiencia, ya lo sabemos, no sería
LA EXIGENciA de ponernos para nosotros mismos como valiosos posible sin ese modo de anterioridad. Pero, la empiricidad del
supone, como es obvio, una toma de posición axiológica. Tal sujeto no es la experiencia, sino algo previo tanto a ella como
actitud se refiere, como ya lo hemos dicho, a un nosotros que · a los universales que la hacen posible, y, en tal sentido, lo
reviste los caracteres de un sujeto empíric6. Ahora bien, entre axiológico es un a posteriori mediante el cuat<>cada nosotros his-
lo valorativo y la experiencia hay una relación necesaria en tórico se abre a la comprensión tiel mundo en su proceso de
cuanto que ésta es imposible sin el juicio de valor sobre el hacerse y gestarse, sea de ~módo auténtico o inauténtico. Por
cual se organiza. No hablamos, por cierto, de la experiencia donde necesariamente hemos de concluir que lo axiológico, que
que el hombre llamado "científico" intenta organizar con ob- tiene siempre los caracteres de una "toma de posición", se funda
jetos que no deberían ni podrían ser "empañados" con lo valo- en nuestra empiricidad o, por lo menos, debe fundarse en ella en
rativo. La experiencia de la cual nos ocupamos y que es la cuanto "propia".
que reclaman las cienCias humanas, arranca, como toda expe-
riencia, de un a priori que es su fundamento de posibilidad y
1 Decimos que por lo menos debe fundarse en ella, porque
sucede que nuestro discurso puede estar organizado sobre sis-
que por tanto la constituye como tal. Se trata de un a priori temas axiológicos estructurados desde horizontes de compren-
antro¡:rológico que es, por eso mismo, fundamentalmente axio- sión que no tienen su raíz en un reconocimiento de nuestra pro-
lógico y muestra la típica aprioridad material que es propia pia empiricidad. La alienación no es otra cosa, en uno de sus
de los valores. aspectos, que el aceptar como propios, y -renunciando a nuestra
D.e_este modo está dada la posibilidad y, a la vez, la necesidad autoafirmación, los principios sobre los- cuales otro sujeto his-
de fundar una posición axiológica, que tiene su lejano ante- tórico ha intentado universalizar su experiencia. Se tratá de
cedente en aquel "poner" (títhem~e la filosofía clásica y que un desconocimiento de la única vía mediante la cual lo sujetivo
retoma Hegel; posibilidad y necesidad de organizar el a priori y lo objetivo se integran en una unidad superior: la afirmación
que surge de la empiricidad del nosotros, cabalmente expresada del sujeto como valioso para sí mismo, raíz de la organiza-
en el acto de "ponernos", sobre el cual se organiza la expe- ción de su propio mundo de valores y de la tabla sobre la cual
riencia. El a priori antropológico, en cuanto que es histórico, se jerarquiza el mundo y resulta posible la experiencia.
marca los límites y la naturaleza de nuestro horizonte de com- Como es sabido, todo esto se juega entre dos términos discur-
prensión, integra la subjetividad en una universalidad objetiva sivos: el de la hipostasiación de los universales, que parte del
cuyos caracteres coinciden con los de la pretensión de univer- supuesto de una posible experiencia definitiva y única, y el
salidad ínsita en la noción o prenoción del valor y, a su vez, de la relativización nominalista de ese mismo mundo axioló-
con los de la parcialidad del encuadre histórico inevitable de gico, que oscurece toda experiencia posible. Cuando José Martí
nuestra subjetividad. Ésta, para serlo acabadamente, habrá dejó fundada toda ontología, al afirmar que se debe poner lo
de ser una subjetividad consciente de esa estructura de lo subje- absoluto como relativo, venía a sosteñer la materialidad del
tivo-objetivo y su individualidad sólo es comprensible a partir a priori histórico, su única raíz, la de un sujeto que se reconoce
de la naturaleza sociªl del sujeto. y se afirma a partir de su connatural diversidad· social e his-
La realidad se le presenta al hombre, de este modo, no como tórica, pero que no se hunde en ella, sino que justamente desde
una naturaleza hecha, una natura naturata, sino como una natu- ella pretende alcanzar una mirada universal. Materialidad de los
raleza haciéndose, no como una contemplación del mundo, sino valores que no sólo deriva de la afirmación de una moral, lla-
como un ir haciéndose su propio mundo y a sí mismo, es decir, mémosle eudemonística si se quiere, sino también de la histori-
un ir creando los propios códigos desde los cuales ese mundo cidad ·de lo axiológico. Carácter, este último, que surge del
puede ser comprendido dentro de determinados horizontes de hecho de la recreación permanente del a priori y, por tanto, de
universalidad. su aprioridad relativa, mas también, de la inescindible comuni-
dad del bien y del valor.
Esto plantea el problema de los modos de prioridad del valor
Todo nuestro mundo axiológico se organiza en relación con un
274
'~""

EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y ESTRUCTURA 277


276 EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y ESTRUCTURA
ciencia histórica llevó a Platón a considerar las dos posiciones
sistema de referentes a los que pretendemos aprehenderlos como aporéticas y, P<?r tanto, a invalidar en principio a ambas.
desde principios no sólo universales, sino también absolutos, y Sin embargo, una ciencia entendida como "saber en mí de
que integran, a su manera, ese mismo mundo referencial. Ahora lo en mí" no implica necesariamente la negación de la tras-
bien, una de las actitudes ante los valores, se caracteriza por cendencia, sino el único modo como Jo trascendente se organiza
el hecho de considerarlos separados o escindidos de los bienes, para el hombre y es organizado por el mismo.
dentro del contenido del referente o "realidad objetiva". En La única vía de rescatar en su justo peso la inevitable función
tal sentido se ha dicho, y éste sería uno de los caracteres del de apoyo sobre la que se establece el discurso, que no con-
platonismo, que los bienes son los "portadores" de los valores duzca a los riesgos del ontologismo, ya sea mediante la ab-
y que gozan de lo absoluto en la medida-en que son o no su · solutización del valor o la absolutización y a la vez identifica-
cumplida realizacion. - - - ción en tal sentido del valor y del bien, se encuentra en la
Pero esta manera de entender la relación entre bienes y afirmación de la relatividad que señalan la segunda fórmula
valores es tan sólo una de las respuestas ante el problema. Se de la que nos habla Platón, quien más allá del platonismo
da, de hecho, otra actitud según la cual los valores y bienes -como sucede con todos los grandes pensadores y los "ismos"
se muestran como identificados a tal extremo que, en muchos que desde ellos se elaboran- dejó sentadas las dificultades
casos, son enunciados con un mismo término. Para el pensa- no tanto de la segunda tesis como de la primera.
miento político latinoamericano del siglo XIX, por ejemplo, la El discurso liberador sólo puede organizarse sobre la com·
palabra "civilización" era usada tanto para significar al valor prensión relativa de valores y de bienes, aun cuando la ,con-
como al bien y otro tanto sucedía con el término "barbarie", ciencia espontánea tienda a considerar movida, en ocasiones, por
en cuanto antivalor y estado social negativo concreto. impulsos liberadores, la universalidad del valor como ma-
El discurso político, que es en este caso el que nos interesa nifestación de un modo de ser absoluto. Considerando el pro-
por cuanto muestra el problema en toda su complejidad, re- blema desde el punto de vista de la empiricidad del sujeto,
curre a ambos modos de comprensión según la actitud que el sucede que no cabe sino afirmar un mismo peso ontológico al
sujeto del discurso adopte respecto de la realidad. El discurso valor y al bien, del mismo modo que sucede--con el ser y el
político opresor, en cuanto que es instru~ento de lucha ideo- tener. La tenencia, que es apropiación de bienes, hace al ser
lógica en una etapa de ascenso de un determinado grupo social concreto del hombre, que funda desde su propia empiricidad
y por tanto de enfrentamiento con otros grupos, mostrará la
tendencia a separar bienes y .valores. Esta actitud, en una se- su mundo axiológico.
El ponernos para nosotros mismos como valiosos exige una
gunda etapa, de consolidacióp, será remplazada por la tenden- toma de posición axiológica fundada a partir de una empiri--
cia opuesta, según la cual no hay distinción entre el valor y cidad propia. El problema se juega todo entero entre una
el bien. En un primer momento, los valores son absolutos y los propiedad y una impropiedad de aquel acto. Para que lo pri-
bienes relativos; en un segundo momento, lo absoluto com- mero sea posible, es necesario que la natqraleza histórica del
prende tanto lo uno como lo otro. En el primero, la distinción a priori antropológico adquiera una determinada plenitud, he-
sirve para justificar la violencia inicial necesaria; en el segundo, cho que sólo es posible en la medida que la conciencia histórica
funda lá posibilidad de declarar el fin de la historia. adquiera el sentido de una toma de conciencia, a lo que sólo
Ahora bien, la raíz de la afirmación de que el bien es lo que se tiene acceso dentro del marco de la vida social y por la
imperfectamente realiza un valor y en tal sentido es su porta-
dor deficitario, como el origen de la afirmación de que ambos vida social.
Ese acto de posesión de conciencia se juega constantemente
se identifican, se encuentra en la relación del sujeto empírico ante una circunstancia concreta, en relación con la cual se.
con la realidad social en cuyo seno se lleva a cabo su "ponerse", manifiesta como un juego de identidad y diferencia. La concien-
es decir, su hacerse y su gestarse. cia histórica es, en efecto, una misma cosa con ese ejercicio de
De hecho no hay para el hombre ni valores ni bienes abso- ~dentificación y diferenciación concomitantes. Mas, las respues-
lutos. Ya en el Parménides platónico quedaron planteadas las tas ante las diversas situaciones que vive el sujeto son posi-
dificultades que encierra una "ciencia en sí de lo en sí", un bles en la medida en que éste or¡mnice su propio desarrollo
saber de lo absoluto por parte de un sujeto que, consciente en cuanto experiencia. Ésta, ya lo hemos dicho, es ontológica-
de su relatividad, descubre que sólo puede instalarse en una mente posterior a la empiricidad que constituye al sujeto en
"ciencia en mí de lo en mí". La carencia de una toma de con-
r~·

EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y ESTRUCTURA 279


278 EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y ESTRUCTURA

cuanto tal. como la historia en cuanto lo acaecido o sucesión de espacialidad sociales y, por esto mismo, se organizan sobre los
experiencias, es del mismo modo necesariamente posterior a la conceptos de "hombre natural" y "hombre histórico". A la vez,
historicidad, raíz de toda posible torna de conciencia histórica. ese proceso avanzaría de- un ejercicio de identificación-dife-
La organización de la experiencia, su acrecentamiento, su renciación, en el que el hombre sería pasivamente determinado
mejoramiento, se encuentra sometida a una permanente circuns- por una circunstancia que le es externa, hacia una identifica-
tancialidad, es decir, se presenta siempre corno relativa a un ción-diferenciación sobre la base de una naturaleza transfor-
lugar y un tiempo, hecho que plantea el problema de la natu- mada, momento en el qp.e el tiempo y el espacio habrían ad-
raleza-de-Jas-formas de temporalidad y de espacialidad. Por otra quirido valor de categorías sociales, primero tímidamente en
parte, las respuestas dadas ante las diversas circunstancias, la etapa de la "barbarie" y luego, abiertamente, al accederse al
son consecuencia y causa no sólo de la identidad del sujeto, estadio de la "civilización". En el primer caso, el hombre es
sino que son causa creadora de la circunstancia misma. De un ente que resulta identificado; en la etapa final del proceso,
ahí que no solamente se logra una identificación por el acto se trataría de un ente que se identifica en su enfrentamiento
de organización de la experiencia en relación con una circuns- con una realidad que ha sido transformada en ese esfuerzo
tancia, en el sentido de lo que me rodea o me es externo, sino mismo de identificación-diferenciación.
que en cuanto la experiencia modifica o transforma la circuns- Desde el punto de vista de las "historias hipotéticas", tal
tancia, el sujeto alcanza su identidad por obra de la circunstan- __ corno las que proponían pensadores corno Rousseau, pareciera
cia misma. ser un hecho incontrovertible que-la humanidad surgió de un
El ejercicio de identificación y de diferenciación y su rela- estadio previo de animalidad, extraña por tanto a las formas
ción con la circunstancia, depende de la comprensión de las de temporalidad y espacialidad que derivan de su historicidad.
formas de temporalidad y espacialidad. La noción de circuns- El problema radica en la licitud de tales historias, sob're todo
tancia supone, como ya hemos anticipado, las de tiempo y es- en el momento en el que de la hipótesis se pasó, ya muy am-
pacio, pero también a la vez, las de naturaleza y sociedad y, pliamente desde fines del siglo XVIII, a tratar de confirmarla
por eso mismo, los conceptos de temporalidad y espacialidad sobre la base de pretendidos datos empíricos. Lo que ha que-
físicas y de temporalidad y espacialidad sociales, muchas veces dado probado es que no hay tal posibilidad por esa vía, ni la
confundidos o reducidos los unos a los otros. hubo, y~ no queda otra, filosóficamente, que la que permite
Por otra parte, aquel ejercicio de identificación y de dife- un análisis fenomenológico de las figuras de la conciencia.
renciación no se ejerce solamente respecto de nuestra relación Esta visión de la historia humana, que creía verse confir-
con la circunstancia, sino que surge además del modo como se- mada con la avalancha de datos aportados por viajeros y an-
ñalamos ese ejercicio en otros, hecho que viene a integrar nues- tropólogos, antes que ser una tarea propiamente científica,
tra propia circunstancia. Puede suceder que respecto de deter- respondía a la necesidad de identificación-diferenciación del
minadas sociedades o grupos humanos, en los que el dominio hombre europeo en relación con el resto de las poblaciones
de la naturaleza es rudimentario o primitivo, se entienda que del globo en vías de conquista, acto aquél que se apoyaba en
priman la temporalidad y espacialidad físicas, sobre la tempo- una distinción entre un hombre histórico, capaz de alcanzarlas
ralidad y espacialidad sociales y se considere por tanto, que por cuenta propia y un hombre natural que las padecía.
la identificación y diferenciación de esas mismas sociedades Aquella categorización entre un hombre que es "identificado"
sea algo derivado de una circunstancia que es vista como lo y otro que "se identifica", pensada corno etapas dentro de una
externo o lo contrapuesto al hombre. Una sociedad en la que filosofía de la historia, era a la vez, una distinción establecida
no se ha creado el espacio social agrícola, ni tampoco el espacio dentro de las clases sociales en el seno mismo de la cul(l.lra
social de la ciudad, viviría sumergida, según esta posición, en el europea que dio nacimiento a esa misma filosofía. La burgue·
espacio físico de la naturaleza, sujeta a la vez a sus formas de sía, en su momento de consolidación, en plena Revolución
temporalidad y sería considerada, por esto mismo, en el típico Industrial, entenderá que el proletariado es un sujeto "iden-
discurso opresor, como naturaleza y no como historia. tificado" por la circunstancia, mientras que la clase social de-
Los tres estadios de la cultura humana elaborados por la tentadora del poder político y económico, se consideraba como
antropología y la etnografía del siglo XVIII, los del "salvajismo", "identificándose" a sí misma. Con ello -se utilizaban las no-
la "barbarie" y la "civilización", suponen el paso de una tem- ciones de tiempo y espacio social, con valores distintos, que
poralidad y espacialidad naturales, al de una temporalidad y s4ponían una diferencia entre sujetos propiamente históricos y
280 EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y ESTRUCTURA EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y ESTRUCTURA 281

sujetos que, aun· cuando incorporados a una historia mundial, historia. El mundo es, de ese modo, a priori en sí mismo, pero
vivían su cotidianidad dentro de formas de temporalidad seme- a posteriori respecto de su codificación. Se trata, para el hom-
jantes al tiempo de la naturaleza. Los movimientos revoluciona- bre, de una natura naturans. y del mismo modo tenemos que
rios en los cuales el proletariado industrial tuvo importante decir que la conciencia es posterior a lo social y que el paso
papel, los de 1830, 1848 y 1871 en Francia, supusieron, por parte de la mera conciencia "en sí", a la autoconciencia, o concien-
de ese proletariado, una valoración distinta de los propios cia "para sí", es el paso de lo que sería simplemente "tiempo",
modos de temporalidad. a la historia, y sólo es posible para una autoconciencia por
De todo lo dicho se concluye que la circunstancialidad propia obra de otra. Lo social, del mismo modo que lo que hemos
de la experiencia, es siempre y necesariamente, a la vez, social llamado antes "mtmdo", es condición de posibiliaad clé-la con-
e histórica, aun en el caso de las denominadas sociedades -- ciencía,- lo que no impide que lo social sea asimismo para el
"primitivas". En ellas es posible señalar aquella conciencia ori- humbre, también una natura naturans y no una natura naturata
ginaria de historicidad, aun cuando no se constituya en lo que imposible de recodificar.
hetnos denominado una "toma" o "posesión" de la misma. Y La identidad le viene al hombre, pues, de su inevitable y ne-
otro tanto ha de decirse de las clases sociales "inferiores", aun cesaria inserción espacio-temporal. Ahora bien, la circunstancia
dentro de sociedades que se consideran en estadios culturales entendida, a su vez, como instancia, nos da el alcance de lo que
desarrollados. hemos denominado "situacionalidad". El lugar,. como tellus,
Es necesario, sin embargo, reconocer formas de identificación como mera tierra, tiene un tiempo que no es propiamente "tem-
en las que el hombre actúa de modo pasivo y en que resulta poralidad" y sólo cuando es convertido el primero en la se-
por tanto identificado, pero la causa de este hecho no se en- gunda, la tierra pasa a ser "geografía", en el sentido originario
cuentra en que sea un "hombre natural", absorbido por una de este término; deja de ser naturaleza por lo mismo que es
circunstancia extraña y omnipotente, sino que se trata de un codificada o, según la palabra, "graficada" y pasa a integrar la
hecho cultural. Las formas de alienacióq, no suponen, en efecto, historia. Es decir, que la categoría de lo temporal es realmente
un "hombre natural", sino una pérdida de historicidad y, en definitoria de toda circunstancia y lo que funda toda identifi-
tal sentido, un regreso a la necesidad, siempre dentro del cación y diferenciación. Hay, en efecto, modos propios de vivir
ámbito ~a cultura humana. Aunque parezca una paradoja, la temporalidad por parte de los distintos pueblos, culturas o
no hay para el hombre posibilidad alguna de "regreso a la grupos sociales, que no se diferencian como modos ontológicos,
naturaleza", sino como hecho no-natural, es decir, como cul- sino simplemente como modos históricos del hacerse y del
tural o histórico. gestarse.
No hay por tanto, propiamente hablando, una circunstancia Todo lo cual no supone que la conciencia sea, sin más, liber-
externa que determine e identifique radicalmente al hombre tad enfrentada a una realidad externa como pura necesidad.
desde afuera, sino que siempre, de algún modo, en mayor o La conciencia es lucha por pasar de la necesidad a la libertad,
menor grado, según sea la relación de dominio y transforma- necesidad que no está dada únicamente en las cosas, como si
ción de la naturaleza, la circunstancia se nos presenta como la naturaleza fuera lo radicalmente enfrentado a nosotros, sino
interna. Y lo es en cuanto la circunstancia es percibida como tal también en la conciencia misma, por cuanto es posterior onto-
desde un a priori que permite la integración de lo subje- lógicamente af mundo. El paso del "en sí" al "para sí" es el
tivo y lo objetivo en una unidad superior. "Lo que está alre- modo como se expresa la emergencia de la conciencia, movi-
dedor" (circum-stare), sólo puede "rodearme" en cuanto que miento que implica la posibilidad permanente del regreso al
está a la vez "dentro de" (es un in-stare), es decir que depende "en sí", a la reificación y deshistorización tanto de nosotros
de un enrejado axiológico, de una codificación que implica una como de los otros. La lucha del hombre por la humanización
jerarquía y una taxonomía de la realidad, que sólo deja ver lo ¡·
se oscurece cuando hacemos de la natura naturans una simple
que entra dentro de lo codificado y según el modo como lo ha natura naturata, único modo como la conciencia opresora en-
sido. tiende todo hacerse y todo gestarse.
Esta interpretación no supone una reducción del ser al per- De la circunstancia proviene, pues, la identidad y la diferen-
cibir. La trascendencia del mundo es un hecho irrefutable y ciación, pero el principio de la misma se encuentra en la con-
la conciencia es posterior al mundo, pero la conciencia hace ciencia histórica originaria, que define al hombre como sujeto
su mundo, en un proceso de conversión de la naturaleza en y su raíz se .encuentra en esa empiricidad desde la cual surge y
EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y ESTRUCTURA 283
282 EMPIRICIDAD, CIRCUNSTANCIA Y ESTRUCTURA
. ston de la jerarquía (lo inferior pasa a ser superior) y de una
se organiza nuestro universo valorativo. La exigencia de fundar
una posición axiológica sobre nuestra emp1ricidad, con sentido reordenación de la taxonomía (lo que es segundo, pasa a ser
de propiedad, obliga a dar el paso de aquella conciencia origi- primero dentro de la topografía del código).
naria, hacia la toma o posesión de la misma. Un discurso que no sea simplemente un "antidiscurso", es
decir, que no sea "un discurso en lugar de", como sería el se-
No estará de más que insistamos en que el acto de ponernos
gundo caso que hemos señalado, sino de verdad un discurso
a nosotros mismos como valiosos, no parte de un "yo trascen-
que sea realmente otro y, en tal sentido, contrario, habrá sin
dental" cuya posibilidad le deriva de la improbable constitución
duda de reelaborar la estructura axiológica sobre la base de dos
de un "sujeto puro", ni~ su relación con otra autocon;;;- -
principios fundamentales: el primero, que la raíz de esa es-
ciencia puede ser: explicada como una "intersubjetividad tras- tructura sobre la cual intentamos ordenar nuestra propia reali-
cendental".. E.se sujeto es, como lo hemos dicho, un nosotros
dad, es la propia empiricidad, consciente de sí misma en cuanto
que poco tiene que ver con los derivados que generó el ego
tal, es decir, de la diversidad desde la cual enunciamos nuestro
cogito de la modernidad europea, aun cuando tenga alguna discurso; y el segundo, que con nuestra palabra no hemos
raíz en éste.
codificado para siempre, es decir, que el hombre se encuentra
En el nivel discursivo, los valores y los bienes integran el ante una natura naturans, que es _lo que le abre la posibilidad
contenido referencial, la "realidad objetiva", aquello sobre lo hacia una humanización. Y por cierto que el motor, tanto del
que se· entabla la comunicación. Hemos hablado de un conte- antidiscurso como del discurso contrario, se encuentra en la
nido antropológico del referente, ahora debemos decir que tal experiencia de dependencia y dominación, y es por eso que
contenido, sobre el que se organiza en cada caso el saber acerca ambos aparecen como "liberadores", aun cuando sólo el segun"
de lo humano, es inescindible respecto del contenido axioló- do pueda ser considerado propiamente como tal.
gico de ese mismo referente. Si el contenido antropológico El problema de la constitución de estas formas discursivas
muestra inclusiones y ex~lusiones, alusiones y elusiones, se debe plantea, una vez más, el de la naturaleza social de la circuns-
a que se da como una estructura cuyo principio se encuentra tancia, como también el de la- -necesidad de la superación de
en el juicio de valor. Esa estructura, que se presenta con los los circunstancialismos, en cuanto han sido estructurados teóri-
caracteres de un código, muestra una tabla contrapuesta de va- camente sobre categorías que conducen al desconocimiento J:1e..,
lores y antivalores, una especie de "antilogía", como asimismo
una jerarquía organizada sobre los conceptos de lo "superior" la noción de "instancia".
y lo "inferior" tanto para unos como para otros. Por último,
en la medida en que los valores son impensables sin su rela-
ción con los bienes, el contenido axiológico del referente cons-
tituye una taxonomía. Cada bien posee un "lugar" que se supone
le deriva tanto de su contraposición con los "males" corres-
pondientes, como de su posición respecto de otros bienes, que
le son superiores o inferiores. Todo esto constituye el. enrejado
desde el cual el hombre _convierte la realidad, natural y social,
en un "mundo", entendida ahora la palabra en el sentido clá-
sico de lo ordenado.
Ahora bien, la conciencia histórica, en cuanto conciencia de
identidad, mueve a la enunciación de un discurso que sea ex-
presión de la propia empiricidad. Mas, la expresión "discurso
propio" es profundamente ambigua y depende del sujeto que ,.
afirma el nosotros, por donde aquel discurso puede ser sim-
plemente la repetición. del discurso opresor, sin modificación
de su estructura antilógica, jerárquica y taxonómica; como
puede ser, en un segundo caso, la elaboración de un nuevo dis-
curso opresor sobre la base de una permutación de los términos
de la antilogía (el antivalor pasa a ser valor), de una inver-
r
.
J NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO 285
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escritos juveniles de ambos. Aquella contradicción determina
XVI. NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL de modo evidente la estructura del Facundo, y se encuentra
DISCURSO PROPIO manifestada, si bien de un modo no dramático, en los escritos
juveniles de Alberdi. Ya hemos hablado del "paternalismo vio-
lento" y del "fraternalismo populista" de uno y de otro, posi-
Nos PROPONEMOS hablar del problema de la necesidad y posibi- ciones que si bien muestran matices diferenciales, coinciden en
lidad de un discurso propio, teniendo en cuenta los primeros el fondo y son compartidas con los demás integrantes de la
planteos hechos al respecto en el Río de la Plata. Si bien para primera ge~eración romántica rioplatense. Por encima de todo
abarcar en todos sus ricos desarrollos a aquéllos, deberíamos esto, rige lo que hemos llamado "voluntad de discurso propio",
encarar el estudio de toda una generación intelectual dentro de y el grado de "impropiedad" en que~uedan -hab€1"-~ído, no
la que se destacaron numerosos y significativos escritores, cen- disminuye aquella voluntad, sino que la muestra en__toda su
traremos este último capítulo en la figura de Juan Bautista naturaleza conflictiva, e incluso con una autenticidad de la que
Alberdi. Bien es cierto que un análisis comprensivo, en el sen- han carecido innúmeros intelectuales que creyeron poderse
tido que quisiéramos hacer, debería conducirnos a prestar una colocar por encima de ellos.
igual atención· al Facundo de Sarmiento, libro que puede ser Aquel universo discursivo excede, como es lógico pensarlo, lo
leído como texto filosófico, como lo vio claraJ11«:!IJte Rodó en literario, y resultaría imposible desmontarlo si no se intenta,
su momento. En ambos escritores ~s visible, por lo demás, lo
1
a su vez, la reconstrucción de la totalidad discursiva de la
que podríamos llamar una "voluntad de discurso propio", que sociedad de su época, la que es realizada, en parte, por los mis-
más allá de las críticas que puedan hacerse al intento concreto mos escritores. La riqueza con que aparece aquel universo, que
de alcanzarlo, se mantiene en ellos como impulso constante y incluye formas discursivas "vulgares", y que se apoya en la
actitud plenamente consciente. Debido a ello, no sólo inten- idea de que existen niveles de saber que van desde lo "pre-
taron dar cuerpo y realidad a tal forma discursiva, hecho rica- científico" a lo "científico", confirma en parte el grado de "pro-
mente alcanzado en Sarmienttr, -sino que tanto el escritor san- piedad" alcanzados en cada caso.
juanino como Alberdi, esbozaron una teoría de lo discursivo Por último, es importante insistir en el sentido hondamente
que exige ser rescatada. -=- conflictivo que adquiere la construcción del universo discur-
Ahora bien, ¿cómo se desenvuelve el hilo de lo que podríamos sivo dentro de la comprensión romántica, en un momento en
considerar "discurso propio" en ambos escritores? Una res- el que las relaciones humanas típicas de la antigua sociedad
puesta es la que puede ser intentada a partir del desmontaje feudal, en medio de un crecimiento verdaderamente explosivo,
de lo que en cada uno de ellos constituye su "universo discur- venían a entrar en abierto antagonismo con los proyectos de las
sivo". El discurso propio se va desarrollando en ambos sobre preburguesías locales amenazadas. Las respuestas debían ser
la base de un mundo de "discursos referidos", frente a los cuales creativas y a la vez realistas, condiciones ineludibles, sin duda,
se dan posiciones ·de rechazo, explícitas o implícitas, como para poder concretar aquella voluntad de discurso propio de
también actitudes de revaloracióit, consecuentemente acompa- la que hemos hablado.
ñadas de una actitud que podría ser considerada como dialéc- Estos escritores se plantearon agudamente la necesidad de
tica. Hay, en efecto, tanto en Alberdi como en Sarmiento, una una "emancipación mental'', que no apuntaba tanto a una edu-
aceptación de ciertas formas discursivas que son entendidas cación de las masas campesinas --aun cuando esto fuera mo-
como momentos del propio discurso y de las cuales deriva, en mento importante dentro del proyecto ideológico- cuanto a la
parte, justamente, su "propiedad". El estudio _de las formas propia emancipación como intelectuales, que hiciera posible
di\lersas de alusión, como asimismo del modo como se hace un discurso que más allá de una eficacia política, fuera expre-
presente para nosotros lo eludido, conduce a un análisis del sión de la propia realidad. No cabe duda que las estrategias
universo discursivo que excede lo meramente textual. El pro- t
dialécticas, de las que hemos hablado, conformaron aquella vi-
yecto ideológico, común a ambos escritores como integrantes sión de la realidad, haciendo entrar en conflicto una actitud
de un mismo grupo social, habrá de entrar en contradicción de apertura, siempre presente en diverso grado y sentido, con
con una cierta apertura que rige el universo discursivo en los las limitaciones que imponía la extracción social de estos es-
1 José Enrique Rodó, Obras Completas, Madrid, AguiJar, 1957, p. 841. critores. Esa naturaleza conflictual es, sin embargo, una de las
mayores riquezas de estos intentos iniciales de discurso propio,
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élite tuvo, además, la experiencia, definitoria en todo sentido
y nos muestra en sus inicios rioplatenses, algo que es una en el Río de la Plata, de la aparición de un nuevo sujeto his-
constante dentro de cuyos marcos se desarrolla, de modo ine- tórico, las masas campesinas, que bajo la conducción de sus
vitable, todo ejercicio de tal discurso. caudillos, habían despertado un "americanismo" con el cual
No es casual que la problemática de una "filosofía americana" expresaban, aun cuando de modo difuso y espontáneo, sus pro-
apareciera, pues, dentro de la búsqueda de un "discurso pro- pias demandas sociales. No es extraño que Alberdi, el primero
pio". Mas, tampoco lo es, que el "americanismo literario" en enunciar la necesidad de una "filosofía americana", habla-
acabara por confluir, en particular en Sarmiento, en un que- ra en términos que taLvez podríamos categorizar como "popu-
hacer que no era ajeno a aquella filosofía, aun cuando fu~a listas", como no es ajena la exigencia de un "discurso propio"
manifestada a través de otros recursos expresivo~. Filosofía y en algunas posiciones políticas de este tipo, aun a pesar del
literatura surgieron ambas en manos de e~Q_S escritores, con riesgo de impropiedad, tal como lo hemos visto páginas atrás.
un fuerte sentido social y fueron, por lo menos en sus inicios, La formulación de una "filosofía" y una "literatura" ameri-
"filosofía social" y "literatura social". No se desarrollaron, por canas, fue considerada en los dos documentos iniciales progra-
lo demás, ajenas a un saber histórico y ambas fueron, en sus máticos, el de Alberdi y el de Lamas, ambos de 1838, como una
expresiones más importantes, filosofías de la historia. De ahí "segunda emancipación" a la que se denominó "independencia
que la filosofía, si bien con formas académicas, eri el caso inteligente" (Lamas) o "conquista de la inteligencia americana"
de Alberdi, o acompañada de un brillante ropaje literario, como (Alberdi). 2 Esta exigencia no fue indudablemente exclusiva de
sucedió en el Facundo, estuvo presente en ambos, y en los dos los románticos rioplatenses, y puede ser señalada en numerosos
podríamos intentar desentrañar cuáles eran las condiciones que otros escritores hispanoamericanos de la época y, más aún, tiene
pensaron como necesarias para la elaboración de un discurso antecedentes entre los ilustrados. Ambos textos, que bien pueden
propio. ser considerados como el "acta de nacimiento" de los movi-
Los principales momentos de todo este rico proceso, 9entro mientos filosófico y literario rioplatenses, exceden, dado el
del cual prestaremos atención a sus planteas alberdianos, tu- sentido social que poseen, dichos campos de expresión y resul-
vieron lugar entre los años de 1837 y 1845. Son ellos los de la tan ser, en verdad, una especie de programa emancipador que
constitución del Salón Literario en Buenos Aires y de la apa- abarca la cultura en todas sus manifestaciones, incluyendo lo
rición del Facundo en Santiago de Chile. En 1838 se publicó
en la capital argentina, el Fragmento preliminar al estudio del social, lo político y lo económico.
derecho de Juan Bautista Alberdi, en el que aparece por primera Decía Alberdi: Nuestros padres nos dieron una independencia
vez el tema de una "filosofía americana", que sería retomado material; a nosotros nos toca la conquista de una forma de civi-
de modo singularmente preciso en las célebres Ideas para pre- lización propia: la conquista del genio americano. Dos cadenas
sidir a la confección del curso de filosofía contemporánea en nos ataban a la Europa: una material que tronó, otra inteligente
el Colegio de Humanidades, escrito dado a conocer en Monte- que vive aún. Nuestros padres rompieron la una por la espada;
video en 1840, que estuvo precedido, dos años antes, por la nosotros romperemos la otra por el pensamiento. Esta nueva con-
quista deberá consumar nuestra emancipación. La espada, pues,
polémica con el profesor Salvador Ruano. En ese entonces, en en esta parte, cumplió su misión. Nuestros padres llenaron la
las páginas de El Iniciador de Montevideo, el uruguayo Andrés misión más gloriosa que un pueblo tiene que llenar en los días
Lamas dio a conocer su manifiesto de una "literatura ameri- de su vida. Pasó la época homérica de nuestra revolución. El
cana", en un texto notablemente paralelo al que Alberdi había pensamiento es llamado a obrar hoy por el orden necesario de
incluido en sus páginas del Fragmento. · las cosas, si no se quiere hacer de la generación que asoma el
La "filosofía americana" y el "americanismo literario" sur- pleonasmo de la generación que pasa. Pasó el reinado de la
acción: entramos en el del pensamiento. Tendremos héroes, pero
gieron en manos de un grupo joven que integraba una élite
culta que había recibido las influencias del historicismo román-
tico europeo, en sus formulaciones generadas como consecuen-
i saldrán del seno de la filosofía. Una sien de la patria lleva ya
los laureles de la guerra; la otra sien pide los laureles del genio.
La inteligencia americana quiere también su Bolívar, su San Mar-
cia de la Revolución de 1830 en Francia. Su ideario se declaró en tín. La filosofía americana, la política americana, el arte ameri-
sus inicios, "socialista", dentro de marcos que se aproxima-
2 Cf. nuestro trabajo: "El valor actual de la llamada emancipación men-
ban a un cierto socialismo utópico y, a la vez, "nacionalista", t t.al", en Latinoamérica. Anuario de estudios latinoamericanos, .México, UNAM,
con un sentido de "nación" que no aparecía como incompati-
ble con una vocación de unión continental americana. Esta núm. 12, 1979, pp. 351-362.
1
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cano, la sociabilidad americana, son otros tantos mundos que
tenemos que conquistar.3
¿Qué nos deja percibir ya [se preguntaba Alberdi] la luz naciente
de nuestra inteligencia respecto de la estructura actual de nues-
El programa enunciado por Alberdi no podría ser conside- tra sociedad? Que sus elementos, mal conocidos hasta hoy, no
rado como una propúesta de reducción de toda la problemática tienen forma propia y adecuada. Que ya es tiempo jje· estudiar
americana a la "idea", aun cuando siempre podría señalarse una su naturaleza filosófica, y vestirles de fonnas originales y ame-
· cierta tendencia idealista en la comprensión de los ·hechos y ricanas. Que la industria, la filosofía, el arte, la política, la len-
gua, las costumbres, todos los elementos de la civilización, cono-
fenómenos sociales, que en escritores posteriores acabará por cidos una vez en su naturaleza absoluta, comiencen a tornar
manifestarse con bastante fuerza-7' -conducirá a la equivocada francamente la forma más propia que las condiciones del suelo
afirmación de que las soluciones habrían de ser fundamen- y de ia época le brindan. Depútemos nues¡ro espíritu de todo
talmente de carácter mentaU No es lo mismo exigir una teoría color postizo, de todo traje prestado, de toda parodia, de todo ser-
de la praxis, que afirmar que la praxis se reduce a teoría. En vilismo. Gobemémonos, pensemos, escribamos, y procedamos
verdad, ambas posiciones se encuentran no claramente defi- en todo, no a imitación de pueblo ninguno de la tierra, sea cual
nidas, sin que por ello podamos desconocer la importancia que fuere su rango, sino como lo exige la combinación de las leyes
posee la exigencia de una visión teórica de la realidad y, con- 1 generales del espíritu humano, con las individuales de nuestra
condición nacional.5
secuentemente, la necesidad de un discurso que surja de una
estructura axiológica tal que lo constituya realmente como
¡
Como decíamos, el proyecto de una "filosofía americana", no
palabra nuestra. Este último aspecto es el que justamente sub- se dirige, en este momento contra lo que el mismo Alberdi
rayará el mismo Alberdi al denunciar las formas imitativas y !
llamará, años más tarde, según vimos páginas atrás, un "ameri•
la necesidad de abandonar un discurso servil y ajeno. Lo que le canismo indígena y salvaje", sino contra el discurso académico
interesaba al joven Alberdi, en las páginas del Fragmento, no de los ilustrados. Esta posición surge con claridad de la poi~
- era tanto la necesidad de acabar con la vieja mentalidad his- mica que Alberdi mantuvo en Montevideo, en 1838, con el pro-
pánica que, según el lu.gar común de la época, había creado fesor Salvador Ruano. Era éste un seguidor de los ideólogos
en los pueblos hábitos negativos que impedían el "progreso", franceses, filósofos que habían construido su saber fundamen-
sino cómo había de hacerse para construir un discurso que talmente como una investigación analítica de las ideas. De
no fuera la repetición del nuevo discurso europeo que aparecía acuerdo con su posición, la filosofía_J;ra para Ruano un saber
como el andamiaje ideológico sobre el que habría de recons- universal, sin relación alguna con formas históricas, y el hecho
truirse la "sociabilidad" americana. La "emancipación mental" de que existiera una filosofía "griega" o "alemana", era para
que pedía en estos textos, se refería a ·una . independencia res- él, según sus propias palabras, cosa "de poca sustancia". Por lo
pecto de la nueva Europa, la industrial, y no de España, la mismo, no tenía sentido plantear Ia necesidad de una "filosofía
vieja Europa. Esta posición significaba, aunque resulte extraño, de la nacionalidad" y, menos aún, de una "filosofía nacional".
un reconocimiento positivo de una sociedad feudal, la riopla. J La polémica Ie llevará a Alberdi a negar que la última filosofía
tense, en la que se había producido el despertar de la "plebe". de los ilustrados, la ideología, fuera realmente "filosofía".
3 Juan Bautista Albcrdi, Fragmento preliminar al ·estudio del derecho, La ideología, es decir, la ciencia de las ideas, [dice Alberdi a
Buenos Aires, Hachette, 1955, pp. 55-56. (El subrayado es nuestro.) El do- Ruano] no es Ja filosofía, es decir, la ciencia de la verdad en
cumento de Andrés Lamas, publicado como prospecto de El Iniciador de general, de la razón de ser de todas las cosas, de la vida feno-
Montevideo, en 1838, puede leerse retranscripto por José E. Rodó en su menal y colectiva de la naturaleza, tanto humana y moral, como
trabajo "Juan María Gutiérrez y su época", incluido en el libro El mirador natural y física. Que la filosofía del siglo XIX no es la filosofía del
de Próspero, Obras Completas, ed. cit., p. 679. Lamas no habla de filosofía siglo XVIII, porque cada siglo teniendo su misión peculiar, es decir,
y reduce las fo.rmas de "independencia" a lo civil, literario, artístico e in- sus ideas, sus cuestiones, sus intereses, sus tareas, sus fines ex-
dustrial; circunscribe, además, la cuestión a un problema nacional, sin con- clusivos y propios, quiere tener también su filosofía peculiar.
cederle la amplitud americarta que le da Alberdí.
Porque aun cuando la filosofía es una en todos los tiempos y
4 Cf. nuestro estudio "Los comienzos del pensamiento social y los orígenes 1/ países, pues que la verdad es una en todos los instantes y en todos
de la soCiología en el Ecuador", estudio preliminar del libro de Alfredo
Espinosa Tamayo, Psicología y socio[ogia del pueblo ecuatoriano ( 1918),
Quito, Banco Central del Ecuador y Corporación Editora Nacional, 1979,
1 los lugares, hay sin embargo momentos y lugares en que la filo-
sofía se ocupa exclusivamente de la indagación de ciertas ver-
pp. 9-127.
,.¡ 5 Juan Bautista Alberdi, Fragmento preliminar, ed. cit., p. 53. (El subra-
yado es nuestro.)
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darles, que son las· que importan a ese momento y a ese lugar, presentaban como los academicistas de la época, alienados en
por medio de cierto método, de cierto proceder, que el que su tarea analítica.
conviene a la verdad en investigación: y de ahí es que la filosofía
se divide en distintas épocas, en distintos ramos, que la costumbre La filosofía es para la política, para la moral, para la industria,
ha hecho que se llamen filosofí.as diversas; es así como se llaman para la historia, y si no es para todo esto es una ciencia pueril
filosofía griega, filosofía oriental, filosofía alemana, filosofía es- y fastidiosa. Ya pasaron los tiempos de una filosofía en sí, como
cocesa, filosofía francesa, a los distintos ramos, a los distintos del arte en sí. Ninguna rama del saber humano tiene hoy su
momentos de una misma e idéntica filosofía. 6 fin en sí, sino en perfección solidaria de todos, en el desarrollo
de la gran sínt_e~~ s?ciaJ.s -
El desencuentro entre Alberdi y Ruano no respondía a dis-
crepancias de superficie, sino de fondo. La ideología, reducida Alberdi venía deesfe modo a expresar el pensamiento de una
por muchos de sus seguidores a las investigaciones lógico-psi- fracción de clase que exigía una respuesta teórica de su inser-
cqlógicas de la escuela, su parte más árida y "académica", sus- ción dentro de lo que él mismo denomina "la gran síntesis
tentaba una forma de conocimiento teóricamente ajena a las social", como también la posesión de un instrumento con el
formas históricas del saber. Esta reducción, que desconocía que se pudiera alcanzar una visión orgánica de los diferentes
las luchas políticas de los ideólogos, favorecía una actitud de des- campos de actividad de la sociedad, los diferentes "elementos
compromiso respecto de lo social, que no carecía de funda- de la civilización", como los llama. Por lo demás, resulta claro
mentos teóricos. Alberdi trata de mostrar cómo, aun no ha- que la polémica con Ruano tiene implícita la denuncia de que
biendo una voluntad de realizar una filosofía comprometida, ni hay formas de saber filosófico ocultantes de la realidad y, en
pudiendo fundarla doctrinariamente, el quehacer filosófico no tal sentido, ideológicas, como asimismo que la filosofía es, en fun-
puede ser considerado sin su relación con procesos temporales ción de su- esencial relación eon una praxis social, ideología
y locales, que son, ineludiblemente, de carácter social y polí- en el sentido positivo del térm1no.
9

tico. Se trata, por tanto, de hacerse <!argo de aquel hecho, y Es necesario notar que otro de los motivos de rechazo que
no de ocultarlo mediante el refugio en un pretendido saber hay en Alberdi, frente a la filoso!ía de los ideólogos franceses,
puro de las ideas. ~
tal como era enseñada en el Río de la Plata, se relaciona con
la problemática de la filosofía de la historia. Dijimos que los
La filosofía moral y especulativa de nuestros días y de nuestrn ideólogos habían teorizado una forma de conocimiento que
país sobre todo, quiere ser adecuada a las necesidades de nues- resultaba ajena .a las formas históricas del saber. Mas, en los
tra época. Que estas necesidades, primero que en indagar si las grandes ideólogos, en particular en Destutt de Tracy y en Ca-
ideas son sensaciones, si la memoria y la reminiscencia son facul- banis, aquella posición no significó un desinterés por una filo-
tades distintas, consiste en averiguar cuál sea ia ·forma y la base
de la asociación que sea menester organizar en Sud-América ... 1 sofía de la historia, que ellos cultivaron siguiendo la tradición
dieciochesca, y en particular, las tesis establecidas por Con-
De ahí que no sea aceptable esta filosofía analítica de los dorcet. La doctrina del progreso indefinido, aceptada como
ideólogos, que ignoraba la realidad estructural del sistema de creencia por toda la generación argentina de 1837, les llegó por
conexiones de una época dada, y que desconectada del todo la vía de su formulación sansimoniana, y se sabe que el conde
social se convertía en una "filosofía en sí". Sin reconocer la de Saint-Simon había continuado en esto las lecciones de Ca-
ineludible presencia de lo histórico y, además, sin voluntad banis, amigo personal de Condorcet. La ideología de Ruano,
de comprender sintéticamente la estructura social dentro de la resultaba ser, si nos atenemos a los términos del rechazo, un
que la filosofía es tan sólo un momento, nuestros ideólogos se 1 saber empobrecido, a más de teóricamente débil.
1
Dijimos que Alberdi intenta organizar su propio discurso
6 Juan Bautista Alberdi, "Polémica con el profesor Ruano", Cf. cita '-¡} sobre la base del rechazo del "discurso ilustrado" de los ideó-
siguiente. logos. Mas, al mismo tiempo entiende que su posición no es
1 La polémica con el profesor Ruano fue publicada parcialmente en los

Escritos póstumos, Buenos Aires, Imprenta J. B. Alberdi, tomo XIII, 1900, 1


totalmente incompatible con lo que podríamos denominar el
"discurso de los caudillos". La propuesta de una filosofía ame-
pp. 114-133, e íntegramente en los Cuadernos Uruguayos de Filosofía, Mon-
tevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias, tomo II, pp. 163-168, con un
estudio preliminar de Manuel Arturo Claps. La compilación estuvo a cargo
J 1
s Polémica con el profesor Ruano, lbidem.
de María Teresa Carballal de Torres. 9 lbidem.

l
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292 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO
estuvo acompañado de un proyecto ideológico que no fue
ricana" venía a encontrar su justificación, de este modo, en "propio". El fracaso de la política constitucionalista, dentro
una realidad social y política, la expresada por aquel discurso de la cual la imitación constituyó la regla más generalizada,
que, años más tarde, cambiará para el mismo Alberdi de signo y la convulsión social subsiguiente a las guerras de la Inde-
valorativo. Ésta es la "sustancia histórica" que habrá de ser pendencia, eran una prueba. El constitucionalismo "servil" no
asumida mediante la idea, sustancia o realidad social, que es implicó, pues, carencia de ideas, sino, ausencia de ideas pro-
precisamente la fuente de justificación de la idea misma. Para pias. Inversamente, la etapa que declara ser la del ·"pensa-
ver los términos con que es planteado el problema por Alberdi miento", del cual habrán de salir los nuevos "héroes", no ex-
deberemos regresar a las palabras que pronunciara en Buenos cluye -las "armas", sino que supone la afirmación de que la
Aires, en el Salón Literario,. en el año_l83'Z. Allí pedía !a ela- fuerza ha comenzado a ser organizada sobre la base de un
boración de una filosofía de la historia que- permitiera mos- proyecto ideológico que pretende ser propio, y que ya lo es,
trar la presencia de América dentro de--la historia mundial, aun cuando instintivamente. La tarea consiste, por tanto, en
como un momento o aspecto del "progreso indefinido" que llevar a un plano de conciencia este hecho, en otras palabras,
impulsa a toda la humanidad. Pero, una presencia con peso en hacer filosofía.
propio, que surgiera de nuestros modos de ser, y sobre la base La oposición "armas-pensamiento" es, a la vez, la del paso
del rechazo de toda forma de paradigmatismo. de una época de destrucción hacia otra de organización. Se
En un texto en el que posiblemente por primera vez se trata del paso de un "antiguo régimen", a uno nuevo. Desde
hablaría en el Río de la Plata de "circunstancia" con un nuevo el punto de las ideas filosóficas, Alberdi señalará que la llamada
sentido, declaraba: "época de las armas" se constituyó sobre una "filosofía ana~
lítica", mientras que la del "pensamiento", se daba junto con
... nuestra situación quiere ser propia y ha de salir de las cir- una "filosofía sintética", orgánica. Como consecuencia de esto,
cunstancias individuales de nuestro modo de existir juvenil y los guerreros de la Independencia enunciaron principios, tales
americano. . . Cada pueblo debe ser de su edad y de su suelo. como los de la libertad del hombre y la soberanía del pueblo,
Cada pueblo debe ser él mismo: lo natural, lo normal nunca es pero no supieron ni pudieron ponerlos en marcha porque-par-
reprochable. La infancia no es risible con toda su impotencia ...
Continuar la vida principiada en Mayo, no es hacer lo qae hacen tían de una filosofía disociativa, cuyo único método se encon-
la Francia y los Estados Unidos, sino Jo que nos manda la doble traba en el análisis, de ahí que pueda decirse que en ellos no
ley de nuestra edad y de nuestro suelo: seguir el desarrollo, es hubo propiamente "pensamiento". Así, pues, el paso de las
seguir una civilización propia, aunque imperfecta, y no copiar las "armas" al "pensa,miento" se presentaba como el paso de lo
civilizaciones extranjeras, aunque adelantadas. Cada pueblo debe analítico-destructivo, a lo sintético-constructivo. Alberdi ponía
ser de su edad y de su suelo.10 de manifiesto, de esta manera, la equivalencia que hay entre la
teoría y la praxis social, en cuanto que un régimen sólo puede
En estos textos no hablaba aún Alberdi de una "filosofía ser destruido como totalidad, de ahí la necesidad del "análisis",
americana", pero sí pedía que la filosofía se constituyera en y otro, sólo puede ser construido, tratando de alcanzar una
la doctrina de Ja acción social, necesaria frente a una épo- nueva totalidad, en otro plano, mediante métodos prácticos
ca, la pasada, en la que la conducción política se le presentaba y teóricos de unificación dialéctica de los elementos que han
como carente de una teoría. De ahí su afirmación, qÜe repetirá quedado descoyuntados por obra de la acción revolucionaria.
luego en el Fragmento, de que la etapa anterior, la de la Inde- Este momento de la "idea" o del "pensamiento" poseía,
pendencia, se había caracterizado por ser la de "las armas", como ya anticipamos, su justificación o su apoyo en una praxis
mientras que ahora tocaba jugar su papel "al pensamiento". social llevada adelante por las masas del campesinado y sus
Es indudable que esta caracterización excluyente respondía a caudillos, que habían sabido hacer, en la práctica, lo que debía
un impulso juvenil de carácter generacional, como también que no realizar, según Alberdi, la generación de jóvenes intelectuales:
puede ser tomada al pie de la letra. Lo que nos quiere decir, una labor teórica complementaria.
no es que el momento de las "armas" fuera ciego, sino que
Ya es tiempo, pues, de interrogar a la filosofía la senda que la
lO Juan Bautista Alberdi, "Doble armonía entre el objeto de esta institu- Nación Argentina tiene designada para caminar al fin común de
ción, con una exigencia de nuestro desarrollo social; y de esta. exigencia la Humanidad. Es, pues, del pensamiento, y no de la acción ma-
con otra general del espíritu humano", en El Sal6n Literario, Buenos Aires, terial, que debemos esperar lo que nos falta. La fuerza material
Hachette, 1958, pp. 166-167. (El subrayado es nuestro.)
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rompió las cadenas que nos tenían estacionarios, y nos dio mo- de modo expreso todo modelo extranjero, aun el de Francia
vimiento: que la filosofía nos designe ahora la ruta en que y los Estados Unidos, no se apartaba del "proyecto civilizato-
deba operarse este movimiento.11 rio" promovido por el colonialismo europeo, en relación con
la Revolución Industrial. Este proyecto acabaría por desenraizar,
Estas palabras concluían señalando el papel histórico que a la larga, el "discurso propio" entonces propuesto por Alberdi.
jugaba, en ese entonces, la figura política de Juan Manuel de Por alguna razón, el tema de la "filosofía americana" desapa-
Rosas, en quien Alberdi encontraba anticipadas las raíces de su recería de los escritos siguientes, en la segunda etapa de desarro-
_ _p_ro_pl() discurso de una "filosofía americana": llo del pensamiento alberdiano, y los escritos juveniles en los
cuales fue enunciado pasaron al olvido, e inclusive fueron
Por fortuna de nuestra patria nosotros no somos los primeros ocultados por su propio autor. Acabó primando el proyecte
en sentir esta exigencia; y no venimos más que a imitar el ideológico de la generación que, lavada del pecado original del
ejemplo dado ya en la política, por el grande hombre que preside "socialismo", concluiría en las formas del discurso violento.
nuestros destinos públicos. Ya esta grande capacidad de intui- ~
El regreso, como lo hemos mostrado, hacia un americanismo
ción, por una habitud virtual del genio, había adivinado lo que congruente con la posición juvenil inicial, se produciría en
nuestra razón trabaja hoy por comprender y formular: había
ensayado de imprimir a la política una dirección completamente los años de la vejez, en esa obra, El crimen de la guerra, tantas·
nacional: de suerte que toda nuestra misión viene a reducirse a veces prohibida en su propia patria.
dar a los otros elementos de nuestra sociabilidad una dirección La historiografía oficial~ surgida en el Río de la Plata, princi-
perfectamente armónica a la que ha obtenido el elemento polí- palmente en manos de escritores liberales, declaradamente an-
tico en manos de este hombre extraordinario. 12 tipopulares y elitistas, se ocuparía asimismo en desfigurar la
imagen del Alberdi joven, y en equipararla a la de otros miem-
Esta valoración de Juan Manuel de Rosas, caudillo que gozó bros de su generación que se movieron con una actitud de
de un apoyo popular indiscutible, 13 había sido sostenida, con- repudio tanto de las masas campesinas, como de sus caudillos.-
temporáneamente, por numerosos escritores europeos socia- Cané, por ejemplo, hablaba en 1837 -según el testimonio de
listas. Carlos Rama dice, hablando de Eug(me T~mdonet, que Rodó- "de la dificultad de convertir en fuerza orgánica y autó-
"siguiendo a su maestro Fourier, que buscó el apoyo del dic- .::.Bema la mole inerte de las multitudes, que la educación colo-
tador paraguayo Dr. Francia ... admiraba a Juan Manuel de nial y la semibarbarie del desierto habían preparado para la
Rosas". Según el mismo Rama, Fourier dedicó su obra al tirano servidumbre o para el ciego desplome de la anarquía". Las
paraguayo, y Tandonet, en 1843,. trató de convertir a Juan palabras citadas suponen una valoración de la figura de Juan
Manuel de Rosas a las ideas fourieristas. 14 Manuel de Rosas y del campesinado ·que lo apoyaba, comple-
La posición de Alberdi venía a exigir una ampliación del tamente distinta. Sobre ella no era posible, como lo pretendía
sujeto, de aquel "nosotros" del que hemos hablado. Ciertamente Alberdi, encontrar un punto de apoyo social para la elaboración
que la respuesta, como lo hemos visto al hablar de la noción del discurso de la nueva generación. El mismo Rodó, dentro de
de "pueblo", tal como surge claramente de las páginas del Frag- la tradición de aquella historiografía, interpretará el pensamien-
mento, no superaba Jos marcos de un discurso "populista" y to de la Generación de 1837 sobre el despotismo rosista, de
"fraternalista", que si bien no se identificaba totalmente con la un modo radicalmente opuesto al de Alberdi: "Al gobierno de las5
formulación de los caudillos, venía a ser equivalente al "popu- ideas -dice-:- había sucedido el gobierno de la fuerza bruta",I
lismo" paternalista de éstos. Por otra parte, aquella filosofía tesis que no sólo implicaba el rechazo de toda valoración de
de la historia, aun cuando se exigía para ella un punto de lo popular por parte de los románticos, tal el caso concreto
partida dado en la propia empiricidad social, y rechazaba de Alberdi, sino, más aún, la inversión misma de la tesis al-
berdiana, en cuanto atribuye "ideas" a los ilustrados, y niega
u Juan Bautista Alberdi, Fragmento preliminar, ed. cit., p. 60. todo impulso no sólo en favor de un "pensamiento propio",
12 lbidem. sino simplemente de todo pensamiento, al populismo caudillista.
13 Domingo F. Sanniento en el Facundo, dice, hablando de Rosas: "Debo
decirlo en obsequio a la verdad histórica: nunca hubo gobierno más po-
De este modo, la oposición no era "armas-pensamiento", sino
pular, más deseado ni más sostenido por la opinión." Facundo, Caracas, "ideas-fuerza bruta".
Biblioteca Ayacucho, 1977, p. 204. . Hemos dicho que el proyecto de "discurso propio" del joven
14 Carlos Rama, Utopismo socialista. 1830-1893, Caracas, Biblioteca Aya-

cucho, 1977, pp. xiii y 286-288. 115 José Enrique Rodó, Obras Completas, ed. cit., pp. 675 y 684.
296 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO 297
it
- -
Alberdi, se organizó inicialmente por oposición al disc-urso ilus- en un traslado de los colores de la naturaleza física; el "cos-
trado de la generación anterior, a la vez que entendía que tumbrismo" se lo enten_día como la expresión pintoresca de los
era, en el nivel_ filosófico, expresión del "discurso de los usos, antes que en su crítica, y el sentimiento de la historia
caudillos". Ahora ·debemos agregar que surgió, asimismo, como se quedaba en una descripción de curiosidades, reduciéndose a
oposición al discurso originado . en el movimiento del "ameri- un "tradicionalismo". Esto dio lugar a lo que el mismo Rodó
canismo literario", dentro del cual le tocó jugar al mismo Al- ha denominado "el americanismo de paisajes, tradiciones y
berdi, un relevante papel en el Río de la Plata. costumbres" el que, según nos dice, "si bien es incapaz de dar .
En efecto, los primeros pasos de las diversas líneas de desarro- la fórmula de una cultura literaria representaba una parte ne-
llo de aquel "americanismo", fueron dados por él. Rodó, al cesaria, .J! la más fácilmente original. . :'' Para-mayor debilidad
hablar de este movimiento dentro de las letras en la parte- de esta respuesta, el aspecto que alcanzó ciertamente desarro-
sur del Continente, dice que "Quien primero se adelantó a llo y permanencia, fue el más "externo" de los tres, el "pai-
expresar en lenguaje literario el sentimiento de la naturale- saje". "La nota más intensa de originalidad -nos dice el mismo
f'
za: fue Alberdi ... "; que "La crítica satírica y de costumbres ... Rodó- que puede señalarse en los albores de la poesía ameri-
fue en la literatura de su tiempo, iniciativa suya" y que, en cana. . . es sin duda la que procede de la directa comunicación
lo que se refiere al despertar del sentimiento de la historia, con la naturaleza física." El fenómeno se extendió, sin embargo,
su Crónica dramática de la Revolución de Mayo (1839), "debe mucho más allá de los iJlicios de la aventura romántica y
considerarse. . . como el primer intento de proceder con cierto llegó a abarcar la totalidad del siglo XIX, a tal extremo que
auxilio del arte en el estudio y reconstrucción de lo pasado". Emilio Carilla ha afirmado que "lo que prevalece de manera
De acuerdo con estos testimonios, Alberdi, con su Memoria des- casi absoluta entre los románticos es el americanismo de tipo ·
.criptiva sobre Tucumárt (1834), con sus publicaciones en el paisajista".H
periódico La Moda (1837) y otros, y con la Crónica ya men- Tal"!-to Rodó como otros críticos que le fueron contemporá-
cionada, habría inaugurado en el Río d«t la Plata, los tres gran- - neos. señalaron esa misma debilidad que movió a Alberdi a
des temas sobre los que se organizaría el "americanismo lite- abandonar el "paisajismo" en favor de un "circunstancialismo",
rario": el paisaje, las costumbres y las tradiciones.16 que le impulsó a interesarse por las costumbres, sin caer en
. No persistió Alberdi, a pesar de todo esto, en la búsqueda lo pintoresco de modo exclusivo, avanzando hacia una crítica
aer "discurso propio" por la vía del "americanismo literario", de ellas, y que lo encaminó hacia una filosofía de la historia,
que fue justamente la elegida por Sarmiento. La explicación antes que a una reconstrucción anecdótica del pasado. La ca-
de este hecho no puede reducirse a la atribución de una capa- pacidad de construcción de la obra literaria, de la cual nació
cidad literaria menos potente y sostenida que la de otros de una literatura americana y no simplemente "americanizada",
su generación, y resulta legítimo pensar, como puede compro- fue la otra vía de superación de los aspectos débiles del ame-
barse por la propia evolución de los escritos juveniles de Al- ricanismo literario. Sin descontar que de alguna manera un
berdi, que había captado la interna debilidad de los recursos .. Andrés Bello, primero y un Esteban Echeverría, años más tarde,
sobre cuya base se pretendió inicialmente americanizar nuestra habían transitado este segundo camino con algún éxito, lo
literatura. cierto es que la superación más plena de lo que tenía de pos"
El programa de los románticos, tanto en Andrés Bello que tizo y artificial el americanismo literario rioplatense, se alcanzó
se anticipó en esto a todos, como en la casi totalidad de los in- en las páginas del Facundo. De esta manera, los primeros in-
tegrantes de la Generación argentina de 1837, había sido, en tentos felices de alcanzar un discurso propio en el Río de la
efecto, en el campo de las letras, el de "americanizarlas", más Plata, surgieron en el momento en el que se tomó conciencia
bien que el de hacer propiamente una "literatura americana", de que la filosofía y la literatura sólo podían ser "americanas"
aun cuando ésta fuera la intención que internamente los movía. "desde adentro", lo cual implicaba el rechazo de la categoría
La respuesta fue, por lo general, la de agregar a los nuevos de lo "exótico" que había contribuido, sin embargo, a desper-
moldes literarios que imponía la literatura europea del momen- tar aquella misma conciencia. La definición de literatura que
to, lo que se consideraba como el "color local", de donde se Alberdi dio en Montevideo, en ·1841, un año después de haber
suponía que habría de venirle a la tarea literaria su originalidad. publicado las 1deas, es en tal sentido, terminante. Ella tiene
Tal como el mismo Rodó nos lo dice, el "paisajismo" consistía 17 Ibídem, pp. 692-693 y 700; Emilio Carilla, El romanticismo en la Amé-
16 Ibídem, pp. 685, 702 y 708. rica Hispánica, Madrid, Gredos, 1975, tomo I, pp. 194-195.
298 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO ¡¡ NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO 299

que ser "cristiana, especulativa, democrática y popular, revolu- paisaje en relación con una naturaleza tropical o subtropicaJ.l9
cionaria, literatura más de fondo que de forma". 18 El "americanismo de paisajes, tradiciones y costumbres" lle-
El americanismo literario nació de una interna contradicción, nó todo el siglo XIX, y mantuvo vigente la polémica acerca
en cuanto que se aprendió a reconocer lo "americano" por in- de la legitimidad de los medios sobre los cuales se pretendía
fluencia de escritores para quienes la nueva naturaleza se alcanzar la elaboración del discurso propio. La valoración que
manifestaba estéticamente valiosa e interesante por su "exo- de él hizo el crítico catalán Antonio Rubió y Lluch, contempo-
tismo", es decir, por su "externidad" (exotikós) respecto de su ráneo de Rodó, a propósito de la producción literaria de Juan
propia cultura. "Humboldt y Chateaubriand ~dice--Rodó­ León Mera, expresa de modo claro la debilidad de aquel movi-
con_virtieron, casi simultáneamente, la naturaleza de América en miento literario. El escritor ecuatoriano en su interesante en-
unª _ele las más vivas y originales inspiraciones de cuantas sayo titulado: "¿Es posible dar un carácter nuevo y original
animaron la literatura del luminoso amanecer del pasado siglo." a la poesía sudamericana?", se preguntaba a su vez: "¿Por qué
Tanto en el sabio alemán, como en el escritor francés, el recurso p
no damos a lo menos a nuestras producciones poéticas un
a lo "exótico" resultaba legítimo. Ahora bien, los escritores colorido local y aspecto americano ... ? La respuesta de Rubió
americanos que aprendieron a ver su propia naturaleza,. lleva- fue, a nuestro juicio, terminante:
ron a cabo una curiosa inversión que consistió en hacer de
lo "exótico"-, vigente por obra de la literatura europea, no "lo Lo que no encuentro en ellas [decía hablando de aquellas poe-
de afuera", sino lo propio, "lo interno". Y del mismo modo, sías] es el verdadero carácter indígena, -que usted con tanto afán
persigue. Si no fuera por la.s alusiones al sol, a los incas, a ciertas
dentro de las formas del americanismo literario ingenuo, se costumbres, a ciertos detalles indumentarios, por los nombres
llevó a cabo otra inversión de acuerdo con la cual, era el "pai- propios y algunas palabras quichuas que usted intercala, costaría
saje" el que determinaba los estados de ánimo de la nueva distinguirlas de otras composiciones de carácter local histórico
- conciencia estéttca, sin caer en cuenta en que el "paisaje" que engendró en Europa, antes el idealismo arcádico neoclásico
es un ·estado de ánimo. Con ello se pecaba, otra vez, del y en tiempos más recientes el romanticismo feudal y trovado-
"exotismo", no ya por imitación de aquellos escritores en los resco ... no creo posible que usted pueda llevar el pensamiento
de dar carácter propio a la literatura hispanoamericana, más
cuales lo exótico era una actitud normal, plenamente justifi- allá de lo que lo lograron Echeverría, Andrés Bello, Gutiérrez
cable, sino carente de actitud crítica y de escasa capacidad dia- González y su eximio paisano Olmedo ... 20 ~
léctica.
Por otra parte, como el paisaje más extraño para el hombre El abandono del "americanismo literario" en el joven Al-
europeo, e incluso el más fascinante y atractivo, fue el de los berdi, no implicó, tal como anticipamos, el rechazo del "pai-
trópicos, el exotismo concluyó en "tropicalismo", como una de saje", las "costumbres" y las "tradiciones", sino la incorporación
sus formas más generalizadas. El "segundo descubrimiento de estos temas con otro valor y en otro ni:vel de considera-
de América" que llevó a cabo Alejandro de Humboldt, según ción. El paisaje quedó integrado como un momento secundario
t· dentro· de la "circunstancia" que era, para Alberdi, básicamente
n:os dice Rodó, se produjo en relación con una naturaleza lu-
juriosa, "excesiva", de la que parecía brotar de modo desbor- social; las "costumbres y usos", quedaron incluidos como un
dante y eterno la vida vegetal y animal, la de los trópicos. El aspecto del proyecto ideológico, en relación con la problemá-
bellísimo libro de Humboldt Viaje a las regiones equinocciales tica de la "emancipación mental" y, en lo que se refiere al
del Nuevo Continente, en los años de 1799 a 1804, que incluía quehacer literario que se ocupaba preferentemente de ellos, aca- ·
un "Atlas pintoresco", titulado "Vistas de las cordilleras y mo- bó entendiéndolo como una especie de "filosofía de la literatu-
numentos de los pueblos indígenas de América", generalizó e ra", parte integrante de la "filosofía americana"; el "tradicio-
impuso una forma de "descubrimiento" prestado, las más de nalismo literario", por su parte, perdió fuerza y presencia, en
las veces idílico y fundamentalmente "externo". No es de ex- cuanto que todas las manifestaciones históricas comenzaron a
trañar que Andrés Bello con su "Alocución a la poesía" (1823) ser consideradas desde una filosofía de la historia. Este cambio
y su poema "La agricultura de la zona tórrida" (1826), y Juan 1.0 José Enrique Rodó, Obras Completas, ed. cit., p. 700; Andrés Bello,
· Bautista Alberdi con su Memoria descriptiva sobre Tucumán Obras Completas, Caracas, 1962, tomo Il.
(1834), abrieran para sus respectivas patrias, la temática del 2° Juan León Mera, Ojeada histórico-critica sobre ~la poesía ecuatoriana,
Barcelona, 2~ ed., Imprenta de José Cunill, 1893, cap. XIX. El texto de Rubió
18 Emilio Carilla, obra citada, tomo I, p. 168. y Lluch está en la p. 593 de la misma obra. (Los subrayados son nuestros.)
300 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO
NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO 301
de valoración de los típicos elementos que integraban el "ame-
ricanismo literario" que alcanzó en el Facundo una fórmula había apuntado Alberdi", parece no haberlo conocido. 23 No esca-
realmente superadora, se organizó en esa obra sobre respuestas pó, sin embargo, al gran sistematizador del "americanismo
equivalentes a las alberdianas, pero sin renunciar al quehacer literario", la significación que le cupo al joven Alberdi como
literario. filósofo, dentro de su generación. "En la crítica literaria, Al-
El significativo proceso que va desde las manifestaciones in- berdi debe ser considerado -dice- como el colaborador del
genuas del "americanismo literario", hasta respuestas que ha- gran propósito de Echeverría. La- idea de emancipación mental
cían de esa tendencia una línea productiva capaz de servir para que, en la producción poética, inició el autor de La cautiva, él
la fundamentación y realización del "discurso propio", se llevó i la expresó en la doctrina y el análisis ... " 24 Años más tarde,
antes i:le 1920, .el texto alberdiano será "descubierto" por José
a cabo básicamente sobre la crítica y rechazo del "exotismo", i Ingenieros, quien lo sacó del olvido en qué-ya~cía- dentro de la
manifestados por primera vez tanto en las exposiciones del Sa-
masa de materiales de los Escritos póstumos:-- Arturo Ardao,
lón Literario, como en las páginas del Fragmento preliminar al 1
estudio del derecho. "
1
comentando este hecho, nos dice que "cuando Ingenieros ex"
humó ese olvidado escrito de Alberdi, Alejandro Korn encontró
Es, pues, ya tiempo de comenzar la conquista de una conciencia en él una entrañable actualidad", hecho que le llevó a declarar
nacional, por la aplicación de nuestra razón naciente, a todas que "No se puede dar un programa más perfecto y más· ade-
las fases de nuestra vida nacional. Que_ cuando, por este medio, cuado a nuestras necesidades. Éste es el programa que todavía
hayamos arribado a la conciencia de lo que es nuestro y deba tiene que regimos: buscar dentro de nuestro propio ambiente
quedar, y de lo que es exótico y deba proscribirse, entonces sí la solución de nuestros problemas." 25
que habremos dado un inmenso paso de emancipación y desa- La lectura que Ingenieros y Korn hicieron del texto alber-
rrollo, porque no hay verdadera emancipación mientras se está diano no superó los marcos de una interpretación positivista.
bajo el dominio del ejemplo extraño, bajo la autoridad de formas Como reacción contra ellos, Coriolano _Alberini, en su artículo
exóticas. 21 "La metafísica de Alberdi", de 1937, intentó reivindicar los as-
pectos románticos, en particular los relativos a la filosofía de
Demás está aclarar que-el exotismo que aquí se rechaza no se la historia. Frente a la tesis de Ingenieros de los "sansimonianos
reducía a instituciones o prácticas políticas importªdas, sino argentinos", contrapuso la de los "herderianos argentinos", res-
que incluía asimismo, modos de ver y sentir las cosaSñuestras. tando importancia a la pre1>encia de los aspectos "socialistas"
En 1840, estando aún Alberdi en el exilio de Montevideo, re- que muestran los escritos juveniles de Alberdi. 26 Por esos mis-
dactó el famoso prospecto de filosofía que lleva por título mos años, el filósofo argentino Luis Juan Guerrero identificaba
1deas para presidir a la confección del -curso de filosofía con- su idea de la filosofía nacional, con la sustentada por Alberdi.
temporánea en- el Colegio de Humanidades. Aparecido origina- Tanto la interpretación de Alberini, como la de Guerrero, subra-
riamente en las páginas de El Iniciador, recién pudo ser cono- yaron el historicismo alberdiano. 27
cido al ser incorporado en 1900 en el tomo XV de los Escritos
póstumos. 22 El breve ensayo alberdiano, a pesar de su estilo r 2s Leopoldo Zea, La filosofía americana como filosofar sin más, México,
Siglo XXI, 1969, p. 25.
periodístico y el desarrollo escaso de los numerosos temas que 24 José Enrique Rodó, El mirador de Próspero, en Obras Completas, Ma-
plantea, es uno de los más perdurables documentos dentro de drid, Aguilar, 1957, p. 688. -
la historia de la filosofía hispanoamericana. De hecho, el texto 25 José Ingenieros, "Las doctrinas sociológicas de Alberdi", en Sociología
permaneció desconocido durante todo el siglo XIX. José Enrique Argentina, Buenos Aires, Rosso, 1918, cap. u; y "Los sansimonianos ar-
Rodó, cuyo Ariel, aparecido en 1900, fue como lo señala Leo- gentinos", en La evolución de las ideas argentinas, Buenos Aires, Rosso,
poldo Zea "un llamado a la realidad arque medio siglo antes 1918; libro II, cap. vu; Alejandro Korn, Obras Completas, La Plata, Uni-
versidad Nacional de La Plata, tomo II, pp. 260 ss., y tomo III, pp. 284 ss.;
21 Juan Bautista Albcrdi, Fragmento preliminar, ed. cit., p. 52-53. Arturo Ardao, art. "El historicismo y la filosofía americana", en Filo-
22 Juan Bautista Alberdi, Escritos póstumos, ed. cit., tomo XV, 1900, sofía de lengua española, ed. cit.
26 Coriolano Alberini, Problemas de las ideas filosóficas en la Argentina,
pp. 601-619. En esta edición aparece como fecha del c~lebre programa el
año de 1842. Arturo Ardao ha probado que se trata de un error y que la Prólogo de Rodolfo M. Agoglia, La :Plata, Instituto de Estudios Sociales
fecha correcta es 1840. Cf. Arturo Ardao, Filosofía preuniuersitaria en el y del Pensamiento Argentino, Universidad Nacional de La Plata, 1966.
r 27 Cf. Rodolfo M. Agoglia, "Luis Juan Guerrero y el pensamiento argen-
Uruguay, México, Forido de Cultura Económica, 1945; y Filosofía en lengua
española, Montevideo,. ed. cit., p. 160, nota 7. tino", en Cuadernos de filosofía, Universidad de Buenos Aires, año XV,
núm. 22-23, 1975, p. 185.
302 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL_ DISCURSO PROPIO J NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO 303

En la década de los 40, José Gaos, en México, habría de un panorama de filosofía contemporánea, pero, a la vez, el de
calificar el texto con palabras mucho más entusiastas que las proponer las bases para la enunciación de una filosofía propia.
·que provocó en ·Alejandro Korn, como "el programa de toda Parte, en lo que se refiere al primer aspecto, del rechazo de la
la que quiera ser filosofía americana y española, en el mismo filosofía alemana, acusada de oscuridad y de espíritu metafí-
sentido en que son la filosoña francesa, inglesa, alemana ... sico, repulsa que ya el mismo Alberdi había expresado en una
uno de los puntos decisivos, pues, en la historia entera del de las largas notas con las que concluye el Fragmento preli-
pensamiento de lengua española". Las opiniones y tesis soste- minar, y en algún artículo sobre Kant que dio a conocer en las
nidas por Gaos concedieron al texto alberdiano una significación páginas de El Iniciador1 -en Montevideo, donde rechazaba el
mucho más vasta, que sobrepasaba la temática de una~filo5ofía concepto del, "arte como finalidad sin fin". La filosofía que se
nacional", dentro de cuyos marcos se había producido-la- valo- propone enseñar, habrá de ser la francesa, atendiendo que en
ración del texto en la Argentina, y que le asignaba, a la vez, ella "se encuentran refundidas las consecuencias más impor-
un alcance que no había pensado el propio Alberdi. Por lo tantes de la· filosofía de Escocia y Alemania", expresadas de un
demás, el circunstancialismo historicista alberdiano, vino a modo acorde con el espíritu "meridional". Francia es el país
coincidir con el circunstancialismo mexicano, en el que tan que ofrece el modelo del filosofar más adecuado a nuestro
importante papel jugó el propio Gaos.2s temperamento y, a la vez, la síntesis de todo el saber ·europeo.
En nuestros días, dos discípulos del maestro español, confir- Ahora bien, la filosofía francesa muestra diversas líneas de
marán la importancia de las tesis alberdianas. Leopoldo Zea desarrollo que, como es lógico, no todas poseen en un mismo
afirmará que en materia de filosofía "Se trata, pura y simple- grado aquel espíritu de síntesis, ni son las más adecuadas.
mente, de hacer lo que ya aconsejaba Alberdi, esto es, selec- "Nosotros nos ocuparemos sólo de la filosofía del siglo XIX
cionar, adaptar, la expresión de la filosofía occideptal que mejor -dice- y de esta misma filosofía excluiremos todo aquello
convenga a nuestras necesidades, a nuestra realidad. Esto es, que sea menos contemporáneo y menos aplicable a las necesi-
aceptar conscientemente, lo que de una manera a veces dades sociales de nuestros países." De las "tres grandes escue-
inconsciente, se ha hecho desde los mismos inicios de nuestra in- las" vigentes, la "sensualista", o de los ideólogos, y la "mística" o
corporación como americanos a la historia del mundo occiden- de los tradicionalistas, son rechazadas, la primera por pro-
tal. .. " 29 Augusto Salazar Bondy, por su parte, creyó encontrar venir "del siglo pasado", y la segunda, uno de cuyos represen-
en el texto de Alberdi la anticipación de su propia tesis de que tantes es Donoso Cortés, por ser inaplicable "en países de demo-
no ha habido una filosofía americana y que la misma, era y ha cracia". La tercera "gran escuela", la ecléctica, recibe, por el
sido, un proyecto. 30 contrario, otro tratamiento. Si bien Víctor Cousin es conside-
El "americanismo literario" alcanzó su culminación, luego de rado entre los grandes pensadores, junto con un Kant o un
un variado proceso extendido a lo largo de todo el siglo XIX, Hegel, su figura queda abiertamente desplazada ante la de
con la obra de historia y crítica literarias de José Enrique Teodoro Jouffroy, "el filósofo más contemporáneo", a quien
Rodó, a partir del cual comenzó a declinar. La "filosofía ame- sigue Alberdi en conceptos fundamentales, tales como los de
ricana", o "americanismo filosófico", olvidado o ignorado du- la naturaleza y objeto del saber filosófico. El texto de las Ideas
rante aquel siglo vino, por el contrario, a constituirse por obra comienza y finaliza con citas del filósofo francés, y "la m~s alta
del historicismo contemporáneo, en una de las manifestaciones fórmula de filosofía", la de "los destinos humanos", es la que
más interesantes de lo que va del siglo actual. El célebre texto él ha enunciado. El peso que las tesis de Jouffroy muestran
alberdíano ha mostrado una vitalidad indiscutible y constituye en el primer manifiesto de "filosofía americana" exigiría, para
el documento inicial de una de las más fecundas y prolíficas hacer de éste una correcta revaloración, un estudio de los
líneas de desarrollo de nuestro pensamiento. escritos de este filósofo que dentro de la "escuela ecléctica"
El propósito de Alberdi en las Ideas, era el de dar a conocer i•
l
jugó un papel más bien independiente.
Al lado de las "grandes escuelas" mencionadas, agrega una
28 Cf. Arturo Ardao, art. "Dos décadas de pensamiento americanista", en
cuarta, para Alberdi "menos importante y famosa", que incluso
la obra ya citada, Pensamiento de lengua española.
no tiene aún nombre propio y que nos propone llamarla, rela-
29 Leopoldo Zea, La filosofía americana como filosofar sin más, ed. cit.,
p. 50. •
¡
cionándola con la Revolución de 1830, "escuela de Julio", re-

¡
ao Augusto Salazar Bondy, ¿Existe una filosofía de . nuestra América}, presentada principalmente por Leroux y Lerminier. La polémica
México, Siglo XXI, 1969, p. 46. de Leroux contra el eclecticismo de Cousin, sabemos que fue
304 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO 1 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO -305
ampliamente leída en el Río de la Plata, como también que
más tarde Sarmiento.32 El hecho de que la problemática de la
este escritor, lo mismo que Lerminier, estaba bajo la influencia
de Saint-Simon. Eug(me Lerminier había sido, por otra parte,
ampliamente utilizado por Alf?erdi en la elaboración de su Frag-
1 "sociabilidad" supusiera tanto una descriptiva, como una pro-
yectiva sociales, elaborada esta última sobre la noción de "des-
mento preliminar al estudio del derecho, algunos años antes. tino", hace que la filosofía que propone Alberdi sea, como él
la denomina también, una "metafísica del pueblo".
Si entendemos el "socialismo" en los términos con que apa-
rece mencionado y definido por pri¡nera vez en el Río de la Desde estas. fuentes se propone Alberdi llevar a cabo el
Plata, en las páginas del periódico La Moda, como "una ten- "examen crítico de los publicistas y filósofos sociales europeos"
dencia hacia la sociabilidad -y- e:r humanitarismo",31 el primer que habían tenido vigencia en particular en la última etapa
manifiesto de ''filosofía americana" es, sin lugar a dudas, un de la Ilustración y que habían sido leídos y seguidos por los
texto socialista. La filosofía resulta entendida como un saber intelectuales y políticos de nuestras guerras de Independencia:
que tiene como objeto fundamental la "sociabilidad", por donde Montesquieu, Rousseau, Bentham, Benjamín Constant, dentro
puede inferirse la importancia que la "escuela de Julio" tenía de los cuales incorpora a algún romántico, en concreto a Guizot,
escritor que se había conquistado fuertes antipatías entre los
frente a las otras, y explica la presencia, aliado de los escritores
de ésta, de pensadores de otro origen pero que se habían ocu- miembros de la generación rioplatense de 1837. La crítica y
pado asimismo de lo social. Conforme con este espíritu, Alberdi rechazo de estos "publicistas" es la misma que, por su parte,
hará más tarde Sarmiento. 3 3
declara que "la discusión de nuestros estudios" se desarrollará
Junto con la--crítica negativa de los "filósofos sociales eu-
"en el terreno de la filosofía favorita de este siglo", aquella que
tiene como objeto "la sociabilidad y la política"; y nos aclara, a ropeos" consagrados, se produce en Alberdi el rechazo del eclec~
continuación, que "tal ha sido la filosofía. . . en manos de ticismo. :Sste había pretendido ser el fin de las contradicciones
Lamennais, Lerminier, Tocqueville y Jouffroy", como lo ha de los sistemas, pero desde un nuevo sistema· deducido a priori
con los recursos de una especie de psicología trascendental. Ya
notado, según nos dice, el historiador Damiron. La filosofía
será, declara al final del texto, "lo que quieren que sea para vimos páginas atrás la crítica que Carlos Vaz Ferreira hacía de
la Francia, Jouffroy, Leroux, Camot, Lerminier y los más re- esta pretendida dialéctica, actitud que encontramos anticipada
cientes· órganos de la filosofía europea". Digamos, de paso, en Alberdi. Los sistemas en sí mismos son válidos, siempre y
cuando tengamos en cuen~ue cada uno de ellos no se genera
que en las mismas páginas de El Iniciador, en donde aparecieron
las Ideas de Alberdi, había una "Sección sansimoniana", en del otro, sino que la raíz se encuentra en la realidad social de
donde se dieron a conocer traducciones· de Pi erre Leroux y la que son expresión. Y por eso mismo, los sistemas son dis-
Eug(me Lerminier. tintos y hasta contradictorios, hecho que no afecta a la filo-
sofía misma. Por lo demás, de nada nos sirve el traslado de
Ahora bien, la "sociabilidad", tema propio de los socialistas sistemas nacidos para responder a otras necesidades sociales,
románticos europeos, no era ajena al concepto· de "nación", hecho que nos condt1ciría a una situación respecto de principios
por donde la filosofía que se proponía . Alberdi era a la vez, que no son los que han de regir nuestro sistema surgido a
como él mismo la denomina, una "filosofía nacional". El posteriori de nuestra propia experiencia.
"punto de partida y de progreso de todo pueblo" es siempre
No ha de resultar extraño por eso que Alberdi afirme, si-
su "nacionalidad". Dentro de esta problemática aparece justa-
guiendo la tesis de Jouffroy, no sólo que no existe un texto, o
mente el tema del "destino", que era punto central dentro de
un cuerpo completo de doctrina filosófica, sino que no se ha
la filosofía del derecho de Jouffroy, fuente indiscutible, en este
dado aún con la definición misma de la filosofía, y que esta
aspecto, de Alberdi. De ahí que el ecléctico disidente pudiera
ciencia "está por nacer". Frente al academicismo imperante en
aparecer asumido dentro de un pensar "socialista". Otro tanto
la universidaa francesa de la época, no cabe duda que la nueva
podemos decir de Tocqueville cuyo célebre ensayo sobre los
experiencia sobre la que se pretendía organizar la filosofía, la
Estados Unidos se había organizado a partir de un "conoci- "sociabilidad", debía despertar la conciencia de que se estaba
miento de las teorías. sociales", tal como habrá de señalarlo frente a una nueva época, que venía a poner en crisis toda
forma de pensar que no tuviera en cuenta la raíz social e his-
a1 Carlos R. Rama, "Utopismo socialista en América Latina", prólogo
del libro ya citado Utopismo socialista, p. xxx. Rama sostiene que el texto 1
t
tórica del saber. De este modo, Alberdi no sólo anticipaba una
de La Moda en que aparece la palabra "socialismo", es el más antiguo uso
conocido de este término en el Río de la Plata. 32 Domingo F. Sarmiento, Facundo, ed. cit., pp. 9-10.
as Domingo F. Sarmiento, Facundo, ed. cit., pp. 20 y 110-111.

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306 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO
¡ NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO 307

"filosofía americana", sino una nueva filosofía europea, frente a


las cuales podía afirmarse que la filosofía no había nacido aún.
i "sistemas" dados, al modo ecléctico, sino como aquella que
habrá de alcanzar "la resolución de todos los problemas de la
Por lo demás, negar la existencia -de la filosofía, era momento humanidad". Lo completo no se refiere ahora a "sistemas", sino
necesario para plantear un comienzo. Si éste no se había pro- a "problemas". A esta filosofía se opone la "filosofía contempo-
ducido, los americanos se encontraban, lo mismo que los eu- ránea" que es la que desea hacer y que es, justamente, una
ropeos, en condiciones semejantes respecto de la constitución "filosofía incompleta", por cuanto sólo trata de resólver "los
de aquel saber. problemas que interesan por el momento". De este modo, la
exigencia de "radicarnos ,sn lo incompleto", muestra Vat"ioS ni- -
Alberdi parte de una serie de contraposiciones: ante una
veles, el--primero de ellos, el más importante, supuesto en los
"filosofía universal", habla de una "filosofía peculiar'!; frente a t, dos momentos señalados, es el de que no hay acceso a lo uni-
una "filosofía completa existente", actual, contrapone una "filo- ,J versal, sino desde lo particular, y que aquella "exigencia" es
sofía completa posible"; y ante una "filosofía en sí", nos habla un momento metodológico dentro de una tarea posible; los
de una "filosofía positiva y real". Para entender este sistema de
otros, ya lo hemos dicho, colocados en el plano no de lo mera-
contraposiciones es necesario tener en cuenta lo que en cada mente posible, sino de lo "real y positivo", significan un filo-
caso se rebate. Cuando habla de "filosofía universal" se refiere, sofar abierto, y a la vez un filosofar de la circunstancia propia.
en términos generai~!S, al pensamiento del siglo XVIII, y en par-
El concepto de "filosofía peculiar" funda la posibilidad de una
ticular.--a su marcado ahistoricismo; cuando habla de "filosofía
"filosofía americana". La célebre declaración de las Ideas, que
completa", lo hace pensando, en un primer momento, en la
había sido ya anticipada en el Fragmento preliminar, en 1837,
filosofía de la escuela ecléctica, en la que lo histórico había
habla de una relación entre las "necesidades más imperiosas"
quedado reducido a una "historia de sistemas". Se trata, pues,
de cada época y de cada país, relación de la cual ha de dar
del rechazo del historicismo propio del psicologismo román-
tico generalizado por aquella escuela; cuando nos habla de raZón la filosofía.
"filosofía especulativa", está apuntando a la filosofía de los No hay, pues, una filosofía universal, porque no hay una solu-
últimos ilustrados, a la que acusa de "ideológica y psicológica". ción universal de las cuestiones que la constituyen en el fondo.
Con ello se lleva a cabo un rechazo del ahistoricismo propio Cada país, cada época, cada filósofo ha tenido su filosofía
del psicologismo íftj'g'trado de última hora. En resumen, lo que peculiar, que ha cundido más o menos, que ha durado más o
afirma como filosofía propia, posible y a la vez necesaria, y menos, porque cada país, cada época y cada escuela han dado
a la que denomina de diversos modos: "filosofía peculiar", soluciones distintas de los problemas del espíritu humano.
"filosofía incompleta" y "filosofía positiva y real", podría ser ca- La filosofía de cada época y de cada país ha sido por lo común
racterizado como un declarado antipsicologismo, fuera de origen la razón, el principio, o el sentimiento más dominante y más
general que ha gobernado los actos de su vida y de su conducta.
ilustrado o J;Omántico, y como un historicismo circunstancia- Y esa razón ha emanado de las necesidades más imperiosas de
lista. Se propone un tipo de filosofar, al que podríamos deno- cada período y de cada país. Es así .como ha existido una filo-
minar "abierto" ("incompleto"), que no niega la. posibilidad sofía oriental, una filosofía griega, una filosofía romana, una
de llegar a ser sistemático ("completo"), pero que entiende que filosofía alemana, una filosofía inglesa, una filosofía francesa y
el sistema no es el punto de partida, sino el de llegada. Al como es necesario que exista una filosofía americana.
mismo tiempo, y en relación directa con lo dicho, un filosofar
del "hombre exterior", que supone una clara contraposición Esta declaración, momento central del texto de las Ideas,
entre lo que podríamos denominar "psicologismo" y "socialis- plantea el problema de la naturaleza de la filosofía desde dos
mo" ~La polémica entre los "psicologismos" de la época, entre ángulos: es entendida como una suerte de saber espontáneo,
los espiritualistas románticos de la escuela ecléctica, apoyados semejante a aquella "metafísica habitual" de la que hablaba
en la filosofía escocesa, y los antiguos psicologistas sensualistas Hegel, y que anticipa la problemática de los horizontes de com-
de la escuela ideológica, se la da por sobrepasada y terminada. prensión que caracteriza a las llamadas concepciones del mun-
No es el hombre "interior", sino el hombre "externo", el hombre do y de la vida. Hay, en efecto, ciertos "principios que residen
como ser social y, consecuentemente, la "sociabilidad", lo que en la conciencia de nuestras sociedades", que "están dados" y
es objeto propio de una filosofía. "son conocidos". Se trata de un saber que surge naturalmente
como "razón" y "sentimiento" de una época y de una sociedad,
En un segundo momento, Alberdi entiende por "filosofía
que si bien es, en un primer momento, una especie de saber
completa", no la que surge de la dialectización de todos los
308 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO 309

"pre-científico", se organiza luego como saber de ciencia y de- ricano, es filosofar americano, o tal vez mejor, es un filosofar
termina las modalidades propias u originales de éste. De ahí americanamente. 34
que Alberdi entienda, como hemos visto páginas atrás, que su No se trata tampoco de "aplicar" de modo mecánico la filo-
propio discurso filosófico no sea incompatible con otras formas sofía europea a las circunstancias americanas, como si la fi-
discursivas, de otros grupos humanos colocados en estamentos losofía y las circunstancias fueran externas la una respecto de
sociales "populares". Ahora bien, para que realmente esos dos las otras y, a su vez, ambas, en relación con el propio sujeto
momentos sean integrables -y deben serlo necesariamente, si filosofante. En una frase no muy feliz y a la vez muy comen-
de verdad se desea asegurar aquella "propiedad" del discurso- tada y citada, Alberdi afirma que: "Si es posible decirlo, la
la "filosofía americana" ha!>!! d~ respetar das principios epis- A.medca practica lo que piensa la Europa." Nos parece que
temológicos: el primero, tener efi cuenta la empiricidad, o no se ha destacado de modo suficiente que Alberdi tenía con-
"positividad" del propio sujelo; el segundo, organizarse desde ciencia que se trataba de un modo impropio de hablar, como
ella, como saber "abierto", exigencia que surge necesariamente lo prueba la locución inicial. La afirmación hubiera tenido
del primer principio. pleno sentido, en lo que se refiere a la filosofía, si ésta hubiera
El punto de partida de !a "filosofía americana" se encuen- sido entendida al modo del "americanismo literario" en su línea
tra pues, en un sujeto que se reconoce a sí mismo como tal. más ·débil de expresión, aquella que se proponía "americanizar
la literatura". Es cierto que la exigencia de "positividad", que
Así nosotros, partiendo de las manifestaciones más enérgicas y rige todo el pensamiento filosófico-social alberdiano, le conduce
más evidentes de nuestra constitución externa, escuchando el en un cierto momento a otra afirmación no menos citada qúe la
grito salido del hombre, que por todas partes dice: soy personal, anterior: "La abstracción pura, la metafísica en sí, no echará
soy idéntico, sensible, activo, inteligente y libre, y debo marchar raíces en América", que trata de probarla con el ejemplo de
eternamente en el progreso de estos gragdes atributos, tratare- los Estados Unidos, en donde no ha sido "indispensable la
mos según esta ley de nuestra naturaleza que se nos da a conocer
por intuición y por sentimiento de explicar las condiciones más anterioridad de un movimiento filosófico, para conseguir un
simples de un movimiento social, político, industrial y literario, desenvolvimiento político y social". Es evidente __gue la "filo-
el más propio para llegar a la ·satisfacción_ de 'las necesidades sofía" de la que aquí se habla es, justamente, aquella anterior
más generales de estos países en estas materias. a esa otra que "está por nacer", dentro de la cual se encuentra
la "filosofía americana", a la par de la europea. Esta filosofía,
Se. trata claramente de un sujeto que se tiene para sí mismo aun cuando "no nacida", posee, sin embargo una forma de an-
como valioso, y que en la medida en que se afirma desde su terioridad respecto de la "sociabilidad". No ha nacido como
"constitución externa", enuncia su propia sujetividad desde un saber científico constituido, pero, de hecho, ha funcionado y
"nosotros". funciona en todos los pueblos como saber espontáneo surgido de
De ahí que la "filosofía americana", no es "americana" ex- la razón y el sentimiento de todos ellos.
clusivamente por la "naturaleza de sus objetos", sino antes bien, Esa filosofía se habrá de ocupar, cpmo nos lo dice, de la
por las respuestas que aquel sujeto da frente a ·esos objetos, "organización social", de las "costumbres y usos", de "los he-
o como dice Alberdi, por "la forma de las_soluciones". En otras chos de conciencia" y, por último, "de la concepción del camino
palabras, la "filosofía americana" es, a la vez, "filosofía de y de los destinos que la Providencia y que el siglo señalan a
América" (en donde el de posee valor objetivo), pero también nuestros Estados". Estos temas constituyen el objeto del derecho
y, en primer lugar, es "filosofía de-el hombre americano" (ex- y las finanzas, entendidos como un solo saber, la litera-
presión en la que el de posee valor subjetivo). Doble fuente tura, la religión, la historia y habrán de ser considerados, dice,
de originalidad que es claramente percibida por Alberdi a "en sus leyes más filosóficas y generales, en su razón de con-
partir de su crítica al "americanismo literario". No se trata ducta y de desarrollo, digámoslo así; y no en su forma más
de "americanizar la filosofía", sino de "hacer filosofía ameri- material y positiva. De otro modo no se diría que hacemos
cana". Frente al "paisajismo", entendido como "tropicalismo", un curso de filosofía". La "filosofía americana" no es, pues, una
en el sentido negativo del término, el filosofar se le aparece, mera aplicación de doctrinas generales elaboradas por otros, y
como lo hemos señalado, como lo que podríamos expresar como '14 Cf. nuestro trabajo "Necesidad dt• un filosofar aml"ricano", t•n Actc¡s del
un "filosofar sin más". No basta con filosofar sobre, sino que ll Congreso Nacional de Filosofía, Buenos Aires, Editorial Sudamericana,
es necesario hacerlo desde; antes que filosofía de objeto ame- 1973, pp. 537-547.
310 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO 311

los textos en los que se subraya la "positividad", únicamente y, a la vez, la cuestión de la existencia de diversos lenguajes
señalan el sentido de filosofía social, como lo exigía el "socia- o discursos. Critica la estructura referencial del "discurso lite-
lismo" de Alberdi. rario" y; a la vez, la del "discurso filosófico" vigente en la
Los planteos alberdianos no escapan a dificultades teóricas, universidad de su época. ¿Cuál es el referente del primero?
toda vez que no se abandona la necesidad de considerar, en su El "paisaje, las costumbres, las tradiciones", mostrados como
validez objetiva, ·:1o bello, lo bueno, lo justo, lo verdadero, lo realidades autónomas, generadoras de especificidad y originali-
santo, el alma, Dios". La pretensión de tratarlos desde un dad. ¿Cuál es el del discurso filosófico? El "hombre interior",
ángulo que no sea el de la "metafísica en sí", no es compatible mostrado sobre la base de una analítica que es ajena total-
con una ·cierta aceptación de este tipo de saber, que se man- mente a toda motivación de especificidad y originalidad. l"r~nt~ _
tiene vigente y que, más aún, se considera momento necesario. a esta filosofía, la de. los ideólogos, el americanismo literario
En el Fragmento había dicho, como vimos, que "la filosofía inaugurado por los románticos resultaba ser, a pesar de su de.:
es una en todos los tiempos y países, pues que la verdad es bilidád, más significativo que el discurso filosófico académico
una en todos los instantes y en todos los lugares". Había afir- imperante.
mado, asimismo, la necesidad de conocer todos los elementos La respuesta de Alberdi habrá de concretarse én un intento
de civilización, primero, "en su naturaleza absoluta", para des- de elaboración de discurso filosófico que tenga las ventajas
pués estudiarlos en sus formas históricas. Ahora bien, si la que débilmente pretendía alcanzar el discurso literario en sus
contradicción está presente y es; más aún, una de las contradic- inicios, es decir, generación de especificidad y originalidad, en
ciones que plantea todo historicismo, es necesario destacar que contra del discurso filosófico académico, pero que, a su vez,
en el mismo Alberdi estaban dadas las posibilidades de supe- lleve más allá del planteo de aquel americanismo literario in-
ración, las que se encuentran en la noción de sujeto del filo- genuo, tratando de alcanzar una especificidad y una origina-
sofar, en directa relación con un ejercicio del a priori antro- lidad "internas" y no "exóticas". Esa "interiorización" no había
pológico. de alcanzarse mediante un regreso a la subjetividad, sino todo
La "circunstancia" sobre la cual se organiza este historicismo lo contrario. El referente del nuevo discurso filosófico era el
es, por lo demás, social, con una fuerza que no siempre ha "hombre exterior" y la "interiorización" consistió en un rescate
-~

mostrado el circunstancialismo posterior. Está dada, según se del sujeto del discurso dentro de Jos marcos de una compren-
desprende claramente, por el conjunto de las "necesidades" y sión de su naturaleza social. La respuesta de Sarmiento, en su
"exigencias" que experimenta un determinado grupo humano, en Facundo, habrá de ser, por el contrario, como ya lo hemos
una específica situación histórica y geográfica. La "circunstan- dicho, la elaboración de un americanismo literario superador de -
cia" es, por eso mismo, pensada desde el sujeto circunstanciado, aquella interna debilidad, pero también mediante un rescate
con lo que es, a la vez, "instancia". El típico futurismo y del sujeto en un sentido semejante al alberdiano, es decir, una
constructivismo de la Generación de 1837, distinto sin duda "interiorización", que no es respuesta subjetiva, sino claramente
alguna de los que habían vivido los ilustrados, no podía partir sujetiva, conforme la distinción que hemos establecido de estos
de una actitud determinista radical, que si en algunos momentos términos.
parece haber sido insinuado, se encontraba en abierta contra- En ambos se da, pues, una conciencia de empiricidad que
dicción con un optimismo renovador. De ahí el fuerte sentido conduce desde una originalidad extrínseca, hacia una origina-
de "instancia" que muestra la "circunstancia", y de ahí tam- lidad de raíz intrínseca. Por otra parte, si bien el proyecto
bién la fuerza que alcanzó el proyecto ideológico elaborado ideológico se organiza en ambos como un universo de valores
por aquella Generación. Por último, es necesario recordar que no concretados aún en bienes, o por lo menos realizados parcial
ese sujeto, desde el cual se abren las posibilidades de superación e imperfectamente, el mundo cultural de la población campe-
de las diversas contradicciones, a pesar de su prioridad, no sina, con su textura axiológica orgánicamente establecida, no
dejó nunca de ser entendido -dentro de la polémica "socia- dejaba de ser visto y entendido como momento del propio dis-
lista" contra el psicologismo- como "hombre exterior". Ello curso. La empiricidad del sujeto no se reduce a la del propio
conducía claramente a poner en entredicho la tradicional filo- grupo social, sino que ha de contar con la de otros sujetos,
sofía de la conciencia. único modo de integrar dentro del universo de los discursos
Podría decirse que el problema del discurso implica, en Al- referidos, una totalidad social. La exigencia de una filosofía
berdi, la cuestión de la "estructura referencial del lenguaje" orgánica, sintética y. constructiva, de la que nos habla Alberdi,
312 NECESIDAD Y POSIBILIDAD DEL DISCURSO PROPIO

responde a aquella tendencia. Las relaciones conflictuales que


acabarán privilegiando el proyecto ideológico de las prebur- íNDICE
guesías argentinas habrán de-dar la nota de dramaticidad de
estos intentos de discurso propio y marcarán los límites his-
tóricos del mismo. Introducción . . . . . . . . . . . . . . 9
Por lo demás, se puede hablar de una cierta plenitud del a
priori antropológico, manifestado en aquella "circunstapcia" El pensamiento filosófico y su normatividad . . . . _9
entendida, a la vez, como "instancia". La doctrina de los grados
de civilización, surgida de una relativización de la noción mis- l. Acerca de la -significación del "nosotros" . - -:---:- .-- 18
ma de "civilización", aun cuando el referido proyecto ideoló-
gico mantuviera vivo un modelo de "Civilización", implicaba un II._La -historia del "nosotros" y de lo "nuestro" . . . 24
páso de un hombre "identificado" hacia un hombre que se f" III. La determinación del "nosotros" y de lo "nuestro"
"identifica" y, más aún, en el caso del Facundo, un intento de por el "legado" . . . . . . . . . . • 44
mostrar de qué modo hay un ejercicio de identificación aun en
el hombre de la "barbarie". Es decir, que el esquema, en los IV. El problema del "comienzo" de la filosofía . . . 76
escritos alberdianos y sarmientinos de los que estamos hablando,
V. Las filosofías de denuncia y la crisis del concepto . 100
·no parte de una contraposición entre un "hombre natural", y
frente a él, un "hombre histórico", sino de una progresión que VI. Vaz Ferreira: un comienzo de la filosofía latinoame-
va de un "hombre histórico" hacia un "hombre plenamente ricana . . . . . . . . . . . . . . . 115
histórico", es decir, que ha tomado conciencia de la experiencia
originaria de historicid~d. La exigencia de discurso propio VII. El desconocimiento de la historicidad de América . 122
condujo, en este sentido, a una inversión del discurso europeo VIII. Las ontotogías contemporáneas y el problema de
colonialista. El problema mismo de la decadencia de la civi- nuestra historicidad . . . . . . . . . . . 138
lización, desarrollado por Sarmiento cuando nos habla de la
"barbarizaci~de las ciudades", no suponía, en ningún momen- IX. La construcción de la filosofía de la historia en la
to, un regreso a la naturaleza, sino simplemente, a un estadio modernidad europea . . . . . . . . . 170
anterior de cultura al que, pese a todo, se le reconocen valores
propios. X. La filosofía de la historia mexicana . . . . . . 186
Tales serían algunos de los aspectos, otros más podrían ser XI. E1 problema del ser y del tener . . . . • . . 198
señalados, del modo como la problemática del "discurso pro-
pio" se planteó en los albores de nuestra cultura intelectual, y XII. Desde el padre Las Casas hasta la guerra del Pa-
de la forma cómo se dio un "comienzo" del filosofar dentro de raguay . . . . . . . . . . . . . . 209
ella. -- XIII. El problema de la "forma" dentro de la filosofía
política latinoamericana . . . . . . . . . 230
XIV. La "conciencia americana" y su "experiencia de rup-
tura". . . . . . . . . . . . . . . 259
XV. Empiricidad, circunstancia y estructura axiológica
del discurso . . . . . . . . . . . . . 274
t XVI; Necesidad y posibilidad del discurso propio . . . 284 ·

313
..
Este libro se acabó de imprimir
el día 14 de mayo de 1981 en los
talleres de Editorial Melo, S. A.,
r Av. Año de Juárez 226, Local D,.
Granjas San Antonio, México 13,
D. F. Se imprimieron 3 000 ejem-
plares y en su composición se
emplearon tipos_~ter de 10, 9: 10,
8:9 puntos. La edición estuvo. al
cüidado de Tomds Acosta Mejía.

...

·~·
TIERRA FIRME

Aguirre Beltrán, Gonzalo. La población negra de México.


Astuto, Philip Louis. Eugenio Espejo (1747-1795), reformador ecua-
toriano de la Ilustración. .
Benítez, Fernando. La ruta de Herndn Cortés.
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González, José Luis. Literatura y soqjed~d en Puerto-Rico.
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Miró Quesada, Francisco. Despertar y proyecto del filosofar latino-
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O'Gorman, Edmundo. La invención de América.
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:t García Ponce, Juan. Encuentros.
Garrido, Felipe. Con canto no aprendido.
Gorostiza, José. Poesía.
Huerta, David. Versión.

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