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Concepción del Currículo

Se maneja el currículo con más énfasis que en otras concepciones.


Incluye materias de estudio, contenidos de enseñanza, lista de cursos o asignaturas.
Es un conjunto organizado de conocimientos que el estudiante no debe solo adquirir
sino también aplicar ante una situación problemática.

Nociones del currículo


-Tabla o esquema de contenido: contenido de la enseñanza
-Tabla de alcance y secuencia: conjunto de resultados esperados en
cada nivel, agrupados de acuerdo con un tema o dimensión
-Programa de estudios: plan para un curso completo que incluye, de
manera general: metas, justificación del curso, temas, estrategias.
-Ruta de estudios “mapa curricular”: serie de cursos que el estudiante
tiene que completar
-Plan de estudios:plan que norma y conduce explícitamente un
proceso concreto y determinante de enseñanza- aprendizaje
-Experiencias:todas las actividades y vivencias por las que atraviesa
un estudiante, incluyendo las planificadas y/o no planificadas por la
escuela
-Sistema: esfuerzo conjunto y planificado de toda la escuela, destinado
a conducir el aprendizaje de los alumnos hacia resultados de
aprendizaje determinados
-Campo de estudio: se refiere a la investigación y teoría necesaria para
explicar y generar productos académicos (libros)

Según Casarini (1999): existe tres tipos de currículo


Currículo formal: plan de estudios
Currículo real: realidad escolar
Currículo oculto: valores

Según Posner: son cinco currículos


Currículo oficial
Currículo operacional
Currículo oculto
Currículo nulo
Extracurrículo
DEFINICIÓN DE CURRÍCULUM
Curriculum vitæ (o currículum vítae, en español) es un concepto latino
que significa “carrera de la vida”. Surgió en contraposición y por
analogía a cursus honorum, que se utilizaba para denominar la carrera
profesional de los magistrados romanos. Como una forma de simplificar
el concepto, suele utilizarse sólo el término curriculum o currículum.
Incluso puede usarse la abreviatura C.V.

En la actualidad, la palabra currículum permite referirse al conjunto de


experiencias de un sujeto, entre ellas las laborales, las educacionales y
las vivenciales. El currículum resulta un requisito casi ineludible a la hora
de presentarse para solicitar un empleo.
dentidad y autoestima
Autor: Carlos Chiari
Identidad y autoestima2017-06-26T09:59:21+00:00Valores humanos
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Para alcanzar un buen nivel de autoestima, debemos descubrir nuestra identidad. ¿Quién
soy yo?, ¿qué soy?, y más importante y decisivo aún, ¿qué quiero ser?

Ya sea consciente o inconscientemente, todos albergamos opiniones y emociones respecto a


nosotros mismos: seguridad o inseguridad, confianza o desconfianza, fe en nosotros mismos
y nuestros proyectos o falta de entusiasmo. Todos estos elementos dependen directamente
del nivel de autoestima que hemos desarrollado.

Todo ello incide en la forma en que miramos las cosas, en cómo aprovechamos las
oportunidades que la vida nos ofrece y en la manera en que nos relacionamos con los
demás.

Con una autoestima saludable, nos hacemos cargo de nuestra propia vida y asumimos una
actitud responsable y activa en la búsqueda de nuestras propias metas.

Pero ¿qué es la autoestima? ¿Cómo se forma? ¿Cuáles son sus componentes?

La autoestima
Antes de dar nuestra versión, veamos algunas de las definiciones que eminentes psicólogos
e investigadores han dado.
Algunos usan la palabra “estima” en el sentido de “aprecio, cariño”, y vinculan la
autoestima al conjunto de emociones y sentimientos que tenemos hacia nosotros mismos.
Este enfoque explica la autoestima como uno de los componentes de los “autoesquemas” o
“autosistemas” (Walter Riso).

En la misma línea, otros autores la definen como el sentimiento personal que surge de la
satisfacción o insatisfacción alcanzada por la forma en que vamos logrando el éxito en la
consecución de las metas que nos habíamos propuesto (William James).

Hay quienes la relacionan con procesos valorativos, vinculados a nuestras opiniones y


juicios, así como con procesos subjetivos y concienciales que se dan la mayoría de las veces
de forma inconsciente dentro de nosotros mismos.

Nathaniel Branden la relaciona con la conciencia, y la define como la disposición a


considerarse competente para hacer frente a los desafíos básicos de la vida y sentirse
merecedor de la felicidad. También con la reputación que llegamos a tener con respecto a
nosotros mismos. Según Branden, la autoestima tendría dos componentes: el sentido de
eficacia personal y el respeto a uno mismo.

Coopersmith afirma que es la evaluación aprobatoria o desaprobadora que uno hace sobre sí
mismo continuamente.

Otras definiciones
Un sentido subjetivo y permanente de la aprobación realista de uno mismo. Refleja cómo la
persona se percibe y se valora a sí misma.

El aprecio de la propia valía e importancia y tener el carácter de ser responsable de uno


mismo y de actuar con responsabilidad hacia los demás.

La evaluación de nuestro propio autoconcepto, entendiendo por ello “la composición de


ideas, sentimientos y actitudes que las personas tienen de ellas mismas”.
Finalmente, los enfoques más amplios explican que en nuestro interior se producen una
serie de actividades que se relacionan entre sí para formar nuestro “autosistema” o
“autoesquema”.

Autoestima como resultado de nuestra identidad


Como indicamos, las definiciones más amplias de la autoestima la relacionan con lo que la
psicología ha denominado “autosistema” o “autoesquema”. ¿Qué es? Es el resultado de
nuestra identidad o “sí mismo”.

Es un autorretrato o imagen interna que incluye las diversas características que adscribimos
a nuestra personalidad. Se construyen con el paso del tiempo y sirven principalmente para
organizar la información que se refiere a uno mismo. Cuando nos encontramos con
información o sucesos nuevos, intentamos comprenderlos desde el punto de vista de esas
estructuras cognoscitivas. Son como una compleja lente psicológica a través de la cual nos
vemos a nosotros mismos y las cosas que nos rodean, casi sin darnos cuenta. Por ello dice
un aforismo que “todo depende del cristal con que se mire”.

Este autosistema o autoesquema constaría de varios componentes, según el autor que los
explique: autoconsciencia, autoevaluación, autorregulación y autoeficacia.

Autoconsciencia o autoconocimiento. Es el conocimiento –juicio u opinión–, objetivo o


subjetivo, que la persona tiene de sí misma. ¿Qué creo de mí mismo? ¿Qué soy? ¿Quién
soy? Son las respuestas que íntimamente damos a estas preguntas, más allá de las
mascaradas que asume la mente para no perturbar la propia conciencia.

Autovaloración. Es la evaluación emocional de una persona sobre sí misma y sus relaciones


afectivas ante tal evaluación. ¿Qué siento de mí mismo? ¿Cómo me siento al sentirme así?
Cuando la autoestima es baja, suele estar conformada por la interiorización de lo que
suponemos es la valoración emocional hacia nosotros de nuestros seres queridos. Además
del rechazo de la propia emotividad, suelen surgir bloqueos emocionales que nos impiden
una sincera apreciación de nuestras heridas y traumas afectivos.
Autorregulación o autodisciplina. Es un aspecto esencial del desarrollo humano. Si no se
aprende a controlar la propia conducta –a evitar lo que ha de evitarse, a esperar cuando no
se pueden obtener las cosas inmediatamente, a variar las estrategias cuando no funcionan–,
se estará a merced de las circunstancias, y nuestra satisfacción o insatisfacción dependerán
más bien del azar que de nosotros mismos. La señal de la autorregulación es el control
interno.

Sentido de autoeficacia. Es la opinión o conciencia que uno tiene sobre su capacidad o


incapacidad para realizar con éxito alguna tarea o proyecto. No depende tanto de si la tarea
es fácil o difícil, sino de nuestra confianza en poder alcanzar la meta, y forma uno de los
aspectos más importantes en la motivación o desmotivación. Es el “yo puedo” o el “yo no
puedo”.

¿Qué es la identidad?
Desde la adolescencia, todo hombre y toda mujer descubre su propia existencia. Y surge la
necesidad de satisfacer las viejas preguntas que se ha hecho la Humanidad desde los albores
de los tiempos. ¿Quién soy yo? ¿Qué soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Cuál es mi
papel en la vida? ¿Qué sentido tiene mi existencia?

Ya Sócrates nos recordaba el viejo precepto del frontispicio del templo de Delfos en
Grecia: Conócete a ti mismo y conocerás el universo.
Precisamente la identidad es la compleja respuesta a la eterna pregunta humana “¿Quién
soy?”.

Anita E. Woolfolk indica que la identidad se refiere a la organización de la conducta,


habilidades, creencias e historia del individuo en una imagen consistente de sí mismo. Esto
implica elecciones y decisiones deliberadas con respecto a la vocación y a una “filosofía de
vida”.

Diane E. Papalia y Sally W. Olds explican que la búsqueda de identidad es una búsqueda de
toda la vida, la cual se enfoca durante la adolescencia y puede repetirse de vez en cuando
durante la edad adulta. Erikson enfatiza que este esfuerzo por encontrar un sentido de sí
mismo y del mundo es un proceso sano y vital que contribuye a la fuerza del ego del adulto.
Los conflictos que involucran el proceso sirven para estimular el crecimiento y el
desarrollo.

Así, para alcanzar un buen nivel de autoestima, debemos antes que nada descubrir nuestra
identidad. La primera pregunta que debemos contestarnos con franqueza es: ¿quién soy yo?,
¿qué soy?, y más importante y decisivo aún, ¿qué quiero ser?

La identidad como arquetipo reivindicativo o como un “llegar a ser”


En 1968, los psicólogos Robert Rosenthal y Leonore Jacobson demostraron que las
expectativas que los profesores tienen de sus estudiantes –aunque estos desconozcan dichas
expectativas–, son determinantes en la mayoría de los casos para el logro de las metas y
aspiraciones de estos, en lo que se llamó el “Efecto Pigmalión”. Redescubrieron lo que ya
enseñaba la filosofía tradicional: en el proceso de llegar a ser, son más importantes nuestras
expectativas respecto al futuro que el recuerdo de nuestro pasado.

Como señala Branden, la identidad, autosistema o autoestima crea un conjunto de


expectativas acerca de lo que es posible o apropiado para nosotros. Estas expectativas
tienden a generar acciones que se convierten en realidades. Y las realidades confirman y
refuerzan las creencias originales. La autoestima –alta o baja– tiende a generar las profecías
que se cumplen por sí mismas.

Tales expectativas pueden existir en la mente como visiones del subconsciente sobre
nuestro futuro. El psicólogo educacional Paul Torrance, al analizar la evidencia científica
acumulada, afirma que nuestras asunciones implícitas acerca del futuro afectan
decisivamente a la motivación. “De hecho, la imagen del futuro de una persona puede
pronosticar mejor lo que consiga del futuro que sus actuaciones del pasado”.

Por eso creemos que una buena autoestima es precisamente una de las resultantes directas
del proceso, ya no solo de búsqueda de una identidad, sino, una vez encontrada, de
afirmación de dicha identidad del individuo.

Problemas básicos de baja autoestima


Los problemas de baja autoestima más serios surgen de la adopción de una falsa identidad,
de una afirmación exterior por oposición a la afirmación interior.

Veamos algunos de estos problemas.

Afirmación centrada en nosotros mismos. Un factor que podría jugar un papel en el


deterioro temporal de la autoestima es un bajo nivel de autoconsciencia o autovaloración,
debido a la inquietud infundada respecto de la opinión o aprecio hacia sí mismo por parte de
los demás. Tendemos a vernos a nosotros mismos o a sentir respecto de nosotros mismos
según como pensamos que nos ven o nos estiman los demás (aclaramos que habrá
situaciones en las que la opinión o valoración externa sea relevante, tal como puede ser la
que de nuestra eficacia pueda hacer nuestro jefe).

Se busca entonces afanosamente agradar a los demás, a fin de mejorar la imagen o estima
que de nosotros tienen. En casos extremos, es causa del llamado “vampirismo emocional”.

Comparación social. Desde niños, y ya adultos, evaluamos nuestras capacidades, al menos


en parte, por comparación con las de los demás. En algunos casos puede ser necesario y
hasta positivo, si lo hacemos buscando un referente externo para comprendernos mejor a
nosotros mismos y para evaluar las cosas que estamos haciendo. Pero si lo hacemos con el
propósito de valorarnos por comparación con los demás, sentirnos bien si los demás parecen
peores que nosotros, o sentirnos mal si los demás parecen mejores que nosotros, se
constituye en una afirmación negativa centrada fuera de nosotros mismos. En casos
extremos, nos lleva a denigrar regularmente a las personas que conviven con nosotros.

Desvaloración aprendida. Cuando un trabajo no nos sale bien, podemos atribuirlo a la falta
de esfuerzo, a la falta de capacidad, o a ambas (también podemos echarle la culpa a algo o
alguien externo). Cuando se atribuye el fracaso a la falta de esfuerzo, suele tener poca
influencia en los sentimientos que uno tiene sobre su propia eficacia. Sin embargo, cuando
lo atribuimos a falta de capacidad, probablemente el resultado sea una desmotivación.
Además, este tipo de valoración persistente puede llevarnos a enfrentar situaciones
semejantes cada vez con menos motivación y más pesimismo, fracasando incluso en
situaciones relativamente fáciles (profecías autorrealizables).
Represión. Es una regulación interna que genera estados de angustia, usualmente por no
venir de una decisión consciente sino del acatamiento de una imposición externa o
internalizada. Por ejemplo, cuando dejamos de decir lo que sentimos por temor al rechazo o
enojo ajeno.

¿Cómo desarrollar la afirmación interior y la identidad del individuo?


¿Cómo desarrollar una autoestima elevada y eficaz? Nathaniel Branden expone seis
componentes básicos para lograrlo: vivir conscientemente; conocerse y aceptarse a sí
mismo, como punto de partida, para poder cambiar; asumir la propia responsabilidad frente
a la vida y al destino; la autoafirmación; vivir con un propósito en la vida; y vivir una vida
íntegra.

De ahí la importancia de aportar herramientas de autoconocimiento, desarrollo de la


conciencia y cultivo personal, a fin de descubrir la verdadera identidad y trabajar en la
afirmación interior.

A través del rescate de las enseñanzas milenarias de Oriente y Occidente y de los clásicos,
todos podemos desarrollar un enfoque natural y desconflictuado para promover nuestro
potencial interno, conociéndonos a nosotros mismos gracias al descubrimiento de los
componentes de la personalidad.

Leer más: http://www.monografias.com/trabajos13/concurric/concurric.shtml#ixzz5C6z9P8js

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