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Como economistas, más que el nivel del PIB o su tasa de crecimiento, lo que
debemos analizar es el bienestar de los individuos. La reactivación de la economía
vía gasto del gobierno aumentará la producción, pero si este gasto no es utilizado
en la creación de bienes o en la inversión de proyectos lo suficientemente valiosos
para la sociedad, entonces el gobierno tan sólo empeorará la situación de las
personas pues estará desviando recursos a actividades de poca productividad.
Ante este escenario, los inversionistas decidieron retirar sus capitales ante la
inminente depreciación del peso. Si mantenían sus inversiones en México, éstas
valdrían menos en relación con las inversiones hechas en alguna otra moneda. Esto
desató una fuga de capitales, a pesar de los incentivos fiscales para contener su
salida.
Dos meses después, Echeverría dejó la presidencia para que José López Portillo la
ocupara (vale la pena señalar que fue el único candidato registrado en dicha
elección presidencial). La recuperación de las relaciones del gobierno con el sector
privado fue de suma importancia para la nueva administración, así como la
estabilización de la economía. El programa propuesto por el Fondo Monetario
Internacional para recuperarse de la crisis fue cabalmente cumplido. El déficit en la
balanza de pagos disminuyó, pero algo pasó a inicios de 1978: se descubrieron
enormes yacimientos de petróleo en el sureste del país.
A López Portillo le gustaba decir: “los países del mundo se dividen en dos tipos: los
que tienen petróleo y los que no lo tienen, y México tiene petróleo”. Así es como la
economía retomó una vez más la senda del crecimiento inflacionario, el gasto del
sector público aumentó más de 30% en ese año, en tanto que los ingresos fiscales
no crecieron de manera significativa. Uno de los destinos del gasto fue el Sistema
Alimentario Mexicano (SAM), programa cuyo objetivo era lograr la autosuficiencia
en la producción de alimentos, es decir, se buscaba encauzar los ingresos de la
exportación de petróleo para la producción del campo, con la consigna básica de
“sembrar el petróleo”.
La situación se volvió insostenible cuando en mayo de 1981 se dio una ligera caída
en el precio del petróleo. Si bien la caída no fue muy grande, el problema fue el error
de diagnóstico tanto del gobierno como de una parte del sector privado. Ambos
consideraron que la caída de los precios del petróleo era un fenómeno transitorio,
por lo que mantuvieron su nivel de gasto y financiaron el déficit vía deuda. En
realidad, dicha caída inauguraría un periodo de bajas sistemáticas en el precio del
petróleo que terminaría por volver insostenibles los niveles de gasto público y
elevaría los niveles de endeudamiento del sector público y del privado.
Una nueva devaluación se hizo presente. En febrero de 1982, el peso perdió casi la
mitad de su valor frente al dólar. Las intenciones del gobierno por evitar una recesión
fueron incongruentes. Por un lado, anunciaba el recorte en el gasto; pero, por otro,
decidía aumentar los salarios. Parece que la historia se repite seis años después:
devaluación, estrategias erróneas por contener la crisis y tensiones con el sector
privado.
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La enfermedad holandesa es un fenómeno que ocurre cuando un país recibe una cantidad masiva de
recursos económicos del extranjero, detonando una fuerte apreciación de su moneda y provocando una
pérdida de competitividad a las exportaciones y un encarecimiento del valor en dólares de los bienes y
servicios comerciados