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Facultad de Filosofía y Humanidades

Licenciatura en Letras

Primer parcial

Alumna: Borsatto, Carolina.

Cátedra: Seminario de Literatura Latinoamericana.

Fecha de entrega: 2/08/2014


Unidad 1. ¿Qué literatura? ¿Qué Latinoamérica? ¿Qué identidad?

Delimitar el campo de lo que llamamos literatura latinoamericana implica


intentar un esclarecimiento conceptual de Latinoamérica misma, y esto resulta
bastante complejo dado lo controvertido y en permanente cambio que se
encuentra dicho concepto, como construcción socio-política que es.
Esta construcción se vale de cuatro criterios: el criterio geopolítico, el
lingüístico, el histórico y el del imaginario cultural. Cada uno de ellos se requieren
mutuamente para aproximarse a una mayor exactitud de conceptualización del
continente, y en ese proceso ver de qué manera la literatura configura la identidad
cultural latinoamericana.

 Criterio lingüístico
Se trata de un análisis del ámbito idiomático. Si utilizamos este criterio para
definir a Latinoamérica, dejamos afuera a unos países e incluimos a otros (como
ocurre con cada criterio de delimitación del continente).
En un comienzo, alrededor de 1875, al hablar de literatura latinoamericana
se entendió solamente a la literatura hispanoamericana, aquella producida en
lengua española. Se incluirá a Brasil recién en el año 1940, con el libro de Pedro
Enríquez Ureña Las corrientes literarias en la América Hispánica. La desventaja
de este recorte conceptual es que excluye a grupos latinos que viven en Estados
Unidos y escriben en spanglish, escritores exiliados en otros continentes que no
escriben necesariamente en español sobre América Latina (como es el caso de
los jesuitas y Julio Cortázar), y a aquellos países francófonos y anglófonos del
Caribe. Estas regiones se empiezan a considerar a mediados del siglo XX con la
emergencia de la CEPAL y el CLACSO, pero el problema no termina de
deslindarse. Lo cierto es que estos países del Caribe no latino comparten lazos de
conformación cultural e histórica con el resto de Latinoamérica, y su expresión
queda plasmada en la literatura. A propósito de esta situación, Arturo Ardao dice
que:
“… la literatura latinoamericana tiende hoy a rebasar la propia área
idiomática de la que saca su nombre. Sucede ello hacia opuestos extremos, por
imposición, una vez más, de la historia sobre la pura lógica. Asistimos en
nuestros días a la incorporación a su concepto, por un lado, de las literaturas de
lenguas precolombinas, con acuñación del llamativo término literaturas
indígenas latinoamericanas; por otro, de las literaturas del Caribe no latino, a
partir de una afinidad geográfico-étnico-cultural que desborda también de otro
modo, el riguroso marco lingüístico.”1

A comienzos del siglo XX se redescubren y revalorizan las literaturas y las


culturas indígenas, de la mano de movimientos revolucionarios populares
(Revolución Mexicana y posiciones indigenistas en el Perú), propiciando una
nueva denominación para el continente: Indoamérica. Ésta tampoco tiene éxito en
la unificación continental, pero significó una importante reivindicación de las
culturas indígenas con respecto a la inclusión en la percepción mundial de la
identidad cultural del continente.

 Transculturación

En la primera década del siglo XX, la industrialización, la globalización y el


influjo de ideas europeas que llegaron a Latinoamérica con las Vanguardias, se
encuentran con que aquí teníamos una tradición arraigada en lo rural, y avanzan
de forma tan avasalladora que amenazan con erradicar las tradiciones.
Basado en las ideas ya propuestas por el antropólogo cubano Fernando
Ortiz en 1940, Ángel Rama propone tres respuestas posibles que surgen del
encuentro de dos culturas (una propia y otra ajena):
1. Vulnerabilidad cultural: acepta las propuestas foráneas y renuncia a las
propias.

1 ARDAO, Arturo. “Nacionalidad y continentalidad en América Latina”, en Cuadernos de

marcha, n. 12, México, 1981.


2. Rigidez cultural: lo que hace es amurallarse para impedir el avance,
rechazando todo tipo de aporte nuevo.
3. Plasticidad cultural: integra en un producto, las tradiciones y las novedades.
No se trata simplemente de un sincretismo entre dos culturas, sino que
rearticula totalmente la estructura cultural propia con la incorporación de
nuevos elementos externos.

Entonces, según Rama, las culturas que sobreviven son aquellas que
adoptan esta actitud de plasticidad, las que negocian con el avance de lo nuevo y
foráneo dejando de lado la forma vieja para adoptar la nueva pero manteniendo la
esencia de la identidad cultural, que son las costumbres y los valores.
Según algunos críticos, esta categoría definida por Ángel Rama, considera
la cultura latinoamericana como una sola cultura homogénea y que, por lo tanto,
sólo tiene un sistema literario que es reforzado por la literatura de la
transculturación.

Unidad 2. La literatura latinoamericana en la época de la “modernidad


periférica”

En Cuba, la población está formada principalmente por dos razas: la blanca


y la negra. La primera (raza conquistadora) está instalada allí desde el
descubrimiento del Nuevo Mundo; y la segunda vino poco después, traída para
reemplazar la fuerza de trabajo indígena con la que había acabado la conquista.
Estos fueron los negros de África. Ambas razas sedimentaron la sociedad cubana:
por un lado se encontraban los blancos, que era la clase dominante y que poseía
todo, y por el otro los negros, la clase esclavizada y sin ningún derecho de
bienestar.
En la convivencia durante cuatro siglos, ambas razas se han influido,
mezclado y fusionado en caracteres fundamentales muy propios e imborrables de
cada una. Pero sucedió que, en el análisis de estos fenómenos, se ha limitado la
investigación de unos pocos por motivos de prejuicios emocionales, intelectuales y
éticos; echando sobre la raza negra todas las degradaciones y poniendo en la
blanca todas las excelencias.
La permanencia del racismo en Cuba impide la integración nacional
definitiva, pero no sólo se sufren las disgregaciones entre blancos y negros, sino
que también las hay dentro de cada grupo mismo.
Sin embargo, y afortunadamente, hacia finales de la década de 1920 y toda
la de 1930, presenciamos en Cuba el surgimiento de manifestaciones en defensa
de los derechos de los negros. Con la aparición del Partido Comunista cubano en
el año 1925, asistimos a un progresivo aglutinamiento de negros y blancos con
una importante conciencia de clase, en la que se va a abandonando la idea de
“raza” para fortalecer la de “cultura cubana”, donde el negro pasa a ser
considerado miembro de una clase social. A este concepto de “cultura cubana” se
lo debemos al antropólogo Fernando Ortiz, quien en su conferencia Ni racismos ni
xenofobias, pronunciada en Madrid en 1928, defendía lo siguiente:

“Pensemos en que lo realmente nuestro, lo que nos pertenece


troncalmente a todos, es ‘una misma cultura’, aunque de matices variados, y en
que lo único que puede vincularnos unos a otros en el porvenir para nobles y
puras actividades no es sino ‘la cultura’ en su sentido más comprensivo y
supremo, sin las colocaciones parciales de tal o cual política, religión, escuela o
raza.”2

Por su parte, Nicolás Guillén, además de su reconocida producción poética,


en 1929 tuvo un importante papel como periodista con la publicación de unos
artículos en “Ideales de una raza”, página negra del suplemento dominical del
Diario de la Marina. Por primera vez en Cuba se plasmaban en un diario muy
influyente los problemas del negro.
Con respecto a su faceta lírica, Guillén formula un proyecto estético e
ideológico para la poesía mediante la temática mestiza y el sincretismo religioso.

2 ORTIZ, Fernando. “Ni racismos ni xenofobias”, en Revista Bimestre Cubana XXIV, 1

(enero-febrero de 1929), pp. 13-15.


En el prólogo del libro Sóngoro cosongo (1931), nos deja en claro que está
escribiendo una poesía del pueblo cubano, definiéndola como “versos mulatos”, ya
que el espíritu de Cuba es mestizo. A la vez que sostiene que una poesía nuestra
no podrá serlo de ningún modo si excluye al negro. Así, amplía el “nosotros”
incluyendo a las razas (los negros y mulatos), como sujetos sociales y ciudadanos
con derechos.
En Motivos del son (1930), Nicolás Guillén se encarga de reproducir el
habla del negro, donde la “s” y otras consonantes finales se eliden, la “v” se
sustituye por la “b”, entre otras características. Fue algo muy similar a lo que
Borges llevó a cabo muchos años antes en Argentina, para imprimirle al lenguaje
el sello que lo diferenciara con el castellano de España.
Otra forma de representar la identidad cubana a través de su poesía,
además de la inclusión del lenguaje del negro, fue la de plasmar la vida cotidiana
del pueblo: el habanero desclasado de los solares, el chévere de barrio, el obrero
y el soldado. También evidenciamos el humor y la ironía con la Guillén escribe,
para generar una toma de conciencia sobre las desigualdades sociales. Replica el
ritmo musical de los sones musicales utilizando recursos estilísticos propios de la
lírica, como la aliteración y las anáforas.
Finalmente, y como para unificar lo expuesto a lo largo de esta monografía,
¿Podríamos asegurar que la poesía de Nicolás Guillén es literatura
transculturada? Efectivamente sí, consideramos que su poesía es transculturada
porque, como postulaba Ángel Rama, la esencia de la identidad cultural cubana se
mantiene y, no sólo eso, sino que también incluye a los grupos sociales que no
eran considerados para nada hasta el momento, con sus costumbres y valores.
Todo esto adoptando una nueva forma de recursos estilísticos proveídos por
España (como las repeticiones, los estribillos, etc.), aunando los ritmos y la
musicalidad africana.
Bibliografía consultada

PIZARRO, Ana (coord). “Introducción”. La literatura latinoamericana como


proceso. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1985.

RAMA, Ángel. “Los procesos de transculturación en la narrativa latinoamericana”.


La novela en América Latina. Panoramas 1920-1980. Instituto Colombiano de
Cultura. Colombia, 1982.

SCHWARTZ, Jorge. Las vanguardias latinoamericanas. Fondo de cultura


económica. México, 2002.

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