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Krausismo - Ile.misiones Pedagógicas FVH
Krausismo - Ile.misiones Pedagógicas FVH
UA Didáctica de la Geografía
La ILE, destaca por sus ingentes esfuerzos en trabajar hacia una renovación
cultural y pedagógica nunca antes acometida en la España de finales del siglo
XIX, en cuyos estatutos se declaraba de forma clara y concisa ajena a todo
interés religioso, ideología o partido político, proclamando el derecho a la
libertad de cátedra, la inviolabilidad de la ciencia y el respeto a la conciencia
individual, como forma de entender la docencia que quiso poner a nuestro
país en igualdad de condiciones con los países de su entorno.
Los pioneros, Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío, dirigieron sus
esfuerzos en la ILE hacia el modelo de un hombre nuevo e íntegro, abierto a
todos los ámbitos del saber, a través de una nueva educación encargada de
formar personas intelectualmente despiertas con la capacidad de elevar el
nivel sociocultural de nuestro país.
Giner de los Ríos defendía que la educación no era solo instruir y acumular
conocimientos, sino que la prioridad era educar y formar ciudadanos de
una forma integral, aspirando a que sus alumnos puedan servirse de forma
extensa y con prontitud de los libros como fuente capital de cultura,
rechazando las lecciones de memoria, por creer que todo ello contribuye a
petrificar el espíritu y a mecanizar el trabajo de clase, donde la función del
maestro ha de consistir en despertar y mantener vivo el interés del niño,
excitando su pensamiento, sugiriendo cuestiones y nuevos puntos de vista,
enseñando a razonar con rigor y a resumir con claridad y precisión los
resultados de acuerdo a su edad.
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Las excursiones escolares, elemento esencial del proceso intuitivo, forman
una de las características de esta institución desde su origen como
ejercicios que obliguen a buscar, a reflexionar, a resolver y a componer de
forma personal.
Así mismo, defendía que un día de campo valía mucho más que un día de
clase y se enfrentó con todos los poderes públicos a su alcance para
desterrar los exámenes, consiguiendo así ser uno de los primeros en
instaurar la evaluación continua.
En ese sentido, frente a una escuela en la que se ven niños quietos, callados,
que ni ríen ni alborotan, presentes como si estuvieran muertos, proponía
una transformación en las aulas al suprimir el estrado y la cátedra del
maestro, de modo que en torno al profesor, se propiciara un círculo poco
numeroso de escolares activos, que pensaran, hablaran, disputaran y
movieran, porque están vivos, de forma que se produjera una verdadera
colaboración en la difícil y compleja andadura del maestro.
Entre los años 1936 y 1939, en la guerra civil se produjo una de las fases
más negras de nuestra historia, pero además fue el principio de un hecho
mantenido en el tiempo, en el que la represión se prolongó durante el
Nuevo Régimen. Esta represión, que comenzó paralela a la guerra y fue
común en ambos frentes y retaguardias, se caracterizó por darse en todos
los ámbitos, principalmente en el político, así como en el económico e
ideológico. Al igual que el resto de la vida pública del país, la educación fue
sometida a un proceso de limpieza ideológica a través de la depuración del
personal docente en todos sus ámbitos, pero fundamentalmente en el
magisterio primario. De este modo, el vacío dejado por maestros exiliados,
depurados, y muertos es llenado por otros escogidos con criterios políticos.
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Durante la II República (1931-1936), la creación de las Misiones Pedagógicas,
fueron una novedosa iniciativa socioeducativa que surgió de la mano de
Manuel Bartolomé Cossío, quien inspirado por las tendencias de la ILE
preside el Patronato de éstas creándolas el 29 de mayo de 1931 para hacer
de la cultura un patrimonio de todos, y en especial de la población rural,
llevando a los pueblos y aldeas más aisladas del país, la cultura y los avances
de los que solo podían disfrutar las ciudades.
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atender las necesidades de la sociedad y no de la Iglesia a través de una
enseñanza articulada en los niveles de primaria, secundaria y superior.
A mediados del siglo XIX, más del 81% de la población española era
analfabeta, la mitad de los niños no estaban escolarizados porque no tenían
acceso a una educación pública y reglada, el 42,3 % del profesorado de
instrucción primaria no poseía titulación específica y más del 60% de las
escuelas no tenían el material técnico ni el marco arquitectónico adecuado
(Gómez, 1988), de este modo muy pocas personas eran las que en aquella
época podían ir a la escuela, y hasta tiempos muy recientes, la educación no
era un derecho, sino un lujo de quienes se lo podían permitir.
CONCLUSIÓN