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PRÁCTICA 1. TEXTOS La Ciudad de Dios. Sínodo de Auxerre
PRÁCTICA 1. TEXTOS La Ciudad de Dios. Sínodo de Auxerre
"Todas las devastaciones, los asesinatos, los saqueos, los incendios y los malos
tratos que se han cometido en ese desastre tan reciente de Roma no son sino la
consecuencia de las costumbres practicadas en la guerra. Pero esto que ha acontecido
por primera vez, el hecho de que ese salvajismo bárbaro, por un prodigioso cambio
del aspecto de las cosas, se haya mostrado tan dulce hasta el punto de escoger y
designar, para llenarlas con representantes del pueblo, las más vastas basílicas,
dentro de las cuales nadie sería acometido, de donde nadie sería arrancado, adonde
muchos serían conducidos para su liberación por enemigos compasivos, de donde
nadie sería llevado en cautividad ni aún por los más crueles enemigos: esto, en
nombre del Cristo, es a los tiempos cristianos a lo que hay que atribuirlo (...)
La casa de los hombres que no viven de la fe procura la paz terrena con los bienes
y comodidades de la vida temporal, pero la casa de los hombres que viven de la fe
espera los bienes que le han prometido eternos en la vida futura y de los terrenos y
temporales usan como peregrinos, no de forma que deje prenderse y apasionarse de
ellos y que la desvíen de la verdadera senda que dirige hacia Dios, sino para que la
sustenten con los alimentos necesarios para pasar más fácilmente la vida y no
acrecentar las cargas de este cuerpo corruptible (...). La ciudad celestial o, por mejor
decir, la parte de ella que anda peregrinando en esta mortalidad y vive de la fe,
también tiene necesidad de semejante paz y (...) como tiene ya en prenda la promesa
de la redención y el don espiritual, no duda en sujetarse a las leyes de la ciudad
terrena (...), pues así como es común a ambas la misma mortalidad, así en las cosas
tocantes a ella se guarda la concordia entre las dos ciudades... Así que esta ciudad
celestial, entretanto que es peregrina en la tierra, va llamando y convocando de entre
todas las naciones ciudadanos, y por todos los idiomas va haciendo recolección de la
sociedad peregrina, sin atender a diversidad alguna de costumbres, leyes e institutos,
que es con lo que se adquiere o conserva la paz terrena, y sin reformar ni quitar cosa
alguna ... siempre que no impida y sea contra la religión, que nos enseña y ordena
adorar a un solo, sumo y verdadero Dios.
La Ciudad de Dios, Libro XIX, cap. XVII)