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MANUAL AUTOFORMATIVO

ASIGNATURA
DERECHO DE DAÑOS

Autor:
Carlos Manuel Misari Argandoña
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN

DIAGRAMA DE LA PRESENTACIÓN DE LA ASIGNATURA

UNIDAD I: APRECIACIONES GENÉRICAS

Diagrama de presentación de la Unidad I

Tema 1: Generalidades
1. Generalidades
1.1. La manifestación de voluntad
1.2. El hecho jurídico
1.3. Los hechos jurídicos voluntarios e involuntarios
1.4. El acto jurídico y su estructura
1.5. La responsabilidad civil
1.6. El análisis económico del Derecho

Tema 2: Introducción al aprendizaje del modelo de responsabilidad civil en


el Código Civil Peruano
1. La provincia de la responsabilidad civil
1.1. Terminología
1.2. Acepciones de la responsabilidad, responsabilidad civil y responsabilidad
penal
1.3. Responsabilidad contractual y responsabilidad extracontractual
1.4. Las funciones de la responsabilidad civil

Lectura seleccionada 1
«La moderna responsabilidad extracontractual»

Actividad formativa 1

Tema 3: Diferencias entre la responsabilidad civil contractual y la


responsabilidad civil extracontractual
1. Distinción entre la responsabilidad civil contractual (Rectius por inejecución de
las obligaciones) y la responsabilidad civil extracontractual o aquiliana.

Tema 4: La responsabilidad civil unitaria


1. La responsabilidad civil como un sistema unitario
1.1. La responsabilidad civil contractual y la extracontractual como aspectos de
un mismo sistema normativo.
1.2. Los aspectos comunes de ambos tipos de responsabilidad
a) La antijuridicidad
b) El daño causado
c) La relación de causalidad
d) Factores de atribución
1.3. Las diferencias que justifican una regulación distinta

Lectura seleccionada 2
«Argumentos para mantener la separación de los regímenes de
responsabilidad civil»

Actividad formativa 2

Glosario de la Unidad I

Bibliografía de la Unidad I

Autoevaluación 1
UNIDAD II: ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
Y SU REPARACIÓN

Diagrama de Presentación de la Unidad II

Tema 1: La imputabilidad, antijuridicidad y el daño como elementos


configurativos de la responsabilidad civil
1. La imputabilidad o capacidad de imputación
2. Antijuridicidad y responsabilidad civil
2.1. La antijuridicidad en la estructura de los hechos jurídicos ilícitos que
.originan una responsabilidad civil, extracontractual o contractual
2.2. Clases de antijuridicidad: la antijuridicidad típica y la antijuridicidad
atípica o genérica
2.3. La antijuridicidad y el principio de legalidad en el derecho privado
3. El daño en la estructura de la responsabilidad civil
3.1. El daño patrimonial
3.2. Daño extrapatrimonial
3.3. Indemnización por daños en caso de muerte

Tema 2: La relación causal y los factores de atribución como elementos


configurativos de la responsabilidad civil
1. La relación causal o nexo causal en la responsabilidad civil (extracontractual)
1.1. Teorías causales
1.2. La ocasionalidad necesaria de la jurisprudencia italiana
1.3. Incitación y ayuda
1.4. Supuestos de ruptura del nexo causal
1.5. La causa adecuada
1.6. Fracturas causales y concausa
1.7. Efectos jurídicos de la pluralidad de causas
2. Factores de atribución en la responsabilidad civil extracontractual
2.1. Los factores de atribución y los sistemas de responsabilidad civil
extracontractual
2.2. Factores de atribución subjetivos y objetivos
2.3. La noción de culpa y el sistema subjetivo de responsabilidad civil
2.4. El riesgo creado dentro del Código Civil peruano

Lectura seleccionada 1:
«La pérdida del hijo que está por nacer»

Actividad formativa 3

TEMA 3: Aspectos complementarios a tenerse en cuenta


1. Responsabilidad civil indirecta
1.1. Responsabilidad civil por hecho propio y por hecho ajeno
1.2. Responsabilidad civil por hecho de los dependientes o subordinados
1.3. Responsabilidad civil por hecho de los incapaces.
1.4. Responsabilidad civil por hecho de las cosas animadas e inanimadas

Lectura seleccionada 2:
«El autor anónimo en la responsabilidad vicaria»

Actividad formativa 4

Glosario de la Unidad II

Bibliografía de la Unidad II

Autoevaluación 2
UNIDAD III: SUPUESTOS ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD DISEÑADOS
POR EL CÓDIGO CIVIL PERUANO

Diagrama de presentación de la Unidad III


Tema 1: Cuestiones procesales
1. Aspectos procesales
1.1. Plazo prescriptorio
2. Proceso penal y reparación civil derivada

Tema 2: El Código Civil y los supuestos especiales de responsabilidad civil


I
1. Supuestos especiales de responsabilidad diseñados por el Código Civil
1.1. Regímenes especiales de responsabilidad del deudor

Lectura seleccionada 1:
«La responsabilidad civil y el derecho probatorio»

Actividad formativa 5

Tema 3: El El Código Civil y los supuestos especiales de responsabilidad


civil II
1. Supuestos especiales de responsabilidad diseñados por el Código Civil
1.2. Regímenes especiales de la responsabilidad aquiliana

Tema 4: El Código Civil y los supuestos especiales de responsabilidad civil


III
1. Supuestos especiales de responsabilidad diseñados por el Código Civil
1.3. Responsabilidad por los daños causados por las cosas
1.4. Responsabilidad por los daños causados por denuncia calumniosa

Lectura seleccionada 2:
«Responsabilidad por denuncia calumniosa»

Glosario de la Unidad III

Bibliografía de la Unidad III

Autoevaluación 3

UNIDAD IV: NUEVOS SUPUESTOS DE RESPONSABILIDAD CIVIL

Diagrama de presentación de la Unidad IV

Tema 1: Actuales supuestos de responsabilidad civil I


1. Responsabilidad civil ocasionada por accidentes de tránsito
2. Responsabilidad por productos defectuosos

Tema 2: Actuales supuestos de responsabilidad civil II


1. Responsabilidad civil de la persona jurídica
1.1. Introducción
1.2. Capacidad de la persona jurídica y validez de sus actos
1.3. La responsabilidad de la persona jurídica diseñada por el Código Civil
1.4. Fundamento de la responsabilidad civil de las personas jurídicas
2. Responsabilidad civil del Estado
2.1. Responsabilidad del Estado por errores judiciales en los procesos penales y
detenciones arbitrarias
2.2. Responsabilidad civil del Estado por la actividad jurisdiccional
2.3. Factibilidad del pago de las indemnizaciones por los daños que causa el
Estado

Lectura seleccionada 1:
«Responsabilidad por riesgo»

Actividad formativa 7

Tema 3: Actuales supuestos de responsabilidad civil III


1. Responsabilidad civil de los profesionales
1.1. La responsabilidad civil del profesional: ¿es contractual o
extracontractual? 1.2. La responsabilidad civil del profesional: ¿responsabilidad
subjetiva u objetiva?
1.3. Carga probatoria

Tema 4: Actuales supuestos de responsabilidad civil IV


2. Responsabilidad civil por daño genético:
2.1. La responsabilidad civil por daño genético en la transmisión natural de la
vida

Lectura seleccionada 2:
«La responsabilidad civil del abogado»

Actividad formativa 8

Glosario de la Unidad IV

Bibliografía de la Unidad IV

Autoevaluación 4

ANEXOS
INTRODUCCIÓN

El Derecho de Daños es una asignatura de especialidad, diseñada para la modalidad


a distancia, cuyo propósito consiste en que el estudiante adquiera una visión
panorámica, orgánica y detallada de los principales aspectos que conforman la
doctrina, la jurisprudencia y la legislación de la responsabilidad civil. Así, el manual
constituye el material didáctico de apoyo más importante para el estudiante, dado
que su organización permite orientar y facilitar el autoaprendizaje de los contenidos
teóricos y complementarlo con las actividades establecidas, según los lineamientos
del sílabo. Su valor agregado radica en la presentación de temas y contenidos
actualizados, acompañados de casos que permiten aplicar los elementos teóricos a
situaciones reales desde toda perspectiva y función como operador del derecho,
todo lo cual contribuye para que se alcancen las competencias previstas.

Los contenidos están organizados por unidades; en la Unidad I, dichos contenidos


se relacionan con apreciaciones genéricas del Derecho de Daño. En la II Unidad, en
cambio, se abordan las diferencias entre la responsabilidad civil contractual y la
responsabilidad civil extracontractual. Por su parte, en la III Unidad se plantean los
elementos constitutivos de la responsabilidad civil y su reparación, Finalmente, la
IV Unidad tiene por asunto aspectos complementarios a tenerse en cuenta. Cada
unidad está enriquecida con lecturas de apoyo, una actividad formativa, un glosario,
una autoevaluación y la bibliografía básica.

Para el estudio del manual te recomendamos la siguiente secuencia: 1. Realizar el


estudio de los contenidos con una lectura analítica y reflexiva, en virtud de la cual
subrayes, resumas y asimiles la información. 2. Pasar al estudio de las lecturas
seleccionadas, que son de estudio de profundización o ampliación. 3. Desarrollar
la autoevaluación, que es una preparación para la prueba final de la asignatura y 4.
Desarrollar las actividades programadas para cada semana en el aula virtual, con
la asesoría del docente virtual.

Motivándote una vez más en la revisión, estudio, análisis, reflexión y aplicación


práctica de los diversos tópicos, según sea tu posibilidad, te instamos a que
organices tu tiempo para obtener buenos resultados y equilibres tus actividades
personales con las actividades que asumas como estudiante; ello te permitirá salir
con éxito en los estudios y metas trazadas.

El autor
PRESENTACIÓN DE LA ASIGNATURA

COMPETENCIA DE LA ASIGNATURA

Adquiere una visión panorámica, orgánica y detallada de los principales aspectos


que conforman la doctrina, la jurisprudencia y la legislación de la Responsabilidad
Civil – Derecho de Daños; y aplica los elementos teórico-prácticos aprehendidos a
situaciones reales desde toda perspectiva y función como operador del Derecho.

UNIDADES DIDÁCTICAS:

UNIDAD I UNIDAD II Unidad III Unidad IV

Apreciaciones Elementos Supuestos Nuevos supuestos de


genéricas constitutivos de la especiales de responsabilidad civil
responsabilidad civil responsabilidad
y su reparación diseñados por el
código civil peruano

TIEMPO MÍNIMO DE ESTUDIO

UNIDAD I UNIDAD II UNIDAD III UNIDAD IV

16 16 16 16
UNIDAD I: APRECIACIONES GENÉRICAS

DIAGRAMA DE PRESENTACIÓN DE LA UNIDAD I


ORGANIZACIÓN DE LOS APRENDIZAJES

CONOCIMIENTOS PROCEDIMIENTOS ACTITUDES


Video de presentación de la asignatura
1. Reconoce los contenidos del
UNIDAD I. APRECIACIONES GENÉRICAS sílabo, obtiene un concepto
Videoclase 1 (Videoconferencia) genérico del curso a
Tema 1: GENERALIDADES desarrollarse y conoce la
1. Generalidades: 1.1. La manifestación de manera en que se llevará a cabo
voluntad. 1.2. El hecho jurídico. 1.3. Los la respectiva evaluación.
hechos jurídicos voluntarios e
involuntarios. 1.4. El acto jurídico y su
estructura. 1.5. La responsabilidad civil. 2. Analiza aspectos básicos
1.6. El análisis económico del Derecho relacionados con el Derecho de
Daños y la ubicación de nuestra
Tema 2: INTRODUCCIÓN AL APRENDIZAJE rama de estudio dentro del
DEL MODELO DE RESPONSABILIDAD sistema jurídico a través de la
CIVIL EN EL CÓDIGO CIVIL PERUANO historia en el derecho
1. La provincia de la responsabilidad civil. comparado, adquiriendo una
1.1. Terminología. 1.2. Acepciones de la base crítica.
responsabilidad, responsabilidad civil y
responsabilidad penal. 1.3.
Responsabilidad contractual y Actividad formativa 1
responsabilidad extracontractual. 1.4. Elabora un resumen de la lectura
Funciones de la responsabilidad civil. seleccionada «La moderna 1. Asumir una actitud
responsabilidad extracontractual» amplia, abierta y de
constante esfuerzo
Lectura seleccionada 1: «La moderna
académico, asumiendo
responsabilidad extracontractual».
y transmitiendo el
interés y la idea de
Videoclase 2 importancia de la
Tema 3: DIFERENCIAS ENTRE LA asignatura para el
RESPONSABILIDAD CIVIL CONTRACTUAL Y desarrollo profesional y
LA RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRA- personal con amplios
CONTRACTUAL criterios de respeto
1. Distinción entre la responsabilidad civil mutuo, superación
contractual (rectius por inejecución de las personal, investigación,
obligaciones) y la responsabilidad civil diálogo y autocrítica.
extracontractual o aquiliana.

Tema 4: LA RESPONSABILIDAD CIVIL


UNITARIA
1. La responsabilidad civil como un sistema Actividad formativa 2
unitario. 1.1. La responsabilidad civil Realice un comentario de la lectura
contractual y la extracontractual como seleccionada «Argumentos para
aspectos de un mismo sistema normativo. 1.2. mantener la separación de los
Los aspectos comunes de ambos tipos de regímenes de responsabilidad civil».
responsabilidad. 1.3. Las diferencias que
justifican una regulación distinta.

Lectura seleccionada 2
«Argumentos para mantener la separación de
los regímenes de responsabilidad civil»

Glosario de la Unidad I

Bibliografía de la Unidad I

Autoevaluación 1

TEMA 1: GENERALIDADES

1. Generalidades

Un estudio serio sobre la responsabilidad civil exige, sin lugar a dudas,


situarla inicialmente dentro del mundo jurídico; para ello es indispensable realizar
un repaso breve sobre la manifestación de la voluntad, el hecho jurídico, los hechos
jurídicos voluntarios e involuntarios, hechos voluntarios lícitos y los hechos
voluntarios ilícitos.

Una vez ubicado el campo de estudio de la responsabilidad civil, podremos


realizar afirmaciones sobre la terminología y establecer categóricamente las
diferencias de significación que existen entre la responsabilidad civil y la
responsabilidad penal. Este punto es trascendental en nuestro estudio, puesto que
las diferencias que existen entre ambas responsabilidades (la civil y la penal) han
acarreado hasta nuestros días grandes problemas para estudiantes de
responsabilidad civil de pregrado y post grado, abogados y otros operadores
jurídicos.

Así, podremos apreciar que el Código Civil peruano vigente regula en campos
distintos la responsabilidad civil contractual y la responsabilidad civil
extracontractual, y que, además, que las diferencia nítidamente, dejando de lado
―por el momento― una regulación unitaria.

1.1. La manifestación de voluntad

El Código Civil peruano ―vigente desde 1984― no define ni mucho menos


señala qué debemos de comprender por manifestación de la voluntad. Sin embargo,
podemos afirmar que es el acto de dar a entender la voluntad interna del sujeto
haciendo uso de cualquier medio que la exteriorice. Dichos medios no son otros que
la manifestación expresa y la manifestación tácita.

1.2. El hecho jurídico

La teoría del hecho jurídico en nuestra legislación civil es imperceptible, por


ello esta labor se la ha encomendado a la doctrina.

La noción doctrinaria del hecho jurídico se remonta a Savigny, para quien es


el hecho que produce una adquisición, modificación, transferencia o extinción de
derechos. De ahí surge la noción ampliamente difundida de que el hecho jurídico es
todo hecho que produce una consecuencia de derecho, motivo por el cual León
Barandiarán, usando un vocablo más propio, acuña la voz «jurígeno». Así pues,
hecho jurídico o jurígeno, en la noción generalizada de la doctrina, es el hecho que
por sí, o junto con otros, produce efectos jurídicos y se constituye, mediata o
inmediatamente, en fuente de toda relación jurídica o en causa de su extinción.

Como puede ya colegirse, no todo hecho es un hecho jurídico. Hecho, en


general, es todo suceso o acontecimiento generado con la intervención del ser
humano o sin ella, y puede o no producir consecuencias jurídicas.

Un hecho es jurídico en la medida en que produzca consecuencias jurídicas


y sea así calificado por el Derecho. No existe el hecho jurídico per se sino en cuanto
merece esta calificación. Así, por ejemplo, un deslizamiento de tierras no es un
hecho jurídico sino en cuanto afecte el derecho de propiedad de alguien o cause la
muerte de una persona. Son las consecuencias, pues, las que determinan el carácter
jurídico del hecho y por eso puede hablarse de una causalidad jurídica en cuanto
que, para que se produzca el efecto jurídico, es necesario que exista un nexo entre
el hecho y el efecto mismo. El hecho jurídico, para sintetizar, es la causa de efectos
jurídicos y por esta relación de causalidad tal vez puede resultar más apropiada la
denominación de hechos jurígenos (Vidal, 2011, pp. 31-32).

1.3. Los hechos jurídicos voluntarios e involuntarios, hechos voluntarios


lícitos y los hechos voluntarios ilícitos.

La doctrina suele distinguir entre los hechos jurídicos voluntarios y los


involuntarios.

Se entiende por hechos jurídicos involuntarios aquellos en los cuales no


interviene la conducta voluntaria del hombre, tales como la muerte, el nacimiento,
un terremoto que ocasione pérdidas de vidas humanas y de bienes, un aluvión, la
mayoría de edad, etc.; en tal virtud, el correspondiente efecto jurídico se atribuye
a la realización del simple fenómeno o acontecimiento. Al contrario, los hechos
jurídicos voluntarios son todos aquellos en los cuales interviene la voluntad, en el
sentido de conducta voluntaria; por tanto, puede afirmarse que en estos últimos los
efectos jurídicos nacen como consecuencia de la realización de una conducta
voluntaria del individuo (Taboada, 2005, p. 15).
Del mismo modo, la doctrina diferencia nítidamente entre los hechos
voluntarios lícitos y los hechos voluntarios ilícitos, ambos categorías de los hechos
jurídicos voluntarios, según la doctrina del acto jurídico.

Se entiende por hechos voluntarios ilícitos aquellos que producen


consecuencias jurídicas no queridas por los autores de la conducta voluntaria y que
el Derecho atribuye como respuesta a la realización de la propia conducta ilícita.
Igualmente, se señala que una de las características fundamentales de los hechos
voluntarios ilícitos es que consisten en conductas que contravienen las normas
jurídicas, y es por ello que se ha venido hablando siempre de «hecho ilícito», con
todas las dificultades que desde siempre y modernamente ha acarreado definir el
concepto de ilícito o de antijuridicidad en materia de hechos jurídicos

Evidentemente, el estudio de tal clase de hechos corresponde a la disciplina


de la Responsabilidad Civil, bien sea contractual, en cuyo caso el ilícito consiste en
la contravención de una relación jurídica obligatoria nacida como consecuencia de
la voluntad de los particulares, ya sea a través de un contrato, entendido en su
sentido más amplio como un acuerdo de voluntades, o de la voluntad unilateral;
bien se trate de la extracontractual, en cuyo caso el ilícito consiste en la violación
del deber jurídico genérico de no causar daño a otro, en sus múltiples alcances.

Sin embargo, sea como sea, esta materia de la ilicitud que corresponde a la
doctrina general de la responsabilidad civil, con todos los matices y puntos de vista
que ella encierra, nos muestra que el universo de los hechos jurídicos no
corresponde íntegramente a la teoría general del acto jurídico, pues los hechos
ilícitos, al consistir en conductas violatorias del ordenamiento jurídico en general,
no dan por ello mismo lugar al nacimiento de efectos jurídicos deseados por sus
autores; en tal virtud, existe uniformidad de pareceres entre quienes siguen la
corriente del acto jurídico —o negocio jurídico— en señalar que el acto jurídico o,
en su caso, el negocio jurídico, es un hecho jurídico voluntario lícito (Taboada 2005:
16-17).

1.4. El acto jurídico y su estructura

Como se sabe, el artículo 140 del Código Civil se refiere al acto jurídico como
la manifestación de la voluntad destinada a crear, regular, modificar o extinguir
relaciones jurídicas y señala que para su validez se requiere: 1) agente capaz, 2)
objeto física y jurídicamente posible, 3) fin lícito, y 4) observancia de la forma
prescrita, bajo sanción de nulidad.

La definición que nos ofrece el Código Civil es correcta; sin embargo, es


posible tener una apreciación mucha más elaborada sobre el acto jurídico.

Dentro del universo de los hechos jurídicos existe la categoría de los hechos
jurídicos voluntarios, llamados actos jurídicos, que se caracterizan por estar
conformados por una o más manifestaciones o declaraciones de voluntad emitidas
con el propósito de alcanzar un resultado práctico, el cual, en cuanto tutelado por
el ordenamiento jurídico, se convierte en un resultado jurídico.

Estos actos jurídicos (llamados en otros sistemas doctrinarios y legales


negocios jurídicos) constituyen sin lugar a dudas la especie más importante de
hechos jurídicos voluntarios, por cuanto a través de ellos los particulares tienen la
posibilidad de satisfacer sus múltiples y variadas necesidades de relación con otros
sujetos de derecho; de ahí que la doctrina les haya prestado mucha atención y en
muchos sistemas jurídicos, como es el caso del Código Civil peruano, le haya
dedicado un libro especial para su regulación legal (Taboada 2002: 21-22).

Ahora que hemos definido puntualmente el acto jurídico, solo nos queda
mencionar que su estructura está conformada por: i) los elementos, ii) los
presupuestos y iii) los requisitos. No abordaremos acá estas materias puesto que
fueron ampliamente desarrolladas en el curso de Acto Jurídico.
1.5. La responsabilidad civil

Hasta este punto se ha afirmado que una de las peculiaridades de los hechos
jurídicos voluntarios ilícitos se produce cuando una conducta transgrede una norma
o varias normas jurídicas y, en consecuencia, podemos hablar de hechos
antijurídicos o ilícitos; es innegable que ello pertenece al campo de estudio de la
responsabilidad civil, ya sea contractual o extracontractual.

Se puede definir la responsabilidad civil como una técnica de tutela (civil) de


los derechos (u otras situaciones jurídicas) que tiene por finalidad imponer al
responsable (no necesariamente al autor) la obligación de reparar los daños que
este ha ocasionado. De ello se deriva la consecuencia de que no es admisible hablar
en términos de diversos géneros de responsabilidad, sino a los varios criterios en
razón de los cuales se es responsable».

Debemos advertir que la responsabilidad civil extracontractual guarda en su


estructura elementos indispensables que deben presentarse para que esta se
engendre. Estos elementos son: i) la imputabilidad o capacidad de imputación, ii)
la ilicitud o antijuridicidad, iii) el factor de atribución, iv) el nexo causal y v) el daño.
Estos elementos serán examinados en la Unidad II.

1.6. El análisis económico del Derecho

El análisis económico del Derecho es una disciplina de ascendencia


anglosajona, teoría que no es muy conocida en nuestro país. Floreció en la década
de 1960 en los Estados Unidos de América y tiene como fundadores a Ronald Coase,
Guido Calabresi y Richard Posner.

El principal objetivo del análisis económico del Derecho es que el Derecho,


guardando su esencia de valores y otros aspectos a los cuales se debe, sea un
Derecho eficiente, eludiendo el empleo inadecuado de los recursos y concibiendo
incentivos de conductas adecuadas para lograr su finalidad.

La responsabilidad extracontractual ha sido estudiada profundamente por el


análisis económico del Derecho a través de grandes profesores; así tenemos a
Harvard Steven Shavell, quien exhibió su prestigiosa teoría sobre la responsabilidad
extracontractual por accidentes, instaurada en el análisis económico del Derecho,
junto con la teoría de los profesores Posner y Calabresi.

TEMA 2: INTRODUCCIÓN AL APRENDIZAJE DEL MODELO DE


RESPONSABILIDAD CIVIL EN EL CÓDIGO CIVIL PERUANO.

1. La provincia de la responsabilidad civil

En el libro Derecho de la Responsabilidad Civil, del profesor peruano Juan


Espinoza Espinoza, encontramos el término «provincia de la responsabilidad civil»;
seguramente y sin miedo a equivocarnos con dicho vocablo se alude a uno de los
tantos institutos jurídicos que estudia el Derecho en su conjunto, como es la
responsabilidad civil.

En nuestro país, como en otros del denominado sistema jurídico


latinoamericano, se puede abordar la provincia de la responsabilidad civil usando
modelos jurídicos de otras realidades, como es el caso de la angloamericana,
principalmente a través del análisis económico del Derecho, o de la cultura jurídica
italiana, valiéndose de su doctrina, legislación o jurisprudencia. Sin embargo,
también existe la necesaria alternativa de analizar los elementos constitutivos de la
responsabilidad civil, en tanto ello sea posible, a partir de la propia experiencia
nacional (Espinoza 2007: 29).

Compartimos el criterio del reconocido profesor en el sentido de que al


momento de analizar los diversos puntos contenidos en la presente materia no
debemos olvidar cómo tratan la responsabilidad civil otros sistemas jurídicos; ello
nos permitirá observar y reflexionar con mayor amplitud y, al mismo tiempo, con
profundidad en torno de los casos ocurridos en nuestro país, sin olvidar —claro
está—el tratamiento jurídico que se otorga en nuestra sociedad. Por ello,
intentaremos explicar la responsabilidad civil a partir de la regulación jurídica
peruana.

1.1. Terminología

Uno de los obstáculos ordinarios en el universo del Derecho es el uso de un


sinnúmero de términos para significar a una sola figura jurídica. El acierto
terminológico no es una cuestión insignificante; por el contrario, la precisión en la
selección del léxico resulta fundamental, ya que de no ser así se induciría al caos,
produciéndose, con ello, innecesarios dilemas (Misari 2013: 13).

Etimológicamente, en efecto, «responder» es «prometer a la vez» pero


también «corresponder a una promesa». La palabra comunica, entonces, un
desbalance, una equiparidad previamente alterada que da lugar a la imposición de
una «respuesta», la cual debe restablecer el statu quo preexistente, que se quiere
mantener, o bien una secuencia de acciones que deben sucederse con una
regularidad y orden por ser preservados.

Quien ha contratado y no ejecuta la prestación empeñada, o lo hace mal, y


provoca, así un agravio a la contraparte —una pérdida dineraria, por ejemplo—,
distorsiona el ciclo vital de la relación obligatoria nacida del acuerdo, cuyo destino
natural es la plena satisfacción del interés del acreedor, mediante la cooperación y
el comportamiento del deudor que se ha obligado a ello. Quien despoja de sus
bienes a otro, o los destruye, tiene que ser sancionado, porque atenta contra el
orden y convivencia sociales garantizados por el Estado, que los protege a través
de sus reglas jurídicas. Quien, con estratagemas o no, paga menos impuestos,
perjudica al fisco, y se hace merecedor de penas pecuniarias como los intereses y
las multas.

Es evidente entonces el perfil ético del fenómeno: lo que subyace a las


consideraciones que se acaban de efectuar es, en último análisis, una institución
común, de conformidad con la cual se reconoce como imperioso que los sujetos
asuman las consecuencias de su propio obrar.

Existe, sin duda, una responsabilidad moral, invisible, que es algo así como
el sentimiento de propia culpabilidad, de reproche o remordimiento, por la comisión
de una mala conducta.

En sentido jurídico, en cambio, la responsabilidad puede definirse como la


situación del sujeto al que le toca experimentar, concretamente, las consecuencias,
para él desventajosas, que una norma prevé y le impone atendiendo a la verificación
de un determinado presupuesto.

Dichas consecuencias desventajosas manifiestan la reacción del


ordenamiento jurídico frente a un hecho que se considera legalmente reprobable,
por atentar contra intereses ajenos o de la colectividad en general (León, 2007, pp.
48-49).

1.2. Acepciones de la responsabilidad, responsabilidad civil y


responsabilidad penal

Es imprescindible señalar la desemejanza entre las significaciones de la


responsabilidad civil y la responsabilidad penal.

Es necesario que quede destruido de una vez por todas el infundado y


absurdo prejuicio, muy frecuente lamentablemente en nuestro medio, de que
únicamente es posible hablar de responsabilidad civil extracontractual cuando se
trata de una conducta tipificada como delito y como tal sancionada con una pena,
por cuanto la antijuridicidad puede ser consecuencia de una conducta sancionada
penal o civilmente. Esta opinión es equivocada de manera completa pues no solo
desconoce la total diferencia entre la responsabilidad penal y la responsabilidad
civil, sino que además se basa en un concepto falso de la noción de antijuridicidad
típica. En este sentido, resulta clave comprender el concepto de la antijuridicidad
típica, esto es, la antijuridicidad detectada en una conducta no permitida
específicamente en la norma jurídica.

Sin embargo, por razones que no llegamos a entender, existe también otro
prejuicio, bastante generalizado en nuestro medio y también completamente
infundado, en el sentido de que, de aceptarse el concepto de la antijuridicidad como
requisito de la responsabilidad civil, estaríamos limitando su ámbito de aplicación
únicamente a los casos de conductas prohibidas o no permitidas expresa o
tácitamente por las normas jurídicas. Según algunos no se puede hablar de
antijuridicidad en el campo de la responsabilidad civil, pues se estaría confundiendo
la responsabilidad civil con la responsabilidad penal. Por lo tanto, según esta opinión
equivocada, para evitar esa confusión, es necesario prescindir del concepto de
antijuridicidad en el campo de la responsabilidad civil, por tratarse de un concepto
privativo de la responsabilidad penal.

Tal punto de vista es errado, ya que identifica tipicidad con antijuridicidad,


olvidándose que existen conductas prohibidas, ya no específicamente sino también
genéricamente, en cuyo caso estamos también frente a conductas antijurídicas, no
típicas, pero sí genéricas y por ello mismo atípicas. Parece increíble que para
algunos la antijuridicidad se pretenda restringir solo a la tipificada legamente; tal
despropósito es consecuencia de creer que solo es posible hablar de antijuridicidad
dentro de la lógica de la responsabilidad penal. En otras palabras, como en el campo
de la responsabilidad penal se identifica antijuridicidad con tipicidad, algunos creen
que el concepto de antijuridicidad supone siempre la tipicidad. Por consiguiente, sin
ningún fundamento, se atreven a afirmar que la antijuridicidad no es aplicable al
campo de la responsabilidad civil.

Sin embargo, y tal como lo hemos anticipado, en nuestra opinión es


procedente reconocer dos clases de antijuridicidad: una típica, esto es, prevista
específicamente por la norma jurídica, bien sea de manera expresa o tácita; y otra
atípica, vale decir, prevista genéricamente por el ordenamiento jurídico. De esta
forma, se amplía con acierto el concepto de la antijuridicidad y se proporciona al
sistema de la responsabilidad civil la lógica adecuada para su buen funcionamiento
en la realidad social; de acuerdo con nuestro planteamiento, no basta establecer si
una conducta está prohibida —expresa o tácitamente— por alguna norma jurídica
o un conjunto de ellas para evaluar la existencia de un supuesto de responsabilidad
civil, sino que además determinamos si existe o no responsabilidad civil
extracontractual en la medida de que se la considere una conducta prohibida
genéricamente por el ordenamiento jurídico.

La importancia del tema es fundamental porque, debido al infundado


prejuicio de identificar necesariamente antijuridicidad con tipicidad legal, se hace
en nuestro medio muy difícil para los profesionales y estudiantes de Derecho en
general determinar si en esos casos de conductas no prohibidas específicamente
puede ocurrir o no un supuesto de responsabilidad civil, con la consiguiente
confusión entre esta y la responsabilidad penal, cuyas lógicas, fundamentos y
requisitos son completamente distintos; vale la pena mencionar que en el ámbito
civil lo que se persigue básicamente es reparar o resarcir los daños ocasionados,
mientras que en el penal el objetivo fundamental es sancionar al autor del delito,
haya habido daño o no.

En el ámbito de la responsabilidad contractual —que en nuestro sistema


jurídico sería preferible denominar responsabilidad civil obligacional, dado que el
contrato no es la única fuente voluntaria de obligaciones en el Código Civil—, si bien
existe y está siempre presente la antijuridicidad como requisito fundamental del
sistema, al igual que los conceptos de daño, de relación de causalidad, de
imputabilidad y de culpabilidad, se trata siempre de una antijuridicidad típica, que
puede consistir en un incumplimiento total, en un cumplimiento parcial o en un
cumplimiento defectuoso tardío o moroso, ya que es únicamente en esos supuestos,
debidamente previstos en las normas sobre inejecución de obligaciones, en que se
puede hablar de responsabilidad civil contractual u obligacional.

En otras palabras, según lo dispone expresamente el artículo 1321, norma


fundamental en materia de responsabilidad obligacional, debidamente confirmado
por otras normas incorporadas bajo el mismo título sobre inejecución de
obligaciones, tales como los artículos 1314, 1315, 1317, 1329, 1330 y 1331, en
materia de responsabilidad obligacional la antijuridicidad es siempre típica, pues en
todas las normas se hace siempre referencia a la «inejecución de la obligación»,
aludiendo al incumplimiento total, al cumplimiento parcial, al cumplimiento
defectuoso y al cumplimiento tardío o moroso, es decir, a lo que doctrinariamente
se conoce como incumplimiento absoluto (total, parcial y defectuoso) e
incumplimiento relativo (tardío o moroso). En consecuencia, queda claro que solo
se puede hablar de responsabilidad obligacional cuando el deudor cause daño al
acreedor como consecuencia inmediata y directa del incumplimiento total, parcial,
tardío o defectuoso de la prestación a su cargo, en la medida en que tal
incumplimiento, en alguno de sus cuatro tipos, le sea imputable por dolo, culpa
grave o culpa leve.

Por ello mismo, el tema de la antijuridicidad adquiere importancia


fundamental en el ámbito de la responsabilidad extracontractual, pues es ahí en
que se manifiesta en toda su amplitud la importancia y sobre todo la necesidad de
establecer con claridad cuándo hay responsabilidad civil, en los casos en que no
exista una conducta prohibida expresa o tácitamente por una norma jurídica de
manera específica.

Debe recordarse que, en este caso y a diferencia del anterior, las conductas
que dan lugar a responsabilidad civil no están expresamente tipificadas y de manera
taxativa en norma alguna bajo el título de la responsabilidad extracontractual, sino
que las dos normas centrales, a saber, los artículos 1969 y 1970, se limitan a
establecer que cuando se causa un daño a otro u otros hay lugar al resarcimiento
respectivo. Tan cierto es eso que el artículo 1985 exige en forma expresa, haciendo
referencia directa a una teoría al respecto, una relación de causalidad adecuada, de
modo tal que deba tratarse de una conducta capaz de causar un determinado tipo
de daño, en consideración a la experiencia cotidiana y al normal desenvolvimiento
de los acontecimientos. Como resulta evidente, si en este caso las conductas fueran
siempre típicas, no habría necesidad de acudir a una teoría que distinguiera y
discriminara, entre las múltiples conductas humanas, cuáles pueden dar origen a
una responsabilidad y cuáles no.

La diferencia resulta clarísima si se observa que en el ámbito obligacional la


responsabilidad nace del incumplimiento de una obligación por parte del deudor, lo
cual implica necesariamente la existencia previa del vínculo obligacional, el mismo
que solo se puede incumplir absoluta o relativamente, mientras que en el campo
extracontractual la responsabilidad nace de una conducta que simplemente causa
daño, razón por la cual se hace imperioso establecer qué conductas pueden dar
lugar o no a dicha responsabilidad civil, sobre todo si en este caso no es necesaria
la existencia previa de un vínculo obligacional.

En nuestro concepto, la antijuridicidad atípica o genérica no solamente es un


concepto que se impone por la misma lógica del sistema, que no exige un vínculo
obligacional previo entre los sujetos, sino además por la misma necesidad de
reparar o indemnizar daños que sean consecuencia de cualquier conducta, aun
cuando ella no se encuentre prohibida expresa o tácitamente por norma jurídica
alguna. La antijuridicidad atípica o genérica es justamente lo que caracteriza la
responsabilidad civil y es el elemento que permite diferenciarla nítidamente de la
responsabilidad penal. La única manera de establecer cuándo una conducta está
prohibida genéricamente consiste en acudir al artículo V del Título Preliminar del
Código Civil, y adicionalmente al criterio de valoración social en una determinada
sociedad y en un momento histórico determinado.
¿Qué dice la mencionada disposición de carácter principista y genérico? Hace
referencia directa al concepto de nulidad virtual, en expresa concordancia con el
inciso 8 del artículo 219, por cuanto dispone expresamente que es nulo el acto
jurídico contrario a las leyes que interesan al orden público o las buenas
costumbres; tal aseveración permite deducir que el concepto de antijuridicidad o
ilicitud no solamente es típico en el ámbito del Derecho privado, sino que también
es genérico o atípico. Inclusive se puede afirmar que consiste en la norma
fundamental que consagra la noción de ilicitud o antijuridicidad en el Derecho
privado, la cual no solamente tiene relevancia en el campo de la ineficacia de los
actos jurídicos y contratos, sino también en el campo de la responsabilidad civil

Es sobre la base de esa norma genérica que se puede afirmar con toda
seguridad que existe una antijuridicidad atípica. La explicación es la siguiente: si
bien es cierto que la norma tiene como propósito directo sancionar con nulidad los
actos jurídicos cuyo contenido sea contrario al orden público o a las buenas
costumbres, la razón de ser de esta nulidad —que hemos calificado de virtual o
tácita— radica en que se priva de efectos jurídicos a los actos jurídicos cuyo
contenido es ilegítimo o ilícito precisamente por ser contrarios al orden público o las
buenas costumbres, ya que el ordenamiento jurídico considera que no merecen la
tutela legal todos aquellos comportamientos voluntarios del hombre que sean ilícitos
por contravenir al orden público o las buenas costumbres.

En otras palabras, la razón de ser de la nulidad (entiéndase: genérica)


consiste en que se trata de actos jurídicos cuyo contenido o finalidad es ilícita por
no estar en concordancia con los principios fundamentales que conforman el orden
público o las reglas de convivencia social aceptadas por todos los miembros de una
comunidad en un momento histórico determinado, las cuales legalmente se
denominan «buenas costumbres».

Tal es la importancia del tema sobre la ilicitud o antijuridicidad en el ámbito


del acto jurídico y, por ende, de los contratos, que el legislador ha decidido privarlos
de eficacia jurídica dentro de una norma ubicada en el Título Preliminar del Código
Civil, vale decir en su puerta de entrada, en el entendimiento de que los
comportamientos ilícitos no merecen la tutela y el amparo legal precisamente por
no estar de acuerdo con lo que se busca en una determinada sociedad.

No debe olvidarse que los actos jurídicos y los contratos se caracterizan,


entre otros aspectos, por tratarse de hechos jurídicos voluntarios lícitos
conformados por una o más declaraciones de voluntad productoras de efectos
jurídicos. En tal sentido, es deber fundamental del sistema jurídico establecer que
el acto jurídico será nulo cuando su contenido sea ilícito, por atentar contra las
normas imperativas, el orden público o las buenas costumbres. Si la licitud es uno
de los aspectos fundamentales de la estructura de los actos jurídicos y contratos,
no cabe duda de que será necesario señalar que estos serán nulos cuando su
contenido sea ilícito. Es, pues, deber fundamental del sistema jurídico establecer
normativamente la ineficacia estructural de los actos jurídicos cuyo contenido sea
ilícito.

De la misma norma se desprende la intención normativa de establecer en


una norma genérica el concepto privado de ilicitud o antijuridicidad, pues si bien es
cierto que una conducta ilícita no podrá nunca producir efectos jurídicos queridos o
deseados por los sujetos, con mayor razón se puede afirmar que cuando se cause
daño por intermedio de una conducta que atente contra el orden público o las
buenas costumbres, existirá o nacerá en el mundo del Derecho la obligación legal
de indemnizar, atribuida al autor de esta conducta, sin que sea necesario precisar
si esta se encuentra o no específicamente prohibida o sancionada por una norma
jurídica determinada. En otros términos, mediante una norma dirigida a sancionar
con nulidad los actos jurídicos con contenido ilícito, el ordenamiento jurídico
peruano está consagrando, de manera indirecta, un concepto genérico de
antijuridicidad o ilicitud, aplicable por cierto a la responsabilidad civil
extracontractual, no así a la contractual u obligacional, por las razones explicadas
precedentemente.

En consecuencia, no solo se debe hablar de responsabilidad civil


extracontractual cuando se haya causado daño mediante conductas prohibidas por
normas jurídicas específicas, con contenido penal o sin él, sino también en todos
los demás casos en los cuales la conducta, aun cuando no esté prevista
específicamente en una norma jurídica, sea por sí misma contraria a derecho o
antijurídica por contravenir al orden público o las buenas costumbres. Si este
razonamiento se hace sin problemas para el caso de los actos jurídicos, en virtud
del cual se decreta su nulidad, con mayor razón para el caso del resarcimiento de
daños en la responsabilidad extracontractual, sobre todo si se tiene en cuenta que
la antijuridicidad es uno de los aspectos estructurales de todos los hechos jurídicos
ilícitos.

No debe tampoco olvidarse que el concepto de la atipicidad no solamente se


presenta en materia de nulidad y de responsabilidad civil, sino también respecto de
figuras contractuales, tratándose pues de una noción propia del Derecho privado, a
diferencia de la responsabilidad penal, en cuyo caso la responsabilidad siempre es
típica.

Recuérdese además que, del mismo modo como hay contratos típicos,
existen también los denominados contratos atípicos, que son todos aquellos que se
celebran por la exclusiva creación de la voluntad de las partes contratantes
(Taboada 2005: 47-55).

1.3. Responsabilidad contractual y responsabilidad extracontractual

Ya se dijo que tanto la responsabilidad contractual como la extracontractual


son reguladas íntegramente y de forma independiente por el Código Civil peruano,
vigente desde 1984. Por un lado, la responsabilidad civil contractual la encontramos
ubicada en el Título IX: Inejecución de las Obligaciones, el cual pertenece a la
Sección Segunda: Efectos de las Obligaciones, del Libro VI: Las Obligaciones. Por
otro lado, ubicamos la responsabilidad civil extracontractual en la Sección Sexta:
Responsabilidad Extracontractual, sección que se encuentra dentro del Libro VII:
Fuentes de las Obligaciones.

1.4. Las funciones de la responsabilidad civil

La doctrina no ha sido unánime —por diversas razones— en establecer las


funciones que cumple la responsabilidad civil; sin embargo, y en busca del objetivo
del presente estudio académico, es importante intentar establecerlas claramente.

Autorizada doctrina italiana ha distinguido, frente a las tradicionales, nuevas


funciones de la responsabilidad civil. Dentro de las primeras, se encuentran las
siguientes:

a) La reacción contra el acto ilícito dañino, a fin de resarcir a los sujetos a


los cuales el daño ha sido causado;
b) El retorno al status quo ante en el cual la víctima se encontraba antes de
sufrir el perjuicio;
c) La reafirmación del poder sancionatorio (o «punitivo») del Estado; y,
d) La «disuasión» a cualquiera que intente, voluntaria o culposamente,
cometer actos perjudiciales para terceros.

Frente a estas, agrega nuevas funciones, tales como:

e) La distribución de las pérdidas; y,


f) La asignación de costos.

Así, bajo la perspectiva del análisis económico del Derecho, se considera


«axiomático que la función principal de la responsabilidad civil consiste en reducir
la suma de los costos de los accidentes y de los costes de evitarlos». Dentro de los
costos, se distingue entre los costos primarios, que son los que se asumen para
reducir el número y gravedad de los accidentes, los costos secundarios
(denominados «costos sociales») y los costos terciarios («costos administrativos»).
En este orden de ideas, la responsabilidad extracontractual tiene metas de
compensación (que engloba la difusión de pérdidas, la distribución de la riqueza y
el deep pocket) y metas de desincentivación (dirigidas a «minimizar la suma de los
costos de los daños y de los costos de las precauciones»), las cuales pueden ser
colectivas o específicas y generales o de mercado.

Un sector de la doctrina italiana ha sistematizado las nuevas y antiguas


funciones de la responsabilidad civil bajo dos enfoques:

a) Microsistemático, que «permite verificar el modo de actuación de los distintos


elementos de la figura en relación con las específicas categorías de hechos
ilícitos.
b) Macrosistemático, que permite identificar la función de la responsabilidad civil
en el modelo económico que se tome como referencia».

En doctrina nacional, siguiendo esta posición, se distingue la perspectiva


diádica o microsistémica, en la cual la responsabilidad tiene triple función:
satisfactoria, de equivalencia y distributiva; al lado de la perspectiva sistémica o
macroeconómica, en la que cumple dos funciones: una de incentivación o
desincentivación de actividades y otra, preventiva. En verdad, las funciones
satisfactoria (o satisfactiva), de equivalencia y distributiva son tres maneras de ver
una misma función: así, si se quiere satisfacer a la víctima, la reparación será (en
la medida de que ello sea posible) equivalente al daño causado, lo cual originará
una (re)distribución de los costos del mismo. Por otro lado, cuesta entender la
separación entre la función preventiva y la disuasiva o la incentivadora, cuando en
realidad la primera se materializa, a través de estas. Desde mi punto de vista, las
funciones de la responsabilidad civil tienen que ser vistas en relación con sus
protagonistas:

a) Con respecto a la víctima, es satisfactiva.


b) Con respecto al agresor, es sancionadora.
c) Con respecto a la sociedad, es disuasiva o incentivadora de actividades,
d) Común respecto a los tres anteriores cumple la función distributiva de costos
de los daños ocasionados (Espinoza, 2007, pp. 52-54).
Lectura seleccionada 1

LA MODERNA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL

Leer los apartados 7. «La moderna responsabilidad contractual» y 8. «Los


materiales de construcción» (pp. 39-42), en De Trazegnies Granda, F. (2001). La
responsabilidad extracontractual (7ma. ed.). Lima, Perú: Fondo Editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú.

Actividad formativa 1

Instrucciones: Luego de haber leído minuciosamente la lectura, elabora un resumen


teniendo en cuenta lo siguiente:

a. Máximo número de líneas: 20.


b. Se tendrá en cuenta la correcta ortografía.
c. Súbela al foro de discusión en formato Word, para recibir la opinión de por
lo menos un compañero.
d. Opina con relación al resumen de un compañero.

TEMA 3: DIFERENCIAS ENTRE LA RESPONSABILIDAD CIVIL CONTRACTUAL


Y LA RESPONSABILIDAD CIVIL EXTRACONTRACTUAL.

1. Distinción entre la responsabilidad civil contractual (Rectius por


inejecución de las obligaciones) y la responsabilidad civil
extracontractual o aquiliana.

Nuestro ordenamiento jurídico civil peruano de 1984 regula —obviamente


en el Código Civil— la responsabilidad civil contractual en un lugar dispar al de la
responsabilidad civil extracontractual. En ese sentido, podemos recoger diferencias
notables entre ambas responsabilidades.

a) El plazo de prescripción es de diez años para el incumplimiento de


obligaciones y de dos años para la responsabilidad extracontractual (artículo
2001, números 1 y 4).
b) En cuanto a la prueba, existe una presunción de que el incumplimiento se
debe a culpa leve del deudor (artículo 1329); el dolo y la culpa inexcusable
tienen que ser probados (artículo 1330). En la responsabilidad
extracontractual, el descargo por falta de dolo o de culpa corresponde a su
autor (artículo 1969).
c) En el incumplimiento, se resarcen, como regla general, los daños que sean
su consecuencia inmediata y directa y, si media culpa leve, el daño que podía
preverse al tiempo en que se estableció la relación obligatoria (artículo
1321). En la responsabilidad extracontractual, el resarcimiento comprende
los daños que puedan enlazarse con el acto ilícito, de conformidad con los
criterios de la causalidad jurídica, los cuales, por decisión del legislador, son
los de la teoría de la «causalidad adecuada» (artículo 1985).
d) En el incumplimiento, el resarcimiento comprende el daño emergente, el
lucro cesante y el daño moral (artículos 1321 y 1322). En la responsabilidad
extracontractual se añade a dichos conceptos el de «daño a la persona»
(artículo 1985).
e) En el incumplimiento, los intereses se devengan si media constitución en
mora del deudor. En la responsabilidad extracontractual, el monto de la
indemnización devenga intereses desde la fecha en que se produjo el daño
(artículo 1985) (León, 2007, pp. 66-67).

TEMA 4: LA RESPONSABILIDAD CIVIL UNITARIA

1. La responsabilidad civil como un sistema unitario

La pretensión de unificar en nuestro país la responsabilidad civil contractual


con la responsabilidad civil extracontractual ha sido entendida y esbozada por
profesores que han calado en nuestra sociedad jurídica con mucha insistencia; me
refiero al extinto maestro Lizardo Taboada Córdova y su libro Elementos de la
Responsabilidad Civil. Comentarios a las normas dedicadas por el Código Civil
peruano a la responsabilidad civil extracontractual y contractual, al profesor Juan
Espinoza Espinoza en su obra Derecho de la Responsabilidad Civil y al renombrado
profesor Gastón Fernández Cruz.

1.1. La responsabilidad civil contractual y la extracontractual como


aspectos de un mismo sistema normativo

Durante muchísimo tiempo se debatió arduamente en la doctrina de los


diferentes sistemas jurídicos el problema referido a la unidad de la responsabilidad
civil como sistema normativo, cuya finalidad es resolver conflictos entre particulares
como consecuencia de la producción de daños. Según el criterio tradicional, deben
mantenerse como ámbitos separados ambos tipos de la responsabilidad civil
contractual de la responsabilidad civil extracontractual en la medida de que el origen
del daño causado difiere en un caso y en el otro. Esta es justamente la posición
actual del Código Civil peruano, que los ha regulado en libros distintos.

Por el contrario, la doctrina moderna es desde hace mucho tiempo unánime


en afirmar que la responsabilidad civil es única, y que existen solamente algunas
diferencias de matiz entre la responsabilidad contractual y la extracontractual. Si
bien nuestro Código Civil se adhiere al sistema tradicional, ello no es impedimento
para que se entienda que la responsabilidad civil en el sistema jurídico es una sola,
y que se estudie ambas clases de responsabilidad sobre la base de elementos
comunes, señalando con toda claridad las distinciones tanto en el ámbito teórico
como en el ámbito normativo. En tal sentido, nuestra opinión es que la actual
regulación del Código Civil peruano no es impedimento para estudiar el sistema de
la responsabilidad civil desde una óptica unitaria, en la medida en que se respeten
las diferencias de orden legal existentes.

De esta manera, debe quedar claramente establecido que la responsabilidad


civil es una sola y que sus dos tipos o clases tienen como común denominador la
noción de antijuridicidad y el imperativo legal de indemnizar los daños causados. La
diferencia esencial entre ambos aspectos de la responsabilidad civil radica, como es
evidente, en que en un caso el daño es consecuencia del incumplimiento de una
obligación previamente pactada y en el otro caso el daño es producto del
incumplimiento del deber jurídico genérico de no causar daño a los demás. Esta
diferencia justifica las diferencias de matiz en la regulación legal de ambos aspectos
de la responsabilidad civil, que explicaremos en cada uno de los capítulos del
presente estudio (Taboada, 2005, pp. 30-31).

1.2. Los aspectos comunes de ambos tipos de responsabilidad

El extinto profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lizardo


Taboada Córdova, describe de forma didáctica la estructura común de ambos
aspectos de la responsabilidad civil defendiendo su unidad conceptual.

a) La antijuridicidad

Modernamente existe acuerdo en que una conducta es antijurídica no solo


cuando contraviene una norma prohibitiva, sino también cuando la conducta viola
el sistema jurídico en su totalidad, en el sentido de afectar los valores o principios
sobre los cuales ha sido construido el sistema jurídico. Esto ha llevado a la doctrina
a señalar que en el ámbito de la responsabilidad civil no rige el criterio de la tipicidad
de conductas que pueden causar daños y dar lugar a la obligación legal de
indemnizar, sino que dichas conductas pueden ser, bien típicas, en cuanto previstas
en abstracto en supuestos de hechos normativos, bien atípicas, en cuanto
violatorias o contraventoras del ordenamiento jurídico a pesar de no estar reguladas
en esquemas legales.

Sin embargo, este concepto de antijuridicidad, en el sentido de


antijuridicidad genérica, no se acepta sino el ámbito de la responsabilidad civil
extracontractual, por cuanto en el lado contractual se entiende que la antijuridicidad
es siempre típica, dado que resulta del incumplimiento total, parcial, defectuoso,
tardío o moroso de una obligación. Esto significa, en consecuencia, que en la
responsabilidad contractual las conductas que pueden dar lugar a la obligación legal
de indemnizar son siempre conductas tipificadas legalmente.

La antijuridicidad típica contractual se encuentra expresamente prevista en


el artículo 1321 del Código Civil, mientras que la antijuridicidad en sentido amplio
y material (no formal) fluye de los artículos 1969 y 1970, pues en ambos se hace
referencia únicamente a la producción de un daño, sin especificar su origen o la
conducta que lo hubiera podido ocasionar; se entiende que cualquier conducta que
cause un daño, con tal que sea ilícita, da lugar a la obligación legal del pago de una
indemnización. Así, mientras en el ámbito contractual, al estar tipificadas y
predeterminadas las conductas ilícitas o antijurídicas, resulta evidente que la
obligación de indemnizar nacerá siempre que se cause un daño al acreedor como
consecuencia de haber incumplido absoluta o relativamente una obligación, en el
ámbito extracontractual, por el contrario, al no estar predeterminadas dichas
conductas, debe entenderse que cualquier conducta será susceptible de dar lugar a
una responsabilidad civil, en la medida de que se trate de una conducta ilícita que
cause un daño.

b) El daño causado

El segundo aspecto fundamental de la responsabilidad civil en términos


genéricos es el daño causado, siendo este el aspecto fundamental, no único, de la
responsabilidad civil contractual o extracontractual, pues se entiende que en
ausencia de daño no hay nada que reparar o indemnizar y por ende no hay ningún
problema de responsabilidad civil.

Tan importante es este aspecto del daño producido, que hay quienes han
preferido denominar con mucho acierto la responsabilidad civil como «derecho de
daños». En sentido amplio, se entiende por daño la lesión a todo derecho subjetivo,
en el sentido de interés jurídicamente protegido del individuo en su vida de relación
social.

No se debe olvidar que el hombre es un ser social, que se vincula en su vida


de relación social con otros hombres para la satisfacción de sus múltiples
necesidades de carácter también social, y que en cuanto dichas necesidades o
intereses son protegidos por el ordenamiento jurídico se elevan a la categoría
jurídica de derechos subjetivos. Una concepción meramente formal de los derechos
subjetivos no nos permite comprender el problema de los derechos en su esencia
social y tampoco nos hace entender que la responsabilidad civil, antes que todo, es
un sistema de solución de conflictos sociales, de conflictos o problemas entre
individuos que se desenvuelven en un determinado ambiente social, en un momento
histórico y político determinado. Una vez delimitado en términos amplios el
concepto de daño y habiendo hecho énfasis en el aspecto social de los derechos
subjetivos, puede bien decirse que el daño es todo menoscabo a los intereses de
los individuos en su vida de relación social, que el Derecho ha considerado
merecedores de la tutela legal.

Ahora bien, respecto del daño existe unanimidad en la doctrina en que puede
ser de dos categorías: patrimonial y extrapatrimonial. Respecto del daño
patrimonial, se sabe que es de dos clases: el daño emergente, es decir, la pérdida
patrimonial efectivamente sufrida, y el lucro cesante, entendido como la ganancia
dejada de percibir. En lo concerniente al daño extrapatrimonial, el Código Civil
peruano se refiere al daño moral y al daño a la persona, existiendo en la doctrina
moderna una tendencia cada vez más fuerte a hablar únicamente del daño a la
persona.

Evidentemente, ambas categorías de daño patrimonial y extrapatrimonial


están referidas tanto a la responsabilidad civil contractual como a la
extracontractual. En cuanto a las diferencias de matiz de regulación legal, el sistema
jurídico nacional, en lo que respecta al campo extracontractual, ha consagrado
legalmente en el artículo 1985 del Código Civil el criterio de reparación integral de
los daños, a diferencia del ámbito contractual, en el cual solo se reparan o
indemnizan los daños directos, según lo dispone el mismo artículo 1321.

c) La relación de causalidad

La relación de causalidad es un requisito de toda responsabilidad civil, pues


si no existe una relación jurídica de causa a efecto entre la conducta típica o atípica
y el daño producido a la víctima, no hay responsabilidad civil de ninguna clase. La
diferencia de regulación legal en el Código Civil radica que en el campo
extracontractual se ha consagrado en el artículo 1985 la teoría de la causa
adecuada, mientras que en el contractual se establece en el artículo 1321 la teoría
de la causa inmediata y directa. Ahora bien, para efectos prácticos, las dos teorías
nos llevan al mismo resultado. Más aún, en ambas clases de responsabilidad civil
existen las figuras de la concausa y de la fractura causal, que se presentan cuando
dos conductas o acontecimientos contribuyen a la producción del daño, o cuando
existe un conflicto de causas o conductas, una de las cuales llega a producir
efectivamente el daño, haciendo imposible que la otra hubiera llegado a producirlo.
A la conducta que sí ha producido el daño efectivamente, fracturando el eventual
nexo de causalidad de la otra conducta, se le llama justamente fractura causal. Las
fracturas casuales en el ámbito extracontractual son cuatro: el caso fortuito, la
fuerza mayor, el hecho de la víctima y el hecho de un tercero.

d) Factores de atribución

Finalmente, tenemos que referirnos, muy brevemente, a los factores de


atribución, que son aquellos que determinan finalmente la existencia de la
responsabilidad civil, una vez que se han presentado, en un supuesto concreto de
un conflicto social los requisitos antes mencionados de la antijuridicidad, el daño
producido y la relación de causalidad.

En materia de responsabilidad contractual, el factor de atribución es la culpa,


mientras que en el campo extracontractual, de acuerdo con el Código Civil actual,
son la culpa y el riesgo creado. En el mismo ámbito la culpa se clasifica en tres
grados: la culpa leve, la culpa grave o inexcusable y el dolo, mientras que en el
lado extracontractual se habla únicamente de culpa y de riesgo creado. Estos dos
factores de atribución se encuentran consagrados de manera independiente en los
artículos 1969 y 1970, respectivamente. Debe destacarse por cierto que, al haberse
invertido la carga de la prueba en el artículo 1969, se ha llegado a objetivar el
sistema subjetivo de la responsabilidad civil por culpa en el ámbito extracontractual.
No obstante lo cual, debe destacarse la bondad del Código Civil peruano al haber
consagrado en el artículo 1970 el sistema objetivo basado en la idea del riesgo,
como factor de atribución distinto, pero coexistente con el factor subjetivo de la
culpa. La diferencia entre ambos factores de atribución es evidente, y apunta
principalmente a que en el sistema subjetivo el autor de una conducta antijurídica
que ha causado un daño debe responder únicamente si ha actuado con culpa
(entiéndase dolo o culpa), mientras que en el sistema objetivo del riesgo, además
de las tres condiciones lógicamente necesarias, solo se debe probar
fehacientemente que la conducta que ha causado el daño es peligrosa o riesgosa,
sin necesidad de acreditar ninguna culpabilidad (Taboada, 2005, pp. 32-37).

1.3. Las diferencias que justifican una regulación distinta

Para la explicación de este apartado recurrimos nuevamente a lo formulado


por el maestro Lizardo Taboada Córdova.

Cierto es que, para efectos prácticos, el Código Civil peruano ha acercado


muchos los resultados de la aplicación del sistema subjetivo y del sistema objetivo.
Sin embargo, ello no es impedimento para la distinta calificación legal, pues una
cosa es invertir la carga de la prueba y otra muy distinta abstraer por completo la
prueba en la configuración de los hechos o conductas que dan lugar a
responsabilidad civil. Este es un tema que analizaremos después, dado el debate
que existe en la doctrina sobre la responsabilidad por accidentes de tránsito, lo cual
se enlaza con la posibilidad de establecer un régimen especial al respecto. No debe
olvidarse que se entiende por bienes riesgosos todos los que significan un riesgo
adicional para nuestra vida de relación social, pero que, de acuerdo con la
experiencia normal de una determinada sociedad, son absolutamente
indispensables para el desarrollo social y la satisfacción de necesidades
consideradas social y jurídicamente merecedoras de tutela legal (Taboada, 2005,
pp. 37-38).

Lectura seleccionada 2

ARGUMENTOS PARA MANTENER LA SEPARACIÓN DE LOS REGÍMENES DE


RESPONSABILIDAD CIVIL

Escobar Rozas, Freddy & Miguel Velarde, Luis. Argumentos para mantener la
separación de los regímenes de responsabilidad civil. Disponible en el aula virtual.

Actividad formativa Nº 2

Instrucciones: Luego de haber leído minuciosamente la lectura, realice un resumen


teniendo en cuenta lo siguiente:

a. Máximo número de líneas: 20.


b. Se tendrá en cuenta la correcta ortografía.
c. Súbela al foro de discusión en formato Word, para recibir la opinión de por
lo menos un compañero.
d. Opina con relación al resumen de un compañero.

Glosario de la Unidad I

 Hecho jurídico: Fenómeno o suceso que genera el nacimiento, la


modificación o la extinción de derechos, es decir, que modifica la realidad en
tanto que la ley le atribuye efectos jurídicos. Supuesto de hecho de una
norma.
 Prescribir: (usual en el ámbito de los derechos civil y penal) Extinguirse,
caducar.
 Tutela. (usual en el ámbito del derecho de menores) Tutoría, guarda. //
Protección, amparo, custodia, defensa.
Bibliografía de la Unidad I

Espinoza, J. (2007). Derecho de la responsabilidad (5ta. ed. Corregida). Lima, Perú:


Gaceta Jurídica.

León, L. (2007). La responsabilidad civil. Líneas fundamentales y nuevas


perspectivas. 2da. edición corregida y aumentada. Lima: Jurista Editores.

Misari, C. (2013). El compromiso de contratar y su acceso al registro de propiedad


inmueble. Tesis para optar el grado de Magíster en Derecho Civil. Lima, Perú:
Pontificia Universidad Católica del Perú, Escuela de Posgrado.

Taboada Córdova, L. (2003). Elementos de la responsabilidad civil. Comentarios a


las normas dedicadas por el Código Civil peruano a la responsabilidad civil
extracontractual y contractual (2da. ed.). Lima, Perú: Editora Jurídica Grijley.

Taboada Córdova, L. (2002). Nulidad del Acto Jurídico (2da. ed.). Lima, Perú:
Editora Jurídica Grijley.

Vidal, F. (2011). El acto jurídico (8va. ed. Actualizada). Lima, Perú: Gaceta Jurídica.

Autoevaluación 1

Lea con atención las siguientes afirmaciones y luego asigne dentro de los paréntesis
una letra V si es verdadera o una letra F si es falsa. Por cada respuesta correcta se
asignarán a usted 2 puntos.

1. El hecho, en general, es todo suceso o acontecimiento generado con o sin la


intervención del ser humano y que puede o no producir consecuencias
jurídicas.
( )
2. Los hechos jurídicos voluntarios son aquellos en los cuales no interviene la
conducta voluntaria del hombre, tales como la muerte, el nacimiento, un
terremoto que ocasione pérdidas de vidas humanas y de bienes, un aluvión,
la mayoría de edad, etc.
( )
3. Los actos jurídicos constituyen sin lugar a dudas la especie más importante
de hechos jurídicos voluntarios. (
)

4. Se puede definir la responsabilidad civil como una técnica de tutela (civil) de


los derechos (u otras situaciones jurídicas) que tiene por finalidad imponer
al responsable (necesariamente al autor) la obligación de reparar los daños
que este ha ocasionado.
( )
5. La responsabilidad extracontractual no ha sido estudiada profundamente por
el análisis económico del Derecho. (
)

6. La palabra «responder» comunica un desbalance, una equiparidad


previamente alterada que da lugar a la imposición de una «respuesta», la
cual debe restablecer el statu quo preexistente, y que se quiere mantener,
o bien una secuencia de acciones que deben sucederse con una regularidad
y orden a ser preservados.
( )

7. Debe hablarse de dos clases de antijuridicidad: una típica, esto es,


específicamente prevista por la norma jurídica, bien sea expresa o
tácitamente, y una atípica, vale decir prevista genéricamente por el
ordenamiento jurídico. (
)

8. Existe acuerdo en los autores en señalar el siglo XVI como la época en que
la responsabilidad extracontractual adquiere personalidad propia. (
)
9. En la responsabilidad extracontractual, el monto de la indemnización
devenga intereses desde la fecha en que se produjo el daño.
( )

10. La unificación de la responsabilidad civil contractual con la responsabilidad


civil extracontractual funciona plenamente en nuestro país y es amparada
por el Código Civil vigente. ( )
UNIDAD II: ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA
RESPONSABILIDAD CIVIL Y SU REPARACIÓN

DIAGRAMA DE PRESENTACIÓN DE LA UNIDAD II

ORGANIZACIÓN DE LOS APRENDIZAJES

PROCEDIMIENTOS ACTITUDES
CONOCIMIENTOS
Unidad II: ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE
LA RESPONSABILIDAD CIVIL Y SU
REPARACIÓN

Videoclase 3
Tema 1: LA IMPUTABILIDAD, LA 1. Analiza conceptos, situaciones
ANTIJURIDICIDAD Y EL DAÑO COMO y normas relativos a los
ELEMENTOS CONFIGURATIVOS DE LA elementos constitutivos de la
RESPONSABILIDAD CIVIL responsabilidad civil.
1. La imputabilidad o capacidad de imputación.
2. Antijuridicidad y responsabilidad civil. 2.1. 2. Aplica en situaciones reales
La antijuridicidad en la estructura de los normas relativas a los
hechos jurídicos ilícitos que originan elementos constitutivos de la
responsabilidad civil extracontractual o responsabilidad civil
contractual. 2.2. Clases de antijuridicidad: la
antijuridicidad típica y la antijuridicidad 3. Analiza conceptos, situaciones
atípica o genérica. 2.3 La antijuridicidad y el y normas relativos a los
principio de legalidad en el derecho privado. elementos constitutivos de la
3. El daño en la estructura de la responsabilidad civil.
responsabilidad civil. 3.1. Daño patrimonial.
3.2. Daño extrapatrimonial. 3.3. 4. Aplica en situaciones reales
Indemnización por daños en caso de normas relativas a los 1. Asumir una actitud amplia,
muerte. elementos constitutivos de la abierta y de constante
responsabilidad civil. esfuerzo académico,
Tema 2: LA RELACIÓN CAUSAL Y LOS asumiendo y transmitiendo
FACTORES DE ATRIBUCIÓN COMO el interés y la idea de
ELEMENTOS CONFIGURATIVOS DE LA Actividad formativa 3 importancia de la
RESPONSABILIDAD CIVIL. Realice un comentario de la lectura asignatura para el
1. La relación causal o nexo causal en la seleccionada «La pérdida del hijo desarrollo profesional y
responsabilidad civil (extracontractual): 4.1. que está por nacer». personal con amplios
Teorías causales. 4.2. La ocasionalidad criterios de respeto mutuo,
necesaria de la jurisprudencia italiana. 4.3. superación personal,
Incitación y ayuda. 4.4. Supuestos de investigación, diálogo y
ruptura del nexo causal. 4.5. La causa autocrítica.
adecuada. 4.6. Fracturas causales y 5. Comprende aspectos
concausa. 4.7. Efectos jurídicos de la relacionados con la
pluralidad de causas. responsabilidad civil indirecta.
2. Factores de atribución en la responsabilidad 6. Aplica criterios de reparación
civil extracontractual. 5.1. Los factores de civil en la resolución de casos.
atribución y los sistemas de responsabilidad
civil extracontractual. 5.2. Factores de Actividad formativa 4
atribución subjetivos y objetivos. 5.3. La
noción de culpa y el sistema subjetivo de Elabora un cuadro comparativo entre
responsabilidad civil. 5.4. El riesgo creado la responsabilidad civil por hecho
dentro del Código Civil peruano. propio y la responsabilidad civil por
hecho ajeno
Lectura seleccionada 1
«La pérdida del hijo que está por nacer»

Videoclase 4
Tema 3: ASPECTOS COMPLEMENTARIOS A
TENERSE EN CUENTA.
1. Responsabilidad civil indirecta. 1.1.
Responsabilidad civil por hecho propio y por
hecho ajeno. 1.2. Responsabilidad civil por
hecho de los dependientes o subordinados.
1.3. Responsabilidad civil por hecho de los
incapaces. 1.4. Responsabilidad civil por
hecho de las cosas animadas e inanimadas.

Lectura seleccionada 2
«El autor anónimo en la responsabilidad vicaria»

Glosario de la Unidad II

Bibliografía de la Unidad II

Autoevaluación 2

TEMA 1: LA IMPUTABILIDAD, LA ANTIJURIDICIDAD Y EL DAÑO COMO


ELEMENTOS CONFIGURATIVOS DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL

1. La imputabilidad o capacidad de imputación


Este primer elemento configurativo de la responsabilidad civil es explicado
por el profesor Juan Espinoza Espinoza de forma impecable; por ello nos remitimos
lo expuesto por él.
Para la responsabilidad civil, la imputabilidad o «capacidad de imputación»
es la aptitud del sujeto de derecho de ser responsable por los años que ocasiona,
lo cual para el ordenamiento jurídico nacional, como veremos más adelante, se da
cuando el sujeto tiene discernimiento (artículos 458 y 1975 del Código Civil).
Comparto la opinión de quien sostiene que «en un sentido más alto, el término
imputabilidad ha entrado en el lenguaje como un sinónimo de referibilidad, de
vinculación». Se afirma, con razón, que al negar la responsabilidad del incapaz (de
querer y entender para el sistema italiano, privado de discernimiento para el
nuestro) se está entendiendo la capacidad como una «condición de la
responsabilidad, pero no de la culpa». En mi opinión, hay responsabilidad sin culpa,
pero no responsabilidad sin capacidad de imputación. En el caso de la
responsabilidad sin culpa (objetiva), encontramos a los representantes legales de
aquel que, careciendo de capacidad de imputación, causó el daño.
Según el artículo 20 del Código Penal, está exento de responsabilidad penal,
entre otros supuestos, «el que, por anomalía psíquica, grave alteración de la
conciencia o por sufrir alteraciones en la percepción, que afectan gravemente su
concepto de la realidad, no posea la facultad de comprender el carácter delictuoso
de su acto o para determinarse según esta comprensión” (inciso 1), así como el
menor de 18 años (inciso 2, modificado por la Ley 26447, del 21 de abril de 1995).
El artículo 1974 del Código Civil establece que:
«Si una persona se halla, sin culpa, en estado de pérdida de conciencia, no
es responsable por el daño que causa. Si la pérdida de conciencia es por obra de
otra persona, esta última es responsable por el daño que cause aquélla».
Para un sector de la doctrina, a propósito del modelo italiano, el fundamento
de la norma «no es la ausencia de un elemento constitutivo del ilícito, sino una
primaria razón de protección del incapaz». La incapacidad natural, precisamente,
es un eximente personal de responsabilidad para los individuos con esa condición.
Entonces, en lo que a estado de salud mental se refiere, la falta de imputación penal
coincide con la civil, la cual se basa en el parámetro del discernimiento. La diferencia
entre la imputación penal y la proveniente de la responsabilidad civil consiste en
que la primera es a partir de los 18 años y, en la civil, a partir de que el menor
tenga discernimiento. En efecto, el artículo 548 del Código Civil, modificado por Ley
27184, del 18 de octubre de 1999, precisa que «el menor capaz de discernimiento
responde por los daños y perjuicios que casusa».
Sin mucha fatiga, se puede observar que un sujeto puede no ser imputable
penalmente, pero en cambio se le puede atribuir responsabilidad civil. En materia
civil, «la edad, de por sí, no es un dato suficiente para excluir la imputabilidad,
debiendo ser comprobados, por separado, el desarrollo intelectual, la fuerza del
carácter, la ausencia de enfermedades», en suma: todos aquellos elementos que
permitan comprobar la presencia de discernimiento en el sujeto.
Si bien es cierto que el artículo 1974 del Código Civil regula el estado de
inconciencia transitorio, hay un común denominador con los artículos que regulan
la responsabilidad civil de los denominados incapaces. Así, el art. 458 tiene que ser
interpretado sistemáticamente con el art. 1975, que establece que, cuando el
incapaz de ejercicio con discernimiento ocasiona un daño, este es responsable en
vía solidaria con su representante legal. Cuando el incapaz sin discernimiento es
autor de un hecho dañoso, responde solo su representante legal (artículo 1976),
previéndose una indemnización equitativa cuando la víctima no haya podido obtener
una reparación. Esta indemnización será autorizada por el juez en vista de la
situación económica de las partes (artículo 1977).
En mi opinión, se entienden como sinónimos, en tanto estados psicológicos,
la conciencia a la cual se refiere el artículo 1974 y el discernimiento reclamado en
los artículos 1975 y 1976. La diferencia existente entre estas dos realidades
responde a un criterio de temporalidad: en el primer caso se trata de una situación
transitoria y en el segundo, de un estado permanente.
Otra diferencia es la naturaleza de cada supuesto de responsabilidad o de
irresponsabilidad: el del artículo 1974, por sus características, encaja más en un
supuesto originado por un caso fortuito, mientras que el de los artículos 1975 y
1976 se refiere, en línea de principio, a sujetos judicialmente declarados incapaces
y, por ello, dignos de protección y tutela. Entonces, a efectos de atribuir
responsabilidad civil, el sujeto capaz o incapaz debe tener discernimiento (Espinoza
2002: 90-91).

2. Antijuridicidad y responsabilidad civil

2.1. La antijuridicidad en la estructura de los hechos jurídicos ilícitos que


originan una responsabilidad civil, extracontractual o contractual
La mayor parte de los autores, no así los cuerpos legales, consideran que la
antijuridicidad es uno de los requisitos fundamentales de la responsabilidad civil en
general, sea esta contractual o extracontractual, por cuanto se entiende que solo
nace la obligación legal de indemnizar cuando se causa daño a otro u otros mediante
un comportamiento o conducta que no es amparada por el Derecho, por contravenir
una norma imperativa, los principios que conforman el orden público o las reglas de
convivencia social que constituyen las buenas costumbres.
Evidentemente, si se causa un daño mediante una conducta, existiendo la
relación de causalidad adecuada y los factores de atribución correspondientes, no
habrá responsabilidad, vale decir, el autor del daño no será responsable si la
conducta realizada se efectuó dentro de los límites de lo permitido por el Derecho,
esto es, dentro de los límites de lo lícito, Esto significa, en consecuencia, que no
existe responsabilidad civil en los casos de daños causados en el ejercicio regular
de un derecho, por cuanto se trataría de daños causados dentro del ámbito de lo
permitido por el sistema jurídico, es decir supuestos de daños autorizados o
justificados por el ordenamiento jurídico. En otras palabras, resulta evidente, por la
propia fuerza de los conceptos y de los hechos, que siempre es necesaria una
conducta que sea ilícita, antijurídica o ilegítima, para poder dar nacimiento a la
obligación legal de indemnizar y por ende a un supuesto de responsabilidad civil
extracontractual o contractual.
Resulta inimaginable plantear un problema de responsabilidad civil sin hacer
referencia al concepto de la antijuridicidad, cualquiera que sea la denominación que
se le dé. Podría señalarse inclusive que por tratarse de un concepto tan evidente,
sería innecesaria cualquier referencia. Como veremos más adelante, en el caso de
la responsabilidad contractual el problema de la antijuridicidad es menos discutible,
presentándose en toda su magnitud en el ámbito de la responsabilidad
extracontractual.
Por lo expuesto resulta claro que la antijuridicidad es un aspecto fundamental
de la estructura de los hechos jurídicos ilícitos que originan una responsabilidad
civil. Más aún podríamos decir que la antijuridicidad es precisamente lo que
caracteriza esta clase de hechos jurídicos. Recuérdese lo que señalamos en el
primer capítulo sobre los hechos jurídicos en general, cuando los clasificamos y
llegamos a ubicar dentro de su universo a los hechos jurídicos ilícitos, como una
especie dentro de los hechos jurídicos voluntarios, los cuales se clasifican en hechos
jurídicos voluntarios, los cuales a su vez se subdividen en hechos jurídicos
voluntarios lícitos e ilícitos. La antijuridicidad es pues el elemento caracterizador de
los hechos jurídicos voluntarios ilícitos que originan un supuesto de responsabilidad
civil, sea contractual o extracontractual, así como respecto de los hechos jurídicos
voluntarios con declaración de voluntad que constituyen los denominados actos
jurídicos. La doctrina es unánime en señalar que, por el contrario, uno de los
aspectos fundamentales que los caracterizan es justamente la licitud.
De esta manera, resulta claro que no se puede negar la necesidad y la
importancia de la antijuridicidad en la estructura de los hechos jurídicos voluntarios
ilícitos, así como nadie niega la importancia de la licitud en la estructura de los
hechos jurídicos voluntarios que constituyen los actos jurídicos, definidos por el
Código Civil peruano en su artículo 140 como las manifestaciones de voluntad para
crear, modificar, regular o extinguir relaciones jurídicas. Negar el concepto de
antijuridicidad sería como negar la propia clasificación de los hechos jurídicos
voluntarios, que unánimemente se dividen en jurídicos lícitos e ilícitos.
Sin embargo, el problema sobre la necesidad de este requisito fundamental
y evidente para la estructura de los hechos jurídicos ilícitos que originan una
responsabilidad civil se plantea en nuestro ordenamiento jurídico desde el momento
mismo que los artículos 1969 y 1970, que hacen referencias directa a los hechos
jurídicos ilícitos, no mencionan de modo alguno que deba tratarse de un daño
consecuencia de una conducta ilícita o antijurídica, limitándose a disponer ambas
normas que cuando se cause un daño a otro por dolo o culpa, o, mediante una
actividad riesgosa o peligrosa, respectivamente, existirá para el autor la obligación
de indemnizar a la víctima.
Obviamente el artículo 1971, al señalar en su primer inciso que no hay
responsabilidad por daño causado en el ejercicio regular de un derecho, está
haciendo referencia implícita al concepto de antijuridicidad, por la simple y evidente
razón de que cuando se actúa en el ámbito del ejercicio regular de un derecho, a
pesar de que se pueda causar daño, este será resultado de una actividad ilícita,
ajustada a Derecho y, por ende, permitida y plenamente justificada por el
ordenamiento jurídico.
Sin embargo, desde nuestro punto de vista, ello no es suficiente, por cuanto
se da lugar a ideas o planteamientos —en nuestro concepto, errados— que
consideran que la antijuridicidad o ilicitud no es un requisitos fundamental e
imprescindible de la responsabilidad civil en general. Dicho muy brevemente, en
nuestra opinión no basta con deducir este fundamental requisito del primer inciso
del artículo 1971 de manera indirecta, o con afirmar que por ser evidente no es
necesaria ninguna referencia a él, sino que es necesario que el Código Civil peruano
establezca directamente en los artículos 1969 y 1970 el requisito de la
antijuridicidad para poder concebir un supuesto de la responsabilidad civil y
fundamentalmente para que no queden dudas sobre la necesidad imperiosa de este
aspecto dentro del sistema de responsabilidad civil a nivel normativo.
Esta necesidad es imperiosa para combatir los intentos doctrinarios que
buscan negar —a nuestro juicio, sin lógica alguna— la antijuridicidad dentro del
sistema de la responsabilidad civil en general. No debe olvidarse que en nuestro
medio lamentablemente se concede poca importancia a la teoría general del acto
jurídico, en la que se estudia la clasificación de los hechos jurídicos voluntarios en
lícitos e ilícitos, razón por la cual resulta muy fácil para algunos negar la necesidad
de la antijuridicidad sobre la base de la exclusiva interpretación literal de los
artículos 1969 y 1970.
No debe olvidarse igualmente que el primer inciso del artículo 1971, al igual
que toda la norma en su conjunto, es interpretado en su exacto sentido como
aquella norma que contempla de manera específica los supuestos del daño
autorizado o del daño justificado, es decir, de aquellos casos en los cuales no hay
responsabilidad civil por haber actuado el causante del daño justificadamente,
según el ordenamiento jurídico. El mismo inciso preceptúa que en los casos de
legítima defensa, estado de necesidad y ejercicio regular de un derecho no existe
responsabilidad de ninguna clase, a pesar del daño causado, limitándose de esta
manera el entendimiento y el supuesto de aplicación del artículo a regular los
supuestos de daño autorizado o justificado.
Sin embargo, para poder comprobar nuestra afirmación, es necesario
examinar el concepto mismo de antijuridicidad, habida cuenta de que existe un
planteamiento, con muchos adeptos actualmente, que señala que no es necesaria
la antijuridicidad o que, en todo caso, esta debe reemplazarse por otro concepto
como aquel del daño injusto, siendo el ejemplo del Código Civil italiano de 1942.
Desde este planteamiento, que obviamente no compartimos, los artículos 1969 y
1970 serían perfectos, no existiendo ninguna necesidad de revisarlos o modificarlos.
Lamentablemente en nuestro medio existen muchos que piensan que todo lo que
proviene de la doctrina y legislación italiana debe ser adaptado a nuestro sistema
jurídico (Taboada 2003: 39-44).
2.2. Clases de antijuridicidad: la antijuridicidad típica y la antijuridicidad
atípica o genérica
Una manera muy sencilla y clara de abordar la noción de antijuridicidad o
ilicitud en la estructura de los hechos jurídicos ilícitos dentro del sistema de
responsabilidad civil consiste en hacer referencia a los supuestos en los cuales
resulta evidente la existencia de un supuesto de responsabilidad civil
extracontractual, por ser la conducta causante del daño una actividad contraria a
Derecho, no por atentar contra el orden público, o las buenas costumbres como los
patrones de comportamientos socialmente aceptados como válidos o legítimos, sino
por contravenir una norma jurídica que prohíbe expresa o tácitamente dicha
conducta. Así, por ejemplo, con independencia de la vinculación entre la pretensión
penal y civil y los problemas procesales que ello origina, resulta muy fácil de
entender que en cualquier caso tipificada como delito, cuando se haya causado daño
efectivamente, el autor del delito no solo será responsable penalmente, sino
también civilmente, siendo merecedor por ello no solo de una pena, sino también
de una obligación de indemnizar a la víctima, impuesta por la ley.
En estos casos, la antijuridicidad resulta evidente, por cuanto se trata del
daño causado como consecuencia de una conducta prohibida, no permitida por el
sistema jurídico y, como tal, ilícita o antijurídica. Sin embargo, ello no nos puede
llevar a confundir la responsabilidad penal con la responsabilidad civil. Lo que
sucede es que en estos casos el problema de la necesidad de la antijuridicidad se
encuentra totalmente resuelto, por cuanto el hecho ilícito que ha originado una
responsabilidad civil por haber causado un daño ha sido previamente valorado y
calificado legalmente domo delito, es decir, previsto abstractamente en el supuesto
de hecho de una norma jurídica como una conducta prohibida o antijurídica que
origina una responsabilidad penal. Obviamente, esta antijuridicidad directa, que
podríamos calificar de antijuridicidad típica por estar prevista en la norma jurídica,
no solo es resultado de una conducta tipificada legalmente como un delito penal,
sino que también puede resultar de una conducta que no esté permitida, sin que
ella llegue a constituir un delito, por tratarse simplemente de una conducta no
permitida por el Derecho privado.
Esta aclaración resulta en nuestro concepto de fundamental importancia, por
cuanto en nuestro medio existe el prejuicio, infundado y generalizado, de que
únicamente es posible hablar de antijuridicidad típica en los casos de conductas
delictivas, como si las únicas conductas que estuvieran prohibidas por el
ordenamiento jurídico fueran aquellas tipificadas como delitos. Esto implica olvidar
que existen muchas conductas prohibidas expresa o tácitamente por normas de
Derecho privado sin ninguna implicancia de orden penal y que son en esencia, y al
igual que las otras, conductas perfectamente antijurídicas.
La antijuridicidad típica o tipificada legalmente, que supone siempre una
previsión en abstracto dentro del supuesto de hecho de una norma jurídica de una
determinada conducta como prohibida o no permitida, no es únicamente resultado
de las normas que tipifican delitos, es decir, hechos ilícitos que originan una
responsabilidad penal, sino también de todas las normas de derecho privado que
directamente prohíben determinadas conductas. Debe pues desecharse la idea falsa
y equivocada según la cual la antijuridicidad típica es privativa del ámbito de la
responsabilidad penal, ya que el concepto del tipo juega también un rol muy
importante en el ámbito del Derecho privado.
Así, por ejemplo, tenemos el caso del artículo 882 del Código Civil, que
dispone de manera expresa que no se puede establecer contractualmente la
prohibición de enajenar o gravar, salvo que la ley lo permita, lo que significaría que
la existencia de un pacto con dicho contenido sería justamente una conducta
antijurídica, la cual, en caso de causar daño a una de las partes, como consecuencia
de su misma celebración, daría lugar a un supuesto perfecto de responsabilidad civil
extracontractual, dentro de la lógica de la actual regulación del Código Civil
peruano.
Otro caso típico de conducta prohibida por normas que no tipifican delitos es
el artículo 240 del Código Civil, el cual dispone que si los esponsales se han
formalizado indubitablemente entre personas legalmente aptas para casarse y
dejan de cumplirse por culpa exclusiva de uno de los promitentes, ocasionando con
ello daños y perjuicios al otro, el autor de la ruptura estará obligado a indemnizarlos.
Otros casos de prohibición expresa, entre los múltiples que encontramos en nuestra
legislación y específicamente en nuestro Código Civil, lo constituyen los artículos
28, 241, 242, 243, 381, 382, 538, 554, 662, 667, 744, 745, 814, 934, 1066, 1095,
1106, 1111, 1113, 1132, 1221, 1249, 1290, 1366, 1629, 1668, 1775, 1817, etc.
En cualquiera de estos casos, resulta evidente —al igual que en los dos
artículos 882 y 240 a los que se ha hecho referencia— que cuando como
consecuencia de la conducta prohibida se cause un daño a un tercero, nacerá a
cargo del autor del daño la obligación legal de indemnizar por ser responsable, bien
sea contractual o extracontractualmente. Así, en estos casos estaremos frente a
supuestos de hechos jurídicos ilícitos tipificados legalmente que han determinado
un supuesto de responsabilidad civil, por haberse causado a través de los ellos
daños a terceros (Taboada 2003: 44-47).
2.3. La antijuridicidad y el principio de legalidad en el derecho privado
Sería inimaginable, por cierto, un sistema jurídico de responsabilidad civil
extracontractual en el cual solamente se pudieran indemnizar daños causados por
conductas típicamente ilícitas o antijurídicas, pues un sistema de dicha naturaleza
no cumpliría su función fundamental, cual es la de reparar a las víctimas de los
daños que otros les hubieren causado en su vida de relación dentro de una
determinada sociedad. El principio de legalidad en el Derecho privado no se sustenta
en el concepto de la tipicidad legal, como sucede en el Derecho público. De esta
manera, así como existen contratos atípicos, existen también hechos jurídicos
ilícitos atípicos. En el campo de la responsabilidad penal, por el contrario, el principio
de legalidad se construye sobre la noción de tipicidad, razón por la cual la
antijuridicidad penal siempre es una antijuridicidad tipificada legalmente.
No debe olvidarse que, además de esa ilicitud genérica del artículo V del
Título Preliminar, la antijuridicidad también puede ser el resultado, no de una
conducta que atente contra el orden público o las buenas costumbres, sino de un
comportamiento que sea considerado como no permitido. Cabe recordar que la
responsabilidad civil se aplica a la conducta de los hombres en su vida de relación
en una determinada sociedad y que la sociedad, al igual que su sistema jurídico,
establece también patrones de conducta, los cuales no se agotan con el concepto
de buenas costumbres.
En conclusión, la antijuridicidad es una noción fundamental, de la cual no se
puede prescindir en el sistema de la responsabilidad civil, contractual o
extracontractual, y menos aún podría reemplazarse por la noción más genérica del
daño injusto, que fue construida en la doctrina italiana sobre la base de lo dispuesto
en el Código Civil italiano, y cuyo significado está referido directamente a la noción
de antijuridicidad atípica o genérica que hemos desarrollado. En la medida en que
el Código Civil peruano no hace referencia en absoluto al concepto del daño
injustamente sufrido, no es necesario hacer referencia a esta noción, consagrada
legalmente en el sistema jurídico italiano. Basta con construir y deducir nuestra
noción de antijuridicidad o ilicitud, con las normas que encontramos en nuestro
sistema jurídico, llegando a la noción de antijuridicidad atípica o genérica. De esta
forma se le concede al sistema de responsabilidad civil peruano la medida exacta
de su importancia, diferenciándolo perfectamente del sistema de la responsabilidad
penal, sin copiar conceptos y leyes extranjeras, y sobre la base de una
interpretación integral y sistemática de nuestras propias normas jurídicas. La
antijuridicidad es pues uno de los aspectos fundamentales de la estructura de los
hechos jurídicos ilícitos que originan una responsabilidad civil en el sistema jurídico
nacional, que se impone por la propia fuerza de la naturaleza jurídica de los mismos
hechos jurídicos ilícitos y por la interpretación sistemática de nuestras normas
jurídicas (Taboada 2003: 56-57).
3. El daño en la estructura de la responsabilidad civil

3.1. El daño patrimonial


Si bien es cierto que el concepto del daño «es un concepto destinado a variar
en el tiempo», la doctrina es unánime al clasificar el daño en dos rubros, a saber:
1. Daño patrimonial: Consiste en la lesión de derechos de naturaleza económica,
que debe ser reparada. Este, a su vez, se clasifica en:

1.1. Daño emergente: Es la pérdida que sobreviene en el patrimonio del


sujeto afectado por el incumplimiento de un contrato o por haber sido
perjudicado por un acto ilícito, o como sostiene un sector autorizado de
la doctrina italiana, «la disminución de la esfera patrimonial» del dañado.
1.2. Lucro cesante: Se manifiesta por el no incremento en el patrimonio del
dañado (sea por el incumplimiento de un contrato o por un acto ilícito).
Es «la ganancia patrimonial neta dejada de percibir» por el dañado
(Espinoza 2007: 226-227).

3.2. Daño extrapatrimonial


Tradicionalmente, la palabra daño era usada en el caso de que se lesione «a
la persona en sí misma, estimada como un valor espiritual, psicológico o
inmaterial», entendiéndose como sinónima de daño moral. Dentro de la actual
sistemática del Código Civil, la categoría de daño extrapatrimonial o subjetivo
(concebido como daño no patrimonial a los sujetos de derecho) comprende tanto el
daño a la persona, esto es, la lesión a los derechos existenciales o no patrimoniales
de las personas, como el daño moral, definido como «el ansia, la angustia, los
sufrimientos físicos o psíquicos, etc.» padecidos por la víctima, que tienen el
carácter de «efímeros y no duraderos».
Dentro de la categoría de daño moral, se distinguen el daño moral subjetivo,
que lo sufre de manera directa el propio sujeto, y el daño moral afectivo, entendido
como la lesión a la relación afectiva respecto de sujetos, animales o bienes. En el
primer supuesto, piénsese en la pérdida del cónyuge o del conviviente, de un hijo
o un padre; en el segundo, la de una mascota particularmente vinculada con una
persona anciana y sola.
Mayor problema se encuentra en el daño moral por pérdida o deterioro de
bienes, por cuanto el resarcimiento, vía daño emergente o lucro cesante, podría
compensar dicha pérdida o deterioro.
Sin embargo, no se escapa la posibilidad de configurarse el daño moral, por
ejemplo, si en un estudio fotográfico se pierde la única fotografía de la madre ya
fallecida de una persona que la había dejado para que se elabore una ampliación.
Evidentemente, el daño moral en este caso sobrepasa el valor económico del bien
perdido. La lógica y la justicia aconsejan que no se puede ser tan expansivo en
admitir el resarcimiento en este tipo de daños, por cuanto llegaríamos a situaciones
inverosímiles, como el caso aislado y sumamente criticado de un joven que compró
con su primer sueldo una moto y, al constatar que se la habían robado, solicitó una
indemnización por daño moral, no obstante que la recuperó (Espinoza 2007: 227-
228).
3.3. Indemnización por daños en caso de muerte
El daño subjetivo por la muerte de un pariente: Este tipo de daño
pertenece al grupo de los denominados daños reflejos, entendidos como «aquellos
daños que se verifican en esferas jurídicas subjetivas diversas respecto a las del
dañado, víctima directa o inicial del hecho ilícito, en consideración a la particular
relación jurídica que vincula esta última a los sujetos que lamentan haber sufrido
este tipo de daños». Para un sector de la doctrina, la jurisprudencia italiana ha
entendido los siguientes fundamentos del derecho de los parientes a obtener el
resarcimiento por la muerte del familiar:
1. Resarcimiento del daño a los parientes iure sucessionis, con la
motivación de que el derecho al resarcimiento de los daños sufridos por la
víctima ha entrado en su patrimonio y, como tal, puede ser trasmitido a los
herederos.
2. Resarcimiento del daño a los parientes iure proprio, con la motivación
de que el supuesto de responsabilidad civil lesiona, al mismo tiempo, la
esfera jurídica del dañado inicial y del pariente próximo, provocando también
a este último daños resarcibles. En estos supuestos se habla de daño moral,
daño a la vida de relación, daño a la salud psíquica o daño por lesión a la
relación familiar.
En mi opinión, en el primer supuesto resulta sumamente forzado construir
el nacimiento de un derecho adquirido a título sucesorio. Sin embargo, es admisible
sostener la existencia de un derecho iure proprio por la pérdida del pariente, a título
de daño moral (artículos 1985 y 1322 del Código Civil en las órbitas extracontractual
y por inejecución de las obligaciones, respectivamente). Evidentemente, el pariente
dañado deberá acreditar la especial relación que tenía con el pariente (muerto o
lesionado), el hecho de que vivían juntos o, si está lesionado, las actividades que
va a tener que realizar para su ayuda o rehabilitación (así como las propias que ya
no podrá ejecutar por el mismo motivo), entre otros aspectos no patrimoniales. La
dependencia económica será un criterio a tenerse en cuenta a efectos de la
cuantificación de los daños patrimoniales (Espinoza, 2007, pp. 232-234).
TEMA 2: LA RELACIÓN CAUSAL Y LOS FACTORES DE ATRIBUCIÓN COMO
ELEMENTOS CONFIGURATIVOS DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL
1. La relación causal o nexo causal en la responsabilidad civil
(extracontractual)
Además de los requisitos de la responsabilidad civil antes mencionados —a
saber: la conducta antijurídica y el daño causado—, es necesario un tercer requisito
de orden fundamental, denominado relación de causalidad, que se entiende en el
sentido de que debe existir una relación de causa-efecto entre la conducta
antijurídica del autor y el daño causado a la víctima, pues de lo contrario no existirá
responsabilidad civil extracontractual y no nacerá la obligación legal de indemnizar.
Esto significa que el daño causado debe ser consecuencia de la conducta antijurídica
del autor para que se configure un supuesto de responsabilidad civil
extracontractual.
Conviene anotar que sucede lo mismo en el campo de la responsabilidad
civil contractual, ya que el daño causado al acreedor debe ser consecuencia
inmediata y directa del incumplimiento absoluto o relativo de la prestación debida
por parte del deudor.
En tal virtud, la relación de causalidad constituye un requisito general de la
responsabilidad civil, tanto en el ámbito contractual como extracontractual. La
diferencia reside en que mientras en el campo extracontractual la relación de
causalidad debe entenderse según el criterio de la causa adecuada, en el ámbito
contractual supone apreciarse bajo la óptica de la causa inmediata y directa
(Taboada, 2003, pp. 83-84).
Debe señalarse también que la relación de causalidad en el campo de la
responsabilidad civil se encuentra regulada en los artículos 1321 y 1985 del Código
Civil peruano vigente, disposiciones referidas a la responsabilidad civil contractual
y a la extracontractual, respectivamente.

1.1. Teorías causales


En la doctrina se reseñan diversas teorías causales; entre las principales
encontramos la teoría de la equivalencia de las condiciones, la teoría de la causa
próxima, la teoría de la causa adecuada y, finalmente, la teoría de la causalidad
probabilística. Para nuestro estudio, sin lugar a dudas, tenemos que fijarnos en la
teoría de la causa adecuada.

1.2. La ocasionalidad necesaria de la jurisprudencia italiana


El supuesto de la ocasión o de la ocasionalidad se da en los casos en los
cuales una persona se vale de un tercero, el cual genera daños que, si bien no
han sido hechos en ejercicio de sus funciones, no se hubieran producido si no
hubiera sido por su particular posición jurídica. Téngase en cuenta que la
ocasionalidad podría presentarse tanto en el terreno (denominado por como-
didad) contractual, cuando se emplea al tercero para cumplir una obligación
(artículo 1325 del Código Civil, como en materia extracontractual, o sea, cuando
el daño lo ocasiona el dependiente (artículo 1981 del mismo cuerpo legal).
Para un mejor entendimiento de este supuesto, véase el siguiente
ejemplo: un service es contratado para pintar la fachada de un edificio y uno de
los pintores, que se encontraba en el andamio a la altura del cuarto piso, ingresa
por la ventana de un departamento del edificio adyacente y roba objetos de valor.
En este caso, si bien es cierto que el principal podría argumentar que los alcances
del artículo 1981 solo lo responsabilizan por los daños que el dependiente origina
en ejercicio del cargo o en cumplimiento del servicio respectivo (vale decir, «en
el ejercicio de sus funciones»), se podría objetar esta argumentación, utilizando
tres enfoques distintos; pero que coinciden en su resultado:
a. Aplicando el criterio del cheapest cost avoider, propio del análisis
económico del Derecho, se debería ensanchar el alcance del art. 1981, por
cuanto, entre la víctima y el principal, es este último quien se encontraba
en una posición más ventajosa para evitar los daños.
b. Si se entendiera (en posición que no comparto) que la responsabilidad del
principal fuese subjetiva, este respondería por culpa in eligendo y culpa in
vigilando.
c. Bajo la óptica (con la que coincido) de considerar este tipo de
responsabilidad como objetiva, también el principal estaría en la obligación
de resarcir, por cuanto si se beneficia económicamente con la actividad
realizada a través de un tercero, debe asumir los costos que origine los
daños causados por él (criterio del riesgo-beneficio).
Esto revela, en opinión que suscribo, que «entre el criterio de culpabilidad y
la responsabilidad objetiva existe, en realidad, un continuum y no una línea divisoria
neta» (Espinoza, 2007, pp. 193-194).
1.3. Incitación y ayuda
La incitación es la acción y efecto de incitar y este verbo proviene del latín
incitare, que significa «mover o estimular a uno para que ejecute una cosa».
Se propone el siguiente ejemplo: A ofrece una suma adicional al taxista
para conducir a mayor velocidad que la legalmente permitida o
para penetrar en una calle en contra del sentido del tráfico para cortar camino; al
respecto, no cabe duda de que A debe responder por los daños que se deriven de
ello.
La ayuda es la acción y efecto de ayudar y este verbo proviene del latín
adiutare, que significa «prestar cooperación».
Ejemplo: Un automovilista prende las luces altas cuando no debe y ciega a
otro conductor y este último atropella a un peatón; en este caso, estamos frente a
un autor directo y a una persona que ayudó a la comisión del daño. Está claro que
el peatón no hubiera sido atropellado en ningún caso por el primer conductor, pero
también que precisamente este colaboró con el segundo para que este último
causara el daño. En este caso, el hecho de tener las luces altas, según su gravedad,
puede constituir una concausa o un supuesto de ruptura del nexo causal por hecho
del tercero (artículo 1972 del Código Civil). Con todo, probar lo uno o lo otro resulta
sumamente difícil.
Corno ha sido observado, «la diferencia es muy importante en razón de sus
consecuencias jurídicas y posibilidades de defensa del demandado». Si se puede
lograr que su conducta sea calificada como ayuda (artículo 1978), entonces el juez
deberá determinar un grado de responsabilidad menor y únicamente pagará una
indemnización acorde con tal determinación. Dado que se trata de una ayuda y no
del acto dañino principal, podemos afirmar, por principio, que a ese demandado se
ordenará pagar una suma inferior al monto total del daño. En cambio, si el juez lo
considera como corresponsable (artículo 1983) y no como «ayudante», estará
obligado a reparar el íntegro del daño a la víctima, en la medida de que es
responsable solidario, sin perjuicio de que posteriormente pueda repetir contra los
otros corresponsables en la proporción de las respectivas faltas.
Desde el punto de vista de la víctima, si se trata de corresponsables (artículo
1983), aquel puede dirigir su acción contra cualquiera de ellos o contra ambos,
exigiendo a cada uno el íntegro de la indemnización, debido a la solidaridad creada
por ley. En cambio, si se trata de un responsable y un ayudante (artículo 1978),
tendrá que dividir su acción entre los diferentes autores del daño.
Para la doctrina que sigo, en posición que comparto, «la distinción es
interesante; pero peligrosa». En mi opinión, debido a que los supuestos regulados
en el artículo 1978 no son de responsabilidad solidaria sino acumulativa, es más
conveniente para el demandante, por estrategia procesal, optar por el artículo 1983
en vez del artículo 1978 c.c. En efecto, la tarea de la delimitación de
responsabilidades de los agentes dañinos debe ser un costo que estos deben
asumir.
¿Qué pasa si un tercero es cómplice del deudor en el incumplimiento de una
obligación? En este supuesto, la jurisprudencia española, mediante Sentencia del
Tribunal Supremo del 23 de marzo, afirmó que el deudor incurre en responsabilidad
contractual y el tercero en responsabilidad extracontractual frente al acreedor. Sin
embargo, coincido con quien afirma que «más lógico parece ( ... ) considerar el acto
de violación conjunta del derecho de crédito como un acto unitario sometido a un
régimen también unitario de responsabilidad», que en este caso sería el de
responsabilidad por inejecución de las obligaciones (Espinoza, 2007, pp. 198-200).
1.4. Supuestos de ruptura del nexo causal
Acorde con nuestra legislación en materia de responsabilidad civil tenemos
los siguientes supuestos de ruptura del nexo causal: «Artículo 1972.- En los casos
del artículo 1970º, el autor no está obligado a la reparación cuando el daño fue
consecuencia de caso fortuito o fuerza mayor, de hecho determinante de tercero o
de la imprudencia de quien padece del daño».
1.5. La causa adecuada
Corresponde ahora determinar el sentido de la noción de causa adecuada
para poder entender el significado de la relación causal en el campo de la
responsabilidad civil extracontractual. En este sentido, conviene plantearse la
siguiente pregunta: ¿cuándo se debe entender que una conducta es causa adecuada
de un determinado daño?
La respuesta a esta interrogante es la siguiente: para que una conducta sea
causa adecuada de un daño es necesario que concurran dos factores o aspectos:
un factor in concreto y un factor in abstracto. El factor in concreto debe entenderse
en el sentido de una relación de causalidad física o material, lo que significa que en
los hechos la conducta debe haber causado el daño, es decir, el daño causado debe
ser consecuencia fáctica o material de la conducta antijurídica del autor.
Sin embargo, no basta la existencia de este factor, pues es necesaria la
concurrencia del factor in abstracto para que exista una relación de causalidad
adecuada. Este segundo factor debe entenderse en los términos siguientes: La
conducta antijurídica abstractamente considerada, de acuerdo a la experiencia
normal y cotidiana, es decir, el curso normal y ordinario de los acontecimientos,
debe ser capaz o adecuada para producir el daño causado. Si la respuesta a esta
interrogante es negativa, no existirá una relación causal, aun cuando se hubiere
cumplido con el factor in concreto.
Es pues necesaria la concurrencia de ambos factores para que se configure
una relación de causalidad adecuada. Un ejemplo podría graficar adecuadamente la
aplicación de esta tesis: si una persona de 25 años de edad, sin ningún problema
cardíaco, fallece de forma inmediata como consecuencia de un susto producto de
una broma, no existirá relación de causalidad adecuada, aun cuando en los hechos
la muerte haya sido consecuencia del susto por la broma, por cuanto de acuerdo
con la experiencia normal y cotidiana ese hecho no es capaz de producir la muerte
de una persona joven. Por el contrario, si se tratara de un susto por una broma a
una persona de 75 años de edad, no habría duda alguna que se trataría de una
causa adecuada, en tanto y en cuanto el susto a una persona de edad avanzada es
causa adecuada, de acuerdo a la experiencia normal y cotidiana, para producir la
muerte.
De esta manera, resulta claro el sentido de la noción de causa adecuada, de
aplicación obligatoria para todos los casos de responsabilidad civil extracontractual
en el sistema legal peruano, por haber sido consagrada expresamente y en forma
imperativa en el artículo 1985 del Código Civil. Entonces, no basta con establecer
si una conducta ha causado físicamente un daño, pues es necesario también
determinar si esa conducta abstractamente considerada es capaz de producir ese
daño de acuerdo al curso ordinario y normal de los acontecimientos.
Ahora bien, el tema de la relación de causalidad no se agota en la noción
misma de causa adecuada, sino que es necesario además precisar todas las figuras
y supuestos que se presentan en torno de este aspecto fundamental de la
responsabilidad civil para poder entender la mecánica de la relación de causalidad
dentro del sistema de responsabilidad civil extracontractual. En tal sentido, resulta
fundamental determinar las nociones de fractura causal o causa ajena, la de
concausa y la de pluralidad de causas, reguladas respectivamente en los artículos
1972, 1973 y 1983 del Código Civil (Taboada, 2003, pp. 84-86).
1.6. Fracturas causales y concausa
En lo concerniente a la noción de fractura causal, debemos señalar que se
configura cada vez que en un determinado supuesto se presenta un conflicto entre
dos conductas o causas sobre la realización de un daño, el cual será resultado de
una sola de dichas conductas. Así, en todo supuesto de fractura causal una de las
conductas o causas habrá producido o causado el daño y la otra no habrá llegado a
causarlo justamente por haber sido dicho daño consecuencia de la otra conducta.
En ese marco de cosas, a la conducta que no ha llegado a causar el daño se
le denomina causa inicial, mientras que a la conducta que sí llegó a causar el daño
se le denomina causa ajena. Todo supuesto de fractura causal implica, pues, un
conflicto entre la causa ajena y la causa inicial, siendo el daño consecuencia de la
causa ajena y no existiendo ninguna relación de causalidad respecto de la causa
inicial.
Esto significa, en consecuencia, que la causa ajena es un mecanismo jurídico
para establecer que no existe responsabilidad civil a cargo del autor de la causa
inicial justamente por haber sido el daño consecuencia del autor de la causa ajena.
Dicho en otros términos, cada vez que se intente atribuir a un sujeto una
responsabilidad civil extracontractual por la supuesta producción de un daño, ese
individuo tendrá la posibilidad de liberarse de dicha responsabilidad si logra
acreditar que el daño causado fue consecuencia no de su conducta, sino de una
causa ajena, o lo que es lo mismo de otra causa, bien se trate de un supuesto de
caso fortuito o de fuerza mayor, o del hecho determinante de un tercero, o del
propio hecho de la víctima, según lo establece el artículo 1972 del Código Civil, cuyo
texto señala lo siguiente: «En los casos del artículo 1970, el autor no está obligado
a la reparación cuando el daño fue consecuencia de caso fortuito o fuerza mayor,
de hecho determinante de tercero o de la imprudencia de quien padece el daño».
Si se tratara de caso fortuito, la causa ajena sería un fenómeno de la naturaleza,
como un terremoto, una inundación consecuencia del fenómeno del Niño, etc. Del
mismo modo, si se tratara de fuerza mayor, la causa ajena sería un acto de la
autoridad como una prohibición repentina decretada por norma jurídica de una
conducta antes permitida, la declaración de guerra de un Estado a otro, etc. Si se
tratara del hecho determinante de tercero, la causa ajena sería justamente el hecho
del tercero. En el caso del hecho de la víctima, la causa ajena sería precisamente el
hecho de la propia víctima. De esta manera, en estos cuatro supuestos el daño no
será producto del autor de la causa inicial, el mismo que no será responsable
civilmente, por ser el daño consecuencia de caso fortuito, o de fuerza mayor, o del
hecho de un tercero, o del hecho de la misma víctima, es decir, de una causa ajena.
Con relación a los conceptos de fuerza mayor y caso fortuito, debemos
señalar que se trata de nociones con las mismas características, pues se trata de
eventos extraordinarios, imprevisibles e irresistibles, con la única diferencia
respecto al origen del evento, como se ha anotado anteriormente, según fluye cla-
ramente del artículo 1315 del Código Civil
Puede pues decirse que en los supuestos de causa ajena, denominados
también doctrinariamente fractura causal, no existe responsabilidad a cargo del
autor de la causa inicial, por ser el daño consecuencia de otra causa, que puede ser
una conducta humana o un evento de la naturaleza.
Las fracturas causales se invocan consiguientemente siempre que el autor
de una determinada conducta logre acreditar que no ha sido el causante del daño
imputado, por ser este consecuencia de otra causa, ya se trate de caso fortuito,
fuerza mayor, hecho de tercero o hecho de la víctima.
Así, por ejemplo, si en plena vía expresa en la ciudad de Lima, un sujeto
decide quitarse la vida y se arroja debajo de un automóvil en plena marcha, aun
cuando el daño haya sido causado aparentemente por el conductor del vehículo, no
existirá duda alguna que este podrá liberarse de responsabilidad invocando como
causa ajena el hecho de la propia víctima, por cuanto en este ejemplo es la víctima,
como consecuencia de su propia conducta, la que se ha causado el daño a sí misma,
en tanto y en cuanto que, de no haber sido por dicha conducta, el conductor no
hubiera producido materialmente el daño. El daño, en este caso la muerte del
suicida, no ha sido consecuencia del hecho del conductor, sino del propio hecho de
la víctima.
Debe señalarse igualmente que para poder tener una exacta visión de las
fracturas causales, no debe confundirse el aspecto de la culpabilidad del sujeto de
la conducta con el aspecto objetivo de la relación causal, pues no interesará que el
autor de la causa inicial haya actuado con dolo o culpa, es decir, no interesará que
hubiera querido producir un daño a sabiendas del mismo, o en forma negligente,
en tanto que lo único importante es que el daño causado a la víctima no ha sido
consecuencia de dicha conducta, sino de un evento extraño y ajeno a él.
En todos los supuestos de fractura causal debe dejarse de lado el análisis del
aspecto subjetivo del autor de la conducta de la denominada causa inicial, pues lo
único relevante es que el daño ha sido consecuencia de una conducta o evento
ajeno y distinto, de alguno de los cuatro tipos antes descritos. Por ello decimos —y
ello debe quedar bastante claro» que las fracturas causales deben ser invocadas
cuando se le impute a un sujeto una responsabilidad civil por un daño que no ha
causado, habiendo sido éste consecuencia de un evento o conducta ajena. Esta
noción y este mecanismo de la fractura causal, como es evidente, no guardan
vinculación alguna con la noción de culpabilidad, tratándose de un asunto
meramente objetivo, referido a qué conducta o evento es la que ha causado el daño.
Se deduce fácilmente no solo que en todo supuesto de fractura causal no
existirá responsabilidad civil a cargo del autor de la causa inicial, sino que si la
fractura causal es un supuesto de caso fortuito, fuerza mayor o hecho de la propia
víctima no se configurará tampoco ninguna responsabilidad civil; en cambio, de
tratarse del supuesto de hecho determinante de tercero, este será el responsable
civilmente por haber sido el causante del daño.
Asimismo, debe también señalarse en forma expresa que cuando decimos
que la conducta del sujeto que no ha causado el daño debe denominarse causa
inicial, no estamos haciendo referencia a que dicha conducta haya causado algún
tipo de daño distinto, sino que la expresión «causa inicial» debe entenderse en el
sentido de conducta que no ha causado daño alguno, utilizándose la expresión
«causa» justamente para poder distinguirla de la conducta que sí causo el daño y
que se denomina por ello mismo «causa ajena».
Habiendo ya precisado el concepto de fractura causal, corresponde ahora
abordar el concepto de concausa, que es también de fundamental importancia en
la aplicación de la doctrina de la responsabilidad civil extracontractual, a efectos
de entender adecuadamente dicho sistema.
Como ya hemos establecido, en los supuestos de fractura causal se
presenta un conflicto entre dos conductas o causas: una que no causa el daño y
otra que sí llega a producirlo. Por el contrario, en los supuestos de concausa,
regulados en el artículo 1973 del Código Civil la situación es distinta: en este caso
el daño siempre es consecuencia de la conducta del autor, pero con la contribución
—o participación— de la propia víctima, tratándose de un supuesto totalmente
distinto al de la fractura causal.
En tal sentido, el referido artículo señala lo siguiente: «Si la imprudencia
sólo hubiere concurrido en la producción del daño, la indemnización será reducida
por el juez, según las circunstancias.» En efecto, existe un supuesto de concausa
cuando la víctima contribuye con su propio comportamiento a la conducta del autor
a efectos de la realización del daño. En tal virtud, el daño no es consecuencia única
y exclusiva de la conducta del autor, sino que la propia víctima ha contribuido y
colaborado objetivamente a su realización, la cual no se hubiera producido de no
mediar el comportamiento de la propia víctima.
Así por ejemplo, si una persona decide practicar el ciclismo en una autopista
y no en pistas especialmente acondicionadas para ello, no hay duda alguna de que
existirá concausa en el supuesto de que un conductor de esta vía rápida atropelle
al ciclista. No se tratará de un supuesto de fractura causal por hecho exclusivo de
la víctima por cuanto la conducta de hacer ciclismo en una autopista no es
suficiente o adecuada por sí misma para sufrir un accidente de tránsito, pero sí es
concausa por cuanto con este comportamiento la víctima está contribuyendo
objetivamente a la producción del daño.
Debe señalarse que en los hechos es con mucha frecuencia bastante difícil
distinguir cuándo existe fractura causal y cuándo concausa. El único criterio para
diferenciar ambas figuras consistirá en plantearse la siguiente pregunta: ¿La
conducta de la víctima por sí misma es suficiente para la producción del daño? Si
la respuesta es afirmativa se tratará de fractura causal; si es negativa, será un
supuesto de concausa.
En estos casos de concausa, no se trata de un conflicto entre dos conductas,
a efectos de establecer cuál de ellas ha causado efectivamente el daño y cuál de
ellas no ha llegado a producirlo, sino que se trata de un supuesto en el cual
objetivamente la propia víctima, queriéndolo o no, colabora o contribuye con su
propia conducta a la realización del daño. Evidentemente, por lo general, esta
contribución es producto de un acto de imprudencia de la víctima, como con el
ejemplo de elegir una autopista para practicar el ciclismo. Sin embargo, al igual
que lo que se indicó para entender las fracturas causales, la comprensión de la
concausa exige dejar de lado cualquier análisis o investigación sobre el grado de
culpabilidad de la víctima. Lo único relevante es que la víctima concurre con la
conducta del autor a la realización del daño.
Por ello el efecto jurídico de la concausa no es la liberación de
responsabilidad civil del autor, sino únicamente una reducción de la indemnización
a cargo del autor en consideración al grado de participación de la víctima,
disminución que deberá ser determinada por el juez según las circunstancias de
cada caso concreto, según lo establece expresamente el artículo 1973 del Código
Civil (Taboada 2003: 86-92).
1.7. Efectos jurídicos de la pluralidad de causas
Finalmente, con relación a los supuestos de concurrencia de causas,
denominado también pluralidad de causas, pluralidad de autores o coautoría, es
necesario señalar que se trata de los casos en los cuales dos o más sujetos,
mediante una conducta común o a través de conductas singulares, causan un
mismo daño. Es decir, se trata del supuesto en el cual el daño no es consecuencia
de la conducta de un solo sujeto, sino de la conducta de varios, obviamente un
mínimo de dos
Evidentemente deberá tratarse de un mismo daño, pues si se tratara de
daños distintos, no tendría sentido hablar de pluralidad autores, sino que se trataría
de daños distintos causados por sujetos distintos.
En este sentido, el artículo 1983 del Código Civil señala lo siguiente: «Si
varios son responsables del daño, responderán solidariamente. Empero, aquel que
pagó la totalidad de la indemnización puede repetir contra los otros,
correspondiendo al juez fijar la proporción según la gravedad de la falta de cada
uno de los participantes. Cuando no sea posible discriminar el grado de
responsabilidad de cada uno, la repartición se hará por partes iguales».
El efecto jurídico de la pluralidad de autores es que, con relación a la víctima
o víctimas, los coautores son solidariamente responsables, pero en las relaciones
internas entre ellos el monto indemnizatorio se distribuye y se asume en función
al distinto grado de participación de cada uno de ellos en la conducta y en la
producción del daño.
Ahora bien, cuando no sea posible discriminar o distinguir el diferente grado
de participación de cada coautor, la indemnización se distribuirá entre ellos en
partes iguales, según lo señala el criterio doctrinario unánime y el mencionado
artículo 1983.
Como se podrá observar, en consecuencia, son totalmente distintos los
supuestos de fracturas causales, concausas y pluralidad de autores, mereciendo
cada uno de ellos por esta misma razón una diferente regulación legal (Taboada
2003: 92-93).
2. Factores de atribución en la responsabilidad civil extracontractual
2.1. Los factores de atribución y los sistemas de responsabilidad civil
extracontractual
Como ya lo hemos explicado en los puntos anteriores, para que se configure
un supuesto de responsabilidad civil extracontractual es necesaria la concurrencia
de determinados requisitos: la conducta antijurídica del autor o coautores, el daño
causado a la víctima o víctimas, la relación de causalidad y finalmente los factores
de atribución. Habiendo examinado ya los tres primeros, corresponde analizar el
relativo a los diferentes factores de atribución necesarios para la existencia de un
supuesto de responsabilidad civil extracontractual y consiguientemente para el
nacimiento de la obligación legal de indemnizar a la víctima (Taboada, 2003, pp.
95-96).
2.2. Factores de atribución subjetivos y objetivos
El mejor camino para comprender la temática de los factores de atribución
consiste en indicar en primer lugar que hay dos sistemas de responsabilidad civil
extracontractual en la doctrina, en la legislación comparada y en el Código Civil
peruano: el sistema subjetivo y el sistema objetivo, cada uno de ellos construido o
fundamentado sobre diferentes factores de atribución.
Por ello, los factores de atribución de los sistemas subjetivos reciben también
la calificación de factores de atribución subjetivos y los correspondientes a los
factores de atribución de los sistemas objetivos merecen la calificación de factores
de atribución objetivos.
En el Código Civil el sistema subjetivo de responsabilidad civil
extracontractual se encuentra regulado en el artículo 1969, cuyo texto señala lo
siguiente: «Aquel que por dolo o culpa causa un daño a otro está obligado a
indemnizarlo. El descargo por falta de dolo o culpa corresponde a su autor»,
mientras que el sistema objetivo se encuentra incorporado en el artículo 1970, cuya
formulación se registra a continuación: «Aquel que mediante un bien riesgoso o
peligroso, o por el ejercicio de una actividad riesgosa o peligrosa, causa un daño a
otro, está obligado a repararlo» (Taboada 2003: 96).
2.3. La noción de culpa y el sistema subjetivo de responsabilidad civil
Como se podrá apreciar fácilmente el sistema subjetivo de responsabilidad
civil se construye sobre la culpa del autor, constituyendo ella el factor de atribución
subjetivo. Obviamente se utiliza la noción de culpa en sentido amplio, que
comprende tanto la negligencia o imprudencia como el dolo, es decir, el ánimo
deliberado de causar daño a la víctima. Por otro lado, el sistema objetivo se
construye sobre la noción de riesgo creado, constituyendo esta noción de riesgo el
factor de atribución objetivo.
Pues bien, la noción de culpa exige no solamente que se haya causado un
daño a la víctima, sino que este sea consecuencia del dolo o la culpa del autor, pues
en caso contrario, por más que se acreditara el daño y la relación causal, no habría
responsabilidad civil extracontractual del autor. La culpa es, pues, el fundamento
del sistema subjetivo de responsabilidad civil y es por ello que dicha exigencia fluye
claramente del artículo 1969 antes anotado. Sin embargo, ante la dificultad de
probar en muchos casos la culpa del autor, es decir, dado lo difícil que es adentrarse
al aspecto subjetivo del autor, la doctrina moderna, y en tal sentido el Código Civil,
ha considerado que es conveniente establecer presunciones de culpabilidad,
invirtiendo la carga de la prueba, de modo tal que la víctima ya no estará obligada
a demostrar la culpa del autor, lo cual es por regla general bastante difícil, sino que
corresponderá a este demostrar su ausencia de culpa. Esta inversión de la carga de
la prueba y la correlativa presunción de culpabilidad del autor en el sistema
subjetivo de responsabilidad civil extracontractual en el sistema legal peruano fluye
claramente del mismo artículo 1969, cuando dispone: «el descargo por falta de dolo
o culpa corresponde a su autor», lo que significa nítidamente que se presume la
culpa del autor del daño causado. Conviene precisar que este artículo contiene un
gravísimo error de redacción, por cuanto no puede interpretarse, como lo señala
literalmente el artículo, que se presuma el dolo del autor; solamente se presume la
culpa y en tal sentido debe entenderse el significado del mismo.
Con la inversión de la carga de la prueba de la culpabilidad, lo que se logra
es favorecer a las víctimas, por cuanto se las libera de la tarea de demostrar la
culpabilidad del autor, ya que este se presume culpable, correspondiéndole en todo
caso a él mismo probar su ausencia de culpa con el fin de poder liberarse de
responsabilidad civil extracontractual (Taboada, 2003, pp. 96-98).

2.4. El riesgo creado dentro del Código Civil peruano


Como ya indicamos, el sistema objetivo de responsabilidad está construido
sobre la base de la noción de riesgo creado, que constituye el factor objetivo de
atribución de responsabilidad
Ahora bien, ¿Qué debemos entender por riesgo creado? La mejor manera de
responder esta interrogante es planteando la siguiente reflexión: como todos
sabemos, en nuestros días, en la mayor parte de sociedades y Estados los seres
humanos vivimos en permanente relación con productos elaborados, maquinarias,
tecnología, artefactos e instrumentos, actividades industriales y comerciales en
gran escala. Cada vez son más los instrumentos, equipos y artefactos tecnológicos
que invaden nuestra vida diaria; en el Perú actual, por ejemplo, se ha extendido
considerablemente el uso de teléfonos celulares, computadoras y vehículos de
transporte público y privado. La mayor parte de esos productos de uso diario o
permanente que se utilizan en la mayor parte de la sociedad peruana, son productos
—importados o nacionales— elaborados y adquiridos a través de la cadena de
distribución y comercialización de la vida moderna. Pues bien, para nadie es
novedad que gran parte de esta tecnología moderna y de productos implica muchos
riesgos para la salud y la seguridad de los consumidores, lo que incrementan las
posibilidades de daños causados por su utilización. Frente a esta explosión de uso
constante de tecnología moderna y de productos elaborados, la doctrina y los
sistemas de responsabilidad civil extracontractual no podían permanecer inactivos,
sobre todo dada la gran cantidad de nuevos daños que supone el uso constante de
dicha tecnología.
Ante esta nueva situación que plantea la vida moderna la doctrina se planteó
la siguiente interrogante: ¿es suficiente el sistema subjetivo fundamentado en la
noción de culpa del autor para lograr que los nuevos daños que se presentan en la
vida actual sean indemnizados adecuadamente?
La respuesta fue negativa, por cuanto se instaló el convencimiento de que si
fuera necesario fundamentar la responsabilidad civil por los nuevos daños en la
culpa del autor, aun cuando se invirtiera la carga de la prueba, existiría siempre la
posibilidad de liberarse de responsabilidad civil por esos nuevos daños; por tal
motivo, se consideró conveniente, en todo caso, favorecer la situación de las
víctimas mediante la vía de hacer más sencillo el establecimiento de un supuesto
de responsabilidad civil extracontractual, sin necesidad de hacer referencia alguna
a la culpa o ausencia de culpa del autor. Con dicho fin, se elaboró la noción de riesgo
creado, que ahora se encuentra consagrada legalmente en el artículo 1970 antes
anotado.
El significado de esta noción de riesgo creado es el siguiente: todos los bienes
y actividades que se utilizan en la vida moderna para la satisfacción de las diferentes
necesidades existentes suponen un riesgo ordinario o común para las personas. Sin
embargo, existen también, y cada vez en mayor número, bienes y actividades que
significan un riesgo adicional al ordinario, tales como: los automotores, los
artefactos eléctricos, las cocinas a gas, los ascensores, los diferentes tipos de armas
de fuego, las escaleras mecánicas, los insecticidas, los productos químicos para la
limpieza, los medicamentos, los productos enlatados, las actividades industriales,
etc. Para todo este tipo de bienes y actividades no será necesario examinar la
culpabilidad del autor, pues deberá bastar con acreditar el daño causado, la relación
de causalidad y que se haya tratado de un daño producido mediante un bien o una
actividad que supone un riesgo adicional al ordinario y común, que por ello mismo
merecen la calificación de «riesgosos». Haya sido el autor culpable o no, será
igualmente responsable por haber causado el daño mediante una actividad riesgosa
o peligrosa. El factor de atribución no es, pues, la culpa del autor, sino el riesgo
creado en el sentido antes mencionado.
Como se podrá comprender con facilidad dentro de los sistemas objetivos,
la ausencia de culpa no sirve como mecanismo liberador de responsabilidad civil,
adquiriendo por el contrario importancia fundamental la noción de causa ajena o
fractura causal que examinamos en su oportunidad.
Conviene precisar que el sistema objetivo de responsabilidad no entiende ni
pretende que no exista culpa del autor en los casos de daños causados a través de
bienes o actividades riesgosos, pues ello sería absurdo e irreal. Lo único que se
pretende es hacer total abstracción de la culpa o ausencia de culpa de aquel
individuo, de modo tal que la existencia de culpa o no sea totalmente intrascendente
para la configuración de un supuesto de responsabilidad civil extracontractual,
debiendo acreditarse, además de la relación causal, la calidad riesgosa del bien o
de la actividad. Tal es el significado de la noción de riesgo creado consagrada
legalmente como factor de atribución objetivo en el artículo 1970 del Código Civil.
Consiguientemente, para daños causados mediante bienes o actividades que
suponen un riesgo común y ordinario se debe utilizar el sistema subjetivo y para
aquellos causados mediante bienes y actividades que suponen un riesgo adicional
al ordinario se deberá utilizar el sistema objetivo. El sistema subjetivo permite
utilizar la ausencia de culpa y la fractura causal como mecanismo liberador de
responsabilidad civil, mientras que el sistema objetivo permite utilizar únicamente
la fractura causal, por supuesto siempre y cuando los daños se encuentren
debidamente acreditados, por cuanto si no hay daño, no existe responsabilidad civil
de ninguna clase. Como es también evidente, en ambos sistemas se aplican también
las figuras de la concausa y la pluralidad de autores con sus diferentes
consecuencias jurídicas, según hemos examinado anteriormente.
Conviene destacar también que ambos sistemas de responsabilidad civil no
son contradictorios ni contrapuestos entre sí, sino que por el contrario son
complementarios, siendo perfectamente coherente su consagración legal en el
sistema legal peruano.
Finalmente, debemos tener en consideración que la calificación de un bien o
actividad como riesgosa o peligrosa no depende de las circunstancias de un caso
concreto en particular, pues de ser así cualquier bien o actividad podría ser
considerada como riesgosa: por ejemplo, un tenedor de mesa no puede ser
considerado riesgoso si por circunstancias de su uso anormal es utilizado para matar
a una persona. Dicha calificación depende del riesgo que supone el uso socialmente
aceptado del bien o actividad de que se trate, siempre y cuando su uso o realización
normal y cotidiana suponga un riesgo adicional al común y ordinario para todos los
demás, como sucede con los automotores y armas de fuego, por ejemplo (Taboada
2003: 98-102).

Lectura seleccionada 1
LA PÉRDIDA DEL HIJO QUE ESTÁ POR NACER

Leysser, León (2001). «El daño existencial. ¿Una idea valiosa o sólo un grito de la moda
italiana en el campo de la responsabilidad civil?» Ius et Veritas, 11 (22), 17. Disponible
en http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/iusetveritas/article/download/15987/16411

Actividad formativa 3
Instrucciones: Luego de haber leído minuciosamente la lectura, realice un
comentario teniendo en cuenta lo siguiente:
a. Máximo número de líneas: 20.
b. Se tendrá en cuenta la correcta ortografía.
c. Súbela al foro de discusión en formato Word, para recibir la opinión de por lo
menos un compañero.
d. Opina con relación al resumen de un compañero.

TEMA 3: ASPECTOS COMPLEMENTARIOS A TENERSE EN CUENTA


1. Responsabilidad civil indirecta
1.1. Responsabilidad civil por hecho propio y por hecho ajeno
La responsabilidad civil por hecho propio significa que cada persona sujeto
de derecho (de forma individualizada) responde por los daños que cause a terceros.
Sin embargo, en la responsabilidad civil indirecta, un sujeto puede ser llamado a
responder civilmente por daños que no ha ocasionado, esto es, responde por un
hecho ajeno; ello se configura solo por prescripción normativa.
El Código Civil vigente prescribe cuatro supuestos de responsabilidad civil
indirecta: i. la derivada del artículo 1981, denominada «responsabilidad civil
originada por subordinado», ii. la de los artículos 1975, 1976 y 1977, que se refiere
a la responsabilidad civil por hecho de los incapaces, iii. La del artículo 1979,
«responsabilidad por daño causado por animal»; iv. La del contenido del artículo
1980, «responsabilidad por caída de edificio».
1.2. Responsabilidad civil por hecho de los dependientes o subordinados
La presente responsabilidad civil indirecta viene regulada en el artículo 1981
del Código Civil, el cual prescribe lo siguiente: «Aquel que tenga a otro bajo sus
órdenes responde por el daño causado por este último, si ese daño se realizó en el
ejercicio del cargo o en cumplimiento del servicio respectivo. El autor directo y el
autor indirecto están sujetos a responsabilidad solidaria».
De la simple lectura del artículo 1981, podemos identificar dos autores: i. el
autor directo —el subordinado—, quien causó el daño efectivamente a la víctima; y
ii. el autor indirecto —el principal—, quien responde civilmente por los daños que
causó su subordinado, siempre y cuando este último los haya causado en el ejercicio
del cargo o en cumplimiento del servicio respectivo. Tanto el autor directo como el
autor indirecto responden de forma solidaria.
1.3. Responsabilidad civil por hecho de los incapaces
Esta hipótesis de responsabilidad civil indirecta viene regulada en el artículo
1975, el cual señala lo siguiente: «La persona sujeta a incapacidad de ejercicio
queda obligada por el daño que ocasione, siempre que haya actuado con
discernimiento. El representante legal de la persona incapacitada es solidariamente
responsable».
Sin mayor esfuerzo podemos notar en el artículo mencionado, al igual que
en el artículo 1981, la participación de dos autores: i. el autor directo —el incapaz—
, quien causó el daño efectivamente a la víctima; y ii. el autor indirecto —el
representante legal—, quien responde civilmente por los daños que causó su
representado incapaz. Tanto el autor directo como el indirecto responden de forma
solidaria.
El artículo 1976 indica que «no hay responsabilidad por el daño causado por
persona incapaz que haya actuado sin discernimiento, en cuyo caso responde su
representante legal». En este caso, el incapaz no es responsable civilmente
hablando por los daños que ocasione solamente si no goza de discernimiento. En
todo caso, quien responde es el representante legal.
1.4. Responsabilidad civil por hecho de las cosas animadas e inanimadas
El Código Civil regula dos supuestos más de responsabilidad civil indirecta,
ubicados en los artículos 1979 y 1980. Por un lado, el artículo 1979 prescribe que
«el dueño de un animal o aquel que lo tiene a su cuidado debe reparar el daño que
este cause, aunque se haya perdido o extraviado, a no ser que pruebe que el evento
tuvo lugar por obra o causa de un tercero». Por otro lado, el artículo 1980 ordena
que «el dueño de un edificio es responsable del daño que origine su caída, si esta
ha provenido por falta de conservación o de construcción».
Como podemos apreciar en ambos artículos, no se puede afirmar la
existencia de dos autores —directo e indirecto—, sino solo del autor indirecto,
tratándose exclusivamente de los daños causados por animales o por la caída de
edificaciones.
Ahora bien, para la configuración de la responsabilidad civil indirecta, en el
caso de los daños causados por los animales, se requiere que el autor indirecto
tenga al animal bajo su cuidado o, en todo caso, se trate de su propietario. Mientras
que para la configuración de la responsabilidad civil indirecta, en el caso de los
daños causados por las edificaciones, es necesario que el autor indirecto sea el
propietario o que la caída de la edificación sea consecuencia de falta de conservación
o de construcción.

Lectura seleccionada 2

EL AUTOR ANÓNIMO EN LA RESPONSABILIDAD VICARIA

Carreón Romero, J. F. (2015). El autor anónimo en la responsabilidad vicaria. En


Iuris Omnes. Revista de La Corte Superior de Justicia de Arequipa, 17(1), 163–169.
(Disponible en el aula virtual)

Actividad formativa 4
Elabora un cuadro comparativo entre la responsabilidad civil por hecho propio y por
hecho ajeno. Ten en cuenta lo siguiente:
a. Se tendrá en cuenta la correcta ortografía.
b. Súbela al foro de discusión en formato Word.
Glosario de la Unidad II
 Causa: Principio o situación que engendra un efecto, el cual se vincula con
el anterior por una relación de causalidad.
 Daño: Comprende las consecuencias negativas derivadas de la lesión de un
bien jurídico tutelado.
 Factor de atribución: Supuesto justificante de la atribución de
responsabilidad del sujeto.
 Nexo causal. Concebido como la vinculación entre el evento lesivo y el
daño producido.
 Ilicitud o antijuridicidad: Constatación de que el daño causado no está
permitido por el ordenamiento jurídico.
 Imputabilidad: Capacidad que tiene el sujeto para hacerse responsable
civilmente por los daños que ocasiona.

Bibliografía de la Unidad II
Espinoza, J. (2007). Derecho de la responsabilidad (5ta. ed. Corregida). Lima, Perú:
Gaceta Jurídica.
Taboada Córdova, L. (2003). Elementos de la responsabilidad civil Comentarios a
las normas dedicadas por el Código Civil peruano a la responsabilidad civil
extracontractual y contractual. 2da. edición. Lima, Perú: Editora Jurídica Grijley.

AUTOEVALUACIÓN 2
Lea con atención las siguientes afirmaciones y luego asigne dentro de los paréntesis
una letra V si es verdadera o una letra F si es falsa. Por cada respuesta correcta se
asignarán a usted 2 puntos.
1. La imputabilidad o «capacidad de imputación» es la aptitud del sujeto
de derecho para ser responsable por los años que ocasiona, lo cual ,
para el ordenamiento jurídico nacional, ocurre el sujeto tenga 18 años
de edad. ( )

2. La antijuridicidad es un aspecto fundamental de la estructura de los hechos


jurídicos ilícitos, por tanto no originan una responsabilidad civil. ( )

3. Solo es posible hablar de antijuridicidad típica en los casos de conductas


delictivas ( )

4. El daño emergente es el no incremento en el patrimonio del dañado (sea por


el incumplimiento de un contrato o por un acto ilícito). Es «la ganancia
patrimonial neta dejada de percibir» por el dañado. ( )

5. Podemos definir el daño moral como «el ansia, la angustia, los sufrimientos
físicos o psíquicos, etc.», padecidos por la víctima, que tienen el carácter
de «efímeros y no duraderos». ( )

6. La relación de causalidad en el campo de la responsabilidad civil


extracontractual es la inmediata y directa. ( )

7. La relación de causalidad en el campo de la responsabilidad civil contractual


es la causa adecuada. ( )

8. Todo supuesto de fractura causal implica un conflicto entre la causa ajena y


la causa inicial, siendo el daño consecuencia de la causa inicial y no
existiendo ninguna relación de causalidad respecto de la causa ajena.
( )
9. Para daños causados mediante bienes o actividades que suponen un riesgo
común y ordinario se debe utilizar el sistema subjetivo y para aquellos causados
mediante bienes y actividades que suponen un riesgo adicional al ordinario se
deberá utilizar el sistema objetivo. ( )

10. En el caso de la responsabilidad civil indirecta, específicamente por los daños


ocasionados a una persona por caída de edificio, responde el arrendadatario.
( )
UNIDAD III: SUPUESTOS ESPECIALES DE RESPONSABILIDAD
DISEÑADOS POR EL CÓDIGO CIVIL PERUANO

DIAGRAMA DE PRESENTACIÓN DE LA UNIDAD III

ORGANIZACIÓN DE LOS APRENDIZAJES


CONOCIMIENTOS PROCEDIMIENTOS ACTITUDES
Unidad III: SUPUESTOS ESPECIALES 1. Comprende y aplica
DE RESPONSABILIDAD DISEÑADOS conocimientos a efectos 1. Asumir una actitud amplia,
POR EL CÓDIGO CIVIL PERUANO de acudir por tutela abierta y de constante esfuerzo
jurisdiccional efectiva académico, asumiendo y
Videoclase 5 (Videoconferencia) en base al tema de transmitiendo el interés y la
responsabilidad civil. idea de importancia de la
Tema 1: Cuestiones procesales asignatura para el desarrollo
1.Aspectos procesales: 1.1. Plazo 2. Conoce y analiza los profesional y personal con
prescriptorio. diversos supuestos amplios criterios de respeto
2.Proceso Penal y reparación civil especiales regulados mutuo, superación personal,
derivada. por nuestro código investigación diálogo y
sustantivo en materia autocrítica.
Tema 2: El Código Civil y los de responsabilidad civil.
supuestos especiales de
responsabilidad civil I Actividad formativa 5
1.Supuestos especiales de
responsabilidad diseñados por el Realice un comentario de la
Código Civil. 1.1. Regímenes especiales lectura seleccionada.
de responsabilidad del deudor.
3. Conoce los diversos
Lectura seleccionada 1 supuestos especiales
«La responsabilidad civil y el Derecho regulados por nuestro
probatorio». código sustantivo en
materia de
Videoclase 6 responsabilidad civil.

Tema 3: El Código Civil y los 4. Conoce los diversos


supuestos especiales de supuestos especiales
responsabilidad civil II regulados por nuestro
1.Supuestos especiales de código sustantivo en
responsabilidad diseñados por el materia de
Código Civil: 1.2. Regímenes especiales responsabilidad civil.
de la responsabilidad aquiliana.
Actividad formativa 6
Tema 4: El Código Civil y los
supuestos especiales de Realice un resumen o de la
responsabilidad civil III lectura seleccionada.
1. Supuestos especiales de
responsabilidad diseñados por el Código
Civil 1.3. Responsabilidad por los daños
causados por las cosas, 1.4.
Responsabilidad por los daños causados
por denuncia calumniosa.

Lectura seleccionada 2
«Responsabilidad civil por denuncia
calumniosa».

Autoevaluación 3
TEMA 1: CUESTIONES PROCESALES

1. Aspectos procesales

1.1. Plazo prescriptorio


Un problema con el que tropiezan los operadores jurídicos es determinar a
partir de cuándo se computa el plazo prescriptorio. En efecto, el artículo 1993 del
Código Civil establece lo siguiente:
«La prescripción comienza a correr desde el día en que puede ejercitarse la
acción y continua contra los sucesores del titular del derecho».
Una interpretación estrechamente literal daría a entender que el plazo
comienza a correr después de haberse producido el daño. Sin embargo, no siempre
las fechas coinciden: a veces, «el día en que puede ejercitarse la acción» es aquel
en el cual la víctima es consciente (o recién se entera) que ha sufrido dicho daño.
Imagínese el caso de un gerente en una sociedad que ha hecho malversaciones de
fondos y ha ocultado esa información y el directorio conoce de ello tiempo después
de la salida de dicho gerente (que, obviamente, ha ocurrido mucho después de la
malversación). Entonces, la fecha a partir de la cual la víctima estaría en la
posibilidad de ejercer la acción no coincide, necesariamente, con la fecha en la cual
se le produce el daño. Con ello no se pretende incentivar las demandas de los
dañados poco diligentes, sino evitar generar incentivos para que los dañantes no
planifiquen una estrategia “dañosa” o que se creen situaciones de injusta
indefensión de las víctimas.
En la experiencia jurídica italiana, el artículo 2935 del Codice, al igual que el
artículo 1993 del Código Civil, establece que la prescripción comienza a correr desde
el día en el cual el derecho puede hacerse valer. Por el contrario, el primer párrafo
del artículo 2947 del código italiano precisa que:
«El derecho al resarcimiento del daño que deriva de un hecho ilícito prescribe
a los cinco años desde el día en el cual el hecho se ha producido» (el subrayado es
mío).
A pesar de lo prescrito, «en primer lugar la doctrina y luego la jurisprudencia
se mostraron sensibles a la moderación de la rigidez de la norma del artículo 2947
del Codice Civile con la necesidad de proteger el interés del dañado para poder
actuar contra el dañante aún bajo la hipótesis de que el daño se manifieste con
todos sus elementos, a muchos años de distancia de verificado el hecho generador
del daño». En efecto, la Corte de Casación italiana, con Sentencia 1716, del 24 de
marzo de 1979, consideró que el dies a quo (día a partir del cual comienza a
computarse el plazo) era a partir del «momento de exteriorización, y luego del
conocimiento del hecho dañoso»; posteriormente, mediante Sentencia 2645, del 21
de febrero de 2003, pasó a contarlo desde el momento en que es posible
«acreditar» el daño; en fecha más recientemente, con Sentencia 1547, del 28 de
enero de 2004, vuelve el criterio tradicional de la manifestación y «percepción» del
daño, «criticando y rechazando expresamente los razonamientos expuestos en la
casación» 2003/2645.
Un caso se produjo cuando, con fecha 22 de marzo de 1996, a raíz de un
accidente automovilístico, se generaron lesiones de gravedad. El dañado interpuso
su demanda con fecha 11 de junio de 1998 ante el Segundo Juzgado Especializado
en lo Civil del Callao. Lo relevante es que los demandados dedujeron la excepción
de prescripción extintiva, por cuanto fueron notificados de la demanda el 9 de julio
de 1998 y, como fundamento normativo, se basaron en el inciso 3 del artículo 1996,
que establece que la prescripción se interrumpe por:
«[…] citación con la demanda o por otro acto con el que se notifique al
deudor, aun cuando se haya acudido a un juez o autoridad incompetente».
El demandante adujo que recién pudo interponer la demanda una vez que
salió del hospital, abordando el problema de a partir de cuándo se inicia el plazo
prescriptorio y no cuándo se interrumpe. En primera instancia,
mediante Resolución 13 del 29 de octubre de 1999, se declara (sin mayor
fundamento) infundada la excepción de prescripción, mientras que la Sala Civil de
la Corte Superior del Callao, con resolución del 20 de junio de 2000, declaró fundada
dicha excepción, basándose en los fundamentos legales de los demandados.
Se debe tener en cuenta que, después del accidente, se abrió instrucción,
por el mismo hecho, ante el Sexto Juzgado Especializado Penal de la Corte Superior
de Justicia del Callao y consta en el expediente, al menos, la sentencia de fecha 30
de mayo de 1997, en la cual se establece la responsabilidad penal del autor directo.
Se podría contestar diciendo que el hecho que se inicie con un proceso penal no
impide que también se interponga una demanda en la vía civil y que el plazo
prescriptorio corre desde la producción del daño.
Es importante tener en cuenta que el artículo 100 del Código Penal precisa
que «la acción civil derivada del hecho punible no se extingue mientras subsista la
acción penal» y que el artículo 101 establece que «la reparación civil se rige,
además, por las disposiciones pertinentes del Código Civil». Creo que el
plazo prescriptorio de dos años establecido para las pretensiones resarcitorias por
responsabilidad civil extracontractual debe ser entendido como residual frente a los
supuestos de responsabilidad civil derivada de un ilícito penal, en los cuales prima el
plazo prescriptorio de la acción penal (por el cual la acción civil no se extinguirá ,
mientras aquella subsista). Esta es la posición de un sector de la doctrina penalista.
La Sala de los Procesos Abreviados y de Conocimiento de la Corte Superior de
Justicia de Lima, con resolución del 22 de diciembre de 1998 (Expediente 62728-
97), entiende que mientras subsiste un proceso penal no se extingue la prescripción
resarcitoria por responsabilidad extracontractual. En efecto, se sostiene que:
«La acción civil a que se refiere el artículo cien del Código Penal, no puede
ser otra sino la que se hace valer en sede civil para exigir la reparación de los daños
irrogados, tal como es la presente acción indemnizatoria por
responsabilidad extracontractual».
«(…) que siendo ello así la resolución venida en grado, ha sido ajustada a
derecho al desestimar la excepción de prescripción extintiva de la acción ante la
existencia de un proceso penal en trámite que impidió la extinción de la acción
civil». (El subrayado es mío)
Sin embargo, esta resolución cuenta con un voto discordante, del vocal
Carrión Lugo, en el que se afirma que:
«La acción indemnizatoria basada en la responsabilidad extracontractual,
materia de la presente demanda, conforme al inciso cuarto del artículo 2001 del
Código Civil prescribe a los dos años, plazo que solo puede interrumpirse por las
causales previstas por el numeral 1996 del indicado cuerpo legal.»
«[…] Que la denuncia y la acción judicial penal correspondiente no
interrumpen el plazo prescriptorio de la acción civil, pues cuando el artículo cien
del Código penal señala que la acción civil derivada del hecho punible no se extingue
mientras subsiste la acción penal se refiere a la reparación civil que necesariamente
debe determinarse conjuntamente con la pena y no se refiere a la acción sobre
indemnización que se hace valer en vía civil.» (el subrayado es mío)
La interpretación que hace el Vocal discordante pretende desconocer el
derecho que tiene el dañado, en un proceso penal, de reservarse el derecho de
solicitar una indemnización por vía civil. No se ve razón alguna para diferenciar este
supuesto de aquel en el cual la víctima, efectivamente, se constituye como parte
civil en el proceso. Estoy de acuerdo con el voto de la mayoría, que está en
sintonía con la corriente doctrinaria ya señalada y con el primer párrafo del artículo
83 del Código Penal, el cual establece que la «prescripción de la acción (penal) se
interrumpe por las actuaciones del Ministerio Publico o de las autoridades judiciales,
quedando sin efecto el tiempo trascurrido». De ahí que, mientras dure el proceso
penal, se interrumpe el plazo prescriptorio de la acción penal y de la acción civil
derivada del mismo ilícito penal.
Por ello, partiendo de una interpretación sistemática, en materia de
supuestos de interrupción de la prescripción, ante el elenco de causales establecido
en el artículo 1996, puede entenderse que hay una más, en atención a lo
preceptuado en los artículos 83 y 100 del Código Penal, en el sentido de que el plazo
de prescripción (en este caso, de la pretensión indemnizatoria extracontractual)
también se interrumpirá por las mismas causales de interrupción de la acción penal
sobre el mismo hecho que ocasiono el daño extracontractual.
En el caso de que no hubiera habido el proceso penal, si la victima demanda
dentro del plazo prescriptorio (dos años) pero el dañante demandado es notificado
después de ese término, ¿se debe declarar fundada la excepción de
prescripción proveniente del artículo 1996.3? Veamos: una viuda interpone una
demanda «por concepto de indemnización» a favor de sus dos hijos debido a la
muerte de su esposo, que se produjo en un accidente de trabajo. Debido a que la
interpone un día antes del vencimiento del plazo y es notificada en fecha posterior,
el empleador demandado interpone la excepción de prescripción. En la audiencia de
saneamiento y conciliación, el Segundo Juzgado Especializado en lo Civil de Piura,
con auto de fecha 05 de mayo de 2000, declara improcedente la prescripción por
cuanto:
«[…] la prescripción que concede el Código Civil para la interposición de la
demanda se interrumpe cuando la demanda es recepcionada por mesa de partes
del Juzgado; porque es ahí que se está incoando la acción»
Con Resolución 9, del 07 de julio de 2000, el mismo juzgado declara fundada
la demanda e impone el pago de 70,000 dólares americanos. La Primera Sala
Especializada en lo Civil de la Corte Superior de Piura y Tumbes, con Resolución 4,
del 14 de junio de 2000, revocó este auto, reformándolo, así como declaró fundada
la excepción y nulo todo lo actuado, en atención a lo siguiente:
«[…] que, el error del señor Juez estriba en que considera que el plazo de
prescripción se interrumpe con la presentación de la demanda, ante el Órgano
Jurisdiccional, ignorando el inciso tercero del artículo 1996 del Código Civil,
concordante con el inciso cuarto del artículo 438 del Código Procesal Civil, que
expresamente señalan que la prescripción se interrumpe con la citación de la
demanda”
La Sala Civil Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República, en
Casación 2075-2000, del 07 de diciembre de 2000, declaró infundado el recurso de
casación, considerando que:
«[…] se debe tener en cuenta que la interrupción de la prescripción consta
de dos elementos: la manifestación de la voluntad de conservar el derecho con la
interposición de la demanda, y la notificación de esa voluntad al deudor, por
consiguiente, para interrumpir el plazo prescriptorio se necesita cumplir ambos
elementos, pues el término prescriptorio seguirá corriendo mientras el deudor no
sea emplazado con la demanda”
Así, para el órgano colegiado, la acción (rectius: la pretensión) ha prescrito
inexorablemente.
En mi opinión, se están confundiendo dos situaciones jurídicas diversas:
a. El derecho que tiene el dañado para solicitar la indemnización
b. El derecho que tiene el deudor para interrumpir el plazo prescriptorio.
Si bien hubiera sido deseable que el artículo 1996.3 del Código Civil
prescribiese que la acción se interrumpe con la interposición de la demanda, a
efectos de evitar esta confusión, creo que si el Código Civil establece un plazo
prescriptorio y si se interpone la demanda dentro de él, ya no cabe argumentar el
beneficio de la interrupción. Acá corresponde equilibrar el derecho que le asiste a
la víctima a una debida reparación y el que le corresponde al dañante-demandado.
Entender que la notificación de la demanda debe darse dentro del plazo prescriptorio
forzosamente nos conduce ante una interpretación en la cual se recorta dicho
término, lo cual colisiona con un mandato de carácter imperativo (aquel contenido
en el artículo 2001 del Código Civil y en todos los que se establezcan plazos
prescriptorios). Además, se traslada al dañado el costo de una acción que no está
objetivamente bajo su control: la notificación de la demanda. ¿Por qué el Poder
Judicial sanciona al demandante por dilaciones que solamente son atribuibles al
primero?
En mi opinión, la interpretación que el plazo prescriptorio debe incluir el
momento en el cual se debe notificar la demanda al dañante colisiona con el
carácter imperativo del mandato contenido en el artículo 1990 del Código Civil, el
cual establece que:
«el derecho de prescribir es irrenunciable. Es nulo todo pacto destinado a
impedir los efectos de la prescripción».
Si bien este dispositivo se refiere a que por voluntad de los particulares no
se podría reducir el plazo prescriptorio, ello se da en virtud a que la prescripción
misma es de carácter imperativo. Así, se establece categóricamente que «el derecho
a prescribir es irrenunciable», ya que por una decisión judicial tampoco se puede
recortar. No obstante ello, a efectos de evitar las contingencias que puede generar
las demoras del Poder Judicial en la notificación de las demandas, es recomendable
que, paralelamente a su interposición, se notifique notarialmente al dañante su
constitución en mora, exigiéndole una indemnización por el daño causado (con ello,
también, en atención al artículo 1996.3, se interrumpirá la prescripción) (Espinoza
2007: 319-325).
2. Proceso penal y reparación civil derivada
¿Qué pasa si una persona dañada por la configuración de un ilícito penal opta
por esta vía y se le fija adicionalmente un monto indemnizatorio en la sentencia?
¿El dañado podrá acudir después por la vía civil? El principio de la cosa juzgada y el
sentido común responden de manera negativa a esta pregunta. Sin embargo, esto
no está tan claro en la mente de algunos operadores jurídicos. Veamos el siguiente
caso: un grupo de pandilleros estaba al frente de la casa de una persona, la cual
salió con una pistola y debido al forcejeo realizado, se hirió gravemente a un
miembro de la pandilla. Penalmente se condenó al que disparó por el delito de
lesiones culposas graves por el Segundo Juzgado Penal del Cono Norte de Lima,
sentenciándolo a un año de condena condicional y, al haberse constituido el
agraviado en parte civil, se señaló la suma indemnizatoria de cinco mil nuevos soles.
Sin embargo, el agraviado también interpuso una demanda indemnizatoria
ante el Quinto Juzgado Especializado en lo Civil de la Corte Superior de Justicia del
Cono Norte de Lima y, mediante Resolución 45, del 2 de diciembre de 1998, se
declara fundada la demanda y se ordena que se abone a los padres del agraviado
(muerto durante el proceso, asumiendo estos la sucesión procesal) la suma de
setenta mil nuevos soles «por todo concepto indemnizatorio, más intereses legales,
con costas y costos». Apelada la decisión, la Sala Especializada Civil del Cono Norte
de Lima, con Resolución 204, del 22 de julio de 1999, confirmó la sentencia,
reformando el monto en veinticuatro mil nuevos soles. En sentido contrario al
argumentado en la primera instancia, se afirmó que:
«al no haberse constituido en parte civil el agraviado ni sus sucesores
procesales tienen expedito su derecho para solicitar la indemnización de daños y
perjuicios en la vía civil, mas no a cobrar duplicitantemente [sic] en ambas vías la
reparación civil y la indemnización, que en este caso excluirá a aquella».
Esta decisión (equivocada bajo todo concepto) está acompañada de un voto
discordante de la Vocal Catacora Villasante, el cual comparto plenamente, por
cuanto se pronuncia a favor que se revoque la sentencia apelada, debido a que:
«habiendo sido objeto de pronunciamiento judicial firme dicho proceso
(penal) respecto de la reparación civil por el mismo hecho materia de autos, puesto
que mediante ejecutoria suprema, se señaló la suma de veinte mil nuevos soles por
dicho concepto, conforme es de verse de fojas cuatrocientos quince a cuatrocientos
dieciséis, toda vez que la inejecución de una resolución judicial no puede enervar a
la solicitud de un doble pedido al órgano jurisdiccional». (el subrayado es mío)
En este tipo de casos, es importante tener en cuenta lo siguiente:
a. Si el agraviado, o sus parientes, deciden constituirse en parte civil (de
acuerdo al artículo 54 del Código de Procedimientos Penales) en un proceso penal,
ya no se puede interponer posteriormente una demanda civil por indemnización por
los mismos daños, en virtud del principio de la cosa juzgada.
b. No cabría entonces, como ha sucedido en el caso citado, que habiéndose
constituido en parte civil en un proceso penal y después iniciado una demanda civil,
se opte por la indemnización fijada por el juez civil y se renuncie a la del proceso
penal, por ser la primera más alta que la segunda. En este caso, el inculpado-
demandado deberá ejercer la excepción de cosa juzgada.
c. Sin embargo, el agraviado, aun constituyéndose en parte civil, puede
declarar que se está reservando el derecho de solicitar una indemnización, a efectos
de hacerla valer en un proceso civil. En efecto, la finalidad por la cual el agraviado
se constituye en parte civil no es solo la de obtener una indemnización, sino que
también tiene legitimidad para actuar a efectos del buen andamiento de dicho
proceso. Este es el parecer de un sector de la doctrina que afirma que «en el proceso
penal el agraviado puede limitarse a cobrar lo que le señale el juez por concepto de
indemnización o a participar activamente en el desarrollo de la instrucción»; ello
se ve confirmado por el artículo 58 del Código Procesal Penal.
En materia penal, el problema es realmente dramático. Si bien es cierto que
el artículo 1 de la Ley Orgánica del Ministerio Publico establece que este tiene como
obligación velar por la reparación civil en un proceso penal y en su artículo 92 que
la acusación escrita debe contener el pedido reparatorio, así como el artículo 285
del Código de Procedimientos Penales que la sentencia condenatoria deberá fijar el
monto de la reparación civil, lo cierto es que fiscales y jueces solo establecen un
monto sin individualizar los daños ni motivarlos. Los fiscales y los jueces penales
no están exentos del deber de fundamentar sus decisiones en lo que a la reparación
civil se refiere.
No puedo dejar de citar la sugestiva doctrina en virtud de la cual se propone
una diversa interpretación de estas coordenadas legislativas. Así, «solo cuando
exista una voluntad expresa del agraviado (o, en general, de todo perjudicado) de
constituirse en parte civil dentro de un proceso penal, al sufrir un daño como
consecuencia de la comisión (u omisión) de un delito, debe dictarse junto a la
sentencia condenatoria la reparación civil». En este mismo sentido, se afirma que,
de sostenerse lo contrario, se iría al absurdo de una «demanda sin demandante».
Frente a ello, autorizada doctrina penal observa que «el Ministerio Publico en estos
casos ostenta una legitimación extraordinaria, dado que no es el titular del derecho
subjetivo privado, pero por disposición de la ley actúa en nombre propio aunque
afirmando derechos subjetivos ajenos; la ley, pues, concede al Fiscal una posición
habilitante para formular la oportuna pretensión civil». En mi opinión, si bien es
cierto que, no obstante que se establezca legalmente la obligatoriedad de fijar la
reparación civil, haya o no constitución en parte civil, jueces y fiscales no cumplen
con otra obligación impuesta por ley que es la de la fundamentación de sus
decisiones, es hora de que estos operadores jurídicos asuman con responsabilidad
sus funciones (Espinoza, 2007, pp. 327-330).
TEMA 2: EL CÓDIGO CIVIL Y LOS SUPUESTOS ESPECIALES DE
RESPONSABILIDAD CIVIL I
1. Supuestos especiales de responsabilidad diseñados por el Código
Civil
1.1. Regímenes especiales de responsabilidad del deudor
Si hacemos un recorrido por el Código Civil, vamos a encontrar una
regulación especial de la responsabilidad en diversos contratos que no coincide,
necesariamente, con las coordenadas establecidas en la parte general de
inejecución de las obligaciones.
Veamos algunos ejemplos:
a. En los contratos relativos a la transferencia de la propiedad, la
posesión o el uso de un bien, existe la obligación de saneamiento por parte del
transferente (artículo 1484). Esta obligación consiste en responder frente al
adquirente por la evicción (artículo 1491), por los vicios ocultos del bien (artículo
1503) o por sus hechos propios, que no permitirán destinar el bien transferido a la
finalidad para la cual fue adquirido o que disminuyan su valor (artículo 1524), según
el artículo 1485.
b. En el contrato de suministro, según el artículo 1618, el beneficiario del
suministro que asume la obligación de promover la venta de los bienes que tiene
en exclusividad responde por los daños y perjuicios si incumple esta obligación, aun
cuando haya satisfecho el contrato respecto de la cantidad mínima pactada.
c. En el contrato de arrendamiento, el arrendatario está obligado a dar
aviso inmediato al arrendador de las reparaciones que haya que efectuar, bajo
responsabilidad de daños y perjuicios (primer párrafo del artículo 1682). Asimismo,
es responsable por la pérdida o el deterioro del bien que ocurra en el curso del
arrendamiento, aun cuando deriven de incendio, si no prueba que han ocurrido por
causa no imputable a él. También es responsable por la pérdida y deterioro
ocasionados por las causas imputables a las personas que ha admitido, aunque sea
temporalmente, al uso del bien (artículo 1685).
Merece particular atención el hecho de que, si son varios los arrendatarios,
todos son responsables por la pérdida o deterioro del bien en proporción al valor de
la parte que ocupan, salvo que se pruebe que el siniestro comenzó en la habitación
o parte del inmueble arrendado a uno de ellos, quien, en tal caso, será el único
responsable (artículo 1685).
La consignación, por parte del arrendatario, del bien dado en arrendamiento
extingue su responsabilidad, salvo que la impugnación a la consignación se declare
fundada (artículo 1707).
En el caso de enajenación del bien con arrendamiento no inscrito
registralmente, el adquirente puede darlo por concluido (artículo 1708.2). Sin
embargo, el arrendador queda obligado al pago de daños y perjuicios irrogados al
arrendatario (art. 1709).
d. En el contrato de hospedaje, los equipajes y demás bienes entregados
o introducidos por el huésped responden preferencialmente por el pago de la
retribución del hospedaje y por los daños y perjuicios que aquel hubiese causado al
establecimiento, pudiendo el hospedante retenerlos hasta su cancelación (artículo
1717).
Según el artículo 1718, el hospedante responde como depositario por el
dinero, joyas, documentos y otros bienes recibidos en custodia del huésped y debe
poner en su cuidado la diligencia ordinaria exigida por la naturaleza de la obligación
y que corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar.
Asimismo, el hospedante responde igualmente por los objetos de uso corriente
introducidos por el huésped, siempre que este cumpla las prescripciones del aviso
que estará fijado en lugar visible de las habitaciones. La autoridad competente fijará
el límite de la responsabilidad (artículo 1719). Sobre el particular, la Sala de Defensa
de la Competencia del INDECOPI, con Resolución 0400-2006/TDC-INDECOPI, del
29 de marzo 06, ha precisado que:
«el hurto o robo de las pertenencias de los usuarios durante la prestación
del servicio de hospedaje involucra una infracción al deber de idoneidad, ya que, si
bien no constituye la prestación principal del objeto del contrato —hospedaje—,
resulta evidente que a efectos de que esta pueda desarrollarse plenamente, la
empresa proveedora se encuentra obligada a adoptar todas las medidas destinadas
a garantizar la seguridad tanto de los huéspedes como de sus pertenencias».
La responsabilidad del hospedante por la custodia de los bienes depositados
o introducidos se extiende a los actos u omisiones de los familiares que trabajan
con él y a sus dependientes (artículo 1722). De acuerdo con el artículo 1723, el
huésped está obligado a comunicar al hospedante la sustracción, pérdida o deterioro
de los bienes introducidos en el establecimiento tan pronto tenga conocimiento de
ello. En caso contrario, quedará excluida la responsabilidad del hospedante, a no
ser que tales hechos se produzcan por dolo o culpa inexcusable del hospedante.
Este se libera de responsabilidad si prueba que los daños a los bienes se deben a
culpa exclusiva del huésped o de quienes le visiten, acompañen o sean dependientes
suyos o si tienen como causa la naturaleza o vicio de ellos (artículo 1724).
e. En el contrato de comodato, el comodatario es responsable de la
pérdida o deterioro del bien que no provenga de su naturaleza o del uso ordinario
(artículo 1738.1). El comodatario que emplea el bien para un uso distinto o por un
plazo mayor del convenido es responsable de la pérdida o deterioro ocurridos por
causa que no le sea imputable, salvo que se pruebe que estos hechos se habrían
producido aun cuando no lo hubiese usado diversamente o lo hubiese restituido en
su oportunidad (artículo 1741). El comodatario debe pagar el valor del bien dado
en comodato si perece por causa que no le es imputable, cuando hubiese podido
evitarla sustituyéndolo con uno de su propiedad (artículo 1742). Si el bien fue
tasado al tiempo de celebrase el contrato, su pérdida o deterioro es de cuenta del
comodatario, aun cuando hubiera ocurrido por causa que no le sea imputable
(artículo 1743).
De acuerdo con el artículo 1752, si el bien se ha dado en comodato a dos o
más personas para que lo usen al mismo tiempo, todas son responsables
solidariamente.
f. En el contrato de prestación de servicios profesionales, si la
prestación de servicios implica la solución de asuntos profesionales o de problemas
técnicos de especial dificultad, el prestador de servicios no responde por los daños
y perjuicios, sino en caso de dolo o culpa inexcusable (artículo 1762).
g. En el contrato de obra, el contratista está obligado a responder por las
diversidades y vicios de la obra. La recepción de la obra, sin reserva del comitente,
descarga la responsabilidad al contratista por las diversidades y vicios exteriores de
esta (artículo 1782) Sobre los artículos 1784 y 1785, me referiré en la
responsabilidad por caída del edificio.
h. En el contrato de mandato, si el mandatario utiliza en su beneficio o
destina a otro fin el dinero o los bienes que ha de emplear para el cumplimiento del
mandato o que deba entregar al mandante, está obligado a su restitución y al pago
de la indemnización de daños y perjuicios (artículo 1794). En el caso de pluralidad
de mandatarios que están obligados a actuar conjuntamente, su responsabilidad es
solidaria (artículo 1795).
En cuanto al mandato sin representación, el mandatario no es responsable
frente al mandante por la falta de cumplimiento de las obligaciones asumidas por
las personas con quienes haya contratado, a no ser que al momento de la
celebración del contrato conociese o debiese serle conocida su insolvencia, salvo
pacto distinto (artículo 1812).
i. En el contrato de depósito, el depositario responde por el deterioro,
pérdida o destrucción del bien, inclusive por caso fortuito o fuerza mayor, si es que
hubiera utilizado el bien en provecho propio o de tercero, salvo autorización judicial
(artículo 1820), y corresponde que el depositario pruebe que el deterioro, la pérdida
o la destrucción se habrían producido aunque no hubiera hecho uso del bien (artículo
1821).
También es responsable cuando este tipo de daños se origine por su culpa,
o cuando provengan de la naturaleza o vicio aparente del bien, si no hizo lo
necesario para evitarlos o remediarlos, dando además aviso al depositante en
cuanto comenzaron a manifestarse (artículo 1824).
Según el artículo 1843, el heredero del depositario que enajena el bien
ignorando que estaba en depósito solo debe restituir lo que hubiese recibido o ceder
sus derechos contra el adquiriente, en caso de que el valor no le hubiese sido
entregado. En caso de que el heredero conociera que el bien estaba en depósito,
aparte de ello, responderá por los daños y perjuicios.
j. En el contrato de secuestro, los depositantes son solidariamente
responsables por el pago de la retribución convenida, los gastos, costas y cualquier
otra erogación que se derive del secuestro. El depositario puede retener el bien en
tanto no le haya sido satisfecho su crédito (artículo 1863).
k. En el contrato de fianza, siendo varios los fiadores de un mismo deudor
y por una misma deuda y en caso de que todos ellos se hubieran obligado a
prestaciones iguales, cada uno responde por el íntegro de su obligación, salvo que
se hubiera pactado el beneficio de la división (artículo 1886) (Espinoza, 2007, pp.
357-362).
Lectura seleccionada 1:
LA RESPONSABILIDAD CIVIL Y EL DERECHO PROBATORIO
Cabrera, A. (s.f.). La responsabilidad civil y el derecho probatorio. (Disponible en
el aula virtual)

Actividad formativa 5
Instrucciones: Luego de haber leído minuciosamente la lectura, elabora un
comentario teniendo en cuenta lo siguiente:
a. Máximo número de líneas: 20.
b. Se tendrá en cuenta la correcta ortografía.
c. Súbela al foro de discusión en formato Word, para recibir la opinión de por
lo menos un compañero.
d. Opina con relación al comentario de un compañero.

TEMA 3: EL CÓDIGO CIVIL Y LOS SUPUESTOS ESPECIALES DE


RESPONSABILIDAD CIVIL II.
1. Supuestos especiales de responsabilidad diseñados por el Código
Civil
1.1. Regímenes especiales de la responsabilidad aquiliana
Cuando hemos abordado los elementos constitutivos de la responsabilidad
civil, se ha analizado el principio general contemplado en el artículo 1969 del Código
Civil. Ahora se va a hacer una reseña de las principales orientaciones doctrinarias,
legislativas y jurisprudenciales respecto de los regímenes especiales de la
responsabilidad extracontractual o aquiliana, contempladas en el Código Civil.
1. Responsabilidad por los daños causados por terceros
Este supuesto de responsabilidad ha sido considerado, incorrectamente,
como uno de responsabilidad indirecta. Ello porque se confundía la autoridad
material del daño (en el cual hay un autor directo, a saber: el incapaz o el
dependiente) con la responsabilidad (que, en el caso del representante legal o del
principal, es directa). También suele definirse como vicaria, por cuanto la
responsabilidad del tercero (incapaz o dependiente) presupone la del representante
o la del principal. Como lo pretenderé demostrar, ello no sucede necesariamente y
se puede afirmar que la responsabilidad por los daños causado por terceros es
directa y objetiva.
a. Responsabilidad de los representantes legales por los daños
ocasionados por los (denominados) incapaces.
Cuando se analizó el elemento de la imputabilidad, denominado también
capacidad de imputación, se hizo mención de la responsabilidad del (denominado)
incapaz; ahora corresponde hacer un análisis a partir del representante legal. Así:
a) El representante legal es solidariamente responsable con el incapaz con
discernimiento por los daños que este hubiera ocasionado (artículo 1975 del Código
Civil).
b) El representante legal es el responsable de los daños que ocasione el
incapaz sin discernimiento (artículo 1976).
Para que se configure este tipo de responsabilidad, se requiere que un
incapaz (con o sin discernimiento) haya realizado un hecho ilícito generador de un
daño. En el caso concreto del incapaz sin discernimiento, se trata de un «acto
objetivamente ilícito», es decir, el representante legal «responde de los daños o
condición que la conducta del incapaz sea abstractamente culposa; abstractamente,
puesto que la incapacidad natural no podría caracterizar el comportamiento con la
conciencia y la voluntad propias de la culpa».
Una relación de representación legal con un tercero, basada, sea en la patria
potestad, tutela o curatela.
La naturaleza de este tipo de responsabilidad es objetiva
El fundamento del resarcimiento, en el artículo 1975 del Código Civil,
históricamente residía en la responsabilidad por culpa in vigilando referible al
representante legal del incapaz. La jurisprudencia anterior al Código Civil de 1984
ha tenido no pocos problemas en delimitar los alcances de este tipo de culpa, siendo
orientada hacia la responsabilidad objetiva del representante legal del incapaz
menor de edad. No obstante ello, se discute si el fundamento de esta
responsabilidad está en función del «deber de protección para con los terceros» por
los actos del incapaz o por la tutela especial que merece este sujeto débil.
A propósito de la responsabilidad de los padres por los daños que causan sus
hijos menores, se sostiene que la norma contemplada en el artículo 2048 del Código
Civil italiano (aplicable perfectamente al artículo 1975 de nuestro Código Civil y, por
consiguiente, para los casos de la responsabilidad de los representantes por los
hechos de los incapaces sin discernimiento) quiere crear «incentivos a la prevención
de los accidentes» a través de la actividad de los representantes legales. En efecto,
si bien es cierto que el modelo peruano establece la responsabilidad solidaria entre
los representantes y los incapaces, a la larga, quienes asumen los costos de la
indemnización son (generalmente) los representantes legales. Por consiguiente,
«sería poco eficiente no colocar la responsabilidad sobre las espaldas de quien debe
efectivamente tomar las decisiones económicas correspondientes». Ello hace que
los representantes legales asuman una «conducta preventiva eficiente», ya que
ellos se encuentran en «la mejor posición» para hacerlo.
¿Sobre quién recae la legitimación pasiva? El modelo jurídico adoptado
por el Código Civil peruano es amplio. En efecto, al utilizar la expresión
«representante legal», están comprendidos en ella los padres o tutores, si se trata
de menores de edad, o los curadores, en caso de mayores de edad. Queda claro
que, en el caso de los mayores de edad, a efectos de que se aplique la normativa
comentada, tendrían que ser (previamente) declarados incapaces o interdictos
judicialmente.
Volviendo a los menores de edad, el padre o la madre no podrán exonerarse
de responsabilidad si es que no viven con sus hijos, salvo el caso en el cual se le ha
privado o suspendido la patria potestad (artículo 340 de nuestro Código Civil, por
separación de cuerpos). Sobre el particular, el artículo 1114 del Código Civil
argentino precisa que:
«el padre y la madre son solidariamente responsables de los daños causados
por sus hijos menores que habiten con ellos, sin perjuicio de la responsabilidad de
los hijos que fueran mayores de 10 años. En caso que los padres no convivan, será
responsable el que ejerza la tenencia del menor, salvo que al producirse el evento
dañoso el hijo estuviera al cuidado del otro progenitor».
¿Qué pasaría en el caso de una persona que se encuentre en uno de
los supuestos de los artículos 43 y 44 del Código Civil y que no tenga
representantes legales? El principio general que debemos desprender de la
lectura del artículo 42 es que «tienen plena capacidad de ejercicio de sus derechos
civiles las personas que hayan cumplido dieciocho años de edad, salvo lo dispuesto
en los arts. 43 y 44». Ello quiere decir que, fuera de estos supuestos de excepción,
se presume que las personas naturales tienen plena capacidad de ejercicio.
La naturaleza es la presunción es iuris tantum, en tanto cabe la prueba
contraria, cual es la sentencia del juez que declare la interdicción de la persona
(salvo lo dispuesto en los artículos 582 y 687, inciso 3, del Código Civil). Ello se
desprende de la lectura del artículo 566, que establece que para el nombramiento
del curador (vale decir, quien va a ejercitar los derechos y obligaciones del incapaz),
se requiere de la declaración judicial de interdicción (salvo el caso del inciso 8 del
artículo 44). Esta posición ha sido avalada por la doctrina nacional.
De esto se desprende que los artículos 1975, 1976 y 1977 del Código Civil
se refieren a supuestos de responsabilidad civil en los cuales el autor directo es un
incapaz de ejercicio, judicialmente declarado. Nótese que estamos fuera de la órbita
del artículo 1974, por cuanto se refiere a quienes temporalmente están en estado
de inconciencia. Ahora bien, haciendo una depuración de los supuestos de los
artículos 43 y 44, el problema se presentaría con los menores de edad y con aquellos
sujetos que tengan algún tipo de enfermedad mental. Entonces cabría la siguiente
interpretación:
a) Si el que causó el daño, mayor o menor de edad, carece de representantes
legales, debería responder por él aquel quien lo tiene bajo su cuidado (tal
sería el caso del hermano mayor, el tío, la conviviente del padre muerto,
etc.), aplicándose extensivamente los artículos 1975 o 1976,
respectivamente, en caso de que el dañante directo tenga discernimiento o
no. Un elemento a tenerse en cuenta para individualizar al responsable es
determinar quién vive con el que causó el daño.
b) Si es que nadie lo tiene bajo su cuidado, se aplicará extensivamente el
artículo 1977, vale decir el criterio de la equidad «en vista de la situación
económica de las partes» (Espinoza, 2007, pp. 362-366).
TEMA 4: EL CÓDIGO CIVIL Y LOS SUPUESTOS ESPECIALES DE
RESPONSABILIDAD CIVIL III.
1. Supuestos especiales de responsabilidad diseñados por el Código
Civil
1.1. Responsabilidad por los daños causados por las cosas
Los antecedentes históricos de este tipo de responsabilidad se encuentran
en las «acciones noxales» del Derecho Romano, que, en el fondo eran un beneficio
de limitación de responsabilidad. Así lo hacia el dominus si un esclavo dañaba a un
tercero, al entregar el esclavo al dañado: el límite era, justamente, el precio del
esclavo. Este principio también se aplicaba para los daños producidos por los hijos
y también por los animales.
Nótese que, a diferencia del Código Civil italiano, nuestro Código no cuenta
con una norma específica de responsabilidad por los daños ocasionados por las
cosas en custodia: contamos con el artículo 1979 (que regula la responsabilidad del
dueño o custodio por los daños del animal), el artículo 1980 (que regula la
responsabilidad del propietario por la caída del edificio) y el artículo 1970 (que trata
de la responsabilidad por bienes o actividades riesgosos o peligrosos). El Código
Civil italiano, además de contar con estas normas y, adicionalmente, con una que
regula de manera específica la responsabilidad por circulación de vehículos (artículo
2054), en su artículo 2051 prescribe que:
«Cada quien es responsable del daño ocasionado por las cosas que se tiene
bajo custodia, salvo que se pruebe el caso fortuito».
a. Responsabilidad por los daños causados por las cosas animadas: los
animales
El artículo 1979 del Código Civil establece que «el dueño de un animal o
aquél que lo tiene a su cuidado debe reparar el daño que este cause, aunque se
haya perdido o extraviado, a no ser que pruebe que el evento tuvo lugar por obra
o causa de un tercero».
Se afirma, con razón, que «el principio de la responsabilidad por daños de
animales es de orígenes remotos. Este se encuentra afirmado en sociedades
primitivas, sin referencia a la culpa e, incluso, con la tendencia a considerar
penalmente responsable al mismo animal.
En el Derecho Romano, el daño por animales se encuentra entre las primeras
figuras de responsabilidad elaboradas por el ius civile. Las XII Tablas sancionaban
como hipótesis de delitos civiles el daño ocasionado por cuadrúpedos, para el cual
preveían la actio de pauperie, y el daño ocasionado por el pasteo abusivo de ovinos,
para el cual preveían la actio de pastu pecoris. Esta era una «época en la cual el
animal tenía la función de instrumento de producción en el cuadro de una sociedad
agrícola». Sin embargo, «a diferencia de las actiones noxales, el pater familias no
se libraba entregando el cadáver del cuadrúpedo muerto sucesivamente al siniestro,
sino debía resarcir el daño por completo”».
La naturaleza de este tipo de responsabilidad es objetiva
Se trata de una aplicación del principio cuius comoda eius et incommoda».
En este caso particular, la ventaja que obtiene el propietario o el custodio del animal
no debe ser entendida necesariamente en el sentido de valerse del animal en alguna
actividad productiva, o ventajosa económicamente, sino también como la
comodidad producto de la compañía, ornato o de la seguridad que pueda dar el
animal. Un sector de la doctrina argentina fundamenta esta responsabilidad objetiva
en el riesgo creado. Sea cual fuere el fundamento de este supuesto, es irrelevante
la culpa (o el dolo) a efectos de atribuir la responsabilidad. Sin embargo existe una
autorizada (pero aislada) posición que sostiene que «la responsabilidad por daños
del animal es una responsabilidad agravada por culpa presunta, precisamente por
ser presunta la violación del deber de diligente custodia el animal».
Se observa que en el Common Law también se trata de una responsabilidad
absoluta para el dueño de todo tipo de animales. Después se distinguen los animales
salvajes (responsabilidad objetiva) de los domésticos (responsabilidad subjetiva).
¿A qué tipo de animales se está refiriendo el artículo 1979 del Código Civil?
A los «domésticos, salvajes, vertebrados e invertebrados». La jurisprudencia
francesa considera como tales, a efectos de la responsabilidad civil, también a los
microbios. Estoy en desacuerdo con esta orientación y comparto la opinión de que
los microbios no pertenecen al enfermo ni están bajo su cuidado (ni siquiera en el
sentido más lato del término). Sin embargo, el contagiado podría demandar al
contagiante fundándose en el artículo 1969, si aduce que el contagio se produjo por
dolo o por culpa. El mismo razonamiento e idéntico resultado interpretativo cabría
aplicar en el caso de la víbora que se encuentra en el jardín de una casa selvática
y que pica al visitante. El artículo 1124 del Código Civil argentino hace mención
tanto de los animales domésticos como de los feroces; y en este último supuesto,
agrava la responsabilidad. Así, el artículo 1129 de este cuerpo normativo regula lo
siguiente:
«El daño causado por un animal feroz, de que no se reporta utilidad para la
guarda o servicio de un predio, será siempre imputable al que lo tenga, aunque no
le hubiese sido posible evitar el daño, y aunque el animal se hubiese soltado sin
culpa de los que lo guardaban» (Espinoza, 2007, pp. 391-394).
b. Responsabilidad por los daños causados por las cosas inanimadas:
caída de los edificios
El artículo 1980 del Código Civil establece que «el dueño de un edificio es
responsable del daño que origine su caída, si esta ha provenido por falta de
conservación o de construcción».
Comparando este artículo con su símil italiano saltan dos aspectos, que
considero importantes:
a) El modelo peruano solo se refiere a la caída de un edificio, mientras que el
italiano lo hace extensivo a otras construcciones. Sin embargo, esta
limitación se puede salvar haciendo una interpretación extensiva del
concepto de edificio.
b) A nivel probatorio, para el artículo 1980 del Código Civil el dañado, además
de demostrar el daño y el nexo causal, tiene que acreditar «la falta de
conservación o el vicio de la construcción”. Hubiera sido deseable un modelo
como el italiano, en el cual se invierte la carga probatoria y el propietario
tiene que acreditar que la caída no se debió a la falta de mantenimiento o al
vicio de construcción.
La naturaleza de este tipo de responsabilidad es objetiva, teniendo
como fundamento el aforismo cujus commoda ejus et incommoda. En efecto, en la
medida de que se beneficia el titular del edificio, sea viviendo en este o disponiendo
de él (a título gratuito u oneroso), tendrá que asumir los costos de los daños que
produzcan su caída por vicio de construcción o falta de conservación.
No debe llevar a confusión la expresión «falta de conservación», que puede
evocar la idea de negligencia por parte del propietario. Así, «la existencia o no, en
concreto, de la culpa en la conservación no incide a los efectos de la responsabilidad,
que surge sobre la base del mero nexo causal entre la falta (de conservación) y el
daño». Como bien se afirma a nivel de doctrina nacional, «la responsabilidad que
establece el artículo 1980 es la del propietario por el hecho de ser tal».
¿A qué tipo de edificios y caída se está refiriendo el artículo 1980?
Como ya lo había adelantado, es conveniente utilizar un concepto amplio de
edificio. En efecto, no debemos limitarnos a entenderlo como una «obra o fábrica
construida para habitación o usos análogos». Se debe comprender dentro de este
término a la construcción subterránea, a las tribunas de un estadio deportivo, entre
otros supuestos. Concuerdo con que se debe entender por edificio a «todo tipo de
construcciones hechas por el hombre» y que «es irrelevante el uso al cual la
construcción esté destinada». En el caso de las actividades mineras, creo que si
bien puede tratarse de la caída de una construcción (subterránea o a tajo abierto),
estos supuestos quedan absorbidos en el de responsabilidad por el ejercicio de
actividades riesgosas o peligrosas o por el uso de bienes con esa calidad (artículo
1970 c.c.).
En materia de caídas, la jurisprudencia italiana tiene una concepción
bastante lata. Así, se incluye «también a la caída de elementos accesorios y
ornamentales del edificio, comprendiendo en este las obras vinculadas al suelo,
aunque sean provisionales, independientemente de la función que estén destinadas
a cumplir».
La caída del edificio puede ser una caída parcial o de los objetos muebles
provenientes del edificio, como es el caso de una estatua o del ascensor. También
se incluye la caída de láminas de mármol incrustadas en la fachada, de la escalera
interna, vidrios, ventanas, cañerías, carteles, avisos publicitarios, faroles, entre
otros. La caída se da, sobre todo, en casos de edificios ruinosos. En efecto, «la
exigencia de tutela pública quiere que justo sobre la propia ruina el dominus
intervenga, incluso para demolerlo y no para conservarlo: la destrucción puede ser
la mejor forma de tutela de la incolumidad pública». Si los daños se producen por
la demolición, no se aplica el artículo 1980, sino el artículo 1970, por la naturaleza
de la actividad.
No se considera caída «el daño sufrido por el propietario de una construcción
adherente o de apoyo que sufra daño por efecto de la demolición. Es pacífico que
también para este supuesto de responsabilidad el daño debe derivar de la cosa en
sí y no, en cambio, de la cosa empleada por el hombre cual objeto instrumental de
su actividad”. Sin embargo, nada excluye que se pueda configurar un supuesto de
daño por actividad riesgosa o peligrosa, por lo cual sería aplicable el artículo 1970.
De este elenco de casos, se puede entender que, a los efectos de imputación
de responsabilidad del artículo 1980, constituye caída «no solo la desintegración de
partes esenciales de la construcción, sino también, el mero desprendimiento de
cualquier objeto, incluso accesorio u ornamental, que haya sido incorporado a la
construcción» (Espinoza 2007: 402-404).
c. Responsabilidad por los daños causados por las cosas (o el ejercicio
de actividades) riesgosas o peligrosas
El artículo 1970 del Código Civil prescribe que:
«aquel que mediante un bien riesgoso o peligroso, o por el ejercicio de una
actividad riesgosa o peligrosa, causa un daño a otro, está obligado a repararlo».
Este artículo no tiene precedentes en el Código Civil de 1936, ni mucho
menos en el de 1852. Su fuente inspiradora ha sido el art. 2050 del c.c. italiano, el
cual establece que:
«quien ocasiona daño a otro en el desarrollo de una actividad peligrosa, por
su naturaleza o por la naturaleza de los medios empleados, está obligado al
resarcimiento, si no prueba haber adoptado todas las medidas idóneas para evitar
el daño».
Ambas normas se refieren a «actividades que están destinadas a generar
daños con un grado de probabilidad particularmente alto; pero que son
consideradas lícitas, en virtud de su utilidad social».
La naturaleza de este tipo de responsabilidad en el modelo peruano es
(sin lugar a dudas) objetiva, basándose en el fundamento del riesgo creado. La
opción del legislador peruano ha sido acertada, por cuanto, aun asimilando el
modelo italiano, se ha apartado sabiamente de una redacción que puede hacer
pensar, al emplearse la expresión «medidas idóneas para evitar el daño», en un
parámetro basado en la diligencia y, por ende, en un factor de atribución subjetivo.
Así, en los primeros años de vigencia del Codice, la casación entendía que se trataba
de una responsabilidad por culpa y la doctrina que seguía esta orientación oscilaba
entre las variantes de culpa levísima y de culpa presunta, frente a otro sector que
interpretaba una responsabilidad objetiva.
¿Qué se debe entender por riesgoso o peligroso? Con razón, se afirma
que el «concepto de actividad peligrosa es, por su naturaleza, un concepto relativo,
porque depende del estado logrado por la ciencia y por la técnica en un determinado
sector. Ya se había señalado que el adjetivo «peligroso» puede resultar de difícil
calificación, por cuanto ello es el resultado de un proceso de juicios a priori y a
posteriori.
Si una persona utiliza un arma blanca o un revólver (que son bienes
peligrosos) y daña a otro, ¿se aplicará el artículo 1970? La respuesta correcta es la
negativa: en estos supuestos se aplica el artículo 1969. Entonces, ¿cuál es el
alcance del artículo 1970? Autorizada doctrina italiana, a propósito del artículo 2050
del Codice Civile italiano (inspirador del artículo 1970 peruano), afirma que «no es
suficiente un acto aislado, aunque sea extremadamente peligroso». En efecto, «si
el peligro no es intrínseco a la actividad o a los medios empleados, sino deriva
ocasionalmente de la negligente modalidad de su ejercicio, la actividad no es
calificada como peligrosa». Sin embargo, se debe distinguir el acto aislado de la
actividad, una tantum. En efecto, esta última sí es una actividad peligrosa: piénsese
en un grupo de amigos o vecinos que organizan de vez en cuando (por eso una
tantum) un concurso de tiro al blanco con armas de fuego. Aquí sí se aplicaría el
artículo 1970.
Es pertinente advertir que «a los efectos de la aplicación de la norma no es
necesario que la actividad misma asuma la forma organizativa y económica propia
de una empresa», agregando que «el criterio a adoptar es de orden cuantitativo o
estadístico, concerniente a la peligrosidad de los diversos tipos de actividad (sobre
el plano, sea de la cantidad, que de la entidad, de los daños típicamente derivados
de esta), por comprobar mediante una evaluación ex ante, y no con un juicio ex
post basado en la gravedad de daño producido en concreto».
Ello será el resultado de una afinada labor de política legislativa y
jurisprudencial. Un criterio a tenerse en cuenta es que la misma actividad esté
calificada legislativamente como riesgosa y otro podría ser que determinada
actividad esté sujeta a un tipo especial de control, por el riesgo que lleva implícito,
como en el caso de las actividades mineras. Así, la Ley 27474, del 5 de junio de
2001, denominada Ley de fiscalización de las actividades mineras, en la cual el
Ministerio de Energía y Minas fiscaliza, a través de sus órganos de línea, las
actividades relativas, entre otras, a la seguridad, higiene, protección y conservación
del ambiente en las empresas mineras.
Otro caso es la actividad de las empresas eléctricas. En efecto, el Reglamento
de Seguridad e Higiene Ocupacional del Subsector Electricidad, aprobado por
Resolución Ministerial 263-2001-EM/VME, del 18 de junio de 2001, regula «las
personas jurídicas o naturales, nacionales o extranjeras, que realizan actividades
en forma permanente o eventual, de construcción, operación y mantenimiento de
las instalaciones eléctricas de generación, transmisión, distribución y conexiones de
energía eléctrica» (artículo 1), entre otras.
Por otro lado, también la fabricación, importación, depósito, transporte,
comercialización y uso de toda clase de artículos pirotécnicos detonantes o
deflagrantes requiere autorización previa y escrita otorgada por el Ministerio del
Interior, a través de la Dirección General de Control de Servicios de Seguridad,
Control de Armas, Munición y Explosivos de Uso Civil (DICSCAMEC) o la
dependencia pública que cumpla sus funciones fuera de Lima y esté expresamente
autorizada en cada provincia (artículo 2.1 de la Ley 27718, del 9 de mayo de 2002).
En ese contexto, la Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de
la República, en la Casación 2248-98-Lima, del 17 de mayo de 1999, ha considerado
como actividad riesgosa la construcción de un edificio y, por consiguiente, señalado
que correspondía aplicar el artículo 1970, por tratarse de una responsabilidad
objetiva; al respecto, se afirma que:
«en lo que se refiere a la actividad de construcción civil, se advierte que se
trata de una actividad regulada por la autoridad municipal, como indica la Ley
Orgánica de Municipalidades en sus artículos sesenta y cinco inciso once, setentitrés
incisos dos y tres, ciento treintiséis inciso siete, y el reglamento nacional de
Construcciones, de tal manera que una edificación debe ejecutarse con estricta
sujeción al expediente técnico previamente aprobado».
¿A qué tipo de bienes y actividades se está refiriendo el art. 1970?
El modelo italiano solo se refiere a los daños por «actividad» peligrosa,
mientras que su homólogo peruano regula este supuesto y también los daños por
“bienes” riesgosos o peligrosos. Sin embargo, el criterio interpretativo que se debe
utilizar, en principio, es que responde objetivamente aquel que «regularmente»
ejercite una actividad riesgosa o peligrosa.
Ahora bien, ¿si el uso del bien riesgoso aislado no genera responsabilidad
objetiva, sí lo hará en el caso que una persona, como un cazador, por ejemplo,
genere daños en el ejercicio de sus actividades riesgosas o peligrosas? En este caso,
la respuesta es afirmativa. Sin embargo, debe hacerse la observación que ello es
por la actividad y no por el bien.
La jurisprudencia italiana ha considerado peligrosa las siguientes
actividades: el suministro de energía eléctrica, el transporte de aceite crudo a través
del oleoducto, la simple presencia de un electroducto objeto de servidumbre, el uso
de una máquina panificadora, la organización de una escuela de equitación, la
producción de gas en balones y el desmantelamiento de un puesto de ventas (en
un lugar transitado por el público). Ciertas actividades deportivas son estimadas
como peligrosas: tal es el caso del ciclismo, motociclismo, automovilismo, el esquí
náutico y las carreras de go-karts por citar algunos supuestos. Dentro de las
actividades de recreo, se reputan peligrosas diversiones como los carros chocones,
las bochas, entre otros. Actividades peligrosas también son el transporte de
productos inflamables, la utilización de la máquina mezcladora en una construcción,
la gestión de las empresas ferrocarrileras, la que realizan los aserraderos de sierras
eléctricas, la producción y distribución de sustancias venenosas o infectivas, los
trabajos en carreteras, la tala de los árboles, el empleo de rayos X, así como la
fabricación y distribución de fuegos artificiales o el empleo pacífico de la energía
nuclear.
¿Hay supuestos de bienes riesgosos para que se pueda aplicar el artículo
1970? En doctrina se ponen como ejemplos: la puerta eléctrica de un garaje, la
zanja que se utiliza para reparar los automóviles, la fosa de cal viva, la bomba que
no ha explosionado, el ducto de alcantarillado en la vía pública sin tapa, por cuanto
esta se ha deteriorado o ha sido robada, entre otros. Debe recordarse que «la cosa
debe ser en sí peligrosa y no devenir en tal a causa de un uso imperito del usuario»,
en cuyo caso se aplicaría el artículo 1969.
Se puede hablar de actividades (o cosas) peligrosas o riesgosas atípicas,
cuando (como en el caso del artículo 1970) se enuncian en una cláusula general, y
típicas cuándo están reconocidas por tales en alguna ley Es incorrecta la expresión
«omisión peligrosa», por cuanto «las omisiones presuponen el ejercicio de una
actividad y adquieren relevancia solo una vez causado el daño, durante el desarrollo
de dicha actividad».
¿Se debe distinguir entre el supuesto del artículo 1970 del Código Civil y el
supuesto de responsabilidad por productos defectuosos, contemplado en el artículo
32 de la Ley de Protección al Consumidor? Aparentemente, mientras que la
responsabilidad por producto defectuoso se genera cuando el producto no ofrece la
seguridad a que las personas tienen derecho, lo que causa daños «a la integridad
física de los consumidores o a sus bienes»; la responsabilidad regulada en el artículo
1970 se basa en el ejercicio de actividades (o cosas) riesgosas o peligrosas. Dicho
en palabras más simples: mientras la primera se fundamenta en el criterio del
defecto del producto, la segunda en el de riesgo de la actividad o del bien.
Se sostiene que en el caso de la responsabilidad civil por el ejercicio de
actividades riesgosas o peligrosas (o por bienes con dicha calificación), la
responsabilidad «funge como criterio para reequilibrar los costos sociales
producidos por ciertas actividades objetivamente riesgosas, sobre el presupuesto
de su reconocida utilidad: no se puede evitar la construcción de pólvora para
disparar, la actividad de llenado de balones de gas, la actividad farmacéutica, la
actividad química, la actividad militar, etc.; se debe, por otro lado, agravar el
régimen de responsabilidad del que ejerce dichas actividades, de tal manera que
tutele a los privados por el riesgo de los daños».
Sin embargo, el concepto de riesgo no es ajeno a los productos defectuosos,
el cual entraña la idea de riesgo o peligro. Incluso dentro de esta disciplina se habla
del «riesgo de desarrollo», entendido como «un riesgo que da lugar a un defecto
preexistente al momento de la puesta en circulación del producto, aunque no pueda
ser descubierto en el estado de los conocimientos técnicos o científicos” del
momento de su producción y circulación inicial. Para la doctrina que vengo citando,
mientras la responsabilidad que tiene por fuente el artículo 32 de la Ley de
Protección al Consumidor se basa en «el riesgo de la puesta en circulación de
productos destinados a un consumo de masa y, que justo por ello, pueden causar
daños», en la responsabilidad surgida del artículo 1970 se «responde porque (se)
ejercita una actividad peligrosa» o se es titular de bienes del mismo tipo.
No obstante, se advierte que pueden existir casos de sobreposición en ambos
tipos de responsabilidad, como es el supuesto de la responsabilidad del productor
farmacéutico y de la empresa que suministra energía eléctrica. Sobre el primer caso
me referiré después y respecto del segundo es necesario distinguir si el daño se
produjo por el servicio de suministro (al que se le aplicaría el artículo 1970) o a la
electricidad en sí misma considerada (en cuyo caso sería pertinente el artículo 32
de la Ley de Protección al Consumidor).
En mi opinión, riesgo y defecto son dos maneras diferentes de aludir al
mismo supuesto: es defectuoso el producto o servicio que no ofrece seguridad y
aunque peque con decir lo evidente, si pone en peligro, es riesgoso. La única
diferencia relevante entre ambos supuestos es que la responsabilidad proveniente
del artículo 1970 c.c. es calificada como extracontractual, mientras que el supuesto
del artículo 32 de la Ley de Protección al Consumidor, al establecer que la
responsabilidad de los proveedores es solidaria, sin distinguirse si se es productor
o intermediario, supera la distinción contractual versus extracontractual.
Por ello, el consumidor dañado podrá elegir la vía que más le convenga
atendiendo a que, mediando contrato o no, al haberse afectado su integridad o
patrimonio, tiene expedito el derecho de opción (Espinoza, 2007, pp. 411-417).
1.2. Responsabilidad por los daños causados por denuncia calumniosa
El artículo 1982 del Código Civil establece que «corresponde exigir
indemnización de daños y perjuicios contra quien, a sabiendas de la falsedad de la
imputación o de la ausencia de motivo razonable, denuncia ante la autoridad
competente a alguna persona, atribuyéndole la comisión de un hecho punible».
Este supuesto sanciona con responsabilidad civil a la denuncia calumniosa,
entendida como la «denuncia ante la autoridad de un hecho punible que no ha sido
cometido por el denunciado, con el objeto de perjudicarlo». El derecho que se tutela
es el del honor, entendido como el juicio de valor que se hace de una persona, el
cual puede ser objetivo (cuando los demás lo hacen), llamado reputación, y
subjetivo (cuando lo hace el mismo sujeto), denominado honra.
En nuestro Código Penal se tipifican como delitos la injuria (artículo 130),
cuando se «ofende o ultraja a una persona con palabras, gestos o vías de hecho»;
la calumnia (artículo 131), cuando se «atribuye falsamente a otro un delito”; y la
difamación (artículo 132), cuando “ante varias personas, reunidas o separadas,
pero de manera que se pueda difundirse la noticia, (se) atribuye a una persona, un
hecho, una cualidad o una conducta que pueda perjudicar su honor o reputación”.
Solo para este último delito se cumple la exceptio veritatis y, por ende, la excepción
de la pena (artículo 134) en los siguientes casos:
1. Cuando la persona ofendida es un funcionario público y los hechos,
cualidades o conductas que se le hubieran atribuido se refieren al ejercicio
de sus funciones.
2. Cuando por los hechos imputados está aún abierto un proceso penal contra
la persona ofendida.
3. Cuando es evidente que el autor del delito ha actuado en interés de causa
pública o en defensa propia.
4. Cuando el querellante pide formalmente que el proceso se siga hasta
establecer la verdad o falsedad de los hechos o de la cualidad o conducta
que se le haya atribuido.
Llama poderosamente la atención de que, entre los supuestos de difamación,
injuria y calumnia (que tienen, como común denominador, la tutela penal del
honor), solo se hubiera regulado la tutela específica a nivel de responsabilidad civil
en el caso del supuesto de la denuncia calumniosa (que es un subtipo de la
calumnia). Sin embargo, cualquier lesión del derecho al honor (como del resto de
cualquiera de los derechos de la persona) se tutela en función de la interpretación
de los artículos 17 y 1969 del Código Civil (salvo que se trate de responsabilidad de
la persona jurídica, en la cual se aplicara el artículo 1981). En el caso específico del
derecho al honor, se aplicará, además, el art. 5 del mismo cuerpo normativo.
Ahora bien, no obstante que no se encuentra dentro de los alcances del
artículo 1982, creo conveniente desarrollar, aunque sea brevemente, algunos
comentarios respecto de la difamación, la cual es entendida como «el atentado
contra la reputación de una persona, mediante la difusión de una noticia que le
atribuye un hecho, una cualidad o una conducta que pueda perjudicar su honor o
reputación». En el Common Law, la responsabilidad extracontractual de la
difamación está constituida por dos instituciones:
I. Libel (libelo), es la difamación a través de un medio relativamente
permanente (libro, periódico, película de cine, disco, etc.)
II. Slander (murmuración), que implica la difamación a través de un medio
pasajero.
Comparto plenamente la observación de que «es importante advertir que, a
diferencia de la calumnia, la difamación no se limita a la difusión de afirmaciones
que implican una falsedad respecto del sujeto difamado; lo que se difunde puede
ser cierto, pero tiene el carácter de difamación cuando no existe ninguna razón
justificada para dañar el honor o la reputación de una persona revelando
circunstancias hasta entonces ocultas».
El art. 1089 del Código Civil argentino establece que «si el delito fuere de
calumnia o de injuria o de cualquier especie el ofendido tendrá derecho a exigir una
indemnización pecuniaria, si probase que por la calumnia o injuria le resulto algún
daño efectivo o cesación de ganancia apreciable en dinero, siempre que el
delincuente no probare la verdad de la imputación».
En Argentina, se entiende que este artículo tiene que ser interpretado
conjuntamente con el artículo 1078 (que reconoce, con carácter de generalidad, la
reparación por daño moral).
La naturaleza de este tipo de responsabilidad es subjetiva: el tenor del
artículo 1982 es claro al establecer la responsabilidad de quien denuncia en dos
supuestos:
i. a sabiendas de la falsedad de la imputación.
ii. en ausencia de un motivo razonable.
De ello se desprende que el responsable debió actuar a título de dolo o de
culpa y ello tendrá que ser probado por el demandante (agraviado en su derecho al
honor).
¿Qué se debe entender por una denuncia calumniosa? Aparte del
parámetro ya indicado, no debe entenderse que toda denuncia archivada es
calumniosa. El operador jurídico, al analizar el supuesto del artículo 1982, se
encuentra en el dilema de calificar si quien planteó la denuncia ejercitaba
regularmente su derecho a interponer una acción (artículo 1971.1) o si, por el
contrario, abusó de tal derecho y, con ello, lesiónó el derecho al honor del
denunciado (artículo 1982).
A propósito del artículo 1089 del Código Civil argentino, se advierte que,
para que la acusación se repute calumniosa es necesario que se haya actuado con
conocimiento de la falsedad de la imputación; es decir, sabiendo que el imputado
era inocente. Algunos autores consideran que no es necesario que se haya actuado
con conocimiento de la falsedad y con intención de dañar, bastando que el autor de
la denuncia o querella haya procedido por culpa o negligencia al afectar la
imputación. La doctrina que vengo citando comparte este último criterio, «pues de
acuerdo a los principios generales, todo el que ejecuta un hecho que por su culpa o
negligencia ocasiona un daño a otro está obligado a la reparación del perjuicio».
Se ha considerado que la acusación debe ser declarada calumniosa en sede
penal salvo si hubiera recaído un sobreseimiento por faltar la oportunidad de la
sentencia. Sin embargo, en opinión que comparto, «al no existir ninguna norma
legal que lo establezca, no existe razón alguna para que el juez en lo civil no aprecie
la intención de dañar», como lo haría en cualquier supuesto de responsabilidad civil
en el que se presentase el dolo como factor de atribución (Espinoza, 2007, pp. 423-
427).

Lectura seleccionada 2
RESPONSABILIDAD POR DENUNCIA CALUMNIOSA
Beltrán, J. A. (s.f.). Responsabilidad por denuncia calumniosa. (Disponible en el
aula virtual).
Actividad formativa 6
Instrucciones: Luego de haber leído minuciosamente la lectura, elabora un resumen
teniendo en cuenta lo siguiente:
a. Máximo número de líneas: 20.
b. Se tendrá en cuenta la correcta ortografía.
c. Súbela al foro de discusión en formato Word, para recibir la opinión de por
lo menos un compañero.
d. Opina con relación al resumen de un compañero.
Glosario de la Unidad III
 Fiador: Persona que garantiza con su patrimonio que el acreedor verá
pagada su acreencia en caso de insolvencia del deudor.
 Fianza: Contrato por el cual, en una relación obligacional, un tercero se
compromete a responder ante el acreedor la insolvencia del deudor: puede
constituirse incluso en contra de la voluntad del último.
 Prescripción: Extinción de un derecho, una deuda, una acción o una
responsabilidad por el transcurso del tiempo.
Bibliografía de la Unidad III
Espinoza, Juan (2007). Derecho de la responsabilidad. 5ta. edición corregida. Lima:
Gaceta Jurídica.
Autoevaluación 3
Lea con atención las siguientes afirmaciones y luego asigne dentro de los paréntesis
una letra V si es verdadera o una letra F si es falsa. A cada respuesta correcta se
le asignarán 2 puntos.
1. La prescripción comienza a correr desde el día en que puede ejercitarse la
acción mas no continúa contra los sucesores del titular del derecho. ( )

2. Es irrenunciable el derecho de prescribir. Es nulo todo pacto destinado a


impedir los efectos de la prescripción. ( )

3. El arrendatario es responsable por la pérdida o el deterioro del bien que


ocurran en el curso del arrendamiento, aun cuando deriven de incendio, si
no prueba que han ocurrido por causa no imputable a él. También es
responsable por la pérdida y el deterioro ocasionados por las causas
imputables a las personas que ha admitido, aunque sea temporalmente, al
uso del bien. ( )

4. El adquirente puede dar por concluida la enajenación del bien con


arrendamiento no inscrito registralmente. ( )

5. El hospedante responde de los objetos de uso corriente introducidos por el


huésped, siempre que éste cumpla las prescripciones del aviso que estará
fijado en lugar visible de las habitaciones. ( )

6. El depositario es responsable cuando este tipo de daños se origine por su


culpa, o cuando provengan de la naturaleza o vicio aparente del bien, si no
hizo lo necesario para evitarlos o remediarlos, dando además aviso al
depositante en cuanto comenzaron a manifestarse. ( )

7. El dueño de un animal o aquel que lo tiene a su cuidado debe reparar el daño


que este cause, aunque se haya perdido o extraviado, a no ser que pruebe
que el evento tuvo lugar por obra o causa de un tercero. ( )

8. El dueño de un edificio es responsable del daño que origine su caída, incluso


si esta no ha provenido por falta de conservación o de construcción. ( )
9. Quien ocasiona daño a otro en el desarrollo de una actividad peligrosa, por
su naturaleza o por la naturaleza de los medios empleados, está obligado al
resarcimiento, si no prueba haber adoptado todas las medidas idóneas para
evitar el daño. ( )

10. Corresponde exigir indemnización de daños y perjuicios contra quien, a


sabiendas de la falsedad de la imputación o de la ausencia de motivo
razonable, denuncia ante la autoridad competente a alguna persona,
atribuyéndole la comisión de un hecho punible. ( )
UNIDAD IV: NUEVOS SUPUESTOS DE RESPONSABILIDAD CIVIL
DIAGRAMA DE PRESENTACIÓN DE LA UNIDAD IV

ORGANIZACIÓN DE LOS APRENDIZAJES

PROCEDIMIENTOS ACTITUDES
CONOCIMIENTOS
Unidad IV: NUEVOS SUPUESTOS
DE RESPONSABILIDAD CIVIL

Videoclase 7
1. Analiza críticamente otros
Tema 1: ACTUALES SUPUESTOS supuestos actuales de
DE RESPONSABILIDAD CIVIL I responsabilidad civil I.
1. Responsabilidad civil ocasionada
por accidentes de tránsito.
2. Responsabilidad por productos
defectuosos.

Tema 2: ACTUALES SUPUESTOS


DE RESPONSABILIDAD CIVIL II 2. Evalúa supuestos de
1. Responsabilidad civil de la responsabilidad civil en el
persona jurídica: 1.1. aspecto empresarial.
Introducción. 1.2. Capacidad
de la persona jurídica y validez
de sus actos. 1.3. La
responsabilidad de la persona
jurídica diseñada por el Código
Civil. 1.4. Fundamento de la 2. Asumir una actitud
responsabilidad civil de las amplia, abierta y de
personas jurídicas. constante esfuerzo
2. Responsabilidad civil del académico, asumiendo
Estado: 2.1. Responsabilidad y transmitiendo el
del Estado por errores Actividad formativa 7 interés y la idea de
judiciales en los procesos importancia de la
penales y detenciones Realice un resumen de la lectura asignatura para el
arbitrarias. 2.2. seleccionada «Responsabilidad por desarrollo profesional y
Responsabilidad civil del riesgo». personal con amplios
Estado por la actividad criterios de respeto
jurisdiccional. 2.3. Factibilidad mutuo, superación
del pago de las personal, investigación,
indemnizaciones por los daños 3. Analiza supuestos de diálogo y autocrítica.
que causa el Estado. responsabilidad civil de los
profesionales.
Lectura seleccionada 1
«Responsabilidad por riesgo»

Videoclase 8

Tema 1: ACTUALES SUPUESTOS 4. Analiza la responsabilidad civil


DE RESPONSABILIDAD CIVIL por daño genético.
III.
1. Responsabilidad civil de los Actividad formativa 8
profesionales: 1.1. ¿La
responsabilidad civil del Realice un comentario de la lectura
profesional es contractual o seleccionada: La responsabilidad
extracontractual? 1.2. La civil del abogado”.
responsabilidad civil del
profesional: ¿responsabilidad
subjetiva u objetiva? 1.3.
Carga probatoria.

Tema 2: ACTUALES SUPUESTOS


DE RESPONSABILIDAD CIVIL
IV.
1. Responsabilidad civil por daño
genético: 1.1. La
responsabilidad civil por daño
genético en la transmisión
natural de la vida.

Lectura seleccionada 2
«La responsabilidad civil del
abogado.
Autoevaluación Nº 4
TEMA 1: ACTUALES SUPUESTOS DE RESPONSABILIDAD CIVIL I

1. Responsabilidad civil ocasionada por accidentes de tránsito

Como ya había sido advertido anteriormente, según el artículo 29 de la Ley


General de Transporte y Tránsito Terrestre, Ley 27181, del 7 de octubre de 1999,
la responsabilidad civil derivada de los accidentes de tránsito es objetiva y solidaria
entre el conductor, el propietario del vehículo y, de ser el caso, el prestador del
servicio de transporte terrestre. Este numeral ha ocasionado un problema de
interpretación en el caso de los automóviles dados en leasing o arrendamiento
financiero. En efecto, el segundo párrafo del artículo 6 del Decreto Legislativo 299,
del 26 de julio de 1984, establece que «la arrendataria es responsable del daño que
pueda causar el bien, desde el momento que lo recibe de la locadora». Ello ha sido
entendido por la jurisprudencia en el sentido de que la locadora (aunque
propietaria) no es la responsable por los daños que la arrendataria ocasione con el
vehículo. Este fue el sentido de la resolución del 3 de febrero de 1996 del Segundo
Juzgado de Paz Letrado de Surco y San Borja, confirmada en ese extremo por la
Resolución 2 del Trigésimo Sétimo Juzgado Civil de Lima, de fecha 9 de junio de
1997.

Sin embargo, la Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema, con fecha 21 de


marzo de 2001, en Casación 3622-2000, frente a este conflicto, ha establecido que:

«[…]el propietario del vehículo causante de un daño se encuentra legitimado


pasivamente en la correspondiente acción de resarcimiento por la muerte de una
persona, lo que se justifica en tanto que la circulación de un vehículo automotor es
considerado como una actividad riesgosa, y por eso quien pone en circulación un
vehículo asume la responsabilidad objetiva por el daño que pueda causar, en
atención a lo dispuesto en el artículo mil novecientos setenta del Código Civil: [...]
Que, consecuentemente, contra él podrán accionar los deudos o quien habiendo
reparado económicamente el daño causado se haya subrogado en sus derechos;
(...) Que, si bien el artículo seis del Decreto Legislativo doscientos noventa y nueve
establece la responsabilidad de la arrendataria en el contrato de leasing y las
relaciones (entiéndase derechos y obligaciones) que se dan entre las partes que lo
celebran y no a regular los supuestos de responsabilidad extracontractual ni a
limitar o determinar quién resulta responsable o quién debe resarcir un evento
dañoso frente a terceros ajenos a tal acto, lo que se encuentra fuera de su marco
y no constituye su finalidad”.

Según este precedente, entonces, el artículo 6 del Decreto Legislativo 299


solo se refiere a las relaciones contractuales internas entre la arrendataria y la
locadora, mientras que el artículo 29 de la Ley 27181 es respecto de los supuestos
de responsabilidad civil extracontractual frente a terceros. El razonamiento es
sugestivo, pero peligroso, porque hará que los costos del leasing automotriz se
eleven, en perjuicio de los propios usuarios. Evidentemente, esta decisión, no
impide que el propietario del vehículo inicie una acción de regreso frente al
arrendador, al amparo del mencionado art. 6 del D. Leg. N" 299.

Una atenta doctrina ha perfilado una posición denominada ecléctica, en la


cual «lo ideal [...] es que la empresa de leasing tenga responsabilidad frente al
tercero, pero que pueda evitar enfrentarse a la obligación de indemnizar, cargando
dicha responsabilidad a la aseguradora», agregando que «a nosotros nos parece
conveniente que sea la empresa de leasing la que soporte el pago de las primas,
pues precisamente el seguro es el escudo de esta ante la posibilidad de tener que
responder objetivamente frente a terceros dañados. Además, generalmente, la
empresa de leasing estará en mejor posición para asumir el riesgo por los daños
que puedan producirse y para diluir los costos en sus operaciones económicas. En
todo caso, es claro que finalmente tal empresa trasladará los montos de las primas
al arrendatario, vía la renta a pagar».
Si bien es cierto que la víctima obtendrá siempre la indemnización, ello, en
definitiva, será a costo, no de la empresa de leasing, sino del arrendatario, ya que
en última instancia es quien lo va a asumir.

Hay operadores jurídicos que confunden gruesamente el carácter de este


tipo de responsabilidad civil. Así, la Resolución 30 del 7 de octubre de 1989, del
Tercer Juzgado Corporativo Especializado en lo Civil, «precisa» lo siguiente:

«[…] aquel que por dolo o culpa, o mediante un bien riesgoso o peligroso o
por el ejercicio de una actividad riesgosa o peligrosa, causa un daño a otro está
obligado a repararlo o a indemnizarlo; el descargo por dolo o culpa corresponde a
su autor, salvo que el daño haya sido producido como consecuencia de caso fortuito
o fuerza mayor, de hecho determinante de tercero o de la imprudencia de quien
padece el daño».

Este engendro conceptual es fruto del equívoco en el manejo de las reglas


de la responsabilidad subjetiva (artículo 1969 del Código Civi) y —para el caso de
accidentes de tránsito— la responsabilidad objetiva (artículo 1970); por ello, en
este desacertado pasaje, la mención del dolo y la culpa es impertinente, así como
su descargo.

Se da la responsabilidad civil por accidentes de tránsito, no solo cuando un


vehículo impacta a una persona, o cuando dos vehículos en movimiento chocan
entre sí (sean mayores o menores), sino también cuando un vehículo en movimiento
entra (o sale) de su estacionamiento y choca con otro estacionado en un espacio
continuo. Es el caso ocasionado por una (no muy diestra) conductora, resuelto con
la Resolución 8, del 15 de mayo de 1998, del Primer Juzgado de Paz Letrado de
Lince y San Isidro; la Resolución 8 del Vigésimo Cuarto Juzgado Civil de Lima, del
31 de mayo de 1999, que declara infundada la anterior por falta de motivación y
ordenaque se expida nueva sentencia con arreglo a ley; y la Resolución 16 del
Primer Juzgado Colectivo de Paz Letrado de Lince y San Isidro, del 13 de marzo de
2000, que, finalmente, declara fundada en parte la demanda resarcitoria.

El Reglamento Nacional de Tránsito, aprobado por Decreto Supremo 033-


2001-MTC, del 23 de julio de 2001, establece que se presume iuris tantum
responsable de un accidente al conductor que incurra en violaciones a las normas
establecidas en el presente reglamento (artículo 272). Sin embargo, el artículo 295
precisa que «el solo hecho de la infracción de tránsito no determina necesariamente
la responsabilidad del infractor por los daños causados, si no existe relación causal
entre la infracción y el daño producido por el accidente».

La responsabilidad también se presume en el caso de «un conductor que


carezca de prioridad de paso o que cometió una infracción relacionada con la
producción del mismo, sin perjuicio de la responsabilidad que pueda corresponder
a otro conductor, que aun respetando las disposiciones, pero pudiendo evitar el
accidente, no lo hizo» (artículo 273). Se debe tener cuidado de no entender este
artículo como una subjetivización de la responsabilidad objetiva. En efecto, la
conducta de los conductores se toma como un medidor de la responsabilidad, a
afectos de la cuantificación del daño y no como factor de atribución. Nótese que en
este supuesto se utiliza la técnica de presunción de responsabilidad a los solos
efectos del conductor que comete una infracción del Reglamento.

El artículo 274 incurre en un grueso error al establecer una «presunción de


culpabilidad» con respecto a los «participantes» que no hayan solicitado la
intervención de la autoridad policial, omitan informar sobre lo ocurrido y abandonen
el lugar del accidente. En todo caso, se debió hablar de «presunción de
responsabilidad» del accidente, salvo que se entienda que hay culpabilidad respecto
del deber de información a la autoridad respectiva.

Es importante tener en cuenta que «el propietario, representante legal o


encargado de un garaje o taller de reparaciones de vehículos al que se lleve un
vehículo motorizado que muestre la evidencia de haber sufrido una accidente, debe
dar cuenta del hecho a la Comisaría de la Policía Nacional de su jurisdicción, dentro
de las veinticuatro horas de haber recibido el vehículo. El incumplimiento de esta
obligación motiva la aplicación de una multa» (artículo 281).

El artículo 276 reconoce al peatón el beneficio de la duda y de las


presunciones a su favor, en tanto que no incurra en las siguientes violaciones a las
normas de tránsito, que son calificadas como graves:

a) Cruzar la calzada en lugar prohibido.

b) Pasar por delante de un vehículo detenido, parado o estacionado habiendo


tránsito libre en la vía respectiva.

c) Transitar bajo la influencia del alcohol, drogas o estupefacientes.

d) Cruzar intempestiva o temerariamente la calzada.

e) Bajar o ingresar repentinamente la calzada para intentar detener un


vehículo.

f) Subir o bajar de un vehículo en movimiento o por el lado izquierdo.

Estos supuestos configuran casos de concurrencia de responsabilidad o


ruptura del nexo causal, según el grado de imprudencia de la víctima y de
participación del conductor. En materia de ruptura del nexo causal, cabe aplicar,
sobre la base de una interpretación sistemática, el artículo 1972 del Código Civil.
Así, quien conduce un automóvil o es su propietario, no será responsable si acredita
que el daño se debió a un caso fortuito, hecho de un tercero o de la propia víctima
(Espinoza, 2007, pp. 441-445).

2. Responsabilidad por productos defectuosos

La responsabilidad civil por productos defectuosos es un supuesto que se ha


abierto paso en fecha relativamente reciente y surge cuando se ocasionan daños a
la integridad, a la salud o al patrimonio de los consumidores (entendidos en un
sentido lato) debido a defectos en el diseño, en la fabricación o en la información
del producto. El parámetro para determinar si un producto es defectuoso está en
función de la seguridad que debe tener frente a los consumidores que lo utilizan o,
como establece nuestra legislación, de «la seguridad a que las personas tienen
derecho».

La primera parte del artículo 32 de la Ley de Protección al Consumidor,


establece que:

«El proveedor es responsable por los daños causados a la integridad física


de los consumidores o a sus bienes por los defectos de sus productos.

Se considera que un producto es defectuoso cuando no ofrece la seguridad


a que las personas tienen derecho, tomando en consideración todas las
circunstancias, tales como:

- El diseño del producto


- La manera en la cual el producto ha sido puesto en el mercado, incluyendo
su apariencia, el uso de cualquier marca, la publicidad referida al mismo o el
empico de instrucciones o advertencias;
- El uso previsible del producto; y,
- Los materiales, el contenido y la condición del producto.

Podría llamar a cuestionamiento si se justifica una normatividad especial


para la responsabilidad civil por productos defectuosos si es que ya se cuenta con
la obligación de saneamiento por vicios ocultos (artículo 1505 del Código Civil) y si
esta responsabilidad no se vería afectada por el límite temporal que se le pudiese
imponer a una garantía de buen funcionamiento (artículo 1523).

Sin embargo, se debe tener en cuenta que el saneamiento por vicios ocultos
se da «cuando el bien carece de las cualidades prometidas por el transferente que
le daban valor o lo hacían apto para la finalidad de la adquisición», mientras que la
responsabilidad por productos defectuosos se da cuando el producto «no ofrece la
seguridad a que las personas tienen derecho», causando daños a la integridad de
los consumidores o a sus bienes (artículo 32 de la Ley de Protección al Consumidor).
Ello pone en evidencia que el concepto de vicio está en función del uso de la cosa,
es decir, del interés económico del comprador, mientras que el concepto de defecto
está en función de seguridad del producto frente a la integridad o salud del
consumidor.

La garantía de buen funcionamiento se da cuando «el transferente garantiza


el buen funcionamiento del bien transmitido durante cierto tiempo». Sin embargo,
dicha garantía no podría oponerse como una exoneración de la responsabilidad civil
por productos defectuosos, por cuanto —por ejemplo— en el caso de una estufa
termorradiadora o termoventiladora mal fabricada o diseñada (que podría explotar
en cualquier momento), está en juego la salud de los consumidores o su patrimonio,
si se genera un incendio en sus casas. La garantía de buen funcionamiento no podría
exonerar de responsabilidad al transferente si es que se causa al adquirente un
daño a su salud, integridad o patrimonio en fecha posterior al plazo de la misma,
por cuanto entra en colisión con la disposición que se encuentra en el segundo
párrafo del artículo 1328 del Código Civil, que establece que «también es nulo
cualquier pacto de exoneración o de limitación de responsabilidad para los casos en
que el deudor o dichos terceros (de los cuales este se vale) violen obligaciones
derivadas de normas de orden público», la cual tiene carácter imperativo.
Evidentemente, corresponderá al perjudicado la carga de la prueba, no solo de los
daños, sino del nexo causal (Espinoza 2007: 467-468).

La legitimidad para obrar activa la tienen los consumidores. Sin


embargo, se debe tener en cuenta que el concepto de consumidor (según la Ley de
Protección al Consumidor) para la Comisión de Protección del Consumidor y para la
Sala de Defensa de la Competencia del INDECOPI está limitado al de ser «el
destinatario final» de la cadena producción-consumo. No obstante ello, dado que la
aplicación del artículo 32 de la Ley de Protección al Consumidor (como veremos
dentro de poco) corresponde al Poder Judicial, este no tiene que verse limitado por
el precedente jurisprudencial administrativo (aunque obligatorio) que confirma esta
estrecha definición. Por ello, nada impide que el juez comprenda como consumidor
a aquella persona que adquiera el producto defectuoso y que se lesione en su salud,
integridad o a sus bienes (con la salvedad de que resulta evidente que la finalidad
de la norma es la de proteger y permitir que las personas naturales y, en su caso
—aplicando una argumentación a fortiori— el concebido, puedan demandar una
indemnización por este tipo de daños, mas no las personas jurídicas, aunque
puedan ser consideradas como consumidores para la Ley de Protección al
Consumidor. En este sentido se alinea el artículo 17 de la Ley de Protección al
Consumidor del Brasil, que establece que, para los efectos de este tipo de
responsabilidad, «se equiparan a los consumidores todas las víctimas del evento».

La responsabilidad de los proveedores de productos defectuosos es


solidaria. En efecto, los dos últimos párrafos del artículo 32 de la Ley de Protección
al Consumidor establecen lo siguiente:

«La indemnización comprende todas las consecuencias causadas por el


defecto, incluyendo el lucro cesante, el daño a la persona y el daño moral. La
responsabilidad de los diversos proveedores de un producto conforme a este artículo
es solidaria. Sin perjuicio de ello, cada proveedor tiene derecho a repetir contra el
que le suministró el producto defectuoso u originó el defecto».
¿Cuál es el ámbito del artículo 32 de la Ley de Protección al Consumidor? La
Sala de Defensa de la Competencia del Tribunal del INDECOPI, mediante Resolución
N° 095-96-TDI/SDC/INDECOPÍ, del 11.12.96, aclaró que:

«El artículo 32 se encuentra ubicado en el Título Sexto del Decreto


Legislativo 716 llamado “De las Responsabilidades frente a los Consumidores”.
Dicho título hace referencia a las diversas formas de responsabilidad civil que
pueden generarse frente al proveedor, y allí evidentemente la solidaridad se explica
porque la víctima puede obtener la compensación correspondiente de cualquiera de
los proveedores causantes del daño. Pero las militas que fija la Comisión y que, en
segunda instancia administrativa, revisa esta Sala, sancionan administrativamente
comportamientos irresponsables de los proveedores con relación a los
consumidores». (El subrayado es mío)

En efecto, si bien es cierto que por un solo hecho se pueden originar


responsabilidades de distintos tipos (civil, penal o administrativa), la Comisión es
competente para conocer administrativamente las infracciones de la Ley de
Protección al Consumidor, así como las correspondientes sanciones y medidas
correctivas. La competencia para determinar el daño emergente, el lucro cesante,
el daño moral y el daño a la persona, así como su correspondiente indemnización,
corresponde al Poder Judicial, por ser tipos de daño de naturaleza civil. Ahora bien
¿qué pasaría si el consumidor denuncia ante el Poder Judicial solidariamente al
proveedor que le vendió el producto, así como al proveedor que lo fabricó? ¿Qué
vía utilizar? ¿Contractual o extracontractual? Con respecto al vendedor será
contractual y con respecto al productor, extracontractual. ¿Pero si es solidaria?
Aquí, caben dos opciones interpretativas:

a. Entender a la responsabilidad de los proveedores no como solidaria, sino


concurrente, de tal manera que ambos responden in solidum (vale decir, uno
a título contractual y otro, extracontractual) con la misma prestación
indemnizatoria.

b. Que el consumidor opte por demandar solidariamente a ambos la vía que


más le favorezca (o contractual o extracontractual), teniendo como
fundamento legal que la normativa de protección al consumidor tiene que
ser interpretada en un sentido más favorable para este.

En mi opinión, si bien la posibilidad «a» es impecable en lo que a aplicación


de la responsabilidad concurrente se refiere, generará no pocas confusiones al
operador jurídico al dar un tratamiento diferenciado a las responsabilidades de los
proveedores. Creo que la alternativa «b» es la más adecuada por estar en
concordancia con el espíritu de unificar, en este caso, a través del criterio de la
opción, ambos tipos de responsabilidades. Del mismo modo, bajo el principio de
reparación integral a la víctima, no creo que se deban establecer topes en materia
al resarcimiento, como lo hace el artículo 36 de la Ley 17.189, sobre normas
relativas a las relaciones de consumo, del Uruguay, del 20 de setiembre de 1999,
el cual regula que:

«El proveedor no responde sino de los daños y perjuicios que sean


consecuencia inmediata y directa del hecho ilícito e incluyen el daño patrimonial y
extrapatrimonial».

Es necesario que se diseñe un modelo jurídico que, bajo el principio de


reparación integral de la víctima (y no de limitación a la reparación en beneficio del
causante del daño), deba tratar de hacer que vuelvan las cosas al estado original
anterior a la producción del daño. De esta manera, correspondería a la víctima
acreditar los daños, así como la relación causal entre estos y el evento dañino y, si
lo prueba, no debería haber limitaciones en el resarcimiento. No resulta adecuado
establecer a priori un tope en la indemnización: basta con imponer al demandante
la carga de la prueba de lo que pretende.
Si el bien jurídico tutelado es la salud, la integridad y el patrimonio de los
consumidores (repito, en sentido lato), ¿la responsabilidad civil, en este tipo de
supuesto, solo debería cubrir a los daños originados por los productos defectuosos
y no a los servicios defectuosos? En mi opinión, no se justifica esta diferenciación.
Así, el artículo 14 de la Ley de Protección del Consumidor del Brasil establece que:

«El prestador de servicios responde, independientemente de la existencia de


culpa, por la reparación de los daños causados a los consumidores por defectos
relativos a la prestación de servicios, así como por informaciones insuficientes o
inadecuadas sobre sus riesgos y beneficios.

1º El servicio es defectuoso cuando no ofrece la seguridad que el consumidor


puede esperar del mismo, tornándose en consideración las circunstancias
relevantes, entre las cuales se encuentran:

I. El modo de su suministro;

II. El resultado y los riesgos que razonablemente se esperan del mismo;

III. La época en que fue suministrado.

2º El servicio no es considerado defectuoso por la adopción de nuevas técnicas;

3º El prestador de servicios no será responsable cuando pruebe.

I. Que, habiendo prestado el servicio, el defecto no existe;


II. la culpa exclusiva del consumidor o del tercero.

4º La responsabilidad personal de los profesionales será evaluada mediante la


verificación de culpa».

En este sentido también se orienta el primer párrafo del artículo 34 de la Ley


N° 17.189, sobre normas relativas a las relaciones de consumo, del Uruguay, del
20.09.99, el cual prescribe que:

«Si del vicio o riesgo de la cosa o de la prestación de! servicio resulta un


daño al consumidor, será responsable el proveedor de conformidad con el régimen
dispuesto en el Código Civil».

Si bien es cierto que la legislación uruguaya contempla conjuntamente la


responsabilidad civil por servicios y productos defectuosos, a diferencia del modelo
brasileño, regula, en su artículo 35 que:

«La responsabilidad de los profesionales liberales será objetiva o subjetiva


según la naturaleza de la prestación asumida».

La responsabilidad civil por defecto no debe limitarse a los productos, sino


también a los servicios (siempre y cuando dañen a la integridad y a la salud de los
consumidores). Evidentemente cada supuesto tiene sus propias particularidades. Es
importante distinguir que la responsabilidad civil por productos defectuosos es
tendencialmente objetiva (o semiobjetiva), por cuanto admite supuestos de ruptura
del nexo causal, mientras que la responsabilidad civil por servicios defectuosos
deberá ser evaluada caso por caso, en atención a la naturaleza de la prestación en
conflicto (Espinoza 2007: 467-475).
TEMA 2: ACTUALES SUPUESTOS DE RESPONSABILIDAD CIVIL II.

1. Responsabilidad civil de la persona jurídica

1.1. Introducción

Desvanecidos los espejismos jurídicos que ofrecía la teoría de la ficción y


eliminada la «confusión orgánica» de Gierke, Cossio —redimensionando
egológicamente el planteamiento formalista de Kelsen—, se revela que la persona
jurídica no tiene más existencia que aquella de los miembros que la componen,
sentando las bases para la aproximación tridimensional del concepto de la persona
jurídica que elaboró Fernández Sessarego.

Así, entendida la persona jurídica como una organización de personas que


se agrupa en la búsqueda de un fin valioso y que cumple con la formalidad
establecida por ley, surgen dos centros de imputación de derechos y deberes
distintos: el de la persona jurídica y el de los miembros que la integran,
considerados individualmente.

El hecho de distinguir siempre estos dos centros de imputación ha generado


no pocos problemas a los operadores jurídicos. En efecto, existen situaciones en las
cuales el respeto excesivo de dicha formalidad puede generar situaciones ilícitas:
tal es el caso del denominado abuso de la persona jurídica, en el cual se tiene que
recurrir a cierto tipo de «medidas correctivas», como el desconocimiento de la
responsabilidad limitada de la persona jurídica o, en casos más graves, el disregard
of the legal entity.

La distinción señalada, no obstante genere este tipo de «costos», vale decir,


las incoherencias que pueden surgir en la experiencia jurídica, debido al respeto
excesivo de la dualidad persona jurídica-personas naturales que la componen, tiene
una importante función, cual es la de ser «un instrumento conceptual que permite
reconducir a los esquemas del derecho común la disciplina especial que, derogando
al derecho común, el legislador somete a los miembros del grupo».

En efecto, cosa distinta es hablar de la propiedad o de las deudas que le


corresponde a un grupo de personas (copropiedad y solidaridad —o
mancomunidad— pasiva, respectivamente), de la propiedad o de las deudas de la
persona jurídica.

Particular atención merece, desde esta perspectiva, la capacidad y la


responsabilidad de la persona jurídica. En efecto, la misma, en tanto centro de
imputación de derechos y deberes, goza de capacidad jurídica. Sobre el particular,
resulta conveniente distinguir que, en el caso de este tipo especial de sujeto de
derecho, no existe ningún obstáculo de orden lógico-abstracto para impedir que
esta imputación (de derechos y deberes de la persona jurídica), de los actos
cumplidos por sus órganos “no se trata, ni podría tratarse, de una imputación
psicológica (…) sino de una imputación jurídica”

En materia de responsabilidad, autorizada doctrina argentina distingue


varios niveles, a saber:

a). Responsabilidad de la persona jurídica frente a terceros por el obrar de


sus administradores o representantes y de sus dependientes, dentro de la
cual debe tenerse en cuenta los actos o negocios de gestión y los actos
ilícitos.

b). Responsabilidad de los administradores o representantes y de los


dependientes frente a la persona jurídica, que comprende los excesos en la
gestión y los actos ilícitos.

c). Responsabilidad de los administradores o representantes frente a los


miembros de la persona jurídica, a los terceros extraños o al Estado.
d). Responsabilidad de los miembros de la persona jurídica frente al ente
colectivo y a terceros.

El propósito de este trabajo es el de compartir algunas reflexiones en torno


a la capacidad y a la responsabilidad civil de la persona jurídica. Se enfocará tanto
la validez de los actos que esta realice, asi como los niveles de responsabilidad que
se configuren, sean de sus representantes, dependientes o de propia persona
jurídica (Espinoza 2007: 498 – 501).

3.2. Capacidad de la persona jurídica y validez de sus actos

Habíamos ya señalado que la persona jurídica, en tanto sujeto de derecho,


posee la denominada capacidad de goce. Autorizada doctrina distingue, dentro de
la misma, una capacidad general, como en el sistema germánico, frente a una
capacidad limitada a la finalidad establecida estatutariamente, como en el sistema
angloamericano. En este último sistema son nulos los actos ultra vires, vale decir,
aquellos que exceden lo dispuesto en el estatuto. El primer sistema corresponde a
un capitalismo avanzado, en el cual el tercero contratante de buena fe no asume el
riesgo del tráfico de la persona jurídica en el mercado. Es esta la posición que ha
asumido la Ley General de Sociedades en su art. 12.

Existen discrepancias al nivel del formante doctrinario si la persona jurídica


posee per se capacidad de ejercicio. Si se sigue la posición de Gierke, se sostendrá
que la representación en el caso de la persona jurídica “no es la sustitución de uno
por el otro, sino una representación del todo a través de la parte”. En virtud de esta
teoría, se produce una suerte de “ensimismación” del agente (órgano) en la persona
jurídica, en la cual la voluntad y la acción del primero son la voluntad y acción de
la segunda. Dentro de esta línea de pensamiento, se afirma que las personas
jurídicas “actúan a través de personas que forman parte de su misma estructura
organizativa, vale decir, a través de órganos”. Ello diferenciaría la situación de las
personas jurídicas de la que le correspondería a los menores y a los interdictos, por
cuanto a estos, al no poder administrar sus propios intereses por sus condiciones
de edad o salud, el ordenamiento jurídico estructura la representación legal con el
objeto de su tutela y protección.

En sentido opuesto, se afirma que “la representación no es un medio en


grado de probar que los entes colectivos pueden ser titulares (el subrayado es mío)
de situaciones jurídicas. Es un fenómeno que prueba exactamente lo contrario,
porque el acto realizado por el representante permanece siempre y solo un acto de
representante“. Creemos imperativo recordar que la representación es aplicable
cuando, preexistiendo la denominada capacidad de goce, el titular o el
ordenamiento jurídico, (por causas que pueden depender del titular o no), faculta
a otro sujeto para ejercitar los derechos y obligaciones del propio titular.

Para nosotros no está en discusión la capacidad de goce (momento estático)


de la persona jurídica, por cuanto ello implicaría desconocer su calidad de sujetos
de derecho. Mueve a comentario, sin embargo, el momento dinámico de su
capacidad, por cuanto, si entendemos que la persona jurídica tiene capacidad de
ejercicio per se, cuesta entender como en materia de responsabilidad
extracontractual (como veremos más adelante) sea un principio básico el de la
responsabilidad indirecta de la misma.

Si bien la persona jurídica es titular de los derechos y obligaciones que le


corresponden de acuerdo a su naturaleza, la misma requiere ejercitarlo a través de
sus representantes. Esta es la posición que ha asumido el Código Civil en su art.
93, cuando establece que, para el caso de las asociaciones (que lo hacemos
extensivo para las demás personas jurídicas), los miembros que desempeñen
cargos directivos “son responsables ante la asociación conforme a las reglas de la
representación”. En atención a ello, “las personas jurídicas solo pueden ser
representadas por aquellos órganos a los cuales la estructura interna del ente les
atribuye expresamente facultades al efecto”. Entonces, ¿Qué disposiciones se
tienen que aplicar en este tipo de situaciones? En principio, se aplicarán las
correspondientes a la representación en los actos jurídicos. De esta manera han de
tenerse presentes, entre otros, los artículos 160, 161, 162 y 165 del Código Civil.

Si el representante actúa dentro del ejercicio de sus funciones, el acto


jurídico celebrado produce efectos directamente respecto de la persona jurídica
representada (art. 160). Si no actúa dentro del ejercicio de sus funciones, dicho
acto será ineficaz (art. 161), salvo que se ratifique (art. 162). Estas mismas reglas
se aplican para el caso de los dependientes que actúan en los establecimientos de
las personas jurídicas abiertos al público (art. 165). Nótese que las disposiciones
correspondientes al Libro de Acto Jurídico, se encuentran en la eficacia o ineficacia
de los actos celebrados con los representantes, no así respecto de la responsabilidad
civil que pudiese surgir cuando se ocasione daños a terceros.

Se debe distinguir, como ya lo señaláramos en otra sede, la representación


orgánica, que corresponde a los directivos de la persona jurídica y en la cual los
poderes se confieren al cargo (u órgano), por ejemplo, al gerente, al director o al
presidente del consejo directivo, de la representación voluntaria, en la cual se
confiere el poder a una persona, independientemente de su relación con dicha
persona jurídica. Es a partir de estos tipos de representación, que podemos
entender si efectivamente la persona jurídica tiene la capacidad de ejercicio si el
representante actúa dentro del ejercicio de sus funciones, el acto (o negocio)
celebrado- en materia de validez y eficacia-es como si lo hubiera ejercido al propia
persona jurídica. Si, caso contrario, el representante se excede en el ejercicio de
sus funciones, dicho acto (o negocio) no puede imputarse a la persona jurídica.

Es aquí cuando, siguiendo la fábula de Galgano, que contáramos en otra


sede, el hombre se convierte en esclavo de su propia creación: desde el punto de
vista formal ha creado un sujeto al cual ha dotado de capacidad (tanto en su aspecto
estático como dinámico). Este modelo jurídico-guste o no-permite afirmar desde un
plano formal que la persona jurídica tiene tanta capacidad de goce como de ejercicio
(Espinoza, 2007, pp. 501-504).

3.3. La responsabilidad de la persona jurídica diseñada por el código civil.

Dicho lo anterior en lo que concierne al momento fisiológico del quehacer


jurídicamente relevante de la persona jurídica, en el momento patológico, o sea, en
el caso que el órgano (o representante) se haya excedido en el ejercicio de sus
funciones, se debe superar la perspectiva formalista y entender esta situación desde
una óptica realista (u ontológica). El acto (o negocio) ha sido realizado por una
persona natural, a cuya esfera jurídica se deben imputar los efectos del acto (o
negocio) realizado en exceso o fuera del ejercicio de sus funciones.

En el caso que el órgano, representante o dependiente genere un daño


ejercido (o con ocasión de las funciones), en materia de responsabilidad civil, se
presentan dos supuestos:

i. Si la responsabilidad es contractual, se aplica el art. 1325 c.c, vale decir,


responde frente al dañado solo la persona jurídica. Ello sin perjuicio que esta
repita posteriormente en contra del autor directo.
ii. Si la responsabilidad es extracontractual, aplicándose el art. 1981 c.c., se
generará (de manera solidaria) la responsabilidad directa del agente y al
mismo tiempo, la responsabilidad (mal denominada “indirecta”) de la
persona jurídica (que es directa; pero por hecho de tercero).

Nótese lo injustificado de una disparidad de tratamiento por un daño


causado, si el representante, órgano o dependiente lesionan a un tercero debido al
cumplimiento (o incumplimiento) de una obligación o por la violación de deber
genérico del neminen laedere. Esto nos llama nuevamente la atención respecto si
se debe mantener actualmente una distinción entre las denominadas
responsabilidades civiles contractual y extracontractual.
Si la persona jurídica, a través de sus representantes, es sujeto de relaciones
jurídicas, sean existentes como patrimoniales, también puede presentarse el caso
que esta incumpla con sus obligaciones y, con ello, quedará sujeta, en lo que fuera
aplicable, al régimen de responsabilidad contractual (cuyo principio básico está
regulado en el art. 1321). Es por ello que se opina en el sentido que “establecida la
aptitud legal de las personas jurídicas para obligarse, como parte necesaria e
inseparable de su actuación en el campo de las relaciones jurídicas, su
responsabilidad contractual se fundamenta en esa misma capacidad, de la cual es
un correlato necesario.

Sin embargo, aplicando las coordenadas legislativas, es importante delimitar


si el representante (u órgano) ha actuado en el ejercicio (o con ocasión) de sus
funciones, con el resultado que se genere como lo habíamos anticipado- en vía
solidaria, una responsabilidad (por autoría directa) del agente y una responsabilidad
(objetiva) directa de la persona jurídica.

Algunos códigos civiles del sistema jurídico latinoamericano tratan el problema


de la responsabilidad civil de la persona jurídica. Tal es el caso del Código Civil
argentino, el Código Civil mexicano, el Código Civil boliviano y el Código Civil
paraguayo, entre otros. Particular referencia merece el Código Civil cubano, que
dedica una sección de cuatro artículos a este tema. En nuestro ordenamiento no
hay una norma específica que regule esta situación. Una aproximación la
encontramos a través de la interpretación lógico extensiva del art. 1981: si el
representante ocasiona un daño “en el ejercicio del cargo o en cumplimiento del
servicio respectivo”, responderá solidariamente con la persona jurídica. Esta ha sido
la orientación que ha seguido la jurisprudencia nacional. De los modelos legislativos
estudiados, se puede concluir que:

1. El modelo argentino comprende además, al daño causado “con ocasión” de


las funciones del representante. El concepto de “ejercicio de la función”
difiere del de “con ocasión de la función”, por cuanto este último refleja la
hipótesis de realización del daño que, si bien es cierto, está vinculado
indirectamente al ejercicio de las funciones, tampoco es menos cierto que,
de no mediar dicho ejercicio, el daño no se hubiera producid. Tal podría ser
el caso de un consejo directivo que decide excluir a un asociado de la
asociación, cuando esta decisión le corresponde estatutariamente a la
asamblea general.
2. El modelo paraguayo prevé que el daño puede ser ocasionado tanto por
acción, como por omisión. No parece relevante el requisito que el daño
causado en el ejercicio de las funciones del representante sea “en beneficio
de la entidad”, para que se configure la responsabilidad de la persona
jurídica. En efecto, resulta evidente que, si centramos la atención en el
agente dañado (que por demás es el criterio-guía actual y predominante de
la responsabilidad civil), poco importa que la persona jurídica – dañante se
haya beneficiado (o no) con el acto ilícito ocasionado por el representante.
En todo caso, este dato podrá ser tenido en cuenta por el operador jurídico,
a efectos de determinar el quantum del daño ocasionado.
3. El modelo cubano reconoce el derecho de repetición de la persona jurídica
en contra de la persona natural-representante que ocasiono directamente el
daño.

En concordancia con el art. 1981 del Código Civil peruano, se debe precisar
la responsabilidad solidaria del representante y de la persona jurídica. Siempre,
dentro de los lineamientos del Código Civil, el derecho de repetición de la persona
jurídica estaría determinado por los criterios establecidos en el art. 1983 (Espinoza,
2007, pp. 504-508).

3.4. Fundamento de la responsabilidad civil de las personas jurídicas

Se ha sostenido que, en materia de la responsabilidad extracontractual


resulta un principio fundamental el de la irresponsabilidad directa de la persona
jurídica. El fundamento de esta responsabilidad no reside en una presunta culpa in
eligendo o in vigilando de la persona jurídica, con respecto a sus representantes,
por cuanto “la negligencia de la persona jurídica en la elección o en la vigilancia de
sus órganos no es más que la negligencia de algunas personas físicas, en el
desempeño de sus atribuciones institucionales”. Es por ello que se perfila con más
consistencia la posición que sostiene que la responsabilidad de la persona jurídica
es de carácter objetivo, siendo el factor de atribución el “riesgo creado por ellas a
raíz de su actuación: quien genera riesgos con el desarrollo de su finalidad, debe
equitativamente asumirlos”. Desde mi punto de vista, siempre nos encontraremos
(tanto contractual como extracontractualmente) frente a una responsabilidad
directa de la persona jurídica: temo que la doctrina confunde la autoría (que queda
claro que no es directa-por parte de la persona jurídica-en ningún supuesto) con la
responsabilidad (que objetivamente es directa de la persona jurídica, aunque sea
por el hecho (ontológicamente) ajeno. En efecto la teoría del riesgo creado, radica
en la afirmación de que debe asumir los costos de los daños ocasionados, quien se
beneficia económicamente con la actividad que genera riesgos, individualizándose
única y exclusivamente este status en el empresario o (si se quiere) en la empresa.
Ante ello, se ha observado con razón, que no solamente el empresario se beneficia
con la actividad (riesgosa) iniciada: también lo hace el servidor y (añado) los
mismos consumidores, proponiéndose una difusión social del riesgo, la cual
“equivale a un justificación por el riesgo creado pero ampliada y liberada de toda
noción de culpa (presunción iuris et de iure): la máxima Ubi emolumentum, ibi onus
es correcta; pero como el beneficio se encuentra repartido en toda la sociedad. En
consecuencia, el principal no es sino un vehículo o mecanismo de difusión: es un
mero “responsable civil”, como lo llaman los franceses.

Sin embrago, resulta pertinente realizar alguna reflexión: toda persona


jurídica (lucrativa o no lucrativa) realiza una serie de actividades (económicas y no
económicas). En atención a ello, si la persona jurídica, a través de sus órganos,
representantes o dependientes, ocasionan daños, esta no es más (o menos)
responsable si es (o no es) de naturaleza lucrativa y se beneficia (o no)
económicamente con el acto generador del daño. No debe perderse de vista que si
bien es cierto, el principio del cheapest cost avoider no implica exclusivamente que
hay un sujeto (solido económicamente) que se beneficia con su actividad, ni que
este sujeto pueda redistribuir los costos, también suelen concurrir estos elementos
como base para que se determine al sujeto responsable que tome las medidas
necesarias para evitar (o limitar) los costos de los daños (como lo hemos
comprobado al declararse responsables civil o administrativamente a los bancos,
personas jurídicas, que ostentan también estas características).

¿Qué criterios aplicar en el caso de las personas jurídicas sin fines de lucro
que, no necesariamente, se ciñen a estos criterios? El valor agregado que tiene toda
persona jurídica es el de ser un “instrumento conceptual”. En efecto, la organización
de personas que se agrupa para la consecución de fines valiosos (económicos o no)
y que cumple con la formalidad de inscripción en los registros públicos, a través de
este sujeto de derecho (persona jurídica) o instrumento conceptual, realiza una
serie de actividades (económicas o no), las cuales pueden generar daños. En caso
que ello ocurra, no cabe aplicar criterios de responsabilidad subjetiva (dolo o culpa),
por cuanto no se puede encontrar en la persona jurídica, por su propia naturaleza,
una voluntad (o negligencia o impericia) productora de daños, atribuible a esta.
Mucho menos, como ya se advirtió, en una pretendida culpa in vigilando o in
eligendo.

La persona jurídica es responsable bajo los criterios de responsabilidad


objetiva, por el hecho que las personas que la conforman, a través de esta
(voluntaria o involuntariamente) han ocasionado daños: y si se ha actuado por
intermedio de otro sujeto de derecho (persona jurídica) o instrumento conceptual,
resulta justo (y evidente), en línea de principio, que se responda de igual manera.

La voluntariedad de la persona que desempeñaba las funciones del órgano,


de representación o de dependencia, es relevante a efectos de determinar la
responsabilidad de esta frente a la persona jurídica, respecto del hecho generador
del daño. Es por ello que se puede hablar de una responsabilidad civil hacia fuera
(persona jurídica con respecto a terceros) y hacia dentro (persona natural-órgano,
representante o dependiente-frente a la persona jurídica).

Y es aquí donde, para finalizar esta parte del trabajo, concluyo con la afirmación
inicial de la responsabilidad objetiva de la persona jurídica, basada en el riesgo,
entendida en el sentido que si los integrantes de la persona jurídica (lucrativa o no)
se benefician a través de la actuación jurídicamente relevante de la misma, estos
también deberán asumir los riesgos que ello conlleva. El criterio (adicional) del
cheapest cost avoider debe ser aplicado, principalmente, para el caso de las
personas jurídicas lucrativas que se encuentran efectivamente en una posición que
les permite evitar (o limitar) las consecuencias económicas de los daños producidos
(Espinoza, 2007, pp. 508-511).

5. Responsabilidad civil del Estado

4.1. Responsabilidad del Estado por errores judiciales en los procesos


penales y detenciones arbitrarias

La Ley Nº 24973 de indemnización por errores judiciales en los procesos


penales y detenciones arbitrarias del 28-12-88, reconocen el derecho de
indemnización de las personas que puedan verse dañadas por estas situaciones. Sin
embargo al crear el Fondo Nacional Indemnizatorio de Errores Judiciales y
Detenciones Arbitrarias, con la función de encargarse del pago de este tipo de
indemnizaciones (art.8.), se alude a ser mención expresa sobre la individualización
de los responsables. En este sentido, el art. 20 establece, como requisitos de la
demanda, al lado de las generales de ley del demandante (inc. a), la designación y
domicilio de fondo (inc. b) así como la indicación de los presuntos responsables y el
concepto sobre el que el juez debe pronunciarse (inc. c). Se puede desprender que
nos encontramos frente a un caso de responsabilidad civil del Estado si tenemos en
cuenta que el art. 7 establece que es justamente éste quien abona las
indemnizaciones a través del fondo creado.

Particular atención merece los criterios para determinar el quantum del daño
ocasionado. Para el caso de la detención arbitraria, pareciera que sólo se tuvo en
cuenta el daño de consecuencias económicas (el cual se determina por un criterio
matemático). Sin embargo, para el error judicial, se reconoce, además del daño
material, “el daño moral causado a la víctima” (cuya indemnización “será fijada al
prudente criterio del juez”) está disparidad de tratamiento puede ser suplida por
una interpretación sistemática de estos dispositivos. En efecto si se puede acreditar
el daño moral en el caso de la detención arbitraria, no se ve inconveniente para que
se proceda a su reconocimiento judicial, con la correspondiente indemnización. No
sería justo reconocer la reparación por el daño moral en un caso y desconocerla en
el otro (Espinoza, 2007, pp. 630-631).

4.2. Responsabilidad civil del Estado por la actividad jurisdiccional.

El Código Procesal Civil regula, de manera más enfática que la Ley Nº 24973,
que el juez es civilmente responsable cuando en ejercicio de su función jurisdiccional
causa daño a las partes o a terceros al actuar con dolo o culpa inexcusable, sin
perjuicio de la sanción administrativa o penal que merezca (art. 509 c.p.c.). Este
dispositivo tiene que ser visto en relación con el art. 516 c.p.c., que establece que
la obligación de pago de los daños y perjuicios es solidaria entre el Estado y el juez
o jueces colegiados que expidieron las resoluciones causantes del agravio. Del
coordinado dispuesto de esos artículos, se percibe claramente que nos encontramos
frente a un caso de responsabilidad de la persona jurídica Estado a través de su
órgano jurisdiccional (juez). En igual situación se encuentran los representantes del
Ministerio Público, cuya responsabilidad, en algunos casos se encuentra prevista por
el código civil.

Debemos distinguir la responsabilidad subjetiva del juez, de la objetiva del


Estado (o como prefieren algunos, del Estado-Juez). En efecto, el art. 509 del
Código Procesal Civil precisa que:

“El juez es civilmente responsable cuando en ejercicio de su función


jurisdiccional cause daño a las partes o a terceros, al actuar con dolo o culpa
inexcusable, sin perjuicio de la sanción administrativa o penal que merezca.

La conducta es dolosa si el juez incurre en falsedad o fraude, o si deniega


justicia al rehusar u omitir un acto o realizar otro por influencia.

Incurre en culpa inexcusable cuando cometa un grave error de derecho, hace


interpretación insustentable de la ley o causa indefensión al no analizar los hechos
probados por el afectado.

Este proceso sólo se impulsará a pedido de parte”.

Si bien, como ya se advirtió, la responsabilidad del juez está basada en el


principio de la culpa (se entiende, en sentido lato), el criterio que se sigue es de la
culpa objetiva, por cuanto la misma norma está fijando los parámetros de conducta
del juez. Sin embargo, se observa, con razón, que si bien “se han en cierta medida
objetivado las conductas ´dolosas´ o ´culposas´”, ello ha sido hecho “en forma por
demás confusa y equívoca, cuando lo sensato, en todo caso, era establecer claros
títulos de imputación de responsabilidad”.

En lo que se refiere a la responsabilidad del Estado, acertadamente se afirma


que “la responsabilidad del Estado- Juez es objetiva. Es decir, la existencia de dolo
o culpa es irrelevante porque no se trata de valorar un determinado
comportamiento, sino de verificar si se dan o faltan los presupuestos legales que
hacen surgir el derecho a la indemnización. La antijuridicidad no reside en una
actuación ilícita o contraria a derecho (antijuridicidad subjetiva) sino en el hecho de
que el sujeto no tiene el deber de soportar el daño que se le ha producido
(antijuridicidad objetiva)”.

El art. 514 del Código Procesal Civil establece un plazo de caducidad de tres
meses para interponer la demanda, “contados desde que quedó ejecutoriada la
resolución que causó daño”. Las reglas a aplicarse para este tipo de responsabilidad
son, tal como lo prescriben el artículo 515, las de inejecución de las obligaciones,
en cuanto sean aplicables.

Nótese que el auxiliar jurisdiccional puede incurrir en responsabilidad. Así


por ejemplo lo prevé el segundo párrafo del artículo 376 del Código Procesal Civil,
cuando regula que:

“el secretario de juzgado enviará el Expediente al superior dentro de cinco


días de concedida la apelación o adhesión, en su caso, bajo responsabilidad” (el
subrayado es mío).

En este caso, se está haciendo alusión a la responsabilidad disciplinaria. Sin


embargo, no veo inconveniente alguno para que, respecto de este supuesto de
hecho, también se responsabilice civilmente al auxiliar jurisdiccional y al Estado, ex
art. 1981 c.c.

Un sector de la doctrina afirma que “en la medida que el Estado pierda


muchos procesos se incentivará a poner mayor interés en mejorar el funcionamiento
de la administración de justicia”. Ello será cierto en la medida que el Estado no sólo
pierda muchos procesos sino, como veremos, haga efectivo el pago de las
pretensiones resarcitorias en los procesos que pierda (Espinoza, 2007, pp. 631-
633).
4.3. Factibilidad del pago de las indemnizaciones por los daños que causa
el Estado.

Sin embargo, nos encontramos frente a un grave problema cuando se


pretende ejecutar el mandato de resarcimiento por el daño causado. En efecto, la
Ley N° 26599, del 24.04.96, que modificó el art. 648 c.p.c, aumentando un inciso
que establecía, a la par de la embargabilidad de los bienes del Estado, que “las
resoluciones judiciales o administrativas, consentidas o ejecutoriadas que
dispongan el pago de obligaciones a cargo del Estado, sólo serán atendidas con las
partidas previamente presupuestadas del sector al que corresponda”. Esta ley fu
declarada inconstitucional por sentencia del Tribunal Constitucional, publicada el
07.03.97, por cuanto, al no distinguir los bienes del dominio público de los bienes
del dominio privado que corresponden al Estado, se conferiría a estos últimos
“aquella inmunidad que la Constitución otorgó únicamente a los bienes de dominio
público”. Curiosamente, el mismo día que se publicó esta sentencia, también se
publicó la ley N° 26756, de la misma fecha cuyo art. 1 ordena la constitución de
una comisión encargada de proponer al Congreso un proyecto de ley de bienes del
Estado, en la que se determine los que pueden ser materia de embargo y los
procedimientos a seguir en el caso de embargos de un bien del Estado.

Mediante Resolución Defensorial N° 062-98/DP, de fecha 26.10.98, el


Defensor del Pueblo ha aprobado el Informe Defensorial sobre “Incumplimiento de
Sentencias por parte de la Administración Estatal”, elaborado por la Defensoría
Especializada en Asuntos Constitucionales. Se ha comprobado que algunas
entidades estatales han vulnerado los art. 2, inc.2 y 139, inc. 3, de la Constitución,
que consagran los derechos a la igualdad ante la ley, el debido proceso y a la tutela
jurisdiccional; así como la prohibición establecida en el art. 139. Inc. 2 de la
Constitución, según la cual ninguna autoridad puede retardar la ejecución de
sentencias. Frente a la afirmación de que, en aplicación del principio de legalidad
presupuestaria, no pueden efectuarse no programados en el ejercicio, al no estar
dotados de la respectiva asignación presupuestaria, el citado informe contesta que,
“este aparente conflicto con el derecho a la tutela judicial efectiva no es insalvable,
ya que siendo deber primordial de toda entidad pública respetar los derechos
constitucionales, resultaría incompatible con el Estado de Derecho que el
cumplimiento de la sentencia quede supeditado a la voluntad o discrecionalidad del
propio obligado. Ello simplemente desnaturalizaría la esencia y respeto que
corresponde al Poder Judicial”. Máxime, cuando existen dispositivos como la Ley de
Gestión Presupuestaria del Estado, que permite efectuar modificaciones
presupuestarias a través de créditos suplementarios, habilitaciones o trasferencias
de partidas, autorizadas por ley; o mediante la anulación por el titular del pliego, al
interior del presupuesto de una determinada institución, de las actividades y
proyectos no prioritarios, con el fin de satisfacer los montos ordenados por las
sentencias.

En atención a lo anteriormente expuesto se exhorta a los jueces que conocen


procesos en que se ejecutan las sentencias a:

1. Formular la denuncia correspondiente ante el Ministerio Publico contra


aquellos funcionarios que incumplen mandatos judiciales.

2. Evaluar la posibilidad de embargar, ante la renuencia al cumplimiento, los


recursos presupuestarios destinados a actividades y proyectos no prioritarios
de la entidad ejecutada; así como los bienes que tengan un notorio carácter
de bienes de dominio privado, de acuerdo a los criterios expuestos por la
sentencia del Tribunal Constitucional en la acción de inconstitucional
interpuesta contra la ley N° 26599, según la cual sólo son inembargables los
bienes del Estado de dominio público, al amparo de las facultades que
concede el art. 138 de la Constitución.

En una mala señal, el Ejecutivo, a través del Decreto de Urgencia N° 019-


2001, del 11.02.01, establece en su art. 1, que “los depósitos de dinero existentes
en las cuentas del Estado en el Sistema Financiero Nacional, constituyen bienes
inembargables”. Frente a ello, mediante Sentencia del Tribunal Constitucional del
15.03.01, se declara inconstitucional, conjuntamente con la Ley N° 26597 a la
Disposición Transitoria Única de la Ley N° 26756. Sobre el particular, el órgano
colegiado afirmó que:

“Respecto de la petición ampliatoria formulada por la entidad demandante


por escrito del veinte de marzo de mil novecientos noventa y siete y mediante la
cual solicita que, por conexión, se declare inconstitucional la Ley 26756, del siete
de marzo de mil novecientos noventa y siete, debe tenerse presente que dicha ley,
en la medida en que, según acertadamente lo señala el demandante, no respeta la
vigencia constitucional y los alcances de la sentencia de este Tribunal
Constitucional, de fecha treinta de enero de mil novecientos noventa y siete, que
declaró inconstitucional el artículo 1 de la Ley N° 26599, es igualmente
inconstitucional. Por lo demás, este tribunal se encuentra obligado, en virtud del
artículo 38 de su propia Ley Orgánica N° 26435, a pronunciarse en tal sentido”

Sin embargo, la burla del Ejecutivo continúa, por cuanto, al día siguiente de
la publicación en el diario oficial de esta sentencia, o sea el 12.05.01, se publica en
el diario oficial de esta sentencia, o sea el 12.05.01, se publica el Decreto de
Urgencia N° 055-2001, del 11.05.01. En efecto, en uno de los considerandos, se
observa que:

“La situación de necesidad de pago, puede generar el colapso de la economía


nacional, al verse el Estado obligado al cumplimiento de obligaciones que no puede
asumir en forma inmediata, por lo que se encuentra en una situación extraordinaria
e imprevisible (¿caso fortuito?) Que pone en riesgo la economía del país y de las
finanzas públicas” (el comentario entre paréntesis es mío).

Ello lleva a regular, en el art. 1, que, “los recursos públicos no pueden ser
destinados a fines distintos de los que establece la Ley, incluyendo aquellos
depositados en las cuentas de las entidades del Sistema Financiero nacional, bajo
responsabilidad”. El art. 2 precisa que las entidades del Sector Público pagarán sus
obligaciones por concepto de indemnización, “siempre que hubiere disponibilidad
para tal fin”. Para paliar esta situación, se establece la previsión de “fondos
necesarios para la atención progresiva” de la víctima o sus deudos (art. 3) y la
promesa (incumplida por segunda vez), de publicar “un proyecto de ley que
establezca los bienes que son de dominio público” (art. 4).

El inciso 8 de la primera disposición transitoria de la Ley N°27584, que regula


el procedimiento contencioso administrativo, del 06.12.01, establece que, a partir
de la vigencia de dicha ley, quedan derogados “la Ley N°26756, el Decreto de
Urgencia N°019-2001 y los arts. 2,3 y 6 del Decreto de Urgencia N°055-2001” y la
tercera disposición final de esta ley establecía que la ley entraría en vigor a los
treinta días naturales siguientes a su publicación en el diario oficial. Sin embargo,
con el art. 1 del Decreto de Urgencia N° 136-2001, del 20.12.01, se amplió este
plazo a ciento ochenta días. La Ley N° 27684 del 15.03.02 en su art. 4 ha derogado
este último Decreto de Urgencia. Así mismo esta Ley (que entró en vigencia el
17.03.02) ha establecido, en su art. 5 que la Ley N° 27584 entrará en vigencia a
los treinta días “posteriores de dicha publicación”. El art. 2 trastoca las coordenadas
normativas fijadas anteriormente, al imponer lo siguiente:

“Retirase el inciso 8) de la Primera Disposición Derogatoria de la Ley N°


27584 y en consecuencia declárese la plena vigencia de la Ley N° 26756, con
excepción de la Disposición Transitoria Única, declarada inconstitucional mediante
sentencia del Tribunal Constitucional del 15 de marzo del año 2001; del Decreto de
Urgencia N°019-2001 y del Decreto de Urgencia N°055-2001 con excepción de los
artículos 2,3 y 5 que quedan derogados”.

En su momento, mediante resolución Defensorial N°009-2002/DP, del


06.03.02, la Defensoría del pueblo exhorto al Presidente del Consejo de Ministro a
promover la derogación de los Decretos de Urgencia N°136-2001, 019-2001 y 005-
2001.
Asimismo, se debe de tener en cuenta que el artículo 1 de la Ley N°27684,
ha modificado el artículo 42 de la Ley N°27584, en los siguientes términos:

“Las sentencia en calidad de cosa juzgada que ordenen el pago de suma de


dinero, serán atendidas única y exclusivamente por el Pliego Presupuestario
en donde se generó la deuda, bajo la responsabilidad del Titular del Pliego
Presupuestario, y su cumplimiento se hará de acuerdo a los procedimientos
que a continuación se señalan

42.1 La Oficina General de Administración o la que haga sus veces del Pliego
Presupuestario requerido deberá proceder conforme al mandato judicial y
dentro del marco de las leyes anuales de presupuesto.

42.2 En el caso de que para el cumplimiento de la sentencia el financiamiento


ordenado en el numeral anterior resulte insuficiente, el Titular del Pliego
Presupuestario, previa evaluación y priorización de las metas
presupuestarias, podrá realizar las modificaciones presupuestarias dentro de
los quince días de notificada, hecho que deberá ser notificada, hecho que
deberá ser comunicado al órgano jurisdiccional correspondiente.

42.3 De existir requerimientos que superen las posibilidades de


financiamiento expresadas en los numerales precedentes, los pliegos
presupuestarios, bajo responsabilidad del Titular del Pliego, mediante
comunicación escrita de la Oficina General de Administración, harán de
conocimiento de la autoridad judicial su compromiso de atender tales
sentencias en el ejercicio presupuestario siguiente, para lo cual se obliga a
destinar hasta el tres por ciento (3%) de la asignación presupuestal que le
corresponda al pliego por la fuente de recursos ordinarios. El Ministerio de
Economía y Finanzas y la Oficina de Normalización Previsional, según sea el
caso, calcularan el tres por ciento (3%) referido en el párrafo precedente
deduciendo el valor correspondiente a la asignación para el pago de servicio
de la deuda pública, la reserva de contingencia y las obligaciones
previsionales.

42.4 Transcurridos seis meses de la notificación judicial sin haberse iniciado


el pago u obligado al mismo de acuerdo a alguno de los procedimientos
establecidos en el numeral 42.1, 42.2 y 42.3 precedente, se podrá dar inicio
al proceso de ejecución de resoluciones judiciales previsto en el artículo 713
y siguientes del Código Procesal Civil. No podrá ser materia de ejecución los
bienes de dominio público conforme al art. 73 de la Constitución Política del
Perú.

Posteriormente, con el D.S. N° 175-2002-EF, del 16.11.02, se han precisado


disposiciones de carácter presupuestal y administrativo para la atención de
obligaciones de dar sumas de dinero a cargo del Estado.

Con la nueva normatividad, lejos de aplicarse el (ya superado) principio the


king can do not wrong, se está cumpliendo (parafraseando una común expresión
criolla) el dicho que “el estado no tiene pierde”. Este episodio llama a la reflexión
respecto de que en un Estado que no cumple con la obligación de indemnizar a sus
propios ciudadanos a los cuales, ha causado daño, es un Estado que carece de
autoridad moral para cobrarlas cuando sus propios ciudadanos lo dañan. No se
olvide que el mejor magisterio es el ejemplo. Por ello el operador jurídico debe estar
particularmente atento a la normatividad actual, la cual refleja un panorama no
muy alentador en lo que se refiere al resarcimiento por responsabilidad civil del
Estado. Cuando se configuran errores judiciales en los procesos penales o
detenciones arbitrarias, se cuenta con un Fondo que no está activado y en la
hipótesis de la responsabilidad civil de los jueces, no hay un mecanismo formal que
permita acceder a una indemnización inmediata. Sin embargo, a diferencia de los
casos anteriores, la persona dañada por error registral podrá ver satisfechas de
manera efectiva, sus pretensiones resarcitorias. Creo que, para los casos de
responsabilidad civil del Estado, en general, se debe instituir un Fondo real y
efectivo con la finalidad de evitar entrampamientos burocráticos, que no hacen otra
cosa que dejar sin protección al sujeto dañado. Vale decir si no se hace internalizar
al Estado los costos por los daños que ocasiona (se, entiende a través de sus
funcionarios), se estaría creando una política de incentivos para que dichos daños
se sigan produciendo, ya que a la larga quedarán impunes (Espinoza 2007: 634 –
639).

Lectura seleccionada 1

RESPONSABILIDAD POR RIESGO

De Trazegnies, F. (s.f.) Responsabilidad por riesgo. (Disponible en el aula virtual).

Actividad formativa 7

Instrucciones: Luego de haber leído minuciosamente la lectura, elabora un


resumen teniendo en cuenta lo siguiente:

e. Máximo número de líneas: 20.


f. Se tendrá en cuenta la correcta ortografía.
g. Súbela al foro de discusión en formato Word, para recibir la opinión de por lo
menos un compañero.
h. Opina con relación al resumen de un compañero.

TEMA N° 3: ACTUALES SUPUESTOS DE RESPONSABILIDAD CIVIL III.

5. Responsabilidad civil de los profesionales (con particular referencia a


los profesionales médicos).
5.1. ¿La responsabilidad civil del profesional es contractual o extracontractual?
¿Qué vía utilizar en el caso por el ejercicio de la actividad profesional? En
materia de responsabilidad civil médica, se afirma lo siguiente: “puesto que
la lesión de la integridad personal del paciente ocasionada por el médico en
el ejercicio de su actividad profesional configura una hipótesis típica, en la
cual el cruce entre el interés (positivo de prestación) del acreedor a la
correcta ejecución de la prestación y el interés (negativo de protección) a no
ver lesionado el derecho subjetivo a la salud, determina tradicionalmente el
operar de una responsabilidad a doble título, en realidad la jurisprudencia
(italiana) ha elaborado sobre la materia un cuerpo de reglas unitarias, dentro
del cual, la distinción entre la responsabilidad contractual y aquiliana se
esfuma, en realidad la jurisprudencia (italiana) ha elaborado sobre la materia
un cuerpo de reglas unitarias, dentro del cual, la distinción entre la
responsabilidad contractual y aquiliana se esfuma y pierde significado”.
Una autorizada doctrina del análisis económico del Derecho advierte que “un
médico debe cuidar a su paciente de acuerdo con las normas
consuetudinarias de la profesión médica en el área en la que esté ejerciendo.
En virtud de que el dañado y quien lo daña se encuentran en una relación
de comprador – vendedor, quienes pueden dañar (los médicos) tienen un
incentivo independiente de la ley para proveer el nivel de cuidado que las
víctimas potenciales estén dispuestas a pagar. Adviértase aquí el traslape
entre los principios de negligencia y los del contrato. El médico promete
implícitamente que tratará al paciente con el cuidado acostumbrado entre
los médicos del área. Si no emplea todo ese cuidado, el médico será culpable
de una mala práctica, una negligencia, pero con el mismo comportamiento
habrá violado su contrato con el paciente.
En el formante jurisprudencial nacional, se cuenta con un precedente en el
que, partiendo de la compatibilidad de los dos regímenes en materia de
responsabilidad civil de los profesionales médicos, se adopta la posición de
la opción, aplicándose el art. 1969 c.c. (responsabilidad extracontractual
subjetiva). El caso fue el siguiente: Dionicio Ramos Luza, internó a su menor
hija Lorena en la Clínica Arequipa, la cual presentaba una “tumoración de
parótida y neurofibroma”. El Dr. Víctor Tejada Gutierrez le practico una
intervención y le ocasionó una “paresia facial derecha”, lo cual se comprobó
en el Instituto de Enfermedades Neoplásicas. En primera instancia se
condenó tanto al doctor como a la clínica. En apelación solo se condenó al
doctor como a la clínica. En apelación solo se condenó al doctor, excluyendo
a la clínica y se fija el monto indemnizatorio en ochenta mil nuevos soles.
Con fecha 17.09.98, se declaró que no había nulidad en la Sala Civil de la
Corte Superior de Arequipa, advirtiéndose que existe:
“una zona intermedia e que ambos tipos de responsabilidad se
confunden, es decir, que a consecuencia del incumplimiento del
contrato, surge además la violación del deber genérico de no causar
daño a otro”.

Con ello observamos a un juez más permeable a tutelar efectivamente al


agente dañado y que no se deja seducir (irreflexivamente) frente a modelos
legislativos correspondientes a otra realidad. Ello constituye un ejemplo para
que los operadores jurídicos vean más allá de la literalidad de los dispositivos
legales y se embarquen en nuevos horizontes interpretativos. Esta tendencia
no solo debe ser seguida en materia de responsabilidad civil de los
profesionales. La experiencia comparada nos enseña que “La Convención de
Varsovia de 1929 y la Convención de Bruselas de 1961 sobre el transporte
de pasajeros unifican las acciones de responsabilidad; la Directiva
Comunitaria en materia de productos defectuosos es prevalecientemente
favorable por la responsabilidad extracontractual y en Francia se ha tratado
de acercar los dos sistemas”. Ello nos lleve a reflexionar nuevamente sobre
si resulta justo (o racional) contar con dos sistemas de responsabilidad civil,
cada uno con sus propias reglas, cuando en verdad lo relevante es contar
con un instrumento jurídico que permita al dañado a hacer efectivo su
derecho de indemnización (Espinoza, 2007, pp. 641-643).

5.2. La responsabilidad civil del profesional: ¿responsabilidad subjetiva u objetiva?


Si se sigue el criterio de incompatibilidad entre la responsabilidad contractual
y extracontractual, asumido por el formante legislativo nacional, se llegara
a la conclusión que la responsabilidad civil del profesional, por haber
incumplido una obligación preexistente, es contractual. De ello parte la
preocupación de cierta doctrina de la “existencia de un desequilibrio en la
relación jurídica entablada profesional-beneficiario del servicio”.
En ese sentido, frente a la demanda de Eduardo Oswaldo Heredia Bonilla, en
contra de la Nueva Clínica Villarán y el médico anestesista, doctor Guido Díaz
Vargas, por haberle producido una paraplejia, debido a que se le afecto la
medula al aplicársele la anestesia, la Cuarta Sala de la Corte Superior de
Justicia de Lima (Exp.N°694-96), con fecha 17.10.96, emitido una resolución
cuya máxima es la siguiente:
“La despreocupación por la salud del paciente, con muestras objetivas
de indiferencia e inhumanidad, constituyen una violación de los deberes
médicos configurados en el incumplimiento de los medios y diligencia
adecuados en la asistencia del paciente que fue objeto de una defectuosa
intervención quirúrgica, causante de daños culposamente ocasionados
que configuran la responsabilidad de los demandados de naturaleza
contractual.

No obstante ello, el problema no se agota si opta por la vía contractual, por


cuanto se debe determinar si con el denominado contrato de prestación de
servicios profesionales se incumple una obligación de medios o una de
resultados. En mi opinión, en la prestación de servicios profesionales,
pueden presentarse ambos tipos de obligaciones, y como ya lo había
adelantado, la responsabilidad será subjetiva, cuando la obligación sea de
medios y objetiva, cuando sea de resultado. Un sector de la doctrina sostiene
que, dentro de nuestro sistema jurídico, debe aceptarse la responsabilidad
médica por culpa leve, aplicando para ello el art. 1320 c.c. y “aceptarse la
responsabilidad medica objetiva en los casos donde el avance técnico
científico de la medicina ha logrado dominar una enfermedad o una técnica
de curación”.

Por otro lado, si se opta por la vía de la responsabilidad extracontractual,


surge (también) la duda de aplicar el art.1969 (responsabilidad subjetiva) o
el art. 1970 (responsabilidad objetiva). En este caso, contamos con
precedentes para todos los gustos: Así, en casación, la Sala Civil de la Corte
Suprema de Lima, con fecha 31.10.96, se establece que la operación
practicada por el médico es considerada como actividad riesgosa y que:

“ante la producción de un daño, no es necesario determinar la culpa o


el dolo del agente, pudiéndose afirmar que existe una especie de culpa
virtual por el hecho de la utilización de la actividad riesgosa”

Llama poderosamente la atención el reclamo a la denominada “culpa virtual”,


figura que surgió en la jurisprudencia francesa y que ha sido superada
ampliamente en la actualidad, por cuanto una culpa que se presume y frente
a la cual no cabe demostrar la ausencia de la misma, se convierte según una
feliz expresión acuñada por autorizada doctrina italiana, en un exquisito (e
inútil) “homenaje meramente verbal a la tradición”. Con ello, simplemente
“se disfraza una tentación objetivista que no quiere confesarse”.

En casación, la Sala Civil Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la


República, con fecha 18.09.97, determina que se debe aplicar el art.1969
c.c., por cuanto:

“no se puede atribuir responsabilidad civil a los demandados por el


ejercicio médico diligentemente prestado, por el simple hecho de
considerársele una actividad riesgosa, por otro lado al riesgo al que se
ha sometido la demandante no puede semejarse ser reputada en forma
paralela a las actividades riesgosas o de peligro como son los accidentes
de tránsito u otras similares”.

Lamentablemente, las dos resoluciones en casación son huérfanas de


argumentación y ninguna fundamenta adecuadamente el motivo por el cual
la responsabilidad civil del profesional médico es (o no es) objetiva. A nivel
legislativo, este problema queda zanjado por el art. 36 de la Ley General de
Salud, N° 26842 del 15.07.97, que reconoce una responsabilidad subjetiva
a los profesionales, técnicos y auxiliares en el campo de la salud, al
establecer que:

“son responsables por los daños y perjuicios que ocasionen al paciente


por el ejercicio negligente, imprudente e imperito de sus actividades”

Un sector de la doctrina jurídica argentina observa que, en “el caso de las


obligaciones asumidas por los médicos a las que hemos calificado como de
medios, el interés último que da sentido a la obligación es la curación, alivio
o mejoría del paciente, mientras que le interés primario consiste en la
actividad profesional técnica y científicamente diligente. Basta esta última
para que el deudor quede liberado pues a él no le es exigible el fin último”.

El modelo jurídico que centra la naturaleza de la obligación con prestación


de servicios profesionales médicos en una de medios es, sin lugar a dudas,
discutible, por cuanto, incluso, una cirugía estética (que debería estar
sometida bajo responsabilidad objetiva, en cuanto lleva ínsita la realización
de un resultado), quedaría regulada bajo los principios de responsabilidad
subjetiva. Ello, independientemente de la posibilidad que se configure una u
otra responsabilidad para otras profesiones, será un verdadero reto para los
operadores jurídicos que deberán interpretar las “coordenadas” establecidas
por el legislador. Así, por ejemplo, en la experiencia jurídica italiana, “la
opinión prevaleciente excluye del grupo de las actividades peligrosas a las
intervenciones médico – quirúrgicas; pero la solución contraria seguramente
debe admitirse cuando sean utilizados instrumentos dotados de intrínseca
peligrosidad (como, por ejemplo, los radioactivos). También es calificada
como peligrosa la experimentación humana”. Aunque a nivel administrativo,
la Comisión de Protección al Consumidor, mediante Resolución Final N° 169-
2002-CPC, del 06.03.02, ha precisado que:

“En el caso de prestación de servicios de cirugía estética, o aquellos en


los cuales se realizan intervenciones en el cuerpo humano destinadas a
su embellecimiento, un consumidor razonable si espera que al solicitar
dichos servicios se le asegure un resultado, el cual no solamente es
previsible, sino que constituye el fin práctico por el cual se han
contratado dichos servicios. Es así que un consumidor razonable
considerará cumplida la obligación, cuando se haya logrado el resultado
prometido por el médico o la persona encargada. En este supuesto
particular el parámetro de la debida diligencia es irrelevante a efectos
de la atribución o no de la responsabilidad objetiva del proveedor, pero
será tenido en cuenta para graduar la sanción” (el subrayado es mío).

Esta posición ha sido confirmada por la Sala de Defensa de la Competencia


del Tribunal de Defensa de la Competencia de la Propiedad Intelectual del
INDECOPI, en la Resolución N° 0066-2003/TDC-INDECOPI, del 14.03.03, en
el cual se establece que:

“si bien un consumidor razonable entenderá, a falta de estipulación


expresa, que la obligación de un médico es de medios, ello no impide
que un profesional médico pueda ofrecer o acordar con un consumidor
determinados resultados, siendo en este caso responsable por la falta
de cumplimiento. En este caso, el consumidor deberá demostrar que se
le ofreció un resultado determinado y no solo un tratamiento.
Sin perjuicio de lo anterior, la Sala considera que la expectativa de un
consumidor razonable variará en caso de que el servicio ofrecido por el
médico no fuese el tratamiento de una enfermedad, sino una operación
de cirugía estética dirigida a mejorar el aspecto de una persona con un
rostro o figura normal.
En este caso, el consumidor no acude al médico para que le brinde un
tratamiento dirigido a curar una enfermedad, sino a obtener una mejora
concreta en su aspecto físico”.

Este criterio se afinó con la Resolución Final N° 401-2003-CPC, del 09.04.03,


de la Comisión de Protección al Consumidor, en la que se establece lo
siguiente:

“debe recordarse que, en anteriores pronunciamientos, la Comisión ha


diferenciado la prestación de aquellos servicios médicos que involucran
una obligación de medios con aquellos que involucran una obligación de
resultados. Así la expectativa que tenga el consumidor del servicio
brindado, dependerá fundamentalmente del tipo de obligación al que se
encuentra sujeto el profesional médico, aplicándose esta de la siguiente
forma:
i. Servicio médico sujeto a una obligación de medios: en este caso, un
consumidor razonable tendrá la expectativa que durante su
prestación no se le asegurará un resultado, pues este no resulta
previsible; sin embargo, sí esperará que el servicio sea brindado con
la diligencia debida y con la mayor dedicación, utilizando todos los
medios requeridos para garantizar el fin deseado.
ii. Servicio médico sujeto a una obligación de resultados: en este caso,
un consumidor razonable espera que al solicitar dichos servicios se le
asegure un resultado, el cual no solamente es previsible, sino que
constituye el fin práctico por el cual se han contratado dichos
servicios. Es así que un consumidor razonable considerará cumplida
la obligación, cuando se haya logrado el resultado prometido por el
médico o la persona encargada. En este supuesto, el parámetro de la
debida diligencia es irrelevante a efectos de la atribución o no de la
responsabilidad objetiva del proveedor, pero será tenido en cuenta
para graduar la sanción”

En verdad, discutir la clasificación de las obligaciones de los profesionales


(así como cualquier tipo de ellas) como de medios o de resultado es un falso
problema: si el parámetro (establecido por ley) es la diligencia ordinaria,
definitivamente el estandard en el caso de la cirugía estética –como en otros-
deberá ser mucho más elevado, por ejemplo, en el caso de un tratamiento
médico de una persona con una enfermedad terminal, en la cual la medicina
no ha dado una cura definitiva. En cambio, si el cirujano se compromete a
lograr una nariz respingada, las expectativas del paciente están
razonablemente dirigidas a dicho resultado y la diligencia del cirujano deberá
ser acorde a lo prometido. Nótese que las obligaciones del médico no se
agotan solo en la intervención quirúrgica, si no en el tratamiento
posoperatorio (Espinoza, 2007, pp. 645-650).

5.3. Carga probatoria.

Otra reflexión que merece el episodio que se acaba de comentar es que, no


obstante la carga de la prueba del nexo causal le corresponde al paciente,
en este –como en la mayoría de los casos de responsabilidad médica- el
demandante se encuentra en una notoria situación de desventaja con
respecto al galeno. Por ello no vería inconveniente alguno en aplicar la
causalidad probabilística, por cuanto al profesional médico (dado sus
conocimientos) le resulta más fácil demostrar que ejecutó su obligación
diligentemente o la ruptura del nexo causal (Espinoza, 2007, p. 659).

TEMA N° 4: ACTUALES SUPUESTOS DE RESPONSABILIDAD CIVIL IV.

6. Responsabilidad civil por daño genético.


6.1. La responsabilidad civil por daño genético en la transmisión natural de la
vida.
Un aspecto que debemos destacar como premisa fundamental de nuestro
estudio es que todos los nuevos tipos de daños indemnizables que se vienen
presentando en la doctrina, siendo alguno de ellos objeto de regulación
específica en la legislación comparada, no requieren ser reguladas expresa
y específicamente en legislación especial alguna para que deban ser
jurídicamente indemnizados. Ello es consecuencia de que la responsabilidad
civil, a diferencia de la responsabilidad penal, no se sustenta en el principio
de legalidad o de la tipicidad legal, sino en el principio del daño antijurídico
que hemos explicado anteriormente. Por ello se entiende que el daño
antijurídico, puede ser típico o atípico. Más aún pensamos que la mayor parte
de los daños jurídicamente indemnizables son atípicos, pues son se
encuentran específicamente previstos en un supuesto de hecho jurídico. En
tal sentido el artículo 1969° del Código Civil peruano con una fórmula amplia
y genérica señala que aquel que por dolo o culpa causa un daño a otro está
obligado a indemnizarlo y, por su parte, el artículo 1970° establece que aquel
que mediante un bien riesgoso o peligroso, o por el ejercicio de una actividad
riesgosa o peligrosa, causa un daño a otro, está obligado a repararlo. Esta
premisa conceptual es fundamental en nuestro estudio justamente por
tratarse el daño genético de un daño injusto atípico, que no requiere para
ser relevante e indemnizable jurídicamente el que se encuentre previsto
específicamente en un supuesto de hecho jurídico, subsumiéndose
perfectamente en alguna de las dos normas genéricas antes mencionadas.

Pues bien, como es lógico, para poder entender el concepto de


responsabilidad civil por daño genético es necesario examinar como segundo
paso cuándo estamos en presencia de un daño genético. El daño genético de
acuerdo a la doctrina puede ser de dos clases: o es trasmitido o causado por
los padres, o es causado por los responsables de la aplicación de las técnicas
de reproducción humana asistida. Dicho de otro modo, el daño genético
puede ser consecuencia de la procreación natural o de la procreación
humana asistida, es decir, puede ser responsabilidad civil por trasmisión
natural de la vida y responsabilidad civil por la trasmisión de la vida humana
mediante el empleo de técnicas de fertilización asistida.

¿Pero que es el daño genético? ¿En qué consiste? ¿Cuándo podemos hablar
de daño genético? Como lo señala LIDIA NOEMÍ MAKIANICH DE BASSET se
considera daño genético, a los efectos de este estudio, a aquellas taras
producidas por la mutación de novo de un gen o cromosoma, desvinculada
de todo factor hereditario (daño genético no hereditario), así como aquellas
otras, provenientes del patrimonio genético de los progenitores
vehiculizadas a través de la trasmisión de la herencia (daños genéticos
hereditarios). A la primera especie se puede añadir, aunque no sean
genéticos hereditarios). A la primera especie se pueden añadir, aunque no
sean genéticos, los daños congénitos o prenatales, que son lo que se
producen entre la fecundación y el alumbramiento y que desde este
particular punto de vista, se comportan como género dentro del cual aquellos
son la especie. Queda claro, en consecuencia, que el daño genético puede
ser hereditario como no hereditario.

Siendo esto así, corresponde ahora examinar la posibilidad de una


responsabilidad civil por daño genético, consecuencia de las trasmisión
natural de la vida. Nos enfrentamos a uno de los problemas más serios y
controvertidos de la responsabilidad civil por daño genético, existiendo
diferentes opiniones sobre el particular. Una primera que podríamos
denominar “tesis positiva” que entiende que esta responsabilidad civil es
posible, dentro de ciertas limitaciones, y una segunda que denominaremos
“tesis negativa”- que considera que es absurdo e imposible condenar a los
padres a una responsabilidad civil por daño genético consecuencia de la
procreación natural.

El antecedente más famoso en materia de daño genético consecuencia de la


procreación natural lo constituye, una célebre sentencia del Tribunal de
Piacenza de 1950 que reconoció al hijo, afectado de sífilis hereditaria, el
derecho a un especial resarcimiento en contra de sus padres, reputados
civilmente responsables por haber engendrado a pesar de conocer la dañosa
trasmisión que sobrevendría. Como ya se ha mencionado anteriormente,
esta celebre sentencia de 1950 dio lugar a una gran controversia y a la
elaboración de las dos teorías antes mencionadas.

Los argumentos de la tesis negativa son los siguientes.

a. La infelicidad de las deficiencias heredadas quedaría compensada con el


bien de la vida recibida.
b. Se discute la posibilidad de encontrar la antijuridicidad en el acto
procreador de los padres.
c. El Estado no puede intervenir en la vida privada de las personas,
prohibiendo relaciones sexuales entre quienes sufren enfermedades
infecciosas o hereditarias.
d. La procreación como evento singular no se encuentra expresamente
considerada por la ley, pues se entiende que la misma viene a constituir
el resultado de una actividad totalmente libre.

Por el contrario, los argumentos de la tesis positiva, que admite la posibilidad


de un daño indemnizable en el caso de procreación natural, con los
siguientes.

a. No se trata de establecer si el daño es antijurídico o no, pues no se puede


sostener la idea que la actividad de mantener relaciones sexuales entre
los padres sea ilícita, pero no existe duda alguna que, a pesar de ello, se
trata de un daño injusto que el concebido no ha tenido por qué sufrir.
Para este argumento específico el concepto del daño injusto permite
argumentar la posibilidad de una responsabilidad civil extracontractual
respecto de los padres, a pesar de existir de por medio una actividad
lícita. Por ello se argumenta diciendo que la teoría de responder no es en
realidad la teoría del acto ilícito, sino la del acto dañoso.
b. La responsabilidad civil de los padres por daño genético sería viable si
los padres hubieran procreado el hijo conociendo la sustancial gravedad
de la trasmisión de afecciones hereditarias o infecciosas que
sobrevendría. Es decir, no debe permitirse que un daño sufrido por la
culpa o el dolo de los padres sea considerado como un daño sufrido por
el ejercicio regular de un derecho. El factor atributivo de la culpa es
esencial en esta especial responsabilidad de los padres. Dicho en otros
términos la responsabilidad civil de los padres por daños genéticos a sus
hijos se fundamentaría en el sistema subjetivo de responsabilidad civil
extracontractual, en cuyo caso sería necesaria la presencia del dolo o la
culpa de los padres. Por el contrario, si los padres no conocían o no
pudieron conocer la posibilidad del daño genético, no habría
responsabilidad de ninguna clase.
c. Como tercer y último argumento, se dice que la responsabilidad civil por
daño genético consecuencia de la procreación natural es socialmente
adecuada a los fines de una procreación humana concretada dentro de
un comportamiento responsable, brindando la necesaria protección
jurídica a la persona que nace.
d. Desde nuestro punto de vista la responsabilidad civil de los padres por el
daño genética consecuencia de la trasmisión natural es totalmente
legítima, pues no nos parecen convincentes en absoluto los argumentos
de la tesis negativa. El plantear una responsabilidad civil contra los
padres por daño genético no significa en modo alguno intervenir o
ingresar peligrosamente en la privacidad de los padres. Lo que se trata
es únicamente de velar por el bienestar de los hijos. La procreación debe
ser producto de un comportamiento responsable. Si por la misma se
causa un daño, no encontramos ningún obstáculo de orden doctrinario o
legar para impedir una pretensión de responsabilidad civil
extracontractual, pues se presentan todos los supuestos de la misma:
Nadie puede negar que mantener relaciones sexuales es una actividad
totalmente licita, pero no se puede admitir que como fruto de las mismas
puedan procrearse irresponsable te seres humanos con taras. No se
puede negar que en dichos casos exista un daño, que la víctima ha tenido
que soportar o sufrir.
En tal sentido no existe duda alguna, desde nuestro punto de vista, que
cuando los padres han trasmitido una enfermedad hereditaria o infecciosa a
sus hijos por trasmisión natural de la vida, nos encontramos obviamente
frente a un supuesto de daño jurídicamente indemnizable. No cabe tampoco
discusión respecto de la comprobación del mismo daño y menos aún sobre
la relación de causalidad adecuada. Es decir, se presentan todos los
supuestos de la responsabilidad civil extracontractual.

Obviamente, la misma deberá entenderse bajo el sistema subjetivo de


responsabilidad civil, para lo cual deberá acreditarse la culpa o el dolo de los
padres, los mismos que serán responsables en la medida que hubieran
conocido o hubieran podido conocer el daño genético que se podría causar.
En caso que los padres no hubieran tenido ninguna posibilidad de conocer la
trasmisión del daño genético, resulta evidente que no se podrá plantear la
posibilidad de una pretensión indemnizatoria. Sería también absurdo
encuadrar esta responsabilidad dentro del sistema objetivo del riesgo. En
nuestro concepto esta responsabilidad tiene que fundamentarse
necesariamente en la noción de culpa, pues de lo contrario se llegaría a
resultados totalmente absurdos, inconvenientes y sumamente peligrosas. No
existe ninguna posibilidad de entender esta responsabilidad de, los padres
dentro de un sistema objetivo.

De otro lado, nos parece inmoral, por decir lo menos, el argumento que
utiliza la tesis negativa en el sentido que la infelicidad de las deficiencias
heredada quedaría compensada con el bien de la vida recibida. Se trata de
un argumento que no tiene ningún valor ético ni jurídico, desde nuestro
punto de vista. Habría que preguntarle en todo caso a las persona nacidas
con taras o enfermedades trasmitidas por herencia si es justo o injusto que
sus padres, sabiendo de la posibilidad de la trasmisión, los hubieran
procreado (Taboada, 2005, pp. 118-124).

Lectura seleccionada Nº 2

LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ABOGADO

Espinoza, J. (s.f.) La responsabilidad civil del abogado. Disponible en el aula


virtual.

Actividad formativa Nº 8

Instrucciones: Luego de haber leído minuciosamente “la responsabilidad civil del


abogado” ” realice un comentario teniendo en cuenta lo siguiente:

a. Máximo número de líneas: 20.


b. Se tendrá en cuenta la correcta ortografía.
c. Súbela al foro de discusión en formato Word, para recibir la opinión de por lo
menos un compañero.
d. Opina con relación al resumen de un compañero.

Glosario de la unidad IV

 Arrendatario, ria. adj. y s. Que toma algo en arrendamiento.


 Imprudencia. El sujeto hace más de lo debido.
 Leasing. (voz i.) m. Operación financiera que consiste en el alquiler de los
bienes necesarios con opción a comprarlos al final del contrato de
arrendamiento.
 Locador, ra. m. y f. amer. Persona que arrienda algo, arrendador.
 Negligencia. El sujeto hace menos de lo que debe.

Bibliografía de la unidad IV

Espinoza, J. (2007). Derecho de la responsabilidad (5ta. ed. Corregida). Lima, Perú:


Gaceta Jurídica S.A.

Taboada, L. (2002). Nulidad del Acto Jurídico (2da. ed.). Lima, Perú: Editora Jurídica
Grijley E.I.R.L.

Autoevaluación Nº 4

Lea con atención, las siguientes afirmaciones, luego asigne dentro de los paréntesis
una letra “V “si es verdadera o una letra “F “si es falsa. A cada respuesta correcta
se le asignará 2 puntos.

1. La conducta de los conductores se toma como un medidor de la responsabilidad,


a afectos de la cuantificación del daño y no como factor de atribución. ( )
2. El parámetro para determinar si un producto es defectuoso está en función de la
seguridad que debe tener frente a los consumidores que lo utilizan o, como
establece nuestra legislación, de “la seguridad a que las personas tienen derecho”.
( )
3. La responsabilidad es extracontractual, (En el caso que el órgano, representante
o dependiente genere un daño) aplicándose el art. 1981 c.c., se generará (de
manera solidaria) la responsabilidad directa del agente y al mismo tiempo, la
responsabilidad (mal denominada “indirecta”) de la persona jurídica (que es
directa; pero por hecho de tercero). ( )
4. El Código Procesal Civil regula, de manera más enfática que la ley Nº 24973, que
el juez es civilmente responsable cuando en ejercicio de su función jurisdiccional
causa daño a las partes o a terceros al actuar solo con dolo, sin perjuicio de la
sanción administrativa o penal que merezca. ( )
5. El análisis económico del Derecho advierte que “un médico debe cuidar a su
paciente de acuerdo con las normas consuetudinarias de la profesión médica en el
área en la que esté ejerciendo. En virtud de que el dañado y quien lo daña se
encuentran en una relación de comprador – vendedor, quienes pueden dañar (los
médicos) tienen un incentivo independiente de la ley para proveer el nivel de
cuidado que las víctimas potenciales estén dispuestas a pagar.
( )
6. Manuel Augusto Olaechea nos dice: “La culpa aquiliana o el cuasidelito traduce
una especie de pecado jurídico. Esta concepción subjetivista domina en el curso
de los siglos. Realiza una confusión entre los puntos de vista penal y civil, y es
verdaderamente arcaica en una época como la actual en que el problema de la
responsabilidad no puede ser una simple cuestión de conciencia sino también de
orden económico”; y termina con una declaración tajante que es casi una
proclama: “No concibo el sistema tradicional. Entiendo menos la lucha para
sostenerlo. Este tema no es social, ni cristiano, ni justo”
( )
7. Si se sigue el criterio de incompatibilidad entre la responsabilidad contractual y
extracontractual, asumido por el formante legislativo nacional, se llegara a la
conclusión que la responsabilidad civil del profesional, por haber incumplido una
obligación preexistente, es contractual. ( )
8. la carga de la prueba del nexo causal le corresponde al paciente, en este –como
en la mayoría de los casos de responsabilidad médica- el demandante se
encuentra en una notoria situación de ventaja con respecto al galeno.
( ).
9. El daño genético de acuerdo a la doctrina puede ser de dos clases: o es trasmitido
o causado por los padres, o es causado por los responsables de la aplicación de
las técnicas de reproducción humana asistida. ( )
10. Un sector de la doctrina nacional ha propuesto el seguro obligatorio de
responsabilidad civil del abogado. ( )

ANEXO Nº1

Respuestas de la Autoevaluación de la Unidad I


Número Respuesta
1 V
2 F
3 V
4 F
5 F
6 V
7 V
8 F
9 V
10 F

Respuestas de la autoevaluación de la Unidad II


Número Respuesta
1 F
2 F
3 F
4 F
5 V
6 F
7 F
8 F
9 V
10 F

Respuestas de la Autoevaluación de la Unidad III


Número Respuesta
1 F
2 V
3 V
4 V
5 V
6 V
7 V
8 F
9 V
10 V

Respuestas de la autoevaluación de la Unidad IV


Número Respuesta
1 V
2 V
3 V
4 F
5 V
6 V
7 V
8 F
9 V
10 V

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