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LA SENCILLEZ DEFINICION:

La sencillez, es el valor de ser humildes y empáticos con la gente, sin


importar los títulos profesionales o el reconocimiento que se tenga ante
otros.
El valor de la sencillez, nos permite ser conscientes de que otros merecen
nuestro respeto y buen trato, sin importar nuestro estatus social o
prestigio social.
A muchas personas simplemente se les sube el ego y la superioridad
cuando están en un grado de educación o conocimiento en comparación a
otros… Olvidando que a fin de cuentas todos merecemos respeto.

La sencillez es la gracia que tenemos con otros para entablar relaciones


interpersonales, sin discriminar a ninguna persona

ACTIVIDAD ABRIL 2017:

1. Cada profesor deberá, leer a sus alumnos uno de los cuentos de


Sencillez, dispuesto en el Anexo 1.-

2. Luego de dar lectura al cuento debe guiar a los alumnos a que


puedan reflexionar respecto del la sencillez, el cuento entregado y los
conceptos proporcionados por el docente jefe.

a. ¿Qué es para ti la sencillez?.-


b. ¿Cómo vivimos la sencillez día a día?.-
c. ¿Cómo expreso mi sencillez con mis amigos, familia y
comunidad?.-

3. En conjunto los alumnos deberán crear un collage, con las


siguientes características:
a. Frase alusiva a la sencillez como titulo o encabezado.-
b. Imágenes que inspiren sencillez.-
c. Ofrenda de sencillez para el mes.-
ANEXO 1

LAS MOSCAS: De un panal se derramó su deliciosa miel, y las


moscas acudieron ansiosas a devorarla. Y era tan dulce que no podían
dejarla.
Pero sus patas se fueron prendiendo en la miel y no pudieron alzar el vuelo
de nuevo. Ya a punto de ahogarse en su tesoro, exclamaron:
– ¡Nos morimos, desgraciadas nosotras, por quererlo tomar todo en un
instante de placer!
Toma siempre las cosas más bellas de tu vida con serenidad, poco a poco,
para que las disfrutes plenamente. No te vayas a ahogar dentro de ellas.

EL PEQUEÑO ABETO: Érase una vez un pequeño abeto. Solo, en


el bosque, en medio de los demás árboles cubiertos de hojas, el sólo tenía
agujas, nada más que agujas. El siempre se quejaba de que todos los
demás tenían hermosas hojas verde, una noche deseo tener hojas de oro
para poder dar envidia a los demás. A la mañana siguiente se despertó
cubierto de las hojas que tanto había deseado y se puso loco de contento,
todos sus vecinos se pusieron a comentar lo guapo que estaba con sus
hojas de oro. Un ladrón que estaba por el bosque lo oyó y esa misma noche
fue y le arrancó las hojas sin dejar ni una. A la mañana siguiente
el abeto se vio y se puso a llorar desconsolado y a pensar que lo mejor era
que hubiese pedido sus hojas de cristal bien brillante. A la mañana
siguiente el abeto estaba resplandeciente, su deseo se había cumplido y en
todo el bosque no se hablaba de otra cosa. Pero esa noche hubo una
tempestad y el viento sacudió las hojas con tal fuerza que todas se
rompieron y el pequeño abeto volvió a pasar mal rato. Pensó que lo que de
verdad quería era tener hojas de un bonito color verde, igual que sus
vecinos y al igual que los días anteriores cuando amaneció tenía las hojas
más verdes de todo el bosques y su vecinos le felicitaron, sólo había un
problema, como el abeto era muy pequeño y una cabra y sus hijos
acertaron a pasar por allí y se comieron todas sus hojas. El pequeño abeto,
desnudo, frío y triste lo único que deseaba era ser como
siempre había sido, al día siguiente se despertó con sus agujas y su
aspecto habitual. Nada mas verse se puso contentísimo y se echo a reír y a
llamar a sus vecinos que se alegraron mucho de verle tan feliz. A partir de
entonces el pequeño abeto no volvió a quejarse de su suerte.
EL ALUMNO MISTERIOSO: Era una tarde fría, acosada por la
brisa y las grandes gotas de agua que arrojaba el cielo y ahí estaba Nito,
sentado sobre una piedra, tratando de memorizar los números de la
pizarra a través de la ventana.
Cada vez que lo observaban, muchos de los niños se preguntaban que
hacía ahí sentado, pero nadie se preguntaba adónde iba después de que
terminaran las clases.
Pasaban las semanas y Nito no se despegaba de los cristales. Los
profesores continuaban con su clase y simplemente lo observaban de vez
en cuando, a lo que el pequeño contestaba sonriendo, pues a pesar de todo
era feliz.
Cuando los niños salían al descanso, Nito deseaba poder correr con los
demás, pero era imposible desde el otro lado de la verja del colegio.
Además había un inconveniente, los niños nunca hubieran querido
acercarse a alguien como Nito, un pequeño con los zapatos viejos y los
pantalones remendados.
La tarde del seis de abril, Lucía, la profesora de geografía, escribió en la
pizarra una pregunta pero nadie respondía. Nito trataba de hablar a través
de la ventana pero no le prestaban atención. Continuó insistiendo hasta
que la profesora abrió la ventana.

- Hola. ¿Te puedo ayudar en algo?- le preguntó Lucía.


- Es que yo sé la respuesta – respondió Nito con voz tímida-
- ¿Sí? Adelante entonces.

La respuesta de Nito sorprendió muchísimo a Lucía. ¿Cómo era posible


que ese niño al que veía a diario a través de la ventana supiese la
respuesta mientras que ninguno de los niños que asistían a su clase había
sido capaz?
Al día siguiente, en clase de geografía, Lucía vio que el niño no estaba en la
ventana. Preguntó a los demás si lo habían visto pero nadie supo decirle
qué había pasado con él, por eso decidió salir a buscarlo al terminar las
clases.
En el pueblo una anciana le señaló un descampado donde solía ver a unos
niños jugando, pensando que quizá ahí estaría Nito.
Cuando Lucía llegó a la cancha, sonrió al verle. Ahí estaba, tratando de
hacer algo que a ella le costaba creer; Nito les estaba explicando a los
demás lo que ella enseñaba en clase.
Y lo más interesante era la manera en que lo hacía: utilizando pedazos de
cartón y viejos atlas con las páginas medio rotas.
Lucía, dejó salir sus lágrimas mientras se sentía orgullosa de lo que hacía
el pequeño, que por otro lado era completamente admirable.
Nito la vio y se acercó a ella tímidamente:
- Hola profesora, ¿le puedo ayudar en algo?

Ella contestó con los ojos llenos de lágrimas:


- ¿Me permite estar en su clase pequeño profesor?

EL RATÓN CAMPESTRE Y EL CORTESANO


Un ratón campesino tenía por amigo a otro de la corte, y lo invitó a que
fuese a comer a la campiña. Mas como sólo podía ofrecerle trigo y yerbajos,
el ratón cortesano le dijo:

– ¿Sabes amigo, que llevas una vida de hormiga? En cambio yo poseo


bienes en abundancia. Ven conmigo y a tu disposición los tendrás.

Partieron ambos para la corte. Mostró el ratón ciudadano a su amigo trigo


y legumbres, higos y queso, frutas y miel. Maravillado el ratón campesino,
bendecía a su amigo de todo corazón y renegaba de su mala suerte.
Dispuestos ya a darse un festín, un hombre abrió de pronto la puerta.
Espantados por el ruido los dos ratones se lanzaron temerosos a los
agujeros. Volvieron luego a buscar higos secos, pero otra persona
incursionó en el lugar, y al verla, los dos amigos se precipitaron
nuevamente en una rendija para esconderse. Entonces el ratón de los
campos, olvidándose de su hambre, suspiró y dijo al ratón cortesano:

– Adiós amigo, veo que comes hasta hartarte y que estás muy satisfecho;
pero es al precio de mil peligros y constantes temores. Yo, en cambio, soy
un pobrete y vivo mordisqueando la cebada y el trigo, mas sin congojas ni
temores hacia nadie.

Es tu decisión escoger el disponer de ciertos lujos y ventajas que siempre


van unido a congojas, o vivir un poco más austeramente pero con más
serenidad.

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