Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Grupo 2
Puntos 1 y 2
El concepto de familia no tiene una definición unívoca, ni puede considerarse como una institución
social sin historia ni transformaciones continuas, al menos esto sucede con las familias en la sociedad
occidental. Las sociedades caracterizadas, entre otras cosas, por una estabilidad o permanencia en la
organización social provienen de culturas en las cuales el “progreso” científico, económico, tecnológico no se
encuentra entre sus metas. Ejemplo de éstas son las culturas originarias, que sobreviven al embate globalizador
en el tercer mundo.
En el contexto político, económico y social de la cultura occidental, el “progreso” ha sido considerado
un bien muy valioso. Su despliegue produce modificaciones también en la configuración de las familias que
conforman nuestra sociedad. Vale decir que, las transformaciones en la organización económica y política del
capitalismo ha introducido necesariamente modificaciones en las formas de pensar y pensarse de los sujetos
y las instituciones por las que transitan, entre ellas, las familias.
En este sentido, una de las definiciones seleccionadas plantea que: “la familia es un grupo humano cuya
razón de ser es la procreación, la crianza y la socialización de los hijos” (1998, p. 24). Esta concepción deja
entrever un modelo de familia hegemónico, una configuración nuclear cuyo objetivo es la procreación y que
se concibe como una unidad elemental natural. Este modelo tradicional se instauró a través de
representaciones sociales fuertemente ancladas, que la relacionan con la clásica imagen de papá, mamá y sus
hijos, imagen que ha sido también reforzada −e instalada− desde la escuela. “Para las ciencias sociales, eso se
corresponde con la familia nuclear occidental: basada en una pareja monógama libremente elegida,
caracterizada por la corresidencia, por un reducido número de hijos, por una repartición de roles en el seno de
la pareja. Sin embargo, esta familia "es sólo un momento de un desarrollo histórico" (Neufeld, 2000). En
nuestra sociedad la familia nuclear occidental tiene un fuerte peso normativo y es representada como la forma
"natural" de ser familia, concebida en el imaginario colectivo como una forma “bien constituida”. No obstante,
ésta es sólo una dentro de la gran variedad de formas existentes y posibles, lo cual muestra la construcción
cultural que implica, y con ello, la imposibilidad de pensarla como la forma "natural" de ser familia. “Este
tipo de familia, entonces, remite más a un modelo cultural que a grupos concretos, se la suele representar como
"un agente activo, dotado de voluntad, capaz de pensar, de sentir y actuar y fundada sobre un conjunto de
presupuestos cognitivos y prescripciones normativas concernientes a la manera correcta de vivir las relaciones
domésticas" (Bourdieu, 1998)
En la actualidad y, a partir de las transformaciones sociales de las últimas décadas, en las que el mundo
mediático y el consumismo han tomado la posta la iniciativa propongo Estoy de acuerdo! de los símbolos
más preciados, las familias “tipo” tradicionales han ido perdiendo su protagonismo social para dar lugar a
nuevas configuraciones familiares “atípicas”(no lo pondría)colocaría dos puntos: y continuaría Me parece muy
bien! Familias monoparentales, ensambladas, homoparentales son algunas de las nuevas expresiones de la
vida en los hogares contemporáneos. El aporte en rojo está bien. Lo de atípicas es porque salen del estereotipo,
de lo estipulado, pero podemos omitirlo, colocar : y seguir!
En este sentido, podemos hacer mención a la siguiente conceptualización de familia que la considera como:
“La unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común que se supone duradero, en el
que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, en el cual existe un compromiso personal
entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia" (Malde
Modino, I, 2012). La definición expuesta alude a dimensiones subjetivas más amplias, que no se restringen a
vínculos meramente co-sanguíneos, sociales o económicos sino que entiende que la familia de cada sujeto está
compuesta por aquellos otros por los que ese sujeto considera su familia por el o los motivos que sean –
biológicos, sociales, afectivos, culturales, económicos, etc. Esta óptica pone de manifiesto una mirada integral
y plural que da cuenta del mosaico de opciones y realidades contemporáneas. Esta definición contrasta con
la planteada por la OMS: “Los miembros del hogar emparentados entre sí, hasta un grado determinado de sangre,
adopción y matrimonio. El grado de parentesco utilizado para determinar los límites de la familia dependerá de la cultura
y sociedad de la que se trate” . Según esta óptica, el parentesco explica la existencia de esta institución , sabemos
que es una mirada reduccionista, no obstante la conceptualización alude a la incidencia de la condiciones
socioculturales en la configuración de los vínculos familiares.
Puesto que la escuela y la familia han tenido un rol protagónico en nuestra sociedad como disciplinadoras y
organizadoras de la socialización, su relación recíproca ha estado presente a lo largo de nuestra historia, como
así sus avatares. A partir de la instalación del discurso de la “crisis” de las instituciones, no sólo fue colocada
la escuela en ese lugar -al sostenerse que “la educación está en crisis”-, sino también “la familia”, según la
concepción tradicional. entró “en crisis”. No es casual que en este orden de cosas, la relación escuela-familias
haya entrado en el ojo de la tormenta. De hecho, como educadores, vivimos esta experiencia de conflicto con
las familias. Unos a otros nos “echamos la culpa” del supuesto fracaso escolar de los/as alumnos/as. Como se
puede analizar en el documento Las familias en la escuela *(1) página 3 la familia y la escuela no son
“entidades abstractas” porque por un lado compartimos a los niños y por otro lado debatimos y polemizamos
al realizar la tarea de educar a los mismos; [Punto y seguido, propongo]SI : DE ACUERDO:quedaría así…...
Es verdad que muchas veces nos unen tareas de comprensión ,ayuda, y solidaridad pero no es menos real
que se suceden situaciones de conflicto porque cada familia ,cada escuela, incluso cada docente tienen una
idea de la responsabilidad propia y de la del otro que no es necesariamente coincidente. Al respecto podemos
destacar, (solemos escribir en 1ra persona del plural) (destacoLO SACAMOS) lo señalado por Neufeld,2000:
“ la mayoría de las veces, los desencuentros y las diferencias se sustentan en el incumplimiento de
expectativas mutuas”*(2)
Sexualidades
En cuanto a la variedad de definiciones que existen sobre sexualidad, encontramos la siguiente:
Puede decirse que la sexualidad es “el modo humano de ser y habitar el propio cuerpo desde los
comienzos de la vida; es la manera de vincularse con otros, de experimentar y transmitir placer, ternura, amor,
erotismo, de constituirse como sujeto sexuado en cada momento vital, teniendo en cuenta determinadas
condiciones históricas y contextos de existencia; de posicionarse en el marco de relaciones de poder entre
sujetos, tanto en espacios públicos como privados o íntimos” (Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología
de la Nación, 2007).
Analizando el ejemplo de Paula / Juan, observamos que no aparecen ni la voz de Paula ni la de sus
compañeros/as en el relato. Sólo se pretende “resolver” en Paula una serie de preconceptos culturalmente
instalados e institucionalizados, siendo el tema del uso del baño un factor privilegiado en este “debate”.
Podemos considerar que la presencia de una identidad de género que se aleja de las esperadas/esperables
suscite una serie de interrogantes que pueden direccionarse en el sentido de la reubicación de las miradas
estereotipadas o en la ubicación de Paula/Juan en alguno de los lugares comunes a la vida institucional
“normal”, normativizada.
¿Se trata de que Paula encaje o que los preconceptos instituidos sean revisados y reformulados? ¿Qué
debe ser modificado en esta situación novedosa?
Aparece otro factor disruptivo: ¿cómo llamarla, por su nombre otorgado según su DNI considerando
sus genitales de nacimiento o por su nombre en tanto auto-adjudicado según la expresión de su sentir-sentirse
a sí misma? La misma pregunta se plantea en esta discusión, debe Paula encajar en Juan o los agentes
educativos repensar su forma de percibir al otro a partir de patrones culturales en los que la identidad vivida
por Paula no tiene lugar.
La naturalización de una construcción social y cultural, también tiene un componente político. Se trata
de una cuestión de poder, de dominación sobre las subjetividades y sus posibilidades de expresión. Cabe
preguntarse respecto a Paula y a muchas otras circunstancias en que se manifiesta este poder sobre las
subjetividades: ¿Una transformación del “sentido común” bipolar debe realizarse tan sólo en las variaciones
lingüísticas? Vemos que, con nuevas palabras que refieran a la diversidad de género y la identidad de género
no alcanza para hacer lugar, reconocer y respetar la diversidad de sexualidades expresadas en la diversidad de
subjetividades contemporáneas. Sin embargo, la manera de nombrar “las cosas”es de mucha importancia
¿Cómo “experienciamos” en la escuela la sexualidad, propia y de los otros y otras?
Otra de las definiciones seleccionadas es la siguiente:
Sexualidad: “Conjunto de los atributos anatómicos y fisiológicos que caracterizan a cada sexo” (Litré)
(Alberto L. Merani, 2000, Diccionario de Psicología, p. 149).
Fuente: https://prepapsique.wordpress.com/2014/03/14/conceptos-basicos-de-sexualidad/
Esta conceptualización pone de manifiesto una matriz esencialista, que denota un imperativo
biologicista de tipo binómico. Según este enfoque la sexualidad se limita a la genitalidad, lo que supone un
modo de vida “correcto” que se desenvuelve sobre una base biológica naturalizada. Lo femenino y lo
masculino quedan así determinados por la genitalidad de nacimiento. Las miradas esencialistas, entonces,
afirman que la identidad de género y el deseo sexual ya están determinados desde la naturaleza. Todo lo que
está por fuera del modelo dominante –es decir del modelo heterosexual- no es sólo “lo distinto”- sino lo
inferior, lo anormal, por lo cual es despreciado y excluido. Bajo esta mirada, no hay lugar para la construcción,
creación o aparición de nuevas características en la construcción de subjetividades: el género no se despega
de la sexualidad ni de la orientación sexual, ninguno es independiente del otro. Se trata de una posición
reduccionista, dicotómica y heteronormativa ya que no integra otras dimensiones que constituyen la
subjetividad sexuada.
En efecto, gran parte de las limitaciones en los enfoques y modos tradicionales de abordar estas
dimensiones obedece a que las perspectivas teóricas dominantes han enfatizado una dimensión biologicista de
la sexualidad y no han sido tributarias de una mirada compleja que sea capaz de conjugar y nutrirse de los
aportes de diferentes perspectivas de análisis que contribuyan a una comprensión de mayor alcance de las
problemáticas en juego. En el análisis de la sexualidad, el discurso biomédico logró constituirse históricamente
como discurso hegemónico justamente porque fue capaz de dar respuesta al modo biologicista de entender la
sexualidad -como mera reproducción y genitalidad-. Esta postura tradicional se encuentra fuertemente
naturalizada, ha impregnado los vínculos sociales y las estructuras institucionales imponiendo un esquema
binómico y restrictivo, se volvió parte de la cultura internalizada para los sujetos, llegando a regular aún hoy,
gran parte de los intercambios referidos al afecto y a la sexualidad. La concepción de la sexualidad como
hecho natural debe ser deconstruida, solo así podemos reconocer que:“Lo biológico también es cultural en la
medida en que constituye una construcción discursiva y social. No existe nada exclusivamente “natural”, ni
siquiera la propia concepción de cuerpo o naturaleza. Es precisamente a través de procesos culturales que
definimos qué es –o no es- lo “natural”
El interés por desnaturalizar cobra especial relevancia en aquellos aspectos de la vida donde se instala
un discurso con fuerza de verdad, como una visión sin fisuras, totalizadora. Referirnos a la construcción social
y cultural de la idea que tenemos de lo biológico implica un giro importante en las formas de comprender la
sexualidad. Desnaturalizar lo biológico, requiere también deconstruir “aquellos discursos que colocan en el
centro de la definición de la sexualidad la cuestión de la naturaleza humana ligada exclusivamente a la
reproducción de la especie” y a la genitalidad y materialidad del cuerpo. Estos discursos remiten a la
sexualidad como un conjunto de características biológicas, lo que sin duda, constituye una simplificación. El
discurso biológico acerca de la sexualidad es una construcción cultural, que tiene una historia. (…) Las formas
de comprender el cuerpo sexuado no fueron siempre las mismas, ya que se fueron modificando históricamente.
Hoy, el reconocimiento de las múltiples formas de vivir la sexualidad y los fuertes cambios tecnológicos y
científicos que llevan al límite la idea misma de lo que hasta hoy fue considerado “lo biológico” y la
posibilidad de intervenir en ello, nos lleva a cuestionar estos discursos normativos que se presentan como
verdades, y que pretenden explicar de una vez y para siempre, las diferencias sexuales, las orientaciones, las
identidades de género. Sin olvidar que los movimientos sociales, culturales e intelectuales ya desde
mediados del siglo XX, han comenzado a cuestionar las ideas hegemónicas de sexualidad, subjetividad
y género.
La definición anterior difiere claramente de la expuesta por la OMS que conceptualiza a la sexualidad
como: “Un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca al sexo, las identidades y
los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual.” Se trata de
una definición holística que abarca diversas dimensiones, la sexualidad según este enfoque es parte
constitutiva de nuestro ser, se encuentra vinculada a la construcción de la subjetividad, la formación de la
identidad y el vínculo con otros. Constituye un proceso de construcción en el que se combinan aspectos
biológicos, psicológicos, afectivos y éticos que incluye al sexo, la identidad, el género y la orientación sexual
como dimensiones que se forjan a lo largo de la vida, no obstante la definición expuesta no hace referencia a
un factor central: la incidencia de contexto sociohistórico en la producción de la sexualidad. Las dimensiones
colectivas y sociales como: qué lugar ocupamos en la sociedad, cómo fueron construidos socialmente los
sentimientos y las imágenes sobre masculinidad y feminidad, qué procesos de demanda de derechos eso
genera, etc., no son abordados. No se contempla que tales dimensiones se encuentran fuertemente
condicionadas por el sector socioeconómico y educativo de pertenencia, las costumbres y valores del grupo
social que la integran, y particularmente por las relaciones de género que están atravesadas “por relaciones de
poder, discursos, normas y prácticas.”