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Jorge Alemán
ED ITO R IA L
SINTESIS
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En ella encontrará el catálogo com pleto y comentado
D is e ñ o do cu b ie rta: J o s c p Tcliu
V I-.D IT O K IA 1. S Í N T h S I S , S. A.
V a lle h erm o so , 34. 2X015 M adrid
T elé fo n o : 91 Í W 20 98
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ISBN: 84-9756-179-1
D e p ó s ito legal: M. 37.tJ44-2(M*4
Introducción 7
Notas 175
Introd ucció n p e ç rist0 a i x n in... y vuelta
A m or sin piedad
8
los cam bios sociales de los que va acom pañado -las cosas
sencillamente se mueven demasiado deprisa, antes de que
nos hayamos podido habituar a un invento, éste ya ha sido
sustituido por otro nuevo, de tal manera que cada vez más
nos falta la más elemental ‘cartografía cogniriva”- . El recur
so al taoísmo o al budismo ofrece una vía de escape de este
embrollo, que sin duda funciona mejor que la huida deses
perada hacia viejas tradiciones: en lugar de tratar de sobre
llevar el ritmo acelerado del progreso tecnológico y los cam
bios sociales, deberíamos más bien renunciar al em peño de
mantener bajo control lo que pasa, rechazándolo co m o la
expresión de la lógica moderna de la d om in ación —en su
lugar deberíam os “dejarnos llevar”* ir tirando, mientras
m an ten em os una distancia y una indiferencia interiores
respecto a la danza enloquecida del proceso acelerado, una
distancia basada en la certeza de que toda esa agitación
social y tecnológica, en última instancia, no es más que una
proliferación no-sustancial de semejanzas que no concier
nen al núcleo interno de nuestro ser...-. U n o tiene casi la
tentación de resuscitar aquí el viejo e impopular cliché mar-
xista de la religión com o el “opio del pueblo1’, com o el suple
m en to im aginario de la miseria terrestre; la postura del
meditante “budista occidental” es, plausiblemente, la mane
ra más eficaz, para nosotros, de participar com pletam ente
de las dinámicas capitalistas, mientras que conservamos la
apariencia de estar mentalmente sanos. Si Max Weber vivie
se ahora, indudablemente escribiría un segundo volum en
suplem entario de su libro La ética protestante..., titulado
La ética taoísta y el espíritu del capitalismo global8.
Así pues, el “budismo occidental” es perfectamente equi
parable al m o d o de ideología fetichista en esta época nues
tra supuestam ente “post-ideológica”, c o m o opuesto a su
m o d o tradicional sintomático , en el cual la mentira ideo
Am or sin piedad
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io? ¿Acaso no som os, cada vez más, mónadas sin ventanas
abiertas directamente a la realidad, interactuando solas con
\a pantalla del ordenador personal, encontrándonos úni-
i .unente simulacros virtuales, y no obstante inmersos más
i|ue nunca en la red global, com u n icán d on os sincrónica
mente con el m undo entero? La aporía que Ixñbniz inten
tó resolver introduciendo la noción de “armonía preesta
blecida” entre las mónadas, garantizada por D ios m ism o,
l.i suprema y omniabarcante mónada, se repite boy, en la
torma del problema de la comunicación: ¿cómo sabe cada
uno de nosotros que él o ella está en contacto con el “Otro
leal” al otro lado de la pantalla, y no sólo con simulacros
lantasmagóricos? Aquí radica uno de los enigmas clave irre
sueltos de la película M atrix , de los hermanos W achows-
ki: ¿por qué construye la Matriz una realidad virtual común
cu la q ue tod os los h u m a n o s interactiian? Habría sido
m ucho más ec o n ó m ic o que cada sujeto interactuase sólo
to n la M atriz, de forma q u e tod o s los h u m a n o s q ue se
encontrase fuesen únicamente criaturas digitales. ¿Por qué?
Li interacción entre individuos “reales” a través de la Matriz
i rea su propio Otro con mayúsculas, el espacio de los sig
nificados implícitos de las conjeturas, etc., que no puede
ser controlado por la Matriz (de este m odo, la Matriz que
lla reducida a un mero m edio/instrum ento, a una red que
sólo sirve c o m o soporte material del “O tro con mayúscu
las” que queda fuera de su control).
Siendo incluso más radical, ¿qué hay de la obvia tesis
contraria de Heidegger, según la cual la idea del “cerebro
en una cubeta”, en la que se basa todo este escenario, envuel
ve un error ontològico?: según esta tesis, lo que da cuenta
de la específica dim ensión humana no es una propiedad o
un m odelo cerebral, sino el m o d o en que un ser hum ano
está situado en su m u n d o y se relaciona ex-státicam ente
A m or sin piedad
66
El objeto anal
he sin creencia
blo judío y su Dios, que los había elegido. Uno puede creer
en los fantasmas sin tener fe en ellos, esro es, sin creer les
(considerándolos traicioneros y malvados, no sintiéndose
unido a ellos por pacto o com prom iso de ninguna clase);
y, poniendo un caso opuesto algo más rebuscado, pero fun
damental, se puede creer a (tenerfe en) A'sin creer en X. listo
último es, para Lacan, el caso perfecto del Otro con mayús
culas, del orden simbólico: “no hay Otro con mayúsculas”,
no es más que un orden virtual, una ficción compartida,
n o tenem os que creer en ello para creerlo, para sentirnos
unidos por un cierto com prom iso simbólico. Por esta pre
cisa razón, en el caso del imaginario “creer en”, la creencia
siempre es desplazada (nunca soy yo el que, en primera per
sona del singular, estoy dispuesto a asumir la creencia, siem
pre es necesaria la ficción de un “sujeto del que se supone
que sabe”7), mientras en el caso de la fe simbólica, el c o m
promiso es asumido performativamente en la primera per
sona del singular.
C o n todo, ¿no es cierto q ue toda religión, toda expe
riencia de lo sagrado, implica —más bien, sencillamente es—
un “desconectarse” de la rutina diaria? ¿No es este “desco
nectarse” sim plem ente el nombre de la experiencia extáti
ca básica de la entrada en el terreno en el que las reglas de
lo cotidiano quedan suspendidas, el terreno de la trasgre-
sión sagrada? Para los judíos, por el contrario, la ley misma
nos desconecta de las reglas/reglamentaciones —en y median
te ese “desconectarse”, no nos embarcamos en orgías que
suspenden la ley, sino que nos encontramos con la ley mis
ma com o la transgresión más radical—. Cabe recordar aquí
de nuevo la discusión, en Eljuicio de Kafka, entre Josei K.
y el cura tras de (y acerca de) la parábola de la puerta de la
ley: algo que no puede sino saltar a la vista es la naturale
za totalmente no-iniciática, no-mística, puramente “exter
Padre, ¿por qué m e has abandonado?
131
La libertad leninista
Luce Irigaray ile la mujer co m o "le sexe qui nest pas un” [el
sexo que no es tal). C o m o dice Jacques Rancière27, los judí
os representan la universalidad de la Humanidad, precisa
mente en la medida en que no tienen un lugar propio entre
las razas particulares, por ser un recordatorio que no enca
ja entre éstas. Un contraargumento inmediato de esta idea
es, por supuesto, el que los judíos no sólo exhiben todo un
conjunto de prácticas específicas que los distingue de los
gentiles, sin o q ue incluso p onen un énfasis aún m u ch o
mayor en esas prácticas que otros grupos étnicos. Allora
bien, ¿por qué tienen q u e reglamentarlo to d o m ediante
reglas negociadas? ¿Acaso no es porque carecen efectiva
mente de “raíces” en un sentido m u ch o más profundo de
lo que el antisem itism o se atreve a imputarles? Un cierta
forma, claro está, no viven en aquello a lo que los coniu-
nitaristas se refieren cuando dicen “m undo vital”: carecen
de esa gruesa malla impenetrable de presuposiciones implí
citas, de rituales, de reglas no escritas, de prácticas hechas
carne, que constituyan su trasfondo, y que nunca pueden
ser objetivadas en la forma de un conjunto de normas explí
citas 'SU “m u n d o vital” es negociado y construido artifi
cialmente—. Quizá nos venga bien aquí la distinción witt-
gensteiniana entre decir y mostrar: el cristianismo implica
la d istin ción entre reglas externas y creencia interna (de
m o d o q u e la pregunta es siempre: ¿crees realmente , en lo
más hondo de tu corazón, o estás siguiendo sin más lo que
dice la letra muerta?), mientras que en el judaismo, las reglas
y prácticas “externas” constituyen directamente la creencia
religiosa en su existencia material —los judíos no tienen que
proclamar creencia» sino que la muestran de m od o inm e
diato en su práctica—. Y es por esto por lo que el cristia
nismo es la religión del torbellino interior, de la auto-inte
rrogación, mientras que, para el judaismo, los problemas,
A m o r sin piedad
150
dad judía. Lx) que vuelve esto aún más complejo es el hecho
de que la Cabala no es el único rexto religioso judío que
no se puede mencionar en público: en ciertas versiones del
Talmud, la relación misma entre la lorah y el Talmud se
asemeja a la acritud tardía de los católicos hacia la Biblia
(o, curiosamente, la actitud estalinista hacia los textos de
los 4clásicos”: Marx, Engels, Lenin) —está prohibido leerla
d irectam ente, sin pasar por los com en tarios apropiados
facilitados por la Iglesia (o, en el caso del estalinismo, por
el Partido), ya que la lectura directa puede desviar hacia
una terrible herejía...—. En este m ism o sentido, una cier
ta tradición talmúdica limita las citas directas y al pie de la
letra d e la Torah: lo ú n ic o q u e se p erm ite so n sólo los
comentarios aprendidos.
Así pues, sólo el cristianismo efectivam ente deja atrás
esa tensión, en la medida en que es capaz de renunciar a la
necesidad del su plem en to obsceno: n o hay ningún texto
secreto que acompañe al Evangelio co m o su sombra super-
yoica. La solución, pues, es que tenemos que identificar cla
ramente, tanto en el judaismo como en el cristianismo, una
cierta tendencia inherente a “regresar”, a traicionar su pos
tura radical íntima: en el judaismo, la tendencia a percibir
a D ios co m o la cruel figura superyoica; en el cristianismo,
la tendencia a reducir el ágape a una reconciliación imagi
naria que oculta la alreridad de la Cosa divina. Razón por
la cual, tal vez, tanto el judaismo com o el cristianismo nece
siten la referencia el uno al otro para evitar esta “regresión”40.
¡Sin piedad!
Avanza: oím os
Q u e eres un buen hombre.
introducción
Capitulo 2
5 Ibídem .
(y C f. D o m in iq u e Importe, History ojShit , C am bridge, T he M I Y
Press, 2000. [Historia de la mierda, Valencia, Pre-textos, I9 8 0 .|
7 # En el teatro antiguo griego, en el centro de los am plios asientos
de piedra de las primeras Illas, había un agujero (los miembros
de las clases privilegiadas podían de este m odo someterse a una
doble catarsis, a la purificación espiritual consistente en lim p ia r
su alma de emociones malas, y también a la purificación del olo
roso excremento).
# O tto W cininger, Üher die letzteti Dirige, M u n ic h , M auhes und
Seitz Verlag, 1997, p. 187.
9 Op. d t., p. 188.
¡0 C ita d o p o r O rv ille Schcll, Virtual Tibet, Nueva York, H e n ry
H o lt and Com pany, 2000, p. 80.
11 C ita d o por Schcll, op. cit., p. 202.
12. C ita do por Schcll, op. cit., p. 191.
13. Ibídem .
14 . O rv ille Schcll, Virtual Tibet, p. 230.
j 5 _W illia m M cCiovcrn, citado por Schcll, op. cit., p. 230.
16 ¿No es lo más obvio para un analista el basar el pecado de la envi
dia en la tristemente famosa envidia del pene? Antes que sucum
b ir a esta tentación, lo que hay que hacer es poner de manifiesto
que la envidia, en definitiva, es la envidia del goce del O tro . M is
colegas ricos y orientados hacia el negocio siempre se maravilla»
de cuánto trabajo dedico a la teoría y, com parativam ente, cuán
poco dinero gano, aunque su manera de maravillarse normalmente
es expresada en términos de desdén agresivo C¡Qué imbécil eres,
dedicándote a la teoría!"); lo que evidentemente trasluce detrás de
ello es la envidia: la idea de que, ya que no lo hago por dinero (ni
por poder), y ya que no entienden la razón por la que lo hago, tie
ne que haber algún tipo extraño de goce, alguna satisfacción en la
teoría, accesible solamente para mí, y hiera de su alcance...
17. El interés de Beau Geste radica tam b ién en la fantasmagórica
escena in ic ia l - la misteriosa fortaleza en el desierto, en la cual
no hay nadie vivo, sólo hay soldados m uerros puestos encima
de sus murallas, una escena perfectamente hom ologa, en el de
sierto, a la figura fantasmal del barco que flota de aquí para allá
sin trip u la c ió n -. Hacia el fin a l, Beau Geste nos presenta ama
blemente la misma secuencia desde dentro de Ui fortaleza, a saber,
describe cóm o se había generado esta fantasmal imagen de la
A m o r sin piedad
Capítulo 3