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Las Reservas
Las Reservas
l. INTRODUCCiÓN
El sentido natural de tener reservas se asocia con separar bienes útiles para
atender necesidades futuras. La previsión de estas últimas a su vez puede venir
impuesta por la prudencia, el conocimiento anticipado de ciertos hechos que
acaecerán en el futuro, o para cumplir obligaciones legales o convencionales.
Mientras las personas naturales afrontan este proceso con cargo a sus recursos
patrimoniales de cualquier índole dentro de los que no cabe distinguir origen, vg.,
herencia, frutos del capital o del trabajo, en las sociedades mercantiles y en
particular en la sociedad anónima solo existe una fuente de bienes útiles que
pueden afectarse y dentro de los que cabe separar o reservar para atender la
necesidad futura, que son los beneficios obtenidos por la sociedad.
La lógica que subyace en el ámbito societario, es que los recursos patrimoniales
aportados por los socios como capital social son una cifra fija e indisponible para
la sociedad. El capital, si bien aplicado a los negocios propios del objeto social,
constituye la principal garantía para los acreedores sociales y por lo tanto debe
permanecer claramente expresado en el balance(1).
Bajo este concepto de intangibilidad, el capital social solo puede ser reducido por
métodos taxativos contenidos en la ley, rodeados de publicidad, que otorgan
derechos y garantías a los acreedores y a los propios socios, que son titulares
subsidiarios de su remanente.
Es así entendible que al constituirse una sociedad no podrían los socios acordar la
inmediata formación de una reserva, la cual tendrían que detraer del capital social.
Sin embargo, como se tratará más adelante, es perfectamente posible que la
sociedad en el acto de su constitución pueda quedar dotada de beneficios
provenientes de una prima de capital, la misma que podría afectar. se para la
formación de tal reserva.
Cualquiera sea la tesis que se adhiera, lo indudable es que el haber social, cuando
menos, se consolida al contar con recursos especialmente destinados a la
finalidad de la reserva, lo que en la práctica equivale a un efectivo incremento de
cara a la satisfacción de la correspondiente necesidad social.
A su vez, es característica in disputada de las reservas que su entidad dentro del
pasivo interno de la sociedad es un valor a favor de los accionistas de la sociedad.
Ello, por cuanto el incremento del haber social referido precedentemente se ha
realizado con recursos que estaban potencialmente destinados a su distribución a
favor de los accionistas. Más adelante se trata lo relativo a la titularidad de la
sociedad sobre las reservas. Sin perjuicio de ello, la característica de las reservas
que aquí reseñamos es que aparecen en el balance como parte del pasivo interno
aportado por los socios y que está integrado por el capital social, las primas de
capital y en general todas las cuentas de reservas y de beneficios pendientes de
distribuir.
La exigencia de realidad para las utilidades implica que éstas se hayan realizado
aun cuando todavía no se hubiese hecho efectiva en cuentas dinerarias la
materialización de su importe. Por consiguiente si la operación es dudosa, no
puede considerarse que genera utilidades obtenidas repartibles como dividendo.
En segundo término, los beneficios deben provenir de un ejercicio concreto. Como
se comentará posteriormente el órgano social que crea las reservas es la Junta
General. Aun cuando económicamente las utilidades se van generando en la
medida que se realizan las operaciones, la ley exige que el beneficio se entienda
realizado jurídicamente en períodos. La oportunidad señalada es el ejercicio anual,
al cabo del cual corresponde que la Junta General formule o incremente las
reservas.
Ahora bien, cabe preguntarse si entonces, la junta general podría -por sr y ante sí-
reformular los estados financieros y declarar la pérdida por ella determinada.
En la antigua tradición jurídica de nuestra plaza, ha gozado de cierta preeminencia
exagerada el concepto de órgano supremo que le corresponde a la junta dentro de
la estructura societaria, de lo cual se derivaba el aforismo "quien puede lo más
puede lo menos'; para justificar la adopción de toda clase de decisiones por la
junta, inclusive de actos de administración.
Sin embargo, estimamos que incluso bajo la ley anterior, y con mayor fuerza en la
actual, es claro que sin perjuicio del carácter de órgano supremo de la sociedad
que le reconoce el artículo 111 de la Ley General de Sociedades, ello es para la
actuación dentro de "los asuntos propios de su competencia", como lo señala
expresamente el mismo artículo. El Directorio, como máximo órgano social de la
Administración, confiere mandatos sociales a los restantes integrantes de la
Administración, pero, por su parte no está sometido a mandato imperativo de la
Junta General en asuntos que son de la propia competencia del Directorio. El
concepto moderno de la sociedad anónima como institución exige que ambos
órganos sociales actúen dentro del marco de sus respectivas competencias.
Congruente con este esquema, el artículo 225 de la Ley General de Sociedades al
describir los efectos de la aprobación de los estados financieros por la junta
general señala: "La aprobación por la junta general de los documentos
mencionados en los artículos anteriores no importa el descargo de las
responsabilidades en que pudiesen haber incurrido los directores o gerentes de la
sociedad".
Resulta a su vez claro, que la junta sí podrá exigir al directorio un nuevo estudio
de la cuestión e inclusive proponer medidas o valoraciones a cargo de terceros,
condicionando su aprobación a que se cumpla con ella. Pero, para ser congruente
con lo que se viene exponiendo, en particular con la responsabilidad de los
administradores que según el artículo 225 no queda liberada, será necesario que
el directorio apruebe previamente los cambios, si los acepta, antes de someterlos
nuevamente a la junta.
Es cierto que estos derechos abstractos, por oposición al derecho concreto del
dividendo ya declarado tienen particular relevancia en el caso de los
usufructuarios, cónyuges y restantes causahabientes, cuyas particulares
situaciones jurídicas deben ser atendidas por las normas y los propios acuerdos
entre las partes, pero ello no altera la atribución jurídica de las reservas que,
reiteramos le corresponde a la sociedad y no al accionista.
Dentro del pasivo interno, integrado por el capital social y restantes cuentas
patrimoniales, que en conjunto sirven a la financiación interna de la sociedad,
existen, al margen de ese rasgo común, singularidades que en algunos casos
pueden causar confusión respecto del régimen de las reservas Y que conviene
esclarecer.
De otro lado, existen en el pasivo otras cuentas, tales como las amortizaciones o
depreciaciones y las provisiones que tienen ciertas similitudes con las reservas,
pero, como se apreciará a continuación son de distinta naturaleza.
Las cuentas aquí referidas persiguen mantener equilibrio entre el activo y el pasivo
interno ante probables o ciertos supuestos de sobrevaluación del activo. Mediante
ellas se produce relación directa con la cuenta del activo que se afecta con el
objeto de corregir en su valor, equilibrándolo. En razón de tal vinculación, la cuenta
correctora formada en el pasivo no podrá exceder el monto de la cuenta corregida
en el activo.
En el caso de las reservas, por sus variadas finalidades puede haber algunas que
persigan objetivos similares al de las cuentas de equilibrio, en especial en el caso
de las reservas que apuntan a la consolidación de los valores patrimoniales de la
empresa. Sin embargo, la diferencia esencial es que las reservas solo se nutren
de beneficios y por lo tanto, desde el punto de vista contable, sólo se detraen del
resultado positivo de la cuenta de ganancias y pérdidas y/o de beneficios
extraordinarios o acumulados de ejercicios anteriores. Es también diferencia
esencial que las cuentas de equilibrio, a diferencia de las reservas, no
incrementan el haber social o el patrimonio neto, desde que solo reflejan o p::en
equilibrar gastos o pérdidas sufridas por la empresa.
Los bienes del activo negociable, incluidos los inventarias de materias primas y
productos en proceso, no son amortizables en los términos del artículo 228 de la
Ley General de Sociedades.
Sin embargo, es obvio que tanto éstos así como los intangibles pueden ser objeto
de un grave deterioro de valor. Imaginemos el caso de una sociedad
comercializadora de máquinas de télex con un stock abultado cuando irrumpa la
tecnología del facsímil. En el campo de la informática esta clase de situaciones es
materia corriente. Igualmente imaginemos el caso de una sociedad qua hubiese
pagado una cantidad apreciable para obtener una franquicia y se produce un
desastre para ellicenciante -como el reciente caso de Arthur Andarsen- que
desprestigia o incluso desaparece el fondo de comercio contabilizado como
intangible.
En estos casos y en otro que se refiere a continuación, la sociedad deba reflejar
esa realidad en su patrimonio neto y registrar la pérdida. Si la empresa del ejemplo
tuviese que esperar a vender sus equipos devenidos obsoletos para registrar la
pérdida real se estaría dejando de cumplir la exigencia del artículo 221 de la Ley
General de Sociedades, el cual exige que los estados financieros, al igual que la
memoria y la propuesta relativa al resultado del ejercicio reflejen "con claridad y
precisión, la situación económica y financiera de la sociedad, el estado de sus
negocios y los resultados obtenidos en el ejercicio vencido".
Las provisiones son el medio que permite cumplir este propósito. Como puede
apreciarse, a diferencia de las amortizaciones o depreciaciones, la corrección o
equilibrio perseguido a través de la formación de esta cuenta, no obedece a una
medida de la disminución sistemática del valor del activo sobre una base anual.
Dependerá de la discrecionalidad del directorio la recomendación a la Junta de su
formulación, en atención al caso concreto de que se trate. En algunos supuestos
será inevitable, ante desmedros indubitables y en otros, la recomendación será
por montos aproximados, cuando se trata de eventos conocidos, pero cuyo monto
es indeterminado o al menos desconocido en el momento de su formulación. Otros
ejemplos de provisiones, son anticipación de menores ingresos ~r supuestos de
malas deudas o insolvencia y pagos de
tributos extraordinarios. .
Puede afirmarse que las cuentas de equilibrio que venimos comentando tienen
otro aspecto común en relación con las reservas, que radica en que una excesiva
dotación de su monto, genera -si habían beneficios- un exceso de beneficios
retenidos no aparente en la contabilidad, conocido como reservas o~ultas, tema
que será abordado más adelante.
Finalmente, la otra cuenta del pasivo interno que procede revisar en su relación
con las reservas, y que contribuye al financiamiento interno de la sociedad son los
beneficios retenidos o utilidades de libre disposición. La doctrina considera en
forma unánime que la sola existencia de esta cuenta no configura la constitución
de una reserva. Aun cuando el beneficio retenido permanezca durante un
prolongado lapso en el haber social, no es procedente referirse a una "reserva de
hecho". La reserva, como se ha descrito ampliamente, requiere una decisión
expresa de la junta general, así como un destino específico en el futuro. Solo
puede entenderse a su vez que la reserva proporciona a la empresa una mayor
solidez económica, cuando por su vocación de permanencia queda atada al
cumplimiento de su finalidad, incrementando el haber social. En cambio, en el
supuesto de los beneficios retenidos, éstos pueden ser repartidos en cualquier
momento. La reserva, por su parte no puede ser repartida, sin que previamente la
junta general decida disolverla.
Dentro de la categoría que venimos tratando como reservas legales, existe una
consideración común aplicable a la calificación de "reservas indisponibles. que le
corresponde la prima de capital (mientras la reserva legal no alcance su límite
máximo) y que igualmente le corresponde a otras reservas también indisponibles.
Esta consideración común consiste en elucidar si las reservas indisponibles
pueden en general ser capitalizadas, como expresamente está autorizado para la
prima de capital (en su monto indisponible) y para la propia reserva legal. Las
reservas constituyen beneficios retenidos afectados a un fin futuro determinado,
que en conjunto con el capital están expresados en el pasivo pero wpresentadas y
desperdigadas en la masa 'total del activo. Desde esta perspectiva, hasta que no
se cumpla su finalidad deberían permanecer manteniendo su individualidad, salvo
los casos de desafectación voluntaria, cuando ello es posible por su origen. No
debe llamar a confusión que, reservas destinadas a cubrir pérdidas o consolidar la
solidez patrimonial, sí puedan ser capitalizadas como la ley lo permite
expresamente. En cambio, como se apreciará al revisar el caso de la reserva que
se origina en el artículo 104 de la Ley General de Sociedades, su destino
específico exige que permanezca como tal.
La razón por la cual una reserva indisponible no debería ser capitalizada podría
inducir al error de asignar carácter de derecho real a la reserva -o a ciertos bienes
del activo inmovilizados y vinculados a la misma- el cual desaparecería en el
aumento de capital, al convertirse en el derecho quirografario de todos los
acreedores respecto del capital social. La realidad, es que la constitución de la
reserva indisponible solo obliga a la propia sociedad y a sus órganos sociales.
Estimamos que, por definición, la reserva indisponible siempre tiene su origen en
la ley, pues si su origen fuese el pacto, o el estatuto, sería reversible de acuerdo a
sus propias reglas. Como es evidente, estas consideraciones son totalmente
ajenas a la posibilidad de que la sociedad otorgue garantías reales vinculadas a su
actividad y a las reglas del Derecho concursa! para el caso de falencia. La
circunstancia de que sobrevengan pérdidas y que éstas sean de tal magnitud que
deban ser compensadas con todas las reservas de la sociedad, incluidas las
¡ndisponibles solo plantea un tema en relación a la prelación de su uso.
La parte final del artículo 233 que regula el régimen de las primas de capital
contiene una declaración bastante obvia que podría haberse suprimido. Señala
que: "Si se completa el límite máximo de la reserva legal con parte de laS primas
de capital, puede distribuirse el saldo de éstas". Es evidente que si se completa el
límite máximo de la reserva legal con cualquier recurso, las primas pueden
distribuirse.
Desde la perspectiva de las reservas que sí nos atañe, el artículo 104 de la Ley
General de Sociedades señala que mientras las acciones se encuentren en poder
de la sociedad, su valor debe ser reflejado en una cuenta especial del balance.
Esto significa que si la adquisición de las acciones se realiza para amortizarlas, no
hay lugar a la formación de la referida cuenta. Sin embargo, cuando no hay lugar a
la inmediata amortización, sí debe procederse a la formalización de la referida
cuenta. Si bien el caso prototípico es que la adquisición sea onerosa y realizada
con cargo a beneficios y reservas libres de la sociedad, en que no cabe duda que
la "cuenta especial del balance" es una reserva indisponible en el pasivo, que solo
será liberada cuando se enajenen las acciones, el texto general del artículo no
distingue y por lo tanto también resulta aplicable al caso en que la sociedad
adquiere gratuitamente sus propias acciones y no las amortiza, manteniéndolas en
el activo. Aquí no se produce una descapitalización potencial que podría perjudicar
a los acreedores como en el caso de la adquisición onerosa, que hace
indispensable la formación de la reserva indisponible. Sin embargo, creemos que
la ley también obliga a la formación de la cuenta, que por su naturaleza es una
reserva.
Como ya ha sido objeto de comentario previo, las reservas del artículo 104 son
indisponibles y por su naturaleza no pueden ser capitalizadas, sino luego de
haberse liberado por la enajenación de las acciones cuya adquisición las originó.
Hemos destacado previamente que, en nuestra opinión, la Ley General de
Sociedades no cubre íntegramente los riesgos derivados de la adqUiSición:' de las
propias acciones. Nos referimos al caso de la adquisición indirecta, que es el
supuesto en que la filial adquiere acciones emitidas por su sociedad dominante. El
artículo 105 de la Ley General de Sociedades trata este caso y le asigna
parcialmente el tratamiento que dispuso en el artículo 104 para la adquisición
directa, en cuanto restringe y deja en suspenso los derechos políticos de las
acciones involucradas. Sin embargo, a diferencia de otras legislaciones que
también imponen la obligación de constituir una reserva indisponible por el valor
de las acciones detentadas indirectamente, nuestra ley omite extender esta
solución. A nuestro juicio se trata de una medida conveniente y que debería
promulgarse en el futuro, pues el peligro de las sociedades imbricadas, sobre todo
en el caso de cadenas en que una o más filiales adquieren onerosamente las
acciones de la dominante, significan una real descapitalización, sin las
formalidades y garantías para los acreedores que son exigibles en las reducciones
de capital.
Las reservas estatutarias son aquellas que con vocación de permanencia es!
ablece como un mandato el Estatuto Social. La doctrina las clasifica de muy
diversa manera según su finalidad. De modo general puede observarse que la
f.oalidad esencial de las mismas es el fortalecimiento de la empresa, persiguiendo
su estabilidad, compensando riesgos o pérdidas y la futura expansión. crecimiento
y desarrollo.
Otro aspecto a considerar respecto de las reservas estatutarias y de las que tienen
su origen en los convenios celebrados al amparo del artículo 8 de la ley, es la
posibilidad de su capitalización. Como ya lo hemos comentado al tratar de las
reservas indisponibles, si se trata de reservas creadas con una finalidad
específica, en interés de la sociedad, los socios o terceros, deberá procederse
según el caso a desafectar previamente la reserva, mediante la, modificación
estatutaria -en su caso con aprobación de la clase de acciones afectada- o
mediante la modificación del convenio, como requisito indispensable para
proceder luego a la capitalización de su importe.
Para la materia que venimos desarrollando interesa el primer caso, es decir, el del
valor oculto positivo, también denominado como reservas ocultas de la sociedad.
Ellas, al igual que las reservas aparentes contribuyen al fortalecimiento de la
sociedad, pero carecen por cierto de atribución a una finalidad futura específica.
Simplemente, mientras se mantienen, participan de hecho de las características
generales de fuente de financiamiento interno de la sociedad; en especial cuando
los bienes del activo que las respaldan sirven de garantía o cobertura para las
operaciones sociales.
El mantenimiento de reservas ocultas plantea asimismo una diferencia importante
respecto de las reservas formales o visibles en cuanto a su origen.
Otro caso de reserva oculta con origen externo a la sociedad se presenta, como
se adelantó, por razones del mercado. Ese sería el supuesto de la propiedad
inmobiliaria de la sociedad, constituida por una casa hacienda, que deviene en
esta isla rústica rodeada por urbanizaciones. El incremento de valor que
permanecía oculto en la contabilidad representa ciertamente una reserva oculta.