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EL SÓTANO ENCANTADO

Nunca me había gustado la tía Sharon. Mis padres se empeñaban en llevarme


a su casa, cada vez que íbamos a Wichita.
La tía Sharon vivía en una casa muy vieja y antigua que olía a sucio y a
pescado podrido. Pero esto era lo de menos.
La habitación que me daba para dormir estaba en el sótano y allí había
muchos y extraños ruidos.
Aquel día de febrero, cuando me disponía a bajar a mi habitación, la tía
Sharon me susurró al oído:
- ¡Mala suerte, mala suerte, pequeño!
Y me dio un beso mezclado con risa de bruja.
Durante la noche, los ruidos me parecieron más raros que otras veces.
Surgían de una caja de cartón mediana que ocupaba un lugar en aquel
espacio pequeño. Me acerqué a ella y comprobé que efectivamente el ruido
salía de la caja de cartón. Tal vez había un reloj dentro u otro cacharro viejo
que se había puesto en marcha. La destapé un poco para ver…

EL SÓTANO ENCANTADO

Nunca me había gustado la tía Sharon. Mis padres se empeñaban en llevarme


a su casa, cada vez que íbamos a Wichita.
La tía Sharon vivía en una casa muy vieja y antigua que olía a sucio y a
pescado podrido. Pero esto era lo de menos.
La habitación que me daba para dormir estaba en el sótano y allí había
muchos y extraños ruidos.
Aquel día de febrero, cuando me disponía a bajar a mi habitación, la tía
Sharon me susurró al oído:
- ¡Mala suerte, mala suerte, pequeño!
Y me dio un beso mezclado con risa de bruja.
Durante la noche, los ruidos me parecieron más raros que otras veces.
Surgían de una caja de cartón mediana que ocupaba un lugar en aquel
espacio pequeño. Me acerqué a ella y comprobé que efectivamente el ruido
salía de la caja de cartón. Tal vez había un reloj dentro u otro cacharro viejo
que se había puesto en marcha. La destapé un poco para ver…

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