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Por ello ubicamos que la tarea conjuga dos cuestiones de orden diferente: sostener
la universalidad de un principio en la singularidad de los dispositivos existentes. Y
es esa singularidad la que establece el desafío de repensar y reconstruir las
condiciones habilitantes para enseñar y aprender en cada escuela, y en ello
promover el cuidado de niños, niñas, y adolescentes y de todos los adultos que
desempeñan funciones en ellas.
En el transcurso de las clases recorrimos algunos aportes para pensar hoy las
instituciones educativas, identificando sus rasgos contemporáneos, los avatares que
implica habitarlas y construir experiencias educativas valiosas en ellas. Así
recorrimos diferentes conceptos: tramas, posiciones, demandas, objetos,
problemas y dispositivos, con el objetivo de abrir la reflexión sobre las
intervenciones y capturar la especificidad de su carácter “institucional”. Nos
preguntamos ¿Qué quiere decir intervenir institucionalmente? ¿En qué medida
nuestro trabajo cotidiano sobre demandas y urgencias recorta esta dimensión?
Que haya que construir un problema implica, en primer lugar, que aquello que
hemos de pensar no adquiere su forma, coherencia y pertinencia a partir de los
“hechos” o de ciertos datos internos del sentimiento. Antes bien, una construcción
de esa clase es una invención compleja que permite (re)leer hechos y datos y, por
consiguiente, no excluye impugnaciones, resistencias y dificultades: disputas. En
segundo lugar, puesto que no se puede pensar todo a la vez ni desde todos los
puntos de vista, se hace necesario un recorte. La especificidad sólo se alcanza por
medio de la delimitación, provisoria y precaria, pero delimitación al fin. Así, los
recursos, puntos de vista y supuestos que habrán de ponerse en obra se
justificarán subjetivamente (Abad y Cantarelli: 2010).
Este abordaje permite delimitar un nuevo foco para la intervención y ubicamos allí
la necesidad de su carácter institucional. Para ello pensamos en la creación de
nuevos dispositivos, por aquello de disponer de otra manera lo existente, los
espacios, tiempos, las funciones o las propuestas culturales, inventando para ellos
nuevos entramados. Comprendemos que se trata de una tarea entre varios, un
dispositivo de intervención institucional demanda un trabajo colectivo en torno a la
construcción del problema y requiere mantener en el horizonte la pregunta por el
propósito de la acción, buscando que ésta nueva configuración no cristalice
sentidos, sino que permita sostener la pregunta por el proyecto político que la
orienta.
Consideramos que las clases se vuelven una invitación y una oportunidad para
delinear una posible dirección para pensar la intervención, esta implica desplazar la
mirada, ir del sujeto problema, del fragmento caótico, de la imagen estallada que
plantea la urgencia, a la delimitación de la trama institucional que sostiene a los
sujetos-en-situación. Y en tanto la tarea de intervención se “hace” con otros,
comprendemos que este movimiento demanda la construcción colectiva de las
experiencias.
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